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amplio y en correspondencia con las condiciones científicas en las cuales toma postura.
Condiciones científicas que diluyen las fronteras cuando lo que ha prevalecido en las ciencias es
una sordera a lo que se enuncia desde el “objeto de estudio”. Por lo tanto, previo a hablar de Bunge
es necesario recuperar el estudio que hace Jean-Claude Milner a propósito del psicoanálisis con
Jacques Lacan. Con Freud pueden seguir el libro de Paul-Laurent Assoun que presenta las
condiciones contextuales científicas para dar cuenta del espacio científico del cual desprende
Sigmund Freud una fina singularidad de procesos que rebasan cualquier (en su época) referencia
orgánica.
Y referir a estos puntos nos permite extender un camino que, por las listas que Mario Bunge
extiende en el texto Psicoanálisis a un siglo de distancia, excede una visión cientificista y sin
referencias de a qué se refiere con su crítica al psicoanálisis. Específicamente: la crítica que hace el
físico y filósofo de la ciencia en este breve texto está exento de referencias específicas a pasajes de
la obra de Sigmund Freud y se fundamenta más bien en lugares comunes de la opinión. Una crítica
al psicoanálisis requiere de una referencia exhaustiva y precisa al saber desarrollado por Sigmund
Freud (por no decir de la continuación de Jacques Lacan y su planteamiento desde la ciencia
galileana y la lectura clarificante de Milner), no en supuestos escuchados o leídos ahí, sin
referencia; cobijado en el espacio de la ciencia que ha criticado las seudociencias.
Por ejemplo, en el mismo texto, menciona (además de una gran cantidad de menciones –no
referencias– descontextualizadas y sin un estudio sistemático del pensamiento freudiano) “¿Qué
queda de todo un siglo de psicoanálisis? Nada más que fantasía incontrolada. Los psicoanalistas no
hacen experimentos, y ni siquiera llevan estadísticas de sus tratamientos.” Y esta referencia a Bunge
es necesaria y elocuente; ante el desconocimiento de una breve expresión freudiana como que en
cada caso se habrá de considerar que vale en sí mismo, esto es, que es como si consideraramos la
teoría de nueva cuenta, esta referencia que constrasta con Bunge echa por la borda la generalización
que la estadística propone.
Para que el psicoanálisis no sea parte de la ciencia se requiere no de un estudio crítico de lo que se
está estimado como ciencia o no, sino de unos postulados prejuiciosos que excluyan el diálogo que
propicia lo que el psicoanálisis promueve. No una esclerosis del pensamiento al considerar que los
sueños remiten a la sexualidad entendida en su reducción genital, sino –y si se lee a detalle el texto
La Interpretación de los sueños– a un cumplimiento del deseo que destituye una presunción de
ordenamiento mental por la capacidad racional. ¿Qué hay en los lapsus, lo sueños, los actos fallidos
más allá de consideraciones orgánicas? Hay algo que de lo que Bunge no puede dar cuenta: existe la
palabra, el sujeto de la enunciación.
Dejando para otro momento: el psicoanálisis dialoga con otros saberes, un ejemplo es el desarrollo
de Jacques Lacan que en su desarrollo diremos que usa a la lingüística, a la filosofía, a la
matemática desde sus diversas variantes: topología, teoría de nudos, entre otras. Además del diálogo
y crítica sostenido en la experiencia y en el desarrollo sistemático de los términos y conceptos
freudianos. En este sentido, la lectura de Bunge acerca del psicoanálisis es un sesgo propio del lugar
del saber que asume el filósofo de la ciencia.