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Estefanía González
RAÍZ ENCENDIDA................................ 10
ESTÁ AQUÍ............................................... 11
SIMA. .................................................... 12
PARA LA FORMA DEL SILENCIO ....................... 13
¿NO PODRÉ DESNUDAR MI NATURALEZA? ........... 14
HAY DÍAS DE MORIR.................................... 15
EL INCENDIO DESNUDO ................................ 16
SE INCENDIAN LOS OJOS AL VER ...................... 17
EN LAS BLANCAS PRADERAS ............... 18
CRECIÓ LA NOCHE ..................................... 19
EL POEMA NO CESA DE MORIR ........................ 20
ÉL SIEMPRE ESCUCHA LA MISMA MÚSICA............ 21
TENGO EL ANSIA DEL VERDE .......................... 22
HARÉ POEMAS SECOS .................................. 23
TODOS SE RÍEN DE MI AMOR........................... 24
ESTO ES MAGIA ......................................... 25
ES UNA CARRETERA .................................... 26
HILANDERA ............................................. 27
HAN SUBIDO LOS BOSQUES DE ESPUMA............... 28
FIESTA DE VERANO ..................................... 29
UN PÁJARO DE CLARA SOMBRA ....................... 30
NO AMANECE EN EL PUEBLO .......................... 31
YA NO ZUMBAN ABEJAS EN MI PELO. ................. 32
SOMBRAS ................................................ 33
IRA DE CLARIDAD ...................................... 35
ESTO ES UNO QUE VA A UN ENTIERRO ................ 36
ESTUDIANDO EL ANILLO ............................... 37
MI AMIGA ............................................... 38
LA LAVA AZUL .......................................... 39
LAS GAVIOTAS. ......................................... 40
MI HERMANA ........................................... 41
HOMBRES DE PAJA ..................................... 42
SE DESPLOMAN MUJERES. ............................. 43
SOÑÉ QUE ERA AQUELLA MUJER ...................... 44
DESPERTÉ EN MEDIO DE UNA FIESTA ................. 45
QUÉ DURA LA VIDA ..................................... 46
PARAÍSO .......................................... 47
RÍO DE ROJO FANGO Y CIELO GRIS,................... 48
CASI EN EL CIELO ...................................... 49
NOS COLUMPIAMOS .................................... 50
SEPTIEMBRE .................................... 51
SEPTIEMBRE. ........................................... 52
DERRETIDOS DE ODIO ........................ 59
HAY DOS ÁRBOLES...................................... 60
REMUEVO LA MARMITA. ............................... 61
EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS............................. 62
LO PASAMOS TAN BIEN ................................. 63
FUE UN LÍO .............................................. 64
EL ÍMPETU............................................... 65
Y PENSAR................................................ 66
MIENTRAS CON UNA MANO. ........................... 67
CUANDO ERA PEQUEÑA ................................ 68
DIJO EN UNA ENTREVISTA ............................. 69
CÓMO SE CONTRAE EL PALADAR ..................... 70
ALGO QUE SEA SOLO MÍO .............................. 71
RENUNCIO............................................... 72
PRÓLOGO
Está aquí
lo que a sí mismo se teme [...]
Está aquí lo que quiere
entrar en la noche.
Y en efecto lo hace. Entra en la noche para pronunciar sus
respuestas, múltiples y diversas incluso en un mismo
poema. Si tomáramos uno solo de ellos por separado,
probablemente obtendríamos una imagen equivocada de la
autora. Si leemos in extenso, en cambio, se nos aparece
una polaridad que permea la obra y que aflora
regularmente a la superficie. Renuncia y concentración. El
deshacerse, por una parte; y el buscar, conservar y devenir
lo esencial, por otra. Una vía negativa y una vía positiva
en este itinerario, con seguridad algo más que literario.
Renuncio a la compañía eterna de los que amo.
[...] Renuncio a la esperanza, renuncio a esperar
nada y, finalmente, en una última terrible
renuncia, renunciaré a mi cuerpo, renunciaré a
mí, a mi persona, a eso que lleva mi nombre y a
sus innumerables sacudidas.
Dejarse ir, abandonarse y deshacerse «en dulcísimas
esporas», un zumbido de abejas, mariposas lacias o
sencilla ceniza. Caer como una «mujer descoyuntada»
«babeando colina de la disolución abajo». Por este motivo,
es reiterada la presencia de los elementos y, en especial,
del fuego, el gran destructor y renovador.
Ah, pero esto no es todo. ¿O acaso es posible una renuncia
absoluta? Y, sobre todo, ¿es esto lo que desea la autora?
Pues no es menos cierto que ella se afirma también como
custodio de lo propio, de las letras, de los prados. No es
creíble, a última hora, admitir que renuncie así a los seres
que ama, «a la vida, que amo tanto».
He pensado en la necesidad de tener algo que sea mío
o, mejor aún, de encontrar eso que es solo mío.... Lo
esconderé, no lo miraré jamás, no vayan a verlo otros a
través de mis ojos... Ahí está.
La oscilación entre renuncia y esencia, camino tortuoso, se
apuntala sobre instantes singulares. Un destello, un farol
sostenido en la costa embravecida, el canto de un pájaro o
un temblor que se siente correr. Toda la sección penúltima
del libro entrevé asimismo un mundo idealizado en forma
de selva primordial, paradisiaca, tal vez infinita. De esta
forma, pájaro, luz, temblor, paraíso y mensajero, entre
otras, son claves que remiten en una misma dirección.
En el silencio solo nuestros pasos
y ese desenvolverse la existencia
hacia la noche. Pones un dedo
en los labios y señalas un pájaro.
Un temblor luminoso.
Ha volado.
Pájaro que disipa el miedo. O, en otro momento:
Un pájaro de clara sombra viene conmigo.
Lo hallé en la loma al despertar. [...]
Es delicado: tiembla ante tus ojos. [...]
El temor se deshoja ante su baile.
No todo se pierde pues en el itinerario de la renuncia.
Siguiendo el clásico «Donde se cierra una puerta, otra se
abre», en el propio acto de la renuncia algo se acepta o se
descubre, en ese instante, o bien a partir de él resalta nítido
sobre el paisaje de la hendidura. Algo nacido en una
experiencia dolorosa y que por ello se siente como propio,
como más cercano a lo que se es.
Perderse: sacrificarse.
Deshacerse en el mundo
como el rojo más grave.
Rojo de sacrificio, naturaleza permanentemente entregada
y generosa de Estefanía González que dista mucho de
ser una criatura arrojada al ciclo azaroso de las
transformaciones. Ella muestra –o tal vez nació con este
conocimiento– que «para subir a las moradas que
deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar
mucho». Naturaleza extendida, ofrecida a todos, abismos
de tiniebla y fulgores instantáneos. Ella se vuelve obra:
«Desaparece en tu tapiz / en tanto tejes»; y el poema,
pues, retiene algo de su hacedora, ese algo único que sigue
buscando con afán.
Así la obra:
El poema no cesa de morir.
A las dos líneas muere y nace de nuevo.
Como su autora:
Las yemas de mis dedos
cada día más verdes
a punto de brotar.
JUAN GALLO
RAÍZ ENCENDIDA
Raíz encendida
ESTÁ AQUÍ
lo que a sí mismo se teme
y desesperadamente se disipa.
Fuerza que busca gastarse.
11
Raíz encendida
SIMA.
Resumo.
En la sima,
en suma, el sumidero
sumo el entorno
como falda al vuelo.
Llaman sílabas a mi puerta
aliento rítmico de robot.
Me llama la forma
del tre ne ci to.
Me vuelvo
ul tra ís ta.
Forma, déjame dárteme
dármete, forma
trasluzcir roja
como linterna en boca.
Ser, al fin, la forma.
12
Raíz encendida
13
Raíz encendida
14
Raíz encendida
15
Raíz encendida
EL INCENDIO desnudo.
Un temblor luminoso.
Ha volado.
16
Raíz encendida
17
EN LAS BLANCAS PRADERAS
En las blancas praderas
19
En las blancas praderas
20
En las blancas praderas
21
En las blancas praderas
22
En las blancas praderas
El sollozo ha de ser
seco.
23
En las blancas praderas
24
En las blancas praderas
ESTO ES MAGIA:
un hombre camina bajo la arboleda en medio de una lluvia
de pétalos blanquecinos.
Mantiene los ojos entrecerrados como si la luz fuera
demasiado intensa
y al cabo de un momento sonríe
y sigue su paseo
con la pesada maleta.
25
En las blancas praderas
Sé tú caudal.
26
En las blancas praderas
HILANDERA
Desaparece.
Te ha envuelto el silencio.
Desaparece en tu tapiz
en tanto tejes.
27
En las blancas praderas
Bosques de espuma.
Aguas de abril.
Ejércitos de árboles se levantan.
28
En las blancas praderas
FIESTA DE VERANO
Lágrimas de felicidad
en las mejillas,
las puertas del amor henchidas
y un caer lento que aún no acaba
por la cintura del reloj.
29
En las blancas praderas
Que no te espante.
Que se callen los hombres, sus risotadas
llenas de llanto. No son mansos.
Mira su juego.
30
En las blancas praderas
NO AMANECE en el pueblo
de la hendidura.
Se pudren como larvas los poemas
dentro del vientre.
Cuidan la seriedad
en este pueblo de la hendidura.
En el amor, ni pétalo ni sal,
ni ese hundirse de los ojos en los ojos.
Clavan en ocasiones las uñas
en la garganta del amante,
mientras miran un trozo de alto cielo
que no les pertenece.
31
En las blancas praderas
32
En las blancas praderas
SOMBRAS
33
En las blancas praderas
34
En las blancas praderas
En vano luchas.
Cuanto más odio, más dolor.
Tu despertar es caída.
35
En las blancas praderas
y no está.
36
En las blancas praderas
ESTUDIANDO EL ANILLO
trashumante y redondo
del dolor, amanece.
37
En las blancas praderas
38
En las blancas praderas
Ahora miro
fotos antiguas. Estás seria
como un ángel. Los párpados bajos,
velos, como un dragón.
Tú, hermana.
39
En las blancas praderas
Muy tenue
pulsa hoy el remolino. Descansa.
Un borde de plumilla perfila la mañana.
40
En las blancas praderas
41
En las blancas praderas
42
En las blancas praderas
SE DESPLOMAN mujeres.
En lo más alto de la cuesta
un viento oscuro sopla sobre ellas.
Con los brazos abiertos giran
sobre sí mismas, bolsas de plástico
por el aire. Aún pueden ver
cómo se desintegran
montañas de ceniza.
El mar arriba. Venas de sangre
poco densa se rasgan y los hijos
arrastran a sus madres a la orilla.
Con los brazos abiertos giran
sobre sí mismas, piernas moradas
lamidas por el agua que se hincha.
Cielo de estaño.
En las cunetas,
en las corrientes de agua tibia
sobre sí mismas, brazos abiertos
giran. Ojos abiertos, boca abierta
piel blanca para ser mordida.
Vegetación larguísima en el fondo
y luz de invernadero
arriba.
Se desploman, por fin, mujeres.
Han tardado toda una vida.
43
En las blancas praderas
44
En las blancas praderas
de su plena magnificencia.
No deseo encontrarme.
45
En las blancas praderas
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PARAÍSO
Paraíso
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Paraíso
CASI EN EL CIELO
el centro del universo.
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Paraíso
50
SEPTIEMBRE
Septiembre
Septiembre.
Pulsa el miedo contra tu membrana,
pero no abro. Veo
la media máscara y debajo
la lava roja de su piel.
52
Septiembre
Septiembre.
En mi sueño una voz apremiaba:
¡El amor!
Pero con qué rabia.
Solo eso: la voz una vez
y otra vez esa voz.
¡El amor!
Aspereza de carbones.
Infierno.
53
Septiembre
Septiembre.
No queremos oír
los dolores de parto,
las metamorfosis.
Se rompe la crisálida y las alas
húmedas de la noche tiemblan.
Llanto de brotes.
El silencioso rechinar de la savia
nos espanta.
54
Septiembre
Dicen que al otro lado del cielo hay algo, otro cielo.
55
Septiembre
56
Septiembre
57
Septiembre
Septiembre,
nubes densas se ciernen
sobre mi tumba.
Jadeos y gruñidos.
La muerte tañe el ciclo.
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DERRETIDOS DE ODIO
Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
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Derretidos de odio
ALGO que sea solo mío. Con temor casi paralizante, con
ansia, he pensado. Durante la noche toda, en la fiesta, no
he hecho otra cosa que pensar. He bailado sola, intentando
no caer, huyendo de la gente. He pensado en la necesidad
de tener algo que sea mío o, mejor aún, de encontrar eso
que es solo mío. Y esa manera de pensar tan terrible, como
si estuviera cayendo, como si girara tanteando con los
dedos ante mí, sin poder mantener la cabeza erguida, me
lanzó de lleno a la noche. Solo en la noche. Jamás en el
día. El día mata aquello que es solo mío. Las calles me lo
matan. Los sonidos. Las palabras. Pero, Dios, lo aprecio
tanto. Lo esconderé, no lo miraré jamás, no vayan a verlo
otros a través de mis ojos, no abriré jamás la puerta, no.
Incluso si yo lo mirara, lo estaría violando. Ultrajando.
Ahí, en la noche, solo mío. Si elimino todo, permanecerá,
sin mí. Ahí está. Solo en ese fragor de la noche marina.
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Derretidos de odio
RENUNCIO
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