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Acoso sexual en el

transporte
ACTUALIZADO EL 03 DE MAYO DE 2017 A LAS 10:00 PM
Los abusos en el transporte público se han convertido en
una vergüenza nacional, por lo frecuentes y por lo
impunes
Es hora de emprender una campaña, tratando de
concertar esfuerzos de todos los involucrados, para poner
fin a estas agresiones

El acoso sexual en el transporte público se ha


convertido en una vergüenza nacional, por lo frecuente
y por lo impune. No faltan leyes ni es poca la severidad
de los castigos. Un tocamiento puede acarrear una
condena a prisión de entre dos y ocho años. Las
agresiones verbales pueden constituir contravenciones
castigadas con un mes de cárcel.

Este año, los tribunales han dictado dos condenas


superiores a tres años de cárcel, es decir, sin posibilidad
de ejecución condicional de la pena, contra hombres
hallados culpables de tocar a usuarias de autobuses y
trenes. Durante el segundo semestre del 2016, apenas
hubo una decena de denuncias por abusos de esa
naturaleza en el transporte público.

Las condenas y denuncias son muy pocas en


comparación con la avalancha de agresiones. Alexánder
Arronis, jefe de la Unidad de Delitos Sexuales del
Organismo de Investigación Judicial (OIJ), confirmó a
este diario que los abusos en el transporte público son
comunes, pero las víctimas no acuden ante las
autoridades, sea por temor o por falta de confianza en el
resultado de la queja.

La situación es inadmisible y exige una reacción


contundente. El problema comienza por la falta de
procedimientos establecidos en las empresas de
transporte público. Quince compañías autobuseras han
comenzado a capacitar a su personal para reaccionar de
manera adecuada ante los abusos. Son pocas en
comparación con la cantidad de líneas existentes.

Para estimular la capacitación y actualización de los


conocimientos necesarios, las autoridades del transporte
público deberían explorar la posibilidad de informar a
los usuarios sobre las empresas cuyos propietarios se
comprometen con la lucha contra el acoso. Comprobada
la voluntad de colaborar, esas líneas deben recibir una
certificación que pueda ser exhibida en los buses, junto
con anuncios dirigidos a los pasajeros sobre la forma de
reaccionar y denunciar.

Combatir los abusos es un objetivo tan importante como


para incorporarlo a las valoraciones tarifarias. Ninguna
empresa debería ser indiferente ante el fenómeno
delictivo y mucho menos una compañía de transporte
estatal, como el Instituto Costarricense de Ferrocarriles
(Incofer). Si bien el número de empresas privadas de
autobuses decididas a contribuir es todavía escaso, en el
Incofer no hay siquiera una orientación al personal
sobre la mejor forma de atender los casos.

Aparte del temor, los procesos judiciales prolongados,


con resultados inciertos por la desaparición de testigos y
otras pruebas según pasa el tiempo, explican la escasez
de denuncias. Pero los abusos cometidos en el
transporte público deberían ser fáciles de tramitar
mediante los procedimientos de flagrancia, si tan solo
hubiera claridad sobre la reacción más adecuada. La
capacitación del personal de transporte público es
importante para brindar respaldo a la víctima y procurar
la ayuda necesaria para llevar a los abusadores ante la
justicia.

Aparte del personal de las empresas de transporte y las


propias víctimas, otro elemento importante para la
represión de los abusos son los demás pasajeros. Toda
persona, especialmente toda mujer, está en riesgo de
sufrir situaciones de este tipo. Es un deber de todos
contribuir a evitarlas. La indiferencia, el no
involucrarse, es un estímulo para el delito. Los
delincuentes actúan a partir de la presunción de su
propia impunidad. La certeza de delito es la mejor
disuasión.

El problema se presenta también en el servicio de taxis


y otros medios de transporte, como Uber. También a
ellos es preciso reclamarles una actitud proactiva, más
allá de la insatisfactoria reacción de los taxistas, que
dicen estar imposibilitados de hacer más que suspender
las llamadas al involucrado, o la reacción de Uber, que
no revela el protocolo vigente para lidiar con semejantes
situaciones.

Es hora de emprender una campaña, tratando de


concertar esfuerzos de todos los involucrados, para
ponerles fin a estas agresiones. Es necesario hacerlo en
defensa del derecho de todos a circular libremente y sin
preocupaciones por los sitios públicos. Al Estado le
corresponde tomar el liderazgo.

Extraído de:
http://www.nacion.com/opinion/editorial/Acososexualtransporte_0_1631636823.html

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