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Para realizar una impronta, se procede a cortar con bisturí una pequeña porción de un
órgano (tamaño máximo como medio terrón de azúcar), se seca bien una de las superficies
sobre papel absorbente con el fin de eliminar sangre y líquidos tisulares y luego, con
delicadeza, se realizan varios toques con la muestra sobre el portaobjetos.
Es, sin duda, la técnica más utilizada. Supone un mínimo riesgo para el paciente. Apenas se
produce dolor o infecciones secundarias. Se puede aplicar tanto a masas externas como a
órganos internos, incluso se puede aplicar a lesiones de hueso. Se necesita una aguja fina de
calibre 22, 23 (azul) o 25G (naranja, de insulina). En función de la cantidad de material
obtenido o de la contaminación hemática escogeremos uno u otro. O varios para una misma
lesión. Utilizaremos jeringas de5 a10 ml (aunque según la masa a aspirar también se pueden
emplear hasta las de 20 ml).
Técnica de punción-aspiración con aguja fina (PAAF).
(Imagen cedida por Lamberto Viadel).
Técnica de PAAF. Con la base de la aguja ocupada por material detenemos la aspiración y
podemos retirar la aguja.
(Imagen cedida por Lamberto Viadel).
Una variante de la AAF consiste en incidir la aguja solamente sin aplicar posteriormente la
jeringa. El material se introduce en la aguja por capilaridad. Es igualmente conveniente
reorientar la aguja en varias direcciones para intentar que la muestra sea representativa.
Con esta variante la contaminación sanguínea es mucho menor, por lo que se aconseja
utilizar en órganos como el hígado, bazo, riñón, tiroides y tejidos o lesiones vasculares en
general.
En otras ocasiones no se obtiene material del aspirado, como por ejemplo en el caso de
masas fibrosas, las cuales exfolian pocas células («aspirados secos»). En estos casos se
pueden utilizar agujas de mayor calibre como 21G (verdes) ó 20G (amarillas). Pero la
contaminación sanguínea, en los aspirados de aguja con estos calibres, suele ser mayor. En
las masas fibrosas o, en general, cuando obtenemos aspirados secos es preferible la técnica
del raspado, siempre que se pueda aplicar, ya que proporciona mayor número de células
(véase más adelante). Si al aspirar una lesión se obtiene líquido, se depositará en un tubo
con EDTA (ácido etilendiaminotetracético) para prevenir la coagulación de la muestra.
La extensión del material celular con un hisopo está absolutamente contraindicada por el
daño celular que provoca.
3.- RASPADO
4.- HISOPO
Generalmente se utiliza cuando no se puede aplicar ninguna de las técnicas anteriores, como
en vagina, fondo de la boca, fondo nasal, fístulas, etc. Se humedece un hisopo con suero
fisiológico y se pasa por la superficie a examinar, luego se hace rodar el hisopo suavemente
sobre uno o varios portaobjetos. Las muestras recogidas con hisopo de la cavidad nasal no
recogen material suficiente para llegar a un diagnóstico por no introducirse y rascar lo
suficiente la mucosa a estudiar. En el conducto auditivo, aunque se introduzca de forma
óptima, tampoco es frecuente obtener células diagnósticas.
Tomado y modificado de “Atlas de microscopía clínica del perro y el gato” de Lamberto Viadel
y Daniel Borràs, Ed. Temis Medical S.L., 2011.
INMUNOHISTO…QUÉ?
23 abril 2012Daniel Borràs MúrciaDeja un comentario
Se dice con frecuencia que el trabajo del patólogo es subjetividad basada en la objetividad. Y
es cierto. Nuestro trabajo tiene mucho de interpretativo. Toda entidad patológica, a nivel
microscópico, tiene un patrón tipo que la caracteriza, una especie de prototipo en torno al
cual gravitan infinitas variaciones más o menos alejadas de la imagen ideal. Esto, que vale
para todo tipo de lesiones, es especialmente cierto en el caso de las neoplasias. Cuanto más
cerca del modelo, más fiable es el diagnóstico (y más aliviado queda el patólogo!). Cuanto
más alejado del modelo, más difícil nos resulta cerrar un diagnóstico único identificando un
fenotipo celular concreto. Es entonces cuando ofrecemos el diagnóstico que nos parece de
mayor probabilidad y añadimos uno o más diferenciales.
¿Pero qué son y cómo funcionan estas tinciones? Las técnicas de IHQ tienen su origen más
remoto en los años 40 del siglo pasado, si bien no es hasta la década de los 70 que reciben
su mayor empuje y empiezan a aplicarse al diagnóstico anatomopatológico. Hoy en día son
rutina en patología humana. En nuestro caso no hablaría de rutina, ya que por el eterno
problema de los costes las limitamos a casos muy concretos.
Fig. 2 Esquema de la técnica de inmunotinción. El anticuerpo primario (2) se adhiere al
antígeno buscado (1). Sobre él se añade un anticuerpo secundario (3) y, para agrandar toda
la estructura, se añade un complejo Avidina-Biotina (4). Finalmente se induce un viraje
cromático mediante una reacción química catalizada por peroxidasa.
Su fundamento es muy simple. Y muy ingenioso. Si no ves algo pequeño, agrándalo. Si no
ves algo incoloro, coloréalo. Pero, ¿cómo agrandar algo tan pequeño como una proteína y,
además, de forma selectiva? Aquí viene la parte ingeniosa: enganchándole una cadena de
anticuerpos (de ahí el nombre de “inmuno”). Habitualmente se emplean tres etapas:
1.- En un primer paso se aplica un anticuerpo fabricado para reconocer la proteína que
buscamos. Por ejemplo, un anticuerpo que reconozca una proteína presente sólo en linfocitos
T (CD3). O presente sólo en células musculares (miosina, actina). O presente únicamente en
células gliales (GFAP). Hay centenares de anticuerpos comerciales dirigidos contra otras
tantas proteínas concretas.
2.- En un segundo paso añadimos un anticuerpo que reconoce anticuerpos y que se unirá,
por tanto, al que hemos añadido en el primer paso. Menos complicado de lo que parece si
miramos la figura x. Pero aún no tenemos una estructura suficientemente grande.
3.- Para amplificar aún más la cadena que hemos creado con anticuerpos usamos un
complejo compuesto por Avidina (una
Bien, ya hemos amplificado considerablemente nuestra proteína (en el caso de que esté
presente en el tejido!). Ahora sólo falta darle color para hacerla visible al microscopio. Para
ello se emplea una reacción química que transforma una sustancia soluble e incolora en otra
insoluble y de color marrón. Dicha sustancia es la diaminobencidina (DAB), que se añade
como último paso. Allí donde encuentre complejo Avidina-Biotina, precipitará y dará color.
Fig. 4 Tinción específica de células endoteliales (anticuerpos anti-Factor VIII, una proteína
presente en este tipo celular). En el centro, una estructura vascular con marcaje específico
del endotelio. En el interior, numerosos eritrocitos con algo de tinción inespecífica.
El resultado final de la tinción, además de resultar visualmente bastante estético, es
súmamente útil. Tanto que con frecuencia los patólogos lamentamos no poder recurrir a ella
con más asiduidad.