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PLAN DE FORMACION PARA MONAGUILLOS

Templo franciscano

De nuestra señora de Guadalupe

Guadalupe, zacatecas

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¿QUE ES UN ACOLITO?

El acólito (del griego akolouthos, «el que sigue» o «el que


acompaña») es un ministerio de la Iglesia Católica y la Iglesia
Anglicana, cuyo oficio es ayudar al diácono cuidando del servicio en
el altar y ayudando al sacerdote durante las celebraciones
litúrgicas, especialmente la Misa

¿Qué hace el acolito?

debe estar o al pendiente de lo que haga falta al principio de la


misa es decir:
-preparar las vinajeras con agua y vino
-preparar el cáliz con un purificador y un corporal limpios
(purificador es el pañuelo blanco con el que el sacerdote limpia el
cáliz después de la comunión
el corporal es el pañuelo blanco generalmente cuadrado en el cual
el sacerdote extiende sobre el altar para poner el cáliz y la patena)
-revisar que la jofaina y el manutergio estén limpios y con agua
(la jofaina es la jarra y el manutergio la toalla)
-revisar el estado de las velas del altar

Durante misa

-en dado caso de que nadie se acerque a leer, el monaguillo debe


pasar y leer la lectura, salmo y antífona del evangelio

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en el momento de las ofrendas debe poner el cáliz sobre el altar; el
cáliz debe de prepararse de esta forma:

-se lleva el pan

- Se lleva el vino y agua; la vinajera con vino se pone en la mano


derecha y el del agua en la izquierda, se le da el vino al
sacerdote y el agua se pasa a la mano derecha para poder
recibir la del vino con la mano izquierda, cuando se le da la de
agua al sacerdote se debe cambiar la del vino a la mano
derecha para poder recibir la del agua con la izquierda.

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- El monaguillo lleva la jarra en la mano derecha y en la
izquierda se toma el recipiente donde el agua debe de caer, y
una toalla en el antebrazo izquierdo.
- Se lleva el misal romano y se pone en el lado izquierdo del
sacerdote.
- Durante la consagración el monaguillo toca la campana una
sola vez en el momento que el sacerdote pone las manos
sobre el vino y el pan, mientras el sacerdote eleva el cuerpo
de cristo y la sangre de cristo se tocan 3 veces en cada
ocasión.
- En el momento de la comunión, el monaguillo baja junto a la
persona que repartirá la sagrada eucaristía con un platillo o la
misma patena la cual no permitirá que NINGUNA partícula del
cuerpo y sangre de cristo caiga en el suelo por esto la patena
debe seguir el recorrido de la Hostia desde el cupón hasta que
el fiel la comulgue
- Al término de la comunión la patena o platillo se pone sobre
el corporal cuidando que en el trayecto no se caigan las
partículas; debe de llevar el agua al sacerdote para que pueda
purificar el cáliz
- Al término de la purificación se recogen todos los objetos.

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¿Cómo se debe presentar el acolito?

-Se debe presentar 10 minutos antes de la celebración

-Con zapatos negros limpios o huaraches (NO CHANCLAS)

-Con pantalón (no short, vestido, falda, pants, bermudas, etc.)

-Con camisa de preferencia blanca o algún color claro

-Bien peinad@s

-Con la túnica limpia

-Sin adornos llamativos, aretes, pulseras, uñas pintadas, etc.

Como se debe comportar un acolito

-El monaguillo durante la celebración debe de estar atent@ a lo


que el sacerdote ocupe y debe ver al sacerdote en todo momento y
al altar cuando el sacerdote está en el altar

-no dormir

-no jugar

-No correr

-No platicar a menos de que sea necesario para el rito de la misa

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¿QUE ES LITURGIA?

Para la Iglesia Católica, la liturgia es el ejercicio del sacerdocio


de Cristo que es realizado por los bautizados. El Concilio Vaticano II
define la liturgia como "la cumbre a la que tiende toda la acción de
la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su
fuerza"

Liturgia católica, en sentido general objetivo, es lo mismo que culto


público de la Iglesia y puede definirse como "el conjunto de
acciones, fórmulas y cosas con que, según las disposiciones de
la Iglesia católica, se da culto público a Dios". En un sentido más
teológico puede definirse como "todo culto público del Cuerpo
místico de Jesucristo, o sea de la Cabeza y de sus miembros" ó
como "el ejercicio del Sacerdocio de Jesucristo por la Iglesia" (Pío
XII, Mediator Dei). Es también parte de la Sagrada Tradición. En el
Magisterio de la Iglesia, la palabra liturgia se usa por primera vez en
la encíclica Inter Gravissimas (1832) de Gregorio XVI. Sin embargo,
se usará regularmente sólo desde el pontificado de San Pío X a
inicios del siglo XX. La palabra liturgia se usa también comociencia
litúrgica, o sea, el conocimiento científico y sistemático del culto
público en cuanto lo ha ordenado y prescrito la Iglesia.

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Tiempos litúrgicos y colores

Año litúrgico, también denominado ciclo litúrgico, año


cristiano o año del Señor, es el nombre que recibe la organización
de los diversos tiempos y solemnidades durante el año en las
Iglesias cristianas, como forma de celebrar la historia de

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la Salvación y al que se distribuye en festividades y
ciclos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario.
No se tratan de fechas exactas, sino simplemente una sacralización
del curso anual de las estaciones del año y una composición cíclica
para que en un periodo de tiempo pueda englobarse dicha historia
de salvación.

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Objetos litúrgicos

Cáliz

Recipiente en forma de copa con apertura ancha utilizada para


beber. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por
excelencia, indispensable para el sacrificio de la Santa Misa ya que
debe contener el vino que se convierte en la Sangre preciosísima de
Cristo por lo cual debemos procurar que estén en perfectas
condiciones, en caso de que estén en mal estado informar lo más
rápido posible al guardián en turno.

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Copón

Vaso con tapa en el que se conservan la Sagradas Hostias para


poder llevarlas a los enfermos y emplearlas en las ceremonias de
culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura
que lo cálices para distinguirlos de esto y de igual manera como con
el cáliz, si este se encuentra en malas condiciones, reportarlo lo
más rápido posible al guardián en turno.

Custodia

Recipiente sagrado donde se pone la Eucaristía de manera que se


pueda ver para la adoración. Hay gran variedad de tamaños y
estilos. Generalmente alrededor de la Eucaristía se representan
rayos que simbolizan las gracias conferidas a los que adoran.

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Acetre:

Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones litúrgicas.


El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo.

Hisopo

Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un


mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola
metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el
Acetre.

Corporal

Es el lienzo sobre el que se coloca el Cáliz y la patena durante la


celebración eucarística y tiene una simple cruz en el centro del
lienzo, el corporal se debe doblar en 9 partes sea cual sea su
tamaño.

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Palia

Es el lienzo sobre el que se coloca el Cáliz y la patena durante la


celebración eucarística.

Purificador

Paño blanco que utiliza el sacerdote para secarse los labios después
de comulgar y para limpiar (purificar) los vasos sagrados.

Vinajeras

Son dos pequeñas jarritas en las que se pone el vino y el agua


necesarios para la Misa. El sacerdote mezcla con el vino unas gotas
de agua. Puede usarse para ello una cucharilla. Las vinajeras son de

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cristal o vidrio, por razón de limpieza y para que el sacerdote pueda
identificar el agua y el vino. Pueden ser de plata, bronce o estaño.

Lavabo o Aguamanil

El celebrante utiliza para el lavabo una jarra con agua y un


aguamanil, que pueden ser de cristal, de cerámica o de metal. Para
el Lavabo se necesita: una jarrita con agua; un recipiente o
aguamanil para recogerla; y un Manutergio, para que el sacerdote
se seque las manos.

Incensario y Incienso

El Incensario es un braserillo metálico suspendido por unas cadenas


y con una tapa en cuyo interior se quema el incienso y se utiliza
para incensar.

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El Incienso es una resina que produce un agradable aroma al arder.
El incienso es utilizado para manifestar la adoración. El incienso
simboliza la oración que sube hasta Dios. Se guarda en la naveta.

Naveta

La naveta es el recipiente donde se echa el incienso y el que se


ofrece al sacerdote cuando hay que incensar. ¿Cuándo se inciensa
en la Misa?
- Al principio. Tras el beso al altar del sacerdote.
- Al Evangelio. Cuando comienza el Aleluya (en el momento en que
el que proclama el evangelio entrega el incensario, el turiferario y
naveta se retiran con una reverencia al altar).
- A las ofrendas. Después de su bendición.
- Al sacerdote (tres rondas de dos o dos rondas de tres) y al pueblo
(tres rondas de dos o dos rondas de 3). Tras las ofrendas.
- Al Señor. Tras la consagración de las especies (tres rondas de tres
o si el tiempo no lo permite se da una sola ronda de tres).
- A la imagen de la Virgen o santo que se celebra. (Lo hace el
sacerdote)

Bandeja Comunión

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La Bandeja para la Comunión se sigue utilizando en muchas
iglesias. Tiene por finalidad evitar que, por descuido, pueda caer
alguna Forma Consagrada
al suelo.

Campanillas

Es utensilio en forma de copa invertida de tamaño pequeño que se


utiliza para convocar a la plegaria Eucarística, llamar la atención y
expresa sentimiento de alegría; su significado es “la voz de Dios”.

Candelero

Es el soporte o sostén donde se coloca la vela y que se usa en la


liturgia como símbolo de la luz, que es Cristo se ponen como
mínimo: uno en cada costado del altar.

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Mantel

Se llama mantel en la liturgia al lienzo que cubre el altar, en señal


de respeto a la mesa en la que Cristo nos invita a comulgar. Suele
ser blanco, pero admite un cubre mantel el cual puede tener
adornos y franjas de color ó completamente del color del tiempo
litúrgico que se celebra.

Crismera

Recipiente o ampolla donde se guardan los óleos tanto el crisma,


como el óleo de los catecúmenos o el de los enfermos.
Ornamentos

SACERDOTE

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cual representa el dominio de sí.

que representa el poder sacerdotal y que tiene origen en el manto


de oración de los judíos; debe utilizarse cuando se administran
sacramentos.

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año (o sea, según el tiempo litúrgico) o la fiesta que se celebre:

Blanco: Representa alegría, se utiliza en la Fiesta del Señor, María,


santos y los ángeles.

Rojo: Color del fuego y la sangre, usado en Pentecostés y fiestas de


mártires.

Verde: Recuerda la esperanza, se usa en los domingos luego de


Pentecostés.

Morado: el color de la penitencia, utilizado en Adviento, Cuaresma


y en las misas de difuntos.

Negro: Color del dolor, del viernes santo.

DIACONO

Las vestiduras litúrgicas propias del diácono son la estola puesta al


modo diaconal, es decir, cruzada en el cuerpo desde el hombro
izquierdo y unida en el lado derecho, a la altura de la cintura y
sobre esta la dalmática, vestidura cerrada con amplias mangas,
utilizada sobre todo en las grandes celebraciones y solemnidades.

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En el común vestir, el diácono puede usar sotana o camisa clerical
(clériman), y alzacuellos si así lo sintiera. Su vestimenta diaria
depende de su estado de vida y del carácter de su diaconado

DALMATICA

SOTANA

CAMISA CLERICAL Y ALZACUELLOS

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Capa pluvial

Paño de hombros

MITRA

BACULO

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SOLIDEO

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¿Qué es la misa?

El sacrificio de la Santa Misa se ofrece a Dios para cuatro fines: 1º.,


para honrarle como conviene, y por esto se llama latréutico; 2º.,
para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama eucarístico; 3º.,
para aplicarle, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y
para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se
llama propiciatorio; 4º., para alcanzar todas las gracias que nos son
necesarias, y por esto se llama impetratorio.
Catecismo mayor de S. Pío X cuestión 660; parte cuarta de los
sacramentos, capítulo V - 1º
Ya el concilio de Trento en los puntos [1743 DS] [Denz 940] y [1753
DS] [Denz 950] lo enseña y puntualiza:
Si alguno dijere que el sacrificio de la Misa sólo es de alabanza y de
acción de gracias, o mera conmemoración del sacrificio cumplido
en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo
recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los difuntos, por
los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades, sea anatema
[cf. 1743 DS].
Can. 3 Cap. 9 Sesión XXII Concilio de Trento; 1753 DS

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RITO DE ENTRADA

Son todos aquellos pasos que introducen a los fieles (asamblea) en


la celebración. Estos ritos iniciales, que preceden a la Liturgia de la
Palabra, incluyen el canto de entrada, el saludo inicial, el acto
penitencial, el "Señor, ten piedad", el Gloria y la Oración colecta, y
tienen como objetivo hacer que los fieles reunidos constituyan una
comunión y se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a
celebrar dignamente la Eucaristía. Tienen un carácter de exordio
(preámbulo), preparación e introducción. En algunas celebraciones
que se unen con la Misa, los ritos iniciales se omiten o se realizan
de un modo peculiar.

Canto de entrada
El canto de entrada comienza cuando el sacerdote (con el diácono y
los monaguillos) hace su entrada en el templo o en el recinto en el
que se vaya a celebrar la Eucaristía. Este canto tiene como objetivo
abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido e
introducirles en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta y
acompañar la procesión del sacerdote y los ministros. El canto de
entrada lo entona el coro y el pueblo, o un cantor y el pueblo, o
todo el pueblo, o solamente el coro. Pueden emplearse para este
canto o la antífona con su salmo, como se encuentran en el Gradual
romano o en el Gradual simple, u otro canto acomodado a la acción
sagrada o a la índole del día o del tiempo litúrgico, con un texto
aprobado por el obispo diocesano. Si no hay canto de entrada, los
fieles o algunos de ellos o un lector recitarán la antífona que
aparece en el misal. Si esto no es posible, la recitará al menos el
mismo sacerdote, quien también puede adaptarla a modo de
monición inicial.
Saludo inicial

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Terminado el canto de entrada, el sacerdote, de pie junto a la sede,
hace la señal de la cruz junto con toda la asamblea y saluda al
pueblo reunido. A continuación el sacerdote, por medio del saludo,
manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor. Con este
saludo y con la respuesta del pueblo queda de manifiesto el
misterio de la Iglesia congregada. Terminado el saludo al pueblo, el
sacerdote o el diácono o un ministro laico puede introducir a los
fieles en la Misa del día con brevísimas palabras (monición de
entrada).
Acto penitencial
Se pide perdón a Dios por los pecados cometidos diciendo
el Kyrie ("Señor, ten piedad. Después, el sacerdote invita al acto
penitencial, que, tras una breve pausa de silencio, realiza toda la
comunidad con la fórmula de la confesión general y se termina con
la absolución del sacerdote, que no tiene la eficacia propia del
sacramento de la Penitencia. Sólo elimina los pecados veniales, no
los mortales. Los domingos, sobre todo en el tiempo pascual, en
lugar del acto penitencial acostumbrado, puede hacerse la
bendición y aspersión del agua en memoria del bautismo. También
se realiza la aspersión en las misas de envío. Esto se suprime en la
misa de miércoles de Ceniza y en la Vigilia Pascual.
Señor, ten piedad
Después del acto penitencial, se dice el Señor, ten piedad, a no ser
que éste haya formado ya parte del mismo acto penitencial. Siendo
un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su
misericordia, regularmente habrán de hacerlo todos, es decir,
tomarán parte en él el pueblo y el coro o un cantor. Cada una de
estas aclamaciones se repite, normalmente, dos veces, pero
también cabe un mayor número de veces, según el genio de cada
lengua o las exigencias del arte musical o de las circunstancias
Gloria

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Se canta o reza el himno del Gloria, cuyo texto es invariable. El
Gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia
congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y
al Cordero y le presenta sus súplicas. El texto de este himno nunca
puede cambiarse por otro. Lo entona el sacerdote o, según los
casos, el cantor o el coro, y lo cantan o todos juntos o el pueblo
alternando con los cantores, o sólo el coro. Si no se canta, al menos
lo han de recitar todos, o juntos o a dos coros que se responden
alternativamente. Se canta o se recita los domingos, en las
solemnidades y en las fiestas y en algunas peculiares celebraciones
más solemnes, fuera de los tiempos de Adviento y de Cuaresma y
las misas de difuntos.
Oración colecta
Es aquella en la que el sacerdote recoge todas las intenciones de la
comunidad. Suele resumir el carácter del día o la fiesta que se está
celebrando. Comienza con la invitación del sacerdote a la oración.
Todo el pueblo congregado, a una con el sacerdote, permanecen un
momento en silencio para hacerse conscientes de estar en la
presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces
el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, por
medio de la cual se expresa la índole de la celebración. Siguiendo
una antigua tradición de la Iglesia, la oración colecta suele dirigirse
a Dios Padre, por medio de Cristo y en el Espíritu Santo
Liturgia de la palabra
La liturgia de la palabra comprende las lecturas tomadas de
la Sagrada Escritura, que son desarrolladas con la homilía, la
profesión de fe (el credo) y la Oración de los fieles. En las lecturas,
que luego explica la homilía, Dios habla a su pueblo, descubriendo
el misterio de la redención y salvación, y ofreciendo alimento
espiritual. El mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en
medio de los fieles. Esta palabra divina la hace suya el pueblo con el

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silencio y los cantos, y muestra su adhesión a ella con la profesión
de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal hace
súplicas por las necesidades de la Iglesia entera y por la salvación
de todo el mundo. La Liturgia de la Palabra se ha de celebrar de
manera que favorezca la meditación y, en consecuencia, hay que
evitar toda forma de precipitación que impida el recogimiento.
Conviene que haya en ella unos breves momentos de silencio,
acomodados a la asamblea, en los que, con la gracia del Espíritu
Santo, se perciba en el corazón la Palabra de Dios y se prepare la
respuesta a través de la oración. Estos momentos de silencio
pueden observarse, por ejemplo, antes de que se inicie la misma
liturgia de la palabra, después de la primera y la segunda lectura, y
una vez concluida la homilía.

En esta parte, se hace lectura de la Biblia. En las lecturas se dispone


la mesa de la Palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros
bíblicos. Se debe, por tanto, respetar la disposición de las lecturas
bíblicas por medio de las cuales se ilustra la unidad de ambos
Testamentos y la historia de la salvación. No es lícito sustituir las
lecturas y el salmo responsorial, que contienen la palabra de Dios,
por otros textos no bíblicos. En la Misa celebrada con la
participación del pueblo, las lecturas se proclaman siempre desde
el ambón. Según la tradición, el oficio de proclamar las lecturas no
es presidencial, sino ministerial. Así pues, las lecturas la proclama el
lector, pero el Evangelio lo debe proclamar el diácono, y, en
ausencia de éste, lo ha de anunciar otro sacerdote. Si no se cuenta
con un diácono o con otro sacerdote, el mismo sacerdote
celebrante lee el Evangelio; y si no se dispone de otro lector
idóneo, el sacerdote celebrante proclama también las otras
lecturas. Solo hay dos ocasiones en las cuales el evangelio es
proclamado por tres personas (Laicos, diáconos u otro sacerdote,

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que corresponden a la lectura de la pasión del Señor, los domingos
de Ramos y los Viernes Santos. Después de cada lectura, el que lee
pronuncia la aclamación. Con su respuesta, el pueblo congregado
rinde homenaje a la Palabra de Dios acogida con fe y gratitud. El
lector DEBE HACER REVERENCIA AL ALTAR, NO AL SAGRARIO. Al
salir, hace la reverencia al pasar delante del altar, y al volver la hace
desde el ambón.
Homilía

El sacerdote hace una prédica, generalmente en torno a las


lecturas, el Evangelio, la festividad del día o algún acontecimiento
relevante. Solo es obligatoria los domingos y fiestas de guardar. La
homilía es parte de la liturgia y muy recomendada, pues es
necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una
explicación de algún aspecto particular de las lecturas, de otro
texto del ordinario o del propio de la misa del día, teniendo siempre
presente el misterio que se celebra y las particulares necesidades
de los oyentes. La homilía la pronuncia ordinariamente el sacerdote
celebrante, un sacerdote concelebrante o, según la oportunidad, un
diácono, pero nunca un laico. En casos peculiares y con una causa
justa pueden pronunciarla también un obispo o un presbítero que
asisten a la celebración pero no concelebran. Los domingos y
fiestas de precepto ha de haber homilía, y no se puede omitir sin
causa grave en ninguna de las misas que se celebran con asistencia
del pueblo. Los demás días se recomienda, sobre todo, en los

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feriales de adviento, Cuaresma y Tiempo Pascual, y también en
otras fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la
iglesia. Tras la homilía es oportuno guardar un breve silencio
Oración de los fieles
Se realizan peticiones de parte de la asamblea, por sus necesidades,
a Dios. En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo,
responde de alguna manera a la palabra de Dios acogida en la fe y
ejerciendo su sacerdocio bautismal, ofrece a Dios sus peticiones por
la salvación de todos. Conviene que esta oración se haga
normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que
se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los
que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación
de todo el mundo. Corresponde al sacerdote celebrante dirigir esta
oración desde la sede. Él mismo la introduce con una breve
monición en la que invita a los fieles a orar, y la concluye con una
oración. Las intenciones que se proponen han de ser las que se
marcan en los libros litúrgicos. Las pronuncia el diácono o un cantor
o un lector o un fiel laico desde el ambón o desde otro lugar
conveniente. El pueblo, permaneciendo de pie, expresa su súplica
bien con la invocación común después de la proclamación de cada
intención, o bien rezando en silencio.
Liturgia de la Eucaristía[
Ésta es la parte nuclear y central de la Misa pues, según la fe
católica, Jesucristo mismo se hace presente en las especies
eucarísticas en Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En la última
Cena, Cristo instituyó el sacrificio y convite pascual, por medio del
cual el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la
Iglesia cuando el sacerdote, que representa a Cristo Señor, realiza
lo que el mismo Señor hizo y encargó a sus discípulos que hicieran
en memoria de Él. Cristo, en efecto, tomó en sus manos el pan y el
cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad,

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comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre.
Haced esto en conmemoración mía. De ahí que la Iglesia haya
ordenado toda la celebración de la liturgia eucarística según estas
mismas partes que corresponden a las palabras y gestos de Cristo.
En la preparación de las ofrendas se llevan al altar el pan y el vino
con el agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus
manos. En la Plegaria eucarística se dan gracias a Dios por toda la
obra de la salvación y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y
Sangre de Cristo. Por la fracción del pan y por la Comunión, los
fieles, aun siendo muchos, reciben de un solo pan el Cuerpo y de un
solo cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo
recibieron de manos del mismo Cristo.
Ofertorio
Las especies eucarísticas (pan y vino) son ofrecidas a Dios por el
sacerdote, quién además se purifica mediante el lavado de manos.
En este momento se canta la antífona de ofertorio del día, o en su
defecto, un canto apropiado o mero silencio. Al comienzo de la
liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en
el Cuerpo y Sangre de Cristo. En primer lugar, se prepara el altar o
mesa del Señor, que es el centro de toda la liturgia eucarística. Se
traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino
lo presenten los mismos fieles. El sacerdote o el diácono los recibirá
en un lugar oportuno para llevarlo al altar. Aunque los fieles no
traigan pan y vino de su propiedad, con este destino litúrgico, como
se hacía antiguamente, el rito de presentarlos conserva su sentido y
significado espiritual. También se puede aportar dinero u otras
donaciones para los pobres o para la iglesia, que los fieles mismos
pueden presentar o que pueden ser recolectados en la iglesia, y
que se colocarán en el sitio oportuno, fuera de la mesa eucarística
(colecta). Acompaña a esta procesión en que se llevan las ofrendas
el canto del ofertorio, que se alarga por lo menos hasta que los

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dones han sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el
modo de ejecutar este canto son las mismas dadas para el canto de
entrada. Al rito para el ofertorio siempre se le puede unir el canto,
incluso sin la procesión con los dones. El sacerdote pone el pan y el
vino sobre el altar mientras dice las fórmulas establecidas. El
sacerdote puede incensar las ofrendas colocadas sobre el altar y
después la cruz y el mismo altar, para significar que la oblación de
la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso.
Después son incensados, sea por el diácono o por otro ministro o el
monaguillo, el sacerdote, en razón de su sagrado ministerio, y el
pueblo, en razón de su dignidad bautismal.
Oración sobre las ofrendas
Terminada la colocación de las ofrendas y los ritos que la
acompañan, se concluye la preparación de los dones con la
invitación a orar juntamente con el sacerdote.
A continuación, pronuncia la oración sobre las ofrendas, quedando
todo preparado para la plegaria eucarística. En la misa se reza una
sola oración sobre los dones que termina con la conclusión breve,
es decir: «Por Jesucristo, nuestro Señor». Pero si en su final se
hubiera mencionado al Hijo, entonces termina así: «Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos». Uniéndose a la oración, el pueblo
hace suya la plegaria mediante la aclamación: «Amén».
Plegaria eucarística
Ahora empieza el centro y la cumbre de toda la celebración. La
Plegaria eucarística es una plegaria de acción de gracias y de
consagración. El sacerdote invita al pueblo a elevar el corazón hacia
Dios, en oración y acción de gracias, y lo asocia a su oración que él
dirige en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo en el
Espíritu Santo, a Dios Padre. El sentido de esta oración es que toda
la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento
de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio. La Plegaria

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eucarística exige que todos la escuchen con silencio y reverencia.
Los principales elementos de que consta la Plegaria eucarística
pueden distinguirse de esta manera:

 Prefacio. Es un himno, que empieza con un diálogo entre el


sacerdote y los fieles. Resume la alabanza y la acción de gracias
propia de la fiesta que se celebra. En esta acción de gracias, el
sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios
Padre y le da las gracias por toda la obra de salvación o por
alguno de sus aspectos particulares, según las variantes del día,
festividad o tiempo litúrgico.

 Consagración.

El sacerdote relata la institución de la eucaristía en el Jueves


Santo, usando las mismas palabras de Jesús sobre las especies:
sobre el pan, ("Esto es mi Cuerpo...") y sobre el vino, ("Este es el
cáliz de mi Sangre..."). Cuando el sacerdote dice estas palabras
sobre el pan de harina de trigo sin levadura y el vino de uva, con
la intención de consagrar, la substancia del pan y del vino
desaparecen siendo reemplazados por el Cuerpo y la Sangre de
Jesucristo. En esta parte de la Misa, todos permanecen de

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rodillas. En el relato de la institución y consagración, con las
palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo
Cristo instituyó en la última Cena, cuando bajo las especies de
pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo dio a los
Apóstoles en forma de comida y bebida, y les encargó perpetuar
ese mismo misterio.
Rito de la Comunión
Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene
que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean
recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento
espiritual. A esto - tienden la fracción y los demás ritos
preparatorios, que conducen a los fieles a la Comunión.

 Fracción del pan


El sacerdote parte el pan eucarístico con la ayuda, si procede, del
diácono o de un concelebrante. El gesto de la fracción del pan,
realizado por Cristo en la última Cena, y que en los tiempos
apostólicos fue el que sirvió para denominar la íntegra acción
eucarística, significa que los fieles, siendo muchos, en la Comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado para la
vida del mundo, se hacen un solo cuerpo (1 Co 10,17). La fracción
se inicia tras el intercambio del signo de la paz y se realiza con la
debida reverencia, sin alargarla de modo innecesario ni que parezca
de una importancia inmoderada. Este rito está reservado al
sacerdote y al diácono. El sacerdote realiza la fracción del pan y
deposita una partícula de la hostia en el cáliz, para significar la
unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra salvadora, es
decir, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso.

 Comunión
Los fieles que se encuentran preparados -esto es, sin haber
cometido un pecado mortal desde su última confesión y

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habiendo ayunado durante una hora- pueden acercarse a recibir la
Comunión. El sacerdote se prepara con una oración en secreto para
recibir con fruto el Cuerpo y Sangre de Cristo. Los fieles hacen lo
mismo, orando en silencio. Luego el sacerdote muestra a los fieles
el pan eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz y los invita al
banquete de Cristo; y, juntamente con los fieles, hace, usando las
palabras evangélicas prescritas, un acto de humildad. Es muy de
desear que los fieles, como el mismo sacerdote tiene que hacer,
participen del Cuerpo del Señor con pan consagrado en esa misma
Misa y, en los casos previstos, participen del cáliz, de modo que
aparezca mejor, por los signos, que la Comunión es una
participación en el sacrificio que se está celebrando. Mientras el
sacerdote comulga el Sacramento, comienza el canto de Comunión,
canto que debe expresar, por la unión de voces, la unión espiritual
de quienes comulgan, demostrar la alegría del corazón y manifestar
claramente la índole "comunitaria" de la procesión para recibir la
Eucaristía. El canto se prolonga mientras se administra el
Sacramento a los fieles. Se debe procurar que también los cantores
puedan comulgar cómodamente. Para canto de Comunión se
puede emplear o la antífona romano, con salmo o sin él, o la
antífona con el salmo del Gradual simple, o algún otro canto
adecuado, aprobado por el obispo diocesano. Lo cantan el coro solo
o también el coro o un cantor, con el pueblo. Si no hay canto, la
antífona propuesta por el Misal puede ser rezada por los fieles, o
por algunos de ellos, o por un lector, o, en último término, la
recitará el mismo sacerdote, después de haber comulgado y antes
de distribuir la Comunión a los fieles. Cuando se ha terminado de
distribuir la Comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga
oportuno, pueden orar un espacio de tiempo en secreto. Si se
prefiere, toda la asamblea puede también cantar un salmo, o algún
otro canto de alabanza o un himno. Para completar la plegaria del
pueblo de Dios y concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote

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pronuncia la oración para después de la Comunión, en la que se
ruega por los frutos del misterio celebrado. En la Misa sólo se dice
una oración después de la Comunión, que se termina con la
conclusión breve, es decir: Si se dirige al Padre: Por Jesucristo,
nuestro Señor. Si se dirige al Padre, pero al final menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Si se dirige al Hijo: Tú,
que vives y reinas por los siglos de los siglos. El pueblo hace suya
esta oración con la aclamación: Amén.

 Purificación de los vasos sagrados


Tras dar la Comunión a los fieles que se acercaron, el sacerdote
termina de consumir la Sangre y luego purifica todos los cálices y
utensilios utilizados durante la Misa. Las sagradas Formas, u
Hostias, que pueden haber quedado se reservan en el sagrario.

Bendición. Antes de la bendición, se pueden introducir breves


avisos para los fieles. Con la bendición final, el sacerdote bendice
a los fieles. En una bendición solemne, la fórmula es más larga,
ya que se enriquece y amplía con la oración sobre el pueblo o
con otra fórmula más solemne. Si la misa la dice un obispo, traza
la señal de la cruz tres veces sobre los fieles. El diácono, o un
sacerdote si no lo hubiera, despide al pueblo diciendo
("Bendigamos al Señor"), dependiendo de la misa, a lo cual el
pueblo responde "Deo gratias" ("Demos gracias a Dios") y NO se
dice “la misa ha terminado” como lo marcaba el concilio
anterior.

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Ediciones aspirantado franciscano de la provincia de los Ss. Francisco y Santiago en México
& BDO producciones

A junio del 2013 se terminó de editar esta publicación.

Autor: Froylán Vázquez

2013.

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