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(Catania, Italia, 1801 - Puteaux, Francia, 1835) Compositor italiano.

Hijo de
un organista, estudió en el Colegio de San Sebastián de Nápoles, cuyo
director era el célebre Zingarelli. Compuso música sacra (motetes, misas,
etc.), de cámara y sinfónica, pero es la ópera el género musical que le dio
fama. Sus óperas más conocidas son Adelson y Salvini (1824), El
pirata (1827), La extranjera (1829), Capuletos y Montescos (1830), La
sonámbula (1831), Norma (1831) y Los puritanos (1835). Su obra maestra
es Norma, de la que destaca su obertura y en donde se conjuga una
gravedad clásica con un apasionamiento muy romántico en la expresión. Si
en el siglo XIX fue Wagner su admirador más conocido, en el XX
fue Stravinsky quien reivindicó la facilidad de Bellini para la melodía,
contraponiéndola a las dificultades que parecía encontrar Beethoven en este
terreno.

Vincenzo Bellini

Dedicado desde niño al estudio de la música, pasados apenas los siete años
inició sus primeros ensayos de composición. Ingresó luego en el
Conservatorio de San Sebastián, en Nápoles, donde tuvo por maestro
a Nicola Antonio Zingarelli. Ello no interrumpió su actividad de compositor: su
primer melodrama, Adelson y Salvini(1825), fue representado en el pequeño
teatro del propio conservatorio. En esta obra quiso infundir el sentido más
dulce y misterioso de su juventud poética. Vincenzo Bellini poseía una
belleza triste y algo femenina, y en la música de la primera época reflejó su
melancolía, provocada por las contrariedades amorosas y el temor de no
ver satisfecho largo tiempo su afán de vivir.
Los temas de este período pasaron a veces a algunas de sus obras
sucesivas, como Los Capuletos y los Montescos o La extranjera. Ello suponía en
Bellini un recurso para saborear de nuevo el pasado. En 1826, la
representación en el teatro napolitano de San Carlos de la ópera Carlo, duca
di Agrigento (reconstituida más tarde con el título de Bianca e Fernando) señaló
el principio de su fortuna en la escena. Entre 1827 y 1831 compuso, entre
otras obras, El pirata, La sonámbula y Norma; esta última, a pesar del fracaso
de su estreno, se impuso muy pronto en los teatros más importantes de
Italia y de toda Europa.
El dudoso éxito de Beatrice di Tenda enfrió la amistad del compositor con
Romani, hasta entonces su libretista habitual. En mayo de 1833, Vincenzo
Bellini marchó a Londres, donde conoció posiblemente la fase más feliz de
su existencia. Un año después, en la capital francesa, Carlo Pepoli le ofreció
el libreto de Los puritanos; en 1834, y en la villa del judío inglés Lewys, de
quien el músico era huésped, se forjó la última obra maestra de Bellini,
representada en 1835 con gran éxito. Aquel mismo año falleció el autor en
la citada residencia, en Puteaux.
Es opinión general que Norma es la mejor ópera italiana de la primera mitad
del siglo XIX, y esta vez la opinión general coincide perfectamente con el
juicio de la crítica del siglo pasado y del presente. Esta tragedia lírica en
dos actos, cuyo libreto fue obra de Felice Romani (1788-1865), se
representó en el teatro de la Scala de Milán el 26 de diciembre de 1831,
con Giuditta Pasta como protagonista. La ópera fracasó, interrumpida y
saboteada por partidarios de la amante de un maestro rival, pero se
rehabilitó inmediatamente en las noches sucesivas y, sin interrupción,
prosiguió su carrera triunfal.
La acción de Norma se sitúa en época romana. En un bosque de la Galia, los
druidas y su jefe, Oroveso, esperan la luna nueva para desencadenar la
rebelión contra los romanos. Norma, hija de Oroveso y sacerdotisa
suprema de Irminsul, ha de arengar a los guerreros. Pero Norma tendría
muchas más razones de odio contra los romanos si supiese que el
procónsul Polión, que la hizo madre de dos niños, ama ahora a Adalgisa y
se propone marchar con ella a su regreso de Roma. Norma piensa en matar
a los dos hijitos del traidor y suicidarse luego; pero se enternece y confía
los inocentes a Adalgisa. Ésta se dirige al campo romano y suplica a Polión
que vuelva a su primer amor, porque Norma quiere morir; pero no lo
consigue. Entonces rechaza el amor de Polión y vuelve al templo de
Irminsul, de donde Polión jura que la raptará. Cuando Norma se entera de
ello, golpea el escudo de guerra; de todas partes acuden los galos
armados: "Guerra, guerra! le galliche selve quante àn quercie producan
guerrieri" ("¡Guerra, guerra!, que las selvas gálicas produzcan tantos
guerreros como encinas tienen"), y Polión, sorprendido en el templo, es
apresado y conducido a Norma, que espera hacer justicia y ejecutarlo. Sin
embargo, Norma todavía duda, y le interroga a solas (con el pretexto de
descubrir quién es la cómplice de su amor) para tratar de reconquistarlo.
Pero Polión no renuncia a Adalgisa, y entonces Norma llama de nuevo a los
sacerdotes y se declara también culpable: una misma hoguera les aguarda.
El estilo de Bellini, que parecía netamente lírico, se afirma en esta ópera a
través de una singular fuerza dramática. Su típica melodía (rica en
episodios, amplia, llena de luces cambiantes) exhibe todas sus
características de pureza lírica: baste recordar la famosa "Casta diva", una
de las páginas de melodía más puras y densas de emoción que se hayan
escrito nunca. Sin embargo, la inspiración melódica se robustece
rítmicamente, sobre todo en los acentos fuertes y marcados de la
recitación. La armonía no es más rica de lo acostumbrado, ni su
instrumentación más nutrida, pero estos medios son siempre considerados
secundarios por Bellini. Partiendo de un libreto excelente (por la
escenificación, por las situaciones y por el diálogo e incluso por los versos,
de los mejores de Felice Romani), Bellini encuentra la manera de recortar
grandes bloques de motivos y reunirlos vigorosamente entre repeticiones
corales. El drama resulta armónico, sólido, entre el carácter de los
protagonistas y la colectiva pasión del coro. La obertura, de corte
rossiniano, aunque sin ser servil a Rossini, es el mejor fragmento musical
salido de la pluma del maestro.

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