Sei sulla pagina 1di 34

BERNARDO RAMIREZ DEL VALLE

El origen del
Estado Colombiano
¿E v o l u c i ó n o F u n d a c i ó n?
A propósito de los 200 años de Independencia

CEPENSAR CARIBE
Centro de Pensamiento Regional del Caribe Colombiano

Cartagena, 2010
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

“En Colombia todavía tenemos que


pensar de dónde venimos, quiénes
somos y a donde queremos ir. Yo
aspiro a que algún día tengamos esa
sed de grandeza que hace surgir a los
pueblos de la nada hacia el Sol”

Ingrid Betancourt
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

0. Presentación

Doscientos años después de nuestra emancipación de España, se mantiene


intacta la discusión, en la doctrina jurídica constitucional y en la
historiografía política nacional, acerca del origen del Estado colombiano.
La tesis abrumadoramente predominante sigue siendo la del origen
‘fundacional’ de nuestro Estado, que toma como punto de partida el Acta
de Independencia del 20 de Julio de 1810 y las primeras Constituciones
provinciales que se expidieron con posterioridad a esa fecha. Pero las
concepciones ‘evolucionistas’ que consideran a los Estados monárquicos
precolombinos como el punto de partida de nuestra organización estatal,
adquieren una mayor importancia.

Es evidente que entre los cientistas sociales colombianos (especialmente


los historiadores, politólogos y juristas), no existe consenso acerca del
origen histórico y politológico de nuestro Estado, observación que también
puede resultar válida para el resto de los países de América Latina. En
nuestro caso, este desacuerdo aflora, incluso, entre quienes defienden el
origen “fundacionista” del Estado, especialmente entre los tratadistas del
derecho constitucional de los siglos XIX y XX. Un rápido repaso a la
bibliografía nacional bastaría para comprobar el predominio de la teoría
fundacionista sobre la evolucionista.

En nuestro concepto, esta diversidad de criterios puede atribuirse a las


siguientes circunstancias:

1ª) La tradicional tendencia epistemológica de la comunidad científica del


derecho constitucional, la ciencia política y la historiografía nacional, de
asimilar el concepto de ‘Estado’ al concepto de ‘poder público’ (uno de sus
componentes), olvidando que el territorio y la población también son
elementos estructurales de aquél, cuyos procesos históricos formativos son
diacrónicos y no sincrónicos, sociológicos y no jurídicos, naturales y no
convencionales, como los del primero. Asimismo, esta disparidad de
criterios puede atribuirse a la tendencia histórica de asimilar el concepto de
‘Estado’ al de ‘forma de Estado’, como si fueran sinónimos, sin serlos. En
este sentido, la transición pacífica o violenta de una forma monárquica de
Estado a una forma republicana de Estado es concebida como el tránsito de
un Estado viejo (que muere y desaparece) a un Estado nuevo, totalmente
distinto a aquél 1. Contrario a esta perspectiva, el Estado debe entenderse
1
Esa es la visión mayoritaria de nuestros constitucionalistas e historiadores decimonónicos y
contemporáneos sobre el origen del Estado colombiano. Para esta tendencia, la independencia representó
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

como un ser enteléquido substancial, que adopta diversas ‘formas’ de


organización política (formas de Estado), llámese monárquica o
republicana, de tal suerte que los cambios organizacionales que
experimenta éste a través del tiempo no afectan su esencia ontológica, pues
sigue siendo el mismo Estado (generalmente con el mismo territorio, la
misma población y el mismo poder público) sólo que bajo otras formas de
organización política (reino o república), otros sistemas de gobierno
(parlamentario, presidencialista o de asamblea), otras formas de gobierno
(monárquica, aristocrática, democrática, dictatorial, tiránica, etc.) y otros
regímenes políticos (de hecho o de derecho).

2ª) La influencia que ejercieron (y siguen ejerciendo desde el siglo XIX) las
teorías organicistas e institucionalistas del derecho público alemán y
francés en la ciencia jurídica contemporánea de los países de América
Latina y, particularmente, en el derecho público colombiano, constituye
otra explicación plausible de las tesis fundacionistas. Bajo la luz de estas
teorías (que predominaron desde la segunda mitad del siglo XIX y a lo
largo del siglo XX), se educaron en las universidades europeas gran parte
de las élites políticas de la oligarquía latinoamericana, cuyos miembros, al
regresar a sus países de origen, ocuparon cargos públicos de gran
preeminencia (presidentes, vicepresidentes, ministros, magistrados,
parlamentarios, etc.), o simplemente se dedicaron a ejercer la cátedra
universitaria, produciendo y reproduciendo, a través del ejercicio de la
política y de la enseñanza el pensamiento político y jurídico dominante en
el viejo continente, las tesis fundacionistas.

3ª) La implícita y explícita intención de las élites independentistas


neogranadinas y latinoamericanas decimonónicas (criollas y mestizas) de
destruir u ocultar por completo cualquier lazo que pudiera unir el presente
y el futuro de las nacientes repúblicas con el oprobioso pasado colonialista
europeo y el “salvaje” mundo cultural de los pueblos indígenas (del que se
avergonzaron), constituye otra poderosa razón para que deliberadamente se
hayan ignorado a las organizaciones estatales precolombinas e hispánica a
la hora de explicar el verdadero origen del Estado colombiano. La
permanente búsqueda de una nueva identidad nacional y la necesidad de
construir un discurso nacionalista propio, independiente (incluso
aristocrático) que realzara, idealizara y reafirmara la organización
republicana sobre la monárquica y los principios de libertad, igualdad,
propiedad, democracia, separación de poderes, etc., condujo a las élites

una ruptura total con el Estado español y el surgimiento de un nuevo Estado que es el republicano.
Deliberadamente se ignora que el territorio y la población de ese “nuevo” Estado sigue siendo el mismo
de la forma de organización estatal anterior y que lo que se reemplaza es el elemento institucional
representado en el poder público.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

americanas decimonónicas a concebir la república como un “Estado nuevo”


(el Estado liberal), totalmente distinto al anterior (el Estado monárquico
absolutista europeo) y a los que, tres siglos antes, habían descubierto,
conquistado y colonizados (y prácticamente exterminado) los invasores
europeos (los Estados monárquicos aborígenes).

Es en esta inacabada e interesante polémica sobre el origen del Estado


colombiano, donde creemos haber encontrado la motivación para escribir
este ensayo politológico e histórico, que no tiene pretensión distinta a la de
contribuir, desde la academia universitaria, a reexaminar las bases mismas
de nuestra identidad nacional; a reafirmar nuestra unidad política en la
diversidad cultural que nos caracteriza; a rescatar y revalorar los seminales
aportes geográficos, demográficos, sociales, políticos, económicos y
culturales (materiales e inmateriales) que hicieron los diversos Estados
aborígenes precolombinos a nuestra actual forma de organización estatal; y
a rediseñar –después de doscientos años de vida republicana— un nuevo
modelo de desarrollo económico y social para el país, territorial y
poblacionalmente mas igualitario, políticamente mas pluralista e
incluyente, económicamente más democrático y culturalmente mas diverso
y participativo.

Para lograr estos propósitos, hemos fundado la estrategia metodológica de


este ensayo en un análisis evolucionista de nuestro Estado, sin ignorar las
perspectivas organicistas e institucionalistas que quedan incorporadas en el
estudio del poder público colombiano. Esta metodología nos conduce a
analizar el origen y la evolución histórica y sociopolítica del Estado
colombiano a partir de cada uno de sus componentes o elementos
estructurales (el territorio, la población y el poder público), poniendo
especial énfasis en los periodos históricos precolombino y colonial.
Igualmente nos conduce a revisar, previamente, las teorías decimonónicas
que han influido –y todavía influyen– en las distintas interpretaciones
científicas del origen histórico, político, económico, social y cultural de los
Estados latinoamericanos y, en particular, de nuestro Estado. Por eso, la
primera parte del ensayo lo dedicamos a precisar el alcance de cada una de
estas teorías para definir luego una posición intermedia que nos lleve a
concluir que si bien existe una gran diversidad de concepciones teóricas
sobre el origen evolucionista y fundacionista del Estado latinoamericano,
aparentemente antagónicas, éstas finalmente se complementan para dar
paso a una visión holística e integradora sobre el verdadero origen de
nuestra organización política contemporánea.

Consecuente con la estrategia anunciada, la segunda parte la dedicamos al


estudio del territorio colombiano como primer elemento estructural de
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

nuestro Estado (elemento físico), poniendo especial énfasis en la


territorialización histórica del mismo y la territorialidad multicultural que
generó entre las distintas razas y combinaciones mestizas que conformaron
la población colombiana hasta el siglo XIX.

En la tercera parte, analizamos el origen de la población colombiana como


segundo componente estructural de nuestro Estado (elemento humano). En
esta parte, recreamos las rutas de nuestro poblamiento prehispánico a partir
del examen de las distintas teorías sobre el origen del hombre americano,
contrastando las “viejas” con las nuevas (o novísimas), para lo cual
echamos mano a los más recientes estudios arqueológicos, paleontológicos,
antropológicos y etnolingüísticos producidos por connotados cientistas
norteamericanos y europeos, que rompen con los tradicionales paradigmas
interpretativos de estas ciencias y revolucionan científicamente el
conocimiento existente sobre la materia. Igualmente, en esta parte,
presentamos una propuesta sobre lo que hemos denominado el ‘proceso de
conquista y colonización prehispánica del territorio colombiano’,
enfatizando en las rutas de penetración a nuestro territorio, propuesta ésta
con la que esperamos reanimar la discusión sobre este particular tema, que,
en honor a la verdad, se encuentra muy poco estudiado por la arqueología,
la antropología y la historiografía nacional. Asimismo analizamos el
proceso de conquista y colonización de nuestro territorio y el consecuencial
mestizaje poblacional que se produjo durante los tres siglos que duró la
dominación española.

Finalmente, en la última parte de este libro, hacemos un análisis del


proceso formativo de las instituciones políticas que conforman el poder
público colombiano (elemento institucional). En primer lugar, analizamos
el proceso formativo de los Estados prehispánicos o precolombinos que
consideramos ‘Estados cimientos’ de nuestra actual organización política
republicana, deteniéndonos en el estudio de las más importantes
organizaciones estatales prehispánicas que tuvieron asiento en nuestro
territorio, así como sus más sobresalientes características políticas, sociales,
económicas y culturales. Allí resaltamos las múltiples aportaciones que
hicieron los Estados prehispánicos a la creación de nuestra actual forma
republicana estatal, no solamente en cuanto al territorio heredado y a la
población originaria que sirvió de cepa al proceso triétnico de nuestro
mestizaje sino, también, a la organización y al funcionamiento de nuestro
poder público, su elemento institucional. Seguidamente analizamos el
origen y la evolución institucional del Estado-colonia de la Nueva Granada
(llamado también Virreinato de la Nueva Granada), como organización
estatal creada por la Corona española para gobernar y administrar los
territorios conquistados y colonizados en el continente americano. En esta
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

parte nos proponemos demostrar que independientemente de la


subordinación de las autoridades coloniales americanas a la Corona
española, los “reinos” creados por España en América (México, Nueva
Granada, Perú y La Plata) constituyeron verdaderas organizaciones
estatales, con un territorio y una población propia, y con un poder público y
un sistema de gobierno muy peculiar, cuyo origen, estructura y
funcionamiento fue el resultado del proceso de fertilización cruzada que se
dio entre las culturas políticas precolombinas y la hispánica, aunque
prevaleciera ésta sobre aquellas.

Como punto intermedio entre la organización monárquica colonial y la


organización republicana de nuestro Estado, analizamos el proceso
revolucionario que condujo al rompimiento definitivo de las élites políticas
criollas respecto del poder imperial español y la transformación de la forma
de Estado-reino que traíamos en la de Estado republicano; de la forma de
gobierno monárquica en aristocrática y del sistema de gobierno
monárquico-absolutista en presidencialista. En esta parte pretendemos
demostrar que el proceso revolucionario independentista americano si bien
trajo como consecuencia el surgimiento formal de “nuevos” Estados (en
este caso los de Nueva Granada, Venezuela y Ecuador), realmente lo que
produjo fue la transformación de la forma de Estado existente, que pasó de
ser Estado-reino a Estado republicano (en casi todos los casos), a partir del
fraccionamiento territorial y poblacional de los Estados-colonias
precedentes, que a su vez se edificaron sobre las organizaciones estatales
prehispánicas. En ese sentido concluimos que, en nuestro caso particular, el
proceso revolucionario no dio origen a la “creación” de un nuevo Estado,
sino a la transformación del poder público que traíamos bajo el dominio
español.

En igual forma, analizamos el proceso histórico y político de creación y


evolución de nuestra actual forma republicana de Estado, así como del
sistema de gobierno presidencialista, del régimen político democrático y de
las distintas formas de gobierno que hemos tenido a lo largo de estos
doscientos años de evolución republicana.

Pero si bien este ensayo pretende reivindicar los aportes que hicieron
nuestros antepasados indígenas y españoles a la actual organización
republicana del Estado colombiano, también tiene por finalidad resaltar la
importancia que han tenido las instituciones republicanas en el desarrollo
social, económico, político y cultural del país. Es innegable que en estos
doscientos años de vida republicana, los colombianos hemos consolidamos
nuestra soberanía estatal que comenzamos a ganar el 20 de julio de 1810 y
sellamos el 7 de Agosto de 1819, una vez quedó asegurada totalmente –en
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

la batalla de Boyacá– la derrota militar del invasor europeo; igualmente,


hemos ido construyendo y consolidando nuestra propia identidad nacional,
en medio de todas las desdichas que trajeron las guerras civiles del siglo
XIX y la separación de Panamá y la violencia política en la primera mitad
del siglo XX, y las que han traído la guerrilla, el narcotráfico y el
paramilitarismo en los últimos tiempos, que han venido de la mano de la
corrupción, la politiquería, la pobreza y la desigualdad social; pero
también, en medio de nuestras dichas, representadas en la abolición de la
esclavitud, la igualdad de derechos políticos, el avance del Estado social de
derecho, la industrialización, la urbanización, la disminución de las tasas de
analfabetismo y de morbi-mortalidad infantil y adulta, los avances de
nuestro desarrollo territorial, económico y tecnológico, el advenimiento de
la democracia participativa con la expedición de la Constitución de 1991, el
progresivo desmonte del paramilitarismo, la lucha frontal y exitosa contra
el narcotráfico y la guerrilla y los inobjetables avances en materia de
seguridad democrática.

Por su naturaleza bibliográfica y su finalidad eminentemente académica,


más descriptiva que prescriptiva, hemos prescindido de los tediosos
tecnicismos metodológicos propios de los informes finales que caracterizan
las investigaciones científicas de campo; por tanto, el lenguaje que hemos
utilizado en la redacción de este ensayo se parece más al que suele usarse
en las investigaciones monográficas, sin que por ello dejemos de lado las
reglas mínimas de la referencia bibliográfica. En algunos temas, nos hemos
tomado la libertad de formular interpretaciones teóricas inferenciales a
partir de datos provenientes de investigaciones arqueológicas,
antropológicas e históricas cuyos autores y textos hemos tenido el cuidado
de citar. En todo caso, esta obra pretende trascender la mera descripción e
interpretación historiográfica que caracteriza la narrativa histórica
tradicional y ensayar otras hipótesis re-interpretativas del origen y la
evolución del Estado colombiano. Tras ese afán es posible que nuestras
hipótesis no se encuadren del todo dentro de los paradigmas tradicionales
de la historiografía y la politología nacional. Por eso esperamos que ellas
reanimen el estudio de nuestro pasado político para que las nuevas
generaciones de colombianos y colombianas puedan comprender mejor los
fenómenos que los afectan en el presente y, a partir de allí, proyecten
respuestas mucho más propositivas y justas para el futuro inmediato y
mediato.

El autor
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

Teorías acerca del origen del


Estado colombiano

SUMARIO:

1.1. La cuestión del origen del Estado colombiano: ¿evolución o


fundación? 1.2. El enfoque institucional sobre el origen del
Estado 1.3. Concepción fundacionista del Estado colombiano 1.4.
Concepciones organicistas sobre el origen del Estado colombiano
1.5. Nuestra opinión sobre el origen del Estado colombiano 1.6.
Periodos politológicos del Estado colombiano.

-o-

1.1. La cuestión del origen del Estado colombiano: ¿evolución


o fundación?

Aunque hoy, en pleno mundo de La Globalidad (después de doscientos


años de vida republicana), parezca un asunto trivial y marginal dilucidar el
origen sociológico y jurídico del Estado colombiano, puede no serlo desde
la perspectiva histórica y politológica. Es evidente que, para estas dos
disciplinas científicas, existen cuestiones aún no resueltas en esta materia
por la todavía escasa bibliografía nacional. La discusión se centra en si el
nacimiento o formación de los Estados en general obedece a un proceso
evolucionista, de naturaleza geográfica, social y política, o si se encuentra
sujeto a la voluntad de un colectivo humano que en determinado momento
de la historia decide “fundarlos” (o crearlos) a través de una norma jurídica
(consuetudinaria o escrita). Ambas hipótesis han dado origen a diversas
teorías que, no obstante su aparente antagonismo, deben ser inscritas en la
llamada ‘escuela institucionalista’ del pensamiento político universal. La
primera responde a un enfoque ‘institucional-organicista’, que surge en la
Antigüedad y luego retoña en el siglo XIX en el seno de la escuela alemana
de derecho público; y el segundo responde a un enfoque ‘institucional-
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

fundacionista’, que aparece también en el siglo XIX de la mano de la


escuela francesa.

Planteado el problema del origen del Estado desde el primer enfoque


institucionalista (acorde con la concepción del organicismo decimonónico
de Kjellen), las preguntas a formular serían las siguientes: ¿fue el Estado
“nacido” como ser orgánico dotado de “esqueleto legal”, “de carne y
sangre socio geográfica?”, o, por lo contrario (siguiendo la teoría
fundacionista francesa de Hauriou), ¿fue “fundado” como institución
política a través de “reglas de derecho” de naturaleza constitucional?

En Colombia las respuestas a estas preguntas han dado origen a diversas y


a veces contradictorias hipótesis, muchas de ellas elaboradas desde orillas
epistemológicas opuestas. En nuestro concepto, podemos distinguir dos
posiciones teóricas: la primera (la más tradicional y especialmente
arraigada en el derecho constitucional colombiano, aunque no totalmente
homogénea), concibe el origen de nuestro Estado como resultado de una
“fundación” o creación jurídica (‘teoría fundacionista del Estado
colombiano’); y la segunda lo concibe como un ser orgánico que surgió en
el periodo precolombino y evolucionó hasta la actual forma republicana
(‘teoría evolucionista del Estado colombiano’). Según la primera teoría,
nuestro Estado fue “fundado” por las élites criollas neogranadinas a través
de distintas Constituciones políticas expedidas con posterioridad al ‘Grito
de Independencia’ del 20 de Julio de 1810. Según la segunda teoría,
nuestro Estado es un “organismo vivo” que “nació” en el periodo
precolombino como resultado del tránsito de una sociedad igualitaria tribal
a una sociedad jerárquica señorial. El primer enfoque es propio de la
escuela ius-institucionalista que todavía predomina en el estudio del
derecho público en Colombia, desde el siglo XIX; el segundo, se
fundamenta en las teorías geopolíticas organicistas, de partida igualmente
decimonónica, pero que tuvieron una gran acogida y desarrollo a partir de
la segunda mitad del siglo XX.

Es importante volver a señalar que tanto la teoría fundacionista del Estado


colombiano como la teoría evolucionista u organicista, se inspiran en el
pensamiento institucionalista que concibe al Estado como la principal
institución política de las sociedades humanas.

1.2. El enfoque institucional sobre el origen del Estado

Desde la Antigüedad, el estudio del Estado ha sido examinado desde la


perspectiva institucionalista (en su primera versión organicista), por lo que
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

podemos afirmar que este enfoque politológico tiene origen en esa remota
época. Pero realmente la formulación de la ‘teoría institucionalista del
Estado’ aparece en Francia en la segunda mitad del siglo XIX, de la mano
de la escuela francesa de derecho público, que elaboró y desarrolló el
concepto de ‘institución política’.

La teoría institucionalista significó una importante conquista no solamente


para el derecho público decimonónico (que lo emancipa de la filosofía
política y del pensamiento jurídico individualista y contractualista del
iluminismo franco-inglés), sino, también, para las demás ciencias sociales,
que la toman como punto de partida en la elaboración de modelos
interpretativos de base estructural-funcionalista, típicos de la primera mitad
del siglo XX 2. Al fin y al cabo, las ciencias sociales decimonónicas
(incluida la ciencia jurídica), coincidieron en una concepción “organicista”
de la sociedad y del Estado, heredada de la filosofía política antigua y
medieval, e influenciada, en la Modernidad, por las ciencias naturales,
especialmente por la biología.

En términos generales, podemos distinguir dos importantes antecedentes


teóricos de la teoría política institucionalista: la ‘teoría organicista’ del
Estado y ‘teoría estatalista’ del derecho.

1.2.1. La teoría organicista del Estado como antecedente de la


teoría política institucionalista

La teoría organicista explica la existencia y evolución del Estado a partir de


un proceso biológico similar al de los seres vivos (evolucionismo). Esa
tendencia histórica de tomar al organismo biológico como punto de
referencia para comparar y, a partir de ahí, explicar la organización y el
funcionamiento del Estado, también se observa respecto de otros
fenómenos sociales, económicos y culturales.

En su evolución histórica, podemos identificar cinco etapas de esta


precursora teoría interpretativa del Estado: i) el organicismo filosófico de la
Antigüedad; ii) el organicismo escolástico del Medioevo; iii) el
organicismo politológico de la Modernidad; iv) el organicismo geopolítico
de la Contemporaneidad; y v) el organicismo iuspolitológico de la
Globalidad.

2
En términos de Khun, podríamos considerar que la teoría institucionalista constituyó para las ciencias
sociales de finales del siglo XIX, una verdadera “revolución científica”.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

1.2.1.1. El organicismo filosófico de La Antigüedad. En La Antigüedad,


el Estado fue concebido como un ‘organismo viviente’ que, a semejanza de
los demás seres biológicos, nace, crece, se desarrolla y muere. En ese
sentido, Aristóteles describió y explicó la política a partir de un
“organicismo social”, donde la polis (el Estado) es como una especie de
"ser natural" cuyo origen no es producto de un pacto o acuerdo
convencional entre los hombres, sino que es connatural al hombre, es decir,
pertenece a su misma esencia o naturaleza:

Finalmente, la comunidad compuesta de varios pueblos o aldeas es la


polis. Ésta ha conseguido al fin el límite de una autosuficiencia
virtualmente completa, y así, habiendo comenzado a existir simplemente
para proveer la vida, existe actualmente para atender a una vida buena.
De aquí que toda comunidad existe por naturaleza en la misma medida
en que existe naturalmente la primera de las comunidades. (Navarro y
Calvo, 1985, p. 60).

Para el filósofo de Estagira, el individuo y la familia son anteriores a la


polis, pero naturalmente no. La familia surge de la necesidad de la especie
humana para procrear y subsistir como tal; ésta es la unión primera entre
hombres; luego surge la aldea o pueblo como agrupación necesaria para
satisfacer las necesidades primarias y cotidianas, pues una familia no puede
procurarse a sí misma todo lo necesario, de tal manera que la polis es la
culminación de este proceso. Su fin no es ya la subsistencia; no se trata ya
de vivir, sino de "vivir bien"; es decir, de procurar la felicidad a todos sus
miembros. Así, el Estado se comporta como si fuera un organismo o un
"ser vivo" que, como cualquier otro, tiende a un fin: la felicidad de los
ciudadanos. “Aisladamente, los hombres no podemos lograr nuestro fin: la
felicidad; necesitamos de la comunidad política para conseguirlo: somos
animales políticos (zôon politikón), que desarrollamos nuestros fines en el
seno de una comunidad” (Ibíd. p. 61).
.
Al igual que Aristóteles, otros connotados pensadores de La Antigüedad
(Protágoras, Gorgias y Antifontes, de la escuela sofista del siglo V a de C; y
Platón, Demóstenes, Cicerón, Séneca y Polibio), concibieron al Estado
como un ser orgánico, dotado de capacidades diferentes a la de los
individuos que lo conforman 3.

3
Los filósofos-políticos de la Antigüedad crearon y definieron conceptos como los de
monarquía, aristocracia, democracia, poliarquía, demagogia, oligarquía, anarquía, tiranía,
política, constitución política, pueblo, soberanía, leyes, justicia, guerra, paz, etcétera., referidos
a instituciones que, veinticinco siglos después, siguen teniendo plena vigencia en la ciencia
política. En términos generales, la filosofía política de La Antigüedad, en el mundo occidental,
giró en derredor de la interpretación de las instituciones políticas y sociales de la época, la
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

1.2.1.2. El organicismo escolástico de la Edad Media. En la Edad Media,


como resultado del pensamiento teocéntrico de la filosofía escolástica, se
destacan dos concepciones organicistas del Estado: la del filósofo, teólogo,
obispo y humanista inglés Juan de Salisbury (1115-1180) y las del argelino
Agustín de Hipona y el italiano Tomás de Aquino. Salisbury (sucesor de
Anselmo y autor de “Policraticus”, primer tratado medieval sobre teoría del
Estado y de la organización del poder), concibió a éste a imagen y
semejanza del cuerpo humano y, análogamente, a la Iglesia Católica como
demostración de que todos somos miembros de un mismo cuerpo (el
“cuerpo de Cristo”). Por su parte, Agustín de Hipona (354-430) y Tomás
de Aquino (1224-1274), concibieron al Estado como un “órgano moral
abstracto” conformado como una gran sociedad libre artificialmente creada
por los individuos, que serían sus átomos.

Tomás de Aquino, teólogo napolitano y uno de los más connotados


exponentes aristotélicos de la ‘escuela del derecho natural’, consideró que
el Estado (que él asimila a la sociedad) es un organismo moral abstracto
que surge de la naturaleza social del hombre y, particularmente, de la
tendencia natural que tiene éste de conservar su propia existencia (Navarro
y Calvo, op. cit., p. 119). En cuanto es ser racional, el hombre tiende a
conocer la verdad y a vivir en sociedad, lo cual implica “la ordenación
racional de la convivencia” con vista a la consecución de ciertos fines y,
por tanto, de algo específicamente humano, que no puede confundirse ni
identificarse con la manada o el rebaño. De estas tendencias, surgen las
obligaciones morales de buscar la verdad y respetar las exigencias de la
justicia (Ibíd. p. 123). En consecuencia, el hombre, como ser racional, es
capaz de conocer sus propias tendencias a partir del conocimiento de las
leyes que gobiernan la naturaleza (leyes naturales) y, por tanto, puede
deducir de ellas ciertas normas de conducta encaminadas a dar a éstas el
cumplimiento adecuado (leyes morales). Siendo ello así, la existencia de la
ley positiva es una exigencia de la ley natural misma, la cual impone la
vida en sociedad. El aquinatense concluye que la existencia de la ley
positiva no es, pues, el mero resultado de una imposición caprichosa por
parte de los más fuertes o de un arbitrario convenio entre iguales, sino algo
exigido por la naturaleza misma del hombre en cuanto ser social,
convirtiéndose ésta en una prolongación de la ley natural (Ibíd. p. 124).
Siendo entonces la ley natural la norma o marco que señala los límites
dentro de los cuales ha de organizarse moralmente la convivencia humana,

naturaleza del poder político, los distintos regímenes políticos y la relación entre los conceptos
de política, moral y justicia.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

corresponde al legislador respetarla, si se quiere lograr la justicia y la


armonía social.

1.2.1.3. El organicismo politológico de La Modernidad. En La


Modernidad, Thomas Hobbes (1588-1679) defendió la necesidad de crear
“organismos estatales fuertes” para salvaguardar a la humanidad de sus
peores instintos (Hobbes, 1982, p. 23). Por su parte, Rousseau comparó la
vida política de los pueblos con el organismo humano al ver en el poder
legislativo el corazón del Estado y en el poder ejecutivo el cerebro, que da
movimiento a todas las partes. “El cerebro puede sufrir una parálisis, y el
individuo seguir viviendo; sin embargo, un hombre que se queda imbécil,
vive; más en cuanto el corazón cesa en sus funciones, el animal muere”
(2004, p. 284).

Asimismo, Montesquieu abogó por un régimen político de separación de


poderes donde el poder público se encuentre conformado por órganos
autónomos y con funciones separadas, con el fin de garantizar un equilibrio
y evitar el autoritarismo y la autocracia (1960, p. 45).

1.2.1.4. El organicismo geopolítico de La Contemporaneidad. En el


siglo XIX, el geógrafo y político alemán Friedrich Ratzel (1844-1904),
padre de la geografía política o geopolítica, describió al Estado como un
“organismo geográfico o fenómeno en el espacio”, y, por tanto, sinónimo
de tierra (país), territorio, dominio o reino (1975, p. 173). Ratzel afirmó que
las características y condiciones geográficas y muy especialmente los
grandes espacios, desempeñan un papel decisivo en la vida de los Estados,
de tal manera que el individuo y la sociedad humana dependen del suelo en
que viven, estando su destino determinado por las leyes de la geografía 4.

Asimismo, el científico y político sueco Rudolf Kjellen (1824-1922),


seguidor del pensamiento de Ratzel, en su obra “El Estado como un
organismo” (1916) consideró que éste no es (como sostienen los legalistas),
una creación de la ley, sino un ente orgánico dotado de esqueleto legal “de

4
Hegel –cuyo pensamiento político estuvo influenciado por Montesquieu y el geógrafo alemán
Karl Ritter–, en sus Lecciones de filosofía de la historia (1817) estableció una correlación entre
las distintas formas de gobierno de las antiguas civilizaciones y la “base geográfica de la
historia del mundo”. Consideró que la historia del mundo pasó por tres fases caracterizadas por
tres tipos de asentamientos: el altiplano, con sus grandes estepas y llanuras (paisaje típico del
Asia Central), donde nacen las naciones nómadas (principalmente de pastores), la llanura
fluvial, que caracteriza las tierras del Indo, del Ganges, del Tigris y del Éufrates, hasta el Nilo,
donde “el terreno fértil lleva consigo espontáneamente el paso de la agricultura”, y finalmente la
zona costera, en las que se desarrollan las actitudes del hombre al comercio y se forman nuevas
razones de riquezas y al mismo tiempo, nuevas condiciones de progreso civil. (En: Bobbio,
1994, p. 147).
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

carne y sangre sociogeográfico”. Como tal, el Estado nace, crece, se


desarrolla y muere, siendo susceptible su renacimiento (Vicens, 1961, p.
17).

A partir de estas concepciones básicas, la geopolítica elabora un conjunto


de teorías sobre el origen, la naturaleza y la evolución del Estado, que son
aceptadas e incorporadas a su acervo doctrinal por la naciente ciencia del
derecho, entre las que se destacan las siguientes:

a) Teoría de los elementos constitutivos del Estado. Según este enfoque, el


Estado se encuentra constituido por tres elementos fundamentales: el
territorio, la población y el poder público, de tal manera que no puede faltar
ninguno de ellos para que exista como tal 5. Además, el origen del Estado,
como un todo orgánico, es necesario encontrarlo en el origen y evolución
de cada uno de sus elementos constitutivos.

b) Teoría de la contextura del Estado como organismo vivo y actuante.


Este enfoque considera que el Estado tiene la disposición de un organismo
vivo similar a un ser humano constituido por un conjunto de sistemas
integrados que conforman su contextura. Por tanto, el Estado está
conformado por: i) un núcleo vital o heartland, que constituye su
“corazón”. Se ubica en el área geográfica en donde se concentra la mayor
cantidad de su población y desde donde se ejerce el poder político (en
Colombia, sería la ciudad de Bogotá y zona periférica inmediata).
Generalmente, esta área geográfica posee el clima más benigno y la mayor
producción económica nacional. En ella quedan las sedes de los
organismos decisorios más importantes del poder político y económico del
país; igualmente las principales sedes de las instituciones bancarias,
financieras, industriales y comerciales; ii) un espacio corporal o hinterland.
Son los órganos ubicados alrededor del núcleo vital o corazón del Estado
(tórax, brazos, piernas, etc.). Conforman una masa que alimenta y protege
al corazón. Este espacio corporal o hinterland actúa como fuente de
recursos que alimenta al núcleo vital; además le proporciona seguridad y
protección contra la ambición de otros Estados; cuando los hinterland
tienen un fuerte desarrollo, se convierten en “núcleos de cohesión” o
“zonas-ejes” (en Colombia sería el territorio periférico a las ciudades de
Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla, que incluye las ciudades del
llamado “eje cafetero”). Estos ejes pueden extenderse en una sola dirección
o bien en forma radial dependiendo del clima, las riquezas naturales, las
facilidades para la defensa, el transporte, etc. También se les denominan
5
Este concepto fue ampliado por la Convención de Montevideo de 1933, que agregó un cuarto
elemento que es la capacidad del Estado para establecer vínculos con otros Estados
(soberanía).
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

“polos de desarrollo”. La existencia de “núcleos de cohesión o zonas ejes”


determina el nacimiento de tres zonas distintas alrededor de ellos: una
“zona nuclear” o de resistencia y atracción; una “zona periférica” o frontera
y una “zona intermedia” o hinterland; y iii) un sistema circulatorio y/o
nervioso o sistema de comunicaciones: conjunto de vías que tiene un
Estado (terrestres, marítimas, fluviales, lacustre, aéreas, etc.) y medios de
comunicación (telegráficos, telefónicos, radiales, televisivos, satelitales,
cibernéticos, etc.). La concentración y cantidad de ellos dentro de un
hinterland, ayuda a determinar el grado de cultura desarrollado y la
carencia de las redes articuladoras del Estado. (Sandoval, 2004, p. 163).

c) Teoría de los ciclos vitales del Estado. En sentido figurado, algunos


autores consideran que el Estado en su evolución histórica pasa por tres
periodos en su ciclo de vida: 1) nacimiento; 2) desarrollo y 3) disolución o
muerte. (Pinochet, 1984, p. 237).

1.2.1.5. El organicismo iuspolitológico de La Contemporaneidad.


Teniendo como antecedentes las formulaciones teóricas del organicismo
filosófico, geográfico y politológico de La Antigüedad, el Medioevo y La
Modernidad, se desarrolló en Alemania, a mediados del siglo XIX, la
denominada “teoría organicista del Estado”, formulada por el connotado
jurista Karl Friedrich Von Gerber. En su libro “Fundamentos de un Sistema
de Derecho Público Alemán” (1865), plantea las seminales ideas de
‘Estado-persona moral’, ‘Estado-poder público’ y ‘Estado-órgano’ sobre
las que elaborará Jellinek su cimera ‘teoría organicista del Estado’. A
Gerber se le atribuye la formulación de la ‘teoría de la personalidad jurídica
del Estado’, que daría origen a la aparición de la moderna escuela de
derecho público alemán que permitió emancipar el estudio del Estado de la
filosofía política y de la tradicional escuela civilista francesa de derecho
público6.

Según Gerber, el ‘poder público’ es el poder de voluntad de un “organismo


ético” que es el Estado. Por tanto, el poder público “no es una coordinación
artificiosa y mecánica de muchas voluntades particulares, sino la fuerza
ética común de la conciencia que el pueblo tiene de sí mismo. (…) A través
de los “órganos”, se realiza la voluntad de la personalidad del Estado”
(Jellinek, 2002, p. 19).

En 1873, ocho años después de publicada la obra de Gerber, se editan dos


nuevos libros sobre el tema: “Fundamentos de una Teoría General del
6
El origen de la doctrina del Estado-persona se sitúa en la escuela de derecho natural. En
Alemania, se considera a Puffendorf como el primero en platearla, hasta que Gerber logra darle
forma y aceptación.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

Estado”, del jurista alemán Max Seydel; y “Sobre la llamada Teoría


Orgánica del Estado. Contribución a la historia del concepto de Estado”,
del también jurista alemán Albert Von Krieken (Jellinek, op. cit., p. 20). Si
bien ambos autores reconocen la importancia de las teorías de Gerber sobre
el Estado como “persona jurídica” de derecho público y como “órgano”,
Seydel niega a éste todo carácter de sujeto de derecho y adscribe tal
significado exclusivamente al individuo. Para la teoría realista de Seydel, el
Estado no es una persona jurídica porque son personas únicamente los
individuos humanos: “Por tanto, el Estado no es nada, ni reglas, ni
institución, ni principios; no es unidad, ni organismo, ni todo vivo, ni sujeto
de derecho, sino hombres, y más bien tierra y gente dominada por una
voluntad superior; no hay voluntad del Estado sino “voluntad sobre el
Estado”, éste es el “objeto” de derecho, no el “sujeto” del mismo”. (Ibíd., p.
27).

Por su parte, Krieken acepta y desarrolla la teoría de la personalidad


jurídica del Estado de Gerber, y aunque reconoce que éste es un
“organismo”, niega el carácter de doctrina jurídica al organicismo por
cuanto considera que el derecho, en cambio, no está formado por
organismos, sino por personas. Para Krieken, el Estado se nos muestra
como un organismo social humano con vida común propia, distinta de la de
sus miembros, y forma, por tanto, una unidad real, pues las existencias
particulares de sus miembros, en cuanto son elementos del Estado, se
agrupan, relacionan y obligan entre sí, hallando el contenido de su vida
ciudadana, no en sí mismos, sino en la determinación de su voluntad para la
vida en común. (Ibídem).

Pero el verdadero exponente de la doctrina iuspolitológica organicista


alemana, es el jurista y politólogo Georg Jellinek, quien publica a finales
del siglo XIX su señera obra “Teoría General del Estado”, que influenció el
derecho público europeo y americano y logra reformular y organizar
magistralmente las tesis de sus predecesores, bajo un marco filosófico y
jurídico mucho más sólido.

Según Jellinek, el Estado hace parte del mundo de los hechos y, por
consiguiente, está encajado dentro del mundo de lo real en el sentido
objetivo, es decir, tiene existencia fuera de nosotros. (Ibíd. p. 159). Con
todo, el Estado constituye una unidad colectiva o de asociación que
necesita de una voluntad que lo unifique, que no puede ser otra que la del
individuo humano. Un individuo cuya voluntad valga como voluntad de
toda la asociación y sea considerado como instrumento de la voluntad de
ésta, es decir como “órgano” de la misma. Esta idea conduce a Jellinek a
formular una teoría de la representación colectiva o comunitaria basada en
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

órganos dotados de competencias que le dan poder para actuar en nombre y


representación del colectivo comunitario:

De la propia naturaleza del Estado, esto es, del hecho de tener el


carácter de una asociación organizada, se sigue necesariamente la
existencia de órganos del Estado. Un Estado sin órgano es una
representación incompleta, equivalente a anarquía, por lo cual
significa una contradictio in adjecto. El Estado moderno implica una
pluralidad de órganos (...). (Negrillas nuestras). (Ibíd., p. 36).

1.2.2. La teoría estatalista del derecho como antecedente del


enfoque institucionalista del Estado.

La teoría institucional y, particularmente, el enfoque político-


institucionalista, surgió en Francia a mediados del siglo XIX como reacción
contra la ‘teoría estatalista del derecho’, que concibió el ordenamiento
jurídico como un monopolio del Estado, desconociendo cualquier
posibilidad de que los individuos u otras organizaciones no estatales
puedan crear normas jurídicas. En la Modernidad, esta corriente reedificó y
refundó el concepto romano de imperium a partir de la formulación (en el
siglo XVI), de la teoría de la soberanía de Bodin, luego desarrollada por
otros pensadores regalistas como Loyseau y Lebret (durante el siglo XVII),
que a su vez sirvió de fundamento a los iluministas franceses e ingleses
dieciochescos para formular el concepto de ‘poder público’, piedra angular
de la teoría de la división horizontal y vertical del poder del Estado, de
Locke y Montesquieu.

Según León Duguit, jurista y politólogo francés de finales del siglo XIX
(que combatió con ahínco la existencia de la soberanía y del poder público
como derechos subjetivos del Estado), el imperium constituía el derecho
subjetivo de mandar, derecho absoluto, indivisible, que existe por sí
mismo.

Es el poder público imponiéndose sin otra razón que ésta: que es el


poder público. Este poder ha tenido por titular la ciudad, el pueblo
romano, el emperador: nada importa. Investido de imperium, el
representante de la colectividad impone su voluntad, y eso constituye su
derecho. Esta voluntad se manifiesta bajo formas diversas: legisla,
administra, juzga. He ahí modalidades que no afectan al carácter
esencial de esta voluntad; puede imponerse a los individuos, porque es
superior a su propia voluntad. (Duguit, s.f., p. 75).

Duguit consideró que en su momento la noción de ‘poder público’


respondió a la necesidad de la sociedad moderna de unificar y difundir los
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

diversos elementos sociales que emergieron del nuevo orden pos feudal. Si
bien, en la Alta Edad Media, las nociones de imperium y de dominium
fueron ignoradas y a veces rechazas por la jerarquizada sociedad feudal,
ésta no desapareció por completo. A medida que el rey de Francia extendía
sus dominios, la idea se afirmaba de una manera más perfecta. Y como en
la concepción feudal el poder iba unido a la propiedad, los legistas de la
corona forjaron una teoría de la soberanía real “amalgamando los
elementos del imperium y del dominium”. (Ibíd. p. 88). Luego, la
Revolución Francesa se apropia de la teoría y traslada ese poder del rey a la
nación, convirtiendo al Estado en una potencia formidable.

En ese mismo sentido, Bobbio considera que la teoría estatalista del


derecho fue el producto histórico de la formación de los grandes Estados
que emergieron de la disolución de la sociedad medieval:

Esta sociedad fue una sociedad pluralista, es decir, formada por varios
ordenamientos jurídicos, que se oponían o que se integraban: por
encima de los que hoy son los Estados nacionales, había ordenamientos
jurídicos universales, como la Iglesia y el Imperio, y había ordenamientos
jurídicos particulares por debajo de la sociedad nacional, como los
feudos, las corporaciones y los municipios. También la familia,
considerada en la tradición del pensamiento cristiano como una
sociedad natural, era en sí misma un ordenamiento. El Estado moderno
se fue formando a través de la eliminación y la absorción de los
ordenamientos jurídicos superiores e inferiores por la sociedad nacional,
por medio de un proceso que se podría llamar de monopolización de la
producción jurídica. (Cursivas nuestras adrede). (Bobbio, op. cit., p.
31).

Bobbio explica este fenómeno en la necesidad que tuvo el Estado moderno


de desarrollar un poder coactivo cada vez más centralizado que implicó,
por tanto, la supresión gradual de los centros de poder inferiores y
superiores a la organización estatal, lo que tuvo como consecuencia la
eliminación de todo centro de producción jurídica que no fuera el mismo
Estado.

La tendencia de identificar el ‘derecho’ con el ‘derecho estatal’, que hoy


todavía existe, es la consecuencia histórica del proceso de
concentración del poder normativo y coactivo que caracterizó el
surgimiento del Estado nacional moderno. La elaboración teórica más
depurada de este proceso es la Filosofía del Derecho de Hegel, en la
cual el Estado es considerado como el dios terrenal, es decir, como el
sujeto último de la Historia, que no reconoce ningún otro sujeto ni por
encima ni por debajo de él, y al cual los individuos y grupos deben
obediencia incondicional. (Ibíd., p. 31).
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

Como dijimos, frente a esta deificación y concepción omnipresente y


omnipotente del Estado, que todo lo puede y todo lo produce a través del
derecho, se opondría la teoría institucionalista, que terminó echando abajo
el mito del monopolio jurídico estatal al reconocer que existen otras
instituciones que, igual que éste, también generan o producen normas
jurídicas. Ejemplo de tales normas son los contratos que celebran los
particulares, considerados como “ley para las partes”, o los estatutos que
elaboran, aprueban y obedecen los miembros de una copropiedad, un club
social o deportivo, un partido político, una universidad privada, una
corporación empresarial, un sindicato, etc., que tienen finalidades
regulatorias y sancionatorias.

1.2.3. El institucionalismo fundacionista francés

Paralela al desarrollo de la teoría organicista alemana de finales del siglo


XIX (y como reacción a la teoría estatalista del derecho que venía
predominando desde el siglo XVIII), surge la ‘teoría institucionalista
francesa’ como novedosa doctrina jurídica y política que, a lo largo del
siglo XX, logra opacar y subordinar finalmente a aquélla y rebatir con éxito
las teorías voluntaristas y subjetivistas que predominaban en la ciencia
jurídica europea y americana, fundamentadas en las ideas contractualistas
de la Ilustración, tanto en la vida privada (teoría de la autonomía de la
voluntad), como en la pública (teoría contractualista de Rousseau).

Se considera como padre de esta teoría, al jurista francés Maurice Hauriou


(1856-1929), quien en su obra “Teoría de las Instituciones y Fundaciones”,
reinaugura la escuela francesa de derecho público. Esta corriente ejerció
una gran influencia en el pensamiento jurídico y político contemporáneo
del mundo occidental, extendiéndose a otras ciencias como la antropología,
la sociología, la economía y la psicología, hasta mediados del siglo XX,
cuando pierde su hegemonía como consecuencia de la ‘revolución
conductista’ y la aparición de nuevos paradigmas interpretativos 7.

A semejanza de los organicistas alemanes, Hauriou postula su teoría como


negación de las doctrinas subjetivistas y contractualistas post-iluministas
del siglo XIX, que consideraban que la única “personalidad jurídica”
reconocible naturalmente era la del individuo humano, negando la
posibilidad de otorgársela al Estado como persona pública. En este sentido,
Hauriou se niega a polarizar la ciencia jurídica exclusivamente alrededor de
la figura del contrato, como era la pretensión de esas teorías, pues el
7
En Italia, el institucionalismo jurídico fue desarrollado por los juristas Santi Romano y Guido
Fasso, entre otros.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

derecho no tiene por objeto solamente la distinción entre “lo mío” y “lo
tuyo”, sino el discernimiento de “lo nuestro”. (1971, p. 148). Contrario a la
naturaleza “egoísta” de la teoría contractualista clásica del derecho privado,
Hauriou plantea la “solidaridad” como fundamento de la vida en sociedad,
en la que surge un tipo de relación entre las personas que no se caracteriza
precisamente por la “igualdad” entre las partes, sino por la “desigualdad”,
donde unos mandan y otros obedecen, surgiendo así la esfera de “lo
público” y del derecho público. (Ibíd., p. 187). En razón de este principio,
los seres humanos nos vemos compelidos, de una manera consciente o
necesaria, a agruparnos y a constituir entes colectivos, que se denominan
“instituciones”.

Según Hauriou, las instituciones tienen origen en una “idea”, que luego
adquiere forma jurídica en la ley, siendo ésta la encargada de dotarla de
“órganos” con el poder suficiente para que tenga incidencia y durabilidad
en la vida social;

(…) es una idea de obra o de empresa, que se realiza y dura


jurídicamente en un medio social; para la realización de esta idea se
organiza un poder que le procura órganos; por otra parte, entre los
miembros del grupo social interesado en la realización de la idea, tienen
lugar manifestaciones de comunión dirigidas por los órganos del poder y
reguladas por un procedimiento. (Énfasis nuestro). (Ibídem).

Esta teoría considera que las instituciones son el resultado de un acto


premeditado de los individuos que deciden “fundarlas” jurídicamente y
luego adherirse a ellas guiados por el principio de solidaridad, lo que nos
inclina a pensar, particularmente, que Hauriou cae en un aparente
voluntarismo y un contractualismo típico del planteamiento iluminista, por
él criticado. Esta contradicción es mucho más manifiesta en la siguiente
explicación que da el autor sobre cómo se fundan y desarrollan las
instituciones.

Unos individuos conciben la idea de la empresa y los medios que se


utilizarán para realizarla. Fundan un organismo por los procedimientos
jurídicos que el ordenamiento vigente pone a su disposición. Reclutan, a
continuación, adheridos para que les ayuden en la realización de su
empresa. El grupo funciona entonces con este conjunto complejo: idea
rectora, poder organizado, grupos de individuos interesados en la
realización de la idea. Este conjunto constituye lo que se llama una
institución. (Negrillas a adrede). (Ibíd., p. 153).

Con el tiempo, según Hauriou, la sociedad se olvida del origen


“fundacionista” de la institución y cobra importancia el consentimiento
cotidiano.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

A la luz de esta teoría, el Estado como institución política de la sociedad no


tiene origen en una Constitución (como sostienen los seguidores de la
escuela institucionalista) pues ésta lo que hace es dar forma solemne a lo
que jurídicamente ya existe, y, a lo sumo, lo que puede es modificar las
condiciones iniciales de la fundación estatal 8.

Para la teoría institucionalista clásica, la ley constituye el soporte de todas


las instituciones, especialmente de las instituciones políticas, pues se
convierte en una herramienta fundamental del gobierno para influir sobre el
comportamiento de los ciudadanos. André Hauriou –hijo y discípulo del
fundador de esta escuela– afirma al respecto que las instituciones políticas
comprenden las reglas de derecho constitucional (puesto que los preceptos
de este derecho sobreviven a sus autores) que una vez establecidas por los
hombres, adquieren una especie de existencia autónoma y se hacen “cosas”
que sirven para “encuadrar la vida política” (1971, p. 32). Así pues, la
escuela legalista institucional concibe al Estado como “estructura política”
de tipo formal legal que encarna el poder político, lo que lo convierte en el
rector de la vida social al ser el promotor y ejecutor de las leyes. 9

De otro lado, para este institucionalismo clásico, la “estructura” determina


el comportamiento de los individuos, sin que éstos tengan la posibilidad de
influir en su devenir histórico. Los individuos son manejados y delimitados
en sus acciones por las instituciones o estructuras de gobierno y, por tanto,
deshabilitados para influir dentro de ellas. Como veremos, esta concepción
pétrea de “lo institucional” actualmente se encuentra revaluada por la
corriente neoinstitucionalista que acepta que las acciones de las personas,
sus aptitudes y actitudes, tienen el poder de modificar, transformar o
recrear las instituciones.

8
Como veremos, esta concepción idealista y puramente normativa de “institución” contrasta
con la percepción también institucionalista de otro connotado exponente de la escuela francesa,
como fue León Duguit (1859-1928), contemporáneo de Hauriou. En su Traité de droit
constitutionnel, Duguit considera que el derecho es un producto de la vida social en constante
transformación, y, por tanto, las instituciones no son el resultado de una idea organizada
jurídicamente, sino, ante todo, el producto de la praxis social, que precede a la “regla jurídica”.
Poco importa que las leyes positivas y los códigos subsistan intactos en sus textos rígidos, pues
es la fuerza de las cosas y la presión de los hechos y de las necesidades prácticas de los seres
humanos, la que origina constantemente el surgimiento o la renovación de las instituciones
jurídicas, que él llama “reglas de derecho”. Con Duguit la ciencia jurídica adquiere un sólido
sustento sociológico, por lo que se le considera como uno de los fundadores de la moderna
sociología del derecho.
9
La concepción legalista de la teoría institucionalista francesa tiene su explicación en la fuerte
influencia del derecho y de la filosofía política de la época en los estudios de los regímenes
políticos y de las Constituciones. (f. Rivas, 2003, p. 5-12).
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

Asimismo, el institucionalismo clásico se caracteriza por tener una fuerte


fundamentación histórica, pues solo a partir del conocimiento del pasado de
las instituciones, se puede comprender el presente de las mismas.

La escuela europea institucional-legalista clásica, tuvo gran influencia a


finales del siglo XIX y gran parte del siglo XX en el mundo académico
occidental (europeo y americano), no solamente en el campo del derecho
público interno e internacional, sino, también, en la politología, que
prácticamente quedó bajo la patria potestad de la ciencia jurídica. Entre los
más importantes representantes de esta escuela de finales del siglo XIX y
mediados del siglo XX, además de Maurice Hauriou (“Teoría de las
Instituciones y Fundaciones”) y León Duguit (“Lecciones de Derecho
Público General”), encontramos a George Renard (“Teoría de la
Institución”), Hans Kelsen (“Teoría General del Derecho y del Estado”),
André Hauriou (“Derecho Constitucional e Instituciones Políticas”),
Georges Gurvitch (“Las Ideas del Derecho Social”) y Maurice Duverger
(“Sociología Política”), entre otros. Actualmente, las más importantes
características del institucionalismo clásico siguen vigentes en la llamada
corriente neoinstitucionalista, aunque revaloradas en sus contenidos
teóricos y metodológicos.

1.3. Concepción fundacionista del Estado colombiano

Como quedó dicho, buena parte de la teoría jurídica constitucional y


politológica colombiana concibe el origen del Estado colombiano desde
una perspectiva fundacionista. En nuestro caso, la teoría fundacionista
puede ser definida como el conjunto de interpretaciones jurídicas,
históricas y politológicas elaboradas por la doctrina constitucional
colombiana sobre el origen y la evolución de nuestra organización estatal,
que se fundamenta, a su vez, en la ya estudiada “Teoría de las Instituciones
y Fundaciones” del jurista y politólogo francés Maurice Hauriou.

En Colombia, el enfoque institucional-legalista sobre el origen del Estado


se propagó entre las élites académicas universitarias, jurídicas y políticas de
la primera mitad del siglo XX cuyos más connotados representantes fueron
formados en los claustros universitarios franceses. Estas élites adoptaron y
desarrollaron el enfoque institucionalista y lo difundieron en todos los
claustros universitarios nacionales, de tal suerte que éste aún sigue
prevaleciendo en el estudio del Estado y del derecho público en general,
con algunas notables excepciones. Al respecto, es fácil comprobar en los
distintos tratados de derecho constitucional colombiano, una generalizada
tendencia de situar la fundación o creación de nuestro Estado a partir de las
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

sucesivas Constituciones políticas que se expidieron con posterioridad a la


revolución independentista de 1810 e, incluso, a partir de ese momento
histórico. En este sentido, se destacan dos enfoques fundacionista: el
“independentista”, que sostiene la tesis de que el Estado colombiano fue
creado a partir del Acta de Independencia de 1810; y el “constitucionalista”
que afirma que fue creado a partir de la expedición de las constituciones
políticas republicanas que devienen de la declaración de independencia.
Este último enfoque, a su vez, tiene dos versiones: la que sostiene que el
Estado colombiano fue fundado mediante las Constituciones provinciales
que se expidieron entre 1810 y 1815, y el que afirma que el verdadero
origen de su fundación estuvo en la Constitución de 1832.

1.3.1. El enfoque ‘independentista’ del origen del Estado


colombiano

Esta tesis es defendida por el connotado tratadista de derecho


constitucional colombiano Jacobo Pérez Escobar, quien consideró que el
origen de nuestro Estado y de nuestro constitucionalismo, se encuentra en
el Acta de Independencia del 20 de Julio de 1810. “En virtud de ella se creó
el Estado de lo que hoy es nuestro país, aunque después las provincias
separadamente o unidas expidieran Constituciones diversas (2003, p. 154).

Según Pérez, las sociedades precolombinas más o menos políticamente


organizadas, no pasan de ser antecedentes que influyeron más en nuestras
estructuras sociales y económicas que en nuestra organización política.
Asimismo, tampoco puede considerarse la Colonia como punto de partida
del constitucionalismo colombiano porque el Nuevo Reino de Granada no
constituyó un Estado con Constitución propia sino que fue una colonia del
Imperio Español. “Así pues, desde el punto de vista del Derecho
Constitucional las colonias deben ser estudiadas como partes integrantes
del constitucionalismo español ya que “América y España son dos partes
integrantes y constituyentes de la monarquía española”, según la
afirmación de don Camilo Torres (en el Memorial de Agravios)” (Ibíd., p.
155). Pérez distingue entre el origen de la “nación” y el origen del “Estado”
colombiano. “La primera sí tiene sus orígenes en la época precolombina y
se conforma y se delinea luego durante la Colonia, a través de las
instituciones creadas por la Corona para su administración, como la Real
Audiencia de Santa Fe, que se instaló en 1550, dando comienzo realmente
al régimen colonial de la Nueva Granada” (Ídem.).

Esta concepción ha sido criticada porque solo toma en cuenta en su análisis


a la población como único elemento del Estado, dejando a un lado otros
elementos importantes del mismo como son el territorio y el poder público,
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

que se formaron siglos antes a través de un largo proceso de ocupación


territorial y de desarrollo institucional, cuyas características más
importantes siguieron presentes (con pocas modificaciones) en la nueva
forma de organización estatal pos-independentista.

1.3.2. El enfoque ‘constitucionalista’ del origen del Estado


colombiano

Como quedó dicho, este enfoque tiene dos versiones: una primera que
sostiene que el Estado colombiano fue fundado mediante la expedición de
las Constituciones provinciales que se expidieron entre 1810 y 1815, y la
que afirma que el verdadero origen de su fundación estuvo en la norma
constitucional de 1832.

1.3.2.1. Las Constituciones provinciales como normas fundacionales


del Estado colombiano. Esta tesis la comparten los constitucionalistas José
María Samper, Francisco de Paula Pérez, Tulio Enrique Tascón y Eduardo
Fernández Botero, citados por Pérez Escobar (Op. cit., p. 154). Estos
juristas consideraron que el origen del Estado colombiano se encuentra en
las Constituciones republicanas que expidieron las distintas provincias del
Nuevo Reino de Granada con posterioridad al grito de independencia de
1810. En este sentido, las Constituciones del Estado Soberano de
Cundinamarca de 1811, de la República de Tunja de 1811, del Estado de
Antioquia de 1812, del Estado Soberano de Cartagena de 1812 y del Estado
de Mariquita de 1815, entre otras, deben ser consideradas como las
primeras normas fundacionales de nuestra organización republicana, a
partir de las cuales adquirimos fisonomía propia como organización
política independiente de España. Samper dice al respecto:

(…) Todo fue obra de la revolución, y en rigor de verdad, el primer


principio proclamado, fundamento de toda organización constitucional,
fue el de la autonomía neogranadina, esto es, del derecho de las
Provincias del Nuevo Reino de Granada a darse y mantener un gobierno
propio; derecho que, abiertamente negado por la Metrópoli, solo podía
ser obtenido a mérito de la revolución o la fuerza. (f. Pérez. Op. cit.,
pág. 11).

La crítica que se hace a este enfoque es que sólo tiene en cuenta un


elemento no estructural (aunque sí estructurante) del Estado que es el de su
régimen político. De ser así, bastaría que una Constitución política
modifique o cambie totalmente la forma de organización política del
Estado (monárquica o republicana) para considerar borrada la institución
estatal anterior y creada (como por arte de magia) la nueva. Esta visión
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

normativa “fundacionista” confunde, así, el Estado con uno de los


elementos constitutivos del mismo que es el “poder público”
desconociendo que la institución estatal es “eterna” (por lo menos mientras
existan las sociedades humanas) y que lo que se puede cambiar o
transformar es su “forma” de organización (forma de Estado) y de gobierno
(formas de gobierno), así como su sistema de gobierno y su régimen
político. En nuestro caso, la revolución independentista produjo el cambio
de una forma de Estado virreinal a una republicana y de una forma de
gobierno monárquica a una aristocrática-democrática; empero, el territorio
siguió siendo físicamente el mismo que traíamos como Nueva Granada, así
como la población indígena y negra supérstite y la mestiza y la española
(americana e ibérica).

1.3.2.2. La Constitución de 1832 como norma fundacional del Estado


colombiano. Esta tesis fue defendida por Miguel Antonio Caro (1843-
1909), importante filólogo y político colombiano del siglo XIX quien junto
a Rafael Núñez, es considerado uno de los principales mentores de la
Constitución de 1886, la de más larga vigencia en la historia constitucional
del país 10.

Según Caro, la Constitución de 1832 debe ser considerada como la


verdadera norma fundacional del Estado colombiano, pues es a partir de
ella cuando se organiza nuestra actual república una vez se desintegra la
Gran Colombia y quedan las tres secciones que la componían, que se
organizan separadamente; “(…) de allí arranca la historia propia y
exclusiva de nuestro organismo político”. (f. Pérez, op. cit., p. 154).

La crítica a esta tesis es similar a la anterior.

1.4. Concepciones organicistas sobre el origen del Estado


colombiano

La teoría organicista o evolucionista del Estado colombiano puede ser


definida como el conjunto de interpretaciones históricas, antropológicas,
sociológicas y politológicas elaboradas desde las ciencias sociales
colombianas sobre el origen y la evolución de nuestra organización estatal.
Desde esta perspectiva, el “nacimiento” de nuestro Estado estuvo
determinado por fenómenos de naturaleza geográfica, social y política y no
como sostienen los fundacionistas que fue el resultado de una “creación” o

10
En 1892 Rafael Núñez fue elegido por cuarta vez en la Presidencia de la República para el
periodo 1892-1898, llevando como fórmula a la vicepresidencia al escritor, filólogo y político
Miguel Antonio Caro.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

“fundación” legal. Entre las más importantes concepciones de esta


corriente politológica en Colombia, podemos destacar la que sitúa el origen
de nuestro Estado en el periodo precolombino y la que lo ubica en el
periodo colonial.

1.4.1. Tesis sobre el origen precolombino del Estado


colombiano

Se considera como precursor de esta teoría al ex presidente y tratadista


Alfonso López Michelsen (1913 - 2007), quien a mediados del siglo XX
sostuvo que el origen de nuestro Estado y del derecho constitucional
colombiano debe encontrarse en los “mitos precolombinos” que sirvieron
de fundamento al poder político entre nuestros antepasados. López se
mostró en desacuerdo de situar como punto de partida de nuestras
instituciones políticas la Constitución de Cundinamarca de 1811, “porque
así el estudio de la historia de las ideas políticas en Colombia se reduce al
análisis exclusivo de nuestra vida republicana, o sea, la que llamamos a
todo lo largo de este escrito el periodo liberal” (f. Pérez, op. cit., p. 153).

Esta tesis ha encontrado respaldo en diversos estudios arqueológicos y


antropológicos que defienden la naturaleza estatal de las organizaciones
aldeanas precolombinas encontradas por los conquistadores europeos a su
llegada a nuestro continente. Estos estudios, sin embargo, no han sido
suficientemente integrados al análisis politológico, constitucional e
historiográfico del Estado americano (y, menos aún, del Estado
colombiano), pues son realmente escasos los trabajos que se han realizado
sobre la materia.

Como demostraremos a lo largo de este trabajo, fueron muchas las


contribuciones que hicieron las ciudades y aldeas-Estados precolombinas al
Estado colonial hispánico americano y, posteriormente, a la forma
republicana de Estado que deviene luego del proceso de independencia de
las potencias europeas, en el siglo XIX.

1.4.2. Tesis sobre el origen colonial del Estado colombiano

Los máximos exponentes de esta concepción fueron el constitucionalista


Luis Carlos Sáchica y el politólogo Gerardo Molina.

Sáchica asocia la formación de la nacionalidad colombiana con el origen


del Estado colombiano situando ambos fenómenos en el periodo colonial
hispánico. Al respecto dice:
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

El proceso sociológico y político a través del cual se estructura el Estado


colombiano se cumple en tres etapas de nítidos perfiles ideológicos: el
periodo colonial e integración política en el Estado monárquico español,
imperial y misionero, dentro del cual se conforma la nacionalidad
colombiana; la república democrática y liberal, en cuyo transcurso se
desarrolla una estructura económica capitalista, en un régimen de
relativa libertad política e igualdad democrática, y la etapa, apenas
iniciada, del Estado intervencionista que busca mediante el
planteamiento científico y la ejecución técnica del contenido social y
económico de la democracia política, en función del servicio público y de
los intereses de la comunidad. (1972; p. 21).

Por su parte, el politólogo Gerardo Molina, encuentra en la Revolución de


los Comuneros (1781), el verdadero origen del Estado colombiano pues
ella constituye el punto de arranque de nuestra liberación respecto de
España.

Es cierto que los sublevados del Socorro, de San Gil y Charalá iniciaron
su lucha contra la arbitrariedad fiscal a los gritos de “viva el Rey y muera
el mal gobierno”, pero (…) aquél movimiento “en el cual el héroe fue el
pueblo”, negaba en el hecho la legitimidad de los títulos de la realeza,
pues los señores naturales de estos dominios, es decir, los indígenas, no
habían perdido su derecho a ejercer la autoridad. Al adquirir ímpetu la
revolución, ella abría ante sus promotores los horizontes de la
independencia política, necesaria para ponerse al descubierto de las
exacciones tributarias que agobiaban a los pueblos. (Molina, 2004, p.
12).

Molina concluye que en la revolución comunera de 1781 estuvo implícita


la tesis de la soberanía popular, lo cual es de mucha significación para el
estudio del Estado colombiano.

1.5. Nuestra opinión sobre el origen del Estado colombiano

Analizadas las tesis fundacionistas y organicistas sobre el origen de nuestra


organización estatal, es dable concluir que ambas pueden ser útiles a la
hora de construir un discurso interpretativo sobre el origen de nuestro
sistema político. Es evidente que el Estado colombiano surgió como
resultado de un largo proceso histórico de evolución orgánica de sus
distintos elementos o componentes constitutivos, que se inicia con la
ocupación, apropiación y uso de nuestro territorio por parte de los primeros
pueblos precolombinos que llegaron a América hace aproximadamente
veintiocho siglos (y al actual territorio colombiano hace aproximadamente
catorce siglos) y continúa a lo largo de cada uno de los periodos de nuestra
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

historia. Cada uno de ellos (el precolombino, el colonial y el republicano)


contribuyó de manera importante a la formación de las instituciones
políticas que hoy tenemos y su estudio resulta indispensable para entender,
en su conjunto, nuestro sistema político.

Lo anterior nos lleva a compartir la tesis del ex presidente Alfonso López


Michelsen de que el verdadero origen de nuestra organización política
estatal estuvo en el periodo precolombino. No obstante, creemos que esta
tesis quedó corta, pues no es justo reducir el aporte que hicieron los
pueblos prehispánicos a nuestra actual organización estatal únicamente al
conjunto de “mitos” que regulaban las relaciones políticas de dominación
propias de los cacicazgos aborígenes; por lo contrario, debemos valorar,
igualmente, de manera integral y holística, otras contribuciones que
hicieron los Estados chibchas, Caribes y Arawakos, entre otros, a la
organización territorial y poblacional de nuestro actual Estado. Por
ejemplo, no se puede desconocer que la actual malla vial del país fue
construida sobre el trazado que dejaron nuestros antepasados indígenas;
que muchas técnicas agrícolas y piscícolas y una gran variedad de cultivos
de los que hoy deriva su subsistencia la población colombiana fueron
heredadas de los pueblos aborígenes; que la mayor parte de los municipios
del país tuvieron su origen en las aldeas chibchas, Caribes y arahuacas, ni
se puede olvidar que las prácticas del “caciquismo” y el “clientelismo”
político que predominan en nuestra vida republicana fueron las mismas que
caracterizaron las relaciones políticas de dominación en los Estados
precolombinos. Por tanto, es justo reconocer que fueron los pequeños,
medianos y grandes Estados aborígenes precolombinos, las organizaciones
políticas a partir de las cuales se configuraron los elementos esenciales de
nuestro actual Estado republicano. De allí que los consideremos como
‘Estados-cimientos’ de nuestra actual organización estatal, pues fueron
ellos los que iniciaron el proceso de ocupación y poblamiento de nuestro
territorio; quienes exploraron y explotaron por vez primera nuestros
recursos naturales; construyeron las primeras vías de comunicación;
iniciaron el proceso de mestizajes entre grupos de diferentes familias
aborígenes; quienes crearon y desarrollaron las primeras relaciones sociales
y económicas de producción y las primeras formas de gobierno político. En
conclusión, el Estado precolombino constituyó la primera piedra de nuestra
estructura social, económica, política y cultural, a partir de la cual se
edificaron los tres componentes básicos de nuestra actual organización
estatal: el territorio, la población y el poder público.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

1.6. Periodos politológicos del Estado colombiano

Otro tema importante a la hora de estudiar el origen y la evolución del


Estado colombiano tiene que ver con la periodización de su desarrollo
institucional, que ha sido abordado tradicionalmente desde una perspectiva
únicamente historiográfica.

El concepto de “periodos politológicos” (y no de “periodos históricos”)


que en adelante utilizaremos para denominar las delimitaciones
geográficas, sociopolíticas y temporales de la evolución del Estado
colombiano, tiene la expresa intención de eludir y diferenciar,
metodológicamente, la tradicional clasificación elaborada por la
historiografía criolla decimonónica fundamentada en ciertos hechos o
circunstancias históricas que marcaron el desarrollo de la vida societal
americana. Esta clasificación divide la evolución histórica de los pueblos
americanos en los siguientes periodos: precolombino, colonial,
independentista y republicano. En nuestro concepto, tal categorización
historiográfica si bien retrata semióticamente los distintos momentos de
nuestra evolución histórica, no llena las expectativas epistémicas a la hora
de interpretar y encuadrar, científicamente, la evolución política del Estado
colombiano, que, según nuestro criterio evolucionista ya estudiado, se
inicia con la formación de las primeras aldeas-Estados en nuestro territorio
(aproximadamente partir del siglos II a. de C), continúa con el largo y
penoso proceso de invasión, conquista y colonización española que dio
lugar al surgimiento del Estado-colonia de Nueva Granada (a partir del
siglo XV), y culmina, relativamente, con el tránsito de esta forma de Estado
a la forma republicana, una vez culminadas las gestas emancipadoras que
se iniciaron a partir del Grito de Independencia de 1810.

1.6.1. Premisas para una periodización politológica del Estado


colombiano.

La clasificación politológica que proponemos para segmentar la evolución


de nuestra organización política estatal, tiene en cuenta las distintas y
diacrónicas realidades históricas (y sus correspondientes interpretaciones
científicas) que han caracterizado –por regla general– la formación integral
del fenómeno político del Estado. En efecto, con muy contadas
excepciones, los Estados del mundo han desarrollado un proceso de
formación histórica caracterizada por las siguientes circunstancias:

a) La ocupación gradual del territorio y sus transformaciones en el


tiempo por parte de grupos poblacionales nativos o foráneos
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

pertenecientes a una o varias etnias. Con el transcurrir del tiempo, tal


territorio experimenta un progresivo proceso de ampliación o reducción
geopolítica, determinado por la dinámica ocupacional que desarrollen sus
pobladores, la cual, a su vez, se encuentra relacionada con el desarrollo de
los modos sociales de producción y de las fuerzas productivas, las guerras
de conquista y el incremento o decremento demográfico (endógeno o
exógeno), entre otros factores.

b) La existencia de un grupo humano que se apropia del territorio y


ejecuta actos hegemónicos de señor y dueño. Esta apropiación conduce al
desarrollo de un sentimiento “nacional” que identifica y diferencia cultural
y políticamente a la población de cada territorio. De esa manera surge la
“nación” como concepto que denota el conjunto de personas originalmente
“nacidas” en un territorio e identificadas por características comunes. Ese
sentimiento “nacional” se halla determinado por múltiples factores:
territoriales, étnicos, sociales, económicos, psicológicos, culturales,
políticos, religiosos, científico-técnicos, etc., que afectan el discurrir de la
vida societal de las comunidades, que tienen que ver con el arraigo (amor a
la tierra), la raza, el lenguaje, la religión, el linaje, el mestizaje, el folclor, la
cultura productiva, una historia compartida, etc.

c) La formación espontanea de un “poder político gubernamental” y


un “sistema de gobierno” que se institucionaliza a partir de “lo local”
(aldeas-Estados y ciudades-Estados) y luego se amplía mediante
sucesivas conquistas territoriales y poblacionales, pactadas o bélicas, para
dar origen a organizaciones políticas mas complejas, tales como los
Estados Imperiales (Imperio Chino, Imperio Persa, Imperio Romano,
Imperio Bizantino, Imperio Árabe, Imperio Azteca, Imperio Inca, Imperio
Español, Imperio Inglés, etc.) y los Estados nacionales (España, Francia,
Alemana, Italia, India, Irán, Australia, Tasmania, Estados Unidos,
Colombia, Libia, Sudáfrica, etc.). Ese poder político institucionalizado se
manifiesta, en la vida societal, en la existencia de un conjunto de
autoridades y organismos burocráticos que conforman a su vez
diferenciadas formas de organización estatal (reinos y repúblicas) y formas
de gobierno (monarquía, aristocracia, democracia, etc.); igualmente origina
distintos sistemas de gobierno (parlamentario, presidencialista y de
asamblea) y de regímenes políticos (de derecho, autoritarios, totalitarios,
etc.).

Estas características observables en el desarrollo histórico de todos los


Estados del mundo, han producido el reconocimiento, por parte de las
Ciencias Sociales, de que el estudio de la evolución de los Estados no
puede limitarse únicamente al análisis de su creación jurídica constitucional
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

(tesis central de la teoría fundacionista) sino que implica la identificación y


el análisis de cada uno de sus elementos constitutivos, como son el
territorio, la población y el poder público, que hemos calificado de
“estructurales” por corresponder a la esencia enteléquida del mismo.
Grecia, por ejemplo, sólo vino a constituirse como Estado-nación y
república independiente en el siglo XX, después de casi cuatro mil años de
formación territorial, poblacional y política, caracterizados por la existencia
de múltiples formas organizativas autónomas (ciudades-estados) y
dependientes (invasiones romanas, otomanas, etc.).

Similar a lo que ocurrió en los Estados europeos, asiáticos y africanos, los


americanos tuvieron un largo proceso de formación orgánica que se inició
con la conquista y colonización del territorio por parte de diversas familias
lingüísticas provenientes de Asia, y se prolonga con la conquista y
colonización hispánica, portuguesa, inglesa, francesa y holandesa, hasta
nuestra actual organización republicana, consagrada en los textos
constitucionales expedidos luego de los procesos independentistas que se
dieron a finales del siglo XVIII (Estados Unidos de América) y primera
mitad del siglo XIX (en la mayor parte de los países latinoamericanos).

1.6.2. Periodización organicista y normativista del Estado


colombiano

Teniendo en cuenta las anteriores precisiones históricas, filosóficas y


politológicas y considerando, además, que el objeto de nuestra indagación
heurística es enriquecer la tesis evolucionista del origen precolombino del
Estado colombiano, sin desconocer la importancia de la consagración
constitucional de nuestra actual forma de organización republicana,
procedemos a formular –con la ilusa pretensión de conciliar a organicistas
y fundacionistas–, la siguiente clasificación politológica, diciendo que ésta
comprende dos grandes periodos:

1º) El periodo monárquico-formativo durante el cual se formaron o


moldearon los elementos constitutivos y estructurales de nuestro actual
Estado, como son el territorio, la población y el poder público; y

2º) El periodo republicano-constitutivo en el cual, como su nombre lo


indica, se constituye formalmente, mediante la expedición de una
Constitución Política, nuestra actual forma de Estado republicano, dando
origen al cuarto elemento, no estructural sino estructurante, que es la
soberanía.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

Estados Monárquicos
Precolombinos
PERIODO
MONÁRQUICO-
FORMATIVO Estado Monárquico Colonial Hispánico
(1550-1810)
S. V a. de C a 1810

Repúblicas Provinciales (1811-1815)

PERIODOS República de la Gran Colombia


POLITOLÓGICOS DEL (1821-1830)
ESTADO COLOMBIANO
República de la Nueva Granada
PERIODO República de la Confederación Granadina
REPUBLICANO-
CONSTITUTIVO República de los Estados Unidos de
Colombia (1863-1886)
1811 – Const.1991
República de Colombia

Esta clasificación pretende desvirtuar cualquier posibilidad de interpretar el


origen del Estado colombiano desde una perspectiva exclusivamente
fundacionista, que consideramos sesgada y parcializada, pues hace
abstracción de la evolución antropológica, sociológica, económica,
histórica y politológica de los elementos constitutivos del mismo,
especialmente del territorio y de la población, haciendo depender la
existencia de nuestra organización política exclusivamente de una norma
jurídica, como si ella hubiese surgido de la nada y de manera instantánea,
plasmada allí en un documento constitucional que simplemente registra la
voluntad independentista de unas élites criollas que reemplazaron a las
chapetonas peninsulares, olvidándose que estas cartas políticas lo único que
hicieron fue crear una nueva forma de Estado (el republicano) y un nuevo
sistemas de gobierno (el presidencialista), mas no un nuevo Estado, pues el
territorio siguió siendo el mismo (aunque después se desmembrara), la
población siguió siendo la misma y la mayor parte de la legislación y de las
instituciones y prácticas políticas gubernamentales (cultura política)
siguieron siendo iguales o similares a las que venían del régimen indígena
y colonial, incluso, hasta bien entrado el siglo XX.

1.6.3. Periodo monárquico-formativo del Estado colombiano

Este primer periodo, que tuvo una duración aproximada de veintiún siglos,
corresponde al proceso histórico que antecedió a la creación de nuestra
actual forma republicana de Estado. Durante el mismo, se formaron,
organizaron y desarrollaron los distintos elementos constitutivos del Estado
colombiano, es decir, el territorio, la población y el poder público.
B. Ramírez del Valle/El origen del Estado Colombiano

El periodo monárquico-formativo del Estado colombiano se inició con la


formación de las primeras aldeas-Estados sobre nuestro territorio
(aproximadamente a partir del siglo II a de C), prosigue con el proceso de
conquista y colonización española, y termina con la firma del Acta de
Independencia el 20 de Julio de 1810, acontecimiento considerado como un
cleavage histórico que puso fin a la dominación hispánica colonial y dio
inicio al periodo republicano. Históricamente, esta etapa de la vida política
colombiana corresponde a los periodos precolombino y colonial.

En estos periodos, el común denominador de la organización estatal fue la


monarquía. Esta forma de Estado y de gobierno la encontramos por igual
tanto en las organizaciones políticas precolombinas, como en la que impuso
España a sus colonias. Por esta razón lo hemos dividido en dos etapas: 1ª)
la de los Estados monárquicos precolombinos, y 2ª) la del Estado-colonia
del Nuevo Reino de Granada. En los próximos capítulos analizaremos cada
uno de ellos.

1.6.4. Periodo republicano-constitutivo del Estado colombiano

Este periodo corresponde a la creación o constitución política y jurídica de


nuestra actual forma republicana de Estado. Igual que el anterior, lo hemos
divido en varias etapas: 1ª) Las repúblicas provinciales (1810 a 1815); 2ª)
La República de Colombia (1821 a 1830); 3ª) La República de la Nueva
Granada (1832 a 1858); 4ª) La República de la Confederación Granadina
(1858 a 1863); 5ª) La República de los Estados Unidos de Colombia (1863
a 1886) y 6ª) La República de Colombia, desde 1886.

Potrebbero piacerti anche