La justificación del Estado.

La función de sentido del estado siempre está referida a valores. Tiene lugar adecuado en la teoría del estado, cuyo
objeto es la realidad del estado, el problema de su justificación? Si se contesta negativamente, se desconoce la
especial naturaleza de la realidad estatal, en cuanto es efectividad humana.

En el pueblo del estado hay siempre una minoría para la que el ser y el modo de ser del estado desembocan en una
decisión de deber ser. No obstante, la gran masa es impulsada a un obrar concorde con lo estatal por algo más que la
dominación y las necesidades elementales, convive la realidad como un deber ser. Para esa masa la habitualidad de lo
factico constituye una justificación.

Para la minoría, la cuestión de la justificación jurídica se convierte en la cuestión de la existencia del estado. En cuanto
se pierde la fe en la legitimidad de la existencia, ha llegado su fin. El estado vive de su justificación.

No constituye el único objetivo de la justificación del estado, legitimar porque hay que soportar la coacción estatal,

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sino de porque hay que ofrecer al estado los máximos sacrificios personales y patrimoniales: el estado nace y se
mantiene por el sacrificio espontaneo y por la coacción soportada pasivamente.

Todo poder estatal tiene que aspirar a ser poder jurídico, que significa no solo actuar como poder en sentido técnico-
jurídico sino también valer como autoridad legítima que obliga moralmente a la voluntad. La legitimidad moral no
puede ser fundamentada con la remisión al carácter de su función social, ósea la organización y actuación de la

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cooperación social territorial, pues esta función social podrá hacer comprensible y explicar porque existe el estado
como institución pero nunca justificar porque debe existir.

Las pretensiones del estado no se justifican por el hecho de que este asegure cualquier ordenación social territorial,
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sino en cuando aspire a que la misma sea justa. La consagración del estado se hace posible relacionando la función
estatal con la función jurídica. El estado solo se puede justificar por la totalidad de un ser aceptado por nuestra
conciencia moral. La justificación puede ser moral cuando se aplican criterios humanos de justicia y también en los
casos en que su consagración aparece basada en la voluntad divina. Si no se hace la separación entre lo jurídico y lo
ante jurídico no se puede justificar al estado. Se necesita de un criterio jurídico que hay que admitir que está por
encima del estado y su derecho. Al derecho como valor supra positivo de distribución le incumbe la función de
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ordenar la vida social, de atribuir a todos sus miembros lo que les corresponde en facultades y obligaciones.

El derecho justo no puede ser determinado ni partiendo del miembro que se afirma valioso ni adoptando como
únicamente valioso el punto de partida de un todo supraindividual. La ley jurídica, obliga a nuestra conciencia jurídica
y ordena la parte en el todo y el todo por las partes.
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En los tiempos primitivos, la conciencia jurídica no se extiende más allá de la propia comunidad. El ámbito del grupo y
el jurídico coinciden.

Con el transito se transforma la conciencia jurídica. Todo grupo tiene su dios, que debe sostenerle para vender y


conseguir el poder y el derecho de dominación sobre ellos.

Ese sentimiento del hombre se seculariza, el derecho natural se laiciza pero no renuncia a la pretensión de validez
universal.

Durante dos mil años se justificó el poder político con la necesidad de asegurar el derecho natural supra positivo. La
exigencia de la consagración del estado por un principio humano general y por una idea jurídica universal se
desvanece en el siglo xix.

Fueron los románticos, Hegel y el historicismo quienes separan el camino a aquella concepción positivista que
sostiene que el pueblo y el espirito son la única fuente del derecho y como el espíritu del pueblo no existe en la
realidad ha de ser representado por el legislador que no puede caer en lo antijurídico.

Todo aquel que logre hacerse dueño del poder en el estado por haberlo conseguido encuentra moralmente justificado
su derecho a representar al pueblo y a darle leyes sin sumisión a ninguna clase de principios. Al hacer del estado la
realidad de la idea moral, se puede pretender que su poder y el derecho han de prevalecer sobre todas las

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convicciones morales del individuo. La quiebra del derecho natural se caracterizó por una incapacidad de principio
para comprender la cuestión de la justificación del estado.

El problema del fundamento moral de la validez del estado aparece confundido con la cuestión del fundamento
sociológico de la validez del poder estatal. Para justificar al estado, se remiten a su reconocimiento por el pueblo
democrático o al espíritu del pueblo y las ideologías de legitimación dominantes. En cada pueblo existen diversas
ideologías de esa clase que legitiman el poder actual o futuro. A falta de criterio objetivo de justicia, la doctrina
dominante tiene que reconocer el derecho del más fuerte, que solo porque posee el poder tiene derecho a imponer
su ideología de legitimación independientemente de todos los principios.

La doctrina del más fuerte pretende ser una justificación moral del estado al sentar la afirmación de que según un
plan, resulta garantizado que solo el que goce de supremacía moral puede imponerse también en lo político. Al
demostrar que históricamente ha prevalecido siempre el derecho del más fuerte, se cree haber demostrado que
siempre debe ser así.,

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Para la cuestión de la justificación del estado no se consigue nada con oponer a la realidad social un deber ser
establecido por el poder concreto. La norma fundamental, nos remite al arbitrio del legislador real y llega a la
identificación del derecho y fuerza y a la afirmación de que todo estado es estado de derecho. La conformidad de un
acto estatal con la ley solo puede constituir la base de una legalidad, nunca de una legitimidad justificadora. La
afirmación DE que la forma de legitimidad más corriente en al actualidad sea la creencia en la legalidad es inexacta,
puede ser también la involuntaria constatación de una degeneración de la conciencia jurídica.

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Solo en el estado de derecho con división de poderes existe una conexión entre legalidad y legitimidad y es una táctica
de organización tanto materia como formal. La división de poderes tiene solo como fin garantizar la seguridad jurídica
y es un medio técnico, que nada dice sobre la justicia del derecho. Nadie cree que todas las disposiciones del
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legislativo sean justas. Por este motivo la legalidad del estado no puede sustituir a la legitimidad. Ni la armonización
entre derecho y fuerza, ni la legalidad, ni tampoco una ideología justificadora puede darle una consagración de valor
general al estado.

Todo ejercicio de poder afirma de sí mismo que esta para servir a la justicia. No hay forma de estado o gobierno en la
cual un mandato (orden) signifique un valor jurídico positivo. El poder, consiste en mandatos que se obedecen y la
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obediencia consiste en la creencia en que el mandato está justificado.

El estado está justificado en cuanto representa la organización necesaria para asegurar el derecho en una
determinada etapa.- al hablar de derecho nos referimos a principios morales del derecho que constituyen la base de
normas jurídicas positivas. Estos principios no se contentan con poseer una validez ideal, aspiran a operare como
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preceptos jurídicos positivos. Para ello es preciso que los principios generales del derecho sean establecidos, aplicados
y ejecutados por un poder autoritario como preceptos jurídicos positivos.

El precepto recibe su fuerza moral del principio supra positivo. Este principio se caracteriza del precepto por si falta de
certeza jurídica.


La institución estatal se justifica por el hecho de que en una determinada etapa de la división del trabajo y del
intercambio social, la certidumbre de sentido y de ejecución del derecho hace preciso al estado.

El desarrollo de la civilización hace precisa una organización estatal cada vez más diferenciada. La institución del
estado aparece justificada por el hecho de ser una organización de seguridad jurídica. No se trata de restringe la
actividad del estado a la legislación y la organización judicial, ni que la seguridad jurídica consista exclusivamente en
una actividad de policía. Cuando se declara que el estado solo puede ser consagrado por su calidad de organización
para la seguridad jurídica, se quiere decir que solo puede justificarse en cuando sirva a la aplicación y ejecución de los
principios morales del derecho.

El concepto de seguridad jurídica, aquí es más amplio. No solo se refiere a la seguridad en la ejecución mediante la
coacción física si no también la certidumbre de sentido del derecho l

Los principios éticos del derecho sancionan las normas de conducta. Las ideologías legitimadoras socialmente validas
en una comunidad jurídica, deciden que autoridad esta llamada a establecer y aplicare los preceptos jurídicos
positivos. Esta autoridad habrá de estar autorizada y dotada de poder para llevar a cabo el aseguramiento del

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derecho. Únicamente tendrá este poder si por lo menos los grupos que ejercen influencia decisiva están convencidos
de que esa autoridad se halla dispuesta a asegurar el derecho. Esta legitimación social de la autoridad que asegura el
derecho no debe ser confundida con la justificación ideal del estado por los principios éticos del derecho.

La teoría del estado debe dejar a la filosofía del de3recho la cuestión de si los principios éticos del derecho se pueden
referir únicamente a un sentimiento jurídico inmediato o si pueden derivarse, de una ley jurídicas suprema que se
pueda formular racionalmente y le dejara los problemas de si existen principios jurídicos de validez general y cuales
corresponden al círculo de cultura correspondiente.

Hay que dar por admitido que existen tales principios éticos del derecho que forman la base de justificación del
estado y del derecho. Ay que diferenciar esos principios de las ideologías de legitimación, que son muy numerosas,
por su pretensión de validez general para todos los miembros del estado.

Cavada estado puede dotar de esa determinación y de la certidumbre de3 ejecución correspondiente a los principios

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éticos del derecho únicamente para su ámbito de acción. Esos principios jurídicos constituyen el fundamento
normativo del derecho estatal e interestatal.

Estos principios constituyen el fundamento normativo de todas las formas jurídicas nacionales e internacionales.
Reciben certidumbre de su sentido en virtud del pronunciamiento del tribunal, quien crea preceptos jurídicos
positivos.

El derecho internacional es un derecho imperfecto porque su certidumbre en muchos casos son problemáticas.

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En el estado moderno se alcanza el más alto grado de seguridad jurídica en el derecho en relación con la certidumbre
de sentido y de ejecución, la organización jerárquica dispone de un cuerpo diferenciado desde el punto de vista
técnico. Para garantizar el grado alto de seguridad jurídica es supuesto necesario la soberanía del estado. Su cualidad
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de unidad suprema de decisión y acción es lo que le permite asegurar la unidad del derecho y de la ejecución así como
mantener, vías de derecho y de reclamación. La eficacia está condicionada por el monopolio estatal de la coacción
física legal.

Las instituciones organizadoras del estado solo podrán garantizar la observancia de las formas jurídicas y la seguridad
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jurídica, pero nunca la juridicidad. La legalidad pero no la legitimidad ética de los actos del estado. Quien puede
asegurar siempre la justicia es la conciencia jurídica individual. En un pueblo nunca puede reinar pleno acuerdo sobre
el contenido y aplicación de los principios jurídicos, tanto el estado como el individuo se ven forzador a vivir en medio
de la relación de tensión entre derecho positivo y conciencia jurídica.

El estado tiene derecho a afirmar que la legalización del derecho de resistencia contra una orden estatal que se estima
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éticamente reprobable, no significaría otra cosa si no la legalización de la anarquía, el abandono de roda seguridad
jurídica conduciría al aniquilamiento del individuo y del estado.

Son muy importante las consecuencias que deben deducirse en caso de una colisión entre los deberes impuestos por
principios éticos y por preceptos jurídicos. Kant, da carácter absoluto a la validez del derecho positivo y no hay


derecho de resistencia, desde entonces el positivismo rechaza el derecho de resistencia, sacrificando la juricidad a la
seguridad jurídica.

En el estado moderno es imposible reconocer un derecho legal de resistencia. No debe admitirse contra actos del
estado irregulares desde el punto de vista de la legalidad, pero moralmente indiferentes. En muchos casos constituye
una exige3ncia necesaria que sean imputados al estado ciertos actos que violan las condiciones de forma y contenido.
Las mismas son casi mortalmente indiferentes y solamente la doctrina pura del derecho que a todo derecho positivo
atribuye la cualidad de norma absoluta considera la nulidad. Los actos estatales deben entrañar la presunción de la
legalidad por la se4guridad jurídica, no puede dejarse al parecer del hombre de la calle hacer depender su obediencia
de su apreciación porque se llegaría a la disolución del orden jurídico. El derecho de resistencia resulta superfluo en
estos casos porque se puede protegeré contra ellos valiéndose de medios jurídicos diferentes.

Cuando se trata de un acto estatal moralmente condenable, la cuestión adquiere otro matiz, aquí carece de
importancia si una norma es correcta legalmente. En este caso la conciencia jurídica debe ver un conflicto de deberes
y reconocer el derecho moral a la resistencia. En realidad el estado no debería resolver unilateralmente el conflicto de
deberes y debería admitir sus imposibilidades de solucionarlo. El reconocimiento de un derecho moral de resistencia

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no implica, que vaya a eliminarse de la eterna lucha de la conciencia jurídica contra el derecho positivo ese conflicto
de intereses. No ha de constituir un fundamento para la exe4ncion de la pena o responsabilidad.

El único depositario de la conciencia jurídica que en realidad existe es el derecho de resistencia contra actos estatales
opuestos a la moral. La resistencia no legalizada de la conciencia jurídica solo es posible, arriesgando la vida.

Jamás podrá consistir la justificación del estado en armonizar el derecho con la fuerza. Todo poder estatal debe su
conservación y formación a la voluntad humana.

II. Justificación del Estado

Todo poder estatal tiene que aspirar a ser poder jurídico. Es posible una justificación del Estado haciendo
separación entre lo jurídico y lo antijurídico sobre la base de un juicio moral. Pero con la definitiva emancipación

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de toda legitimación que trascienda de la esfera política, el Estado moderno se ha convertido en el Estado de
Derecho. La doctrina dominante tiene que reconocer el Derecho del más fuerte, por falta de criterio objetivo de
justicia.
Sólo en el Estado de Derecho con división de poderes existe una conexión entre legalidad y legitimidad,
como conexión formal y de técnica de organización. El Estado está justificado en cuanto representa la organización
necesaria para asegurar el Derecho en una determinada etapa de su evolución. La institución estatal se justifica
por la certidumbre de sentido y de ejecución del Derecho, preciso por el desarrollo de la civilización, que requiere

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una organización de seguridad jurídica; mediante poder autorizado de declarar, aplicar y ejecutar el Derecho,
poder otorgado por los grupos que se hallen convencidos, necesariamente, de que la autoridad puede asegurar la
seguridad jurídica.
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Legitimación social de la autoridad que asegura el Derecho

Monopolio de coacción

DERECHO DE
LA

RESISTENCIA

Declarar
ESTADO DE Aplicar Se vale del GRUPO
DERECHO DERECHO
Ejecutar SOCIAL
FI

Contra

Puede ACTOS Atacan al

incurrir IRREGULARES


SEGURIDAD JURÍDICA
Garantiza
Supuesto de soberanía

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