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El trabajo con la juventud rural

Por ABC Rural

Una actividad loable que en la década del 40 se inició en Paraguay fue el trabajo con los
jóvenes rurales. La organización juvenil fue iniciada en el Paraguay por el Crédito
Agrícola de Habilitación y se crean, a partir de 1949, clubes femeninos entre las hijas y
esposas de los prestatarios bajo la denominación de “Clubes Agro”. (Ing. Agr. Roberto
Rodríguez Primerano) *

/ ABC Rural

Posteriormente, el Servicio de Extensión Agrícola del Ministerio de Agricultura y


Ganadería se suma al movimiento juvenil agrario paraguayo creando, en marzo de 1953,
en la ciudad de Encarnación, el primer Club Agrario Juvenil del Paraguay.

El programa de Clubes Agrarios Juveniles en el Paraguay se desarrolló rápidamente con


el nombre de Clubes 4-C. El mismo adoptó como emblema un trébol de cuatro hojas y
la impresión de una “C” en cada pétalo, que significan: Mi cabeza para pensar mejor.

Mi corazón para sentir mejor. Mi capacidad para producir mejor. Mi cooperación para
servir mejor a mi familia, a mi comunidad, a mi patria y a Dios.
Los clubes son organizaciones de niños, jóvenes y amas de casa, constituidos para
aprender haciendo; innovando con mejores y nuevas prácticas agropecuarias,
económicas, sociales, cívicas y morales del hogar y de la vida comunitaria, orientadas a
mejorar el nivel de vida propio, de la familia y de la comunidad.

Constituyen la base para la formación de la persona en desarrollar valores, actitudes,


conocimientos y destrezas, preparando a los beneficiarios para tener una visión holística
de la vida; promoviendo a los jóvenes y amas de casa en el desenvolvimiento para el
trabajo rural, los quehaceres domésticos, la vida en la comunidad; para desarrollar una
conciencia cívica y para ejercitar las responsabilidades en sus actos, dando a sus
miembros la oportunidad de “aprender haciendo”.

Las tareas agropecuarias las enfocaban con mucha profesionalidad, llevando a la


práctica las orientaciones recibidas de los técnicos en cada semana de encuentro de
capacitación. Hoy en día sería interesante recuperar e insistir con el trabajo con los
adolescentes y jóvenes. Más aún en los tiempos presentes en que la cultura se
caracteriza por la indiferencia, con un apego personal, familiar y comunitario que ya no
existe o es débil.

Con una publicidad que manipula la mente y conduce ilusoriamente a los jóvenes por
caminos y hábitos erróneos. Con una cultura del consumo que afecta a las nuevas
generaciones, pues se crece y se vive sin referencia a los valores. Existen nuevos estilos
de vida, maneras de pensar, nuevas formas de relacionamiento, una globalización en
que la dimensión más extendida es la economía, sin solidaridad que afecta
negativamente a los más pobres. Además, los jóvenes reciben una educación de baja
calidad, mientras que las mujeres con frecuencia son excluidas en razón de sexo, raza,
situación económica.

Urge y es necesario empezar por el desarrollo humano a través de una concienciación y


educación. Se debe comenzar desde el núcleo familiar y después proyectarse a nivel de
la comunidad, con una capacitación permanente de los actores, incorporando dentro del
proceso a los adolescentes y jóvenes: varones y mujeres.

Es necesario motivar, incentivar la participación de toda la población, ampliando sus


conocimientos, mejorando sus habilidades, para convertirse en actores profesionales en
el ámbito de su territorio, mediante los servicios de educación y capacitación. Valorar el
protagonismo de los jóvenes y darles la dedicación que se merecen, es responsabilidad
de todos.

La misma debe surgir desde el Estado, porque de nada sirven los avances tecnológicos,
las nuevas variedades de cultivos, insumos, equipos y herramientas si estos no van
acompañados de una educación y capacitación en su uso y cuidado; en las normas de
seguridad e higiene que deben tenerse en cuenta para su optimización.

Ese adolescente, ese joven que vive y trabaja en las unidades familiares, debe
constituirse a corto o mediano plazo en un actor empresario, administrando fincas
familiares modelos con producción competitiva y eficiente, mediante una buena
orientación y capacitación para vivir dignamente en el campo. Se debe tener una
visualización más integral.
No solo priorizar la producción, sino ir incorporando otros valores y recursos para
mejorar las condiciones de vida.

(*) Especialista en extensión rural y desarrollo comunitario.

FUENTE: ABC Color – Suplemento Rural


01/08/2012.-

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