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Las emociones son los colores de la vida

Juanita iba a casarse pronto. A su padre no le convencía su futuro esposo, le parecía


mal que un hombre llorara, que fuera demasiado considerado con las mujeres.
Entonces ella se puso a recordar cómo había sido su niñez. Comenzó por Ana y Pedro,
sus padres. Recordaba a su mamá como una mujer muy buena, noble y generosa, pero
muy sumisa ante su esposo, que no se atrevía a expresar que muchas veces no estaba
de acuerdo. Y luego se puso a recordar a Pedro: había sido un hombre “cumplidor de
su deber”, como él mismo repetía, pero excesivamente duro consigo mismo y con los
demás. Pensó: nunca vi llorar a mi padre, nunca me dio un abrazo ni tuvo una palabra
cariñosa hacia sus hijos.
Ella sintió cierta tristeza. Y se preguntó: ¿Por qué su padre había sido siempre así? Y
encontró la respuesta, en los relatos que había oído de sus abuelos el padre de Pedro
había sido igual. Entonces se hizo un propósito: la historia de la familia tenía que
cambiar, su compañero, sus hijos, los hombres y mujeres que tuviera algún día podrían
expresar sus emociones, reír y llorar.

Reflexionemos y compartamos
 ¿Qué mensaje acerca de las emociones le deja la historia anterior?
 ¿Por qué es importante conocer y expresar las emociones?
 Si durante una discusión con su hijo/hija, dice No te quiero, te odio, ¿cómo
responde? ¿Qué piensa?

Consultemos y debatamos
Todos los días, nuestras emociones nos acompañan, sentimos alegrías, tristezas, a
veces tenemos rabia o nos sentimos atraídos por alguna persona. Una vida sin
emociones sería aburrida. Ellas son los colores de nuestra existencia, y si las sabemos
manejar nos van a ayudar para ser más felices. Con seguridad, las personas más
felices son las que manejan mejor sus emociones. Ellas son un tesoro que tenemos
para disfrutar la vida. Las mayores alegrías nos las producen las emociones pero
pueden causarnos también las tristezas más hondas.
Las niñas y niños, los jóvenes, adultos y ancianos tenemos a cada instante
muchas emociones: a veces nos sentimos muy alegres y queremos compartir con
aquellos seres cuyo cariño nos importa; otras ocasiones estamos tristes y deseamos
que alguien nos escuche y, de pronto, nos consuele. Pero no sólo sentimos alegría y
tristeza. Nuestra sensibilidad puede hacernos sentir muchas otras emociones, valiosas
y significativas también.
Las emociones básicas, las más poderosas, son seis, que a veces se mezclan: alegría,
afecto, tristeza, miedo, rabia y atracción sexual. Existen muchas otras, pero estas
son como los colores básicos de nuestra vida. Además, podemos mezclarlas, pues así
resultarán infinitas posibilidades de emociones y sentimientos para el ser humano.
Algunas son muy poderosas, pero así como tienen su fuerza deben tener también
su propio límite. Son para nuestra felicidad y no debemos encadenarnos a ellas a
cualquier precio.
La alegría es el motor de la vida, pero puede llevarnos a adicciones e
irresponsabilidades, cuando sólo pensamos en nosotros mismos.
Sentirse amado y amar es algo indispensable en nuestra vida, pero no podemos pagar
cualquier precio por ser amados, a veces algunas personas sacrifican todo por lo que
creen que es amor, entregan hasta su autoestima, toleran hasta ser golpeados.
Sentirse sexualmente satisfecho es algo muy positivo, pero por obtener placer sexual
algunos llegan a dañar a otros, a utilizarlos para su satisfacción, sin considerar los
deseos de la otra persona.
Cada emoción es necesaria y tiene unos componentes valiosos y otros que pueden
hacernos daño.
La rabia puede ser valiosa como protesta ante la injusticia, y nos ayuda a reclamar lo
que nos corresponde según nuestros derechos, pero puede ser peligrosa y llevar a la
agresión, cuando no le ponemos un límite.
El miedo es necesario para tomar decisiones prudentes cuando corremos riesgos, pero
puede ser peligroso si llega a paralizarnos y nos impide actuar.
La tristeza es necesaria ante la pérdida de un ser querido, pero si es exagerada puede
llevarnos a la depresión, que nos aleja de las otras personas y nos puede llevar a no
querer vivir.
Es bueno sentir emociones, así nuestra vida no es gris y aburrida sino que tiene
colores. No hay nada malo en sentirlas en un momento determinado pero no siempre
podemos convertirlas en actos. Por ejemplo: puedo sentir rabia porque creo que me
están quitando algo a lo que tengo derecho y puedo llegar a sentir deseos de agredir a
esa persona que me ha ofendido, pero debo ser responsable y controlarme. Somos
responsables de nuestros actos pero no de nuestras emociones. Sin embargo,
podemos encauzarlas.
El hijo aprende de nosotros, de nuestro ejemplo: si observa que expresamos
nuestras emociones, que las llamamos por sus nombres, que sabemos ponerlas al
servicio de nuestra vida, hará otro tanto con las suyas.
Al hijo se le debe permitir y estimular para que manifieste sus emociones, sin
cohibiciones; por ejemplo, si está llorando no le digamos Suficiente, deja de llorar por
semejante bobada; o, ante una gran expresión de alegría, ¡Cálmate, no alborotes tanto!
También es necesario que exprese su rabia. Sin embargo, debe comprender desde el
principio que la expresión de sus sentimientos no puede llevarlo a agredir a los
otros o a sí mismo.
Con frecuencia los padres esperamos que nuestros hijos, por ser hombres o
mujeres, sientan de determinada manera: que las hijas sean amorosas, tranquilas,
suaves y sumisas, pero que ellos sean duros, despiertos, activos e intrépidos. Creemos
que las niñas deben ser coquetas y encantadoras, las llenamos de adornos, las
alabamos si los usan con elegancia, pero las cohibimos a veces si quieren jugar fútbol o
nos disgustamos si expresan sus puntos de vista. Si el hombre colabora en el ámbito
doméstico se le agradece como un favor. Pero los hombres también podemos llorar
y las niñas pueden no hacerlo, sin dejar de ser un verdadero niño o una
verdadera niña. Y los hombres y mujeres podemos ser valientes o cobardes.
Estos roles o papeles de ser hombres o mujeres dentro de la familia no deben ser
rígidos. Unas y otros somos personas que sentimos y, aun cuando tenemos
diferencias, son más las cosas que compartimos, por lo que es conveniente no
estigmatizar los juguetes del otro sexo ni imponer modelos rígidos de conducta en
relación con los sexos.
Y los sentimientos nos deben ayudar a convivir. Por ejemplo, podemos sentir rabia,
pero después debemos reflexionar si era justa o no. Y si nos hemos sobrepasado en
nuestros actos con nuestros hijos o con nuestra compañera debemos ser capaces de
pedir disculpas y reconciliarnos. Los hijos comprenderán también que las personas
podemos equivocarnos, que errar es humano pero que lo correcto es no
permanecer en el error.
Siempre debemos tratar de ponernos en la posición del otro, en especial de nuestro
hijo, para entender un poco y compartir sus emociones, ponernos en su lugar, entender
su punto de vista. Recordemos que no siempre es posible comprender, pero
siempre es posible acompañar y compartir.

Comprometámonos y evaluemos
 Seamos muy conscientes de nuestra actitud como padres ante nuestras propias
emociones: ¿las expresamos, las llamamos por su nombre? Estas emociones
encauzadas nos ayudarán a ser buenos modelos para que nuestro hijo/hija
aprenda a manejar las suyas.
 Permitamos y estimulemos que nuestro hijo exprese sus emociones.
 Aprovechemos todas las oportunidades que surgen, como una película, un
programa de televisión o un acontecimiento para hablar con nuestro hijo acerca
de los sentimientos.

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