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Loïc Wacquant: Las cárceles de la miseria

Sobre el autor

Loïc Wacquant (nacido en 1960 en Montpellier, Francia) es un sociólogo especializado en sociología urbana,
pobreza urbana, desigualdad racial, cuerpo, etnografía y teoría social.

Fue un estudiante y cercano colaborador de Pierre Bourdieu.

El trabajo de Wacquant explora sobre el cuerpo, desigualdad urbana, guetización, y el desarrollo del castigo
como institución dirigida hacia poblaciones pobres y estigmatizadas. Su interés en estos temas deriva
de su experiencia en el gueto negro, como estudiante de posgrado en la Universidad de Chicago a mediados
de los 1980s.

Según Wacquant, el gueto y la prisión son, para todo propósito práctico, indistinguibles, reforzándose
mutuamente para asegurar la exclusión de afroamericanos del resto de la sociedad, con auspicio
gubernamental.

Wacquant argumenta en favor de un marco analítico que unifique la expansión de la prisión y el deterioro
del mercado de trabajo, resultando en una profundización de la marginalización, junto a la subordinación
social y política de poblaciones estigmatizadas y difamadas. Inspirado en Bourdieu, Wacquant analiza los
constreñimientos estructurales y sus consecuencias. Tal como Bourdieu, se esfuerza en proporcionar una
perspectiva más matizada que, por ejemplo, el análisis económico marxista reduccionista

El prefacio de la segunda edición en español de Las cárceles de la miseria, analiza la difusión hacia América
Latina de las políticas de mano dura y tolerancia cero al delito, a comienzos del siglo XXI. La figura de
William Bratton, jefe de policía de la ciudad de Nueva York, es uno de sus principales exponentes. Según
Wacquant, la eficacia de estas políticas para la reducción del delito es cuestionable, al tiempo que conllevan
una serie de efectos adversos tales como degradación de la imagen policial e institucional y vulneración de
derechos hacia los sectores populares. La idea de prevención contenida en este modelo conlleva prejuicios
racialistas y de clase. En función de ello, propone que, en lugar de tolerancia cero, estas políticas sean
denominadas como de intolerancia selectiva.

El texto

Prefacio: ‘’La causa del delito es el mal comportamiento de los individuos, y no la consecuencia de
condiciones sociales’’ – William Bratton, ex jefe de policía de Nueva York

Actualmente, pareciera que hay un aumento sin precedentes del delito en nuestras ciudades. Sin embargo, se
ignora la brecha que hay entre las tasas de victimización y la sensación de inseguridad, al igual que la
creciente militarización de la policía y el ejercicio preferente de su fuerza contra jóvenes pobres. La prensa
difunde casos emblemáticos de víctimas de la delincuencia, y la ‘’mano dura’’ contra el delito resulta casi un
sentido común.

En ‘’Las cárceles de la miseria’’, Wacquant realiza una doble tarea:

1) Sitúa los orígenes de esta nueva ‘’sensatez penal’’, que surge de los llamados ‘’thinktanks’’
neoconservadores estadounidenses
2) Sitúa este corpus doctrinario en un contexto de carácter supranacional, que si bien surge en EEUU, se
replica en Europa y de igual manera en América Latina

Además, plantea que el tratamiento penal de la miseria no obedece tanto a un aumento en la cantidad de los
delitos como forma de entender qué papel tiene el Estado en el manejo de los problemas referidos a la
pobreza, sino que el nuevo ‘’sentido común penal’’ se plantea correlativo a la ideología neoliberal que
concibe el ordenamiento económico y social en términos del individualismo y mercantilización.
Wacquant sitúa el origen del nuevo pensamiento penal en instituciones estadounidenses del
neoconservantismo, siendo la principal el Manhattan Institute. Estas instituciones han difundido la idea de una
mayor presencia del aparato punitivo y judicial del Estado; donde se hace responsable al excesivo
asistencialismo estatal de fomentar la pobreza y la descomposición social, donde afirman que radica el
germen de las violencias que aquejan a las ciudades.

Sin embargo, el corazón del argumento de Wacquant se basa en una paradoja: ¿cómo aquellos que
defienden a ultranza el ‘’menos Estado’’, claman al mismo tiempo por una mayor presencia de éste en
lo penal? En la era de la desocupación masiva y el empleo precario (ambas consecuencias del nuevo
capitalismo) la gestión punitiva de la miseria es un arma de control social; Wacquant explica: ‘’Mano invisible
del mercado y puño de hierro del Estado se conjugan y completan para lograr una mejor aceptación del
trabajo asalariado desocializado y la inseguridad social que implica’’. El ‘’Estado penitencia’’ que surge es un
dispositivo que, al igual que las instituciones disciplinarias de Foucault, se ejerce sobre el cuerpo de los
ciudadanos para hacerlos dóciles y útiles. En el texto se plantean 3 utilidades del aparato penal
hipertrofiado:

1) Disciplinar a los sectores obreros que se niegan al trabajo asalariado precarizado


2) Neutralizar o excluir a sus elementos superfluos (que no cumple ni desempeña una función) de
acuerdo a los vaivenes de la oferta de empleos
3) Reafirmar la autoridad del Estado

En Estados Unidos, la política social carcelaria se resume en 5 tendencias:

a) La hiperinflación carcelaria (aumento excesivo de número de encarcelados)


b) Incremento en la cantidad de personas en manos de la justicia
c) Crecimiento desmesurado del sector penitenciario dentro de la administración pública
d) Florecimiento de la industria privada de la prisión
e) La política punitiva sobre las familias y barrios desheredados, especialmente los enclaves negros.
Según Wacquant, eso no se debe a que los afroamericanos son más propensos a cometer delitos,
sino que se trata de una discriminación de las prácticas policiales y judiciales.

Estos procesos son replicados en Europa, donde el ‘’sentido común penal’’ tiene como objeto de preferencia
ciertas capas específicas de la población, que en este caso, son los extranjeros inmigrantes. Entonces, es
posible redefinir la comprensión del Estado como el ente que detenta el monopolio de la violencia legítima
(Weber) en tanto ésta se ejerce sobre ‘’aquellos a quienes podemos describir como inútiles o insumisos del
nuevo orden económico y etnorracial, y que los EEUU proponen hoy como patrón para el mundo entero’’.

Sin embargo, ‘’Las cárceles de la miseria’’ plantea que ‘’el advenimiento del Estado penal no es una
fatalidad’’, ya que la utilización de los dispositivos penitenciarios es producto de decisiones políticas a las
cuales es posible oponerse; existe la alternativa de proponer y construir una política social alternativa, que
permita el real progreso de los derechos sociales y económicos de las personas.

El libro de Wacquant presenta además una reflexión: América Latina constituye un campo cada vez más fértil
para las ideas del ‘’más Estado penal’’. La rápida ‘’tolerancia cero’’ en Argentina es señalada con
preocupación por el autor, quien recalca una vez más que su objetivo ‘’es menos combatir el delito que
librar una guerra sin cuartel contra los pobres y los marginales del nuevo orden económico neoliberal
que, por doquier, avanza bajo la enseñanza de la libertad recobrada’’

Lo social se explica por lo social; Wacquant actualiza el viejo postulado de Durkheim, insistiendo en que el
delito, así como la miseria y la inseguridad, obedece a factores que una política social coherente y
responsable debe considerar; a diferencia del darwinismo brattoniano, que plantea que ‘’la desocupación no
está relacionada con el delito’’, el análisis del libro apunta a la precarización del trabajo asalariado.

El principal aporte de Wacquant, en el marco de la ciudad latinoamericana, es la invitación que nos hace de
tomar precaución del ‘’panoptismo social’’, asociado a una administración penal de la pobreza urbana.

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