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El fin de una época


Cómo el renacimiento autoritario de China está socavando su ascenso
(End of an Era)
Carl Minzner | Oxford UP © 2018

Para cualquiera que contemple los rascacielos y los trenes de alta velocidad de China, es fácil
creer que la explosión del éxito económico podría conducir a un cambio político radical. Muchos
creen que el dramático crecimiento económico del país ha preparado el escenario para un cambio
hacia una sociedad más abierta. Pero hay un gran problema con esta premisa, argumenta el
experto Carl Minzner: Beijing no tiene interés en renunciar al control. En todo caso, bajo el
liderazgo de Xi Jinping, China se ha vuelto más represiva. Minzner pinta un panorama sombrío
de la vida moderna en China al describir el aumento de la corrupción oficial y la disminución
de la tolerancia hacia la disidencia. getAbstract recomienda este estudio elegantemente escrito
y sólidamente argumentado como un contrapunto para aquellos que creen que China está en
camino de convertirse en una democracia al estilo occidental.

Ideas fundamentales
• El ascenso económico de China llevó a muchos a pronosticar que el país estaba en vías de
convertirse en una democracia al estilo occidental.
• En los últimos años los esfuerzos de reforma de China se han estancado y las esperanzas de una
sociedad más abierta y democrática han retrocedido.
• China silencia incluso las voces moderadas que podrían impulsar un cambio modesto.
• De 1979 al 2010, el crecimiento económico de China fue en promedio del 10% anual.
• China es una tierra de rascacielos y Starbucks, y también de una creciente desigualdad de
ingresos.
• En el 2050 las personas mayores representarán el 25% de la población de China, un aumento
de solo el 8% desde el 2010.
• A pesar de toda la intolerancia, China ha demostrado ser laxa en un frente: la religión.

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• China permite algunas religiones, como el protestantismo y el budismo; sin embargo, otras
están prohibidas.
• China ha debilitado sistemáticamente las instituciones que permitirían una transición a la
democracia.
• Los observadores occidentales deberían considerar la posibilidad de que las relaciones entre
Estados Unidos y China entren pronto en una espiral descendente.

Resumen

El sueño democrático muere

Desde los años 1980 los expertos occidentales han expresado su esperanza de que China se
encamine hacia una reforma duradera, que la nación se deshaga del régimen autoritario y se
transforme en una democracia al estilo occidental gobernada por el Estado de derecho. En el
imaginario estadounidense, los países en desarrollo marchan naturalmente por el camino de
la democracia y el capitalismo de libre mercado. Según esta lógica, China, con sus rascacielos y
trenes bala en alza, parece estar a punto de transformarse en un nuevo y brillante faro de libertad
política y prosperidad económica. Sin embargo, China ha acompañado al resto del mundo a lo que
algunos llaman una recesión democrática o un resurgimiento autoritario. Las limitadas reformas
políticas, sociales y económicas que China exploró durante las dos últimas décadas del siglo XX
se han estancado, y la promesa de una sociedad abierta gobernada por el Estado de derecho ha
retrocedido. Bajo la dirección represiva de Xi Jinping, Beijing ha doblado su determinación de
aplastar los movimientos disidentes.

“Las consignas políticas de los presentadores de la televisión estatal son ahora


anacronismos vacíos”.

En lugar de fortalecer las instituciones gubernamentales, Xi se ha preocupado principalmente


por aumentar su propio poder. Xi –referido en la propaganda estatal como Papá Xi– ha vencido
a sus rivales y ha establecido “el pensamiento Xi Jinping” como la ley del país. En un ejemplo de
autoelevación, el régimen de Xi creó un video con el título “Si quieres casarte, cásate con alguien
como el gran papito Xi”. Cuando el carisma de Xi no logra acobardar a sus oponentes, el miedo
abyecto es suficiente. Xi ha supervisado el regreso al tratamiento de los disidentes como en la era
de Mao. Periodistas y abogados se ven obligados a hacer confesiones públicas, y los funcionarios
del Estado y los civiles disidentes a menudo desaparecen. Las medidas enérgicas contra los medios
de comunicación social, la prensa libre y el acceso a internet completan la imagen de un mayor
autoritarismo. Hasta ahora, Xi se ha resistido a la tentación de organizar mítines al estilo de Mao
que lo ven rodeado de multitudes de adoradores; sin embargo, ese último paso no está descartado,
sobre todo si un colapso económico o un conflicto en el Mar Meridional de China pone a prueba la
capacidad de Xi para conservar el poder.

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Suprimir la disidencia

Las raíces de la actual situación política de China se remontan a 1989: aterrorizado ante la
perspectiva de compartir el destino de los regímenes comunistas de Europa Central y Oriental,
el Partido Comunista reprimió brutalmente las protestas estudiantiles por la democracia en
la Plaza de Tiananmen. La congelación política de China ha durado desde entonces. Hoy día,
Beijing gobierna con mano de hierro: ningún activista religioso o disidente político puede
encontrar una voz en China. La política del Partido de tomar medidas enérgicas contra todos
y cada uno de los disidentes significa que China también silencia a las fuerzas moderadas que
podrían presionar por un cambio modesto y gradual.

“En lugar de ser una barrera total, el Firewall tiene como objetivo hacer que cierta
información fuera de China sea tan difícil de acceder que la mayoría de los ciudadanos
chinos dejarán de buscarla”.

La represión de la expresión política en China deja a la población con pocas opciones, aparte de
actuar ocasionalmente en espasmos de violencia. Por ejemplo, después de que una adolescente
se ahogara en una ciudad del sur en el 2008, circularon rumores de que los responsables eran
funcionarios locales. Los manifestantes respondieron con disturbios e incendiaron un cuartel
general de la policía. Este comportamiento extravagante se ha vuelto más común en China en los
últimos años. Otros estallidos incluyen un hombre trastornado que bombardeó un autobús –una
explosión que mató a 47 víctimas– y otro manifestante que apuñaló al segundo hombre más rico
de China. En el 2008 un hombre desempleado de 28 años de edad mató a seis agentes en una
comisaría de policía de Beijing; citó los abusos que sufrió durante un interrogatorio.

Creciente desigualdad

Durante décadas China pareció un modelo de prosperidad. A finales de la década de 1970 el


ingreso per cápita de China se mantuvo en el vecindario de los de Afganistán y Zaire. Sin embargo,
de 1979 al 2010, el crecimiento económico de China fue de un promedio del 10% anual. A pesar
de estos avances, muchos más líderes del pensamiento liberal chino consideran los años de Hu
Jintao –del 2002 al 2012– como una década perdida: la preocupación del régimen por cerrar la
disidencia política y expandir los monopolios estatales desaprovechó una oportunidad clave para
instituir reformas económicas efectivas.

“La educación superior en China se está convirtiendo cada vez más en un bien de lujo, un
símbolo de estatus divorciado de su papel tradicional como herramienta de aspiración
para la movilidad social”.

Hoy, aunque la narrativa oficial posiciona a Xi y sus secuaces como “superhombres tecnocráticos”
y a China en el camino hacia el dominio global, la realidad es muy diferente. China puede ser
una tierra de rascacielos y Starbucks, pero la movilidad social está disminuyendo, y la brecha de

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riqueza del país sigue aumentando. Mientras tanto, las industrias y las inversiones que impulsaron
el crecimiento económico de China durante tres décadas siguen debilitándose, lo que conduce a
una desaceleración general del crecimiento: las estadísticas oficiales sitúan el PIB de China en el
6,7% (en el 2016), pero algunos expertos creen que la cifra real está más cerca del 3%.

“Más contratación de baristas de Starbucks no compensará las desgarradoras


dislocaciones que tendrán lugar cuando sectores enteros de la industria china entren en
recesión”.

Las noticias económicas en China no son tan malas. Por ejemplo, del 2002 al 2007, los ingresos
de los más pobres de China aumentaron un 46%. China está progresando en la reducción de la
pobreza; sin embargo, la riqueza se está acumulando entre los más ricos a un ritmo mucho más
rápido. La desigualdad de ingresos en China está ahora a la par de la de Estados Unidos, África
y América Latina. Mientras que el crecimiento salarial rural se ha aplanado, el nivel superior de
los asalariados ha disfrutado de un fuerte crecimiento de la riqueza. El auge de la vivienda en
China ha exacerbado esta tendencia. Con el valor de la vivienda en alza en ciudades como Beijing
y Shanghai, los que tienen la suerte de poseer propiedades en ciertos mercados han cosechado
grandes recompensas. Esto subraya una tendencia más amplia en China: Beijing ya no puede
prometer que todo el mundo pueda lograr un futuro más próspero. En cambio, los avances eluden
a muchos.

La burbuja universitaria de China

Una fuerza potencialmente desestabilizadora en China es el creciente número de graduados


universitarios y el valor decreciente de los títulos universitarios. A principios de la década de
1980, un título universitario era una garantía de éxito. En una nación de mil millones de almas,
solo unos pocos cientos de miles de personas tenían diplomas universitarios. Más recientemente,
sin embargo, la matrícula universitaria se ha multiplicado en toda China. Mientras la formación
profesional se quedaba en el camino, las universidades que antes se especializaban en derecho o
en ciencias políticas se expandieron hacia nuevos campos de estudio. En el 2015 las universidades
chinas producían cerca de siete millones de graduados al año. La burbuja universitaria de China
también infló las filas de profesores y la correspondiente necesidad de que esos profesores
publicaran. En respuesta, se desarrolló un mercado negro: las “fábricas de papel” sin escrúpulos
podrían cobrar miles de yuanes para generar y encontrar la colocación de trabajos académicos
falsos para aumentar los índices de publicación de los estudiosos.

“El renacimiento de las políticas religiosas imperiales en Beijing ha producido versiones


modernas de los grupos sectarios que plagaron a los emperadores celestiales del
pasado”.

Después de décadas de ampliar el acceso a la educación formal, China se encuentra con un exceso
de trabajadores con educación universitaria. Un informe del gobierno del 2012 señalaba que

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para más de dos tercios de los graduados universitarios, los salarios iniciales eran inferiores a US
$322 al mes. Los trabajadores migrantes ganan más. Con los títulos de licenciatura devaluados
en el mercado laboral de China, más y más estudiantes están eligiendo permanecer en la escuela
para obtener títulos de maestría. Los estudiantes más ambiciosos viajan a Estados Unidos
para estudiar, donde la matrícula completa en escuelas como la Universidad de Washington
cuesta alrededor de US$50 mil. Las universidades estadounidenses podrían beneficiarse de esta
tendencia, pero es una señal preocupante para la economía china.

Una sociedad de canas

El envejecimiento de la población china también produce un fuerte viento en contra para


la economía. Durante décadas, los gobiernos locales recibieron pagos por cumplir con las
restricciones sobre la fertilidad determinadas por el estado. Para el año 2000 los expertos estaban
presionando fuertemente en contra de la continuación de estas políticas, las cuales, entre otras
cosas, fomentaban las prácticas de aborto selectivo que producían proporciones sesgadas de
hombres y mujeres. Sin embargo, los conocedores de la burocracia se resistieron a la percepción
de un ataque a su flujo de ingresos. Como resultado, la política china de un solo hijo no se
modificó oficialmente hasta el 2016. En el 2050, las personas mayores representarán el 25% de
la población, frente al 8% en el 2010. Esta tendencia ejercerá presión sobre el plan nacional de
pensiones de China.

Caos espiritual

A pesar de toda la intolerancia, China ha mostrado moderación en un frente: la religión. Es


cierto, para muchos, el materialismo llena cualquier vacío espiritual. Una concursante en un
programa de citas se convirtió en una sensación cultural en el 2010 cuando despidió a un pobre
pretendiente con la frase: “Prefiero llorar en un BMW que sonreír en una bicicleta”. Sin embargo,
para aquellos que buscan un enfoque más místico de la espiritualidad, China ahora tolera una
variedad vertiginosa de religiones, incluyendo el mormonismo, el judaísmo, el protestantismo y el
budismo. Otros, como Falun Gong, todavía enfrentan una severa persecución.

“China no solo está fallando en democratizar, sino que sus líderes están socavando
progresivamente las mismas cosas que podrían hacer posible cualquier forma de
transición estable”.

En muchos sentidos, la represión de Beijing contra los grupos religiosos que considera peligrosos
ha tenido éxito. A diferencia de América del Sur o de Oriente Medio, China no se enfrenta a
agitadores motivados por motivos religiosos que hagan proselitismo contra el régimen de Beijing.
Por otro lado, la persecución ofrece solo una forma más de aumentar la presión política y de
rebosar de manera inesperada. En lugar de desaparecer, los seguidores de Falun Gong han
aprendido a adaptarse. Operan en secreto y se han organizado como una especie de partido de
la oposición. Otro grupo oficialmente prohibido, Relámpago Oriental –también conocido como

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la Iglesia del Dios Todopoderoso– enseña que Cristo ha renacido como una mujer china y que
el Partido Comunista Chino es Satanás. El grupo se involucra en intentos agresivos de ganar
conversos. En un ejemplo, en el 2014, seis miembros de Relámpago Oriental golpearon a una
mujer hasta matarla después de que ella rechazó sus intentos de transmitir las enseñanzas de la
iglesia.

El futuro de China

Incluso si las esperanzas democráticas están casi muertas en China, el sueño muere difícilmente
en Estados Unidos. Los estadounidenses asumen que cada nación es una democracia en espera
y que el cambio de régimen es fácil. En realidad, la democratización ha demostrado ser difícil de
alcanzar. Muchos occidentales pensaron que China seguiría los pasos de sus vecinos Taiwán y
Corea del Sur. Ambas naciones eran regímenes autoritarios que se transformaron en democracias
tras impresionantes rachas de crecimiento económico. China ha seguido una parte del guion:
entre el 2001 y el 2014, la producción económica per cápita se triplicó, imitando el crecimiento
que experimentaron Taiwán y Corea del Sur justo antes de convertirse en democracias. Sin
embargo, en lugar de aprovechar estos beneficios para evolucionar políticamente, China ha
debilitado las instituciones que podrían permitir dicha transición.

“Las democracias liberales estables no se crean de la noche a la mañana”.

¿Cómo podría China proceder si la democracia no está en el futuro? El totalitarismo al estilo


de Corea del Norte es un camino posible, pero esta opción destruye el crecimiento económico.
Otra posibilidad es el aumento del autoritarismo: la formación de un estado policial puro que
prohíba toda competencia. Esta estrategia, cuando fue seguida por la Polonia comunista, el
apartheid sudafricano y una serie de gobernantes militares en Egipto, fracasó en última instancia:
el gobierno autoritario fue derrocado. Una tercera opción es la autocracia reformista. En este
escenario el partido gobernante se va abriendo gradualmente, siguiendo el modelo de Taiwán,
México e India. Hasta ahora, China no ha elegido ninguno de estos caminos.

“Estados Unidos y China podrían estar entrando en otra década de deslizamiento hacia
el nativismo y la desconfianza mutua”.

Las relaciones entre Estados Unidos y China están actualmente en constante cambio, al igual que
la relación de China con el orden internacional en general. El nacionalismo está en aumento en
ambas naciones, y como resultado Washington se encuentra en una posición difícil. Por un lado,
un creciente clima de sospecha y desconfianza podría llevar a que Estados Unidos participe en el
derrocamiento del régimen de China. Pero, como lo demostró la desgracia americana en Irak, el
derrocamiento de un régimen indeseable puede crear problemas más graves. Al mismo tiempo, si
Estados Unidos se queda de brazos cruzados mientras Beijing aplasta a la disidencia, eso garantiza
la infusión del antiamericanismo en cualquier descontento civil en China. Incluso si Beijing y

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Washington continúan gravitando hacia puntos de vista cada vez más extremos, es vital que las
voces moderadas en Estados Unidos mantengan abiertas las puertas diplomáticas.

Sobre el autor
Carl Minzner es profesor en la Facultad de Derecho de Fordham y un experto en China que ha
escrito mucho sobre el derecho y la gobernanza chinos.

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Este resumen solo puede ser leído por Manuel Antonio Obando cabrera (MOBANDO@POSTOBON.COM.CO)
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