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Las flores que marchitó la guerra

En las últimas décadas Colombia ha estado sumergida en una guerra interna, donde ha dejado
millones de muertos entre los que se encuentran hombres, mujeres y niños, devastando a muchas
familias o familiares, a causa del conflicto armado llevado entre el ejército y los grupos armados
al margen de la ley.
Contextualizándonos las fuerzas armadas en Colombia fueron organizadas en la década de los años
sesenta, en donde varios grupos campesinos se unen bajo la misma idea de luchar en contra de la
injusticia de un país azotado por la violencia del bogotazo, durante esos años los grupos armados
simbolizaban el inconformismo de la clase popular colombiana que había sido olvidada por el
gobierno y reprimida por el ejército. Posteriormente con la llegada de los años ochenta y a su vez
la época dorada del narcotráfico, los grupos armados se dejan cegar por las riquezas del
narcotráfico y cambiando su organización para que les permitiera sembrar drogas en sus tierras a
cambio de una gran cantidad de dinero, al mismo tiempo los grupos armados vieron el negocio del
secuestro como un aporte más de riqueza, de esa manera dejando de lado la razón por la cual
luchaban inicialmente, que a su vez trajo graves violaciones a los derechos humanos haciendo que
fueran más frecuentes las noticias que dijeran que los grupos armados hacían ataques terroristas y
que aumentase el secuestro y las desapariciones, el robo de ganado, el asesinato de rehenes, la
tortura, el reclutamiento de niños y las masacres; a mi manera de ver este hecho me da un cierto
sentido de lastima con nosotros mismos porque ya la violencia podría ser considerado como algo
intrínseco de la vida de nosotros los colombianos.

Era martes 03 de septiembre, un día con unas condiciones climáticas agradables en Bogotá, es
decir soleado, con brisa fresca y con una temperatura ambiente agradable, o sea ni mucho bochorno
ni mucho frío, lucia un día perfecto para salir a dar un paseo y relajarse. Ese día, como cualquier
otro iba a la universidad a responder las obligaciones y de paso a encontrarme con amigos, cuando
ya termino mi ultima clase, a las 11:00 de la mañana, me acerco a Daniel y a Hernán, unos amigos
de la universidad que estudiamos juntos en prácticamente todas las materias, y les presento la
opción de ir ese día a la exposición “El Testigo” ubicada en la plaza de Bolívar, ya que teníamos
que hacer una crónica sobre dicha exposición, estos responden así:

-Si, hágale, yo ya salí, la cosa es que tocaría esperar al manito (como le decimos a Daniel) – dice
Hernán.
-Si eso, sería que me esperen hasta las 2 de la tarde mientras que salgo de clase y vamos, relajados
– dice Daniel.

Después de esa pequeña conversación nos quedamos en el salón en donde teníamos dibujo, nuestra
anterior clase, allí nos quedamos hablando aproximadamente 45 minutos con compañeros de esa
clase sobre temas aleatorios, una vez finalizada la conversación Daniel y los demás compañeros
de dibujo fueron a la clase que tenían, y Hernán y yo fuimos a comprar algo de comer, duramos
como una hora en todo lo que trata de ir a un restaurante y comer, después ya siendo casi las 12:45
de la tarde fuimos a la biblioteca para de esa manera “matar tiempo” hasta que Daniel saliera de
clase. Cuando Daniel llama casi a la 1:40 de la tarde diciendo que ya había salido de clase y que
nos viéramos en portería, Hernán y yo decidimos ir a alcanzarlo, en ese momento se sentí algo
aliviado ya que haría algo productivo y que me distrajera la mente de los parciales que tenía a día
próximo, cuando llegamos Daniel estaba con Daniela, una compañera que nos vemos en varias
materias pero casi no hablamos, nos saludamos normal y nos preparamos para irnos con Daniel en
un Uber, ya que Hernán se iba en moto, el Uber tardó alrededor de 5 minutos en llegar, y casi 20
minutos en llegar a la plaza de Bolívar, mi mente en ese momento pensaba que habría sido más
rápido habernos ido en Transmilenio que en carro, ya que a lo largo del trayecto había mucho
tráfico. Cuando ya estábamos en la plaza de Bolívar dirigí a Daniel y a Daniela al San Agustín
para encontrarnos con Hernán.
Una vez en el San Agustín, casi a las 2:15, a pesar de que estuviera acompañado con Daniel,
Daniela y Hernán, estuvimos en silencio de tal manera que pareciera que uno se fue solo. Me di
cuenta antes de entrar a la primera sala que la gente que visitaba ese lugar es joven, y a mi manera
de ver eso esta bien ya que los jóvenes debemos conocer la historia de nuestro país y una manera
de hacer es conocer el testimonio de las partes afectada por ello.

Cuando ingreso a la primera sala, lo primero


que puedo notar fue de los árboles hechos
con periódicos, traté de buscar algo por el
entorno que me dijera una explicación del
porque está ahí o sobre que lo relaciona, y
lo que encontré fue una foto titulada como
“Horno crematorio” en donde aparecía un
árbol muy similar al de los periódicos, la
leyenda de esa foto decía que ahí es donde
los paramilitares torturan y desmiembran a
campesinos con la excusa de que son
guerrilleros, esos cuerpos torturados y
desmembrados los echan a hornos
crematorios muy cerca del árbol para
ocultar todo evidencia, en ese momento me
puse a analizar la relación que habría entre esos arboles de papel y los arboles donde los
paramilitares llevan a los campesinos, y se me vino a la mente de que los árboles de papel son
como una alegoría del árbol de la fotografía, es decir que cada hoja del árbol de periódico
representa el testimonio o la historia de una persona que fue asesinada ahí y que al haber toda una
serie de muertes ahí se podría construir un árbol de historias de diferentes personas, a su vez siento
que este árbol más allá de ser la representación del testimonio de una persona puede representar
también un icono de desesperación y tristeza, esto por parte de las familias que de un momento a
otro les quitaron a sus familiares y que no saben dónde se puedan encontrar.

Mas adelante en la exposición al ver esa fotografía, sentí que


esa foto irradiaba emociones como de tristeza y de
desesperanza, y lo que uno queda medio asombrado es que ve
a un hombre llorar, eso lo digo porque hoy por temas de
machismo no se admite que un hombre llore ya que el hombre
debe ser el valiente y fuerte, analizando a fondo uno podría
deducir que el niño perdió a su madre, puede ser que la
hubiesen asesinado o mucho peor desaparecido, aca se dice que
es mucho peor la desaparición porque al menos con la muerte
sabe cómo está y dónde está, pero con la desaparición uno ni
siquiera podría saber si está viva o muerta ni dónde está, por
otra parte uno podría decir que si la muerte es dolorosa ¿qué
será de la desaparición?

Salí de la exposición con Hernán, Daniel y Daniela casi a las 5:15 de la tarde del San Agustín, ya
se notaba un cielo más oscuro por las nubes, fuimos caminando por el reten militar de la casa
presidencial hablando sobre el cómo nos había parecido la exposición, esa conversación duro como
5 minutos mientras que cada uno iba a tomar transporte y ahí ya nos separamos. Mientras que iba
en el Transmilenio para el norte, más o menos a las 5:45 p.m., se me paso por la mente que tal vez
la ubicación del San Agustín, tan cercana al palacio presidencial, es una manera de decirle a los
políticos que en vez de ir a regiones afectas por la violencia para pedir votos deberían ir para
solidarizarse, y que, si la distancia es un pretexto, al lado del palacio podrían solidarizarse y
conocer lo que ha pasado en el país. Otra reflexión que me hice en el Transmilenio, como a los 5
minutos, es que los que viven personalmente el conflicto son los que quieren una paz genuina y
duradera, como se pudo haber visto en el referendo de 2016.

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