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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 16 de abril de 1980
✤ Como tema de nuestras futuras reflexiones —en el ámbito de los encuentros del
miércoles— quiero desarrollar la siguiente afirmación de Cristo, que forma parte del
sermón de la montaña: “Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que
todo el que miro a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5, 27-28).
✤ Parece que este pasaje tiene un significado-clave para la teología del cuerpo,
igual que aquel en el que Cristo hiño referencia al “principio”, y que nos ha
servido de base para los análisis precedentes.
✤ Esta enunciación constituye uno de los pasajes del sermón de la montaña, en los
que Jesucristo realiza una revisión fundamental del modo de comprender y
cumplir la ley moral de la Antigua Alianza.
✤ Sobre todo, son significativas las palabras que preceden a estos artículos —y a los
siguientes— del sermón de la montaña, palabras con las que Jesús declara: “No
penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas; no he venido a abrogarla, sino
a consumarla” (Mt 5, 17).
✤ “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a
dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o
una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos
mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el
Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el
Reino de los Cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 5, 17-20).
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✤ Sólo este cumplimiento construye esa justicia que Dios-Legislador ha querido. Cristo-
Maestro advierte que no se dé una interpretación humana de toda la ley y de
cada uno de los mandamientos contenidos en ella, tal, que no construya la
justicia que quiere Dios-Legislador.
✤ Nos hallamos así en la plenitud del ethos, o sea, en lo que puede ser definido la
forma interior, como el alma de la moral humana.
✤ Además del mandamiento “no adulterarás”, el Decálogo dice también “no desearás la
mujer del... prójimo”.
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✤ Esta acción encuentra su expresión visible en el “acto del cuerpo”, acto en el que
participan el hombre y la mujer contra la ley que lo permite exclusivamente en el
matrimonio.
✤ Cristo sitúa la esencia del problema en otra dimensión al decir: “el que mira a una
mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Según antiguas traducciones:
“ya la hizo adúltera en su corazón”).
✤ Así, pues, Cristo apela al hombre interior. Lo hace muchas veces y en diversas
circunstancias. En este caso, aparece particularmente explícito y elocuente, no sólo
respecto a la configuración del ethos evangélico, sino también respecto al modo de
ver al hombre.
✤ Por lo tanto, no es sólo la razón ética, sino también la antropológica la que nos
aconseja detenernos más largamente sobre el texto de Mt 5, 27-28, que contiene
las palabras que Cristo pronunció en el sermón de la montaña.
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 23 de abril de 1980
II. “No cometerás adulterio”. Contenido antropológico: significado del cuerpo desde
el “principio”
✤ Recordemos las palabras del sermón de la montaña, a las que hicimos referencia en
el presente ciclo de nuestras reflexiones del miércoles: “Habéis oído —dice el Señor
—que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer
deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5, 27-28).
✤ Lo mismo el hombre del pasado, que el hombre del futuro puede ser el que
conoce el mandamiento positivo “no adulterarás” como “contenido de la
ley” (cf. Rom 2, 22-23: “Prohibes el adulterio, y ¡adulteras! Aborreces los ídolos, y
¡saqueas sus templos! Tú que te glorías en la ley, transgrediéndola deshonras a
Dios”), pero puede ser igualmente el que, según la Carta a los Romanos, tiene
este mandamiento solamente “escrito en (su) corazón” (Rm 2, 15).
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✤ Las palabras de Cristo tienen un explícito contenido antropológico; tocan esos
significados perennes, por medio de los cuales se constituye la antropología
“adecuada”. Estas palabras mediante su contenido ético, constituyen
simultáneamente esta antropología, y exigen, por decirlo así, que el hombre
entre en su plena imagen.
✤ El hombre comete adulterio, si se une de ese modo con una mujer que no es
su esposa. También comete adulterio la mujer, si se une de ese modo con un
hombre que no es su marido.
✤ Se trata de un deseo, en este caso, que el hombre dirige hacia una mujer que
no es su esposa, para unirse con ella como si lo fuese, esto es —utilizando
una vez más las palabras del Gn 2, 24—, de tal manera que “los dos sean una
sola carne”.
✤ Este deseo, como acto interior, se expresa por medio del sentido de la vista,
es decir, con la mirada, como en el caso de David y Betsabé, para servirnos de
un ejemplo tomado de la Biblia (cf. 2 Sam 11, 2). Éste es quizá el más
conocido; pero en la Biblia se pueden encontrar otros ejemplos parecidos (cf.
Gn 34, 2; Jue 14, 1; 16, 1).
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 30 de abril de 1980
✤ Es obvio que para entender estas palabras hay que tener muy en cuenta el
contexto en el que se insertan, es decir, el contexto de toda la “teología de San
Juan”.
✤ El hombre que toma el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal” hace,
al mismo tiempo, una opción fundamental y la realiza contra la voluntad del
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Creador, Dios Yahvé, aceptando la motivación que le sugiere el tentador:
“No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis, se os abrirán
los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”; según
traducciones antiguas: “seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”.
✤ “Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas
de higuera y se hicieron unos ceñidores” (Gn 3, 7).
✤ Esta es la primera frase del relato yahvista que se refiere a la “situación” del
hombre después del pecado y muestra el nuevo estado de la naturaleza
humana.
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 14 de mayo de 1980
✤ La primera frase del relato bíblico, a este respecto, dice así: “Abriéronse los
ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de
higuera y se hicieron unos ceñidores” (Gn 3, 7).
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fuente del don originario, fuente de la plenitud del bien destinado a la
criatura.
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✤ Efectivamente, él había sido, por así decirlo, marcado como factor
visible de la trascendencia, en virtud de la cual el hombre, en cuanto
persona, supera al mundo visible de los seres vivientes (animalia).
✤ Las palabras “temeroso porque estaba desnudo, me escondí” (Gn 3, 10) testimonian un
cambio radical de esta relación.
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sometía: “Por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella
todo el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las
hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta
que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado” (Gn 3, 17-19).
✤ En este contexto o, más bien, en esta perspectiva, las palabras de Adán en Gn 3, 10:
“Temeroso, porque estaba desnudo, me escondí”, parecen expresar la conciencia de estar
inerme, y el sentido de inseguridad de su estructura somática frente a los procesos
de la naturaleza, que actúan con un determinismo inevitable.
*Nota
El Concilio de Trento define el estado del primer hombre, antes del pecado, como
“santidad y justicia” (“sanctitas et iustitia”, DS 1511, 1512), o también como
“inocencia” (“innocentia”, DS 1521).
Las declaraciones ulteriores en esta materia defienden la absoluta gratuidad del don
originario de la gracia, contra las afirmaciones de los jansenistas. La “integritas primae
creationis” era una elevación no merecida de la naturaleza humana (“indebita humanae
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naturae exaltatio”) y no “el estado que le era debido por naturaleza” (“naturalis eius
conditio”, DS 1926). Por lo tanto, Dios habría podido crear al hombre sin estas gracias y
dones (DS 1955), esto es, no habría roto la esencia de la naturaleza humana ni la habría
privado de sus privilegios fundamentales (DS 1903-1907, 1909, 1921, 1923, 1924, 1926,
1955, 2434, 2437, 2616, 2617).
En analogía con los Sínodos antipelagianos, el Concilio de Trento trata sobre todo el
dogma del pecado original, incluyendo en su enseñanza los enunciados precedentes a
este propósito. Pero aquí se introdujo una apreciación, que cambió en parte el contenido
comprendido en el concepto de “liberum arbitrium”. La “libertad” o “libertad de la
voluntad” de los documentos antipelagianos, no significaba la posibilidad de opción,
inherente a la naturaleza humana, por lo tanto constante, sino que se refería solamente a
la posibilidad de realizar los actos meritorios, la libertad que brota de la gracia y que el
hombre puede perder.
Ahora bien, a causa del pecado, Adán perdió lo que no pertenecía a la naturaleza
humana entendida en el sentido estricto de la palabra, esto es, “integritas”, “sanctitas”,
“innocentia”, “iustitia”. El “liberum arbitrium”, la libertad de la voluntad, no se quitó, se
debilitó: “…liberum arbitrium minime exstinctum... viribus licet attenuatum et
inclinatum…" (DS 1521 Trid. sess. VI, Decr. de Iustificatione, c. 1).
(Cf. Mysterium salutis, II, Einsiedeln-Zurich-Colonia, 1967, págs. 827-828: W. Seibel, “Der
Mensch als Gottes übernatürliches Ebenbild und der Urstand de Menschen”).
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 28 de mayo de 1980
✤ Estamos leyendo de nuevo los primeros capítulos del libro del Génesis, para
comprender cómo con el pecado original el “hombre de la concupiscencia” ocupó el
lugar del “hombre de la inocencia” originaria.
✤ Esta vergüenza, que sin duda se manifiesta en el orden “sexual”, revela una
dificultad específica para hacer notar lo esencial humano del propio cuerpo:
dificultad que el hombre no había experimentado en el estado de inocencia
originaria.
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la unidad del hombre-persona, esto es, de la naturaleza moral, que hunde
sólidamente las raíces en la misma constitución de la persona.
✤ Con este desequilibrio interior está vinculada la vergüenza inmanente. Y ella tiene
un carácter “sexual”, porque precisamente la esfera de la sexualidad humana parece
poner en evidencia particular ese desequilibrio, que brota de la concupiscencia y
especialmente de la "concupiscencia del cuerpo”.
✤ Desde este punto de vista, ese primer impulso, del que habla el Gn 3, 7
(“viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos
ceñidores”), es muy elocuente; es como si el "hombre de la
concupiscencia” (hombre y mujer, “en el acto del conocimiento del bien y del
mal”) experimentase haber cesado sencillamente, de estar también, a través
del propio cuerpo y sexo, por encima del mundo de los seres vivientes o
“animalia”.
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✤ El corazón humano guarda en sí, al mismo tiempo, el deseo y el pudor. El
nacimiento del pudor nos orienta hacia ese momento, en el que el hombre interior,
“el corazón”, cerrándose a lo que “viene del Padre” se abre a lo que “procede del
mundo”.
✤ Tiene pudor del cuerpo a causa de ese estado de su espíritu, al que la teología
y la psicología dan la misma denominación sinónima: deseo o
concupiscencia, aunque con significado no igual del todo.
✤ El pudor tiene un doble significado: indica la amenaza del valor y al mismo tiempo
protege interiormente este valor (Cf. Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad, cap. 2.
“Metafísica del pudor”).
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 4 de junio de 1980
✤ Así, pues, sobre todo esta vergüenza que, según la narración bíblica, induce al
hombre y a la mujer a ocultar recíprocamente los propios cuerpos y en especial su
diferenciación sexual, confirma que se rompió esa capacidad originaria de
comunicarse recíprocamente a sí mismos de que habla el Gn 2, 25.
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✤ Como de improviso, aparece en sus conciencias un umbral
infranqueable, que limitaba la originaria “donación de sí” al otro,
confiando plenamente todo lo que constituía la propia identidad y, al
mismo tiempo, diversidad, femenina por un lado, masculina por el
otro.
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✤ Como si el perfil personal de la masculinidad y feminidad, que
anteponía en evidencia el significado del cuerpo para una plena
comunión de las personas, cediese el puesto sólo a la sensación de la
“sexualidad” respecto al otro ser humano.
✤ De aquí la necesidad de ocultarse ante el “otro” con el propio cuerpo, con lo que
determina la propia feminidad-masculinidad.
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 18 de junio de 1980
VII. El dominio sobre el otro como consecuencia del pecado original. La unión
personal entre varón y mujer
✤ Una reflexión atenta sobre este texto nos permite deducir que la vergüenza
adquiere una profunda dimensión toda vez que es la sustituta de la armonía
total de que gozaba en el anterior estado de inocencia originaria la mutua
relación varón-mujer.
✤ A este respecto es preciso volver a leer hasta el final el capítulo tercero del
Génesis, y no limitarse al versículo 7 ni a los versículos 10-11, que contienen
el testimonio acerca de la primera experiencia de la vergüenza.
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✤ En cambio, inmediatamente la expresión: “buscarás con ardor a tu marido,
que te dominará”, indica otra forma de desigualdad de la que la mujer se
resentirá como falta de unidad plena precisamente en el amplio contexto de la unión
con el hombre, a la que están llamados los dos según el Gn 2, 24.
✤ Las palabras de Dios Yahvé: “Buscarás con ardor a tu marido, que te dominará” (Gn
3, 16) no se refieren exclusivamente al momento de la unión del hombre y de la
mujer, cuando ambos se unen de tal manera que se convierten en una sola carne (cf.
Gn 2, 24), sino que se refiere al amplio contexto de las relaciones, aún indirectas, de
la unión conyugal en su conjunto.
✤ Parece, pues, que en las palabras que Dios Yahvé dirige a la mujer, se encuentra
una resonancia más profunda de la vergüenza, que ambos comenzaron a
experimentar después de la ruptura de la Alianza originaria con Dios.
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el hombre, como varón o mujer —antes era más bien varón y mujer— se
siente como más extrañado del cuerpo, como la fuente de la originaria unión
en la humanidad (“carne de mi carne”), y más contrapuesto al otro
precisamente basándose en el cuerpo y en el sexo.
✤ La mujer, que “buscará con ardor a su marido” (cf. Gn 3, 16), y el hombre que
responde a ese instinto, como leemos: “te dominará”, forman indudablemente la
pareja humana, el mismo matrimonio del Gn 2, 24, más aún, la misma comunidad
de personas; sin embargo, son ya algo diverso.
✤ A la luz del relato bíblico, el pudor sexual tiene su significado profundo, que
está unido precisamente con la insaciabilidad de la aspiración a realizar la
recíproca comunión de las personas en la “unión conyugal del cuerpo” (cf.
Gn 2, 24).
✤ Todo esto parece confirmar, bajo varios aspectos, que en la base de la vergüenza, de
la que el hombre “histórico” se ha hecho partícipe, está la triple concupiscencia de
que trata la primera Carta de Juan 2, 16: no sólo la concupiscencia de la carne, sino
también “la concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida”.
✤ He aquí los interrogantes que nacen de la reflexión sobre las palabras de Dios Yahvé
según el Génesis 3, 16. Esas palabras, pronunciadas casi en el umbral de la historia
humana después del pecado original, nos desvelan no sólo la situación exterior del
hombre y de la mujer, sino que nos permiten también penetrar en lo interior de los
misterios profundos de su corazón.
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 25 de junio de 1980
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proviene de una opción, dado que el hombre “abandona” al padre y a la madre para
unirse a su mujer.
✤ Semejante unión de las personas comporta que vengan a ser “una sola carne”.
Partiendo de esta expresión “sacramental” que corresponde a la comunión de
las personas —del hombre y de la mujer— en su originaria llamada a la
unión conyugal, podemos comprender mejor el mensaje propio del Gn 3, 16;
esto es, podemos establecer y como reconstruir en qué consiste el
desequilibrio, más aún, la peculiar deformación de la relación originaria
interpersonal de comunión, a la que aluden las palabras “sacramentales” de
Gn 2, 24.
✤ Se puede decir pues —profundizando en el Gn 3, 16— que mientras por una parte el
“cuerpo”, constituido en la unidad del sujeto personal, no cesa de estimular los
deseos de la unión personal, precisamente a causa de la masculinidad y feminidad
(“buscarás con ardor a tu marido”) por otra parte, y al mismo tiempo, la concupiscencia
dirige a su modo estos deseos; esto lo confirma la expresión “Él te dominará”.
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deseo. Si este impulso prevalece por parte del hombre, los instintos
que la mujer dirige hacia él, según la expresión del Gn 3, 16, pueden
asumir —y asumen— un carácter análogo. Y acaso a veces previenen
al “deseo” del hombre o tienden incluso a suscitarlo y darle impulso.
✤ El texto del Gn 3, 16 parece indicar, sobre todo al hombre como aquel que “desea”,
análogamente al texto de Mateo 5, 27-28, que constituye el punto de partida para las
meditaciones presentes; no obstante, tanto el hombre como la mujer se han
convertido en un “ser humano” sujeto a la concupiscencia.
✤ Y por esto ambos sienten la vergüenza, que con su resonancia profunda toca
lo íntimo tanto de la personalidad masculina como de la femenina, aún
cuando de modo diverso.
✤ Cuando hablamos del significado del cuerpo, ante todo hacemos referencia a
la plena conciencia del ser humano, pero incluimos también toda experiencia
efectiva del cuerpo en su masculinidad y feminidad, y, en todo caso, la
predisposición constante a esta experiencia.
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✤ Sin embargo, este significado puramente objetivo del cuerpo y del sexo, fuera
del sistema de las reales y concretas relaciones interpersonales entre el
hombre y la mujer, es, en cierto sentido, “ahistórico”.
✤ Se trata aquí obviamente de una dimensión interior, que escapa a los criterios
externos de la historicidad, pero que, sin embargo, puede ser considerada
“histórica”. Más aún, está precisamente en la base de todos los hechos, que
constituyen la historia del hombre —también la historia del pecado y de la
salvación— y así revelan la profundidad y la raíz misma de su historicidad.
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situación de la inocencia originaria constituía la medida del corazón de
ambos, del hombre y de la mujer.
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 23 de julio de 1980
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✤ El substrato natural y somático de la sexualidad humana se manifestó como
una fuerza casi autógena, señalada por una cierta “constricción del cuerpo”,
operante según una propia dinámica, que limita la expresión del espíritu y la
experiencia del intercambio de donación de la persona.
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✤ La imagen de la concupiscencia del cuerpo que surge del presente análisis tiene una
clara referencia a la imagen de la persona, con la cual hemos enlazado nuestras
precedentes reflexiones sobre el tema del significado nupcial del cuerpo.
✤ En efecto; el hombre como persona es en la tierra, “la única criatura que Dios
quiso por sí misma” y, al mismo tiempo, aquel que no puede “encontrarse
plenamente sino a través de una donación sincera de sí mismo” (1).
✤ En vez de ser “una cosa con el otro” —sujeto en la unidad, más aún, en la
sacramental “unidad del cuerpo”—, el hombre se convierte en objeto para el
hombre: la mujer para el varón, y viceversa.
✤ La concupiscencia significa, por así decirlo, que las relaciones personales del
hombre y la mujer son vinculadas unilateral y reducidamente al cuerpo y al
sexo, en el sentido de que tales relaciones llegan a ser casi inhábiles para
acoger el don recíproco de la persona.
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✤ La concupiscencia, que se manifiesta como una “constricción sui generis del
cuerpo”, limita interiormente y restringe el autodominio de sí y, por eso
mismo, en cierto sentido, hace imposible la libertad interior del don.
Notas
1. Gaudium et spes, 24: «Más aún, el Señor cuando ruega al Padre que todos sean uno
como nosotros también somos uno (Jn 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a
la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas
divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y la caridad. Esta semejanza
demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí
misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí
mismo a los demás».
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JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 30 de julio de 1980
X. Apropiación del cuerpo y goce egoísta. La donación mutua del varón y la mujer en
el matrimonio
✤ Las reflexiones que venimos haciendo en este ciclo se relacionan con las palabras que
Cristo pronunció en el discurso de la montaña sobre el “deseo” de la mujer por parte
del hombre.
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✤ Las palabras del Gn 3, 16 parecen sugerir que esto sucede más bien a
expensas de la mujer y que, en todo caso, ella lo siente más que el
hombre.
✤ Merece la pena prestar ahora atención al menos a ese detalle. Las palabras de Dios
Yahvé según el Gn 3, 16: “Buscarás con ardor a tu marido, que te dominará”, y las de
Cristo, según Mateo 5, 27-28: “El que mira a una mujer deseándola…”, permiten
vislumbrar un cierto paralelismo.
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recíproca “pertenencia” de las personas, que uniéndose hasta ser “una sola
carne” (Gn 2, 24), son a la vez llamadas a pertenecer una a la otra.
✤ Los términos “mío... mía”, en el eterno lenguaje del amor humano, no tienen –
ciertamente– tal significado.
✤ Ciertamente, las palabras “mío... mía”, en el lenguaje del amor, parecen una
radical negación de pertenencia en el sentido en que un objeto-cosa material
pertenece al sujeto-persona.
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✤ La analogía conserva su función mientras no cae en el significado antes
expuesto.
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a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón”) encontramos,
por decirlo así, una dimensión concreta de esa oposición que —junto
con el pecado— nació en el corazón humano entre el espíritu y el
cuerpo.
Notas
1. Cf. Cant 1, 9, 13, 14. 15. 16; 2, 2. 3. 8. 9. 10. 13. 14. 16. 17; 3, 2. 4. 5; 4, 1. 10; 5, 1. 2. 4; 6,
2. 3. 4. 9; 7, 11; 8, 12. 14. Cf. además Ez 16, 8; Os 2, 18; Tob 8, 7.
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