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La salada que ahora es una feria, por los años 30 no era así, en ese lugar se
encontraba una laguna de agua barrosa y salitrosa ubicada en la zona sur del
partido de en la zona sur del partido de La Matanza. Medía 200 metros de largo por
20 de ancho aproximadamente. Se le atribuían propiedades curativas,
especialmente a su fondo barroso, con el cual muchas personas untaban su cuerpo
en busca de sus beneficios. Al comenzar la década del cuarenta, los porteños
encontraron en ese sitio, una forma de mitigar las jornadas de calor húmedo, típicas
de Buenos Aires. Era una cita elegida para los días sábados, domingos y feriados
que, mediante el transporte en tren, colectivos, camiones y a veces, en autos
particulares, facilitaba el arribo de entusiastas concurre, No se disponía de piletas
particulares. Se solían visitar otros sitios como el Balneario Municipal en la
Costanera Sur, los balnearios de Vicente López y Olivos en la zona Norte, o los de
Quilmes y Punta Lara, en la zona Sur.
La popularidad de la laguna La Salada motivó la creación del “Parque Balneario La
Salada”, con la construcción de 3 grandes piletas alimentadas con agua salada,
extraída por bombas aspirantes, y de baños, vestuarios y duchas. La pileta de
menor tamaño y profundidad, era exclusiva para niños.
Los grupos familiares disfrutaban de la sombra de los numerosos árboles existentes,
así como de un buen asado cocinado en los fogones y degustado sobre las mesas
de material por allí dispersa. Disfrutar de la sombra de esos árboles o de los baños
en las piletas, ya sea por placer o por sus propiedades curativas para enfermedades
reumáticas, era una situación aprovechada también por visitantes provenientes del
interior del país. Este balneario fue clausurado en el año 1961 por la existencia de
contaminación bacteriana de las cañerías. Las inolvidables piletas del Parque
Balneario La Salada, fueron las más populares de la zona Sur de Buenos Aires.
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Clarín digital del 12/09/2015 portal de noticias.
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Rosa Mamani vecina del lugar de 78 años de edad me cuenta como era la salada
en aquel entonces:
-Rosa cuando yo llegue con mi esposo en 1965 con apenas 25 años y con mis 2
hijos esto era muy distinto estaba muy descampado no avía calles en el barrio
apenas se marcaban algunas huellas de algún vehículo que pasaba o de los carros
de los vecinos del fondo, la única calle que estaba era la que llevaba a los piletones
después de este lado del rio no teníamos luz y así estuvimos mucho tiempo con
faroles a kerosene y cocinas a leñas y muchas casas contaban con fogones nada
más, que los utilizaban para cocinar como para calefacción en invierno. Recién
pusieron el tendido de cables después del 69 pero para algunas casas de acá no
más las casitas del fondo del barrio seguían a oscuras.
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Juan Pablo Scarfi. Nació en Buenos Aires en 1979. Es Licenciado en Ciencias Políticas
y Magister en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella su trabajo (La salada)
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No muy raro alguno no más que se retrasa o se pierde en la feria en alguna ocasión
alguien que lo punguean o le robaron algo o alguna persona que viaje con algún
menor y se descomponga por algo que comió.
¿Sabes de muchos hechos de inseguridad en la feria?
Si siempre se escucha de algo oportunistas hay en todos lados es común esto roban
cuando ven la oportunidad gente que se descuida por que no está acostumbrada a
este movimiento pero como en todos lados. Como también la gente se olvida las
cosas una vez un pasajero se olvidó 2 bolsas llenas de mercadería el decía que
eran como 10mil pesos y volvimos y las bolsas seguían hay donde las dejo eran
bolsas de residuos y quizás la gente pensó que era basura por eso no las agarro.
Y ya hacen 5 años que 2 veces por semana vengo y la verdad no me puedo quejar
esto creció mucho la gente cada vez se anima más a venir a comprar acá.
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Martin di Peco la salada y la política universidad de Lanús
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Galpones, puestos y micros de larga distancia que llegan dos veces por semana,
en la
Margen derecha.
Es mismo año que era el 2012 mi esposo tubo un accidente con el coche y el seguro
le paga el siniestro y con ese dinero compramos materia prima y .comensamos a
fabricar para nosotros el avía llamado a un primo para que venda pero el no le
intereso el trabajo entonces le dije que no se haga problema que si el cuidaba al
bebe yo iría a vender y que esa plata extra me la de a mi para mis estudios el dijo
que íbamos a probar y así fue que ya pasaron seis años que vendo los lunes y
jueves y mi marido se armo su taller acá en la salada en una casita que alquilamos
el se queda con los chicos y yo vendo con mi hermano que me ayuda.
Y cuando recién nos mudamos no fue fácil es muy distinto al barrio tranquilo al que
vivíamos antes pero ahora nos acostumbramos acá son casi todos emigrantes
Tenes muy pocos argentinos son muchas las familias bolivianas y paraguayas que
hay en el barrio y está muy dividido, pero conviven todos yo soy hija de paraguayos
y mi marido nieto a aborigen, pero después son muy pocos que no nacieron en otro
país. los días de feria esto es un mundo de gente no se puede caminar hay gente
que no puede salir de sus casas por que tienen vehículos cruzados en las puertas
mi vecino tiene su taxi con el que trabaja en capital y los días de feria lo tiene que
dejar como a diez cuadras en la casa de un familiar por que al otro día no puede
salir.
En ocasiones se pone difícil por que hay muchos que quieren pisar fuerte, pero con
la gente del barrio no se meten. El problema grabe que teneos es la droga están
los chicos los carreros que se encargan de llevar la mercadería a cada puesto que
andan en el aire y se pelean entre ellos para agarrar los clientes es un tema y si no
estas atento te pasan por encima con los carros es complicado por que los pasillos
son muy angostos. Siempre escuchas de algún robo o tiroteo, pero a mi nunca me
paso nada alguno que anda robando pero en la feria hay seguridad y se cuidan de
andar por adentro se que afuera en los puestos de la calle es más difícil trabajar con
ese tema de los robos.
Este fragmento, retrata la feria textil ilegal más grande de América Latina, ubicada
en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires. Sus páginas atraviesan las
historias de las familias migrantes que la integran.
Unos minutos después, cuando la policía avanzó sobre él, un grupo de cholitas lo
rescató a fuerza de rasguñar y morder a los agentes. Edwin –al que todavía le
faltaban veinte años para pesar 150 kilos y ser el buda de la abundancia– estaba
allí para comprar Mentisán, una crema boliviana que calma casi todos los dolores.
–Gonzalo se convirtió en una especie de héroe –dirá Edwin años más tarde–,
porque sabía hablar bien y defendía a los paisanos. Pero también era terrible: como
la gente lo amaba, les pedía plata prestada o mercadería para revender, y nunca
devolvía nada.
Algunos lunes, la policía cobraba su diezmo y los dejaba trabajar. Otros, sin motivo
aparente, los puestos de comida eran rociados con querosén, y los bombones y
cigarrillos importados terminaban en el baúl de los patrulleros. Gonzalo intentó
buscar una salida. Se ofreció a negociar con el intendente de La Matanza, Héctor
Cozzi. Le llevaron una propuesta para que todo se volviera previsible: pagar una
coima fija y garantizar que no los molestaran.
Cozzi los recibió en su despacho, escuchó los discursos y dijo que le parecía bien.
Casi al final, Gonzalo pidió la palabra por última vez.
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–Nos gustaría –propuso– que todo quedase por escrito, para que no haya lugar a
equívocos.
El intendente lo miró como si le hablase en un idioma extraño.
–Aquí por fin haremos que el trabajo de mis paisanos sea respetado –dijo Gonzalo.
Había pasado un mes de la pelea con el intendente. El lugar donde se levantaría
Urkupiña, la primera de las ferias que luego formaron La Salada, era una especie
de camping a pocos metros del Riachuelo, en Ingeniero Budge. Había tres predios
separados, cada uno con piletas de agua salada, y alrededor otras más pequeñas.
El dueño de una de ellas le había ofrecido a Gonzalo alquilar el lugar para armar la
feria. Con los años, la escena se convertiría en mito fundacional y las palabras de
Gonzalo sonarían como las de un profeta. En el recuerdo habrá viento, eucaliptos y
olor a pasto recién cortado. Gonzalo extenderá la mano para señalar el paisaje,
como quien imagina los contornos del futuro.
Nadie desmentirá el relato que será repetido por los únicos dos testigos presentes
en el lugar. El primero era Quique Antequera, un comerciante textil que había
perdido todo con la hiperinflación. Quique sabía –gracias a sus amigos bolivianos–
que era más rentable viajar en avión hasta Santa Cruz de la Sierra y traer camisas
de contrabando que fabricarlas. La otra era Mary Sarabia, la esposa de Gonzalo.
Ella todavía no ostentaba ningún tipo de poder, pero pronto se convertiría en la
dama de hierro de La Salada.4”
Hipótesis: ¿Los cambios producidos en la salada se hubiesen podido dar sin los
inmigrantes que desarrollan comercio allí?
¿La llegada de extranjeros favoreció el crecimiento o solo en lo comercial?
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Andrea sosa Alfonso trabajo sangre salada editorial marea del 2011
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