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militancia política
Así nació el cuerpo privado, muy acorde con el capitalismo. Así nacieron los
hombres heterosexuales a finales del siglo XIX: son cuerpos castrados de ano.
Aunque se presenten como dueños del poder, los jefes y vencedores son, en
realidad, cuerpos igualmente heridos, maltratados, mutilados.
En el hombre heterosexual, el ano, entendido únicamente como orificio
excretor, no es un órgano y mucho menos un órgano genital, un órgano fuente
de placer; sucede igual con algunas mujeres, pero aun cuando el cuerpo de la
mujer es un cuerpo político, son pocas entre ellas las que han reivindicado
políticamente la analidad. El ano del heterosexual es la cicatriz que deja en el
cuerpo la castración. El ano cerrado es el precio que el cuerpo paga al régimen
heterosexual por el privilegio de su masculinidad.
Frente al cuerpo masculino heterosexual que construye relaciones machas,
misóginas y falocráticas, emergen los cuerpos maricas a los que el poder no ha
podido castrar; cuerpos que reniegan de aquello que otros consideran
evidencia anatómica y que hacen de la mutación una estética de vida.
Recordemos que, en 1968 en Francia, la izquierda define sus límites: ni maricas,
ni travestís, ni drogas, sólo alcohol, su masculinidad y sus chicas. Es también la
posición de ese feminismo radical que ve en la marica y en la mujer trans la
enemiga en vez de la cómplice.
Pronto l*s maricas, las mujeres, las lesbianas, las travestís y las transexuales
entran en ruptura anal con el movimiento viril de izquierda. En Francia, el 26 de
agosto de 1970 un pequeño grupo de mujeres, entre las que se encuentran
Christine Delphy y Monique Wittig, llevan a cabo una parodia callejera,
inspirada en las acciones de teatro de guerrilla, en la que rinden homenaje a la
mujer del soldado desconocido: «Hay alguien todavía más desconocido que el
soldado desconocido: su mujer», reza la pancarta. Se trata de una crítica de la
invisibilidad histórica de las mujeres y de la dominación masculina tanto en las
instituciones que estructuran la vida cotidiana, como la familia o el trabajo,
como en las instituciones que archivan, monumentalizan y producen la historia.
Esa acción relativamente modesta será la primera que reciba atención
mediática dando lugar a la constitución del Movimiento de Liberación de
Mujeres (MLF).
Inicialmente el movimiento homosexual, lésbico y trans colocaó la
vulnerabilidad del cuerpo y su supervivencia en el centro del discurso político e
hizo de la cultura, como foro de creación e intercambio de ideas en el que se
definen los límites de lo socialmente posible, el centro de la lucha. Se trataba de
crear formas de acción y crítica que surgen como reacción a las estrategias
biopolíticas y los excesos tanatopolíticos; un nuevo modelo de la política como
relación, fiesta, comunicación, auto-experimentación. Lo homosexual, lo lésbico
tal y como se vive en las organizaciones LGTB se ha vuelto políticamente
correcto; al normalizarse ha ganado terreno en los medios de comunicación
masiva, en lo legal, lo cultural y en la norma social.
Más contemporáneamente el movimiento marica y trans hizo del discurso y
práctica NO binaria su argumento frente al cuerpo y el género, emerge una
nueva forma de vivir la sensualidad, la sexualidad, la genitalidad, el deseo, el
erotismo y el placer.
El actual movimiento marica la tradición original y se vale del ARTivismo queer
como su arma de creación, discusión y transformación social, cultural y política;
transforma el cuerpo en espacio publico y le da el sentido de órgano. No
privilegia ningún género, no ve necesaria la identidad. La analidad se convierte
así en crítica y práctica política, social, urbana e incluso estética y no solo en
exploración placentera.
El homosexual que únicamente penetra es un macho falocrático. Marica es
quien experiencia la analidad. El activo es quien decide cómo se usa su culo,
quien cierra o abre el ano a su antojo. Pasivo es el falócrata homosexual.
Yo me inicié como sexo izquierdista y pronto decidí asumirme marica como
ruptura con lo homosexual; reivindiqué la pluma como estrategia de lenguaje
político en la acción. “Ser Marica es cosa seria, es cuestión de hombres” pasó a
ser mi eslogan cotidiano.
El lenguaje se convierte en una estrategia de lucha y yo asumo mi comunicación
como estrategia de terrorismo textual. Me convertí en anarquista anal, y la
analidad se convirtió en una forma de militancia política, soy anarco político
anal.
Los movimientos LGBT tienden a seguir un patrón de derechización del discurso
negando los cuerpos trans como experiencia política, estableciendo el
matrimonio como patrón relacional y asumiendo cargos con poder político y
haciendo de la maricocracia su estrategia de sobrevivencia. La sociedad
“progresista” como respuesta se comporta políticamente correcta; se cambia la
norma, se deja de ser enfermo e incluso algunas iglesias hasta les ordenan como
sacerdotes y obispas.
En contraposición, lo marica es abyecto, queer; una afirmación de lo femenino
en la masculinidad y una negación de la masculinidad como algo natural. La
analidad, ejercicio central de lo marica, es base de lo político, vivencial y teórico
y posee un gran peso emocional. Al romper con la ideología burguesa, al
asumirse marica y al ser disfrutador anal se rompe con la búsqueda artificiosa
de la igualdad, de la equidad, dando poder al cuerpo como espacio de poder.
Como ejercicio queer, la analidad se pone en el centro del discurso político,
movilizando una reflexión sobre el peso que en la cultura sexual ha tenido la
negación del placer anal.
A lo marica es necesario sumar otras formas de opresión y por tanto otras
formas de lucha, de ahí la necesidad de reconocerme y enunciarme “ARTivista
marica, indigenodescendiente, multidisciplinar, migrante y refugiado en
descolonización”.