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Por ella pueden entender varias cosas: desde explicarse racionalmente la evolución
de la humanidad a lo largo de la historia, hasta dar sentido a un minúsculo hecho
individual del pasado, pasando por todos los niveles intermedios que uno quiera
distinguir. La comprensión de los hombres en el pasado, pero hombres con sus
nombres y apellidos, como individuo o, todo lo más, formando pequeños grupos. El
concepto de “empatía”, que habríamos de traducir como la disposición y la
capacidad como la disposición y la capacidad para entender (no compartir) las
acciones de los hombres en el pasado desde la perspectiva de ese pasado.
El historiador puede llegar a ver los hechos del pasado desde la perspectiva de ese
pasado, precisamente porque tiene la perspectiva de ese pasado, precisamente
porque tiene a su disposición un aparato conceptual elaborado en el presente que
le permite construir un modelo mental distinto del suyo propio, del modelo mental
distinto del presente.
La tarea del historiador consiste en ofrecer unas claves ignoradas por el hombre de
hoy, mediante los cuales pueden ser comprendidos los hechos del pasado. Tales
claves son nuestro conocimiento actual de los distintos periodos y culturas de la
historia que incluye, entre otras cosas, conocimiento de sus diferentes formas de
vida.
Vemos, que la comprensión de los hombres del pasado exige algo más que
“empatía”, algo más que una disposición a considerar las acciones en el pasado;
requiere además un aparato conceptual elaborado por el conocimiento histórico.
Conceptos y empatía son, por tanto imprescindibles para comprender los hechos
humanos en el pasado, y ambos deben figurar como objetivos educativos
importantes para desarrollas en el alumno la comprensión del pasado.
Conceptos y empatía son por tanto imprescindibles para comprender los hechos
humanos en el pasado, y ambos deberán figurar como objetivos educativos
importantes para desarrollar en el alumno la comprensión del pasado.
Gracias a la empatía los alumnos hacen un claro esfuerzo por ponerse en el lugar
del personaje histórico, por tener en cuenta sus circunstancias y motivaciones. Así
también permite a los alumnos disponer de un cuadro de las coordenadas mentales
de la época, con el que distinguir y situar las posibles actitudes, motivos y decisiones
humanas frente a unos hechos dados.
Esta concepción del juego como algo inútil desde el punto de vista del rendimiento,
ha repercutido en el papel que se le ha concedido dentro de la educación. Sin
embargo las teorías psicológicas actuales han puesto de manifiesto la importancia
del juego dentro del desarrollo infantil, y si analizamos las características del
currículo escolar vemos que cada vez es más importante el pele que se le otorga a
esta actividad, sobre todo en los primeros años. Los juegos de simulación
constituyen en este sentido un ejemplo más de las posibilidades pedagógicas de la
conducta lúdica.
Otras de las características de la simulación que explica su éxito dentro del aula es
la simplificación que se hace del mundo real para resaltar los aspectos
fundamentales. Las situaciones simuladas facilitan la comprensión de los procesos
complejos al eliminar la información irrelevante que existe en toda situación de la
vida real y explicitar la que muchas veces está en la realidad, pero de forma
implícita.
Estos juegos ofrecen una gran cantidad de información, lo que permite que cada
alumno saque el fruto que le permitan sus posibilidades sin por ello influir en el ritmo
de las demás. Habrá niños que capten tan solo los hechos que allí se exponen,
mientras que otros llegaran a descubrir procesos más abstractos y estrategias más
generales.
En general hay que tener en cuenta que, como señala Bredemeter y Greenblant
(1981), lo que cada persona aprende depende de una serie compleja de variables.
Otra serie de variables son las que se refieren a las características del grupo que
está realizando la simulación. Existe una relación positiva entre el tamaño del grupo
y la ejecución del juego.
Además de las variables, los juegos de simulación pueden verse afectados por las
características de los propios sujetos. Cuanto menos estructure el profesor lo que
sean las características peculiares de los sujetos las que determinen el aprendizaje,
uno de los resultados que se ha encontrado es que las personas que menos frutos
sacan de los juegos de simulación se caracterizan por mostrar menos empatía, por
preferir los métodos simbólicos de aprendizaje. Existen tres aspectos en los que
difieren la capacidad para los juegos de simulación y la capacidad académica:
Nos vamos encontrar aquí a detallar todo el proceso de diseño de un juego, sino
que nos limitaremos a anunciar brevemente los pasos que según Taylor y Walford
(1972) deberíamos seguir para construir nuestros propios juegos:
1.- Identificación del concepto básico o del proceso que se desee ilustrar mediante
el juego. Hay que tener en cuenta la capacidad de los alumnos a los que va
dirigido.
2.- Determinación del tipo de simulación que nos preparemos con respecto a: el
material necesario, el grado de libertad de actuación de los alumnos, y la distribución
de los papeles.
3.- Definición de los objetivos de los participantes. Hay que definir muy claramente
cómo se “gana” el juego, especificando los criterios sin ninguna ambigüedad.
Es una estrategia de juego de simulación, que tiene como fin despertar en el niño el
interés por indagar que ocurrió en la Revolución mexicana, quienes participaron en
ella y por qué. Se pretende que el alumno recree el inicio del proceso revolucionario
de 1910 y la vivencia, al ponerse en el lugar de algunos jefes revolucionarios,
representantes de diversos grupos sociales.