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Los trabajos aquí reunidos, que constituyen la obra


psicoanalítica de Comelius Castoriadis, que ejerce co­
mo psicoanalista desde 1973, muestran tanto al crítico
El psicoanálisis,
temible como al ciudadano comprometido con la co­
munidad, al sabio ocupado en los laberintos de las
ciencias y también al político. Indignado con nuestra
proyecto
“época de conformismo generalizado”, apunta a “crear
instituciones que, interiorizadas por los individuos,
faciliten lo más posible su acceso a la autonomía in­
y elucidación
dividual y la posibilidad de participación efectiva en
todo poder explícito existente en la sociedad”. Ope­
rando sobre los campos convergentes de la sociología,
la historia y el psicoanálisis, denuncia los vicios de la
Cornelius Castoriadis
lógica-ontología, heredada, que han hecho estallar sus
categorías en contacto con lo histórico-social y lo psí­
quico.

Nueva Visión
I.S 3 .N . 950-602-256-9 p s ¡C O | o g í a '■

c ó d ig o n °: 2569 Contemporánea
Colección Psicología Contemporánea
Cornelius Castoriadis

El psicoanálisis,
proyecto y elucidación
Compilación y prólogo
de Alberto I. Nahmías

Ediciones Nueva Visión


Buenos Aires
Títulos de los originales en francés:
“La psychanalyse, projet et élucidation. ‘Destín’ de l'analyse et PROLOGO
responsabilité des analystes”
© Editions du Seuil, 1986 pour Les carrefours du labyrinthe.
Tome I.
“Epilégoménes á una théorie de l’áme que l’on a pu présenter
comme Science’’
© Editions du Seuil, 1986 pour Les carrefours du labyrinthe.
Tome I.
“L’état du sujet aujourd’hui”
© Editions du Seuil, 1990 pour Les carrefours du labyrinthe.
Tome III.

Traducción de Horacio Pons


Diverso y complejo es el panorama al que ingresamos con la
obra de Cornelius Castoriadis. Sus aportes apuntan hacia los
núcleos duros de las problemáticas del análisis social, la filosofía
política, los desarrollos de la ciencia moderna e interrogación fi­
2“ Edición: Julio de 1998 losófica, la creación de las democracias, sus fracasos y perspec­
tivas, y el psicoanálisis en su ineludible anclaje histórico-social.
Ha sido muy atacado por su lúcida crítica del stalinismo, la buro­
cracia y el totalitarismo del régimen soviético.
Nacido en 1922 en Grecia, estudió Derecho, Filosofía y Eco­
nomía en Atenas. Afines de 1945 se trasladó a París donde vive
actualmente. En 1948 fundó el grupo autónomo Socialismo o
Barbarie y la revista del mismo nombre, junto a Claude Lefort y
Toda reproducción total o parcial de esta obra por cualquier siste­ Edgar Morin, siendo autor de los principales textos que definen
ma, incluyendo el fotocopiado, que no haya sido expresamente au­ la orientación y las ¡deas del mismo hasta su disolución en 1966.
torizado por el editor constituye una infracción a los derechos del En el amplio recorrido es donde vemos aparecer lo que son
autor y será reprimida con penas de hasta seis años de prisión (art. sus ideas madres: la imaginación radical, la sociedad instituyen-
72 de la ley 11.723 y art. 172 del Código Penal). te o autoinstitución, la lógica conjuntista-identitaria, la lógica de
los magmas, la autonomía y la heteronomía, el ser como inde­
terminación, el magma de significaciones imaginarias sociales,
la creación, el legein y el teukhein...
Su perspectiva apunta a discernir lo verdadero de lo falso, lo
que hay que hacer y no hacer, en un trabajo de elucidación (es
decir: trabajo que intenta pensar lo que los hombres hacen y
I.S.B.N. 950-602-256-9 saber lo que piensan) ante las modas y los fermentos de la épo­
© 1992 por Ediciones Nueva Visión SAIC ca donde están presentes sus ideologías. Ideologías definidas
Tucumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina como “...el conjunto de ideas que se relacionan con una reali­
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 dad, no para esclarecerla y transformarla sino para velarla y jus­
Impreso en la Argentina / Printed in Argentina tificarla en lo imaginario, y que permiten a la gente decir una
cosa y hacer otra, parecer distintos de lo que son”.

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Castoriadis nuclea a las tentativas de explicación de lo históri- En el dominio de la lógica conjuntista-identitaria las categori-
co-social en dos grupos: el fisicalismo y el logicismo. Ambas son zaciones se muestran tarde o temprano lacunarias, parciales,
tributarias de la lógica conjuntista-identitaria. Del fisicalismo el fragmentarias, insuficientes, intrínsecamente deficientes, pro­
principal exponente es el funcionalismo que reduce sociedad e blemáticas y finalmente incoherentes.
historia a naturaleza. Esta naturaleza es en primer lugar la bio­ Estas y otras cuestiones conducen a Castoriadis a pensar en
lógica del hombre. Supone necesidades humanas fijas y explica una lógica de los magmas.1
la organización social como el conjunto de funciones que tien­ Respecto de lo imaginario radical podemos decir que no tiene
den a satisfacerlas. Pero se sabe que en una sociedad hay una nada que ver con lo “imaginario especular” que es pura imagen
multitud de actividades que no cumplen una función determi­ de o imagen reflejada. Lo imaginario no es a partir de la imagen
nada en el sentido del funcionalismo. La explicación queda sus­ en el “espejo” o en la mirada del otro. Más bien el espejo mismo
pendida al no existir un punto estable al cual poder referir esas o su posibilidad y el otro como espejo son obras de lo imaginario
funciones. El verdadero problema es que las necesidades huma­ que es creación ex nihilo. Los que hablan de lo imaginario como
nas en tanto que sociales y no meramente biológicas, son inse­ “especular”, “ficticio” o “reflejo” creen que es necesario que este
parables de sus objetos y, que, objetos y necesidades son cons­ mundo sea imagen de alguna cosa. Lo imaginario es en cambio,
tituyentes de cada sociedad en cuestión. creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histó-
En el tipo logicista se trata de la utilización finita de una canti­ rica y psíquica) de figuras-formas-imágenes. Lo que llamamos
dad de piedrecitas blancas y negras (hombre-mujer, norte-sur, “realidad” y “racional" son obras de él.
crudo-cocido, etc.) ubicadas en una cantidad finita de casillas, Los trabajos que aquí presentamos sobre psicoanálisis de
de acuerdo con ciertas reglas determinadas. La operatoria repe­ Cornelius Castoriadis, por primera vez en lengua castellana, nos
tida un cierto número de veces daría cuenta de la totalidad de la ofrecen la reflexión de los últimos veinticinco años sobre esta
historia y de las diferentes formas de sociedad que sólo serían materia. Se inscriben en una perspectiva (además de otras) de
un efecto de dicha combinatoria. Estamos ante la forma más la profunda discusión de la problemática que ha generado el la-
pobre del logicismo: el estructuralismo. Este estructuralismo canismo y algunos de sus atolladeros. Son analizadas ciertas
nada dice acerca de los conjuntos de elementos que manipula, postulaciones sobre la formalización del sentido, lo imaginario, la
ni de por qué éstos son así, ni de sus modificaciones en el tiem­ primacía del significante, el inconsciente como discurso del otro,
po. Y si dijera que las diferencias entre las sociedades son sólo el deseo de saber, el des-ser del sujeto, lo real como imposible,
aparentes, quedaría por preguntarle ¿por qué lo idéntico se el sujeto del inconsciente...
muestra como diferente? o aun ¿por qué las mismas causas En la elucidación de estas propuestas el autor elabora otras
producen efectos tan diversos? como el sentido encarnado o materializado, lo imaginario radical,
Dentro también del logicismo aunque en su forma más rica, el análisis como actividad práctico-poiética, la multiplicidad de
que aspira a trastocar todas las figuras del universo material y las personas psíquicas, el inconsciente como núcleo indisocia-
espiritual, quiere ponerlas a todas en juego, no acepta ningún blemente representativo-afectivo-intencional, disfuncionalización
límite e intenta establecer relaciones entre ellas y obtener una del psiquismo en relación al componente biológico, autonomiza-
determinidad exhaustiva y completa. También quiere engendrar ción del deseo, del afecto y de la imaginación, revalorización de
unas figuras a partir de las otras y todas a partir del mismo ele­ la reflexividad y de la capacidad de actividad deliberada como
mento primero o último, como momentos necesarios del que ella elementos esenciales de la instancia yoica y, por último, la per­
misma debe participar. Se trate de la Razón en Hegel o de ma­ tenencia del psicoanálisis a la sociedad y a la historia como pro­
teria o naturaleza en Marx no cambia mucho la cuestión. Porque yecto de autonomía.
la lógica identitaria es la lógica de la determinación, que se es­ Alberto I. Nahmías
pecifica según los casos, como relación de causa a efecto, de Mayo de 1992
medio a fin, o de implicación lógica. Pero, la cuestión de la histo­ ' Respecto de j a lógica de los magmas es necesario remitir al lector a: “Los
ria es la de la aparición de la alteridad radical, de lo nuevo abso­ dominios del hombre...", particularmente pp. 193-218, y también a “La institu­
ción imaginaria de la sociedad”, vol. II, pp. 283-290.
luto y la causalidad es siempre negación de la alteridad.

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tivas de una sociedad no son posibles más que en función de un EL ESTADO DEL SUJETO HOY’
sistema de significaciones sociales imaginarias, a través de y
por las cuales tiene lugar, no obstante, la emergencia lenta, va­
cilante, contradictoria, de una capacidad del hombre para la ver­
dad, estando su auto-creación como zoon logon poion perpetua­
mente mediatizada por el imaginario individual y social. Pero ver
esto no significa solamente preferir la historia y la sociedad a
nada, sino también aceptar afrontar la dialéctica histórica, sus
oscuridades, sus indeterminaciones; asumirse también como
sujeto social e histórico, en un proyecto de transformación que
aun aquí podría formularse; donde no había Nadie, debemos
devenir Nosotros, y que aun aquí sabe que, no más que el Ello,
no puede ser cuestión de eliminar o dominar a Nadie -e l campo
histórico-social- sino de instaurar otra relación de la colectividad
con su destino. Las modas se van, se suceden y se parecen. El dorado pasa, el
Pero estas cuestiones, que el psicoanálisis no puede ignorar, cuero permanece. No hace mucho, festejábamos la muerte del
tampoco puede, como psicoanálisis, responderlas. También hombre y el des-ser del sujeto. Si hemos de dar crédito a las
desde este punto de vista, aunque de otra forma, el psicoanálisis gacetillas más recientes, las informaciones eran levemente exa­
aparece como esencialmente inacabado e inacabable. geradas. Verdadero resucitado, el sujeto estaría de nuevo entre
nosotros.
Los discursos sobre la muerte del hombre y el fin del sujeto
no fueron nunca otra cosa que la cobertura pseudo-teórica de
una evasión de la responsabilidad -p o r parte del psicoanalista,
del pensador, del ciudadano-. De la misma manera, las ruidosas
proclamaciones actuales sobre el retorno del sujeto, como el
pretendido "individualismo”, enmascaran la deriva de la descom­
posición bajo otra de sus formas.
El sujeto no está de regreso, porque nunca se había ido.
Siempre ha estado aquí, ciertamente no como substancia, sino
como cuestión y como proyecto. Para el psicoanálisis, la cues­
tión del sujeto es la cuestión de la psique, de la psique como tal
y de la psique socializada, es decir, habiendo sufrido y sufriendo
siempre un proceso de socialización. Así comprendida, la cues­
tión del sujeto es la cuestión del ser humano en sus innumera­
bles singularidades y universalidades.
Abordo aquí esta cuestión a partir, evidentemente, de la aper­
tura freudiana y las aporías a que la misma conduce. Pluralidad

' Conferencia dictada en París el 15 de mayo de 1986, dentro de la serie de


“Confrontaciones críticas" del IV Grupo O.P.L.F. He restablecido aquí íntegra­
mente ciertas partes, especialmente las relacionadas con la metapsicología,
que había tenido que resumir durante la exposición oral.

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de las “personas psíquicas”, “instancias” reunidas en un súper- Bajo esta forma, la pregunta ¿quién? se relaciona con ese
sujeto que las engloba: a través de las diversas tópicas freudia- modo de la subjetividad que llamamos individuo social (ver más
nas y las elaboraciones posteriores, ¿puede formularse una no­ adelante). Pero para el psicoanálisis, la pregunta por el sujeto, la
ción del sujeto que las recubra a todas y que no sea simplemen­ pregunta ¿quién? se plantea inmediatamente, en cuanto el psi­
te formal, es decir, más o menos vacía? Se verá que una noción coanalista no se contenta con descansar en su sillón, sino que
tal existe y que en un sentido es pre-psíquica, dado que atañe interpreta. (No hablo de un analista total y absolutamente silen­
ya a lo viviente. Esta primera indagación abre el camino a otro cioso. Está claro que para él esta cuestión, como casi todas las
interrogante: ¿cuál es entonces la unidad-si es cierto que existe otras, es por definición irresoluble.) Es imposible, en efecto, al
alguna- del ser humano, más allá de su identidad corporal y su formularse una interpretación y formularla al paciente, no plan­
“historia” vista como simple envoltura cronológica? Esta unidad, tearse las dos preguntas: ¿de quién habla esta interpretación?,
sin duda más que enigmática, se nos aparecerá como algo, ¿a quién se dirige esta interpretación? En los dos casos, el
hablando con propiedad, más allá del psiquismo, más allá de “quién” no atañe al ciudadano o la ciudadana, el Individuo social
aquello que lo psíquico nunca dejaría “abandonado a sí mismo”: extendido en el diván, sino a alguien invisible. Este, para quien
es lo que debe ser hecho, aquello que se hace en un análisis la interpretación trata de tener sentido, no tiene sentido más que
como debe ser. Es, en general, proyecto y, en particular, el pro­ como acto (deseo, pensamiento, afecto) de alguien que el anali­
yecto, como se dice, del fin del análisis -con la condición de en­ zante visible no es y en quien, en un principio, no se reconoce.
tender bien de qué unidad, de qué género de unidad se trata-. (El paciente N. N. demuestra la mayor repugnancia ante la idea
de mamar del pecho de su madre, aquello que, no obstante,
aparecía como el deseo de su sueño de la noche precedente.) Y
aquél para quien la interpretación trata de tener sentido (al ha­
Pregunta por el sujeto: ¿quién viene al análisis?, ¿quién relata blar de alguien, de cuyos actos la misma da cuenta) no es tam­
un sueño?, ¿quién hace un lapsus, un pasaje al acto, un episo­ poco, de buenas a primeras, el analizante visible, en todo caso
dio delirante? ¿Y quién está detrás (o delante) de él, en un si­ no la persona “antes de comenzar el análisis”, sino alguien que
llón? ¿Y por qué este último cree generalmente poder respon­ está haciéndose, al que el sentido propuesto por la interpreta­
der, si se le pregunta quién es: soy tal, psicoanalista? ción ayuda a hacerse ser y que no se hace ser sino en la medi­
¿Tienen estas preguntas un sentido? Un alumno de último da en que puede dar cuenta de lo que la interpretación le propo­
curso nos haría notar, creyendo desconcertarnos, que el hecho ne. La pregunta ineludible para el psicoanalista: ¿quién escucha
de que en las gramáticas de las lenguas indo-europeas exista la interpretación? -como todas las modificaciones de la interpre­
un pronombre personal y/o una primera persona del singular del tación y del estilo de la interpretación a lo largo de la cura, toda
verbo (lo que no es, en modo alguno, el caso de todas las len­ la dinámica de la cura- no tiene sentido sino suponiendo cada
guas) no obliga a que una realidad de un orden cualquiera deba vez una cierta visión del sujeto y del estado del sujeto, no como
responder a este vocablo. (Una observación análoga puede ha­ sustrato o substancia inmaterial, sino como capacidad emergen­
cerse, y se ha hecho, a propósito del verbo ser [étre] y de la te de acoger el sentido y de hacer con él algo para sí: acoger un
ontología.) Con el mismo argumento podría demostrarse que sentido pensado (la interpretación no brinda un sentido “inme­
la imaginación, la circulación sanguínea, la nebulosa de Andró­ diato”) y hacer con él algo para sí al pensarlo (aunque sólo fuera
meda o los espacios hilbertianos no existen. Pero hay más: es porque una aceptación de la interpretación fundada hasta el final
inconcebible una lengua humana en la cual, cualquiera sea la sobre la “creencia” transferencia! no traduciría sino la alienación
forma gramatical de la respuesta, no pueda formularse la pre­ continua del sujeto). Es alrededor de estos términos: la acogida
gunta: ¿quién hizo esto?, ¿quién dijo aquello? Una lengua hu­ de un sentido pensado, la reflexión del sentido propuesto o pre­
mana es siempre lengua de una sociedad; y una sociedad es in­ sentado, que gira lo esencial de la problemática del sujeto como
concebible si no crea la posibilidad de imputación a cualquiera proyecto psicoanalítico.
de los dichos y de los actos.

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Podría, en verdad -com o se tiene la tentación de hacer cuan­ apunta a través de una cura es la transformación efectiva de
do se leen ciertos textos psicoanalíticos de los que casi no hay- alguien, ni previsible ni definible de antemano, y que sin embar­
presentarse la cura como la interconexión de dos grabadores, go no es cualquiera'.
de los cuales uno, el ubicado en el lugar del analista, está cons­
tantemente “mudo" (¿averiado?). Pero entonces habría que eli­
minar toda actividad interpretativa del analista. Ya que todos
nuestros actos interpretativos postulan no sólo una acción sobre Encontramos a menudo, dentro de la literatura psicoanalítica de
el “sujeto”, y una reacción de éste -lo que es totalmente cierto estos últimos años, la expresión “el sujeto del inconsciente”.
en la cirugía, por ejemplo-, sino que también y sobre todo esta ¿Tiene esta expresión algún sentido? Sabemos bien que el ob­
acción/reacción pasa por el sentido y este sentido no está conte­ jeto del análisis es la exploración de la psique inconsciente, en
nido en nuestras palabras como el medicamento en la tableta. sentido estricto, que su postulado es que allí se desarrolla lo
La interpretación más simple es además descifrada por el pa­ esencial y que su mira es, de hecho (cualquiera sea la formula­
ciente a su propio riesgo y peligro y lo esencial depende de lo ción explícita que se le dé), ayudar al analizante a modificar “su”
que él haga con ella: en la recepción (o el rechazo) de la inter­ relación con “su” inconsciente. Pero ocurre también que el psico­
pretación, el sujeto se manifiesta como una fuente indetermina­ análisis no se topa jamás con este inconsciente, por decirlo así,
ble de sentido, como capacidad (virtual) de reflexión y de en persona: a lo sumo, percibe de él fugazmente algunos efec­
(re)acción. Si se quisiera corregir la frase que precede, y decir: tos, gracias a un sueño, a un lapsus, a un acto fallido. Se en­
no lo que él hará, sino lo que ello hará, la pregunta permanece­ cuentra siempre con un ser humano de carne y hueso, que ha­
ría igual. Dado que nosotros no tomamos y no podemos tomar bla - y que no habla una lengua en general, sino cada vez una
ese ello siempre de la misma manera, y esto comienza con lo lengua bien particular-, que tiene o no una profesión, un estado
que ello hace en nosotros o nos hace hacer, en el análisis, se civil, ideas, comportamientos, orientaciones y desorientaciones.
entiende, pero también en otros lados. Si después de una inter­ En resumen, estamos siempre frente a una realidad humana en
pretación -no digo que obigatoriamente a causa de una interpre­ la cual la realidad social (la dimensión social de esta realidad)
tación- hay un pasaje a un acto cualquiera del paciente, no po­ recubre casi totalmente la realidad psíquica. Y, en un primer
demos no preguntarnos en qué medida esta interpretación se sentido, el “sujeto” se presenta como esta extraña totalidad, tota­
incluye dentro de las condiciones eficientes de este acto, en qué lidad que es y no es una al mismo tiempo, composición paradóji­
medida no habríamos hecho mejor guardándonosla o pensando ca de un cuerpo biológico, de un ser social (individuo socialmen­
un poco más. te definido), de una “persona” más o menos consciente, en fin,
Nos preguntamos: forma reflexiva del verbo. El término refle­ de una psique inconsciente (de una realidad psíquica y de un
xiva nos remite además a uno de los polos de la pregunta por el aparato psíquico), el todo supremamente heterogéneo y no obs­
sujeto. Nos preguntamos, porque habríamos podido hacer o no tante definitivamente indisociable. De tal forma se nos presenta
hacer: nos comprometemos, no nos sustraemos a la responsabi- el fenómeno humano, es frente a esta nebulosa que debemos
dad en cuanto a la evolución de la cura. Acordamos, pues, en pensar la pregunta por el sujeto.
tanto que analistas, el estatuto de la instancia que puede refle­ La cuestión se complica además en el segundo grado. Dado
xionar y que puede obrar, decidir intervenir así o de otra manera, que lo que nos importa centralmente en esta múltiple quimera,
interpretar o abstenerse, señalar un lapsus o dejar continuar las es la realidad psíquica. Ahora bien, ésta fue vista por Freud no
asociaciones. Ahora bien, nada nos permite rehusar este estatu­ como un “sujeto”, sino como una pluralidad de sujetos. Multiplici-
to a los otros, muy especialmente a los analizantes, y es este
estatuto el que el término de sujeto recubre.
' Es por eso que la cura puede definirse como una actividad práctico-poéti­
Estatuto no significa, aquí, realidad o substancia, sino pregun­
ca. Véase “Epilégoménes á une théorie de l’áme que l'on a pu présenter com-
ta y proyecto. Pregunta, dado que la reflexión implica que la inte­ me Science”, 1968, retomado en Les carrefours du labyrínthe, pp. 38-39, Le
rrogación es interminable. Proyecto, ya que aquello a lo que se Seuil, Paris, 1978.

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dad de las “personas psíquicas”, conflictos “intra-psíquicos” opo­ para caracterizar lo que puede denominarse la subjetividad, o el
niendo unas a otras a las “instancias2” : expresiones ciertamente sujeto en el sentido pleno del término. Hay para sí -o , más
metafóricas, de las cuales los “astutos” se han burlado. La metá­ simplemente, sí, self- no sólo en la psique: “de este lado” tanto
fora jurídico-administrativa de las “instancias” remite a la vez a como “más allá” de la psique. Inversamente, lo psíquico como tal
una jerarquía y a la posibilidad de conflictos de competencia; la no ofrece aun una verdadera subjetividad, en el sentido que in­
de las diferentes personas, a la antigua imagen platónica del tentaré definir.
carruaje de varios caballos que tiran cada upo para su lado. De hecho, tenemos que vérnosla con una multiplicidad de
Pero la constatación de la metáfora no suprime los rasgos del regiones, e incluso de niveles del ser que, todos, son muestras
objeto que la metáfora enfocaba. del para sí, y cuya insuficiente distinción es fuente de confusión
En efecto, tanto en la obra freudiana como en las de sus con­ en la materia. Será preferible, para entender lo que sigue, que
tinuadores, las “instancias” -o lo que las reemplace- aparecen haga inmediatamente una breve caracterización de ellas.
como “actuando” cada una por su cuenta y persiguiendo finalida­
des propias. Entre estas finalidades, tal vez la primera, si bien la 1. Es para sí lo viviente como tal (se entiende, ya al menos la
menos aparente: perseverar en su ser propio (¡sentido último de célula). Se comprende fácilmente que estemos tentados de lla­
la resistencia!); la especificidad, el ser-aparte, de cada una de mar subjetivo al núcleo actuante de lo viviente, cualquiera que
las instancias implica la existencia, para cada una, de un mundo sea.
propio, de objetos, de modos de relación, de valores que le son 2. Es para sí lo psíquico, tanto como tal, como en su plurali­
particulares. La psique freudiana se presenta así como un con­ dad, es decir, a través de las diversas “instancias” o “para” cada
glomerado, bien o mal armonizado y reunido, de sub-esferas una de las “personas psíquicas”.
psíquicas, cada una de las cuales persigue sus metas y se reve­ 3. Es para sí el individuo social, de otra manera llamado el
la capaz, dentro de esta actividad, de “razonamientos” y de individuo socialmente construido o fabricado, o sea el producto
“cálculos” práctica y teóricamente “infalibles” (recordemos la arit- de la transformación de lo psíquico por la sociedad -lenguaje y
mología freudiana: “es imposible pensar en un número... cuya familia son ya la sociedad-, transformación que a partir de cada
elección sea totalmente arbitraria”), cada uno de los cuales “co­ soma-psique singular constituye una entidad socialmente defini­
noce” sus “objetos” y los “elabora” a su manera (pensemos, por da y orientada dentro de su rol sexual y profesional, de su esta­
ejemplo, en el superyó freudiano, en sus “miras”, su “estilo” y do y sus pertenencias, dentro de sus motivaciones, sus ideas y
sus “maneras de proceder”).
sus valores.
Trataré de mostrar más adelante que esta manera de presen­ 4. Es para sí la sociedad dada cada vez, como tal. Cuando el
tar las cosas no tiene, en verdad, nada de “metafórica”. Estas lenguaje común dice: Roma conquistó la cuenca mediterránea,
categorías -finalidad, cálculo, preservación de sí, mundo pro­ o: Alemania declaró la guerra a Francia, estas expresiones, cier­
pio- son utilizadas de una manera totalmente fundada en la cir­ tamente abusivas, no son sólo metafóricas. No me refiero a los
cunstancia, corresponden profundamente al modo de ser de las híper-sujetos, a las conciencias o inconscientes colectivos o al
entidades en cuestión. La confusión es el resultado de que las espíritu de los pueblos, sino al hecho evidente de que cada so­
categorías en cuestión no son específicas de la psique -d e ciedad posee los atributos esenciales del para sí: finalidad de
las “instancias” o de las “personas” psíquicas- sino que gobier­ autoconservación, autocentrismo, construcción de un mundo
nan una región mucho más vasta: valen donde quiera que exista propio.
el para sí. Al mismo tiempo, son completamente insuficientes
En estas cuatro regiones, tenemos que tratar con lo simple­
mente real. Pero allí no encontramos lo que, en psicoanálisis,
2 Es innecesario documentar con citas este punto. Pero la nota siguiente de nos interesa antes que nada: el sujeto humano propiamente di­
Freud, fechada en 1897, merece ser citada: “ multiplicidad de las personalidades psí­ cho, el sujeto que es a la vez el medio, el centro y el fin (la finali­
quicas . El hecho de la identificación tal vez nos permita tomar la expresión en su
sentido literal." (versalita y bastardilla en el original, S. E., 1, 249), dad) de la cura. Este sujeto no es simplemente real, no está

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dado, debe ser hecho y se hace mediante ciertas condiciones y ejemplo, el sistema inmunológico que presenta, como se sabe,
dentro de ciertas circunstancias. El fin del análisis es hacerlo una sí-idad [so/-/fé] muy fuerte. Llegamos así al “proceso sin su­
advenir. Es una posibilidad (abstracta) pero no una fatalidad jeto” (gran descubrimiento. ¿Qué es entonces una galaxia, sino
para todo ser humano: es creación histórica y creación cuya his­ un “proceso sin sujeto”?) y al linaje Lévi-Strauss/Althusser/Fou-
toria puede seguirse. Este sujeto, la subjetividad humana, está cault. O bien, se pretende reabsorber totalmente al sujeto huma­
caracterizado por la reflexividad (que no debe confundirse con el no en la dimensión del individuo social, y en particular en el len­
simple “pensamiento”) y por la voluntad o capacidad de acción guaje; se dirá entonces de él que está tomado, perdido, alienado
deliberada, en el sentido pleno de este término. en el lenguaje (y los oropeles sociales), que no habla sino que
De la misma forma, debemos reservar un lugar para una so­ es hablado (o, por qué no, que no escribe sino que es escrito),
ciedad que no sea simplemente para sí más allá de los indivi­ sin perjuicio de instalar “detrás” de él un “sujeto del inconscien­
duos, sino que sea capaz de reflexionar y de decidirse después te”, el cual evidentemente se anula desde el momento en que
de deliberar, una sociedad a la que se pueda y se deba llamar una palabra es pronunciada. Es el linaje Lacan/Barthes/Derrida.
autónoma. Estamos autorizados, y hasta obligados a ello, por la
emergencia en la historia de sociedades que emprenden la refle­
xión sobre su propia ley, la ponen en cuestión y, hasta cierto
punto, deciden modificarla como consecuencia de esta refle­ Lo viviente
xión3.
No se trata de abordar aquí, incluso superficialmente, el con­
junto de cuestiones que plantean estas seis regiones donde El primer para sí, el para sí arquetíplco, es lo viviente. Todo lo
aparece el para sí, y sus relaciones. Me limitaré en lo esencial a que se dirá en adelante presupone las categorías de lo viviente
elucidar dos puntos, que me parece que poseen una pertinencia que se mantienen a través de los niveles del para sí, no como
particular para la teoría y la práctica psicoanalíticas. En primer atributos positivos, sino como marco de las preguntas pertinen­
lugar, las similitudes sorprendentes y las diferencias abismales tes. Para sí significa ser fin de sí-mismo. Que aquél se manifies­
que unen y separan lo viviente y lo psíquico. Seguidamente, la te como para sí del espécimen viviente particular, pulsión de
cuestión del sujeto humano propiamente dicho, como reflexión y conservación, o como para sí de la especie, pulsión de repro­
voluntad, tal como se la encuentra en la problemática psico- ducción, poco importa: hay autofinalidad (con, evidentemente,
analítica. las limitaciones que ya señala el pasaje del primer caso al se­
Pero anteriormente, y dado que al comenzar mencioné las gundo). Con la autofinalidad va un mundo propio. Este mundo
modas del último cuarto de siglo, notemos que las distinciones propio se constituye cada vez en y por los ajustes sucesivos y
precedentes permiten poner al desnudo el núcleo de las argu­ entrecruzados de diversos tipos -e l mundo propio de este perro
mentaciones de los héroes de estos años. Se quiso, en efecto, “participa" del mundo propio de la especie perro, el mundo pro­
despedazar al sujeto humano entre dos modalidades que, por pio de tal célula de ese perro es simplemente condición del mun­
estar emparentadas con él, no tocan en manera alguna lo esen­ do propio del perro sin “participar” explícitamente de él-, ajustes
cial. Por un lado, si se considera el para sí en tanto simple pro­ que no pueden retenernos ahora.
ceso autocentrado y autoconservador, pero “ciego” para todo lo ¿Qué significa mundo propio? Cada vez hay necesariamente
que sobrepasa las instrumentalidades que dependen de estas -a l menos desde el nivel de la cé lu la- presentación, representa­
dos finalidades, entonces aparentemente “mecanizabie” hasta el ción y puesta en relación de lo que está representado. Cierta­
límite, el ser humano no sería más “sujeto” de lo que lo es, por mente, “hay” algo “en el exterior”, hay X. Pero X no forma parte
de la información, como su misma designación indica. “Informa”
solamente esto: que “hay”. Es simple choque, Anstoss (volvere­
3 Sobre este tema, véase además “La polis grecque et la création de la mos a esto). A partir del momento en que se dijera más, se ha­
démocratie”, en Domaines de l ’homme, pp. 261-306, Le Seuil, 1986 [Dominios rían entrar en juego determinaciones “subjetivas”, y, finalmente,
del hombre, Barcelona: Gedisa],

122 123
incluso esta determinación límite, vaciada, eviscerada: “hay”, no (el “deseo”) que conduce, eventualmente, a una acción corres­
se sustrae a la pregunta: ¿hay para quién? La naturaleza no pondiente (de relación o de evitación). Tenemos aquí los tres
contiene informaciones que esperan ser recogidas. La X no se elementos del para sí, puestos de relieve desde el siglo v grie­
convierte en algo sino al estar formada (in-formada) por el para go4. Donde haya para sí, habrá representación o imagen, habrá
sí considerado: célula, sistema inmunológíco, perro, ser huma­ afecto, habrá intención; en términos antiguos, lógico-noético,
no, etc. La información es creada por un “sujeto”, y evidente­ tímico, oréctico. Esto vale tanto para la bacteria como para un
mente a su manera. individuo o una sociedad.
La información así creada no es y no puede ser jamás “pun­ No es difícil de comprender que estas dos determinaciones,
tual”: los “elementos” (o los bits) de la información son abstrac­ es decir, la autoíinalidad por un lado, la construcción de un mun­
ciones de teórico. Una información efectiva es siempre una pre­ do propio por el otro, se exigen recíprocamente. Si una entidad
sentación, en consecuencia siempre una puesta en imagen, y cualquiera debe conservarse tal como es -conservarse numéri­
una imagen no puede nunca ser un átomo, sino ya, siempre y camente: este perro, o genéricamente; los perros-debe actuar y
también puesta en relación: comporta, indisociablemente, “ele­ reaccionar en un medio ambiente, debe evaluar positivamente lo
mentos” (en número por lo demás indeterminado) y su modo de que favorece su conservación y negativamente lo que la perjudi­
co-pertenencia. Esta puesta en relación puede construirse en un ca; y, para todo esto, debe tener conocimiento, be aware of... de
número de etapas indeterminado, hacia arriba y hacia abajo; no este medio ambiente, aunque más no fuera en el sentido más
tenemos que hablar de esto aquí. Podemos denominar a esta vago. Para que las partes, los elementos de este medio ambien­
función de lo viviente función cognitiva, con la condición de com­ te existan para ella, es necesario que se le presenten, y en con­
prender que une indisociablemente las dos dimensiones: el ha­ secuencia estén representados por la entidad. Ahora bien, esta
cer imágenes y el vincular, que pueden llamarse, abusando del representación no puede ser ni “objetiva”, ni ‘transparente”
lenguaje, lo estético y lo noético, o lo sensorial y lo lógico. El -habría allí una contradicción en los térm inos- No puede ser
abuso del lenguaje consiste en que, acabamos de decirlo, el “objetiva” dado que es representación por y para “alguien”, por lo
hacer imágenes está intrincado con el vincular y viceversa. Exis­ tanto necesariamente “ajustada”, para decir lo menos, a las fina­
te siempre una organización “lógica” de la imagen, como existe lidades de alguien; ni ‘transparente” dado que el modo de ser de
siempre un soporte de imágenes para toda función lógica. La ese alguien es parte integrante de la constitución de la repre­
“puesta en escena” -s i se utiliza la terminología de Piera Aulag- sentación. Así, para evocar el aspecto más brutalmente eviden­
nier- contiene ya el sentido, y la “puesta en sentido” no puede te, esta presentación-representación no puede ser sino
obviar una “presentificación” de ese sentido, la cual exige una inmensamente selectiva. Lo que cada vez es “percibido” deja de
“escena”. lado una masa infinitamente más importante de “no-percibido”
La puesta en imagen y la puesta en relación obedecen cada de todos los órdenes; la selección no es solamente cuantitativa,
vez y hasta cierto punto a “reglas” , deben presentar una cierta también es necesariamente cualitativa. Algunos estratos de lo
regularidad, sin la cual lo viviente simplemente no podría sobre­ que es podrán estar “tomados/construidos”, otros no, por la na­
vivir. No tenemos que considerar aquí el tenor de estas reglas, turaleza de lo que es como por el dispositivo presentativo/repre-
salvo para recordar que deben estar sometidas (al menos par­ sentativo de lo viviente, que no puede ser sino determinado.
cialmente) a la autoíinalidad de lo viviente, y ya, por ejemplo, a Determinado quiere decir, igualmente, limitado o, si se quiere,
las necesidades de su conservación. De aquí derivan otras dos específico. (Es también por eso por lo que el Dios omnisciente
determinaciones esenciales del para sí viviente. El que es pre­
sentado debe estar valuado de una u otra manera, positiva o
negativamente, está afectado por un valor (bueno o malo, ali­ “ Tucídides, II, 43, 1 (Epitafio). A propósito de los muertos que el discurso
mento o veneno, etc.), se convierte entonces en soporte (o co­ honra, Tucídides cita las cualidades positivas relacionadas con el afecto, el
rrelato) de un afecto positivo o negativo (en el límite neutro). Y pensamiento y el deseo. Su “fuente” primera es evidentemente la lengua grie­
esta evaluación -o este afecto- guía en lo sucesivo la intención ga; la explicitación había debido ser hecha en los medios “hipocráticos” y/o
"sofísticos".

*
124 125
de las teologías racionales es una idea irracional: debería “perci­ pondiente de X se transforma en “información”. Pero, al mismo
bir” a todos los niveles posibles de fenomeriidad todo lo que tiempo, este “más allá de X” al cual no podemos atribuir ninguna
podría alguna vez ser dado a todos los sensoria internos y exter­ forma (al ser toda forma “subjetiva”), no puede ser absolutamen­
nos: “pensar” evidentemente no le bastaría, no se puede, me­ te informe: el choque no puede ser, en sí, absolutamente inde­
diante el pensamiento, reconstituir el dolor específico de quien terminado y totalmente indiferenciado, si lo fuera podríamos es­
acaba de sufrir tal operación o de perder a tal persona amada.) cuchar la pintura y ver los perfumes5.
Esta selectividad específica es, evidenten.ante, también correla­ He1aquí entonces los puntos de partida que la consideración
tiva a las miras del para sí que es cada vez ese viviente especí­ de lo viviente como para sí ofrece a nuestra discusión. Resuma­
fico, y que dependen de lo que él ya es. El objetivo de conserva­ mos una vez más las tres ideas principales: lo viviente es para sí
ción de un árbol no conduce a la misma selección en el medio en tanto que es autofinalidad, que crea su mundo propio y que
ambiente que el objetivo de reproducción sexual de un mamífe­ este mundo es un mundo de representaciones, de afectos y de
ro. Cada vez se selecciona una cosa distinta, que es transforma­ intenciones. Y, sin poder extendernos, es necesario que mencio­
da cada vez de manera diferente para ser presentada/represen- nemos ciertas cuestiones que hacen surgir lo viviente y su modo
tada. Esto conduce a dispositivos de “percepción/elaboración” de ser, que están a caballo de la investigación “científica” de lo
diferentes, y la particularidad de estos dispositivos es también viviente, y de la filosofía, y que mostrarán, espero, la pertinencia
co-determinada por lo que “se encuentra al alcance de la mano” de lo que se acaba de decir para el psicoanálisis.
(el “bricolage” de Frangois Jacob): lo viviente no crea en libertad En primer lugar, lo viviente existe cada vez en y por una clau­
absoluta su sistema de captura, elaboración, “interpretación” de sura. En un sentido, lo viviente es una esfera cerrada. No entra­
los elementos del medio ambiente. Pero, en lo esencial, cada mos en lo viviente, podemos golpearlo por arriba, hacerlo sufrir
para sí viviente construye o, mejor, crea su mundo (llamo mun­ choques, pero de todos modos no accederemos a su interior: no
do, por oposición al medio ambiente, a lo que emerge por y con importa lo que hagamos, reaccionará a su manera. La analogía
esta creación). Muy evidentemente, la construcción/creación de con la situación psicoanalítica -y en general con toda relación
este mundo se apoya cada vez, se apuntala, para retomar un humana- es inmediata. No se entra en cualquiera a voluntad;
término de Freud, lehnt sich an..., en un cierto ser-así de lo que incluso no se entra en absoluto. Una interpretación -o un silen­
es. De este ser-así, no podemos estrictamente decir nada, salvo c io - es oída por alguien. La oye: tiene sus dispositivos de escu­
que debe ser tal que permita precisamente la existencia conti­ cha, lo mismo que la célula tiene sus dispositivos perceptivos/
nua de lo viviente en su interminable variedad. metabólicos.
No obstante, hablamos de él -¿cómo hablamos de él?-. En En segundo lugar-lo que parece y es paradójico, pero al mis­
este caso preciso, hablamos de él en tanto meta-observadores, mo tiempo también una consecuencia del primer punto y una
pudiendo observar al mismo tiempo lo viviente y lo que ocurre respuesta a éste-, cuando se llega a lo esencial de él, no puede
fuera de lo viviente y constatando que un elemento X de nuestro pensarse lo viviente sino desde el interior. Bien entendido, en
mundo pone en marcha, en un viviente determinado, un elemen­ una enorme extensión las explicaciones “científicas” causales
to X’ de nuestro mundo, al que nosotros llamamos “reacción Y” son ineludibles e importantes, pero finalmente siempre falta
del viviente. Decimos entonces, si no estamos atentos, que para algo: todos ios encadenamientos que son descriptos científica­
el viviente en cuestión el elemento X suministra la información Y. mente como puras exterioridades, su coexistencia y su imbrica­
Esto constituye un espantoso abuso del lenguaje. Lo que, “en ción, no se convierten en inteligibles para nosotros sino porque
sí”, corresponde a X no es una información ni suministra una in­ están sometidos a esta finalidad que no conduce a ninguna par­
formación: todo lo que de él podemos decir es que crea un cho­ te, a este ser sin razón de ser, este viviente particular. Esto es
que (Anstoss, para retomar el término de Fichte) que pone en verdad del espécimen viviente singular, también lo es de la es-
movimiento la capacidad formativa (creadora de imágenes/ima-
ginante, presentadora y vinculante) del viviente. No es sino des­
pués de esta enorme elaboración que el indescriptible corres­ 6 Véase, además, "Portée antologique de l’histoire de la Science”, en Domai-
nes de l’homme, op. cit., pp. 421 -432.

126 ■f
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pecie -aparece de manera casi cómica en los textos neo-darwi- durante esta discusión, como término de comparación, lo que
nianos: una vez planteado el postulado mecanicista-aleatorio, sabemos -o creemos saber- de los animales “superiores” , por
todas las descripciones se hacen en términos finalistas, las es­ ejemplo desde los monotremas aparecidos hace unos ciento cin­
pecies evolucionaron (como si fuera) para adaptarse al medio cuenta millones de años. ¿Qué podemos decir, qué podemos
ambiente, tal estrategia adaptativa ha tenido éxito mientras que suponer, acerca de las diferencias entre el “psiquismo” de las
tal otra fracasó, etc. (Nunca se escuchó decir que una galaxia equidnas y el psiquismo humano? La diferencia no es evidente­
hubiera fracasado en tal o cual actividad.) Pero decir: tal estrate­ mente la sexualidad como tal. La especificidad humana no es la
gia de adaptación ha fracasado, muestra que no se puede pen­ sexualidad, sino la distorsión de la sexualidad, lo que es uria
sare I conjunto del proceso mutación-selección, etc., sin adoptar cosa totalmente distinta.
el “punto de vista” de una especie que “aspira a sobrevivir”. (Lo Esta especificidad es en primer lugar transversal u horizontal:
que a quí importa no es la metáfora del lenguaje sino la catego­ entiendo por esto que sus rasgos valen para todas las “instan­
ría que permite la intelección.) De manera análoga, y dejando de cias” psíquicas.
lado la literatura relativa a la empatia y sus críticas, no hay psi­ El primero de estos rasgos es la desfuncionalización de los
coanálisis sin tomar en consideración el “punto de vista” del pa­ procesos psíquicos en relación con el sustrato (con el compo­
ciente, no hay interpretación posible que no “vea las cosas des­ nente) biológico del ser humano. Basta con reflexionar un poco
de el interior”. para ver que esta desfuncionalización vale incluso para el Yo
Finalmente, paradoja suprema, tanto clausura como interiori­ freudiano, supuesto responsable de las relaciones del ser huma­
dad van a la par con una universalidad y una participación. No no con la realidad: en la mayor parte de los casos de suicidio, es
hay una sola célula, hay de ellas un número incalculable. No necesario que el Yo coopere activamente. Ciertamente, se pue­
existe un plátano, existen los plátanos - y el plátano no podría de ver en esta desfuncionalización la condición para una funcio­
existir si no existieran los plátanos-, Pero a la clausura y a la in­ nalidad de otro orden: las “instancias” psíquicas, tomadas cada
terioridad no se opone solamente una universalidad genérica. una en sí misma y la psique como un todo son no funcionales
Cada entidad singular participa de entidades de otros niveles, biológicamente para poder ser ‘funcionales” desde otro punto de
está integrada en ellas, o está ella misma constituida por la inte­ vista, el suyo: es por ejemplo en la ‘funcionalidad” de la preser­
gración de tales entidades. Un plátano no puede existir sin bos­ vación de una “imagen de sí” que uno puede, en el límite, matar­
ques, un bosque no puede existir sin pájaros, ni éstos sin gusa­ se. Pero, como lo indica este ejemplo, ése sería un empleo abu­
nos, etc. No hay un único neurótico obsesivo, pero, asimismo, la sivo del término ‘funcionalidad”. Cada instancia se afana para
totalidad de los neuróticos obsesivos no son simples ejemplares preservar su mundo, cuya imagen del ser considerado es una
de la entidad “neurosis obsesiva”. parte central.
Que la preservación de esta imagen valga, en general, mucho
más que la del “ser real” es una consecuencia, entre otras, de
Lo psíquico esta segunda característica transversal de lo psíquico humano:
la dominación del placer representativo sobre el placer de órga­
no. Y de aquí deriva lo que Freud había llamado la omnipotencia
¿Cuáles son las especificidades de lo psíquico en relación con mágica del pensamiento y a la que, más correctamente, habría
lo viviente? Pero, en primer término, ¿qué se entiende por psí­ que denominar la omnipotencia real del pensamiento incons­
quico? Aristóteles, como sabemos, atribuía un alma -p sych é - a ciente. Real, dado que para el inconsciente no se trata de trans­
los animales y a los vegetales, por un lado, y a los dioses, por el formar la “realidad exterior” (de la que no tiene ningún conoci­
otro6. Es lo que nosotros hemos denominado el para sí. Lo que miento), sino de transformar la representación para hacerla “pla­
me importa aquí es el psiquismo humano y sus especificidades. centera”. Ahora bien, una representación tal es, en principio,
¿Especificidades en relación con qué? Tendremos en cuenta siempre formable; si y cuando no está formada, es que otra
instancia psíquica se le opone.
e De an., 1, 1, 402b 3-7.

128 m 129
Presupuesta por esta característica, pero no idéntica, existe más claro lo proporcionan los estados depresivos. Muy a menu­
una tercera, sin duda la que caracteriza por excelencia lo psíqui­
do, frente a un estado depresivo, surge ineluctablemente la pre­
co humano: la autonomía de la imaginación7. Bien entendido, se
gunta: ¿tiene un humor depresivo porque ve todo negro, o bien,
trata de la imaginación radical: no la capacidad de ver las “imá­
ve todo negro porque tiene un humor depresivo? En estos esta­
genes” (o de verse) en un “espejo”, sino la capacidad de formu­
dos vemos que, en la medida en que la representación determi­
lar lo que no está, de ver en cualquier cosa lo que no está allí.
na el afecto, la interpretación puede funcionar. Pero, en la medi­
Hablando rigurosamente, como ya se dijo, ésta -e l crear imáge­
da en que la representación depende del afecto, la interpreta­
nes- debe suponerse en todos los lugares donde haya para sí,
ción no funciona y el analista no puede desempeñar el rol de in­
en consecuencia, para comenzar, en lo viviente en general. Lo
terpretador, sino solamente el de un apoyo o complemento afec­
viviente da vida a una imagen (una “percepción”) allí donde hay
tivo, dentro de los límites que le marca su oficio. Creo que esta
X (e incluso donde no hay nada: sombra). Pero lo hace de una
dualidad existe, que estas dos raíces de los estados depresivos
vez por todas, siempre “del mismo modo”, y lo hace en el some­
no son reductibles la una a la otra y que ésta es la razón por la
timiento a la funcionalidad. Para el psiquismo humano, existe un
cual estos estados son tan a menudo rebeldes al tratamiento.
flujo representativo ilimitado e indominable, espontaneidad re­
Que hay también al mismo tiempo desfuncionalidad y autono­
presentativa que no está sometida a un fin señalable, ruptura de
mía del deseo es evidente y reconocido (aunque sea bajo otros
la correspondencia rígida entre imagen y X o de la consecución
términos). Es necesario simplemente remarcar que la misma es
fija de las imágenes. Es evidentemente sobre estas propiedades
indisociable de la autonomía de la representación (imaginación)
de la imaginación radical donde se apoya psíquicamente la ca­
y del afecto.
pacidad de lenguaje del ser humano: ésta presupone la facultad
En este mundo psíquico humano, caracterizado por la desfun-
del quid pro quo, de ver una cosa donde hay ctra, por ejemplo,
cionalización, la dominación del placer representativo sobre el
poder “ver” un perro en los dos fonemas o las cinco letras de
placer de órgano y la autonomía relativa de la imaginación, del
esta palabra, pero también no ver siempre la misma cosa, y en
afecto y del deseo, sobrenadan restos flotantes del dispositivo
consecuencia poder comprender la expresión “qué tiempo de
“psíquico” funcional del animal - a saber, los mecanismos rele­
perros”, y además poder ver un perro en dog si se sabe inglés.
vantes de la lógica ensídlca8- , que son, por lo demás, constan­
Agregaré simplemente unas pocas palabras acerca de una
cuarta característica que me parece capital y que, por lo que sé, temente utilizados por las diversas instancias del “aparato psí­
quico”. No es, evidentemente, la existencia de tales mecanismos
ha sido descuidada por los autores: la autonomía del afecto en
lo que caracteriza a la psique, sino su “desintegración”, su pues­
el psiquismo humano. Creo que esta constatación es capital
ta en práctica en las finalidades contradictorias o incoherentes.
desde el punto de vista psicoanalítico. Estamos habituados a
El hombre no es, primeramente y para comenzar, un zoon logon
pensar que el afecto se encuentra bajo la dependencia de la
representación o de una cierta relación entre el deseo y la repre­ echón, un viviente que posee el logos, sino un viviente cuyo lo-
sentación. Si escuchamos más simplemente, me atrevería a gos fue despedazado, habiendo sido puestos los restos al servi­
decir más ingenuamente, al mismo tiempo la clínica y la auto- cio de amos opuestos.
La especificidad del psiquismo humano yace, por otra parte,
observación, nos convenceremos fácilmente de que hay a la vez
en su dimensión vertical, es decir, en su estratificación. Ya sea
interrelación e independencia del afecto y de la representación.
que se trate de la primera o de la segunda tópica freudianas, de
Esto tiene una gran importancia tanto para lo que forma parte de
las “posiciones” kleinianas, u otras -la de Piera Aulagnier, por
los límites de la interpretación (del poder de la interpretación)
ejemplo, articulante originario, primario y secundario; o incluso la
como para lo que forma parte del rol del analista. El ejemplo
que yo mismo formulé al plantear al comienzo una mónada psí­
quica cerrada sobre sí misma que hace eclosión durante una
7 Véase L'institution imaginaire de la socióté, Le Seuil, París, 1975, cap. VI,
en particular pp. 372-405 [La institución imaginaria de la sociedad I y II, Barce­
lona, Tusquets]. * Lógica conjuntísta-ídentítaria. Véase “ La logíque des magmas e t la ques-
tíon de íautonomie", en Domaines de l’homme, op. cit., pp. 386-418.

130 «
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fase triádica, luego atraviesa una fase edípica para desembocar aprendizaje en el humano -com o hay “lógica” : los dos son su
finalmente, mediante los diversos procesos de sublimación, en herencia animal-. (Lo sorprendente en el humano no es que
el individuo social9- tenemos siempre que enfrentarnos con una aprenda, sino que no aprenda.)
psique caracterizada por la multiplicidad de “instancias” que es En esta historia, las etapas posteriores no anulan las anterio­
algo muy distinto a un despliegue funcional con vistas a una res, coexisten con ellas según todas las modalidades concebi­
mejor división del trabajo. Se justifica hablar de estratificación bles: así se crea el abanico de los “tipos” psíquicos humanos
dado que algunas de estas instancias -o de estos procesos (no que conocemos por la nosología y la caracterología psicoanalíti-
presupongo, en todo lo que aquí se dice, ninguna clase de subs- cas. Pero lo que nos importa aquí es subrayar lo que confiere a
tancialidad)- están mucho más cerca de la “superficie” que cada “instancia” -o a cada tipo de proceso- su esencia de para
otras, y que esta repartición entre “superficie” y “profundidad” se sí. Es lo que observamos cada vez en los procesos que están
inscribe en la cosa misma (no es un “efecto de perspectiva”, relacionados con sí mismos y que son creaciones de un mundo.
etc.: para decirlo brevemente, hay un inconsciente dinámico10). Existen, para cada “instancia" o para cada proceso, objetos nue­
Ahora bien, esta estratificación, lo mismo que la desfunciona- vos y específicos, evaluaciones y afectos específicos, apetitos
lización, proporciona un discriminante decisivo con respecto al específicos. De igual forma, tenemos, cada vez, un tipo de senti­
“psiquismo animal” . Un animal no está “estratificado” en el senti­ do nuevo y específico -es decir, la inserción de las “representa­
do pleno del término: no tiene historia psíquica: no tiene conflic­ ciones” en los nuevos tipos de relación, en las matrices de equi­
tos intra-psíquicos. (Que sea posible, llegado el caso, hacerlos valencia y de pertenencia diferentes-, (El bosque para el cons­
aparecer experimentalmente, confirma lo que yo adelanto.) Pero ciente y el bosque para el inconsciente.) En cada oportunidad,
en el ser humano, los conflictos intra-psíquicos son conflictos de se despliega un modo del representar, un modo del desear, un
“instancias”; y la misma existencia, como la concreción en cada modo del ser-afectado. Por ejemplo, hay una coloración afectiva
ocasión particular, de estas instancias, son el resultado de una que es anal y nada más que anal. Hay por ello también una
historia. El hecho de que en y por esta historia se constituyan las conservación de la clausura de cada una de sus instancias,
instancias (o los tipos de procesos) que no son más tarde “deja­ como para lo viviente: cada una conoce su mundo y no quiere
das atrás” o “integradas armoniosamente” sino que persisten en saber nada del otro, cada una persigue sus fines y se opone a
una totalidad contradictoria e incluso incoherente, es lo que dife­ todos los otros. Pero al mismo tiempo, hay en el aparato psíqui­
rencia radicalmente la evolución en el tiempo del psiquismo co una relativa ruptura de esta clausura: estas diferentes instan­
humano de todo “proceso de aprendizaje11”. Ciertamente, hay cias no están en una pura exterioridad las unas con respecto a
las otras, y es esto lo que proporciona, entre otras cosas, la
9 Véase L'institution imaginaire..., op. cit., pp. 415-431. condición de posibilidad de la cura psicoanalítica. Volveré a
10 El término de estratificación no debe evidentemente tomarse como signifi­ esto.
cando Una sedimentación ordenada y regular. Fue al pensar en este modo in­ Sabemos que esta pluralidad de la psique está sólidamente
descriptible de coexistencia de los diferentes procesos psíquicos que me vi im­ apoyada sobre las etapas de maduración neurofisiológica (y de
pulsado a reflexionar sobre una lógica de otro tipo, la lógica de los magmas.
Ver la cita de la nota 8. Freud habla de Brecciagestein (“brecha [breche]; roca
aprendizaje animal), que no nos conciernen aquí. Pero la misma
sedimentaria de estructura fragmentaria formada por restos de ángulos agudos está también decisivamente co-determinada por el proceso de
aglomerados en un cemento natural”, Robert, s.v.): G. W., Il/ill, p. 422 = S. E. 5, socialización, tanto en su consistencia cada vez específica como
419, La interpretación de los sueños, cap. VI, “Discursos en el sueño"; también en el mero hecho de su desarrollo, y esta extraña pluralidad no
G. W., Il/lll, p. 422 = S. E. 5, 181-2; Conferencias de introducción al psicoanáli­
es un sistema, es lo que yo llamo un magma, un modo de coe­
sis, XI: ‘‘El trabajo del sueño". En el mismo cap. VI de La interpretación de los
sueños (“Operaciones intelectuales en el sueño”), Freud habla del sueño como xistencia sui generis con una “organización” que contiene frag-
Konglomerat, G. W., Il/lll, 451 = S. E. 5, 449.— Las llamadas del Register del
Gleichnisse en el Gesamtregister (G. W. XVIII, p. 911) son erróneas; deberían
ser corregidas y completadas de acuerdo con lo que precede.
" Nada de lo que aquí se dice cambiará si, para satisfacer a quienes pien­ ces), reemplazamos en este párrafo se constituyan por se desplieguen o se
san en instancias o embriones de instancias innatas (Freud el primero, a ve- desarrollen.

*
132 133
mentos de múltiples organizaciones lógicas pero que no es re- al comienzo de una de sus novelas14 la llegada de uno de sus
ductible a una organización lógica12. héroes a París. Allí encuentra el pretexto para una breve pero
fantástica caracterización de la esencia de la gran ciudad, en
este caso París, que conduce a una de las definiciones más
agudas sobre las relaciones entre individuo y sociedad: “Conve­
El individuo social nís siempre a este mundo, jamás faltáis de él”. He aquí la socie­
dad. Ya seáis Alejandro Magno, Landrú, de Gaulle, Jack el des­
tripados Marilyn Monroe, una muchacha de la rué Saint-Denis,
Acabo de mencionar el proceso de socialización, lo que co nduce autista, débil, genio incomparable, santo, criminal, hay siempre
a la tercera región del para sí, la del individuo social. En psico­ un lugar para vosotros en la sociedad, vosotros le convenís. Y
análisis no se tiene estima ni por este término ni por el de socia­ tres minutos (tres mili-segundos, más bien) después de vuestra
lización, y en verdad no sé por qué. Se habla todo el tiempo de desaparición, la superficie de las aguas se aquieta, el orificio
la madre. Pero, ¿qué es la madre? La madre es alguien que desaparece, la sociedad continúa, vosotros no le faltáis. Desde
habla; incluso si es sordomuda, habla. Si habla, significa que es este punto de vista -desde el punto de vista de la sociedad- la
un individuo social, y que habla la lengua de tal sociedad parti­ socialización siempre funciona. Los fracasos son atribuibles a la
cular, portadora de las significaciones imaginarias específicas de persona, pero ésa es otra historia.
esa sociedad. La madre es la primera, y masiva, representante Esta alusión, por intermedio de Balzac, a la auto-finalidad de
de la sociedad al lado del recién nacido; y como esta sociedad, la sociedad es todo lo que podré decir aquí sobre este cuarto
cualquiera que sea, participa de una infinidad de maneras de la nivel del para sí.
historia humana, la madre es frente al recién nacido el portavoz Con el individuo social surge nuevamente la pregunta que for­
actuante de miles de generaciones pasadas. Este proceso de mulaba en mi introducción: ¿cuál es la unidad del ser humano
socialización comienza el primer día de vida -s i no antes— y no singular?, pero también una respuesta a esta pregunta. Esta
se termina sino con la muerte, aun si consideramos que sus eta­ unidad/identidad del individuo es la unidad/identidad de su defi­
pas decisivas son las primeras. Da como resultado el individuo nición social singular, comprendido en ella, evidentemente, su
social, una entidad parlante, que tiene una identidad y un estado nombre. (X, hijo de Y y Z, domicilio V, profesión M, edad T, ca­
social, se adecúa más o menos a ciertas reglas, persigue ciertos sado...). Esta unidad/identidad es ciertamente en primer lugar
fines, acepta ciertos valores y actúa según motivaciones y ma­ unidad/identidad de punto de referencia; pero es sobre todo uni­
neras de hacer lo bastante estables como para que su compor­ dad de atribución/imputación, sin la cual no existe funcionamien­
tamiento sea la mayor parte del tiempo previsible, tanto como to posible de la sociedad (¿quién hizo o dijo esto? ¿a quién hay
sea preciso, para los otros individuos. El conjunto del proceso que dar aquello?). Como tal, parece -y en efecto lo es en gran
tiene por condición la capacidad de sublimación de la psique, de parte- un artefacto social, unidad que cubre la pluralidad, identi­
la que hablé en otra parte13. dad que oculta las contradicciones de la psique. Una enorme
El resultado del proceso es un Individuo que funciona adecua­ parte de la retórica de los años 60-70, referida al sujeto como
damente: funciona adecuadamente para sí mismo la mayor par­
te del tiempo (es necesario considerar la historia de la humani­
dad, y no sólo nuestros pacientes) y, sobre todo, funciona ade­
14 Balzac, La Hile aux yeux d'or, Ed. de la Pléiade (1952), t. V, p. 256. Digo
cuadamente desde el punto de vista de la sociedad. Este último “pretexto”, pero de hecho bien puede pensarse además que para Balzac son
aspecto había sido visto admirablemente por Balzac, al describir los individuos los que se convierten en pretextos de descripción y análisis de
estas galaxias de lugares, tiempos, estados, pasiones, empresas, “carreras"
que son la carne palpitante de la sociedad. Finalmente, no se trata de pretex­
12 Véase el texto sobre los magmas citado en la nota 8. tos en ninguno de los dos sentidos. El milagro de Balzac es el equilibrio de la
13 Sobre la sublimación como tal, véase L’institution ¡maginaire..., cap, VI, pp. fenomeniZación de la sociedad a través de los individuos y de la realización de
420-430. Vuelvo a este tema más adelante. los individuos por medio de la sociedad.

134 * 135
(
simple efecto de lenguaje y su des-ser, de hecho no cuestionaba sabe que utilizaba el término “pensamiento” en relación con el
sino a este individuo social, más exactamente a la idea (media­ inconsciente: pensamientos inconscientes, pensamientos (o re­
namente ingenua) de que este individuo representa una “reali­ presentaciones) inconscientes orientados hacia un fin, etc. Pero
dad substancial” o posee una “autenticidad”, cualquiera que pue­ el “consciente” mismo, en Freud, aparecía esencialmente como
da ser, por lo demás, el sentido de estos términos. un calculador, tratando de elaborar compromisos entre las ins­
tancias inconscientes y de salir él mismo con un mínimo de sin­
sabores. Aquí observamos la repugnancia de Freud a examinar
como tales los dominios de las “actividades superiores del espí­
El sujeto humano ritu”, como las habrían llamado la filosofía y la psicología tradi­
cionales, responsable, tal vez, del inmenso vacío que dejó con
respecto a la sublimación, al mismo tiempo que la profundidad
Llego ahora al centro de mis preocupaciones, el sujeto humano. de su visión: la actividad calculadora y razonadora no es propia
No se trata, evidentemente, de “deducirlo” o de “construirlo”. de la conciencia vigil, está presente en toda la esfera psíquica y,
Comenzamos por la vaga “noción común”, en nuestra cultura, de podemos agregar hoy, en todos los lugares donde haya para sí,
lo que es un “sujeto" y permanecemos también atentos a los tér­ ciertamente donde quiera esté presente lo viviente15.
minos que indiqué al comenzar, a saber, reflexividad y voluntad
(o capacidad de actividad deliberada). 15 Hay que evitar aquí una confusión. Freud habla todo el tiempo de proce­
En el campo psicoanalítico encontramos “instancias” que pue­ sos de pensamiento inconscientes: unbewusster Denkvorgang, ubw. Denkpro-
den reivindicar, en una primera aproximación, el título de “suje­ zess, ubw. Denkakt. Al mismo tiempo, escribe, como sabemos, a propósito del
to”, en el sentido enfocado más arriba. Estas serían el conscien­ trabajo del sueño, que transforma los “pensamientos del sueño” en “contenido
del sueño”, que este “trabajo no piensa, no calcula y de modo general no juzga,
te de la primera tópica de Freud (incluyendo evidentemente el sino que se limita a transformar” (Die Traumdeutung, G. W, ll/lll, p. 511). Este
pre-consciente), o el Yo (Ich) consciente de la segunda tópica. trabajo consiste en (y conduce a) desplazamientos y condensaciones (de las in­
Notemos, al pasar, que de todos modos este consciente o Yo tensidades psíquicas y fragmentos de los pensamientos del sueño) sometidos a
consciente es, en un grado decisivo, el co-producto de dos fac­ la toma en consideración de la figurabilidad y conduciendo a ésta, En otra par­
tores, irreductibles el uno al otro y al mismo tiempo indisociables te, y mucho más tarde (en Das Unbewusste, 1915, G. W. X, pp. 285-6), vuelve,
para insistir en ello, sobre el desplazamiento y la condensación como caracteri­
uno del otro: de una parte, la psique y, más particularmente, la zando esencialmente los procesos primarios. Ahora bien, efectivamente, el tra­
emergencia de las diversas instancias psíquicas (en la “serie” de bajó del sueño no “piensa” -s i “pensar” es exclusivamente conjuntista-identita-
las cuales se encuentra el consciente); de la otra, lo social, que rio—; el trabajo del sueño, en lo esencial, crea imágenes, pone en imágenes,
actúa constantemente en la formación del consciente como presentifica (bajo las coacciones conocidas y con los medios de que dispone).
¿Podemos, por eso, decir con Freud que “no piensa, ni calcula, ni juzga” sino
madre, familia, lenguaje, objetos, grupo, etcétera. que “se limita a transformar"? ¿Puede transformar sin “pensar, calcular y juz­
Digo que el consciente freudiano puede reivindicar el título de gar"? ¿Transforma no importa qué cosa en no importa qué otra? La "inversión
“sujeto”, pero sólo en una primera aproximación. La parte po­ de las intensidades psíquicas” que es para Freud lo esencial del desplazamien­
sitiva de esta afirmación va probablemente de suyo; la parte ne­ to, ¿no lleva visible en esta misma caracterización la huella y el resultado de un
gativa o limitativa requiere una elucidación. cálculo? En el trabajo del sueño existe la puesta en imagen que es ciertamente
“lo esencial del sueño” (das Wesentliche am Traum, loe. cit., nota 2, pp. 510-
El “consciente” como tal puede, fácilmente, ser confundido 511); dicho de otra forma, el trabajo creador de la imaginación, ¡a presentación
con el simple “razonamiento lógico”, o incluso con el “cálculo”, el (como visible y audible) de lo que en sí mismo no es visible ni audible. Pero en
cual no incluye de manera alguna el momento de la reflexividad. este trabajo, como en todo trabajo de la imaginación, el conjuntista-identitario
Hobbes ya definía la “razón” humana por el reckoning, el calcu­ está también siempre presente, es en todas partes denso. De la misma forma
que no se podría escribir una fuga sin calcular, tampoco se podría condensar y
lar (computar, habría dicho Edgar Morin) y Leibniz, en su Ars
desplazar sin operaciones lógicas elementales, sin un cierto reckoning. La con­
Combinatoria, lo aprobaba. Por razones que rápidamente van a fusión, o la carencia, proviene de una noción imprecisa del “pensamiento”. El
ser claras, hoy debemos, más que nunca, evitar esta confusión. tema exigiría, en verdad, desarrollos mucho más amplios, para los que no hay
Freud era, forzosamente, bastante ambiguo en la cuestión. Se lugar aquí. Véase sin embargo el texto sobre “La logique des magmas” citado
en la nota 8.

136 :«
137
Pero si esta actividad calculadora y razonadora no es propia He hablado de “acompañamiento” tratándose del simple
de la subjetividad vigil, ¿se puede encontrar una característica consciente; pero la reflexión implica la posibilidad de la escisión
intrínseca de ésta (distinta de la trivial: “lo que ha sido inhibido”)? y de la oposición interna -ya Platón hablaba del “diálogo del
No podemos no imputar una actividad razonadora y calcula­ alma consigo misma”: un diálogo presupone dos puntos de vista
dora a no importa qué entidad viviente, cualquiera sea su orden posibles-, y en consecuencia también la posibilidad de la puesta
de complejidad. Pero no podemos tampoco evitar imputarle otro en cuestión de sí mismo.
rasgo decisivo, implicado por la autofinalidad: la autorreferencia. El simple pensamiento inconsciente de Freud no conocía ni
En esta medida, el “saber que se sabe” es insuticiente para ca­ objeción ni interrogación, a lo sumo obstáculos. Funciona según
racterizar al sujeto humano, más exactamente a esta posibilidad reglas dadas: si se encuentra con imposibilidades, se descom­
del sujeto humano que es la refiexividad. Si consideramos el sis­ pone o se detiene. (Este tipo de incidentes recubre lo que Bate-
tema inmunológico, el reckoning, el cálculo, la computación, son llamó el doublebind[doble vínculo]; no se ve porqué habría
están evidentemente de manera constante presentes en él; que excluirlos de los factores patógenos de la evolución psíqui­
pero, de la misma forma, la autorreferencia. El sistema inmuno- ca. Pero hay que recordar que su parentesco con los procedi­
lógico no es nada, si no es capacidad permanente (y ciertamen­ mientos que provocan neurosis experimentales en los animales
te, se sabe, falible) de distinguir el sí-mismo del no-sí-mismo (y es evidente.) En tanto que conjuntista-identitario, este tipo de
de obrar en consecuencia). Más generalmente, si un sistema pensamiento (el reckoning, etc.) debe ser ciego a sus axiomas,
cualquiera está dotado de la propiedad de la autofinalidad, nece­ reglas de inferencia, etc. El simple consciente no es ciego a
sariamente está implicada la autorreferencia: el sistema debe lo que hace, sino que genoralmente es más que ciego al por qué *
preservar (o alcanzar) el estado deseado, y para eso debe refe­ lo hace; del mismo modo, piensa algo, pero no se pregunta por
rirse “activamente” a sí mismo. Esto ocasiona que, de una u otra qué piensa eso antes que lo contrario u otra cosa. Ahora bien,
manera, el sistema deba incluir un cierto “conocimiento de su tanto la historia como el psicoanálisis nos muestran que la posi­
propio estado”; pero el mismo puede ser proporcionado simple­ bilidad de esta interrogación, más allá de lo que autoriza cada
mente por un conjunto de “indicadores de estado” (comprendi­ vez el sisterrla instituido en su lugar, posibilidad que debemos
dos los “indicadores de desviación” y los “iniciadores de reac- postular como omnipresente en los seres humanos, no se reali­
ción/corrección”), sin que en ningún momento haya, dentro del za sino muy raramente, a través de las diversas sociedades his­
sistema, una representación del mismo como tal ni “instancia” o tóricas o a través de los individuos de nuestra propia sociedad.
“proceso” que porte o encarne esta representación (es de mane­ Es por una creación histórica que esta posibilidad se transforma
ra análoga que Hofstadter cree, tanto en Gódel, Escher, Bach en realidad efectiva: en este sentido hay, ciertamente, autocrea-
[Gódel, Escher, Bach, Barcelona, Tusquets] como en The mind's ción de la subjetividad humana como refiexividad. No puedo ex­
l [ Ei ojo de la mente, Buenos Aires, Sudamericana], poder elimi­ tenderme aquí sobre las condiciones y circunstancias de esta
nar la cuestión de la “conciencia” o del “Yo”). creación histórica16. Simplemente haré notar, para recordar la
El consciente humano está evidentemente dotado de la auto­ pertinencia psicoanalítica de las consideraciones precedentes: la
rreferencia, y esto implica débilmente: el saber que se sabe. cuestión de la posibilidad de representarse como actividad re­
Pero éste puede ser - y lo es, la mayor parte del tiempo- un presentativa y de ponerse en cuestión como tal no es una sutile­
mero “acompañamiento”: la luz verde que indica que el circuito za de filósofo; corresponde al mínimo que exigimos tácitamente
de “indicadores de estado” funciona bien. En la refiexividad tene­ de todo paciente, cuando tratamos de conducirlo a constatar que
mos algo diferente: la posibilidad de que la propia actividad del X no es Y pero que lo es, efectivamente, para su actividad repre­
“sujeto” devenga “objeto”, la explicitación de sí como un objeto sentativa de él, y que tal vez hay razones para esto.
no objetivo, o como objeto simplemente por posición y no por La condición de posibilidad absoluta de la refiexividad es la
naturaleza. Y es en la medida en que se puede ser para sí mis­ imaginación (o fantasmización). Es debido a que el ser humano
mo un objeto por posición y no por naturaleza que el prójimo, en
el verdadero sentido del término, se vuelve posible. 16 Véase el texto sobre “La polis grecque...”, citado en la nota 3.

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es imaginación (imaginación no funcional) que puede plantear La capacidad de actividad deliberada no es lo mismo que la
como una “entidad” algo que no lo es: su propio proceso de posibilidad de un acto indicado por el mero cálculo lógico, el rec-
pensamiento. Es debido a que su imaginación es desbocada koning (del que son capaces un animal e incluso una bacteria).
que puede reflexionar; de otra forma, se limitaría a calcular, a Llamo capacidad de actividad deliberada o voluntad a la posibili­
“razonar”. La reflexividad presupone la posibilidad de que la ima­ dad que tiene un ser humano de hacer entrar en los relevos que
ginación postule como presente lo que no lo está, de que vea a condicionan sus actos los resultados de su proceso de reflexión
Y en X y, específicamente, de que vea doble* de que se vea (más allá de lo que resulta de la mera lógica animal). Dicho de
doble, de que se vea al verse como otro. Yo me represento, y otra forma: la voluntad o actividad deliberada es la dimensión
me represento como actividad representativa, o: me trato como reflexiva de lo que somos en tanto que seres imaginantes, es
actividad actuante. Bien entendido, existe aquí también la posibi­ decir, creadores, o más: la dimensión reflexiva y práctica de
lidad de la “ilusión” o del “engaño”: entre otras cosas, pu edo así nuestra imaginación como fuente de creación.
postularme como “cosa” o como “substancia” (“material” o “inma­ Ya he mencionado la relación de la imaginación con la refle­
terial”), puedo “realizar” (reificar, objetivar) mi actividad de pen­ xividad; existe una de la misma profundidad entre la imaginación
samiento y sus resultados (y por consiguiente también escuchar y la voluntad. Hay que poder imaginar algo distinto a lo que está
voces). para poder querer; y hay que querer algo distinto a lo que está,
Está claro que el psicoanálisis presupone esta reflexividad para liberar la imaginación. La práctica analítica, lo mismo que la
como efectiva en el analista y como virtual en el paciente, que la experiencia común, lo muestra constantemente: cuando no se
utiliza como virtualidad en curso de actualización en éste y que quiere otra cosa que lo que es, la imaginación es inhibida o re­
apunta de paso a su instauración en lo posible definitiva (lo que chazada, representa solamente la perpetuación eterna de lo que
no significa en manera alguna que la meta del análisis sea la es. Y, si no se puede imaginar otra cosa que lo que es, toda “de­
dominación del consciente, que comprender sea curar, etc.). cisión” no es sino una elección entre los posibles datos -datos
Pero el psicoanálisis presupone también la capacidad de activi­ proporcionados por la vida anterior o por el sistema instituido-
dad deliberada, en primer lugar del psicoanalista (uno se decide que puede siempre ser reducida a los resultados de un cálculo o
a aceptar o no a un paciente, hablar o callarse, etc.), luego del un razonamiento.
paciente (que debe, como mínimo, poder acudir regularmente a
las sesiones), capacidad que apunta también a instaurar en este
último, de manera en la medida de lo posible definitiva.
Hablo de capacidad de actividad deliberada; podría de igual ¿Cuál es la relación de lo que acaba de decirse con la concep­
forma hablar de voluntad, si quisiera ignorar al mismo tiempo los ción freudiana? ¿Y cuáles son los presupuestos metapsicológi-
riesgos de malentendido y los riesgos de alergia en muchos psi­ cos de la reflexividad y de la capacidad de actividad deliberada?
coanalistas. Por aquélla no entiendo ni siquiera necesariamente Veo cuatro presupuestos tales, de los cuales dos sólo perte­
lo que gobierna o pone en funcionamiento un gesto motor, o la necen a la investigación metapsicológica, mientras que los otros
inhibición del mismo. Hay ya actividad deliberada, y voluntad, dos sobrepasan el campo psicoanalítico propiamente dicho. Es­
desde el momento en que mi atención se concentra de modo tos presupuestos son: 1) la sublimación; 2) la existencia de un
continuado y sistemático sobre un objeto de pensamiento: el quantum de energía libre, o de importantes capacidades de mu­
objeto de la capacidad deliberada de obrar, o de la voluntad, tación de energía, junto a la instancia consciente; 3) la labilidad
puede ser simplemente un estado de la representación, una de las cargas en este campo; 4) la capacidad de poner en cues­
orientación del flujo representativo. Lo que en general se llama tión los objetos hasta entonces cargados en función de la refle­
pensamiento (en el sentido del pensamiento “teórico”, por ejem­ xión. Comento brevemente, según sea necesario, estos cuatro
plo) es una combinación en la que las partes de actividad no presupuestos.
consciente y consciente son indisociables, como también lo son El primer presupuesto metapsicológico de estas dos posibili­
las partes de actividad espontánea y deliberada. dades cuya actualización define la subjetividad humana propia­

■f 141
140
mente dicha es la capacidad de sublimar de la psique. Sólo pue­ caminaron con los pies desnudos). En términos freudianos, di­
do mencionar al pasar mi enorme asombro frente a ciertas insi­ ríamos que esta sustitución, del placer de órgano por el placer
nuaciones recientes según las cuales la noción de sublimación de representación, equivale a un cambio de la “meta” de la pul­
sería a duras penas compatible con la concepción freudiana -y,
sión. Pero la caracterización hecha aquí, más general y engloba-
más generalmente, frente a las vacilaciones, la confusión y la dora, concierne también a la fantasmización. La distinción con
vaguedad de lo que en general se dice de ella-. ésta se hará más adelante.
Sin duda, la cuestión fue dejada por Freud en un estado caó­
De una manera correspondiente, se diría que, casi idéntica y,
tico: esto no es ni una explicación ni una justificación. Para reu­
en todo caso, indisociable, la sublimación requiere la mutación
bicarla, hay que recordar esta evidencia banal, a la que nadie
de una cantidad de energía psíquica, de energía dirigida hacia la
parece tener en cuenta: hablar ya es sublimar. El “sujeto” del “descarga motriz”, en energía que se concentra sobre la repre­
lenguaje no es un “sujeto” pulsional17. A partir del momento en
sentación o el flujo representativo mismo. Este es además un
que el aparato oral carga una actividad que no procura ningún
rasgo esencial de la fantasmización (de la imaginación radical)
placer de órgano (en general), hay actividad sublimada. Hablar
que la sublimación comparte, lo que se comprende ya que la
es una actividad sublimada, en primer lugar porque no procura
misma es, en un sentido, un retoño de aquélla.
ningún placer de órgano; además y sobre todo porque es instru­
Pero, en tercer lugar -y aquí aparece la diferencia con la fan­
mentada en y por una creación extra-psíquica y que supera las
tasmización-, el “objeto” de la sublimación (sobre el que se car­
posibilidades de la psique singular: la institución del lenguaje; en
ga la energía en cuestión) es y vale sólo en y por su institución
fin, porque siempre implica potencialmente que uno se dirige a
social, efectiva casi siempre, también virtual eventualmente18.
otros participantes, reales, de la sociedad (hago abstracción del
delirio psicótico, aunque...). Resulta lo mismo decir que la sublimación es la carga de repre­
sentaciones (o de estados de la representación) cuyo referente
No podemos comprender nada de la psique humana si nos
no es más un “objeto privado”, sino un objeto no privado, públi­
rehusamos a constatar que en la base de todas sus especificida­
co, es decir, social. Y estos objetos sociales son invisibles -o
des se encuentra la sustitución del placer de órgano por el pla­
bien valen mediante sus atributos invisibles: dicho de otra mane­
cer de representación. Conversión masiva, co-originaria de la
ra, valen en virtud de su constitución o de su impregnación por
humanidad, que no podemos sondear más y que hace posible la
las significaciones imaginarias sociales. Mientras que en el ani­
sublimación. Ciertamente, la sustitución del placer de órgano por
mal la concatenación representación-motricidad es: a) en princi­
el placer de representación toma en primer lugar la forma de la
pio constante (para modificarla, es necesario el “aprendizaje” : la
fantasmización o, como decía Freud, del placer alucinado. Pero
imaginación es repetitiva); b) funcional; c) siempre con un refe­
ya en el caso del placer alucinado se ve a la psique realizar la
rente “real”.
posibilidad de satisfacerse con algo que no es más el estado de
En este punto es necesario hacer una digresión. En todo lo
un órgano. En la fantasmización propiamente dicha, la escena
que aquí se dice -como en toda la obra psicoanalítica de
no depende más que de las transformaciones tópicas del flujo
Freud19- , la “causación” por representación se supone absoluta­
representativo, transformaciones indeterminadas e indetermina­
mente. Dicho de otra manera, tenemos por cierto que las modifi-
bles y, en todo caso, sin lazo “de contenido” con la naturalidad
sexual (o pulsional) de un supuesto objeto inicial. El zapato
como objeto fetiche es un desafío a toda teoría sexual ingenua, ’8 "La sublimación es el proceso mediante el cual la psique es obligada a re­
que muestra la omnipotencia de la fantasmización (aunque sólo emplazar sus 'objetos propios’ o ‘privados’ de carga (comprendida en ellos su
fuera porque durante la mayor parte de su historia los hombres propia Imagen’ para sí mioma) por los objetos que son y valen en y por su insti­
tución social, y a construir para sí misma las 'causas', los ‘medios’ o los 'apo­
yos' del placer." L ’institution imaginaire..., p. 421.
13 Y contrariamente a las convicciones pre-psicoanalíticas de Freud, que ad­
17 Sobre el psicoanálisis mismo como actividad sublimada, véase "Epilégo-
hería á los puntos de vista de Hughlings-Jackson. Ver la Editor's note a la tra­
ménes...” , loe. cit., pp. 58-64 y sobre todo “La psychanalyse projet et
ducción de Lo inconsciente (S. E., 14, 163) y sobre todo el extracto de su mo­
elucidation”, ib , pp. 102-122.
nografía de 1891 sobre la afasia, ib., pp. 206-208.

142 *
143
caciones de la representación o del estado de la representación El segundo presupuesto es el de la existencia de una can­
en general pueden entrañar descargas motrices, modificaciones tidad de energía libre, o de importantes capacidades de muta­
durables en las cargas y en consecuencia en el reparto de la ción de energía, junto a la instancia inconsciente. Estaríamos
energía psíquica, etc. La ¡dea no es solamente aportada por la tentados de postular que el pasaje a la reflexividad, como a la
evidencia común más masiva y elemental; sin ella la actividad capacidad de actividad deliberada, requiere la existencia de un
psicoanalítica se convierte en incomprensible e imposible. Esta quantum de energía libre (no específica y no ligada, flotando li­
constatación no proporciona en manera alguna un argumento bremente, etc.). Y estaríamos tentados de formular el mismo re­
para un “libre albedrío” en el sentido tradicional, dado que las quisito para el conjunto de la vida psíquica (humana, e incluso
representaciones no son allí sino eslabones o relevos en el pro­ animal) a propósito de hechos tan fundamentales como el desa­
ceso de “causación”, pudiendo ellas mismas estar rigurosamen­ rrollo del psiquismo, sus capacidades de adaptación y aprendi­
te determinadas. De hecho, no lo están: tal es la naturaleza del zaje, etc. Sin embargo, todo esto puede igualmente ponerse
flujo representativo, a la cual me he referido en otra parte20. bajo el título: capacidad de descalificación-recaíificación (en sín­
Pero, si aun se quiere seguir la argumentación determinista, tesis, mutación) de la energía psíquica. Pero como la expresión
tampoco es preciso que la determinación sea puntual: es posible energía psíquica, aunque sea ciertamente algo muy distinto a
que éste sea el estado global, y como tal no localizable en nin­ una simple metáfora21 no recubre actualmente aún nada que
gún sentido del término, de la representación, que cada vez sea verdaderamente delimitable y asignable, las dos terminolo­
condiciona (y es condicionada por) los “intercambios con el exte­ gías aparecen como equivalentes. Sabemos que hay cargas de
rior". Bien entendido, el epifenomenista riguroso sostendrá que intensidad diferente, y esas intensidades pueden cambiar. No te­
estos eslabones o relevos son redundantes o, peor, “ilusiones nemos ninguna idea sobre la cuestión de saber si y cómo esas
subjetivas” (?), y que cada vez se pasa de una configuración intensidades se dejan “comparar” entre ellas -salvo de la mane­
“material" (neurofisiológica) global y precisa como “causa” a otra ra cualitativa más pobre y tratándose del mismo individuo-, aún
configuración tal como “efecto”. Constatamos entonces en pri­ menos “designarse”. Incluso no podemos abordar cuestiones ta­
mer lugar que este punto de vista se califica a sí mismo de ilu­ les como: ¿las diferencias evidentes de “energía” entre indivi­
sión objetiva; seguidamente, que diseña un programa irrealiza­ duos son congénitas o bien resultan de bloqueos causados por
ble o que, en el mejor de los casos, exigiría la edificación de un la historia singular de unos y otros?
andamiaje fantásticamente voluminoso para la intelección de los Ya sea que se postule la existencia de una cantidad de “ener­
hechos más simples. Finalmente, que es incapaz de compren­ gía libre" o la capacidad de mutación de energía22, está claro
der estos mismos “hechos”. Una palabra en un telegrama provo­ que cada vez que el aparato psíquico hace algo distinto a cuidar
ca una guerra mundial. Si las representaciones son relevos, la su homeostasis hay descalificación-recalificación de energía, y
cadena de las determinaciones no está formalmente rota (otra que este proceso juega un papel fundamental en la historia y la
cosa sería que se encontrara aquí una desproporción extrema constitución del ser humano. Y va a la par con la emergencia de
entre “causas” y “efectos”). Pero al mismo tiempo está claro que nuevos objetos. Esto no nos sorprende, sin razón y en función
una descripción del estallido de la Primera Guerra Mundial en de la costumbre, desde el momento en que estos nuevos obje­
términos de corriente eléctrica desplazándose a lo largo de las tos y las mutaciones de energía correspondientes se encuentran
líneas telegráficas y las redes nerviosas de Guillermo I, del Zar, en el curso psíquico ordinario -cuando, por ejemplo, el niño car­
de sir Edward Grey, de Poincaré y de Viviani, es absurda, ya ga su aparato genital “en lugar” del ano/las heces. Esto debería
porque no puede, en sus propios términos, darse su objeto. sin embargo sorprendernos y hacemos reflexionar cuando la

® El término de “causación” constituye aquí un muy fuerte abuso de lengua­


je. De todas formas, no hay un encadenamiento estrictamente causal de las re­ Sobre la crítica a las críticas a la “simple metáfora” véase '‘Epilégom é­
presentaciones, y no puede haberlo. Véanse ‘‘Epilégoménes...", op. cit., y L ’ins- nes...”, op. cit., pp. 54-57.
titution ¡maginaire..., cap. VI, pp. 372-377, 378-381, 382-384, 396-397, 406-407, 22 De todos modos, en una última etapa no puede eliminarse una acción di­
431-442. recta de la representación sobre la energía, so pena de una regresión al infinito.

*
144 145
psique carga nuevos objetos que son “invisibles”: por ejemplo, jetivo” y a éste el aspecto “subjetivo”-, es necesaria la capaci­
durante pasajes históricos como el del paganismo al cristianismo dad efectiva de poner en cuestión los objetos hasta aquí carga­
o el del catolicismo a la Reforma. Pero también, no veo cómo dos (incluso aunque fueran, en el límite, las regla del pensar) en
podría negarse -sobre todo cuando se es psicoanalista- que la función de la reflexión, y concluir según los resultados de ésta.
emergencia de una nueva representación (y un agrupamiento o Resulta lo mismo que decir que es necesaria la capacidad de
arreglo de representaciones debe contabilizarse bajo el mismo poner en cuestión los objetos instituidos. También esto, por más
título) puede hacer, en el caso de cargas opuestas, inclinar el fiel “subjetivo” que sea, es relativo ai modo y al contenido de la insti­
de la balanza más de un lado que del otro. tución social de esos objetos. Es psíquicamente inconcebible
Con los dos últimos presupuestos abandonamos el terreno poder decir: la leyes injusta, cuando la ley ha sido dada por
propiamente metapsicológico y entramos en un dominio en el Dios, y la justicia no es sino uno entre los nombres-atributos de
que la sinergia de la institución social es decisiva. Por este moti­ Dios. (Lo mismo para el Zar.)
vo, y por razones de espacio, debo ser breve en esto23. El esta­
blecimiento de una reflexividad y de una capacidad de actividad
deliberada requiere en tercer lugar una importante (y relativa) la­
bilidad áe las cargas. Esta labilidad no debe confundirse con una Lo que acabo de hacer da un contenido más preciso a lo que
fluidez cualquiera ni con lo que Freud llamaba la “vicariedad” del definí desde 1965 como la autonomía del “sujeto” humano24. El
objeto de la pulsión, Es simplemente lo contrario de la rigidez. establecimiento de otra relación entre el consciente y el in­
Ahora bien, esta rigidez de las cargas sublimadas es caracterís­ consciente puede ser más especificado: debe contener, del lado
tica de la casi totalidad de las sociedades humanas -y puede de la instancia consciente, la reflexividad y la capacidad de ac­
decirse que es la mejor caracterización, desde el punto de vista ción deliberada. Es inútil agregar que esto no implica, en manera
psicoanalítico, de su heteronomía-. La carga de un creyente en alguna, la ‘toma del poder” por el consciente, la asimilación o la
su Yahveh, su Cristo, su Alá, o de un miembro del N.S.D.A.P. anulación del inconsciente: lo contrario es lo verdadero, por ra­
[Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán] en el Führer o de zones evidentes. {¿Quién puede tener miedo de ver sus deseos
un miembro del P.C.Ü.S. [Partido Comunista de la Unión Soviéti­ más monstruosos? Un ser heterónomo.) Es también inútil agre­
ca] en el Secretario General, o de un científico en el carácter gar, sin volver a una retórica que estuvo en boga en Francia
hereditario de la inteligencia (llevándolo a traficar con los datos durante treinta años, que la autonomía no sólo no tiene nada
de la observación), no es lábil. La de un ciudadano que puede y que ver con una “adaptación” cualquiera al estado de cosas
quiere discutirla legitimidad de la ley a la cual entretanto obede­ existente, sino que es lo contrario, dado que la misma significa
ce, o la del científico crítico, sí lo son. Ahora bien, esto no de­ precisamente la capacidad de poner en cuestión este orden -e l
pende del ser humano singular, al menos en dos sentidos. En cual está tan fundado en una sublimación que respeta las signifi­
primer lugar, jamás es él quien ha grabado en el frontón de la caciones instituidas que se vería poco amenazado por una ex­
sociedad: la ley fue hecha por nosotros, en vez de: Dios nos ha plosión de “deseos” por definición inarticulados o inarticulables o
dado la ley. En segundo lugar, no es él quien se ha instruido a sí por la fantasmática aparición en la escena social del “sujeto del
mismo de manera de no reconocer ninguna autoridad suprema inconsciente”.
que no deba dar cuenta y razón de sus actos y de su existencia; Es bien evidente que hablamos de posibilidades del ser hu­
otros lo han educado en esta actitud, los cuales ya habían sido mano; no decimos que las mismas se realizan siempre, las más
formados en ella. de las veces, automáticamente, etc. Sabemos pertinentemente
En fin, cuarto presupuesto -la distinción con el precedente es que lo contrario es lo cierto; pero también sabemos que esas
extremadamente tenue, se puede llamar a aquél el aspecto “ob­ posibilidades son actualizables, que han sido actualizadas por

2! Sobre los puntos evocados brevemente aquí, véase sobre todo “Institution 24 Véase L'institution imaginaire..., cap. II, pp. 138-151 y además "La logique
de la soclété et la religión", en Domaines de l'homme, op. cit., pp. 364-384. des magmas”, loe. cit., pp. 410-418.


146 147
ciertas sociedades y ciertos seres humanos, que pensar, psicoa- ricos en las dos acepciones del término: constituyen en primer
naiizar, decir lo que decimos presupone esta actualización. lugar la historia del ser considerado, pero también dependen
Al hablar de capacidad de actividad deliberada, he utilizado (por medio de la educación en el sentido más amplio) de la his­
igualmente el término de voluntad, con precauciones. Esas pre­ toria colectiva a la cual ese ser pertenece. ¿Y qué es el análisis
cauciones son motivadas por la lectura selectiva y tergiversada mismo, sino el esfuerzo de crear nuevos tractos en el analizante
(por los dos lados) que se ha hecho, casi siempre, de lo que y, en particular, una carga de su capacidad de reflexión, una re­
Freud pudo escribir al respecto. La voluntad, tal como yo la en­ movilización de su energía, en fin, una capacidad de coordinar
tiendo aquí desde el punto de vista metapsicológico, es la exis­ su “utilización de energía” con su reflexión?
tencia de una cantidad de energía libre o de una capacidad de Lo mismo que a ciertos psicoanalistas, estas consideraciones
mutación importante de energía coordinada con la reflexividad. no satisfarán a los partidarios de una “libertad pura” entre los fi­
Ahora bien, desde el principio al fin, pululan en Freud las formu­ lósofos. A estos últimos les recordamos solamente que Aristóte­
laciones que insisten sobre los procesos “que concentran” la les definía la virtud como hexis proaírétiké, es decir habitus de­
energía en el yo a medida que el individuo se desarrolla. Freud pendiente de la elección y creador de elecciones. Sabía bien lo
se dirige contra la absurdidad del “libre albedrío” en el sentido de que decía. Todas las antinomias, verdaderas y aparentes, de la
una fulguración sin motivo que hace tabla rasa de toda la histo­ cosa están ya en esta frase. La autonomía no es un hábito -esto
ria precedente del individuo; pero no se podría eliminar la causa­ sería una contradicción en los térm inos- sino que la misma se
ción por representación sin reducir a la nada toda su obra. Si se crea al ejercérsela, lo que presupone, en cierta forma, que pre­
relee atentamente el punto 3 de “Una dificultad del psicoanáli­ existe a sí misma. Tal vez la imagen que empleaba Platón a
sis”, se verá que Freud no dice en manera alguna; el Yo no pue­ propósito del verdadero saber sea, también a este propósito, la
de hacer nada. Dice: el Yo (en este caso, el Yo enfermo o neu­ menos mala: llama que se aviva al alimentarse de sí misma26.
rótico) ha querido hacer demasiado, vistas las condiciones y las
circunstancias en las que está ubicado; pero se lo puede ayudar
a ajustar sus miras y a ampliar los medios de que dispone. Aho­
ra bien, ampliar los medios de que dispone el Yo consiste, al Concluiré tratando de responder sumariamente las dos pregun­
mismo tiempo, en re movilizar las energías, dirigirlas hacia el tas que planteé al comenzar.
proceso de reflexión y facilitar la acción de las representaciones En primer lugar, no es posible formular un concepto engloba-
“reflejas” sobre la energía psíquica25. Todos estos puntos vuel­ dor del sujeto. Estamos obligados a diferenciar. Debemos reco­
ven a decir que se trata de establecer y de restablecer los trac­ nocer, en el origen y en el primer nivel, un para sí -u n self, un
tos [frayages] (las Bahnungen, “vías”, pasajes, trayectos -facili- sí- de lo viviente como tal, que realiza ya los rasgos decisivos
tations, según creyeron poder escribir los traductores ingleses-), que caracterizarán también a todas las entidades “subjetivas”,
término que, ciertamente, la neurofisiología contemporánea es­ en todos los niveles. Estas entidades, en niveles cada vez dife­
taría lejos de desaprobar. Es por medio de tales tractos, lo sabe­ rentes, son la psique y las “instituciones” psíquicas, el individuo
mos, que el ser humano deviene lo que es: toda maduración, social, la sociedad. Cada una de ellas presenta especificidades
todo desarrollo y toda educación son el establecimiento de trac­ decisivas. En particular, las “instancias psíquicas” de Freud -o
tos, ya sea que se tome el término en el sentido “material”, neu- las entidades correspondientes en otras descripciones de la
rofisiológico, o en el sentido psicológico. Estos tractos son histó­ “tópica” de la psique- son ciertamente cada una para sí, pero los
otros caracteres que crean al ser abren un abismo entre ellas y
el simple viviente. De igual manera, para lo que forma parte del
25 Ya sea que esta energía se cargue en gran parte sobre las imágenes de sí individuo social o de la entidad sociedad.
mismo del Yo, sobre el "Yo ideal”, o sobre otros objetos de la sublimación; que
tenga entonces una calificación suplementaria “narcisista” o pseudo-”objetal”,
todos estos casos son perfectamente consonantes con lo que se dice en el tex­
to. 26 Carta Vil, 341 c-d. Con relación al "kantismo puro”, véase “Epilégomé-
nes...”, loe. cit., pp. 58-62.

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Más especialmente para lo que forma parte del individuo so­ píos, clínicos o no, abundan. Sin una subjetividad ta l-s in el pro­
cial, la confusión es grande entre éste, el ser psíquico y el sujeto yecto, pero ya en curso de realización, de una subjetividad tai­
o la subjetividad humana propiamente dicha. El individuo social, no solamente se derrumba todo objetivo de verdad y de saber,
nivel “socialmente funcional” del ser humano, presenta cierta­ sino que desaparece toda ética, dado que se desvanece toda
mente los caracteres de un para sí, es fabricado a partir del responsabilidad. El psicoanálisis se convertiría entonces como
material psíquico por la sociedad (por intermedio de la familia, el teoría en una variante de la sofística y como práctica en una
lenguaje, la educación, etc.) pero está “separado” de las otras empresa cínica de explotación.
instancias psíquicas por la barrera de la inhibición. Aproximada­ A mi segunda pregunta: ¿existe una unidad del ser humano
mente co-extensivo al “consciente” de la primera tópica freudia- singular, más allá de su identidad corporal y de la envoltura cro­
na, es capaz de “pensamiento” dentro de los marcos instituidos, nológica de su “historia” , de su crónica?, mi respuesta breve y
y de “volición” -en el sentido de la activación por el consciente provisional será otra vez múltiple. Hay en verdad una cierta uni­
de los mecanismos motores- dentro de los mismos marcos27. dad de cada psique singular, al menos como origen común y co-
Pero, por regla general (si se considera toda la extensión de la pertenencia obligatoria de fuerzas que libran una larga guerra
historia y las sociedades humanas) no está en condiciones de sobre el mismo teatro de operaciones. Existe, a su modo, la uni­
poner en cuestión estos marcos ni, por consiguiente, de ponerse dad más o menos sólida del individuo que fabrica la sociedad.
en cuestión él mismo. No posee, entonces, la reflexividad en el Más allá, existe una unidad visualizada o que debemos visuali­
sentido estricto y pleno del término -y, por vía de consecuencia, zar: la unidad de la representación reflexiva de sí y de las activi­
la capacidad de actividad deliberada tal como se la definió aquí- dades deliberadas que se emprenden. Unidad no quiere decir,
característica de lo que es preciso llamar la subjetividad huma­ bien entendido, invariabilidad a través del tiempo.
na. De ésta debe decirse que, creación histórica relativamente
reciente (la ruptura que la creó tuvo lugar en la antigua Grecia),
es una virtualidad de todo ser humano, ciertamente no una fata­
lidad. La historia reciente y presente muestra ejemplos masivos Terminaré proporcionando dos imágenes. El para sí es una es­
y espantosos en los que las últimas trazas de reflexividad y vo­ fera cerrada -e s esto lo que quiere decir clausura- y de diáme­
luntad propia que pueden poseer los seres humanos son reduci­ tro aproximadamente constante. Y ocurre que esta esfera es
das a cero por la institución social (política). Es en tanto que se cada vez “ajustada", bien o mal, según una infinidad de dimen­
hace subjetividad que el ser humano puede ponerse en causa y siones, a un número indefinido de otras esferas. La subjetividad
considerarse como origen, ciertamente parcial, de su historia humana es una esfera pseudo-cerrada, que puede auto-dilatar­
pasada, como también querer una historia venidera de la cual se, puede interactuar con otras pseudo-esferas del mismo tipo y
ser co-autor. Esto, lo subrayo, el simple “consciente" está lejos puede volver a cuestionar las condiciones, o las leyes, de su
de poder brindarlo: se puede concebir perfectamente un cons­ clausura.
ciente que permanezca como simple espectador, registrando los La auto-dilatación significa que el mundo humano, el mundo
procesos que se desarrollan en la vida del individuo. Los ejem- accesible a la subjetividad humana, no es dado de una vez por
todas, es al mismo tiempo extensible y modificable (hacia el
27 Ciertamente, también puede transgredir los unos y los otros. Pero la
“afuera” y hacia el “adentro”). Ya hemos hablado de esta posibili­
transgresión no es puesta en cuestión, es la confirmación de las leyes existen­ dad, de su enraizamiento en la imaginación radical de la psique,
tes. Por lo demás, no puedo entrar aquí en las relaciones sin ninguna duda de su interdependencia con la institución de la sociedad.
muy profundas e importantes entre transgresión individual y contestaciór políti­ La interacción verdadera con otras subjetividades significa
ca. Relaciones no significa evidentemente identidad. Los cantores de la trans­
algo inaudito en el mundo: la superación de la exterioridad recí­
gresión (como "subversión” política) no valen más que los psicoanalistas (lo
cual, ¡ay!, ocurrió) que quisieron reducir la contestación política a la transgre­ proca. (Tratamos, al menos, de pensar al simple viviente como
sión; cosa no tan diferente de la criminalización de la revuelta que comporta ajuste, increíblemente fino y complejo, de exterioridades recípro­
todo código penal que se respete. cas.) Es esta superación de la exterioridad recíproca la que está

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en juego cuando se trata de comprender, así como también de Es por esto que Sócrates acepta morir, y es por esto que al
acceder a la dimensión del sentido como invisible. Que alguien morir también se salva. Se salva para sí mismo; salva su ima­
nos diga: siempre se trata de exterioridades recíprocas entre gen, triunfante retomo de la auto-finalidad en la desaparición de
humanos; nos adaptamos los unos a los otros como los graba­ su “sujeto”. Pero también salva algo para nosotros; afirmación
dores construidos para eso; yo finjo hablarles y ustedes fingen igualmente triunfante de la sublimación, raíz y condición conti­
escucharme y hacen como si creyeran que lo que yo digo tiene nua de la vida histórica nutrida por tantas muertes voluntarias.
un sentido; amar es querer dar algo que no se tiene a alguien
que no lo quiere, etc., responderemos ciertamente, en primer
lugar y antes que nada, que nuestra idea de lo que tiene un
sentido nos prohíbe fingir que dialogamos con un grabador, y
que, en consecuencia, lo dejaremos hacer ruido en su rincón.
Pero, entre nosotros, diremos también que ese alguien no sola­
mente repite las trivialidades filosóficas que uno tendría el dere­
cho de suponer clasificadas desde hace veinticinco siglos, sino
que desconoce los requisitos esenciales de la teoría psicoanalíti-
ca. Ya que en este último dominio, la implicancia de la idea de
que no existe nunca entre los seres humanos superación de las
exterioridades recíprocas es que no habría jamás, en el desarro­
llo del psiquismo, una verdadera ¡ntroyección: toda ¡ntroyección
sería íntegramente una construcción “íntroproyectiva”, todo lo
que el niño introyectara de su madre sería debido exclusivamen­
te al mismo niño y la madre no tendría nada que ver, pura pro­
yección que el niño ilusoriamente reincorporaría a sí. Ahora
bien, sabemos que esto sólo constituye la mitad de la realidad:
el niño transforma lo que se le ha dado o lo que encuentra al
darle un sentido, pero esto no sucede sin relación con el sentido
de lo que se le ha dado. No hay bebé que no distinga entre una
mirada cargada de amor y una mirada cargada de odio. Y es
también bajo esta condición que se aprende a hablar, es decir:
aceptar que el significado de una palabra es el que los otros le
atribuyen.
Finalmente, el punto más difícil, todo cuestionamiento de las
leyes y de las condiciones de la clausura de la subjetividad se
hace todavía en la clausura, dentro de la esfera cerrada de otras
leyes y condiciones, por más inmensamente dilatada que la mis­
ma pueda ser.
Ser sujeto, y ser sujeto autónomo, es además ser alguien y
no todo, no importa quién o no importa qué.
Es además y sobre todo cargar objetos determinados y
cargar su identidad, la representación de sí mismo como sujeto
autónomo.

*
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INDICE

Prólogo. Alberto I. Nahmías........................................................ 7

El psicoanálisis, proyecto y elucidación. “Destino” del análisis


y responsabilidad de los analistas............................................. 11
El Epilegómenos a una teoría del alma
que pudo presentarse como ciencia..........................................75
El estado del sujeto h o y ........................................................... 115

155

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