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CUANDO TODO ESTÁ PERDIDO

Diálogo del Alma


Por José Miguel Rojas Martínez

Señor nuestra casa es su casa, mi familia es tu familia. Señor mi


tiempo es postrarse delante de ti como lo hizo María de Betánia
Señor, mi esfuerzo es para agradarte cómo lo hizo Marta, y mi corazón
está unido al tuyo a través de la amistad. Como lo hizo Lázaro

Señor aquel a quien tú amas está enfermo,


Señor la situación se está poniendo cada vez más complicada
Señor acudimos a ti, ni si quiera es mi hermano, es aquél a quien tú
amas, tu amigo, está enfermo.
Aprendo Señor abandonarme en ti, a depositar mis preocupaciones,
mis afanes en ti.

A mi alrededor muchas voces me dicen dónde está tu Dios, me


quieren hacer dudar, mi propia mente que me dice la situación se pone
cada vez más difícil.
Palpo la necesidad, palpo la dificultad, en lugar de mejorar va
complicándose más la situación, pero mi corazón confía en ti, he
confiado en ti, y tú me has respondido, seguiré confiando en ti en el
momento difícil de la muerte de Lázaro.

Es el momento del rompimiento, el momento del quebrantamiento,


experimento el vacío. Es el momento de la muerte, es el momento en
el que se acaba todo, se quiebra todo, se rompe todo, no hay salida,
todo es negro, todo es gris, Lázaro murió, se caen los planes, se
vienen al suelo las opciones, no hay salida, no hay una solución
humana, no hay un ser humano que me dé respuesta, que me dé una
solución, Qué me de una fórmula con la que yo pueda salir adelante,
humanamente esto está definido.

Lázaro murió y lo que queda es enterrarlo, el tiempo de duelo, tiempo


en el cuál aprendo a desprenderme, a renunciar a decirte Señor tú
tienes el control, a decirte Señor, ya no puedo más, estoy en tus
manos.

Señor depósito en ti mis cargas, mis problemas, mis preocupaciones


mis angustias, aprendo a escoger la mejor parte, como lo hizo María,
aprendo escuchar tu palabra y escuchar la enseñanza que me vas a
dar a través de esta situación, confío plenamente en ti he aprendido a
través del amor, de la cercanía contigo, a conocerte y a confiar en ti,
confío de tal manera en ti Señor, qué pongo a mi hermano en tus
manos, aquel a quien tú amas.

Mi situación, mi dolor, mi angustia, ahora es tuya, te la entrego


totalmente a ti, te pertenece, está totalmente en ti, me abandonó
totalmente en ti. Como esperaron Marta y María, mientras las horas y
los días pasaron, y muchas veces las situaciones la presión de la
misma gente, siempre preguntan: y Jesús, ahora no vino, ahora no
está, y yo sigo confiando Señor, sigo esperando en ti, tú como maestro
me sigues enseñando, tú como maestro me instruyas, tú tienes el
control y me dices: “quiten la piedra.”

Señor, yo ya no quisiera continuar esta conversación, me siento


incómodo, para mí, se acabó, como dijo Marta: “ya hiede”, se
descompuso, ya está descompuesto, podrido. Para mí eso ya está
definido, sepultado, yo mismo te digo Señor ya no tiene solución.
Es ahora cuando tú hablas y dices: “No te he dicho que si crees verás
la gloria de Dios.” más allá de ver a un muerto levantarse, La gloria de
Dios veré, pero no me atrevo a quitar la piedra, es el proceso natural,
es el protocolo de la vida, al muerto se le entierra, una pesada piedra
cubre el sepulcro, del otro lado hay descomposición, y muerte. Esa es
la piedra natural que me separa de la Gloria de Dios.

Y está ubicada donde viví el mayor dolor de mi corazón, en el sitio en


el que se clavó ese puñal en mi corazón, que provocó un dolor y una
tristeza jamás conocida. Ese puñal que atravesó todo mi esfuerzo, mi
entrega, mi ilusión, mi hermano, mi familia. Todo tirado al suelo,
tantas situaciones y personas que he perdido, y ya no ya no veo
solución, de la leche derramada ni lamentarse y para mí es una leche
derramada ya no hay más que hacer.

Tú que levantas a los muertos y me dices quita la piedra, sacudes mi


mente y mi corazón, pues hasta la tristeza y el dolor ya se habían
acomodado en mí, ya me había ubicado en el pantano de la tristeza, y
mis lágrimas me ahogaban. Pero en serio quieres que quite la piedra,
ya pagué el funeral, los enterradores ya se fueron. Solo pienso que si
tú hubieras estado mi hermano no hubiera muerto, pero algo me dice
que tú puedes hacer que los muertos resuciten al final de los tiempos,
lo que no está en mi programa es que sea hoy y sea ahora.

Necesito ver la Gloria de Dios, ya he visto tantas desgracias en mi


vida, que me urge contemplar tu Gloria Señor. Pero creo que para eso
tengo que morir, morir a mi hombre viejo, morir a mis pensamientos y
sentimiento, caer rendido ante ti. La piedra que debo mover es la que
está en mi corazón, así que me rindo totalmente a ti en obediencia, en
fe, en confianza, me abandono en ti, Señor mío y Dios mío.
Comprendo que lo que me separa del milagro no es la piedra que tapa
el sepulcro, sino la piedra en mi corazón, por eso, tomo la decisión de
caminar en fe, de hablar por fe, de mirar en fe. Clavar mis ojos en el
dueño de la Vida, en Cristo Jesús, y así veré más que a un muerto
volver a la vida, contemplaré la Gloria de Dios.

A penas estoy dando mis primeros pasos de fe, cuando escucho una
potente voz decir: “Lázaro, sal fuera!” Lázaro vuelve a la vida, sale de
la oscuridad, abandona el sepulcro, y junto a él, Yo también, porque
no sólo resucitó Lázaro, también yo que fui alcanzado por una muerte
prematura, pero llegaste tú, Señor, en tu tiempo, bajo tus condiciones,
a tu manera, haciendo tu perfecta y santa voluntad.

Pero todavía hay más, me pides que lo desate, esas correas, esas
mordazas, esas cadenas que representan también los vendajes en el
corazón, vamos con la autoridad del nombre de Jesús para romper
toda ligadura, toda cadena de muerte en el nombre de Jesús, mi llanto
de rabia, de tantas cosas guardadas de amarguras en mi corazón, el
sentirme humillado, engañado y traicionado, eso me recuerda mucho a
lo que tú viviste Jesús.

Tanta frustración alguien que nos dejó, que nos engañó que nos clavó
un puñal en la espalda como te lo hicieron a ti Señor, toda atadura en
el nombre de Jesús es rota, somos libres, porque así como Jesucristo
fue levantado entre los muertos, yo mismo me levantaré entre los
muertos y veré la gloria de Dios.
Alabanzas a ti Señor, te alabó te bendigo te honro y glorifico, Y vamos
a celebrar la Cena del Señor, la Eucaristía con Lázaro, daré a ti, el
perfume derramado, adorando con todo mi ser tu Santo Nombre, y
Lázaro cerca de ti Señor, aún cuando las ideas de Judas me ataquen,
queriendo distraerme de la verdadera adoración, entregando todo a ti
Señor, mi tiempo, mi esfuerzo y mis recursos, será como un perfume
que se derrama a tus pies y toda mi casa se llena de esa bendición.
Proclamando, tus maravillas, alabando tu nombre, porque el
Todopoderoso ha hecho en mi grandes maravillas, Santo es su
nombre y su misericordia es de generación en generación para los que
honran.

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