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¿qué es ‘mainstream’?
El mainstream es, ante todo, una cultura popular, una cultura de masas. Puede
ser divertimento, pero también puede ser arte. Es tanto Lady Gaga como
Piratas del Caribe, y también Batman y Toy Story, las series de televisión y el
manga. Es algo, por tanto, que puede ser positivo, gustar a mucha gente y crea
felicidad y divertimento, pero también puede suponer problemas porque al final
es monolítico, imperialista y de tan repetitivo, puede ser realmente
criticable. La cultura mainstream es positiva y negativa y, más que un
concepto, es un término que se puede analizar y entender desde un punto de
vista local, nacional, geográfico… Se pueden hacer muchas lecturas de este
concepto.
Sí. Creo que hay una batalla cultural globalizada hoy por hoy, por instalar unos
valores, por imponer la cultura de masas. Donde no estoy de acuerdo con
Huntington es que esta batalla enfrenta solo a las naciones. En el mundo
árabe, por un lado está por ejemplo Arabia Saudí, por otro Líbano, y grupos
como Al-Yazira, MBC, Rotana, cada una con una visión. China contra Hong
Kong por el fenómeno de los ciberdisidentes. EEUU contra EEUU. Unos
países luchan contra y otros, y también contra si mismos.
Es el denominado ‘soft power’: por un lado hay una guerra con armas de
‘hard power’ (política, economía, industria) y por otro, unas armas
‘blandas’, formada de elementos culturales, entretenimiento, ocio… que
también sirven para imponer una visión por encima de otras.
En EEUU, sin embargo, la diversidad cultural fue inventada hace muchos años.
La Corte Suprema en 1978 definió la diversidad cultural como parte de la matriz
fundamental en la decisión Bakke. En los 80, Jimmy Carter estableció leyes
que ligaban este fenómeno cultural de forma obligatoria a la educación. Hoy,
los EEUU defienden una vez las diversidad cultural por una razón sencilla:
tiene 45 millones de latinos, 38 millones de negros y 14 millones de chinos.
Esta esa paradoja de que en Francia se defiende una diversidad cultural fuera
del territorio nacional pero no dentro, igual que en España; y de una
diversidad cultural que EEUU combaten fuera de sus fronteras pero
mantienen dentro de ellas. Mira Broadway hoy: allí lo mismo cabe una
personalidad como Tony Kushner (judío homosexual) que Nilo Cruz (latino), y lo
mismo hay espectáculos dirigidos a chinos que a negros.
Otra batalla cultural ganada por EEUU: los multicines se han exportado a
todos los países.
Para que se haga una idea: todos los días se abre un multicine en China, en la
India y en México. Y cada dos días se abre uno en Brasil. Pero con tantos
multicines, lo que hace falta son películas. ¿Y con qué se nutren? Los
americanos quieren películas americanas, y los chinos, chinas. Y hay que ver el
lugar que puede ocupar Europa, y hoy por hoy, en estas salas de multicine,
las películas europeas son casi inexistentes.
Hay una paradoja, que de hecho es una conclusión de mi libro: las culturas
nacionales van bien en todo el mundo. España, por ejemplo, produjo en 2008,
173 películas. Es el segundo productor europeo, detrás de Francia. También se
puede ver en República Checa, donde se hacen muchísimas películas. España
ha presentado 3 películas en Cannes, uno de ellos es Almodóvar, muy
conocido España y en todo el mundo, y de hecho, Almodóvar es mainstream.
La música en España también es muy española, ya sea con músicos latinos,
como Enrique Iglesias, o con otros más orientados al pop. En literatura ocurre
lo mismo: Javier Marías, Pérez Reverte o libros sobre la guerra civil. Y ahora
mismo, en los cines, se puede ver Piratas del Caribe, en donde la presencia de
Penélope Cruz incluso se les está dando mayor protagonismo que al propio
Depp.
Es decir: en España, hay una cultura nacional potente. Al igual que en España,
en Francia, Alemania o Italia también funciona bien su propia cultura nacional.
Sin embargo, esa cultura española apenas se conoce en Francia, y viceversa.
Es donde entra la globalización, que lo que ha hecho es dificultar el acceso a la
cultura nacional que no es propia de un país. La dificultad de todos los países
europeos para entender la cultura de otros países hace que compartan una
misma cultura, la del mainstream, la norteamericana, pero luego cada uno
tiene la suya propia. Por supuesto no estoy hablando de la danza, del teatro de
vanguardia o la poesía, que ellos encuentran fuera del mercado. La elite
europea puede conocerlos, pero para los jóvenes eso no existe directamente.
Justamente: hay que ver primero qué es internet. Falta una regulación internet
en función de qué es: si entendemos que es equiparable a reproducir un DVD
es muy diferente de si lo entendemos como una televisión o una radio, donde
bastaría con pagar unos derechos de autor, como los que se pagan en una
emisora de radio.
Hace unos años, cuando llegó Internet, muchas personas pensaron que era
terrible porque todos iban a escuchar a los mismos artistas, iba a ver las
mismas películas y que se perdería la cultura local y nacional. Estas mismas
personas, después, dijeron que el problema de Internet es que se forman
microcomunidades y que la gente se encierra en pequeñas comunidades y se
separa de las demás. Internet en realidad permite las dos cosas: por un lado,
está su aspecto local; por otro, su lado global y mundial. Es su magia: permite
producir productos a escala global y otros destinados al mercado local. Pero
hay que ser muy humildes respecto a lo que permite Internet. Si nos
hubiéramos visto hace dos años no hubiéramos hablado de Twitter. Si nos
hubiéramos visto hace 5, no hubiéramos hablado ni de YouTube ni de
Facebook. Y si nos hubiéramos conocido hace 10 años, ni siquiera habríamos
hablado de Google ni de Wikipedia.
Dices que Hollywood subestima la red y que sus intentos actuales por
controlarla recuedan a cuando, en la década de 1910, la industria del
disco, quiso prohibir la radio. “Es un combate perdido”, escribes.
Las industrias creativas siempre han sido así: cuando aparece la radio, la
industria de la música no se emociona con la idea y la quiere prohibir. Luego
llega la televisión, y el cine lo quiere prohibir. Luego Canal+, y el cine lo quiere
prohibir. Y a día de hoy, las industrias están mejor con esas innovaciones que
han ido surgiendo. Siempre ha sido así, y siempre se ha demostrado que luego
las industrias van a mejor.
Durante la realización del libro te has encontrado con “la cultura del
secreto y a menudo de la mentira”, practicado por la figura de los PR
[relaciones públicas de las grandes corporaciones, encargadas del trato
con la prensa]. Esto parece una herencia de la política, es decir, el ‘soft
power’ coge del ‘hard power’ esa obsesión por controlar la información.
Sí, de hecho, los consumidores, gracias a Internet, son cada vez más listos y
son capaces de ir más allá de las limitaciones del márketing.
Bueno, eso lo puedes evitar creando un usuario con otro nombre, con un
seudónimo. No hay que atenerse a esas normas.
Hacen falta ese tipo de modelos, pero no se puede abusar y no tiene porque
convertirse en el modelo. De hecho, confio bastante en lo USA porque tiene
unos sistemas muy fuertes para castigar este tipo de monopolios dominantes.
Sí, sí. Lo mismo, lo que pasa es que los videojuegos exageran este fenómeno
todavía más. En Francia, por ejemplo, estamos orgullosos de ser uno de los
países líderes del videojuego: a través de Vivendi, poseemos Activision-
Blizzard, y también Ubi Soft. Pero estuve en las oficinas de Ubi en Canadá y
solamente hacían videojuegos americanos. Así que puede que sean francesas,
pero producen juegos americanos. Así que los videojuegos son todavía una
actividad más mainstream que otras disciplinas artísticas.