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GUÍA DE APRENDIZAJE

Lenguaje y comunicación

DOCENTE: Gonzalo Tapia

OBJETIVO:
1. Analizar e interpretar ensayos modernos (AE 10)

NOMBRE: CURSO: 3°A FECHA: 04/06/2019

Instrucciones: Lee el siguiente prólogo de la obra Ética para Amador, y a continuación, realiza las
actividades propuestas.

Ética para Amador


Fernando Savater
PRÓLOGO

1. A veces, Amador, tengo ganas de contarte muchas cosas. Me las aguanto, estáte tranquilo, porque
bastantes rollos debo pegarte ya en mi oficio de padre como para añadir otros suplementarios
disfrazado de filósofo. Comprendo que la paciencia de los hijos también tiene un límite. Además,
no quiero que me pase lo que a un amigo mío gallego que cierto día contemplaba pacíficamente el
mar con su chaval de cinco años. El mocoso le dijo, en tono soñador: «Papi, me gustaría que
saliéramos mamá, tú y yo a dar un paseo en una barquita, por el mar. » A mi sentimental amigo se le
hizo un nudo en la garganta, justo encima del de la corbata: « ¡Desde luego, hijo mío, vamos
cuando quieras!» «Y cuando estemos muy adentro -siguió fantaseando la tierna criatura- os
tiraré a los dos al agua para que os ahoguéis. » Del corazón partido del padre brotó un berrido de
dolor: « ¡Pero, hijo mío...!» «Claro, papi. ¿Es que no sabes que los papás nos dais mucho la lata?» Fin
de la lección primera.

2. Si hasta un crío de cinco años puede darse cuenta de eso, me figuro que un gamberro de más
de quince como tú lo tendrá ya requetesabido. De modo que no es mi intención proporcionarte más
motivos para el parricidio de los ya usuales en familias bien avenidas. Por otro lado, siempre
me han parecido fastidiosos esos padres empeñados en ser «el mejor amigo de sus hijos ». Los
chicos debéis tener amigos de vuestra edad: amigos y amigas, claro. Con padres, profesores y
demás adultos es posible en el mejor de los casos llevarse razonablemente bien, lo cual es ya
bastante. Pero llevarse razonablemente bien con un adulto incluye, a veces, tener ganas de ahogarle.
De otro modo no vale. Si yo tuviera quince años, lo que ya no es probable que vuelva a pasarme,
desconfiaría de todos los mayores demasiado «simpáticos», de todos los que parece como
si quisieran ser más jóvenes que yo y de todos los que me diesen por sistema la razón.

3. Ya sabes, los que siempre están con que «los jóvenes sois cojonudos», «me siento tan joven
como vosotros» y chorradas por el estilo. ¡Ojo con ellos! Algo querrán con tanta zalamería. Un padre
o un profesor como es debido tienen que ser algo cargantes o no sirven para nada. Para joven ya
estás tú.
4. De modo que se me ha ocurrido escribirte algunas de esas cosas que a ratos quise contarte y no
supe o no me atreví. A un padre soltando el rollo filosófico hay que estarle mirando a la jeta,
mientras se pone cara de cierto interés y se sueña con el liberador momento de correr a ver la tele. Pero
un libro lo puedes leer cuando quieras, a ratos perdidos y sin necesidad de dar ninguna muestra
de respeto: al pasar las páginas bostezas o te ríes si te apetece, con toda libertad. Como la
mayor parte de lo que voy a decirte tiene mucho que ver precisamente con la libertad, es más
propio para ser leído que para ser escuchado en sermón. Eso sí, tendrás que prestarme un poco
de atención (aproximadamente la mitad de la que dedicas a aprender un nuevo juego de ordenador)
y tener algo de paciencia, sobre todo en los primeros capítulos. Aunque comprendo que es
poner las cosas bastante más difíciles, no he querido ahorrarte el esfuerzo de pensar paso a
paso ni tratarte como si fueses idiota. Soy de la opinión, que no sé si compartirás, de que
cuando se trata a alguien como si fuese idiota es muy probable que si no lo es llegue pronto a
serlo...

5. ¿De qué me propongo hablarte? De mi vida y de la tuya, nada más ni nada menos. 0 si prefieres: de lo
que yo hago y de lo que tú estás empezando a hacer. En cuanto a lo primero, a lo que hago, quisiera
contestarte por fin a una pregunta que me planteaste a bocajarro hace muchos años -ya ni te
acordarás- y que en su día quedó sin respuesta. Debías tener unos seis años y pasábamos el verano
en Torrelodones. Esa tarde, como las otras, yo estaba tecleando con desgana en mi Olivetti
portátil, encerrado en mi cuarto, ante una foto de la cola de una gran ballena, erguida y
chorreante sobre el mar azul. Os oía jugar a ti y a tus primos en la piscina; os veía correr por
el jardín. Perdona la cursilada confidencial: me sentía pringoso de sudor y de felicidad. De pronto
te llegaste hasta la ventana abierta y me dijiste: «Hola. ¿Qué estás maquinando?» Contesté
cualquier bobada porque no era el caso de empezar a explicarte que intentaba escribir un
libro de ética. Ni a ti te interesaba lo que pudiera ser la ética ni estabas dispuesto a
prestarme atención durante mucho más de tres minutos. Quizá sólo querías que supiese que estabas
ahí: ¡como si yo pudiera olvidarlo alguna vez, entonces o ahora! Pero ya te llamaban los otros y
te fuiste corriendo. Yo seguí maquinando dale que te pego y es ahora, casi diez años más tarde,
cuando me decido por fin a darte explicaciones sobre esa cosa rara, la ética, de la que me sigo
ocupando.

6. Un par de años más tarde y también en nuestro miniparaíso de Torrelodones, me contaste un


sueño que habías tenido. ¿A que tampoco te acuerdas? Estabas en un campo muy oscuro, como de
noche, y soplaba un viento terrible. Te agarrabas a los árboles, a las piedras, pero el huracán te
arrastraba sin remedio, igual que a la niña de El mago de Oz. Cuando ibas zarandeado por el aire,
hacia lo desconocido, oíste mi voz («yo no te veía, pero sabía que eras tú», precisaste) diciendo:
« ¡Ten confianza! ¡Ten confianza! » No sabes el regalo que me hiciste contándome esa rara pesadilla:
ni en mil años que viva podría pagarte el orgullo de aquella tarde en que supe que mi voz podía darte
ánimos. Pues bueno, todo lo que voy a decirte en las páginas siguientes no son más que repeticiones
de ese único consejo una y otra vez: ten confianza. No en mí, claro, ni en ningún sabio aunque sea de
los de verdad, ni en alcaldes, curas ni policías. No en dioses ni diablos, ni en máquinas, ni en banderas.
Ten confianza en ti mismo. En la inteligencia que te permitirá ser mejor de lo que ya eres y en el
instinto de tu amor, que te abrirá a merecer la buena compañía. Ya ves que esto no es una novela de
misterio, de esas que hay que leer hasta la última página para saber quién es el criminal. Tengo tanta
prisa que empiezo por descubrirte en el prólogo la última lección.

7. Quizá sospeches que estoy tratando de comerte el coco y en cierto sentido no vas desencaminado.
Verás, muchos pueblos antropófagos abren -o abrían- el cráneo de sus enemigos para comer
parte de su cerebro, en un intento de apropiarse así de su sabiduría, de sus mitos y de su coraje.
En este libro te estoy dando a comer algo de mi propio coco y también aprovecho para comerte un poco
el tuyo. No sé si sacarás mucha pitanza de mis sesos: quizá sólo unos bocados de la experiencia
de un príncipe que no todo lo aprendió en los libros. Por mi parte, quiero apropiarme a
mordiscos de una buena porción del tesoro que te sobra: juventud intacta. Que nos aproveche a
ambos.
Actividad

1. Escribe entre una y tres oraciones que sinteticen la o las ideas principales de cada párrafo.
2. A continuación, y reunidos en grupos, debatirán en relación a las siguientes tesis (se le asignará a
cada grupo una tesis a debatir):

a) Tesis 1: Es una tarea de todos los padres ayudar a los hijos a desarrollar su capacidad ética, tanto
para juzgar, opinar y decidir, como para actuar. Para ello el padre o la madre debe ser un gran
amigo de su hija o hijo.
b) Tesis 2: Es una tarea de todos los padres ayudar a los hijos a desarrollar su capacidad ética, tanto
para juzgar, opinar y decidir, como para actuar. Para ello el padre o la madre debe asumir
responsablemente su rol parental y no pretender, en caso alguno, ser un amigo del hijo.

3. Cada grupo debe elegir un representante que expondrá al curso lo reflexionado, donde cada uno de
los expositores deberá presentar su postura, organizándola en una introducción en la que plantea
su tesis central, un desarrollo con al menos tres argumentos que las sostengan, y una conclusión
en la que enfatice el valor y el sentido valórico y práctico de su tesis, en relación con el desarrollo
moral de un adolescente.

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