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ANTECEDENTES DE LA VITIVINICULTURA DEL LIBRO

“VITIVINICULTURA Y DERECHO”

A) Los Orígenes

Si bien se habían descubiertos cepajes rústicos en América del Norte, la vitis


vinífera llegó a América en los primeros viajes de Colón. Al impulso de los Reyes
Católicos, que acompañaron la reconquista de la Península Ibérica con plantaciones de vid,
los colonizadores españoles llegaron con cepas a todos los lugares donde se establecieron.
Por las necesidades del culto religioso y del consumo propio, junto con la fundación,
plantaban vides. En muchos lugares, por razones climáticas, no prosperaron. Sí se
afianzaron en el Perú. Desde allí, fueron trasladándose a Chile y al actual territorio
argentino, desarrollándose los llamados cepajes criollos, herederos adaptados a las
condiciones ambientales de la zona montañosa y seca del sur-oeste de América.

Así llegaron a Cuyo, cuyo nombre significaría -País de arena- y donde las masas de
aire que vienen del Pacífico, al transponer las montañas, se secan y calientan, dejando la
humedad en nevadas que luego alimentarán sus ríos. Al lado de la cordillera se inicia una
enorme zona deprimida rellenada con depósitos aluvionales.

Estaba ocupado por el hombre desde 11.000 años antes. Sus últimos pobladores, a la
llegada de los españoles, eran los Huarpes, indígenas pacíficos y laboriosos. Conformaban
el extremo sur del imperio Inca, llamado “Antisuyo”.

Mendoza debe su nombre al Gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza.


Este había sido designado en ese cargo, en 1557 por su padre el Virrey del Perú. Por orden
de aquel, don Pedro Ruiz del Castillo cruzó la cordillera y fundó la ciudad el 2 de marzo de
1561. Allí, en el plano de la primitiva población, aparecía una parcela para vid.

Villagra sustituyó a García Hurtado de Mendoza y nombró a Juan Jufré Gobernador


y Capitán de la Provincia de Cuyo. Este, al llegar, alegando razones climáticas, pero en
verdad por rivalidades políticas, vuelve a fundar la Ciudad “a dos tiros de arcabuz” con el
nombre de “Ciudad de la Resurrección en el Valle de Cuyo”.

Juan Jufré, quien en 1562 fundó la ciudad de San Juan, era un gran conocedor de la
vitivinicultura, había desarrollado importantes plantaciones en Chile. Cuando llegó a
nuestras tierras fue acompañado por hombres como Juan Eugenio de Mallea, que
inmediatamente se dedicaron a la producción de vid.

Siguiendo hacia el norte, encontramos a La Rioja, fundada por Juan Ramiro de


Velasco en 1521, quien era oriundo de La Rioja española. También allí se plantaron vides,
las que luego se desarrollarían en los Valles de Famatina, ubicados entre el cerro del mismo
nombre y la precordillera del oeste.

La vitivinicultura también se arraigó en la región de Salta, llamada originariamente,


en honor a su fundador, como la ciudad de Lerma en el Valle de Salta Primera del
Tucumán. La vitivinicultura, con el correr de los siglos, encontraría un ámbito propicio, en
los Valles Calchaquíes, fundamentalmente en la zona de Cafayate, San Carlos, Molinos y la
Viña.

Por la falta de otros recursos económicos, y por las excelentes condiciones


geográficas, la vid pasó a ser, en estas antiguas y aisladas regiones, una de sus principales
producciones. Para poder vender sus caldos y las pasas de uvas, y con ello traer todos los
otros elementos necesarios para la vida, sus pobladores en medio de enormes travesías y
peripecias, comenzaron a llevar sus productos, en carretas y en tropas de mulas, a Buenos
Aires, al Paraguay y hasta el Alto Perú. En el caso de Cuyo, a pesar de su pobreza natural,
se convirtió pronto en un centro comercial de importancia. Las ciudades de tránsito y
destino comenzaron a gravar su comercio, debiendo recurrir en distintas oportunidades ante
la Corona por los abusos constantes. La Ciudad de Buenos Aires, encontró en los impuestos
al vino uno de sus principales ingresos, utilizando los mismos para construir la primitiva
Catedral, el fuerte y el presidio.

España había intentado detener la expansión de la incipiente economía vitivinícola,


mediante diversas órdenes reales que imponían la erradicación de los viñedos de Chile, del
Perú y de Cuyo, por ser competidores de los vinos de la Península. Pero, por aquello de que
“se acata pero no se cumple”, se terminó afianzando. Y así en la Ley XVI de la
Recopilación de Indias, la Corona reconoció los viñedos existentes, gravando la producción
con el dos por ciento de todo el fruto que se sacaran de ellos.1

B) El Estancamiento

Con la apertura del puerto de Buenos Aires, en 1809, se originó un verdadero


conflicto económico con Cuyo, al posibilitar el ingreso de los vinos europeos, iniciándose
una larga disputa entre proteccionismo y libre importación, de la cual Cuyo fue partícipe
principal.

Luego, por el esfuerzo extraordinario que significó el Ejercito Libertador de


América, que llevó prácticamente todos lo hombres en condiciones de labranza, el proceso
de las guerras civiles posteriores y la competencia con los productos europeos, llevaron a la
vitivinicultura argentina a un período de estancamiento. Cuyo, durante las décadas
posteriores, se dedicó al engorde de ganado que traía de las provincias de abajo para pasar
en pié a Chile, y, por otro lado, al cultivo extensivo del trigo. Quedaron, no obstante, los
viejos viñedos de uvas criollas, llamados de cabeza por su forma arbustiva y las primitivas
bodegas con vasijas de barro cocido, que recordaban la larga y esforzada vitivinicultura
colonial.

C) Las Cepas Francesas

Después de Caseros, vinieron a Cuyo expertos franceses, Lefevre y Pouget, que se


encontraban en Chile. Invitados por Sarmiento, aportaron técnicas y variedades de vid. Se
iniciaría con ello una nueva etapa, al impulso de hombres como Tiburcio Benegas,
1
Ver en detalle: Díaz Araujo, Edgardo: “La Vitivinicultura Argentina”, T. I, Editora Idearium, 1989.
Salvador Civit y Eusebio Blanco en Mendoza y Justo Castro en San Juan. Se empezaron,
con el auxilio de enólogos franceses, la elaboración de vinos de calidad y se distribuyeron
entre muchos agricultores los nuevos cepajes, que empezaron a reemplazar a las variedades
criollas.

D) Producción masiva y el control de la calidad

Con la llegada del ferrocarril, a partir de 1887, se sumó el arribo de numerosos


inmigrantes italianos y españoles que trajeron sus cepajes y costumbres vinícolas, tanto a
Cuyo para producir vinos, como al Litoral para consumirlos. Los inmigrantes europeos,
contratados al principio, para plantar y cuidar las propiedades de las familias criollas, por
sus hábitos de ahorro, pronto se convirtieron, en viñateros y bodegueros. Se construyeron
importante bodegas. Los grandes volúmenes producidos localmente, se mezclaron con los
no tan genuinos de Buenos Aires.

Ello motivó que, como resultado del estudio de un eminente profesor de Buenos
Aires, el Dr. Pedro Arata, se sancionara, en 1893, la primera ley de vinos, elaborado por él,
en base a la norma alemana. En Mendoza, por impulso de Emilio Civit, se dictó en 1898
una norma similar. Estas tenían como finalidad proteger la genuinidad del producto,
definiendo, por primera vez al vino, como el resultado de la fermentación del zumo de la
uva fresca, previendo que los procesos de adición de azúcar o de alcohol, debían ser
aclarados en la etiqueta para evitar el engaño al consumidor.

En 1904, debido a la difusión en Buenos Aires, de vinos elaborados en base a pasas


de uvas, se sancionó la segunda ley, fundada por el destacado jurista mendocino Julián
Barraquero. Se consideró bebida artificial aquella que se le agregan sustancias, que aún
siendo naturales en los vinos genuinos, alteren su composición o desequilibren la relación
de los componentes del vino genuino.

E) Excedentes y regulación

A la mala situación económica global de fines del Siglo XIX, se sumó el problema
de los excedentes de vinos. La provincia de Mendoza dictó leyes regulatorias en 1914 y
1915 a fin de retirar del mercado los excedentes, creándose la Sociedad Vitivinícola de
Mendoza para adquirir los frutos sobrantes, pero, como ocurre siempre con las limitaciones
parciales, lo que se restringió en Mendoza creció en otras provincias. La zona de Río
Negro, se iniciaba en esos años y luego se convertiría en una importante región vitivinícola,
con aptas condiciones para la elaboración de vinos propios de los climas fríos.2

El problema de los excedentes continuó y se agravó con la crisis mundial de 1930.


La vid por ser una producción arbustiva, de larga vida y alto costo de implantación,
trabajada por hombres especializados y que difícilmente se orienten a otras producciones,
tiende a tener una fuerte inelasticidad respecto de la caída de los precios.

2
Díaz Araujo, Edgardo: La Regulación de la Producción Vitivinícola. Trabajo publicado ante el XIX
Congreso Internacional de la Viña y el Vino, Santiago de Chile, 1986.
Para afrontar el problema se creó la Comisión de Defensa Vitivinícola, presidida por
Pedro Benegas. La misma por consejo del destacado economista Alejandro Bunge,
proponía, que la Sociedad Vitivinícola de Mendoza y la Asociación Vitivinícola de San
Juan, como grandes cooperativas debían agrupar a todos los productores, teniendo como fin
defender la producción, abaratar los precios de consumo, formar reservas para añejar y
construir bodegas para los viñateros sin bodegas. La experiencia no se pudo concretar. La
Nación dictó dos leyes creando la Junta Reguladora de Vinos, autorizada primero para
comprar excedentes, y luego para adquirir tierras en producción y destinarlas a otros usos.

F) La nueva expansión del consumo

En la década de 1940-50, se produce una situación novedosa. Por la inmigración


interna y externa crecen las grandes ciudades, se desarrolla la industria liviana y el salario
aumenta su participación en el ingreso nacional. El crecimiento del consumo se encuentra
con una producción restringida por la acción reguladora de la década anterior. Se empieza a
desarrollar nuevamente la plantación masiva de variedades comunes y la instalación de
plantas de fraccionamiento en los centros de consumo. Se conforma así un modelo de
vitivinicultura masiva y dividida entre viñateros, bodegueros y fraccionadores, que duraría
años.

G) Los años '60

La vitivinicultura ampliada en sus niveles de producción y de consumo busca


nuevamente asegurar la calidad de los vinos mediante la sanción de una ley general -Ley
14.878- que establecía fuertes sanciones para la adulteración y la creación de un organismo
especializado, el Instituto Nacional de Vitivinicultura. El mismo debía, fiscalizar y proveer
al desarrollo y perfeccionamiento de la producción, la industria y el comercio vitivinícola,
cuya expansión en ningún caso podría ser restringida ni regulada.

H) Política Vitivinícola Nacional y contratos a maquila

En la década del setenta, todos los sectores vitivinícolas se pusieron de acuerdo en


un proyecto de ley que fijara los objetivos comunes de la industria. Su sanción se hizo bajo
el Nº 18.905. Los mismos eran la integración vertical de la industria, el fomento las
exportaciones, la formación de stock operativos, el fraccionamiento en origen, la
estabilización de las fluctuaciones económicas, adecuando la política tributaria y crediticia
a esos cambios estructurales.

También se legisló para organizar la elaboración por cuenta de terceros, -Ley


18.600- es decir, la que hacían los bodegueros para los viñateros sin bodegas que buscaban
salir de la fragilidad de un mercado de uvas, que por el carácter perecedero del producto y
la coincidencia de la época de la cosecha con las inclemencias climáticas, los colocaba en
una desigualdad de trato.

I) Concentración, caída y estatización


En los años '80, la vitivinicultura argentina, sufrió un enorme proceso de
transformación3. Habían entrado en producción los viñedos plantados al amparo de la
desgravación impositiva. Por otro lado, se inició un cambio de la titularidad de las bodegas
tradicionales, en un proceso de concentración. El mismo entró en crisis por la caída de un
grupo financiero que había adquirido parte de ellas. Muchas de las viejas bodegas
mendocinas, de familias italianas y españolas, que se encontraban en manos de numerosos
herederos y que habían impulsado la producción de vinos para el mercado interno,
terminaron intervenidas por el Estado.

J) El perfeccionamiento enológico

Las regiones vitivinícolas argentinas siempre contaron con excelentes técnicos.


Desde los traídos de Francia a fines del siglo XIX, pasando por los preparados en las
quintas agronómicas y por el Liceo Agrícola, se acrecentaron los conocimientos
agronómicos en la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Cuyo. A ello se
sumó la creación de una Facultad de Enología, que, bajo la dirección del Padre Oreglia, y
con destacados profesores, como Mario Bidone formó importantes camadas de licenciados
en la materia, a lo que se agregó las destacadas tareas de investigación y extensión del
I.N.T.A.

K) Los últimos años

En el actual período, se inició un crecimiento significativo de las inversiones en la


vitivinicultura regional. Empresas francesas, norteamericanas, chilenas y nuevos grupos
inversores empezaron a revalorizar la plantación de viñedos finos. Bajo la creciente y
generalizada difusión del consumo de vinos de calidad en todo el mundo, adquirieron
bodegas y marcas, se reconvirtieron viñedos, se incorporaron nuevas tecnologías y se
desarrollaron zonas como Tupungato. El vino argentino pasó a ser un partícipe permanente
de las ferias internacionales. Al principio tímidamente, luego se afianzaron y empezaron a
obtener los primeros premios. La vitivinicultura argentina, que contaba con hombres
conocidos internacionalmente, como el genetista Gargiulo o el economista Tacchini, ahora
compite en mercados europeos y norteamericanos. De la Mota, conocido enólogo, se
convirtió en fuente de consulta. Un sector de los consumidores de altos ingresos del país,
adquirieron el hábito de tomar y hablar de vinos. Se empezó a identificar a nuestro país
como un importante productor de caldos de calidad. La Argentina por primera vez preside
la OIV.

Paralelamente, la producción de uvas comunes, entró en crisis, por la caída del


consumo local, fruto de la disminución de los salarios, los cambios de hábitos alimenticios
y la competencia de otras bebidas. Se formaron así dos vitiviniculturas Frente a la
productora de vinos finos destinados al consumo de altos ingresos y a la exportación,
aparece la mayoritaria vitivinicultura de vinos destinados al consumo del mercado local.
Esta última destina un porcentaje de su producción a la elaboración de mostos. Ha sido la
más afectada por la situación crediticia y por el excesivo parcelamiento de la tierra debido a
la sucesión hereditaria. Ambas vitiviniculturas afrontan un extraordinario desafío, cuentan
3
Ver el Libro: Díaz Araujo, Edgardo y Ots.: Crisis Vitivinícola. Editorial Idearium, Mendoza, 1982.
con un suelo inmejorable, con mano de obra y técnicos calificados, con una larga tradición,
con un mercado local de primer orden y con mercados externos potencialmente
importantes. No obstante sus diferencias, ambas son partes indisolubles de esta vieja y
noble industria argentina, que dio de vivir durante cuatrocientos años a los oasis irrigados
del oeste argentino. La suerte de la misma dependerá, no de las condiciones naturales, que
las tiene y muy buenas, ni de las aptitudes de sus técnicos, ni de la dedicación de sus
productores, sino de la inteligencia práctica de sus protagonistas, públicos y privados. La
caída del consumo, la falta de acceso al crédito, la división minifundiaria de la tierra, la
falta de estabilidad de las sociedades de familia y la fuerte competencia por los mercados
externos, constituyen algunos de sus graves desafíos. Pero el capital natural agrario,
humano y tecnológico existe y, de acuerdo a como sea encausado, se puede convertir en
una de las claves del ansiado desarrollo argentino.

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