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El Ideario Masónico, un ideario insoslayable

Venerable Maestro,

Queridos Hermanos,

La francmasonería, institución universal, es esencialmente ética, filosófica e


iniciática, cuya estructura fundamental la constituye un sistema educativo,
tradicional y simbólico.

Es decir, con sus principios de libertad, igualdad y fraternidad busca el


perfeccionamiento no sólo de sus miembros sino del hombre y la
Humanidad.

Tal como muchas veces muchos de nuestros hermanos han repetido aquí
mismo: la masonería es un camino de luz, camino de conocimiento. Así, es
un camino hacia un mejor conocimiento interior: de uno mismo. Y también
conocimiento de los demás. Un camino de búsqueda de la verdad y justicia,
no sólo para los iguales sino que también para los desiguales. Sin importar
credos religiosos, ni tendencias políticas. Situación que se ha visto
constatada en los últimos 50 años, a veces con mucho dolor.

Para concretar tales principios, la Orden considera que el trabajo, en todas


sus manifestaciones, es uno de los deberes y derechos esenciales del hombre
y un medio eficaz para el desarrollo de la personalidad y también para el
desarrollo del progreso social. En buenas cuentas, “no sólo palabras”…

Y en ese trabajo, la tolerancia y paz social, el silencio en el momento


adecuado es imprescindible. Sólo así se podrá escuchar: “escuchar al otro”,
al distinto. Sólo así se podrá, a solas, reflexionar sobre qué realmente nos
mueve en las difíciles horas o ante el incierto futuro. Pero ¿qué hace que
este ideario, magnífico para el hombre de los siglos 19, 20 y 21 sea
“insoslayable”?
¿Qué permite que un joven a comienzos de los 60, como lo fui yo, aún se
mantenga fiel y sin dificultad con sus principios en la segunda década de este
siglo?

En Antropología, Psicología, Pedagogía, se reconoce el proceso de iniciación


como un estado necesario e imprescindible en la vida del hombre. Es un
trabajo guiado por un mentor, un maestro, quien acondiciona al candidato a
desarrollar una nueva manera de “vivir en el mundo”. Y para desarrollar las
habilidades que le convertirán en un nuevo integrante de dicha comunidad
deberá aprender a “ver” el mundo en órdenes distintos de los que reconocía
como tales. Deberá aprender a “verse” a si mismo y a desarrollar habilidades
que le permitan compartir compañerismo con sus pares y más tarde, llegar a
ser “maestro” él mismo, a su vez.

Y deberá aprender a “ver” al otro, al distinto con tolerancia y amor.

El así iniciado, pasa a compartir un patrón de valores que le cambia el ser


mismo, consigo mismo. Y que le cambia su actuar y decisiones “en” y “con”
la comunidad.

La iniciación opera como una marca bautismal, que sólo los iniciados la
pueden experimentar. Del ritual nace el “hacer” y “ser”.

Es un “hacer” y “ser” que le permite a los iniciados reconocerse sin palabras.

La sensibilidad se aprende. No es innata. Y hay distintas fases y distintos


tipos de sensibilidad. Está unida a la educación, pero no la educación
académica exactamente.

En la masonería, el acceso gradual a los principios a través del proceso


iniciático, va creando una sensibilidad especial. Una sensibilidad masónica
que se despierta incluso frente al arte y la creación. No es para todos igual,
pero las respuestas, increíblemente, son semejantes.

Lo que básicamente contribuye a que el ideario sea “insoslayable” es su


partida. Es la iniciación.
La iniciación otorga una marca que, al correr de los años y experiencias, hace
insoslayables los principios asumidos, los “caminos de luz” a recorrer. Con tal
aprendizaje, no se pueden esquivar tales valores.

Pasan a formar parte de nuestro “ser” y “ser en el mundo”.

Ahora, pido perdón. Porque me voy a permitir ocupar este espacio para
terminar este pequeño trabajo de manera personal.

No sin poca aprensión me he hecho presente en esta reunión logial y, aunque


parezca contradictorio, no sin contento. Independencia N°38 es mi logia
madre y desde el feliz día que me incorporé hasta la hora presente he
permanecido fiel a ella. En momentos políticos difíciles hubo hermanos de
ella que se retiraron de la Orden o eligieron emigrar a otras logias. Yo no lo
he hecho. Durante el extenso tiempo en que me desempeñé en cargos de
autoridad, llevé al mejor término posible mis múltiples actividades
relacionadas con la educación inspirado en este ideario insoslayable.

Fui elegido para compartirlo.

Fui iniciado para ejercerlo.

He trabajado la piedra, su talla y desbaste. He luchado por construir: al


interior de mi mismo y en el exterior: construyendo comunidad, ayudando a
construir humanidad, deseando una humanidad más esclarecida, libre de la
ignorancia, incomprensión y de los pequeños y grandes egoísmos.

He tratado de cumplir con lo aprendido en mi iniciación.

En esta casona de Avda. Brasil, mis tres hijos aprendieron a practicar sus
primeros pasos en los almuerzos familiares dominicales. Aquí, se casó mi hija
con un ritual laico organizado con el querido hermano Osvaldo Hinojosa.
Aquí mi esposa pasaba a refugiarse y descansar por unos cuantos minutos en
sus viajes entre Quillota y Playa Ancha en esos años difíciles. Siempre
acogida con hermandad. Esta ha sido mi segunda casa y mi segunda familia.
Ahora me acogeré al silencio, ese momento sabio de la música que realza la
melodía. Callar y escuchar. Pasar la palabra para los nuevos y jóvenes
protagonistas de nuestra logia. Desde ahora asumo el protagonismo del
humilde silencio.

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