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doméstico, de donde familia equivaldría al número de siervos de una casa. Pero con familia
también se indica el caudal y bienes de la misma, la ascendencia, descendencia y parentela, y
por supuesto, el conjunto de personas que viven en una casa bajo la potestad del dueño de ella.
En este último sentido según Ulpiano, llamamos familia en sentido propio (familia propio iure)
a un grupo de personas vinculadas entre ellas por el hecho de estar sometidas a la voluntad de
uno solo, el paterfamilias. Con un significado más amplio (familia communi iure) familia indica
el conjunto de todas aquellas personas que habrían estado sometidas a la misma autoridad si el
común paterfamilias no hubiese muerto.
La familia en Roma tenía, ante todo un marcado carácter sagrado. Era una importante
institución, considerada como uno de los pilares básicos de la sociedad. Sin embargo, la familia
romana no se limitaba a lo que hoy conocemos por padres e hijos. La familia de la antigua Roma
abarcaba mucho más.
Pertenecer a una familia suponía ser ciudadano de Roma y por lo tanto poseer derechos de
ciudadanía, de tal modo que aquellos que fueran excluidos de sus derechos, perdían también el
privilegio de formar una familia.
En Roma una familia estaba integrada no sólo por las personas ligadas por vínculos de sangre,
i.e., cónyuges e hijos, sino también todos los que dependendian del "pater familias" (esclavos,
libertos y clientes). Una familia romana, era mucho más amplia que una familia actual y podía
estar formada por cientos de personas.
Características
La familia romana era un pequeño país donde el padre era el gobernante, con derechos
establecidos sobre sus integrantes y responsabilidad legal por ellos ante la sociedad. Desde un
principio Roma se había organizado en gens, en manzanas donde vivían gentes unidas por un
mismo apellido; vivían en familia, pero en familia directa, con un solo padre, con una sola
autoridad, y en régimen monogámico.
La base de la sociedad romana fue la familia, la familia integrada de pleno en la gens , la tribu a
la que pertenecía que a su vez se integraba en una sociedad formada por otras tribus formadas
por familias, ramas todas ellas de un mismo árbol fuerte.
La sociedad romana era clasista. Había dos clases principales de ciudadanos, los patricios y los
plebeyos. Los patricios eran los descendientes de aquellos patres que formaron el primer senado
instituido por Rómulo al fundar la ciudad en 753 a. C, y los plebeyos eran los demás, el pueblo
llano que gozaba de ciudadanía pero que tuvo que luchar duro para arrebatar a la aristocracia
sus derechos.
Entre los patricios también había clases, había aristócratas de linaje remontado hasta la guerra
de Troya como la gens Julia a la que pertenecía Julio César, y aristócratas salidos de la nobleza
rural local, los que los de rancio abolengo llamaban "Hombres Nuevos" y a los que solían mirar
como a inferiores. Catón, Cicerón y Pompeyo militaron en el bando de la aristocracia
ultraconservadora, los optimates, sin embargo no pertenecían a la aristocracia. Todos ellos eran
considerados por los "verdaderos romanos" como Hombres Nuevos, quizá por ello sentían la
necesidad de demostrar continuamente lo romanos que eran.
Todos los romanos pertenecían obligatoriamente a una gens, a una tribu. Si ya estaban inscritos
en una en ella permanecían hasta su muerte, si eran libertos, esclavos manumitidos a los que se
concedía la ciudadanía romana, eran inscritos en el registro de tribus y se les asignaba una.
Como hemos visto, los romanos tenían tres nombres, el praenomen , el nomen y el cognomen ,
el nomen , siempre acabado en IO era el nombre de la tribu a la que pertenecían, así Cayo Julio
César pertenecía a la tribu Julia, como Publio Rutilio Rufo pertenecía a la tribu Rutilia, o Publio
Ovidio Nasón pertenecía a la tribu Ovidia. Había tribus de carácter aristocrático que con el
tiempo habían creado una rama plebeya, pero en tiempos de César la distinción entre los nobles
y los plebeyos era clara y diáfana y estaba perfectamente reglamentada en todos los aspectos.
Como base esencial de esta sociedad, la familia estaba también perfectamente reglamentada.
Los romanos fueron un pueblo que amaba el orden por encima de todo y en Roma todo (menos
las calles) estaba perfectamente ordenado. Cada unidad familiar constaba de un pater familias
o padre de familia bajo cuya autoridad y tutela se hallaba la esposa, los hijos, los esclavos de su
propiedad y los clientes, si la familia era lo bastante importante como para tenerlos.
El pater familias era el dueño legal del hogar y de todos sus miembros. En una sociedad patriarcal
típica de la Antigüedad él era el que trabajaba para sostener la casa y tomaba las armas en caso
necesario para defenderla y por tanto era la pieza sobre la que giraba toda la familia. Era él el
que tenía la responsabilidad de dirigirla de manera adecuada s sus intereses no sólo dentro de
la propia unidad familiar, sino de la gens a la que pertenecía y a la que estaba unida por vínculos
sagrados.
El pater familias es la máxima autoridad familiar gracias a la Patria Potestad de que dispone, por
la cual él es la ley dentro de la familia y todos los demás miembros deben obediencia a sus
decisiones. La Patria Potestad no fue sólo un hecho jurídico reglamentado, sino, como todo en
Roma, una consecuencia de la Tradición que los romanos seguían por considerarla sagrada.
Gracias a ello, el pater familias tenía poder legal sobre todos los miembros de su familia además
del poder que le daba ser su mantenedor económico o su representante ante los órganos
políticos de Roma.
La esposa romana tenía más libertad que la esposa ateniense clásica y mucha más que durante
épocas posteriores.
Sobre la situación de la mujer es necesario decir que las sociedades entonces eran patriarcales,
es decir, su base política, económica y militar era masculina, el hombre era el que aseguraba el
sustento de la familia y de la sociedad entera con su trabajo y el que la defendía con las armas
en caso de guerra, por lo que su papel era preponderante.
Tratar de mirar las sociedades antiguas con nuestros ojos es un error propio de mentes
deficientes. Hoy la situación del hombre y de la mujer se ha equiparado considerablemente en
los países de cultura occidental, lo cual es de agradecer aunque aún quede parte del camino por
recorrer.
Hoy la mujer trabaja, sostiene el hogar con su esfuerzo económico y ésa es la clave de su
equiparación, incluso la mujer ha accedido en lo últimos años a puestos sociales antes vedados
como el servicio en el ejército demostrando que es igual de capaz que un hombre a la hora de
conducir un taxi, pilotar un avión o gobernar una nación. Sin embargo, nada de eso ocurría en
épocas pasadas.
Con sociedades inmersas en continuos conflictos bélicos, el papel del hombre dominaba, la
sociedad quería hijos para cultivar las tierras y luchar contra sus enemigos y la mujer tenía un
papel secundario, aunque desgraciadamente hoy en día, en pleno siglo XXI aún existen culturas
como la islámica que relegan a la mujer a un papel muchísimo más degradante, convirtiéndolas
en meros objetos animados sin derecho alguno.
Entre las familias aristocráticas romanas solían concertarse matrimonios de conveniencia. Toda
la vida romana estaba reglamentada por contratos, incluso la religión romana se basaba en
contratos entre los dioses y los hombres, así pues, para que se celebrara un matrimonio era
necesario contar con el permiso de los padres de ambos contrayentes. Los matrimonios entre
hermanos se consideraban crimen de incestum (incesto), bajo determinadas circunstancias los
primos podían casarse.
El matrimonio podía ser concertado cuando ella cumpliera 12 años y él 14, aunque para la boda
formal se esperara a que ella pudiera desarrollar una vida sexual plena. Este compromiso, que
encontramos en las demás culturas de la Antigüedad, podía ser roto por cualquiera de las dos
partes sin compensaciones.
Durante la ceremonia del compromiso, nuestra actual "pedida de mano", el novio regalaba a la
novia un anillo de compromiso y otros regalos tanto del novio como de los familiares y amigos.
Puesto que normalmente el hombre aportaba al matrimonio casa y medios de subsistencia con
su trabajo, la mujer aportaba una dote en dinero o bienes como tierras, joyas o propiedades
pagada al marido por el padre de la novia.
El mes propicio para las bodas romanas era el mes de junio, dedicado al dios Juno, el de las dos
caras, con una importantísima presencia en la vida romana. La comitiva del novio, familiares,
amigos y clientes llegaba a casa de la novia y allí se celebraba la ceremonia.
La novia debía vestirse de una manera tradicional: una túnica especial, la tunica recta con una
cinturón de lana o cingulum herculeum de doble nudo y cubierta con un velo ritual de color
azafrán llamado flammeum , además iba peinada a la manera tradicional romana, con seis
trenzas y una diadema de hierro . Entonces, la novia unía su mano a la del novio en la dextrarum
iunctio en presencia de testigos que daban fe del hecho en el registro, después se celebraba un
sacrificio y después un banquete con música y baile...
Una vez ante la puerta de su nueva casa la esposa untaba las jambas de la puerta con aceite y
las adornaba con cintas de lana. Traspasaba el umbral como nueva señora de la casa y por ello
recibía simbólicamente el fuego y el agua de manos de su marido y la custodia simbólica de las
llaves de su nueva casa. Dos damas de honor, casadas por supuesto, la conducían a su nueva
habitación y la preparaban mientras el marido soportaba con buena cara las bromas de sus
amigos. Como todo en Roma, el matrimonio era un contrato y especificaba que su fin primordial
era dar hijos a Roma, así que había que ponerse a la faena sin pérdida de tiempo.
La domina o señora ahora se ocupaba de su nueva casa, las pobres de lavar la ropa, limpiar,
hacer la comida y las ricas de supervisar cómo hacían eso los esclavos. Pronto llegaban los hijos
y ella debía ocuparse de las primeras etapas de su educación como Aurelia se ocupó de la del
joven César, enseñando a su hijo lo que significaba ser romano.
Si el esposo se ausentaba su palabra era ley dentro de la casa tanto para esclavos como para
clientes. La mujer romana se sentaba a la mesa en las cenas formales con los invitados, los
hombres recostados en triclinios y ellas sentadas en sillas, aunque en época de Augusto muchas
ya se reclinaban en los triclinos provocando el escándalo de las señoras más tradicionales.
Además tenían libertad para salir de su casa para hacer compras, visitar amigas, asistir a los
espectáculos públicos, a las termas femeninas o a los templos.
Mientras estuviera bajo el techo de su padre la mujer le debía a éste obediencia paternal y
mientras estuviera bajo el de su marido le debía a éste obediencia conyugal. En el caso en que
una mujer quedara huérfana y no estuviera casada, o si lo estaba quedara también viuda se
convertía automáticamente en sujeto de pleno derecho, aunque este caso era considerado por
las mujeres de aquella época no como una liberación, sino como una gran desgracia puesto que
quedaban solas e indefensas.
El sistema familiar romano era muy rígido en la práctica, y eso, paradójicamente, sirvió muy bien
a las mujeres romanas. El hombre era el que mantenía la casa y además gobernaba el estado y
lo defendía con las armas, lo que le ocupaba casi todo su tiempo, dejando a la mujer romana
como dueña de la casa, dueña del hogar.
Como en Grecia, la mujer no participaba en la política, pero a diferencia de las griegas, las
romanas supieron encontrar la manera de influir poderosamente en los acontecimientos
políticos.
En un principio la mujer se hallaba bajo la autoridad casi completa del marido, pero la realidad
fue imponiéndose y la situación llegó a equilibrarse durante el último siglo de la República. Baste
recordar que la mujer en Europa no accedió a tal grado de libertad hasta el siglo XX.
El divorcio estaba regulado legalmente, todos los matrimonios podían disolverse con el mero
acuerdo de ambas partes sin más, pero había dos pequeños inconvenientes que disuadían tanto
a él como a ella de dar ese paso, y era que al divorciarse él debía devolver íntegra la dote
aportada por la esposa y ella perdía la tutela de los hijos. Así, los sufridos romanos preferían en
muchos casos no divorciarse, de ahí la mala fama que tiene el matrimonio romano, ya que
llegados a esa situación lo normal es que ambos cónyuges hicieran vida "por libre", aunque eso
sí, en las cenas de gala los dos esposos sonrientes cogidos de la mano atendiendo a los
invitados...
Bien se ve que la herencia de Roma es eterna. El adulterio era un tema más serio ya que se
consideraba no sólo deshonroso sino que era además un delito que podía llevar al destierro. De
hecho, Augusto tuvo que desterrar a su propia hija Julia por este motivo.
Los hijos estaban sujetos a la tutela paterna mientras no formaran su propia familia y se
desvincularan así legalmente de dicha tutela, pero estaban sujetos a la autoridad paterna (la
Patria Potestad) mientras el padre viviera debiendo guardarle respeto y obediencia.
Tras el nacimiento el hijo era presentado a su padre que lo reconocía como suyo cogiéndolo en
sus brazos en la ceremonia llamada sublatus . Si el padre no reconocía al niño éste podía ser
abandonado para que muriera, aunque este extremo no era en absoluto frecuente, ni mucho
menos. Si era niña se la adjudicaba un nombre a los ocho días del nacimiento, si era niño a los
nueve días, los niños tenían tres nombres tal y como hemos visto, las niñas uno sólo.
El registro oficial del recién nacido tenía lugar en el templo de Saturno en un plazo de 30 días
desde su nacimiento.
En los actos oficiales los hijos varones llevaban una toga praetexta ribeteada de púrpura y una
bula de oro al cuello para simbolizar su pertenencia a la clase libre de ciudadanos romanos.
Hasta los siete años era su madre la que se ocupaba de enseñarles, desde los siete a los catorce
lo hacían en una escuela primaria donde se les enseñaba a leer, escribir y materias como la
aritmética en lo que era el primer escalón educativo romano. Si la familia podía permitírselo el
niño era adiestrado por un profesor contratado que le instruía en casa. Para acceder al segundo
escalón de estudios sobre gramática y literatura se necesitaba a un profesor particular, un
gramaticus que le enseñaba latín y griego. Julio César fue adiestrado en estas disciplinas por
Marco Antonio Gnifón, un gramaticus de origen galo.
El tercer escalón era el aprendizaje de la retórica, generalmente enseñada por un rhetor . César
completó este escalón en la prestigiosa academia de retórica de la isla de Rodas con el maestro
Milón, considerado el mejor maestro de retórica de su época.
Para los varones la mayoría de edad, su ingreso en el cuerpo ciudadano con plenos derechos
tenía lugar a los dieciséis años aproximadamente y se solía realizar durante las liberalia , las
fiestas de Liber Pater y Libera , el 17 de marzo. El muchacho se desvinculaba de su niñez
ofreciendo la toga praetexta infantil y la bula a los dioses y se vestía con la toga virilis de color
lana natural, el orgullo del ciudadano romano. Después acudía, acompañado de toda su familia,
amigos y clientes, a inscribirse como ciudadano romano de pleno derecho y ofrecía un banquete
para celebrar su nuevo estatus.
El nuevo ciudadano lo era porque ya podía ser soldado y defender a Roma de sus enemigos, si
se le consideraba físicamente apto debía cumplir su servicio militar. En tiempos de César, tras la
reforma de Mario, el ejército romano era profesional y el servicio militar ya no era obligatorio
pero si se quería acceder al cursus honorum lógicamente era necesario servir en el ejército. Los
jóvenes de la aristocracia solían servir como tribunos de los soldados y ésta fue la primera vez
que Julio César se presentó a unas elecciones, salió elegido y partió al Este a desempeñar su
función ganando la corona civica en el sitio de Mitilene.
La prematura muerte del padre de César tuvo importantísimas repercusiones en su vida ya que
no sólo quedó liberado inesperadamente de la Patria Potestad, sino que de hecho quedó
automáticamente convertido en pater familias , con lo que legalmente nadie podía ponerle
trabas a sus deseos.
Los clientes estaban considerados como una parte especial de la familia ya que la clientela era
una institución muy arraigada en la sociedad romana. Las familias importantes se vanagloriaban
del número de clientes que tenían y su prestigio y poder dependían en buena parte de ellos.
Un cliente era un romano que se encontraba bajo la protección de otro. A finales de la República
prácticamente todos los romanos eran clientes de otros romanos que a su vez lo eran de otros.
Tito Labieno era cliente de Pompeyo como Marco Antonio lo era de César.
El patrón tenía la lealtad política de su cliente y a su vez debía protegerle y ayudarle cuando lo
necesitara. Se preocupaba de buscarle alojamiento si lo perdía, de encontrarle una buena
esposa, se asistirle legalmente o de prestarle dinero y el cliente apoyaba todos los proyectos de
su patrón votándole, asistiendo a sus fiestas, haciéndole la "pelota" al fin y al cabo. Esta situación
era de gran importancia en aquella Roma, ya que las fuerzas políticas necesitaban el mayor
número de clientes posible, y cuanto más importantes fueran mejor.
Los esclavos formaban parte de la sociedad romana y de todas las sociedades de aquella época,
y desgraciadamente de otras épocas también.
La esclavitud en aquellos tiempos era algo completamente normal, los esclavos lo eran porque
habían sido derrotados en una guerra, porque habían sido vendidos por no haber podido hacer
frente a las deudas, por castigo legal o simplemente porque nacían de padres esclavos.
En Roma al menos tuvieron el derecho de poder comprar su libertad y de incluso ser ciudadanos
romanos. Los esclavos recibían un sueldo que dependía de sus amos, como de sus amos
dependía el trato que recibían, según la calaña del amo la falta se sancionaba con una
reprimenda o con latigazos, el amo tenía potestad legal incluso para matar al esclavo si éste
cometía una falta grave.
Con el dinero ahorrado el esclavo podía comprar su libertad a su amo o bien éste, después de
años de leales servicios le manumitía, es decir, le liberaba y así el esclavo, convertido en liberto
podía ser inscrito en el censo de ciudadanos romanos, incluso adoptando el nomen de su antiguo
dueño y convirtiéndose en cliente suyo.
Los dos principales ministros del emperador Claudio, Pallas y Narciso, eran libertos, esclavos
liberados. En Roma, en medio de la más espantosa situación como era la esclavitud, siempre
existía la posibilidad de salir de ella, cosa que en otras culturas nunca ocurrió.
En conjunto, la familia romana funcionaba como un micro universo en el que cada miembro
tenía un papel definido, cada una de ellas tenía un pater familias y cada gens tenía a su líder
natural. Recordemos el papel de Sexto César, primo de Julio César, siempre apoyando en todo
a su primo o el de Quinto Cicerón, simpatizante de César pero incapaz de vulnerar el pacto
sagrado que lo unía a su hermano mayor, Marco Tulio. Todo en Roma formaba parte de una
maquinaria única en la que cada pieza, familia o gens , encajaba como un perfecto
engranaje
El Pater Familias:
Los Hijos:
Los hijos, por oposición a los esclavos, son llamados a veces "liberi/-orum", término que procede
del adjetivo "liber/-era/-erum: libre". A pesar del nombre, la situación jurídica de los hijos difiere
poco de la de los esclavos ya que la "patria potestas" daba al "pater familias" un enorme poder
sobre ellos.
La Esposa:
Esclavos:
Los esclavos eran personas privadas de libertad, explotadas como fuerza de trabajo, a las que se
podía comprar y vender como vulgares mercancías.
En Roma la condición de esclavo podía adquirirse por varias vías: Por nacimiento. Todo hijo de
una esclava se convertía automáticamente en esclavo del dueño de su madre, eran
particularmente apreciados por su fidelidad y recibían el nombre de "vernae". Por derecho de
conquista. Los romanos subastaban ("sub hasta") como esclavo a todo enemigo capturado en el
curso de una guerra. Esta costumbre pervivió hasta la Edad Moderna. Por insolvencia. Un deudor
insolvente podía ser reducido a esclavitud por sus acreedores. El dinero obtenido de la venta
era destinado a cubrir la deuda contraída. Por exposición o venta. Era habitual en Roma
abandonar a los hijos recién nacidos si no eran acogidos en el seno familiar. Los bebés expuestos
podían ser recogidos por cualquiera para criarlos y venderlos como esclavos. Los esclavos eran
comprados y vendidos por los "mangones".
Los niños esclavos eran considerados frecuentemente como juguetes, pues en ese tiempo los
juguetes de los niños eran animales (aves, perros, conejos (para las niñas)), aunque también
existían casos de verdadero afecto. Los niños y adolescentes esclavos favoritos eran liberados,
teniendo casi en todo los mismos derechos que los nacidos libres (joyas, cortejos, vestidos de
príncipe), salvo en el atuendo característico (praetexta) de los nacidos libres.
Libertos:
Los libertos eran esclavos manumitidos, liberados por su amo. Era frecuente que el "pater
familias" manumitiera, concediera la libertad, a los esclavos más fieles y laboriosos, sobre todo
en su testamento. Jurídicamente los libertos, a pesar de ser libres, eran ciudadanos incompletos
ya que tenían derechos civiles (casarse con una romana,), pero no políticos. Sus hijos, en cambio,
ya gozaban de la plena ciudadanía.
Los libertos nunca llegaron a formar una clase social, sobretodo porque los hijos de los libertos
eran considerados libres, nacían libres. Los libertos eran casi todos comerciantes o artesanos, y
era bastante frecuente que llegasen a ser más ricos que los propios amos o que cualquier noble.
Clientes:
Los clientes eran ciudadanos libres que habían establecido una relación de apoyo y socorro
mutuo con otros "pater familias" mejor situados social y/o económicamente que ellos. Estos
"pater familias" recibían el nombre de patronos.
El cliente debía prestar al patrono: Apoyo electoral e incluso militar; presentarle sus respetos
todas las mañanas ("salutatio") a cambio podía contar con la ayuda del patrono en los pleitos y
en las dificultades económicas. De hecho los que carecían de medios recibían en la "salutatio"
una cestita, la "sportula", con alimentos para el día.
Parentesco:
Parentesco viene del padre o la madre, el abuelo u otros ascendientes de quien se desciende.
Los romanos entendían el parentesco en dos sentidos: el parentesco del derecho civil y el
natural; cuando concurren ambos derechos, se contrae un parentesco natural y civil a la vez.
Tipo de Parentesco: "Agnatio" y "Cognatio".
El natural, es el que deriva de las mujeres cuando tienen hijos ilegítimos; es natural y civil,
cuando derivan de un matrimonio legítimo.
La "agnatio" es el parentesco civil fundado sobre la autoridad paterna, ya que del paterfamilias
dependía la composición de la familia, siendo libre de cambiarla a su arbitrio. Cuando muere el
cabeza de familia, los que le estaban sometidos empiezan a constituir distintas familias, pero
continúan unidos por el parentesco agnaticio.
La "cognatio" es el parentesco que une a las personas descendientes unas de otras en línea
directa o que descienden de un autor común, sin distinción de sexo.
Nacimiento:
Cuando un niño nacía era depositado por la comadrona en el suelo. Si el padre aceptaba al hijo,
lo recogía u ordenaba que fuera amamantado; en caso contrario era abandonado en un
vertedero o junto a la columna Lactaria.
Las causas que llevaban a un padre a rechazar a un hijo eran muchas (defectos físicos, dudas
acerca de la paternidad, ...). Eso sí, era más fácil que fuera expuesta una niña que un niño.
La exposición de un hijo no deseado era una práctica tan habitual en Roma que ni las leyes
consiguieron frenarla (desde Rómulo existía una ley de dudosa eficacia que penaba con la
confiscación de la mitad del patrimonio el abandono de un varón o de una hembra, si ésta era
la primera hija). El concepto de familia en Derecho romano no coincidía con el que tenemos
actualmente.
Precisando con más exactitud tales conceptos, se denomina agnación (adgnatio) la relación que
vincula a todas las personas que componen la familia, no sólo entre ellas, sino también con
relación al pater, a cuyo absoluto poder están sometidas; y familia agnaticia (familia adgnatitia)
es el grupo doméstico así constituido. El vínculo agnaticio no se rompía con la muerte del
paterfamilias, pues en tal caso, la familia originaria se fraccionaba para formar varias familias
menos extensas e independientes, pero ligadas entre sí por la adgnatio, resultando así, que la
familia agnaticia comprende no sólo las personas que están, sino también las que hubieran
podido estar sujetas a la potestad de un mismo paterfamilias, si éste no hubiese fallecido.
Son agnados, según Gayo, los parientes por línea masculina, esto es, los parientes por parte del
padre.
a) La mujer que al casarse con el pater o con alguno de los varones sometidos a su potestad,
cumpliese el acto solemne de la conventio in manum.
b) Los hijos legítimos de ambos sexos y los descendientes legítimos de sus hijos y nietos varones.
d) Los hijos concebidos en vida del paterfamilias y nacidos tras su muerte (póstumos).
No formaban parte de la familia agnaticia la mujer del pater o la de sus descendientes legítimos,
cuando el matrimonio no se hubiese acompañado de la conventio in manum; tampoco la
integraban los emancipados ni los descendientes por línea femenina (de hijas y nietas), que no
guardan vínculo agnaticia alguno con el grupo familiar al que pertenecían sus madres
respectivas.
Desde este punto de vista, pater no significa padre en sentido biológico, sino más bien "jefe"; y
la procreación no es el vínculo exclusivo ni único que une a las personas que pertenecen a una
misma familia, sino más bien la sujeción a un jefe común, el paterfamilias.
Tal estructura basada en vínculos agnaticios, un tanto superficial y arbitraria, creó situaciones
injustas, sobre todo en el campo del derecho de sucesiones, sufriendo por ello profundas
transformaciones, sobre todo durante los siglos IV y V d.C. Con Justiniano, la antigua familia
agnaticia desaparece casi completamente, asumiendo características muy similares de aquéllas
que hoy distinguen a la familia moderna, basada fundamentalmente en vínculos de sangre
(cognación).
- La cognación: parientes en línea recta o en línea colateral. Frente a la agnación que, como
hemos visto, era un vínculo familiar puramente jurídico e inherente a la estructura patriarcal de
la familia romana fuertemente jerarquizada (podríamos hablar de parentesco civil), la cognación
(cognatio, del verbo gigno = engendrar) es el vínculo o parentesco de sangre que existe entre
personas que, o bien descienden la una de la otra, o bien tienen un tronco común. De ahí que
podamos hablar de dos grupos de parientes: parientes en línea recta (directa línea) y parientes
en línea colateral (transversa línea). Los primeros son aquéllos que han nacido unos de otros, y
pueden contemplarse tanto en sentido ascendente (padres, abuelos, bisabuelos, etc.), como en
sentido descendente (hijos, nietos, biznietos, etc.), Los parientes en línea colateral son aquéllos
que, sin descender directamente unos de otros, tiene no obstante un ascendiente o tronco
común (hermanos, tíos, sobrinos, primos, etc.).
+ Grados de parentesco. La mayor o menos proximidad del parentesco, tanto en línea directa
como colateral, se mide por grados, y cada grado equivale a una generación: tot sunt gradus
quot sunt generationes, es decir, tantos son los grados cuantas son las generaciones.
En línea recta, para concretar el grado de parentesco, sólo habrá que subir hasta el tronco
común (línea recta ascendente) o bajar desde él (línea recta descendente). Así, entre el hijo y su
padre habrá un grado y entre el abuelo y su nieto, dos.
Para establecer el grado de parentesco en la línea colateral, habrá que subir hasta el tronco
común y luego descender hasta el pariente del cual queremos determinar el grado. Por ejemplo,
si deseamos conocer el grado de parentesco que existe entre dos hermanos, es preciso primero
subir desde uno de ellos hasta el padre (un grado) y luego bajar desde el padre hasta el otro
hermano (dos grados), resultando que los hermanos son entre sí parientes en segundo grado,
que en la línea colateral es el más próximo. Si se tratase de dos primos, A y B, hijos de dos
hermanos, C y D, hijos a su vez de X, habría que subir desde uno de ellos (A) al ascendiente
común, o sea el abuelo (X), contabilizándose dos grados, resultando que A y B son entre sí
parientes en cuarto grado. Tío y sobrino serían parientes en tercer grado, pues desde el tío al
ascendiente común (padre) hay sólo un grado, y desde éste al sobrino hay dos. Y así
sucesivamente. En nuestro Derecho la cognación es la base de la sucesión intestada y de la tutela
legítima.
- Afinidad. Afines son, según Modestino los cognados del marido y de la mujer (adfines sunt viri
et uxoris cognati), de donde podemos definir la afinidad (adfinitas) como el vínculo que une a
un cónyuge con los parientes consanguíneos del otro. Existe afinidad, por ejemplo, entre uno de
los cónyuges y los descendientes o ascendientes del otro, o bien entre uno de los cónyuges y los
parientes colaterales del otro.
La afinidad tiene relevancia en cuanto puede ser impedimento para el matrimonio o crear una
obligación de alimentos.
Los hijos procreados en justas nupcias (hijos legítimos) entraban a formar parte de la familia por
causas naturales, y quedaban sometidos a la autoridad del paterfamilias. La maternidad se
demuestra obviamente por el hecho del parto (mater semper certa est, dice Paulo en D. 2, 4, 5).
En cuanto a la paternidad, según Ulpiano se presumen procreados por el marido los hijos nacidos
después de los 182 días siguientes a la celebración del matrimonio y antes de los diez meses a
partir de la disolución del mismo (300 días). Desde luego, la presunción es iuris tantum, esto es,
admite prueba en contrario. Tal presunción de paternidad e idénticos plazos son contemplados
en los artículos 116 y 117 de nuestro Código civil.
Los hijos habidos fuera del matrimonio, adquieren el título y condición de legítimos mediante la
legitimación, acto que reviste diversas formas, entre las cuales, la más frecuente tiene lugar
cuando el que tiene hijos de una unión ilegítima, contrae posteriormente matrimonio legítimo
(subsequens matrimonium). Nuestro Código civil regula también la legitimación por
subsiguiente matrimonio (artículos 119, 121, 125).
. Adquisición de la patria potestad por adopción
Era un acto con graves consecuencias que sólo podía tener lugar previa información del Colegio
de los pontífices sobre la oportunidad de la arrogación. Si la opinión era favorable se sometía al
voto del pueblo reunido en los comicios, que en última instancia era quien aprobaba la
adrogatio. Tales formalidades entraron en desuso hacia el final del siglo III d.C. y fueron
reemplazadas por la decisión del emperador que prestaba su autoridad (adrogatio per
rescriptum principis).
En época justinianea nuevos criterios inspiraron la adopción, según los cuales esta tiende a
constituir una relación análoga a aquélla que deriva de la procreación, y en consecuencia
Justiniano dispuso que el adoptante haya de tener al menos 18 años más que el adoptado. Que
tales criterios son los mismos que informan nuestro Derecho, lo demuestra el hecho que nuestro
Código civil exige que el adoptante tenga al menos 25 años, y en todo caso, catorce años más
que el adoptado (art. 175,1).
- Personas sui iuris y alieni iuris. Sólo el paterfamilias es sui iuris, esto es, no sometido a la
potestas de otro; sólo él tiene, en principio, plena capacidad jurídica y de obrar, así como poder
absoluto sobre todos los miembros del grupo familiar. Personas alieni iuris son todas aquéllas
que están sometidas a la patria potestad y carecen de capacidad patrimonial. Así los hijos no
pueden ser titulares de derechos reales ni obligaciones, ni mucho menos testar, y al igual que el
esclavo, todos los beneficios que obtengan negociando van a pasar al pater, único titular de
derechos patrimoniales en el ámbito familiar. Sin embargo, en la esfera del Derecho público,
puede ser candidato y acceder a las magistraturas, así como contraer legítimo matrimonio
(iustae nuptiae).
+ El peculio o peculium: un pequeño patrimonio cedido por el paterfamilias. Esta situación inicial
fue mitigándose paulatinamente, sobre todo a través de la figura del peculio (peculium, era un
pequeño patrimonio que el paterfamilias concedía al hijo para que lo administrase
personalmente), y el Derecho romano fue reconociendo al filiusfamilias, sobre todo a partir de
la época postclásica, una cada vez más amplia autonomía patrimonial, hasta la equiparación en
la práctica con el paterfamilias en el Derecho justinianeo, en el cual el hijo era dueño de todas
sus adquisiciones, aunque el padre tuviese el derecho de administrarlas
A diferencia de los griegos, que tenían a sus mujeres en las casas y si tenían tiempo libre, no lo
pasaban en familia, los romanos sintieron un atractivo grande por la vida doméstica. La mujer
aparece como compañera y cooperadora del hombre romano, está a su lado en los banquetes,
comparte con él la autoridad sobre los hijos y criados y participa también de la dignidad que
tiene su marido en la vida pública. Pero esta libertad no impide que sea austera y reservada,
especialmente en la época republicana; incluso en el banquete, la mujer estaba sentada, no
recostada, y no bebía vino sino mulsum (vino con miel); en cualquier caso, está siempre en un
segundo plano bajo la autoridad marital y es así que no participa en la vida pública, en la política,
en la literatura, ni puede ser cabeza de familia e incluso los nombres de oficios de la primera
declinación son masculinos.
La educación femenina era prudentemente liberal. En la época infantil niños y niñas se criaban
juntos; las escuelas elementales también eran mixtas. Terminados los estudios primarios, las
chicas de buena familia continuaban instruyéndose privadamente en el conocimiento de
la literatura latina y griega; al mismo tiempo aprendían a tocar la lira, a bailar y a cantar. Esta
educación intelectual no impedía que la mujer hiciese determinadas labores: vigilaba y dirigía a
las esclavas, atendía los trabajos más delicados, bordaba, etc. Aparte de esto, la mujer no tenía
derechos ni podía ser cabeza de familia
El matrimonio en la Antigua Roma. Para cualquier romano normal el pragmatismo era parte de
su forma de pensar, de manera que el matrimonio no se escapaba de esta costumbre utilitarista.
Los romanos, institucionalmente monógamos, concibieron las relaciones sexuales continuadas,
con voluntad de convivencia y de vida en común, como un contrato, ya no entre dos personas,
sino entre dos familias.
Para empezar, en el derecho romano clásico, para contraer matrimonio era necesario que
ambos contrayentes ostentaran la ciudadanía romana. Esto es, que gozaran no sólo del status
libertatis sino también del status civitatis (que fueran libres y además, ciudadanos romanos), es
decir el IVS CONUBIUM. Cualquier otra unión (p.ej. ciudadano-extranjera) era considerado un
concubinato ("contubernio").
Debían también (para contraer matrimonio) tener la madurez sexual suficiente (por haber
alcanzado una edad o porque biológicamente mostraran signos de haberla alcanzado);
usualmente, los hombres se consideraban aptos para casarse a los catorce años y las mujeres a
los doce. Los hijos nacidos de este matrimonium iustum (o iusta nuptia) serían sometidos a la
patria potestas.
El casamiento de dos jóvenes dependía casi exclusivamente de los padres; pocas veces se tenían
en cuenta las inclinaciones de los interesados. Una vez decidido el matrimonio el primer paso
era la celebración de los sponsales, ceremonia arcáica en la que los respectivos padres
concertaban el casamiento de los hijos y establecían la dote que la joven aportaría al
matrimonio. Antiguamente los desposados ya quedaban obligados a la fidelidad recíproca y si el
matrimonio no se celebraba en el plazo estipulado, se podía perder la dote. Consultados
los dioses, si los agüeros eran favorables, se cambiaban los anillos, que tenían un valor simbólico.
Ante la ley, solo los ciudadanos romanos tenían derecho a contraer matrimonio. La tradición
conservó el recuerdo de tiempos en los que los patricios no podían casarse con una plebeya,
prohibición caída pronto en desuso (Lex Canuleia).
Hubo dos formas de matrimonio que estuvieron sucesivamente en vigor:
matrimonio cum manu: la mujer pasaba a formar parte de la familia de su marido y estaba
sujeta a su poder marital (manus). Podía realizarse esta unión de tres maneras:
- Confarreatio: forma sacra de contraer matrimonio. Rito llamado así por la pieza de pan (far)
que los esposos ofrecían al Dios Júpiter durante la ceremonia nupcial. Era la forma de
casamiento propia de los patricios. Su carácter sacro lo hacía de difícil disolución, pero no
imposible (el divorcio sería mediante la difarreatio).
- Coemptio: forma más usual y práctica. Se realizaba una compraventa ficticia de la novia, por la
que el marido adquiría la manus (poder) sobre ella. Es la versión matrimonial de la ceremonia
de liberación de esclavos, la manumissio.
- Usus: cuando los esposos cohabitaban ininterrumpidamente durante un año, el marido
adquiría la manus sobre la mujer; sin embargo, esto podía ser evitado gracias a la "trinoctii
usurpatio", según la cual, si la mujer se ausentaba durante tres noches seguidas del hogar
marital, evitaba caer en la manus maritalis. Puede verse como una versión matrimonial de la
prescripción adquisitiva.