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El cambio de percepción (/index.php/es/aula-


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Serie del Perdón, 5º artículo - final [publicado en Universo Holístico]
Paz y liberación
No te engañes. Si sigues sufriendo, si te sientes víctima del mundo o de alguna
persona en concreto, si por dentro estás juzgando o atacando a lo que ves… no
has perdonado. El perdón se caracteriza fundamentalmente por sus efectos: paz
interior y liberación de los hechos y las personas. Puede que pienses que has
hecho un buen número de visualizaciones, que por cierto, siempre ayudan, o
que hayas llorado algo tan intensamente que te de la sensación de que el
perdón ya esté concluido. Sin embargo, el perdón no se define por el esfuerzo
realizado ni por la cantidad de sufrimiento que hayas expresado. Se define por
sus efectos liberadores, y estos suceden solamente cuando en la profundidad de
tu mente se asienta un verdadero cambio de percepción.
 

Una decisión de cambio


En la primera entrega de esta serie de artículos sobre el perdón que hoy cerramos, hablé de que todo comenzaba
con una decisión. Era una decisión sobre el modo de ver al mundo y a mí mismo. El modo de ver está íntimamente
relacionado con el modo de ser. Según somos, así vemos el mundo, y según vemos el mundo, así creemos ser. Esto
se debe a que, en realidad, y tras la apariencia de un cuerpo, una serie de disfraces sociales y una batería de
recuerdos personales, lo que somos es conciencia pura. La conciencia se define por ver. El “modo de ser” de un
punto de conciencia concreto no es otra cosa que un particular modo de ver o percibir al que habitualmente llamas
“yo”.
¿Cuál podría ser el motivo para desear cambiar mi modo de ver/ser? Primero de todo, uno tendría que aceptar la
idea de que, efectivamente, según mi modo de ver, siento de un modo u otro, por lo tanto soy el responsable de mis
propios sentimientos. Además, es preciso haberme percatado de que dispongo de la capacidad natural intrínseca de
cambiar esos programas y patrones mentales que organizan mi modo de ver y que causan mi malestar. Por último,
es necesario reconocer que con el modo de ver actual experimento sufrimiento de diversos modos. Y no estoy
dispuesto a conformarme ¿porqué hacerlo si está en mi mano cambiarlo? Resumiendo, para cambiar de un modo
natural deben encajar tres factores: es razonable, es posible y es mi voluntad. La misma experiencia del cambio de
percepción te hará saber además que es el único modo auténtico de hacer un beneficio sustancial y profundo a ti
mismo y a tu entorno en cualquier situación de conflicto.
El modo de ver y de verme responde a mi mentalidad. Si hablamos de un cambio de mentalidad, estamos hablando
de un cambio profundo, y por supuesto tu “mente programada” o ego intentará una y otra vez evitar que tú realices
ningún tipo de cambio interno, impulsándote más bien a todo tipo de esfuerzos e intentos proyectados a lo externo. L
El perdón comienza por esta disposición al cambio como una actitud estable. Desde la humildad de comprender que
algo debo de estar percibiendo mal, ya que experimento sufrimiento y además hago sufrir a los demás, me veo con
el suficiente poder como para cambiar mi interior y decido hacerlo. Bien, todavía no sabemos cómo vamos a
cambiar, pero ya hemos dado el primer paso: estamos dispuestos a ello.

Una actitud humilde


En esta primera y profunda decisión comienza el perdón. Y no solo comienza, sino que esta decisión debe
actualizarse en cada día, y particularmente, en cada perturbación emocional. Por un lado es importante recordar
cada día nuestra intención de cambiar interiormente, nuestra apertura al cambio hacia una mentalidad mayor, en
momentos de autoconciencia, silencios, meditaciones o prácticas interiores, cualquiera que sea nuestro manera,
pero de un modo voluntario, consciente y cotidiano. Por otro lado, además, cada emoción debe de ser atendida
desde esta actitud, ha de ser acompañada con este espíritu de cambio profundo. Es como un entrenamiento mental
nuevo para que en cada sentimiento no dejemos que la energía emocional sea usurpada por nuestra mente
programada para reaccionar como siempre lo ha hecho, sino que en ese mismo instante recordemos nuestra
decisión de cambiar. Y no queremos cambiar la emoción en sí, que es un honesto indicativo, un mensajero al que
nos abrimos, sino que estamos trabajando para penetrar a la causa interna donde se produjo el sufrimiento.
Este es el perdón en presente. En la última entrega [la cuatro] hablé de un entrenamiento esencial sobre el sentir
que es de absoluta relevancia en el trabajo del perdón. Hay que aprender a honrar nuestra emoción, nuestro
sentimiento, y abrazarlo con nuestra conciencia. En ese mismo gesto hay una apertura, una disposición de cambio,
una humildad profunda ante la emoción que en otro momento nos hubiera desbordado, pero de la que ahora nos
disponemos a aprender.
Es como un reconocer que “no sé”, y que “deseo saber”. En la tercera entrega, sobre el ataque y la compasión,
pudimos ver cómo realmente en nuestra mente hay dos mentes: una de ellas está dispuesta a luchar frente a todo lo
que sucede, es la mente que se defiende y parece defenderte, y a la que por supuesto, guiado por una omnipresente
cultura del miedo, le has dado todo el poder de dirigir tu vida. La otra mente no impone nada, aprende, se abre,
confía y es la verdadera guía de tu evolución. A esta otra mente solo la permites funcionar ocasionalmente, pero te
ha hecho pasar tus mejores momentos, en aquellos en los que has podido recordar lo que verdaderamente eres.
Ambas mentes no pueden funcionar simultáneamente, y se requiere tu voluntad para cambiar de usar unas gafas a
usar las otras. La mente que aprende es la mente que sabe que no sabe, y es la mente que debe de ser
constantemente hecha presente por tu decisión consciente. Hay inercia, y por supuesto, es natural experimentar
oposición. Esta oposición se hace natural con el paso del tiempo, ¡hasta llegas a perdonarla!
Esto se convierte en una actitud de perdón, una presencia muy enfocada en tu emoción y en tu reacción, y que en
lugar de buscar culparte por cada cosa que haces mal, tan solo pretende aprender bajo un nuevo sentido, basado en
el silencio, el sentir, en el conocimiento íntimo e intuitivo, no articulado y profundo que surge de tu emoción sentida
y hecha tuya.

La culpa di culta el aprendizaje


En el segundo artículo de la serie comprendimos que existe un virus en nuestra mente programada llamado culpa.
Su misión principal es hacernos sentir que somos malos, incompletos, vulnerables e incapaces. Este virus mental
estará muy atento a cada reacción emocional para decirte: “La emoción es mala. No debiste de hacer esto, lo haces
todo mal, nunca llegarás a nada, no puedes salir de tu prisión”.
La vida te presenta oportunidades para abrirte al cambio y al aprendizaje en formato de emociones intensas que te
informan sobre una discordancia interior, una falta de armonía profunda entre lo que es y tu percepción interna
actual. Es el momento en el que puedes cambiar la percepción, el momento en el que es necesario que tu voluntad y
tu conciencia estén alineadas. Entonces es cuando suele aparecer el virus de la culpa para intentar hacerte sentir
mal, castigarte, minar tu autoestima y atacar tu identidad de modo que asocies definitivamente el castigo a tu
aprendizaje.
En vez de aprender de una percepción errónea o programa disfuncional, la culpa te sumirá en la incapacidad con un
definitivo “eres malo, no sirves”. Por lo tanto, una de las tareas del perdón es reconocer estos patrones de culpa que
se presentan y desestimarlos al darnos cuenta de que solo sirven para hacer difícil nuestra voluntad de cambio
interior. Sencillamente, son herramientas que pretenden prolongar los programas erróneos, son los medios de
supervivencia del ego.

El instante del cambio


Cuando en uno de estos momentos de perturbación interior, que tan a menudo nos ofrece la vida, somos capaces
de abrazar nuestra emoción y de repente encontrar en la persona que hay delante algo distinto, ocurre algo especial
que sentimos como auténticamente sagrado. Entiendo por sagrado aquello que apunta hacia lo verdadero.
Ha llegado el conflicto interno con todos sus programas habituales en jauría en pos de atrapar esa energía
emocional que aflora, pero esta vez yo estaba preparado, y abrazando la emoción, los programas mentales no han
sido atendidos, no han encontrado mi crédito y por tanto no han conseguido alimento. No han sido escuchados
porque he decidido cambiar, me he abierto a algo nuevo en este preciso instante: he permanecido presente y he
recibido mi emoción. He respirado y en lugar de pensar, he estado atento a mi cuerpo, a mi energía interna, y he
dejado que sucediera. He aceptado esta energía y he estado con ello. Tal vez he necesitado entrenamiento antes de
llegar a este momento, pero esta vez… ¡ha sucedido!
Entonces, limpio de programas, ahora he decidido ver a la otra persona de otro modo. Mirando más allá de las
formas de su cuerpo, más allá de los papeles que representa, más allá de sus defensas y más allá de mis recuerdos
de dolor. Muy profundamente he traspasado el sentir del momento y ahora digo internamente: “quiero ver amor,
quiero ver belleza”.
Mi conciencia empieza a buscar rasgos de amor, de belleza, de paz, de comunión en la otra persona, y aunque sea
por un instante, recuerdo que debajo de todas las apariencias, aquella persona que estoy viendo, en lo profundo, es
algo muy familiar, un viejo conocido. Soy yo mismo bajo otra apariencia.
Aquí hablamos de sentir esta experiencia, de desearla, de estar dispuesto a ella. Esto no se puede alcanzar
intelectualmente. El perdón es el proceso mediante el cual actualizamos esta experiencia el máximo número de
veces posible y nos preparamos cada día para ella. Es un momento sagrado.
Tan profunda e impresionante experiencia, en la que un enemigo ha pasado a ser un amigo en tu conciencia solo
por el gesto poderoso de tu voluntad, te hace saber que efectivamente, y tal como indica la física cuántica y la
sabiduría milenaria, todo el poder está en tu conciencia. Estás sanando tu mente, y lo que es mejor, estás sanando la
mente colectiva al haber transmutado tu punto de conciencia desde una mentalidad que producía separación,
sufrimiento y conflicto en otra mentalidad que elige y experimenta ver amor, perdón y comunión.

El proceso
La experiencia que acabo de describir es unos de los objetivos que se plantea el serio estudiante del perdón. Para
ello siempre se requiere un entrenamiento en la sensibilidad emocional, en la autoaceptación incondicional –que
implica, además de aceptar la emoción, ver cómo llega la culpa y dejar de creer en su castigo- y en el cambio de
mentalidad –la integración de las ideas del perdón.
Muchas veces es este último requisito el más difícil: aceptar las ideas del perdón. El perdón dice que eres amor, que
todos lo somos, y que podemos experimentarlo si lo deseamos en verdad, estamos dispuestos a compartirnos y
somos capaces de soltar las viejas defensas del ego. Claro, estas defensas del ego te las enseñará el mundo de mil
maneras y puede ser que al principio te sientas un poco solo en tu propósito de cambio. Sin embargo, un proceso
sucede en la persona que trabaja con constancia y profundidad el perdón, pronto siente una especie de apoyo
espiritual que le acompaña en sus constantes cambios de percepción. Al decidir dejar tu mente pequeña sumida en
programaciones y decidir abrirte una mentalidad mayor, te sientes internamente lleno, va naciendo poco a poco una
nueva plenitud, una seguridad interior que te ayuda a ir dejando caer las capas de ego. Has empezado a descubrir lo
que eres porque cada día lo sientes. Eres amor.

Los cambios de percepción


El cambio de percepción es una serie de trabajos espirituales que hacemos en la vida cotidiana mientras vamos a la
compra, llevamos a los niños al colegio, pagamos las facturas, conducimos al trabajo, nos entrevistamos con
clientes, paseamos, hablamos con nuestro jefe, cuidamos a nuestros padres, escuchamos a nuestros hijos o
discutimos con nuestra pareja. En todos esos momentos, nuestra voluntad puede regar de conciencia unas
escondidas semillas de cambio hacia la una mentalidad más verdadera. Esas semillas aguardan su momento para
florecer en cada uno de nosotros.
En cada cambio de percepción que somos capaces de elegir, la respuesta emocional nos sorprende y nos deja
marcados: algo ha pasado que no puedo comprender ni explicar. Sé en lo más íntimo que he conectado con los
mecanismos profundos del perdón espiritual. El proceso supera con mucho lo explicable. He sido bendecido con
una ducha de paz, y sé que algo verdadero ha sucedido.
Antes de comenzar a perdonar, puede ser que leyera y hablara sobre espiritualidad, que acudiera a reuniones y
conferencias, que hiciera cursos y terapias. Al perdonar, sin embargo, experimento mi Ser cada día, y eso es
verdadera espiritualidad. El perdón es la conexión más profunda que existe entre el Cielo y la tierra, esa que solo
puede ocurrir cuando tu mente rompe sus límites y se abre a la plenitud.
La persona que hay delante de ti no está fuera de ti, ni dentro. Sencillamente, ambos sois lo mismo más allá de
cualquier forma o papel que estéis representando. Esa persona es tu subconsciente. Ha tomado otra forma, al igual
que tú has tomado todas tus formas físicas, emocionales y sociales, y se presenta ante ti en busca de tu
reconocimiento. Mediante el cambio de percepción eres capaz de ver la verdad en medio de la aparente confusión,
el caos aparente de los cuerpos moviéndose, las culpas, las opiniones, los ataques y las competiciones. Esto sucede,
lo puede experimentar cualquiera que sienta la llamada interna de su voluntad, su efecto es transformador y cada
vez se hace más profundo en la medida que crece tu conciencia esencial.
Según avanzamos en la práctica del cambio de percepción, la certeza íntima de ser amor se hace firme, profunda,
una identidad sin forma ni límites que te hace sentir seguro pese a la incertidumbre. El Ser se hace accesible según
te vas limpiando interiormente de miedos, culpas y victimismos. Eres inocente, nada pudo pasar de otro modo, no
hay nada que temer, ni que controlar. No hace falta luchar, no hay nada contra lo que luchar. Sentir es descubrir,
cambiar es aprender, amar es expresar mi Ser. Mi función es darme completamente a este cambio, mi función es
perdonar y en ella radica mi felicidad.
Jorge Lomar
Escritor, facilitador y orientador. Co-fundador de la Escuela del Perdón.
info@jorgelomar.com (mailto:info@jorgelomar.com)

De todos los pensamientos que aparecen en nuestra mente, solo el pensamiento «yo» es el primer pensamiento. Solo después
pensamientos surgen. Solo después de que la primera persona aparece, la segunda y la tercera personas aparecen; sin la prime
tercera personas no existen.

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