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El entierro del Conde de Orgaz

Discurso de David Stitchkin Branover1

probablemente haya sorprendido a muchos, haya inquietado a algunos pocos, y


tenga confundido a la casi totalidad de los jóvenes estudiantes: el entierro del
Conde de Orgaz. ¿Por qué haber elegido este tema? No es fácil elegir un tema para
una lección inaugural. Ustedes son jóvenes que vienen llegando del liceo, de
formación heterogénea, de vocaciones diferenciadas, y no sería justo ni cuerdo
tomar como tema de una lección inaugural un tema específico en una disciplina
determinada. Pero hay más.

Para encontrar el tema de la lección inaugural, yo tengo en cuenta, en especial


consideración, que ustedes llegan a la Universidad como dije el año pasado con
una inquietud2.

Con una inquietud que se manifiesta esporádicamente en algún acto, en un gesto,


en una conversación, en un problema que me plantean a mí o que plantean a
alguno de los profesores. ¡Y la inquietud es fundadísima! Porque han abandonado
ustedes la cómoda, la confortable aula del liceo, para abocarse por vez primera a la
1
Este discurso fue pronunciado por el Rector David Stitchkin como lección inaugural del año académico
de la Universidad de Concepción en abril de 1961.
2
Con la intención de reproducir en el texto escrito los énfasis orales en la pronunciación y entonación de
ciertas palabras claves para el argumento de la lección a los que apela a lo largo de su cátedra el
Rector Stitchkin , hemos decidido transcribir con cursiva los instantes en que el orador hace uso de tal
recurso retórico, recurso que, sin duda, es uno de los sellos de estas lecciones. De aquí que, a lo largo
de los discursos sobre El entierro del Conde de Orgaz y El deber irredimible, encontrará el lector frases y
palabras en cursiva.
vida universitaria, y sienten o presienten que ahora comienza para ustedes una
nueva etapa no de estudios más o menos difíciles , sino una nueva etapa de
actitud de ustedes ante la vida, de actitud de ustedes ante el estudio mismo. Ya no
tienen al profesor de francés y al profesor de inglés (un poco amigo, un poco
segundo padre) preocupado directamente de cada uno de ustedes, ni son las tareas
tan simples ni tan elementales. Ahora se encuentra ustedes o presienten que se
encuentran abocados a un problema de acción propia, de actividad propia, de
entrega propia; de algo que ustedes deben llevar dentro de sí.

el ambiente ¡y pronto van a verlo! es tan cálido y tan cordial


como pudo haber sido el ambiente del liceo. Pero la participación de ustedes en la
preparación profesional a que aspiran ya no tiene ni puede tener esa postura pasiva
del liceano. Y tiene que haber de parte de ustedes cierta inquietud frente a la
confrontación a que están abocados, al cotejo de sus energías, de sus posibilidades,
de sus capacidades, frente a las exigencias de la vida universitaria. Esa es una
inquietud.

Pero hay otra inquietud, más genérica. Se espera siempre algo de la universidad
que no es sólo un título y una preparación profesional: se espera como yo decía
en la lección inaugural del año pasado una respuesta de la universidad. Se espera
que la universidad colme total o parcialmente un poco de la sed que deben
tener ustedes de encontrar puntos de apoyo para conducir su vida y su conducta.
Todos necesitamos puntos de apoyo. Y por mucho que ustedes me miren a mí en
aparente, con tanta firmeza aparente, con
tanto dominio aparente; yo como ustedes tengo mis momentos de
desfallecimiento, mis momentos de debilidad, mis momentos de angustia, y para
ellos necesito alguna referencia, un punto de apoyo. Así lo entendí yo cuando era
estudiante de la universidad, seguí entendiéndolo mientras fui profesor de la
universidad, y es algo que tengo siempre presente como rector de esta casa.

De aquí que al elegir tema, haya procurado siempre elegir un tema que, en alguna
medida (una lección inaugural no es un curso), ¡en alguna medida!, pueda ser, si no
la respuesta, la incitación a la respuesta ¡el vislumbre a la respuesta! algo así
como en la noche cuando un rayo alcanza a iluminar el horizonte que se oscurece

ser para ustedes esta lección inaugural. Y en razón de ello, haciendo memoria y
recordando, recordando recordé una experiencia personal, mía una
vivencia, digo yo que me ocurrió en Toledo viendo ese cuadro del Greco que se
llama El entierro del Conde de Orgaz.

Pero, para que ustedes puedan participar en alguna medida de esa vivencia, y como
bien pudiera ocurrir que muchos no hayan visto el cuadro El entierro del Conde de
Orgaz, a fin de que yo les hable a ustedes de algo que ustedes conocen (aunque sea
de mala manera porque una reproducción no tiene nunca la fuerza del original),
vamos a pedir aquí que nos proyecten el cuadro El entierro del Conde de Orgaz.
Según los críticos y entendidos, consta de dos partes: la parte superior y la inferior.
En la inferior, ven ustedes al Conde de Orgaz muerto , sostenido por San
Agustín, a la derecha de ustedes, anciano venerable que mira al Conde de Orgaz, y
a la izquierda por San Esteban, bello y joven mancebo. En seguida, el coro de
hidalgos toledanos (que presencian el milagro), y en la parte superior se encuentra
ya la visión del Conde de Orgaz en los cielos, desposado de las vestimentas de la
tierra (he ahí al Conde de Orgaz desnudo), compareciendo ante la presencia del
Señor. A mano derecha, la Virgen; atrás, el Rey David.

Observen que la técnica o factura del cuadro varía en la parte superior a la parte
inferior. La de arriba podríamos decir que es italiana (o a la manera italiana), hay
dicen los entendidos una influencia notable de Tiziano, maestro del Greco, y
del Tintoretto.

Los colores, el dibujo abajo es el Greco sin otra influencia que la de su propio
objeto. Dicen que el caballero que se encuentra detrás del que está al centro con la
Orden de Calatrava (de frente) sería el propio Greco, un autorretrato. Y por último,
observen que la composición del cuadro es perfecta, casi geométrica: la figura de
San Agustín y la de San Esteban formando un árbol en un escorzo bellísimo, al
centro, gravitando sin pesar, el cadáver del Conde de Orgaz, y arriba se repite el
trío de Jesús al centro, el Conde de Orgaz en su presencia (a la derecha de ustedes),
y la Virgen a la izquierda. Y como elemento de unión centro de gravedad del
cuadro , ese ángel ingrávido, que parece, más que centro de gravedad, centro
geométrico de la composición.

Veamos ahora la parte inferior del cuadro. Vean el detalle de los dorsos, el detalle
de las manos (más nítidamente se destaca la de quien sigue al Greco). No alcanza
aquí a aparecer, o apenas aparece ahora está claro este pequeño, que sería el
propio hijo del Greco, a quien San Esteban mira, y que está a su vez, enseñando,
mostrando con su dedo la presencia o la figura del Conde de Orgaz. Y por último,
veamos el rostro mismo de nuestro Conde de Orgaz, porque es un personaje a
quien vamos a conocer dentro de poco.

No se extrañen que el Conde de Orgaz aparezca así porque así está en el cuadro,
puesto que está en los brazos de San Agustín, desfalleciendo. Vean ustedes el
rostro noble, la frente tersa, la expresión de serenidad, de tranquilidad; más que
muerto parece dormido. Hay ciertos rasgos de voluntariedad en el labio inferior
que asoma, y hay una nobleza muy grande que emana del cuerpo.

Y ya conocen El entierro del Conde de Orgaz. De él vamos a hablar.

El entierro del Conde de Orgaz fue pintado por este nuestro buen amigo, el
Greco, que venía de Grecia (¡era griego!) , formado más tarde en Italia, que fue a
parar a España se ignora por qué razones, y él no quiso darlas. Porque llamado en
una oportunidad ante el Tribunal de la Inquisición a raíz de otra tela muy hermosa,
El expolio, que pareció que no calzaba dentro de las normas de la Iglesia, fue

Se ignora por qué llegó, pero llegó a España ya formado, con altas
recomendaciones a la corte de Felipe II. Éste le encomendó un cuadro, que figura
en El Escorial. A Felipe II no le gustó mucho el cuadro 3 (lo que no habla muy bien
de Felipe II), y el Greco se trasladó a Toledo.

3
El cuadro al que se refiere David Stitchkin es El martirio de San Mauricio, que retrata el despiadado
ajusticiamiento de una milicia cristiana de tebanos liderada por San Mauricio como resultado de su
negativa a celebrar ritos paganos, ordenados por el emperador romano Maximiliano. La inmolación
convirtió a San Mauricio en un mártir católico y emblema de la lucha contra la herejía. Este cuadro fue
¿Y cuál era la época, la España si ustedes quieren, del Greco? Reinaba, a la sazón,
Felipe II. Su padre, había sido el magnífico Emperador Carlos V que era V de
Alemania, pero I de España ; era Carlos I de España. Y conviene recoger estas
cositas insignificantes (en que los escritores no ponen mucha atención), pero que la
historia parece que retuviera como llaves que abren pequeños secretos.

Carlos I de España era Carlos V por Alemania puesto que siendo rey de España
fue elegido Emperador de Alemania y sin embargo, la historia lo recuerda como
Emperador (como Carlos V), y se habla del Emperador Carlos V.

Carlos V tenía una


personalidad, o una concepción, o una postura ante la vida, de cierta universalidad,
cierta visión cosmopolita (en lo político), a tal extremo que Carlos V respetó por
pacto, edicto, y Carlos V vivió en Toledo, que era, a la
sazón, la capital política de España, de las Españas, y del mundo por consiguiente.

Pero cuando llegó el Greco y en la historia y en la época en que pintó , este


entierro del Conde de Orgaz, reinaba Felipe II. Felipe II que había trasladado la
capital de España de la imperial Toledo a la muy pequeña villa de Madrid que
era, a la sazón, una pequeña villa, pueblerina. Había trasladado Felipe II su corte a
Madrid, pero no él que se estaba construyendo El Escorial, mezcla de fortaleza, de
monasterio y de mausoleo. Porque hizo llevar al Escorial con pompa y aparato,
como correspondía a su alta jerarquía a todos los de su familia (enterrados en
distintas ciudades y lugares de Europa) que, en cortejos interminables, atravesaron
las llanuras españolas para ser definitivamente enterrados en El Escorial.

encargado por Felipe II al Greco en 1579, para ser colocado en uno de los altares del Escorial como
símbolo de la irrestricta política de combate a la divergencia religiosa en su reinado. La elección del
Greco de ubicar el martirio como telón de fondo del cuadro molestó a Felipe II quien, argumentando falta
de devoción en las figuras, decidió no incluir la pintura entre los ornamentos del Escorial.
Comenzaba la declinación de Toledo, y principiaba con Felipe II, Madrid y El
Escorial lo que podríamos llamar, el ensimismamiento de España. Y digo
ensimismamiento de España porque, hasta entonces, la imperial Toledo era y
había sido el rico manantial adonde confluían (y donde confluyeron) culturas y
civilización disímiles, dispares: los árabes, la judería y la cultura latina, Roma.

Todo ello había fermentado, produciendo ese milagro que es Toledo. Ese milagro
que es Toledo, porque es suma y esencia de la conjugación de tres culturas, que
supieron ensartarse la una en la otra, apoyarse, estimularse y, al mismo tiempo,
limitarse en sus demasías o excesos, formando un equilibrio perfecto.

Pero esta imperial Toledo tenía para Felipe II olor a paganismo, olía mucho a
berberismo, mucho a judería; y Felipe II traslada su corte a Madrid y se enclaustra
en su fortaleza-mausoleo del Escorial.

Esta es la época, ese es el ambiente que reina en Toledo cuando le encargan al


Greco que pinte este cuadro: El entierro del Conde de Orgaz. Y ahora cabe
preguntarse quién era, quién fue el Conde de Orgaz y qué es lo que el Greco quiso
reproducir.

Hay varias leyendas en torno al Conde de Orgaz. Desde luego es un personaje real,
vivió. Vivió por allí por el año mil trescientos y tanto, de modo que cuando el
Greco pintó este cuadro que ustedes acaban de ver, habían transcurrido más de
doscientos años.

El Conde de Orgaz, noble castellano dice la leyenda escrita, fue hombre


eminentemente piadoso y obtuvo para los monjes agustinos un lugar en la ciudad
de Toledo, puesto que ellos estaban viviendo en la parte baja, a orillas del río Tajo.
Y dio dinero, y [lo] obtuvo además para la reconstrucción de la iglesia de Santo
Tomé. En razón de su piedad, allí fue enterrado. Y dice la leyenda escrita que
cuando se estaba celebrando el oficio de difuntos, aparecieron San Agustín y San
Esteban, tomaron el cadáver y lo depositaron en la cripta donde actualmente está.
He ahí lo que dice la leyenda escrita.

¿Y qué dice la leyenda oral, la tradición oral? La tradición oral fue recogida por
mí personalmente!, porque allí me la contaron y como me la contaron, nos da
cuenta. Probablemente, la tradición oral no sea verdadera. Pero la fantasía de los
pueblos a veces es más real y verdadera que la propia realidad histórica, y sabe
encontrar a través de la fantasía la quintaesencia de las cosas.
Y siendo más grata, más hermosa, la tradición oral que la escrita porque la
escrita se limita a señalar que fue un hombre piadoso y contribuyó a levantar la
iglesia prefiero la oral, por lo que ustedes van a escuchar. Y cuenta la leyenda
que el Conde de Orgaz noble toledano era, a la sazón, gobernador de Toledo.

Han de saber ustedes este es un paréntesis que ayuda a mantener el suspenso ,


han de saber ustedes que poco antes de existir el Conde de Orgaz, reinaban en

mbos, habían mantenido alianza alianza formal con los


príncipes árabes que dominaban Granada. Este era el ambiente en que vivió
realmente el Conde de Orgaz. Y sigamos ahora con la leyenda, porque lo que
acabo de decirles refuerza en cierta medida esa leyenda.

Siendo gobernador de Toledo, cuentan que una poblada una noche incendió la
sinagoga, que no había una en Toledo, ¡qué había tres sinagogas! Sinagoga que si
algún día ustedes van a Toledo, cosa que deseo muy de veras, podrán visitar. Y una
poblada en la noche, rompiendo diríamos este pacto de convivencia, incendió la
sinagoga. Cosa que a la comunidad judía llamó naturalmente a la consternación.
La gente más joven y más impulsiva de esa comunidad decidió tomar represalias e


a los nobles castellanos, y llamó a los notables judíos, y les dijo: que dos pueblos y
dos comunidades pueden convivir en paz, que para ello se requiere solamente
buena voluntad. Y que en lugar de que los jóvenes residentes del barrio de la
judería quemasen la catedral, era más cuerdo que los nobles castellanos
contribuyesen, con sus dineros ¡y sus hombres! , a reconstruir la sinagoga que
habían destruido. Y cuenta la leyenda que era tal el poder de convencimiento de
nuestro Conde de Orgaz, que convenció a los nobles castellanos, y éstos
contribuyeron con sus dineros y sus gentes a reconstruir la sinagoga.

Y como cuando ocurren estas cosas siempre se forma en torno del que es capaz de
crear una voluntad así un mito o leyenda, y se dice o que es loco, como ocurría con
nuestro señor Don Quijote, o que es santo; al Conde de Orgaz no le tacharon de
loco sino de santo, y comenzó a correr la leyenda de su santidad. Y cuenta la
leyenda que al morir, apareciéronse San Agustín y San Esteban, recogieron su
cadáver, y lo colocaron en la cripta en que actualmente yace. Entre la leyenda
escrita y la leyenda oral comprenderán ustedes por qué yo me quedo ahora con la
leyenda oral.

¿Qué relación tiene ésta con el Greco?: ¡que pudo haberla tomado el Greco!, el
Greco pudo haberse inspirado en esta leyenda. Porque, si ustedes recuerdan lo que
acaban de ver en el cuadro este del retrato El entierro del Conde de Orgaz ha
debido llamarles la atención una cosa que se trasparenta en el cuadro.

Observen ustedes que el Greco está pintando un milagro: lo que ocurre en ese
instante es un milagro, ¡y no sólo un milagro en cuanto alteración de las leyes
físicas!, que se oscurece de día o aclara de noche. ¡No!, es un milagro con
incorporación física de dos figuras venidas del cielo: San Agustín y San Esteban. Y
frente a este milagro, la actitud de los nobles toledanos que lo presencian no es de
espanto, no es de asombro; es una actitud tranquila, casi de meditación. Y hasta la
figura del pequeño que está mostrando lo que ocurre, parece parece (y esto
puede ser fantasía mía) , parece que estuviera enseñando una lección

Porque lo natural frente a este fenómeno , [sería que] estuviesen los brazos en
alto, algunos rostros despavoridos ¡y no!, todos están tranquilos. Hasta hay un
noble castellano con la Cruz de Calatrava ustedes lo vieron al centro que se
encuentra en una actitud así4 de mostrar. Todos meditan, ¿meditan en torno a qué?,
diríamos nosotros. Meditan en torno a la muerte de un justo y observen que todo
esto dice relación, guarda armonía, con el rostro del Conde de Orgaz.

Yo les señalaba mientras exhibían la diapositiva que el rostro del Conde de


Orgaz es un rostro tranquilo, que parece dormir. ¡No hay muerte!, hay un amable
tránsito, de la tierra a los cielos. ¿Y qué lección estaría narrando el Greco? Esta
lección de convivencia, ¡qué él podía entender mejor que nadie!, puesto que estaba
viviendo en una España imperial y universalizada, que comenzaba a tornarse en
una España ensimismada y recluida dentro de sus propias fronteras (geográficas y
espirituales). ¡Declinaba Toledo!, símbolo de la conjugación de varias culturas,
surgía la villa de Madrid, y surgía El Escorial. Terminaba la visión cosmopolita del
adentrada (un
poco triste también), de un Felipe II.

4
Probablemente en esta parte de su exposición, David Stitchkin reproduce el gesto del noble toledano
mencionado en el cuadro para ejemplificar mejor su interpretación.
El cambio que estaba dando España, la transformación que se estaba produciendo,
era una transformación inquietante y a ojos vista. No es desacertado o demasiado
arriesgado suponer que el Greco entendiera esto y fuese esa la simbología que
quisiera darle (o hubiera querido darle) al entierro del Conde de Orgaz.

Y hay otra cosa. Hay que los rostros y vestimentas del cuadro no son
rigorosamente históricos, es decir, el Greco no se sitúa en 1323 fecha real de la
muerte del Conde de Orgaz sino en su época, en su tiempo, dándole al milagro el
valor de una cosa presente. Y lo logra de tan cabal manera, le da de tan cabal
manera el valor de una cosa presente que ¡lamento que una diapositiva no pueda
tener la fuerza que tiene el original! , para el que mira la tela, para el que se
sienta en la pequeña nave de la iglesia de Santo Tomé y recogidamente mira
aquella tela, ese milagro se está produciendo en el instante mismo en que nosotros
le estamos mirando, y nos sentimos incorporados a ese momento, a ese estado de
ánimo, a esa cosa que se está realizando junto a nosotros y con nosotros.

De donde resulta que la lección del Conde de Orgaz dada por el Greco debía
valer, no sólo para los hombres de su época, sino para los hombres de las
generaciones futuras. Y he aquí como nosotros hoy, seiscientos años más tarde
¡seiscientos años más tarde! , podemos aprovechar esa linda temática para dictar
una lección inaugural, y para decirles a ustedes que ese milagro del Conde de
Orgaz el que según la leyenda oral se habría producido es un milagro todavía.
Porque el convivir, el convivir en paz, no es cosa de ordinaria ocurrencia ni es
tarea fácil, y cuando ocurre hay que mirar, ese caso, como un caso de milagro tan
extraño como el que pintara el Greco.

Y ese caso tan extraño, milagroso en un mundo desarticulado, han de saber los
jóvenes estudiantes que inician sus cursos en la Universidad, se produce en esta
casa. En donde un núcleo de hombres, todo un cuerpo docente, de distintas
posturas ideológicas, de distintas posturas ante la vida, de diversos credos y de
diversos pensamientos, conviven armónicamente armónicamente en pro de una
causa común, que es la causa de la cultura y de la formación de nuestros jóvenes.

El milagro repetido, desde hace más de cuarenta años, en el seno de esta casa. Y
ese milagro se expresa en nuestra Universidad bajo un lema o mote el lema que
ustedes deben tener siempre presente , el lema de esta c
cómo se logra el desarrollo libre del espíritu?

Lo decía yo en una oportunidad a raíz del Encuentro Internacional de


Escritores (o de escritores americanos), mediante la conjunción de tres postulados
que dan como resultante el desarrollo libre del espíritu, y son, en primer término,
honestidad en la proposición, en segundo lugar, dignidad en la expresión, y en
tercer término, respeto en la convivencia.

¿Qué significa honestidad en la proposición? Que cada uno de ustedes hoy,


mañana y siempre , cuando sostenga un principio, cuando siente una premisa,
tiene que ser honesto en lo que dice, tiene que ser honesto en lo que propone,
honestidad que no es fácil de conseguir. Porque hay mil espejos en la vida que
distorsionan nuestro pensamiento, hay un maleficio general que nos rodea
constantemente y que nos induce a confundir nuestros intereses con los intereses,
nuestras pretensiones con lo que es justo, nuestras ambiciones con lo que conviene.

Y, para ser honesto en la proposición, hay que separar cuidadosamente


cuidadosamente lo que nos conviene, lo que nos interesa, de aquello que
realmente conviene o interesa a la comunidad. Y si se habla en bien de ella ¡o se
pretende que se habla en bien de ella! no hablemos en función de nosotros. Este
desglose no es tarea fácil y requiere una firme disciplina y una constante vigilia.

Dignidad en la expresión: se puede sostener cualquier tesis honestamente


¡honestamente!, esa era la primera premisa pero, al sostenerla, hay que emplear
expresiones dignas, para no herir ni ofender a nadie. Que la dignidad en la
expresión no es sino una forma específica de esa gracia gené
y que, según decía un poeta, la cortesía es la sal de dios. Y la derramó
abundantemente en un varón preclaro (yo no sé si ustedes saben que Francisco de
Asís fue un hombre de una cortesía exquisita, para con sus semejantes y para con
los animales; y para con las flores y para con las estrellas).

Y no tomen esto de la cortesía como una flor de segunda importancia. Modesta es


en su expresión, nadie para mucha atención en ella; pero ocurre como lo que
sucede con esas florecillas de la playa: son pequeñísimas, casi invisibles, y cuando
ustedes las quieren arrancar tienen raíces extensas y profundas. Así ocurre con la
cortesía, es una flor pequeñísima, casi invisible. ¡Pero cuidado! La cortesía es el
florecimiento de la cultura, el hombre cortés ¡cuando lo es de veras! , cuando no
es una cortesía formal sino una cortesía consustancial al alma, al espíritu, al modo
de ser, es el fruto feliz de una cultura. El progreso de la humanidad se vive a diario
a través de las fórmulas de cortesía: el día que ésta desaparezca digan ustedes que
comienza la regresión de la especie humana.

Y la tercera premisa, o la tercera proposición, es lo que llamamos respeto en la


convivencia podemos nosotros sostener
honestamente una proposición y además con cortesía, con dignidad; pero no basta.
Es menester, además, respeto profundo ¡profundo, íntimo, sentido! hacia la
pero en el
fondo de mi alma sé que mi intelecto es imperfecto y que es imposible que yo
posea la verdad total, apenas como he dicho otras veces apenas, y muy feliz, si
logro un atisbo de ella. Y los demás, también tienen su atisbo de verdad.

Yo puedo tratar de convencer respecto de una premisa, respecto de una idea,


respecto de una proposición; jamás imponer. Pero, si van ustedes a las sagradas
ios mismo habría entregado al hombre la libertad del
querer salvarse o perderse, y si Dios, con fe ¡Dios! , no quiso atentar contra la
voluntad del ser que había creado, ¿cómo podríamos nosotros pretender
¡nosotros! imponer nuestro personal punto de vista, por la fuerza, a los demás
miembros de la raza humana?

huid cuidadosamente del juicio ligero, que atenta contra el respeto a la


convivencia. Esto requiere gran disciplina también constante, permanente .
Cuidado con juzgar ligeramente porque ligeramente seréis juzgados vosotros, y
sobre todo evitad el juicio severo para con los demás: tened un poco de amor para
con los demás, un poco de caridad para con los demás. Uniendo estos elementos
y manteniendo sobre vosotros una vigilia permanente y atenta lograréis formar
en vuestra conciencia y en vuestra personalidad, este respeto en la convivencia,
indispensable para que florezca el milagro de una auténtica y sana convivencia.

amar. Y no se extrañen ustedes: en tal


en la Biblia. Y
conocer, en la Biblia, es el acto de trato carnal de un hombre y una mujer; porque
para conocer, hay que amar, y amar es conocer. Por consiguiente, todo lo que os
he dicho debe tener como base una actitud de conocimiento, una actitud de amor,
hacia las cosas y hacia los demás que os rodean. De esa manera podrán ustedes
no sólo formar parte de esta familia, que es la Universidad de Concepción sino
que podrán contribuir a que la familia humana viva así
tienen ustedes una pequeña, una modestísima fórmula que yo quería entregarles
esta noche en esta lección inaugural.

Y como regalo como regalo de bienvenida a mis jóvenes estudiantes del primer
año quiero dejarles esta noche, un pensamiento, un pensamiento árabe. Al Conde
de Orgaz de ser cierta la leyenda le habría encantado que yo remate mi clase
inaugural con un pensamiento árabe. Un pensamiento árabe que está grávido de
incitación, está grávido de normas de conducta, y que cada uno de vosotros podrá
manejar en la soledad de su conciencia.

Este pensamiento lo olvidarán ustedes mañana. Se harán y deben hacerse (son


jóvenes y deben ser[lo] a veces) , comentarios graciosos en torno a él. Pero
pasarán los años, y cada uno de vosotros tendrá un momento en la vida de alegría o
de tristeza en que así es la vida , en que de pronto
queriéndolo o no un balance de su conducta; ¡esto llega siempre! Y en ese
momento en ese momento, no ahora reflorecerá este simple pensamiento que
puede ser para ustedes y lo será , panal que alumbre el camino, guía que
oriente; y espejo y espejo que ustedes tendrán siempre frente a sí y, que al
hacer el balance a que me refiero, devolverá a ustedes la imagen no de la
máscara sino del verdadero rostro de ustedes. Y entonces sabrán, al mirarse en el
espejo de este pensamiento, si han llevado la conducta adecuada, la conducta que
conviene a los hombres o no.
Y el pensamiento dice así:

gozosos y sonríen.
Procura conducir tu vida de tal modo que al morir, tú puedas sonreír mientras los

Muchas gracias.

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