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Está demostrado que la soledad no es la mejor ‘compañía’ y el contacto con otras personas hace más

llevaderos los momentos de crisis.

Muchos estudios lo han dicho: la soledad no es buena compañera. Una investigación de la Universidad
de Harvard vinculó la soledad en los hombres con mayores niveles de signos en la sangre asociados con
la insuficiencia cardíaca. En la Universidad de Duke, un grupo de investigadores halló que el riesgo de
muerte en pacientes cardíacos era mayor en aquellos que carecían de vida social. Otros estudios han
planteado que los hombres que viven solos tienden a fumar y a beber más y en el caso de las mujeres, la
depresión se vuelve su compañera. Una investigación reciente de la Universidad de Chicago encontró
que la soledad incrementa el riesgo de hipertensión en personas mayores de 50 años.

Así se pueden citar varios casos que ponen de relieve una sola cosa: la importancia de la familia y las
amistades en cuestiones de salud, no sólo física sino también mental y afectiva. "La vida sana consiste,
en parte, en prestar atención a los vínculos sociales en la vida cotidiana", dice John Cacioppo, profesor
de sicología que participó en el estudio de la Universidad de Chicago.

De ahí la importancia de establecer y renovar constantemente las redes de apoyo, como le dicen los
especialistas a esas personas que nos rodean y con las cuales se puede compartir la cotidianidad.

Las hay de tres tipos. Las primarias que son aquellas personas que están en el entorno más cercano
(familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo). Las comunitarias (asociaciones, iglesia, clubes,
equipos deportivos, grupos de estudio o de recreación, etc.). Y las institucionales, ya sean públicas o
privadas (colegios, universidades, hospitales, EPS, Defensoría del Pueblo, institutos, etc.)

"Las redes están ahí, unas más estructuradas que otras, unas para ciertos momentos y necesidades. Hay
que identificarlas y activarlas cuando se necesitan, pero es una relación de doble vía: que me ofrecen y
que ofrezco. A veces hay que buscarlas y otras veces hay que aceptarlas", dice la sicóloga Sylvia
Afanador.

Aunque no falta quien diga que "al mundo solos vinimos y solos nos vamos", resulta muy agradable y
edificante pasar ese tiempo entre la llegada y la partida rodeado de personas con quién compartir
diferentes momentos de la vida.

Sin embargo, es un hecho que las grandes ciudades dificultan ese contacto por las distancias y
ocupaciones.

"Cuando se tienen redes sociales, éstas se activan en momentos de crisis y son muy útiles para salir más
pronto y en mejores condiciones de esas situaciones", dice la sicóloga.
Un momento de crisis puede ser un cambio de ciudad, una separación, la pérdida de un ser querido, una
enfermedad personal o de un familiar, un accidente, una quiebra económica, quedarse desempleado o un
cambio de etapa en la vida.

Contar con esas personas alrededor permiten sentirse acompañado, recibir un consejo en un momento
determinado, obtener información útil para desenvolverse mejor en alguna circunstancia, satisfacer las
necesidades de entretenimiento y recreación. "Todo esto hace que una persona viva más tranquila y bajen
sus niveles de ansiedad y estrés. Si se está aislado somos más vulnerables a todo y en una crisis nos
podemos consumir en ella si no contamos con el otro", agrega la doctora Afanador.

Hay etapas en la vida que son más propicias para necesitar compañía y ayuda, como en los cambios
vitales de edad (la adolescencia, la adultez, la menopausia), la época de crianza de los hijos y la vejez.

"Pero en general somos malos para cultivar las redes, nos da pena, nos da pereza interactuar con otros
y nos vamos aislando", concluye la sicóloga.

Cuando hay enfermos o personas con discapacidad

Patricia quedó mucho más tranquila cuando asistió a una reunión en la Fundación Acción Familiar
Alzheimer. Allí entendió muchas de las cosas que hacía y le pasaban a su mamá y mejoró su trato con
ella. En su caso era un familiar con Alzheimer, pero puede ser cualquier otra enfermedad crónica (cáncer,
Parkinson, sida, etc.) o una discapacidad física, sensorial o mental. En estos casos se hace mucho más
relevante la necesidad de tener redes de apoyo. "Debe participar el mayor número de personas de la
familia. Cada uno puede aportar desde donde puede: con tiempo, con dinero, con el transporte, con
compañía, etc. Lo importante es que todos estén informados de qué es la enfermedad y cómo manejarla",
recomienda Claudia Varón, presidenta de la Fundación.

Después viene la red médica encabezada por el doctor, la institución que lo atiende y las asociaciones de
pacientes o familiares. "Ahí se adquiere mucha información sobre el manejo que no dan los médicos",
dice.También hay que activar la red institucional para utilizar los servicios de salud, recreación y
educación, muy importantes en una discapacidad.

TIPOS DE REDES

ESTRUCTURA. La familia es la red más cercana, si esta falla por conflictos o no existe porque viven en
diferentes ciudades, hay que activar las otras como los amigos. Esta es vital y generalmente se crea desde
niños en el barrio y colegio. Cuando se va creciendo es menos fácil hacer amigos nuevos, por eso hay
que cultivar los que se tienen. Si se pierde ese contacto hay que establecer nuevos. Si se tiene hijos, es
bueno hacer una red con el colegio (profesores, papás de los compañeros, asociación de padres). En el
vecindario es importante conocer a los vecinos.

En la tercera edad, la compañía es esencial

En la tercera edad es primordial la compañía y la actividad social, cognitiva y física. Se sabe que un
hombre que enviuda muere más rápidamente si se queda solo. Los adultos mayores que no tienen apoyo
social presentan trastornos del afecto, porque la soledad trae depresión y sensación de abandono.
También trastornos de alimentación, porque no cocinan y terminan comiendo 'cualquier cosita'. Así mismo,
aumentan los riesgos de accidentes (caídas, por ejemplo) y de enfermedades porque también se vuelven
más sedentarios.

Se ha demostrado que si un adulto mayor se enferma pero tiene compañía, se recupera más rápido,
disminuyen los días y los episodios de hospitalización, y las urgencias.

Y lo más importante, un anciano acompañado y activo, está más estimulado cognitivamente, incrementa
su lenguaje, tiene mejor movilidad, se siente más seguro, más estable y más feliz, según la médica Victoria
Eugenia Arango, de la unidad de geriatría de la Fundación Cardioinfantil.

NO A LOS EXTREMOS

Dos puntos extremos que se suelen presentar con el adulto mayor son la sobreprotección o el abandono.
Hay que buscar el punto medio en el que él se sienta cómodo y no se le aisle. "Lo mejor es el intercambio
intergeneracional: que comparta con niños, con jóvenes, con adultos", dice la doctora.

Tampoco hay que tratarlos como niños que ya no saben lo que hacen. Debe primar el respeto, la dignidad
y el amor.

Lo primero que se debe hacer es revisar cómo está la red familiar: hijos y nietos y qué actividades se
pueden realizar con ellos. "Recuerden que querer no es una obligación, el amor se gana", dice la doctora,
refiriéndose a que esos lazos entre abuelos, padres e hijos se establecen desde pequeños. No se puede
pretender que en la vejez se den unas relaciones que no se crearon con tiempo.

Estas relaciones son de doble vía. No se trata de mirar al anciano como un desvalido porque él puede
necesitar soporte pero también serlo.

Si se carece de familia o está lejos, hay que activar la red social con los amigos, con grupos culturales,
de iglesia, del barrio, de clubes o de cajas de compensación.
También hay que tener organizada la red de salud con el médico, la EPS y el hospital. "Es bueno que un
vecino o persona de c

El concepto de redes de apoyo es bastante común en ámbitos de salud y en ciertas ocasiones es


confundido o mal llamado redes sociales. Primero que nada definamos:
¿Qué son las redes de apoyo?

“un grupo de personas, miembros de la familia, amigos y otras personas,


capaces de aportar una ayuda y un apoyo tan reales como duraderos a un
individuo o a una familia” (Speck, 1989)
Puede que conozcamos el concepto y que lo manejemos de manera cotidiana pero ¿Para qué
sirve?
Las funciones principales son:

 Compañía social (por eso las confundimos con redes sociales)


 Apoyo emocional (el gato y el perro también entran en este rubro)
 Guía cognitiva y consejos
 Regulación social (cuando tus amigos te advierten que la estas regando)
 Ayuda material y servicios

Aunque las redes sociales en línea son parte de estas redes de apoyo, pues nos ayudan a estar
en contacto con nuestros amigos, no siempre resultan benéficas puesto que en ocasiones
sustituyen la interacción personal provocando que nos alejemos más y que dejemos de
sentirnos parte del grupo.
Una red de apoyo sólida implica identificar con quién podemos acudir en caso de tener una
dificultad, es decir, como su nombre lo indica en quién nos apoyamos. Por lo general tenemos
identificados los servicios más importantes o necesarios: centro médico, números de
emergencia, lavandería, supermercado, farmacia, etc. Pero cua ndo se trata de cuestiones
personales más íntimas esto se vuelve más complicado.
Antes de preguntar a quién acudimos cuando tenemos un problema personal, cabe señalar
primero:
¿Sabemos reconocer cuando tenemos un problema?
¿Sabemos reconocer cuando necesitamos ayuda?
Muchas veces la falta de un lazo en nuestra red de apoyo resulta porque no sabemos reconocer
cuándo necesitamos ayuda o pudiéramos llegar a necesitarla, aislándonos de las personas o no
procurando círculos sociales.
Robert Weiss define dos tipos de aislamientos:

1. La soledad por aislamiento emocional que deriva de la ausencia de una relación cercana
e íntima con una figura de apego (después de terminar con una pareja por ejemplo). La
persona siente que no tiene con quien contar, nadie lo conoce realmente, está alejada
de todos.
2. La soledad por aislamiento social proviene de la ausencia de comunidad, una carencia
de vínculos sociales significativos en la red social, de un grupo de amigos con quienes
se comparte intereses y actividades comunes. Se produce en mudanzas, migraciones,
cambios sociales, un nuevo ambiente social, una nueva ciudad, trabajo o escuela. La
persona no se siente “a tono” con los demás, no se siente parte de un grupo de amigos,
no tiene nada en común con los demás.

Este aislamiento puede o debería ser pasajero, porque simplemente no tenemos ganas de
compartir o de convivir, puede deberse a un estrés situacional (es decir momentaneo), o un
desapego emocional producto de una frustración (cuando sientes que te está llevando la
$#¡%¿4}4).
Tomemos una pausa y evaluemos nuestra red de apoyo emocional ¿En quién confío? ¿Quién me
apoya? ¿Quién me escucha? ¿A quién pido consejo?. Puede ser que nunca hayamos tenido
que hacer uso de ella, pero saber que hay gente que puede estar ahí para mi.
No siempre tenemos que acudir necesariamente con alguien cuando tenemos problemas, es
importante aprender a resolver nuestros conflictos nosotros mismos. Pero tambi én es
importante aprender a reconocer cuándo las cosas están fuera de nuestro control y saber que
podemos permitirnos ser apoyados, por nuestra familia, amigos o considerar acudir con un
profesional.
Te dejo un video que ejemplifica lo importancia de una r ed de apoyo firme:

Este trabajo analiza la importancia de las redes sociales de apoyo en la


integración del enfermo mental en la comunidad. Se analizan las
características de las redes sociales de las personas con desórdenes
psiquiátricos. Se discute la importancia que tiene una red social de apoyo
adecuada como un componente fundamental para la permanencia del
enfermo mental en la comunidad y se subraya la relevancia de intervenciones
dirigidas al fortalecimiento y reconstrucción de la red de apoyo social de las
personas que padecen o han padecido enfermedades mentales. Finalmente
se examina la contribución de estrategias de intervencion dirigidas tanto a los
pacientes como a sus familiares como los grupos de autoayuda y los
programas comunitarios de apoyo en el ámbito de la salud mental.

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