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Los primeros contactos eran esporádicos con la finalidad de búsqueda de metales como
estaño, plata, cobre... a cambio de productos orientales manufacturados. Más tarde,
algunos navegantes decidieron asentarse y actuar como intermediarios entre los
indígenas y los mercaderes. Las navegaciones ultramarinas eran peligrosas a causa de la
tipología de las embarcaciones.
Desde mediados del siglo VII a.C. los griegos incluyeron a la Península Ibérica como
parada e incluso llegaron a pasar las Columnas de Hércules. Los denominaron a esta
zona como Iberia, debido al río que conocían, el Iber. Era un territorio mítico para ellos,
relacionado con la Atlántida, las Hespérides, Heracles...
Tanto fenicios como griegos en sus viajes, el destino no era la península, sino que
continuaban bordeando la costa hacia las Islas Casitérides, relacionadas con las Islas
Británicas o con islas del Canal de la Mancha, donde adquirían estaño para alearlo con el
cobre y conseguir bronce. También a lo largo de la ruta adquirían otros metales. Podemos
observar una cierta planificación en los viajes.
Los griegos también llegaron a la Península Ibérica sobre el siglo VIII a.C. pero tardarían
unos dos siglos en establecer posibles colonias. Los griegos pudieron llegar al estrecho e
incluso a Tarteso sin entrar en conflicto con los fenicios allí asentados ya que tenían
distintos modelos de organización comercial como es el reparto de áreas de influencia,
quedándose los fenicios en la parte meridional y sudeste peninsular y los griegos en la
costa valenciana y catalana. Es una teoría muy plausible ya que estos grupos sólo
controlaban el comercio y no el territorio y por ello podían encontrarse en el área del
estrecho sobre el siglo VI a.C. sin entrar en conflicto.
Algo parecido ocurrió con los púnicos. Sobre el siglo VI a.C. se incrementó el comercio
en el “Círculo del Estrecho”, desde Mogador a Cádiz y viceversa y desde Cartago a Cádiz
y desde Cádiz a Ibiza. A mediados del siglo VI a.C. se tienen evidencias arqueológicas
que grupos púnicos se adentraron por el Valle del Guadalquivir hasta zonas como
Cástulo para conseguir metales extraídos por indígenas. Es en este momento cuando
podemos afirmar que Cartago sustituye a los fenicios orientales en las relaciones
comerciales del Mediterráneo Occidental.
2. Tarteso
La civilización tartésica es el primer momento histórico de la España Antigua. Su relato
está entre la leyenda y la historia y por ello se debe recurrir a la arqueología. En este
caso, los datos literarios no coinciden con los hallazgos. Realmente no se conoce la
ubicación de la ciudad de Tarteso, aunque se presupone que se encontraría en la zona
baja del Guadalquivir.
Tarteso era también el nombre de un “reino”, aunque más bien debemos considerarlo
como un estado gobernado mediante una monarquía, convirtiéndose en la primera
organización estatal y por tanto en la primera civilización histórica de España.
De los más conocidos, Habis, parece ser el único histórico. Sus predecesores como
Norax y Gárgoris, no hay pruebas de ellos. También Argantonio parece ser histórico
aunque con matices. Heródoto afirma que gobernó durante 80 años y vivió 120 años.
Seguramente fuera una dinastía de reyes en la cual Argantonio fuera el nombre familiar.
Dentro de esta gran área debemos distinguir tres áreas: occidental, oriental y nuclear, por
las diferencias tipológicas en los hallazgos. La vida en las diferentes áreas era muy similar
gracias a la presencia de artesanos y comerciantes orientales, ya fuera de manera directa
o indirecta, como ocurría en el sur peninsular. Quizás no sea casualidad que Tarteso y la
presencia fenicia desaparecieran de la Península Ibérica casi a la vez.
Las razones de la desaparición de Tarteso son variadas. Por un lado la presión política de
los fenicios occidentales y la baja demanda de los metales que sustentaban Tarteso,
cobre y plata. Por otro lado, los indígenas del sur y el este peninsular adoptaron las
formas orientalizantes. La cultura material es homogénea en el ámbito tartésico como
puede observarse en la decoración cerámica, los tipos de urnas, el ritual funerario, las
viviendas y el uso de la metalurgia. Sí existe una diferenciación en los grados de
urbanización y en el estatus social, como puede observarse en los ajuares funerarios,
como la de La Joya en Huelva, Setefilla en Sevilla, Aliseda en Cáceres. Otros ajuares
menos ricos son las de Cástulo y Carmona.
El tesoro tartésico mas preciado es el del Carambolo en Sevilla. Son 21 piezas de oro,
entre ellas brazaletes, pectorales, collares, adornos.
3. Colonización fenicio-púnica
Desde hace años se asumía que Gadir había sido fundada por los fenicios siendo el
asentamiento peninsular más antiguo. Pero recientes investigaciones en Huelva han
hallado materiales fenicios del siglo IX a.C. Por tanto se pone en duda el testimonio de
Estrabón en el que afirmaba que Gadeira había sido fundada hacia el 1100 a.C. Además
los restos más antiguos hallados en Cádiz (Castillo de Doña Blanca), son del siglo VIII
a.C. Para la historiografía reciente, Gadir habría sido fundada por colonos tirios alrededor
del siglo VIII a.C. asentándose en los tres islotes frente al estuario del río Guadalete. Sería
un asentamiento en la actual bahía de Cádiz aprovechando los resaltes rocosos y los tres
islotes arenosos próximos a las desembocaduras del Guadalquivir y Guadalete. Era un
asentamiento comercial enfocado al ámbito atlántico, siendo esto una característica para
datarla alrededor del siglo XII a.C. Los datos arqueológicos la datan alrededor del 600
a.C., pero lo más probable es una datación intermedia, es decir, hacia el siglo VIII a.C.
El sistema colonial fenicio duró desde el 700 al 550 a.C. debido a razones económicas
principalmente. Controlaron el comercio de metales monopolizando las minas de Río
Tinto y las de Cástulo. Los indígenas locales extraían los metales y los entregaban a sus
aristocracias, quienes los intercambiaban con los comerciantes orientales.
Se conoce como púnicos a los fenicios de Tirio que en el 814 a.C. fundaron Caratago en
el actual Túnez, a medio camino del Nilo y de Gibraltar. Cartago es la primera colonia
fenicia en occidente y acabará sustituyendo a los fenicios orientales en el control
comercial.
Durante dos siglos los fenicios occidentales continuaron su relación con los orientales,
pero en el siglo VI a.C. Babilonia se extiende tomando el control de pequeños reinos de
las ciudades-estado. A partir de esto, el comercio se rige en el Círculo del Estrecho. En el
550 a.C. los cartagineses fundaron Ebysus en las Baleares, aunque ya conocían estos
territorios desde el siglo VII a.C. También, sobre la fecha de fundación de Ebysus,
Cartago controlaban Sicilia. Además, en el 445 a.C., Cartago se une al pueblo etrusco
contra los griegos occidentales en la batalla de Alalia (Córcega), para tomar el control
comercial de esa zona. A pesar de ser derrotados, los griegos quedaron relegados al
comercio en las costas septentrionales mediterráneas y los cartagineses se centraron en
el Mediterráneo meridional y central.
4. La colonización griega
Siempre se ha datado la colonización griega posterior a la fenicia, por tanto posterior al
siglo VI a.C. Se entendía que los griegos sucedieron a los fenicios en el comercio con el
Mediterráneo, por lo que no existirían asentamientos anteriores a esas fechas. Los datos
históricos lo confirman. Los griegos llegarían a Tarteso hacia finales del siglo VII a.C. pero
no establecerían fundaciones.
A pesar de todo esto hay algunos interrogantes como por ejemplo la falta de
correspondencia entre las fuentes literarias y los datos arqueológicos, provocando que se
cuestione su existencia. Las fuentes antiguas citan asentamientos griegos a lo largo de la
costa mediterránea, como Rhode (Rosas), Mainake (Málaga o Toscanos), Emporion
(Ampurias), Alonis (Benidorm), Akra Leuke (Alicante)... pero la arqueología solo ha
identificado Rhode y Emporion y ninguna se considera colonia griega.
Emporion se fundó en el siglo VI a.C. siendo una subcolonia de Massalia, que a su vez
había sido fundada por focenses en el 600 a.C., y por tanto no tendría chora propia y or
tanto no era considerada una polis. Rhode sería una fundación de Emporion de sobre
mediados del siglo VI a.C. Además son asentamientos que en origen fueron fenicios y en
los que se han hallado numeroso material griego, pero eso lo único que prueba es una
gran actividad comercial. En un tal caso de considerar alguna una colonia griega, sería
Emporion, que es nombrada como Palaiapolis por Polibio al hablar de la ciudad antigua
de Ampurias.
Los griegos diferenciaban bien una colonia de un emporion. No son casos excluyentes,
sino complementarios o consecutivos, es decir, un emporion acaba convirtiéndose en
colonia, aunque muchas de ellas fueron creadas sin asentamientos previos.
Los griegos llegaron a las costas peninsulares sobre el siglo VIII a.C. aunque hasta dos
siglos después no se asentarían, si realmente lo hicieron. Para algunos historiadores los
griegos controlaron de forma efectiva el comercio mediterráneo hasta que se lo
arrebataran los cartagineses en la batalla de Alalia en Córcega a mediados del siglo VI
a.C. Otros historiadores piensan que la presencia griega fue mínima, registrándose
únicamente en la costa catalana. En ambos casos intentan maximizar en un único hecho
los grandes cambios ocurridos. Si tenemos en cuenta la fase colonial arcaica griega,
siglos VIII al VI a.C. vemos que los móviles económicos cambian desde los metales,
comercio, agricultura y así ocurriría con los distintos grupos colonizadores. En términos
espaciales tampoco es un proceso homogéneo: intenso en la zona catalana, medio en la
levantina y bajo en la meridional. Pero no por ello debemos descartar que los griegos
realizaran un fuerte comercio con las distintas zonas, es decir, en la zona catalana lo
llevarían a cabo ellos mismos y en las zonas de menos presencia lo llevarían a cabo
mediante intermediarios fenicios y púnicos. Así se explicaría que se encontraran restos d
objetos griegos en Huelva y en Torreparedones.
Según Polibio, el tratado era un compromiso personal de Asdrúbal de no pasar el río Ebro
armado, aunque posteriormente Roma lo tomó como una prohibición formal firmada con
el estado Cartaginés teniendo como representante a Asdrúbal. La interpretación del
Tratado del Ebro aún es objeto de cuestiones: ¿qué río era el Júcar o el Ebro?, ¿por qué
se comprometió a este hecho Asdrúbal?, ¿qué dio a cambio Roma?.
Se ha especulado que por esas fechas, Roma aún no conocía con exactitud la geografía
de la Península Ibérica y que por tanto se pudo confundir el Júcar con el Ebro. También
se piensa que el origen del Tratado podría estar en que Roma temía que los cartagineses
llegaran al norte y tomaran las ciudades de origen griego Emporion y Massalia, con las
que tenía relaciones comerciales. Además, la ciudad de Sagunto, que mantenía también
relación con las ciudades griegas, apostaría por la firma del Tratado a pesar de
encontrarse entre ambos ríos y por tanto en la zona de expansión cartaginesa.
En el 221 a.C. muere Asdrúbal y le sucede Aníbal, hijo de Amílcar. Llevó a cabo una
política ofensiva contra Roma en la península. Su primera medida fue aumentar su
ejército y por ello, viajó por el interior peninsular hasta Helmantica. Por estas fechas,
Sagunto ya estaba pidiendo ayuda a Roma, quien en el 219 a.C. envió dos embajadas,
una a Sagunto y otra a Cartago, para disuadir de la conquista levantina basándose en el
Tratado del Ebro, pero tanto el senado cartaginés como Aníbal lo rechazaron al ser un
documento personal de Asdrúbal. A pesar de que el Tratado aún no se había incumplido,
los romanos ya veían inevitable declarar la guerra. Los romanos acusaron a Cartago de
violar el Tratado y Cartago acusó a Roma de empezar la guerra.
Tras la negación de Aníbal de parar en su expansión levantina, Roma envía en el 218 a.C.
a Cneo Escipión a desembarcar tropas en Emporion. Pero por estas fechas, Aníbal se
encontraba en los Alpes camino de Roma. Era un caso curioso ya que Roma iba a
declarar la guerra sin que Aníbal hubiese roto el Tratado del Ebro, y los cartagineses
estaban camino de Italia antes de que les fuera oficialmente declarada la guerra a causa
de un tratado del cual negaban su existencia.
Cartago había llevado la voz cantante en la guerra hasta el 211 a.C. cuando los dos
hermanos Cneo y Publio Escipión mueren en combate, y es enviado a la península
Escipión el Africano, hijo de Publio.
Además de tomar Cartago Nova y Baecula, Escipión también tuvo que hacer frente a las
tribus indígenas. Los ilergetas de la zona levantina, con dos regulus a la cabeza, Indíbil y
Mandonio, organizaron revueltas. También tuvo que hacer frente a un amotinamiento de
sus propios soldados en el 206 a.C., en la zona del Júcar. Pedían su paga y dejar los
preparativos y enfrentarse de una vez a los cartagineses que solo se replegaban hacia
Gades. No es casualidad que las primeras acuñaciones en bronce de la península
realizadas en las cecas de Obulco, Cástulo y Malaca, fueran de esta época para financiar
el conflicto.
Tras la batalla de Zama en el 202 a.C., Roma impuso numerosas obligaciones a Cartago.
Tenía que entregar todos los barcos menos diez, ceder todas las posesiones
ultramarinas, pagar 60 millones de denarios, entregar rehenes, elefantes y prisioneros. De
esta manera Roma se aseguraba no tener enemigos en occidente.
Las tropas romanas desplegadas en la península servirían ahora para no abandonar este
territorio. Las tropas se convirtieron en ejércitos permanentes que ocuparon la península
durante seis siglos. No era un plan elaborado, sino más bien una serie de circunstancias
favorables para la creación de dos nuevas provincias, la Hispania Citerior y la Ulterior.
Roma había decidido quedarse como lo había hecho anteriormente en Sicilia y Cerdeña,
pero aquí había inconvenientes como la lejanía de Italia, la extensión del territorio y los
pueblos indígenas.
1. Contexto histórico
2. Pueblos prerromanos
Área Ibérica
Desde mediados del siglo VIII a.C., la Península Ibérica se iberiza teniendo como
resultado la formación de las sociedad ibérica hacia el 500 a.C. Se distinguen tres
grandes áreas: meridional (zona turdetana y zona levantina), central (valle del Ebro) y
pirenaica (zona catalana). Todos se regían por reyezuelos, en tribus y con una lengua
común. La práctica funeraria sería el de la inhumación. Esta civilización comenzó en la
zona litoral mediterránea desde Cataluña hasta Gibraltar. Desde aquí penetraron hacia el
interior en torno al valle del Ebro y hasta Sierra Morena y el valle Alto del Guadalquivir.
- Ilergetes: se encontraban en las cuencas de los ríos Segre y Cinca. Su centro más
fuerte era el poblado de Lleida. Su riqueza era la agricultura, sobre todo cereales. Hay
evidencias de comercio de objetos suntuarios con la costa. El grupo de guerreros era
la aristocracia, la cual tenía a su cabeza el regulus. Esta población son conocidos por
el episodio protagonizado por dos regulus, Indíbil y Mandonio, quienes se unieron a los
cartagineses en la lucha contra los romanos. Escipión se ganó su confianza, pero de
nuevo se levantaron y finalmente fueron derrotados en el 205 a.C.
- Bástulos: se les puede diferenciar dos poblaciones, unos del interior y otros de la
costa, aunque ambos formaban una única comunidad. Reciben su nombre por el
centro más importante, Baza. Ocupaban las zonas de las hoyas granadinas, la cuenca
del Almanzora y la cuenca del Alto Guadalquivir. Recibieron influencias de Tarteso, del
comercio fenicio de las costas y de los púnicos. La urbanización fue tardía pero con
grandes centros como Baza, Acci (Guadix), Ilurco (Pinos Puente) o Iliberris (Granada).
Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería y en el control de las rutas
comerciales transitadas, desde la costa hacia el interior, por griegos y púnicos. Las
damas halladas atestiguan la presencia de una aristocracia gobernante.
La estructura social se basaba en la simbología de poder que era tomada del sistema
guerrero, donde los iberos fueron protagonistas como mercenarios tanto al servicio de
cartagineses como de los romanos y crearon una fuerte industria bélica como armas
propias (la falcata). No existía un ejercito profesional, sino grupos armados al mando de
un regulus. Tampoco hay testimonios de confederaciones o federaciones de tribus.
La cultura ibérica estaba abierta a influencias orientales que traían consigo el modelo
urbano. La ciudad surge en estas zonas antes que en el resto de la Península y las islas,
aunque ya muchos poblados iberos muestran cierta urbanización y fortificación como
Ullastret, Sagunto, Cástulo. Normalmente los poblados iberos se encuentran en puntos
estratégicos, en cimas de colinas, junto a valles o cerca de vías de comunicación.
También algunos se sitúan sobre poblados anteriores del Bronce o del Hierro I. Las
defensas se basan en una muralla, torres, puertas y fosos. En algunos casos dentro del
poblado hay una acrópolis amurallada. También hay excepciones como Pozo del Moro,
que se sitúa en una llanura pero que sirve para controlar las vías de comunicación que
van hacia el interior.
La religión era al aire libre o como mucho en recientes sagrados. En estos lugares se
celebraban todos los ritos como banquetes funerarios, rituales y matrimonios, pues ya en
esta época, mujer y matrimonio tenían una fuerte carga social. Estos lugares se
encontraban cerca de ríos y árboles a las afueras de los poblados, donde se depositaban
exvotos.
Área Céltica
Se suponía que los pueblos indoeuropeos habían llegado a la Península por una invasión
o por varias, pero ahora se conoce que llegaron en varias migraciones sucesivas
espaciadas en poco tiempo. Estos grupos procedían de Europa del este y central y eran
grupos muy diferenciados pues no tenían la misma lengua ni eran de la misma etnia. Solo
tenían en común que eran indoeuropeos y que por tanto su rasgo lingüístico era diferente
a los iberos. Estos grupos célticos introdujeron el uso del hierro,la cerámica excusa y la
incineración. Esto se pone en duda ya que los pueblos indígenas podrían haber
desarrollado estas actividades. El hierro era conocido desde el siglo IX a.C. por lo que la
evolución se daría en el uso de algunos objetos como las armas. La incineración también
se conocía a causa de la introducción de esta práctica por parte de los Campos de Urnas
catalanes, aunque no tengan mucha relación entre ambas. Pudo darse una evolución
paralela a causa de elementos exteriores y no por una única línea centroeuropea.
Para delimitar el área céltica se tienen en cuenta dos aspectos: el lingüístico y el cultural.
Teniendo en cuenta el aspecto lingüístico encontraríamos: las lenguas célticas en el norte
y algún grupo en el sur, las lenguas celtíberas en el valle del Ebro y al norte y sur del
Sistema Central, las lenguas indoeuropeas no célticas como el lusitano, y las lenguas del
sudoeste. Teniendo en cuenta el aspecto cultural es más difícil delimitarlo pues estos
límites en realidad no existieron. Según Estrabón los Pueblos del Norte estaban formados
por galaicos, astures, cántabros, vascones y pueblos de los Pirineos. Dentro de estos
pueblos había otras comunidades más pequeñas, de las cuales, algunas, aparecieron en
épocas posteriores. Otra área importante era la Celtibérica, en torno al valle medio del
Ebro. Se extendían hasta la cuenca del Duero y por el sur hasta la zona oriental de la
Meseta. En torno al Ebro se extendían en la orilla sur. En el oeste y sur peninsular
destacan los lusitanos que ocupaban los valles del Guadiana y Tajo en el curso medio y
bajo.
- Galaicos: se extendían desde los Montes de León hasta la costa atlántica al oeste y la
costa cantábrica al norte. Tenían como vecinos a los Astures por el sur y el este. Estos
pueblos llegaron hasta esta zona en busca de recursos metalíferos como oro y estaño.
Su forma de hábitat era el castro. Eran pequeños poblados en zonas altas que
reforzaban con precarias defensas. Las viviendas eran circulares con techumbre
cónica y construidas a base de una amalgama de paja, cañas y barro. Los ejemplos
más notorios de estas construcciones los encontramos en los yacimientos de Briteiros
y Santa Tecla.
- Astures: se extendían desde la costa cantábrica hasta el río Duero, al oeste el río Navia
los separaba de los galaicos y por el este el río Sella los separaba de los cántabros. Su
hábitat eran los castros, siendo el más importante el de Coaña. Eran poblaciones
pequeñas unidas entre sí por lazos familiares. Los lazos de parentesco había calado
entre los Astures y también la procedencia común de un mismo lugar.
- Cántabros: estaban asentados entre los ríos Sella y el Deva, y desde la costa
cantábrica hasta los pueblos del norte de la Meseta. Eran el pueblo montañés por
excelencia. Su economía se basaba en la agricultura ya que el terreno era difícil para la
agricultura. El protagonismo de las madres descrito por Estrabón ha llevado a pensar
en una especie de matriarcado, aunque realmente no era así, ya que la guerra
protagonizada por varones era la actividad principal y la agricultura quedaba para las
mujeres como algo secundario. La forma de hábitat es distinta, siendo menores en
cantidad los castros y apareciendo más los poblados. Los cultos estaban basados en
la naturaleza.
- Celtíberos: se encontraban en torno al valle medio del Ebro desde comienzos del siglo
V a.C. siendo uno de los más extensos a la llegada de los romanos. Limitaban al norte
con vascones y cántabros, al este con los pueblos iberos, al sur con los Carpetanos, y
al oeste con arévacos y vacceos. No son un pueblo de mezcla entre iberos y celtas,
sino que presentan unas características propias. Aunque actualmente se ha
denominado Celtiberia Nuclear al curso medio del Ebro, las poblaciones celtíberas
estaban expandidas por lugares como Clunia (Burgos) y Segóbriga (Cuenca). La
expansión de estos pueblos vino gracias al aprovechamiento de los cursos de ríos
como el Jalón, el Duero y el Tajo. Los romanos hacían diferencias entre los celtíberos
ulteriores y los citeriores, siendo estos más cercanos a la costa y los otros al interior.
Estos pueblos demuestran una gran aculturación por la cercanía a los pueblos iberos.
La forma de hábitat es principalmente los oppida como Termes, Numantia, Bilbilis,
Segeda, Calagurris, Clunia y Segóbriga. El mundo celtíbero ha dejado numerosos
restos de cultura material como utensilios, urnas, estelas... En las ciudades destacaba
una aristocracia guerrera ya que en algunas tumbas se han hallado utensilios
guerreros. Podría ser que algunas de estas aristocracias pudieran haber participado
como mercenarios junto a cartagineses y romanos. Otras tumbas no tienen ajuares
guerreros pero sí adornos personales como brazaletes o collares. En una zona tan
extensa los cultos eran variados. Había algunos dedicados a la naturaleza, asociados a
los caballos, las ninfas y alusiones al Árbol de la Vida. Estos pueblos mostraron gran
resistencia a Roma, pero también sirvieron de apoyo a algunos generales romanos
como Sertorio y Pompeyo, haciendo uso éstos de instituciones indígenas como la
devotio, el hospitium y la clientela.
- Vetones: sus límites eran, al norte la ciudad de Helmantica (Salamanca), al sur, el norte
de la provincia de Badajoz, por el este, la provincia de Toledo y por el oeste, la fachada
atlántica entre los ríos Duero y Tajo. El centro de este pueblo eran las provincias de
Ávila, Salamanca y parte de Cáceres, lo que se conoce como “cultura de los verracos”
por las esculturas zoomorfas encontradas, destacando el conjunto de Guisando (Ávila).
Al encontrarse en una zona central, este pueblo tendría influencias de los campos de
urnas por el este y de las estelas del sudoeste. Su economía principal era la ganadería
y aunque en menor medida la agricultura de secano y el comercio por la ruta que más
tarde se llamaría Vía de la Plata. Las ciudades son castros en zonas elevadas, los
cuales en ocasiones son tan fortificados que parecen oppida, como es el caso de el
Cerro de san Vicente en Salamanca. Las casas de estos oppida son rectangulares y las
necrópolis tienen diferentes formas, desde hoyos con urnas, hasta tumbas con ricos
ajuares, distinguiéndose de guerreros, femeninas e infantiles. Destaca la organización
de tipo gentilicio que continuará con Roma. La guerra era frecuente por lo que no se
debe descartar la presencia de una aristocracia militar y además por la presencia de
cultos a dioses como Bandua de carácter guerrero. También se conoce que los
vetones realizaban sacrificios humanos en lugares como Bletisa (Salamanca).
En un territorio tan extenso las diferencias económicas son notorias. Las principales
fuentes de riqueza son la ganadería y la agricultura y en menor medida la horticultura y la
artesanía. El comercio a esta zona llegó más tarde a comparación con el área ibérica pero
fabricaban armas para comunidades vecinas. La dedicación agrícola o ganadera se
distingue especialmente en dos áreas: la vaccea-celtíbera y la lusitana-vetónica. El área
vaccea era agrícola complementada con ganadería menor como ovina y caprina, donde
puede ser que existieran tierras comunales. En el área vetona destacaría la ganadería.
Además en algunos pueblos de la zona norte, lusitanos y celtíberos, la guerra sería
prioritaria, quedando en manos de los varones jóvenes.
Tampoco hay unanimidad en las formas organizativas. Se distinguen cuatros zonas: área
castreña al norte, la organización celtíbera, las ciudades de la Meseta y el área lusitana.
El área castreña se define por la organización en castros y también la encontramos en
Astures y en pueblos de la Meseta norte. Se organizaban de forma suprafamiliar, o
territorial, pertenecientes a un castellum u origen común. La zona celtíbera y de la Meseta
es poco conocida y cuando se tienen fuentes, es ya una época cercana a la llegada de
Roma y por tanto ya estaría muy evolucionada. La zona lusitana se organizaba bajo un
caudillo al cargo de un grupo militar, como quizás lo fue Viriato.
La estructura social viene diferenciada en dos zonas: una al norte conocida como la
Hispania céltica y otra al sur, con zonas como el interior de la Meseta, parte de Portugal,
donde la gentilates no existe a diferencia de la zona norte. En la sociedad se destacan
tres grupos: la aristocracia, los ancianos y las mujeres. La aristocracia estaría formada
por los jóvenes guerreros, los ancianos formarían el consejo y las mujeres se dedicarían a
las tareas domésticas y a la preservación de los recursos básicos de la comunidad.
Los grupos célticos, en el aspecto funerario, tenían la costumbre de guardar las cenizas
en una urna y enterrarla y taparla con un montón de tierra o una losa. Otros grupos, los
cadáveres de los guerreros, los entregaban a los buitres, hecho que no se conoce si por
deshonra o por creencia de que los buitres transportarían el alma.
Los cultos divinos son muy variados, pero se distinguen divinidades astrales, protectores,
infernales, de la guerra. Lo común era el culto al aire libre asociado a ríos, manantiales,
bosques.
1. Provincialización
2. Fases del proceso conquistador romano
Desde la Antigüedad, la Península Ibérica había sido considerada un territorio lejano y
periférico hasta la llegada de los romanos. Polibio es el primer autor griego que hace una
relación etnográfica de la península al ser testigo de las operaciones llevadas a cabo por
Escipión Emiliano. Polibio se refiere al territorio como Iberia o Iberiké, pero los romanos
ya habían denominado a su territorio controlado como Hispania. La conquista de
Hispania se llevó a cabo bajo los planes del Senado, aunque en ocasiones se tomaran
decisiones erróneas. El plan de conquista seguía las direcciones este-oeste y norte-sur.
Hasta el 137 a.C. ningún romano había penetrado hasta el extremo noroeste hasta que
Décimo Junio Bruto cruzó el Miño y tomó el apodo de Galaicus. En el 61 a.C., Julio César
explora estos territorios y es en este momento cuando se dan cuenta de los grandes
recursos que esta tierra ofrece.
El proceso de conquista no debe entenderse como una guerra continua, ya que las
verdaderas campañas duraron unos 50 años, después eran enfrentamientos esporádicos.
Era una conquista selectiva según interesase un territorio o no, más violenta al principio,
y donde el control del territorio se daba según el carácter del gobernador, aunque éste
estaba a las órdenes del Senado. La conquista hispánica fue más dura de lo esperado,
no solo por la oposición de los pueblos indígenas sino por la falta de efectivos. Pero el
conocimiento que se tenía de que Hispania era rica en oro, plata y cobre, hizo que no se
abandonara la idea imperialista. Además los botines de guerra también eran un atractivo
para mejorar la propia economía. Es conocida la venta de esclavos y rehenes por parte
de los cónsules como hicieron Publio Cornelio Escipión, Catón, Emilio Paulo, Galba y
Escipión Emiliano. También muchos generales destinados a Hispania sabían que si
deseaban llegar lejos en su carrera política, deberían de conseguir victorias.
Desde la llegada de Catón en el 195 a.C., hasta la caída de Numancia en el 134 a.C., se
observan dos tendencias por parte de los gobernadores hacia los indígenas: una
belicista, dura, represiva, y otra tendencia conciliadora, tolerante y pacifista.
Tras la provincialización del 197 a.C., algunos pueblos locales se rebelaron contra Roma,
sobre todo en el entorno del Ebro y del Guadalquivir.
Las primeras campañas fueron las de Catón entre el 195 y el 193 a.C. Desembarcó en
Ampurias y se dirige a Cartago Nova por el interior, luego se dirige a Cástulo y Baecula
hasta alcanzar el valle del Guadalquivir, pasa a la Celtiberia para combatir a los lacetanos,
parando antes en Segontia (Siguenza). Catón justificaba el autoabastecimiento de la
guerra, es decir, todo estaba justificado para conseguir el objetivo final: acabar con el
enemigo o evitar futuras rebeliones. A esta forma de guerra se le denominó sistema
catoniano, y estuvo apoyado por futuros seguidores como Galba, Lúculo, Escipión
Emiliano...
El segundo momento de la conquista ocurrió entre el 180 y el 178 a.C., con Tiberio
Sempronio Graco en la Celtiberia. La forma de conquista de Graco se basaba en
establecer clientelas a base de foedera, y fundar colonias, con una serie de leyes para
todos y con reparticiones de tierras. De esta manera los celtíberos quedaban integrados
en el sistema romano, a cambio de proporcionar tropas auxiliares y víveres y pagar un
tributo anual. A pesar de los beneficios de este tipo de conquista, en numerosas
ocasiones, el Senado pedía a los gobernadores la aniquilación total de algunos pueblos
(deditio). Esta forma de conquista tuvo sus seguidores como Claudio Marcelo, Cecilio
Metelo y Hostilio Mancino.
La resistencia indígena tuvo su momento más fuerte entre el 149 y el 139 a.C., con la
sublevación lusitana. Los lusitanos llegaron a controlar gran parte de la península e
incluso llegaron a unirse a pueblos celtíberos del Ebro. Esta sublevación vendría tras el
engaño y masacre protagonizada por Galba. De los pocos supervivientes, algunos fueron
vendidos como esclavos y otros lograron huir. Uno de los que consiguieron huir fue
Viriato, miembro de las familias de la élite, a pesar de que posteriormente se le haya
tomado como un pastor, un jefe de bandidos o un jefe de un pequeño grupo armado.
Durante diez años escapó de las artimañas de Roma para acabar con él, y consiguió
vencer a los ejércitos romanos en numerosas ocasiones gracias al nuevo método llevado
a cabo denominado guerra de guerrillas, además de ir bien preparados con defensas y
armas de hoja corta. Viriato consiguió avanzar hacia el norte por el extremo occidental de
la península y así conseguir ayuda de los celtíberos. Pasó de ser una guerra local contra
los lusitanos, a una guerra lusitano-celtíbera, consiguiendo que incluso los romanos
identificaran a Viriato como un rex en la parte meridional de la península ya que se
impuso en Ituca (Tucci ó Itucci), y más tarde en la Carpetania. En el 139 a.C., crea un
frente común con los celtíberos en la zona de Numancia, pero el cónsul Servilio Cepión
sobornó a su círculo íntimo para que lo asesinaran. Ditalco, Audax y Minura, procedentes
de Urso (Osuna), fueron los artífices. La oposición lusitana continuó hasta que el cónsul
Décimo Junio Bruto Galaicus venció.
Antes de la sublevación lusitana de Viriato y durante ésta, también se estaba librando una
guerra en la zona de la Celtiberia entre el 154 y el 133 a.C. En esta campaña destacó la
toma de Numancia. Las élites celtíberas estaban a favor de hacer pactos con Roma, pero
el pueblo se negaba a ello y preferían resistir e incluso rebelarse. La rebelión empezó en
el 154 a.C. en la ciudad de Segeda y para sofocarlos fue enviado Quinto Fulvio Nobilior
con 30 mil soldados. Los segedanos pidieron ayuda a pueblos vecinos como los
arévacos y gracias al oppida menos vulnerable, Numancia, resistieron casi diez años el
asedio romano. Tras sucesivos fracasos por intentar tomar Numancia al asalto, Claudio
Marcelo concertó un armisticio en el 152 a.C., pero fue rechazado por el Senado, quien
quería una aniquilación total. La situación no cambiaba ya que Numancia recibía víveres y
provisiones de pueblos como los vacceos. En el 151 a.C., Lúculo conquista varias
ciudades cercanas: Cauca, Intercatia y Pallantia, y de esta forma se rompían las líneas de
abastecimiento. A pesar de ello, se intentó de nuevo una postura conciliadora en el 137
a.C., cuando Hostilio Mancino ofreció la paz a los numantinos, hecho que provocó la
indignación del Senado, quien mandó entregar a Mancino a los numantinos atado de pies
y manos. Pero, éstos, al no saber que hacer con él, lo devolvieron. Este hecho sirvió
como ejemplo a los siguientes enviados a la guerra y a cómo actuar. En el 134 a.C., es
enviado a Hispania a Cayo Escipión Emiliano, el Numantino, quien llevó a cabo el plan
final para acabar con Numancia. Construyó siete líneas de defensa rodeando a la ciudad
para evitar abastecimientos y esperó hasta ocho meses para que el hambre y las
enfermedades hicieran estragos. Después del asalto final, los romanos llevaron a cabo
una masacre memorable y los pocos supervivientes fueron vendidos como esclavos. Se
deberían revisar algunos tópicos de esta campaña como que no todos eran numantinos,
Roma venció por el corte de suministros no en batalla, y no hubo un suicidio colectivo.
En el 75 a.C. Pompeyo tuvo que enfrentarse a Sertorio en Sucro, cerca del Júcar,
resultando herido y sin poder unir sus fuerzas con las de Metelo. Éste se enfrentó cerca
del río Genil a los hermanos Hirtuleyo, donde ambos murieron, y Metelo remontó el curso
del Betis y puso rumbo a Sagunto, a donde llegaría Pompeyo con sus tropas. El avance
pompeyano era inevitable y no pudieron detenerlo en el Turia. Sertorio decidió ir en busca
de Pompeyo en vez de poner dirección sur hacia Metelo.
Las noticias del avance de Metelo llegaron a Sertorio quien no pudo completar la victoria
final sobre Pompeyo. En este momento la guerra toma un nuevo rumbo, pues los
generales de Sertorio estaban derrotados y empezaban las discrepancias entre Sertorio y
Perperna. En el 75 a.C. se enfrentaron de nuevo Sertorio y Pompeyo cerca de Sagunto,
teniéndose que retirar Sertorio hacia el valle del Ebro y atrincherarse en la ciudad de
Clunia. Pompeyo sitió la ciudad y escribió al Senado pidiendo fondos y refuerzos o
volvería a Roma. En estos momentos se retiró al territorio de los vascones, y funda
Pompaelo (Pamplona). Las poblaciones vecinas temieron la presencia romana y
cambiaron su actitud hacia Sertorio al ver que Pompeyo ya no asaltaba las ciudades
celtíberas sino que solo garantizaba que no suministrasen provisiones a Sertorio. En el 74
a.C., llegan las tropas de refuerzo que había pedido Pompeyo y llevaron a cabo un plan
mejor organizado. Pompeyo desde Calagurris perseguiría a los sertorianos y les haría
retroceder hasta la Lusitania, mientras que Metelo se dirigiría desde Bilbilis (Calatayud)
hasta Segóbriga para tomar de nuevo el control total de la Ulterior. Pompeyo tomó
ciudades importantes como Clunia, Numantia, Cauca y Pallantia, haciendo que Sertorio
perdiese sus fuentes de abastecimiento y teniendo que retirarse hasta las zonas del
noroeste por sus riquezas auríferas, tan necesarias para satisfacer a sus tropas. Sertorio
y Perperna estaban aislados y éste convenció a algunos senadores sertorianos para
asesinar a Sertorio en un banquete preparado por sus más cercanos. Desde el asesinato
de Sertorio en el 73 a.C., Pompeyo lo tuvo fácil para tomar la Hispania sublevada en dos
años. Se deshizo pronto de Perperna y consiguió numerosas clientelas en la Celtiberia,
ademas de conseguir el triumphus y ser elegido cónsul en el 70 a.C., junto con Craso.
2. Organización imperial
Para la información sobre la reforma provincial llevada a cabo por Augusto, tenemos dos
tipos de fuentes. Una son los autores antiguos como Estrabón y Dión Cassio y otra
fuente son de base cartográfica y epigráfica. Los autores citados, afirman que en el 27
a.C., se realizó una reforma provincial a nivel de Imperio, pero en ese momento, Hispania
aún no había sido pacificada, por lo que la reorganización hubiese sido imposible.
Además el Bronce del Bierzo del 15 a.C., viene a testificar que aún no había ninguna
reorganización realizada en Hispania. En el mapa de Agripa, con una fecha sobre el 12
a.C., se muestra un cambio en las provincias hispánicas, apareciendo la Lusitania, la
Bética y la Tarraconense. La Lusitania se extendería por la fachada atlántica hasta el
Duero, penetrando en la península hasta tener el Sistema Central al norte. La Bética
quedaría en el entorno del río Betis y sería una provincia senatorial inerme. La zona
donde antes estaba Cartago Nova pertenecería a la provincia de la Tarraconense. Entre el
15 y el 12-7 a.C., la reforma provincial sería definitiva, quedando los territorios del
noroeste incorporados a la provincia de la Tarraconense. El gobierno de esta gran
provincia quedaría en manos de un legatus Augusti, que como excónsul, tendría
autoridad sobre las tropas allí estacionadas. Además de la reforma provincial, también se
realizó una reforma jurisdiccional en divisiones denominadas conventus al cargo de un
legati iuridici dependientes de los gobernadores provinciales. Los conventus conocidos
eran: Asturum (Arturica, Astorga), Astigitanus (Astigi, Écija), Bracaraugustanus (norte de
Portugal), Caesaraugustanus (Caesaraugusta, Zaragoza), Carthaginensis (Cartago Nova),
Cluniensis (Clunia, Soria), Cordubensis (Córdoba), Emeritensis (Emérita, Mérida),
Gaditanus (Gades, Cádiz), Hispalensis (Sevilla), Lucensis (Lugo), Pacensis (Beja, Portugal)
y Tarraconensis (Tarraco).
3. Ciudades Augusteas
Augusto puso en marcha un sistema de fundaciones de ciudades, colonias y municipios,
en Hispania, donde la palabra Augusta o Iulia, aparece normalmente formando el nombre
de la ciudad. Ejemplos son Caesaraugusta, Emérita Augusta, Augustobriga, Asturica
Augusta, Bracara Augusta, Lucus Augusti, Iuliobriga... En ocasiones es difícil saber si se
tratan de fundaciones o promociones, como ocurre en Ampurias, quizás promocionado
en el 36 a.C., o Tarraco, promocionada entre el 45 y el 27 a.C. Tenemos otros testimonios
interesantes sobre estos acontecimientos. El mapa de Artemidoro es un papiro del sigo I
que contiene escritos entre los gobiernos de Nerón y Domiciano. Lo interesante es que el
documento incluye un mapa de Hispania, en el que el interior de la península aparece
trazado con líneas a modo de esquematización de ríos o de vías de comunicación. Estas
líneas incorpora dibujos esquemáticos para representar lo que serían ciudades de menor
o mayor importancia, mansiones, o lugares de correos.
1. Proceso de romanización
Las relaciones entre romanos e indígenas desde el siglo II a.C. hasta el siglo V d.C., ha
sido un proceso complejo y largo denominado romanización. Pero no todos los expertos
están de acuerdo en denominarlo así. También se le ha denominado latinización, ya que
apenas hubo, si hubo, alguna zona donde no se hablara el latín. No fue un proceso
mecánico ni inmediato, ya que las zonas oriental y meridional aceptaron antes la
romanización. La romanización es más que una influencia cultural, es una forma de vivir
al modo romano. La principal crítica que se le hace hoy en día a la romanización es que
se da por hecho que los romanos son los que influyen en las poblaciones indígenas y no
al revés, al ser una potencia superior. Pero estudios recientes, propone que el término sea
aculturación, ya que los romanos también tomaron parte de la cultura de la zona donde
se encontraban. Por ello, no es que veamos zonas donde la romanización no llegó, sino
que en esas zonas los romanos aceptaron la cultura local de mejor forma. A pesar de
esto, el objetivo de la romanización se consiguió, que no era otra que crear una unidad
frente a la diversidad prerromana, aunque en algunos lugares se aceptaran instituciones
locales y en otras se crearan colonias y municipios.
La construcción de un red viaria útil en la Península no fue algo fácil de realizar. Siempre
han existido tres grandes problemas: la orografía del terreno, el aislamiento de las
mesetas y las cuencas hidrográficas. No sería hasta época imperial cuando el diseño de
la red viaria se llevara a cabo. Las causas para crear esta red, serían las comunicaciones
entre grandes ciudades y los fines fiscales. El movimiento de tropas sería una
consecuencia y no una causa. La construcción comenzaría con Augusto y finalizarían en
el siglo III d.C., según se ha podido estudiar gracias a por ejemplo los miliarios del
sudeste peninsular. La red hispánica presentaba dos ejes: la Vía Augusta desde Tarraco
hasta Cartago Nova, y la Vía de la Plata, desde Emérita hasta Asturica. También tenía dos
ejes horizontales: desde Cartago hasta Hispalis, y desde Asturica hasta Caesaraugusta.
También había ramificaciones inferiores en dirección a la costa o a ciudades del interior.
En épocas posteriores, la red tomaría la forma radial en torno a grandes ciudades.
Además se crearía otras vías diagonales: desde Lugo hasta Bracaugusta y siguiendo
hasta Olisipo, otra de Emérita hasta Hispalis y desde aquí hasta Gades, otra desde
Emérita a Caesaraugusta pasando por Toletum, Complutum, Segontia y Bilbilis. También
había vías de comunicación fluviales como el Guadalquivir, el Ebro. El comercio marítimo
y fluvial era más rápido y se podían hacer cargamentos más pesados.
El más importante legado de Roma fue la cultura, ya que algunos de sus aspectos aún
perviven hoy día. Las formas legislativas y jurídicas o formas arquitectónicas, dan cuenta
de ello. Desde finales del siglo I d.C., Hispania fue uno de los lugares más romanizaros
del Imperio a pesar que la aculturación no era al 100%. El uso del latín y de las
costumbres romanas era un hecho indispensable si se deseaba ser ciudadano romano de
pleno derecho y hacer una carrera política.
2. Urbanización y municipalización
A la llegada de Roma a la Península, ya existían enclaves urbanos, aunque los romanos
proporcionaron un desarrollo a la vida urbana. Muchos poblados se convirtieron en
ciudades, organizadas como municipios romanos o latinos y a la misma vez se creaban
colonias por razones estratégicas. En la zona meridional y en el este la urbanización fue
más temprana, mientras que en la zona norte, ya incluso en época imperial, no hay
núcleos urbanos. Normalmente las ciudades romanas se creaban sobre la base de un
oppidum, y se tomaba un terreno circundante perteneciente a la civitas, en donde se
encontraban las aldeas o vici.
Roma ya diferenciaba entre aldeas o vici y las ciudades o civitas, no por la diferencia
demográfica sino por la complejidad institucional. Muchas vici no pasarán a ser ciudades,
sino que quedaran como núcleos de menor rango. Algunas de ellas son Vicus Aquarius,
Vicus Caecilius, Vicus Spacorum, Vicus Vipascensis... A la cabeza de la vici se
encontraba un magister o praefectus.
Se ha llegado a afirmar que la historia de Roma es una historia de ciudades, pero esto no
tiene sentido, ya que si la romanización hubiese consistido en implantar un modelo
urbano, muchas zonas peninsulares, no se hubieran romanizado hasta muy tarde cuando
el modelo urbano ya estaba extendido. Algunas zonas de pronta romanización, ya en
época de Augusto, conocieron los municipios romanos. Incluso dentro de una misma
región el grado de municipalización es muy diversa, pese a que se encuentre muy
romanizada. El número de municipios es algo muy cuestionado por romanistas,
arqueólogos e historiadores. En época Flavia se constatan 111 municipios, pero el
número podría variar a causa de aplicar una serie de criterios: menciones de municipium,
res publica, decreto o decurionum, referencias a cargos municipales aedilis, quaestor,
también los tría nomina o los duo nomina. En términos cronológicos, el proceso está bien
limitado, siendo su inicio en época tardorrepublicana y su final en época Flavia, que se
encuentra divida en tres periodos: César y Augusto, Julio-Claudios y los Flavios. Al
realizar una combinación de datos de áreas y épocas, observamos que en el este el
proceso culmina en el primer período, en el oeste se culminaría en los siguientes
periodos. En el sur, aumenta el proceso en época Flavia, al igual que en el norte. El
interior aumentaría considerablemente en época Flavia.
Los descubrimientos de época flavia ha provocado que se piense en una lex flavia
municipalis general que sirviera para la creación de las siguientes leyes locales: Lex
Malacitana, Lex Salpensis, Lex Irnitana... Sería una ley marco debido a los grandes
cambios sociopolíticos que se dieron en Hispania en época Flavia, en la que se incluirían
las leyes promulgadas para cada localidad en concreto. Las leyes municipales no eran
cambios de grandes diferencias entre unas y otras, sino que se trataban de datos
cuantiosos como número de magistrados, o las curias locales... Otro aspecto a tener en
cuenta es la cronología, ya que la mayoría de estas leyes se realizaron durante el
mandato de Domiciano. Solo la Lex Irni, adjunta una carta del emperador que aparece
fechada en el 91 d.C., las demás se pueden suponer de estas mismas fechas ya que por
ejemplo la Lex de Urso, contiene caracteres paleográficos de esta época, la lex Malaca y
la lex Salpensa muestran contenidos referentes a estas fechas. Las demás leyes
municipales son pequeños fragmentos de los cuales se ha podido extraer pocos datos,
como la Lex Ostipponensis y la Lex Villonensis.
3. Integración socio-jurídica
Para conseguir la plena integración de los indígenas, Roma recurría a la fórmula de
conceder la ciudadanía. En época republicana, solo los altos magistrados eran
ciudadanos de pleno derecho, pero tanto Pompeyo como César, durante las guerras
civiles, concedieron la ciudadanía a sus clientelas. Para convertirse en ciudadano debía
ser mediante el ejercicio de las magistraturas y por tanto el acceso se restringía a las
familias ricas. La creación de colonias o la conversión a municipios romanos, era la
fórmula para conceder la ciudadanía a una población, aunque generalmente se concedía
el ius latii, derecho de ciudadanía latina, o el latinum minus, derecho de ciudadanía latina
solo a magistrados y familiares. El latinum maius, era conceder la ciudadanía latina a toda
la población. Por razones que hoy se discuten, el emperador Vespasiano, entre el 74 y el
77 d.C., promulgó el edicto de latinidad, por el cual, toda la Hispania se convirtió en
ciudadano de derecho latino. Se discute la controversia de la traducción por la que no se
sabe con exactitud si se concedió a toda Hispania, a algunas provincias o solo a la
Bética, pues es aquí donde es notorio a partir de este momento el incremento de
municipios. Es un texto confuso, ¿para qué conceder la ciudadanía a toda Hispania?,
¿motivos bélicos o económicos?, ¿para qué conceder la ciudadanía a zonas como el
noroeste donde la urbanización y municipalización era casi nula?. Tampoco se conoce
qué grado de ciudadanía se concedió, el latium minus solo afectaría a ciertos individuos y
ciertas comunidades o el latium maius, donde se beneficiarían todos los miembros de la
comunidad.
Se conocen una treintena de documentos de este tipo y han sido hallados en el área
céltica. En las demás zonas apenas existen. El documento suele ser modelo en el cual se
establecen una serie de datos comunes a todos: datación consular, nombres de las
partes que intervienen, el pacto a llevar a cabo, legados responsables del lugar, y lo más
importante y novedoso es que aparecen nombres indígenas, topónimos y expresiones e
instituciones jurídicas que solo pueden leerse en este tipo de documentos. Los pactos se
hacían con perpetuidad incluyendo varias generaciones, pero hay casos que demuestran
documentos de renovación de pactos como en el caso de Pompaelo. Otro ejemplo es el
Pacto de Amallobriga del 134 d.C., donde se renueva el pacto pero entre individuos de la
comunidad de los amallobrigenses y los caucenses. Lo difícil de interpretar estos
documentos son los nombres que aparecen, ya que en ocasiones no se saben si son
nombres indígenas, topónimos o etnónimos. El documento de la civitas Lougeiorum
presenta una novedad: habla sobre la existencia de un conventus en época de Augusto.
Pertenece a Arae Augustae, la posterior Asturica Augusta. El uso de términos
institucionales es ambiguo, ya que utiliza gens para referirse a un conjunto étnico y no a
una comunidad unida por lazos de sangre.
Solo un tercio del total de ciudades en Hispania serían privilegiadas, bien como colonias,
romanas o latinas, bien como municipios, de derecho romano o latino. Además, en las
ciudades privilegiadas, era frecuente encontrar a grupos itálicos que eran ciudadanos
romanos de pleno derecho derecho político o ciudadanos latinos con derechos civiles. La
fundación de una colonia romana se hacía mediante la deductio, esto es un acto formal
por el cual se entrega una porción de tierra a un grupo social, normalmente vinculado al
ejército y se le facilitaban las instituciones para funcionar como un senado local,
magistraturas, populus. Podía ser una población existente y mejorarla jurídicamente o
una colonia ex novo, casos poco frecuentes, relacionadas con el asentamiento de
veteranos de guerra. El motivo de crear una colonia podía ser para cultivar las tierras
alrededor del núcleo urbano o también por alguna razón estratégica. La fundación
requería una planificación meticulosa, dónde asentarse, número de colonos, delimitación
del territorio, parcelación de las tierras cultivables, organización y promulgación de una
lex coloniae. Posteriormente, una comisión triunviral, llegaría a la zona para supervisar las
condiciones del terreno, y con la ayuda de los gromatici, medirían y repartirían las tierras,
y crearían el cardo y el decumanus. Existirían diferencias entre unas y otras, y la primera
colonia, al margen de Itálica que fue fundada en el 206 a.C., pero que no era propiamente
una colonia, sería Carteia, en la bahía de Algeciras, sobre el 171 a.C., con los hijos de los
veteranos de las guerras itálicas que habían tenido mujeres indígenas. La finalidad de
esta colonia era de agradecimiento a estos hispanorromanos y concederles la
ciudadanía. De igual categoría serían Corduba, fundada por Claudio Marcelo en el 152
a.C., y Valentia por Junio Bruto en el 138 a.C, siendo colonias en época de Augusto.
Hispalis, Urso y Tarraco, serían fundadas por razones económicas, aunque también
hubiesen algunos veteranos de guerra.
Publio Elio Adriano, también pertenecía a una familia senatorial, los Aelii de la Bética. Su
abuelo y padre ya habían sido senadores en Roma, por lo que él nació en Roma y no en
Itálica. Huérfano a temprana edad fue adoptado por Trajano y designado como sucesor al
trono imperial. Sirvió en el ejército y se encontraba en Siria cuando recibió la noticia de la
muerte de Trajano. Fue designado emperador por el Senado, pero después se vió
envuelto en la muerte de cuatro consulares cercanos a Trajano y desde entonces no tuvo
el favor del Senado. Su política de sellar los territorios conquistados y no expandirse hizo
que el ejército tampoco le diera su apoyo. Se dedicó a viajar por todo el Imperio y de
llevar la cultura grecolatina a todos los rincones. Al no estar de acuerdo con el Senado,
no visitaba Roma, y residía en su villa de Tívoli. A pesar de su carácter no bélico, llevó a
cabo campañas como en Britannia donde construyó el Muro de Adriano y la Segunda
Guerra Judía entre el 132-135 d.C., que llevó a crear la provincia de Palestina. El numero
de senadores hispanos había aumentado y ha hecho pensar en un clan hispánico pero se
ha descartado esa idea. La integridad del grupo hispánico se rompería a raíz de la
ejecución de los cuatro consulares. Por ello, Adriano ya no eligió como sucesor a un
hispano sino a Lucio Ceionio Cómdo, conocido como Antonino Pío.
1. Estructuras económicas
La intervención romana en Hispania no produjo cambios importantes en la economía. Se
centraron principalmente en aprovechar los recursos del subsuelo como plata, cobre,
estaño y ocasionalmente oro. No intentaron mejorar el sistema agrario ni el ganadero.
Podemos dividir la Península en ocho áreas económicas, de las cuales, cuatro son
productoras. La zona cerealística se encontraba en las mesetas, la Bética y el valle del
Ebro, la zona vitivinícola era la Bética, el nordeste y el valle del Ebro, la zona oleícola era
también la Bética, y la zona hortofrutícola, que era el área levantina y el área cántabra. La
Bética era una de las zonas más ricas, y era conocida por sus aceites, que incluso
llegaban a exportar a Italia. Y de la Lusitania destacaba su cabaña ganadera. Podemos
afirmar que era una economía rica y abundante, pero en términos de beneficios, no era
muy alta. La producción iba destinada al consumo interno, y el sobrante se destinaba a
mantener los ejércitos, al trueque y a las contribuciones del Estado. Sólo algunos
productos llegaron a exportarse como el aceite bético y la lana. A comienzos del siglo IV,
en el Edicto de Precios del 301, también aparecen otros productos de origen hispánico
como el jamón el garum y el liquamen. No hay muchos datos sobre las formas de
explotación. La arqueología ha demostrado que el cultivo se centraba en torno a las villae
dispersadas por toda la península. Durante el Imperio, las tierras eran trabajadas por
esclavos y por colonos a quienes se les entregaba un lote de tierras. El dominus no solía
vivir allí y delegaba el control en un vilicus. A partir del siglo IV, cambia el panorama y son
los colonos los únicos que explotan las tierras y el dominus vive siempre en la villa.
2. Grupos sociales
Dentro de los grupos sociales, el senatorial era el más alto. La dignidad senatorial era
hereditaria y además se extendía a la familia. Este grupo de ciudadanos reducido, tenía
un renta mínima de 1 millón de sestercios. El número de senadores provinciales fue
aumentando desde los Flavios, y se puede observar un incremento en ellos, con la
llegada al poder de los emperadores hispanos Trajano y Adriano. Algunos senadores
provinciales tuvieron mucha importancia como Marco Annio Vero, natural de Ucubi
(Espejo), fue cónsul y además era el abuelo del futuro emperador Marco Aurelio. El
número de senadores asciende a unos 30 o 35 en esta época, de los cuales el 70% eran
de la Bética y el resto de la Taraconense. Además, muchos de los senadores bético sin,
fueron cónsules, un 50%. Ser senador hispánico era objeto de atributos como riqueza,
prestigio y poder. Para llegar a ascender hasta ser senador, había dos vías: mediante la
riqueza de la tierra o mediante la adopción de un patrono influyente.
Otro grupo de la élite eran los ecuestres. Representaban una minoría cualificada, salvo en
excepciones como Gades, donde se han documentado hasta 500 ecuestres en el siglo I
a.C. La fortuna de los ecuestres era de no menos de 400 mil sestercios, que
normalmente provenía de negocias y la inversión de tierras. Otro grupo de ecuestres se
dedicaba a la administración imperial y al ejército. El problema se encuentra en
determinar el origen de estos ecuestres, aunque bajo los datos conocidos, los ecuestres
se encuentran repartidos aunque con diferencias, destacando ciudades como Corduba,
Gades, Hispalis, Olisipo, Ebora, Emérita, Tarraco, Liria, Valentia y Calagurris. Con
seguridad se conocen 150 ecuestres durante los primeros tres siglos del Imperio. Este
número es bajo a comparación con épocas anteriores porque la dignidad era personal y
no se extendía a la familia y además sus cargos eran menos relevantes y se
documentaban con menos frecuencia. El número más alto se consiguió con la llegada de
los emperadores hispanos. La Tarraconense sería la provincia más representada, siendo
la Bética la segunda.
Otro grupo privilegiado era el de los decuriones, que eran una minoría en el ámbito de las
ciudades y las provincias. Un grupo reducido de familias actuaron como oligarquías
ocupando las magistraturas, los cargos públicos, los cargos religiosos o la curia
municipal. Mantenían relaciones matrimoniales entre las distintas familias para que el
poder no saliese de ellos. Cada año se tenían que escoger un número de decuriones,
dependiendo del tamaño del municipio. De entre ellos se elegía los magistrados
municipales, duoviri, quattuoviri, ediles, quaestores. Muchas de las funciones se
solapaban entre ellos y con la llegada de Augusto se sustituyó en muchos casos a los
duunviros por praefecti. Los decuriones debían paliar los gastos sociales de la ciudad
mediante la autofinanciación o por donaciones públicas como la summa honoraria,
sportulae, munera, donativa... Muchos libertos, dada la difícil situación económica de
algunas ciudades, pusieron a disposición municipal sus riquezas a cambio de ascenso
social. Con las crisis, era difícil encontrar candidatos a cumplir con el cargo, así que
muchos puestos fueron cubiertos por ex magistrados con la intención de ascender a
ecuestres por ejemplo.
Dentro de los grupos inferiores, que eran la mayoría, destacan dos: la plebe y los
extranjeros. La plebe tenía menos recursos, y podía ser urbana o rústica, y era
distinguible por su vivienda y su indumentaria. Vivían en insulae y vestían paños lisos.
Muchos se acogían a la protección de un personaje influyente como un senador. Los
extranjeros eran otra mayoría, y procedían de otros lugares o también podían ser no
ciudadanos o peregrini. A este grupo pertenecían las comunidades no romanizadas.
En la escala más baja se encontraban los libertos y los esclavos, aunque algunos de ellos
gozaron de una buena posición. A pesar de que un liberto tuviera solvencia financiera no
podía acceder a una magistratura, este hecho se puede observar en la Lex Malac, donde
se les prohíbe acceder al orden decurionum. Los libertos ricos no tenían discriminación
financiera ni social, solo política. El cargo más utilizado por los libertos era el de sevir
augustalis o miembro del collegium anual de seis miembros encargados del
mantenimiento del culto imperial en el municipio que conllevaba la financiación de gastos
públicos. Los hijos nacidos de libertos, eran libres sin ningún tipo de restricción. Los
esclavos eran lo último de la pirámide. Con las guerras de conquista se aumentó el
número, como por ejemplo constata el general Lucio Emilio Paulo que vendió como
esclavos a 20 mil prisioneros. Aproximadamente en época republicana, los esclavos
llegarían a varios cientos de miles, teniendo en cuenta que la población total era de unos
5 millones de habitantes. Muchos servían como mano de obra en las cuencas mineras y
en las villae. Algunos de esos esclavos gozaban de la confianza de su propietario y se
convertían en capataces o vilici, otros servían dentro de la casa. Existían esclavos
privados y públicos, siendo estos últimos utilizados para cualquier tarea, incluso como
ayudantes de magistrados.