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EL PARTIDO DE ELLAS

Historias de botineras

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EL PARTIDO DE ELLAS
Historias de botineras

María Fernanda Rey

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Rey, María Fernanda
El partido de ellas : historias de botineras / María Fernanda Rey. - 1a ed . -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2019.
160 p. ; 23 x 16 cm.

ISBN 978-987-693-794-8

1. Fútbol. 2. Biografías. I. Título.


CDD 796.334

Primera edición: setiembre 2019

© Ediciones CICCUS - 2019


Medrano 288 - CABA (1179)
(54 11) 4981.6318
ciccus@ciccus.org.ar
www.ciccus.org.ar

Ilustración de tapa y carátulas interiores: Abel


Diseño de tapa: Andrea Hamid
Diagramación y armado: Mariela Euredjian
Coordinación, diseño y producción editorial: Andrea Hamid

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de este libro en
cualquier tipo de soporte o formato sin la autorización previa del editor.

Ediciones CICCUS ha sido


merecedora del reconoci-
miento Embajada de Paz,
en el marco del Proyecto-
Campaña “Despertando Con-
ciencia de Paz”, auspiciado por la Orga-
Impreso en Argentina nización de las Naciones Unidas para la
Printed in Argentina Ciencia y la Cultura (UNESCO).

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Índice
Prólogo...........................................................................................9
Entrada en calor.......................................................................... 13
La voz de la otra mitad......................................................... 15
Primer tiempo............................................................................. 19
¿Qué significa ser una botinera?.......................................... 21
Un poquito de teoría: la construcción de la masculinidad....27
¿Cómo son los jugadores de fútbol?...................................... 31
El modelo de familia..............................................................39
Entretiempo................................................................................43
La identidad y la necesidad del otro.....................................45
Segundo tiempo........................................................................... 51
El dinero.................................................................................53
Las historias de amor............................................................59
Las mudanzas........................................................................65
La educación.......................................................................... 77
Alargue....................................................................................... 83
La soledad..............................................................................85
Las experiencias....................................................................99
Penales....................................................................................... 113
Las infidelidades...................................................................115
Los hinchas.......................................................................... 127
Vuelta olímpica.......................................................................... 133
Derribando estereotipos...................................................... 135
Ahora que sí nos ven............................................................ 145
Agradecimientos........................................................................ 153
Bibliografía................................................................................ 155

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Prólogo
Tengo que ser sincera, este es el primer prólogo que escribo en mi vida.
No solo en mi vida como botinera, sino en toda mi vida.
Su origen se remonta a aquel día cuando me sorprendió un mensaje
que me pasó un periodista del programa radial en el que me estaban en-
trevistando. Al terminar la nota me preguntó: «¿La conoces a Fernanda,
la esposa de Bracamonte?». Claramente, no me extrañó que la nombra-
ra como la «esposa de» porque las botineras estamos acostumbradas a
perder nuestro nombre y apellido en pos de quienes son ídolos popula-
res, aunque luchemos por nuestro reconocimiento. Lo que sí me extrañó
fue encontrarme con una compañera de ruta, que hasta el momento no
conocía, que estaba encarando un proyecto que compartía las mismas
raíces que el mío. Y no te voy a mentir, me entró miedo. Si el destino, por
alguna razón, nos cruzaba en el camino casi como un cliché obstinado de
la vida, no iba a rechazar la oportunidad de saber si era real que estaba
haciendo lo mismo que yo. Necesitaba saber si a ella la movilizaba la lu-
cha femenina actual y si quería ser parte de ella contando su historia o si
estaba harta de que la encasillaran como una mujer superficial que solo
compra carteras y zapatos caros gracias a la guita que gana su marido. O
tal vez ambas cosas.
Me bastaron cinco minutos para considerar a Fernanda como com-
pañera porque la sintonía de pensamiento se alineó en ese breve lapso
y, si me regalaba una juntada más, con mate de por medio, ya la estaría
considerando una amiga. Es que hay anécdotas, miradas y experiencias
que te hacen cómplices al instante. Y una de ellas es haber transitado
nuestras carreras como Esposas del Fútbol,1 aunque no nos hayamos
conocido mientras nuestros puestos estaban vigentes. Esposas no solo

1 Pecky Muschietti es la creadora de El blog de las Esposas del Fútbol. También con-
duce la columna Esposas del Fútbol en el programa Jogo Bonito de radio Club Octu-
bre, FM 94.7.

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por haber acompañado a la par a nuestros maridos, sino también porque
estuvimos, y muchas aún estamos, casadas con el bendito deporte del
balompié. En este microuniverso botinero existen dos claros estereotipos
de mujeres, aquellas que siguen al marido en pos de la gloria del hom-
bre y las mediáticas, que solo se casan con futbolistas por la fama y la
guita. La realidad nos cuenta que, en el medio, hay decenas de historias
llenas de matices en las cuales las mujeres son, en muchos casos, el pilar
fundamental en donde el sueño del futbolista se sostiene. Mujeres que
sacrifican sus proyectos, que hacen las veces de directores técnicos, de
psicólogos, de representantes… y todo mientras crían pibes y se mudan
cada seis meses, muchas veces a lugares remotos que ni sabían que exis-
tían en el mapa. Hola, ¿qué tal?, una de ellas soy yo.
Soledad, incertidumbre y falta de identidad son las palabras que más
asocio a mi recorrido como «esposa de». Las largas concentraciones y
los partidos de los sábados o domingos te roban los fines de semana fa-
miliares. Y ni te cuento si encima estás en el culo del mundo. La ima-
gen de madre soltera cuando tenés a tus chicos chiquitos es la que más
recuerdan tus vecinos o los comerciantes del barrio por donde te vieron
pasear el cochecito p´arriba y p´abajo, p´arriba y p´abajo. La inestabili-
dad entre pases y la tensión de días larguísimos y noches en penumbras
ante una inminente transferencia te agrega la etiqueta de gitana, a la que
de a poco te acostumbrás y hasta llegás a extrañar cuando te dejan esta-
ble por unos años más. Tanto la soledad como la incertidumbre han sido
piedras en este camino que he podido sortear.
Ah, pero la falta de identidad… Esa rara sensación de desdibujarme
atrás del ídolo empezó a molestar, pero no a tan temprana edad. Casi
que me había creído ese personaje que cumplía con todos los mandatos
de este machista deporte, que dicen que las esposas debemos ser com-
placientes, dóciles y fieles acompañantes de nuestros maridos. Y hasta
disfruté de algunos lujos que me pude dar y que pagaron por los sacrifi-
cios de parir sola dos veces, mudarme entre continentes con cesáreas a
cuestas, dejar mi incipiente carrera por un club europeo que ofrecía el
paraíso… en fin. Hasta que un día te viene a abrazar y a besar un fan de
tu marido y te agradece ese golazo que les dio el campeonato. Un gol que
hasta yo misma sentí como revancha por tantas frustraciones tragadas, o
quizá como un orgasmo, tal y como lo describía el enorme Galeano. Pero
ese hincha me estaba felicitando a mí, no por lo que yo había logrado,
sino por lo que había hecho mi marido. Sí, yo había estado ahí. Lo había
apoyado, lo había aplaudido, lo había criticado, lo había alimentado, le
había preparado el bolso mil veces y también lo había consolado. Pero
ese gol no era mío, solo bastaba con verlo en el videograph que anuncia-

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ba el golazo de Walter «Cuqui» Silvani. Empecé a preguntarme si real-


mente cabía en esos preceptos machistas porque, hasta hacía unos años
atrás, mis planes habían sido otros. ¿En qué me había convertido? Yo
era de las que siempre habían pensado que el mundo había sido creado
para descubrirlo y nunca quise perderme nada. Yo era de las que siempre
habían querido disfrutar de los envidiados privilegios masculinos: inde-
pendencia, valerme por mí misma, triunfar en mi carrera. Yo era de las
que siempre habían sabido lo que quería y hacia dónde iba.
Después del abrazo de ese fan, no volví a ser yo misma. Necesitaba
recobrar mi protagonismo. Necesitaba retomar las riendas de mi vida.
Necesitaba reivindicar mi rol de mujer. Pero no estaba nada fácil por-
que, más allá de que fuera periodista de profesión o de que estuviera
estudiando otra carrera en una de las universidades más prestigiosas del
mundo, ya era «la mujer de», ya me habían adosado el apellido. Ya era la
botinera encasillada. Y yo lo había permitido.
Romper el molde, empezar a escribir y a contar acerca de lo que se vive
en el mundo del fútbol puertas adentro se convirtió en todo un desafío.
La deconstrucción también está empezando para muchas de nosotras.
Quieras o no, vivimos es un ambiente patriarcal que te condiciona ha-
ciéndote creer que sos poca cosa y que los únicos que valen son ellos, los
futbolistas, los ídolos, mientras representen un negocio, claro está. Aún
nos encontramos con mujeres que también te critican por expresar tus
sentimientos abiertamente porque perjudica la carrera de ellos. Muchas
tienen miedo de hablar, se siguen sometiendo, le temen al qué dirán o,
simplemente, no lo hacen porque «está mal visto». Hay quienes también
juzgan a aquellos futbolistas que «nos permiten» a nosotras ser quie-
nes queremos ser. Todo esto, lejos de hacerme desistir, me ha dado alas.
Me sirvió de impulso para reencontrarme a mí misma y para conocer a
compañeras en lucha. Porque la revolución de «las mujeres de» ya está
en marcha. De la mano de Fernanda, de la mía y de todas aquellas que
se quisieron y se querrán sumar. Porque tenemos mucho para contar,
tenemos mucho para decir y estoy segura de que con una u otra en este
libro te vas a identificar. Con charla y mate de por medio, me propongo
volver a juntarme con Fer, quizás para dar a luz a una nueva amistad,
pero sobre todo porque, como botineras, esposas, madres y mujeres, aún
tenemos mucho por hacer.

Pecky Muschietti

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