Sei sulla pagina 1di 4

Mancilla

EL DISCURSO DUAL Y POLIFÓNICO EN EL PERIQUILLO SARNIENTO


Miguel Á. Mancilla Hernández

Mijail Bajtin expone en su Estética de la Creación Verbal el concepto de Polifonía,


también el de Enunciado, el de Discurso, entre otros conceptos bajo los cuales abordaré
la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi para analizar su discurso, con el fin de
conocer, en una aparente totalidad, la construcción de su discurso. La finalidad que
persigue este texto, entonces, es analizar el enunciado: las partes que lo componen.

Para Bajtín, todo discurso es enunciado por alguien cuyo logos –pensamiento– está
centrado en la expresión de su contenido para, posteriormente, causar un efecto en el otro
y ante este efecto lograr una reacción (285). Para Bajtín hay dos niveles de género
discursivo; el primero tiende hacia lo instantáneo, lo efímero, el habla cotidiana, el
diálogo espontáneo: en este nivel de discurso el logos o pensamiento generador del
discurso que enuncia sólo habla, o tiende a hablar, desde su voz. No de otra. O mejor
dicho, no hace uso de otras voces para enunciar su discurso, aunque su carácter sea por
naturaleza dialógico; mientras que en el género discursivo del segundo tipo, como una
obra literaria, científica o académica, se emplea un discurso más complejo, en cuya
elaboración se encontrarán tanto la voz del logos que origina ese discurso como las
posibles voces que antes, mientras o después hablan sobre el mismo tema, de modo que
el sentido del enunciado se enfatiza, se remarca, se complejiza (250-251).

En una novela como el El periquillo Sarniento he encontrado que el discurso se elabora


mediante una compleja red de voces que demuestran, aportan, exponen y dialogan en
torno al enunciado que pretende expresar a sus lectores. Porque, para empezar, esta
novela, desde el inicio, nos advierte la presencia imaginaria de sus destinatarios. Ya desde
esta parte el discurso expone dos voces: la del autor, José Joaquín Fernández de Lizardi,
y la de José Sarmiento, ya que hay un prólogo o “Nota de advertencia” de Lizardi, y otra,
a modo de Prólogo, de Sarmiento. Mientras que la de Lizardi permite ver que el
destinatario es el público mexicano apenas lector, –lo digo por lo que dice entre líneas y
explícitamente– de su tiempo, el otro es para los hijos –dentro de la ficción– de Pedro
Sarmiento. Lizardi dice:

“Señores míos: Una de las cosas que me presentaban dificultades para dar a luz la Vida
de Periquillo Sarniento, era elegir persona a quien dedicársela, porque yo he visto

1
Mancilla

infinidad de obras de poco y mucho mérito adornadas con sus dedicatorias al principio”
(21).

El “Señores míos” expone el destinatario, por lo menos, de ese párrafo; “Señores míos”;
es decir, usted, lector, o nosotros, lectores de su obra. Bien importante resulta esta parte:
“Una de las cosas que me presentaban dificultades para dar a luz la Vida de Periquillo
Sarniento, era elegir persona a quién dedicársela” (46). El sustantivo dificultades y el
verbo que lo acciona encierra la clave: La dificultad de encontrar al destinatario para,
entonces, crear el discurso. Porque, como dice Bajtín: “Todo enunciado se construye en
vista de la respuesta” (285). O “La composición y sobretodo el estilo del enunciado
dependen de un hecho concreto: a quién está destinado el enunciado, cómo el hablante (o
el escritor) percibe y se imagina a sus destinatarios, cuál es la fuerza de su influencia
sobre el enunciado” (285). Luego, en el mismo prólogo de Lizardi, se dice, –insertado en
una narración–: “¿Y a quién piensas dedicar tu obrita?, me preguntó mi amigo. A aquel
señor que yo considerase se atreviera a costearme la impresión”. Luego su amigo le
argumenta que no hay mecenas posible en el México actual, y quien lo puede ser no podría
serlo porque, ¿cuál sería su interés en hacerlo?

Cabizbajo estaba yo oyendo a mi amigo con demasiada confusión y tristeza,


y luego que acabó le dije arrancando un suspiro de lo más escondido de mi
pecho: ¡hay hermano de mi alma!, tú me has dado un desengaño, pero al
mismo tiempo una gran pesadumbre. Si tú me has abierto los ojos
estrellándome en ellos una porción de verdades que por desgracia son
irrefragables; y lo peor es que todo ello para en que yo pierdo mi trabajo; pues
aunque soy limitado, y por lo mismo, de mis tareas no se puede esperar
ninguna cosa sublime, sino bastante humilde y trivial, créeme, esta obrita me
ha costado algún trabajo, y tanto más, cuanto que soy un chambón y la he
trabajado sin herramienta. (Lizardi 52)

Causa, aparentemente, la desilusión en Lizardi, entonces le da la solución:

“Calla, me dijo mi amigo, que yo te voy a proponer unos Mecenas que


seguramente te costearán la impresión. ¡Ay hombre!, ¿quiénes son?, dije yo
lleno de gusto. Los lectores, me respondió el amigo. ¿A quiénes con más
justicia debes dedicar tus tareas, sino a los que leen las obras a costa de su
dinero? Pues ellos son los que costean la impresión, y por lo mismo sus

2
Mancilla

Mecenas más seguros. Conque aliéntate, no seas bobo, dedícales a ellos tu


trabajo y saldrás del cuidado. (…) Le di las gracias a mi amigo; él se fue; yo
tomé su consejo, y me propuse desde aquel momento dedicaros, Señores
Lectores, la Vida de tan mentado Periquillo Sarniento, como lo hago. (52-55)

Lo cierto es que este prólogo contiene un tono paródico que puede no verse del todo en
las citas que empleo, ya que, las que expongo, apuntan a que a pesar del tono picaresco,
hay aquí una verdad pasada, presente, actual: quien paga por la obra es el destinatario; sin
embargo, dentro de la ficción, encontramos que hay muchos posibles destinatarios. En el
caso del prólogo de Lizardi el destinatario es el lector que paga por tener su obra, su
discurso, su enunciado; mientras que en el prólogo de Sarmiento, es decir el personaje-
narrador, el destinatario son sus hijos. Esta dupla de destinatarios configurará la obra, sus
recursos lingüísticos y estilísticos. Por tanto, ya desde el prólogo estamos ante una novela
polifónica. Una breve comparación al párrafo o párrafos introductorios de una novela
como Las aventuras de Tom Sawyer permitiría ver el contraste entre una novela polifónica
y otra monológica en un sentido más amplio, pues mientras una establece la relación del
autor con sus lectores reales e imaginarios o diegéticos –tomando prestado el concepto de
Gennette–, el otro presenta, de inmediato, la diégesis o la historia, dando voz sólo a los
personajes que en ella intervienen.

En el prólogo de Pedro Sarmiento leemos: “Cuando escribo mi vida, es sólo con la sana
intención de que mis hijos se instruyan en las materias sobre que los hablo” (59). Si se
considera a los hijos como los destinatarios, entonces, podría explicarse, desde esa
perspectiva, el tono, los temas y la estructura de Novela de pruebas, de vagabundeo,
autobiográfica y de educación. Porque estamos ante una novela que pretende ser todas a
la vez. Según Bajtín la Novela de vagabundeo es en la que el personaje es un punto que
se mueve en el espacio. Su movimiento en el espacio consiste principalmente en
vagabundear, lo que lleva al personaje a pruebas; no hay tiempo histórico más que el que
le acontece al personaje, y aun ahí el tiempo no sigue una cronología detallada, biológica,
se elabora solamente el tiempo en el que sucede la acción, y esto, débilmente, mediante
frases adverbiales armadas como “En aquel momento” “Minutos, horas o días después, o
antes”. El día, la noche, o la tarde aparecen como ambiente simple de los escenarios de la
acción. (201). En la novela de pruebas nos dice Bajtín: “(…) Se constituye como una serie
de pruebas por las que pasan los protagonistas: pruebas de fidelidad, valor, valentía,

3
Mancilla

virtud, nobleza, santidad, etc. (…) El héroe siempre se representa como un ente concluido
e invariable. Todas sus cualidades se presentan desde el principio, y a lo largo de la novela
únicamente se comprueban”. “En este tipo de novela, a diferencia de la novela de
vagabundeo, se ofrece una imagen desarrollada y compleja del hombre. (…) Ya en este
tipo de novela la imagen del hombre se impregnó de aquellas categorías judiciales y
retóricas y de nociones de culpabilidad/inocencia, juicio/absolución, incriminación,
delito, virtud, mérito, etc” (202-203). Es considerada “Novela autobiográfica”, por mí, ya
que así lo plantea la voz narrativa de Pedro Sarmiento, aunque no sea el caso de Fernández
de Lizardi propiamente. Luego, en el apartado de “Novela de Educación”, dice Bajtín:
“En él el desarrollo humano se concibe en una relación indisoluble con cl devenir
histórico. La transformación del hombre se realiza dentro del tiempo histórico real, con
su carácter de necesidad, completo, con su futuro y también con su aspecto cronotópico”
(214). Por lo tanto, si analizamos la novela de Fernández de Lizardi, tenemos la
característica histórico-realista en la voz de Lizardi, y también en la de Sarmiento, a su
vez, en el personaje del Periquillo se encuentran las pruebas de valor: virtud, lealtad,
nobleza, honradez, sinceridad, etc, a las cuales se enfrenta para salir “bien” en una, y en
otras, “mal”. De modo que el lector, según Bajtín, es quien juzga al personaje ante las
acciones y reacciones que tiene ante las pruebas. En este mismo plano de “La novela de
pruebas” se encuentra el del sentido jurídico que toma o hace consciente de sus actos al
Periquillo. Si se analizan los capítulos en que Sarmiento se hace pasar como doctor, y
luego como secretario de un notario, se puede observar claramente las nociones jurídicas
que tiene Lizardi, y Sarmiento. Pero el autor va más allá, como lo va su personaje, ya que
este introduce en su discurso citas de autores latinos para avalar su discurso. He aquí otro
rasgo polifónico. Lizardi emplea esas citas latinas como fragmentos del mismo discurso
dicho en otra persona, y que, al insertarse en su propio discurso, lo enfatiza y lo completa.

Bibliografía
Bajtín, Mijail. Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI Editores, 1982. Libro.

Fernández de Lizardi, José Joaquín. El Periquillo Sarniento. México: Imprenta de Galván, 1816.
Libro.

Potrebbero piacerti anche