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Agroecología y resiliencia socioecológica:

adaptándose al cambio climático


Editores

Clara Inés Nicholls Estrada

Agroecología y resiliencia socioecológica: adaptándose al cambio climático


Profesora de Desarrollo Rural sustentable para América Latina de la Universidad de California. Coordinadora del programa de doctorado
de Agroecología de la Universidad de Antioquia - SOCLA. Ingeniera Agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia, con Master en
Editores
Entomología del Colegio de Posgraduados de Chapingo, México y Doctorado en Entomología de la Universidad de California, Davis.

Leonardo Alberto Ríos Osorio


Profesor Asociado, Escuela de Microbiología, Universidad de Antioquia. Bacteriólogo y Laboratorista Clínico, Especialista en Ciencias
Clara Inés Nicholls Estrada
Básicas Biomédicas área Parasitología Humana, Doctor por la Universidad Politécnica de Cataluña programa Sostenibilidad, Tecnología
y Humanismo. Leonardo Alberto Ríos Osorio
Miguel Ángel Altieri Miguel Ángel Altieri
Profesor titular de Agroecología de la Universidad de California, Berkeley. Presidente de la Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología (SOCLA). Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Chile. Doctorado en Entomología de la Universidad de Florida.

SEDE BOGOTÁ
INSTITUTO DE ESTUDIOS AMBIENTALES
Agroecología y resiliencia socioecológica:
adaptándose al cambio climático

Red Iberoamericana de Agroecología para el Desarrollo de Sistemas


Agrícolas Resilientes al Cambio Climático (REDAGRES)

Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia


y Tecnología para el Desarrollo (CYTED)

Proyecto de:
la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)

Medellín – Colombia
2013

III
Agroecología y resiliencia socioecológica:
adaptándose al cambio climático

Red Iberoamericana de Agroecología para el Desarrollo de Sistemas


Agrícolas Resilientes al Cambio Climático (REDAGRES)

Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia


y Tecnología para el Desarrollo (CYTED)

Proyecto de:
la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)

Publicación realizada con el apoyo de:

Editores

Clara Inés Nicholls Estrada


Leonardo Alberto Ríos Osorio
Miguel Ángel Altieri

Medellín – Colombia
2013

V
©2013 por Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). Reservados
todos los derechos. Los conceptos y las opiniones expresadas en este libro son responsabilidad exclusiva del autor
o el editor. Ni la Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), ni el
equipo editorial, se hacen responsables del uso de la información aquí publicada.

ISBN 978-958-8790-32-9

Integrantes de REDAGRES

COLOMBIA
Clara Inés Nicholls Estrada - Universidad de Antioquia, Coordinadora General de REDAGRES
Tomas Enrique León Sicard - Universidad Nacional de Colombia
Sara María Márquez Girón - Universidad de Antioquia
Enrique Murgueitio - Director de CIPAV
Leonardo Alberto Ríos Osorio- Universidad de Antioquia
Gloria Patricia Zuluaga Sánchez - Universidad Nacional de Colombia
Alejandro Henao Salazar – Universidad de Antioquia

CUBA
Fernando Rafael Funes Monzote - Estación Experimental Indio Hatuey
Luis L. Vásquez Moreno - Instituto Nacional de Investigaciones de Sanidad Vegetal
Nilda Perez C. – Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales ACTAF

CHILE
René Montalba Navarro - Universidad de la Frontera
Santiago Peredo Parada - Universidad de Santiago de Chile
Agustín Infante - Centro de Educación y Tecnología, Yumbel
Carlos Alberto Pino Torres - Universidad Católica del Maule,
Jaime Rodríguez - Universidad de Chile
Carlos Venegas - Director CET

MÉXICO
Marta Astier Calderón - Universidad Nacional Autónoma de México

BRASIL
Manoel Baltasar Baptista Da costa - Universidad Federal de São Carlos
Jucinei Comin, Universidad Federal de Santa Catarina

PERÚ
Saray Siura Cespedes - Universidad Nacional Agraria La Molina
Roberto Ugas - Universidad Nacional Agraria La Molina

ARGENTINA
Walter Alberto Pengue - Universidad General Sarmiento
Santiago Sarandon - Universidad Nacional de La Plata

ESPAÑA
Juana Labrador Moreno - Presidenta de SEAE
Victor Gonzalvez, SEAE

SOCLA
Miguel Ángel Altieri - Universidad de California, Berkeley y Presidente de SOCLA

Diseñadora gráfica
Diana Cecilia Molina Molina

Impresión y terminación
Legis S.A.

VII
Prólogo

La amenaza del cambio climático global ha causado consternación entre los científicos, ya
que la producción de cultivos se podría ver seriamente afectada al cambiar radicalmente los
regímenes de temperaturas y lluvias, comprometiendo así la seguridad alimentaria tanto a
nivel local como mundial. Aunque los efectos del cambio climático sobre los rendimientos
agrícolas variarán de región a región, los efectos mas dramáticos se esperan en países en vías
de desarrollo. Las estadísticas oficiales predicen que los agricultores más pobres son espe-
cialmente vulnerables a los impactos del cambio climático debido a su exposición geográfica,
bajos ingresos, mayor dependencia en la agricultura para su sobrevivencia y su limitada capa-
cidad de buscar otras alternativas de vida. La peor pobreza rural se encuentra frecuentemente
en zonas áridas o semiáridas y en laderas que son ecológicamente muy vulnerables. Si bien
es verdad que para estos grupos vulnerables, pequeños cambios en el clima pueden tener
impactos desastrosos, las estadísticas son muchas veces aproximaciones muy burdas que no
toman en cuenta la heterogeneidad de la agricultura campesina, ni la diversidad de estrategias
que los campesinos han utilizado y aún utilizan para resistir e incluso recuperarse de sequías,
inundaciones, huracanes, etc. Quizás el hallazgo más importante de los últimos años es la re-
velación de que muchos agricultores no solo lidian con la variación climática sino que de hecho
se preparan para el cambio, minimizando la pérdida de rendimientos mediante el uso de una
serie de técnicas tradicionales como el uso de variedades locales resistentes a la sequía o los
extremos de humedad, sistemas de cosecha de agua, sistemas diversificados de producción
como policultivos y agroforestería, técnicas de conservación de suelos y agua incluyendo prac-
ticas de cosecha de agua, etc.
El análisis sobre el comportamiento de la agricultura campesina después de fuertes eventos
climáticos, ha puesto de manifiesto que la resistencia a los desastres climáticos está estrecha-
mente relacionada con la biodiversidad presente en los sistemas productivos. Sin duda, la gran
cantidad de sistemas tradicionales existentes en América Latina adaptados a diferentes ambien-
tes, constituyen un patrimonio mundial que refleja el valor de la diversidad de dichos sistemas y
cuenta una historia fascinante de la capacidad y el ingenio de los seres humanos para ajustarse y
adaptarse a los caprichos de un entorno cambiante a través del tiempo. Sistemas agrícolas mas
diversos con una gama mas amplia de rasgos y funciones son capaces de comportarse mejor bajo
condiciones ambientales cambiantes. Las investigaciones revelan que hay tres maneras como la
biodiversidad se relaciona con la capacidad funcional y la resiliencia de agroecosistemas:

a. La biodiversidad incrementa la función del agroecosistema pues diferentes especies juegan


roles diferentes y ocupan nichos diversos.
b. En general hay mas especies que funciones en un agroecosistema diverso, por lo que existe
redundancia en los sistemas.
c. La biodiversidad incrementa la función del agroecosistema porque esos componentes que
parecen ser redundantes en un tiempo determinado, son importantes cuando ocurre un
cambio ambiental. De esta manera las redundancias del sistema permiten que en medio
de cambios ambientales el agroecosistema siga cumpliendo funciones y prestando servicios
ecológicos.

La aplicación practica de estas tres hipótesis radica en que todas las conexiones entre biodiversi-
dad, función y resiliencia son útiles de entender y deben privilegiarse en el manejo de agroeco-
sistemas para mantener la sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo es importante enfatizar que

IX
la resiliencia ecológica de agroecosistemas esta íntimamente ligada a la resiliencia social, que es
la habilidad de las comunidades rurales de generar una infraestructura social capaz de soportar
shocks externos. Hay una clara relación entre resiliencia social y ecológica, particularmente en
grupos o comunidades que dependen directamente de recursos ambientales para su sobreviven-
cia. Lo que no esta claro es si ecosistemas resilientes son conducentes a comunidades resilientes
o viceversa

Un desafío clave para los científicos tanto sociales como biológicos es definir un marco con-
ceptual y metodológico para poder descifrar los principios y mecanismos claves que explican
la resiliencia de los sistemas diversificados, de manera de que estos puedan ser transmitidos a
otros agricultores en cada región para que mejoren la capacidad de resistencia y de recuperación
de sus fincas. Esta ha sido la urgente tarea de la Red Iberoamericana de Agroecologia para el
desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático (REDAGRES), el desarrollo de una
metodología que permita evaluar la capacidad de los agroecosistemas a resistir y recuperarse
de los eventos climáticos severos, con especial énfasis en entender los procesos que explican la
resiliencia socio-ecológica observada.

Esta metodología esta en un proceso de elaboración y de prueba. Para esto miembros de


REDAGRES se han embarcado en un sondeo y evaluación de sistemas campesinos en regio-
nes seleccionadas de 7 países para identificar sistemas que han soportado eventos climáticos
extremos, de manera de estudiar los mecanismos sociales y ecológicos que permiten o per-
mitieron a los agricultores y sus sistemas productivos resistir y/o recuperarse de los impactos
de los eventos.

Este libro recoge contribuciones de miembros de REDAGRES basados en análisis teóricos y/o
sistematizaciones de experiencias practicas, conducentes a elucidar principios y estrategias so-
cio-ecológicas que explican cómo comunidades rurales y sus sistemas productivos resisten y se
recuperan de eventos extremos. Tales principios proveerán las bases agroecológicas para que
miles de agricultores puedan diseñar sistemas resilientes, evitando así pérdidas económicas
y de producción excesivas cuando sean afectados por sequías, huracanes, inundaciones, etc.

Clara I Nicholls, PhD.


Coordinadora Regional de REDAGRES
Tabla de contenido

Agroecología y programas de desarrollo sustentable en el secano de Chile..............................1


Agustín Infante L.

Enfoques agroecológicos para incrementar la resiliencia


de los sistemas agrícolas al cambio climático............................................................................ 18
Clara Inés Nicholls

Innovación agroecológica, adaptación y mitigación


del cambio climático en Cuba. Dos estudios de caso................................................................30
Fernando R. Funes-Monzote, Maikel Márquez Serrano, Ybrahim López

Percepciones sobre el cambio climático y estrategias adaptativas


de agricultores agroecológicos del Municipio de Marinilla, Colombia.....................................43
Gloria Patricia Zuluaga S., Aura Luz Ruiz A., Elizabeth Cristina Martínez C.

Resiliencia socioecológica de los agroecosistemas. Más que una externalidad.......................60


Leonardo A. Ríos-Osorio, Walter Salas-Zapata, Juan Antonio Espinosa-Alzate

Resiliencia de fincas ante afectaciones por organismos nocivos


en sistemas agrícolas expuestos a sequía y ciclones tropicales................................................77
Luis L. Vázquez Moreno

Construyendo resiliencia socio-ecológica en agroecosistemas:


algunas consideraciones conceptuales y metodológicas..........................................................94
Miguel Ángel Altieri

“Modernización” de sistemas agricolas tradicionales,


agrobiodiversidad y riesgo. Un análisis agroecológico
a partir de la realidad e historia de los mapuche de Chile......................................................105
René Montalba

Previniéndose para el cambio climático: una metodología participativa...............................124


Paul Rogé, Marta Astier

Resiliencia y agricultura ecológica en España.......................................................................... 149


Juana Labrador, Víctor Gonzálvez

Propuesta de conversión agroecológica para


alcanzar la resiliencia en sistemas ganaderos.......................................................................... 158
Sara María Márquez Girón

La dimensión ambiental del cambio climático en la agricultura.............................................180


Tomás León Sicard

Los intangibles ambientales, el cambio climático y la agricultura latinoamericana...............193


Walter A. Pengue

XI
Agroecología y programas de desarrollo
sustentable en el secano de Chile
Agustín Infante L.

Introducción

Las condiciones socioeconómicas de miles de familias minifundistas del secano interior


en Chile son cada vez más frágiles y marginales. El manejo tradicional y la aplicación de
paquetes tecnológicos duros no han resuelto los problemas de erosión, deforestación,
baja de rendimientos, dependencia de insumos químicos y pérdida de diversidad. Todo
esto agravado por los efectos del cambio climático ha socavado sus sistemas producti-
vos de autoconsumo y de generación de ingresos.
Propuestas participativas de tipo Agroecológico pretenden mejorar los sistemas
productivos, recuperar los recursos naturales, potenciar el autoconsumo y la gene-
ración de ingresos para elevar la calidad de vida. En Yumbel, se realizó, desarrolló y
difundió una propuesta de esas características. Este artículo describe el proceso, las
prácticas implementadas y los resultados desde una mirada más actualizada. Conocer,
entender y evaluar estas experiencias es valioso y permite avanzar hacia procesos de
mayor resiliencia para los problemas que enfrentan las comunidades campesinas de
Latinoamérica.

La agroecología como base de programas de desarrollo


sustentable en las comunidades campesinas

La agroecología ha surgido como un enfoque nuevo al desarrollo agrícola, más sensible


a las complejidades de las agriculturas locales al ampliar los objetivos y criterios agrí-
colas para abarcar propiedades de sustentabilidad, soberanía alimentaria, estabilidad
biológica, conservación de los recursos y equidad, junto con el objetivo de mayor pro-
ducción. El objetivo es promover tecnologías de producción estable y de alta adapta-
bilidad ambiental.
Una estrategia agroecológica puede guiar el desarrollo agrícola sostenible para
lograr los siguientes objetivos de largo plazo: a) conservar los recursos naturales y
mantener niveles continuos de producción agrícola; b) minimizar los impactos en
el medio ambiente; c) adecuar las ganancias económicas (viabilidad y eficiencia); d)
satisfacer las necesidades humanas y de ingresos; y e) responder a las necesidades

Ing. Agrónomo MsC, CET Chile / Ainfante_2000@yahoo.com

1
sociales de las familias y comunidades rurales (nutrición, salud pública, educación,
etc.).
Varias características del enfoque agroecológico relacionadas al desarrollo de la
tecnología y a su difusión las hacen especialmente compatibles con la racionalidad
de las ONG y de las organizaciones campesinas: a) la agroecología proporciona me-
todologías que permiten el desarrollo de tecnologías a la medida de las necesidades
y circunstancias de comunidades campesinas específicas; b) las técnicas agrícolas re-
generativas y de bajos insumos y los proyectos propuestos por la agroecología son
socialmente activadores, puesto que requieren un alto nivel de participación po-
pular; c) las técnicas agroecológicas son culturalmente compatibles puesto que no
cuestionan la lógica de los campesinos, sino que en realidad se construyen a partir
del conocimiento tradicional, combinándolo con los elementos de la ciencia agrícola
moderna. De esta manera la agroecología conlleva a un “diálogo de saberes”; d) las
técnicas son ecológicamente sanas ya que no pretenden modificar o transformar el
ecosistema campesino, sino más bien identificar elementos de manejo que, una vez
incorporados, llevan a la optimización de la unidad de producción; y e) los enfoques
agroecológicos son económicamente viables puesto que minimizan los costos de
producción al aumentar la eficiencia de uso de los recursos localmente disponibles
(Altieri, 2009).
En términos prácticos, la aplicación de los principios agroecológicos por las ONG
se ha traducido en una variedad de programas de investigación y demostración so-
bre sistemas alternativos de producción cuyos objetivos son (Altieri, 2009): a) mejo-
rar la producción de los alimentos básicos a nivel del predio agrícola para aumentar
el consumo nutricional familiar; b) rescatar y reevaluar el conocimiento y las tecno-
lógicas de los campesinos; c) promover la utilización eficiente de los recursos locales
(tierra, trabajo, subproductos agrícolas, etc.); d) aumentar la diversidad y variedad
de animales y cultivos para minimizar los riesgos; e) mejorar la base de recursos na-
turales mediante la regeneración y conservación del agua y suelo, poniendo énfasis
en el control de la erosión, cosecha de agua, reforestación, etc.; f) disminuir el uso
de insumos externos para reducir la dependencia, pero manteniendo rendimientos
aceptables con tecnologías apropiadas incluyendo técnicas de agricultura orgánica
y otras técnicas de bajo-insumo; y g) garantizar que los sistemas alternativos tengan
efecto benéfico no sólo en las familias individuales, sino también en la comunidad
total.
Para lograrlo, el proceso tecnológico se complementa con programas de educa-
ción popular que tienden a preservar y fortalecer la lógica productiva del campesino al
mismo tiempo que los apoyan en el proceso de adaptación tecnológica, enlace con los
mercados y organización social (Altieri, 2009).
La experiencia descrita en este artículo pretende mostrar estos atributos de la
agroecología en un programa de desarrollo rural con comunidades campesinas pobres
del secano del sur de Chile. Posiblemente la experiencia es muy local, pequeña y frágil,
pero también hay que decir que es posible, creíble y de gran valía.

2
El secano de la cordillera de la costa chilena, su historia
de insustentabilidad o la creación de un escenario
que agudiza los efectos del cambio climático

El programa desarrollado fue realizado en la comuna de Yumbel, Región del Bío-Bío,


la cual integra la macrozona Centro Sur del país. Desde el punto de vista de la asocia-
tividad funcional y productiva esta comuna forma parte del territorio de planificación
denominado “Secano interior” de Concepción. Desde la llegada de los españoles y por
la necesidad de producir trigo, se talaron y quemaron cientos de hectáreas de bosque
nativo. En el siglo XIX este fenómeno se agudizó por la fiebre del oro en California y
Australia. En pocos años, 600 km de fértiles suelos de la cordillera de la costa se ero-
sionaron, disminuyó la biodiversidad, las fuentes de agua se agotaron y se perdió su
riqueza natural.
Los suelos están desarrollados en cordones y laderas suaves intermedias, suelos
graníticos muy sensibles a la erosión hídrica, lo que constituye su principal limita-
ción. Se ha definido el clima de esta zona como mediterráneo (templado cálido).
Las precipitaciones son cercanas a 1.000 mm anuales, concentrándose 75% del agua
caída en 5 meses entre mayo y septiembre. El suelo presenta un grave deterioro
causado principalmente por erosión hídrica por la lluvia que impacta el suelo des-
nudo, pues el sistema tradicional de establecimiento de cultivos se basa en labrar el
suelo con arados que entierran las coberturas vegetales y los residuos. Es indudable
que las grandes extensiones de terrenos erosionados están estrechamente ligadas
a la fragilidad de los ecosistemas. Una proporción importante de terrenos de uso
agropecuario continúan siendo destinados a la siembra o establecimiento de cultivos
tradicionales específicos para la satisfacción de necesidades básicas y económicas de
corto plazo, sin considerar las variables de sustentabilidad ambiental que demanda
el uso de tales recursos. Además, existe una fuerte expansión de las plantaciones fo-
restales de Pinus radiata y eucaliptos. La expansión de la actividad forestal se realiza
en desmedro de la actividad agrícola y produce una desarticulación de la estructura
rural de esta zona (Museau, 2007). Además de la expansión de la actividad forestal
se está produciendo un fenómeno rural en que familias urbanas adquieren terrenos
de campesinos para fines de recreación. Muchos de los integrantes de las familias
campesinas se emplean en estas parcelas de agrado que no tienen una orientación
productiva (INDAP, 1995). La comuna de Yumbel según el Índice de Desarrollo Huma-
no del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es la número 335 de las
335 del país.

Condiciones iniciales de las comunidades campesinas

La situación política de Chile era delicada, el trabajo comenzó en período de dictadura


militar, lo cual significó una entrada a las comunidades campesinas con precaución y
entendiendo las desconfianzas y recelos de la gente. La Iglesia Católica facilitó la pre-

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sentación con los líderes y las agrupaciones cristianas de la época. Ya a partir del primer
mes se habían tejido los primeros lazos de amistad y confianza que permitían realizar
un primer gran evento comunitario: un diagnóstico rural participativo. Para la división
de los trabajos algunos participantes recorrieron las cuencas haciendo un transecto de
identificación, otros realizaron un mapa social de la comunidad con todas las relaciones
e instituciones presentes, los mayores dibujaron la historia de la comunidad. Entre to-
dos expusieron los problemas, oportunidades, hechos relevantes, tragedias y alegrías
vividas.
Las familias campesinas relataron su historia desde la hacienda, el inquilino y el
minifundio, sus preocupaciones eran la pobreza producto del deterioro ambiental, los
terremotos, la crisis de la agricultura, la migración de los jóvenes a la ciudad y el aban-
dono gubernamental; aspectos que se reflejan en todos los ámbitos de la comuna vi-
vienda (salud, educación, empleos, caminos, etc.). Las familias manifestaron que por
décadas han sufrido con el analfabetismo, alcoholismo, mala dieta, y en general una
baja calidad de vida. Entorno a la agricultura sus limitaciones económicas son deriva-
das principalmente de la baja productividad del suelo y la falta de agua, bajo precio de
los productos, poca diversidad productiva, canales pobres de comercialización puesto
que se dependía principalmente de los intermediarios, y alto costo de los insumos. Con
el tiempo las sequías fueron más comunes y continuas, agravadas por la baja retención
de humedad del suelo. Además manifestaron lo difícil de predecir el clima y lo inesta-
ble de las estaciones (CET, 1994).
En pocos días se presentaron los resultados, se validaron las conclusiones y se rea-
lizó un plan de trabajo anual. El diagnóstico mostró la necesidad de reforzar, en una
primera etapa, las prácticas que tienden a la soberanía alimentaria, el mejoramiento
de la calidad de vida por medio de tecnologías apropiadas e iniciar algún proceso de
organización comunitaria (CET, 1994).

Los huertos familiares y la soberanía alimentaria

Las primeras actividades se relacionaron con el mejoramiento de la alimentación, pro-


ducción de huertos hortícolas orgánicos, mejoramiento de los frutales, crianza de ani-
males menores, conservación de alimentos y tecnologías apropiadas. La idea fue cubrir
las necesidades básicas pero limitando la entrada de nueva tecnología, más bien resca-
tando los conocimientos locales y mezclándolos con algunas prácticas agroecológicas.
La tabla 1 detalla esta sinergia entre lo que las familias sabían y realizaban y algunos
aportes agroecológicos.
Además de los avances técnicos mencionados anteriormente se manejaban bancos
de pequeños fondos para implementación (invernaderos, hornos, cocinas, secadores,
etc.), bancos de frutales, banco de materiales (plástico de invernadero, tambores, ma-
dera para secador, etc.), banco de insumos para la conservación de alimentos (frascos
y azúcar) y un banco de semillas compusto de semillas locales aportadas por todos y
semillas recolectadas y compradas.

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Tabla 1. Comparación entre los conocimientos locales y los aportes agroecológicos en diferentes temáticas productivas.

Tema y objetivos Acciones Conocimientos y prácticas locales Aportes agroecológicos


Producción de hortalizas
Aumentar la cantidad, calidad,  Preparación de suelo.  Preparación suelo superficial.  Preparación de bancal profundo.
cosecha durante todo el año  Abonos orgánicos.  Uso de guanos frescos y abonos  Compostaje.
(en especial en invierno) y di-  Invernaderos. líquidos.  Evitar uso de agroquímicos.
versidad de hortalizas para con-  Almácigos.  Uso de productos químicos.  Uso de plásticos como túneles e
sumo familiar.  Desinfección de suelos y semillas.  Semillas locales. invernaderos.
 Riego.  Siembras en asociación o policul-  Nuevas recetas de biocidas.
 Planificación de siembras. tivos.  Identificación de insectos benéfi-
 Manejo de plagas y enfermeda-  Recetas locales de biocidas. cos.
des.
Producción de frutas
Aumentar la cantidad, calidad y  Podas.  Técnicas de propagación.  Nuevas técnicas de poda e injer-
diversidad de fruta para consu-  Fertilización.  Fertilización con guano. tos.
mo familiar.  Manejo de plagas y enfermeda-  Algunas recetas de preparados  Compostaje de guano.
des. biocidas.  Propagación de frutales.
 Compra y nuevas plantaciones.  Cosecha.  Nuevas recetas de biocidas.
 Identificación de Insectos benéfi-
cos.
Crianza de animales menores
Aumentar la disponibilidad de  Mejorar sistemas de reproduc-  Reproducción.  Infraestructura adecuada con ele-
proteína animal a bajo costo. ción.  Alimentación con recursos pre- mentos del predio.
Aves, cerdos y conejos.  Alimentación. diales.  Alimentación balanceada.
 Sanidad.  Remedios caseros.  Manejo sanitario básico.
 Infraestructura.  Razas criollas.  Cruce razas mejoradas y criollas.
 Razas apropiadas.

Continúa.

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6
Continuación de la tabla 1. Comparación entre los conocimientos locales y los aportes agroecológicos en diferentes temáticas productivas.

Tema y objetivos Acciones Conocimientos y prácticas locales Aportes agroecológicos

Apicultura

Producir miel en forma eficien-  Sistemas de crianza.  Crianza rústica.  Carpintería apícola.
te, segura y disminuyendo la  Manejo sanitario.  Sanidad.
mortandad de las abejas.  Manejo invernadas.  Manejo general.
 Técnicas de cosecha.  Técnicas de cosecha.
 Preparación de biocidas naturales.

Alimentación y conservación de alimentos

Mejorar la dieta familiar, uso  Dietas.  Dieta campesina.  Nuevas recetas.


más eficiente de los productos  Recetas nutricionales.  Recetas criollas.  Técnicas de conservación, higiene
agrícolas y aumentar la diver-  Diversidad.  Técnicas sencillas de conservación. y almacenamiento.
sidad y disponibilidad de los  Conservas, mermeladas, fruta al  Preparación de alimentos.  Diversificación de alimentos.
alimentos. jugo.

Tecnologías apropiadas

Mejorar condiciones de vida,  Hornos.  Herramientas básicas.  Uso de materiales del predio para
seguridad y aumentar la efi-  Secadores.  Alta capacidad de trabajo con la construcción.
ciencia del uso de recursos.  Cocinas de barro. madera y barro.  Técnicas de construcción y manejo.
 Bombas manuales.
La falta de agua consecuencia de la degradación
del suelo y la mayor ocurrencia de sequías

El secano interior es uno de los sectores más afectados y el problema se palpa en las
comunidades campesinas por la fuerte disminución de los rendimientos, la muerte de
los árboles frutales, los pastos y animales. Además, el deterioro del suelo, la desfores-
tación nativa y las extensas plantaciones forestales exóticas han afectado los niveles
de las napas freáticas. Las fuentes de agua profundas para el consumo familiar y riego
se agotan y los campesinos deben recorrer grandes distancias para su obtención. Este
problema también ha dificultado la recuperación del ecosistema para la agricultura y
la agroforestería.
La falta de agua durante los meses de verano y la baja capacidad de retención de
humedad de los suelos degradados, hace muy difícil la recuperación del ecosistema.
Durante los meses invernales el exceso de agua lluvia no sólo se pierde, sino que escu-
rre erosionando el suelo. La tabla 2 presenta la estrategia llevada a cabo en el programa
con campesinos del secano interior.

Tabla 2. Detalle de prácticas y manejos del agua llevados a cabo en el programa.

Manejo del agua.


Mejorar las condiciones del suelo
Disminuir la erosión
Cobertura de suelo, terrazas, curvas de nivel, de escurrimiento, zanjas de infiltración.
Agregar materia orgánica
Usar abono orgánico, reciclar los rastrojos, cultivar e incorporar abonos verdes.
Usar eficientemente el agua
Disminuir pérdidas por evaporación
 Usar mulch, sombreaderos, cubrir aguas almacenadas.
 Asociaciones de cultivos, policultivos, secuencias, huertas diversificadas.
 Cortinas cortavientos.
 Sistemas agroforestales.
Aumentar eficiencia
 Raíces en todo el perfil usando alta diversidad, zonificación.
 Cultivar variedades rápidas y resistentes a la sequía.
Usar sistemas de riego eficientes
 Localizado por goteo, en cintas.
 Sistemas artesanales, vasijas porosas, botellas desechables.
 Sistemas de conducción enterradas.
Cosechar agua
De la lluvia de vertientes y pozos
 En pozos cisternas con curvas de escurrimiento en minirepresas en cárcavas.
 Cosecha in situ con bordes en forma de V.

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Una buena alternativa es la acumulación de al menos una parte del agua excedente
de invierno para utilizarla en verano. Para ello es posible construir estanques acumula-
dores de agua donde la lluvia es almacenada para ser utilizada en verano. El bajo nivel
económico de las familias campesinas que viven a lo largo del secano interior y costero
hace necesario encontrar tecnologías sencillas y baratas para aprovechar los recursos
y condiciones locales. A continuación se describen dos sistemas de cosecha de aguas
lluvia creados y difundidos durante el programa (Infante & San Martin, 2004).

Sistema de acumulación de agua lluvia en pozos cisterna

El sistema de pozo cisterna es una alternativa que permite cosechar agua lluvia me-
diante el escurrimiento logrado en una curva con 1% de desnivel, o bien desde los
techos o de vertientes. Consiste en un pozo de 2,1 m de diámetro por 2,3 m de pro-
fundidad, que permite acumular 8,7 m³ de agua. El revestimiento es de madera con
polines impregnados de 3 a 4 pulgadas de diámetro, la pérdida de agua por infiltración
se minimiza recubriendo el fondo con dos mangas de polietileno de 0,15 mm de espe-
sor. Las pérdidas por evaporación se evitan con el uso de una capa de aislapol sobre
el agua. Además, una cubierta de madera evita que el polietileno se queme con la
exposición al sol.
Las formas de capturar el agua son diversas, destacando la conducción de agua
lluvia caída sobre los techos de las viviendas por canaletas hacia la cisterna de acumu-
lación o almacenamiento del agua que escurre en curvas con 1% de desnivel trazadas
en cerros o sectores con pendientes. El agua antes de ser almacenada pasa por un de-
sarenador y un filtro que evita la contaminación de la cisterna con materiales sólidos.

Sistema de acumulación de agua lluvia en minirepresas

La degradación de los suelos de secano se expresa en grandes cárcavas, en muchos ca-


sos sus formas y dimensiones hacen posible su utilización bajo la forma de minirepre-
sas para acumulación de aguas lluvia. Ésta técnica permite cosechar y almacenar agua
lluvia aprovechando las cárcavas provocadas por la erosión, y de esta forma disponer
de agua en verano. Por otra parte favorece la conservación de suelos mediante la dis-
minución del grado de erosión, ya que permite parar el torrente de agua que escurre
por estas cárcavas (Infante & San Martin, 2004).
Básicamente consiste en la construcción de un doble muro, con vertedero de made-
ra, en lugares angostos de la cabecera de una cárcava. El fondo se sella con polietileno
y se suavizan los taludes. En su construcción básicamente se utiliza madera de pino de
4 x 4”, tapas y polines impregnados. El plástico de preferencia es polietileno UV de 0,15
ó 0,20 mm de espesor.
En general estas minirepresas son capaces de acumular entre 80 y 150 m3 de agua.
Durante su implementación se debe considerar que resulta positivo que los campesi-
nos vean sistemas de cosecha de agua funcionando, de manera que les sea más fácil

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comprender lo que se va a hacer y para qué sirve. Es una tecnología muy eficiente para
ligarla con otra que en conjunto se enmarcan en un programa de manejo ecológico de
suelos. Es por esto que durante las actividades de extensión, no se deben considerar
estos sistemas en forma aislada. Es necesario recalcar a los agricultores que el volumen
de agua acumulada es relativamente baja por lo cual debe ser bien utilizada y en forma
eficiente. Esto significa introducir temas de riego tecnificado y de planificación muy
útiles para el desarrollo agrícola del productor. Es fácil de construir, lo que lo hace una
técnica altamente replicable, con posibilidad de utilizar recursos propios y es fácil de
manejar, no requiere especialización técnica, y su mantención es mínima (Infante &
San Martin, 2004).
Contribuye a procesos de activación ecológica por medio del crecimiento de árbo-
les, pastos o cultivos y va complementado con sistemas de conservación de suelo, ya
que se requiere la confección de curvas de escurrimiento. Además, favorece el control
de cárcavas. Dado que se construyen en partes altas de los cerros, el agua acumulada
posee una presión de bajada muy beneficiosa que hace posible regar con sistemas
eficientes como goteros, cintas, microaspersores, etc., sin requerir bombas impulsoras.
Dentro de las limitaciones técnicas se encuentra la fragilidad de algunos materiales,
como el polietileno y la madera, lo cual obliga a un extremo cuidado en la construcción,
la elección de materiales de alta calidad y permanente revisión (Infante & San Martin,
2004).

Se consolidan los sistemas productivos agroecológicos

Los éxitos obtenidos los primeros dos años fueron muchos: mayor soberanía alimen-
taria, mejor dieta familiar, alimentos variados y de calidad, producción todo el año,
mejoramiento de los recursos (suelo, agua, frutales, semillas, animales, etc.), dismi-
nución drástica del uso de pesticidas, trabajos más seguros y eficientes. También se
debe considerar el ahorro familiar tanto por la producción de autoconsumo como
por la menor compra de insumos externos. Se realizaron estudios de caso que mues-
tran que en promedio una familia podía producir al año en el entorno de la vivienda
en 1.000 m2: 63 kg fruta seca, 820 kg de hortalizas, 50 kg de miel, 56 kg de carne, 880
huevos, 350 kg de fruta fresca, 2,5 t de composta y 8 m3 de agua de lluvia cosechada.
Valorando estos productos se calculó un ingreso vía ahorro de $US1400 al año, es
decir $US110 mensuales (CET, 1994).
A continuación se presentan los resultados de otro estudio de caso realizado en
la comunidad del Pajal a la familia de la Sra. Rosa Cuevas. Ella lideró este proceso de
integración, trabajos agroecológicos en el pequeño entorno de la casa con un total de
600 m2, implementó muchas tecnologías y alta diversidad. Por su parte su marido Sr.
Miguel Romero explotaba un sector de lomaje en mediería de 4,5 ha. Se realizó un
exhaustivo seguimiento durante 1 año a cada sistema y se compararon sus resultados
(tabla 3) (Infante & Moya, 1995).
Es impresionante cómo una pequeña superficie bien diseñada, manejada con prin-
cipios agroecológicos y reforzando los conocimientos campesinos locales puede pro-

9
Tabla 3. Comparación de dos sistemas de producción.

Huerto ecológico Lomaje cultivado por el hombre


cultivado por la mujer (lentejas, trigo, praderas)
Área, m2. 600 45.000
Producción, kg. 3.000 5.200
Alimento disponible, kg. 3.000 2.600
Entradas, $US. 2.130 1.230
Proporción de entradas, %. 64 36
Mano de obra utilizada h. 30 70
Valor hora $ mano de obra. 0,8 0,3
Cobertura de nutrientes,
60 30
% calorías.
Cobertura, % vitaminas,
100 100
proteínas, minerales.

ducir una sorprendente cantidad de alimento, a diferencia del sistema de lomaje que
produce poco por su alta degradación; sólo una cosecha al año, con gran sacrificio, le-
jos del hogar y la producción debe dividirse con el dueño del terreno. Al poco tiempo el
Sr. Romero se integró a los trabajos de su mujer y decidieron formar una microempresa
de productos hortícolas orgánicos, la cual funciona hasta hoy.
El proceso descrito anteriormente fue bastante común, en diferentes grados de im-
plementación, pero en total un 75% de las familias participó. Las lecciones logradas por
el equipo técnico y los agentes del estado participantes fueron las múltiples ventajas
de la producción intensiva en una pequeña superficie y sustitución de las lomas ero-
sionadas por sistemas más estables como praderas, plantaciones forestales, sistemas
silvopastorales y agroforestería.
La transformación fue evidente, lo que en un principio era una diversidad media,
poco funcional, muy estacionaria y en suelos agotados, con los años pasó a una altísi-
ma producción debida a la alta agrodiversidad manejada por la mayoría de las mujeres
participantes, los manejos ecológicos de suelo y plagas, y el diseño adecuado de los es-
pacios. Muchos predios pequeños dentro de los límites impuestos por las condiciones
climáticas, suelo, y culturales, el predio podía producir: cereales (trigo, cebada, avena,
maíz); tubérculos y raíces (papa, camote, betarragas, zanahorias, etc.); leguminosas
(arveja, haba, poroto, soya, lenteja, chícharo, garbanzo, maní); frutales de preferencia
especies más rústicas y menos exigentes en insumos y prácticas agronómicas (cerezos,
duraznos, níspero, palta, mora, membrillo, cítricos, caqui, frambuesa, higo, etc.); hor-
talizas diversificadas (lechuga, tomate, acelga, repollos, espinacas, rabanitos, cebollas,
zanahorias y muchas variedades); huevos, leche, queso, carne (inclusive de conejos
y peces); miel, jalea real, propóleos; fruta seca, mermeladas, fruta al jugo; bebidas
(hierbas medicinales, hierba mate, vino, chicha); condimentos; aromáticos y plantas
medicinales; flores, quinua y amaranto.

10
La proyección del huerto a la totalidad del predio

El trabajo con las familias campesinas, en especial con la participación de las mujeres,
se inició con pequeños huertos orgánicos. Con los años la propuesta agroecológica fue
abarcando todo el predio y en la comunidad implementaron una propuesta de desarro-
llo con fuerte énfasis en la producción de alimentación y tecnologías apropiadas para
mejorar la calidad de vida y a la vez preservar y recuperar los escasos recursos natura-
les. El siguiente constituye un resumen del conjunto de implementaciones realizadas
por las familias campesinas de esta comuna.

 Diseño predial (forestación, producción frutal, huerto hortícola, producción animal


mejorada, sistemas silvopastorales).
 Manejo técnico de cultivo como policultivos, asociaciones, rotación de cultivos.
 Producción bajo plástico en invierno (invernadero).
 Técnicas de mejoramiento de la calidad del suelo como prácticas de conservación
de suelo, curva de nivel, zanjas de infiltración, terrazas de formación lenta.
 Reciclaje de la matera orgánica (rastrojo, guano).
 Fertilización orgánica con humus y compost.
 Manejo ecológico de plagas y enfermedades.
 Mejoramiento de producción de animales menores y mayores.

Se integra en el predio la apicultura como otra fuente importante de ingresos. Y final-


mente, se fomenta el uso de tecnología para la transformación y la conservación de
frutas y para el uso eficiente de los recursos prediales.
Todos estos sistemas productivos conforman un conjunto de funcionamiento inte-
gral y armónico representado en la figura 1 (Museau, 2007).
Pero sobre todos los avances técnicos y ambientales, los avances psicosociales
también fueron muy valorados: mejor autoestima, mejor posicionamiento de la mu-
jer frente a su familia (en un comienzo los maridos les prohibían ir a las reuniones,
tiempo después sólo avisaban), más organización, más confianza entre ellas, compre-
sión del potencial de su trabajo, capacidad de expresión, acciones solidarias, entre
otros avances.

Promoción agroecológica
"de campesina a campesina"

Además se ha consolidado la organización de las familias y han emergido líderes y


monitores, lo que permitió construir un escenario de interesantes perspectivas. Lo
logrado fue transformándose en espacios de aprendizajes para otras comunidades.
La familia recibió múltiples visitas de otros grupos campesinos. Su forma de testi-
moniar lo realizado, desde su lenguaje, desde su experiencia, desde su conocimien-
to antiguo y el recién adquirido, fue una luz que abrió la posibilidad de incorporar
una metodología que se estaba dando en algunos países centroamericanos. Fue así

11
12
Cosecha de aguas lluvia

Productos La familia Productos animales


frescos en toda época  Toma de decisión todo el año (50% - 90%).
del año (40% - 75%).  Mano de obra

Producción
de leña y madera. Transporte
fuerza de trabajo.

Subsistema agrícola
 Cultivos en rotación (trigo, lentejas,
avena, garbanzos, papas, etc.). Subsistema forestal Subsistema pecuario
Insumos externos
 Cultivos bajo invernadero.  Conservación  Ovejas (15 - 30). Insumo
 Combustible.
 Frutales (menbrillo, duraznos, viñas, de suelo.  Chancho (3 - 10). externo
 Salitre.
cerezas, etc.).  Forestación en  Abeja 20 - 38 colmenas.  Alimento
 Guano.
 Manejo eficiente del suelo y agua. sectores degradados.  Lombricultura. (fardos).
 Semillas.
 Manejo integrado plagas enfermedad. Agosforestal y  Caballo (1 - 2).  Cereales.
 Plástico.
 Incorporación de matera orgánica. silvopastoral  Bueyes (1 - 2).
 Transformación (secado, hornos, y
conservas).

Matera orgánica para el suelo


Productos vegetales para mercado, frutales y cultivos. Animales
cada domingo y muestra campesina. Compost. Humus, rastrojos, abono vivos y huevos.
verde, biofertilizantes líquidos.

Venta de productos vegetales. Venta de animales y productos animales.

Figura 1. Esquema general del funcionamiento de un predio agroecológico de la comuna de Yumbel.


como una versión chilena “de campesino a campesino” se fue incorporando como
una forma de transferir los conocimientos a los nuevos grupos. Un grupo de mujeres
y hombres, elegidas por ellas mismas, se convirtieron en promotoras de soberanía
alimentaría, se especializaron en huertos orgánicos, apicultura, construcción de tec-
nologías apropiadas, enfermeros de ganado, técnicas de alimentación y conservación
de alimentos. Durante varios años recibieron en sus predios a los grupos, salieron
con los equipos técnicos a sesiones de formación a otras comunidades y trabajaron
en forma independiente asesorando familias. Nunca descuidaron sus sistemas pro-
ductivos y se cuidó de no sobrecargarlas con trabajo y responsabilidades (Infante &
San Martin, 2003).
Como veremos más adelante, todos estos logros generaron un interesante proceso
de avance desde el mejoramiento del autoconsumo hacia la venta de excedentes y
formación de microempresas.

Del autoconsumo a la venta de excedentes


y la creación de mercados locales

A los 3 ó 4 años del programa, las familias y en especial las mujeres producían más
alimentos, con calidad, con técnicas agroecológicas, con mucho conocimiento pro-
pio y en forma muy independiente. La producción comenzó a superar el consumo
familiar y se regalaba el excedente, aunque era una acción solidaria, fue puesto en
discusión. Fue así como nació la idea de comercializar. Algunas ya habían empezado
a vender algo, a sus vecinos o por encargos de parientes del pueblo, actividad que
ellas llamaban “callejear la hortaliza”. En un principio la venta fue sacrificada, lenta
y esporádica. Se decidió entonces abordar la venta de diferentes formas. Una fue
vender en la feria dominical, donde se logró disponer de espacios para sus produc-
tos, la otra fue establecer puestos de venta en carreteras y puntos de afluencia de
público, finalmente también se optó por crear una feria campesina, donde en 5 días
las participantes muestran y venden sus productos ecológicos a clientes de toda la
región (Infante, 2000).

Una organización cooperativa

Con la llegada de las ventas, la producción, los clientes y posibles proyectos se discutió
sobre la posibilidad de organizarse formalmente. Se realizaron reuniones de discusión,
asesoría de expertos en materia legal y finalmente los grupos decidieron formar una
cooperativa que nombraron “El Pajal”. Los hombres fueron los más entusiasmados y las
mujeres miraban con recelo. La idea se basó en que la cooperativa es el principal instru-
mento de las agricultoras(res) para participar en el valor añadido de sus productos en
base a principios de solidaridad, democracia, igualdad y vocación social que mueven el
movimiento cooperativo (Fernández, 2002).

13
La consolidación de microempresas campesinas

Hoy las mujeres siguen con sus pequeñas microempresas, con sus clientes, con sus
ferias, con sus predios y sus familias. Con el tiempo las familias han ido consolidando
sus negocios. Han perfeccionado sus productos, con calidad, con una diversidad atra-
yente, con envases y etiquetas adecuadas, manteniendo los sabores campesinos libres
de contaminantes. Han logrado un nivel de gestión alto, con responsabilidad con sus
clientes, entregas en volúmenes y fechas acordadas, y muy conocedoras de sus gustos
y preferencias. Participan de muchas ferias y tienen un sinnúmero de clientes de di-
versos lugares y características. Saben acercarse a instituciones de apoyo y a exigir sus
derechos, logran obtener financiamiento para nuevos proyectos. Siguen viviendo en
sus predios junto a sus vecinos, produciendo en sus predios y participando de todas las
actividades de la comunidad (CET, 1994).
Muchas mujeres mayores decidieron quedarse más en sus predios, con sus huertas,
sus animales, apoyando a sus vecinas. La mayoría de ellas ahora supera los 65 años,
sus hijos han emigrado a la ciudad, sus maridos son de edad avanzada o son viudas.
Viven tranquilas y atesoran gratos recuerdos de los años participando en los grupos de
huerta. Entre estas mujeres muchas son las cuidadoras de semillas.

Las cuidadoras de semillas

Hagamos una breve recopilación de la historia, actividades y logros de las cuidadoras


de semilla. Este quehacer de intercambio se potenció mediante eventos que reunieron
a personas para intercambiar con más frecuencia semillas en un encuentro de dedica-
ción exclusiva. De esta forma, se visualiza el rol de la “cuidadora de semilla”. Ellas han
mostrado un camino sencillo y eficaz para rescatar y preservar el material genético
que existe en los campos. Esto se ha realizado con la participación de las cuidadoras
en encuentros de intercambio y el posterior cultivo de las semillas recolectadas en sus
predios (Infante, 2006).

El proceso desde una mirada más global

Es posible esquematizar la estrategia seguida durante estos años por los grupos cam-
pesinos y las instituciones de apoyo. No ha sido una estrategia preconcebida ni di-
señada con anterioridad, ha sido construida en el camino y ha ido sufriendo aportes
con el pasar de los tiempos. Hoy es posible describir cómo las familias campesinas y
mujeres microempresarias con su trabajo ejercen presiones traducidas en demandas a
los gobiernos regionales, a los municipios e inclusive a las instituciones de capacitación
para que designen recursos y presten servicios. Con ello, las familias van invirtiendo
en mejoras, fortaleciendo sus redes y organizaciones y sus sistemas productivos. Todo
ello poco a poco va creando los escenarios que facilitan los procesos, los caminos hacia

14
un desarrollo más sustentable desde el ámbito local. La figura 2 muestra un esquema
general de este proceso (adaptado de Yurgevic, 1998).
Se ha descrito un proceso emprendido por un grupo de familias campesinas, que
han permitido mejorar su calidad de vida, generar nuevos ingresos y organizarse,
todo ello en base a mejorar sus recursos naturales. Pero hoy, después de 10 años
de esta experiencia cabe preguntarse ¿Se ha tornado más sustentable la agricultu-
ra desarrollada por las familias campesinas participantes? y ¿cómo medir esa dife-
rencia? Se necesitan respuestas concluyentes para replicar, difundir y profundizar
estos programas. Para buscar la respuesta se realizó una investigación basada en la
metodología MESMI (Peterson, 2002). Para ello se definieron cinco atributos de sus-
tentabilidad y se buscaron los indicadores más apropiados a las condiciones agroeco-

Gobierno local

Gobierno Regula e incentiva


Sugieren criterios
de políticas
Stocks de
Capital
Invierten

Concertación Mujeres Fuentes de Escenarios


Objetivo
de agentes campesinas y Fortalecen bienestar no de desarrollo
estratégico
y actores microempresarias económicas local

Fomento

Demandan
Facilitan la asignación Asignan recursos
de recursos

Municipalidad
Instituciones
de capacitación

 Soberanía alimentaria  Organizaciones


 Producción sustentable  Orden territorial
 Mayores ingresos  Escuelas granjas ecológicas
 Diversificación  Mercado solidario
 Medio ambiente sano  Alta afluencia de turistas
 Educación agroecológica  Identidad rural y ecológica
 Feria campesina  Cultura ambiental
 Subsidios a agricultores  Respeto y promoción. Actividades de la mujer

Figura 2. Esquema del proceso de desarrollo rural llevado a cabo en Yumbel.

15
lógicas y socioculturales de la comuna. Como muestra se seleccionaron 15 familias
no influenciadas por el programa y 35 familias que sí participaron. Finalmente se
definieron 19 indicadores y una vez aplicada la investigación se concluyó que clara-
mente las familias que participaron del programa han avanzado en la sustentabilidad
de sus explotaciones. Los resultados de todos los indicadores evaluados se aprecian
en la figura 3 (Museau, 2007).
La aplicación de la propuesta agroecológica ha permitido obtener importantes
cambios. Los avances se manifiestan a escala agromedioambiental principalmente
en la productividad y protección del suelo contra la erosión hídrica. Esto ha permi-
tido una significativa reducción de la degradación del suelo, consiguiendo un au-
mento en el valor del capital natural. Esta propuesta agroecológica ha permitido a
las explotaciones estudiadas ser más eficaces en el cumplimiento de su función de
soberanía y garantizar una dieta alimentaria de forma más equilibrada y una mayor
independencia.
La agroecología y las prácticas asociadas a ella muestran, en esta experiencia, que
es posible lograr el objetivo de dar estabilidad y sostenibilidad al sistema agrario y me-
jorar así las condiciones de vida y económicas de las familias participantes.

Eficacia en relación al potencial de rendimiento (%)


Existencia de organizaciones funcionales 100
Índice de diversidad (Shannon)
Nivel de adopción (%) Cobertura de suelo (%)

Demanda de mano de obra familiar 50 Suelo conservado


(ton/ha/año)

Coeficiencia de autosuficiencia Índice de materia


alimentaria (%) orgánica (%)
0
Coeficiente de dependencia Estabilidad
entradas exteriores (%) estructural (%)

Número de especies de Biomasa microbiana


importancia económica (ug/gr suelo)

Renta de bienes raíces (U$/ha/año) Densidad de lombrices


(unidad/m2)
Productividad del trabajo familiar (U$/JH) Renta (U$/año)
Razón costo/beneficio

Sistema agroecológico Sistema tradicional

Figura 3. Comparación gráfica de los indicadores evaluados


en los sistemas agroecológico y tradicional.

16
Referencias bibliográficas

 Altieri M. Vertientes del pensamiento agroecológico: Fundamentos y aplicaciones.


Medellín: Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA); 2009.
 CET. Programa cofinanciado INDAP en Agroecología en la comuna de Yumbel (docu-
mento interno). Yumbel: Centro de Educación y Tecnología (CET); 1994.
 Fernández I. Las mujeres rurales y la contribución al desarrollo del medio rural. Jor-
nada sobre políticas de relevo generacional e incorporación de la mujer al mundo
rural. Jornada sobre políticas de relevo generacional e incorporación de la mujer al
mundo rural, Madrid; 2002.
 INDAP. Propuesta de desarrollo agrícola para el área Yumbel. Santiago: Instituto de
Desarrollo Agropecuario (INDAP); 1995.
 Infante A. La muestra campesina de Yumbel: un evento rural innovador Revista
Agroecología y Desarrollo Nº13; 2000.
 Infante A. Cuidadoras de la biodiversidad: Cuidadoras de semillas y encuentros de
intercambio. Tesis de Magíster Universidad Católica de Temuco, Chile; 2006.
 Infante A, Moya R. Estudio de producción familiar en comunidad de El pajal. doc.
no impreso. CET; 1995.
 Infante A, San Martín K. Programa Formación de Monitores Agroecológicos. Libro
no impreso; 2003. p. 125
 Infante A, San Martín K. Manual de agroecología. Yumbel: Centro de Educación y
Tecnología (CET); 2004.
 Museau H. Evaluación de la sustentabilidad de un sistema de producción agroeco-
lógico difundido por CET en la comuna de Yumbel, Chile. Tesis para optar a Master
Universidad de Rennes, Francia; 2007.
 Peterson P. Evaluando la sustentabilidad: estudio de caso sobre impactos de inno-
vaciones agroecológicas en la agricultura familiar de diferentes países latinoameri-
canos. Revista LEISA 2002; 19:64-67.
 Yurgevic A. Enfoque y estrategia del desarrollo rural humano y agroecológico. Re-
vista Agroecología y Desarrollo 1998; 13:6-10.

17
Enfoques agroecológicos para incrementar la resiliencia
de los sistemas agrícolas al cambio climático
Clara Inés Nicholls

Introducción
La estrategia de la revolución verde funcionó bien en áreas dotadas de un clima estable
y energía barata. El modelo se expandió en el 90% de las 1,500 millones de hectá-
reas
de tierra arable, donde fueron transformadas en sistemas agrícolas especializados
y dependientes de insumos a gran escala. Al entrar en la segunda década del siglo XXI,
este modelo agrícola industrial se torno inviable, ya que los fertilizantes, plaguicidas,
equipo agrícola y combustibles fósiles, que son el corazón de la agricultura industrial,
se están agotando y son cada vez más caros. El debate hoy día, es que el clima se va
volviendo cada vez más extremo, mientras que estos sistemas agrícolas intensivos se
vuelven menos resistentes y más vulnerables.
Poco se ha hecho para incrementar la adaptabilidad de la agricultura industrial a los
eventos climáticos cambiantes y extremos (Rosenzweig y Hillel, 2008). La búsqueda de
posibles adaptaciones agrícolas al cambio climático se ha centrado en “balas mágicas”
como la modificación genética para crear “smart climate genes” – “genes inteligentes”
con la que se espera que los cultivos puedan producir bajo condiciones estresantes y con
el desarrollo de modelos de predicción del clima. Las estadísticas oficiales predicen que los
agricultores mas pobres en los países en vías de desarrollo, son especialmente vulnerables
a los impactos del cambio climático debido a su exposición geográfica, bajos ingresos, ma-
yor dependencia en la agricultura para su sobrevivencia y su limitada capacidad de buscar
otras alternativas de vida. Para estos grupos vulnerables, pequeños cambios en el clima
pueden tener impactos desastrosos ya que solo la reducción de media a una tonelada de
producción puede significar la diferencia entre vida y muerte (Rosenzweig y Hillel, 2008).
Casi no se ha realizado ningún trabajo en el diseño de las prácticas para mejorar
la resiliencia de los monocultivos modernos a eventos climáticos extremos (Holt-Gi-
menez, 2002). Existe abundante evidencia de que los diseños y prácticas agroecoló-
gicas contribuyen enormemente. De hecho, muchos estudios realizados en el mundo
en desarrollo, revelan que los pequeños agricultores que utilizan practicas agroecoló-
gicas han podido afrontar e incluso preparar para el cambio climático, minimizando
las pérdidas de sus cosechas, a través de una serie de prácticas tales como el uso de
variedades tolerantes a sequía, cosecha de agua, diversidad de cultivos, agroforestería,
prácticas de conservación de suelo y una serie de otras técnicas tradicionales (Altieri
y Koohafkan, 2008). Los resultados de diversas investigaciones sugieren que muchas
prácticas agroecológicas (tabla 1) producen una mayor resistencia a los eventos climá-
ticos al traducirse en menor vulnerabilidad y mayor sostenibilidad a largo plazo.

Coordinadora de la Red Iberoamericana de agroecología para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio
climático REDAGRES.

18
Tabla 1. Ejemplos de prácticas agroecológicas (diversificación y manejo del suelo) conocidas por su
efecto en la dinámica del suelo y el agua pero que a su vez mejora la resiliencia del agroecosistema

Incremento
> Reducción de Reducción > uso > redes
de la material Ciclaje de Reducción Reducción de > retención > Regulación > Regulación
cobertura la compactación de la erosión eficiente tróficas de
orgánica del Nutrientes ET escorrentía de humedad infiltración microclimatica hidrológica
de suelo de suelos de suelos del agua micorrizas
suelo
Diversificación
Cultivos
      
intercalados
Agroforestería           
Sistema
silvopastoral             
Intensivo
Rotación
       
de cultivos
Mezcla de
variedades  
locales
Manejo del suelo
Cultivos de
         
cobertura
Abonos verdes           
Mulching
Aplicaciones
  
de Compost
Agricultura de
labranza cero       
(orgánica)
Conservación de suelos
Curvas a nivel     
Barreras vivas     
Terrazas    
Pequeñas
represas entre    
las cárcavas

19
Basado en esta evidencia, diversos expertos han sugerido que el rescate de los sis-
temas tradicionales de manejo, en combinación con el uso de estrategias agroecológi-
cas, puede representar la única ruta viable y sólida para incrementar la productividad,
la sostenibilidad y la resiliencia de la producción agrícola (Altieri, 2002, De Schutter,
2010). En este artículo se explora una serie de maneras en que pueden implementarse
estas estrategias agroecológicas para el diseño y el manejo de los agroecosistemas,
permitiendo a los agricultores adoptar una estrategia que aumenta la resisliencia y
además proporciona beneficios económicos. Además en este articulo también se des-
cribe brevemente la estrategia implementada por la Red Iberoamericana de agroecolo-
gía para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático (REDAGRES)
para identificar los agroecosistemas que han soportado eventos climáticos en la última
década, con el fin de comprender las características agroecológicas que les permitieron
resistir y/o recuperarse de las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes.

Desempeño de los agroecosistemas biodiversos


bajo eventos climáticos extremos

Observaciones del desempeño de los sistemas agrícolas después de eventos climáticos


extremos, han revelado que la resiliencia a desastres climáticos está estrechamente
vinculada al nivel de biodiversidad en la finca (tabla 2). Una estudio realizado en laderas
de América Central después de huracán Mitch en 1998, reveló que los agricultores que
utilizaban prácticas de diversificación como cultivos de cobertura, sistemas intercala-
dos y sistemas agroforestales, sufrieron menos daño que sus vecinos con monocultivos
convencionales. Este estudio liderado por el Movimiento Campesino a Campesino, mo-
vilizó 100 equipos de agricultor-técnico para llevar a cabo observaciones paralelas de
indicadores agroecológicos específicos en 1.804 fincas “sostenibles” y “convenciona-

Tabla 1. Diversidad y resiliencia.

Resiliencia se define como la capacidad de un sistema para mantener su estructura


organizacional y su productividad tras una perturbación. La resiliencia tiene dos dimensiones:
resistencia a los shocks (eventos extremos) y la recuperación. Un agroecosistema es
"resiliente" si es capaz de producir alimentos, a pesar del gran desafío de una severa
sequía o una tormenta. En los sistemas agrícolas, la biodiversidad de cultivos proporciona
el vínculo entre el estrés y la resiliencia. Cuando se producen cambios ambientales, la
redundancia construida por varias especies, permiten al ecosistema continuar funcionado
y proporcionando los servicios ecosistémicos. Así, la biodiversidad proporciona un
"seguro" o sirve como un “amortiguador” frente a fluctuaciones ambientales, debido
a que la diversidad de cultivos, árboles y animales responden de manera diferente a las
fluctuaciones, alcanzando una comunidad más predecible o fomentando las propiedades
del ecosistema. Los arreglos agroecológicos espaciales y temporales de la biodiversidad
incrementan la diversidad funcional y la resiliencia de los sistemas con sensibilidad a las
fluctuaciones temporales en el clima (Lin et al., 2008).

20
les”. El estudio abarcó 360 comunidades y 24 departamentos en Nicaragua, Honduras
y Guatemala. El estudio reveló que después del huracán, las parcelas diversificadas
(“sostenibles”) tenían un 20-40% mas de capa arable de suelo, mayor humedad en el
suelo, menos erosión y experimentaron menores pérdidas económicas que sus vecinos
“convencionales” (Holt-Giménez, 2002).
Asimismo, en Sotonusco, Chiapas, sistemas de café con altos niveles de complejidad
y diversidad vegetacional sufrieron menos daños por el huracán Stan que los sistemas
de café más simplificados (Philpott et al., 2009). En el caso del café, los sistemas con
más sombra mostraron mayor protección a los cultivos, cuando se presentaba menor
precipitación y había una menor disponibilidad de agua en el suelo, ya que la cubierta
forestal arbórea, era capaz de reducir la evaporación del suelo y aumentar la infiltra-
ción del agua (Lin, 2007). Cuarenta días después de que el huracán Ike azotó a Cuba
en 2008, varios investigadores realizaron una encuesta en las fincas en las provincias
de Holguín y Las Tunas y encontraron que las fincas diversificadas exhibieron pérdidas
de 50% comparadas con el 90 o el 100% en las fincas vecinas con monocultivos. Igual-
mente, explotaciones manejadas agroecológicamente, mostraron una recuperación
más rápida de producción (80-90%) 40 días después del huracán, que las fincas bajo
monocultivos (Rosset et al., 2011).

Resiliencia de sistemas agrícolas diversificados

Los sistemas agrícolas diversificados como sistemas agroforestales, sistemas silvo-


pastoriles y policultivos, son una variedad de ejemplos de cómo los agroecosistemas
complejos son capaces de adaptarse y resistir los efectos del cambio climático. Los
sistemas agroforestales tienen una alta complejidad estructural, que han demostra-
do servir como amortiguador (búfer) frente a grandes fluctuaciones de temperatura,
manteniendo así el cultivo principal más cerca a sus condiciones óptimas (Morais et al.,
2006; Lin, 2007). Los cultivos intercalados permiten a los agricultores producir simultá-
neamente varios cultivos y minimizar el riesgo (Francis, 1986). Además, los policultivos
exhiben una mayor estabilidad en los rendimientos y menor disminución de produc-
tividad en condiciones de sequía, a diferencia de los monocultivos. Un estudio de los
efectos de las sequias sobre los policultivos demostró que los cultivos intercalados son
muy exitosos. Natarajan y Willey (1986) evaluaron el efecto de los policultivos de sorgo
y maní, mijo y maní y sorgo y mijo al manipular el estrés hídrico, y encontraron que los
rendimientos fueron mayores en los policultivos que en los monocultivos. Todos los po-
licultivos rindieron mas sistemáticamente en cinco niveles de disponibilidad de hume-
dad, que van desde 297 a 584 mm de agua aplicada durante la temporada de cultivo.
Lo mas interesante es que la tasa de mayor rendimiento aumentó con el estrés hídrico,
por lo que las diferencias relativas en productividad entre monocultivos y policultivos,
fueron más acentuadas cuando el estrés se incrementó.
Otro ejemplo lo brindan los sistemas silvopastorales intensivos (SSI) que combinan
arbustos forrajeros sembrados en grandes densidades, árboles, palmeras y pastizales
mejorados. La alta carga animal y la buena producción de leche y carne en estos sistemas

21
se logran a través del pastoreo rotativo con cercas eléctricas y un suministro permanente
de agua para el ganado. En la finca “El Hatico” en el Valle del Cauca, Colombia, un SSI de
cinco estratos, compuesto de un estrato bajo de pastos y arbustos de leucaena, un estra-
to mediano con árboles tamaño medio y un dosel de árboles de gran tamaño, hizo posi-
ble que se incrementara a lo largo de los últimos 18 años el nivel de carga animal para la
producción de leche a 4.3 vacas/ha y un incremento de la producción de leche de 130%,
además de eliminar completamente el uso de fertilizantes químicos. Si bien el 2009 fue el
año más seco registrado en los últimos 40 años en El Hatico, alcanzando una reducción de
44% en comparación con el promedio histórico de precipitaciones, y los agricultores vie-
ron una reducción del 25% en la biomasa de pastos, la producción de forrajes del SSI se
mantuvo constante durante todo el año y permitió neutralizar los efectos negativos de la
sequía en todo el sistema. Como respuesta a las condiciones climáticas extremas, la finca
tuvo que ajustar sus niveles de carga animal y aumentar la suplementación con energía. A
pesar de ello, la producción de leche de la finca para el año 2009, fue la más alta registra-
da, con un sorpresivo incremento de 10% en comparación a los cuatro años anteriores.
Mientras tanto, los ganaderos en otras partes del país reportaron una pérdida de peso
severa en los animales y altas tasas de mortalidad debido al hambre y sed. El desempeño
productivo de la finca “El Hatico” durante el período excepcionalmente seco y caliente
del Niño, ilustra el enorme potencial de SSI como una estrategia de intensificación soste-
nible para la adaptación al cambio climático y mitigación (Murgueitio et al., 2011).
Los beneficios combinados de la regulación del agua, las condiciones micro climáticas
favorables, la biodiversidad y las reservas de carbono descritas en los sistemas agrícolas
diversificados descritos anteriormente, no solo proporcionan bienes y servicios ambien-
tales para los productores, sino también una mayor resiliencia al cambio climático.

Manejo de suelos y resiliencia

Incremento de la materia orgánica en los suelos


La adición de grandes cantidades de materia orgánica de forma regular basada en
estiércol animal, compost, hojarasca, cultivos de cobertura, rotación de cultivos que
aportan grandes cantidades de residuos, etc., es una estrategia clave utilizada por mu-
chos agricultores para mejorar la calidad del suelo. El manejo de la materia orgánica
esta en el centro de todos los esfuerzos por crear tierras saludables con buena activi-
dad biológica y buenas características físicas y químicas. Para garantizar la resiliencia de
los sistemas agrícolas, la materia orgánica juega un papel supremamente importante,
ya que mejora la capacidad de retención de agua del suelo, haciéndolo mas resisten-
te a las sequías, mejorando su capacidad de infiltración y evitando que sus partículas
sean transportadas con el agua durante lluvias intensas. La materia orgánica también
mejora la agregación de suelo superficial, sujetando firmemente las partículas durante
lluvias o tormentas o vientos fuertes. Los agregados del suelo estables, resisten el mo-
vimiento por viento o agua (Magdoff y Weil, 2004).
Simultáneamente, los suelos ricos en materia orgánica generalmente contienen por
lo general hongos micorriticos simbióticos, micorrizas arbusculares (MA), por ejemplo,

22
que son un componente clave de las poblaciones microbianas que influyen sobre el
crecimiento de las plantas y la productividad del suelo. Los hongos micorriticos son im-
portantes porque mejoran las interacciones planta-agua, aumentando así la resistencia
a la sequía (Garg y Chandel, 2010). La capacidad de asociaciones específicas de estos
hongos y las plantas para tolerar la sequía son de gran interés en áreas afectadas por
deficiencias de agua. Se ha reportando que estas asociaciones con micorrizas, pueden
aumentar la absorción de nutrientes por las plantas y además permitir un uso más efi-
ciente del agua, al aumentar la conductividad hidráulica de la raíz.
La productividad de cultivos bajo condiciones de sequía en gran medida está limi-
tada por la disponibilidad de agua del suelo. El contenido de materia orgánica (% MO)
es un índice confiable de productividad de los cultivos en las regiones semiáridas, ya
que la materia orgánica potencia el crecimiento de los cultivos al mejorar la estructu-
ra del suelo y su capacidad para almacenar y transmitir aire y agua, estrategia clave
para la resistencia a la sequía. En un estudio realizado en la región semiárida de la
Pampa Argentina, se encontró que los rendimientos de trigo estaban relacionados
con retención de agua del suelo y el contenido de carbono orgánico total en la capa
superficial (0-20 cm) durante años de baja disponibilidad de humedad. Los rendi-
mientos de trigo obtenidos bajo condiciones de suelos con baja retención de agua
y un contenido de carbono total bajo, en condiciones de déficit hídrico, se explican
por el efecto positivo de estos componentes del suelo sobre el agua disponible de
la planta. Pérdidas de 1 mg materia orgánica/ha estaban asociadas con una dismi-
nución en el rendimiento de trigo de aproximadamente 40 kg/ha. Estos resultados
demuestran la importancia de utilizar prácticas culturales que mejoren el contenido
de materia orgánica del suelo y minimicen así las pérdidas de carbono orgánico en
ambientes semiáridos (Díaz Zorita et al., 1999).
Investigadores en Estados Unidos han encontrado en estudios comparativos de
agricultura orgánica y convencional desde 1981 en Pensilvania, que los rendimientos
de sistemas orgánicos de maíz eran 31% superiores que los encontrados en sistemas
convencionales en años de sequía (figura 1). Estos rendimientos durante épocas se-
cas eran notables, cuando se compararon con variedades genéticamente modificadas
como “tolerantes a sequia” en las que se observaron aumentos de sólo el 6,7% a 13,3%
sobre las variedades convencionales (Rodale Institute, 2012).

Manejo de la cobertura del suelo

La protección del suelo contra la erosión también es una estrategia fundamental para
aumentar la resiliencia de los agroecosistemas. Los mantillos o mulching de cultivo
de cobertura y abonos verdes ofrecen muchas ventajas. Los mantillos de rastrojo ha-
cen mas lento el proceso de secado del suelo al proteger la superficie con residuos. El
mantillo reduce la velocidad del viento en hasta un 99%, por lo tanto, las pérdidas por
evaporación se reducen de manera significativa. Además, los cultivos de cobertura y los
residuos de malezas pueden mejorar la penetración de agua y reducir las pérdidas por
escorrentía de dos a seis veces.

23
150

Rendimiento en bushels por acre


120

90

134
60
102
30

0
Orgánico Convencional

Figura 1. Rendimiento de maíz en sistemas orgánico vs. convencional en año


seco en Pensilvania, USA (Rodale Institute, 2012 - 1 tonelada = 35.7 Bushels)

Alrededor de Centroamérica, CIDDICO, Vecinos Mundiales y otras organizaciones


no gubernamentales (ONG) han promovido el uso de leguminosas como abonos ver-
des, una fuente barata de fertilizante orgánico y una manera de acumular materia orgá-
nica. Cientos de agricultores de la costa norte de Honduras están usando el frijol tercio-
pelo (Mucuna pruriens) con excelentes resultados, incluyendo rendimientos de maíz de
alrededor 3.000 kg/ha, más del doble del promedio nacional. Los frijoles producen mas
de 30 toneladas/ha de biomasa anualmente o cerca de 90 a 100 Kg de nitrógeno/ha
por año. El sistema disminuye el estrés por falta de agua, porque una capa de mantillo
dejada por la Mucuna contribuye a conservar agua en el perfil del suelo, logrando que
los nutrientes estén fácilmente disponibles en aquellos períodos en los cultivos mas lo
absorben (Flores, 1989).
Tomando ventaja del “Movimiento Campesino a Campesino” en Nicaragua y otros lu-
gares de Centroamérica, esta tecnología se ha propagado rápidamente. En sólo un año,
más de 1.000 campesinos han recuperado tierras degradadas en la cuenca del Río San
Juan en Nicaragua (Holt-Giménez, 1996). En Cantarranas, Honduras, hubo una adopción
masiva de Mucuna pruriens y los rendimientos de maíz se triplicaron alcanzando 2500
kg/ha mientras que los requerimientos de mano de obra para deshierbe se redujeron
en un 75% (Bunch, 1990). Se estima que en Centroamérica y México, unos 200.000
agricultores utilizan unas 14 especies diferentes de abono verde y cultivos de cobertura.
En la actualidad, se estima que más de 125.000 agricultores están usando abonos
verdes y cultivos de cobertura en Santa Catarina, Brasil. Los agricultores familiares de
las laderas modificaron el sistema convencional de labranza cero, dejando inicialmen-
te residuos de plantas sobre la superficie del suelo, notando una disminución en los
niveles de erosión y también experimentando menores fluctuaciones en la tempera-
tura y humedad del suelo. Las reiteradas aplicaciones de biomasa fresca mejoraron la
calidad del suelo, minimizaron la erosión y el crecimiento de malezas y mejoraron el
rendimiento de los cultivos. Estos novedosos sistemas dependen de mezclas de cul-

24
tivos de cobertura tanto de verano como de invierno que dejan una capa gruesa de
residuos que se descompone lentamente y sobre la que se siembra o planta directa-
mente maíz, trigo, cebollas o tomates, sufriendo muy poca interferencia de malezas
durante la temporada de crecimiento de los cultivos (Altieri et al., 2011). Durante el
ciclo agrícola 2008-2009, que se experimentó una severa sequía, los productores de
maíz convencionales sufrieron pérdidas de rendimiento promedio de 50%, llegando a
niveles de productividad de 4500 kilos por hectárea. Sin embargo, los agricultores que
habían adoptado las practicas de cero labranza agroecológica experimentaron una pér-
dida de solo 20%, confirmando la mayor resiliencia de estos sistemas en comparación
con aquellos que utilizan agroquímicos (Almeida et al., 2009).

Identificando sistemas agrícolas


resilientes para el Siglo XXI

La Red Iberoamericana de Agroecología para el desarrollo de sistemas agrícolas resi-


lientes al cambio Climático (REDAGRES) es una red de científicos e investigadores ubica-
dos en 8 países de Iberoamérica vinculados a la Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología (SOCLA) y financiado por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tec-
nología para el Desarrollo-CYTED y CS Fund de California. Los objetivos de REDAGRES
son promover el intercambio de conocimiento científico y la formación de recursos
humanos en temas relacionados con la agricultura y el cambio climático. Además de
analizar el impacto del cambio climático sobre la producción agrícola, REDAGRES pone
especial énfasis en la exploración de estrategias de adaptación agrícola a eventos cli-
máticos extremos y la aplicación de principios agroecológicos para el diseño y escalado
de agroecosistemas resistente al cambio climático.
REDAGRES inició en el año 2012, un proyecto de dos años que consiste en un estudio
de los sistemas agrícolas de pequeña escala en regiones seleccionadas de siete países de
América Latina, con el propósito de identificar los sistemas que hayan resistido eventos
climáticos recientemente o en el pasado y entender las características agroecológicas
de esos sistemas que les permitieron resistir o recuperarse de las sequías, tormentas,
inundaciones o huracanes. Los principios de resiliencia se difundirán a los agricultores
familiares en comunidades vecinas y otros en la región a través de días de campo, visitas
cruzadas, seminarios breves, cursos y también por la elaboración de un manual descrip-
tivo para los agricultores, explicando cómo evaluar el nivel de resiliencia de cada finca y
qué hacer para mejorar la resistencia a la sequía y fuertes tormentas.

Los principales objetivos del proyecto son:

1. Seleccionar una región en cada uno de los siete países y llevar a cabo una encuesta
para la identificación de los sistemas a evaluar en términos de resiliencia.
2. Incluir la investigación socio-ecológica en los sistemas agrícolas seleccionados, a fin
de comprender las características agroecológicas de tales sistemas y las estrategias

25
sociales utilizadas por los agricultores que les permitieron resistir o recuperarse de
las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes.
3. Organizar una estrategia para difundir la información obtenida de las evaluaciones
entre los agricultores en cada región y a nivel nacional.
4. Desarrollar un manual didáctico para los agricultores explicando cómo evaluar el
nivel de resiliencia de cada finca y qué hacer para mejorar la resistencia a la sequía
y fuertes tormentas utilizando métodos agroecológicos.

Los equipos participarán en la investigación socio-ecológica a fin de evaluar los rasgos


que caracterizan los sistemas seleccionados, centrándose principalmente en los me-
canismos (sociales y ecológicos) que permiten a los sistemas resistir y recuperarse del
evento climático, así como en las estrategias de organización social (redes de solidari-
dad, intercambio de alimentos, etc.) utilizadas por los agricultores a fin de hacer frente
a las difíciles circunstancias impuestas por este tipo de eventos y todavía permanecen
en la comunidad. En cada comunidad de agricultores, los investigadores y agricultores
participarán en una reflexión sobre lo que se considera como los principales principios
y mecanismos que explican la resistencia y la recuperación de las fincas y las comu-
nidades a los eventos climáticos. Estos mecanismos y principios identificados serán
transmitidos luego a otros agricultores de la región y a nivel nacional a través de días
de campo, donde los agricultores pueden visitar las fincas resistentes y discutir entre
sí las características de esas fincas y cómo replicar estos principios en sus lugares de
origen. También se pueden organizar visitas cruzadas donde los agricultores resisten-
tes pueden visitar otras comunidades de otras regiones y compartir sus experiencias,
sistemas de gestión y estrategias de resiliencia socio-ecológica. Asimismo, seminarios
y cursos de cortas duración pueden ser organizados en diversas comunidades donde
investigadores y agricultores pueden discutir más a fondo los principios y mecanismos
de resiliencia. Muchas de las fincas resistentes que son identificadas pueden servir
como “fincas demostrativas” para otros agricultores, para así observar cómo se utilizan
los principios de agroecológicos para mejorar la resiliencia de los sistemas agrícolas, a
través de intercambios de campesino a campesino y días de campo.
Articulando investigadores y agricultores pertenecientes a organizaciones de agri-
cultores bien establecidas, un proyecto de investigación entre países, utilizando la mis-
ma metodología, puede producir en un corto período, información clave para esta-
blecer las bases para el diseño de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático,
que pueden difundirse eficiente entre miles de agricultores, creando así la capacidad
humana en cientos de comunidades rurales de la región para diseñar estrategias de
adaptación para el cambio climático.

Conclusiones

Todos los estudios presentados aquí sugieren que las comunidades de plantas mas
diversas resisten mejor los disturbios y son mas resilientes al enfrentar perturbaciones
ambientales derivadas de eventos climáticos extremos (Vandermeer, 2002). Sin lugar

26
a dudas, la diversificación de cultivos representa una estrategia a largo plazo para los
agricultores que están experimentando un clima errático. El uso de la diversificación al
interior de los sistemas agrícolas puede reducir en gran medida la vulnerabilidad de los
sistemas de producción al mismo tiempo que protege a los agricultores rurales y a la
producción agrícola. Los agricultores que utilizan la diversidad como estrategia para el
manejo de cultivos, por lo general añaden copiosas cantidades de materia orgánica a
sus suelos, incrementando aun mas su capacidad para retener agua. El manejo de los
cultivos de cobertura y los abonos verdes mejoran la cobertura del suelo protegiéndolo
de la erosión, pero lo mas importante, adicionan biomasa, la que a su vez contribuye a
un mayor nivel de materia orgánica en el suelo.
Las estrategias agroecológicas que aumentan la resiliencia ecológica de los siste-
mas agrícolas son esenciales pero no suficientes para alcanzar la sostenibilidad. La
resiliencia social, definida como la capacidad de grupos o comunidades a adaptarse
frente a elementos extremos causa de estrés, sean sociales, políticos o ambientales,
debe ir de la mano con la resiliencia ecológica. Para ser resilientes, las sociedades ru-
rales generalmente deben demostrar la capacidad de amortiguar las perturbaciones
con métodos agroecológicos adoptados y diseminados a través de la autoorgniza-
ción y la acción colectiva (Tompkins y Adger, 2004). Reducir la vulnerabilidad social a
través de la extensión y consolidación de redes sociales, tanto local como regional,
puede contribuir a aumentar la resiliencia en los agroecosistemas. Como se ve en la
figura 2 la vulnerabilidad de las comunidades agrícolas depende de que tan bien este

Causas externas
 Cambio climático.
 Globalización. Capacidad reactiva
Atributos sociales de
Amenaza
agricultores y características
frecuencia -intensidad
ecológicas de las fincas
Evento climático extremo.
para resistir y recuperarse
del shock.
Vulnerabilidad
Características de los agricultores y
sus agroecosistemas que determinan
 Frecuencia. su exposición al riesgo.
 Intensidad.
 Duración.  Acción colectiva.
 Impacto.  Nivel de organización social.  Redes sociales.
 Danos.  Nivel de conocimiento tradicional,  Nivel de agrobiodiversidad.
grado de diversidad en sus sistemas Habilidad para soportar
agrícolas. disturbancias con diseños
agroecológicos.

 Soberanía alimentaria.
 Conservación de los recursos naturales.
 Resiliencia.

Figura 2. Características socio-ecológicas que determinan la capacidad reactiva


de los agricultores para mejorar la resiliencia de sus sistemas y sus comunidades

27
desarrollado el capital natural y social que hace que los agricultores y sus sistemas
más o menos vulnerables a los choques climáticos. La capacidad de adaptación se
refiere al conjunto de precondiciones sociales y agroecológicas que permiten a los
individuos o grupos y sus fincas responder al cambio climático de manera resiliente.
La capacidad de responder a cambios en las condiciones ambientales existe en las
comunidades en diferentes grados, pero esas respuestas no siempre son sosteni-
bles. El desafío es identificar aquellas que sirven para intensificarlas, de manera que
la vulnerabilidad pueda ser reducida, aumentando la capacidad de reacción de las
comunidades para desplegar mecanismos de agroecoecológicos que permitan a los
agricultores resistir y recuperarse de los eventos climáticos. Las estrategias de organi-
zación social (redes de solidaridad, intercambio de alimentos, etc.) utilizadas por los
agricultores para manejar circunstancias difíciles impuestas por tales eventos son un
componente clave de resiliencia.

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29
Innovación agroecológica, adaptación y mitigación
del cambio climático en Cuba. Dos estudios de caso
Fernando R. Funes-Monzote*, Maikel Márquez Serrano†, Ybrahim López‡

Introducción

Los efectos más notables del cambio climático en Cuba se han manifestado a través de
varios fenómenos: impacto más frecuente y más intenso de ciclones tropicales, largos
períodos de sequía, torrenciales lluvias en períodos cortos, incremento de la tempera-
tura media anual, y aumento del nivel del mar que provoca transformaciones severas
en los ecosistemas costeros (CITMA, 2007). También ha sido evidente la profundización
de las fluctuaciones estacionales, el desfasaje entre los períodos lluviosos y secos, así
como los cambios, a veces imperceptibles pero de consecuencias notables, en el com-
portamiento de la flora y la fauna silvestre y domesticada (Núñez y Rodríguez, 2009;
Ríos et al., 2011).
Cuba tiene, como todos los estados insulares del Caribe, el reto de sobreponerse
al cambio climático y desarrollarse económica y socialmente. Para ello ha desarrollado
políticas de adaptación, reducción de riesgos y respuesta a desastres que bien podrían
servir de ejemplo a otros países (Oxfam, 2010). Entre las principales lecciones aprendi-
das e identificadas por esta organización internacional en un estudio realizado recien-
temente están:

 La preparación para dar respuesta a huracanes favorece procesos de reducción del


riesgo y adaptación al cambio climático.
 El cambio climático puede ser enfrentado a partir de modelos de sociedad en los
que el ser humano es el centro del quehacer del Estado.
 La protección de los ecosistemas y la preservación de sus servicios básicos favore-
cen la adaptación.
 La adaptación, la reducción del riesgo de desastres y el desarrollo humano son te-
mas asociados.

Es mundialmente reconocido el esfuerzo que realiza Cuba para prevenir y evitar los
daños por causa del impacto de los huracanes que azotan a la Isla (Oxfam, 2011). En
estos casos, la protección de vidas es el objetivo principal, sin embargo, hay otros fe-
nómenos de menor intensidad pero mayor efecto sobre los ecosistemas y la economía
que son subestimados por su menor visibilidad. Entre ellos podemos mencionar las
sequías prolongadas y el cambio en los patrones de temperaturas, precipitaciones a es-

*Estación Experimental “Indio Hatuey”, Central España Republicana, Perico, Matanzas, mgahonam@enet.cu
†Facultad de Agronomía de Montaña, Universidad de Pinar del Río, maikelm@famsa.upr.edu.cu
‡Facultad Agropecuaria de Montaña del Escambray, Universidad de Sancti Spíritus, ibrahim@suss.co.cu

30
cala local que afectan directamente la producción agrícola debido, entre otros factores,
a la incidencia de plagas (Vázquez, 2011), la disponibilidad de alimentos voluminosos
para los animales y, en última instancia, tienen una repercusión en la producción local
y global de alimentos que afectan la seguridad alimentaria.
Los modelos agrícolas prevalecientes en Cuba durante casi 400 años han contri-
buido notablemente al deterioro de la base de recursos naturales que sustenta la
agricultura (Funes-Monzote, 2009). El deterioro de las fuentes naturales de agua, la
deforestación, la reducción de la fertilidad de los suelos por el laboreo intensivo y su
fertilización inadecuada han contribuido, entre otras causas, a la reducción del carbono
en los suelos (Hernández et al., 2011) y a la ruptura de equilibrios ecosistémicos funda-
mentales para el desarrollo de una agricultura sustentable.
Durante los últimos 20 años se han dado las condiciones propicias para la transición
de un modelo agrícola industrial, de monocultivo y dirigido a la exportación a otro de
corte agroecológico, diversificado y dirigido a la autosuficiencia alimentaria (Funes et
al., 2002; Funes-Monzote, 2009). Esta transición ha proporcionado oportunidades para
desarrollar estrategias de adaptación a los efectos del cambio climático. Si bien el ma-
yor énfasis ha estado dirigido a un uso más racional de los recursos naturales locales, a
la reducción de importación de fuentes de energía fósil y otros insumos energéticos por
falta de recursos financieros para su adquisición, así como a una consistente reducción
de la escala de la producción agrícola; todas estas medidas han sido el motor impulsor
de una agricultura más resiliente al cambio climático. Un estudio reciente demuestra
que la agricultura campesina de Cuba es ejemplo de una transición agroecológica a
escala nacional (Machín-Sosa et al., 2010). A través del Movimiento Agroecológico de
Campesino a Campesino se han diseminado numerosas prácticas agroecológicas que
han sido adoptadas y han servido para resistir, por ejemplo, el impacto de fuertes hu-
racanes que han azotado la Isla.
En el centro de estos procesos adaptativos ha estado presente la innovación y las
iniciativas organizativas que fomentaron la participación para la búsqueda de solucio-
nes. Este capítulo presenta dos estudios de caso en los que se muestra la capacidad de
los sistemas agroecológicos para enfrentar los efectos del cambio climático.

Estudio de caso: La Palma

La región más occidental de Cuba es la que con mayor frecuencia recibe los embates de
fenómenos climáticos extremos como huracanes, que en el último decenio han ganado
intensidad debido a la agudización del cambio climático (ONE, 2010). Los daños ocasio-
nados tanto a infraestructuras como a la producción agropecuaria han sido devastadores.
El municipio La Palma se encuentra ubicado en la región noroccidental del país y
pertenece a la provincia de Pinar del Río. Los patrones de transferencia tecnológica y
transculturación agrícola que más han caracterizado la forma de producir la tierra en
la localidad han sido: a) el empleo del saber local ancestral legado de generación en
generación, b) la adopción del tabaco como cultivo principal, y el uso de maquinaria
y agroquímicos con paquetes tecnológicos que luego se transfirieron a otros cultivos,

31
según el modelo de la Revolución Verde, entre los años setenta y ochenta del siglo pa-
sado, y c) el emergente y forzado enfoque de producción agroecológica durante las dos
últimas décadas, debido a la escasez de insumos externos.
Los cambios tecnológicos y socioeconómicos recientes han requerido de la adop-
ción de modelos de diseminación de conocimientos, aprendizaje de prácticas y méto-
dos de cultivo y manejo animal, así como de nuevas metodologías de investigación. En
la localidad se han destacado tres programas agropecuarios: el Movimiento Agroeco-
lógico de Campesino a Campesino (MACAC) de la Asociación Nacional de Agricultores
Pequeños (ANAP), el Programa Nacional de Agricultura Urbana y Suburbana, y el Pro-
grama de Innovación Agropecuaria Local (PIAL).
Los sistemas agrícolas locales han respondido de forma diferente ante los efectos
negativos del cambio climático, y al mismo tiempo contribuyen de diversas maneras a
mitigar y adaptarse a este fenómeno. Sin embargo, no se conoce con precisión en qué
medida y forma han ocurrido estos procesos. En Cuba se ha comenzado a incentivar el
empleo de prácticas amigables con el medio ambiente, como la conservación de suelos
y el pago a los propietarios de plantaciones forestales a través del Fondo Nacional de
Desarrollo Forestal (FONADEF), pero aún se ha avanzado poco en reconocer el impacto
positivo que han tenido las fincas diversificadas.
El estudio de los principales factores que contribuyen a la mitigación y adaptación
al cambio climático es clave para entender cómo un determinado sistema agrícola pue-
de incidir positiva o negativamente en el ecosistema y, a la vez, ser resiliente a tales
cambios en las condiciones climáticas locales y globales. Esta investigación identificó
los principales factores de éxito en fincas con enfoque ecológico en cuanto a la adap-
tación y mitigación del cambio climático, a la seguridad alimentaria y nutricional. Las
evidencias aquí descritas podrían contribuir a identificar tipos de incentivos, así como
mecanismos de evaluación, certificación y pagos por servicios ambientales, que reco-
nozcan la labor de las fincas ecológicas en la soberanía alimentaria y la preservación
del medio ambiente, acordes con los propósitos políticos y la misión actual de la pro-
ducción agropecuaria en Cuba.

Tipologías de producción

En La Palma coexisten actualmente al menos tres formas de uso y manejo de sistemas


(tipologías): Sistemas Convencionales (SC), Sistemas Tradicionales (ST) y Sistemas de
corte Ecológico (SE). Los tipos fueron identificados de acuerdo con elementos espe-
cíficos de manejo de ecosistemas: reciclaje de nutrientes, empleo de la energía en el
proceso de producción, grado de acceso a tecnologías limpias, conservación de los
suelos, programas de capacitación y asistencia técnica, manejo de la agrobiodiversidad
y utilización de insumos externos.

 Convencional: Utiliza altos insumos externos (combustibles, agroquímicos y mano


de obra) y maquinarias; escasa diversidad de la producción (monocultivo) y poco
aprovechamiento de residuales.

32
 Tradicional: Desarrollado localmente durante muchos años a través de la experien-
cia empírica y la experimentación campesina. Cambio del cultivo principal en de-
pendencia del mercado. El uso de agroquímicos y maquinarias no sigue patrones
fijos, depende de la gestión propia. Aunque no son totalmente productores conven-
cionales, tampoco realizan prácticas agroecológicas conscientes.

 Ecológico: Adopta prácticas amigables con el medio ambiente, como conservación


de suelos, alta agrobiodiversidad, manejo ecológico de plagas y enfermedades,
aprovechamiento de residuos de cosechas y del hogar. Cuentan con asistencia téc-
nica y un comportamiento más regular en cuanto a las rotaciones de cultivos y buen
aprovechamiento del espacio disponible.

Análisis energético

El análisis energético ha pretendido superar la disociación entre la teoría económica


y el estudio de los procesos naturales, para poder analizar correctamente algunos de
los aspectos de la crisis ecológica. Mientras, la comunidad científica cuenta con pocas
valoraciones de referencia en cuanto a la contribución de las fincas orgánicas a la emi-
sión de gases de efecto invernadero y su eficiencia energética. Entre los indicadores
evaluados estuvo la relación o balance energético de las fincas de cada tipo. Los resul-
tados mostraron una diferencia significativa del 95% entre las fincas de corte ecológico
y tradicional con las fincas convencionales (figura 1).
El bajo balance energético promedio de las fincas convencionales se debió, en esen-
cia, a que su consumo energético es significativamente superior al de las tradicionales
y ecológicas. Es conocido que la agricultura moderna derivada de la Revolución Verde
es un caso muy particular de alto uso de energía; sin embargo, es necesario seguir de-
mostrando cómo esto repercute en el cambio climático, los subsidios energéticos que
necesita este tipo de producción, así como el daño ambiental que ocasionan.
No es casualidad que en las fincas de corte convencional la mayor extensión del
predio se dedique a un solo tipo de cultivo permanente, como puede ser tabaco, café o

2,5
Balance energético

1,5

0,5

0
Convencional Tradicional Ecológico

Figura 1. Balance energético por tipo de fincas en estudio (2007-2009).

33
plátano, o de rotación (tabaco-maíz). Estos reciben atención especial del nivel superior
del Ministerio de la Agricultura (MINAG) por tratarse de programas priorizados de la
agricultura nacional. Los productores de estos cultivos deben aplicar paquetes tecnoló-
gicos normados que incluyen agroquímicos, combustible e irrigación con el objetivo de
incrementar la productividad. Sin embargo, esto provoca un desbalance en la relación
energética de la finca que también repercute en su situación económica por lo que
deben ser permanentemente subsidiadas.
El país atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia. Esta es una de
las razones que ha limitado que se destinen incentivos (pagos o créditos) para esti-
mular a productores que apuestan por la agroecología, a pesar de haber demostrado
ser más eficientes en el uso de los recursos energéticos y materiales disponibles.
Por otro lado, la bonificación de 0,18 CUC por quintal en capacidad de compra en
divisa, que entró en vigor a partir de 2008 para estimular a los productores (Freyre
y Chan, 2010), atentó directamente contra los proyectos agroecológicos que no son
remunerados.
La crisis económica del país y las medidas adoptadas en el sector agrícola para men-
guar sus consecuencias y reducir importaciones, contrasta con el pobre desempeño
energético de los agroecosistemas y la lenta velocidad de adopción de tecnologías lim-
pias y modelos de producción con baja utilización de subsidios energéticos externos.

Relación entre diversidad y balance energético

La agrobiodiversidad es uno de los aspectos de la intensificación agrícola que recibe me-


nos atención de la merecida. Muchas de las prácticas agrícolas tradicionales se basan
en el reconocimiento del papel de la diversidad, sin embargo, el enfoque convencional
de la teoría ecológica no solo ha propiciado la simplificación de los agroecosistemas,
sino también la crisis contemporánea de la agrobiodiversidad (Vandermeer y Perfecto,
2000). Estos autores agregan que quienes desarrollan actividades en agroecosistemas
se preocupan por la agrobiodiversidad solo cuando su función en la productividad es
obvia. Sin embargo, se conoce que esta realiza servicios ecológicos que influyen en la
estabilidad y resiliencia de los sistemas agrícolas, una de las razones más importantes
para mantenerla y estimularla (Altieri, 1999).
Debido a la intensificación agrícola promovida desde los años setenta en la zona,
cuando todos los agroecosistemas tendieron a uniformarse y a emplear altos insumos
externos y maquinaria para amortiguar la baja fertilidad de los suelos y las sequías pro-
longadas, disminuyó drásticamente la estructura varietal de los cultivos.
El análisis de la agrobiodiversidad en los diferentes tipos estudiados, mostró que
en las fincas de corte ecológico el índice de diversidad intraespecífica (riqueza varietal)
es mucho mayor que en las tradicionales y convencionales (figura 2). Antes de la inter-
vención del proyecto PIAL en la localidad, todas las fincas poseían alrededor de una o
dos variedades por especie (Acosta et al., 2003). La diferencia con la situación actual
muestra la efectividad de los programas de capacitación e intercambio entre diferentes
actores en cuanto a la diseminación de la agrobiodiversidad.

34
5

Diversidad intraespecífica
4

0
Convencional Tradicional Ecológico

Figura 2. Índice de diversidad intraespecífica por tipos de finca (2007-2009).

El limitado número de fincas estudiadas y los indicadores seleccionados no resultan


suficientes para demostrar en mayor medida la contribución de la agrobiodiversidad a
la regulación biótica y el aumento de la resiliencia ante fenómenos ambientales extre-
mos como los huracanes. Lo que sí podría inferirse es que el incremento de la agrobio-
diversidad promueve una mayor funcionalidad de sus componentes y permite elevar
los rendimientos.
Para comprender la relación entre el índice de diversidad y el balance energético de
cada uno de los tipos evaluados, se realizó un análisis de correlación entre las dos varia-
bles. Los resultados del modelo estadístico utilizado (correlación lineal simple) mostra-
ron una correlación de 0,2507. Este valor es significativo para el 95%, lo que confirma
que existe una estrecha relación entre el número de variedades promedio por especie
y el balance energético de los agroecosistemas en estudio. En la medida en que se
maneje la diversidad intraespecífica en la finca, puede esperarse que su funcionalidad
tenga mayor impacto económico y ecológico.
Las fincas pequeñas y medianas, altamente diversificadas, heterogéneas y com-
plejas, han demostrado que pueden alcanzar niveles de eficiencia productiva y de re-
cursos más elevados que los sistemas especializados de cultivo y ganaderos a mayor
escala gestionados centralizadamente. Sin embargo, no podríamos asegurar que una
finca más pequeña y diversificada tendría una mayor productividad, sino aquella que
alcance mayor funcionalidad de la agrobiodiversidad y logre así mejores interacciones
sinérgicas en beneficio de la productividad del sistema y la protección del ambiente.

Utilización de la tierra

Entre las principales limitaciones de los productores de la zona está el área disponible
para cultivar. El área total de las fincas es pequeña, si tenemos en cuenta que las con-
diciones de relieve no siempre son óptimas y el área de producción se reduce porque
la mayoría de los productores vive dentro del predio. Por ello se hace imprescindible
lograr la máxima utilización y eficiencia del terreno disponible.

35
El resultado del IUT mostró valores por encima de 1 para los tres tipos, a pesar de
ser diferentes en la forma de utilización de la energía, la agrobiodiversidad funcional
y el conocimiento del calendario agrícola. El uso de rotaciones e intercalamiento de
cultivos permitió un empleo más racional del área disponible en el tiempo y el espacio.
Las fincas de corte ecológico mostraron un IUT mucho mayor que las tradicionales y
convencionales (figura 3).
1,6

1,4
Índice de utilización de la tierra

1,2

1
0.8
0,6

0,4

0,2

0
Convencional Tradicional Ecológico

Figura 3. Índice de utilización de la tierra para cada tipo en estudio (2007-2009).

El IUT constituye una herramienta eficaz para revelar las ventajas o desventajas de
la diversificación en el aprovechamiento del suelo. Sin embargo, la clave está en cono-
cer bajo qué condiciones se desarrolla el manejo de la finca y contar con información
que permita conocer el estado de nutrición del suelo para evitar su sobreexplotación.
Las fincas de corte ecológico, además de utilizar de forma más eficiente el área dis-
ponible, son las que mayor cantidad de materia orgánica y medidas de conservación de
suelos aplican, por lo que se espera que la productividad del terreno sea más estable
en el tiempo. Esto garantizará un adecuado nivel de seguridad alimentaria y nutricio-
nal, así como la recuperación de las fincas al ser afectadas por fenómenos extremos.

Estudio de caso: Topes de Collantes

La investigación fue realizada en cuatro de las dieciséis fincas pertenecientes al proyecto


«Desarrollo de sistemas descentralizados y participativos de garantías ambientales en
Cuba». Las fincas se ubican en el macizo montañoso Guamuhaya, específicamente en
la zona de Topes de Collantes. En una primera etapa, se hicieron mediciones directas,
encuestas, entrevistas y observación participativa. En la segunda etapa se compararon
los resultados de cuatro años del balance energético, la estimación de la captura de car-
bono y la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se producen a nivel de finca.
Las fincas participantes en el estudio se caracterizaron por emplear prácticas agroeco-
lógicas, como cero labranza, diversidad de especies y variedades vegetales, así como de

36
especies y razas animales, conservación y mejoramiento de suelos, reforestación, ahorro
de agua, manejo integrado en la nutrición del suelo, manejo integrado para el control de
plagas y enfermedades, uso de semillas de buena calidad, fabricación de piensos criollos,
tracción animal y adecuación de implementos, y conservación de alimentos. Estas prácti-
cas y sus variaciones dentro de las fincas influyeron en diferente grado sobre la eficiencia
energética, la captura y retención de CO2 y la emisión de CH4, N2O y CO2.

Producción de energía

Casi todas las fincas evaluadas aumentan su producción energética, hasta alcanzar alre-
dedor de 12 GJ/ha/año. Contar con huerto familiar y mayor diversidad de cultivos, hizo
que esta finca pudiera aplicar un mayor número de prácticas agroecológicas y obtener
niveles superiores de producción por unidad de área cultivada.

Eficiencia energética

La tabla 1 muestra la eficiencia energética de las fincas en estudio, expresada como la


energía producida en forma de alimentos por unidad de energía invertida a través de
los insumos productivos utilizados. La finca La Cuba incrementó sostenidamente su
eficiencia energética, y fue la más estable de todas, evidencia de un mejor aprovecha-
miento de los recursos y menor gasto de insumos productivos. Como puede apreciarse,
aunque La Perla alcanzó un promedio de eficiencia energética similar, esta tuvo ma-
yores variaciones en su comportamiento. El factor que más influyó en las diferencias
de eficiencia energética entre las fincas fue el uso de tracción animal para preparar
el suelo, lo que presupondría un mayor costo energético que el trabajo humano. Las
fincas que obtuvieron mejores valores de eficiencia energética realizaron un reciclaje
más dinámico de nutrientes a través de la fabricación de compost y vermicompost, que
contribuyeron a incrementar la fertilidad del suelo.
La evaluación de sistemas de producción agroecológicos en Cuba, bajo condiciones
de insumos y determinantes socioeconómicas similares, resultó en rangos de eficiencia

Tabla 1. Eficiencia energética (salidas/entradas).

La Cuba La Paloma La Perla Providencia


2007 2,0 0,5 7,7 2,3
2008 3,1 2,0 3,9 3,7
2009 4,3 2,3 1,8 -
2010 5,2 2,9 1,9 -
Promedio 3,7 1,9 3,8 3,0
Desviación St. 1,4 1,0 2,8 1,0

37
energética entre 2 y 10 (Funes-Monzote et al., 2009). Esto reafirma que el factor región
en sí mismo no determina la eficiencia energética y resiliencia de los sistemas de pro-
ducción de alimentos.
El bajo uso de insumos externos, como fertilizantes químicos, concentrados para la
alimentación animal y diesel en los agroecosistemas evaluados en Topes de Collantes,
fueron determinantes en el incremento de la eficiencia energética. La incorporación de
prácticas agroecológicas ha resultado en un aumento en la producción de más energía
(alimentos) que la que se emplea durante el proceso en forma de insumos.
Podría afirmarse que las fincas de montaña presentan una tendencia a la alta eficien-
cia energética, dada por la estabilidad y resiliencia de las prácticas de manejo predomi-
nantes en estos agroecosistemas, que contribuye a su sostenibilidad. Aún sin haberse
alcanzado los resultados productivos y de eficiencia esperados, el potencial estimado se
logrará en la medida en que se incorporen prácticas agroecológicas apropiadas y se rea-
lice un uso más intensivo, de forma ecológica, de los recursos disponibles en la montaña.
Investigaciones realizadas por la Corporación Educativa para el Desarrollo Costarri-
cense (CEDECO, 2006) en Costa Rica, que compararon fincas orgánicas y en transición,
también reportaron rangos de eficiencia energética similares (entre 0,60 y 4,93 calorías
producidas por calorías invertidas) que los obtenidos en nuestros sistemas agrícolas
de montaña; aunque en los sistemas costarricenses se evaluaron monocultivos, como
café, hortalizas y plátano, de bajo valor energético.
La alta eficiencia energética de las fincas de Topes de Collantes se debe a las carac-
terísticas intrínsecas de los sistemas agrícolas locales, que tienen un uso muy bajo o
nulo de la mecanización, utilizan ampliamente la tracción animal y aplican muy bajos
niveles de agroquímicos. Sin embargo, una alta eficiencia energética no estuvo acom-
pañada por una alta productividad del sistema, en términos de alimento por unidad
de superficie, aspecto que debe continuarse estudiando y se presenta seguidamente.

Carbono retenido en la biomasa,


la necromasa y el suelo

La tabla 2 muestra el carbono retenido en la biomasa, la necromasa y el suelo. La fin-


ca La Perla, a pesar de tener mayor superficie cubierta de forestales, es la de menor
carbono retenido en la biomasa, mientras que La Paloma y La Cuba son las de mayor
cantidad de carbono retenido en la biomasa, con 152,7 t y 128,6 t, respectivamente.
Esto se debe fundamentalmente a la estructura de especies en estas fincas y su estado
vegetativo. En cuanto al carbono retenido en la necromasa y el suelo, la finca La Perla
supera a las demás, lo que corrobora que la cantidad de área cubierta por vegetación
arbórea es la causa fundamental de la diferencia de carbono total. Para el cálculo del
carbono retenido en la necromasa y el suelo, se tuvo en cuenta el área cubierta por
bosque compacto, según la metodología de Mercadet y Álvarez (2009).
Los resultados obtenidos demuestran la estrecha relación que existe entre el volu-
men, la biomasa total y el carbono retenido en la biomasa. Está claro que la edad de
las plantas desempeña un importante papel en el incremento del diámetro y la altura.

38
Tabla 2. Carbono retenido en la biomasa, la necromasa y el suelo.

Fincas Área total (ha) CRBM (t) CRNM (t) CRS (t)
La Cuba 13,4 128,6 129,2 851,8
La Paloma 13,4 152,7 12,3 141,5
La Perla 26,0 58,2 473,2 3185,1
Providencia 26,8 69,1 55,0 811,2

Nota: CRBM (carbono retenido en la biomasa), CRNM (carbono retenido en la necromasa), CRS (carbono
retenido en el suelo).

Es por ello que bajo condiciones edafoclimáticas similares, una misma especie muestra
valores diferentes de retención de una finca a otra. Algunos autores refieren que las
especies que capturan mejor el carbono son el pino (Pinus caribea Morelet), el cedro
(Cederla odorata) y la caoba (Switenia mahagoni). El carbono retenido en la necromasa
y el suelo es mayor en la finca La Perla debido a que posee mayor superficie plantada,
esto explica por qué a pesar de ser la finca con menor diversidad de especies y biomasa
total, es la de mayor carbono retenido. Estos resultados son similares a los obtenidos
por Mojena (2007) en estudios de plantaciones forestales de la provincia Granma.

Relación entre carbono retenido


en la biomasa y biodiversidad

La biomasa forestal tiene gran importancia en la captura y retención del CO2 atmosfé-
rico a través de la actividad fotosintética. Estos resultados se asocian con las especies
predominantes y se presentan en el figura 4, que incluye los índices de diversidad de
Menhinick (DMn) (de riqueza específica) y el de Berger-Parker (d) (abundancia propor-
cional). Este último indica que La Paloma tiene un 87% de abundancia proporcional que
corresponde al pino sobre las demás especies. Le sigue La Cuba, que también presenta
un índice alto de abundancia proporcional (55%) en la misma especie.
El pino es una de las especies con mayores potencialidades para capturar y retener
carbono, lo que se corrobora en este trabajo al ser esa especie la que determina la can-
tidad de CO2 retenido en la biomasa en dos de las fincas estudiadas. Se trata además
de una especie muy utilizada para los planes de reforestación, por su importancia eco-
nómica. De acuerdo con el IPCC (2001), la disminución de la deforestación y la ayuda a
la regeneración, la repoblación forestal y la agrosilvicultura, constituyen las principales
medidas de mitigación para conservar y secuestrar carbono.
La disminución de la deforestación y la ayuda a la regeneración en las regiones tropi-
cales (unas 22-50 Gt C), la repoblación forestal y la agrosilvicultura (23 Gt C), son perfecta-
mente alcanzables e incluso superadas por las fincas de montaña, si se tienen en cuenta
las especies de árboles que, además de su importancia económica, contribuyen a la cap-
tura y el almacenamiento de CO2. Pero para reducir considerablemente las emisiones de

39
Providencia

La Paloma

La Perla

La Cuba

0,000 0,200 0,400 0,600 0,800 1,000

La Cuba La Perla La Paloma Providencia


Berger-Parker (d) 0,550 0,342 0,870 0,217
Menhinick (DMn) 0,216 0,093 0,280 0,164

Figura 4. Índices de biodiversidad de especies forestales.

carbono, habrá que establecer medidas que proporcionen beneficios económicos y de


otra índole a nivel local, a la vez que permitan conservar y secuestrar carbono.

Contribución al secuestro y almacenamiento de CO2

En la tabla 3 se presentan las especies que más contribuyeron al secuestro y almace-


namiento de CO2 en las cuatro fincas estudiadas, así como el número de individuos por
especie. En La Perla y en Providencia predomina la yamagua (Guarea guidonea Jacq.), por
lo tanto, es la que más contribuyó al secuestro y almacenamiento de CO2 en estas fincas.
Sin embargo, el pino prevalece en La Cuba y La Paloma. Esto reafirma que, además de
ser la especie que más contribuyó a la captura y almacenamiento de CO2 en todas las fin-
cas, es la que determina la diferencia en el carbono retenido en la biomasa total. A pesar
de que el guamo (Inga vera Willd.) es una de las especie más importantes como sombra
del café (Coffea arábica L.) en Topes de Collantes, no es la que más abunda en las áreas
forestales. Aunque abunda, en la mayoría de las fincas no supera al pino y la yamagua.

Tabla 3. Especies que más contribuyeron al secuestro y almacenamiento de CO2.

Yamagua Guamo Pino macho


Especie
(Guarea guidonia Jacq.) (Inga vera Willd.) (Pinus caribaea Morel)
La Cuba 251 140 2075
La Paloma 20 60 1600
La Perla 5980 5720 22
Providencia 804 536 603

40
Las especies que más se destacan son la yamagua y el pino, con 43,13% y 42,34%,
respectivamente. Las características del follaje de la yamagua y el guamo (14,53%) hacen
posible una alta actividad fotosintética y, en consecuencia, se incrementa la captura y
retención de carbono. Lo más importante de la medición y seguimiento al secuestro de
carbono en las fincas de montañas es la gran cantidad de dióxido de carbono que pueden
fijar, para así contribuir a reducir la emisión de GEI, sin afectar la producción de alimentos.
Para establecer en Cuba un sistema de pagos por servicios ambientales, es necesa-
rio un análisis profundo de todos los mecanismos jurídicos y empresariales. No obstan-
te, se han analizado algunos factores, como la comprensión de los servicios que pres-
tan los ecosistemas, el uso de la tierra, las vinculaciones, ya que el servicio ambiental se
afecta cuando el ecosistema o el uso de la tierra cambian. Otros aspectos que han sido
analizados son: quién provee el servicio ambiental, en qué condiciones (racionalidad y
objetivos) y quién se beneficia de este servicio.

Comentario final

El hecho de que tanto el municipio la Palma, como el de Topes de Collantes sean


mayormente alomados o montañosos, favorece el desarrollo de una agricultura con
énfasis en la preservación de los recursos naturales. En estos lugares no existe una
fuerte presión por la tierra y la abundancia de recursos naturales ha permitido que
se mantengan sistemas de manejo semi-intensivo, y que se conserve una importante
experiencia tecnológica, social y de manejo ambiental. Estos sistemas bien podrían ser
tomados en consideración para el diseño de estrategias agroecológicas en otros sitios
montañosos y en el llano.
Los estudios de caso presentados demuestran la posibilidad de poner en práctica
una agricultura resiliente al cambio climático, productiva y eficiente. Este es el reto de
la agroecología como la ciencia que aplica los principios de la ecología para el diseño y
manejo de sistemas agrícolas sustentables (Altieri, 1987).

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42
Percepciones sobre el cambio climático y estrategias
adaptativas de agricultores agroecológicos
del Municipio de Marinilla, Colombia1
Gloria Patricia Zuluaga S.*, Aura Luz Ruiz A.†, Elizabeth Cristina Martínez C.‡

Introducción

El presente documento es resultado de una investigación realizada en el Municipio


de Marinilla, Colombia, donde se produce un alto porcentaje de los alimentos frescos
que se consumen en la ciudad de Medellín. El objetivo general fue documentar las
percepciones que los agricultores agroecológicos tienen sobre las causas y efectos
del cambio climático, así como las estrategias que realizan para adaptarse a tales
transformaciones. La metodología utilizada combinó técnicas cuantitativas (aplica-
ción de un formulario) y cualitativas (entrevistas). Entre las principales causas los
agricultores señalan la deforestación, el uso de agroquímicos, las quemas, etc.; y
entre los efectos se tiene el aumento de las precipitaciones, la modificación de la es-
tacionalidad de las épocas secas y lluviosas, la mayor ocurrencia de heladas, los hun-
dimientos, los derrumbes y la erosión de suelos. Tanto las causas como los efectos
señalados, dan cuenta de la apropiación, por parte de los agricultores, del discurso
ambiental experto generado en los procesos educativos en los que participan en dis-
tintas redes agroecológicas. Discurso que a su vez se vincula con saberes y prácticas
de la agricultura tradicional.
Entre las principales estrategias de adaptación se pudo conocer que los agricultores
han desarrollado una serie de prácticas como las barreras vivas, la construcción y man-
tenimiento de terrazas, el incremento de la materia orgánica en los suelos, la diversifi-
cación de los cultivos y de los animales, la recolección de aguas lluvias, el intercambio
de semillas, la aplicación de extractos de plantas para control de plagas y enfermeda-
des, el manejo de residuos sólidos y la adopción de algunas tecnologías apropiadas
como secadores solares, estufas eficientes y biodigestores. En conjunto, todas ellas
han posibilitado el mejoramiento de las condiciones ambientales prediales, lo que les
permite mitigar los efectos del cambio climático sobre su producción, así como recu-
perar y valorar algunos saberes locales, potenciar la innovación y adopción de nuevas
prácticas y conocimientos. Igualmente, ello ha contribuido a fortalecer la autonomía de
los agricultores y de sus organizaciones.

1. Esta investigación se realizó con recursos aportados por Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología -SOCLA- y
de la Universidad Nacional de Colombia. *Profesora Asociada, Universidad Nacional de Colombia. gpzuluag@unal.edu.
co †Profesora Ocasional, Universidad Nacional de Colombia. alruiza@unal.edu.co ‡Estudiante de Ingeniería Agronómica.
ecmartin@unal.edu.co

43
Localización y generalidades del área de estudio

El municipio de Marinilla está ubicado en la Región Centro Andina Colombiana, en un


altiplano colinado, al oriente del municipio de Medellín por vía pavimentada a una distan-
cia de 47 kilómetros, en la denominada región del Oriente Antioqueño (ver figura 1). Su
temperatura media anual es de 17,1°C, con unas precipitaciones que oscilan entre 1.800 y
2.000 mm anuales. Se reconocen cuatro períodos climáticos: dos lluviosos, de abril a mayo
y de agosto a noviembre, y dos secos, entre junio y julio y otro más largo entre diciembre
y marzo. La humedad relativa en promedio es de 80%. Las alturas oscilan entre los 1.900
y 2.400 msnm. Los suelos evolucionaron a partir de cenizas volcánicas, lo cual favorece
la infiltración de agua, variando según el espesor de la capa orgánica y la topografía del
terreno. Sin embargo, la fertilidad se cataloga entre baja y muy baja, ya que sus pHs son
fuertemente ácidos, con bajos contenidos y desbalances de bases y fósforos. También, es
importante señalar que el uso excesivo de agroquímicos por más de 30 años ha contami-
nado y deteriorado mucho la calidad de los suelos (Planeación Departamental de Antio-
quia, 2010). Dichas condiciones biofísicas generan diversidad de paisajes y microclimas
que permiten producciones agrícolas variadas y escalonadas durante todo el año.
En relación al tamaño de los predios, los agricultores poseen parcelas entre 1 y 3
hectáreas en promedio. Aunado a ello, los agricultores soportan altas cargas de tribu-

República de Colombia

Municipio
de Marinilla

Departamento
de Antioquia

Figura 1. Ubicación de la Zona de Estudio.

44
tación, estratificación y desprotección por parte de las entidades gubernamentales lo
que incide negativamente en la competitividad productiva (www.corpoceam.org.co).
Desde hace más de cincuenta años en el municipio de Marinilla se viene fortalecien-
do, desarrollando e impulsando una cultura agraria de horticultores, de fuerte arraigo e
importancia local y regional, dado que allí se produce buena cantidad de los alimentos
frescos (fríjol, maíz, repollo, papa, papa criolla, chócolo, arveja, habichuela, lácteos, etc.)
que se consumen en la ciudad de Medellín.2 La agricultura es la mayor fuente genera-
dora de empleo en forma directa e indirecta. Su dinamismo logra jalonar otros sectores
de la economía, como los servicios, el transporte y la industria, de tal manera que las
pérdidas en las cosechas ocasionadas por los cambios del clima, no solo ponen en riesgo
la seguridad alimentaria de muchas personas de la región, sino que pueden impactar
negativamente en los modos de vida local de miles de agricultores, por la reducción en
la producción de sus cultivos, el incremento en los costos de producción y el deterioro
de la base de los recursos naturales de los que derivan su sustento.
Desde el año 1998, la administración municipal, en asocio con las organizaciones lo-
cales de productores y la Corporación de Estudios, Educación e Investigación Ambiental
-CEAM-, acordaron proteger el suelo rural de uso agropecuario a través de la figura de
ordenamiento territorial de Distrito Agrario.3 Dicha política ha estado acompañada de un
asesoramiento para la producción agroecológica, en función del mejoramiento de las con-
diciones ambientales de los agroecosistemas, de la seguridad alimentaria de las unidades
familiares y del aseguramiento de la tenencia de la tierra, evitando la subdivisión predial
y la suburbanización con vivienda campestre; todo ello con el propósito de incidir positi-
vamente en la economía campesina y en la cohesión territorial. Se supone que la decla-
ratoria y la consolidación del Distrito Agrario, ha permitido la generación de respuestas y
estrategias de adaptación adecuadas a las condiciones ambientales locales, de forma tal
que los agricultores y sus sistemas productivos sean más resilientes al cambio del clima.

Metodología

Para esta investigación se realizó trabajo de campo en la zona rural del municipio de
Marinilla, en el primer semestre del año 2012. Se aplicó una encuesta a una muestra de
población de 43 agricultores vinculados a las organizaciones agroecológicas -ASOCAM-
PO y AMCABF,4- de distintas edades y de ambos géneros, que tienen como actividad
principal la producción agraria. La totalidad de ellos fueron contactados a través de la
Corporación Ambiental CEAM. Las encuestas se realizaron en los predios o en las vi-

2. Medellín es la ciudad capital del Departamento de Antioquia, su población es aproximadamente de 3’500.000. 3El Distrito
Agrario es una política pública, que mediante Acuerdo Municipal de 1998, declaró una zona de protección para la economía
campesina y la producción de alimentos, la cual fue reglamentada en el año 2000 a través del Plan de Ordenamiento
Territorial del municipio. Dicha política consta de tres estrategias fundamentales: 1. Ordenamiento Territorial a través de
la planeación predial participativa con criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica; 2. Apoyo y fortalecimiento
de la comercialización equitativa, a partir de la generación de valor agregado de los productos y servicios obtenidos;
3. Promoción del empoderamiento de las organizaciones comunitarias rurales, fortaleciendo su capacidad de incidencia
política para la gobernabilidad (CORPOCEAM, 2009). 4. Asociación de Mujeres Campesinas Buscando Futuro.

45
viendas de cada uno, para conocer y documentar algunos de los efectos y las prácticas
reportadas. También se realizaron entrevistas semi-estructuradas a algunos miembros
de ONG, a funcionarios de la Secretaría de Agricultura municipal y a líderes de las aso-
ciaciones campesinas, para complementar la información.

Percepción del cambio climático

El conocimiento sobre el cambio climático ha estado dominado por un lenguaje de


científicos y de élites, en el que el conocimiento de los ciudadanos en general no ha
tenido un lugar, por lo que sus puntos de vista no tienen ninguna incidencia en la visión
sobre la problemática ni en sus soluciones. A diferencia del proceso que vivió el Conve-
nio sobre la Diversidad Biológica,5 que consideró el conocimiento tradicional como un
aspecto central para la protección y el uso sostenible de la misma, el Convenio sobre
Cambio Climático no contempla la participación de las comunidades locales. Pero, dada
la inminente amenaza que representa, y por lo tanto la creciente preocupación social
que ha generado este tema, no solo debería valorarse el punto de vista científico y aca-
démico, sino que también se deberían considerar las percepciones y saberes locales,
pues muchas estrategias y alternativas provenientes de la experiencia y el conocimien-
to territorial de las poblaciones locales, han probado históricamente su efectividad.
Además, es sabido que los grupos humanos deciden emprender una u otra práctica
dependiendo de la percepción, las imágenes y representaciones que se tengan de una
problemática determinada (Beck, 2007; Ulloa, 2010).
En el caso colombiano, la participación ciudadana es requisito de la gestión ambien-
tal, sin embargo, la mayoría de las veces, tal participación ha sido instrumentalizada para
legitimar los intereses de los agentes promotores de los proyectos de desarrollo, sin que
efectivamente se tomen en cuenta los diferentes puntos de vista e intereses de los acto-
res sociales para la decisión, con el argumento de que las percepciones e interpretacio-
nes de los actores sociales comunitarios son subjetivas y faltas de rigor científico.
En efecto, la percepción sensorial es en sí misma subjetiva, en otros términos, la
percepción como acto físico e individual, está condicionada por variables históricas,
socioeconómicas, culturales y políticas del contexto territorial en que las personas de-
sarrollan su vida, de forma tal que la percepción está determinada, se retroalimenta y
cambia continuamente por el conocimiento, el aprendizaje, la experiencia y la informa-
ción que recibe y aporta cada persona al conjunto de la sociedad. Por ello, la “realidad”,
así como las categorías, significados y conocimientos a partir de los cuales asignamos un
sentido y un valor al mundo en el que vivimos para actuar en él, no son un reflejo de las
cosas como son en sí mismas, sino el resultado de una construcción humana histórica.
De allí se deriva la necesidad de comprender las percepciones de los distintos actores
sociales sobre las cosas, en el intento de entender sus conductas y, así, generar estrate-
gias de intervención social que sean más acordes con sus cosmovisiones o mundos de
sentido. Por esta razón, lo que se busca con el trabajo sobre la percepción es capturar

5. Firmado en la Cumbre de Rio de Janeiro en 1992.

46
información sobre los sentidos y las maneras de valorar un hecho o un objeto por parte
de los individuos y las comunidades, y deducir la importancia que tienen estos hechos u
objetos para ellos (Gerritsen et al., 2004; Godínez y Lazos, 2001; Landini, 2010). Por su
parte Dowglas (De los Ríos, 2009) plantea que existen relaciones directas y recíprocas
entre las percepciones sociales y las formas de adaptación de los grupos humanos a un
determinado ambiente en un momento dado, condicionándose mutuamente.
Resulta entonces fundamental indagar sobre las percepciones que los agricultores
tienen sobre el cambio climático, sus efectos y las estrategias de adaptación que han
desarrollado e implementado, pues de esto dependerá la adopción de las recomen-
daciones técnicas que las entidades responsables de mitigar y vigilar dicho fenómeno
emprendan. Para el caso concreto del municipio de Marinilla, las percepciones de los
agricultores encuestados muestran una sensibilización y una comprensión de los pro-
blemas ambientales, así como una valoración de las prácticas agroecológicas, en fun-
ción de que pueden mitigar los efectos del cambio climático.

Resultados y discusión

Percepción de las causas y los efectos del cambio climático


En la tabla 1 se pueden apreciar las diferentes causas que los agricultores encuestados
perciben con respecto al cambio climático. Dichas percepciones probablemente están
condicionadas por la convergencia de los discursos de la agroecología y ambientalista.
Ambos reconocen que el deterioro de los ecosistemas y de la producción agropecuaria
se debe al establecimiento y expansión de monocultivos y al modelo agroindustrial que
han sustituido bosques y sistemas agrícolas tradicionales generando pérdidas de bio y
agrodiversidad, por quemas y deforestación para la expansión de la frontera agrope-
cuaria, uso inadecuado y excesivo de agroquímicos que contaminan suelos y fuentes
de agua, mal manejo de los suelos y del agua, sustitución de variedades tradicionales
por híbridos, entre muchos otros impactos.
Los agricultores que participaron en esta investigación han recibido e incorporado in-
formación que los especialistas ambientales y agroecólogos han venido divulgando a tra-
vés de distintos medios, a partir de la cual logran revalorizar y actualizar los conocimien-
tos adquiridos de su propia historia y contexto sociocultural. Ello evidencia la manera de
apropiación y uso del discurso y del lenguaje técnico que se maneja a nivel global por

Tabla 1. Causas percibidas por los agricultores agroecológicos de Marinilla.

Causas
Deforestación 41,7% Contaminación 25,0%
Deterioro del medio ambiente 41,7% Uso de agroquímicos 25,0%
Quemas 36,0% Monocultivos 18,0%
Sobre población 33,3% Cosas de la naturaleza 16,7%

47
parte de organizaciones ambientalistas. Esto da cuenta de una apertura al conocimiento
experto por parte de los encuestados y de la capacidad que tienen de actualizar constan-
temente sus conocimientos, incorporando nuevas informaciones y lenguajes, adquiridos
a partir de los medios masivos de comunicación (radio, televisión, revistas, etc.), o a tra-
vés de los procesos de educación no formal en los que participan, como los impartidos
por espacio de 15 años por la Corporación Ambiental CEAM y la Secretaria de Agricultura
local. Como lo ha referido Gerritsen et al., (2004), este hecho contradice el planteamiento
de que los conocimientos locales se caracterizan por una fuerte resistencia al cambio y
por una cierta incapacidad para efectuar transformaciones rápidas.
Como lo ha expresado Orlove et al., (2011), el contacto y comprensión de varias
fuentes de información, hace a los agricultores conscientes de que el clima se está
transformando y que por lo tanto el conocimiento local puede no ser suficiente para
afrontar dichos cambios, de tal manera que incorporan nuevos conocimientos y prác-
ticas para mitigar los efectos. Así, muchos campesinos, una vez tienen acceso a nueva
información, la evalúan y en caso de encontrarla útil, la añaden a su propio repertorio,
lo que da cuenta de que el conocimiento local es flexible y dinámico. En este mismo
sentido Ulloa (2011), plantea que estas dinámicas permiten tender puentes entre el
conocimiento local y el conocimiento experto facilitando la comunicación entre ambos
y legitimando en buena medida las recomendaciones de las autoridades ambientales,
además permite recuperar su propio acervo de conocimientos agrícolas históricos, tal
como se evidencia con la presente investigación.
Para los agricultores agroecológicos, tanto causas como efectos son correlatos indi-
solubles. Entre los efectos señalan el aumento en la intensidad de las precipitaciones y
temperaturas, mayor frecuencia de granizadas y heladas, la alteración de la estacionali-
dad de las lluvias, los cuales conllevan el aumento de enfermedades de los cultivos o la
afectación de la calidad de los productos (ver tabla 2). Los efectos del cambio climático
son los que con mayor claridad perciben los encuestados, puesto que cotidianamente
observan en sus parcelas el crecimiento y desarrollo de sus plantas y animales.
Otros efectos aluden a fenómenos físicos que son observables localmente, tales
como los daños en la infraestructura vial, habitacional, erosión y hundimiento de los
suelos (ver figuras 2 y 3), que reducen las áreas de cultivo, principalmente en los pre-
dios de agricultura comercial, aumentando el riesgo y la vulnerabilidad y empeoran-

Tabla 2. Efectos percibidos por los agricultores agroecológicos de Marinilla.

Efectos
Alteraciones en la estacionalidad de las lluvias 75,0% > Temperatura 45,0%
Inundaciones 66,7% Sequías 41,7%
Granizadas 66,7% > Vientos 40,0%
> Lluvia 63,3% Heladas 33,3%
< Lluvia 60,7% Hundimientos 25,0%
<Temperatura 55,0% Derrumbes 25,0%

48
Figura 2. Algunos efectos del aumento de la precipitación en el municipio de Marinilla.

Figura 3. Diferentes hundimientos en el municipio de Marinilla.

49
do las condiciones de vida de los pobladores. Es importante señalar, que las fincas
agroecológicas no presentaron estos problemas, dado que las prácticas de conserva-
ción de suelos implementadas han mostrado efectividad, tal como puede apreciarse
en la figura 4. Situación que coincide con la reportada por Holt-Giménez (2002), quien
realizó una investigación sobre los efectos del huracán Mich en Nicaragua, establecien-
do que las fincas agroecológicas tuvieron menos daños y pérdidas que sus vecinos de
agricultura convencional. El autor expresa que los sistemas agroecológicos que exhiben
altos niveles de diversidad, integración, eficiencia, flexibilidad y productividad, son sis-
temas con gran capacidad de resiliencia ante los desastres.
Las evidencias físicas vinculadas a una percepción de mayor riesgo, tienen una in-
terpretación y una valoración social, que en buena medida se vinculan a la decisión de
realizar un manejo ambiental a través a las prácticas agroecológicas. Sus respuestas y
prácticas cotidianas están dirigidas entonces a atacar causas para mitigar los efectos,
tal como veremos más adelante.
Un alto porcentaje de los encuestados (75%), señaló el cambio en la estacionalidad
como un problema que afecta los calendarios de siembra y cosecha, dado que la ma-
yoría no poseen sistemas de riego y dependen totalmente del régimen de lluvias. Esta
situación afecta directamente la producción de sus cultivos de ciclo corto, que para el
caso de Marinilla son la mayoría. Ello también afecta los momentos para realizar otras
prácticas agronómicas, tales como podas y fertilización, o para la extracción y el corte

Figura 4. Algunas prácticas agroecológicas implementadas en el municipio de Marinilla.

50
de la madera. En general expresaron no tener respuesta o soluciones frente a este tipo
de incertidumbres, puesto que el cambio climático probablemente genera la descon-
textualización de los conocimientos meteorológicos locales, perdiendo así la capacidad
de predicción. Por ello, como lo ha mencionado Ramos, et al., (2011), los cambios en el
clima no sólo tienen efectos materiales (productividad de cultivos, deterioro de suelos
e infraestructura, etc.), sino que impactan la cultura, al generar procesos de pérdida de
conocimientos, y nuevas apropiaciones y adaptaciones.

Estrategias adaptativas de los agricultores


agroecológicos de Marinilla

“La agricultura industrial ha calentado el planeta.


La agricultura campesina agroecológica lo enfría.”
Vía Campesina

La adaptación sociocultural hace referencia a procesos mediante los cuales los indi-
viduos y los grupos humanos modifican o cambian sus patrones de comportamiento
para ajustarse a nuevas pautas o normas que se proponen o imperan en el medio social
en el cual se desenvuelve su vida. Ello supone la capacidad de abandonar, adquirir, re-
valorizar y refuncionalizar hábitos o prácticas que formaban parte del comportamiento
individual o colectivo, que son evaluadas positiva o negativamente en el contexto al
que se desea o debe integrarse. Eventualmente, se adquieren otros saberes o prácticas
acordes con las expectativas que se tienen con respecto a una situación. La adaptación
opera sobre la base de las habilidades sociales que el sujeto o el grupo humano posee.
Entonces, las estrategias adaptativas hacen referencia al conjunto de opciones o
elecciones del repertorio cultural e intercultural que se llevan a cabo para lograr un
objetivo individual o colectivo. En otras palabras, se trata del amplio conjunto de ac-
ciones realizadas por individuos o actores sociales para pervivir, mantener y mejorar
su posición social o para maximizar su acceso a beneficios materiales o simbólicos,
siempre en el contexto de las restricciones de la estructura social (Silvetti y Cáceres,
1998 en Landini, 2011).
Si bien, la adaptación al cambio del clima puede tener un soporte o inscribirse en el
marco de políticas públicas, en la práctica se concreta en contextos socioambientales
locales cambiantes, dada la dinámica, dependencia e interrelación entre las condicio-
nes ambientales de cada lugar específico, de los saberes, así como de los recursos pro-
ductivos, tecnológicos y organizativos en un tiempo dado. Es decir, el entorno biofísico
de cada comunidad es único en un momento dado, en consecuencia las medidas de
adaptación serán también específicas para cada comunidad en determinado tiempo.
En este sentido, distintas investigaciones antropológicas y agroecológicas han de-
mostrado que los conocimientos locales adquiridos y transmitidos de generación en
generación, que forman la memoria colectiva, le permiten a las poblaciones locales
manejar fenómenos y cambios climáticos y atmosféricos. Los campesinos suelen dis-
tinguir bio-indicadores o signos vinculados con la observación, las prácticas y la expe-

51
riencia cotidiana acumulada, tales como la floración, la fructificación, las épocas para
realizar cacería o recolección de frutos silvestres, la presencia y la abundancia de una
serie de hongos, insectos o aves, el tipo de vientos y de nubes, las fases de la luna, las
mareas, el aumento o disminución de humedad o sequía, etc., que les permite leer
cada señal para tomar las precauciones del caso o decidir y experimentar sobre sus
sistemas productivos. Estos conocimientos son de gran importancia en el trópico don-
de las predicciones de las épocas secas y lluviosas determinan los ciclos productivos,
principalmente para los cultivos alimenticios de ciclo corto (Toledo y Barrera, 2008;
Orlove, et al., 2011; Ulloa, 2011).
En el caso que nos ocupa, las estrategias de adaptación están referidas a repertorios
de conocimientos y prácticas en interacción, vinculadas a la producción, al consumo y
a la comercialización, así como a las dinámicas organizativas y participativas en redes
locales y regionales. En esta perspectiva, se buscó documentar las respuestas agro-tec-
nológicas que los agricultores han venido construyendo y practicando, las cuales ade-
más de incidir en el mejoramiento y diversificación de la producción han dado origen
a sinergias positivas, tales como el mejoramiento de las condiciones ambientales pre-
diales, la recuperación y valorización de sus conocimientos locales, la experimentación,
innovación y adopción permanente de nuevos saberes; lo que permite generar medios
de vida y fortalecer la autonomía de los agricultores y de sus organizaciones (ver figura
4). A continuación detallamos algunas de estas estrategias, las cuales coinciden con
varias de las reportadas para México por Colunga y Zizumbo (1993).

 Incorporación de técnicas de manejo y conservación de suelos mediante la cons-


trucción de terrazas, sistemas de riego, labranza mínima, barreras vivas y prácticas
de abonamientos orgánicos, lo que permite mejorar las condiciones físico-químicas
y biológicas del suelo, evitando la erosión, optimizando el uso del suelo y aumen-
tando la productividad.
 Protección ambiental, referida básicamente a la utilización de abonos orgánicos y
bio-preparados, al manejo, reciclaje, reutilización y disposición final de residuos, al
cuidado y protección de las fuentes de agua, a la siembra de árboles para la produc-
ción de leña y como cercas vivas, a la recolección y almacenamiento de agua lluvia,
así como a la construcción y mantenimiento de terrazas para cultivo, y de algunas
tecnologías apropiadas como secadores solares, estufas eficientes y biodigestores.
 Disminución de la dependencia de recursos o subsidios externos derivados de ener-
gía fósil (agro-tóxicos y fertilizantes químicos) y mejoramiento de la salud humana
y de los ecosistemas, a través del uso de bio-preparados y de abonos orgánicos.
 Diseño de parcelas con distintos hábitos de crecimiento y diversa composición flo-
rística, lo que crea un hábitat propicio para otras especies silvestres, principalmente
la ornitofauna y entomofauna benéficas; aumentando las interacciones biológicas
y las sinergias entre los componentes de la biodiversidad agrícola, promoviendo
procesos y servicios ecológicos claves.
 Construcción y mantenimiento de pequeños parches o fragmentos de biodiversi-
dad que pueden desempeñar, eventualmente, las funciones de corredores bioló-
gicos y funcionar como vías de desplazamiento o como albergues de otras formas

52
de vida al interior de matrices transformadas por los monocultivos, mejorando los
servicios ambientales (Altieri y Nicholls, 2012).
 Producción y mantenimiento de variabilidad genética que funcionan como sistemas
de conservación in situ de la agrobiodiversidad, constituyéndose en una estrategia
frente a las transformaciones del clima y a los cambios continuos en los precios
de sus productos, a través del incremento de la diversidad de especies animales y
vegetales cultivadas en áreas pequeñas; manejo de diferentes densidades de siem-
bra; diseño de patrones espaciales de distribución dentro de la parcela; introduc-
ción experimental de variedades y especies foráneas o mejoradas en bajas propor-
ciones; cultivo y protección de variedades locales, las cuales cuentan con una alta
variabilidad intra e inter–específica. La agrobiodiversidad sembrada y manejada en
sus parcelas, implica una alta manipulación y selección de especies en función de
las condiciones climáticas, los suelos, las plagas, las enfermedades y la fisiología de
las distintas plantas. En algunas oportunidades prefieren cultivar variedades con
menores rendimientos, pero que soporten mejor condiciones climáticas adversas,
lo cual exige un refinamiento de conocimientos agro-tecnológicos locales, lo que se
evidencia concretamente con los cultivos de papa y frijol.
 Participación en la evolución de las plantas cultivadas ampliando su base genética,
a partir de la selección de variedades con mejores características de: A) Adecua-
ción a los sistemas productivos existentes de acuerdo con sus recursos económi-
cos; B) Selección de variedades que muestran mejor adaptación a las condiciones
ambientales; C) Selección de variedades, a partir del sabor, color y textura, pro-
pias de la cultura local, bien sea para consumo propio o para satisfacer las exigen-
cias del mercado.
 Mejoramiento de la seguridad y autonomía alimentaria familiar, a través del au-
mento de la diversidad de plantas y animales, dado que hay mayor oferta y variedad
de alimentos en cantidad y calidad, sin agro-tóxicos, destinados al consumo familiar
y local. La mayoría de los agricultores produce una alta diversidad de productos
entre los que se incluyen las hortalizas (25 especies diferentes), granos (entre los
que sobresalen el frijol y el maíz), frutas (18 tipos diferentes), café, cacao, plantas
medicinales y aromáticas (12 especies diferentes), leche y sus derivados, huevos,
carne de pollo y conejo (ver tabla 3).
 Consolidación y fortalecimiento de canales de comercialización cortos, dado que
han fortalecido las redes locales de venta de sus productos, donde la relación entre
productores y consumidores es clave, evitando la intermediación y los viajes de lar-
gas distancias para el transporte de los productos, ahorrando combustible y costos
de operación, reduciendo así la huella ecológica.
 Consolidación de la organización social comunitaria, mediante su articulación a re-
des locales, regionales y globales de militancias heterogéneas (agroecológica, am-
bientalistas, campesina, de mujeres, entre otras) desde las que se legitiman la valo-
ración de conocimientos y se fortalece la participación política, generando agendas
públicas y potenciando la consecución de objetivos de política pública en acuerdo
con las entidades estatales y no gubernamentales, que aseguran su pervivencia y
permanencia en el territorio.

53
Tabla 3. Especies cultivadas por los agricultores agroecológicos de Marinilla.

Tipo Nombre común Familia Nombre científico Usos*


Acelga Amarantáceas Beta vulgaris L. AH
Ají Solanaceae Capsicum spp. AH, CO
Ajo Liliaceae Allium sativum L. CO
Arveja Fabaceaae Pisum sativum L. AH
Arracacha Apiaceae Arracacia xanthorrhiza Bancr. AH, AA
Ahuyama Cucurbitaceae Cucurbita maxima Duchesne AH
Brócoli Brassicaceae Brassica oleracea L. AH
Calabacín Cucurbitaceae Cucurbita pepo L. AH
Cebolla Amaryllidaceae Allium cepa L. AH, CO
Cilantro Apiaceae Coriandrum sativum L. AH
Col Brassicaceae Brassica oleracea L. AH, AA
Coliflor Brassicaceae Brassica oleracea var botrytis AH
Hortalizas

Espinaca Amaranthaceae Spinacia oleracea L. AH, AA


Habichuela Leguminosae Phaseolus vulgaris L. AH
Lechuga Asteraceae (Compositae) Lactuca sativa L. AH, AA
Papa Solanaceae Solanum tuberosum L. AH
Pepino Cucurbitaceae Cucumis sativus L. AH
Petroselinum crispum
Perejil Apiaceae AH
(Mill.) Nyman ex A.W. Hill
Pimentón Solanaceae Capsicum annuum L. AH,CO
Plátano Musaceae Musa × paradisiaca L. AH
Rábano Brassicaceae Raphanus sativus L. AH, AA
Repollo Brassicaceae Brassica oleracea L. AH, AA
Tomate Solanaceae Lycopersicum esculentum Mill. AH
Yuca Euphorbiaceae Manihot esculenta Crantz AH
Zanahoria Apiaceae Daucus carota L. AH
Albahaca Lamiaceae Ocimum basilicum L. ME
Caléndula Asteraceae (Compositae) Calendula officinalis L. ME
Café Lauraceae Coffea arabiga
Cymbopogon nardus (L.) Rendle
Aromáticas y medicinales

Citronella Poaceae ME
Eneldo Apiaceae Anethum graveolens L. ME
Hierbabuena Lamiaceae Mentha sativa ME,CO
Laurel Rubiaceae Laurus nobilis L. ME
Limonaria Poaceae Cymbopogon citratus (DC.) Stapf ME
Manzanilla Asteraceae (Compositae) Chamaemelum nobile (L.) All. ME
Penca de sábila Asparagaceae Aloe vera (L.) Burm. f. ME
Orégano Lamiaceae Origanum vulgare L. ME,CO
Romero Lamiaceae Rosmarinus officinalis L. ME,CO
Toronjil Lamiaceae Melissa officinalis L. ME,CO

Continúa.

54
Continuación de la tabla 3.

Tipo Nombre común Familia Nombre científico Usos*


Frijol Fabaceae Phaseolus vulgaris L. AH
Granos

Maíz Poaceae Zea mays L. AH, AA


Aguacate Lauraceae Persea americana Mill. AH
Agraz Ericaceae Vaccinium meridionale Sw. AH
Banano Musaceae Musa acuminata Colla AH
Brevo Moraceae Ficus carica L. AH
Fresa Rosaceae Fragaria sp. AH
Guanábana Annonaceae Annona muricata L. AH
Guayaba Myrtaceae Psidium guajava L. AH
Limón Rutaceae Citrus limon (L.) Burm. AH, CO
Lulo Solanaceae Solanum quitoense Lam. AH
Frutas

Mandarina Rutaceae Citrus reticulata Blanco AH


Mango Anacardiaceae Mangifera indica L. AH
Maracuyá Passifloraceae Passiflora edulis Sims AH
Mora Rosaceae Rubus ulmifolius Schot AH
Naranja Rutaceae Citrus sinensis (L.) Osbeck AH
Papaya Caricaceae Carica papaya L. AH
Piña Bromeliaceae Ananas comosus (L.) Merr. AH
Tomate Solanaceae Solanum lycopersicum Lam. AH
Uchuva Solanaceae Physalis pubescens var. pubescens AH
Alfafa Leguminosae Medicago sativa L. AH, AA
Tithonia diversifolia (Hemsl.)
Margaritón Asteraceae (Compositae) AA
A.Gray
Forrajes

Morera Moraceae Morus nigra L. AH, AA


Pennisetum clandestinum
Pasto kikuyo Poaceae AA
Hochst. ex Chiov
Pennisetum purpureum
Pasto Elefante Poaceae AA
Schumach.

 Innovación local y autónoma, mediante la experimentación y adopción de tecno-


logías para la producción, consumo, comercialización, organización y participación,
combinando saberes y prácticas endógenas y exógenas. Como lo ha expresado Tole-
do y Barrera (2008), todas las prácticas y estrategias tecnológicas desarrolladas por
los grupos campesinos son la concreción de sistemas de conocimientos y creencias.

Como lo ha planteado la agroecología los sistemas diversificados son más resilientes


a las perturbaciones, dado que se recuperan más rápido de las transformaciones
ambientales. En conjunto, estas estrategias de adaptación son fundamentales para
la pervivencia de los agricultores y en general para la población campesina, espe-

55
cialmente porque dadas las condiciones estructurales en las que se encuentran in-
mersos, caracterizadas por la incertidumbre en la variabilidad climática, la potencial
aparición de plagas y las importantes fluctuaciones en el precio de los productos en
los mercados, estos campesinos prefieren reducir los riesgos de fallas o pérdidas
antes que procurar maximizar las ganancias o ingresos. Esto, al menos, dentro de las
posibilidades que tienen a su alcance. Igualmente, las estrategias adaptativas dismi-
nuyen o minimizan los riesgos en la economía campesina (Altieri y Nicholls, 2012;
Landini, 2011).
Como lo ha señalado Ulloa (2011), los cambios ambientales han existido siempre
y para afrontarlos, la mayoría de los grupos humanos han desarrollado distintas estra-
tegias, que van desde normas, tecnologías o creencias, hasta cambios radicales en los
modos de vida. Sin embargo, no siempre hay coincidencia entre los distintos actores
sociales sobre cuáles deben ser las estrategias, cómo y dónde se aplican.
Por ejemplo, las propuestas dominantes para mitigar el cambio climático a nivel
internacional están vinculadas a la captura de carbono -con su respectivo merca-
do de emisiones, que permiten continuar emitiendo gases invernadero, bajo la con-
signa de quien contamina paga-, a la producción de agrocombustibles y al uso de
transgénicos resistentes a las sequías o inundaciones. Dichas soluciones se centran
en el capital, la globalización del mercado y el conocimiento experto, y ocupan un
lugar destacado en la agenda internacional y en las relaciones Norte/Sur, que además
de mercantilizar la naturaleza a través de los agronegocios, son una falsa solución,
dado que incrementan los impactos ambientales sistémicos por la contaminación, la
pérdida de biodiversidad, el avance de los monocultivos, la monopolización y acapa-
ramiento de tierras.
En últimas, tales propuestas se traducen en una nueva fase de la expansión y reva-
lorización del capital, lo que finalmente genera desterritorialización de comunidades
étnicas y campesinas, desconoce e invisibiliza las propuestas locales. A diferencia de
ello, las alternativas desarrolladas en el municipio de Marinilla, por parte de los agri-
cultores agroecológicos parten de procesos participativos donde se revaloriza el cono-
cimiento y las capacidades locales, que han permitido potenciar la diversidad ecológica
y sociocultural para una agricultura más sostenible. Parafraseando a Sevilla (2006), la
agroecología practicada por estos campesinos es una experiencia clara de disidencia a
la globalización y se distancia de las propuestas ecotecnocráticas de las instituciones
internacionales, que a través del cambio climático, como problema, relanzan el desa-
rrollo, esta vez como capitalismo verde.

Conclusiones

Tanto causas como efectos, percibidos por los agricultores, muestran una suerte de
apropiación del discurso ambiental oficial. Las causas las vinculan a un mal manejo
ecológico (quemas, deforestación, sobrepoblación, uso inadecuado y excesivo de agro-
químicos, mal manejo de los suelos y del agua, sustitución de variedades tradicionales
por híbridos), las cuales se manifiestan en unos efectos negativos fácilmente reconoci-

56
bles (plagas y enfermedades en sus cultivos, hundimientos y erosión de suelos, daños
en la infraestructura vial y habitacional), que impactan negativamente las condiciones
de vida locales. Las estrategias que han emprendido como alternativas se vinculan con
el conocimiento local y con las prácticas agrícolas no convencionales que vienen desa-
rrollando y promoviendo desde sus organizaciones y con las ONG locales.
Los agricultores encuestados en esta investigación han desarrollado sistemas diná-
micos de conocimientos y prácticas agroecológicas entre las que se destacan la diversi-
ficación de los cultivos, las barreras vivas, la construcción y mantenimiento de terrazas,
intercambio de semillas, controles fitosanitarios con extractos de plantas, incremento
de la materia orgánica en los suelos y el manejo adecuado del agua, etc., que además
de mejorar las condiciones ambientales prediales, garantizan la seguridad alimentaria
con calidad, posibilitan la apertura de nuevos nichos de mercado local, recuperan y
valorizan sus conocimientos locales.
La innovación y adopción de nuevos conocimientos por parte de los agricultores les
ha permitido generar distintas alternativas para la pervivencia y al mismo tiempo ha
fortalecido su autonomía, constituyéndose en sujetos multidimensionales que partici-
pan de las dinámicas socioeconómicas y políticas locales y regionales que potencian y
defienden el territorio y la territorialidad.
Las estrategias adaptativas en conjunto consolidan, refuerzan, recuperan y reapro-
pian conocimientos y prácticas agroecológicas e incorporan innovaciones en la pro-
ducción y el consumo, así como fortalecen procesos organizativos y de participación
social, económica y política de los agricultores agroecológicos, minimizan los riesgos
al cambio climático y garantizan la sostenibilidad de la biodiversidad en sus territorios.
La innovación y la diversidad en los sistemas de producción, en la organización so-
cial, política y cultural, tienden a disminuir los riesgos no sólo del sistema económico,
sino que permiten la pervivencia y cohesión del campesinado como sujeto social y
político.
Probablemente, buena parte del repertorio de estrategias adaptativas desplegadas
por los agricultores agroecológicos de Marinilla, están relacionadas directamente con
una larga historia de adaptación sociocultural compartida y sostenida por redes de pa-
rentesco, compadrazgo y vecindario que ha caracterizado en general a la población del
municipio. En efecto, esta población es reconocida como emprendedora, comerciante,
negociante, capaz de adaptarse a múltiples circunstancias e innovar en permanentes
encuentros interculturales a través de los cuales reafirma su identidad y ethos cultural,
de tal manera que logran mantenerse como tales en un mundo interconectado y en
permanente transformación.

Agradecimientos

Las autoras agradecen a la Dirección de Investigaciones de la Universidad Nacional de


Colombia, a la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología-SOCLA, a la Corpo-
ración de Estudios Ambientales de Marinilla CEAM, a la Asociación de Mujeres Campe-
sinas Buscando Futuro y a ASOCAMPO.

57
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59
Resiliencia socioecológica de los agroecosistemas.
Más que una externalidad
Leonardo A. Ríos-Osorio*, Walter Salas-Zapata†, Juan Antonio Espinosa-Alzate‡

Introducción

En las últimas décadas del siglo XX los problemas de insostenibilidad se hicieron más
visibles ante la humanidad. Las publicaciones del Informe del Club de Roma sobre los
límites del crecimiento (Meadows et al., 1972) y del Informe de la Comisión Mundial
sobre Medio Ambiente y Desarrollo (WCED, 1987) documentaron, probablemente
como nunca antes se había hecho, problemas socioambientales como el agotamiento
de fuentes de agua y de energía, el crecimiento demográfico de la población mundial,
la deforestación, el calentamiento global y los desequilibrios norte-sur en la distribu-
ción de la riqueza.
La existencia y magnitud de estos problemas no solamente estimularon cambios
a nivel político-institucional sino también a nivel científico. En el primer caso, con el
propósito de tomar decisiones urgentes, se llevaron a cabo la Cumbre de la Tierra, la
Cumbre de Johannesburgo y la Cumbre de Río+20, y se tomaron decisiones a través de
la firma del protocolo de Kioto y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio entre otros
tratados y acuerdos.
En el segundo caso, el modelo dominante de desarrollo científico y tecnológico
occidental ha sido cuestionado por sus limitaciones para entender la complejidad de
los problemas de insostenibilidad y su incapacidad para proponer soluciones a ellos
(Meadows et al., 1972:24,27; Novo, 2006:7-22; Ravetz, 2006; Rios et al., 2009). Así,
ante la necesidad de proponer modos de hacer ciencia que permitan comprender las
interacciones dinámicas naturaleza-sociedad, a nivel científico se han venido desarro-
llando campos disciplinares como la ecología industrial, la ética ambiental, la economía
ecológica, la ecología cultural, la ecología política, y la agroecología.
Un común denominador entre estos campos disciplinares es su interés por enten-
der como los sistemas humanos pueden llevar a cabo procesos adaptativos que les
permitan ajustarse a las dinámicas de los ecosistemas dentro de los que desarrollan su
existencia. Esto último se conoce con el nombre de resiliencia socioecológica y puede
definirse como la capacidad de diferentes tipos de sistemas humanos de reorganizar
adaptativamente el arreglo de relaciones socioecológicas para mantener su existencia
(Berkes et al., 2003a:13-16; Folke, 2006; Salas-Zapata et al., 2012). Por esa razón se
puede decir que estos campos disciplinares emergentes se enfocan en entender la re-
siliencia socioecológica de determinados sistemas.

*PhD en Sostenibilidad. Profesor Asociado Escuela de Microbiología. Grupo de Investigación Salud y Sostenibilidad.
Universidad de Antioquia. †PhD en Sostenibilidad. Profesor Auxiliar Escuela de Microbiología. Grupo de Investigación Salud
y Sostenibilidad. Universidad de Antioquia. †PhD (c). Doctorado en Agroecología. Universidad de Antioquia. Grupo de
Investigación Salud y Sostenibilidad.

60
Si bien estos campos disciplinares tienen en común su interés por entender la
resiliencia socioecológica de un sistema dado, ellos difieren en el tipo particular de
interacciones socioecológicas que constituyen el sistema en estudio. Por ejemplo, la
economía ecológica se ocupa de las relaciones entre los ecosistemas y las actividades
económicas (Baumgärtner et al., 2008); la ética ambiental, de las relaciones entre los
sistemas de creencias, las tradiciones éticas y espirituales y el manejo y gestión del am-
biente (Berkes et al., 2003b), la ecología política, de las relaciones entre las divisiones
de poder basadas en criterios socioeconómicos y culturales y la distribución de recur-
sos naturales y de los beneficios de los servicios ecosistémicos entre los actores de un
territorio (Berkes et al., 2003b); la ecología cultural, de las relaciones entre el hábitat y
el territorio y los rasgos y cambios socioculturales (Davidson-Hunt and Berkes, 2003);
la ecología industrial, de las relaciones entre los componentes del sistema industrial
y la biósfera (Erkman, 1997); y la agroecología, de las relaciones entre los sistemas
agrícolas y el ambiente y la sociedad dentro de los cuales se desarrollan tales sistemas
(Altieri, 1999).
En consecuencia, la agroecología se interesa por entender la resiliencia socioecoló-
gica de los agroecosistemas. No obstante, el concepto de resiliencia ha tenido diferen-
tes significados debido a su uso en diferentes ámbitos de las ciencias. Este capítulo sos-
tiene que el concepto de resiliencia socioecológica de los sistemas brinda una perspec-
tiva de estudio apropiada para entender la in/sostenibilidad de los agroecosistemas.

La agroecología como transdisciplina

En términos generales, el concepto de transdisciplina puede definirse de diversas ma-


neras, aunque se pueden destacar tres de ellas. En la primera se asume "transdiscipli-
na" como una coordinación de las disciplinas en cuatro: niveles -axiológico o valorativo,
normativo, pragmático y empírico– (Max-Neef, 2005; Hirsch et al., 2006). No obstante,
a pesar de ser una estructura práctica para fines de investigación, es insuficiente. Pues
es una propuesta basada en las disciplinas que se gestan en las universidades y no en
la complejidad propia de los problemas de la realidad (Max-Neef, 2005). Por otra parte,
dado que no da cuenta de la importancia del rol que tiene los actores involucrados,
tampoco permite integrar las diferentes formas de conocimiento que son necesarias
para entender la complejidad de la realidad y potenciar las soluciones a problemas
(Hirsch et al., 2006).
En la segunda, "transdisciplina" puede asumirse como enfoque epistemológico y,
por tanto, como un modo de hacer ciencia. Particularmente en este contexto el con-
cepto de transdisciplina se refiere a la incorporación de diferentes formas de conoci-
miento para obtener visiones integrales de la realidad que respondan a la naturaleza y
complejidad de las problemáticas (Max-Neef, 2005; Hirsch et al., 2006; Olivé, 2011). Y
en la tercera, "transdisciplina" se concibe como la integración de diferentes formas de
conocimiento en relación con un objeto de estudio no abarcado por ninguna disciplina,
y por tanto, dicha integración se da alrededor de un núcleo propio de conocimiento
(Follari, 2001; Kajikawa, 2008; Olivé, 2011).

61
Particularmente bajo esta tercera mirada, la agroecología puede definirse como
una transdisciplina debido a que su objeto de indagación, que es la resiliencia socioeco-
lógica de los agroecosistemas, es un objeto de estudio no abarcado por otras ciencias, y
la construcción de conocimiento científico sobre dicho objeto no solamente implica la
integración de las disciplinas que se ven representadas en los agroecosistemas, como
aquellas procedentes de las ciencias agrarias, las naturales y las sociales, sino también
la integración con otras formas de conocimiento derivadas de aquellos actores que
conocen y están involucrados en las dinámicas de los agroecosistemas.

La resiliencia socioecológica de los agroecosistemas

Los agroecosistemas
La complejidad de los problemas de insostenibilidad ha demandado a nivel científico
la redefinición de los problemas o sistemas de interés a partir de unidades de análisis
denominadas sistemas socioecológicos (Gallopín, 2001; Gallopin, 2004). Los sistemas
socioecológicos son sistemas totales constituidos subsistemas humanos y subsistemas
ecológicos y sus mutuas interacciones (Gallopín, 2001).
Lo anterior significa que para comprender la in/sostenibilidad de un sistema es
necesario redefinirlo como sistema socioecológico. En consecuencia, para entender
los procesos que permiten a un sistema ser sostenible, o que explican su insosteni-
bilidad, es necesario redefinir sus límites del sistema objeto de interés a partir de las
interacciones sociales y ecológicas que éste establece con los sistemas con los que se
relaciona. En el caso de la agroecología, los sistemas que son objeto de tal redefinición
son los sistemas agrícolas, que una vez son redelimitados a partir de sus interacciones
socioecológicas se denominan agroecosistemas.
Los agroecosistemas son sistemas socioecológicos constituidos por sistemas agrícolas
y sus interacciones con los sistemas sociales y ecológicos con los que se relacionan. Por
esa razón los agroecosistemas pueden definirse como totalidades integradas por sistemas
agrícolas y los sistemas sociales y ecológicos acoplados a estos. Así, un agroecosistema
no solamente comprende el sistema agrícola y el espacio físico dedicado a la producción,
sino también los recursos, el clima, el suelo, la infraestructura, las relaciones económicas,
las instituciones, la estructura social, la gente involucrada y afectada por estos procesos,
y la historia misma del sistema (Cabell and Oelofse, 2012). (Altieri, 1999:49).

¿Qué significa la resiliencia socioecológica en un agroecosistema?


La resiliencia es la propiedad y fundamento de la sostenibilidad de un sistema (Holling,
1996; Perrings, 1998; Holling, 2001; Berkes et al., 2003a; Fiksel, 2003, 2006). No obs-
tante, no todos las definiciones del concepto de resiliencia son suficientes para enten-
der como un sistema socioecológico puede llegar a ser sostenible.
El uso del concepto de resiliencia tiene origen en el campo de las matemáticas y de
la ingeniería en el contexto del desarrollo de aplicaciones tecnológicas y en el estudio
de la resistencia de materiales, respectivamente. Su transferencia a campos como la
ecología y los estudios sociales y ambientales se da posteriormente cuando ya éste era

62
un concepto maduro en estas áreas (Bodin and Wiman, 2004). En el ámbito de la inves-
tigación relacionada con la sostenibilidad de los sistemas socioecológicos fue utilizado
posteriormente, luego de algunos avances en ecología (Folke, 2006).
Estos tres contextos histórico-disciplinares han dado lugar a tres perspectivas del
concepto de resiliencia que están vinculados con los diferentes usos y significados que
tiene este concepto (Salas-Zapata et al., 2012). Estas perspectivas pueden concretarse
en los conceptos de resiliencia ingenieril o técnica, resiliencia ecológica y social, y resi-
liencia socioecológica (Folke, 2006). Éstas se describen a continuación:

Resiliencia ingenieril o técnica: Este concepto de resiliencia se enmarca en la pers-


pectiva centrada en el equilibrio de los sistemas. En el campo de la ingeniería se ha
asumido que los sistemas siempre tienden a buscar un punto de equilibrio cuando son
afectados por perturbaciones y condiciones externas. En este contexto, la resiliencia
se ha entendido como la habilidad (o velocidad) que tiene un sistema de recuperar su
punto de equilibrio luego de una perturbación (Gunderson et al., 2002:4; Folke, 2006).
Esta manera de entender la resiliencia es similar a la definición que en matemáticas ha
tenido el concepto de estabilidad, y su utilización es más apropiada en el ámbito de los
sistemas diseñados en ingeniería que en el de los sistemas ecológicos, donde ha dado
lugar a confusión (Holling, 1973). Por esa razón este concepto de resiliencia es aun
menos apropiado para el ámbito de los sistemas sociales.

Resiliencia ecológica/social: Este concepto se enmarca en la perspectiva de los múl-


tiples estados de equilibrio. Los sistemas ecológicos y los sistemas sociales no tienen
uno sino varios puntos de equilibrio o regiones de estabilidad, y están continuamente
sometidos a fenómenos de cambio y perturbación (Holling, 1994). En este contexto
la resiliencia se entiende como la capacidad que tiene un sistema de amortiguar o
absorber las perturbaciones y encontrar diferentes estados de equilibrio o dominios
de estabilidad (Holling, 1973; Gunderson et al., 2002:4; Folke, 2006). Por esa razón, en
este contexto la resiliencia se hace evidente a través de la persistencia de las relaciones
del sistema (Holling, 1973).

Resiliencia socioecológica. Se fundamenta en la perspectiva del cambio adaptativo.


Ésta sugiere que la razón por la que un sistema socioecológico puede sobreponerse a
perturbaciones, encontrar diferentes puntos de equilibrio y mantener sus funciones o
atributos esenciales es porque pueden reorganizarse y llevar a cabo cambios adapta-
tivos (Levin et al., 1998; Berkes et al., 2003a:13; Norberg and Cumming, 2008:3). Esta
perspectiva es apropiada para los sistemas socioecológicos, como los agroecosistemas,
porque en ellos las interacciones socioecológicas generan reajustes y cambios constan-
tes en las dinámicas y estructuras del sistema. Para que un sistema sea sostenible estas
interacciones deben reajustarse adaptativamente. Por esa razón la resiliencia socioeco-
lógica no se puede entender como la suma de la resiliencia ecológica y la social, pues
este tipo de resiliencia está referido particularmente a la relación socioecológica y no
a los sistemas constituyentes. Por esa razón, el concepto más apropiado para entender
la in/sostenibilidad de un agroecosistema es el concepto de resiliencia socioecológica.

63
Resiliencia socioecológica en las comunidades
negras e indígenas de Colombia

“La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo


que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.” (Galeano, 2001)

Contexto histórico
Cuando los españoles llegaron a América las culturas indígenas se encontraban en la
cúspide de su desarrollo como sociedades. Poseían una estructura política cimentada
en sus cosmovisiones, formas de comprensión místicas que se apoyaban en la natura-
leza como materia y energía vital que comulgaba la relación hombre-naturaleza.
Se pueden citar múltiples ejemplos de esa relación armónica con y desde la na-
turaleza, de respeto y cuidado, con la cual los pueblos indígenas en América habían
desarrollado sus sociedades. La siembra en terrazas y sus sistemas de regadío que les
permitieron a los incas cultivar las laderas de las montañas de la cordillera de los An-
des, y además de hacerlas productivas, evitaban al mismo tiempo la erosión y deserti-
ficación. (Galeano, 2001).
Los jardines flotantes de los aztecas ubicados históricamente en el lago desecado
donde en la actualidad se erige la ciudad de México. Estas islas fértiles fueron creadas
por los aztecas para resolver el problema de la falta de tierras en el sitio elegido para
construir Tenochtitlán, su ciudad sagrada.
A pesar del nivel de desarrollo alcanzado por estas civilizaciones, con un alto grado
de armonía entre hombre y naturaleza, que tardo cientos de siglos en desarrollarse,
fue destruido con la llegada del hombre occidental, que impuso su ley, su religión, su
manera de vivir, su cultura.
Desde entonces, la inmensa fertilidad de las tierras sudamericanas fue sometida a
la explotación intensiva de monocultivos como la caña de azúcar, el cacao, el banano,
el café, y a su desperdicio creando inmensos latifundios de tierras fértiles para la cría
de ganado. El logro de esta explotación intensiva se consiguió a través de la “importa-
ción” de negros africanos. Esclavos que sirvieron de mano de obra en la expropiación,
en el marco de un emergente sistema económico capitalista que se valía de su poderío
militar y su ambición sin límites para devorar y comercializar todo lo que encontró a su
paso en las tierras americanas. (Galeano, 2001).
Luego de una larga lucha por su soberanía, llega la independencia de los países su-
ramericanos en el siglo XIX. Sin embargo, la explotación de sus tierras continuó, pues la
soberanía del territorio era más una ilusión que un hecho real. Junto con la destrucción
de las civilizaciones indígenas y la usurpación de sus recursos naturales desapareció
también su inmensa riqueza cultural, sus estrategias ancestrales de adaptación a los
ecosistemas y su respeto por la naturaleza.

“Con la destrucción de las culturas indígenas desaparecieron los vestigios de for-


mas adaptativas a los ecosistemas tropicales. Los europeos no tuvieron ningún
interés en rescatar las tradiciones indígenas, consideradas como fruto diabólico,
ni en estudiar las circunstancias geográficas que rodeaban ahora su vida. Lo

64
importante era que la nueva tierra produjera los frutos a los que ellos estaban
acostumbrados. El trópico fue abandonado desde entonces a su suerte y no ha
logrado todavía ser asimilado como escenario cultural. La independencia de los
países latinoamericanos no varió lo absoluto su visión del desarrollo, sino que
los vinculó más fuertemente a la dependencia externa. Las últimas culturas in-
dígenas mueren en el presente, llevándose consigo los conocimientos del medio
natural acumulados durante milenios.” (Ángel Maya, 1995).

No obstante, a pesar de la interrupción abrupta de prácticas ancestrales que per-


mitían a estas comunidades desarrollar modos de vida sostenibles, aún persisten
comunidades cuyas formas de organización de la actividad productiva y social han
dado lugar a agroecosistemas socioecológicamente resilientes. A este respecto se
pueden destacar dos ejemplos en el contexto colombiano: el caso de los Consejos
Comunitarios del Río Cajambre y Concosta (Comunidades afrodescendientes) y el
caso del Cabildo Mayor Indígena de Mutatá (Comunidades indígenas). Ambos casos
permiten observar como los procesos adaptativos de los sistemas productivos que
estas comunidades han desarrollado les han permitido utilizar por cientos de años
los recursos naturales que sirven de soporte a sus vidas, gestar formas de vida digna
en correspondencia con las aspiraciones propias de sus culturas, y sobretodo garan-
tizar la existencia misma de estas comunidades a pesar de los cambios en el entorno
social y ecológico.

Caso 1: El sistema de azoteas de las comunidades afrodescendientes1


En Colombia, los territorios de uso colectivo de las comunidades afrodescendientes
se encuentran definidos en la figura de los consejos comunitarios. Estos son territo-
rios destinados tanto para la conservación como a su uso sostenible por parte de las
comunidades, que en el caso de los consejos comunitarios ubicados en la región del
pacífico biogeográfico se ven enfrentadas a condiciones geomorfológicas y climáticas
adversas, con una precipitación anual de 8000 mm anuales, una humedad relativa del
90 al 100%, un brillo solar de 3,5 horas/día y suelos altamente frágiles (entisoles e in-
ceptisoles), ácidos, susceptibles a lixiviación de materia orgánica y erosión por las altas
pendientes. (Figura 1).
A pesar de las condiciones ecológicas adversas, su inserción en el territorio se ha
dado de forma gradual y armónica. Ello se refleja en el desarrollo de estrategias adap-
tativas de producción. Una de ellas ha sido el desarrollo de sistemas de producción en
azoteas como mecanismo de adaptación productiva a las condiciones de inundación en
los bosques de manglar (figura 2).
Las azoteas conforman una estructura adaptativa de producción agrícola tipo huer-
ta que garantiza el mantenimiento de dos tipos de productos, los condimentos emplea-

1. La descripción que se presenta a continuación, de los dos casos de resiliencia socioecológica, es la síntesis presentada
de las dos experiencias, entre otras más, de las presentadas en la investigación financiada por el Fondo para la Acción
Ambiental y la Niñez:
Espinosa, J.A., Ríos, L.A., Saldarriaga, J.G., 2011. Evaluación agroecológica y modelos de producción agrícola en 2 consejos
comunitarios y 1 cabildo indígena (Cajambre, Concosta y Mutatá). Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez.

65
Figura 1. Información general del Consejo Comunitario del Río Cajambre, ubicado al suroeste
del municipio de Buenaventura, en el departamento del Valle del Cauca (Colombia).

Figura 2. Producción de plátano y caña de azúcar en medio del bosque tropical muy húmedo.

dos en la alimentación tradicional de las comunidades y las plantas de uso medicinal.


(Figura 3).
La producción de estos sistemas de azoteas es una forma de resistir las condiciones
adversas generadas por el entorno, pero más aún, de mantener la tradición tanto ali-
menticia como de su sistema médico tradicional. La concepción sistémica de la realidad

66
Figura 3. Producción en azoteas o cama alta en las comunidades de
la zona baja del consejo comunitario del Río Cajambre y Concosta.

de las comunidades les ha llevado de forma intuitiva a comprender las dinámicas tanto
biofísicas y socioculturales en interrelación, transformando el paisaje y haciéndolo par-
te de su realidad cultural.
En ese sentido, su función de despensa cultural garantiza la adaptabilidad de la
población y su territorio a pesar de las perturbaciones a las que se ve sometida por
efecto de las presiones del entorno. La evidencia de que los procesos de resiliencia
socioecológica conllevan no sólo a adaptaciones biofísicas se refleja en la población,
con su apego al entorno natural y su capacidad de asumir modos de vida adaptados
a las aspiraciones de su cultura (figura 4). Por estas razones se puede decir que la ex-
periencia de producción en azoteas de las comunidades de la zona baja del Consejo
Comunitario del Río Cajambre es un caso característico de resiliencia socioecológica en
un agroecosistema.

67
Figura 4. Niños y campesino de los consejos comunitarios.

Caso 2: La concepción del territorio como estrategia


cultural de adaptación en las comunidades indígenas
“Los indígenas necesitamos el territorio y el bosque es importante pues para nosotros
es vivir y que nuestros hijos vivan y trabajen en él, porque dicen que ahí vivimos mejor,
en nuestro territorio, para eso necesitamos la tierra porque ahí se encuentran los ani-
males, hay árboles, plantas medicinales, hay fuentes de agua y hay para vivir porque
nosotros vivimos de ella o sea es el corazón, el cuerpo de los indígenas porque si no
Emberá no es nada o no existiría, es así.” (Higuita, 2010).
Las comunidades indígenas se encuentran ubicadas en el territorio colombiano
bajo la configuración de "resguardos indígenas", como reconocimiento de su posesión
ancestral por la tierra y su pertenencia a ella. Así, en el marco de los resguardos se
conforman las estructuras administrativas de los cabildos como formas de organización
tradicional reconocidas legalmente en el contexto político-administrativo del país, y
las figuras de los resguardos, que involucran esencialmente un sentido de posesión
colectiva del territorio en pos de la conservación y el uso sostenible de la naturaleza.
El municipio de Mutatá se encuentra ubicado en la cuenca hidrográfica del Río Atra-
to a una altura de 75 msnm y bajo una temperatura promedio de 28ºC. Posee una ex-
tensión territorial de 1106 km2 (figura 5). Por sus condiciones ecológicas privilegiadas
sus tierras son consideradas como las segundas de mayor productividad del mundo y
posee una riqueza hídrica que lo destaca en todo el orbe. (Municipio de Mutatá, 2009).
En su territorio se encuentra ubicado el Cabildo Mayor Indígena de Mutatá (CMMT)
(figura 6), organización indígena que hace parte de la Asociación de Cabildos Indígenas
de Antioquia (OIA) y que ha definido en su misión y visión la prioridad de proteger de
forma dual su entorno tanto desde la conservación de los recursos naturales represen-
tados en una riqueza forestal y de agua incalculable, y la calidad de vida de su pobla-
ción en relación con una concepción compleja de la realidad en la cual tanto la cultura,
las relaciones socioeconómicas y la concepción del territorio son los ejes vertebradores
de su filosofía organizacional.
En cuanto a los aspectos biofísicos se presenta una temperatura media anual de
27,3ºC con extremas máximas de 40ºC y mínimas de 19,2ºC, una precipitación anual

68
Figura 5. Fuente: Muncipio de Mutatá. Mapa de veredas y corregimientos.

Figura 6. Escudo de identificación del CMMT, ubicado


en el caso urbano del municipio de Mutatá (Antioquia).

de 4.000 a 8.000 mm anuales, humedad relativa de 80 a 90%, brillo solar de 3,5 a 4,5
horas/día y los suelos presentan relieves colinados, bien drenados, baja fertilidad, ero-
sión de ligera a moderada, y en la unidad de montaña se presenta erosión de ligera a
severa y fertilidad baja a moderada. (Programa Colombia Forestal, 2006).
De acuerdo con el tipo de suelos se conciben dos usos posibles desde las perspec-
tivas comunitarias indígenas; un uso agrícola restrictivo de subsistencia, basado en el
desarrollo de huertas sobre vegas de ríos y quebradas para la producción de plátano,
maíz, yuca y frutales, complementado con la caza y la pesca, y la crianza de aves de

69
corral y en algunos casos cerdos, lo cual se constituye en el principal sustento de las
familias indígenas. Con una restricción en su uso sustentada en la necesidad de la per-
manencia de los bosques, la vida silvestre y la captación de recursos hídricos como
base fundamental de su relación ecosistémica.
En segundo lugar, la explotación controlada y no tecnificada con fines de vivienda e
intercambio de las especies maderables del bosque húmedo tropical, concordante con
la vocación principal de los suelos de esta región que son de uso forestal principalmen-
te, y que se caracterizan por ser bosques con ecosistemas extremadamente frágiles
para fines agrícolas.
Frente al uso productivo de los suelos se ha constituido una agricultura adaptada a la
selva húmeda tropical, de cultivos temporales con intercambios periódicos que se funda-
mentan en el cultivo de caña, tomate, lulo y fríjol, con una orientación a cultivos de ca-
rácter permanente como plátano primitivo, yuca, piña, limón, borojó, maíz de forma es-
tacional con dos cosechas anuales, una en marzo – abril y otra en septiembre – octubre.
Las comunidades que conforman el CMMT pertenecen a la etnia Emberá Eyábida
de la región de Mutatá y a censo de 2008 se contaba con 1.300 habitantes distribui-
dos en aproximadamente 280 familias en 13 comunidades: Jaikerazabi, Bedó Encanto,
Sabaleta, Mutatacito, Cañaduzales, Surrambay, Porroso, Mongaratatadó, Mongudó,
Mongudó la Sucena, Chontadural Cañero, Chontaduralito y Cacao.
Los indígenas Emberá conciben dentro de su cosmogonía el territorio como la esen-
cia primera de toda existencia, la tierra lo es todo, es la identidad, la cultura, y como
colectivo establecen la unidad y la soberanía como los principios regulatorios de su
funcionamiento en ese territorio, biofísico y cultural:

“El territorio es el lugar en el que desarrollamos nuestra vida y lo que nos per-
mite ser indígenas, es el suelo, nuestros recursos, el agua, los sitios sagrados;
es donde hacemos comunidad y donde esperamos que nuestros hijos también
vivan. El territorio no es simplemente el espacio geográfico delimitado por con-
venio. El territorio es algo que vive y permite la vida.” (Cabildo Mayor Indígena
de Chigorodó, 2009).

Uno de los aspectos que se resalta de las comunidades Emberá es su concepción sisté-
mica de la realidad, la cual reflejan de manera permanente en la simbología con la cual
representan la vida, la naturaleza y su relación con ella. (Espinosa et al., 2011).
De acuerdo con la cosmogonía Emberá, Tatzitzetze es el creador del universo y los
mundos existentes, los hombres y las cosas. Este dio origen a Caragabí, quien es el
amo de este mundo, el terrenal. Este dios es responsable de crear hombre y mujer, las
estrellas, los seres vivos y definió sus comportamientos, pero le faltaba el agua, así que
envió una paloma a buscarla en otros mundos, pero nunca volvió, un día soñó que en
su mundo si había agua, así que mandó un periquito a que la buscara, este encontró en
una cueva una mujer llamada Genzera, en su vivienda esta tenía agua cristalina y pe-
ces, le pidió que abriera la puerta pero no quiso, así que Cagarabí se presentó ante ella
para reclamarle, pero ante su nueva negativa este tumbó la puerta y dejo salir el agua
y los peces. Como castigo el dios la convirtió en una hormiga que lleva agua en su boca

70
y la deja en un árbol hueco que es llamado
Genené. (Ríos de Moreno, 2007).
De acuerdo con la cosmogonía Emberá,
del Genené provienen los mares, de su tron-
co; los ríos, de sus ramas; los arroyos, de sus
brotes grandes; y los pantanos, de sus bro-
tes pequeños.
Para los indígenas del CMMT, el Genené
es un símbolo de esa relación sistémica que
ha establecido su cultura con la naturaleza y
han actualizado la creencia del Genené por
la figura 7 que a continuación se presenta.
El Genené de la imagen corresponde con
el árbol conocido como carreto (Aspidosper-
ma spruceano) o carreto mamellon, lo lla-
man el “árbol del encuentro” pues en su re-
presentación particular, las ramas recogen
la vida del aire, pájaros, micos, insectos, en
sus raíces nace el agua y en ella los peces, y
en el tronco se recogen la mujer y la casa, allí todos se encuentran unidos y de todos
ellos depende el equilibrio (figura 7).
Esta cosmovisión de las comunidades pertenecientes al CMMT han permitido definir
así, una serie de líneas estratégicas para el desarrollo colectivo y la definición de agen-
das de trabajo interinstitucionales con agencias de cooperación y entes gubernamenta-
les de orden público y privado y de nivel local, regional y nacional: Línea de Territorio y
Ordenamiento, Línea de Recursos Naturales y Desarrollo, Línea de Autonomía Alimenta-
ria y la Línea de Vivienda y Hábitat. (Cabildo Mayor Indígena de Chigorodó, 2009).
Para los Emberá de Mutatá, la seguridad alimentaria es una línea estratégica, la cual
han asumido como autonomía alimentaria, y que de acuerdo con sus lineamientos, es
concebida como:

“Tener comida y salud en forma adecuada, en todo tiempo y para todas las
familias. Con tierra suficiente y adecuada para la producción de alimentos, con
respeto a nuestra diversidad (saberes, prácticas y ambientes), acorde a nuestra
cultura alimentaria, en relación directa con nuestros usos, costumbres, calenda-
rios agrícolas y privilegiando en la medida de lo posible, el manejo de semillas
tradicionales y de nuestros recursos locales.” (Cabildo Mayor Indígena de Chigo-
rodó, 2009).

El CMMT tiene constituido un Comité de Mujeres Emberá con las cuales se adelantó
un proyecto de fortalecimiento de la autonomía territorial de los Emberá de Antioquia,
apoyado por la OIA, el Gobierno Vasco y la ONG Mugarik Gabe, por medio del cual se
establecieron dos parcelas de plantas medicinales y alimenticias utilizadas de manera
tradicional por los Jaibanás (Médicos Tradicionales), información que da una perspecti-

71
va del uso potencial del bosque, con una mirada desde lo cultural, y aplicaciones en la
alimentación y la salud desde su soberanía (figura 8).

Figura 8. Información producida por el comité de mujeres sobre las plantas


medicinales y alimenticias de las comunidades Emberá.

De esta manera, la línea estratégica 3, definida por el CMMT se cumple involucrando


dos grupos fundamentales, mujeres y adultos mayores, desde la lógica de la visión sis-
témica del uso comestible y medicinal de las plantas.
Las comunidades indígenas de Mutatá han recibido históricamente diferentes ti-
pos de ayuda tanto para la obtención de los títulos de propiedad sobre sus territo-
rios, como para la mejora en los niveles organizacionales de sus resguardos como del
cabildo Mayor que los agrupa. En los últimos años, el mayor interés de las entidades
públicas y privadas ha sido el incentivo a procesos de conservación de los ecosistemas
autóctonos donde habitan las comunidades y el uso racional de los recursos que le
ofrece el entorno.
En ese sentido, entidades como WWF, OXFAM y la OIA se han vinculado con este
trabajo cultural y ambiental:

“…nos están enseñando y están capacitando a los Emberá; nos enseñan para
qué es tan importante el bosque que está allí, los animales, los árboles que se
encuentran al interior del territorio. Por medio de esta capacitación los indíge-
nas están aprendiendo sobre la importancia de cuidar el bosque o el territorio,
para qué sirven los ríos, porque sin esto nosotros los indígenas no podemos vivir,
los indígenas no viven así como en el pueblo, los indígenas se encuentran en las
montañas, es así como el indígena debe conservar el bosque y cuidar el territo-
rio, porque es nuestra madre que nos da todo, en cambio el kapunia (colonos)
no piensa eso.” (Higuita, 2010).

72
Así, las instituciones se han involucrado con las dinámicas sociales y culturales del
CMMT y sus repercusiones derivan en un mayor empoderamiento de las mismas co-
munidades por su realidad, desde lo que permiten sus propias leyes internas, y desde
donde la lectura del entorno social, económico y ambiental les deja entrever una me-
jora en sus condiciones de vida.
Existen en la vida de los resguardos pertenecientes al CMMT dos situaciones que
afectan su resiliencia socioecológica frente a las perturbaciones no sólo del entorno
productivo sino de los aspectos políticos e institucionales que definen su legalidad y la
propiedad sobre su territorio:
Por un lado, la llegada de los Emberá se debió a un proceso de desplazamiento a
causa de la violencia, que incluso puso en peligro la estabilidad del Cabildo, al generar
desplazamientos masivos en los años 90 asociados a la pugna de grupos armados que se
disputaban el territorio. Incluso, el territorio del resguardo Chontadural Cañero se había
convertido en corredor para el paso de los grupos armados en la zona, lo cual dificultó la
adaptación adecuada de las comunidades al territorio. Es a mediados de la década del
2000 que se presenta una nueva época de estabilidad en el orden público, que permite
el resurgimiento de la organización indígena, con más fuerza y mayor capacidad de con-
certación y atracción a los resguardos para vincularse activamente al CMMT.
En segundo lugar, la convivencia con colonos en los territorios delimitados en los
resguardos, como en el caso de Chontadural Cañero, ya sea por ocupación ilegal del
territorio, por tener derechos de propiedad adquiridos de los lotes asignados por el
INCODER al resguardo, previo a su legalización como tal, o por el arrendamiento de
tierras por parte de las comunidades indígenas, ha generado tensiones progresivas en
las comunidades, con brotes de violencia.
Esta problemática ha afectado las comunidades indígenas y las consecuencias que
ha traído en algunos momentos para los habitantes del resguardo, como las amenazas,
los asesinatos y los desplazamientos, los sensibilizaron para buscar a través de medios
pacíficos y espacios de concertación entre kapunia (blancos) y Emberá, la opción de
convivencia, es así como se realizó a comienzos del año 2011 la firma de una serie de
acuerdos de no expansión, buena vecindad y adecuado manejo de los recursos natura-
les, y al mismo tiempo, se pide una supervisión permanente de las extensiones de los
resguardos y la definición clara de los límites de los mismos.

Conclusión

En la búsqueda por comprender la complejidad de los problemas de insostenibilidad


en diferentes esferas de la existencia humana han surgido disciplinas como la econo-
mía ecológica, la ecología política, la ecología cultural, la ecología industrial, la ética
ambiental, y la agroecología. Todas han procurado entender los procesos de cambio
adaptativo en sistemas socioecológicos pero difieren en el tipo de relaciones socioeco-
lógicas de interés.
De acuerdo con lo anterior, podría postularse que el objeto de estudio de la agroeco-
logía es la resiliencia socioecológica de los agroecosistemas. Esto es la capacidad que

73
tienen los agroecosistemas de llevar a cabo cambios adaptativos en sus estructuras e
interacciones socioecológicas para sobreponerse a las perturbaciones y mantener una
producción agrícola en armonía con la cultura, la organización social, la satisfacción
de necesidades y la capacidad de los ecosistemas. Así, la unidad de análisis (objeto de
conocimiento) de la agroecología es el agroecosistema.
El concepto de resiliencia tiene diferentes significados y no todos son apropiados
para entender la sostenibilidad de un sistema. En ese sentido, el concepto de resilien-
cia socioecológica es el más apropiado para entender la sostenibilidad de un agroeco-
sistema porque, de las tres perspectivas presentadas aquí, es el único que tiene apli-
cabilidad en los sistemas socioecológicos. Cabe señalar también que éste concepto no
es la suma de resiliencia social mas resiliencia ecológica, pues dentro del concepto de
resiliencia socioecológica, el cambio adaptativo está referido a las interacciones so-
cioecológicas y no a los sistemas sociales y ecológicos por separado.
Las experiencias descritas aquí corresponden a dos casos de resiliencia socioeco-
lógica en dos agroecosistemas de dos regiones de Colombia. Ambos casos reflejan la
capacidad que tuvieron dos colectivos humanos de adaptar sus sistemas productivos
a sus aspiraciones socioculturales y a las características del entorno natural. Esta capa-
cidad de reajustarse adaptativamente a las dinámicas del entorno social y ecológico es
la que les ha permitido satisfacer sus necesidades básicas por cientos de años. Ello es
propio de un agroecosistema sostenible.
Por esa razón, en la comprensión de la resiliencia socioecológica de un agroeco-
sistema no es suficiente el conocimiento de las características y dinámicas biofísi-
cas y técnicas de los sistemas agrícolas, pues la capacidad adaptativa y los procesos
de cambio adaptativo son fenómenos que surgen en la experiencia humana de las
comunidades en relación con su entorno, y estos cambios son orientados por las
instituciones que emergen en el seno de las organizaciones humanas que definen
la configuración de los sistemas agrícolas, las definiciones culturales de categorías
como el bien, el bienestar y la calidad de vida, y el conocimiento propio de las diná-
micas de los ecosistemas.

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76
Resiliencia de fincas ante afectaciones por organismos nocivos
en sistemas agrícolas expuestos a sequía y ciclones tropicales
Luis L. Vázquez Moreno

Introducción

Los efectos del cambio climático generalmente son más evidentes cuando ocurren
eventos extremos, como es el caso de la sequía, los ciclones tropicales, las lluvias in-
tensas, entre otros que muchas veces ocasionan desastres, que en el caso de la agri-
cultura se expresan directamente en pérdidas en los cultivos, los animales, el suelo, las
instalaciones y otros componentes de la producción agropecuaria.
Sin embargo, los efectos del calentamiento global también repercuten en el compor-
tamiento de las poblaciones de organismos nocivos que cohabitan en los sistemas agrí-
colas con las plantas cultivadas y los animales de crianza, contribuyendo en muchos casos
a incrementos poblacionales, con expresiones en pérdidas económicas en dichos rubros
productivos (Urquiza, 2004; Jiménez, 2008; FAO, 2009); aunque, se ha comprobado que
también los efectos físicos de las corrientes de aire, de agua y el exceso de humedad,
entre otros, contribuyen a alteraciones en las poblaciones de organismos que habitan en
los sistemas de producción, sean los que se manifiestan de manera nociva (patógenos,
parásitos) o los que actúan como benéficos (reguladores naturales, polinizadores y otros)
(Vázquez, 2011a), entre otros elementos de la biodiversidad (Reid y Swiderska, 2008).
Particularmente en los sistemas agrícolas de Cuba, se han podido comprobar incre-
mentos o reducciones en la ocurrencia de organismos nocivos, asociados a eventos ex-
tremos de cambios en el clima, principalmente la sequía prolongada (Vázquez, 2007),
los huracanes, las lluvias fuertes y fuera de época, entre otros que muchas veces no son
perceptibles, debido a que los desastres ocasionados por estos eventos a los cultivos
son de tal magnitud, que no permiten visualizar los cambios en las manifestaciones de
estos organismos (Vázquez et al., 2009); sin embargo, contribuyen generalmente a au-
mentar las pérdidas durante y con posterioridad a dichos eventos, lo que obliga a que
los agricultores realicen gastos excesivos por plaguicidas, que generalmente no logran
resolver el problema.
Debido a que el cambio climático es una realidad y que sus efectos en la producción
agropecuaria son cada día más evidentes y de magnitud económica, existe la demanda
de que los agricultores realicen prácticas adaptativas, de manera que los sistemas de
producción sean resilientes ante la ocurrencia de dichos eventos, incluyendo las afecta-
ciones por organismos nocivos, como argumentaron Altieri y Nicholls (2009).
Para la elaboración del presente capítulo se integran estudios realizados reciente-
mente sobre incidencia de organismos nocivos, vulnerabilidad de sistemas de cultivo y

Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV). Calle 110 No. 514, entre 5ta B y 5ta F. Playa. CP 11600. La Habana.
Cuba. Correo electrónico: lvazquez@inisav.cu; llvazquezmoreno@yahoo.es

77
transición de fincas hacia sistemas resilientes a las afectaciones estos organismos favo-
recidas por la sequía y los ciclones tropicales, eventos que se manifiestan regularmente
en Cuba y otros países de la región. En especial dedico este capítulo al Profesor Félix
R. Vázquez (tío Felo), quien ya en su avanzada edad y jubilado, pero con gran lucidez e
inquietud científica, reflexiona y promueve el incremento de la diversidad y densidad de
plantas como elemento básico para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero
y contribuir a la adaptación de los sistemas socioeconómicos ante el cambio climático.

Cambio en las manifestaciones de organismos


nocivos y sus reguladores naturales

Los problemas fitosanitarios se incrementan o reducen como consecuencia de la ma-


yoría de los eventos extremos que ocurren debido a cambios en el clima, principal-
mente por efectos físicos directos sobre las plantas y el suelo, sobre las poblaciones de
organismos nocivos y sus reguladores naturales, así como por efectos indirectos, entre
otros (figura 1), los que ocasionan desequilibrios poblacionales que pueden manifes-
tarse durante o con posterioridad a dichos eventos (Vázquez, 2011a).
Por lo que resulta importante que las investigaciones y los servicios de sanidad ve-
getal aborden estos aspectos, ya que sus efectos son diferentes (Blanco y Vázquez,
2001; Vázquez y Pérez, 2007; Vazquez et al., 1994; 2005; 2009), principalmente los si-
guientes: (1) Aparición de nuevas plagas para el territorio; (2) Manifestación de plagas
ocasionales como habituales; (3) Incremento de plagas habituales; (4) Reducción de
plagas habituales; (5) Incremento de arvenses; (6) Cambios en el período de manifes-
tación de plagas habituales; (7) Reducción de reguladores naturales; (8) Métodos de
control que reducen efectividad.

Dispersión de Incremento de Reducción de


poblaciones poblaciones poblaciones
de ONs de ONs de RNs

Plantas Debilitamiento de las plantas

Vientos fuertes Lluvias intensas Sequía

Suelo Reducción de Afectación de propiedades


Erosión Encharcamiento materia orgánica físicas del suelo

Dispersión de Reducción de Incremento de Reducción de


poblaciones poblaciones poblaciones poblaciones
de ONs de ONs de ONs de RNs

Figura 1. Síntesis de los principales efectos físicos de los vientos fuertes, las lluvias intensas y
la sequía sobre las poblaciones de organismos nocivos (ONs) y sus reguladores naturales (RNs).

78
En la mayoría de los sistemas agrícolas de Cuba se evidencian cambios en el com-
portamiento del clima, principalmente la frecuencia e intensidad de los ciclones tropi-
cales; los períodos de sequía ocurren anualmente y son más prolongados; la época de
primavera en ocasiones se presenta tardíamente y durante menor tiempo; en algunas
temporadas en que tradicionalmente llueve poco, ocurren precipitaciones intensas,
incluyendo las que se presentan inmediatamente después de un período prolongado
de sequía; neblinas más intensas y continuas; temperatura en invierno con fluctuacio-
nes más bruscas entre el día y la noche; estaciones de lluvia y seca desplazadas, entre
otros eventos que son percibidos por las personas que viven y trabajan en los sistemas
agrícolas, en particular los técnicos y agricultores, quienes han logrado correlacionar-
los con afectaciones importantes en los cultivos, sea por los efectos físicos de dichos
eventos o por los cambios que suceden en las manifestaciones de organismos nocivos
(Vázquez et al., 2009); aunque, desde luego, algunos de estos eventos son analizados
por los meteorólogos y aun no se afirma científicamente si la ocurrencia de los mismos
o su intensidad están relacionados con el calentamiento global.
Estudios en agroecosistemas de Cuba han documentado el incremento de pobla-
ciones de especies de insectos que normalmente se manifiestan como plagas agrícolas,
las que son más frecuentes y elevadas en zonas afectadas por la sequía (Vázquez, 2007,
2011a; Vázquez et al., 2009), principalmente especies pertenecientes a familias de los
órdenes Hemiptera, Thysanoptera, Hymenoptera y Coleoptera (figura 2).

3
Número de casos

0
Aleyrodidae

Psyllidae

Pyralidae
Curculionidae
Pseudococcidae

Flatidae
Delphacidae
Cicadellidae
Tingidae
Pentatomidae
Thripidae
Lonchaeidae

Sphingidae
Gelechiidae
Tortricidae

Scolytidae
Agromycidae
Formicidae
Noctuidae

Familias de insectos

Sequía Ciclones tropicales

Figura 2. Número de especies de insectos nocivos que se ha documentado


su incremento poblacional en los sistemas agrícolas de Cuba por efectos de
la sequía y los ciclones tropicales (Vázquez, 2011a).

79
En estos casos se ha observado que la mayoría se trata de insectos de hábitos
alimenticios muy relacionados con nichos ecológicos pocos ventilados y guarecidos,
como son las moscas blancas (Aleyrodidae), los psílidos (Psyllidae) y los thrips (Thri-
pidae) que se relacionan principalmente en el envés de las hojas; las cochinillas hari-
nosas (Pseudococcidae) que habitan en hendiduras o depresiones entre órganos de
la planta; los picudos y escolítidos (Curculionidae) que perforan y habitan en el inte-
rior de órganos de las plantas y las hormigas cortadoras de hojas (Formicidae), que
practican nidos debajo del suelo, entre otros, aspecto que ya había sido pronosticado
precisamente para Thrips tabaci (Lind.) en estudios realizados por Jiménez et al.,
(1999), quienes determinaron que esta plaga del ajo y otras liliáceas resultará cada
vez más favorecida en su desarrollo por las variaciones previstas en la temperatura y
las precipitaciones, y se producirían ataques más intensos, fundamentalmente en los
primeros meses del año.
Los casos de mayor connotación en algunos sistemas agrícolas de Cuba son los
picadores-chupadores (Hemiptera) y los raspadores (Thysanoptera), que debido al in-
cremento de la temperatura se favorece su desarrollo poblacional, lo que trae como
consecuencia el aumento de la transmisión de enfermedades causadas por virus y mi-
coplasmas, aspecto que resulta evidente en diferentes cultivos como los ornamentales,
las solanáceas (tomate, pimiento, tabaco), los granos (frijol, maíz) y ciertos frutales
(papaya), entre otros, cuya combinación (insecto vector-virus o micoplasma-cultivo-
hospedantes secundarios) resulta muy favorecida por la sequía prolongada y puede ser
potencialmente un problema fitosanitario de gran magnitud (Vázquez, 2011a).
Igualmente la sequía prolongada también contribuye al incrementos poblacionales
y afectaciones, principalmente los organismos siguientes (Vázquez et al., 2009): ácaro
blanco (Polyphagotarsonemus latus) en diferentes cultivos; tetúan del boniato (Cylas
formicarius); polilla de la col (Plutella xylostella); bibijagua (Atta insularis) en frutales
y ornamentales; tizón (Alternaria solani) en papa; mosca blanca (Bemisia tabaci) en
tomate y pepino; araña roja (Tetranychus tumidus) en plátano; prodenia verde (Spo-
doptera exigua) en cebolla; psílido (Diaphorina citri) en cítricos; gusanos de las cucur-
bitáceas (Diaphania spp.) y sigatoka amarilla (Mycosphaerella musicola) en plátano.
El aumento de la temperatura favorece el incremento poblacional y los daños por
la prodenia verde (S. exigua) en cebolla; el ácaro blanco (P. latus) en pimiento, papa y
otros cultivos; Thrips palmi en frijol y papa; y el mildiu (Pseudoperonospora cubensis)
en pimiento y otras cucurbitáceas (Vázquez et al., 2009).
Existen evidencias de varios organismos nocivos que se incrementan como conse-
cuencia de los huracanes (figura 1) y como más importantes los siguientes (Vázquez
et al., 2009): minador de la hoja (Liriomyza trifolii) en papa, frijol y otros cultivos; pri-
mavera de la yuca (Erinnyis ello); fusariosis en tomate (Fusarium spp.), bacteriosis en
cebolla y otros cultivos (Xanthomonas); alternariosis en varios cultivos; psílido (D. citri)
en cítricos; tetúan (C. formicarius) en boniato (Ipomoea batatas); chinche de encaje
(Pseudacysta perseae) en aguacate; mosca blanca (B. tabaci) en tomate; nemátodos
de las agallas (Meloidogyne spp.) en guayaba; palomilla (Spodoptera frugiperda) en
maíz; otros se reducen por los efectos de este fenómeno, principalmente moscas de las
frutas (Anastrepha spp.); trips y chinches harinosas (Pseudococcidae).

80
Como es conocido, diversas especies, cepas y ecotipos de organismos se han se-
leccionado para su utilización como agentes de control biológico, los que son repro-
ducidos masivamente en laboratorios y plantas de producción, para su posterior intro-
ducción en los agroecosistemas; pero, están constituidos por el organismo vivo, sean
adultos o inmaduros de artrópodos, esporas o conidios de hongos o bacterias, juveni-
les infectivos de nemátodos, entre otros; por ello, son muy sensibles a efectos físicos
como consecuencia del calentamiento global, como son los extremos de temperatura
y humedad relativa, las corrientes fuertes de aire y agua, las inundaciones, entre otros
cambios (Vázquez, 2011a).
Respecto a los reguladores naturales de poblaciones de insectos nocivos que ha-
bitan en los agroecosistemas, se han documentado varios efectos en zonas afectadas
por la sequía y los ciclones tropicales, los que también se expresan en los agentes de
control biológico (entomófagos y entomopatógenos) que se aplican o liberan en los
cultivos, principalmente los siguientes (Vazquez, 2007, 2011a):

 Deshidratación de las fases expuestas a la radiación solar directa y por efecto del
calentamiento de los órganos de la planta.
 Dificultades para ovopositar por temperatura de las hojas.
 Deshidratación por corrientes superficiales de aire caliente.
 Deshidratación por baja humedad del suelo y la planta.
 Limitaciones para desplazarse en busca del huésped por no existir lámina de agua.
 Daño mecánico por efecto directo de las corrientes de aire y agua.
 Acción de microorganismos secundarios por efecto de humedad excesiva.
 Deshidratación combinada con efecto físico de las corrientes fuertes de aire.
 Muerte por exceso de agua debido a inundación.

A nivel internacional existe un consenso que sugiere que el calentamiento del sistema
climático es inequívoco, como evidencian ya los aumentos observados del promedio
mundial de la temperatura del aire y del océano, el deshielo generalizado y el aumento
del promedio mundial del nivel del mar, así como las variaciones de la cubierta terres-
tre y de la radiación solar, que alteran el equilibrio energético del sistema climático, ele-
mentos suficientes para estar alertas y tomar las decisiones pertinentes (IPCC, 2007),
lo que sugiere la necesidad de realizar cambios en las tecnologías de manejo de plagas
convencionales; es decir, transitar del enfoque de “defensa” y “protección” de cultivos,
al manejo del sistema de producción (Vázquez, 2011c).

Vulnerabilidad de sistemas de cultivo

La vulnerabilidad de los sistemas de cultivo ante eventos extremos del cambio climáti-
co se manifiesta directamente en sus diferentes componentes, lo que permite evaluar
la sensibilidad con mayor precisión, a la vez que contribuye a la búsqueda de prác-
ticas adaptativas; respecto a la ocurrencia de organismos nocivos, la sensibilidad no
solamente se expresa en la calidad y efectividad de las intervenciones con productos

81
fitosanitarios, sean químicos, biológicos u otros, sino en la relación entre la incidencia
de dichos organismos y el manejo del suelo y el cultivo (tabla 1).
Un estudio reciente realizado en Cuba (Vázquez et al., 2012) nos permitió compro-
bar que la mayor vulnerabilidad a la sequía se manifiesta en las fincas convencionales
de agricultura y ganadería, mientras que la menor fue para los sistemas agroforestales
de café en la montaña; en cambio, para los ciclones tropicales, se evaluaron como más
vulnerables los sistemas de agricultura convencional y los menos vulnerables la gana-
dería convencional (figura 3).
Estas evaluaciones se realizaron en ejercicios participativos, según consenso en la
percepción de técnicos y agricultores, en que se consideraron criterios de sensibilidad
que incluyen los que más se relacionan con el manejo de plagas, entre otros (tabla 1),
donde se puede apreciar claramente la mayor vulnerabilidad de los sistemas conven-
cionales; aunque, de manera general, aun dichos sistemas no están suficientemente

Tabla 1. Criterios de sensibilidad relativa utilizados para estudiar la vulnerabilidad* de los


principales componentes de los sistemas de cultivo a efectos de sequía y ciclones tropicales.

Componentes Criterios para evaluar la sensibilidad


Pérdida de propiedades físicas, químicas y biológicas (encharcamiento, calen-
tamiento excesivo).
Pérdida de suelo (erosión hídrica por corrientes de agua).
Suelo Incremento de organismos nocivos (fitopatógenos y otros).
Dispersión de organismos nocivos (corrientes de agua).
Afectación de reguladores naturales (reducción del contenido de materia or-
gánica).
Pérdida total de la planta (corrientes de aire y agua, encharcamiento, calor
Cultivo en excesivo).
crecimiento
Incremento de organismos nocivos (estrés de la planta).
Afectación del sistema de riego (vientos y corrientes de agua).
Riego
Afectación de la calidad del riego (carencia de agua, exceso de calor).
Baja o nula efectividad de la aplicación (corrientes de aire).
Baja o nula efectividad de los productos, químicos o biológicos (exceso de ca-
Control de lor, exceso de humedad).
organismos Rápida degradación (pérdida de efecto) de plaguicidas, químicos o biológicos
nocivos (exceso de calor y humedad).
Afectación a los reguladores naturales (exceso de calor y humedad, efectos
físicos de corrientes de aire y agua).
Pérdida de calidad de la cosecha (corrientes de aire, exceso de calor).
Cultivo en
Pérdida de la cosecha (corrientes de aire y agua).
cosecha
Pérdidas poscosecha por organismos nocivos (condiciones climatológicas).

82
adaptados para la ocurrencia de estos eventos, pues manifiesten entre un 50-90% de
vulnerabilidad, la cual es alta para los componentes suelo, cultivo en crecimiento, riego
y control de plagas en áreas expuestas a sequía y el cultivo en crecimiento y cosecha en
las expuestas a ciclones tropicales (figura 4).

100 100
90 90
Vulnerabilidad (%)

Vulnerabilidad (%)
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Organopónicos

Huertos

Fincas de
campesinos
intensivos

Fincas
convencionales
Ganadería
convencional

Agroforestería

Organopónicos

Huertos

Fincas de
campesinos
intensivos

Fincas
convencionales
Ganadería
convencional

Agroforestería
Figura 3. Vulnerabilidad a la sequía (izquierda) y los ciclones tropicales (derecha) de diferentes
sistemas de cultivo en Cuba (Vázquez et al., 2012). Para la evaluación de la vulnerabilidad de
cada componente en los diferentes sistemas de cultivo y ganadería, se utilizó una escala que se
basa en el nivel de afectación (sensibilidad según tabla 1), de acuerdo a la percepción que los
participantes tienen a partir de sus experiencias cuando ocurren estos eventos en su territorio,
la cual establece lo siguiente: Alta (más del 50%), media (entre 25 y 49%), baja (menos del 25%).
Para calcular la vulnerabilidad, primero se obtenía el resultado en porcentaje de cada compo-
nente; posteriormente, con el propósito de facilitar el análisis, se hizo una reclasificación según
la vulnerabilidad, asignándole un valor numérico o índice de calificación de 1 (uno) a 3 (tres),
representando el 1 a la situación más favorable (menos crítica) y el número 3 se le asignará a la
situación menos favorable (más crítica), es decir entre mayor es el índice de calificación mayor
es el grado de vulnerabilidad.

100% 100%
80% 80%
60% 60%
40% 40%
20% 20%
0% 0%
Cultivo
crecimiento

Cultivo
cosecha

Suelo

Cultivo
crecimiento

Cultivo
cosecha

Riego

Control
plagas
Suelo

Control
plagas
Riego

Crecimiento Crecimiento

Alta Media Baja

Figura 4. Distribución porcentual de la sensibilidad a la sequía (izquierda) y los ciclones


tropicales (derecha) de los diferentes componentes en los sistemas de cultivo evaluados
(Vázquez et al., 2012).

83
Cuando se analiza la vulnerabilidad a eventos extremos, no es suficiente con esti-
mar los efectos sobre las pérdidas a cultivos y cosechas, sino que también hay afec-
taciones a otros componentes del sistema de cultivo, cuyos impactos no siempre se
aprecian de inmediato, pero que influyen en afectaciones posteriores, como es el caso
de las pérdidas de suelo, afectaciones a los reguladores naturales, polinizadores y la
biota del suelo, dispersión de organismos nocivos, entre otros menos perceptibles, que
por supuesto es diferente para sistemas expuestos a sequía y ciclones tropicales u otros
eventos.
Según Altieri y Nicholls (2009), la vulnerabilidad de los sistemas agrícolas a la ame-
naza del cambio climático global ha causado preocupación entre los científicos, ya que
los factores climáticos indispensables para el crecimiento de los cultivos, como son la
precipitación y la temperatura, se verán severamente afectados e impactarán sobre la
producción agrícola. El incremento en la intensidad de los ciclones tropicales causará
daño en los cultivos de ecosistemas costeros, mientras que al subir el nivel del mar los
acuíferos costeros se salinizarán. En zonas semiáridas se espera una mayor frecuencia y
severidad de sequías y calor excesivo, condiciones que pueden limitar significativamen-
te el crecimiento y rendimiento de los cultivos.

Prácticas adaptativas generadas y


adoptadas por los agricultores

La adaptación de fincas para lograr resiliencia a eventos extremos, aunque puede ser
un proceso que se base en el establecimiento de prácticas recomendadas por actores
externos, indudablemente los propios agricultores son capaces de adaptar y generar
diversidad de prácticas para el manejo de los sistemas de cultivo y de las fincas, lo que
constituye una base tecnológica muy importante para desarrollar procesos de siste-
matización de experiencias a nivel local, que permita reducir la vulnerabilidad, como
se evidencia en un estudio que se realizó recientemente en Cuba por Vázquez et al.,
(2012), apreciándose prácticas generadas con diferentes propósitos, en que las relacio-
nadas con la reducción de afectaciones por plagas y enfermedades son mayoritarias
(tabla 2), lo que evidencia que estos problemas constituyen una preocupación de im-
portancia.
Estos resultados también constituyen una evidencia de que la generación de prác-
ticas adaptativas para reducir vulnerabilidad, debe enfocarse con diferentes propósitos
y considerando los componentes de los sistemas de cultivo que son más vulnerables,
en lo cual los principios agroecológicos en el manejo de sistemas agrícolas tienen una
gran contribución.
El desafío ahora es cómo movilizar rápidamente este conocimiento de modo que
pueda aplicarse en la restauración de áreas ya afectadas o para preparar aquellas áreas
rurales con pronóstico de ser afectadas por el cambio climático. La consolidación de la
investigación local y el desarrollo de capacidades para resolver problemas deben ser
los focos principales de acción para enfrentar los retos del cambio climático (Altieri y
Nicholls, 2009).

84
Tabla 2. Prácticas agroecológicas adaptativas adaptadas y generadas por agricultores en Cuba1.

Numero
Propósitos
de prácticas
Sequía
Capturar, conservar y optimizar agua. 18
Mantener humedad en el suelo. 30
Reducir impacto sobre las propiedades del suelo. 23
Reducir efectos del exceso de radiaciones solares directas sobre los cultivos. 8
Reducir afectaciones por plagas y enfermedades. 31
Lograr eficiencia de las aplicaciones de plaguicidas (químicos, bioquímicos
17
y biológicos) y las liberaciones de entomófagos.
Reducir efectos sobre las producciones antes de la cosecha. 12
Reducir efectos poscosecha. 15
Ciclones tropicales
Evitar o reducir afectaciones directas a los cultivos por vientos fuertes. 14
Evitar o reducir afectaciones directas a los cultivos por las corrientes de agua. 10
Reducir afectaciones en los cultivos por inundaciones. 4
Evitar o reducir pérdidas de cultivos en fase de fructificación cosecha. 2
Reducir o evitar efectos a la semilla y cosecha almacenadas en la finca. 8
Evitar o reducir pérdidas de suelo. 15
Reducir afectaciones por plagas y enfermedades. 25

1
Resultados de un proceso participativo de sistematización de experiencias realizado en 12 sistemas agrícolas
de Cuba. Septiembre-diciembre de 2012.

Resiliencia fitosanitaria de fincas


con peligro de eventos extremos

Transformación de los sistemas de producción. Se ha demostrado que esta es la es-


cala donde se puede lograr una contribución significativa para reducir la vulnerabili-
dad de la producción agropecuaria ante los efectos del cambio climático, sobre todo
cuando se maneja sobre la base de los principios agroecológicos, en que no solamente
se consideran los sistemas de cultivo y ganadería, sino todo el sistema de producción
integralmente.
Respecto al manejo de organismos nocivos a los cultivos, la ganadería y los arbo-
les (frutales y forestales) en las fincas, las prácticas para lograr la resiliencia que más
se están documentando como efectivas se sustentan en el manejo agroecológico del
sistema, precisamente porque el cambio de enfoque fitosanitario de actuar sobre las
causas y no atacar las plaga directamente, también es compatible con las prácticas de

85
conservación del suelo, de la biodiversidad, del agua y las que minimizan las afecta-
ciones físicas sobre los cultivos y animales ocasionadas por eventos extremos como
ciclones tropicales, la sequía y otros (figura 5).
Según experiencias evaluadas en sistemas agrícolas de Cuba, las prácticas fitosa-
nitarias para lograr la resiliencia de fincas se pueden agrupar en los componentes si-
guientes (Vázquez, 2011a):

 Manipulación de la diversidad florística. Principalmente la rotación de cultivos, los


arreglos espacio-temporales de cultivos con integración animal (policultivos, agro-
forestería, silvopastoriles, agrosilvopastoriles, fincas integrales), el manejo agroeco-
lógico de arvenses, el manejo de la vegetación auxiliar (cerca viva, corredores eco-
lógicos internos, arboledas o mini bosques, ambientes seminaturales).

 Prácticas agronómicas fitosanitarias. Las prácticas de manejo y conservación del


suelo y de manejo del cultivo que tienen efectos en la reducción de las poblaciones
de organismos nocivos y el incremento de la diversidad y actividad de los regulado-
res naturales.

 Conservación y manejo de reguladores naturales. Entre las prácticas de mayor im-


portancia están las regulaciones en el uso de plaguicidas sintéticos, la integración
de control mediante métodos ecológicos, el fomento de reservorios de reguladores
naturales, las crías rústicas de entomófagos en la finca, entre otras.

 Control ecológico. La integración al manejo de la finca del control biológico, los


preparados botánicos, los abonos orgánicos, la biofumigación, la solarización, las
trampas de captura, entre otros métodos supresores de poblaciones de organismos
nocivos.

Nivel de actuación Actuar sobre las plagas Actuar sobre las causas

Plaga Control

Plaga-cultivo Manejo
integrado de Manejo agroecológico
plagas (MIP) de plagas (MAP)
Finca
Manejo agroecológico del
sistema de producción

Territorio Manejo agroecológico


del sistema agrícola

Figura 5. Transición del manejo de plagas en la producción agropecuaria (Vázquez, 2011b).

86
Estas prácticas agroecológicas están sustentadas científicamente; sin embargo, a ni-
vel local se han realizado procesos de innovación que han permitido la adaptación y
generación de tecnologías específicas para diferentes condiciones edafoclimáticas y
tecnológicas en las regiones del país, pues como expresara Shumba (1998), según las
experiencias de países tradicionalmente afectados por estos eventos, las mejores alter-
nativas para mitigar sus efectos son las generadas por los propios agricultores, consi-
derando las condiciones locales y los conocimientos tradicionales, mediante procesos
participativos bien conducidos, para lograr prácticas sostenibles y duraderas.
En particular para prevenir las afectaciones por eventos del cambio climático, los
agricultores han desarrollado diversas experiencias locales (figura 6); así, según Machín

Figura 6. Diversificación de la agrobiodiversidad como


prácticas multiefectos para favorecer resiliencia de fincas.

87
et al., (2010) para reducir el daño de los huracanes, los agricultores del Movimiento
Agroecológico Campesino a Campesino (MACAC) en Cuba han tenido buenos resul-
tados con las prácticas siguientes: (1) sembrar cortinas rompe vientos, (2) diversificar
sistemas agrícolas, (3) intercalar cultivos, sobre todo con varios estratos o capas verti-
cales, (4) utilizar variedades resistentes a inundaciones, (5) jugar con ciclos de cultivo y
fechas de siembra, (6) almacenar estratégicamente todos los productos que se puedan,
(7) sembrar la yuca y el boniato en cantero, (7) seleccionar variedades de porte bajo.
Según Altieri y Nicholls (2009), en muchas áreas del mundo los campesinos han
desarrollado sistemas agrícolas adaptados a las condiciones locales que les permiten
una producción continua necesaria para subsistir, a pesar de cultivar en ambientes
marginales de tierra, con variabilidad climática no predecible y un uso muy bajo de
insumos externos. Parte de este desempeño está relacionado con el alto nivel de agro-
biodiversidad que caracteriza a los agroecosistemas tradicionales, lo cual tiene efectos
positivos en el funcionamiento del agroecosistema. La diversificación es, por lo tanto,
una estrategia importante para el manejo del riesgo de la producción en sistemas agrí-
colas pequeños.
Esto refuerza lo expresado por Reid y Swiderska (2008) quienes consideran que la
biodiversidad es clave en el proceso de adaptación del hombre al cambio climático, así
como en el modo como los paisajes pueden absorber y guardar carbono de un modo
efectivo y también en la manera como la vegetación y los ecosistemas pueden reducir
los impactos adversos del cambio climático. Los sistemas tradicionales y las innovacio-
nes de los campesinos están a la vanguardia en la adaptación al cambio climático.
También las prácticas agroecológicas de mitigación para reducir emisiones de Gases
de Efecto Invernadero (GEI), mediante el empleo de cantidades limitadas o nulas de
insumos agroquímicos, la mayor diversidad de especies agrícolas, el uso de prácticas
saludables para los suelos, como la rotación y el intercalamiento de cultivos, así como
la incorporación de materia orgánica a los suelos, no sólo disminuyen las emisiones,
sino que contribuyen a conservar las propiedades físico-químicos del suelo y su función
como reservorio natural de carbono (Vargas et al., 2011) a la vez que favorecen la resi-
liencia de dichos sistemas, por lo que se puede afirmar que el enfoque agroecológico es
de efectos múltiples en los programas de mitigación y adaptación al cambio climático.
Aun en sistemas agrícolas diversificados, como los policultivos de las fincas de cam-
pesinos, las fincas integrales y los sistemas agroforestales de montaña, a pesar de que
son menos vulnerables y han adoptado diversidad de prácticas adaptativas, aun no
alcanzan más del 50% de resiliencia ante la sequía y los ciclones tropicales, lo que evi-
dencia la necesidad de identificar con mayor precisión los componentes vulnerables y
los cambios que se deben hacer en los sistemas de cultivo (figura 7).
Un ejemplo de esto lo ofrecieron Machín et al., (2010), quienes luego de entrevis-
tar a varias familias productores después del paso del huracán Ike en 2008, lograron
entender que la mayor resiliencia de los sistemas agroecológicos campesinos son el
resultado de: (1) la resistencia física-biológica debida a la diversificación del sistema,
(2) la compensación biológica o efecto de las medidas preventivas de saneamiento y
podas, (3) la recuperación biológica por mayor diversidad de estratos vegetales, (4) la
recuperación o resiliencia humana/campesina y su familia.

88
Organopónicos
50
40
30
Agroforestería Huertos intensivos
20
10
0

Ganadería convencional Fincas campesinas

Fincas convencionales

Sequia Ciclón tropical

Figura 7. Comparación de la resiliencia a sequía y ciclones tropicales


de los sistemas de cultivo evaluados (Vázquez et al., 2012).

Contribución de redes locales. En la localidad, cuyo alcance puede ser la comunidad


rural, el pueblo y el municipio, se propician diversas redes de colaboración que tienen
una contribución significativa a la resiliencia de los sistemas de producción, principal-
mente por diversos servicios y productos que al ser ofrecidos en la zona, son de mejor
acceso por parte de los agricultores.
Estos pueden ser diversos, en dependencia del desarrollo que se haya alcanzado
en la localidad, como por ejemplo, los identificados en un estudio reciente realizado
en sistemas agrícolas de Cuba, donde se pudo comprobar que los diferentes tipos de
agricultores tienen acceso a servicios y productos que contribuyen a la sostenibilidad y
resiliencia de sus fincas (figura 8). Entre ellos identificaron como de mayor contribución
a la resiliencia de sus fincas los siguientes:

 Sistemas de educación (institutos politécnicos agropecuarios), capacitación (escue-


la provincial de capacitación), extensión (sistema de extensión agraria) e innovación
(varias formas de institutos de investigaciones y universidades), consultoría y ase-
soría fitosanitaria (estaciones de protección de plantas).
 Servicio de análisis de suelos, análisis de residuos de plaguicidas, análisis de cali-
dad de plaguicidas (químicos y biológicos), inspección y certificación de semillas,
inspección técnica de maquinaria y equipos, análisis de la calidad de la leche, vete-
rinarios, inseminación artificial, adiestramiento de animales para labores, herrería,
talabartería, mantenimiento y reparación de equipos e implementos, entre otros.

89
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%

Servicios
especializados

de aviso

Productos
locales

capacidades
Sistemas

Gestión
económica

Apoyo
organizaciones

Creación de

Gobierno
local
Unidad de producción Municipio Provincia

Figura 8. Principales redes de colaboración externa que contribuyen a la resiliencia de fincas


ante ciclones tropicales y sequía en los sistemas agrícolas de Cuba. 2012 (Vázquez et al., 2012).

 Sistemas de aviso del estado del tiempo y agrometeorológico, mapa de sequia, se-
ñalización de plagas y enfermedades, entre otros.
 Producción local de bioplaguicidas y entomófagos, biopreparados botánicos, abo-
nos orgánicos, biofertilizantes e inoculantes, material de siembra (fincas de semi-
llas, casas de posturas), aperos e implementos para labores y otros.

El desarrollo territorial, como nuevo paradigma socioecológico para la resiliencia de


las comunidades rurales y urbanas, se considera el futuro del sistema de alimentación-
salud sostenible, por tanto debe estar conectado en redes que favorezcan sinergismos
económicos, ecológicos y tecnológicos, en contraste con el enfoque verticalista de la
dependencia externa, principalmente en insumos, energía y tecnologías, mismas que
se han ofrecido convencionalmente a través de cadenas productivas y paquetes tecno-
lógicos, que colonizan el desarrollo de las comunidades humanas.
Precisamente la agroecología puede servir como paradigma directivo, ya que
define, clasifica y estudia los sistemas agrícolas desde perspectivas ecológicas y so-
cioeconómicas; además de proponer metodologías para diagnosticar la salud de di-
chos sistemas y define los principios ecológicos necesarios para desarrollar sistemas
de producción sostenibles dentro de marcos socioeconómicos específicos; por tanto
el enfoque agroecológico se considera mas sensible a las complejidades de las agri-
culturas locales, al ampliar los objetivos y criterios agrícolas para abarcar propie-
dades de sustentabilidad, seguridad alimentaria, estabilidad biológica, conservación
de los recursos naturales y equidad, junto con el objetivo de mayores producciones
(Altieri, 2010).

Resiliencia fitosanitaria de fincas. La resiliencia fitosanitaria de la producción agrope-


cuaria ante los efectos del cambio climático es diferente para los sistemas de cultivo y

90
de producción, depende en gran medida de una serie de variables que determinan la
capacidad integral de dichos sistemas de prevenir, avisar, diagnosticar, manejar y re-
cuperarse de afectaciones por organismos nocivos favorecidos por eventos extremos,
sean intrínsecas y externas del sistema, que en su conjunto se logran mediante proce-
sos continuos de innovación local sobre bases agroecológicas.
De esta forma, además de la adaptación interna de los sistemas de cultivo y de
producción, el desarrollo territorial y el reordenamiento biofísico del sistema agrícola
constituyen dos ejes externos que son decisivos en el proceso para lograr la resiliencia
de la producción agropecuaria, la que a su vez contribuye significativamente a la de los
sistemas alimentarios y de salud local (figura 9).
Este enfoque sistémico en el proceso de lograr la resiliencia, tiene una gran contri-
bución en la fitosanidad de los cultivos y la salud integral de los sistemas agrícolas, toda
vez que se enmarca en los principios de la agroecología para transformar el manejo de
plagas hacia el manejo del sistema de producción (Vázquez, 2011c), ya que como ex-
presara Altieri (2010), el paradigma agroecológico provee un enfoque común y permite
entender las relaciones entre las varias disciplinas y la unidad de estudio: el agroecosis-
tema con todos sus componentes, lo cual es reforzado por Vandermeer (1989), quien
concluye que la agroecología enfatiza las relaciones entre sus componentes y la diná-
mica compleja de los procesos ecológicos.
Este enfoque es analizado por Pascal (2002) quien expresó que la situación de la
escala, tanto en el espacio como en el tiempo, es básica en las discusiones existentes
con respecto al cambio climático y la prevención y mitigación de desastres, y cómo
estos pueden afectar los impactos del cambio climático y ambiental a escala global,
regional y local. Sugiere que la mayor resiliencia frente al cambio climático dependerá
de nuestra capacidad de integrar enfoques entre escalas. Varios ejemplos tomados de
la experiencia del autor en América Central tratan de ilustrar el impacto acumulativo a

Servicios locales Insumos locales

Desarrollo territorial

Creación de capacidades en agricultores Sistema de mercado biodiverso

Resiliencia
de fincas
Adaptación de sistemas Transformación del
de cultivo sistema de producción

Reordenamiento biofísico
del sistema agrícola

Figura 9. Síntesis de las relaciones territoriales necesarias para la resiliencia


de fincas ante el peligro de afectaciones por organismos nocivos que
se incrementan por efectos del cambio climático.

91
pequeña escala, los eventos de baja magnitud y cómo estos se suman tanto en tiempo
como en espacio para producir grandes desastres. Finalmente, propone un marco con-
ceptual para mejorar nuestra comprensión de la interacción entre escalas y explotar
estos enfoques para una adaptación más efectiva al cambio climático y la resiliencia a
los peligros naturales.

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93
Construyendo resiliencia socio-ecológica en agroecosistemas:
algunas consideraciones conceptuales y metodológicas
Miguel Ángel Altieri

Introducción

La amenaza del cambio climático global ha causado consternación entre científicos ya


que la producción de cultivos se podría ver seriamente afectada al cambiar radicalmente
los regímenes de temperaturas y lluvias, comprometiendo así la seguridad alimentaria
tanto a nivel local como mundial. Aunque los efectos del cambio climático sobre los ren-
dimientos agrícolas variaran de región a región, los efectos mas dramáticos se esperan en
países en vías de desarrollo con climas desde áridos a húmedos (Easterling et al., 2007).
Las amenazas incluyen inundaciones de zonas bajas, mayor frecuencia y severidad de
sequías en áreas semiáridas, y temperaturas calurosas extremas en zonas templadas y
mediterráneas, que pueden limitar el crecimiento y producción vegetal y animal.
Jones y Thornton (2003) predicen una reducción general de 10% en la producción
de maíz para el año 2055 en África y Latino América, equivalente a pérdidas de $2 bi-
llones de dólares al año, afectando a no menos de 40 millones de personas en América
latina y en el África sub-Sahariana. Los autores argumentan que estas pérdidas se in-
tensificaran con aumentos de temperatura y reducciones de precipitación. Los efectos
sobre el bienestar de agricultores de subsistencia pueden ser dramáticos ya que solo la
reducción de media a una tonelada de producción puede significar la diferencia entre
vida y muerte (Rosenzweig y Hillel, 1998).
Si bien es cierto que muchas poblaciones indígenas y campesinas están particu-
larmente expuestas a los impactos del cambio climático y son mas vulnerables dados
sus estilos de vida ligado a recursos naturales en ecosistemas marginales, muchas de
estas mismas poblaciones están activamente respondiendo a las condiciones climáti-
cas cambiantes y han demostrado innovación y resiliencia frente al cambio climático.
En realidad la mayoría de las estadísticas disponibles que predicen impactos climáti-
cos sobre la agricultura campesina son aproximaciones muy burdas que no toman en
cuenta la heterogeneidad de la agricultura campesina-indígena, ni la diversidad de
estrategias que los campesinos han utilizado y aun utilizan para enfrentar las sequías,
inundaciones, huracanes, etc. Quizás el hallazgo mas importante de los últimos años
es la revelación de que muchos agricultores no solo lidian con la variación climática
sino que de hecho se preparan para el cambio, minimizando la pérdida de rendimien-
tos mediante el uso de una serie de técnicas tradicionales como el uso de variedades
locales resistentes a la sequía o los extremos de humedad, cosecha de agua, policul-
tivos, agroforestería, sistemas de conservación de suelos y otras (Altieri y Koohafkan,
2008). De hecho el conocimiento tradicional y las practicas indígenas de manejo de

Department of Environmental Science, Policy and Management. University of California, Berkeley.

94
recursos son la base de la resiliencia de los agroecosistemas campesinos. Estrategias
como mantener diversidad genética, usar policultivos, cosechar agua, conservar sue-
los, etc. son estrategias de minimización de riesgo frente a climas inciertos. El uso
diversificado del paisaje y el acceso a recursos múltiples incrementa la capacidad de
campesinos de responder a la variabilidad y cambio ambiental. Estas estrategias es-
tán ligadas a sistemas tradicionales de gobernancia y redes sociales que contribuyen
a la habilidad colectiva para responder a la variabilidad climática incrementando así
la resiliencia socio-ecológica de las comunidades.
Un desafío clave para los científicos es definir un marco conceptual y metodológico
para poder descifrar los principios y mecanismos claves que explican la resiliencia de
los sistemas diversificados, de manera de que estos puedan ser transmitidos a otros
agricultores en cada región para que mejoren la capacidad de resistencia y de recupe-
ración de sus fincas. Por esto la urgencia de la necesidad de desarrollar una metodo-
logía que permita evaluar la capacidad de los agroecosistemas a resistir y recuperarse
de los eventos climáticos severos, con especial énfasis en entender los procesos que
explican la resiliencia socio-ecológica observada.

¿Que es la resiliencia socio-ecológica?

La resiliencia ha sido definida como la propiedad de un sistema de retener su estruc-


tura organizativa y productividad después de una perturbación. En otras palabras es
la capacidad de un sistema de absorber shocks, aunque también enfatiza la veloci-
dad de recuperación de una disturbancia (Lin, 2011). Según esta definición entonces
un agroecosistema podrá continuar proveyendo servicios vitales si es desafiado por
una sequia severa o una tormenta que sobresatura el suelo. En agroecosistemas, la
agrobiodiversidad provee un enlace entre stress y resiliencia porque una diversidad
de organismos es clave para que los ecosistemas funcionen y provean servicios. Si un
grupo funcional de especies, o un nivel trófico es removido puede causar que en un
ecosistema cambie a un estado “menos deseado” afectando su capacidad de funcionar
y prestar servicios. Las principales conexiones entre la diversidad en agroecosistemas
y la resiliencia se pueden resumir de la siguiente manera (Vandermeer et al., 1998):

 La biodiversidad incrementa la función del ecosistema pues diferentes especies jue-


gan roles diferentes y ocupan nichos diversos
 En general hay mas especies que funciones por lo que existe redundancia en los
ecosistemas.
 Son precisamente aquellos componentes que aparecen redundantes en un tiempo
determinado, los que se tornan importantes cuando ocurre un cambio ambiental.

Lo clave aquí es entender que cuando ocurre cambio ambiental, son las redundancias
del sistema las que permiten un funcionamiento continuo del mismo. De aquí la impor-
tancia de las estrategias de diversificación en agroecosistemas. La diversidad se traduce
en heterogeniedad ecológica lo que incrementa las opciones.

95
Mucho se ha escrito sobre la importancia de la diversificación de agroecosistemas
para reducir la incidencia de plagas y patógenos (Altieri y Nicholls, 2004) y para prote-
ger cultivos de la variabilidad climática (Altieri y Koohafkan, 2008). Un gran número de
estudios que analizan el comportamiento de la agricultura después de fuertes eventos
climáticos, han puesto de manifiesto que la resistencia a los desastres climáticos está
estrechamente relacionada con la biodiversidad presente en los sistemas productivos
(Holt-Gimenez, 2002, Philpott et al., 2009, Rosset et al., 2011).
Debido a que estos sistemas no ocurren en un vacío social, sino que mas bien han
sido el producto de un proceso co-evolutivo entre grupos étnicos interactuando con la
naturaleza, la resiliencia ecológica observada esta íntimamente ligada a la resiliencia
social, que es la habilidad de las comunidades de generar su infraestructura social que
soporte shocks externos. Hay una clara relación entre resiliencia social y ecológica,
particularmente en grupos o comunidades que dependen directamente de recursos
ambientales para su sobrevivencia. Lo que no esta claro es si ecosistemas resilientes
son conducentes a comunidades resilientes o viceversa (Walker et al., 2002).
Una dificultad fundamental para definir o manejar la resiliencia socio-ecológica es
su gran complejidad y la dificultad e incertidumbre de realizar cualquier tipo de pro-
nóstico sobre cambios inmediatos o futuros. Esto se debe a que el cambio climático
es impredecible y cambia en forma no linear. Incluso el sistema puede cambiar mas
rápido de lo predicho, especialmente en períodos de transición. Dados estos limites en
nuestro entendimiento, la agroecología se enfoca mas en la necesidad de aprender a
vivir en o con sistemas cambiantes mas que en “controlarlos”. Por eso que en tiempos
de crisis, de rompimiento o reorganización, el manejo debe enfocarse hacia la cons-
trucción de la resiliencia tomando en cuenta diez principios de diseño agroecológico
(Altieri, 2002, Martin et al., 2010):

1. Los procesos ecológicos en los agroecosistemas exhiben dimensiones espaciales


y temporales de tiempo y espacio, las cuales se deben tomar en cuenta para los
planes de manejo ambiental
2. La estructura y función del agroecosistema están determinada por los componen-
tes de biodiversidad y sus interacciones.
3. La estabilidad no esta solo relacionada al número de especies presentes sino mas
bien a las conexiones funcionales entre estas.
4. En general mientras mas diversos los agroecosistemas, estos tienden a ser mas es-
tables y mas resilientes. La biodiversidad se debe mantener o promover para man-
tener la capacidad de autorregulación de los agroecosistemas.
5. Los agroecosistemas diversos exhiben capacidades homeostáticas que “suavizan”
los efectos de variables externas cambiantes.
6. Todos los componentes bióticos y abióticos del agroecosistema están conectados y
forman una red. Dado que los procesos físicos y biológicos son interactivos, es im-
portante determinar las interacciones en el agroecosistema y saber interpretarlas
para su optimización.
7. La energía solar es el motor del ecosistema a través del proceso fotosintético
de las plantas. Todos los niveles tróficos del agroecosistema (herbívoros, preda-

96
dores y descomponedores) se organizan y dependen del nivel trófico primario
y mientras mas compleja la vegetación, mas complejos son los niveles tróficos
asociados.
8. Los ecosistemas tienden hacia la complejidad y la entropía, por lo que los diseños
agroecológicos debieran acompañar a la naturaleza en su tendencia hacia la com-
plejidad.
9. Todo agroecosistema tiene una historia de desarrollo ecológico que influencia su
estado actual. Mientras mas degradado y artficializado este el sistema, mas difícil y
largo será el proceso de transición agroecológica.
10. Los agroecosistemas son parte de un paisaje mas amplio. Agorecosistemas insertos
en una matriz ambiental mas compleja son mas resilientes. Los ecotonos son zonas
tampón y de transición, y son tan importantes para los ecosistemas, como lo son las
membranas para las células.

Dado que los agroecosistemas son el producto de una co-evolucion social-ecológica,


estos principios agroecológicos se complementan con otros tres principios sociales cla-
ves (Adger, 2000):

 La capacidad de construir resiliencia en un agroecosistema depende del contexto


socio-cultural (nivel de organización, gobernancia, conocimiento tradicional, etc.)
que lo nutre y de la capacidad de reaccionar, movilizarse y de adaptarse de los gru-
pos humanos que los manejan.
 Un sistema socio-ecológico vulnerable ha perdido su resiliencia, lo que a su vez
implica una pérdida de la capacidad de responder y adaptarse. Los agroecosiste-
mas son mas vulnerables en sus límites geográficos y cuando los grupos humanos
carecen de armonía social y su identidad cultural se ha erosionado.
 La “adaptabilidad” es la capacidad de las comunidades de construir resiliencia
a través de acciones colectivas. “Transformabilidad” es la capacidad de las co-
munidades de crear nuevos sistemas socio-ecológicos cuando las condiciones
ambientales, socio-económicas o políticas son criticas. De aquí el énfasis de la
agroecología de crear nuevos sistemas agrícolas y alimentarios con una nueva
base productiva y social.

Definición de un modelo conceptual de vulnerabilidad

La vulnerabilidad se puede definir como la posibilidad o inminencia de pérdida de bio-


diversidad, recursos (suelo, agua) o productividad de un agroecosistema o de sus carac-
terísticas socio-culturales claves frente a un proceso amenazante ocurrente o inminen-
te. Wilson et al., (2005) describen tres dimensiones de la vulnerabilidad:

 Exposición (o riesgo): es la probabilidad de un procesos amenazante de afectar un


área por un período específico de tiempo. La predisposición o sensibilidad de un
área a la amenaza es un componente de le exposición.

97
 Intensidad: incluye la magnitud, intensidad y frecuencia del proceso amenazante
(evento climático extremo)

 Impacto: se refiere a los efectos del proceso amenazante sobre características par-
ticulares como efectos sobre abundancia o persistencia de ciertas especies, calidad
del suelo, rendimientos, etc. En general el impacto de un proceso amenazante so-
bre características del sistema están determinados por la intensidad y la sensibili-
dad de este.

El riesgo resultante será un producto de la relación entre amenaza, vulnerabilidad y


capacidad de respuesta como lo describe la siguiente ecuación:

Amenaza + vulnerabilidad
_____________________
Riesgo=
Capacidad de respuesta

Donde,
El “Riesgo” se entiende como cualquier fenómeno de origen natural (huracán, sequía,
inundación, entre otros) que signifique un cambio en el medio ambiente que ocupa
una comunidad determinada de productores, que sea expuesto a ese fenómeno.

La “vulnerabilidad” denota la incapacidad de una comunidad de productores para “ab-


sorber”, mediante el autoajuste, los efectos de un determinado cambio en su medio
ambiente, o sea su “inflexibilidad” o incapacidad para adaptarse a ese cambio, que para
la comunidad de productores constituye un riesgo. La vulnerabilidad determina la inten-
sidad de los daños que produzca la ocurrencia efectiva del riesgo sobre la comunidad.

La “Amenaza” (para una comunidad de productores) se considera como la probabi-


lidad de que ocurra un riesgo (intensidad, frecuencia) frente al cual esa comunidad
particular y sus fincas es vulnerable.

En resumen, el que un evento o fenómeno se considere o no riesgo, dependerá de que


el lugar en donde se manifieste esté ocupado o no por una comunidad vulnerable al
mismo. El que se considere o no amenaza, dependerá del grado de probabilidad de
su ocurrencia en esa comunidad. Y el que se convierta o no en desastre, dependerá
de la magnitud real con que efectivamente se manifieste el fenómeno, y del nivel de
vulnerabilidad de la comunidad. La vulnerabilidad sin embargo puede ser reducida por
la “capacidad de respuesta” definida como los atributos de las fincas y las estrategias
y manejos que usan los productores para reducir los riesgos de eventos climáticos y
para resistir y recuperarse de los daños causados por dichos eventos. Adaptación se
define como los ajustes que hacen los agricultores para reducir los riesgos. La capaci-
dad de los agricultores de adaptarse es basa en sus reservas individuales o colectivas
de capital humano, lo que incluye atributos como conocimiento tradicional, destrezas
y habilidades generales.

98
No es probable que los agricultores tomen decisiones adaptativas solo en respuesta
a amenazas climáticas; estas decisiones se hacen generalmente en respuesta a una
multiplicidad de factores, ya que los riesgos climáticos ocurren dentro de una marco
mas amplio de condiciones e influencias:

 Influencias socio-culturales: dinámica y demografía de la comunidad, niveles de


educación, salud, oportunidades e historia.
 Influencias político–económicas: precios de productos e insumos, apoyo institucio-
nal (investigación, extensión, crédito, mercados, etc.) , políticas agrícolas, etc.
 Influencias ambientales: presión de plagas y enfermedades cuyas dinámicas cam-
bian producto del cambio climático, y otras.
 Influencias tecnológicas: disponibilidad de biomasa, material orgánica, semillas
adaptadas, etc.

Dependiendo de la confluencia y magnitud de estas influencias, la percepción del ries-


go y las capacidades de respuesta de los agricultores, se podrán detectar diferentes
niveles de resiliencia entre los varios productores de una región (figura 1).

Evento climático
sequías, huracanes, inundaciones, etc.

Factores conducentes de riesgo


(Globalización, deforestación, erosión, escasez de agua, conflictos sociales, etc.)

Influencias Influencias Influencias Influencias


socio-culturales político-económicas ambientales tecnológicas

Percepción
del riesgo

Redes sociales Estrategias


Capacidad adaptativa
de acción agroecológicas
y de respuesta
colectiva

Respuesta a nivel de agroecosistema y comunidad

Conservación Utilización y
Cohesión Soberanía
de recursos preservación de
social alimentaria
naturales agrodiversidad

Figura 1. Marco de estrategia adaptativa a nivel de finca o una comunidad a riesgos


climáticos percibidos y congruentes con una serie de influencias externas que
condicionan el nivel de vulnerabilidad y capacidad de respuesta.

99
Estrategias para incrementar
la resiliencia de agroecosistemas

Para poder proteger los sistemas de vida de los agricultores de una zona determinada
es necesario identificar los factores que incrementan el riesgo, pero mas importante
construir resiliencia de los sistemas productivos. Dada la interconexión entre el am-
biente, los recursos naturales, las amenazas naturales y la seguridad alimentaria, se
hace necesario reducir la vulnerabilidad mediante la adopción de estrategias de ma-
nejo sustentable de recursos naturales como suelo, agua y bosques, mejorando así la
matriz ambiental circundante. Cuencas saludables y revegetadas son mas resilientes, y
protegen contra derrumbes, erosión, inundaciones, etc. Simultáneamente será necesa-
rio la implementación de prácticas agroecológicas para estabilizar los agroecosistemas
incluyendo diversificación de cultivos, conservación de suelos, cosecha de aguas lluvia
y restauración de tierras degradadas (figura 2). La idea es lograr diseñar agroecosiste-
mas rodeados de un paisaje mas complejo, con sistemas productivos diversificados y
suelos cubiertos y ricos en materia orgánica, pues estos serán mas resilientes (figura 3).
Así, en el caso de zonas afectadas por sequias, se esperaría que los agroecosistemas
mas resilientes tendrían los siguientes rasgos, tabla 1:
El objetivo general del proyecto REDAGRES (www.redagres.org) es identificar sis-
temas agrícolas campesinos en zonas determinadas en varios países y descifrar los
mecanismos (estrategias de organización, manejos, entre otros) mediante los cuales
los productores han sido capaces de enfrentar, resistir y hasta recuperarse de eventos
climáticos extremos. Una tarea que enfrentan los investigadores es identificar y valorar
comparativamente, de manera preliminar (sondeo) y en conjunto con los productores

Prácticas agroecológicas Manejo de recursos naturales

Producción Producción Suelo Agua Bosques


de cultivos animal • Restauración • Cosecha • Reforestación
• Mezclas de • Refugios de tierras de agua. con especies
variedades. animales. degradas. • Mejorar nativas y/o
• Policultivos. • Reservas • Conservación la capacidad adaptadas.
• Agroforestería. alimentarias de suelos. de retención • Agroforestería.
• Cultivos de estratégicas. • Drenajes de humedad • Quemas
cobertura. • Pastoreo para evitar en el suelo. dirigidas.
• Manejo orgánico rotativo. inundaciones. • Riegos • Hornos
de suelos. • Selección • Asegurar eficientes. eficientes y
• Ajuste de de razas tenencia de • Recarga alternativas
calendario de adaptadas. la tierra y de agua energéticas
cultivos, entre • Sistemas recursos. subterránea. a la leña.
otros. silvopastoriles.
• Variedades • Conservación
tolerantes. de forrajes.

Figura 2. Estrategia para construir resiliencia en una comunidad agrícola basada en


prácticas agroecológicas y una gestión mas amplia de manejo de recursos naturales

100
Evento
climático
extremo

Resiliencia del agroecosistema

Diversidad vegetal Complejidad del paisaje circundante Manejo de suelo y agua

Sistemas Materia Cobertura


agroforestales Policultivos orgánica de suelo

Diversidad Integración Cosecha


genética animal de agua

Figura 3. Factores ecológicos a nivel de paisaje, diversidad vegetacional


y calidad del suelo que condicionan la resiliencia de un agroecosistema.

Tabla 1. Rasgos de agroecosistemas resilientes en zonas afectadas por sequía.

 Presencia de bosques alrededor de los campos.


 Presencia de acuíferos o cuerpos de agua cercanos.
 Siembras tempranas o tardías para escapar sequías.
 Sistemas de labranza para la sequía (dry farming).
 Uso de cultivos tolerantes ( p.ej. sorgo y otros).
 Uso de variedades locales tolerantes.
 Uso de policultivos o sistemas agroforestales.
 Uso de coberturas de suelo, arrope, mulch.
 Prácticas de cosecha de agua.
 Practicas de conservación de agua.
 Cercas vivas para minimizar vientos desecantes.
 Manejo y uso de malezas comestibles.
 Practicas para incrementar materia orgánica del suelo.
 Sistemas especiales de almacenamiento de alimentos
 Autoconsumo (mas del 70% de alimentos producidos en la finca).

locales, las principales características ecosistémicas y socio culturales de sistemas agra-


rios que exhiban resiliencia a cambios climáticos adversos y explicar los mecanismos de
resiliencia, así como y las interrelaciones que facilitan su adopción por otros agriculto-
res, en condiciones ambientales diferentes en zonas seleccionadas en los siete países
latinoamericanos participantes.

101
En cada zona seleccionada los investigadores junto a agricultores participantes se
embarcaran en un proceso de investigación participativa que inicialmente trataran de
responder las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las principales características geomorfológicas, de suelo, agua, clima y


vegetación del paisaje y las fincas incluidas en particular la configuración espacial
y temporal de cultivos y los manejos de las fincas seleccionadas en cada zona que
las tornan vulnerables o resistentes a extremos climáticos? Que tipos de fincas do-
minan y sus niveles de sensibilidad a perturbaciones externas? Hay sistemas que se
destacan por ser muy vulnerables, y otros resilientes?
2. ¿Qué eventos climáticos extremos se han presentado (magnitud, frecuencia, du-
ración) o se presentan en la zona de estudio? Cuales son las percepciones de los
agricultores de estos riesgos climáticos?
3. ¿Cuáles son las prácticas agropecuarias dirigidas a resistir, contrarrestar y/o repo-
nerse de los posibles cambios climáticos en la zona que se implementan en las
fincas seleccionadas? Que estrategias de adaptación usan los agricultores (al corto
y largo plazo), porque las adoptan y cual es su efectividad? Que factores influencian
el nivel de adopción de estrategias de adaptación?
4. ¿Qué variables socio-culturales (capital humano y social de la familia, niveles de
organización, redes de solidaridad, etc.) potencian, limitan o explican la resiliencia
de los sistemas estudiados?

En resumen para abordar estas preguntas se precisa seguir una serie de etapas:

1. Identificación de shocks climáticos dentro de un período de tiempo de nos menos de


10 años, incluyendo una descripción de condiciones socio-económicas relevantes .
2. Determinación de las respuestas (exitosas o no) de agricultores al cambio climático.
Que indican la variedad de respuestas? Que factores (económicos, demográficos,
especialización productiva, etc.) reducen la diversidad de respuestas? Existen pre-
siones económicas acopladas a incentivos errados que estimulan respuestas que
incrementan la exposición a la variabilidad climática? Esto implica realizar estudios
socio-ecológicos en los sistemas seleccionados en cada región, de manera de elu-
cidar las características agroecológicas de estos sistemas y las estrategias sociales y
ecológicas utilizadas por los agricultores, que les permitieron resistir y/o recuperar-
se de los estragos de sequías, inundaciones o tormentas.
3. Determinar las lecciones que se derivan de estas respuestas que llevan a incremen-
tar la resiliencia. Que principios gobiernan los sistemas menos vulnerables?
4. Identificar los tipos de capitales (humanos, sociales, naturales y financieros) inver-
tidos en la construcción de resiliencia. Explorar si existen ventajas económicas de
largo plazo de las estrategias constructoras de resiliencia asociadas con los benefi-
cios ecosistémicos derivados de las practicas agroecológicas adaptativas.
5. Determinar los prerrequisitos para construir resiliencia, actitudes y valores de los
actores, estímulos institucionales y de mercado, niveles de organización social in-
cluyendo redes de apoyo mutuo, etc.

102
Conclusiones

Es obvio que en una región existirá una diversidad de respuestas por parte de agricul-
tores al estrés climático- algunas resilientes y otras no. Es importante reconocer que
las vulnerabilidades y las respuestas adaptativas no son solo al cambio climático, sino
a un numero de factores socio-económicos, ambientales y tecnológicos. Por lo tanto
la diversidad de respuestas es a una multitud de factores, sin embargo estas represen-
tan opciones para lidiar con la variabilidad climática futura. La clave es descifrar los
principios y procesos que gobiernan aquellas fincas en que los agricultores han usado
practicas adaptativas exitosas.
La selección de criterios e indicadores para medir la resiliencia será clave de manera
de poder interpretar de manera objetiva la realidad, ya que por ejemplo la adopción
de mulching puede interpretarse como una práctica adaptativa a la sequia, pero a la
vez en esa misma zona los agricultores removieron los cortavientos anulando en gran
parte el efecto del mulch.
Muchas veces las practicas de adaptación de largo plazo son inhibidas por presio-
nes económicas o migración de jóvenes. Bajos precios por productos y el incremento
en el envejecimiento y la feminización en las zonas rurales reducen los incentivos para
modificar las practicas que favorezcan la resiliencia y los servicios ecológicos. Además,
muchas estrategias de respuesta son adoptadas por razones económicas de corto plazo
y no necesariamente como el producto de un pensamiento holístico para incrementar
la resiliencia (Smith y Olesen, 2010).
La resiliencia es un tema de activa investigación en agroecología. Sin embargo es
importante posicionar esta investigacion, dentro de un contexto mas amplio y como
parte de una agenda de soberanía alimentaria. De otra manera los estudios se enfoca-
ran solamente en evaluar la sensibilidad de varios atributos agronómicos y biofísicos de
los sistemas de cultivo, dejando de lado los aspectos socio-económicos tan importantes
para una estrategia de soberanía alimentaria y anti-pobreza rural. No hay que olvidar
que la vulnerabilidad no esta determinada tanto por la magnitud del stress ambiental,
sino mas bien por la capacidad social de lidiar y/o recuperarse del cambio ambiental.

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104
“Modernización” de sistemas agricolas tradicionales,
agrobiodiversidad y riesgo. Un análisis agroecológico
a partir de la realidad e historia de los mapuche de Chile.
René Montalba

Introducción

Gran parte de la población rural indígena de Chile (principalmente mapuche) se en-


cuentra en estado de pobreza o de extrema pobreza (material). Dada esta difícil situa-
ción, desde los organismos gubernamentales encargados del desarrollo indígena y del
desarrollo agropecuario (CONADI y INDAP respectivamente), se continúa considerando
(y generando políticas e instrumentos en función a) que la solución a estos problemas
pasa por lograr un aumento de la productividad y calidad de la producción, mediante
la modernización de sus sistemas económico-productivos. Generalmente esta “moder-
nización” se refiere al reemplazo de sus “anticuadas” prácticas productivas, tecnología
agrícola y variedades de los cultivos, por aquellas que se utilizan en los sistemas agrí-
colas más tecnificados, además del cambio de orientación económica hacia el merca-
do, preferentemente de exportación. A la luz de los resultados obtenidos en múltiples
lugares del globo, esta solución presentaría una serie de cuestionamientos tanto de
carácter técnico, ecológico y socio cultural, dentro de los cuales se incluye además la
generación de problemas y efectos indeterminados e impredecibles. Destacarían den-
tro de estos efectos el incremento del riesgo ambiental y la pérdida de resiliencia de los
agroecosistemas, lo cual resulta de alta relevancia si consideramos el actual contexto
de cambio climático.
Entendiendo que tanto la problemática como la “solución” propuesta desde los
organismos de desarrollo corresponde a una situación común a muchos países de Lati-
noamérica, en el presente trabajo se realiza un análisis del proceso de interacción entre
sistemas agrícolas tradicionales (mapuche) y los “modernos”. Particularmente se anali-
zan en retrospectiva las formas en que han sido incorporadas la lógica y las prácticas de
la agricultura industrializada (“modernización”) a los sistemas campesinos e indígenas,
así como también algunos de los principales efectos de esta transformación. A modo
de hacer más concreto y comprensible el proceso, pero sin ánimo de reduccionismo,
será utilizado como “hilo conductor” un cultivo que pese a no ser originario de América
(adoptado tempranamente por los mapuche entre 1560-1600) es reconocido actual-
mente como parte fundamental de la cultura mapuche: el trigo. Del mismo modo, son
complemetados fuentes de información secundaria, tanto de tipo histórica como esta-
dísticas regionales, con resultados propios de investigación realizados en comunidades
mapuche de la Región de La Araucanía.

Departamento de Ciencias Agronómicas y Recursos Naturales e Instituto del Medio Ambiente y Sustentabilidad, Universidad
de La Frontera. Casilla 54-D, Temuco. Chile. mrene@ufro.cl

105
Modernización de la agricultura,
erosión genética y homogenización cultural

Bajo el concepto de “agricultura tradicional” (o pre-científica) podemos agrupar a


aquellos tipos de agricultura o sistemas agrícolas que tanto en su desarrollo como en
su funcionamiento no responden a la lógica científica y económico-mercantilista de
los sistemas “modernos”, sino que más bien obedecen a concepciones de hombre y
naturaleza diversos, que se han originado y desarrollado a través del tiempo mediante
múltiples relaciones entre los diferentes grupos y el medio que habitan. De este modo,
en la agricultura tradicional, el desarrollo de sus sistemas es el resultado de una coevo-
lución, en el sentido de evolución integrada, entre cultura y medio ambiente (Sevilla
Guzmán y González de Molina, 1990). Esta se ha beneficiado de siglos de evolución
cultural y biológica, a través de la cual se ha adaptado a las condiciones locales. Así,
los agricultores han creado y/o heredado sistemas complejos de agricultura que, du-
rante siglos, los han ayudado a satisfacer sus necesidades de subsistencia, incluso bajo
condiciones ambientales muy adversas (Altieri, 1999). Este proceso ha contribuido al
origen de diversas culturas en interacción con medios ambientes también diversos, en
los cuales, y por medio de la estrecha relación entre los agricultores y la naturaleza, el
hombre ha desarrollado un vasto conocimiento de las distintas especies naturales y
sus ecosistemas, domesticando una gran diversidad de especies y variedades de estas.
Los precedentes más directos de la globalización de los sistemas agrícolas, median-
te la aplicación de la ciencia y la tecnología, los podemos encontrar en la segunda
mitad del siglo XIX, sin embargo, los mayores avances y cambios se lograron con poste-
rioridad a la Segunda Guerra Mundial, al converger un nuevo conjunto de innovaciones
científico-tecnológico con la consolidación de ideologías político-económicas (Pujol,
1998). Esto permitió la introducción a la agricultura de los “esquemas racionales” que
el negocio de la industria había seguido (Toledo, 1993; Sevilla Guzmán y López Calvo,
1994). Continuando con esta lógica, la aproximación neoclásica de desarrollo agrícola
llama a la retirada de los estados de la interferencia en la gobernanza del mercado
en los sistemas de producción (Friedman, 1998). De esta forma, el modelo “liberal-
productivista” promueve la liberalización del mercado y una racionalización de los mé-
todos de producción y comercio, reduciendo ineficiencias y maximizando los retornos
económicos de las actividades agrícolas. Parte de estas ineficiencias se asocian a la
diversidad biológica y cultural (Basley, 2003).
Pese a que en los sistemas tradicionales la diversidad agraria se había incrementado
hasta fechas relativamente recientes de la historia humana (Guzmán et al., 2000), la
incorporación de las nuevas “variedades mejoradas” a los diversos países y la adopción
de estas por parte de los agricultores, ha desplazado a las variedades tradicionales.
Este masivo desplazamiento de una gran cantidad de variedades tradicionales por un
número reducido de variedades mejoradas y la adopción de las tecnologías asociadas,
ha provocado una gran homogeneización de los sistemas agrícolas. Es así como entre
las vastas consecuencias ambientales y sociales de la modernización de la agricultu-
ra podemos encontrar un fuerte proceso de uniformidad y erosión genética. Como
muestra de esto podemos considerar el hecho de que seis híbridos de maíz conforman

106
más del 70% del cultivo mundial de esta especie (Gliesman, 1997). Así también en
Chile donde se encuentra uno de los centros de origen de la papa, el cultivo de esta
se encuentra dominado por tres variedades, de las cuales una representa el 80% de la
superficie cultivada (Contreras, 1987). De unas 330.000 variedades diferenciadas de
arroz que se cultivaban hace 50 años en la India, en 1987 se proyectaba que para el año
2000 solo quedarían 50 (RAFI, 1987). Una sola variedad de arroz llamada IR-36 se ex-
tiende sobre más del 60% de las tierras arroceras del sudeste de Asia donde, hace tan
solo unos pocos años, eran comunes millares de variedades tradicionales. En oriente
medio, las cebadas “Beecher” y “OP25” han acaparado más de la mitad de la cosecha,
mientras que el Mexipak y el Sonalika han destruido el caleidoscopio de los trigos y
suponen ahora el 70% de la cosecha (RAFI, 1997). Por otro lado, en los mismos países
“desarrollados”, en el transcurso de unas cuantas décadas, la creación de variedades
altamente productivas y su masiva adopción borró casi completamente la pequeña
diversidad que poseían (Altieri, 1999).
Algunos ejemplos de los riesgos ecológicos y sociales relacionados con la pérdida
de la agrobiodiversidad en los sistemas agrícolas se puede comprobar en diversos estu-
dios. La variedad de arroz (desarrollada en 1960) llamada IR-8 fue ampliamente exten-
dida en Asia debido a sus altos rendimientos, desplazando y produciendo la desapari-
ción una gran cantidad de razas locales. A mediano plazo, el surgimiento de complejos
de enfermedades y la mayor incidencia de plagas, produjo que sus rendimientos caye-
ran a un nivel que hacían inviable su cultivo. Pese a esto los agricultores no pudieron
regresar a sus variedades tradicionales ya que las habían perdido, generando graves
problemas sociales (Perlas, 1995). Epidemias de roya en el trigo en Suiza en 1960, debi-
do al uso generalizado de la variedad “Probus” y más recientemente en Turquía y otras
partes de Asia occidental, tras la reducción de la diversidad de variedades de trigo des-
de “Revolución Verde” (Bardsley, 2003). El impacto social de los déficit de producción
local como resultado de la uniformidad genética puede ser considerablemente mayor
en los márgenes de los países en desarrollo. En la periferia extrema, las pérdidas de
cosecha producen degradación ecológica, la pobreza, e incluso el hambre. Los agroeco-
sistemas y los materiales genéticos locales suelen poseer altos niveles de tolerancia a
condiciones sociales y ambientales cambiantes, razón por la cual se han convertido en
valiosos “bancos” de agrobiodiversidad (Altieri, 1999). Este elemento resulta ser muy
requerido al momento de buscar nuevas características en plantas cultivadas que so-
lucionen problemas de la agricultura moderna o que proporcionen características de-
seadas en “nuevas variedades”. La importancia de esta agrodiversidad local es tal que
muchos de los cultivos normales del norte no podrían ser cosechados si no fueran por
las inyecciones de “nuevos” genes procedentes del cultivo original (Hobbelink, 1992).
La adquisición y pérdida de la agrobiodiversidad es comúnmente presentado
como un problema ambiental, sin embargo, las causas subyacentes se relacionarían
fuertemente con factores sociales, económicos y políticos (Rana et al., 2007).Traba-
jando en México, Turquía y Perú, Brush (1995) identificó factores socioeconómicos
como: fragmentación de la tierra, crecimiento en ambientes marginales, condiciones
de imperfección de mercados, identidad cultural y preferencias por la diversidad,
incidirían positivamente en la agrodiversidad predial. Por su parte, Cromwell y van

107
Oosterhout (2000) encontraron en Zimbawe que predios de mayor tamaño, valora-
ción del cultivo por parte de la familia, y edad relativa del agricultor, contribuían po-
sitivamente con la diversidad de cultivos y variedades. El uso de múltiples variedades
son utilizadas en los predios con el fin de satisfacer diferentes necesidades (Bellon,
1996). La decisión de los agricultores en relación al uso de diversas variedades de
cultivos sería, principalmente, gobernada por sus propósitos de uso, requerimientos
de sustento y seguridad alimentaria (Campillan, 2002). Otros estudios han enfatizado
la necesidad de entender los vínculos entre diversidad cultural y agrodiversidad (Ne-
gash y Niehof, 2004; Soleri y Claveland, 1993). Por ejemplo, algunas variedades tra-
dicionales poseen un valor de uso cultural y religioso; de ese modo la conservación
de la agrodiversidad estaría íntimamente relacionada con la conservación de culturas
nativas (González, 2000).

Cambios, adaptación y cambio climático:


una aproximación al caso de estudio
La Región de la Araucanía, ubicada a 700 km al sur de Santiago, corresponde al últi-
mo territorio en ser anexado al Estado de Chile, siendo en la práctica dominado por
los mapuche hasta avanzado el siglo XVIII (Bengoa, 1991; Guevara, 1898). Previo al
contacto europeo, los mapuche se habrían encontrado en un estado de desarrollo
protoagrario, en el cual realizaban agricultura en espacios reducidos (principalmente
claros de bosque) utilizando varias especies autóctonas (como papas, ají, quinoa,
dahue, maíz, porotos y pallares) de las cuales, de acuerdo a relatos de la época, se
cree que poseían una amplia diversidad “varietal” (Guevara, 1898; Cona, 1973). Al
parecer, esta agrodiversidad habría estado asociada a la propia diversidad cultural
mapuche (huenteche, nalche, lafquenche, huilliche y pewenche) y su vinculación a
la ubicación geográfica con características agroecológicas claramente diferenciadas
(Montalba, 2001; Montalba 2002; Rouanet et al., 1988). Desde el inicio del contacto,
los mapuche adquirieron rápidamente los cultivos traídos desde Europa, destacando
entre ellos el trigo, cebada, avena y algunos frutales como los cerezos y el manza-
no (Guevara, 1898). Debido al intenso intercambio entre los mapuche y la sociedad
mestizo-criolla del Norte, estos habrían adquirido una notable diversidad de “varie-
dades” de estas especies (Montalba, 2004).
A partir de la derrota político-militar de los mapuches en 1881, el territorio de La
Araucanía pasa a formar parte del territorio Chileno y por tanto a regirse por las lógicas
uso-manejo-explotación de recursos naturales dictada por los gobiernos de turno. Los
mapuche fueron relegados a “deducciones indígenas” de escasas superficies y bajo
potencial productivo. La gran mayoría de las tierras se asignaron a militares que par-
ticiparon en la “guerra de pasificación”, colonos chilenos y extranjeros, y las restantes
fueron rematadas a mejor postor. Esto marca una intenso ciclo extractivo de recursos
naturales y degradación ambiental, destacando el hecho de que en un período menor
a 20 años más de 800.000 hectáreas de bosque fueron quemados para su utilización
agrícola y ganadera (Montalba, 2004).

108
La Araucanía se ha caracterizado históricamente por la abundancia hídrica derivada
principalmente de los altos niveles de pluviosidad, la concentración de importantes
sistemas hidrológicos conformados por grandes cuencas hidrográficas, sistemas freá-
ticos y lacustres. Sin embargo, la deforestación del territorio, el reemplazo del bosque
nativo por monocultivo de cereales (primera mitad del siglo XX), y posteriormente, el
desarrollo de un modelo forestal basado en monocultivo de pinos y eucaliptus (1970
a la fecha), ha impactado en la región de la Araucanía generando alteraciones graves
en la disponibilidad de agua, incluidas numerosas zonas que a principios del 1900 se
catalogaban como humedales y actualmente se encuentran en avanzado proceso de
desertificación a consecuencia de la deforestación, lo cual ha impactado fuertemente
a la población local y en particular a las comunidades mapuche (Peralta, Celis y Bragg
1996, Montalba, 2004; Montalba, Carrasco y Araya, 2006).
En un nuevo escenario de cambio, diversos estudios de tipo retrospectivo así
como predictivos evidencian el impacto del proceso de cambio climático en Chile y
La Araucanía. Estos estudios coinciden en la apreciación de que en general se presen-
tarían cambios en las medias térmicas (aumento) y en los regímenes pluviométricos
(reducción) (CEPAL, 2009, CONAMA, 2006). De esta forma se prevé un desplazamien-
to desde la zona centro-norte a la centro-sur del país de actividades económicas
intensivas en uso de agua, como la fruticultura con fines de exportación. En la actua-
lidad este proceso resulta evidente en La Araucanía, observándose un incremento
exponencial de huertos frutales bajo riego (principalmente arándanos, manzanos,
cerezos, y avellano europeo), los cuales en muchas zonas han desplazado sistemas
agrícolas tradicionales de secano (ODEPA, 2010). Para el caso de La Araucanía, se
observan escenarios de dominancia de las distintas actividades económicas deman-
dantes de agua en los territorios (plantaciones forestales, agricultura extensiva, fru-
ticultura de exportación, ganadería, explotaciones acuícolas, etc.), lo que permite
predecir distintos niveles de escasez, así como diferentes grados y tipos de conflictos
con la población local.
Los procesos de cambio climático alertan sobre nuevos escenarios de escasez
y conflicto en La Araucanía. Los efectos de la escasez de agua en las comunidades
tiene impacto sobre las economías indígenas, impidiendo su soberanía alimentaria.
También alcanza dimensiones a nivel de relaciones sociales y significados culturales,
descomponiendo por ejemplo las dinámicas en la distribución del trabajo, alterando
las relaciones de género y los roles asignados al interior de las familias indígenas. El
deterioro ambiental de los territorios indígenas por la falta de agua, además, impacta
la espiritualidad y la medicina tradicional asociada a la tierra y los recursos naturales
que ésta provee. Pese a los procesos de desertificación y cambio climático que afecta
a la disponibilidad del recurso agua por parte de las comunidades mapuche, se esti-
ma que en algunos lugares han sido desarrolladas estrategias prediales de recupera-
ción de fuentes de agua, uso eficiente de la misma (mediante prácticas de manejo o
cultivos adaptados) o de resistencia (resiliencia) ante períodos de escasez del recurso
(Montalba, 2011). Se considera que tanto estas prácticas como sus significados pue-
den aportar elementos importantes para la gestión del recurso hídrico a nivel predial
y territorial.

109
Modernización de la producción de trigo en predios
mapuche de La Araucanía: vías e impactos

Al analizar los efectos de la agricultura “moderna” y de la adopción de esta en los sis-


temas familiares y comunitarios indígenas, resulta importante el destacar que estos no
sólo se producen por la incorporación de prácticas y la realización de cambios en los
sistemas económico-productivos. Al igual que la incorporación de las tecnologías del
tipo “revolución verde” presenta una serie de efectos en estos sistemas, la aplicación
masiva del modelo de desarrollo que hay tras ellas tiene, desde una perspectiva socio-
cultural, efectos tanto o más importantes.
Al momento de ver los efectos de la incorporación de las prácticas modernas en los
sistemas “tradicionales”, debemos diferenciar por lo menos entre dos formas principa-
les de ocurrencia: a) Con el apoyo de programas de transferencia tecnológica (guber-
namentales y no gubernamentales); b) Con muy escaso o sin apoyo de programas de
transferencia tecnológica. La primera de estas formas se refiere a aquellas situaciones
en las cuales la transformación productiva ha sido apoyada técnica y muchas veces mo-
netariamente por programas estatales o de otra índole, los cuales permiten (o exigen)
la adopción de todo el paquete tecnológico. A diferencia, la segunda forma corres-
ponde a los casos en los cuales algunas prácticas son incorporadas por imitación a los
agricultores más tecnificados o por trasferencias puntuales con escaso seguimiento y
también escaso o nulo apoyo financiero.
A la luz de las cifras, resulta innegable el hecho de que la primera situación se ha
dado más bien en el sector de la mediana a gran propiedad, donde este tipo de pa-
quetes tecnológicos resultan “viables” y a la vez “rentables”. La gran mayoría de los
sistemas agrícolas familiares, con características tradicionales, que ocupan terrenos
marginales desde el punto de vista productivos y con extrema fragilidad desde el punto
de vista ambiental, no se han “beneficiado” de este tipo de programas (Altieri, 1999;
Rosset, 2001). Por tanto, en estos sistemas agrícolas la adopción de las prácticas mo-
dernas se ha producido más bien de la segunda forma. De esta manera los agricultores
reproducen las prácticas que más les acomodan (por adaptación cultural o condicio-
nes edafoclimáticas) o aquellas a las que tienen acceso. Debido a que en los sistemas
agrícolas tradicionales es una práctica común el intercambio de semillas y su puesta
a prueba, el primer “componente” de la agricultura moderna en ser transferido a los
agricultores son las semillas mejoradas. No obstante, mientras es posible, estas siguen
siendo cultivadas con los métodos y prácticas de cultivo tradicional (manejo y manten-
ción de la fertilidad, manejo de plagas y enfermedades, etc.).
En los sistemas tradicionales el potencial productivo se encontraba determinado
y condicionado por la disponibilidad de recursos locales, el grado de eficiencia en la
utilización de estos recursos y la adaptación de los cultivos a estas condiciones. Así,
por ejemplo, en el caso de la fertilidad, esta se mantiene en los sistemas mediante la
integración de las zonas circundantes al predio y de la producción animal, utilización
de técnicas de promoción de la renovación y solubilización natural de nutrientes del
suelo, utilización de abonos de origen vegetal o animal y ocasionalmente algunas sales
y minerales. Un rasgo propio de la fertilización en la agricultura tradicional, es que los

110
nutrientes aportados por el hombre apenas llegan a cubrir los extraídos por la cosecha,
sin que ello redunde en un obligado deterioro de la fertilidad del suelo (Naredo, 1996).
Ello implica que se debió mantener un equilibrio entre la extracción de nutrientes rea-
lizada por las variedades tradicionales y el aporte del sistema.
La entrada de las nuevas variedades tiene como consecuencia inicial un considera-
ble incremento de los rendimientos, el cual se debe principalmente a que presentan
una mayor capacidad de utilizar los nutrientes solubles y de transformar estos últimos
en rendimiento. Así también, esta mayor productividad resulta ser un incentivo para
que otros agricultores incorporen las variedades mejoradas. Cuando esta incorpora-
ción se ha realizado sin acompañarse de la aplicación de fertilizantes químico-sintéticos
el incremento de los rendimientos ha obedecido por lo general a la mayor capacidad de
las “nuevas variedades” en extraer rápidamente los nutrientes acumulados por el siste-
ma. Podría decirse que, en esta situación, el aumento en los rendimientos se produce
a costa de los “ahorros” del sistema. Como ejemplo podemos mencionar el caso de
las comunidades mapuche del sur de Chile, en las cuales se encontró que la gran ma-
yoría de los agricultores ha tenido acceso a estas semillas por medio de intercambios
con otros comuneros, programas de transferencia tecnológica o venta por parte de los
agricultores más tecnificados. Ya que los comuneros no disponen de recursos para la
compra de insumos y que su conocimiento agrícola se basa en prácticas tradicionales,
el cultivo de estas variedades responde más bien a la confianza que aun conservan en
sus prácticas de fertilidad y en lo que para ellos es “la fuerza de la tierra”. Los mapuche
reproducen de este modo el patrón común para el resto de zonas de Latinoamérica,
Asia y África: los primeros años tras la adopción de las nuevas semillas los rendimientos
son incrementados significativamente, estimulándose la rápida extensión de su uso
(Chrispeels y Sadava, 1994; Evans, 1993; Grigg, 1982; Hobbelik, 1992). Tras algunos
ciclos anuales la situación decrece hasta llegar a niveles productivos incluso inferiores
a los de partida. Se estima que uno de los principales factores de control de este pro-
ceso de cambio lo constituyen los “ahorros” en fertilidad del sistema tradicional, que
en un comienzo ilusionan proporcionando altos rendimientos pero luego demuestran
dramáticamente su finitud. De acuerdo comuneros y agricultores mapuche de la zona
esto es relatado de la siguiente forma:

L.P., 2004. Valle de Río Blanco, Curacautín: “El trigo al comienzo nos rendía mucho.
Más del 40 por uno. Independiente de si se sembraba en el faldeo o el llano. El primer
potrero lo terminamos de limpiar en 1950, y alrededor de 1965 el trigo ya no rendía.
Entonces lo empezaron a abonar con guano rojo (estiércol de aves mineralizado) y co-
menzó a rendir igual que al principio. En 1975 había bajado el rendimiento de nuevo y
comenzaron a abonarlo con salitre. En 1970 comienzan a echarle además superfosfato
triple. En 1985 había que echar el doble de abono, Aldrín y DDT pero ya no rendía y se
abandonó mayoritariamente el cultivo porque ya no convenía”.

O.B., 2004. Curacautín. “El trigo crecía al comienzo con la fuerza de la tierra. Después
crecía sólo con la fuerza del abono. Hoy día el abono es muy caro y el trigo da muy poco,
por lo que ya no se puede poner trigo”.

111
Pese a los rendimientos más bien modestos que se obtienen con las variedades tra-
dicionales, estas y su adaptación a las características locales han permitido que durante
siglos los agricultores satisfagan sus necesidades de alimentación y mantenimiento.
El cambio de estas variedades por las “mejoradas” produce que en un mediano plazo
estos sistemas colapsen haciendo necesario la incorporación de fertilizantes comercia-
les, sin los cuales muchas veces no se puede pensar siquiera en obtener producción.
Junto con el aumento de costos y la necesidad de poseer los recursos monetarios que
esto implica, el uso de fertilizantes altamente solubles (como son la mayor parte de los
fertilizantes comerciales), especialmente nitrogenados, ocasiona también otra serie de
efectos, dentro de los cuales encontramos aumento de la susceptibilidad de las plantas
a la incidencia de plagas y enfermedades, aumento de la competencia de las malezas e
Inhibición de la fauna y microfauna edáfica, entre otros (Altieri, 1999; Altieri, Schmidt
y Montalba, 1998; Boeringa, 1980; Chaboussou, 1976; Howard, 1921, 1943, 1947; Hyl-
ton, 1973; Hunter, 1971; Kajimuro et al., 1995; Oelhaf, 1978; Phelon y Mason, 1995).
De esta forma, el uso de variedades mejoradas, reducción de la fertilidad natural del
suelo y los requerimientos de insumos petroquimocos (costos de insumos) han llevado
a la reducción continua de los retornos marginales de los agricultores, hasta el punto
de hacer inviable la producción de trigo. Esta situación resulta mucho mas notoria en
el caso de agricultores mapuche dado la condición de los recursos naturales y escases
de recursos financieros (figura 1).
Una de las características comunes de la agricultura tradicional de los variados lu-
gares del la constituye la gran diversidad espacial y temporal presente en sus sistemas.
Los cultivos y sus variedades y todas las especies con usos múltiples (medicinales, or-
namentales, etc.) demuestran esta diversidad. Un hecho ya muy estudiado es el que
esta diversidad confiere una serie de propiedades benéficas, encontrándose dentro de
estas la reducción de la incidencia y daño de las plagas, enfermedades y malezas (Altie-
ri, 1987; Altieri, 1999; Altieri y Whitcomb, 1979; Altieri y Letourneau, 1982; Altieri, Sch-
miidt y Montalba, 1998; Contreras y Montalba, 1998; De Bach, 1974; Forman y Gordon,
1986; Montalba, 1998; Root, 1973; Wratten y van Emden, 1995). Al desarrollarse para
responder en rendimiento a la aplicación de altas dosis de fertilizantes solubles y de
facilitar la mecanización de la producción, las nuevas variedades resultan ser de alturas
más bien reducidas y poco competidoras con las malezas. Esta característica, sumada
al efecto que la fertilización soluble tiene como promotora del crecimiento de plantas
oportunistas, hace imprescindible la utilización de productos herbicidas, los cuales sólo
pueden ser aplicados en condiciones de cultivos puros. De esta forma, al adoptarse las
nuevas semillas y ser reemplazadas las tradicionales, se reduce enormemente la diver-
sidad del sistema y los beneficios asociados a esta.
Considerando las características antes mencionadas, no es de extrañar el hecho
de que tras la adopción de las semillas mejoradas deban ser utilizados una serie de
insumos petroquímicos (herbicidas, fungicidas, fertilizantes, etc.), sin los cuales la pro-
ducción suficiente para la mantención del grupo familiar resulta casi imposible. De esta
forma, la productividad de los sistemas familiares pasa a depender más bien de la dis-
ponibilidad de insumos y de su compra en el mercado que de la habilidad de utilización
de los recursos prediales y de la mantención de equilibrios al interior del sistema. Cabe

112
% de variación
120

100

80

60

40

20

0
0 20 40 60 80 100
Años desde deforestación e inicio de cultivo

Fertilidad natural suelos. Rendimiento minifundio mapuche.


Aplicación insumos. Retorno marginal agricultor.
Rendimiento latifundio.

Figura 1. Esquema general del proceso de degradación de suelo y pérdida de rentabilidad de los
predios de la región de La Araucanía. Se entienden como factores determinantes de este proce-
so la reducción de la calidad y fertilidad natural del suelo, lo cual incrementa el requerimiento
de nutrientes y otros insumos para mantener un nivel productivo. La diferencia en niveles de
producción entre latifundio (empresarial) y minifundio mapuche estarían dado por potencial
productivo de sus predios y acceso a capital y tecnología. La reducción de la calidad del suelo y
requerimiento de insumos, incrementa los requerimientos de inversión por unidad de ingreso,
lo cual se expresa en la reducción del “Retorno Marginal”.

destacar que la dependencia de los agroquímicos a la que son arrastrados los sistemas
familiares al adoptar las prácticas modernas, corresponde a un síndrome que afecta al
sistema en su conjunto. Esta dependencia se inicia al abandonar prácticas culturales
adecuadas, creadas y adaptadas para las condiciones locales, y al reemplazarlas por un
conjunto de prácticas genéricas basadas en insumos externos que deben ser adquiri-
dos en el mercado.
En los casos en los cuales, gracias al adecuado apoyo de programas de transferencia
y financiamiento (subsidio o crédito), los agricultores han adoptado todo el paquete
tecnológico y han sido “capacitados” para su utilización, los procesos descritos ante-

113
riormente se aceleran y radicalizan, produciéndose una dependencia acelerada de los
insumos y una consecuente adquisición de deudas incesantes. Este tipo de adopciones,
sin embargo, poseen la ventaja antes mencionada de presentar un período inicial de
bonanzas en el cual el aumento de los rendimientos, permite obtener excedentes que
pueden ser comercializados y generar ingresos que mejoran el nivel de vida de los agri-
cultores y sus familias. De esta forma los casos más “exitosos” pueden, y deben, hacer
una completa reestructuración de sus objetivos productivos, debiendo estos orientarse
a la obtención de altas producciones para el mercado. Es precisamente en esta etapa
de “bonanza” cuando estos agricultores “exitosos” son utilizados como ejemplo a se-
guir por el resto de los “campesinos”.
Lamentablemente, por lo general, al transcurrir algún tiempo ocurren dos proce-
sos que cambian completamente esta situación. Por una parte se comienzan a notar
los efectos de la extrema artificialización de los sistemas y de la degradación que en
su base de recursos produce el empleo de las nuevas prácticas, reflejándose esto en
una progresiva reducción de la producción que para ser recuperada requiere cada vez
mayor utilización de insumos (especialmente fertilizantes y pesticidas). En adición a
esta reducción de la productividad, la menor estabilidad y capacidad de recobrarse
de perturbaciones ambientales que poseen estos sistemas los hace aumentar enor-
memente los riesgos productivos, los cuales sumados a la inestabilidad que presentan
los mercados agropecuarios (en cuanto a oferta y precios) hace que la probabilidad de
obtención de pérdidas en una temporada sean muy altos. En el caso de agricultores
empresariales las pérdidas pueden ser asumidas (dentro de ciertos límites) e intentar
recuperarse en el futuro sin que tenga mayores efectos en la supervivencia del sistema.
Para los agricultores familiares, en cambio, esto puede implicar un colapso total del
sistema, empobrecimiento, endeudamiento e incluso hambre. Esta situación es mucho
más compleja y grave cuando ocurre luego de haber finalizado los programas de trans-
ferencia y de ayuda gubernamental y por tanto nadie asume la responsabilidad técnica
ante los resultados obtenidos. En el contexto estudiado esta situación es lamentable-
mente muy común.
Por otro lado, una de las características fundamentales de la agricultura moderna,
en el marco del sistema capitalista de producción, ha sido atribuida a su tendencia y ne-
cesidad de incorporar continuamente innovaciones tecnológicas al proceso productivo.
Lo anterior se justifica con objeto de reducir los costos de producción y, por consiguien-
te, aumentar los márgenes de rentabilidad económica. Dentro de este proceso de “es-
piral tecnológica”, la utilización de las nuevas tecnologías por innovadores y adoptantes
tempranos suele originar un aumento de la productividad y de la producción agregada
de una determinada mercancía beneficiada por el progreso técnico. No obstante lo an-
terior, el precio de dicha mercancía tiende a declinar desproporcionadamente debido a
la baja elasticidad de la demanda que suele presentar los productos agrícolas. El precio
relativo del producto cae en la medida en que una técnica tras otra es adoptada en las
explotaciones, pero los costos de producción no se reducen (Cochrane, 1964). Para el
caso de los agricultores familiares, con escasos recursos e incapaces de seguir la com-
petencia tecnológica, esto se convierte en una pesadilla que hace disminuir cada vez
más sus ingresos, encontrándose cada vez más presionados y empobrecidos.

114
Estilo, productividad e intensidad actual de sistemas
de trigo en predios mapuche de La Araucanía:
corroborando estrategias de resistencia cultural.

Comúnmente se ha descrito a los sistemas productivos mapuche como sistemas con un


estilo de manejo en pequeñas superficies con base tradicional, lo cual se refiere a que
presentan bajos niveles tecnológicos y dominancia de prácticas tradicionales de pre-
paración de suelos (tracción animal), manejo de fertilización la nutrición de las plantas
(barbechos, abonos de origen predial) y cosecha (manual), del mismo modo presen-
tarían en forma dominante un uso de semillas con características “criollas” o “acrio-
lladas” (ecotipos locales o semillas de origen comercial que han sido conservadas e
intercambiadas por largos períodos de tiempo). Lo cierto es que la interacción de estos
sistemas tradicionales con aquellos más “modernos” o tecnificados ha influenciado los
sistemas mapuche, generando estilos productivos mixtos que transitan en un continuo
entre los tradicionales más “puros” y tradicionales con diversas adaptaciones de los
“modernos”. En la actualidad coexisten formas tradicionales de manejo de los cultivos
con otras más intensivas. Así, también coexisten semillas locales, laboreo tradicional
del suelo y cosecha tradicional, con semillas mejoradas y mecanización de la prepara-
ción de suelo, siembra y cosecha.
En función de la tabla 1, podemos destacar (e excepción del valle central sur,
con condiciones más propicias para la agricultura industrializada) en todas las áreas
agroecológicas, el tipo de semilla de trigo que mayoritariamente domina corresponde
a semilla producto de la guarda de los propios agricultores o intercambiada con los de-
más comuneros (local), correspondiendo por lo general a variedades (o incluso en oca-
siones a ecotipos) derivadas de antiguas semillas comerciales que los comuneros han
conservado y reproducido. Por lo general estas semillas “criollas” o “acriolladas” han
sido conservadas debido a que poseen alguna cualidad de interés para los agricultores
o buena adaptación a alguna de las condiciones locales (Contreras y Montalba, 2010).

Tabla 1. Estilo de manejo de cultivos anuales (cereales y leguminosas de grano) en familias


de predios mapuche de la región de La Araucanía, de acuerdo a áreas agroecológicas.

Tipo semilla Forma Prep. suelo Cosecha


Área agroecológica Local Mejorada T. animal Mecanizada Tradicional Mecanizada
% % % % % %
Cordillera (n=50) 73.3 26.6 60.0 40.0 60.0 40.0
Precordillera (n=90) 84.3 15.7 36.3 63.6 72.7 27.2
Secano Costero (n=95) 55.8 44.1 61.7 38.2 64.7 35.2
Secano Interior (n=92) 67.4 32.5 43.2 56.8 33.3 66.6
Valle Central Norte (n=65) 67.0 32.9 37.6 62.3 31.5 68.4
Valle Central Sur (n=74) 44.1 55.8 32.3 67.6 25.7 74.2

115
Un número minoritario de los agricultores de los predios estudiados utilizan variedades
de cultivos mejoradas. Como resultado del estilo productivo aplicado (extensivo) y las
condiciones productivas de los predios mapuche (marginales), en la mayor parte de
los casos los niveles productivos medios alcanzados se encuentran dentro de rangos
bajos o muy bajos, superando levemente el 30% del máximo alcanzable en condición
de agricultor tecnificado (tabla 2).

Tabla 2. Intensidad de la producción (promedio) de trigo en predios mapuche,


en función a características abióticas (áreas agroecológicas) de La Araucanía.

Media P(x) Media P(x) max P(x) tec.


Intensidad
obs. gasto insumos obs. área
(Kg/ha) ($/ha) (Kg/ha) % max obs. % tec. Área
Cordillera 2,179 173,083 n.d
Precordillera 2,343 183,364 3,580 8,000 65 29
Secano Costero 2,048 166,255 2,980 8,000 69 26
Secano Interior 1,824 157,264 2,419 5,500 75 33
Valle Central 2,139 170,565 2,930 7,000 73 31

Otro dato que llama la atención son los altos y relativamente homogéneos valores
del indicador de intensidad en relación a la máxima observada. Esto indica un nivel
productivo e intensidad homogénea entre los distintos predios ubicados en la misma
área agroecológica y, por tanto, una alta influencia del área agroecológica en los nive-
les productivos obtenidos. Las curvas predictivas, elaboradas mediante el análisis de
regresión (n=476), indican que hay una marcada influencia de las variables abióticas
que definen las Áreas Agroecológicas en la expresión de los niveles de usos de insumos
(fertilizantes) en rendimiento de trigo (receptividad tecnológica). Del mismo modo, las
distintas condiciones abióticas permanentes condicionan el desempeño productivo de
los predios y el éxito de las estrategias económicas empleadas. Utilizando las ecuacio-
nes predictivas obtenidas para cada Área Agroecológica, y luego aplicándola a rangos
medios a bajos de utilización de insumos (rango en la cual curva teórica de respuesta
en producción de trigo a unidades creciente de fertilizantes tienen un comportamien-
to lineal) e ingresando como variable el precio de venta promedio de trigo obtenido
por los agricultores de los predios de estudio, fue posible obtener la relación entre las
curvas de ingresos, costos en insumos y utilidades de la producción de trigo (figura 2).
Mediante la figura 2 es posible observar claramente como la receptividad
tecnológica de los predios influencian el desempeño económico y productivo de los
mismos, así como también las estrategias económicas que resultan apropiadas para
cada condición. De esta forma, bajo las condiciones de los predios de estudio y los
precios de trigo y fertilizantes conseguidos por los agricultores que formaron parte
de la muestra en la temporada 2010 -2011, podemos notar como en la única Área

116
600000 Secano interior 600000 Secano costero
500000 500000

400000 400000

300000 300000

200000 200000

100000 100000

0 0
50000 100000 150000 200000 250000 300000 50000 100000 150000 200000 250000 300000

600000 Precordillera 600000 Valle central


500000 500000

400000 400000

300000 300000

200000 200000

100000 100000

0 0
50000 100000 150000 200000 250000 300000 50000 100000 150000 200000 250000 300000

Costo insumos (S/ha) Ingresos (venta S) Utilidad (S/ha)

Figura 2. Relación entre receptividad tecnológica (insumos) y utilidades obtenidas en cultivo de


trigo por comuneros mapuche, en función a características abióticas (áreas agroecológicas) de
La Araucanía. Ingreso de venta se calculó por medio de la valorización de la producción de trigo
por el precio promedio de venta obtenido por los productores de los predios de estudio en la
temporada 2010 -2011.

Agroecológica en la cual el aumento de niveles de tecnológicos incrementa los niveles


de utilidad, correspondió a la Precordillera. Paradójicamente, en las tres restantes
Áreas Agroecológicas el mayor nivel de utilidades se alcanzaría con la aplicación del
más bajo nivel tecnológico (sin aplicación de insumos).
A la luz de estos antecedentes, adquieren sentido ciertas lógicas productivas de
mencionadas por agricultores entrevistados, respecto del la negativa al incremento de
los niveles tecnológicos en sus predios y de incrementar la productividad por sobre los
niveles de requerimientos familiares, argumentando que “no sale a cuenta” o “no vale
la pena el esfuerzo”. Del mismo modo, adquiere sentido la opinión de muchos de los
agricultores entrevistados en relación a que “el uso de fertilizante sale a cuenta cuan-
do lo regalan o cuesta muy poco (subsidio)”, ya que llevando el insumo a costo cero,
cualquier incremento de producción se traduce en aumento de la utilidad (o del abas-
tecimiento familiar). Se debe aclarar sin embargo, que estos resultados no son pro-

117
yectables para todas las condiciones de agricultores de la región. Las particularidades
y procesos históricos vividos por los comuneros mapuche y sus agroecosistemas, han
provocado que estos posean estrategias de adaptación a condiciones de bajos niveles
de gastos e insumos productivos, potenciando la estabilidad por sobre la productivi-
dad. Parte de estas estrategias corresponden a la preferencia y selección variedades
y ecotipos con buen desempeño en condición de bajos insumos, las mismas que no
poseen un buen desempeño en condiciones de altos niveles de estos (tabla 3 y figura
3). Del mismo modo, se considera posible que la buena respuesta productiva obtenida

Tabla 3. Respuesta productiva a bajos niveles de insumos de ecotipos de trigo


cultivados por campesinos mapuche de la región de La Araucanía.

Rendimiento % Rdto. de acuerdo testigo


ECOTIPO/Var.
(qqm/ha) (var. “moderna”)
Caín* 28,82 b 275,0
Castaño* 16,95 a 161,7
Grano de Oro* 44,62 c 425,8
Linaza* 44,77 c 427,2
Pulil* 40,19 c 383,5
Rochel* 29,30 b 279,6
Kumpa (testigo)** 10,48 a 100.0

*Ecotipos cultivados por campesinos mapuche. **Variedad comercial de amplio uso en la zona de estudio.

60,0
d
50,0
d
Rendimiento (q/ha)

40,0 c c
c b
30,0 b bc

a b bc b
20,0

10,0

0,0
0 20 40 60
UN

Kumpa Castaño Linaza

Figura 3. Respuesta en producción de trigo ante dosis crecientes de nitrógeno, de ecotipos


de trigo cultivados por comuneros mapuche (Castaño, Linaza), comparado a una de
las principales variedades comerciales utilizadas en la zona de estudio (Kumpa).

118
por algunos de estos tipos en el Área Agroecológica denominada “Secano Interior” (ca-
racterizada por un largo período de déficit hídrico), podría indicar que en estos predios
se estuvieran utilizando ecotipos apropiados para condiciones de escases hídrica, sin
embargo esto debe ser corroborado mediante una investigación especifica.

A modo de conclusión

Las comunidades mapuche de La Araucanía se encuentras ubicadas en tierras mar-


ginales desde el punto de vista productivo (bajo potencial) así como también ecoló-
gicamente frágiles. De esta forma, debido a sus características abióticas presentan
una baja a muy baja receptividad tecnológica (capacidad de expresar en rendimiento
el incremento de niveles tecnológicos e insumos). Esta característica no representa
algo único del contexto mapuche en Chile, sino que más bien representa una realidad
compartida por grupos indígenas y campesinos de Latinoamérica. Como una forma
de adaptación a su contexto “biofísico” y en coherencia su realidad socioeconómica y
acervo cultural, una parte importante de los mapuche ha desarrollado y conservado
estrategias adaptativas a niveles de escases de recursos y condiciones económicas, de
mercado y ambientales cambiantes. Pese a un largo contacto con la sociedad chilena y
el modelo liberal-productivista promovido desde el estado, los mapuche han conserva-
do practicas y estrategias productivas que, pese a ser consideradas arcaicas desde los
discursos de los organismos de desarrollo local, representan lógicas de actuación muy
coherentes con su contexto biofísico, socioeconómico y cultural. En el caso del trigo,
parte importante de esta propuesta lo representa la mantención de variedades anti-
guas y ecotipos con altos niveles de adaptación y tolerancia a bajos niveles de insumos
(fertilizantes, agua, dinero), con lo cual no se pretende maximizar utilidades sino que
reducir riesgos y asegurar la cantidad de trigo requerida por el grupo familiar al menor
costo posible. Esta estrategia y su finalidad productiva, junto con poseer un alto grado
de coherencia económica, produce que estos sistemas presenten mayores niveles de
agrobiodiversidad que sus símiles “modernos”, a la vez que poseen una mayor resi-
liencia ante estrés de tipo ambiental como sociales y de mercado. Para el caso de La
Araucanía esto resulta de extrema importancia, ya que la gran parte de los modelos de
simulación de cambio climático predicen que se encontrara en una “situación de fron-
tera”, en la cual se incrementara la ocurrencia de eventos inusuales (heladas, granizo,
vientos, etc.) ademas de un incremento de los períodos de déficit hídrico, situaciones
para las cuales se requiere de sistemas agrícolas resilientes y estables que provean de
seguridad alimentaria a su población.
En este contexto, la modernización de los sistemas tradicionales mapuche impul-
sada por los organismos de desarrollo, como una forma de incrementar su produc-
tividad y reducir la pobreza, pareciera no ser la estrategia más adecuada. Por una
parte (tal como fuera descrito), ha sido ampliamente probado (tanto en contextos
latinoamericanos y del mundo como en Chile) que el incremento de la productividad
mediante la aplicación de estos modelos no resulta adecuado, apropiado ni susten-
table en contextos campesinos e indígenas, ya que lejos de producir una reducción

119
de la pobreza, en un mediano plazo esta se incrementa. Adicionalmente, su aplica-
ción involucra la pérdida de recursos prediales (suelo, agua bosque, agrobiodiber-
sidad) y sistemas de conocimiento, los cuales son los que otorgan la adaptación a
condiciones adversas y resiliencia de los sistemas agrícolas tradicionales. De esta
forma, la aplicación masiva de programas de transferencia tecnológica en La Arau-
canía podría incrementar la pobreza de las comunidades mapuche, así como tam-
bién incrementar los niveles de riesgos sociales y ambientales, a la vez de reducir la
resiliencia y capacidad de adaptación de los agroecosistemas a procesos tales como
el cambio climático.

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123
Previniéndose para el cambio climático:
una metodología participativa
Paul Rogé*, Marta Astier†

Introducción

¿Cómo incorporarán los agricultores la resiliencia agroecológica a sus prioridades de


manejo? El discurso dominante de la agricultura industrial continúa limitándose a la
maximización de la productividad del agroecosistema en términos del rendimiento
de granos y otros productos, por encima de los objetivos sociales, ecológicos y ener-
géticos. El modelo de agricultura industrial ha sido incapaz de alcanzar su meta de
reducir tanto la pobreza global como la inseguridad alimentaria; también, de modo
notorio, no ha podido enfrentar los trastornos ambientales, sociales y económicos.
Entre 2007 y 2008, las agudas alzas en el costo de alimentos incrementaron en 75
millones el número de personas bajo inseguridad alimentaria, cuyo número actual
asciende a mil millones, en particular en Asia y el África subsahariana (Altieri MA y
Toledo VM, 2011). En este período, se desataron manifestaciones y motines en 20
países y los gobiernos decretaron prohibiciones a las importaciones y subsidios. La
FAO culpo de la crisis alimentaria a la conversión a gran escala de la producción de
alimentos a la producción de biocombustibles en países como EUA y Brasil, así como
a los cambios de dieta en China y a las sequías que afectaron importantes áreas de
producción de alimento (FAO 2011). Entre tanto, empresas agroindustriales como
Cargill celebraron alzas nunca vistas en el rendimiento de cereales y en sus utilidades.
La desregulación de los mercados de productos básicos, la privatización y las despo-
sesiones de tierras escalaron aún más los precios de los alimentos (Kaufman 2010;
Rosset, 2009).
Es necesario dar prioridad a modalidades alternativas de progreso agrícola para
enfrentar las crisis económicas y ambientales emergentes a nivel global. Son esca-
sos los esquemas de evaluación asentados en el conocimiento local o que motiven
las acciones de las comunidades locales. Por el contrario, Blauert et al., (1999) expo-
nen que, con mucha frecuencia, los marcos de evaluación se originan al exterior de
las comunidades para las que están dirigidos (Blauert y Quintanar, 1999). Asimismo,
es común que los indicadores sean elegidos a priori y tengan un sesgo cuantitativo
que oscurece la dinámica cualitativa de cambio en las relaciones interpersonales.
Aún cuando existe abundante bibliografía acerca de las metodologías basadas en el
uso de indicadores de sustentabilidad (Holt-Giménez 2002; López-Ridaura, Masera,

*Department of Environmental Science, Policy, and Management, University of California, Berkeley. Email: proge@
berkeley.edu †Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Morelia, Centro de Investigaciones en Geografía
Ambiental (CIGA), Michoacán, México. Email: mastier@ciga.unam.mx

124
y Astier, 2002; Fernandes y Woodhouse 2008), de pobreza (Cohen 2010) y para la
evaluación de proyectos (Munda y Nardo, 2005), persiste la carencia de indicadores
más accesibles para los usuarios finales: las personas que se beneficiarán de las eva-
luaciones (Blauert y Quintanar, 1999; Fernandes y Woodhouse, 2008).
Los esquemas de autoevaluación son particularmente prometedores para lograr
movilizar a millones de campesinos de todo el mundo hacia la adaptación a la va-
riabilidad climática. La aproximación basada en indicadores permite sistematizar
los procesos que ya han sido utilizados por los agricultores para evaluar sus pro-
pios agroecosistemas. Sin embargo, rara vez estas perspectivas locales son socializa-
das con la finalidad de motivar la adaptación a la variabilidad climática. Han habido
avances en los planteamientos de métodos basados en indicadores que sirvan a los
usuarios finales, tal como la propuesta de Blauert et al., (1999) de un esquema de
autoevaluación incorporando indicadores tanto de aspectos tangibles como intan-
gibles, o conceptuales, para valorar los avances en la consecución de los objetivos
proyectados (Blauert y Quintanar,1999). El Marco para la Evaluación de Sistemas de
Manejo de recursos naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad (MES-
MIS) fue una iniciativa pionera en el intento de integrar a los usuarios finales en
las valoraciones de sustentabilidad de los sistemas de manejo de recursos naturales
(López-Ridaura, Masera, y Astier, 2002). El MESMIS ha tenido amplia aplicación por
parte de investigadores y técnicos que se dedican a la evaluación de la sustentabili-
dad socio-ambiental en proyectos en América Latina (Speelman et al., 2007; Astier
et al., 2011).
Ha habido avances en adaptar los esquemas participativos, interdisciplinarios y
flexibles que caracterizaron al MESMIS con la finalidad específica de evaluar la resilien-
cia a la variabilidad climática. Metodologías simplificadas basadas en MESMIS han sido
propuestas tanto para el manejo de granjas y la evaluación de la biodiversidad (Cam-
maert et al., 2007) como para evaluar el riesgo a la variabilidad climática (Altieri, 2010).
Este tipo de estrategias pueden ayudar a elevar la utilidad del conocimiento local para
la evaluación de la vulnerabilidad de comunidades campesinas a eventos climáticos
extremos; demás de poder desarrollar estrategias regionales apropiadas para su adap-
tación a la variabilidad climática.
En este documento se investiga, a través de tres estudios de caso, cómo se adap-
taban los agroecosistemas de secano campesinos a la variabilidad climática en el
pasado o cómo podían éstos sistemas campesinos mantienen la estabilidad de ren-
dimientos en largos períodos de variabilidad climática. Se desarrolló un marco de
evaluación participativo con campesinos agricultores, quienes describieron sus ex-
periencias de respuesta frente a la variabilidad climática, identificaron un criterio
autóctono de evaluación de sus sistemas productivos y evaluaron el estado actual
de estos. Lo que se espera al investigar agroecosistemas campesinos que enfrentan
continualmente una alta variabilidad climática, es comprender mejor las estrate-
gias que son efectivas para mejorar la resiliencia agroecológica a la incertidumbre
climática.

125
Metodología

Localidades de estudio
Para lograr una mejor comprensión de cómo los agricultores se preparan para enfren-
tar la incertidumbre climática, se realizaron estudios de caso en la Mixteca Alta de
Oaxaca, México, una región subtropical con elevaciones entre 1,000 y 3,000 m s.n.m.
en donde es frecuente la practica de la agricultura de temporal. La precipitación en la
región es de aproximadamente 45-65 cm anuales, presentándose por lo general entre
mayo y octubre (Velásquez, 2002). La distribución de la precipitación es bimodal con
máximos en julio y septiembre, pero varía entre años y dentro de cada año. La mayor
parte de la producción agrícola en la región se destina al consumo familiar. Las condi-
ciones climáticas impredecibles en la Mixteca Alta han contribuido a erosión de suelos
severa, rendimientos bajos y frecuente escasez de alimentos, en consecuencia gene-
rando períodos de inseguridad alimentaria.
La localización de los estudios de caso se determinó mediante consulta con el Cen-
tro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca “Hita Nuni” A.C. (CEDICAM), una
organización civil de campesinos basada en los principios de los movimientos campe-
sinos para campesinos (Holt-Giménez, 2002; López-Ridaura, Masera, y Astier, 2002;
Fernandes y Woodhouse, 2008). El CEDICAM organiza acciones en la región mediante
una red de campesinos dirigidas a la conservación de los recursos naturales, agricultura
sustentable y subsistencia rural (Boege y Carranza, 2009). Mientras que el CEDICAM
hace énfasis en la interacción entre campesinos, en ocasiones colabora con estudian-
tes, investigadores e instituciones. Para la presente investigación, las series de talleres
fueron coordinadas por promotores del CEDICAM de cada una de las comunidades
participantes. Los estudios de caso se localizaron en el sur y norte del territorio del
distrito de Asunción Nochixtlán: la agencia de San José Zaragoza en el municipio de
Santiago Tilantongo, el barrio de El Rosario en el municipio de San Miguel Huautla y en
el municipio de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Métodos
Se realizaron tres series de talleres. La primera serie tuvo como objetivo producir ma-
pas de unidades ambientales de producción, narrar las historias en relación a la varia-
bilidad climática y analizar las respuestas y previsiones de los pequeños propietarios
campesinos ante eventos climáticos extremos en cada una de las tres comunidades
participantes. Los objetivos de la segunda serie de talleres fueron identificar indica-
dores de resiliencia a la variabilidad climática de los agroecosistemas y definir esca-
las de categorías para cada indicador identificado. La tercera serie de talleres facilitó
una evaluación basada en indicadores hecha por los campesinos para sus respectivos
agroecosistemas con el objetivo de identificar estrategias apropiadas de adaptación y
mitigación frente a cambios climáticos. El diseño de la metodología obedeció a poten-
cializar las experiencias de los campesinos para lograr estabilizar los rendimientos agrí-
colas en presencia de fenómenos climáticos extremos. Debido a conflictos de agenda,
sólo dos de las tres comunidades – El Rosario y San José Zaragoza – participaron en la
tercera serie de talleres.

126
Se previó que los participantes tendrían conocimiento previo de estrategias para en-
frentar eventos climáticos extremos desde su perspectiva como pequeños agricultores,
organizadores y líderes comunitarios. Las invitaciones a los talleres se hicieron mediante
promotores y facilitadores del CEDICAM. El mismo conjunto de participantes fue invi-
tado a las tres series de talleres, si bien la participación en cada caso varió debido a las
particulares responsabilidades de labores agrícolas, servicio comunitario y empleo de
cada individuo convocado. Un promedio de 6 mujeres y 7 hombres asistió a cada uno de
los talleres (tabla 1), con edades que oscilaron entre 18 y 70 años. Algunos de los asis-
tentes participaban por primera vez en talleres organizados por el CEDICAM, mientras
que otros habían participado durante décadas en actividades de la asociación.

Tabla 1. Número de participantes por género y por comunidad en las tres series de talleres.

ST 1 ST 2 ST 3
Total
F M F M F M
San José Zaragoza 6 5 7 17 4 0 39
El Rosario 7 11 6 13 15 1 51
San Pedro Coxcaltepec Cántaros 4 7 4 6 NA NA 21
Total 17 23 17 36 19 1 111

ST. Serie de talleres. F. Participantes del sexo femenino, M. Participantes del sexo masculino. NA. No aplica.

Serie de talleres 1. La primera serie de talleres pretendió expresar las concepciones


de los participantes acerca de sus comunidades, identificando a la vez los sistemas de
producción más importantes en estas. Para comprender cómo la comunidad percibe
su territorio y maneja sus recursos naturales se empleó el método de elaboración de
contra mapas en grupos focales, caracterizado por no recurrir a la exactitud y precisión
cartografía ni a objetivos políticos predeterminados (Bauer 2009; Herlihy, 2003). Se
formaron grupos al azar de 4 a 6 personas, a los que se proporcionaron cartulinas y
marcadores para que, de modo colectivo, elaboraran representaciones gráficas de sus
comunidades. Si bien se permitió a los grupos representar lo que percibieran como de
mayor importancia, se les incitó a incluir en sus mapas los rasgos naturales tales como
tipos de suelos, producción agrícola, bosques y corrientes de agua. Un representante
de cada grupo compartió los resultados del ejercicio de representación colectiva del
territorio y se realizó una discusión colectiva del ejercicio de contra mapeo.
La segunda actividad de esta primera serie de talleres se enfocó en elaborar una
narrativa histórica tanto del impacto de la variabilidad climática como de las reacciones
que estos generaron en cada comunidad. Para socializar entre los campesinos partici-
pantes los recuerdos de eventos climáticos ocurridos en el pasado, se empleo una me-
todología de grupo focal modificada de West et al., (2008) (West, Roncoli, y Ouattara,
2008). Para proporcionar una base a la memoria colectiva de eventos climáticos, sus

127
impactos y las estrategias de adaptación practicadas, se estableció una cronología de
referencia con sucesos históricos clave, tales como el año de la fundación de la comu-
nidad, la fecha de construcción de la carretera o la del inicio de la electrificación. Una
vez hecho esto, los participantes elaboraron acerca de cuáles fueron los impactos en
los sistemas productivos de cada uno de los eventos climáticos evocados y de cómo
respondieron a estos. Para finalizar, se pidió a los campesinos que reflexionaran acerca
de cómo y por qué cambiaron sus sistemas productivos a lo largo del tiempo.

Serie de talleres 2. Durante la segunda serie de talleres los participantes desarrollaron


indicadores de resiliencia a la variabilidad climática. En esta fase la metodología se
basó en cuestionar a los campesinos acerca de qué factores determinaron el éxito pro-
ductivo en condiciones climáticas variables (Altieri, 2010). Se pidió a los participantes
que establecieran una escala asociada a iconos de color rojo, amarillo y verde. Si bien
esos colores recuerdan los de los semáforos de tránsito, estos no fueron interpretados
en ese sentido por la mayoría de los participantes ya que no conducen vehículos mo-
torizados. Los participantes sugirieron usar las palabras peligro, precaución y bien en
lugar de los colores. La actividad de los talleres se dirigió a estimular la conversación
acerca de indicadores agroecológicos de vulnerabilidad ante el cambio climático.
Los efectos regionales del cambio climático fueron ubicados en el contexto de
la dinámica climática local. Para ello, y con la finalidad de ayudar a los campesinos a
comprender el significado de la variabilidad climática, se discutió con los participantes
la variabilidad climática anual y entre distintos años a partir de la precipitación, apo-
yando la exposición en la presentación en forma gráfica de los patrones de precipita-
ción anual en la región de la Mixteca y la historia del Índice de Severidad de la Sequía
de Palmer (PDSI, por su acrónimo en inglés) para el estado de Oaxaca (Liverman, 2000).
Se hizo referencia a los años 2009 y 2010 como ejemplo de años de clima extremo du-
rante los cuales la región de la Mixteca Alta experimentó tanto condiciones de sequía
como de precipitaciones por encima de las normales anuales.
La contextualización dentro de las condiciones productivas locales de los indicado-
res de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática se hizo mediante visitas de los
participantes a tres sistemas agroecológicos, donde los agricultores responsables de
esos sistemas aportaron una breve narrativa de los cultivos previamente sembrados,
los niveles de productividad y los principales cambios en el manejo aplicado. Una vez
hecho esto, los participantes en grupos de tres a cuatro personas discutieron acerca
de cuáles fueron los factores ambientales que pudieran haber permitido o limitado la
productividad de los agroecosistemas durante años de clima extremo. Al término de
las discusiones grupales cada grupo presentó sus conclusiones y el facilitador anotó las
palabras clave empleadas por los campesinos.
Los indicadores mencionados por los participantes durante las visitas a los agroeco-
sistemas fueron sistematizados por el facilitador y los participantes del taller. Primero,
el facilitador ordenó los indicadores señalados por los campesinos en tres categorías
generales: Escala de Paisaje, Manejo de Agroecosistemas y Calidad de Suelo. Por úl-
timo los participantes describieron las condiciones de cada indicador en una escala
ordinal con tres niveles (tabla 2).

128
Tabla 2. Escalas de evaluación empleadas por los participantes para describir
cada indicador de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática.

Descripción Ícono Valor


Bien: estado o estrategia de manejo óptima.  2
Precaución: estado o estrategia de manejo aceptable.  1
Peligro: estado o estrategia de manejo marginal.  0

Serie de talleres 3. La última serie de talleres pretendió evaluar los sistemas producti-
vos empleando los indicadores de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática
desarrollados durante la Serie de Talleres 2. Los indicadores de las tres comunidades se
agruparon en un listado común (tabla 3) para generar una herramienta de evaluación
regional incluyendo las perspectivas de un mayor número de campesinos dentro del
distrito de Asunción Nochixtlán. Los organizadores campesinos del CEDICAM fueron
consultados en extenso.

Tabla 3. Hoja de evaluación desarrollada y aplicada por los equipos


de asistentes al taller para evaluar sus sistemas productivos.

Equipo:
Comunidad:
Sistema productivo:
Categoría Indicador    Observaciones
Composición territorial
Rompevientos
Paisaje
Ubicación de parcelas
Conservación de suelo
Rotación de cultivos
Variedades cultivadas
Manejo Policultivo
Fertilidad del suelo
Tipo de labranza
Plantas espontáneas
Productividad del suelo
Calidad
Materia Orgánica en el Suelo
de Suelo
Profundidad de Suelo
Textura del Suelo

129
La Serie de Talleres 3 se nombró “Taller de la Parcela Feliz”, reflejando la iconografía
de la escala de los indicadores: L, K y J, (tabla 2). Se asignaron valores numéricos
para agregar los resultados por comunidad: L = 0, K = 1 y J = 2. Tres equipos
de participantes en cada comunidad evaluaron los sistemas productivos (tabla 3). Las
evaluaciones de cada sistema productivo se hicieron de modo independiente.
Los participantes interpretaron los resultados de las evaluaciones mediante la ela-
boración de gráficas de barras agregando los resultados de los tres equipos para los
cuatro sistemas productivos. Con metodologías de evaluación similares se preguntó a
los participantes, “¿cómo ir de rojo a amarillo?” y “¿cómo ir de amarillo a verde?” (Ca-
mmaert et al., 2007; Altieri, 2010). Se preguntó a los participantes en esta investigación
“¿cómo obtener más J?” y “¿cómo mantener las J obtenidas?” para cada categoría
de los indicadores. Estos cuestionamientos intentaron expresar cómo los agroecosiste-
mas pueden derivar hacia una mayor o menor resiliencia agroecológica a la variabilidad
climática.

Resultados

Serie de talleres 1

Mapas comunitarios. Los dos mapas creados por los participantes de la comunidad
de Zaragoza plasmaron atributos distintivos de sus comunidades. El Mapa 1 de Zara-
goza representa recursos naturales relevantes en la comunidad incluyendo bosques,
afloramientos de roca, tierras arables, tierras degradadas, pozos de agua y viviendas
(figura 1). La escala y detalle de representación del bosque enfatiza la importancia de
las montañas de Monte Negro. El segundo grupo de participantes dibujó el Mapa 2 de
Zaragoza, que con mayor claridad que el anterior expresa los tres tipos predominantes
de suelo arable: tierra roja, tierra blanca y tierra negra cerruda (figura 2).
Los mapas de la comunidad de El Rosario (figuras 3 y 4) resaltan la distribución
espacial de los recursos naturales y de los agroecosistemas campesinos con un límite
territorial bien definido. El municipio de San Miguel Huautla ha sostenido conflictos
acerca de los límites con el territorio de sus vecinos. El conflicto agrario ocurrido entre
los años 1925 y 1937 condujo a la pérdida de casi la mitad del territorio de la comuni-
dad de San Miguel Huautla, extensión que pasó a ser propiedad de las comunidades
vecinas de San Pedro Jocotipac al este, Santiago Apoala al sur y San Juan Bautista Coixt-

Dos sistemas agrícolas prototípicos de la Mixteca Alta son el maíz de cajete y el maíz de temporal. El maíz de cajete –
haciendo referencia tanto al empleo de la raza de maíz de estación larga chalqueño como al sistema de producción en
sí– se considera un sistema eficiente en términos hídricos y tolerante a la sequía (Pérez Jerónimo 1979; Rivas Guevara
2008). Es sembrado entre febrero y abril y cosechado entre septiembre y noviembre, dependiendo en el microclima local.
El maíz de cajete se siembra en parches de suelo reteniendo humedad residual con una herramienta con dos extremos
llamada pico y coa. Maíz de temporal se refiere a una amplia mezcla de razas de maíz –incluyendo bolito, cónico y
chalqueño– con características morfológicas y fisiológicas variables, que es tradicionalmente sembrado en el sistema de
milpa, en policultivo junto con frijol y calabaza. Los campos se preparan empleando tanto tracción animal como tractores
y las semillas se siembran manualmente en surcos una vez que se estabilizan las precipitaciones entre mayo y julio. En
comparación con el maíz de cajete, este sistema requiere menos ayuda mutua entre familias.

130
Figura 1. Mapa 1 de la comunidad de Zaragoza.

Figura 2. Mapa 2 de la comunidad de Zaragoza.

131
Figura 3. Mapa 1 de la comunidad de El Rosario.

Figura 4. Mapa 2 de la comunidad de El Rosario.

132
lahuaca al oeste. El desacuerdo entre los municipios de San Miguel Huautla y Santa
María Ixcatlán acerca de la propiedad del territorio ubicado al norte de El Rosario per-
manece en espera de ser resuelto. El Mapa 1 de El Rosario pone énfasis en los límites
espaciales del territorio de San Miguel Huautla, delimitado con mojoneras; este mapa
también representa recursos no agrícolas amenazados por las disputas territoriales,
tales como madera y palma (figura 3). Como en el caso de Zaragoza, el Mapa 2 de El
Rosario refleja la integración espacial de la producción agrícola con las viviendas y los
cauces de agua (figura 4). Los participantes de San Pedro Coxcaltepec Cántaros repre-
sentaron una perspectiva vertical de su comunidad, formato que resalta la pronunciada
topografía del territorio de esta comunidad (figuras 5 y 6). Las viviendas y terrenos
arables se ubican sobre una serie de abruptas terrazas de roca, cuya extensión es re-
presentada de modo evidente en el Mapa 2 de San Pedro Coxcaltepec Cántaros (figura
6). Los participantes etiquetaron los rasgos del territorio con sus nombres en mixteco,
sin embargo, el significado de esta toponimia no fue conservado.

Historia de la comunidad

San José Zaragoza. Los participantes en San José Zaragoza recordaron varios cambios
en los patrones climáticos ocurridos a lo largo de su vida (figura 7). Antes de 1989 –año
en que se inició la electrificación en la comunidad– las lluvias se iniciaban por lo general
entre febrero y marzo y continuaban hasta noviembre. El maíz de temporal1 solía ser

Figura 5. Mapa 1 de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

133
Figura 6. Mapa 2 de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.
1970

1986
1989
1990
1995
1998
1999
2002

2006
2009
Eventos Fertilizantes Abonos Zanjas
Electricidad Escuela
históricos sintéticos verdes trincheras

Eventos Lluvias
Corría agua Excesiva Helada y
climáticos Sequía empezaron
todo el año precipitación granizo
más tarde

No No cosecharon
Agua Erosión
Impacto abundante del suelo
cosecharon no chicharro
frijol ni frijol

Construyeron
Apoyo del
Adaptación bordos y cambiaron
gobierno
las fechas de siembra

Figura 7. Historia climática de San José Zaragoza.

134
sembrado en mayo y cosechado en octubre. Hacia la década de 1990 el período anual
de lluvia había iniciado más tarde y concluido antes. Los campesinos respondieron a
este desplazamiento de la estación húmeda sembrando maíz de temporal entre mayo
y junio. Los campesinos de esta comunidad también dijeron que ocurrió una intensifi-
cación de las tormentas que provocó una más extrema erosión de suelos y daños a los
cultivos, en respuesta a lo cual la comunidad construyó bordos de roca a lo largo del
contorno de las parcelas para reducir estos efectos negativos. La construcción de bor-
dos de contorno en San José Zaragoza fue financiada por el Gobierno Federal durante
el año 2009.
Los campesinos recordaron eventos climáticos por los impactos que tuvieron más
que por las respuestas que se generaron ante estos. Antes de la década de 1970, el río
La Labor que atraviesa la comunidad corría todo el año proporcionando abundante
agua para el ganado, pero durante esa década el río se secó afectando a las manadas.
El período entre 1986 y 1987 fue de baja precipitación y el efecto El Niño de 1998 tam-
bién ocasionó escasez de lluvia en Zaragoza. Hubo ocasiones en que los rendimientos
agrícolas fueron malos debido a inclemencias meteorológicas, como en el año 2006 en
el la cosecha estuvo a punto de fallar por completo debido a granizadas ocurridas al
inicio de la temporada de crecimiento y a heladas negras durante el final del período
agrícola. La mayoría de los agricultores recuperaron las semillas para la siguiente esta-
ción y sólo obtuvieron una cosecha quienes sembraron muy al inicio de la estación de
crecimiento. En 1995 se construyó una escuela, y un año antes se inició la aplicación
de fertilizantes sintéticos, con lo cual aumentaron los volúmenes cosechados de maíz.
Sin embargo, algunos suelos fueron impactados negativamente por el uso de los fer-
tilizantes y los rendimientos del grano retrocedieron una vez más. En el año 2002 los
campesinos comenzaron a aplicar abono verde y compostas con la finalidad de reducir
los costos de los fertilizantes sintéticos, y mejorar la calidad de los suelos. Con la nueva
estrategia de manejo de la fertilidad del suelo, se experimentó una reducción inicial
en los rendimientos de cosecha, seguida por un incremento sostenido año con año.
Los sistemas productivos han sido afectados por lluvias de frecuencia errática, como
en 2009 cuando precipitaciones intensas durante junio precedieron una sequía de un
mes durante julio. El maíz sembrado en junio fue severamente afectado por la falta de
lluvia.
Aún cuando los campesinos no siempre responden de modo inmediato a casos
específicos de extremos climáticos, sí ponderan aquéllas estrategias de manejo que
tienen efectos mitigantes de posibles eventos futuros. Así, los participantes recono-
cieron que la construcción de bordos de contorno mejoraron la infiltración recargando
los acuíferos y facilitando el drenaje de las parcelas en años muy húmedos. También,
los participantes notaron que las franjas de vegetación entre las parcelas y las cortinas
rompevientos protegen a las milpas de los efectos del viento y que ciertos factores
hacen a los agroecosistemas más frágiles al clima extremo, tal como la presencia de
suelos negros arcillosos con drenaje escaso.

El Rosario. Los participantes en El Rosario reconstruyeron los cambios en el clima,


como el desplazamiento en el año y la disminución de las lluvias (figura 8). El retraso de

135
1970

1969
1970

1979

1984
1985

1996
2000
2004
Eventos Materiales de
Fundación Carretera CONASUPO Tractores
históricos construcción

Años de
Eventos Excesiva Lluvias Excesiva
Sequía sequía
climáticos precipitación tardaron precipitación
empezaron

Helados y No Río se secó,


granizo cosecharon palmas y
Impacto Inundaciones afectaron a árboles
los cultivos murieron

Abandonaron Sembraban
el maíz de cajete el maíz de
Adaptación temporal
entre junio
y julio

Figura 8. Historia climática de El Rosario.

la estación lluviosa respecto al período de crecimiento correspondió en el tiempo a la


construcción en 1970 de la carretera entre San Miguel Huautla y Asunción Nochixtlán.
Antes de la década de 1970 las lluvias se iniciaban en mayo o junio con una concen-
tración de la precipitación durante junio y julio. El maíz de cajete se sembraba entre
febrero y marzo mientras que el maíz de temporal se sembraba desde mayo hasta el 16
de junio. El granizo se presentaba al inicio de la estación de crecimiento por lo que sólo
causaba un daño menor a las hojas jóvenes del maíz. Conforme los cultivos alcanzaban
la madurez fisiológica su vulnerabilidad a las heladas aumentaba entre septiembre y
enero.
Mientras que los participantes no especificaron ninguna tendencia definida de cam-
bio climático durante las décadas subsiguientes, sí dijeron haber notado un sesgo en
el clima durante la década de 1990. En 1996 la comunidad experimentó una sequía de
magnitud catastrófica que mató por igual cultivos, árboles y palmas. También, durante
los años entre 2004 y 2009 los campesinos observaron que el maíz de cajete y el trigo
fueron los cultivos más resistentes, en cambio, fracasaron las cosechas de maíz de tem-
poral y de frijol; lo más que se logró fue recuperar la semilla para ser sembrada en la
siguiente estación. Durante estos años los campesinos compraron granos con subsidio
estatal para satisfacer sus necesidades alimentarias. A partir de la década de 1990, los
campesinos han respondido al desplazamiento estacional y disminución de las lluvias
mediante la siembra de maíz de temporal entre junio y el 14 de julio, ya que la siembra
más tardía expone al maíz a un mayor riesgo de ser dañado por las heladas de octubre.

136
San Pedro Coxcaltepec Cántaros. La remembranza de cambios climáticos de los par-
ticipantes del taller en San Pedro Coxcaltepec Cántaros comenzaba en la década de
1930, período cuando nació el participante de mayor edad (figura 9). En esa época las
lluvias ocurrían entre abril y octubre, las granizadas en abril al inicio de la estación de
crecimiento, y las heladas en septiembre. Las cosechas no eran seriamente dañadas ni
por la lluvia ni por el granizo y no se recordaron problemas graves de plagas. Se evocó
un período de cambios climáticos en la década de 1970, período que coincide aproxi-
madamente con la electrificación de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros,
cuando la estación lluviosa comenzaba en mayo y en algunos años terminaba en octu-
bre y noviembre. A partir del año 2000, los participantes notaron un incremento en la
variabilidad climática. Las lluvias han iniciado entre mayo y junio y en ocasiones, han
terminado tan tarde como septiembre.
El manejo agrícola de los campesinos se ha adaptado a los cambios climáticos y
socioculturales. Antes de la década de 1970 la producción de maíz de cajete y maíz de
temporal se repartían casi por partes iguales en las tierras arables de la comunidad,
pero desde esa década la producción de maíz de cajete ha tenido una disminución
drástica. Los participantes citaron que el factor que determinó esa tendencia de cam-
bio en el sistema productivo del maíz fue la falta de humedad en el suelo. Para el año
2009, los campesinos de la comunidad habían casi abandonado el sistema de maíz de
cajete prefiriendo el de maíz de temporal, sólo recordándose el caso de un productor
que continuó sembrando maíz de cajete. En comparación con la comunidad de San Mi-
guel Huautla, el trigo es un cultivo menos popular en San Pedro Coxcaltepec Cántaros
a pesar a pesar de la menor disponibilidad de agua. Es posible que los programas gu-
1364

1936

1970

1990

2000

Eventos Fundación
Nació el participante
Electricidad Fertilizantes
históricos de mayor edad

Lluvias Aumento en
Eventos Llovía entre de mayo - la variabilidad
climáticos abril - octubre septiembre climática

Mazorcas Cultivos
Cultivos afectados por pequeñas, afectados por
Impacto viento, pero no por problemas heladas pero
heladas, ni granizo de plagas no por granizo

Migración,
Sembraban
Sembraban el maíz de menos
el maíz de
Adaptación cajete y de temporal ganadería
temporal
temprano en el año y maíz de
en junio
cajete

Figura 9. Historia climática de Coxcaltepec.

137
bernamentales que introdujeron nuevas variedades de trigo tuvieran alguna injerencia
en esta tendencia.
Otra razón importante para el abandono del maíz de cajete en San Pedro Coxcal-
tepec Cántaros es el cambio demográfico en la comunidad debido a una emigración
masiva de jóvenes motivada por una situación de crisis laboral. Conforme disminuyó
la población en San Pedro Coxcaltepec Cántaros, al tiempo que los miembros de las
familias residentes envejecían, fueron abandonándose las actividades agrícolas que re-
querían de trabajo intensivo como el maíz de cajete. Así, las familias fueron adoptando
cosechas que ahorran trabajo como el maíz de temporal. Dado que los jóvenes eran
los encargados del pastoreo de ganado, la emigración también ocasionó una reducción
en las manadas en la comunidad. Pero manadas más pequeñas también resultaron en
cantidades menores de estiércol disponible por lo que se desencadenó una crisis en el
manejo de la fertilidad del suelo. A principios de la década de 1990 se comenzó a sus-
tituir el estiércol por los fertilizantes sintéticos. Para el año 2009, una vez que se inició
la introducción de tractores a la comunidad, la mayoría de las yuntas de bueyes habían
sido vendidas. Los participantes esperaban que estas transformaciones tecnológicas
afectarían el manejo cultural de las larvas de Phyllophaga, que eran tradicionalmente
consumidas por gallinas y guajolotes no confinados durante la labranza con arados
egipcios. Estos acontecimientos ponen en relieve cómo el cambio demográfico y tecno-
lógico plantea retos emergentes que van más allá de la variabilidad climática.

Serie de talleres 2
Los participantes en Zaragoza discutieron cómo mitigar el riesgo de exposición a even-
tos climáticos extremos protegiendo las parcelas con franjas de vegetación en los bor-
des y la plantación de vegetación perenne de uso múltiple, estrategias que pudieran
sostener y regular la productividad en ambientes marginales. Los aspectos de manejo
agrícola y tipos de suelo pueden tener pros y contras durante eventos climáticos extre-
mos. Los cultivos que prosperan en años húmedos pueden tener bajo rendimiento en
años secos y viceversa. En general, los campesinos observaron que las variedades tradi-
cionales de maíz son menos resistentes a la variabilidad climática en comparación con
otros cultivos producidos en la comunidad. Cuando se preguntó si el maíz de cajete era
más resistente que el maíz de temporal, un agricultor respondió que “eso es otro sis-
tema completamente” y ya no se practica en Zaragoza. Los fertilizantes sintéticos sólo
dan resultado en condiciones de precipitación idónea pero en años de baja precipita-
ción son ineficaces y costosos. Las decisiones de manejo de los agricultores campesinos
se basan en consideraciones sociales y económicas: el maíz de cajete involucra aspec-
tos productivos que han sido abandonados y la aplicación de fertilizantes representa
riesgos económicos para los agroecosistemas de temporal. Si bien los suelos de color
claro son fáciles de trabajar en años húmedos, también son los menos productivos, en
cambio, los suelos de color oscuro son considerados los de mayor productividad en
años secos, pero resultan difíciles de trabajar en años muy húmedos.
En El Rosario, los campesinos describieron los retos que han confrontado en condi-
ciones climáticas variables. De hecho, durante la sequía del año 2009 los rendimientos
agrícolas fueron considerados por ellos como aceptables a pesar de haber obtenido

138
menores cosechas en relación a años anteriores. Al discutir las visitas al campo, los par-
ticipantes coincidieron en que las zanjas excavadas a lo largo del pendiente previenen
la erosión del suelo durante las lluvias. La construcción de zanjas con una ligera incli-
nación pudieran evitar rupturas del bordo o inundación de las parcelas durante años
con precipitación excepcionalmente intensa. Se reconocieron diferentes tolerancias de
los cultivos a la variabilidad climática, por ejemplo, el maíz de cajete resiste mejor que
el de temporal los extremos climáticos, en particular respecto a las condiciones de
sequía. También, en general, el maíz es más vulnerable a extremos climáticos que el
trigo. La diversidad de cultivos producidos por los agricultores contribuye a estabilizar
el rendimiento de cosecha en casos de clima impredecible. La profundidad del suelo
es medida en codos, o qué tanto penetra la superficie del suelo el arado de tracción
animal. Algunos suelos retienen mejor la humedad que otros, pero esta característica
no siempre se relaciona con el color del suelo: En el Rosario, los suelos rojos, blancos y
negros son descritos como arcillosos (tierra cerruda) o arenosos (tierra suelta).
Los participantes en Coxcaltepec comentaron la importancia de usar estercolados
de buena calidad y en el conocimiento de las propiedades frío-caliente de ciertos ár-
boles creciendo en los bordes de las parcelas. Por ejemplo, los juníperos y pinos tienen
hojas calientes, mientras que los encinos, manzanitas y madroños tienen hojas frías
que favorecen a los agricultores porque no impactan a los cultivos en años secos. Tam-
bién, identificaron un listado largo de fuentes de fertilización natural que no habían
sido mencionados en los talleres previos.

Serie de talleres 3: evaluaciones participativas


El agrupamiento de los indicadores resultantes de los talleres en las tres comunidades
para integrar una sola herramienta de evaluación requirió de resolver algunas contradic-
ciones (tablas 4, 5 y 6). En primer lugar, los indicadores repetidos fueron combinados. En
algunos casos los participantes distinguieron cómo algunos indicadores variarían según
si se tratara de años secos o húmedos, si bien estas distinciones son importantes, en
aras de facilitar el proceso de evaluación, se combinaron las escalas que especificaban
años secos o húmedos. Por ejemplo, algunos cultivos y variedades tienen un mejor des-
empeño en condiciones húmedas que de sequía, así, el trigo es más resistente a la se-
quía que al exceso de humedad, pero la mayoría de las variedades de maíz son sensibles
tanto a la sequía como al exceso de humedad en el suelo. Por lo tanto, el trigo tendría
valoraciones más altas de resistencia a la variabilidad climática que el maíz. Por último,
antes de hacer las evaluaciones el proceso de combinación de los indicadores propues-
tos por las tres comunidades fue verificado con los agricultores del CEDICAM.
En las evaluaciones conducidas en las comunidades de San José Zaragoza y El Rosario
los participantes se concentraron en identificar los aspectos de sus sistemas productivos
que fueran considerados más vulnerables y más resistentes a los extremos climáticos.
Los valores promedio obtenidos en ambas comunidades indicaron que, en los dos casos,
los indicadores de manejo agrícola tuvieron los valores más altos en comparación con
los valores obtenidos para los indicadores de paisaje y calidad de suelo (figura 10). Los
participantes en San José Zaragoza asignaron el menor valor al indicador contenido de
materia orgánica, mientras que en El Rosario el indicador con el valor más bajo fue el

139
Tabla 4. Agregación de los indicadores de paisaje propuestos por participantes
de San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Indicador   
El sistema productivo El sistema productivo eva- El sistema productivo eva-
evaluado está sembra- luado está rodeado por luado está rodeado de bos-
do con el mismo cultivootros sistemas productivos ques y de otros sistemas
y durante el mismo ciclo
en barbecho o sembrados productivos en barbecho
Composición agrícola que la mayoría con cultivos diferentes, o sembrados con distintos
territorial. de las parcelas. pero no de bosques. cultivos.
Sin árboles ni cortinasCon árboles grandes que Con vegetación perenne de
rompevientos compiten con los cultivos uso múltiple (leña, madera,
como juníperos, pinos, eu- forraje y fruta.
caliptos o fresno.
En pendiente pronun- En terrenos planos o con En terrenos planos o con
ciada o en riesgo de pendiente intermedia con pendiente intermedia,
Ubicación
inundación frecuente. algún riesgo de inundación.
pendiente abajo de bos-
de parcelas.
ques nativos y sin riesgo de
inundación.
Sin bordos rodeando al Con apilamientos de rocas Con bordos de contorno
sistema productivo. rodeando al sistema pro- construidos con una pen-
Conservación ductivo. diente suave para facilitar
de suelo. el drenaje y colocados a una
distancia apropiada según
la pendiente del terreno.

Tabla 5. Agregación de los indicadores de manejo propuestos por participantes


de San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Indicador   
Sin rotación ni períodos Con rotación de cultivos Con rotaciones anuales
Rotación
de barbecho. pero sin incluir cultivos de incluyendo cultivos de le-
de cultivos
leguminosas. guminosas.
Variedades menos preco- Variedades precoces de Variedades precoces de
ces de maíz de temporal; maíz de temporal; varie- trigo (pelón); maíz de ca-
Variedades
con frijoles. dades menos precoces de jete; trébol blanco dulce;
cultivadas
trigo (largo y rocome); ca- chícharos.
labaza; haba.
Policultivo Monocultivo Policultivo inconsistente Policultivo deliberado
Sin aplicación de fertili- Aplicación de fertilizante Aplicación de compostas,
Fertilidad
zantes, compostas ni es- sintético o estercolados abonos verdes y esterco-
del suelo
tiércol. de baja calidad. lados de alta calidad.
Con tractor para maíz de Con tractor para maíz de Discado con tractor segui-
Labranza cajete. temporal. do de aporque con arado
de tracción animal.

140
Tabla 6. Agregación de los indicadores de calidad de suelo propuestos por
participantes de San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.

Indicador   
Pocas plantas espontá- Con un número interme- Con un número excesivo
Plantas
neas dentro de la milpa dio de plantas espontá- de plantas espontáneas
espontáneas
neas dentro de la milpa dentro de la milpa
Suelo pobre que requie- Suelo frágil con bajo ren- Suelo de buena calidad
Productividad
re mejoramiento para dimiento sin requerimientos de
del suelo
producir mejoramiento
Suelo con bajo conteni- Suelo con contenido in- Suelo con alto conteni-
Materia do de materia orgánica, termedio de materia or- do de materia orgánica,
orgánica difícil de labrar, sin re- gánica fácil de labrar, buena
en el Suelo tención de humedad o retención de humedad y
susceptible a inundación poroso
Suelo pedregoso, some- Suelo delgado que el Suelo profundo que el
ro que el arado no pe- arado penetra a una pro- arado penetra a una pro-
Profundidad
netra lo suficiente, con fundidad de casi medio fundidad de un codo (ca.
del suelo
presencia de cárcavas codo (ca. 10 cm), con 25 cm), sin señales de
presencia de regueras erosión
Suelo arcilloso y pegajo- Suelo gravoso que retie- Suelo franco que no se
Textura
so o arenoso que se seca ne la humedad inunda.
del Suelo
rápidamente

Rotación de cultivos Conservación de suelo

Variedades cultivadas Ubicación de parcelas

Policultivo Rompevientos

Fertilidad del suelo Composición territorial

Tipo de labranza Textura de suelo

Plantas espontáneas Profundidad de suelo

Productividad del suelo Materia orgánica en el suelo

Zaragoza El Rosario

Figura 10. Valor promedio de 14 indicadores para cuatro sistemas


productivos en San José Zaragoza y El Rosario.

141
de rompevientos (figura 10). Los indicadores rotación de cultivos y labranza tuvieron los
valores más altos en San José Zaragoza y El Rosario, respectivamente. El valor promedio
de todos los indicadores en cada comunidad se mantuvo entre K y J (figura 10).
A pesar de el tamaño limitado de la muestra, los participantes identificaron una se-
rie de estrategias apropiadas para elevar la resiliencia a los extremos climáticos de los
sistemas de producción que fueron evaluados. En Zaragoza, se hizo mención de estrate-
gias relativas al control de plantas espontáneas (malezas) y manejo del suelo (tabla 7).
Los participantes valoraron la función ecológica de las malezas en su agroecosistema.
Cortar las malezas en lugar de arrancarlas de raíz y permitir que estas se reproduzcan
por semilla fueron dos estrategias sugeridas por los campesinos para mantener y obte-
ner más J. Así mismo, el plantar árboles frutales y acacia (Leucaena leucocephala) en
los bordes de las parcelas proveería beneficios múltiples incluyendo alimento, forraje
para ramoneo y para corte, estabilización de suelos y amortiguamiento de los extremos
climáticos en sus sistema agroecológico. Los participantes plantearon el incremento de
cultivos de cobertura con abonos verdes como otra estrategia efectiva para el amorti-
guamiento de los extremos climáticos en sus sistema agroecológicos. Los agricultores
de San José Zaragoza emplean el policultivo tradicional de maíz y leguminosas comes-
tibles como cultivos de cobertura.
También en El Rosario los participantes tuvieron una discusión similar a la de los de
San José Zaragoza en relación a algunas oportunidades para modificar la composición
del paisaje para amortiguar los efectos de los extremos climáticos en sus agroecosis-
temas (tabla 8). El municipio ha estado realizado un ambicioso programa con fondos
federales para excavar bordos de contorno, pero los participantes opinaron que piensan
que sería mejor hacerlos de roca para evitar las rupturas que se presentan durante años
de lluvias intensas. Si bien los campesinos desearían poder reforestar el paisaje, muchos
de ellos dependen de los campos en barbecho y los terrenos ubicados entre las parcelas
para el pastoreo comunal de ovejas y cabras. La inversión en vegetación perenne se
dificulta, en particular en lugares alejados de las viviendas, debido al alto número de
personas que pastorean sus manadas en las inmediaciones de la comunidad.

Tabla 7. Propuestas de mejoramiento de los sistemas productivos


generadas por los participantes en San José Zaragoza Categoría.

Categoría Para mantener las  Para obtener más 


Plantar árboles frutales, cercos Plantar árboles de bajo porte, construir bor-
vivos leñosos y mejorar el manejo dos de contorno, reforestar ambientes degra-
Paisaje
del ganado. dados, cercos vivos leñosos y acrecentar la
conciencia de la comunidad.
Manejo Aplicar estiércoles y compostas, Aplicar estiércoles y compostas.
agrícola no eliminar las malezas.
Plantar árboles frutales y acacia Permitir que las malezas se reproduzcan por
Calidad
(Leucaena leucocephala), sembrar semilla.
del suelo
abonos verdes.

142
Tabla 8. Propuestas de mejoramiento de los sistemas productivos
generadas por los participantes en El Rosario.

Categoría Para mantener las  Para obtener más 


Plantar árboles, construir bordos de contorno de Mejorar el manejo del ganado.
Paisaje
roca y mantener cercos vivos y rompevientos.
Aplicar estercolados y compostas, labrar el sue- Aplicar estercolados y compos-
Manejo
lo con yunta de bueyes, respetar las estaciones, tas.
agrícola
captar agua y construir represas.
Aplicar estercolados y compostas. Evitar el uso de fertilizantes y
Calidad
no tirar basura en los sistemas
del suelo
productivos.

Entre las estrategias mencionadas en ambas comunidades los participantes enfa-


tizaron la importancia de la organización social. Al inicio del taller en El Rosario, un
participante dijo que “las lluvias vienen diferente en cada año. Cuando no llueve, nada
podemos hacer”, pero hacia el final del taller, los participantes reconocieron que hay
múltiples estrategias que ya han sido puestas en práctica por los campesinos y que
dan a la producción mayor resiliencia frente a la variabilidad climática. Uno de los par-
ticipantes se cuestionó diciendo, “sabemos lo que tenemos que hacer, pero, ¿cómo
hacer que esto se realice?” Varios de los participantes aprovecharon la oportunidad
de organizarse en un grupo de trabajo para continuar discutiendo acciones a nivel de
comunidad. De modo similar, en San José Zaragoza los participantes expresaron es fun-
damental que el aumentar entre los miembros de la comunidad la conciencia acerca
del manejo ganadero responsable y la conservación. Muchas de las estrategias mencio-
nadas en ambas comunidades requieren de la acción comunitaria, como en los casos
de construcción de represas y la captación de agua.

Discusión

Mapas comunitarios
Se empleó un amplio espectro de aproximaciones participativas para comprender mejor
la resiliencia agroecológica a la variabilidad ambiental desde una perspectiva biofísica.
La elaboración de contra mapas proyectó perspectivas comunitarias en dimensiones
vertical y horizontal. La perspectiva espacial indígena no necesariamente se adhiere a
las representaciones cartográficas convencionales (Sletto, 2009), por lo que se requiere
mayor flexibilidad en el entendimiento de los recursos naturales y la resiliencia ecoló-
gica territorial. La proyección vertical configura en gran medida el modo en que son
practicadas la agricultura y conservación de suelo en la Mixteca Alta. Los mapas repre-
sentaron las acciones exitosas de los campesinos para estabilizar sus suelos mediante
la construcción de bordos y terrazas en terrenos con laderas pronunciadas. En cambio,

143
grandes porciones del territorio se han perdido por la degradación del suelo severa. El
color y textura del suelo son un elemento importante en la comprensión de los ambien-
tes agrícolas representados en los mapas. Como fue comprobado en actividades partici-
pativas posteriores, la calidad del suelo tiene influencia en la productividad potencial de
los agroecosistemas campesinos en condiciones de variabilidad climática.
En el cao de la Mixteca Alta, El manejo comunitario de bosques y terrenos para el
pastoreo se integra a las actividades agrícolas al aportar madera, leña, forraje y hoja
de palma. En algunas comunidades la palma y la ganadería proporcionan ingresos a
las familias campesinas que ayudan a estabilizar los rendimientos agrícolas impredeci-
bles debido a la variabilidad ambiental. El establecimiento de límites territoriales fijos
mediante mojones emerge como una dimensión importante de la resiliencia agroeco-
lógica a la variabilidad climática ya que la subsistencia es amenazada por las disputas
territoriales entre comunidades indígenas colindantes.

Historia comunitaria en relación a la variabilidad climática


La comprensión de la percepción campesina de la variabilidad climática ha contribuido
a la validación del conocimiento y prácticas agrícolas locales. De modo similar a lo re-
portado por Sánchez-Cortés et al., respecto al cambio en respuesta al decremento de
la precipitación y el incremento de la temperatura de los complejos agroecológicos de
los agricultores Zoque en el estado de Chiapas, México, las discusiones entre grupos de
campesinos agricultores incluyendo participantes de diversas edades y sexo aportaron
una interpretación sustanciosa y flexible de la experiencia frente a la variabilidad cli-
mática (Sánchez-Cortés y Lazos Chavero). Las historias del clima evocadas por los cam-
pesinos de la región de la Mixteca Alta lograron captar múltiples instancias de cambio
agroecológico. La degradación de tierras de esta región a lo largo de la historia ha sido
atribuida por diversos autores a momentos de fallas institucionales a distintos niveles
que interactúan con los elementos sociales, económicos, tecnológicos y biofísicos de
los complejos agroecológicos (García Barrios, 1991).
Los campesinos agricultores de la Mixteca Alta percibieron cambios en las tenden-
cias climáticas que ya han sido registrados en otras regiones de Mesoamérica (Sán-
chez-Cortés y Lazos Chavero; Kohler, 2010). Desde la década de 1980, la estación de
crecimiento marcada por el inicio de las lluvias constantes ha iniciado más tarde en el
año. Los agricultores han compensado este cambio climático ajustando las fechas de
siembra de maíz de temporal y frijol común. Pero estos ajustes han tenido un costo,
ya que la siembra tardía pone en riesgo de heladas a los cultivos durante septiembre y
octubre, justo cuando estos alcanzan la madurez fisiológica. Además de estaciones de
crecimiento más tardías, los agricultores campesinos han notado una mayor variabili-
dad climática. Las tormentas han aumentado en intensidad desde el año 2000, lo cual
ha sido percibido por la erosión de suelo provocada por esta intensificación. Las tor-
mentas intensas han reducido los rendimientos de los cultivos de temporal al saturar
los suelos arcillosos y al impedir la labranza durante períodos críticos del ciclo agrícola.
También se reportaron más intensas sequías a partir de la década de 2000, lo que no
contradice el acortamiento de la estación de crecimiento o la ocurrencia de tormentas
más intensas. Los agricultores campesinos expresaron su percepción de precipitacio-

144
nes menores tanto durante la estación seca entre noviembre y abril, como durante la
estación de crecimiento de mayo a octubre.

Indicadores y evaluaciones
Los campesinos identificaron indicadores en el territorio conocido contextualizado por
sus experiencias pasadas y las condiciones sociales y económicas. Desde la perspectiva
biofísica, los indicadores elaborados por los agricultores campesinos demuestran una
serie de prácticas de manejo óptimo para la región de la Mixteca Alta que representan
el profundo conocimiento de sus agroecosistemas. Los indicadores descritos difirieron
entre comunidades sugiriendo que el conocimiento agroecológico es moldeado por las
condiciones ambientales e historias locales.
Los cambios de indicadores a nivel de paisaje requieren tanto de acciones comuni-
tarias como de estrategias regionales. Los factores biofísicos del paisaje actúan como
amortiguadores del estrés, aumentan la capacidad productiva y permiten ajustes en
las economías rurales. Los tipos de vegetación configuran los beneficios directos de
las comunidades agrarias y pueden asistir para maximizar las interacciones positivas,
o sinergias, al tiempo que minimizan las interacciones negativas. Los participantes de
las series de talleres clasificaron a las coberturas calientes como aquellas formada por
árboles que tienen efectos negativos para los cultivos, mientras que la cobertura fría
es benéfica. En todos los talleres los participantes recomendaron el uso de vegeta-
ción multiuso con recomendaciones específicas de especies favorecidas productoras
de forraje, fruta y leña. Las cercas vivas son una estrategia importante para incorporar
vegetación perenne y generar un cúmulo de servicios ecosistémicos y uso múltiple.
Aunado a las pendientes pronunciadas, una estructura simplificad del paisaje do-
minada por sistemas agrícolas puede ser más vulnerable a una falla generalizada en
presencia de eventos climáticos extremos. Las funciones para los sistemas agrícolas de
un paisaje diversificado que fueron mencionadas por los agricultores participantes in-
cluyen la protección de las parcelas, la atracción y retención de lluvia, el suministro de
materia orgánica y el control de insectos. Los pequeños agricultores también obtienen
beneficios sociales y económicos de los servicios ecosistémicos proporcionados por
los paisajes diversificados. Si bien no expresado en esos términos durante los talleres,
se percibe que los agricultores campesinos se benefician con los componentes más
resistentes de los paisajes diversos en términos de subsistencia y de ingresos econó-
micos durante tiempos de estrés. Un paisaje diversificado también estimula a las eco-
nomías y redes sociales locales. Así mismo, la diversidad del paisaje puede permitir a
las economías locales el poder adaptarse a cambios impredecibles. La verificación de la
importancia de la diversificación del paisaje para la resiliencia social y económica a la
variabilidad ambiental requiere de hacer preguntas dirigidas a ello.
La voluntad política comunitaria es necesaria para proteger y restaurar paisajes que
sean benéficos para economías rurales basadas en la tierra. Si bien el paisaje es mode-
lado mediante procesos de largo plazo, la acción comunitaria puede proteger recursos
clave como manantiales, bosques, pastizales y campos de cultivo. En el contexto de la go-
bernanza indígena en la región de la Mixteca Alta, la mayoría de las decisiones acerca de
la gestión de tierras son tomadas por un comité rotativo llamado Comisariado de Bienes

145
Comunales y por autoridades municipales elegidas. Estas instituciones de gobierno junto
con las asociaciones civiles como el CEDICAM juegan un importante papel en la imple-
mentación de políticas de conservación de las características más relevantes del paisaje.
Las estrategias propuestas por los campesinos para mejorar la resiliencia agroeco-
lógica a la variabilidad climática se centran en la conservación del suelo y el manejo
agroecológico. La ganadería es la piedra angular de los agroecosistemas en la región
de la Mixteca Alta. El énfasis en mantener las manadas para la producción de estiércol,
fuerza de trabajo agrícola y utilidades debe ser balanceado con los riesgos de sobrepas-
toreo que compromete la capacidad productiva de los territorios indígenas (García Ba-
rrios, García Barrios, y Álvarez-Buylla, 1991). Mientras que los agricultores campesinos
recomiendan el uso de estercolados y compostas en lugar de fertilizantes sintéticos,
también están conscientes de los retos que representa la ganadería para el desarrollo
de rasgos del paisaje – como los rompevientos – que protegerían a sus agroecosiste-
mas de los eventos climáticos extremos.

Conclusiones

Las experiencias históricas de variabilidad climática junto con el conocimiento tradicio-


nal pueden ser utilizadas para incrementar la resiliencia agroecológica a la variabilidad
climática. Para que la agricultura de temporal subsista frente al cambio climático del
futuro, los agricultores campesinos deberán ejercer acciones para encontrar estrate-
gias locales de adaptación que resulten en agroecosistemas productivos más robustos.
Estas estrategias deberán contextualizarse en las condiciones biofísicas y socioeco-
nómicas regionales. El modo para poner en práctica estrategias que ayuden a elevar la
resiliencia agroecológica de los sistemasa productivos es la capacitación “de campesino
a campesino” que contenga una clara valoración de los saberes locales. El aprendizaje
sobre técnicas para el manejo agroecológico – como rotación de cultivos, variedades
resistentes, policultivo y labranza – pueden ser mejor adquirido por campesinos con
conocimientos experimentados. Los movimientos campesino a campesino en Latino-
américa han producido importantes innovaciones de los agroecosistemas tradiciona-
les. Holt-Gimenez (2002) reporto que los sistemas productivos bajo esquemas de ma-
nejo agroecológico de cultivos y suelo sufrieron menores daños del huracán Mitch que
los sistemas convencionales en Nicaragua (Holt-Giménez, 2002). Este hecho señala la
efectividad de las iniciativas conducidas por los propios campesinos para elevar la res-
iliencia a la variabilidad climática extrema.
Si bien la metodología aplicada en el presente trabajo fue efectiva para caracteri-
zar tendencias cualitativas y para identificar acciones comunitarias particulares para
mejorar la resiliencia agroecológica a la variabilidad climática extrema, se requiere una
metodología más completa para abarcar en su totalidad las dimensiones sociales de
los agroecosistemas campesinos. Al enfocarnos en atributos biofísicos y del manejo
de los agroecosistemas, esperábamos que mediante la aceptación del conocimiento
local emergerían los elementos socioculturales. Abordar a las comunidades indígenas,
incluso bajo esquemas participativos, demanda de una visión científica del mundo que

146
valore la sistematización en culturas que pueden tener distintas aproximaciones a la
solución de problemas. Más aún, el enfoque sistémico como producto de las ciencias
ecológicas puede acarrear enunciados preestablecidos que se contraponen a la visión
del mundo indígena, por lo que puede ser más apropiado el empleo de una metodolo-
gía más flexible para comprender cómo interactúan la cultura, la política y el ambiente.

Agradecimientos

Se agradece especialmente a los agricultores campesinos del CEDICAM por hacer po-
sible esta investigación. Gracias al estudiante graduado asociado Andrew Friedman. Se
agradece la guía y colaboración de la investigadora Jutta Blauert y los profesores Mi-
guel Altieri y Nathan Sayre. Este proyecto recibió apoyo financiero de una beca García
Robles-Fulbright y de UC MEXUS CONACYT.

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148
Resiliencia y agricultura ecológica en España
Juana Labrador*, Víctor Gonzálvez†

Introducción

La teoría agroecológica incorpora a la agricultura el concepto de resiliencia, y los de es-


tabilidad y adaptabilidad, que se agregan a los vigentes sobre productividad, eficiencia
y eficacia en la producción, con el propósito de mejorar el bienestar, la calidad de vida
y la equidad entre los agricultores. El término resiliencia en ecología de comunidades
y ecosistemas, indica la capacidad de estos de absorber perturbaciones, sin alterar sig-
nificativamente sus características de estructura y funcionalidad, es decir, pudiendo re-
gresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado (Fox y Fox, 1986;
Pimm, 1984; Keeley, 1986). Por ello, las comunidades o ecosistemas más complejos,
con mayor número de interacciones entre sus partes, suelen poseer resiliencias mayo-
res ya que existe una mayor cantidad de mecanismos autoreguladores. La capacidad de
resiliencia de un ecosistema está directamente relacionada con la riqueza de especies
y el traslado de las funciones ecológicas que éstas tengan. Es decir que un sistema en
el cual sus integrantes tengan más diversidad y número de funciones ecológicas será
capaz de soportar de mejor manera una perturbación específica. Un sistema posee re-
siliencia cuando sujeto a una alteración, sigue existiendo y funcionando esencialmente
de la misma manera o bien, es capaz de recuperarse lo más rápidamente posible y
volver a la situación anterior. En este sentido hay que diferenciarla de la resistencia, o
capacidad de un ecosistema generalmente bien desarrollado o “maduro” de no alte-
rarse ante cualquier circunstancia del medio, o modificación que suceda, porque puede
ser algo temporal.
El funcionamiento de los ecosistemas permite la prestación de muchos servicios
del medio ambiente a la economía. Los factores que fomentan a la resiliencia de un
ecosistema, imprimen sostenibilidad al mismo. Un ecosistema puede ser resistente
respecto a un tipo de alteración pero no a otro. Sin embargo, hay un consenso genera-
lizado respecto a que las reducciones de la biodiversidad – pérdida de poblaciones- en
un ecosistema son amenazas a la resiliencia. Asimismo la extracción o la acumulación
de residuos inciden en la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas. Igualmente un
ecosistema que requiere más energía de la que genera es insostenible a medio o largo
plazo. Por la misma razón, el cambio climático al ser una alteración no temporal afecta
a la sostenibilidad de la agricultura. De todo ello podemos concluir, que los trabajos
relacionados con la sostenibilidad, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la
extracción de recursos o la acumulación de residuos tienen que ver con la resiliencia
de los sistemas agrarias.

*†Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE). Camí del Port, s/n. Edif. ECA Pat. Int 1º - (Apdo 397). E-46470
Catarroja (Valencia). Tlf. /Fax: +34 961267122. e-mail: seae@agroecologia.net / web: www.agroecologia.net

149
Los trabajos relacionados con la resiliencia de los sistemas de producción “ecoló-
gicos”, presentados en los congresos de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica
(SEAE), en sus nueve ediciones a lo largo de los últimos veinte años son escasos, aun-
que bastante jugosos. La mayoría de ellos se relacionan directamente con la sostenibi-
lidad o el cambio climático. Algunos comparan el balance energético de los sistemas de
producción ecológica como cuestiones a considerar para conferir resiliencia a los agro-
sistemas. En este trabajo se comentan los resultados y conclusiones de los principales
estudios relacionados con la resiliencia en los agrosistemas de producción ecológica
que se han presentado en los eventos mencionados.

Material y métodos

Para el desarrollo de este trabajo se ha procedido a revisar la base de datos de SEAE


en la que se encuentran todas las comunicaciones realizadas, para poder identificar
aquellos estudios relacionados con la resiliencia de los sistemas de producción ecoló-
gica. Posteriormente, se han extraído las principales conclusiones para ser analizadas
posteriormente. También se han realizado una búsqueda en otras bases de datos, se-
leccionando y analizado los trabajos. El resultado de ese análisis es lo que se presenta
a continuación, de forma resumida

Resultados

En total se han seleccionado 20 trabajos desarrollados en nuestro país que vinculan los
términos de biodiversidad, cambio climático, resiliencia y sostenibilidad. Los estudios
se pueden agrupar en: a) generales sobre beneficios de la agricultura ecológica en la
mitigación del cambio climático; b) constatación del cambio climático y prácticas de
mitigación; c) Prácticas de manejo del suelo para mitigar el cambio climático e incre-
mentar el C en el suelo, d) pérdida de biodiversidad en la agricultura; e) contaminación
por residuos; f) balances energéticos en diferentes agrosistemas y cultivos. Analizamos
a continuación los resultados y conclusiones de estos estudios agrupados en la manera
mencionada.

Generales
Aguilera et al., (2010), realiza una revisión integrada de la información disponible sobre
emisión directa e indirecta de gases de efecto Invernadero y secuestro de carbono en
los agroecosistemas mediterráneos. Comprueban que el secuestro de C, a través del
estudio de la MOS, ha sido el tema que ha recibido mayor atención, con varias decenas
de artículos publicados. Se ha comprobado que existe una relación lineal entre el apor-
te de C y la tasa de secuestro, y un secuestro de C significativamente mayor bajo mane-
jo ecológico. Sin embargo la mayoría de trabajos revisados estudian la MO por motivos
ajenos a la emisión de GEI. Por otro lado, el N2O ha sido menos estudiado, aunque se
obtiene un factor de emisión significativamente menor para los fertilizantes orgánicos

150
que para los sintéticos. El metano, así como las emisiones asociadas a la producción de
insumos, han recibido muy poca atención, y por el momento no se pueden extraer con-
clusiones sólidas en cuanto a la diferencia entre las emisiones en el manejo ecológico y
en el convencional. Por último, indican que existen ciertas diferencias en varios de los
procesos y factores de emisión clave entre el mundo mediterráneo y otros climas más
estudiados. Concluye que la agricultura ecológica mediterránea podría contribuir a la
mitigación del cambio climático por múltiples vías, ya que prácticamente en todos los
gases y procesos se ha detectado un menor nivel de emisión en ecológico, o asociado a
las técnicas empleadas en la agricultura ecológica. A pesar de ello, la información cien-
tífica actual es insuficiente para concretar estos potenciales de mitigación en cultivos
específicos, o para establecer factores de emisión o tasas de secuestro generalizables
en función de las técnicas usadas.
Aguilera et al., (2010b), realizan un balance de la emisión de Gases de Efecto In-
vernadero en olivar ecológico y convencional, con la aplicación del modelo Planete a
agrosistema mediterráneos comprobando que en sistemas extensivos y con baja pro-
ductividad como los estudiados, el óxido nitroso no supone una fracción significativa
en el balance de emisiones, mientras que sí lo son el metano y el C secuestrado. El
secuestro de carbono ha demostrado ser el factor clave en el balance de GEI en los
agroecosistemas estudiados. Una primera aproximación revela un potencial para com-
pensar completamente las emisiones generadas en el manejo ecológico, de forma que
resultaría en un sistema casi neutro en CO2. Los resultados de este estudio muestran
el enorme potencial de la agricultura ecológica como herramienta de mitigación del
cambio climático, cuya valoración por la sociedad, sin embargo, no es posible sin una
cuantificación precisa de la emisión de GEI.
García et al., (2006), reúne y analiza suficiente información que constata que la
AE puede contribuir de forma significativa a reducir las emisiones de Gases de Efecto
Invernadero y al secuestro de carbono en suelos y biomasa. Afirma que no esta recono-
cida en las discusiones como medida para paliar el cambio climático, ni a nivel nacional,
ni internacional. Además remarca que muchas de las medidas pueden encuadrarse
dentro de las prácticas de manejo recomendadas que podrían ser usadas por cualquier
tipo de agricultura, pero la AE es la única que ofrece una estrategia que integra siste-
máticamente todas ellas en un sistema de producción y se completa con normativas
obligatorias que tienen mayor impacto en la protección del clima.
Otro trabajo (Montero et al., 1995), profundiza en la necesidad de conocer los im-
pactos de las políticas agrarias para impulsar una agricultura de calidad profundizando
el conocimiento de las características climáticas, edáficas, hidrológicas, meteorológicas
y el comportamiento de la cubierta vegetal

Predicción del cambio climático y prácticas de mitigación/adaptación


Un trabajo de Molina et al., (1998), vaticina para condiciones semiáridas de la C Va-
lenciana que el cambio climático incrementará la aridez y torrencialidad de la lluvia
que reducirá a la mitad la profundidad del suelo y duplicará la intensidad del proceso
de erosión. En este escenario, la materia orgánica del suelo, el contenido de nitrógeno
total y la capacidad de intercambio catiónico se reducirán a la mitad. Igualmente la

151
disponibilidad del fósforo se reduciría alrededor de un 90% mientras que el contenido
de carbonatos totales aumentaría un 60% y la salinidad un 150%. La proporción de la
fracción erosionable del suelo (limo y arcilla no agregados) aumentaría entre un 50 y
un 130% y la capacidad de almacenamiento de agua se reduciría en un 25%. En suelos
de cultivo de secano en terrazas con prácticas convencionales de cultivo la fertilidad
química se reduciría entre un 20 y un 50% respecto del suelo más erosionado de las la-
deras, y el contenido de agua a capacidad de campo disminuiría a la mitad. Si el cultivo
en terrazas al pie de estas laderas semiáridas erosionadas se abandona y se produce
la recolonización de especies de matorral y herbáceas las cualidades químicas, físicas
e hidrológicas del suelo mejoran. Recomienda la utilización de especies herbáceas o
arbustivas para mejorar las condiciones fisicoquímicas del suelo y reducir la erosión.
Dapena et al., (2006) estudia las evolución de las temperaturas medias anuales en
las tres últimas décadas en Asturias y constata un aumento en torno a 0,5 o ºC por
década, mas elevado en los meses de primavera-verano que en los de invierno que
coincide a rasgos generales con los cambios registrados en el conjunto de la Península
Ibérica. Constata también que estos cambios tienen importantes consecuencias en el
cultivo del manzano, al influir en prácticamente todas las tasas de desarrollo de los pro-
cesos fisiológicos. Asimismo detecta tendencias de reducción de las precipitaciones,
sobretodo en los meses de marzo preocupantes, al coincidir con la época de mayor
sensibilidad de los manzanos al agua. Con ello sugiere que puede resultar de interés
replantearse la utilización de portainjertos de mayor vigor con un sistema radicular
mas profundo y por tanto con mayor capacidad de captar agua, en especial en terrenos
de ladera, o bien aplicar irrigación

Prácticas de manejo del suelo para mitigar el cambio climático

Según Sanz (2002), las actividades agrícolas responsables del aumento de C («materia
orgánica») en el suelo son las mismas que aplica la agricultura ecológica (disminución
de la intensidad del laboreo mecánico, levantamiento del suelo (“conservation tillage”)
y reducción de la erosión (Sanz, 2002)
Charro et al., (2006) estudió los suelos de barbecho y comprueba que van perdien-
do su contenido en materia orgánica con los años, frente a los que no realizan esta
práctica. Comprobó que en suelos ecológicos, donde hubo aporte de materia Orgánica
(MO), estos ganaron en calidad con los años. Si se incluye un año de barbecho cada 3
años de siembra (rotación), se observa una degradación en los suelos y disminuye el
aumento de la ganancia en MO en los suelos ecológico. Estima que al cabo de un siglo,
los suelos que han estado en barbecho han perdido hasta un 85% de su contenido ini-
cial (0.34 t C/ha). Confirman la degradación de los suelos agrícolas si hay abandono de
los mismos, y el interés que representa implantar cultivos ecológicos para evitar dicha
degradación, y una mayor pérdida de MO debida al CCG.
Molina et al., (2005), sugiere al contenido de materia orgánica del suelo como
indicador de calidad del suelo y sostenibilidad agraria y medioambiental apropia-
do para evaluar si el uso y manejo del suelo y del cultivo permite simultáneamente

152
mantener o mejorar la producción y, a la vez, mantener o aumentar la capacidad del
suelo como filtro medioambiental y sumidero de carbono atmosférico. Deduce que
las enmiendas orgánicas en citricultura ecológica son una de las prácticas que más
pueden contribuir a la sostenibilidad agraria y medioambiental de los suelos bajo
este tipo de cultivo.

Balance de energía
Existen diferentes estudios que han comparado le eficiencia energética entre cultivos
ecológicos y convencionales en cítricos y hortícolas (Roselló et al., 2000), olivar (Alon-
so et al., 2004) y cereales (Lacasta et al., 2000). Todos los estudios indican la mayor
eficiencia energética de la agricultura ecológica y apuntan a la mecanización y el riego
como principal operación de consumo de energía que debe reducirse
Meco et al., (2008), estudiaron la eficiencia energética de la agricultura ecológica
durante 15 años en sistemas agrarios de secanos de climas mediterráneos semiáridos,
independientemente de la rotación considerada, es el que mejor se ajusta a los seca-
nos semiáridos, al ser el que menos energía consume (del orden de 3-3,5 veces menos)
en relación a los sistemas convencionales y de conservación, siendo a su vez el más efi-
ciente energéticamente (mayor producción de cosecha y energía por unidad de energía
invertida). La alternancia de cultivos, sobre todo cuando se incluye una leguminosa en
la rotación, incrementa de forma importante la eficiencia energética.
Guzmán y González (2007), analizando el coste territorial de la sustentabilidad
comparando agricultura tradicional y agricultura ecológica encuentran que esta úl-
tima debe hacer frente a exigencias territoriales mucho más extensas, ser más sus-
tentable, disminuyendo su impacto medioambiental y los gastos de fuera del sector,
que provienen no sólo de los requerimientos directos derivados del cierre de los
ciclos y la utilización de recursos locales (de energía y materiales), sino también del
coste territorial de mantener un nivel óptimo de biodiversidad, dando coherencia al
“todo” y dedicando por ejemplo parte del territorio a usos diversos y alternativos a
la actividad agrícola.

Discusión

En general se denota la ausencia de trabajos que comparen directamente la mayor re-


siliencia de los agrosistemas ecológicos frente a los convencionales, como el emprendi-
do por Holt-Giménez (2001), tras el huracán Mitch en Centroamérica en 1999. O aque-
llos que establezcan una relación directa entre sistemas de producción agroecológica
y la mejora de la biodiversidad a partir de la metodología de Campesino a Campesino
de generación conocimientos y transmisión horizontal de tecnologías e innovaciones
(Gonzálvez, 20012).
Asimismo se denotan una carencia en estudios relacionados con los impactos de
las políticas agrarias para modificar el contexto social que confiera mayor resiliencia a
los sistemas ecológicos de producción. Ello hace que debamos remitirnos a evaluarlo a
través de los trabajos que estudian aspectos relacionados.

153
Los estudios de balance energético se realizaron en la década pasada, donde predo-
minaban tecnologías y maquinaria más consumidora de fuentes fósiles que convendría
actualizar dado que las condiciones han cambiado y probablemente se han mejorado
esos balances.

Conclusiones

En conclusión, a pesar de los escasos estudios realizados en España sobre los facto-
res que aportan resiliencia a los sistemas de producción, se pueden encontrar que en
aquellos publicados la agricultura ecológica puede contribuir decididamente a incre-
mentarla y a reducir los impactos negativos que el cambio climático tiene o tendrá
sobre la producción de alimentos. Sin embargo, este hecho no está reconocido a nivel
de políticas agrarias

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Heimbach.

1
Fundación CEAM, Parque Tecnológico, c/ Charles Darwin 14, 46980 Paterna (Valencia)

157
Propuesta de conversión agroecológica para alcanzar
la resiliencia en sistemas ganaderos
Sara María Márquez Girón*

Introducción

La ganadería es la actividad humana que ocupa la mayor superficie terrestre del pla-
neta, abarca el 70% del área dedicada a las actividades agropecuarias y el 30% del
área continental. En razón al crecimiento demográfico y al aumento de ingresos de la
población, se prevé que la producción mundial de carne para el año 2050 debe duplicar
la actual y alcanzar cerca de 450 millones de toneladas y para la producción de leche
se espera para ese mismo año cifras cercanas a las 1.000 toneladas. Los principales
impactos generados por la actividad ganadera en el medio ambiente, fueron evaluados
por la División de Producción y Sanidad Animal de la FAO en unión con muchas otras
instituciones, como resultado encontraron niveles altos de contaminación en suelo,
agua y atmósfera, debidos a los sistemas intensivos de producción, degradación del
suelo originada casi en su totalidad por el sobrepastoreo, deforestación y pérdida de la
biodiversidad por la ampliación de la frontera ganadera y por los monocultivos caracte-
rísticos de los sistemas intensivos (Steinfeld et al., 2006).
La ganadería extensiva en los países tropicales tiene efectos locales como la degra-
dación-compactación de los suelos y la pérdida de productividad del sistema, su impac-
to a escala regional se evidencia en la pérdida de capacidad de regulación hídrica y en
la contaminación de las fuentes de agua. En el contexto global, el mayor impacto se en-
cuentra en la pérdida de biodiversidad reducirse los ecosistemas de bosque del trópico
caracterizados por su alta riqueza de especies de flora y de fauna (Murgueitio, 2003).
La alta demanda de pesticidas en la mayoría de las regiones del mundo es originada
por los sistemas intensivos de producción agropecuaria que se han implementado con
base en el establecimiento de monocultivos, los cuales según Altieri y Nicholls (2007),
han implicado la simplificación de la biodiversidad y han convertido las fincas en eco-
sistemas artificiales altamente dependientes de la intervención humana por medio del
aporte de agroquímicos y de maquinaria, que desequilibran aún más el sistema. Las
plantas cultivadas bajo estos sistemas intensivos no poseen los mecanismos de defensa
ecológica necesarios para tolerar el impacto de las plagas y enfermedades, por lo tanto
se hace necesario el uso excesivo de productos fitosanitarios de naturaleza química,
generando así un espiral negativo que se refuerza a sí mismo (Kaine y Tozer, 2005).
En la actualidad, los sistemas ganaderos se ven enfrentados a dos desafíos con rela-
ción al cambio climático, el primero tiene que ver con lograr la disminución de principal
causa del cambio, la cual se ha adjudicado al incremento de los gases de efecto inver-
nadero (GEI) en la atmósfera, dentro de los cuales el metano y el óxido nitroso son atri-

*Ingeniera Agrícola, Magister en Ingeniería Ambiental, cPhD en Agroecología. Profesora de Agroecología, Facultad de
Ciencias Agrarias de la Universidad de Antioquia. Email: saramariamarquezg@gmail.com

158
buidos en porcentajes muy significativos a las actividades agropecuarias; el segundo
desafío está representado en la adaptación de los sistemas ganaderos para resistir los
impactos de corto y largo plazo que trae consigo el cambio climático, cuyos efectos ya
están comenzando a sentirse en términos de incrementos de la temperatura, una cre-
ciente variabilidad en los regímenes de lluvias y una mayor frecuencia de eventos ex-
tremos, tales como inundaciones y sequías (Ayarza et al., 2009 y Valdés y Vargas, 2011).
Dentro de los GEI, la ganadería se relaciona principalmente con el metano debido
a que la fermentación entérica del ganado bovino genera anualmente el 61% de las
emisiones totales de metano (CH4) en Colombia, pues aproximadamente el 8% de la
energía bruta que consume un bovino se transforma en metano, el cual se caracteriza
por poseer un potencial 21 veces mayor de calentamiento global que el (Ayarza et al.,
2009). El segundo GEI en importancia desde el sector agropecuario, lo constituye el óxi-
do nitroso (N2O) con un potencial de calentamiento global 310 veces mayor que el CO2,
es generado principalmente por la deforestación y por el empleo de fertilizantes quími-
cos, se estima que alrededor del 60% de las emisiones brutas de este gas provienen del
suelo como resultado de las acciones microbianas de nitrificación y de desnitrificación,
especialmente de los procesos de fertilización nitrogenada (Valdés y Vargas, 2011). El
CO2 en el sector agrícola es un GEI que se intercambia entre los ecosistemas terrestres
y la atmósfera por medio de la fotosíntesis, la respiración y la descomposición, por lo
tanto si el sistema de producción es intensivo se generarán aportes de este gas a la
atmósfera debido al desequilibrio en las tasas de estos procesos, pero si corresponde a
un agroecosistema las tasas se compensan.

Conversión de sistemas de sistemas agropecuarios


convencionales a sistemas agroecológicos

La conversión agroecológica de sistemas agropecuarios convencionales, puede definir-


se como el proceso de restructuración de las interrelaciones entre los componentes de
los sistemas de producción, tratando de restablecer la mayor parte de los componen-
tes y de las sinergias propias de los ecosistemas naturales, en pro de la alcanzar una
producción sostenible, la conservación de los recursos naturales y el aumento de la
resiliencia para poder responder a eventos climáticos extremos.
Altieri y Nicholls (2007) plantean que cualquier proceso de conversión de sistemas
de producción agropecuaria convencional hacia sistemas agroecológicos debe com-
ponerse de tres fases, las cuales fueron establecidas por Gliessman, citado por ellos:

 Eliminación progresiva de insumos externos, corresponde a los primeros esfuerzos


de los productores por disminuir la contaminación de los productos que genera, del
suelo, las plantas, los animales y las aguas, de su predio.
 Sustitución de insumos químicos externos al sistema de producción, ésta se realiza
en muchas ocasiones con productos orgánicos, biopesticidas o biofertilizantes, pero
se corre el peligro de que el productor llegue sólo hasta etapa y entre a depender
del suministro de estos insumos desde el exterior, sin llevar a cabo el proceso de

159
conversión completo, sin dejar la estructura del monocultivo y que por lo tanto no
alcance a estabilizar el sistema.
 Rediseño de los agroecosistemas con una infraestructura diversificada y funcional,
esta fase corresponde a la verdadera conversión agroecológica, pues en ella se bus-
ca alcanzar la autosuficiencia con respecto a la demanda de insumos, a través del
establecimiento de un diseño diversificado y racional de arreglos de producción
agrícola y pecuaria, que se complementen y que generen al interior del sistema una
serie de sinergias, servicios y funciones que lo estabilicen con respecto al tiempo,
al entorno, a las expectativas de la comunidad y que adicionalmente, incrementen
su resiliencia o capacidad de respuesta a cambios extremos, como el caso de las
condiciones climáticas, entre otros.

Para llevar a cabo cualquier proceso de conversión hacia sistemas agroecológicos,


Altieri (1994), recomienda que se deben realizar los siguientes procesos, durante la
ejecución de las tres fases: Aumento de la biodiversidad en los subsistemas vegetal y
animal, aumento de la biomasa y de la materia orgánica en el suelo, disminución de los
niveles de residualidad de pesticidas, establecimiento de relaciones funcionales entre
los diferentes componentes del sistema y rediseño predial.
Altieri en León y Altieri (2010), destaca que los dos pilares fundamentales de la
conversión agroecológica se centran en el mejoramiento de la calidad del suelo y en el
manejo del hábitat mediante la diversificación, pues las sinergias que se establecen en-
tre el suelo manejado orgánicamente y la diversidad vegetal diseñada adecuadamente,
constituyen los factores principales para la recuperación de la estabilidad del sistema.

Diseño de sistemas agroecológicos

El diseño agroecológico tiene por objeto integrar los componentes de las comunidades
de plantas y animales con el ambiente, buscando aumentar la eficiencia biológica ge-
neral, preservar la biodiversidad y mantener la capacidad productiva y autorregulatoria
del agroecosistema. A través del ensamble de una biodiversidad funcional se pretende
establecer sinergismos que subsidien los procesos del agroecosistema, por medio de
la generación de servicios ecológicos tales como el ciclaje de nutrientes, el incremen-
to de insectos benéficos, entre otros. Teniendo como directriz principal, diseñar un
agroecosistema que imite la estructura y función de los ecosistemas naturales locales,
haciendo el uso óptimo de los recursos naturales como la radiación solar, los nutrientes
del suelo y el agua aportada por las lluvias.
En el proceso del diseño agroecológico se hace énfasis en un enfoque de ingeniería
ecológica, Por medio del cual se ensamblan los componentes de los agroecosistemas:
suelos, vegetación, animales, sanidad, infraestructura, procesos de transformación, co-
munidad, entre otros; de forma que las interrelaciones temporales y espaciales que se
establezcan entre ellos garanticen la potenciación de sinergias dentro de los procesos
naturales que se llevan a cabo en su interior, tales como el ciclaje de nutrientes, la re-
troalimentación de la materia orgánica y el control biológico de plagas y enfermedades,

160
alcanzando niveles de rendimiento suficientes para llevar al sistema a la sustentabili-
dad (León y Altieri, 2010).
Las arquitecturas de los componentes vegetal y animal al interior de un agroecosis-
tema pueden diseñarse con el objeto de crear y estabilizar las comunidades de insectos
que garanticen el control ecológico de plagas, seleccionando las estrategias de manejo
que mejor se adapten a las condiciones ambientales regionales y a las características
socioeconómicas y culturales de la comunidad (Altieri y Nicholls, 2010).
El diseño de sistemas agroecológicos está basado en la aplicación de los siguientes
principios ecológicos (Reijntjes et al., 1992):

 Aumentar el reciclado de biomasa y optimizar la disponibilidad y el flujo balancea-


do de nutrientes.
 Asegurar condiciones del suelo favorables para el crecimiento de las plantas, parti-
cularmente a través del manejo de la materia orgánica y aumentando la actividad
biótica del suelo.
 Minimizar las pérdidas debidas a flujos de radiación solar, aire y agua mediante el
manejo del microclima, cosecha de agua y el manejo de suelo a través del aumento
de la cobertura.
 Diversificar específica y genéticamente el agroecosistema en el tiempo y el espacio.
 Aumentar las interacciones biológicas y los sinergismos entre los componentes de
la biodiversidad promoviendo procesos y servicios ecológicos claves.

Conversión de sistemas ganaderos

En la conversión agroecológica se considera que los sistemas subsidiados y con alto


nivel de intervención humana son, por principio: 1) ineficientes, puesto que están
diseñados para utilizar una gran cantidad de insumos materiales y energéticos cos-
tosos, 2) dependientes, debido a que estos recursos en su mayoría provienen de una
fuente que los suministra a merced de las fluctuaciones en los mercados, 3) frágiles,
porque al escasear o faltar tales recursos el sistema colapsa, y 4) poco resilientes y
altamente riesgosos, pues no tienen la capacidad de recuperarse en un breve lap-
so al impacto de agentes externos. En los sistemas agropecuarios de monocultivo y
dependientes de recursos externos, los subsidios absorben los costos asociados a la
simplificación de la Agrobiodiversidad y raramente consideran aquellos relativos a
las externalidades que producen (deforestación, contaminación, degradación, daños
a la salud). (Funes, 2009).
La mayoría de los campesinos en todas las regiones del mundo han desarrollado
sistemas agrícolas adaptados a las condiciones locales que les permiten una produc-
ción continua necesaria para subsistir, a pesar de cultivar en ambientes marginales de
tierra, con variabilidad climática no predecible y un uso muy bajo de insumos externos.
Parte de este desempeño está relacionado con el alto nivel de agrobiodiversidad que
caracteriza a los agroecosistemas tradicionales, lo cual tiene efectos positivos en su
funcionamiento.

161
De igual manera, Reid y Swiderska (2008), señalan: los ecosistemas que poseen
una "diversidad funcional" rica, es decir, especies que llenan un amplio espectro de
funciones ecológicas, son más estables y se adaptan mejor al cambio climático que los
sistemas empobrecidos. Agregan que la biodiversidad y los servicios de ecosistemas
son los cimientos sobre los cuales se construyen muchas estrategias de adaptación,
que también pueden ser útiles al pensar en la mitigación del cambio climático.

Estrategias de conversión de sistemas ganaderos


Los sistemas silvopastoriles integrados representan una valiosa estrategia dentro del
proceso de transición de los sistemas intensivos ganaderos hacia los sistemas agroeco-
lógicos y han permitido romper el paradigma de que esta actividad productiva trae
asociados la deforestación y el deterioro de los recursos naturales de las zonas donde
se desarrolla.
Los desarrollos logrados con los sistemas silvopastoriles en Colombia y Centro Amé-
rica, han demostrado una relación positiva entre la ganadería bovina y los servicios
ambientales de interés mundial como la biodiversidad, el cambio climático, el aumento
de la resiliencia, la conservación de las fuentes de agua, la recuperación biológica de los
suelos y el bienestar animal.
Los sistemas silvopastoriles son una modalidad de agroforestería ganadera en la
que interactúan en el mismo espacio animales, plantas forrajeras, como pasto o legu-
minosas rastreas, con arbustos y árboles destinados a la alimentación animal y usos
complementarios (CIPAV, 2009) que además involucra principios agroecológicos, aso-
ciados siempre a las pasturas tropicales.
Para el caso de América Latina, Murgueitio et al., (2009), destacan los siguientes
tipos de sistemas silvopastoriles (SSP) con potencialidad para la transformación de la
ganadería:

 SSP con manejo de la sucesión vegetal.


 Pastoreo en franjas con cercas vivas combinadas con cercas eléctricas.
 Árboles dispersos en los potreros.
 Pastoreo de animales en plantaciones forestales.
 Pasturas en callejones de árboles o arbustos.
 SSP intensivo con alta densidad arbórea y arbustiva para ramoneo.
 Cercas vivas.
 Cortinas o barreras vivas rompevientos.
 Sistemas de corte y acarreo con bancos de proteína en monocultivo o en policulti-
vos de varios estratos.

Entre las principales ventajas del silvopastoreo se encuentran como principales: El me-
joramiento de las condiciones del suelo, las pasturas, el ganado y el entorno en general.
Como ventajas asociadas al manejo del sistema: La obtención de una mayor producción
de biomasa forrajera, aumento en el ciclaje de nutrientes, la minimización de demandas
de fertilizantes, el mejoramiento del microclima y por ende del bienestar animal, la recu-
peración de gran parte de la micro y macrofauna propia de los ecosistemas de la región.

162
Proceso de conversión de sistemas de ganadería intensiva

El diseño de la propuesta para la conversión agroecológica de los sistemas intensivos


de ganadería de leche para el trópico alto se realizó siguiendo el flujograma que se
presenta a continuación, (figura 1):

Diseño de planes de
Caracterización de los sistemas Relación entre demandas
manejo sustentables
convencional y agroecológico del sistema, la disponibilidad
de los componentes
deseado predial y de la localidad
del agroecosistema

Figura 1. Esquema secuencial de la propuesta del proceso de conversión

La caracterización del sistema incluye aspectos como propósito, delimitación, co-


nocimiento del entorno del sistema, componentes, interacciones entre componentes,
insumos demandados por el sistema, recursos empleados pertenecientes al sistema,
productos principales generados y subproductos. Adicionalmente, si se parte de un
sistema de producción convencional para convertirlo en un sistema agroecológico, se
le debe realizar el mismo análisis e identificar la causa principal de la inestabilidad del
mismo.
La relación entre demandas del sistema, la disponibilidad predial y de la locali-
dad, se debe realizarse a partir de la comparación entre las necesidades del sistema
agroecológico conceptualizado con los recursos disponibles en el predio donde se ubi-
cará el sistema y en la zona de influencia del sistema, además, se consideraron las
condiciones y las restricciones locales.
El diseño de planes de manejo sustentables de los componentes básicos del sistema
se lleva a cabo partiendo de la caracterización del sistema, ya realizada anteriormen-
te, y de los principios rectores de un agroecosistema sustentable; por lo tanto, debe
propenderse porque cada plan garantice la conservación de los recursos renovables,
la adaptación de los componentes al ambiente y el mantenimiento de un nivel alto,
aunque sustentable, de productividad. Adicionalmente, en dichos planes se involucran
los procesos relacionados con la sustentabilidad, como son: la cobertura del suelo, el
reciclaje de nutrientes, la captura de sedimentos, la diversidad productiva, la protec-
ción de la diversidad genética y el orden ecológico de las sucesiones.

Estudio de caso: propuesta de conversión de la ganadería de leche


del municipio de San Pedro de Los Milagros, Colombia

El municipio de San Pedro de Los Milagros, con una extensión de 229 Km2, se locali-
za en la Subregión del Altiplano Norte, a 6° 19´19´´ de latitud norte y a 75° 37´ 40´´
de longitud occidental en el departamento de Antioquia (Colombia), posee una altura
promedio sobre el nivel del mar de 2475 m y una temperatura media de 14° C. Este

163
municipio se ha caracterizado por poseer una amplia trayectoria de producción leche-
ra, constituyéndose en una de las más importantes del departamento, según Hoyos y
otros (2006) el 86.98% de las fincas del municipio poseen como actividad económica la
ganadería bovina y dentro de éstas el 98.37% se dedican a la lechería (figura 2).
En los sistemas de producción lechera del municipio son altamente intensivos, con
el predominio de especies bovinas genéticamente seleccionadas, en los cuales se utili-
zan el pastoreo rotacional o en franjas y la suplementación con alimentos balanceados.
En la reproducción se aplica el sistema de inseminación artificial y la crianza de terneras
es también artificial. Las praderas constituyen un monocultivo de pasto Pennisetum
clandestinum y son manejadas con altas cargas de fertilizantes químicos u orgánicos,
en estos el sistema se integra con explotaciones de porcinas (Balcazar 1989, Gómez
1993 y Vahos, 1997). Adicionalmente, les realiza un control de plagas fundamentado
en la utilización de agroquímicos altamente tóxicos.
En la figura 3 se presenta la esquematización del sistema de ganadería de leche
intensiva convencional, con los subsistemas suelo, cultivo y pecuario o animal, los com-
ponentes plagas, enfermedades y reciclaje, el entorno, las entradas y las salidas. A con-
tinuación se presenta la caracterización de cada uno de ellos.

Entorno
De acuerdo con la biotemperatura y la precipitación media anual, la región del estudio
se encuentra en el Sistema de Páramos y Bosques Altoandinos del norte antioqueño y

Figura 2. Municipio de San Pedro de Los Milagros con las 19 veredas


y predios rurales. Fuente: Hoyos et al., 2006

164
Entradas Entorno Salidas

Clorpirifos
1,2 µg/h q Leche
1,73 µg/h 0,55 µg/h Micro y
macrofauna
H
i ¥
N
Insumos Suelo
2 µg/h Gramínea Animales
kikuyo D O
Follaje Descartes
1,1 µg/h C
Talento Raíces
H2O 39,4 µg/h
humano Reciclaje

Clima Enfermedades Servicios

Figura 3. Sistema de ganadería de leche intensiva convencional de trópico alto.

corresponde a la zona de vida bosque muy húmedo Montano Bajo (bmh-MB) o tierra
fría muy húmeda (Gobernación de Antioquia, 2002).
Al analizar la flora de la región, el mayor valor del índice de valor de importancia
lo presenta el roble (Quercus humboldtii) con el 119,69%, seguido en orden de impor-
tancia por el espadero (Myrsine coriacea) con un 9,5%, nigüito (Centronia cf. brachy-
cera) con el 8,8%, sietecueros (Tibouchina lepidota) con el 8,3% y el canelo de páramo
(Drymis granatensis) con el 8,2% destacándose como las especies ecológicamente más
importantes en el bosque montano. El alto índice de valor de importancia exhibido por
el Quercus humboldtii, como resultado de su alta abundancia, frecuencia y dominancia,
indica una vez más que esta especie reviste gran importancia desde el punto de vista
de la composición y estructura del sistema boscoso de la región (CORANTIOQUIA y BID,
1999).

Componentes

Subsistema animal. El 80.78 % de los sistemas de ganadería del leche intensiva del
municipio poseen hatos de la raza Holstein, manejados en lotes de cría, recría, levante,
vacas en producción y vacas horras; alimentados con base en el follaje del pasto kikuyo
y la suplementación con alimento balanceado y sal mineralizada; con un promedio de
producción de leche por vaca día de 14.2 litros. Los sistemas de pastoreo que predo-
minan son el rotacional en el 53% de los hatos y el rotacional por franjas para el 40%
(Hoyos et al., 2006). (Figura 4).

Subsistema pradera. El subsistema pradera, corresponde a un monocultivo del pasto


Pennisetum clandestinum (figura 5), tiene como propósito fundamental producir forraje

165
para la alimentación del hato ganadero, dentro de éste se encontraron los componentes
suelo, cultivo de gramínea Pennisetum clandestinum, micro y macfrofauna, y reciclaje.
Dentro del análisis de este subsistema se hizo énfasis en el comportamiento del insecti-
cida clorpirifos, utilizado para controlar la Collaria, principal plaga del pasto, por el hecho
de constituir un riesgo ambiental para el ganado y para los seres humanos, con cinéticas

Figura 4. Subsistema animal de un sistema de ganadería


de leche convencional en trópico alto.

Entradas Salidas

Clorpirifos
1,2 µg/h q
1,73 µg/h 0,55 µg/h Micro y
macrofauna
i ¥
Insumos
Suelo
2 µg/h Gramínea
Follaje de
kikuyo
Follaje kikuyo
1,1 µg/h 0,6 µg/h
Talento Raíces
H2O 39,4 µg/h
humano Reciclaje

Clima

Figura 5. Subsistema pradera convencional-monocultivo.

166
de adsorción y de absorción del pesticida para el caso específico del suelo (1.73 µg/h) y
el pasto (0.55 µg/h) de la zona de San Pedro de los Milagros, así como la acumulación del
clorpirifos en el suelo (2 µg/g), la bioacumulación en Pennisetum clandestinum cultivado
hidropónicamente de (39.4 µg/g) para la raíz del y de (1.1 µg/g) para el follaje, bajo las
condiciones normales de campo esta bioacumulación fue menor en el follaje y sólo se
obtuvo 0.6 µg/g, representado un porcentaje de transferencia del plaguicida a la biomasa
del follaje del 50%.

 Componente suelo. El tipo de suelo dominante en la zona corresponde a un andisol


derivado de materiales volcánicos, especialmente de piroclastos finos (IGAC, 1991).
Los andisoles colombianos presentan altos contenidos de materia orgánica. En es-
tos suelos, las relaciones con la fertilidad, se establecen a partir de la estabilidad
que le generan al humus los productos de alteración de las cenizas volcánicas o por
la toxicidad del aluminio para las bacterias encargadas de su descomposición, con
lo cual se estabiliza el complejo, se limita su mineralización y por lo tanto, el aporte
de elementos que están directamente vinculados con la materia orgánica en cuanto
a la fertilidad del suelo. (Malagón, 2003.). (Figura 6).

 Componente agrícola o vegetal. Gramíneas. Kikuyo (P ennisetum clandestinum Ho-


chst ex Chiov). Es una gramínea, originaria del África, perenne adaptada a clima frío,
es tolerante a las heladas y no se desarrolla adecuadamente en suelos muy pobres.
Se caracteriza porque sus plantas se extienden superficialmente por medio de rizo-
mas pero poseen rizomas. Algunos tallos crecen erectos o semierectos y alcanzan
alturas de 50 a 60 cm. Las hojas alcanzan de 10 a 20 cm de largo y de 8 a 15 mm de
ancho (Bernal, 1991). (Figura 7).

Figura 6. Suelo andisol del municipio de San Pedro de los Milagros.

167
Figura 7. Cultivo de pasto kikuyo en San Pedro de los Milagros.

Con prácticas de manejo adecuadas se han obtenido más de 20 ton/ha al año de


heno de buena calidad (Bernal op.cit.). La fertilización se realiza basada en un apor-
te de 500 a 800 kg de Nitrógeno/ha/año.

 Componente plagas. Las plagas predominantes en la hacienda son: Chinche de los


pastos (Collaria scenica), la cual es la más importante y de mayor persistencia en la
pastura; Lorito verde (Empoasca SP) y la Babosa. Según Luengas (1994), citado por
Cárdenas (1997). La ubicación taxonómica del insecto Collaria scenica es:

Orden: Hemíptera.
Familia: Miridae.
Género: Collaria.
Especie: scenica.

El ciclo completo de la Collaria scenica varía entre 75.5 a 81.5 días en condiciones
de campo. (Barreto y Martínez, 1996),citado por Cárdenas (1997).
Este insecto posee alta capacidad reproductiva y por ser volador tiene un amplio ra-
dio de acción. Otro factor de sobrevivencia es el gran número de plantas hospederas
(raigrás, kikuyo, avena, falsa poa, carretón, azul orchoro, entre otros) que le permiten
mantener su ciclo reproductivo. Según Luengas (1994), no ataca las leguminosas.
Las hembras realizan las oviposiciones entre la vaina de la primera hoja y la base
del tallo, en los pastos afectados, los huevos van insertados a lado y lado en cama-
das simples. Las ninfas y adultos se alimentan de hojas nuevas o tiernas. Con fre-
cuencia, se encuentra a los adultos en la parte apical de los rebrotes de los pastos,
mientras que las ninfas, (figura 8), se protegen en la parte basal de los tallos. (de
Menezes, 1986).

168
Figura 8. Adulto de Collaria en proceso de alimentación y daños causados
en el follaje del pasto kikuyo. Fuente Barreto TN y Martinez GE, 1997.

La aspersión para el manejo de plagas, específicamente la Collaria, es realizada con


Lorsban 4ec a razón de 500 cc/ha, se realiza de 12 a 15 días después de que el ga-
nado sale del potrero. Para su aplicación se utiliza bomba de espalda.

Propuesta de diseño del agroecosistema pradera

El diseño del agroecosistema alternativo para las praderas del sistema de ganadería de
leche en el trópico alto, se fundamentó en el establecimiento de la diversidad funcional
que aloja los enemigos naturales de la collaria, principal plaga del pasto kikuyo y de las
demás gramíneas utilizadas como forraje para el ganado bovino; además, dicha diver-
sidad también rompe el monocultivo por medio de la inclusión de otras especies pa-
latables para el ganado y que se manejan en conjunto con el cultivo de las gramíneas.
Los cambios en la diversidad de un hábitat generan efectos profundos sobre la produc-
ción de biomasa, la retención de nutrientes y sobre otras características del ecosistema
como la estabilidad, entre otras. En general, la conformación de grupos funcionales
tiene efectos más pronunciados que sólo el número de especies como tal.
El proceso de diseño de este subsistema también incluyó el manejo agroecológi-
co del suelo, ya que prácticas como la fertilización afectan la susceptibilidad de las
plantas al ataque de insectos plaga, debido a las alteraciones generadas en los niveles
de nutrientes en los tejidos. Varias investigaciones han demostrado que la incidencia
de plagas y enfermedades está ligada a los recursos que entrega el suelo y que están
representadas en sus propiedades físicas, químicas y en particular a las biológicas (Ni-
cholls y Altieri, 2008).
Finalmente, el diseño del subsistema seleccionó las prácticas culturales que garan-
tizan la sostenibilidad de la condición de modelo agroecológico a lo largo del tiempo,
involucrando técnicas como el pastoreo racional, la fertilización orgánica, la utilización
de individuos reguladores y de herramientas acordes con los sistemas de producción
sostenible, entre otras.

169
El la figura 9 se presenta el proceso seguido para establecer el manejo agroecoló-
gico del insecto plaga Collaria en un sistema de ganadería de leche para el trópico alto
en la región del norte antioqueño.
En la figura 10 se presenta el diagrama del subsistema diseñado para la pradera
agroecológica, en el cual se pueden observar la diversidad funcional del arreglo del com-
ponente vegetal, seleccionado a partir de los componentes del ecosistema natural en el
entorno. Por tal motivo el subsistema pradera diseñado, imitando dicho ecosistema, co-
rresponde a un multiestrato, en contraste con el monocultivo existente de estrato único.

Manejo agroecológico del suelo

Implementación de la diversidad funcional Manejo agroecológico de plagas

Labores culturales agroecológicas

Figura 9. Proceso para establecer el manejo agroecológico de plagas.

Entradas Salidas
q
Micro y
macrofauna
Insumos Árboles i ¥
orgánicos Suelo
Árbustos
Biomasa
Gramígeas
Talento
H2O
humano Leguminosas Reciclaje

Arvenses
Clima

Figura 10. Subsistema pradera de un sistema de


ganadería de leche propuesto para el trópico alto

Arreglo del componente vegetal

 Estrato alto
Roble andino (Quercus humboldtii) Fagaceae.
Aliso (Alnus acuminata) Betulácea.
Arboloco (Montanoa quadrangularis) Asteraceae.

170
 Estrato medio
Arbusto: Botón de oro (Tithonia diversifolia) Asteraceae.

 Estrato bajo
Gramínea: Pasto kikuyo (Pennisetum clandestinum) Gramineae.
Leguminosa: Trébol blanco (Trifolium repens) Leguminosae.
Umbelífera: Cilantro (Coriandrum sativum) apiácea (antes llamada umbelífera).
Arvenses: Lengua de vaca (Rumex crispus), Diente de león (Taraxacum officinale),
Coquito (Cyperus rotundus).

El estudio de la biodiversidad funcional es importante en relación con los servicios


agroecosistémicos que se deseen establecer en el sistema específico, éste debe co-
menzar con la definición de grupos funcionales que contengan todos los elementos
necesarios para garantizar la concreción del servicio deseado y analizar de manera si-
multánea, el papel que desempeña dentro de la diversidad total del sistema (Moonen
y Bárbery, 2008). A continuación se presenta un resumen de la biodiversidad funcional
(tabla 1), especificando el rol agroecológico de cada especie que participa en el arreglo
vegetal de la pradera agroecológica propuesta.

Estructura del arreglo del componente vegetal. El arreglo del componente vegetal de
la pradera se fundamentará en la restructuración de los potreros, (figuras 11 y 12),
estableciendo como cerca viva árboles de roble, cada 20 m, en los espacios entre éstos
se sembrará botón de oro y el cilantro para hacer el cerramiento total del potrero y
proveer las flores para los insectos benéficos y ciertos plaga.
Para el establecimiento de la pradera se descompactará y airerará el suelo, con el
propósito de obtener un buen rebrote del pasto Pennisetum clandestinum y permitir la
siembra del trébol blanco al voleo. Las arvenses reaparecerán, pues sus semillas se en-
cuentran latentes en el suelo, pero igualmente se realizará el control manual de éstas
en una etapa temprana, para equilibrar los diferentes tipos de plantas en el potrero.
Adicionalmente, se y de cilantro cada tres metros, a lo largo de todo el potrero.
Al interior del potrero sembrarán franjas árboles de aliso cada 20 m, con árboles de
aboloco intercalados, en los espacios entre éstos se sembrarán arbustos de botón de
oro y el cilantro.

Macrofauna y microfauna

 Enemigos naturales de la Collaria scenica:


Macrofauna predatorers: Crysopa sp, Alpaida variabilis y Nabis spp,
Microfauna entomopatógenos: Beauveria bassiana, Metarrhizium anizopliae y Pae-
cilomyces spp.

La Collaria posee enemigos naturales y dentro de estos se han encontrado las mariqui-
tas y algunas arañas, además, los hongos entomopatógenos también son importantes
dentro del control biológico de este insecto plaga. Estrada, 2002.

171
Tabla 1. Resumen de la funcionalidad de biodiversidad dentro del arreglo
vegetal de la pradera del sistema de ganadería de leche del trópico alto.

Especie Función agroecológica


Pasto Kikuyo (Pennisetum Base forrajera para la alimentación del ganado con alto contenido
Clandestinum) proteico, protección contra la erosión.
Dinamiza los ciclos de los nutrientes en el suelo, principalmente
nitrógeno y fósforo, se asocia bien con las gramíneas y presenta
Trébol Blanco
alta persistencia en praderas sometidas a pastoreo. Oferta polen,
(Trifolium repens)
néctar y hospedaje a enemigos naturales de las plagas (Nicholls,
2008 y Nicholls y Altieri 2012).
Dinamiza los ciclos de los nutrientes en el suelo, ofertar polen, néc-
tar y hospedaje a enemigos naturales de las plagas. Algunas repe-
Arvenses len insectos plaga otras retienen humedad, aumentan el volumen
de reciclaje de nutrientes y el mejoramiento de la bioestructura
del suelo (Sierra 2011).
Cilantro (Coriandrum Oferta polen, néctar y hospedaje a enemigos naturales de las pla-
sativum) gas, repele insectos plaga (Nicholls, 2008 y Nicholls y Altieri 2012).
Fuente de néctar para la alimentación de los enemigos naturales,
forraje de buen valor nutricional para la alimentación animal, ca-
Botón de oro
pacidad de restaurar suelos degradados, dinamizador los ciclos de
(Tithonia diversifolia)
los nutrientes en el suelo y repelente de insectos. (Calle y Mur-
gueitio, 2008).
Especie maderable de rápido crecimiento en el clima frío, follaje
Arboloco (Montanoa
de buen valor nutricional para la alimentación animal, utilizado en
quadrangularis)
cortinas rompevientos (Calle y Murgueitio, 2010).
Realiza asociación simbiótica con el actinomiceto Frankia y con
diferentes hongos micorrizógenos, favoreciendo los ciclos del fós-
foro y del nitrógeno. (Medina et al., 2007), aporte de nutrientes al
Aliso (Alnus acuminata) suelo por la rápida descomposición del follaje, sus raíces mejoran
la estructura del suelo, en potreros arborizados con él se da menor
incidencia de cicadélidos y brinda una oferta abundante de polen.
(Calle y Murgueitio, 2008).
Perteneciente al ecosistema natural de la región, especie madera-
Roble andino ble de lata calidad, oferta hospedaje a fauna regional y control hí-
(Quercus humboldtii) drico en la zona radicular y en sus alrededores. (Calle y Murgueitio,
2009 y Sierra 2011).

Según CIPAV (2009), entre los controladores biológicos de la collaria se encuentran


el insecto depredador Crysopa sp. y los hongos entomopatógenos Bauveria bassiana,
Metarhizium anisopliae, Lecanicillium lecanni, Paecilomyces sp., Nomuraea rileyi.
Florez et al., (2004) estudiaron la selección de presas y la composición de la dieta
de la araña Alpaida variabilis en lotes con pasto “kikuyo” (Pennisetum clandestinum)
empleados para ganadería, ubicados en dos localidades en la sabana de Bogotá (Co-

172
100 mts

20 mts

10 mts 100 mts

Roble Aliso Arboloco Botón de oro

Figura 11. Estructura del arreglo vegetal propuesto.

Figura 12. Vistas del arreglo vegetal propuesto.

173
lombia). La composición de presas en la dieta de A. variabilis es similar en ambos
lugares, y está constituida principalmente por Hemiptera (scenica), Homoptera (Ci-
cadellidae) y Diptera (Sciaridae y Bibionidae). Se observó que el consumo de presas
está determinado por su abundancia en el ambiente, más que por preferencia hacia
algún tipo de presa.
Sierra, 2011, menciona que entre los enemigos naturales de la collaria se ha ob-
servado el predador Nabis spp, un Hemíptero de la familia Nabidae atacando las ninfas
y los adultos, este insecto es común en la región del norte antioqueño. Para el control
biológico de la collaria plantea la utilización de los hongos Beauveria bassiana, Meta-
rrhizium anizopliae y Paecilomyces spp, fundamentado en estudios de patogenecidad.
Pardo et al., 2008, en un trabajo sobre la artropofauna aérea presente en dos fincas
con ganadería de leche en el departamento de Cundinamarca en praderas de Penni-
setum clandestinum, a partir de los resultados se propuso una red trófica que permite
implementar un manejo agroecológico de la Collaria a partir de las relaciones funcio-
nales del agroecosistema.

Reciclaje
Los principios ecológicos de la agroecología favorecen procesos naturales e interaccio-
nes biológicas que optimizan sinergias de modo tal que la agrobiodiversidad sea capaz
de subsidiar por si misma procesos claves tales como la acumulación de materia orgá-
nica, fertilidad del suelo, mecanismos de regulación biótica de plagas y la productividad
de los cultivos (Gliessman, 1998).
No obstante, el manejo agroecológico debe tratar de optimizar el reciclado de nu-
trientes y de materia orgánica, cerrar los flujos de energía, conservar el agua y el sue-
lo y balancear las poblaciones de plagas y enemigos naturales que resultan de varias
combinaciones de cultivos, árboles y animales, en arreglos espaciales y temporales
diversos (Altieri y Nicholls con Fritz, 2005).
En el sistema planteado debe tenerse en cuenta que: los restos vegetales aportan
la celulosa y lignina necesarias para la formación del humus en el suelo y los restos
animales aportan el N necesario para ajustar la relación C/N, junto con P, S y microele-
mentos (Sierra, 2011).

Plan de manejo del suelo


El manejo que se realizará del suelo será bajo los principios de la sostenibilidad con el
propósito de brindar las condiciones adecuadas para obtener cultivos y animales sa-
ludables, menos susceptibles a enfermedades, más productivos y más resilientes. Este
plan propenderá por mantener y mejorar las propiedades y funcionamiento agronó-
mico del suelo, en su capa superior, en la zona radicular y por debajo de ésta (Preston,
2004). (Tabla 2).

Manejo agroecológico de plagas


El manejo agroecológico de plagas se debe fundamentar en el fomento de los enemi-
gos naturales que se encuentran en el entorno del sistema (Tscharntke et al., 2008,
Pérez 2004 y Vázquez, Vergara 2002 y Álvarez 2011). Para los sistemas de ganadería de

174
Tabla 2. Resumen del plan de manejo del suelo.

Labor Descripción
Romper y airear el suelo para que se pueda alojar la semilla del trébol en
Labranza mínima o
las praderas establecidas con anteriodad. Puede llevarse a cabo con un
de conservación
arado de cincel movido por tracción animal o mecanizado.
Aplicaciones periódicas de materia orgánica, abonando con fuentes orgá-
nicas de origen animal o vegetal, con una frecuencia de cada dos pasto-
Incremento
reos dando la oportunidad de que los microorganismos descompongan
de la materia
dicha materia y liberen los nutrientes. Las dosis de aplicación deben cal-
orgánica
cularse partiendo de la información obtenida en el análisis de suelos y de
los requerimientos del arreglo vegetal existente.
La biota se incrementará debido a la no aplicación de pesticidas e de ferti-
lizantes químicos a la pradera, los cuales disminuyen significativamente la
Incremento de biota edáfica. Adicionalmente, la aplicación periódica de materia orgáni-
la biota edáfica ca aporta organismos vivos y residuos animales y/o vegetales en diferen-
tes estados de descomposición que representan alimento para la biota
del suelo. Se realizará una inoculación con Beauveria bassiana.
La descomposición de la materia orgánica aplicada provee los organismos
Incremento
y los elementos necesarios para la realización de los ciclos del carbono,
del reciclaje
nitrógenos, azufre y fósforo, entre otros; y en la incorporación del potasio
de nutrientes
y el magnesio para su asimilación por las plantas.
La simbiosis micorrízica aumenta de forma marcada la absorción de nu-
trientes como el nitrógeno, el potasio, el calcio, el zinc, el magnesio y
Micorrización especialmente el fósforo; mejora el transporte y la absorción de agual, así
como la resistencia de la planta huésped a la sequía, Se realiza por medio
del recubrimiento de las semillas de roble y trébol blanco.

leche del trópico alto el control agroecológico de la Collaria, principal plaga de las pra-
deras de Pennisetum clandestinum, se plantea el siguiente plan de manejo. (Tabla 3).

Conclusión

El sistema propuesto de ganadería agroecológica, constituye la alternativa más sos-


tenible para la eliminación del riesgo generado por la utilización de pesticidas en los
sistemas intensivos de ganadería de leche en el trópico alto, pues en él no se utilizan
agroquímicos para el control de plagas y en cambio, se realiza el manejo agroecoló-
gico de las mismas. Este sistema agroecológico, además, trae consigo otras ventajas
como el incremento significativo de la biodiversidad en la región, el aumento de la
resiliencia de los sistemas ganaderos ante los efectos del cambio climático y el aporte
a la disminución de los gases con efecto invernadero que originan parte del calenta-
miento global.

175
Tabla 3. Resumen del manejo agroecológico de plagas.

Labor Descripción
En el Arreglo del componente vegetal se presentó la propuesta de
Incremento, manejo
arreglo vegetal de las pradera, pasando del monocultivo de Pennise-
y conservación de
tum clandestinum a 7 especies más las arvenses propias de la zona, las
la biodiversidad
cuales deberán ser manejadas y conservadas adecuadamente.
Conservación En la Macrofauna y microfauna se planteó que existe en el entorno
y manejo de de las ganaderías del trópico alto los individuos necesarios para esta-
los reguladores blecer una red trófica que controle las principales plagas del sistema,
naturales a partir de las relaciones funcionales del agroecosistema.
Establecimiento Las cercas vivas están planteadas en el arreglo del componente vege-
de cercas vivas tal del subsistema pradera.
Producción local En la región del Norte Antioqueño, la mayoría de las fincas ganaderas
y utilización de poseen establecimientos de producción porcina con biodigestor in-
abonos orgánicos cluido, de allí se obtendrá el abono orgánico.
Seguimiento y registro Realizar evaluaciones de la fauna presente en el sistema.

Agradecimientos

Se agradece la colaboración del grupo de investigación GRICA de la Universidad de An-


tioquia, para la realización de la investigación a partir de la cual se produjo el presente
capítulo

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179
La dimensión ambiental del cambio
climático en la agricultura1
Tomás León Sicard2

Introducción

Cambio climático y variabilidad climática, son dos términos afines, pero diferentes. El
primero designa las fluctuaciones significativas del clima en períodos superiores a 50
años y que generan efectos globales o regionales y el segundo las diferencias locales
de clima que ocurren anual o estacionalmente. Ambos fenómenos, se basan en medi-
ciones regulares de eventos como precipitaciones pluviales, heladas, huracanes, se-
quías, ciclones (cantidad, duración, frecuencia, intensidad, ubicación, desplazamiento)
y condiciones de temperaturas, radiación solar o humedad relativa. Muchas de estas
mediciones se vienen realizando desde varias décadas atrás que se remontan, incluso,
hasta finales del siglo XIX, cuando se inició la toma de datos periódicos y consecutivos
referentes a la temperatura del aire, las precipitaciones, la humedad relativa y a las
concentraciones de moléculas de CO2 en distintas regiones del planeta.
El tema, presente ya en las discusiones sobre ambiente y desarrollo de finales del
siglo XX, parecía, no obstante, un campo de estudio reducido a los círculos de la cien-
cia, con poco calado en la opinión pública. La humanidad tuvo que esperar a observar
los efectos desastrosos del huracán Katrina en el año 2005 que golpeó la costa sur de
los Estados Unidos en el Golfo de México y que dejó pérdidas estimadas entre 75.000
y 81.000 millones de dólares (1836 personas muertas y 1,1 millones desplazadas3)
para colocar su atención en un fenómeno ampliamente debatido entre meteorólogos,
geógrafos, climatólogos y ambientalistas. El punto culminante de este proceso fue, sin
duda alguna, la difusión mundial de documental “Una verdad incómoda” que realizó
sobre el particular el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore y que tuvo acogi-
da inmediata entre los círculos políticos y económicos del mundo entero, ya advertidos
sobre el tema con el huracán Katrina.
Con un acento particularmente sesgado sobre el calentamiento de la atmósfera a
partir de los gases de efecto invernadero y del adelgazamiento de la capa de ozono, el
cambio climático envuelve, no obstante, otros procesos de menor audiencia interna-
cional, más silenciosos, más lentos, pero no por ello menos importantes. Uno de ellos
es el fenómeno de la erosión de suelos ligado profundamente tanto a las condiciones
locales del clima, como a las actuaciones culturales de los grupos humanos que depen-
den del edafón para su subsistencia y desarrollo.

1. Documento preparado a partir de la ponencia presentada en el “Seminario Internacional de Agroecología: diseño de


sistemas agropecuarios resilientes al cambio climático”, organizado por la Red Iberoamericana de Agroecología para el
Desarrollo de Sistema Agrícolas Resilientes al Cambio Climático (REDAGRES). Medellín – Colombia, Marzo 22 y 23 de 2011.
2. Agrólogo, Dr. Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia – Instituto de Estudios Ambientales (IDEA). Email:
teleons@unal.edu.co
3. http://www.portalplanetasedna.com.ar/katrina.htm Consultada en Julio 15 de 2011.

180
Este documento explora, desde el pensamiento ambiental (relaciones ecosistema
cultura), algunas implicaciones del cambio climático o de la variabilidad climática en
algunos fenómenos agrarios y sus explicaciones y consecuencias en el ámbito cultural.

Lo ambiental o el análisis complejo


de las relaciones ecosistema – cultura

La teoría ambiental viene desarrollándose paulatinamente desde mediados del siglo


XX y en esencia plantea que los seres humanos construyeron un sistema adaptativo
diferente a aquel que la teoría de la evolución reconoce para el resto de seres vivos y a
partir del cual la humanidad se relaciona de manera particular y única con su base de
sustentación ecosistémica: la cultura.
Si bien es cierto que la teoría dominante insiste en señalar que la evolución bioló-
gica fue compartida hasta cierto punto por varios ancestros de hominoideos, en algún
momento histórico tales ancestros habrían completado el ciclo biológico y a partir de
varias conquistas evolutivas fundamentales como la posición bípeda, la mano articula-
da, la visión estereoscópica, el lenguaje y el perfeccionamiento del cerebro y el neoen-
céfalo, se habrían separado para siempre de la evolución biológica y habrían tomado
otro rumbo: la evolución cultural, entendida como un sistema parabiológico de adap-
tación y transformación continua del entorno ecosistémico.
Este complejo sistema cultural incluye las construcciones teóricas de tipo simbóli-
co, es decir las construcciones mentales, las aproximaciones teóricas o las formas de
pensar y de entender el mundo (que van desde los mitos hasta la ciencia, pasando
por el derecho, la filosofía, el análisis histórico, las creencias religiosas, las represen-
taciones ideológicas o las expresiones del arte), los diferentes tipos de organización
socioeconómica, militar y política que han construido distintos grupos humanos a lo
largo de la historia y las amplias y diferenciadas plataformas tecnológicas que, inmer-
sas en los símbolos y en las organizaciones sociales, se constituyen en los sistemas e
instrumentos para transformar el medio ecosistémico. La cultura así entendida, es un
macro concepto unificador que engloba todas las actuaciones de los seres humanos en
su relaciones con el entorno ecosistémico.4
El término ambiental es mucho más robusto e incluye muchas más variables com-
plejas que las recientes aproximaciones de la ecología, denominadas genéricamente
como el enfoque socioecosistémico. Los análisis socioecológicos tropiezan con insufi-
ciencias teóricas que circunscriben el accionar humano a las relaciones de poder y a
las presiones de uso, pero olvidan las estructuras simbólicas y sus conexiones con la
plataforma tecnológica.
El pensamiento ambiental señala, entonces, que dentro de las relaciones culturales
de los seres humanos con los ecosistemas, se han sucedido éxitos y también fracasos cul-

4. El autor prefiere utilizar la palabra “entorno ecosistémico” o “ecosistema” a la de naturaleza, para delimitar la dimensión
o la condición ambiental. Los seres humanos son naturaleza pero no son parte de los ecosistemas. Para profundizar en este
debate, véase la extensa obra de Augusto Angel Maya (1993; 1995;1996).

181
turales que han permitido o no la supervivencia de colectividades y pueblos enteros. El
excelente libro “Colapso” de Jarred Diamond, relata de manera ampliamente documen-
tada, los procesos por los cuales muchas culturas contemporáneas y antiguas, sucumbie-
ron o se trasformaron drásticamente porque, entre otras cosas, no pudieron predecir ni
adaptarse a la variabilidad o al cambio climático, es decir, fracasaron culturalmente.
El asunto no es de poca monta. La historia muestra una larga cadena de cemen-
terios culturales no adaptativos. Culturas antiguas como los indios Anazasi del sur de
los Estados Unidos, que no tenían instrumentos para estimar y anteponerse a las dis-
minuciones de las lluvias y al alargamiento de las temporadas secas, permitieron el
florecimiento de su población que vivía en equilibrio con la oferta de recursos y con las
posibilidades, siempre precarias e inestables, de hacer agricultura en el límite débil de
los climas desprovistos de temporadas de lluvias constantes y abundantes. Una sequía
que durara uno o varios años podría perfectamente hacer tambalear y acaso destruir
toda la estructura material de estos pueblos, construida con esfuerzos de varias gene-
raciones, como en efecto ocurrió (Diamond, 2006).

Tecnología y sustentabilidad ambiental de las sociedades


La tecnología está en el centro de los discursos ambientales. Constituye una especie de
“brazo armado de la cultura” y es entendida, desde el punto de vista ambiental com-
plejo, como la expresión material de los grupos humanos a partir de la cual se transfor-
man los ecosistemas, en sentidos positivos y negativos. La tecnología está inmersa en
los circuitos culturales y por ello no puede declararse neutra, ni en sus orígenes ni en
sus efectos. Está rodeada de intereses políticos, económicos y militares y genera redes
de distintos niveles y jerarquías en el orden social, que se entremezclan para adoptarla,
cambiarla, sufrirla, modificarla, asumirla, venderla o comprarla, pero que viven a ex-
pensas de sus flujos y de sus interacciones.
Diversas preguntas flotan entonces, alrededor de las tecnologías en general: ¿Cómo
se originan? ¿Quiénes y en qué contextos las aplican? ¿Qué efectos producen en el
ámbito ecosistémico? ¿Cómo transforman el orden político, social o económico? ¿Qué
consecuencias futuras generan en los órdenes mencionados? ¿En dónde, quiénes y
bajo qué premisas las adoptan? ¿Qué tan apropiadas resultan para determinadas con-
diciones culturales y ecosistémicas? ¿Cómo se estudian los escenarios prospectivos del
desarrollo tecnológico? ¿Qué compromisos y responsabilidades éticas se derivan de su
uso? ¿Qué normas les acompañan?. En unas pocas palabras… ¿Cómo se transforman
las sociedades humanas al influjo de las tecnologías?
Cuando estas preguntas se trasladan al plano agrario, toma mucho significado el
análisis complejo de las distintas tecnologías que se emplean en las sociedades moder-
nas para aumentar la productividad de la tierra. Iniciando solamente por esta simple
cuestión… ¿Las tecnologías agrarias solamente deben crearse para aumentar la pro-
ductividad y la competitividad del sector o existen otras cualidades o funciones que
deban incluirse para ampliar y diversificar tales objetivos?... el debate se amplía de
manera significativa.
En efecto. A la luz solamente de los cambios climáticos (puesto que la sociedad
todavía no toma en consideración los cambios culturales que generan los sistemas

182
agrarios), la pregunta anterior se responde con un contundente No! Las tecnologías
agrarias no deben supeditarse solamente a los paradigmas de la competitividad o la
productividad, sino que deben incluir otras múltiples funciones de los agroecosistemas
que beneficien a las sociedades rurales y urbanas nacionales.
Lo anterior, porque la sociedad moderna entronizó tales ideas, derivadas de la per-
cepción general del progreso, en una sola cápsula, entregada sin dolor por el presiden-
te Truman, en su “discurso del estado de la nación” ante el congreso de los Estados
Unidos en 1948: la idea del desarrollo, como carrera hacia adelante, como proceso acu-
mulativo, como meta única de los seres humanos. La contraparte de este paradigma,
el “desarrollo sostenible”, canonizado por el informe Brundlant de 1986, no modificó el
dogma central del desarrollo capitalista, pero lo tiñó con ideales verdes, que lo hicieron
aceptable tanto para los optimistas tecnológicos como para los críticos que deseaban
una propuesta diferente. En el fondo, la idea del desarrollo sostenible tampoco se quita
de encima el peso ideológico de la ganancia como motor primordial y objetivo primero
de la sociedad.
De allí que no sea solamente el “desarrollo” y su alter ego universal “el desarrollo
económico”, el único o el último objetivo del acto agrario. Muchos autores cuestionan
profundamente esta estrecha idea de vincular el desarrollo solamente a sus connota-
ciones de acumulación de capital y de ganancias económicas y prefieren hablar mejor
del concepto de la “sostenibilidad ambiental de la sociedad”, como una forma de incluir
aquellos otros referentes de valor que le dan sentido a la acción agraria en su conjunto
(León, 2008).
Este concepto de la sostenibilidad ambiental de la sociedad, plantea nuevos pro-
pósitos del devenir humano, no ya regidos solamente por el trono de la acumulación
de riquezas, sino por la asamblea de otras preocupaciones diferentes y de mayor valor
social. Propósitos altruistas como la equidad en el acceso y distribución de insumos y
excedentes, la calidad de los productos para garantizar la salud de toda la población,
la educación como factor esencial del bienestar, la aparición de valores diferentes al
progreso material, la conservación de recursos naturales como la base sine quanum
de la prosperidad general o la solidaridad para con las generaciones futuras, entran,
de esta manera, al conjunto de objetivos de la sociedad. Por lo tanto, este concepto
amplio le abre la puerta a otras discusiones, entre ellas a los efectos culturales de las
tecnologías agrarias.
Y de allí a discutir los modelos agrarios, solo hay un paso, puesto que, más allá de las
clasificaciones generalistas de los modelos de agricultura que realizan los economistas
(y que hablan de modelos de apertura, neoliberal o de sustitución de importaciones),
la literatura mundial está de acuerdo en señalar que existe un modelo de agricultura
de orden tecnológico, dominado por la visión utilitarista y pragmática de acumulación
capitalista, que se basó en la tríada química-híbridos-mecanización y cuyo único arre-
glo viable de cultivo es, justamente, el monocultivo, con pretensiones últimas de redu-
cirlo aún más a monocultivos transgénicos. El modelo, denominado genéricamente de
“Revolución Verde” (RV), se implantó masivamente en el mundo, gracias a estrategias
combinadas de investigación y transferencia de tecnología, éxitos en la producción,
monopolios de procesos, divulgación publicitaria, políticas públicas favorables, fusión

183
de multinacionales y masificación del consumo. Dado que la agricultura permea por
completo al conjunto de las agrupaciones humadas, este modelo RV, erróneamente
adosado solamente al sector agropecuario, se constituye en sí mismo, en un modelo
ligado no solo a la tecnociencia, sino al comercio, al transporte, al consumo, a la educa-
ción, a la política, en una palabra, al devenir general de la sociedad.
Tal modelo, sin embargo, no cuenta ni internaliza las externalidades que genera.
Tampoco se preocupa por sus efectos en los ecosistemas o en sus compartimientos,
no le interesa la salud de los consumidores ni la preservación de la vida ni tampoco
advierte la polarización de las sociedades ni los desequilibrios sociales y económicos
que deja a su paso. El modelo y sus promotores solamente se interrogan parcialmente
cuando la naturaleza misma le impone límites (lo que el profesor Augusto Angel de-
nominó “la némesis de la naturaleza”) o cuando algunas naciones consideran que sus
efectos rebasan, tanto las normas de la decencia, las exigencias de equidad social, las
demandas sociales de seguridad o soberanía alimentaria, como los límites permisibles
de asimilación de desechos o de contaminación de recursos, fenómenos complejos e
interrelacionados que se expresan, en el plano cultural, bien sea por la pobreza rural, la
exclusión social o la corrupción política y en el plano ecosistémico por la reducción de
la biodiversidad o la emisión de partículas y sustancias químicas venenosas al entorno
biofísico, entre muchos otros efectos.
Y es en este punto en donde se encuentra el modelo RV con sus impactos ambien-
tales, en un círculo del cual difícilmente podrá escapar.
En efecto, entre mayor sea la persistencia de monocultivos, monovariedades o mo-
noeventos transgénicos con los cuales se aspire a reacomodar los balances de poder
mundial sobre la producción agraria, mayores serán los obstáculos que deba enfrentar
el modelo RV y no solamente en el plano ecosistémico. Las resistencias culturales son
cada día más amplias y de mayor peso político. La sociedad comprende cada vez con
mayor claridad y en círculos cada vez mayores, que los efectos ambientales, incluido
el cambio climático, son producto de los circuitos culturales de intereses económicos y
de acceso al poder, de relaciones sociales inequitativas, de las ideologías absolutistas y
de los mecanismos tecnocientíficos imbricados en el entramado comercial, entre otros
factores, que caracterizan este modelo RV y sus expresiones contemporáneas de tipo
transgénico.

Culturas adaptadas
No obstante, la historia, al igual que designa los fracasos culturales que originaron la
desaparición de pueblos enteros, también señala la manera en que muchas culturas
antiguas y contemporáneas manejaron y manejan sus agroecosistemas, de tal manera
que se sobrepusieron a las adversidades climáticas. Ejemplo de los antiguas culturas
con procesos adaptativos exitosos frente a las variaciones climáticas y a las inundacio-
nes fueron los Zenúes en el norte de Colombia y de las actuales, los afrodescendientes
colombianos del Pacífico.
El caso de la cultura Zenú y el manejo de las inundaciones está bien documentado
(Drexler, 2002; Jaramillo y Turbay, 2000; Ministerio de Cultura, 2010; Plazas y Falchetti,
1986; Serpa, 2000): en la costa noroccidental de Colombia, entre los ríos Sinú y San

184
Jorge existen evidencias arqueológicas de poblaciones antiguas, que se dedicaron ini-
cialmente a la cacería, la pesca y la orfebrería y que posteriormente adoptaron la agri-
cultura, a través de un manejo cultural del agua. Posiblemente hacia el año 200 antes
de Cristo y hasta el siglo XII de nuestra era, surgió en la zona una sociedad hidráulica
que construyó un extenso sistema de canales de drenaje, controló las inundaciones y
adecuó zonas para viviendas y cultivos, alcanzando a constituir tres reinos, Pancenú,
Fincenú y Cenofana, que fueron saqueados y aniquilados en el siglo XVI por el conquis-
tador Pedro de Heredia.
Los canales Zenúes ocupaban entre 500.000 y 600.000 hectáreas y se construían en
distancias cortas, de unos 10 metros de separación, que permitían evacuar las aguas
de terrenos esencialmente arcillosos. Los canales fueron construidos a lo largo de los
caños Cerate, San Matías, Rabón y Pansegüita, ejes del sistema de drenaje, siguien-
do patrones recurrentes que se integraban hasta conformar la totalidad del sistema
hidráulico. Existen huellas de canales como camellones cortos, de 30 a 70 metros de
largo, que conformaban un sistema irregular de gran eficacia para controlar el agua
en grandes extensiones. Algunos canales frenaban el agua aumentando el depósito
de sedimento en las zanjas y mantenían reservas de humedad para el verano (Plazas y
Falchetti, op.cit).
El estudio de estas dos antropólogas señala también que los caños principales eran
utilizados como ejes de sistemas mayores de drenaje compuestos por gran número de
canales perpendiculares que iban desde los diques naturales hasta las zonas cenagosas
más bajas. Su longitud podía variar entre 20 metros y 4 a 5 kilómetros, pero predomi-
naban los de un kilometro. Los canales perpendiculares al curso del agua se adaptaban
a la curva interna de los meandros formando una especie de abanico (canales cortos
que también fueron utilizados en las viviendas como huertas domésticas).
Las autoras, en una aproximación tentativa a la densidad poblacional para la época,
estimaron alrededor de 2.400 habitantes en 1.500 has, es decir, una densidad aproxi-
mada de 160 habitantes por kilómetro cuadrado. Para 1986, año de la citada publica-
ción, se observaba una densidad de población en la zona no superior a un habitante
por kilómetro cuadrado.
Por supuesto que planear, construir y mantener esta red de canales exigía procesos
altamente sofisticados de organización y cohesión social, que fueron aniquilados por
el conquistador español. En la actualidad, esta es una de las zonas que más sufren con
las inundaciones periódicas en el país y no existen ni siquiera atisbos de intentos por
reconstruir el legado cultural Zenú.
Por su parte, una cultura contemporánea que maneja muy bien las inundaciones
y el clima húmedo ecuatorial, es la afrodescendiente de la zona sur del Chocó Biogeo-
gráfico colombiano. Los raizales cultivan coco, que se maneja como monocultivo en las
zonas sometidas a inundación constante y que antaño fueron naidizales o campos de
cultivo de arroz. Este es un renglón fundamental para la economía regional, establecido
desde hace más de 50 años y que ha resistido por lo menos tres episodios fuertes de
pérdidas causadas por enfermedades (anillo rojo y amarillamiento letal) en 1980, en
1992 y en el 2002. El coco se instala en monocultivos porque el flujo de las mareas, la
inundación periódica y los suelos salinos al parecer no permiten la instalación de nin-

185
gún otro cultivo o de policultivos (las palmas de coco resisten estas condiciones) y hace
parte de una serie de estrategias de vida que han logrado desarrollar los pobladores
de estas áreas.
En efecto, los habitantes locales, que se declaran ellos mismos como agricul-
tores, han desarrollado varias formas de vivir (livelihoods) a partir de la finca, que
cumple varios roles dentro de la organización local. Puede ser entendida como una
“nevera” o como una “despensa” capaz de satisfacer las necesidades de dinero,
farmacia y de alimentación de las comunidades, en armonía con las necesidades de
conservación del entorno. En algunos sectores los propietarios dedican una hectá-
rea al cacao, otra al coco, posiblemente otra a la palma de aceite y en muchos casos
poseen reservas de tierras para maderables o para cultivos transitorios, incluidas las
hortalizas y plantas medicinales. Las fincas también son manejadas con criterios de
seguridad alimentaria en cultivos diversos. La información obtenida por León (2011)
registra áreas con múltiples cultivos de cacao, aguacate, pepa de pan, achiote, san-
día, tomate, fríjol, plátano, coco o yuca en un mismo predio, sin incluir todavía las
plantas medicinales y la utilización de árboles para distintos fines (construcción de
canoas, madera para viviendas...). De este uso diversificado de la tierra, obtienen
alimentos, productos de diverso uso y conservan los bosques para el futuro de sus
hijos. Esta conformación espacial y temporal de su actividad agraria, la complemen-
tan con otras faenas de pesca o de extracción de recursos del bosque, especialmen-
te aquellos pobladores que se distribuyen en asentamientos dispersos a lo largo de
los ríos.
Tal distribución tiene efectos sociales y culturales definidos, puesto que se trata de
labores diversificadas, que requieren habilidades y destrezas diferentes, tanto para la
producción agraria y su correspondiente relación con el mercado, como para las labo-
res complementarias de pesca y extracción de recursos forestales. Pero lo fundamental
para destacar en estas líneas, es que los afrodescendientes del Pacífico colombiano han
conformado una cultura del agua, que les permite adaptarse y transformar con éxito su
entorno. Los pueblos palafíticos, verdaderos laberintos aéreos sobre el agua, expresan
de manera sorprendente esta adaptación cultural exitosa.
Las inundaciones y su contracara, las sequías, indicadores de la variabilidad climá-
tica, han existido en todas las épocas de la humanidad. En particular, Colombia debe
afrontar períodos de mayores o menores lluvias año tras año, en un proceso que dura
ya varias centurias.
En algunos biomas o ecosistemas regidos por condiciones climáticas generales,
la dupla sequía – inundación es un atributo inherente a su propia naturaleza. Los
Llanos Orientales de Colombia, región conocida como la Orinoquia, posee sabanas
naturales extensas de tipo estacional, condicionadas por un período fuerte de dis-
minución de lluvias que contrasta con una época, en ocasiones prolongada, de ex-
cesos de pluviosidad (condición monomodal). La fauna, la flora y los suelos de esta
región natural, expresan y se adaptan a tales variaciones, que en muchas ocasiones
son drásticas. Lo mismo ocurre con los habitantes nativos de la Orinoquia, que han
desarrollado prácticas de manejo del entorno que les permite sobrevivir a estas
condiciones extremas.

186
Culturas no adaptadas
Pero muchas comunidades andinas campesinas y productores agroempresariales, que
heredaron el bagaje ideológico y las prácticas materiales de la RV, no están adaptadas a
tales circunstancias y generan continuos efectos degradativos sobre coberturas vegeta-
les, suelos y aguas que a la postre propician y aceleran los fenómenos de desequilibrio
hídrico, erosión acelerada, movimientos en masa e inundaciones en las zonas bajas,
receptoras de las acciones antrópicas en las montañas altas.
Parte de esta tragedia, es que Colombia no cuenta con estadísticas adecuadas para
cuantificar estos procesos. Por ejemplo, se estima que la erosión podría afectar el 60
– 70% de los suelos agrícolas, pero los datos suministrados por las agencias estata-
les son cualitativos y difieren mucho entre sí: mientras el Instituto de Meteorología y
Adecuación de Tierras reportaba que en el año 2001 el país tenía cerca del 25% de sus
tierras con procesos erosivos severos o muy severos, el Instituto Geográfico Agustín
Codazzi reportaba para esa misma época solamente alrededor del 4% con estos grados
de erosión (León, 2007).
Es en este contexto complejo del modelo dominante de agricultura (RV) en donde
debería analizarse la degradación de tierras del país y de los fenómenos asociados de
inundaciones y movimientos en masa, para entender que ellos se suscitan igual por
procesos sociales (precariedad en la tenencia de la tierra, bajos niveles de educación,
corrupción administrativa), como por situaciones de orden económico (ingresos, inter-
mediarios), políticos (institucionalidad débil, normativas no adecuadas) o tecnológicos
(maquinaria no adaptada a las zonas ecuatoriales).
El análisis ambiental de la degradación de tierras y de los desequilibrios hídricos
exige entender que estos fenómenos, que se expresan en términos biofísicos o eco-
sistémicos, están mediados en su origen por factores culturales, los cuales, a su vez,
son de distinta índole: los suelos puede erosionarse debido tanto a condiciones de mi-
nifundio como de latifundio, salinizarse como resultado de presiones políticas, perder
su fertilidad a consecuencia de acciones comerciales de diferentes agentes o tornarse
inestables y moverse en masa porque se han sobreexplotado, procesos todos envuel-
tos en el paradigma RV dominante.
La erosión, por su parte, no se relaciona solamente con las pérdidas físicas del re-
curso (que implican, por un lado, pérdidas de biodiversidad edáfica o de nutrientes y
por otro la disminución de capacidades de retención de agua), sino también con las
pérdidas de productividad, de relaciones sociales, del valor de la tierra y de los paisajes
o de los seres humanos que abandonan el terruño. Se produce a veces por ignorancia
(la erosión en suelos planos solamente refleja el descuido de los propietarios en ma-
terias básicas de conocimiento de suelos), por ausencia de instituciones fuertes, pre-
siones demográficas altas y en aumento o por medio de los sistemas productivos que
anteponen la racionalidad económica a cualquier otra consideración.
De otra parte, la percepción misma del fenómeno erosivo es diferencial entre los
miembros de la sociedad, habida cuenta que es un fenómeno esencialmente lento.
Una cosa es la percepción del campesino atento a sus surcos y otra es la percepción
que poseen los productores agropecuarios que gerencias sus fincas a través de geren-
tes intermediarios y aún más diferente y alejada es la conciencia que sobre el fenó-

187
meno erosivo en particular o sobre la degradación de las tierras en general, poseen
los académicos, los decisores políticos o los consumidores urbanos. Por supuesto que
tales diferencias inciden sustancialmente en las propuestas y acciones de educación,
evaluación o monitoreo de la erosión de las tierras.
Evaluar o monitorear la erosión de suelos o cualquiera de los demás procesos de-
gradativos de las tierras y de los desequilibrios hídricos achacados al cambio climático
(inundaciones, sequías), alcanza parte de su significado cuando la sociedad pregunta
sobre el valor de tales fenómenos…¿Cuánto cuesta la erosión de suelos o la pérdida
de fertilidad o la compactación o la salinidad… cuánto dinero público se debe des-
embolsar para enfrentar los estragos de las inundaciones…? son cuestiones diferentes
que requieren procedimientos y metodologías distintas, pero que a la postre tienen,
por lo menos, una característica común: es difícil saberlo. En efecto, muchos de estos
fenómenos son inconmensurables y se estiman o miden por metodologías indirectas
ligadas a la renta del suelo, a su propiedad, a cambios en productividad o a sus costos
de restauración, pero en general se trata de métodos que dejan por fuera el valor eco-
sistémico de la tierra y muchos de sus atributos culturales.
Las breves reflexiones anteriores llevan a preguntarse sobre cómo está preparada
la nación colombiana para afrontar los retos que supone establecer políticas, planes,
programas y proyectos de conservación y uso sostenible del recurso tierra y de los re-
cursos asociados de agua y biodiversidad. No es arriesgado aventurar la hipótesis que
el recurso suelo, el cambio climático o el control de inundaciones no tiene prioridad
alguna en las políticas estatales (por lo menos no hasta los años 2010 – 2011 que gene-
raron las peores épocas de inundaciones y movimientos en masa en el país), cuyos ges-
tores no ven cómo podría producir dividendos electorales de corto plazo la inversión
en programas de largo aliento dirigidos a utilizar adecuadamente estos recursos. Aquí,
el autor llama la atención sobre la necesidad de no fracturar las políticas sectoriales
agropecuarias en leyes para determinados subsectores o parcelas (ley del agua, ley de
suelos, ley forestal), sino de mantener la unidad sobre políticas agrarias que privilegien,
por ejemplo, la agricultura ecológica o las agriculturas alternativas en general.
Otras preguntas en este sentido se dirigen a establecer la capacidad de los grupos
de investigación tanto en la calidad y niveles de producción científica, como en sus co-
nexiones con agricultores y decisores políticos, es decir, su pertinencia social.
No bastaría con realizar excelentes estudios de seguimiento y monitoreo a la ero-
sión, a la degradación de tierras o a los efectos de las inundaciones y las sequías, si ellos
no se enlazan con el quehacer campesino o con la decisión política. El deber ser de los
académicos es el de proponer escuelas de pensamiento que coloquen a los recursos
naturales, dentro de las problemáticas agrarias contemporáneas, como un factor deci-
sivo de la sustentabilidad de las sociedades rurales y, por ende, de la sociedad nacional
en su conjunto. Hay que ir más allá de los mapas temáticos y crear grupos interinstitu-
cionales e interdisciplinarios permanentes que, constituidos en Observatorios Ambien-
tales, le muestren al país qué tan acertado o qué tan equivocado es su camino agrario,
sus modelos de agricultura.
Indudablemente que las soluciones pasan por modificar los sistemas de producción
en las altas montañas andinas y redirigirlas hacia los sistemas de agricultura ecológica,

188
pero el Estado colombiano está pensando más en construir diques y en reforzar talu-
des con obras de ingeniería muy costosas, para enfrentar la próxima ola de intensas
lluvias (que serán recurrentes y cada vez mayores), que en planear a corto, mediano
y largo plazo la reconversión productiva del sector, situación que revela la poca o nula
comprensión política del asunto y la incapacidad de la sociedad para cuestionarse y
reaccionar adecuadamente ante tales fenómenos, lo que se podría considerar como
una baja resiliencia cultural colombiana.

La resiliencia también y principalmente, es cultural


La resiliencia, término prestado de la ecología, es la capacidad de cualquier sistema
para resistir y recuperarse luego de una perturbación o para retornar a las condiciones
previas a esa perturbación. También se define como los procesos a través de los cuales
los sistemas persisten frente a perturbaciones y cambios.
La idea principal que subyace en esta aproximación, es la de la asimilación biofísica
o la del retorno ecosistémico a las condiciones originales o previas del sistema, cuando
aún no se presentaba el disturbio. Para evitar discusiones aburridas y sin sentido prác-
tico ni epistemológico, se acepta desde ya que ningún sistema puede volver a lo que
fue, porque eso que pasó, complejo y total y sólido en un momento dado del tiempo
histórico, sencillamente ya no existe ni se podrá reconstruir de la misma manera, en el
presente. “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. Pero por fuera de esta discusión
bizantina, se puede aceptar que la concepción biofísica o incluso ecosistémica, es la
que gravita con mayor fuerza en el concepto de resiliencia.
Sin embargo, en el caso de los agroecosistemas, esta aproximación meramente bio-
física o ecosistémica, pierde fuerza y le da cabida a otros tipos de procesos y fuerzas,
emanadas, precisamente, de la misma naturaleza antrópica del agroecosistema.
En teoría se puede afirmar que la máxima resiliencia posible de un agroecosistema
es tornar al ecosistema original, dado que los agroecosistemas ya son, por sí mismos,
perturbaciones de las condiciones ecosistémicas de partida. Los agroecosistemas, sin
la acción permanente de los seres humanos, tenderían, en efecto, al equilibrio ecosis-
témico, luego de varias etapas sucesionales.
No obstante, la intervención tecnológica de los grupos humanos, mediada por la
cultura y expresada bien sea en el arreglo espacial y temporal de cultivos, en el uso de
determinados insumos, en la aplicación de plaguicidas o en la utilización de tractores,
implementos, herramientas y equipos, representa las posibilidades de un agroecosis-
tema a volverse más o menos resiliente. Es en este sentido en el que se afirma que la
resiliencia también es cultural.
En función de otros factores como los sistemas de manejo, su posición geo-
gráfica, los tipos de producción o su estructura agroecológica principal (EAP), los
agroecosistemas serán más o menos resilientes ante determinados factores o fuer-
zas perturbadoras externas, que en el campo biofísico pueden ser cambios ines-
perados en los caudales de ríos y quebradas, sequías prolongadas, inundaciones
fuertes o heladas repentinas pero que además, en el plano cultural, pueden ser
de otro tipo (decisiones de política, normativas nuevas, planes de ordenamiento,
especulaciones financieras). Y al igual que las fuerzas perturbadoras, las respuestas

189
de los agroecosistemas o su resiliencia, también incluyen o son direccionadas por
fuerzas culturales.
No se trata, en todo caso, de la misma resiliencia que caracteriza a los ecosistemas
poco intervenidos terrestres o acuáticos y que es estudiada por los especialistas en
términos, justamente, de recuperación ecosistémica, puesto que la resiliencia de los
agroecosistemas está mediada por distintos e importantes factores culturales como la
educación, el poder económico y político o el acceso a determinadas tecnologías. ¿Qué
significa el recuperarse, por ejemplo, de afectaciones en los agroecosistemas produci-
dos por cambios en las tasas de interés o luego de una determinada decisión de política
comercial?
En otros términos, es posible sugerir que el agroecosistema, en su concepción
meramente biofísica o ecosistémica no es únicamente el objeto que se vuelve o no
resiliente. El que hace que la finca o los sistemas de cultivo tornen a sus condiciones
iniciales, luego de un factor tensionante o de un evento extremo, es el productor
agrario, el individuo o la comunidad de propietarios, a través, por ejemplo, de haber
establecido barreras vivas, de instaurar policultivos en lugar de monocultivos, de no
usar plaguicidas que afectan las cadenas de seres útiles, de cubrir permanentemen-
te el suelo, de atrasar o adelantar los calendarios de siembra…en fin. Quizás fuese
mejor hablar de la resiliencia de los agricultores que de los agroecosistemas, puesto
que de ellos depende, en sumo grado, la recuperación biofísica de los agroecosis-
temas.
Esta idea no niega, por supuesto, que el agroecosistema tenga atributos biofísi-
cos (grado, tipo y cualidades de exposición de las pendientes, susceptibilidad natural a
inundaciones o no, afloramientos rocosos, coberturas vegetales permanentes, suelos
superficiales o profundos) que le hagan más o menos resiliente en términos biofísicos.
Lo que se desea destacar, es que muchos de tales fenómenos pueden ser modificados
culturalmente.
Por ejemplo, es posible que una finca ecológica (agroecosistema mayor ecológi-
co) resista mejor un fenómeno de intensas lluvias que uno convencional, porque su
propietario, a la vez que desarrolla policultivos y posee una muy fuerte EAP, tiene una
familia que le ayuda en todas las labores del campo, posee plantas útiles medicinales
y comestibles (soberanía alimentaria) y además hace parte de una red de agriculto-
res que trabaja con una ONG que le ha suministrado información y apoyo en temas
agroecológicos y de prevención de desastres. A su vez, en este caso hipotético, la
finca convencional vecina no es manejada por su dueño, sino que ha sido alquilada
a un negociante, que ha instalado monocultivos transitorios, no vive en la finca y no
hace parte de ninguna red cooperativa o de solidaridad. El peso cultural del uno lo
hace más resiliente que el otro.
En función de las variaciones climáticas locales, pueden presentarse desde largos
períodos de lluvia o sequía de intensidad moderada, alta o extrema hasta fenómenos
cortos, instantáneos e inesperados de heladas, tornados, ciclones o huracanes. Pre-
sencia de plagas o enfermedades nuevas, resurgimiento de vectores desaparecidos o
erradicados anteriormente, pérdida de bancadas, movimientos en masa, erosión acen-
tuada, incremento de arvenses, pérdida de efectividad de controles anteriores o cam-

190
bios en épocas de aparición de determinados insectos, son algunos efectos directos e
indirectos de la variabilidad climática.
Ante tales fenómenos y efectos y teniendo en cuenta la discusión anterior sobre la
complejidad ambiental de los agroecosistemas, deben existir algunos de ellos que res-
pondan de manera diferencial a la variabilidad o al cambio climático y en este sentido
son varios los investigadores que demuestran la superioridad de los sistemas diversifi-
cados sobre aquellos otros de estructura agroecológica más simple.
En algunos casos extremos (avalanchas, derrumbes masivos), es posible que el sis-
tema o el estilo de producción (ecológico, convencional) no genere respuestas signifi-
cativas en su resiliencia, pero en otros muchos casos (incluyendo eventos extremos de
huracanes), ello si es posible.
Tales diferencias posibles reposan en la diversidad agropecuaria (agrobiodiversi-
dad) del sistema y, por supuesto, en quien ha planeado, dirigido e implementado el
sistema, en medio de la constelación de circunstancias culturales que le ha correspon-
dido enfrentar y solucionar.
Ahora bien, las estrategias de los agricultores para enfrentar tales cambios, son
diversas y tienen que ver con el arreglo y manejo de sus agroecosistemas mayores
(estructura agroecológica principal fuertemente desarrollada), incluyendo prácticas
de siembras a lo largo de la pendiente, uso de abonos orgánicos, construcción de
canales y reservorios de agua, policultivos en distintas configuraciones, cortinas rom-
pevientos, conectores internos y externos diversificados, densos y en varios estratos,
riego por goteo, coberturas vivas y muertas, siembras oportunas, colecta de plantas
silvestres y uso de plantas de porte bajo, prácticas que han sido documentadas por
diferentes autores (Machín et al., 2011; Vásquez, 2011; Altieri y Nicholls, 2009; Altieri
et al., 2011).
Con este conjunto de prácticas y otras desarrolladas en distintas condiciones eco-
sistémicas por diferentes grupos culturales, los agricultores tornan resilientes sus
campos de cultivo, logrando resistir cambios inesperados o tornar a condiciones
de producción estables cuando los fenómenos han ocurrido. Como afirman Altieri
y Koohafkan, 2008: “...El hecho de que muchos campesinos comúnmente basen su
producción en los policultivos y/o en sistemas agroforestales, señala la necesidad de
volver a evaluar la tecnología indígena como fuente de información clave acerca de
la capacidad de adaptación, particularmente centrada en su capacidad selectiva, ex-
perimental y de resiliencia frente al cambio climático. Comprender las características
agroecológicas de los agroecosistemas tradicionales, puede ser la base para el diseño
de sistemas agrícolas resilientes…” .
Al párrafo anterior el autor le agregaría que la clave reside también en comprender
las lógicas culturales de adaptación climática, en especial las relaciones sociales de los
agricultores entre ellos y con la institucionalidad, su posición frente al poder político
local, el acceso a distintas tecnologías de conservación, su capacidad económica, las
características del núcleo familiar, la estructura local de la propiedad de la tierra, sus
conocimientos y capacidades sobre agroecología y prevención de desastres, entre mu-
chos otros determinantes culturales.

191
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192
Los intangibles ambientales, el cambio climático
y la agricultura latinoamericana
Walter A. Pengue

La economía mundial está proponiendo una resignificación de la importancia del valor


de varios servicios ambientales. Muchos de ellos que previamente no eran considera-
dos en sus balances de ganancias. Respecto de las pérdidas, prácticamente la cuestión
nunca había sido visto o tenida en cuenta, a excepción de la búsqueda de incorpora-
ción de externalidades (daños producidos por impactos ambientales o sociales) en sus
cuentas de costos.
Luego de Río+20 asistimos, entre otras tantas cuestiones, a un creciente esfuerzo
del mundo económico ambiental, por incorporar en términos meramente economicis-
tas, el valor de varios de los servicios ambientales (los que interesan solamente para la
cotización en los mercados, pero no lamentablemente todos) Un error grosero, tanto
en el cálculo como en la forma de validación crematística que nos ha llevado a enfren-
tar la peor crisis de civilización desde la última glaciación.
Si bien para algunas cuestiones relevantes, como las discusiones por el Cambio Cli-
mático Global, el tema parece ser importante, y ahí la discusión sobre los gases de efec-
to invernadero asociados a las emisiones por el uso de combustibles fósiles se pone
sobre el tablero, más importante aún, es asegurar y preservar bajo los mejores usos,
aquellos servicios y prestaciones de la naturaleza, particularmente los relacionados en
forma directa con la producción de los alimentos.
El mundo puede vivir sin petróleo. Cambiará su eje civilizatorio por caso. Pero lo
que no puede hacer es vivir sin comida.
Hoy en día, sea por su escasez relativa, por su relevancia necesaria para una deter-
minada producción o justamente por la degradación a la que los estamos sometiendo,
varios recursos naturales y servicios ambientales comienzan a tener un nuevo signifi-
cado. Mucho se ha dicho y escrito ya sobre la teoría de la renta desde hace más de un
siglo, y del valor que la distancia o la calidad de un recurso tenía sobre el precio de un
determinado bien.
Actualmente, merced a la limitación relativa que el mundo comienza a enfrentar
con respecto a determinados recursos naturales y servicios ambientales, una neorenta
ambiental comienza a discutirse y poner en valor, un valor total no sólo crematístico
desde varias esferas del conocimiento.
En las discusiones de metabolismo social, tan bien desarrolladas por Víctor Manuel Tole-
do (2008) o por Marina Fischer-Kowalski (1999, 2007, 2011) hemos visto que incorpora-
mos el flujo vinculado a energía y materiales involucrados en los procesos de extracción,
transformación, intercambio, consumo y disposición final. A ello es importante agregar
el pensar y preguntarnos, ´¿qué está sucediendo con “la base de esos recursos”?.

Dr .Ing. Agr. GEPAMA, Universidad de Buenos Aires. Área de Ecología, Universidad Nacional de General Sarmiento /
wapengue@ungs.edu.ar

193
Uno de estos recursos de base es el suelo. Pero no el suelo visto como soporte para
la producción. Sino como sustrato y elemento vivo que permite nutrir a las plantas. Y
esta nutrición se realiza merced a la extracción desde ese suelo de los nutrientes del
mismo.
En los sistemas naturales y en aquellos impulsados por los modelos agroecológicos
que siguen estos procesos, se intenta de la mejor manera posible, emular a estos ciclos
de los nutrientes. Evitando “pérdidas” o fugas de estos vitales elementos. Pero cuando
el proceso del gigantismo agrícola mueve millones de toneladas de materiales desde
una parte a la otra del mundo, son otras las escalas que se manejan.
Cuando movemos minerales de una parte del mundo al otro, contabilizamos su
peso, la masa que movemos y tal y esto ya comenzamos a calcularlo y evaluarlo, ¿pero
que sucede en cambio? con los recursos de base que hemos incorporado a esta trans-
formación o que necesitamos para la misma, pero no “están visibles” en las cuentas de
producción. Por ejemplo, los nutrientes involucrados en los granos que exportamos, o
el agua necesaria para producirlos o para transportar a los millones de toneladas de mi-
nerales, o consumida en la producción del papel o de la misma computadora que UD.
ahora mismo está utilizando para la lectura por uno u otro medio. O qué del espacio
vital, en términos de tierra que se utiliza, en uno u otro lugar del mundo. No es suficien-
te ni demasiado valioso, medir solamente la disponibilidad de tierras a escala global. Si
tampoco no tenemos en cuenta justamente, “el lugar del mundo” donde la misma está
ubicada. No es lo mismo una tierra ubicada en el trópico, en el desierto, en un valle o
en un área templada del planeta. Tampoco su contenido de nutrientes.
La Economía Ecológica (Martinez Alier, 1998, Pengue 2008, 2009) se ocupa de es-
tudiar estos flujos no en términos económicos sino físicos y de balances energéticos y
materiales. Se permite estudiar estas relaciones sociedad-naturaleza haciendo su foco
en un enfoque ecosistémico a través de la medición de flujos de energía, materiales y
de muchos bienes y servicios ambientales inconmensurables, que no pueden “medirse
en dinero” y que en muchos casos ameritan el ampliar los enfoques de análisis justa-
mente a través de lo que se ha dado en llamar métodos multircriteriales.
Esto que es tan necesario pero aún no está calculado en las cuentas de producción
y transformación son los “recursos incorporados” (que no se perciben en los cálculos)
en todos los productos que hoy son comercializados y consumidos mundialmente. La
mochila ecológica (Pengue, 2009) es justamente parte de ello, cuando hablamos de
“mochila de materiales” y esto es medido en kilogramos o toneladas. Los Intangibles
ambientales serán cuando estos recursos, “han quedado atrás” y ya no están incorpo-
rados en el producto (como el agua) o si forman parte de los mismos (como los nutrien-
tes, en el caso de los granos, carnes, maderas), sino que han sido utilizados.
La cuestión se hace más interesante aún, cuando estos productos “salen” de sus
sistemas cíclicos y de procesos e intercambio local, para pasar a formar parte del gran
circuito global de intercambio de mercancías. En el primer caso, un reciclado auténtico,
permite el flujo relativamente circular del agua, la energía o los nutrientes. En el segun-
do, en las escalas que se manejan, esto es mucho más distante, además de entrar en el
juego otros procesos no sólo productivos, ecológicos sino económicos, de consumo y
de nuevas formas de renta por apropiación.

194
Estos recursos tienen un valor. Intrínseco y también económico y para la discusión
de los países en vías de desarrollo el tema debería ser relevante. Toda su agricultura,
pecuaria, forestal, pesquera, se basa en el uso “intensivo” de estos recursos. Las eco-
nomías en vías de desarrollo a diferencia de las economías desarrolladas son intensivas
ecológicamente utilizando estos bienes de la naturaleza, mientras que las economías
desarrolladas, lo hacen pero a través de la intensificación de procesos sintéticos. ¿Si
pagan cuando incorporan un fertilizante sintético a sus cultivos?, ¿Porqué no deberían
pagar, incorporándolo a los precios de los alimentos que les exportamos, cuando son
directamente los nutrientes incorporados y extraídos desde el suelo, los que nutren a
las plantas, los animales o los árboles que se producen?.
Nace así el concepto de Intangible Ambiental (Pengue 2012, Pengue, 2012b). Un
nuevo elemento, imprescindible para garantizar la producción y la comprensión por
los límites necesarios a la sustentabilidad de los productos primarios que la econo-
mía global demanda y por los que aún no paga, valora o siquiera reconoce adecua-
damente.
La economía ecológica propone evaluar estos intangibles de manera integral, don-
de la componente crematística (monetaria) es sólo uno más de la multidimensionali-
dad del valor que los recursos utilizados (suelo virtual, agua virtual) implican. Cuando
particularmente luego de Río+20 una de las premisas que se quiere incorporar tiene
relación con la propuesta de la economía verde, que sólo propone poner precio a mu-
chos de los bienes y servicios ambientales de la naturaleza, la cuestión se hace aún más
relevante. La economía ecológica no es economía verde. Existen un sinnúmero de dife-
rencias sustanciales entre ambas propuestas que es muy necesario discernir para evi-
tar confusiones entre ambas propuestas. Por otra parte, particularmente considerando
a la agricultura industrial, que no se hace cargo de la sobreexplotación de los recursos,
está sí necesariamente, debería reconocer en ellos el valor y pagar por los recursos
que sobreexplota. Valores altos de los recursos involucrados, que sólo incorporen en
la realidad el reconocimiento por su uso, pueden contribuir a reordenar parte de los
balances que hoy el gigantismo agrícola pretende no reconocer.
La economía convencional, o economía marrón, ciertamente ha seguido un históri-
co proceso contaminante. Esto está reconocido y básicamente lo que se viene haciendo
es intentar cambiar, revertir o construir nuevos escenarios que mejoren la perfomance
del sistema económico, utilicen de mejor manera los recursos y brinden a su vez un
mayor beneficio económico a quienes lo promuevan de esta forma.
En el último quinquenio, la idea de la economía verde ha dejado el reducto de la
economía ambiental para ser apropiado como una oportunidad de negocios en el dis-
curso político dominante. Hoy en día el concepto ingresa en el vocabulario de los Jefes
de Estado y Ministros de Economía, aparece en las comunicaciones del G20 y se debate
en el contexto de Río+20 y la erradicación de la pobreza (Pengue, 2012).
Por el contrario, la economía ecológica se diferencia y distancia claramente tanto
de la propuesta de la economía ambiental como de la economía verde (que son prácti-
camente lo mismo), superando el actual fetichismo económico para hurgar en un enfo-
que integral, holístico, con una visión de sistema que le aporta claramente la ecología,
bajo el paraguas de una nueva racionalidad ambiental (tabla 1).

195
196
Tabla 1. La economía convencional, la ecología convencional, la economía verde y la economía ecológica. Posiciones frente a diferentes temáticas.

Economía convencional Ecología convencional Economía Verde Economía ecológica


Visión del Mecánico, estático y ato-
Evolucionario y atomístico. Mecánico, estático y atomístico. Dinámica sistemática y evolucionaria.
mundo místico.
Dimensión Escala múltiple. Desde días
Corto plazo. Corto plazo. Escala múltiple. Desde días hasta eones.
temporal hasta eones.
Dimensión Desde lo local a lo inter-
Desde lo local a lo regional. Desde lo local a lo internacional. Desde lo local a lo global.
espacial nacional.
Especie
Especie humana. Sólo las no humanas. Especie humana. Los ecosistemas.
considerada
Objetivo básico Crecimiento de la econo- Crecimiento de la economía. Reinversión Sostenibilidad económico ecológica. De-
Supervivencia de las especies.
a nivel macro mía. del PBI y construcción de un PBI verde. crecimiento o economía estacionaria.
Maximización del benefi-
Objetivo básico Conservación de especies o de ecosiste-
cio (empresas) o utilidad Máximo éxito reproductivo. Sostenibilidad económico ecológica.
a nivel micro mas. Beneficios Económicos.
(individuos).
Hipótesis sobre Muy optimista. Sin opinión o escaso compro- Prudencia. Abordaje desde la incertidum-
Muy optimista. Eficiencia en el uso de los
el progreso La tecnología como solu- miso (Ej.: caso de las biotec- bre. Tecnopatogías. La tecnología como
recursos. Desacoplamiento.
tecnológico ción. nologías, nanotecnologías). ilusión.
Disciplinar.
Disciplinar. Centrado en los instrumen-
Estatus acadé- Centrado en la utilización Disciplinar. Centrado en las Transdisciplinar. Pluralista, basado en el
tos. Sistemas monocriteriales de resolu-
mico de instrumentos mate- técnicas y los instrumentos. análisis integral del problema.
ción. Enfoque económico.
máticos.
Monocriteriales, basados en
Métodos de Monocriteriales, basados Multicriteriales. Utiliza múltiples lengua-
el dinero. Sigue las recomen- Monocriteriales. Basados en el dinero.
valoración en el dinero. jes de valoración.
daciones del economista.
No los utiliza. Incorporará nuevos indi-
cadores (huella ecológica, huella hídrica, Utiliza indicadores biofísicos para revisar
Indicadores
No los utiliza. Los utiliza. huella de carbono, agua virtual, suelo el estado del ecosistema. Estudios de me-
físicos
virtual nutrientes, energía en materiales tabolismo social.
(embodied materials).

Continúa.
Continuación de la tabla 1.
Economía convencional Ecología convencional Economía Verde Economía ecológica
Relaciones No las tiene. Desconoce
Estudia el entorno aislada- Reconoce el entorno y lo valora econó- Busca y analiza las relaciones entre los sis-
con el entorno las funciones del entor-
mente del medio social. micamente. temas económico y ecológico.
natural no.
Estático. Basado en mé- Enfoque dinámico, “inmortal” y multige-
Análisis del todos mecánicos de Aplica la teoría de análisis de Enfoque dinámico, sobre el sistema estu- neracional (Georgescu-Roegen): maximiza
sistema maximización de la utili- sistemas. diado solamente. la felicidad de la humanidad presente y
dad individual presente. futura.
Los aborda como objeto de
Limitada. Advierte sobre los riesgos de
Sobre la base estudio. No hay compromiso
Ilimitada. Limitada. Pero propone sustituciones. desaparición de ecosistemas y pérdidas
de recursos con su integración al sistema
de servicios ambientales.
humano.
Principal Cálculo de costos y bene-
Cálculo de costos y beneficios, integran- Sistemas multicriteriales de análisis. Teo-
mecanismo ficios según las preferen- Teoría de sistemas.
do las externalidades. ría de sistemas
de análisis cias subjetivas.
Sostenibilidad débil. Ca- Sostenibilidad débil. Conservación. Ca-
Sostenibilidad fuerte. No existe sustitu-
Tipos de pital natural se puede Sostenibilidad fuerte. pital natural se puede transformar en
ción. No es lo mismo. Segundo principio
sostenibilidad transformar a capital he- Conservación. capital hecho por los humanos. Aprove-
de la termodinámica.
cho por los humanos. chamiento económico.
Compromiso entre las tasas de interés
Tasas bajas, similares o iguales a las tasas
y de descuento. Tasas altas, degradan
de reposición o de renovabilidad de la na-
Bajas. Se rigen por los meca- el recurso. Tasas bajas con más “conser-
Tasas de Altas. Maximización del turaleza. Bajo los preceptos de la Ecología
nismos de reproducción de la vacionistas”. Sostenido en la reinversión
descuento interés financiero. Productiva. No extraer más del ecosistema
naturaleza. de capitales financieros especulativos en
de lo que el ecosistema puede dar, sin co-
capitales verdes. Reorientación de las in-
lapsar.
versiones.
Los reconoce, en términos de su valor de
Los reconoce, pero vincula-
mercado. Pretende incorporarlos a siste-
dos al medio naturales y la Reconoce el alto valor de su existencia,
Servicios mas de mercado para su venta. Ej: Bonos
No los reconoce. integración con el ecosistema. tanto a la especie humana como a las
ambientales de carbono. Venta de la biodiversidad.
No aborda los impactos a hu- otras especies.
Pago por servicios ambientales. REDD y
manos.
otros.
Continúa.

197
198
Continuación de la tabla 1.

Economía convencional Ecología convencional Economía Verde Economía ecológica


Pretende resolverlo des- Crea el concepto de deuda ecológica, para
Posición No hay compromiso. Tampo-
de el crecimiento y el Promueve el reconocimiento de servi- el reconocimiento de la insostenibilidad
frente a co estudios sobre los impac-
pago de intereses de la cios ambientales y la obtención de fon- del actual mecanismo de reproducción del
la deuda tos de la presión económica
misma, asociados a la ca- dos por esta vía. Ningún comentario. capital global, y la sobreexplotación de los
externa sobre los ecosistemas.
pacidad de pago del país. recursos de los países más pobres.
Equidad No lo contempla. Destaca los impactos Manifiesta su preocupación y el derecho
intergenera- No lo contempla. No lo contempla. que ya mismo está sufriendo la genera- de las generaciones venideras al mismo
cional ción actual al no reconvertirse a verde. usufructo de la naturaleza
Posición Considera su derecho a la supervivencia,
frente a Las considera importantes Los considera como sujeto de conserva- a su propio ambiente y a su desarrollo
No lo considera.
las otras como parte del ecosistema. ción. completo como especie en su propio eco-
especies sistema.
Propone que las decisiones sobre los lími-
Considera generar mecanismos de discu- tes ecológicos de la economía, estén ba-
Democracia sión, pero el papel principal lo ubica en sados en debates científicos políticos de
No lo considera. No lo considera.
participativa los mercados y en los decisores de políti- carácter democrático y abierto, del cual
cas a nivel de los estados. surjan las verdaderas políticas de Estado
que conduzcan a un verdadero desarrollo.
Se insiste en la era del Energías alternativas. Biocombustibles.
petróleo y la energía nu- No estudia los impactos posibles de las Era postpetroleo. Pretende la reducción
Sobre
clear. “Nuevas oportuni- Eficiencia energética (Odum). nuevas tecnologías energéticas. Critica el global del consumo energético. Economía
la energía
dades para la industria Impacto de los Subsidios a los Combus- estacionaria.
petrolera! “. tibles fósiles.
No lo considera. O sí lo
No lo considera, aunque mu-
Empleo hace como otra nueva Los considera e incorpora como elemen- Los considera en el marco del desarrollo
chos trabajaron bajo esa pers-
verde oportunidad de negocios to importante de negociación. sostenible
pectiva.
y “vidriera verde”.
Son la base de todo el sistema. Incenti-
Instrumentos
Los considera. No los considera. vos. Premios. Castigos. Pagos por servi- Los considera pero parcialmente.
económicos
cios ambientales.

Continúa.
Continuación de la tabla 1.

Economía convencional Ecología convencional Economía verde Economía ecológica


Lo plantea pero desde abajo, dando una
participación global, regional y local a los
movimientos sociales y a las sociedades
más que a los gobiernos, bajo decisiones
Plantea una serie de mecanismos y
y mecanismos democráticos. Plantea un
acuerdos para un nuevo orden ambien-
nuevo registro y un nuevo acuerdo mun-
tal global y la construcción de estructu-
dial ambiental, además de un cambio
ras de poder que den un mayor control
Gobernanza de los organismos internacionales que
a organismos actuales como PNUMA.
ambiental No lo considera. No lo considera. den mayor igualdad a los países pobres
No plantea críticas sobre la gobernan-
global y emergentes. Revisa y critica el actual
za global ni tampoco sobre la situación
sistema de Naciones Unidas como así
actual y el posicionamiento general de
también particularmente los impactos
las instituciones de la familia de las Na-
en la decisión y el acceso a los recursos
ciones Unidas.
muchas veces escasamente manejados
como por ejemplo, el Consejo de Seguri-
dad de las Naciones Unidas, la OMC, el
BM y otras instituciones multilaterales.

Modificada de: Pengue, 2009, Pengue 2012.

199
La economía ecológica, es una economía que reconoce que la racionalidad econó-
mica y la racionalidad ecológica, aisladamente, son totalmente insuficientes para llegar
a decisiones correctas que ayuden a resolver los problemas ecológicos y económicos
del siglo XXI. Y que justamente ayuden a cambiar la mirada y los instrumentos con los
que la economía marrón (convencional) y la verde proponen. De allí la relevancia que
la economía ecológica da a los estudios de flujos de materiales y energía en lugar de la
circulación y valorización meramente monetaria.
A pesar de cruzar algunos puntos comunes con la propuesta de la Economía Verde
o de la Economía Ambiental, la Economía Ecológica pone en duda y en perspectiva el
hecho que, pensando solamente en la recuperación económica o el resarcimiento de
daños y la mejora en la perfomance ambiental en el uso de los recursos, la humanidad
superará inequidades y deficiencias en la justicia ambiental y social que el actual siste-
ma capitalista sigue sosteniendo.
Por otro lado, la Economía Ecológica propone revisar el funcionamiento de los siste-
mas, sean estos ecosistemas, agroecosistemas, neoecosistemas. En el caso especifico
de los sistemas agrícolas y particularmente relacionado con la intensidad en el uso del
recurso suelo, su vinculación a su vez creciente e intensiva demanda económica y la
presión que el mismo proceso de cambio ambiental global y el cambio climático pon-
drán sobre los sistemas agrícolas del mundo, la comprensión del funcionamiento holís-
tico y de los procesos de presión y cambio sobre los agroecosistemas particularmente
se hacen foco e interés de la investigación.
En este sentido, el ayudar a comprender el efecto existente a escala regional y glo-
bal sobre la circulación de los nutrientes y sus efectos, es una propuesta de investiga-
ción que ya está dando sus resultados.

¿Qué es un intangible ambiental?

La especie humana utiliza al igual que cualquiera de las otras especies del planeta re-
cursos naturales para su reproducción y supervivencia. En el marco de ese proceso, los
sistemas económicos reconocen el “uso” de ciertos recursos a través de su compra,
intercambio y transformación.
Así se compran semillas, minerales, metales, energía, trabajo o capital por los cua-
les se pagan y reconocen un determinado valor o precio. Incluso hoy día, son muchos
los servicios ambientales, que más allá de las apropiadas y necesarias discusiones, co-
tizan en mercados formales.
Por otro lado existen otros recursos y también servicios que no son incluidos den-
tro de las balanzas de ganancias o pérdidas de las empresas o de los estados. Sin ellos
sería prácticamente imposible producir. Estos son los bienes o recursos “de base”
para esta producción o para garantizar directamente su posibilidad productiva. Es
claro y ha sido histórica la discusión por la “tierra” en términos de su renta, sea por
distancia, sea por calidad.

200
El suelo virtual

No obstante ello no se ha establecido con claridad la importancia que tiene su soste-


nimiento en términos naturales y especialmente en cómo además, existe un flujo de
materiales que no son cuantificables en los cálculos de producción. Materiales como
los nutrientes que salen con los cultivos, los granos, la carne, la madera, la biomasa en
general de ciertos lugares y migran hacia otros en estos productos no son contempla-
dos, si bien dejan un pasivo no calculado. O el uso del agua, muchas veces intensivo en
aquellos lugares donde esta es en términos relativos escasa.
Este suelo virtual (Pengue 2009, 2010) u agua virtual (Allan 2002, Pengue, 2006)
que ingresa en las transacciones comerciales, no es incorporado igualmente con un
valor en las mismas, al igual que el uso que se está haciendo, para la satisfacción de la
producción de bienes primarios, del espacio vital, escaso de por sí. ¿Por qué el aire es
gratis no hemos de cuidarlo o considerarlo?. Esto es justamente el intangible, sin em-
bargo, que le estaría pasando a Ud si este recurso vital del que disfruta mientras lee, le
fuese restringido o estuviera contaminado.
Es por todo conocido que la agricultura es una actividad humana transformadora
de su entorno y que existen igualmente prácticas de producción y manejo que la acer-
can o alejan a esta de modelos más o menos sostenibles.
Lo que sí igualmente ha sido mucho menos discutido son los efectos que el comer-
cio internacional y las demandas globales de productos primarios ejercen, como pre-
siones exógenas, sobre la base de recursos de aquellos países que cuentan con una im-
portante disponibilidad de recursos naturales como el suelo, el agua o la biodiversidad.
Los modelos agrícolas intensivos en muchas partes del mundo han agotado el re-
curso suelo y esto se ha producido por la indebida utilización de prácticas de manejo,
la intensificación en el uso de insumos contaminantes y también la extracción sin re-
posición, rotaciones o restitución de cosechas que se llevan de los suelos lo mejor que
estos tienen: sus nutrientes.
Con la globalización del comercio agrícola, las grandes regiones con suelos aún ricos
del mundo corren un doble riesgo. Por un lado, son el nuevo foco para identificar las
posibilidades de amplificar la frontera productiva y por el otro son los grandes territo-
rios del planeta donde aún es posible producir alimentos sin restricciones técnicas y
con más o menos, según los casos, limitaciones climáticas.
La situación actual de los cultivos de alta caja (cashcrops), en el comercio interna-
cional, esconde detrás de sí, un conjunto de impactos ambientales (externalidades)
que deben ser revisados pero también a su vez, la necesidad de la consideración de
los impactos sobre la base de recursos naturales utilizados, entre ellos el suelo, el agua
y las condiciones ambientales naturales y climáticas para la producción que muchas
veces, son justamente dejados de lado y no considerados en las cuentas productivas
ni económicas.
Existe un componente esencial en este proceso productivo, un intangible ambien-
tal no considerado, que sin embargo es la base de la producción misma.
De allí la importancia de no sólo continuar investigando lo que sucede en superficie
(erosión, salinización, degradación) con todos los grandes suelos (alfisoles, molisoles)

201
del mundo, y por ejemplo los más ricos de Sud América como los pampeanos, sino la
necesidad de incorporar conceptos que carguen en el análisis del comercio agrícola
mundial el costo sombra ambiental que la extracción sin el resguardo de su manejo
natural y sostenible tienen estos suelos de altísima calidad.
El suelo y en particular sus nutrientes, deben ser vistos como la Caja de Ahorros y
el dinero que hay en una cuenta ambiental. Si estos “billetes” (nutrientes) en muchos
casos se van, no se recuperan jamás, con la consiguiente degradación ambiental, pro-
ductiva y económica para los países que lo han permitido.
La globalización del sistema mundial de alimentos, está conllevando a una sobre-
explotación importante de recursos y a una aceleración de los ciclos productivos en
términos no sustentables, que genera pasivos ambientales crecientes.
Argentina es un ejemplo. El costo económico de lo que se tendría que haber se
repuesto (o pagado por el sistema económico), en términos de nutrientes extraídos
por cosecha en la Región Pampeana para el período 1970 – 1999 alcanzó un valor de
13.000 millones de pesos (dólares en ese período). El costo de reposición de nitrógeno,
fósforo y potasio fue de 6,26, 3,80 y 3,04 miles de millones de pesos (Flores y Sarandón,
2002). El costo de reposición promedio alcanzaría entonces a 61, 23 y 49 pesos por
hectárea para soja, trigo y maíz respectivamente. Estos valores representan el 21%,
20% y 19% de los márgenes brutos promedios de la década de los noventa, para los
tres cultivos.
La caja negra de los nutrientes del suelo pampeano, aún con fertilización mineral
y bajo el modelo conservacionista de la siembra directa, estaría mostrando que de
tenderse exclusivamente a una agriculturización en la región o a una pampeanización
(Pengue, 2005) en los suelos extrapampeanos, la pérdida de nutrientes estaría llevan-
do a un vaciamiento del recurso natural y por ende a un pasivo ambiental con impli-
cancias importantes en términos de la afectación a la potencialidad y demanda futura
de base productiva.
Hoy en día, la realidad global igualmente ha dejado atrás esta añeja visión de la
provisión de alimentos o como dicen encumbradas empresas transnacionales bajo el
slogan tan fácilmente vendible de “estamos alimentando al mundo”. El nuevo paradig-
ma es el de la conversión de los países en grandes proveedores de biomasa.
Con cualquier destino que igualmente ayude a mantener esta maquinaria de inter-
cambio ecológica y socialmente desigual mundial. A veces proveerán alimentos, otras
energía, otras biomateriales, otras maderas, carnes, o sea todo producto convertible
de la energía solar en biomasa. Porque es eso en lo que están convirtiendo a nuestros
países, en grandes proveedores de biomasa global. Este es el escenario de trabajo y
discusión para la comprensión de los procesos y la construcción de una biopolítica del
territorio, que ya otros países vienen elaborando y pensando sus nuevos escenarios de
cara al mediano plazo.
Este movimiento global de mercancías convertidas en biomasa implica a su vez un
crecimiento del movimiento de los insumos necesarios y por otro lado, un aumento de
la circulación y utilización de elementos básicos antes no considerados en las cuentas
de existencias, como el agua o el suelo.

202
El crecimiento de los niveles de producción y el aparente enriquecimiento de cier-
tos sectores de la economía global, no puede soslayar los impactos que los procesos
de transformación de los recursos tienen o tendrán en la sostenibilidad incluso débil
de todo el sistema.
La pérdida de nutrientes es parte de este costo, la pérdida o mejora de los conteni-
dos de materia orgánica, los problemas de acidez u alcalinidad, la pérdida de estructu-
ra, los problemas de infiltración o arrastre del agua en el suelo, las tasas de erosión y
el riego, son también otros factores que no están incluidos en los costos. Degradación,
pérdida de nutrientes, erosión y desertificación tienen una directa consecuencia am-
biental, escasamente perceptible hasta su materialización en la imposibilidad producti-
va, lo que se manifiesta en algo aún más terrible: el aumento de la pobreza, la devalua-
ción económica de los recursos y el aumento del costo social (Morello y Pengue, 2001).
Se hace interesante, contabilizar en términos físicos la movilidad de los distintos
recursos involucrados en el suelo pampeano, no para su inclusión en los cálculos de
costo beneficio sino para su interpretación en términos del análisis de sustentabilidad,
bajo un paraguas de relevamiento integrado de los recursos, como datos relevantes de
indicadores biofísicos de (in) sustentabilidad.
La extracción de nutrientes puede comprenderse en términos de una aproxima-
ción a la evaluación de acercamiento o alejamiento a una sustentabilidad débil en la
situación del suelo pampeano y como elemento importante a la definición de políticas
ambientales sostenibles hacia el sector del que Argentina depende.
Estudiar estos transportes de materiales en términos de metabolismo social, con
sus flujos de materiales y energía, y en el caso de la producción agropecuaria de los
nutrientes leídos como suelo virtual exportado, es un mecanismo sencillo para com-
prender el funcionamiento y la evolución de las cuentas ambientales de un recurso
vital, que a la luz de su explotación y manejo actual, debe considerarse como agotable.

El agua virtual

Así como el suelo en el punto anterior, es en muchos casos un recurso estratégico


pobremente evaluado y no incluido en las cuentas de resultados de las empresas, el
agua, cuando esta abunda o por lo menos, no aparenta ser limitante, está aún menos
considerada dentro de estas ecuaciones. El agua dulce es el otro recurso estratégico.
De la totalidad de agua disponible en el planeta, el 97.48% corresponde al agua salada
y del porcentaje de agua dulce (2.52%), el 1.9% se almacena en los casquetes polares,
el 0.5% se encuentra en el agua subterránea y solo el 0.02% representa el agua dulce
superficial.
De la totalidad de agua dulce en el planeta (aproximadamente unos 35 millones de
km3), sólo una parte se encuentra disponible, es decir accesible para las actividades
humanas, dado que otros volúmenes son empleados para el funcionamiento de los
ecosistemas naturales, así como almacenados en diferentes reservorios.
El hombre comienza a participar cada vez con una mayor incidencia en el siglo hi-
drológico y la intensificación de los procesos productivos, en especial la agricultura

203
para la satisfacción de la demanda por biomasa, es uno de los ejes más importantes de
estas discusiones.
Según datos de la FAO (2010), el agua dulce se destina a nivel mundial en un 70%
para agricultura, un 19% para su uso industrial y sólo un 11% para el consumo domés-
tico. En América del Sur, los guarismos cambian un poco, consumiéndose un 68% para
uso agrícola, 13, por ciento en el consumo industrial y un 19% en el consumo domés-
tico.
La agricultura es una de las principales producciones demandantes de agua (suma
alrededor del 70% en el promedio mundial), siendo el riego una de las actividades
que genera preocupación respecto a la disponibilidad e impactos sobre la demanda
de agua potable que puede implicar el incremento de las extracciones a través de este
hacia las décadas venideras (Bruinsma, 2003).
Producir alimentos implica consumir agua. “Todo pasto es agua” decía el padre de
la agricultura conservacionista argentina, el Ing. Molina. Para producir un kilogramo de
granos, se necesitan entre mil a dos mil kilogramos de agua, lo que equivale a alrede-
dor de 1 a 2 m3 de agua. 1 Kg. de queso necesita alrededor de 5.000 a 5.500 Kg. de agua
y uno de carne, demanda unos 16.000 kilogramos de este elemento vital.
El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una gigantesca
transferencia de agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se la en-
cuentra en forma relativamente abundante y a bajo costo, hacia otras donde escasea,
es cara y su uso compite con otras prioridades (Pengue, 2009).
El análisis del uso del agua por el sector agrícola no puede menos que considerar el
hecho que 98% de las tierras cultivadas en América Latina lo son en zonas de secano,
pero que la agricultura industrial de exportación, demanda cada día más agua para
sostener su sistema de producción e incrementar su productividad físico crematística
(como por ejemplo comienza a suceder en la región pampeana argentina).
Ya muchas regiones latinoamericanas vienen sufriendo serios problemas. La dis-
ponibilidad de agua en México ha ido en descenso a raíz de la sobreexplotación de los
mantos freáticos y de la creciente degradación de las partes superiores de las cuencas,
lo que implica mayores costos.
Como son los campesinos quienes han sido relegados a las partes superiores de las
cuencas, y son ellos quienes han sufrido más de las políticas de apertura del comercio
agropecuario y de contención de los precios básicos, tienen menos posibilidades de
seguir sus labores tradicionales de manejo del agua y del suelo (Barkin, 1998).
El caso del uso del agua en la Argentina, especialmente para la producción de cul-
tivos de exportación y acompañada de la mano de un posible ciclo más seco en los
períodos por venir, obliga a una reflexión, sobre el uso consuntivo del recurso, espe-
cialmente frente a las nuevas demandas productivistas tanto en las áreas pampeanas,
como en las regiones extrapampeanas. Es posible que el mayor desafío de los próximos
años consistirá en evitar que, por su excelente rentabilidad en ambientes que para
otras especies resultan desfavorables, la soja mantenga un predominio que muchos
consideran perjudicial en el largo plazo (Sierra, 2006).
En 1993, el investigador John Anthony Allan, del King’s College de Londres, acuñó el
concepto “Agua Virtual” (Allan, 1999), para definir el volumen de agua necesaria para

204
elaborar un producto o para facilitar un servicio. Posteriormente, el año 2002, Arjen
Hoekstra acuñó el término de “huella hídrica” para obtener un indicador que relacio-
nara el agua con el consumo - a todos los niveles - de la población. De esta manera, la
huella hídrica de un país (o industria, o persona) se define como: “el volumen de agua
necesaria para la producción de los productos y servicios consumidos por los habitantes
de dicho país (o industria, o persona).”
Para calcular el agua virtual de los países se toman en cuenta varios factores: el vo-
lumen total del consumo (nivel de riqueza del país), los patrones de consumo de agua
(un país que consuma mucha carne tendrá mayor huella que un país con tendencia a
no comer carne; así como un país que consuma más productos manufacturados indus-
trialmente tendrá una mayor huella hídrica que aquellos que no).
El clima también es relevante, porque en regiones más calurosas (donde el agua se
evapora más rápido) se necesita mayor cantidad de agua para los cultivos. También se
consideran las prácticas agrícolas que ahorren agua y que sean eficientes en su uso.
El valor del agua virtual de un producto alimenticio es el inverso de la productividad
del agua. Podría entenderse como la cantidad de agua por unidad de alimento que
es o que podría ser consumido durante su proceso de producción, es decir utilizada o
contenida en la creación de productos agropecuarios.
La circulación de agua virtual ha aumentado regularmente con las exportaciones de
los países agrícolas durante los últimos cuarenta años.
Se estima que aproximadamente el 15% del agua utilizada en el mundo se destina
a la exportación en forma de agua virtual. El 67% de la circulación de agua virtual esta
relacionado con el comercio internacional de cultivos. En el último quinquenio del siglo
XX el trigo y la soja representaron ambos el 47% del total de estas salidas.
Ni en los cultivos de alto o bajo valor en el comercio internacional, ni las comunida-
des finales que los consumen, reconocen en sus cuentas aun, este importante uso de
recursos (Chapagain y Hoekstra, 2003).
Es evidente que el comercio del agua virtual genera un importante ahorro de
agua en los países importadores y un posible deterioro en los exportadores, que
hacen un uso intensivo o a nivel de la sobreexplotación. Por ejemplo, el transporte
de un kilo de maíz desde Francia (tomado como representativo de los países expor-
tadores de maíz para la productividad de agua) a Egipto transforma una cantidad de
agua de cerca 0,6 m3 en 1,12 m3, lo cual representa globalmente un ahorro de agua
de 0,52 m3 por cada kilo comercializado, situación que como se ve, no contabiliza los
costes o externalidades generados por el uso de esa agua en Francia.
Posiblemente, los ahorros aparentes en el uso del agua, esconden estos costos,
que merced al movimiento mundial de alimentos se triplicaron. El comercio virtual
de agua se incrementó en valor absoluto, desde 450 km3 en 1961 a 1.340 km3 en el
2000, llegando al 26 por ciento del requerimiento total de agua para la producción de
alimentos.
Las externalidades vinculadas a las exportaciones virtuales de agua, deberán con-
siderar también los problemas derivados del incremento en los usos de este recurso:
intrusión salina, salinización, pérdida de estructura del suelo, lavado de nutrientes,
contaminación.

205
En el caso de estos intangibles ambientales, agua y suelo virtual, obviamente la
cuestión reside en especial en las enormes transferencias globales, a través del uso de
estos recursos que se tiene a través del movimiento comercial.
En el caso de los nutrientes, la extracción y el consumo de los productos a distancias
importantes comienza a generar alteraciones en los ciclos no solo de los macronutrien-
tes sino y particularmente en la situación vinculada a los oligo y micronutrientes, tanto
en la base como en el destino, demostrando una clara insustentabilidad ambiental y
una afectación sobre los ciclos naturales.
Estas actividades comerciales intensivas forman parte de un conjunto de discusión
vinculada a la colocación y generación de pasivos ambientales a escala global. Comien-
za a demandarse este reconcomiendo.
Existe consenso global para construir un nuevo foco de demanda por el reconoci-
miento de estos pasivos y usos ambientales. Hay así un reclamo, desde la perspectiva
Sur-Norte que puede definir a la Deuda Ecológica (Martínez Alier y Oliveres, 2003),
como aquella que ha venido siendo acumulada por el Norte, especialmente por los
países más industrializados hacia las naciones del Tercer Mundo a través de la expo-
liación de los recursos naturales por su venta subvaluada, la contaminación ambien-
tal, la utilización gratuita de sus recursos genéticos, la libre ocupación de su espacio
ambiental para el deposito de los gases de efecto invernadero u otros residuos acu-
mulados y eliminados por los países industrializados.
La exportación de nutrientes como suelo virtual, pérdidas de biodiversidad agrí-
cola y utilización de agua virtual forman parte de esta deuda ecológica (Pengue,
2005) y de seguir adelante con estos procesos de extracción de una futura deuda
climática que afectará principal y nuevamente a los campesinos pobres de nuestro
globo.

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