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SEDE BOGOTÁ
INSTITUTO DE ESTUDIOS AMBIENTALES
Agroecología y resiliencia socioecológica:
adaptándose al cambio climático
Proyecto de:
la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)
Medellín – Colombia
2013
III
Agroecología y resiliencia socioecológica:
adaptándose al cambio climático
Proyecto de:
la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA)
Editores
Medellín – Colombia
2013
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©2013 por Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). Reservados
todos los derechos. Los conceptos y las opiniones expresadas en este libro son responsabilidad exclusiva del autor
o el editor. Ni la Red Adscrita al Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), ni el
equipo editorial, se hacen responsables del uso de la información aquí publicada.
ISBN 978-958-8790-32-9
Integrantes de REDAGRES
COLOMBIA
Clara Inés Nicholls Estrada - Universidad de Antioquia, Coordinadora General de REDAGRES
Tomas Enrique León Sicard - Universidad Nacional de Colombia
Sara María Márquez Girón - Universidad de Antioquia
Enrique Murgueitio - Director de CIPAV
Leonardo Alberto Ríos Osorio- Universidad de Antioquia
Gloria Patricia Zuluaga Sánchez - Universidad Nacional de Colombia
Alejandro Henao Salazar – Universidad de Antioquia
CUBA
Fernando Rafael Funes Monzote - Estación Experimental Indio Hatuey
Luis L. Vásquez Moreno - Instituto Nacional de Investigaciones de Sanidad Vegetal
Nilda Perez C. – Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales ACTAF
CHILE
René Montalba Navarro - Universidad de la Frontera
Santiago Peredo Parada - Universidad de Santiago de Chile
Agustín Infante - Centro de Educación y Tecnología, Yumbel
Carlos Alberto Pino Torres - Universidad Católica del Maule,
Jaime Rodríguez - Universidad de Chile
Carlos Venegas - Director CET
MÉXICO
Marta Astier Calderón - Universidad Nacional Autónoma de México
BRASIL
Manoel Baltasar Baptista Da costa - Universidad Federal de São Carlos
Jucinei Comin, Universidad Federal de Santa Catarina
PERÚ
Saray Siura Cespedes - Universidad Nacional Agraria La Molina
Roberto Ugas - Universidad Nacional Agraria La Molina
ARGENTINA
Walter Alberto Pengue - Universidad General Sarmiento
Santiago Sarandon - Universidad Nacional de La Plata
ESPAÑA
Juana Labrador Moreno - Presidenta de SEAE
Victor Gonzalvez, SEAE
SOCLA
Miguel Ángel Altieri - Universidad de California, Berkeley y Presidente de SOCLA
Diseñadora gráfica
Diana Cecilia Molina Molina
Impresión y terminación
Legis S.A.
VII
Prólogo
La amenaza del cambio climático global ha causado consternación entre los científicos, ya
que la producción de cultivos se podría ver seriamente afectada al cambiar radicalmente los
regímenes de temperaturas y lluvias, comprometiendo así la seguridad alimentaria tanto a
nivel local como mundial. Aunque los efectos del cambio climático sobre los rendimientos
agrícolas variarán de región a región, los efectos mas dramáticos se esperan en países en vías
de desarrollo. Las estadísticas oficiales predicen que los agricultores más pobres son espe-
cialmente vulnerables a los impactos del cambio climático debido a su exposición geográfica,
bajos ingresos, mayor dependencia en la agricultura para su sobrevivencia y su limitada capa-
cidad de buscar otras alternativas de vida. La peor pobreza rural se encuentra frecuentemente
en zonas áridas o semiáridas y en laderas que son ecológicamente muy vulnerables. Si bien
es verdad que para estos grupos vulnerables, pequeños cambios en el clima pueden tener
impactos desastrosos, las estadísticas son muchas veces aproximaciones muy burdas que no
toman en cuenta la heterogeneidad de la agricultura campesina, ni la diversidad de estrategias
que los campesinos han utilizado y aún utilizan para resistir e incluso recuperarse de sequías,
inundaciones, huracanes, etc. Quizás el hallazgo más importante de los últimos años es la re-
velación de que muchos agricultores no solo lidian con la variación climática sino que de hecho
se preparan para el cambio, minimizando la pérdida de rendimientos mediante el uso de una
serie de técnicas tradicionales como el uso de variedades locales resistentes a la sequía o los
extremos de humedad, sistemas de cosecha de agua, sistemas diversificados de producción
como policultivos y agroforestería, técnicas de conservación de suelos y agua incluyendo prac-
ticas de cosecha de agua, etc.
El análisis sobre el comportamiento de la agricultura campesina después de fuertes eventos
climáticos, ha puesto de manifiesto que la resistencia a los desastres climáticos está estrecha-
mente relacionada con la biodiversidad presente en los sistemas productivos. Sin duda, la gran
cantidad de sistemas tradicionales existentes en América Latina adaptados a diferentes ambien-
tes, constituyen un patrimonio mundial que refleja el valor de la diversidad de dichos sistemas y
cuenta una historia fascinante de la capacidad y el ingenio de los seres humanos para ajustarse y
adaptarse a los caprichos de un entorno cambiante a través del tiempo. Sistemas agrícolas mas
diversos con una gama mas amplia de rasgos y funciones son capaces de comportarse mejor bajo
condiciones ambientales cambiantes. Las investigaciones revelan que hay tres maneras como la
biodiversidad se relaciona con la capacidad funcional y la resiliencia de agroecosistemas:
La aplicación practica de estas tres hipótesis radica en que todas las conexiones entre biodiversi-
dad, función y resiliencia son útiles de entender y deben privilegiarse en el manejo de agroeco-
sistemas para mantener la sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo es importante enfatizar que
IX
la resiliencia ecológica de agroecosistemas esta íntimamente ligada a la resiliencia social, que es
la habilidad de las comunidades rurales de generar una infraestructura social capaz de soportar
shocks externos. Hay una clara relación entre resiliencia social y ecológica, particularmente en
grupos o comunidades que dependen directamente de recursos ambientales para su sobreviven-
cia. Lo que no esta claro es si ecosistemas resilientes son conducentes a comunidades resilientes
o viceversa
Un desafío clave para los científicos tanto sociales como biológicos es definir un marco con-
ceptual y metodológico para poder descifrar los principios y mecanismos claves que explican
la resiliencia de los sistemas diversificados, de manera de que estos puedan ser transmitidos a
otros agricultores en cada región para que mejoren la capacidad de resistencia y de recuperación
de sus fincas. Esta ha sido la urgente tarea de la Red Iberoamericana de Agroecologia para el
desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático (REDAGRES), el desarrollo de una
metodología que permita evaluar la capacidad de los agroecosistemas a resistir y recuperarse
de los eventos climáticos severos, con especial énfasis en entender los procesos que explican la
resiliencia socio-ecológica observada.
Este libro recoge contribuciones de miembros de REDAGRES basados en análisis teóricos y/o
sistematizaciones de experiencias practicas, conducentes a elucidar principios y estrategias so-
cio-ecológicas que explican cómo comunidades rurales y sus sistemas productivos resisten y se
recuperan de eventos extremos. Tales principios proveerán las bases agroecológicas para que
miles de agricultores puedan diseñar sistemas resilientes, evitando así pérdidas económicas
y de producción excesivas cuando sean afectados por sequías, huracanes, inundaciones, etc.
XI
Agroecología y programas de desarrollo
sustentable en el secano de Chile
Agustín Infante L.
Introducción
1
sociales de las familias y comunidades rurales (nutrición, salud pública, educación,
etc.).
Varias características del enfoque agroecológico relacionadas al desarrollo de la
tecnología y a su difusión las hacen especialmente compatibles con la racionalidad
de las ONG y de las organizaciones campesinas: a) la agroecología proporciona me-
todologías que permiten el desarrollo de tecnologías a la medida de las necesidades
y circunstancias de comunidades campesinas específicas; b) las técnicas agrícolas re-
generativas y de bajos insumos y los proyectos propuestos por la agroecología son
socialmente activadores, puesto que requieren un alto nivel de participación po-
pular; c) las técnicas agroecológicas son culturalmente compatibles puesto que no
cuestionan la lógica de los campesinos, sino que en realidad se construyen a partir
del conocimiento tradicional, combinándolo con los elementos de la ciencia agrícola
moderna. De esta manera la agroecología conlleva a un “diálogo de saberes”; d) las
técnicas son ecológicamente sanas ya que no pretenden modificar o transformar el
ecosistema campesino, sino más bien identificar elementos de manejo que, una vez
incorporados, llevan a la optimización de la unidad de producción; y e) los enfoques
agroecológicos son económicamente viables puesto que minimizan los costos de
producción al aumentar la eficiencia de uso de los recursos localmente disponibles
(Altieri, 2009).
En términos prácticos, la aplicación de los principios agroecológicos por las ONG
se ha traducido en una variedad de programas de investigación y demostración so-
bre sistemas alternativos de producción cuyos objetivos son (Altieri, 2009): a) mejo-
rar la producción de los alimentos básicos a nivel del predio agrícola para aumentar
el consumo nutricional familiar; b) rescatar y reevaluar el conocimiento y las tecno-
lógicas de los campesinos; c) promover la utilización eficiente de los recursos locales
(tierra, trabajo, subproductos agrícolas, etc.); d) aumentar la diversidad y variedad
de animales y cultivos para minimizar los riesgos; e) mejorar la base de recursos na-
turales mediante la regeneración y conservación del agua y suelo, poniendo énfasis
en el control de la erosión, cosecha de agua, reforestación, etc.; f) disminuir el uso
de insumos externos para reducir la dependencia, pero manteniendo rendimientos
aceptables con tecnologías apropiadas incluyendo técnicas de agricultura orgánica
y otras técnicas de bajo-insumo; y g) garantizar que los sistemas alternativos tengan
efecto benéfico no sólo en las familias individuales, sino también en la comunidad
total.
Para lograrlo, el proceso tecnológico se complementa con programas de educa-
ción popular que tienden a preservar y fortalecer la lógica productiva del campesino al
mismo tiempo que los apoyan en el proceso de adaptación tecnológica, enlace con los
mercados y organización social (Altieri, 2009).
La experiencia descrita en este artículo pretende mostrar estos atributos de la
agroecología en un programa de desarrollo rural con comunidades campesinas pobres
del secano del sur de Chile. Posiblemente la experiencia es muy local, pequeña y frágil,
pero también hay que decir que es posible, creíble y de gran valía.
2
El secano de la cordillera de la costa chilena, su historia
de insustentabilidad o la creación de un escenario
que agudiza los efectos del cambio climático
3
sentación con los líderes y las agrupaciones cristianas de la época. Ya a partir del primer
mes se habían tejido los primeros lazos de amistad y confianza que permitían realizar
un primer gran evento comunitario: un diagnóstico rural participativo. Para la división
de los trabajos algunos participantes recorrieron las cuencas haciendo un transecto de
identificación, otros realizaron un mapa social de la comunidad con todas las relaciones
e instituciones presentes, los mayores dibujaron la historia de la comunidad. Entre to-
dos expusieron los problemas, oportunidades, hechos relevantes, tragedias y alegrías
vividas.
Las familias campesinas relataron su historia desde la hacienda, el inquilino y el
minifundio, sus preocupaciones eran la pobreza producto del deterioro ambiental, los
terremotos, la crisis de la agricultura, la migración de los jóvenes a la ciudad y el aban-
dono gubernamental; aspectos que se reflejan en todos los ámbitos de la comuna vi-
vienda (salud, educación, empleos, caminos, etc.). Las familias manifestaron que por
décadas han sufrido con el analfabetismo, alcoholismo, mala dieta, y en general una
baja calidad de vida. Entorno a la agricultura sus limitaciones económicas son deriva-
das principalmente de la baja productividad del suelo y la falta de agua, bajo precio de
los productos, poca diversidad productiva, canales pobres de comercialización puesto
que se dependía principalmente de los intermediarios, y alto costo de los insumos. Con
el tiempo las sequías fueron más comunes y continuas, agravadas por la baja retención
de humedad del suelo. Además manifestaron lo difícil de predecir el clima y lo inesta-
ble de las estaciones (CET, 1994).
En pocos días se presentaron los resultados, se validaron las conclusiones y se rea-
lizó un plan de trabajo anual. El diagnóstico mostró la necesidad de reforzar, en una
primera etapa, las prácticas que tienden a la soberanía alimentaria, el mejoramiento
de la calidad de vida por medio de tecnologías apropiadas e iniciar algún proceso de
organización comunitaria (CET, 1994).
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Tabla 1. Comparación entre los conocimientos locales y los aportes agroecológicos en diferentes temáticas productivas.
Continúa.
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6
Continuación de la tabla 1. Comparación entre los conocimientos locales y los aportes agroecológicos en diferentes temáticas productivas.
Apicultura
Producir miel en forma eficien- Sistemas de crianza. Crianza rústica. Carpintería apícola.
te, segura y disminuyendo la Manejo sanitario. Sanidad.
mortandad de las abejas. Manejo invernadas. Manejo general.
Técnicas de cosecha. Técnicas de cosecha.
Preparación de biocidas naturales.
Tecnologías apropiadas
Mejorar condiciones de vida, Hornos. Herramientas básicas. Uso de materiales del predio para
seguridad y aumentar la efi- Secadores. Alta capacidad de trabajo con la construcción.
ciencia del uso de recursos. Cocinas de barro. madera y barro. Técnicas de construcción y manejo.
Bombas manuales.
La falta de agua consecuencia de la degradación
del suelo y la mayor ocurrencia de sequías
El secano interior es uno de los sectores más afectados y el problema se palpa en las
comunidades campesinas por la fuerte disminución de los rendimientos, la muerte de
los árboles frutales, los pastos y animales. Además, el deterioro del suelo, la desfores-
tación nativa y las extensas plantaciones forestales exóticas han afectado los niveles
de las napas freáticas. Las fuentes de agua profundas para el consumo familiar y riego
se agotan y los campesinos deben recorrer grandes distancias para su obtención. Este
problema también ha dificultado la recuperación del ecosistema para la agricultura y
la agroforestería.
La falta de agua durante los meses de verano y la baja capacidad de retención de
humedad de los suelos degradados, hace muy difícil la recuperación del ecosistema.
Durante los meses invernales el exceso de agua lluvia no sólo se pierde, sino que escu-
rre erosionando el suelo. La tabla 2 presenta la estrategia llevada a cabo en el programa
con campesinos del secano interior.
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Una buena alternativa es la acumulación de al menos una parte del agua excedente
de invierno para utilizarla en verano. Para ello es posible construir estanques acumula-
dores de agua donde la lluvia es almacenada para ser utilizada en verano. El bajo nivel
económico de las familias campesinas que viven a lo largo del secano interior y costero
hace necesario encontrar tecnologías sencillas y baratas para aprovechar los recursos
y condiciones locales. A continuación se describen dos sistemas de cosecha de aguas
lluvia creados y difundidos durante el programa (Infante & San Martin, 2004).
El sistema de pozo cisterna es una alternativa que permite cosechar agua lluvia me-
diante el escurrimiento logrado en una curva con 1% de desnivel, o bien desde los
techos o de vertientes. Consiste en un pozo de 2,1 m de diámetro por 2,3 m de pro-
fundidad, que permite acumular 8,7 m³ de agua. El revestimiento es de madera con
polines impregnados de 3 a 4 pulgadas de diámetro, la pérdida de agua por infiltración
se minimiza recubriendo el fondo con dos mangas de polietileno de 0,15 mm de espe-
sor. Las pérdidas por evaporación se evitan con el uso de una capa de aislapol sobre
el agua. Además, una cubierta de madera evita que el polietileno se queme con la
exposición al sol.
Las formas de capturar el agua son diversas, destacando la conducción de agua
lluvia caída sobre los techos de las viviendas por canaletas hacia la cisterna de acumu-
lación o almacenamiento del agua que escurre en curvas con 1% de desnivel trazadas
en cerros o sectores con pendientes. El agua antes de ser almacenada pasa por un de-
sarenador y un filtro que evita la contaminación de la cisterna con materiales sólidos.
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comprender lo que se va a hacer y para qué sirve. Es una tecnología muy eficiente para
ligarla con otra que en conjunto se enmarcan en un programa de manejo ecológico de
suelos. Es por esto que durante las actividades de extensión, no se deben considerar
estos sistemas en forma aislada. Es necesario recalcar a los agricultores que el volumen
de agua acumulada es relativamente baja por lo cual debe ser bien utilizada y en forma
eficiente. Esto significa introducir temas de riego tecnificado y de planificación muy
útiles para el desarrollo agrícola del productor. Es fácil de construir, lo que lo hace una
técnica altamente replicable, con posibilidad de utilizar recursos propios y es fácil de
manejar, no requiere especialización técnica, y su mantención es mínima (Infante &
San Martin, 2004).
Contribuye a procesos de activación ecológica por medio del crecimiento de árbo-
les, pastos o cultivos y va complementado con sistemas de conservación de suelo, ya
que se requiere la confección de curvas de escurrimiento. Además, favorece el control
de cárcavas. Dado que se construyen en partes altas de los cerros, el agua acumulada
posee una presión de bajada muy beneficiosa que hace posible regar con sistemas
eficientes como goteros, cintas, microaspersores, etc., sin requerir bombas impulsoras.
Dentro de las limitaciones técnicas se encuentra la fragilidad de algunos materiales,
como el polietileno y la madera, lo cual obliga a un extremo cuidado en la construcción,
la elección de materiales de alta calidad y permanente revisión (Infante & San Martin,
2004).
Los éxitos obtenidos los primeros dos años fueron muchos: mayor soberanía alimen-
taria, mejor dieta familiar, alimentos variados y de calidad, producción todo el año,
mejoramiento de los recursos (suelo, agua, frutales, semillas, animales, etc.), dismi-
nución drástica del uso de pesticidas, trabajos más seguros y eficientes. También se
debe considerar el ahorro familiar tanto por la producción de autoconsumo como
por la menor compra de insumos externos. Se realizaron estudios de caso que mues-
tran que en promedio una familia podía producir al año en el entorno de la vivienda
en 1.000 m2: 63 kg fruta seca, 820 kg de hortalizas, 50 kg de miel, 56 kg de carne, 880
huevos, 350 kg de fruta fresca, 2,5 t de composta y 8 m3 de agua de lluvia cosechada.
Valorando estos productos se calculó un ingreso vía ahorro de $US1400 al año, es
decir $US110 mensuales (CET, 1994).
A continuación se presentan los resultados de otro estudio de caso realizado en
la comunidad del Pajal a la familia de la Sra. Rosa Cuevas. Ella lideró este proceso de
integración, trabajos agroecológicos en el pequeño entorno de la casa con un total de
600 m2, implementó muchas tecnologías y alta diversidad. Por su parte su marido Sr.
Miguel Romero explotaba un sector de lomaje en mediería de 4,5 ha. Se realizó un
exhaustivo seguimiento durante 1 año a cada sistema y se compararon sus resultados
(tabla 3) (Infante & Moya, 1995).
Es impresionante cómo una pequeña superficie bien diseñada, manejada con prin-
cipios agroecológicos y reforzando los conocimientos campesinos locales puede pro-
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Tabla 3. Comparación de dos sistemas de producción.
ducir una sorprendente cantidad de alimento, a diferencia del sistema de lomaje que
produce poco por su alta degradación; sólo una cosecha al año, con gran sacrificio, le-
jos del hogar y la producción debe dividirse con el dueño del terreno. Al poco tiempo el
Sr. Romero se integró a los trabajos de su mujer y decidieron formar una microempresa
de productos hortícolas orgánicos, la cual funciona hasta hoy.
El proceso descrito anteriormente fue bastante común, en diferentes grados de im-
plementación, pero en total un 75% de las familias participó. Las lecciones logradas por
el equipo técnico y los agentes del estado participantes fueron las múltiples ventajas
de la producción intensiva en una pequeña superficie y sustitución de las lomas ero-
sionadas por sistemas más estables como praderas, plantaciones forestales, sistemas
silvopastorales y agroforestería.
La transformación fue evidente, lo que en un principio era una diversidad media,
poco funcional, muy estacionaria y en suelos agotados, con los años pasó a una altísi-
ma producción debida a la alta agrodiversidad manejada por la mayoría de las mujeres
participantes, los manejos ecológicos de suelo y plagas, y el diseño adecuado de los es-
pacios. Muchos predios pequeños dentro de los límites impuestos por las condiciones
climáticas, suelo, y culturales, el predio podía producir: cereales (trigo, cebada, avena,
maíz); tubérculos y raíces (papa, camote, betarragas, zanahorias, etc.); leguminosas
(arveja, haba, poroto, soya, lenteja, chícharo, garbanzo, maní); frutales de preferencia
especies más rústicas y menos exigentes en insumos y prácticas agronómicas (cerezos,
duraznos, níspero, palta, mora, membrillo, cítricos, caqui, frambuesa, higo, etc.); hor-
talizas diversificadas (lechuga, tomate, acelga, repollos, espinacas, rabanitos, cebollas,
zanahorias y muchas variedades); huevos, leche, queso, carne (inclusive de conejos
y peces); miel, jalea real, propóleos; fruta seca, mermeladas, fruta al jugo; bebidas
(hierbas medicinales, hierba mate, vino, chicha); condimentos; aromáticos y plantas
medicinales; flores, quinua y amaranto.
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La proyección del huerto a la totalidad del predio
El trabajo con las familias campesinas, en especial con la participación de las mujeres,
se inició con pequeños huertos orgánicos. Con los años la propuesta agroecológica fue
abarcando todo el predio y en la comunidad implementaron una propuesta de desarro-
llo con fuerte énfasis en la producción de alimentación y tecnologías apropiadas para
mejorar la calidad de vida y a la vez preservar y recuperar los escasos recursos natura-
les. El siguiente constituye un resumen del conjunto de implementaciones realizadas
por las familias campesinas de esta comuna.
Promoción agroecológica
"de campesina a campesina"
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Cosecha de aguas lluvia
Producción
de leña y madera. Transporte
fuerza de trabajo.
Subsistema agrícola
Cultivos en rotación (trigo, lentejas,
avena, garbanzos, papas, etc.). Subsistema forestal Subsistema pecuario
Insumos externos
Cultivos bajo invernadero. Conservación Ovejas (15 - 30). Insumo
Combustible.
Frutales (menbrillo, duraznos, viñas, de suelo. Chancho (3 - 10). externo
Salitre.
cerezas, etc.). Forestación en Abeja 20 - 38 colmenas. Alimento
Guano.
Manejo eficiente del suelo y agua. sectores degradados. Lombricultura. (fardos).
Semillas.
Manejo integrado plagas enfermedad. Agosforestal y Caballo (1 - 2). Cereales.
Plástico.
Incorporación de matera orgánica. silvopastoral Bueyes (1 - 2).
Transformación (secado, hornos, y
conservas).
A los 3 ó 4 años del programa, las familias y en especial las mujeres producían más
alimentos, con calidad, con técnicas agroecológicas, con mucho conocimiento pro-
pio y en forma muy independiente. La producción comenzó a superar el consumo
familiar y se regalaba el excedente, aunque era una acción solidaria, fue puesto en
discusión. Fue así como nació la idea de comercializar. Algunas ya habían empezado
a vender algo, a sus vecinos o por encargos de parientes del pueblo, actividad que
ellas llamaban “callejear la hortaliza”. En un principio la venta fue sacrificada, lenta
y esporádica. Se decidió entonces abordar la venta de diferentes formas. Una fue
vender en la feria dominical, donde se logró disponer de espacios para sus produc-
tos, la otra fue establecer puestos de venta en carreteras y puntos de afluencia de
público, finalmente también se optó por crear una feria campesina, donde en 5 días
las participantes muestran y venden sus productos ecológicos a clientes de toda la
región (Infante, 2000).
Con la llegada de las ventas, la producción, los clientes y posibles proyectos se discutió
sobre la posibilidad de organizarse formalmente. Se realizaron reuniones de discusión,
asesoría de expertos en materia legal y finalmente los grupos decidieron formar una
cooperativa que nombraron “El Pajal”. Los hombres fueron los más entusiasmados y las
mujeres miraban con recelo. La idea se basó en que la cooperativa es el principal instru-
mento de las agricultoras(res) para participar en el valor añadido de sus productos en
base a principios de solidaridad, democracia, igualdad y vocación social que mueven el
movimiento cooperativo (Fernández, 2002).
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La consolidación de microempresas campesinas
Hoy las mujeres siguen con sus pequeñas microempresas, con sus clientes, con sus
ferias, con sus predios y sus familias. Con el tiempo las familias han ido consolidando
sus negocios. Han perfeccionado sus productos, con calidad, con una diversidad atra-
yente, con envases y etiquetas adecuadas, manteniendo los sabores campesinos libres
de contaminantes. Han logrado un nivel de gestión alto, con responsabilidad con sus
clientes, entregas en volúmenes y fechas acordadas, y muy conocedoras de sus gustos
y preferencias. Participan de muchas ferias y tienen un sinnúmero de clientes de di-
versos lugares y características. Saben acercarse a instituciones de apoyo y a exigir sus
derechos, logran obtener financiamiento para nuevos proyectos. Siguen viviendo en
sus predios junto a sus vecinos, produciendo en sus predios y participando de todas las
actividades de la comunidad (CET, 1994).
Muchas mujeres mayores decidieron quedarse más en sus predios, con sus huertas,
sus animales, apoyando a sus vecinas. La mayoría de ellas ahora supera los 65 años,
sus hijos han emigrado a la ciudad, sus maridos son de edad avanzada o son viudas.
Viven tranquilas y atesoran gratos recuerdos de los años participando en los grupos de
huerta. Entre estas mujeres muchas son las cuidadoras de semillas.
Es posible esquematizar la estrategia seguida durante estos años por los grupos cam-
pesinos y las instituciones de apoyo. No ha sido una estrategia preconcebida ni di-
señada con anterioridad, ha sido construida en el camino y ha ido sufriendo aportes
con el pasar de los tiempos. Hoy es posible describir cómo las familias campesinas y
mujeres microempresarias con su trabajo ejercen presiones traducidas en demandas a
los gobiernos regionales, a los municipios e inclusive a las instituciones de capacitación
para que designen recursos y presten servicios. Con ello, las familias van invirtiendo
en mejoras, fortaleciendo sus redes y organizaciones y sus sistemas productivos. Todo
ello poco a poco va creando los escenarios que facilitan los procesos, los caminos hacia
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un desarrollo más sustentable desde el ámbito local. La figura 2 muestra un esquema
general de este proceso (adaptado de Yurgevic, 1998).
Se ha descrito un proceso emprendido por un grupo de familias campesinas, que
han permitido mejorar su calidad de vida, generar nuevos ingresos y organizarse,
todo ello en base a mejorar sus recursos naturales. Pero hoy, después de 10 años
de esta experiencia cabe preguntarse ¿Se ha tornado más sustentable la agricultu-
ra desarrollada por las familias campesinas participantes? y ¿cómo medir esa dife-
rencia? Se necesitan respuestas concluyentes para replicar, difundir y profundizar
estos programas. Para buscar la respuesta se realizó una investigación basada en la
metodología MESMI (Peterson, 2002). Para ello se definieron cinco atributos de sus-
tentabilidad y se buscaron los indicadores más apropiados a las condiciones agroeco-
Gobierno local
Fomento
Demandan
Facilitan la asignación Asignan recursos
de recursos
Municipalidad
Instituciones
de capacitación
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lógicas y socioculturales de la comuna. Como muestra se seleccionaron 15 familias
no influenciadas por el programa y 35 familias que sí participaron. Finalmente se
definieron 19 indicadores y una vez aplicada la investigación se concluyó que clara-
mente las familias que participaron del programa han avanzado en la sustentabilidad
de sus explotaciones. Los resultados de todos los indicadores evaluados se aprecian
en la figura 3 (Museau, 2007).
La aplicación de la propuesta agroecológica ha permitido obtener importantes
cambios. Los avances se manifiestan a escala agromedioambiental principalmente
en la productividad y protección del suelo contra la erosión hídrica. Esto ha permi-
tido una significativa reducción de la degradación del suelo, consiguiendo un au-
mento en el valor del capital natural. Esta propuesta agroecológica ha permitido a
las explotaciones estudiadas ser más eficaces en el cumplimiento de su función de
soberanía y garantizar una dieta alimentaria de forma más equilibrada y una mayor
independencia.
La agroecología y las prácticas asociadas a ella muestran, en esta experiencia, que
es posible lograr el objetivo de dar estabilidad y sostenibilidad al sistema agrario y me-
jorar así las condiciones de vida y económicas de las familias participantes.
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Referencias bibliográficas
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Enfoques agroecológicos para incrementar la resiliencia
de los sistemas agrícolas al cambio climático
Clara Inés Nicholls
Introducción
La estrategia de la revolución verde funcionó bien en áreas dotadas de un clima estable
y energía barata. El modelo se expandió en el 90% de las 1,500 millones de hectá-
reas
de tierra arable, donde fueron transformadas en sistemas agrícolas especializados
y dependientes de insumos a gran escala. Al entrar en la segunda década del siglo XXI,
este modelo agrícola industrial se torno inviable, ya que los fertilizantes, plaguicidas,
equipo agrícola y combustibles fósiles, que son el corazón de la agricultura industrial,
se están agotando y son cada vez más caros. El debate hoy día, es que el clima se va
volviendo cada vez más extremo, mientras que estos sistemas agrícolas intensivos se
vuelven menos resistentes y más vulnerables.
Poco se ha hecho para incrementar la adaptabilidad de la agricultura industrial a los
eventos climáticos cambiantes y extremos (Rosenzweig y Hillel, 2008). La búsqueda de
posibles adaptaciones agrícolas al cambio climático se ha centrado en “balas mágicas”
como la modificación genética para crear “smart climate genes” – “genes inteligentes”
con la que se espera que los cultivos puedan producir bajo condiciones estresantes y con
el desarrollo de modelos de predicción del clima. Las estadísticas oficiales predicen que los
agricultores mas pobres en los países en vías de desarrollo, son especialmente vulnerables
a los impactos del cambio climático debido a su exposición geográfica, bajos ingresos, ma-
yor dependencia en la agricultura para su sobrevivencia y su limitada capacidad de buscar
otras alternativas de vida. Para estos grupos vulnerables, pequeños cambios en el clima
pueden tener impactos desastrosos ya que solo la reducción de media a una tonelada de
producción puede significar la diferencia entre vida y muerte (Rosenzweig y Hillel, 2008).
Casi no se ha realizado ningún trabajo en el diseño de las prácticas para mejorar
la resiliencia de los monocultivos modernos a eventos climáticos extremos (Holt-Gi-
menez, 2002). Existe abundante evidencia de que los diseños y prácticas agroecoló-
gicas contribuyen enormemente. De hecho, muchos estudios realizados en el mundo
en desarrollo, revelan que los pequeños agricultores que utilizan practicas agroecoló-
gicas han podido afrontar e incluso preparar para el cambio climático, minimizando
las pérdidas de sus cosechas, a través de una serie de prácticas tales como el uso de
variedades tolerantes a sequía, cosecha de agua, diversidad de cultivos, agroforestería,
prácticas de conservación de suelo y una serie de otras técnicas tradicionales (Altieri
y Koohafkan, 2008). Los resultados de diversas investigaciones sugieren que muchas
prácticas agroecológicas (tabla 1) producen una mayor resistencia a los eventos climá-
ticos al traducirse en menor vulnerabilidad y mayor sostenibilidad a largo plazo.
Coordinadora de la Red Iberoamericana de agroecología para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio
climático REDAGRES.
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Tabla 1. Ejemplos de prácticas agroecológicas (diversificación y manejo del suelo) conocidas por su
efecto en la dinámica del suelo y el agua pero que a su vez mejora la resiliencia del agroecosistema
Incremento
> Reducción de Reducción > uso > redes
de la material Ciclaje de Reducción Reducción de > retención > Regulación > Regulación
cobertura la compactación de la erosión eficiente tróficas de
orgánica del Nutrientes ET escorrentía de humedad infiltración microclimatica hidrológica
de suelo de suelos de suelos del agua micorrizas
suelo
Diversificación
Cultivos
intercalados
Agroforestería
Sistema
silvopastoral
Intensivo
Rotación
de cultivos
Mezcla de
variedades
locales
Manejo del suelo
Cultivos de
cobertura
Abonos verdes
Mulching
Aplicaciones
de Compost
Agricultura de
labranza cero
(orgánica)
Conservación de suelos
Curvas a nivel
Barreras vivas
Terrazas
Pequeñas
represas entre
las cárcavas
19
Basado en esta evidencia, diversos expertos han sugerido que el rescate de los sis-
temas tradicionales de manejo, en combinación con el uso de estrategias agroecológi-
cas, puede representar la única ruta viable y sólida para incrementar la productividad,
la sostenibilidad y la resiliencia de la producción agrícola (Altieri, 2002, De Schutter,
2010). En este artículo se explora una serie de maneras en que pueden implementarse
estas estrategias agroecológicas para el diseño y el manejo de los agroecosistemas,
permitiendo a los agricultores adoptar una estrategia que aumenta la resisliencia y
además proporciona beneficios económicos. Además en este articulo también se des-
cribe brevemente la estrategia implementada por la Red Iberoamericana de agroecolo-
gía para el desarrollo de sistemas agrícolas resilientes al cambio climático (REDAGRES)
para identificar los agroecosistemas que han soportado eventos climáticos en la última
década, con el fin de comprender las características agroecológicas que les permitieron
resistir y/o recuperarse de las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes.
20
les”. El estudio abarcó 360 comunidades y 24 departamentos en Nicaragua, Honduras
y Guatemala. El estudio reveló que después del huracán, las parcelas diversificadas
(“sostenibles”) tenían un 20-40% mas de capa arable de suelo, mayor humedad en el
suelo, menos erosión y experimentaron menores pérdidas económicas que sus vecinos
“convencionales” (Holt-Giménez, 2002).
Asimismo, en Sotonusco, Chiapas, sistemas de café con altos niveles de complejidad
y diversidad vegetacional sufrieron menos daños por el huracán Stan que los sistemas
de café más simplificados (Philpott et al., 2009). En el caso del café, los sistemas con
más sombra mostraron mayor protección a los cultivos, cuando se presentaba menor
precipitación y había una menor disponibilidad de agua en el suelo, ya que la cubierta
forestal arbórea, era capaz de reducir la evaporación del suelo y aumentar la infiltra-
ción del agua (Lin, 2007). Cuarenta días después de que el huracán Ike azotó a Cuba
en 2008, varios investigadores realizaron una encuesta en las fincas en las provincias
de Holguín y Las Tunas y encontraron que las fincas diversificadas exhibieron pérdidas
de 50% comparadas con el 90 o el 100% en las fincas vecinas con monocultivos. Igual-
mente, explotaciones manejadas agroecológicamente, mostraron una recuperación
más rápida de producción (80-90%) 40 días después del huracán, que las fincas bajo
monocultivos (Rosset et al., 2011).
21
se logran a través del pastoreo rotativo con cercas eléctricas y un suministro permanente
de agua para el ganado. En la finca “El Hatico” en el Valle del Cauca, Colombia, un SSI de
cinco estratos, compuesto de un estrato bajo de pastos y arbustos de leucaena, un estra-
to mediano con árboles tamaño medio y un dosel de árboles de gran tamaño, hizo posi-
ble que se incrementara a lo largo de los últimos 18 años el nivel de carga animal para la
producción de leche a 4.3 vacas/ha y un incremento de la producción de leche de 130%,
además de eliminar completamente el uso de fertilizantes químicos. Si bien el 2009 fue el
año más seco registrado en los últimos 40 años en El Hatico, alcanzando una reducción de
44% en comparación con el promedio histórico de precipitaciones, y los agricultores vie-
ron una reducción del 25% en la biomasa de pastos, la producción de forrajes del SSI se
mantuvo constante durante todo el año y permitió neutralizar los efectos negativos de la
sequía en todo el sistema. Como respuesta a las condiciones climáticas extremas, la finca
tuvo que ajustar sus niveles de carga animal y aumentar la suplementación con energía. A
pesar de ello, la producción de leche de la finca para el año 2009, fue la más alta registra-
da, con un sorpresivo incremento de 10% en comparación a los cuatro años anteriores.
Mientras tanto, los ganaderos en otras partes del país reportaron una pérdida de peso
severa en los animales y altas tasas de mortalidad debido al hambre y sed. El desempeño
productivo de la finca “El Hatico” durante el período excepcionalmente seco y caliente
del Niño, ilustra el enorme potencial de SSI como una estrategia de intensificación soste-
nible para la adaptación al cambio climático y mitigación (Murgueitio et al., 2011).
Los beneficios combinados de la regulación del agua, las condiciones micro climáticas
favorables, la biodiversidad y las reservas de carbono descritas en los sistemas agrícolas
diversificados descritos anteriormente, no solo proporcionan bienes y servicios ambien-
tales para los productores, sino también una mayor resiliencia al cambio climático.
22
que son un componente clave de las poblaciones microbianas que influyen sobre el
crecimiento de las plantas y la productividad del suelo. Los hongos micorriticos son im-
portantes porque mejoran las interacciones planta-agua, aumentando así la resistencia
a la sequía (Garg y Chandel, 2010). La capacidad de asociaciones específicas de estos
hongos y las plantas para tolerar la sequía son de gran interés en áreas afectadas por
deficiencias de agua. Se ha reportando que estas asociaciones con micorrizas, pueden
aumentar la absorción de nutrientes por las plantas y además permitir un uso más efi-
ciente del agua, al aumentar la conductividad hidráulica de la raíz.
La productividad de cultivos bajo condiciones de sequía en gran medida está limi-
tada por la disponibilidad de agua del suelo. El contenido de materia orgánica (% MO)
es un índice confiable de productividad de los cultivos en las regiones semiáridas, ya
que la materia orgánica potencia el crecimiento de los cultivos al mejorar la estructu-
ra del suelo y su capacidad para almacenar y transmitir aire y agua, estrategia clave
para la resistencia a la sequía. En un estudio realizado en la región semiárida de la
Pampa Argentina, se encontró que los rendimientos de trigo estaban relacionados
con retención de agua del suelo y el contenido de carbono orgánico total en la capa
superficial (0-20 cm) durante años de baja disponibilidad de humedad. Los rendi-
mientos de trigo obtenidos bajo condiciones de suelos con baja retención de agua
y un contenido de carbono total bajo, en condiciones de déficit hídrico, se explican
por el efecto positivo de estos componentes del suelo sobre el agua disponible de
la planta. Pérdidas de 1 mg materia orgánica/ha estaban asociadas con una dismi-
nución en el rendimiento de trigo de aproximadamente 40 kg/ha. Estos resultados
demuestran la importancia de utilizar prácticas culturales que mejoren el contenido
de materia orgánica del suelo y minimicen así las pérdidas de carbono orgánico en
ambientes semiáridos (Díaz Zorita et al., 1999).
Investigadores en Estados Unidos han encontrado en estudios comparativos de
agricultura orgánica y convencional desde 1981 en Pensilvania, que los rendimientos
de sistemas orgánicos de maíz eran 31% superiores que los encontrados en sistemas
convencionales en años de sequía (figura 1). Estos rendimientos durante épocas se-
cas eran notables, cuando se compararon con variedades genéticamente modificadas
como “tolerantes a sequia” en las que se observaron aumentos de sólo el 6,7% a 13,3%
sobre las variedades convencionales (Rodale Institute, 2012).
La protección del suelo contra la erosión también es una estrategia fundamental para
aumentar la resiliencia de los agroecosistemas. Los mantillos o mulching de cultivo
de cobertura y abonos verdes ofrecen muchas ventajas. Los mantillos de rastrojo ha-
cen mas lento el proceso de secado del suelo al proteger la superficie con residuos. El
mantillo reduce la velocidad del viento en hasta un 99%, por lo tanto, las pérdidas por
evaporación se reducen de manera significativa. Además, los cultivos de cobertura y los
residuos de malezas pueden mejorar la penetración de agua y reducir las pérdidas por
escorrentía de dos a seis veces.
23
150
90
134
60
102
30
0
Orgánico Convencional
24
tivos de cobertura tanto de verano como de invierno que dejan una capa gruesa de
residuos que se descompone lentamente y sobre la que se siembra o planta directa-
mente maíz, trigo, cebollas o tomates, sufriendo muy poca interferencia de malezas
durante la temporada de crecimiento de los cultivos (Altieri et al., 2011). Durante el
ciclo agrícola 2008-2009, que se experimentó una severa sequía, los productores de
maíz convencionales sufrieron pérdidas de rendimiento promedio de 50%, llegando a
niveles de productividad de 4500 kilos por hectárea. Sin embargo, los agricultores que
habían adoptado las practicas de cero labranza agroecológica experimentaron una pér-
dida de solo 20%, confirmando la mayor resiliencia de estos sistemas en comparación
con aquellos que utilizan agroquímicos (Almeida et al., 2009).
1. Seleccionar una región en cada uno de los siete países y llevar a cabo una encuesta
para la identificación de los sistemas a evaluar en términos de resiliencia.
2. Incluir la investigación socio-ecológica en los sistemas agrícolas seleccionados, a fin
de comprender las características agroecológicas de tales sistemas y las estrategias
25
sociales utilizadas por los agricultores que les permitieron resistir o recuperarse de
las sequías, tormentas, inundaciones o huracanes.
3. Organizar una estrategia para difundir la información obtenida de las evaluaciones
entre los agricultores en cada región y a nivel nacional.
4. Desarrollar un manual didáctico para los agricultores explicando cómo evaluar el
nivel de resiliencia de cada finca y qué hacer para mejorar la resistencia a la sequía
y fuertes tormentas utilizando métodos agroecológicos.
Conclusiones
Todos los estudios presentados aquí sugieren que las comunidades de plantas mas
diversas resisten mejor los disturbios y son mas resilientes al enfrentar perturbaciones
ambientales derivadas de eventos climáticos extremos (Vandermeer, 2002). Sin lugar
26
a dudas, la diversificación de cultivos representa una estrategia a largo plazo para los
agricultores que están experimentando un clima errático. El uso de la diversificación al
interior de los sistemas agrícolas puede reducir en gran medida la vulnerabilidad de los
sistemas de producción al mismo tiempo que protege a los agricultores rurales y a la
producción agrícola. Los agricultores que utilizan la diversidad como estrategia para el
manejo de cultivos, por lo general añaden copiosas cantidades de materia orgánica a
sus suelos, incrementando aun mas su capacidad para retener agua. El manejo de los
cultivos de cobertura y los abonos verdes mejoran la cobertura del suelo protegiéndolo
de la erosión, pero lo mas importante, adicionan biomasa, la que a su vez contribuye a
un mayor nivel de materia orgánica en el suelo.
Las estrategias agroecológicas que aumentan la resiliencia ecológica de los siste-
mas agrícolas son esenciales pero no suficientes para alcanzar la sostenibilidad. La
resiliencia social, definida como la capacidad de grupos o comunidades a adaptarse
frente a elementos extremos causa de estrés, sean sociales, políticos o ambientales,
debe ir de la mano con la resiliencia ecológica. Para ser resilientes, las sociedades ru-
rales generalmente deben demostrar la capacidad de amortiguar las perturbaciones
con métodos agroecológicos adoptados y diseminados a través de la autoorgniza-
ción y la acción colectiva (Tompkins y Adger, 2004). Reducir la vulnerabilidad social a
través de la extensión y consolidación de redes sociales, tanto local como regional,
puede contribuir a aumentar la resiliencia en los agroecosistemas. Como se ve en la
figura 2 la vulnerabilidad de las comunidades agrícolas depende de que tan bien este
Causas externas
Cambio climático.
Globalización. Capacidad reactiva
Atributos sociales de
Amenaza
agricultores y características
frecuencia -intensidad
ecológicas de las fincas
Evento climático extremo.
para resistir y recuperarse
del shock.
Vulnerabilidad
Características de los agricultores y
sus agroecosistemas que determinan
Frecuencia. su exposición al riesgo.
Intensidad.
Duración. Acción colectiva.
Impacto. Nivel de organización social. Redes sociales.
Danos. Nivel de conocimiento tradicional, Nivel de agrobiodiversidad.
grado de diversidad en sus sistemas Habilidad para soportar
agrícolas. disturbancias con diseños
agroecológicos.
Soberanía alimentaria.
Conservación de los recursos naturales.
Resiliencia.
27
desarrollado el capital natural y social que hace que los agricultores y sus sistemas
más o menos vulnerables a los choques climáticos. La capacidad de adaptación se
refiere al conjunto de precondiciones sociales y agroecológicas que permiten a los
individuos o grupos y sus fincas responder al cambio climático de manera resiliente.
La capacidad de responder a cambios en las condiciones ambientales existe en las
comunidades en diferentes grados, pero esas respuestas no siempre son sosteni-
bles. El desafío es identificar aquellas que sirven para intensificarlas, de manera que
la vulnerabilidad pueda ser reducida, aumentando la capacidad de reacción de las
comunidades para desplegar mecanismos de agroecoecológicos que permitan a los
agricultores resistir y recuperarse de los eventos climáticos. Las estrategias de organi-
zación social (redes de solidaridad, intercambio de alimentos, etc.) utilizadas por los
agricultores para manejar circunstancias difíciles impuestas por tales eventos son un
componente clave de resiliencia.
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29
Innovación agroecológica, adaptación y mitigación
del cambio climático en Cuba. Dos estudios de caso
Fernando R. Funes-Monzote*, Maikel Márquez Serrano†, Ybrahim López‡
Introducción
Los efectos más notables del cambio climático en Cuba se han manifestado a través de
varios fenómenos: impacto más frecuente y más intenso de ciclones tropicales, largos
períodos de sequía, torrenciales lluvias en períodos cortos, incremento de la tempera-
tura media anual, y aumento del nivel del mar que provoca transformaciones severas
en los ecosistemas costeros (CITMA, 2007). También ha sido evidente la profundización
de las fluctuaciones estacionales, el desfasaje entre los períodos lluviosos y secos, así
como los cambios, a veces imperceptibles pero de consecuencias notables, en el com-
portamiento de la flora y la fauna silvestre y domesticada (Núñez y Rodríguez, 2009;
Ríos et al., 2011).
Cuba tiene, como todos los estados insulares del Caribe, el reto de sobreponerse
al cambio climático y desarrollarse económica y socialmente. Para ello ha desarrollado
políticas de adaptación, reducción de riesgos y respuesta a desastres que bien podrían
servir de ejemplo a otros países (Oxfam, 2010). Entre las principales lecciones aprendi-
das e identificadas por esta organización internacional en un estudio realizado recien-
temente están:
Es mundialmente reconocido el esfuerzo que realiza Cuba para prevenir y evitar los
daños por causa del impacto de los huracanes que azotan a la Isla (Oxfam, 2011). En
estos casos, la protección de vidas es el objetivo principal, sin embargo, hay otros fe-
nómenos de menor intensidad pero mayor efecto sobre los ecosistemas y la economía
que son subestimados por su menor visibilidad. Entre ellos podemos mencionar las
sequías prolongadas y el cambio en los patrones de temperaturas, precipitaciones a es-
*Estación Experimental “Indio Hatuey”, Central España Republicana, Perico, Matanzas, mgahonam@enet.cu
†Facultad de Agronomía de Montaña, Universidad de Pinar del Río, maikelm@famsa.upr.edu.cu
‡Facultad Agropecuaria de Montaña del Escambray, Universidad de Sancti Spíritus, ibrahim@suss.co.cu
30
cala local que afectan directamente la producción agrícola debido, entre otros factores,
a la incidencia de plagas (Vázquez, 2011), la disponibilidad de alimentos voluminosos
para los animales y, en última instancia, tienen una repercusión en la producción local
y global de alimentos que afectan la seguridad alimentaria.
Los modelos agrícolas prevalecientes en Cuba durante casi 400 años han contri-
buido notablemente al deterioro de la base de recursos naturales que sustenta la
agricultura (Funes-Monzote, 2009). El deterioro de las fuentes naturales de agua, la
deforestación, la reducción de la fertilidad de los suelos por el laboreo intensivo y su
fertilización inadecuada han contribuido, entre otras causas, a la reducción del carbono
en los suelos (Hernández et al., 2011) y a la ruptura de equilibrios ecosistémicos funda-
mentales para el desarrollo de una agricultura sustentable.
Durante los últimos 20 años se han dado las condiciones propicias para la transición
de un modelo agrícola industrial, de monocultivo y dirigido a la exportación a otro de
corte agroecológico, diversificado y dirigido a la autosuficiencia alimentaria (Funes et
al., 2002; Funes-Monzote, 2009). Esta transición ha proporcionado oportunidades para
desarrollar estrategias de adaptación a los efectos del cambio climático. Si bien el ma-
yor énfasis ha estado dirigido a un uso más racional de los recursos naturales locales, a
la reducción de importación de fuentes de energía fósil y otros insumos energéticos por
falta de recursos financieros para su adquisición, así como a una consistente reducción
de la escala de la producción agrícola; todas estas medidas han sido el motor impulsor
de una agricultura más resiliente al cambio climático. Un estudio reciente demuestra
que la agricultura campesina de Cuba es ejemplo de una transición agroecológica a
escala nacional (Machín-Sosa et al., 2010). A través del Movimiento Agroecológico de
Campesino a Campesino se han diseminado numerosas prácticas agroecológicas que
han sido adoptadas y han servido para resistir, por ejemplo, el impacto de fuertes hu-
racanes que han azotado la Isla.
En el centro de estos procesos adaptativos ha estado presente la innovación y las
iniciativas organizativas que fomentaron la participación para la búsqueda de solucio-
nes. Este capítulo presenta dos estudios de caso en los que se muestra la capacidad de
los sistemas agroecológicos para enfrentar los efectos del cambio climático.
La región más occidental de Cuba es la que con mayor frecuencia recibe los embates de
fenómenos climáticos extremos como huracanes, que en el último decenio han ganado
intensidad debido a la agudización del cambio climático (ONE, 2010). Los daños ocasio-
nados tanto a infraestructuras como a la producción agropecuaria han sido devastadores.
El municipio La Palma se encuentra ubicado en la región noroccidental del país y
pertenece a la provincia de Pinar del Río. Los patrones de transferencia tecnológica y
transculturación agrícola que más han caracterizado la forma de producir la tierra en
la localidad han sido: a) el empleo del saber local ancestral legado de generación en
generación, b) la adopción del tabaco como cultivo principal, y el uso de maquinaria
y agroquímicos con paquetes tecnológicos que luego se transfirieron a otros cultivos,
31
según el modelo de la Revolución Verde, entre los años setenta y ochenta del siglo pa-
sado, y c) el emergente y forzado enfoque de producción agroecológica durante las dos
últimas décadas, debido a la escasez de insumos externos.
Los cambios tecnológicos y socioeconómicos recientes han requerido de la adop-
ción de modelos de diseminación de conocimientos, aprendizaje de prácticas y méto-
dos de cultivo y manejo animal, así como de nuevas metodologías de investigación. En
la localidad se han destacado tres programas agropecuarios: el Movimiento Agroeco-
lógico de Campesino a Campesino (MACAC) de la Asociación Nacional de Agricultores
Pequeños (ANAP), el Programa Nacional de Agricultura Urbana y Suburbana, y el Pro-
grama de Innovación Agropecuaria Local (PIAL).
Los sistemas agrícolas locales han respondido de forma diferente ante los efectos
negativos del cambio climático, y al mismo tiempo contribuyen de diversas maneras a
mitigar y adaptarse a este fenómeno. Sin embargo, no se conoce con precisión en qué
medida y forma han ocurrido estos procesos. En Cuba se ha comenzado a incentivar el
empleo de prácticas amigables con el medio ambiente, como la conservación de suelos
y el pago a los propietarios de plantaciones forestales a través del Fondo Nacional de
Desarrollo Forestal (FONADEF), pero aún se ha avanzado poco en reconocer el impacto
positivo que han tenido las fincas diversificadas.
El estudio de los principales factores que contribuyen a la mitigación y adaptación
al cambio climático es clave para entender cómo un determinado sistema agrícola pue-
de incidir positiva o negativamente en el ecosistema y, a la vez, ser resiliente a tales
cambios en las condiciones climáticas locales y globales. Esta investigación identificó
los principales factores de éxito en fincas con enfoque ecológico en cuanto a la adap-
tación y mitigación del cambio climático, a la seguridad alimentaria y nutricional. Las
evidencias aquí descritas podrían contribuir a identificar tipos de incentivos, así como
mecanismos de evaluación, certificación y pagos por servicios ambientales, que reco-
nozcan la labor de las fincas ecológicas en la soberanía alimentaria y la preservación
del medio ambiente, acordes con los propósitos políticos y la misión actual de la pro-
ducción agropecuaria en Cuba.
Tipologías de producción
32
Tradicional: Desarrollado localmente durante muchos años a través de la experien-
cia empírica y la experimentación campesina. Cambio del cultivo principal en de-
pendencia del mercado. El uso de agroquímicos y maquinarias no sigue patrones
fijos, depende de la gestión propia. Aunque no son totalmente productores conven-
cionales, tampoco realizan prácticas agroecológicas conscientes.
Análisis energético
2,5
Balance energético
1,5
0,5
0
Convencional Tradicional Ecológico
33
plátano, o de rotación (tabaco-maíz). Estos reciben atención especial del nivel superior
del Ministerio de la Agricultura (MINAG) por tratarse de programas priorizados de la
agricultura nacional. Los productores de estos cultivos deben aplicar paquetes tecnoló-
gicos normados que incluyen agroquímicos, combustible e irrigación con el objetivo de
incrementar la productividad. Sin embargo, esto provoca un desbalance en la relación
energética de la finca que también repercute en su situación económica por lo que
deben ser permanentemente subsidiadas.
El país atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia. Esta es una de
las razones que ha limitado que se destinen incentivos (pagos o créditos) para esti-
mular a productores que apuestan por la agroecología, a pesar de haber demostrado
ser más eficientes en el uso de los recursos energéticos y materiales disponibles.
Por otro lado, la bonificación de 0,18 CUC por quintal en capacidad de compra en
divisa, que entró en vigor a partir de 2008 para estimular a los productores (Freyre
y Chan, 2010), atentó directamente contra los proyectos agroecológicos que no son
remunerados.
La crisis económica del país y las medidas adoptadas en el sector agrícola para men-
guar sus consecuencias y reducir importaciones, contrasta con el pobre desempeño
energético de los agroecosistemas y la lenta velocidad de adopción de tecnologías lim-
pias y modelos de producción con baja utilización de subsidios energéticos externos.
34
5
Diversidad intraespecífica
4
0
Convencional Tradicional Ecológico
Utilización de la tierra
Entre las principales limitaciones de los productores de la zona está el área disponible
para cultivar. El área total de las fincas es pequeña, si tenemos en cuenta que las con-
diciones de relieve no siempre son óptimas y el área de producción se reduce porque
la mayoría de los productores vive dentro del predio. Por ello se hace imprescindible
lograr la máxima utilización y eficiencia del terreno disponible.
35
El resultado del IUT mostró valores por encima de 1 para los tres tipos, a pesar de
ser diferentes en la forma de utilización de la energía, la agrobiodiversidad funcional
y el conocimiento del calendario agrícola. El uso de rotaciones e intercalamiento de
cultivos permitió un empleo más racional del área disponible en el tiempo y el espacio.
Las fincas de corte ecológico mostraron un IUT mucho mayor que las tradicionales y
convencionales (figura 3).
1,6
1,4
Índice de utilización de la tierra
1,2
1
0.8
0,6
0,4
0,2
0
Convencional Tradicional Ecológico
El IUT constituye una herramienta eficaz para revelar las ventajas o desventajas de
la diversificación en el aprovechamiento del suelo. Sin embargo, la clave está en cono-
cer bajo qué condiciones se desarrolla el manejo de la finca y contar con información
que permita conocer el estado de nutrición del suelo para evitar su sobreexplotación.
Las fincas de corte ecológico, además de utilizar de forma más eficiente el área dis-
ponible, son las que mayor cantidad de materia orgánica y medidas de conservación de
suelos aplican, por lo que se espera que la productividad del terreno sea más estable
en el tiempo. Esto garantizará un adecuado nivel de seguridad alimentaria y nutricio-
nal, así como la recuperación de las fincas al ser afectadas por fenómenos extremos.
36
especies y razas animales, conservación y mejoramiento de suelos, reforestación, ahorro
de agua, manejo integrado en la nutrición del suelo, manejo integrado para el control de
plagas y enfermedades, uso de semillas de buena calidad, fabricación de piensos criollos,
tracción animal y adecuación de implementos, y conservación de alimentos. Estas prácti-
cas y sus variaciones dentro de las fincas influyeron en diferente grado sobre la eficiencia
energética, la captura y retención de CO2 y la emisión de CH4, N2O y CO2.
Producción de energía
Casi todas las fincas evaluadas aumentan su producción energética, hasta alcanzar alre-
dedor de 12 GJ/ha/año. Contar con huerto familiar y mayor diversidad de cultivos, hizo
que esta finca pudiera aplicar un mayor número de prácticas agroecológicas y obtener
niveles superiores de producción por unidad de área cultivada.
Eficiencia energética
37
energética entre 2 y 10 (Funes-Monzote et al., 2009). Esto reafirma que el factor región
en sí mismo no determina la eficiencia energética y resiliencia de los sistemas de pro-
ducción de alimentos.
El bajo uso de insumos externos, como fertilizantes químicos, concentrados para la
alimentación animal y diesel en los agroecosistemas evaluados en Topes de Collantes,
fueron determinantes en el incremento de la eficiencia energética. La incorporación de
prácticas agroecológicas ha resultado en un aumento en la producción de más energía
(alimentos) que la que se emplea durante el proceso en forma de insumos.
Podría afirmarse que las fincas de montaña presentan una tendencia a la alta eficien-
cia energética, dada por la estabilidad y resiliencia de las prácticas de manejo predomi-
nantes en estos agroecosistemas, que contribuye a su sostenibilidad. Aún sin haberse
alcanzado los resultados productivos y de eficiencia esperados, el potencial estimado se
logrará en la medida en que se incorporen prácticas agroecológicas apropiadas y se rea-
lice un uso más intensivo, de forma ecológica, de los recursos disponibles en la montaña.
Investigaciones realizadas por la Corporación Educativa para el Desarrollo Costarri-
cense (CEDECO, 2006) en Costa Rica, que compararon fincas orgánicas y en transición,
también reportaron rangos de eficiencia energética similares (entre 0,60 y 4,93 calorías
producidas por calorías invertidas) que los obtenidos en nuestros sistemas agrícolas
de montaña; aunque en los sistemas costarricenses se evaluaron monocultivos, como
café, hortalizas y plátano, de bajo valor energético.
La alta eficiencia energética de las fincas de Topes de Collantes se debe a las carac-
terísticas intrínsecas de los sistemas agrícolas locales, que tienen un uso muy bajo o
nulo de la mecanización, utilizan ampliamente la tracción animal y aplican muy bajos
niveles de agroquímicos. Sin embargo, una alta eficiencia energética no estuvo acom-
pañada por una alta productividad del sistema, en términos de alimento por unidad
de superficie, aspecto que debe continuarse estudiando y se presenta seguidamente.
38
Tabla 2. Carbono retenido en la biomasa, la necromasa y el suelo.
Fincas Área total (ha) CRBM (t) CRNM (t) CRS (t)
La Cuba 13,4 128,6 129,2 851,8
La Paloma 13,4 152,7 12,3 141,5
La Perla 26,0 58,2 473,2 3185,1
Providencia 26,8 69,1 55,0 811,2
Nota: CRBM (carbono retenido en la biomasa), CRNM (carbono retenido en la necromasa), CRS (carbono
retenido en el suelo).
Es por ello que bajo condiciones edafoclimáticas similares, una misma especie muestra
valores diferentes de retención de una finca a otra. Algunos autores refieren que las
especies que capturan mejor el carbono son el pino (Pinus caribea Morelet), el cedro
(Cederla odorata) y la caoba (Switenia mahagoni). El carbono retenido en la necromasa
y el suelo es mayor en la finca La Perla debido a que posee mayor superficie plantada,
esto explica por qué a pesar de ser la finca con menor diversidad de especies y biomasa
total, es la de mayor carbono retenido. Estos resultados son similares a los obtenidos
por Mojena (2007) en estudios de plantaciones forestales de la provincia Granma.
La biomasa forestal tiene gran importancia en la captura y retención del CO2 atmosfé-
rico a través de la actividad fotosintética. Estos resultados se asocian con las especies
predominantes y se presentan en el figura 4, que incluye los índices de diversidad de
Menhinick (DMn) (de riqueza específica) y el de Berger-Parker (d) (abundancia propor-
cional). Este último indica que La Paloma tiene un 87% de abundancia proporcional que
corresponde al pino sobre las demás especies. Le sigue La Cuba, que también presenta
un índice alto de abundancia proporcional (55%) en la misma especie.
El pino es una de las especies con mayores potencialidades para capturar y retener
carbono, lo que se corrobora en este trabajo al ser esa especie la que determina la can-
tidad de CO2 retenido en la biomasa en dos de las fincas estudiadas. Se trata además
de una especie muy utilizada para los planes de reforestación, por su importancia eco-
nómica. De acuerdo con el IPCC (2001), la disminución de la deforestación y la ayuda a
la regeneración, la repoblación forestal y la agrosilvicultura, constituyen las principales
medidas de mitigación para conservar y secuestrar carbono.
La disminución de la deforestación y la ayuda a la regeneración en las regiones tropi-
cales (unas 22-50 Gt C), la repoblación forestal y la agrosilvicultura (23 Gt C), son perfecta-
mente alcanzables e incluso superadas por las fincas de montaña, si se tienen en cuenta
las especies de árboles que, además de su importancia económica, contribuyen a la cap-
tura y el almacenamiento de CO2. Pero para reducir considerablemente las emisiones de
39
Providencia
La Paloma
La Perla
La Cuba
40
Las especies que más se destacan son la yamagua y el pino, con 43,13% y 42,34%,
respectivamente. Las características del follaje de la yamagua y el guamo (14,53%) hacen
posible una alta actividad fotosintética y, en consecuencia, se incrementa la captura y
retención de carbono. Lo más importante de la medición y seguimiento al secuestro de
carbono en las fincas de montañas es la gran cantidad de dióxido de carbono que pueden
fijar, para así contribuir a reducir la emisión de GEI, sin afectar la producción de alimentos.
Para establecer en Cuba un sistema de pagos por servicios ambientales, es necesa-
rio un análisis profundo de todos los mecanismos jurídicos y empresariales. No obstan-
te, se han analizado algunos factores, como la comprensión de los servicios que pres-
tan los ecosistemas, el uso de la tierra, las vinculaciones, ya que el servicio ambiental se
afecta cuando el ecosistema o el uso de la tierra cambian. Otros aspectos que han sido
analizados son: quién provee el servicio ambiental, en qué condiciones (racionalidad y
objetivos) y quién se beneficia de este servicio.
Comentario final
Referencias bibliográficas
41
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42
Percepciones sobre el cambio climático y estrategias
adaptativas de agricultores agroecológicos
del Municipio de Marinilla, Colombia1
Gloria Patricia Zuluaga S.*, Aura Luz Ruiz A.†, Elizabeth Cristina Martínez C.‡
Introducción
1. Esta investigación se realizó con recursos aportados por Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología -SOCLA- y
de la Universidad Nacional de Colombia. *Profesora Asociada, Universidad Nacional de Colombia. gpzuluag@unal.edu.
co †Profesora Ocasional, Universidad Nacional de Colombia. alruiza@unal.edu.co ‡Estudiante de Ingeniería Agronómica.
ecmartin@unal.edu.co
43
Localización y generalidades del área de estudio
República de Colombia
Municipio
de Marinilla
Departamento
de Antioquia
44
tación, estratificación y desprotección por parte de las entidades gubernamentales lo
que incide negativamente en la competitividad productiva (www.corpoceam.org.co).
Desde hace más de cincuenta años en el municipio de Marinilla se viene fortalecien-
do, desarrollando e impulsando una cultura agraria de horticultores, de fuerte arraigo e
importancia local y regional, dado que allí se produce buena cantidad de los alimentos
frescos (fríjol, maíz, repollo, papa, papa criolla, chócolo, arveja, habichuela, lácteos, etc.)
que se consumen en la ciudad de Medellín.2 La agricultura es la mayor fuente genera-
dora de empleo en forma directa e indirecta. Su dinamismo logra jalonar otros sectores
de la economía, como los servicios, el transporte y la industria, de tal manera que las
pérdidas en las cosechas ocasionadas por los cambios del clima, no solo ponen en riesgo
la seguridad alimentaria de muchas personas de la región, sino que pueden impactar
negativamente en los modos de vida local de miles de agricultores, por la reducción en
la producción de sus cultivos, el incremento en los costos de producción y el deterioro
de la base de los recursos naturales de los que derivan su sustento.
Desde el año 1998, la administración municipal, en asocio con las organizaciones lo-
cales de productores y la Corporación de Estudios, Educación e Investigación Ambiental
-CEAM-, acordaron proteger el suelo rural de uso agropecuario a través de la figura de
ordenamiento territorial de Distrito Agrario.3 Dicha política ha estado acompañada de un
asesoramiento para la producción agroecológica, en función del mejoramiento de las con-
diciones ambientales de los agroecosistemas, de la seguridad alimentaria de las unidades
familiares y del aseguramiento de la tenencia de la tierra, evitando la subdivisión predial
y la suburbanización con vivienda campestre; todo ello con el propósito de incidir positi-
vamente en la economía campesina y en la cohesión territorial. Se supone que la decla-
ratoria y la consolidación del Distrito Agrario, ha permitido la generación de respuestas y
estrategias de adaptación adecuadas a las condiciones ambientales locales, de forma tal
que los agricultores y sus sistemas productivos sean más resilientes al cambio del clima.
Metodología
Para esta investigación se realizó trabajo de campo en la zona rural del municipio de
Marinilla, en el primer semestre del año 2012. Se aplicó una encuesta a una muestra de
población de 43 agricultores vinculados a las organizaciones agroecológicas -ASOCAM-
PO y AMCABF,4- de distintas edades y de ambos géneros, que tienen como actividad
principal la producción agraria. La totalidad de ellos fueron contactados a través de la
Corporación Ambiental CEAM. Las encuestas se realizaron en los predios o en las vi-
2. Medellín es la ciudad capital del Departamento de Antioquia, su población es aproximadamente de 3’500.000. 3El Distrito
Agrario es una política pública, que mediante Acuerdo Municipal de 1998, declaró una zona de protección para la economía
campesina y la producción de alimentos, la cual fue reglamentada en el año 2000 a través del Plan de Ordenamiento
Territorial del municipio. Dicha política consta de tres estrategias fundamentales: 1. Ordenamiento Territorial a través de
la planeación predial participativa con criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica; 2. Apoyo y fortalecimiento
de la comercialización equitativa, a partir de la generación de valor agregado de los productos y servicios obtenidos;
3. Promoción del empoderamiento de las organizaciones comunitarias rurales, fortaleciendo su capacidad de incidencia
política para la gobernabilidad (CORPOCEAM, 2009). 4. Asociación de Mujeres Campesinas Buscando Futuro.
45
viendas de cada uno, para conocer y documentar algunos de los efectos y las prácticas
reportadas. También se realizaron entrevistas semi-estructuradas a algunos miembros
de ONG, a funcionarios de la Secretaría de Agricultura municipal y a líderes de las aso-
ciaciones campesinas, para complementar la información.
46
información sobre los sentidos y las maneras de valorar un hecho o un objeto por parte
de los individuos y las comunidades, y deducir la importancia que tienen estos hechos u
objetos para ellos (Gerritsen et al., 2004; Godínez y Lazos, 2001; Landini, 2010). Por su
parte Dowglas (De los Ríos, 2009) plantea que existen relaciones directas y recíprocas
entre las percepciones sociales y las formas de adaptación de los grupos humanos a un
determinado ambiente en un momento dado, condicionándose mutuamente.
Resulta entonces fundamental indagar sobre las percepciones que los agricultores
tienen sobre el cambio climático, sus efectos y las estrategias de adaptación que han
desarrollado e implementado, pues de esto dependerá la adopción de las recomen-
daciones técnicas que las entidades responsables de mitigar y vigilar dicho fenómeno
emprendan. Para el caso concreto del municipio de Marinilla, las percepciones de los
agricultores encuestados muestran una sensibilización y una comprensión de los pro-
blemas ambientales, así como una valoración de las prácticas agroecológicas, en fun-
ción de que pueden mitigar los efectos del cambio climático.
Resultados y discusión
Causas
Deforestación 41,7% Contaminación 25,0%
Deterioro del medio ambiente 41,7% Uso de agroquímicos 25,0%
Quemas 36,0% Monocultivos 18,0%
Sobre población 33,3% Cosas de la naturaleza 16,7%
47
parte de organizaciones ambientalistas. Esto da cuenta de una apertura al conocimiento
experto por parte de los encuestados y de la capacidad que tienen de actualizar constan-
temente sus conocimientos, incorporando nuevas informaciones y lenguajes, adquiridos
a partir de los medios masivos de comunicación (radio, televisión, revistas, etc.), o a tra-
vés de los procesos de educación no formal en los que participan, como los impartidos
por espacio de 15 años por la Corporación Ambiental CEAM y la Secretaria de Agricultura
local. Como lo ha referido Gerritsen et al., (2004), este hecho contradice el planteamiento
de que los conocimientos locales se caracterizan por una fuerte resistencia al cambio y
por una cierta incapacidad para efectuar transformaciones rápidas.
Como lo ha expresado Orlove et al., (2011), el contacto y comprensión de varias
fuentes de información, hace a los agricultores conscientes de que el clima se está
transformando y que por lo tanto el conocimiento local puede no ser suficiente para
afrontar dichos cambios, de tal manera que incorporan nuevos conocimientos y prác-
ticas para mitigar los efectos. Así, muchos campesinos, una vez tienen acceso a nueva
información, la evalúan y en caso de encontrarla útil, la añaden a su propio repertorio,
lo que da cuenta de que el conocimiento local es flexible y dinámico. En este mismo
sentido Ulloa (2011), plantea que estas dinámicas permiten tender puentes entre el
conocimiento local y el conocimiento experto facilitando la comunicación entre ambos
y legitimando en buena medida las recomendaciones de las autoridades ambientales,
además permite recuperar su propio acervo de conocimientos agrícolas históricos, tal
como se evidencia con la presente investigación.
Para los agricultores agroecológicos, tanto causas como efectos son correlatos indi-
solubles. Entre los efectos señalan el aumento en la intensidad de las precipitaciones y
temperaturas, mayor frecuencia de granizadas y heladas, la alteración de la estacionali-
dad de las lluvias, los cuales conllevan el aumento de enfermedades de los cultivos o la
afectación de la calidad de los productos (ver tabla 2). Los efectos del cambio climático
son los que con mayor claridad perciben los encuestados, puesto que cotidianamente
observan en sus parcelas el crecimiento y desarrollo de sus plantas y animales.
Otros efectos aluden a fenómenos físicos que son observables localmente, tales
como los daños en la infraestructura vial, habitacional, erosión y hundimiento de los
suelos (ver figuras 2 y 3), que reducen las áreas de cultivo, principalmente en los pre-
dios de agricultura comercial, aumentando el riesgo y la vulnerabilidad y empeoran-
Efectos
Alteraciones en la estacionalidad de las lluvias 75,0% > Temperatura 45,0%
Inundaciones 66,7% Sequías 41,7%
Granizadas 66,7% > Vientos 40,0%
> Lluvia 63,3% Heladas 33,3%
< Lluvia 60,7% Hundimientos 25,0%
<Temperatura 55,0% Derrumbes 25,0%
48
Figura 2. Algunos efectos del aumento de la precipitación en el municipio de Marinilla.
49
do las condiciones de vida de los pobladores. Es importante señalar, que las fincas
agroecológicas no presentaron estos problemas, dado que las prácticas de conserva-
ción de suelos implementadas han mostrado efectividad, tal como puede apreciarse
en la figura 4. Situación que coincide con la reportada por Holt-Giménez (2002), quien
realizó una investigación sobre los efectos del huracán Mich en Nicaragua, establecien-
do que las fincas agroecológicas tuvieron menos daños y pérdidas que sus vecinos de
agricultura convencional. El autor expresa que los sistemas agroecológicos que exhiben
altos niveles de diversidad, integración, eficiencia, flexibilidad y productividad, son sis-
temas con gran capacidad de resiliencia ante los desastres.
Las evidencias físicas vinculadas a una percepción de mayor riesgo, tienen una in-
terpretación y una valoración social, que en buena medida se vinculan a la decisión de
realizar un manejo ambiental a través a las prácticas agroecológicas. Sus respuestas y
prácticas cotidianas están dirigidas entonces a atacar causas para mitigar los efectos,
tal como veremos más adelante.
Un alto porcentaje de los encuestados (75%), señaló el cambio en la estacionalidad
como un problema que afecta los calendarios de siembra y cosecha, dado que la ma-
yoría no poseen sistemas de riego y dependen totalmente del régimen de lluvias. Esta
situación afecta directamente la producción de sus cultivos de ciclo corto, que para el
caso de Marinilla son la mayoría. Ello también afecta los momentos para realizar otras
prácticas agronómicas, tales como podas y fertilización, o para la extracción y el corte
50
de la madera. En general expresaron no tener respuesta o soluciones frente a este tipo
de incertidumbres, puesto que el cambio climático probablemente genera la descon-
textualización de los conocimientos meteorológicos locales, perdiendo así la capacidad
de predicción. Por ello, como lo ha mencionado Ramos, et al., (2011), los cambios en el
clima no sólo tienen efectos materiales (productividad de cultivos, deterioro de suelos
e infraestructura, etc.), sino que impactan la cultura, al generar procesos de pérdida de
conocimientos, y nuevas apropiaciones y adaptaciones.
La adaptación sociocultural hace referencia a procesos mediante los cuales los indi-
viduos y los grupos humanos modifican o cambian sus patrones de comportamiento
para ajustarse a nuevas pautas o normas que se proponen o imperan en el medio social
en el cual se desenvuelve su vida. Ello supone la capacidad de abandonar, adquirir, re-
valorizar y refuncionalizar hábitos o prácticas que formaban parte del comportamiento
individual o colectivo, que son evaluadas positiva o negativamente en el contexto al
que se desea o debe integrarse. Eventualmente, se adquieren otros saberes o prácticas
acordes con las expectativas que se tienen con respecto a una situación. La adaptación
opera sobre la base de las habilidades sociales que el sujeto o el grupo humano posee.
Entonces, las estrategias adaptativas hacen referencia al conjunto de opciones o
elecciones del repertorio cultural e intercultural que se llevan a cabo para lograr un
objetivo individual o colectivo. En otras palabras, se trata del amplio conjunto de ac-
ciones realizadas por individuos o actores sociales para pervivir, mantener y mejorar
su posición social o para maximizar su acceso a beneficios materiales o simbólicos,
siempre en el contexto de las restricciones de la estructura social (Silvetti y Cáceres,
1998 en Landini, 2011).
Si bien, la adaptación al cambio del clima puede tener un soporte o inscribirse en el
marco de políticas públicas, en la práctica se concreta en contextos socioambientales
locales cambiantes, dada la dinámica, dependencia e interrelación entre las condicio-
nes ambientales de cada lugar específico, de los saberes, así como de los recursos pro-
ductivos, tecnológicos y organizativos en un tiempo dado. Es decir, el entorno biofísico
de cada comunidad es único en un momento dado, en consecuencia las medidas de
adaptación serán también específicas para cada comunidad en determinado tiempo.
En este sentido, distintas investigaciones antropológicas y agroecológicas han de-
mostrado que los conocimientos locales adquiridos y transmitidos de generación en
generación, que forman la memoria colectiva, le permiten a las poblaciones locales
manejar fenómenos y cambios climáticos y atmosféricos. Los campesinos suelen dis-
tinguir bio-indicadores o signos vinculados con la observación, las prácticas y la expe-
51
riencia cotidiana acumulada, tales como la floración, la fructificación, las épocas para
realizar cacería o recolección de frutos silvestres, la presencia y la abundancia de una
serie de hongos, insectos o aves, el tipo de vientos y de nubes, las fases de la luna, las
mareas, el aumento o disminución de humedad o sequía, etc., que les permite leer
cada señal para tomar las precauciones del caso o decidir y experimentar sobre sus
sistemas productivos. Estos conocimientos son de gran importancia en el trópico don-
de las predicciones de las épocas secas y lluviosas determinan los ciclos productivos,
principalmente para los cultivos alimenticios de ciclo corto (Toledo y Barrera, 2008;
Orlove, et al., 2011; Ulloa, 2011).
En el caso que nos ocupa, las estrategias de adaptación están referidas a repertorios
de conocimientos y prácticas en interacción, vinculadas a la producción, al consumo y
a la comercialización, así como a las dinámicas organizativas y participativas en redes
locales y regionales. En esta perspectiva, se buscó documentar las respuestas agro-tec-
nológicas que los agricultores han venido construyendo y practicando, las cuales ade-
más de incidir en el mejoramiento y diversificación de la producción han dado origen
a sinergias positivas, tales como el mejoramiento de las condiciones ambientales pre-
diales, la recuperación y valorización de sus conocimientos locales, la experimentación,
innovación y adopción permanente de nuevos saberes; lo que permite generar medios
de vida y fortalecer la autonomía de los agricultores y de sus organizaciones (ver figura
4). A continuación detallamos algunas de estas estrategias, las cuales coinciden con
varias de las reportadas para México por Colunga y Zizumbo (1993).
52
de vida al interior de matrices transformadas por los monocultivos, mejorando los
servicios ambientales (Altieri y Nicholls, 2012).
Producción y mantenimiento de variabilidad genética que funcionan como sistemas
de conservación in situ de la agrobiodiversidad, constituyéndose en una estrategia
frente a las transformaciones del clima y a los cambios continuos en los precios
de sus productos, a través del incremento de la diversidad de especies animales y
vegetales cultivadas en áreas pequeñas; manejo de diferentes densidades de siem-
bra; diseño de patrones espaciales de distribución dentro de la parcela; introduc-
ción experimental de variedades y especies foráneas o mejoradas en bajas propor-
ciones; cultivo y protección de variedades locales, las cuales cuentan con una alta
variabilidad intra e inter–específica. La agrobiodiversidad sembrada y manejada en
sus parcelas, implica una alta manipulación y selección de especies en función de
las condiciones climáticas, los suelos, las plagas, las enfermedades y la fisiología de
las distintas plantas. En algunas oportunidades prefieren cultivar variedades con
menores rendimientos, pero que soporten mejor condiciones climáticas adversas,
lo cual exige un refinamiento de conocimientos agro-tecnológicos locales, lo que se
evidencia concretamente con los cultivos de papa y frijol.
Participación en la evolución de las plantas cultivadas ampliando su base genética,
a partir de la selección de variedades con mejores características de: A) Adecua-
ción a los sistemas productivos existentes de acuerdo con sus recursos económi-
cos; B) Selección de variedades que muestran mejor adaptación a las condiciones
ambientales; C) Selección de variedades, a partir del sabor, color y textura, pro-
pias de la cultura local, bien sea para consumo propio o para satisfacer las exigen-
cias del mercado.
Mejoramiento de la seguridad y autonomía alimentaria familiar, a través del au-
mento de la diversidad de plantas y animales, dado que hay mayor oferta y variedad
de alimentos en cantidad y calidad, sin agro-tóxicos, destinados al consumo familiar
y local. La mayoría de los agricultores produce una alta diversidad de productos
entre los que se incluyen las hortalizas (25 especies diferentes), granos (entre los
que sobresalen el frijol y el maíz), frutas (18 tipos diferentes), café, cacao, plantas
medicinales y aromáticas (12 especies diferentes), leche y sus derivados, huevos,
carne de pollo y conejo (ver tabla 3).
Consolidación y fortalecimiento de canales de comercialización cortos, dado que
han fortalecido las redes locales de venta de sus productos, donde la relación entre
productores y consumidores es clave, evitando la intermediación y los viajes de lar-
gas distancias para el transporte de los productos, ahorrando combustible y costos
de operación, reduciendo así la huella ecológica.
Consolidación de la organización social comunitaria, mediante su articulación a re-
des locales, regionales y globales de militancias heterogéneas (agroecológica, am-
bientalistas, campesina, de mujeres, entre otras) desde las que se legitiman la valo-
ración de conocimientos y se fortalece la participación política, generando agendas
públicas y potenciando la consecución de objetivos de política pública en acuerdo
con las entidades estatales y no gubernamentales, que aseguran su pervivencia y
permanencia en el territorio.
53
Tabla 3. Especies cultivadas por los agricultores agroecológicos de Marinilla.
Citronella Poaceae ME
Eneldo Apiaceae Anethum graveolens L. ME
Hierbabuena Lamiaceae Mentha sativa ME,CO
Laurel Rubiaceae Laurus nobilis L. ME
Limonaria Poaceae Cymbopogon citratus (DC.) Stapf ME
Manzanilla Asteraceae (Compositae) Chamaemelum nobile (L.) All. ME
Penca de sábila Asparagaceae Aloe vera (L.) Burm. f. ME
Orégano Lamiaceae Origanum vulgare L. ME,CO
Romero Lamiaceae Rosmarinus officinalis L. ME,CO
Toronjil Lamiaceae Melissa officinalis L. ME,CO
Continúa.
54
Continuación de la tabla 3.
55
cialmente porque dadas las condiciones estructurales en las que se encuentran in-
mersos, caracterizadas por la incertidumbre en la variabilidad climática, la potencial
aparición de plagas y las importantes fluctuaciones en el precio de los productos en
los mercados, estos campesinos prefieren reducir los riesgos de fallas o pérdidas
antes que procurar maximizar las ganancias o ingresos. Esto, al menos, dentro de las
posibilidades que tienen a su alcance. Igualmente, las estrategias adaptativas dismi-
nuyen o minimizan los riesgos en la economía campesina (Altieri y Nicholls, 2012;
Landini, 2011).
Como lo ha señalado Ulloa (2011), los cambios ambientales han existido siempre
y para afrontarlos, la mayoría de los grupos humanos han desarrollado distintas estra-
tegias, que van desde normas, tecnologías o creencias, hasta cambios radicales en los
modos de vida. Sin embargo, no siempre hay coincidencia entre los distintos actores
sociales sobre cuáles deben ser las estrategias, cómo y dónde se aplican.
Por ejemplo, las propuestas dominantes para mitigar el cambio climático a nivel
internacional están vinculadas a la captura de carbono -con su respectivo merca-
do de emisiones, que permiten continuar emitiendo gases invernadero, bajo la con-
signa de quien contamina paga-, a la producción de agrocombustibles y al uso de
transgénicos resistentes a las sequías o inundaciones. Dichas soluciones se centran
en el capital, la globalización del mercado y el conocimiento experto, y ocupan un
lugar destacado en la agenda internacional y en las relaciones Norte/Sur, que además
de mercantilizar la naturaleza a través de los agronegocios, son una falsa solución,
dado que incrementan los impactos ambientales sistémicos por la contaminación, la
pérdida de biodiversidad, el avance de los monocultivos, la monopolización y acapa-
ramiento de tierras.
En últimas, tales propuestas se traducen en una nueva fase de la expansión y reva-
lorización del capital, lo que finalmente genera desterritorialización de comunidades
étnicas y campesinas, desconoce e invisibiliza las propuestas locales. A diferencia de
ello, las alternativas desarrolladas en el municipio de Marinilla, por parte de los agri-
cultores agroecológicos parten de procesos participativos donde se revaloriza el cono-
cimiento y las capacidades locales, que han permitido potenciar la diversidad ecológica
y sociocultural para una agricultura más sostenible. Parafraseando a Sevilla (2006), la
agroecología practicada por estos campesinos es una experiencia clara de disidencia a
la globalización y se distancia de las propuestas ecotecnocráticas de las instituciones
internacionales, que a través del cambio climático, como problema, relanzan el desa-
rrollo, esta vez como capitalismo verde.
Conclusiones
Tanto causas como efectos, percibidos por los agricultores, muestran una suerte de
apropiación del discurso ambiental oficial. Las causas las vinculan a un mal manejo
ecológico (quemas, deforestación, sobrepoblación, uso inadecuado y excesivo de agro-
químicos, mal manejo de los suelos y del agua, sustitución de variedades tradicionales
por híbridos), las cuales se manifiestan en unos efectos negativos fácilmente reconoci-
56
bles (plagas y enfermedades en sus cultivos, hundimientos y erosión de suelos, daños
en la infraestructura vial y habitacional), que impactan negativamente las condiciones
de vida locales. Las estrategias que han emprendido como alternativas se vinculan con
el conocimiento local y con las prácticas agrícolas no convencionales que vienen desa-
rrollando y promoviendo desde sus organizaciones y con las ONG locales.
Los agricultores encuestados en esta investigación han desarrollado sistemas diná-
micos de conocimientos y prácticas agroecológicas entre las que se destacan la diversi-
ficación de los cultivos, las barreras vivas, la construcción y mantenimiento de terrazas,
intercambio de semillas, controles fitosanitarios con extractos de plantas, incremento
de la materia orgánica en los suelos y el manejo adecuado del agua, etc., que además
de mejorar las condiciones ambientales prediales, garantizan la seguridad alimentaria
con calidad, posibilitan la apertura de nuevos nichos de mercado local, recuperan y
valorizan sus conocimientos locales.
La innovación y adopción de nuevos conocimientos por parte de los agricultores les
ha permitido generar distintas alternativas para la pervivencia y al mismo tiempo ha
fortalecido su autonomía, constituyéndose en sujetos multidimensionales que partici-
pan de las dinámicas socioeconómicas y políticas locales y regionales que potencian y
defienden el territorio y la territorialidad.
Las estrategias adaptativas en conjunto consolidan, refuerzan, recuperan y reapro-
pian conocimientos y prácticas agroecológicas e incorporan innovaciones en la pro-
ducción y el consumo, así como fortalecen procesos organizativos y de participación
social, económica y política de los agricultores agroecológicos, minimizan los riesgos
al cambio climático y garantizan la sostenibilidad de la biodiversidad en sus territorios.
La innovación y la diversidad en los sistemas de producción, en la organización so-
cial, política y cultural, tienden a disminuir los riesgos no sólo del sistema económico,
sino que permiten la pervivencia y cohesión del campesinado como sujeto social y
político.
Probablemente, buena parte del repertorio de estrategias adaptativas desplegadas
por los agricultores agroecológicos de Marinilla, están relacionadas directamente con
una larga historia de adaptación sociocultural compartida y sostenida por redes de pa-
rentesco, compadrazgo y vecindario que ha caracterizado en general a la población del
municipio. En efecto, esta población es reconocida como emprendedora, comerciante,
negociante, capaz de adaptarse a múltiples circunstancias e innovar en permanentes
encuentros interculturales a través de los cuales reafirma su identidad y ethos cultural,
de tal manera que logran mantenerse como tales en un mundo interconectado y en
permanente transformación.
Agradecimientos
57
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58
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59
Resiliencia socioecológica de los agroecosistemas.
Más que una externalidad
Leonardo A. Ríos-Osorio*, Walter Salas-Zapata†, Juan Antonio Espinosa-Alzate‡
Introducción
En las últimas décadas del siglo XX los problemas de insostenibilidad se hicieron más
visibles ante la humanidad. Las publicaciones del Informe del Club de Roma sobre los
límites del crecimiento (Meadows et al., 1972) y del Informe de la Comisión Mundial
sobre Medio Ambiente y Desarrollo (WCED, 1987) documentaron, probablemente
como nunca antes se había hecho, problemas socioambientales como el agotamiento
de fuentes de agua y de energía, el crecimiento demográfico de la población mundial,
la deforestación, el calentamiento global y los desequilibrios norte-sur en la distribu-
ción de la riqueza.
La existencia y magnitud de estos problemas no solamente estimularon cambios
a nivel político-institucional sino también a nivel científico. En el primer caso, con el
propósito de tomar decisiones urgentes, se llevaron a cabo la Cumbre de la Tierra, la
Cumbre de Johannesburgo y la Cumbre de Río+20, y se tomaron decisiones a través de
la firma del protocolo de Kioto y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio entre otros
tratados y acuerdos.
En el segundo caso, el modelo dominante de desarrollo científico y tecnológico
occidental ha sido cuestionado por sus limitaciones para entender la complejidad de
los problemas de insostenibilidad y su incapacidad para proponer soluciones a ellos
(Meadows et al., 1972:24,27; Novo, 2006:7-22; Ravetz, 2006; Rios et al., 2009). Así,
ante la necesidad de proponer modos de hacer ciencia que permitan comprender las
interacciones dinámicas naturaleza-sociedad, a nivel científico se han venido desarro-
llando campos disciplinares como la ecología industrial, la ética ambiental, la economía
ecológica, la ecología cultural, la ecología política, y la agroecología.
Un común denominador entre estos campos disciplinares es su interés por enten-
der como los sistemas humanos pueden llevar a cabo procesos adaptativos que les
permitan ajustarse a las dinámicas de los ecosistemas dentro de los que desarrollan su
existencia. Esto último se conoce con el nombre de resiliencia socioecológica y puede
definirse como la capacidad de diferentes tipos de sistemas humanos de reorganizar
adaptativamente el arreglo de relaciones socioecológicas para mantener su existencia
(Berkes et al., 2003a:13-16; Folke, 2006; Salas-Zapata et al., 2012). Por esa razón se
puede decir que estos campos disciplinares emergentes se enfocan en entender la re-
siliencia socioecológica de determinados sistemas.
*PhD en Sostenibilidad. Profesor Asociado Escuela de Microbiología. Grupo de Investigación Salud y Sostenibilidad.
Universidad de Antioquia. †PhD en Sostenibilidad. Profesor Auxiliar Escuela de Microbiología. Grupo de Investigación Salud
y Sostenibilidad. Universidad de Antioquia. †PhD (c). Doctorado en Agroecología. Universidad de Antioquia. Grupo de
Investigación Salud y Sostenibilidad.
60
Si bien estos campos disciplinares tienen en común su interés por entender la
resiliencia socioecológica de un sistema dado, ellos difieren en el tipo particular de
interacciones socioecológicas que constituyen el sistema en estudio. Por ejemplo, la
economía ecológica se ocupa de las relaciones entre los ecosistemas y las actividades
económicas (Baumgärtner et al., 2008); la ética ambiental, de las relaciones entre los
sistemas de creencias, las tradiciones éticas y espirituales y el manejo y gestión del am-
biente (Berkes et al., 2003b), la ecología política, de las relaciones entre las divisiones
de poder basadas en criterios socioeconómicos y culturales y la distribución de recur-
sos naturales y de los beneficios de los servicios ecosistémicos entre los actores de un
territorio (Berkes et al., 2003b); la ecología cultural, de las relaciones entre el hábitat y
el territorio y los rasgos y cambios socioculturales (Davidson-Hunt and Berkes, 2003);
la ecología industrial, de las relaciones entre los componentes del sistema industrial
y la biósfera (Erkman, 1997); y la agroecología, de las relaciones entre los sistemas
agrícolas y el ambiente y la sociedad dentro de los cuales se desarrollan tales sistemas
(Altieri, 1999).
En consecuencia, la agroecología se interesa por entender la resiliencia socioecoló-
gica de los agroecosistemas. No obstante, el concepto de resiliencia ha tenido diferen-
tes significados debido a su uso en diferentes ámbitos de las ciencias. Este capítulo sos-
tiene que el concepto de resiliencia socioecológica de los sistemas brinda una perspec-
tiva de estudio apropiada para entender la in/sostenibilidad de los agroecosistemas.
61
Particularmente bajo esta tercera mirada, la agroecología puede definirse como
una transdisciplina debido a que su objeto de indagación, que es la resiliencia socioeco-
lógica de los agroecosistemas, es un objeto de estudio no abarcado por otras ciencias, y
la construcción de conocimiento científico sobre dicho objeto no solamente implica la
integración de las disciplinas que se ven representadas en los agroecosistemas, como
aquellas procedentes de las ciencias agrarias, las naturales y las sociales, sino también
la integración con otras formas de conocimiento derivadas de aquellos actores que
conocen y están involucrados en las dinámicas de los agroecosistemas.
Los agroecosistemas
La complejidad de los problemas de insostenibilidad ha demandado a nivel científico
la redefinición de los problemas o sistemas de interés a partir de unidades de análisis
denominadas sistemas socioecológicos (Gallopín, 2001; Gallopin, 2004). Los sistemas
socioecológicos son sistemas totales constituidos subsistemas humanos y subsistemas
ecológicos y sus mutuas interacciones (Gallopín, 2001).
Lo anterior significa que para comprender la in/sostenibilidad de un sistema es
necesario redefinirlo como sistema socioecológico. En consecuencia, para entender
los procesos que permiten a un sistema ser sostenible, o que explican su insosteni-
bilidad, es necesario redefinir sus límites del sistema objeto de interés a partir de las
interacciones sociales y ecológicas que éste establece con los sistemas con los que se
relaciona. En el caso de la agroecología, los sistemas que son objeto de tal redefinición
son los sistemas agrícolas, que una vez son redelimitados a partir de sus interacciones
socioecológicas se denominan agroecosistemas.
Los agroecosistemas son sistemas socioecológicos constituidos por sistemas agrícolas
y sus interacciones con los sistemas sociales y ecológicos con los que se relacionan. Por
esa razón los agroecosistemas pueden definirse como totalidades integradas por sistemas
agrícolas y los sistemas sociales y ecológicos acoplados a estos. Así, un agroecosistema
no solamente comprende el sistema agrícola y el espacio físico dedicado a la producción,
sino también los recursos, el clima, el suelo, la infraestructura, las relaciones económicas,
las instituciones, la estructura social, la gente involucrada y afectada por estos procesos,
y la historia misma del sistema (Cabell and Oelofse, 2012). (Altieri, 1999:49).
62
un concepto maduro en estas áreas (Bodin and Wiman, 2004). En el ámbito de la inves-
tigación relacionada con la sostenibilidad de los sistemas socioecológicos fue utilizado
posteriormente, luego de algunos avances en ecología (Folke, 2006).
Estos tres contextos histórico-disciplinares han dado lugar a tres perspectivas del
concepto de resiliencia que están vinculados con los diferentes usos y significados que
tiene este concepto (Salas-Zapata et al., 2012). Estas perspectivas pueden concretarse
en los conceptos de resiliencia ingenieril o técnica, resiliencia ecológica y social, y resi-
liencia socioecológica (Folke, 2006). Éstas se describen a continuación:
63
Resiliencia socioecológica en las comunidades
negras e indígenas de Colombia
Contexto histórico
Cuando los españoles llegaron a América las culturas indígenas se encontraban en la
cúspide de su desarrollo como sociedades. Poseían una estructura política cimentada
en sus cosmovisiones, formas de comprensión místicas que se apoyaban en la natura-
leza como materia y energía vital que comulgaba la relación hombre-naturaleza.
Se pueden citar múltiples ejemplos de esa relación armónica con y desde la na-
turaleza, de respeto y cuidado, con la cual los pueblos indígenas en América habían
desarrollado sus sociedades. La siembra en terrazas y sus sistemas de regadío que les
permitieron a los incas cultivar las laderas de las montañas de la cordillera de los An-
des, y además de hacerlas productivas, evitaban al mismo tiempo la erosión y deserti-
ficación. (Galeano, 2001).
Los jardines flotantes de los aztecas ubicados históricamente en el lago desecado
donde en la actualidad se erige la ciudad de México. Estas islas fértiles fueron creadas
por los aztecas para resolver el problema de la falta de tierras en el sitio elegido para
construir Tenochtitlán, su ciudad sagrada.
A pesar del nivel de desarrollo alcanzado por estas civilizaciones, con un alto grado
de armonía entre hombre y naturaleza, que tardo cientos de siglos en desarrollarse,
fue destruido con la llegada del hombre occidental, que impuso su ley, su religión, su
manera de vivir, su cultura.
Desde entonces, la inmensa fertilidad de las tierras sudamericanas fue sometida a
la explotación intensiva de monocultivos como la caña de azúcar, el cacao, el banano,
el café, y a su desperdicio creando inmensos latifundios de tierras fértiles para la cría
de ganado. El logro de esta explotación intensiva se consiguió a través de la “importa-
ción” de negros africanos. Esclavos que sirvieron de mano de obra en la expropiación,
en el marco de un emergente sistema económico capitalista que se valía de su poderío
militar y su ambición sin límites para devorar y comercializar todo lo que encontró a su
paso en las tierras americanas. (Galeano, 2001).
Luego de una larga lucha por su soberanía, llega la independencia de los países su-
ramericanos en el siglo XIX. Sin embargo, la explotación de sus tierras continuó, pues la
soberanía del territorio era más una ilusión que un hecho real. Junto con la destrucción
de las civilizaciones indígenas y la usurpación de sus recursos naturales desapareció
también su inmensa riqueza cultural, sus estrategias ancestrales de adaptación a los
ecosistemas y su respeto por la naturaleza.
64
importante era que la nueva tierra produjera los frutos a los que ellos estaban
acostumbrados. El trópico fue abandonado desde entonces a su suerte y no ha
logrado todavía ser asimilado como escenario cultural. La independencia de los
países latinoamericanos no varió lo absoluto su visión del desarrollo, sino que
los vinculó más fuertemente a la dependencia externa. Las últimas culturas in-
dígenas mueren en el presente, llevándose consigo los conocimientos del medio
natural acumulados durante milenios.” (Ángel Maya, 1995).
1. La descripción que se presenta a continuación, de los dos casos de resiliencia socioecológica, es la síntesis presentada
de las dos experiencias, entre otras más, de las presentadas en la investigación financiada por el Fondo para la Acción
Ambiental y la Niñez:
Espinosa, J.A., Ríos, L.A., Saldarriaga, J.G., 2011. Evaluación agroecológica y modelos de producción agrícola en 2 consejos
comunitarios y 1 cabildo indígena (Cajambre, Concosta y Mutatá). Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez.
65
Figura 1. Información general del Consejo Comunitario del Río Cajambre, ubicado al suroeste
del municipio de Buenaventura, en el departamento del Valle del Cauca (Colombia).
Figura 2. Producción de plátano y caña de azúcar en medio del bosque tropical muy húmedo.
66
Figura 3. Producción en azoteas o cama alta en las comunidades de
la zona baja del consejo comunitario del Río Cajambre y Concosta.
de las comunidades les ha llevado de forma intuitiva a comprender las dinámicas tanto
biofísicas y socioculturales en interrelación, transformando el paisaje y haciéndolo par-
te de su realidad cultural.
En ese sentido, su función de despensa cultural garantiza la adaptabilidad de la
población y su territorio a pesar de las perturbaciones a las que se ve sometida por
efecto de las presiones del entorno. La evidencia de que los procesos de resiliencia
socioecológica conllevan no sólo a adaptaciones biofísicas se refleja en la población,
con su apego al entorno natural y su capacidad de asumir modos de vida adaptados
a las aspiraciones de su cultura (figura 4). Por estas razones se puede decir que la ex-
periencia de producción en azoteas de las comunidades de la zona baja del Consejo
Comunitario del Río Cajambre es un caso característico de resiliencia socioecológica en
un agroecosistema.
67
Figura 4. Niños y campesino de los consejos comunitarios.
68
Figura 5. Fuente: Muncipio de Mutatá. Mapa de veredas y corregimientos.
de 4.000 a 8.000 mm anuales, humedad relativa de 80 a 90%, brillo solar de 3,5 a 4,5
horas/día y los suelos presentan relieves colinados, bien drenados, baja fertilidad, ero-
sión de ligera a moderada, y en la unidad de montaña se presenta erosión de ligera a
severa y fertilidad baja a moderada. (Programa Colombia Forestal, 2006).
De acuerdo con el tipo de suelos se conciben dos usos posibles desde las perspec-
tivas comunitarias indígenas; un uso agrícola restrictivo de subsistencia, basado en el
desarrollo de huertas sobre vegas de ríos y quebradas para la producción de plátano,
maíz, yuca y frutales, complementado con la caza y la pesca, y la crianza de aves de
69
corral y en algunos casos cerdos, lo cual se constituye en el principal sustento de las
familias indígenas. Con una restricción en su uso sustentada en la necesidad de la per-
manencia de los bosques, la vida silvestre y la captación de recursos hídricos como
base fundamental de su relación ecosistémica.
En segundo lugar, la explotación controlada y no tecnificada con fines de vivienda e
intercambio de las especies maderables del bosque húmedo tropical, concordante con
la vocación principal de los suelos de esta región que son de uso forestal principalmen-
te, y que se caracterizan por ser bosques con ecosistemas extremadamente frágiles
para fines agrícolas.
Frente al uso productivo de los suelos se ha constituido una agricultura adaptada a la
selva húmeda tropical, de cultivos temporales con intercambios periódicos que se funda-
mentan en el cultivo de caña, tomate, lulo y fríjol, con una orientación a cultivos de ca-
rácter permanente como plátano primitivo, yuca, piña, limón, borojó, maíz de forma es-
tacional con dos cosechas anuales, una en marzo – abril y otra en septiembre – octubre.
Las comunidades que conforman el CMMT pertenecen a la etnia Emberá Eyábida
de la región de Mutatá y a censo de 2008 se contaba con 1.300 habitantes distribui-
dos en aproximadamente 280 familias en 13 comunidades: Jaikerazabi, Bedó Encanto,
Sabaleta, Mutatacito, Cañaduzales, Surrambay, Porroso, Mongaratatadó, Mongudó,
Mongudó la Sucena, Chontadural Cañero, Chontaduralito y Cacao.
Los indígenas Emberá conciben dentro de su cosmogonía el territorio como la esen-
cia primera de toda existencia, la tierra lo es todo, es la identidad, la cultura, y como
colectivo establecen la unidad y la soberanía como los principios regulatorios de su
funcionamiento en ese territorio, biofísico y cultural:
“El territorio es el lugar en el que desarrollamos nuestra vida y lo que nos per-
mite ser indígenas, es el suelo, nuestros recursos, el agua, los sitios sagrados;
es donde hacemos comunidad y donde esperamos que nuestros hijos también
vivan. El territorio no es simplemente el espacio geográfico delimitado por con-
venio. El territorio es algo que vive y permite la vida.” (Cabildo Mayor Indígena
de Chigorodó, 2009).
Uno de los aspectos que se resalta de las comunidades Emberá es su concepción sisté-
mica de la realidad, la cual reflejan de manera permanente en la simbología con la cual
representan la vida, la naturaleza y su relación con ella. (Espinosa et al., 2011).
De acuerdo con la cosmogonía Emberá, Tatzitzetze es el creador del universo y los
mundos existentes, los hombres y las cosas. Este dio origen a Caragabí, quien es el
amo de este mundo, el terrenal. Este dios es responsable de crear hombre y mujer, las
estrellas, los seres vivos y definió sus comportamientos, pero le faltaba el agua, así que
envió una paloma a buscarla en otros mundos, pero nunca volvió, un día soñó que en
su mundo si había agua, así que mandó un periquito a que la buscara, este encontró en
una cueva una mujer llamada Genzera, en su vivienda esta tenía agua cristalina y pe-
ces, le pidió que abriera la puerta pero no quiso, así que Cagarabí se presentó ante ella
para reclamarle, pero ante su nueva negativa este tumbó la puerta y dejo salir el agua
y los peces. Como castigo el dios la convirtió en una hormiga que lleva agua en su boca
70
y la deja en un árbol hueco que es llamado
Genené. (Ríos de Moreno, 2007).
De acuerdo con la cosmogonía Emberá,
del Genené provienen los mares, de su tron-
co; los ríos, de sus ramas; los arroyos, de sus
brotes grandes; y los pantanos, de sus bro-
tes pequeños.
Para los indígenas del CMMT, el Genené
es un símbolo de esa relación sistémica que
ha establecido su cultura con la naturaleza y
han actualizado la creencia del Genené por
la figura 7 que a continuación se presenta.
El Genené de la imagen corresponde con
el árbol conocido como carreto (Aspidosper-
ma spruceano) o carreto mamellon, lo lla-
man el “árbol del encuentro” pues en su re-
presentación particular, las ramas recogen
la vida del aire, pájaros, micos, insectos, en
sus raíces nace el agua y en ella los peces, y
en el tronco se recogen la mujer y la casa, allí todos se encuentran unidos y de todos
ellos depende el equilibrio (figura 7).
Esta cosmovisión de las comunidades pertenecientes al CMMT han permitido definir
así, una serie de líneas estratégicas para el desarrollo colectivo y la definición de agen-
das de trabajo interinstitucionales con agencias de cooperación y entes gubernamenta-
les de orden público y privado y de nivel local, regional y nacional: Línea de Territorio y
Ordenamiento, Línea de Recursos Naturales y Desarrollo, Línea de Autonomía Alimenta-
ria y la Línea de Vivienda y Hábitat. (Cabildo Mayor Indígena de Chigorodó, 2009).
Para los Emberá de Mutatá, la seguridad alimentaria es una línea estratégica, la cual
han asumido como autonomía alimentaria, y que de acuerdo con sus lineamientos, es
concebida como:
“Tener comida y salud en forma adecuada, en todo tiempo y para todas las
familias. Con tierra suficiente y adecuada para la producción de alimentos, con
respeto a nuestra diversidad (saberes, prácticas y ambientes), acorde a nuestra
cultura alimentaria, en relación directa con nuestros usos, costumbres, calenda-
rios agrícolas y privilegiando en la medida de lo posible, el manejo de semillas
tradicionales y de nuestros recursos locales.” (Cabildo Mayor Indígena de Chigo-
rodó, 2009).
El CMMT tiene constituido un Comité de Mujeres Emberá con las cuales se adelantó
un proyecto de fortalecimiento de la autonomía territorial de los Emberá de Antioquia,
apoyado por la OIA, el Gobierno Vasco y la ONG Mugarik Gabe, por medio del cual se
establecieron dos parcelas de plantas medicinales y alimenticias utilizadas de manera
tradicional por los Jaibanás (Médicos Tradicionales), información que da una perspecti-
71
va del uso potencial del bosque, con una mirada desde lo cultural, y aplicaciones en la
alimentación y la salud desde su soberanía (figura 8).
“…nos están enseñando y están capacitando a los Emberá; nos enseñan para
qué es tan importante el bosque que está allí, los animales, los árboles que se
encuentran al interior del territorio. Por medio de esta capacitación los indíge-
nas están aprendiendo sobre la importancia de cuidar el bosque o el territorio,
para qué sirven los ríos, porque sin esto nosotros los indígenas no podemos vivir,
los indígenas no viven así como en el pueblo, los indígenas se encuentran en las
montañas, es así como el indígena debe conservar el bosque y cuidar el territo-
rio, porque es nuestra madre que nos da todo, en cambio el kapunia (colonos)
no piensa eso.” (Higuita, 2010).
72
Así, las instituciones se han involucrado con las dinámicas sociales y culturales del
CMMT y sus repercusiones derivan en un mayor empoderamiento de las mismas co-
munidades por su realidad, desde lo que permiten sus propias leyes internas, y desde
donde la lectura del entorno social, económico y ambiental les deja entrever una me-
jora en sus condiciones de vida.
Existen en la vida de los resguardos pertenecientes al CMMT dos situaciones que
afectan su resiliencia socioecológica frente a las perturbaciones no sólo del entorno
productivo sino de los aspectos políticos e institucionales que definen su legalidad y la
propiedad sobre su territorio:
Por un lado, la llegada de los Emberá se debió a un proceso de desplazamiento a
causa de la violencia, que incluso puso en peligro la estabilidad del Cabildo, al generar
desplazamientos masivos en los años 90 asociados a la pugna de grupos armados que se
disputaban el territorio. Incluso, el territorio del resguardo Chontadural Cañero se había
convertido en corredor para el paso de los grupos armados en la zona, lo cual dificultó la
adaptación adecuada de las comunidades al territorio. Es a mediados de la década del
2000 que se presenta una nueva época de estabilidad en el orden público, que permite
el resurgimiento de la organización indígena, con más fuerza y mayor capacidad de con-
certación y atracción a los resguardos para vincularse activamente al CMMT.
En segundo lugar, la convivencia con colonos en los territorios delimitados en los
resguardos, como en el caso de Chontadural Cañero, ya sea por ocupación ilegal del
territorio, por tener derechos de propiedad adquiridos de los lotes asignados por el
INCODER al resguardo, previo a su legalización como tal, o por el arrendamiento de
tierras por parte de las comunidades indígenas, ha generado tensiones progresivas en
las comunidades, con brotes de violencia.
Esta problemática ha afectado las comunidades indígenas y las consecuencias que
ha traído en algunos momentos para los habitantes del resguardo, como las amenazas,
los asesinatos y los desplazamientos, los sensibilizaron para buscar a través de medios
pacíficos y espacios de concertación entre kapunia (blancos) y Emberá, la opción de
convivencia, es así como se realizó a comienzos del año 2011 la firma de una serie de
acuerdos de no expansión, buena vecindad y adecuado manejo de los recursos natura-
les, y al mismo tiempo, se pide una supervisión permanente de las extensiones de los
resguardos y la definición clara de los límites de los mismos.
Conclusión
73
tienen los agroecosistemas de llevar a cabo cambios adaptativos en sus estructuras e
interacciones socioecológicas para sobreponerse a las perturbaciones y mantener una
producción agrícola en armonía con la cultura, la organización social, la satisfacción
de necesidades y la capacidad de los ecosistemas. Así, la unidad de análisis (objeto de
conocimiento) de la agroecología es el agroecosistema.
El concepto de resiliencia tiene diferentes significados y no todos son apropiados
para entender la sostenibilidad de un sistema. En ese sentido, el concepto de resilien-
cia socioecológica es el más apropiado para entender la sostenibilidad de un agroeco-
sistema porque, de las tres perspectivas presentadas aquí, es el único que tiene apli-
cabilidad en los sistemas socioecológicos. Cabe señalar también que éste concepto no
es la suma de resiliencia social mas resiliencia ecológica, pues dentro del concepto de
resiliencia socioecológica, el cambio adaptativo está referido a las interacciones so-
cioecológicas y no a los sistemas sociales y ecológicos por separado.
Las experiencias descritas aquí corresponden a dos casos de resiliencia socioeco-
lógica en dos agroecosistemas de dos regiones de Colombia. Ambos casos reflejan la
capacidad que tuvieron dos colectivos humanos de adaptar sus sistemas productivos
a sus aspiraciones socioculturales y a las características del entorno natural. Esta capa-
cidad de reajustarse adaptativamente a las dinámicas del entorno social y ecológico es
la que les ha permitido satisfacer sus necesidades básicas por cientos de años. Ello es
propio de un agroecosistema sostenible.
Por esa razón, en la comprensión de la resiliencia socioecológica de un agroeco-
sistema no es suficiente el conocimiento de las características y dinámicas biofísi-
cas y técnicas de los sistemas agrícolas, pues la capacidad adaptativa y los procesos
de cambio adaptativo son fenómenos que surgen en la experiencia humana de las
comunidades en relación con su entorno, y estos cambios son orientados por las
instituciones que emergen en el seno de las organizaciones humanas que definen
la configuración de los sistemas agrícolas, las definiciones culturales de categorías
como el bien, el bienestar y la calidad de vida, y el conocimiento propio de las diná-
micas de los ecosistemas.
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76
Resiliencia de fincas ante afectaciones por organismos nocivos
en sistemas agrícolas expuestos a sequía y ciclones tropicales
Luis L. Vázquez Moreno
Introducción
Los efectos del cambio climático generalmente son más evidentes cuando ocurren
eventos extremos, como es el caso de la sequía, los ciclones tropicales, las lluvias in-
tensas, entre otros que muchas veces ocasionan desastres, que en el caso de la agri-
cultura se expresan directamente en pérdidas en los cultivos, los animales, el suelo, las
instalaciones y otros componentes de la producción agropecuaria.
Sin embargo, los efectos del calentamiento global también repercuten en el compor-
tamiento de las poblaciones de organismos nocivos que cohabitan en los sistemas agrí-
colas con las plantas cultivadas y los animales de crianza, contribuyendo en muchos casos
a incrementos poblacionales, con expresiones en pérdidas económicas en dichos rubros
productivos (Urquiza, 2004; Jiménez, 2008; FAO, 2009); aunque, se ha comprobado que
también los efectos físicos de las corrientes de aire, de agua y el exceso de humedad,
entre otros, contribuyen a alteraciones en las poblaciones de organismos que habitan en
los sistemas de producción, sean los que se manifiestan de manera nociva (patógenos,
parásitos) o los que actúan como benéficos (reguladores naturales, polinizadores y otros)
(Vázquez, 2011a), entre otros elementos de la biodiversidad (Reid y Swiderska, 2008).
Particularmente en los sistemas agrícolas de Cuba, se han podido comprobar incre-
mentos o reducciones en la ocurrencia de organismos nocivos, asociados a eventos ex-
tremos de cambios en el clima, principalmente la sequía prolongada (Vázquez, 2007),
los huracanes, las lluvias fuertes y fuera de época, entre otros que muchas veces no son
perceptibles, debido a que los desastres ocasionados por estos eventos a los cultivos
son de tal magnitud, que no permiten visualizar los cambios en las manifestaciones de
estos organismos (Vázquez et al., 2009); sin embargo, contribuyen generalmente a au-
mentar las pérdidas durante y con posterioridad a dichos eventos, lo que obliga a que
los agricultores realicen gastos excesivos por plaguicidas, que generalmente no logran
resolver el problema.
Debido a que el cambio climático es una realidad y que sus efectos en la producción
agropecuaria son cada día más evidentes y de magnitud económica, existe la demanda
de que los agricultores realicen prácticas adaptativas, de manera que los sistemas de
producción sean resilientes ante la ocurrencia de dichos eventos, incluyendo las afecta-
ciones por organismos nocivos, como argumentaron Altieri y Nicholls (2009).
Para la elaboración del presente capítulo se integran estudios realizados reciente-
mente sobre incidencia de organismos nocivos, vulnerabilidad de sistemas de cultivo y
Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV). Calle 110 No. 514, entre 5ta B y 5ta F. Playa. CP 11600. La Habana.
Cuba. Correo electrónico: lvazquez@inisav.cu; llvazquezmoreno@yahoo.es
77
transición de fincas hacia sistemas resilientes a las afectaciones estos organismos favo-
recidas por la sequía y los ciclones tropicales, eventos que se manifiestan regularmente
en Cuba y otros países de la región. En especial dedico este capítulo al Profesor Félix
R. Vázquez (tío Felo), quien ya en su avanzada edad y jubilado, pero con gran lucidez e
inquietud científica, reflexiona y promueve el incremento de la diversidad y densidad de
plantas como elemento básico para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero
y contribuir a la adaptación de los sistemas socioeconómicos ante el cambio climático.
Figura 1. Síntesis de los principales efectos físicos de los vientos fuertes, las lluvias intensas y
la sequía sobre las poblaciones de organismos nocivos (ONs) y sus reguladores naturales (RNs).
78
En la mayoría de los sistemas agrícolas de Cuba se evidencian cambios en el com-
portamiento del clima, principalmente la frecuencia e intensidad de los ciclones tropi-
cales; los períodos de sequía ocurren anualmente y son más prolongados; la época de
primavera en ocasiones se presenta tardíamente y durante menor tiempo; en algunas
temporadas en que tradicionalmente llueve poco, ocurren precipitaciones intensas,
incluyendo las que se presentan inmediatamente después de un período prolongado
de sequía; neblinas más intensas y continuas; temperatura en invierno con fluctuacio-
nes más bruscas entre el día y la noche; estaciones de lluvia y seca desplazadas, entre
otros eventos que son percibidos por las personas que viven y trabajan en los sistemas
agrícolas, en particular los técnicos y agricultores, quienes han logrado correlacionar-
los con afectaciones importantes en los cultivos, sea por los efectos físicos de dichos
eventos o por los cambios que suceden en las manifestaciones de organismos nocivos
(Vázquez et al., 2009); aunque, desde luego, algunos de estos eventos son analizados
por los meteorólogos y aun no se afirma científicamente si la ocurrencia de los mismos
o su intensidad están relacionados con el calentamiento global.
Estudios en agroecosistemas de Cuba han documentado el incremento de pobla-
ciones de especies de insectos que normalmente se manifiestan como plagas agrícolas,
las que son más frecuentes y elevadas en zonas afectadas por la sequía (Vázquez, 2007,
2011a; Vázquez et al., 2009), principalmente especies pertenecientes a familias de los
órdenes Hemiptera, Thysanoptera, Hymenoptera y Coleoptera (figura 2).
3
Número de casos
0
Aleyrodidae
Psyllidae
Pyralidae
Curculionidae
Pseudococcidae
Flatidae
Delphacidae
Cicadellidae
Tingidae
Pentatomidae
Thripidae
Lonchaeidae
Sphingidae
Gelechiidae
Tortricidae
Scolytidae
Agromycidae
Formicidae
Noctuidae
Familias de insectos
79
En estos casos se ha observado que la mayoría se trata de insectos de hábitos
alimenticios muy relacionados con nichos ecológicos pocos ventilados y guarecidos,
como son las moscas blancas (Aleyrodidae), los psílidos (Psyllidae) y los thrips (Thri-
pidae) que se relacionan principalmente en el envés de las hojas; las cochinillas hari-
nosas (Pseudococcidae) que habitan en hendiduras o depresiones entre órganos de
la planta; los picudos y escolítidos (Curculionidae) que perforan y habitan en el inte-
rior de órganos de las plantas y las hormigas cortadoras de hojas (Formicidae), que
practican nidos debajo del suelo, entre otros, aspecto que ya había sido pronosticado
precisamente para Thrips tabaci (Lind.) en estudios realizados por Jiménez et al.,
(1999), quienes determinaron que esta plaga del ajo y otras liliáceas resultará cada
vez más favorecida en su desarrollo por las variaciones previstas en la temperatura y
las precipitaciones, y se producirían ataques más intensos, fundamentalmente en los
primeros meses del año.
Los casos de mayor connotación en algunos sistemas agrícolas de Cuba son los
picadores-chupadores (Hemiptera) y los raspadores (Thysanoptera), que debido al in-
cremento de la temperatura se favorece su desarrollo poblacional, lo que trae como
consecuencia el aumento de la transmisión de enfermedades causadas por virus y mi-
coplasmas, aspecto que resulta evidente en diferentes cultivos como los ornamentales,
las solanáceas (tomate, pimiento, tabaco), los granos (frijol, maíz) y ciertos frutales
(papaya), entre otros, cuya combinación (insecto vector-virus o micoplasma-cultivo-
hospedantes secundarios) resulta muy favorecida por la sequía prolongada y puede ser
potencialmente un problema fitosanitario de gran magnitud (Vázquez, 2011a).
Igualmente la sequía prolongada también contribuye al incrementos poblacionales
y afectaciones, principalmente los organismos siguientes (Vázquez et al., 2009): ácaro
blanco (Polyphagotarsonemus latus) en diferentes cultivos; tetúan del boniato (Cylas
formicarius); polilla de la col (Plutella xylostella); bibijagua (Atta insularis) en frutales
y ornamentales; tizón (Alternaria solani) en papa; mosca blanca (Bemisia tabaci) en
tomate y pepino; araña roja (Tetranychus tumidus) en plátano; prodenia verde (Spo-
doptera exigua) en cebolla; psílido (Diaphorina citri) en cítricos; gusanos de las cucur-
bitáceas (Diaphania spp.) y sigatoka amarilla (Mycosphaerella musicola) en plátano.
El aumento de la temperatura favorece el incremento poblacional y los daños por
la prodenia verde (S. exigua) en cebolla; el ácaro blanco (P. latus) en pimiento, papa y
otros cultivos; Thrips palmi en frijol y papa; y el mildiu (Pseudoperonospora cubensis)
en pimiento y otras cucurbitáceas (Vázquez et al., 2009).
Existen evidencias de varios organismos nocivos que se incrementan como conse-
cuencia de los huracanes (figura 1) y como más importantes los siguientes (Vázquez
et al., 2009): minador de la hoja (Liriomyza trifolii) en papa, frijol y otros cultivos; pri-
mavera de la yuca (Erinnyis ello); fusariosis en tomate (Fusarium spp.), bacteriosis en
cebolla y otros cultivos (Xanthomonas); alternariosis en varios cultivos; psílido (D. citri)
en cítricos; tetúan (C. formicarius) en boniato (Ipomoea batatas); chinche de encaje
(Pseudacysta perseae) en aguacate; mosca blanca (B. tabaci) en tomate; nemátodos
de las agallas (Meloidogyne spp.) en guayaba; palomilla (Spodoptera frugiperda) en
maíz; otros se reducen por los efectos de este fenómeno, principalmente moscas de las
frutas (Anastrepha spp.); trips y chinches harinosas (Pseudococcidae).
80
Como es conocido, diversas especies, cepas y ecotipos de organismos se han se-
leccionado para su utilización como agentes de control biológico, los que son repro-
ducidos masivamente en laboratorios y plantas de producción, para su posterior intro-
ducción en los agroecosistemas; pero, están constituidos por el organismo vivo, sean
adultos o inmaduros de artrópodos, esporas o conidios de hongos o bacterias, juveni-
les infectivos de nemátodos, entre otros; por ello, son muy sensibles a efectos físicos
como consecuencia del calentamiento global, como son los extremos de temperatura
y humedad relativa, las corrientes fuertes de aire y agua, las inundaciones, entre otros
cambios (Vázquez, 2011a).
Respecto a los reguladores naturales de poblaciones de insectos nocivos que ha-
bitan en los agroecosistemas, se han documentado varios efectos en zonas afectadas
por la sequía y los ciclones tropicales, los que también se expresan en los agentes de
control biológico (entomófagos y entomopatógenos) que se aplican o liberan en los
cultivos, principalmente los siguientes (Vazquez, 2007, 2011a):
Deshidratación de las fases expuestas a la radiación solar directa y por efecto del
calentamiento de los órganos de la planta.
Dificultades para ovopositar por temperatura de las hojas.
Deshidratación por corrientes superficiales de aire caliente.
Deshidratación por baja humedad del suelo y la planta.
Limitaciones para desplazarse en busca del huésped por no existir lámina de agua.
Daño mecánico por efecto directo de las corrientes de aire y agua.
Acción de microorganismos secundarios por efecto de humedad excesiva.
Deshidratación combinada con efecto físico de las corrientes fuertes de aire.
Muerte por exceso de agua debido a inundación.
A nivel internacional existe un consenso que sugiere que el calentamiento del sistema
climático es inequívoco, como evidencian ya los aumentos observados del promedio
mundial de la temperatura del aire y del océano, el deshielo generalizado y el aumento
del promedio mundial del nivel del mar, así como las variaciones de la cubierta terres-
tre y de la radiación solar, que alteran el equilibrio energético del sistema climático, ele-
mentos suficientes para estar alertas y tomar las decisiones pertinentes (IPCC, 2007),
lo que sugiere la necesidad de realizar cambios en las tecnologías de manejo de plagas
convencionales; es decir, transitar del enfoque de “defensa” y “protección” de cultivos,
al manejo del sistema de producción (Vázquez, 2011c).
La vulnerabilidad de los sistemas de cultivo ante eventos extremos del cambio climáti-
co se manifiesta directamente en sus diferentes componentes, lo que permite evaluar
la sensibilidad con mayor precisión, a la vez que contribuye a la búsqueda de prác-
ticas adaptativas; respecto a la ocurrencia de organismos nocivos, la sensibilidad no
solamente se expresa en la calidad y efectividad de las intervenciones con productos
81
fitosanitarios, sean químicos, biológicos u otros, sino en la relación entre la incidencia
de dichos organismos y el manejo del suelo y el cultivo (tabla 1).
Un estudio reciente realizado en Cuba (Vázquez et al., 2012) nos permitió compro-
bar que la mayor vulnerabilidad a la sequía se manifiesta en las fincas convencionales
de agricultura y ganadería, mientras que la menor fue para los sistemas agroforestales
de café en la montaña; en cambio, para los ciclones tropicales, se evaluaron como más
vulnerables los sistemas de agricultura convencional y los menos vulnerables la gana-
dería convencional (figura 3).
Estas evaluaciones se realizaron en ejercicios participativos, según consenso en la
percepción de técnicos y agricultores, en que se consideraron criterios de sensibilidad
que incluyen los que más se relacionan con el manejo de plagas, entre otros (tabla 1),
donde se puede apreciar claramente la mayor vulnerabilidad de los sistemas conven-
cionales; aunque, de manera general, aun dichos sistemas no están suficientemente
82
adaptados para la ocurrencia de estos eventos, pues manifiesten entre un 50-90% de
vulnerabilidad, la cual es alta para los componentes suelo, cultivo en crecimiento, riego
y control de plagas en áreas expuestas a sequía y el cultivo en crecimiento y cosecha en
las expuestas a ciclones tropicales (figura 4).
100 100
90 90
Vulnerabilidad (%)
Vulnerabilidad (%)
80 80
70 70
60 60
50 50
40 40
30 30
20 20
10 10
0 0
Organopónicos
Huertos
Fincas de
campesinos
intensivos
Fincas
convencionales
Ganadería
convencional
Agroforestería
Organopónicos
Huertos
Fincas de
campesinos
intensivos
Fincas
convencionales
Ganadería
convencional
Agroforestería
Figura 3. Vulnerabilidad a la sequía (izquierda) y los ciclones tropicales (derecha) de diferentes
sistemas de cultivo en Cuba (Vázquez et al., 2012). Para la evaluación de la vulnerabilidad de
cada componente en los diferentes sistemas de cultivo y ganadería, se utilizó una escala que se
basa en el nivel de afectación (sensibilidad según tabla 1), de acuerdo a la percepción que los
participantes tienen a partir de sus experiencias cuando ocurren estos eventos en su territorio,
la cual establece lo siguiente: Alta (más del 50%), media (entre 25 y 49%), baja (menos del 25%).
Para calcular la vulnerabilidad, primero se obtenía el resultado en porcentaje de cada compo-
nente; posteriormente, con el propósito de facilitar el análisis, se hizo una reclasificación según
la vulnerabilidad, asignándole un valor numérico o índice de calificación de 1 (uno) a 3 (tres),
representando el 1 a la situación más favorable (menos crítica) y el número 3 se le asignará a la
situación menos favorable (más crítica), es decir entre mayor es el índice de calificación mayor
es el grado de vulnerabilidad.
100% 100%
80% 80%
60% 60%
40% 40%
20% 20%
0% 0%
Cultivo
crecimiento
Cultivo
cosecha
Suelo
Cultivo
crecimiento
Cultivo
cosecha
Riego
Control
plagas
Suelo
Control
plagas
Riego
Crecimiento Crecimiento
83
Cuando se analiza la vulnerabilidad a eventos extremos, no es suficiente con esti-
mar los efectos sobre las pérdidas a cultivos y cosechas, sino que también hay afec-
taciones a otros componentes del sistema de cultivo, cuyos impactos no siempre se
aprecian de inmediato, pero que influyen en afectaciones posteriores, como es el caso
de las pérdidas de suelo, afectaciones a los reguladores naturales, polinizadores y la
biota del suelo, dispersión de organismos nocivos, entre otros menos perceptibles, que
por supuesto es diferente para sistemas expuestos a sequía y ciclones tropicales u otros
eventos.
Según Altieri y Nicholls (2009), la vulnerabilidad de los sistemas agrícolas a la ame-
naza del cambio climático global ha causado preocupación entre los científicos, ya que
los factores climáticos indispensables para el crecimiento de los cultivos, como son la
precipitación y la temperatura, se verán severamente afectados e impactarán sobre la
producción agrícola. El incremento en la intensidad de los ciclones tropicales causará
daño en los cultivos de ecosistemas costeros, mientras que al subir el nivel del mar los
acuíferos costeros se salinizarán. En zonas semiáridas se espera una mayor frecuencia y
severidad de sequías y calor excesivo, condiciones que pueden limitar significativamen-
te el crecimiento y rendimiento de los cultivos.
La adaptación de fincas para lograr resiliencia a eventos extremos, aunque puede ser
un proceso que se base en el establecimiento de prácticas recomendadas por actores
externos, indudablemente los propios agricultores son capaces de adaptar y generar
diversidad de prácticas para el manejo de los sistemas de cultivo y de las fincas, lo que
constituye una base tecnológica muy importante para desarrollar procesos de siste-
matización de experiencias a nivel local, que permita reducir la vulnerabilidad, como
se evidencia en un estudio que se realizó recientemente en Cuba por Vázquez et al.,
(2012), apreciándose prácticas generadas con diferentes propósitos, en que las relacio-
nadas con la reducción de afectaciones por plagas y enfermedades son mayoritarias
(tabla 2), lo que evidencia que estos problemas constituyen una preocupación de im-
portancia.
Estos resultados también constituyen una evidencia de que la generación de prác-
ticas adaptativas para reducir vulnerabilidad, debe enfocarse con diferentes propósitos
y considerando los componentes de los sistemas de cultivo que son más vulnerables,
en lo cual los principios agroecológicos en el manejo de sistemas agrícolas tienen una
gran contribución.
El desafío ahora es cómo movilizar rápidamente este conocimiento de modo que
pueda aplicarse en la restauración de áreas ya afectadas o para preparar aquellas áreas
rurales con pronóstico de ser afectadas por el cambio climático. La consolidación de la
investigación local y el desarrollo de capacidades para resolver problemas deben ser
los focos principales de acción para enfrentar los retos del cambio climático (Altieri y
Nicholls, 2009).
84
Tabla 2. Prácticas agroecológicas adaptativas adaptadas y generadas por agricultores en Cuba1.
Numero
Propósitos
de prácticas
Sequía
Capturar, conservar y optimizar agua. 18
Mantener humedad en el suelo. 30
Reducir impacto sobre las propiedades del suelo. 23
Reducir efectos del exceso de radiaciones solares directas sobre los cultivos. 8
Reducir afectaciones por plagas y enfermedades. 31
Lograr eficiencia de las aplicaciones de plaguicidas (químicos, bioquímicos
17
y biológicos) y las liberaciones de entomófagos.
Reducir efectos sobre las producciones antes de la cosecha. 12
Reducir efectos poscosecha. 15
Ciclones tropicales
Evitar o reducir afectaciones directas a los cultivos por vientos fuertes. 14
Evitar o reducir afectaciones directas a los cultivos por las corrientes de agua. 10
Reducir afectaciones en los cultivos por inundaciones. 4
Evitar o reducir pérdidas de cultivos en fase de fructificación cosecha. 2
Reducir o evitar efectos a la semilla y cosecha almacenadas en la finca. 8
Evitar o reducir pérdidas de suelo. 15
Reducir afectaciones por plagas y enfermedades. 25
1
Resultados de un proceso participativo de sistematización de experiencias realizado en 12 sistemas agrícolas
de Cuba. Septiembre-diciembre de 2012.
85
conservación del suelo, de la biodiversidad, del agua y las que minimizan las afecta-
ciones físicas sobre los cultivos y animales ocasionadas por eventos extremos como
ciclones tropicales, la sequía y otros (figura 5).
Según experiencias evaluadas en sistemas agrícolas de Cuba, las prácticas fitosa-
nitarias para lograr la resiliencia de fincas se pueden agrupar en los componentes si-
guientes (Vázquez, 2011a):
Nivel de actuación Actuar sobre las plagas Actuar sobre las causas
Plaga Control
Plaga-cultivo Manejo
integrado de Manejo agroecológico
plagas (MIP) de plagas (MAP)
Finca
Manejo agroecológico del
sistema de producción
86
Estas prácticas agroecológicas están sustentadas científicamente; sin embargo, a ni-
vel local se han realizado procesos de innovación que han permitido la adaptación y
generación de tecnologías específicas para diferentes condiciones edafoclimáticas y
tecnológicas en las regiones del país, pues como expresara Shumba (1998), según las
experiencias de países tradicionalmente afectados por estos eventos, las mejores alter-
nativas para mitigar sus efectos son las generadas por los propios agricultores, consi-
derando las condiciones locales y los conocimientos tradicionales, mediante procesos
participativos bien conducidos, para lograr prácticas sostenibles y duraderas.
En particular para prevenir las afectaciones por eventos del cambio climático, los
agricultores han desarrollado diversas experiencias locales (figura 6); así, según Machín
87
et al., (2010) para reducir el daño de los huracanes, los agricultores del Movimiento
Agroecológico Campesino a Campesino (MACAC) en Cuba han tenido buenos resul-
tados con las prácticas siguientes: (1) sembrar cortinas rompe vientos, (2) diversificar
sistemas agrícolas, (3) intercalar cultivos, sobre todo con varios estratos o capas verti-
cales, (4) utilizar variedades resistentes a inundaciones, (5) jugar con ciclos de cultivo y
fechas de siembra, (6) almacenar estratégicamente todos los productos que se puedan,
(7) sembrar la yuca y el boniato en cantero, (7) seleccionar variedades de porte bajo.
Según Altieri y Nicholls (2009), en muchas áreas del mundo los campesinos han
desarrollado sistemas agrícolas adaptados a las condiciones locales que les permiten
una producción continua necesaria para subsistir, a pesar de cultivar en ambientes
marginales de tierra, con variabilidad climática no predecible y un uso muy bajo de
insumos externos. Parte de este desempeño está relacionado con el alto nivel de agro-
biodiversidad que caracteriza a los agroecosistemas tradicionales, lo cual tiene efectos
positivos en el funcionamiento del agroecosistema. La diversificación es, por lo tanto,
una estrategia importante para el manejo del riesgo de la producción en sistemas agrí-
colas pequeños.
Esto refuerza lo expresado por Reid y Swiderska (2008) quienes consideran que la
biodiversidad es clave en el proceso de adaptación del hombre al cambio climático, así
como en el modo como los paisajes pueden absorber y guardar carbono de un modo
efectivo y también en la manera como la vegetación y los ecosistemas pueden reducir
los impactos adversos del cambio climático. Los sistemas tradicionales y las innovacio-
nes de los campesinos están a la vanguardia en la adaptación al cambio climático.
También las prácticas agroecológicas de mitigación para reducir emisiones de Gases
de Efecto Invernadero (GEI), mediante el empleo de cantidades limitadas o nulas de
insumos agroquímicos, la mayor diversidad de especies agrícolas, el uso de prácticas
saludables para los suelos, como la rotación y el intercalamiento de cultivos, así como
la incorporación de materia orgánica a los suelos, no sólo disminuyen las emisiones,
sino que contribuyen a conservar las propiedades físico-químicos del suelo y su función
como reservorio natural de carbono (Vargas et al., 2011) a la vez que favorecen la resi-
liencia de dichos sistemas, por lo que se puede afirmar que el enfoque agroecológico es
de efectos múltiples en los programas de mitigación y adaptación al cambio climático.
Aun en sistemas agrícolas diversificados, como los policultivos de las fincas de cam-
pesinos, las fincas integrales y los sistemas agroforestales de montaña, a pesar de que
son menos vulnerables y han adoptado diversidad de prácticas adaptativas, aun no
alcanzan más del 50% de resiliencia ante la sequía y los ciclones tropicales, lo que evi-
dencia la necesidad de identificar con mayor precisión los componentes vulnerables y
los cambios que se deben hacer en los sistemas de cultivo (figura 7).
Un ejemplo de esto lo ofrecieron Machín et al., (2010), quienes luego de entrevis-
tar a varias familias productores después del paso del huracán Ike en 2008, lograron
entender que la mayor resiliencia de los sistemas agroecológicos campesinos son el
resultado de: (1) la resistencia física-biológica debida a la diversificación del sistema,
(2) la compensación biológica o efecto de las medidas preventivas de saneamiento y
podas, (3) la recuperación biológica por mayor diversidad de estratos vegetales, (4) la
recuperación o resiliencia humana/campesina y su familia.
88
Organopónicos
50
40
30
Agroforestería Huertos intensivos
20
10
0
Fincas convencionales
89
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
Servicios
especializados
de aviso
Productos
locales
capacidades
Sistemas
Gestión
económica
Apoyo
organizaciones
Creación de
Gobierno
local
Unidad de producción Municipio Provincia
Sistemas de aviso del estado del tiempo y agrometeorológico, mapa de sequia, se-
ñalización de plagas y enfermedades, entre otros.
Producción local de bioplaguicidas y entomófagos, biopreparados botánicos, abo-
nos orgánicos, biofertilizantes e inoculantes, material de siembra (fincas de semi-
llas, casas de posturas), aperos e implementos para labores y otros.
90
de producción, depende en gran medida de una serie de variables que determinan la
capacidad integral de dichos sistemas de prevenir, avisar, diagnosticar, manejar y re-
cuperarse de afectaciones por organismos nocivos favorecidos por eventos extremos,
sean intrínsecas y externas del sistema, que en su conjunto se logran mediante proce-
sos continuos de innovación local sobre bases agroecológicas.
De esta forma, además de la adaptación interna de los sistemas de cultivo y de
producción, el desarrollo territorial y el reordenamiento biofísico del sistema agrícola
constituyen dos ejes externos que son decisivos en el proceso para lograr la resiliencia
de la producción agropecuaria, la que a su vez contribuye significativamente a la de los
sistemas alimentarios y de salud local (figura 9).
Este enfoque sistémico en el proceso de lograr la resiliencia, tiene una gran contri-
bución en la fitosanidad de los cultivos y la salud integral de los sistemas agrícolas, toda
vez que se enmarca en los principios de la agroecología para transformar el manejo de
plagas hacia el manejo del sistema de producción (Vázquez, 2011c), ya que como ex-
presara Altieri (2010), el paradigma agroecológico provee un enfoque común y permite
entender las relaciones entre las varias disciplinas y la unidad de estudio: el agroecosis-
tema con todos sus componentes, lo cual es reforzado por Vandermeer (1989), quien
concluye que la agroecología enfatiza las relaciones entre sus componentes y la diná-
mica compleja de los procesos ecológicos.
Este enfoque es analizado por Pascal (2002) quien expresó que la situación de la
escala, tanto en el espacio como en el tiempo, es básica en las discusiones existentes
con respecto al cambio climático y la prevención y mitigación de desastres, y cómo
estos pueden afectar los impactos del cambio climático y ambiental a escala global,
regional y local. Sugiere que la mayor resiliencia frente al cambio climático dependerá
de nuestra capacidad de integrar enfoques entre escalas. Varios ejemplos tomados de
la experiencia del autor en América Central tratan de ilustrar el impacto acumulativo a
Desarrollo territorial
Resiliencia
de fincas
Adaptación de sistemas Transformación del
de cultivo sistema de producción
Reordenamiento biofísico
del sistema agrícola
91
pequeña escala, los eventos de baja magnitud y cómo estos se suman tanto en tiempo
como en espacio para producir grandes desastres. Finalmente, propone un marco con-
ceptual para mejorar nuestra comprensión de la interacción entre escalas y explotar
estos enfoques para una adaptación más efectiva al cambio climático y la resiliencia a
los peligros naturales.
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93
Construyendo resiliencia socio-ecológica en agroecosistemas:
algunas consideraciones conceptuales y metodológicas
Miguel Ángel Altieri
Introducción
94
recursos son la base de la resiliencia de los agroecosistemas campesinos. Estrategias
como mantener diversidad genética, usar policultivos, cosechar agua, conservar sue-
los, etc. son estrategias de minimización de riesgo frente a climas inciertos. El uso
diversificado del paisaje y el acceso a recursos múltiples incrementa la capacidad de
campesinos de responder a la variabilidad y cambio ambiental. Estas estrategias es-
tán ligadas a sistemas tradicionales de gobernancia y redes sociales que contribuyen
a la habilidad colectiva para responder a la variabilidad climática incrementando así
la resiliencia socio-ecológica de las comunidades.
Un desafío clave para los científicos es definir un marco conceptual y metodológico
para poder descifrar los principios y mecanismos claves que explican la resiliencia de
los sistemas diversificados, de manera de que estos puedan ser transmitidos a otros
agricultores en cada región para que mejoren la capacidad de resistencia y de recupe-
ración de sus fincas. Por esto la urgencia de la necesidad de desarrollar una metodo-
logía que permita evaluar la capacidad de los agroecosistemas a resistir y recuperarse
de los eventos climáticos severos, con especial énfasis en entender los procesos que
explican la resiliencia socio-ecológica observada.
Lo clave aquí es entender que cuando ocurre cambio ambiental, son las redundancias
del sistema las que permiten un funcionamiento continuo del mismo. De aquí la impor-
tancia de las estrategias de diversificación en agroecosistemas. La diversidad se traduce
en heterogeniedad ecológica lo que incrementa las opciones.
95
Mucho se ha escrito sobre la importancia de la diversificación de agroecosistemas
para reducir la incidencia de plagas y patógenos (Altieri y Nicholls, 2004) y para prote-
ger cultivos de la variabilidad climática (Altieri y Koohafkan, 2008). Un gran número de
estudios que analizan el comportamiento de la agricultura después de fuertes eventos
climáticos, han puesto de manifiesto que la resistencia a los desastres climáticos está
estrechamente relacionada con la biodiversidad presente en los sistemas productivos
(Holt-Gimenez, 2002, Philpott et al., 2009, Rosset et al., 2011).
Debido a que estos sistemas no ocurren en un vacío social, sino que mas bien han
sido el producto de un proceso co-evolutivo entre grupos étnicos interactuando con la
naturaleza, la resiliencia ecológica observada esta íntimamente ligada a la resiliencia
social, que es la habilidad de las comunidades de generar su infraestructura social que
soporte shocks externos. Hay una clara relación entre resiliencia social y ecológica,
particularmente en grupos o comunidades que dependen directamente de recursos
ambientales para su sobrevivencia. Lo que no esta claro es si ecosistemas resilientes
son conducentes a comunidades resilientes o viceversa (Walker et al., 2002).
Una dificultad fundamental para definir o manejar la resiliencia socio-ecológica es
su gran complejidad y la dificultad e incertidumbre de realizar cualquier tipo de pro-
nóstico sobre cambios inmediatos o futuros. Esto se debe a que el cambio climático
es impredecible y cambia en forma no linear. Incluso el sistema puede cambiar mas
rápido de lo predicho, especialmente en períodos de transición. Dados estos limites en
nuestro entendimiento, la agroecología se enfoca mas en la necesidad de aprender a
vivir en o con sistemas cambiantes mas que en “controlarlos”. Por eso que en tiempos
de crisis, de rompimiento o reorganización, el manejo debe enfocarse hacia la cons-
trucción de la resiliencia tomando en cuenta diez principios de diseño agroecológico
(Altieri, 2002, Martin et al., 2010):
96
dores y descomponedores) se organizan y dependen del nivel trófico primario
y mientras mas compleja la vegetación, mas complejos son los niveles tróficos
asociados.
8. Los ecosistemas tienden hacia la complejidad y la entropía, por lo que los diseños
agroecológicos debieran acompañar a la naturaleza en su tendencia hacia la com-
plejidad.
9. Todo agroecosistema tiene una historia de desarrollo ecológico que influencia su
estado actual. Mientras mas degradado y artficializado este el sistema, mas difícil y
largo será el proceso de transición agroecológica.
10. Los agroecosistemas son parte de un paisaje mas amplio. Agorecosistemas insertos
en una matriz ambiental mas compleja son mas resilientes. Los ecotonos son zonas
tampón y de transición, y son tan importantes para los ecosistemas, como lo son las
membranas para las células.
97
Intensidad: incluye la magnitud, intensidad y frecuencia del proceso amenazante
(evento climático extremo)
Impacto: se refiere a los efectos del proceso amenazante sobre características par-
ticulares como efectos sobre abundancia o persistencia de ciertas especies, calidad
del suelo, rendimientos, etc. En general el impacto de un proceso amenazante so-
bre características del sistema están determinados por la intensidad y la sensibili-
dad de este.
Amenaza + vulnerabilidad
_____________________
Riesgo=
Capacidad de respuesta
Donde,
El “Riesgo” se entiende como cualquier fenómeno de origen natural (huracán, sequía,
inundación, entre otros) que signifique un cambio en el medio ambiente que ocupa
una comunidad determinada de productores, que sea expuesto a ese fenómeno.
98
No es probable que los agricultores tomen decisiones adaptativas solo en respuesta
a amenazas climáticas; estas decisiones se hacen generalmente en respuesta a una
multiplicidad de factores, ya que los riesgos climáticos ocurren dentro de una marco
mas amplio de condiciones e influencias:
Evento climático
sequías, huracanes, inundaciones, etc.
Percepción
del riesgo
Conservación Utilización y
Cohesión Soberanía
de recursos preservación de
social alimentaria
naturales agrodiversidad
99
Estrategias para incrementar
la resiliencia de agroecosistemas
Para poder proteger los sistemas de vida de los agricultores de una zona determinada
es necesario identificar los factores que incrementan el riesgo, pero mas importante
construir resiliencia de los sistemas productivos. Dada la interconexión entre el am-
biente, los recursos naturales, las amenazas naturales y la seguridad alimentaria, se
hace necesario reducir la vulnerabilidad mediante la adopción de estrategias de ma-
nejo sustentable de recursos naturales como suelo, agua y bosques, mejorando así la
matriz ambiental circundante. Cuencas saludables y revegetadas son mas resilientes, y
protegen contra derrumbes, erosión, inundaciones, etc. Simultáneamente será necesa-
rio la implementación de prácticas agroecológicas para estabilizar los agroecosistemas
incluyendo diversificación de cultivos, conservación de suelos, cosecha de aguas lluvia
y restauración de tierras degradadas (figura 2). La idea es lograr diseñar agroecosiste-
mas rodeados de un paisaje mas complejo, con sistemas productivos diversificados y
suelos cubiertos y ricos en materia orgánica, pues estos serán mas resilientes (figura 3).
Así, en el caso de zonas afectadas por sequias, se esperaría que los agroecosistemas
mas resilientes tendrían los siguientes rasgos, tabla 1:
El objetivo general del proyecto REDAGRES (www.redagres.org) es identificar sis-
temas agrícolas campesinos en zonas determinadas en varios países y descifrar los
mecanismos (estrategias de organización, manejos, entre otros) mediante los cuales
los productores han sido capaces de enfrentar, resistir y hasta recuperarse de eventos
climáticos extremos. Una tarea que enfrentan los investigadores es identificar y valorar
comparativamente, de manera preliminar (sondeo) y en conjunto con los productores
100
Evento
climático
extremo
101
En cada zona seleccionada los investigadores junto a agricultores participantes se
embarcaran en un proceso de investigación participativa que inicialmente trataran de
responder las siguientes preguntas:
En resumen para abordar estas preguntas se precisa seguir una serie de etapas:
102
Conclusiones
Es obvio que en una región existirá una diversidad de respuestas por parte de agricul-
tores al estrés climático- algunas resilientes y otras no. Es importante reconocer que
las vulnerabilidades y las respuestas adaptativas no son solo al cambio climático, sino
a un numero de factores socio-económicos, ambientales y tecnológicos. Por lo tanto
la diversidad de respuestas es a una multitud de factores, sin embargo estas represen-
tan opciones para lidiar con la variabilidad climática futura. La clave es descifrar los
principios y procesos que gobiernan aquellas fincas en que los agricultores han usado
practicas adaptativas exitosas.
La selección de criterios e indicadores para medir la resiliencia será clave de manera
de poder interpretar de manera objetiva la realidad, ya que por ejemplo la adopción
de mulching puede interpretarse como una práctica adaptativa a la sequia, pero a la
vez en esa misma zona los agricultores removieron los cortavientos anulando en gran
parte el efecto del mulch.
Muchas veces las practicas de adaptación de largo plazo son inhibidas por presio-
nes económicas o migración de jóvenes. Bajos precios por productos y el incremento
en el envejecimiento y la feminización en las zonas rurales reducen los incentivos para
modificar las practicas que favorezcan la resiliencia y los servicios ecológicos. Además,
muchas estrategias de respuesta son adoptadas por razones económicas de corto plazo
y no necesariamente como el producto de un pensamiento holístico para incrementar
la resiliencia (Smith y Olesen, 2010).
La resiliencia es un tema de activa investigación en agroecología. Sin embargo es
importante posicionar esta investigacion, dentro de un contexto mas amplio y como
parte de una agenda de soberanía alimentaria. De otra manera los estudios se enfoca-
ran solamente en evaluar la sensibilidad de varios atributos agronómicos y biofísicos de
los sistemas de cultivo, dejando de lado los aspectos socio-económicos tan importantes
para una estrategia de soberanía alimentaria y anti-pobreza rural. No hay que olvidar
que la vulnerabilidad no esta determinada tanto por la magnitud del stress ambiental,
sino mas bien por la capacidad social de lidiar y/o recuperarse del cambio ambiental.
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“Modernización” de sistemas agricolas tradicionales,
agrobiodiversidad y riesgo. Un análisis agroecológico
a partir de la realidad e historia de los mapuche de Chile.
René Montalba
Introducción
Departamento de Ciencias Agronómicas y Recursos Naturales e Instituto del Medio Ambiente y Sustentabilidad, Universidad
de La Frontera. Casilla 54-D, Temuco. Chile. mrene@ufro.cl
105
Modernización de la agricultura,
erosión genética y homogenización cultural
106
más del 70% del cultivo mundial de esta especie (Gliesman, 1997). Así también en
Chile donde se encuentra uno de los centros de origen de la papa, el cultivo de esta
se encuentra dominado por tres variedades, de las cuales una representa el 80% de la
superficie cultivada (Contreras, 1987). De unas 330.000 variedades diferenciadas de
arroz que se cultivaban hace 50 años en la India, en 1987 se proyectaba que para el año
2000 solo quedarían 50 (RAFI, 1987). Una sola variedad de arroz llamada IR-36 se ex-
tiende sobre más del 60% de las tierras arroceras del sudeste de Asia donde, hace tan
solo unos pocos años, eran comunes millares de variedades tradicionales. En oriente
medio, las cebadas “Beecher” y “OP25” han acaparado más de la mitad de la cosecha,
mientras que el Mexipak y el Sonalika han destruido el caleidoscopio de los trigos y
suponen ahora el 70% de la cosecha (RAFI, 1997). Por otro lado, en los mismos países
“desarrollados”, en el transcurso de unas cuantas décadas, la creación de variedades
altamente productivas y su masiva adopción borró casi completamente la pequeña
diversidad que poseían (Altieri, 1999).
Algunos ejemplos de los riesgos ecológicos y sociales relacionados con la pérdida
de la agrobiodiversidad en los sistemas agrícolas se puede comprobar en diversos estu-
dios. La variedad de arroz (desarrollada en 1960) llamada IR-8 fue ampliamente exten-
dida en Asia debido a sus altos rendimientos, desplazando y produciendo la desapari-
ción una gran cantidad de razas locales. A mediano plazo, el surgimiento de complejos
de enfermedades y la mayor incidencia de plagas, produjo que sus rendimientos caye-
ran a un nivel que hacían inviable su cultivo. Pese a esto los agricultores no pudieron
regresar a sus variedades tradicionales ya que las habían perdido, generando graves
problemas sociales (Perlas, 1995). Epidemias de roya en el trigo en Suiza en 1960, debi-
do al uso generalizado de la variedad “Probus” y más recientemente en Turquía y otras
partes de Asia occidental, tras la reducción de la diversidad de variedades de trigo des-
de “Revolución Verde” (Bardsley, 2003). El impacto social de los déficit de producción
local como resultado de la uniformidad genética puede ser considerablemente mayor
en los márgenes de los países en desarrollo. En la periferia extrema, las pérdidas de
cosecha producen degradación ecológica, la pobreza, e incluso el hambre. Los agroeco-
sistemas y los materiales genéticos locales suelen poseer altos niveles de tolerancia a
condiciones sociales y ambientales cambiantes, razón por la cual se han convertido en
valiosos “bancos” de agrobiodiversidad (Altieri, 1999). Este elemento resulta ser muy
requerido al momento de buscar nuevas características en plantas cultivadas que so-
lucionen problemas de la agricultura moderna o que proporcionen características de-
seadas en “nuevas variedades”. La importancia de esta agrodiversidad local es tal que
muchos de los cultivos normales del norte no podrían ser cosechados si no fueran por
las inyecciones de “nuevos” genes procedentes del cultivo original (Hobbelink, 1992).
La adquisición y pérdida de la agrobiodiversidad es comúnmente presentado
como un problema ambiental, sin embargo, las causas subyacentes se relacionarían
fuertemente con factores sociales, económicos y políticos (Rana et al., 2007).Traba-
jando en México, Turquía y Perú, Brush (1995) identificó factores socioeconómicos
como: fragmentación de la tierra, crecimiento en ambientes marginales, condiciones
de imperfección de mercados, identidad cultural y preferencias por la diversidad,
incidirían positivamente en la agrodiversidad predial. Por su parte, Cromwell y van
107
Oosterhout (2000) encontraron en Zimbawe que predios de mayor tamaño, valora-
ción del cultivo por parte de la familia, y edad relativa del agricultor, contribuían po-
sitivamente con la diversidad de cultivos y variedades. El uso de múltiples variedades
son utilizadas en los predios con el fin de satisfacer diferentes necesidades (Bellon,
1996). La decisión de los agricultores en relación al uso de diversas variedades de
cultivos sería, principalmente, gobernada por sus propósitos de uso, requerimientos
de sustento y seguridad alimentaria (Campillan, 2002). Otros estudios han enfatizado
la necesidad de entender los vínculos entre diversidad cultural y agrodiversidad (Ne-
gash y Niehof, 2004; Soleri y Claveland, 1993). Por ejemplo, algunas variedades tra-
dicionales poseen un valor de uso cultural y religioso; de ese modo la conservación
de la agrodiversidad estaría íntimamente relacionada con la conservación de culturas
nativas (González, 2000).
108
La Araucanía se ha caracterizado históricamente por la abundancia hídrica derivada
principalmente de los altos niveles de pluviosidad, la concentración de importantes
sistemas hidrológicos conformados por grandes cuencas hidrográficas, sistemas freá-
ticos y lacustres. Sin embargo, la deforestación del territorio, el reemplazo del bosque
nativo por monocultivo de cereales (primera mitad del siglo XX), y posteriormente, el
desarrollo de un modelo forestal basado en monocultivo de pinos y eucaliptus (1970
a la fecha), ha impactado en la región de la Araucanía generando alteraciones graves
en la disponibilidad de agua, incluidas numerosas zonas que a principios del 1900 se
catalogaban como humedales y actualmente se encuentran en avanzado proceso de
desertificación a consecuencia de la deforestación, lo cual ha impactado fuertemente
a la población local y en particular a las comunidades mapuche (Peralta, Celis y Bragg
1996, Montalba, 2004; Montalba, Carrasco y Araya, 2006).
En un nuevo escenario de cambio, diversos estudios de tipo retrospectivo así
como predictivos evidencian el impacto del proceso de cambio climático en Chile y
La Araucanía. Estos estudios coinciden en la apreciación de que en general se presen-
tarían cambios en las medias térmicas (aumento) y en los regímenes pluviométricos
(reducción) (CEPAL, 2009, CONAMA, 2006). De esta forma se prevé un desplazamien-
to desde la zona centro-norte a la centro-sur del país de actividades económicas
intensivas en uso de agua, como la fruticultura con fines de exportación. En la actua-
lidad este proceso resulta evidente en La Araucanía, observándose un incremento
exponencial de huertos frutales bajo riego (principalmente arándanos, manzanos,
cerezos, y avellano europeo), los cuales en muchas zonas han desplazado sistemas
agrícolas tradicionales de secano (ODEPA, 2010). Para el caso de La Araucanía, se
observan escenarios de dominancia de las distintas actividades económicas deman-
dantes de agua en los territorios (plantaciones forestales, agricultura extensiva, fru-
ticultura de exportación, ganadería, explotaciones acuícolas, etc.), lo que permite
predecir distintos niveles de escasez, así como diferentes grados y tipos de conflictos
con la población local.
Los procesos de cambio climático alertan sobre nuevos escenarios de escasez
y conflicto en La Araucanía. Los efectos de la escasez de agua en las comunidades
tiene impacto sobre las economías indígenas, impidiendo su soberanía alimentaria.
También alcanza dimensiones a nivel de relaciones sociales y significados culturales,
descomponiendo por ejemplo las dinámicas en la distribución del trabajo, alterando
las relaciones de género y los roles asignados al interior de las familias indígenas. El
deterioro ambiental de los territorios indígenas por la falta de agua, además, impacta
la espiritualidad y la medicina tradicional asociada a la tierra y los recursos naturales
que ésta provee. Pese a los procesos de desertificación y cambio climático que afecta
a la disponibilidad del recurso agua por parte de las comunidades mapuche, se esti-
ma que en algunos lugares han sido desarrolladas estrategias prediales de recupera-
ción de fuentes de agua, uso eficiente de la misma (mediante prácticas de manejo o
cultivos adaptados) o de resistencia (resiliencia) ante períodos de escasez del recurso
(Montalba, 2011). Se considera que tanto estas prácticas como sus significados pue-
den aportar elementos importantes para la gestión del recurso hídrico a nivel predial
y territorial.
109
Modernización de la producción de trigo en predios
mapuche de La Araucanía: vías e impactos
110
nutrientes aportados por el hombre apenas llegan a cubrir los extraídos por la cosecha,
sin que ello redunde en un obligado deterioro de la fertilidad del suelo (Naredo, 1996).
Ello implica que se debió mantener un equilibrio entre la extracción de nutrientes rea-
lizada por las variedades tradicionales y el aporte del sistema.
La entrada de las nuevas variedades tiene como consecuencia inicial un considera-
ble incremento de los rendimientos, el cual se debe principalmente a que presentan
una mayor capacidad de utilizar los nutrientes solubles y de transformar estos últimos
en rendimiento. Así también, esta mayor productividad resulta ser un incentivo para
que otros agricultores incorporen las variedades mejoradas. Cuando esta incorpora-
ción se ha realizado sin acompañarse de la aplicación de fertilizantes químico-sintéticos
el incremento de los rendimientos ha obedecido por lo general a la mayor capacidad de
las “nuevas variedades” en extraer rápidamente los nutrientes acumulados por el siste-
ma. Podría decirse que, en esta situación, el aumento en los rendimientos se produce
a costa de los “ahorros” del sistema. Como ejemplo podemos mencionar el caso de
las comunidades mapuche del sur de Chile, en las cuales se encontró que la gran ma-
yoría de los agricultores ha tenido acceso a estas semillas por medio de intercambios
con otros comuneros, programas de transferencia tecnológica o venta por parte de los
agricultores más tecnificados. Ya que los comuneros no disponen de recursos para la
compra de insumos y que su conocimiento agrícola se basa en prácticas tradicionales,
el cultivo de estas variedades responde más bien a la confianza que aun conservan en
sus prácticas de fertilidad y en lo que para ellos es “la fuerza de la tierra”. Los mapuche
reproducen de este modo el patrón común para el resto de zonas de Latinoamérica,
Asia y África: los primeros años tras la adopción de las nuevas semillas los rendimientos
son incrementados significativamente, estimulándose la rápida extensión de su uso
(Chrispeels y Sadava, 1994; Evans, 1993; Grigg, 1982; Hobbelik, 1992). Tras algunos
ciclos anuales la situación decrece hasta llegar a niveles productivos incluso inferiores
a los de partida. Se estima que uno de los principales factores de control de este pro-
ceso de cambio lo constituyen los “ahorros” en fertilidad del sistema tradicional, que
en un comienzo ilusionan proporcionando altos rendimientos pero luego demuestran
dramáticamente su finitud. De acuerdo comuneros y agricultores mapuche de la zona
esto es relatado de la siguiente forma:
L.P., 2004. Valle de Río Blanco, Curacautín: “El trigo al comienzo nos rendía mucho.
Más del 40 por uno. Independiente de si se sembraba en el faldeo o el llano. El primer
potrero lo terminamos de limpiar en 1950, y alrededor de 1965 el trigo ya no rendía.
Entonces lo empezaron a abonar con guano rojo (estiércol de aves mineralizado) y co-
menzó a rendir igual que al principio. En 1975 había bajado el rendimiento de nuevo y
comenzaron a abonarlo con salitre. En 1970 comienzan a echarle además superfosfato
triple. En 1985 había que echar el doble de abono, Aldrín y DDT pero ya no rendía y se
abandonó mayoritariamente el cultivo porque ya no convenía”.
O.B., 2004. Curacautín. “El trigo crecía al comienzo con la fuerza de la tierra. Después
crecía sólo con la fuerza del abono. Hoy día el abono es muy caro y el trigo da muy poco,
por lo que ya no se puede poner trigo”.
111
Pese a los rendimientos más bien modestos que se obtienen con las variedades tra-
dicionales, estas y su adaptación a las características locales han permitido que durante
siglos los agricultores satisfagan sus necesidades de alimentación y mantenimiento.
El cambio de estas variedades por las “mejoradas” produce que en un mediano plazo
estos sistemas colapsen haciendo necesario la incorporación de fertilizantes comercia-
les, sin los cuales muchas veces no se puede pensar siquiera en obtener producción.
Junto con el aumento de costos y la necesidad de poseer los recursos monetarios que
esto implica, el uso de fertilizantes altamente solubles (como son la mayor parte de los
fertilizantes comerciales), especialmente nitrogenados, ocasiona también otra serie de
efectos, dentro de los cuales encontramos aumento de la susceptibilidad de las plantas
a la incidencia de plagas y enfermedades, aumento de la competencia de las malezas e
Inhibición de la fauna y microfauna edáfica, entre otros (Altieri, 1999; Altieri, Schmidt
y Montalba, 1998; Boeringa, 1980; Chaboussou, 1976; Howard, 1921, 1943, 1947; Hyl-
ton, 1973; Hunter, 1971; Kajimuro et al., 1995; Oelhaf, 1978; Phelon y Mason, 1995).
De esta forma, el uso de variedades mejoradas, reducción de la fertilidad natural del
suelo y los requerimientos de insumos petroquimocos (costos de insumos) han llevado
a la reducción continua de los retornos marginales de los agricultores, hasta el punto
de hacer inviable la producción de trigo. Esta situación resulta mucho mas notoria en
el caso de agricultores mapuche dado la condición de los recursos naturales y escases
de recursos financieros (figura 1).
Una de las características comunes de la agricultura tradicional de los variados lu-
gares del la constituye la gran diversidad espacial y temporal presente en sus sistemas.
Los cultivos y sus variedades y todas las especies con usos múltiples (medicinales, or-
namentales, etc.) demuestran esta diversidad. Un hecho ya muy estudiado es el que
esta diversidad confiere una serie de propiedades benéficas, encontrándose dentro de
estas la reducción de la incidencia y daño de las plagas, enfermedades y malezas (Altie-
ri, 1987; Altieri, 1999; Altieri y Whitcomb, 1979; Altieri y Letourneau, 1982; Altieri, Sch-
miidt y Montalba, 1998; Contreras y Montalba, 1998; De Bach, 1974; Forman y Gordon,
1986; Montalba, 1998; Root, 1973; Wratten y van Emden, 1995). Al desarrollarse para
responder en rendimiento a la aplicación de altas dosis de fertilizantes solubles y de
facilitar la mecanización de la producción, las nuevas variedades resultan ser de alturas
más bien reducidas y poco competidoras con las malezas. Esta característica, sumada
al efecto que la fertilización soluble tiene como promotora del crecimiento de plantas
oportunistas, hace imprescindible la utilización de productos herbicidas, los cuales sólo
pueden ser aplicados en condiciones de cultivos puros. De esta forma, al adoptarse las
nuevas semillas y ser reemplazadas las tradicionales, se reduce enormemente la diver-
sidad del sistema y los beneficios asociados a esta.
Considerando las características antes mencionadas, no es de extrañar el hecho
de que tras la adopción de las semillas mejoradas deban ser utilizados una serie de
insumos petroquímicos (herbicidas, fungicidas, fertilizantes, etc.), sin los cuales la pro-
ducción suficiente para la mantención del grupo familiar resulta casi imposible. De esta
forma, la productividad de los sistemas familiares pasa a depender más bien de la dis-
ponibilidad de insumos y de su compra en el mercado que de la habilidad de utilización
de los recursos prediales y de la mantención de equilibrios al interior del sistema. Cabe
112
% de variación
120
100
80
60
40
20
0
0 20 40 60 80 100
Años desde deforestación e inicio de cultivo
Figura 1. Esquema general del proceso de degradación de suelo y pérdida de rentabilidad de los
predios de la región de La Araucanía. Se entienden como factores determinantes de este proce-
so la reducción de la calidad y fertilidad natural del suelo, lo cual incrementa el requerimiento
de nutrientes y otros insumos para mantener un nivel productivo. La diferencia en niveles de
producción entre latifundio (empresarial) y minifundio mapuche estarían dado por potencial
productivo de sus predios y acceso a capital y tecnología. La reducción de la calidad del suelo y
requerimiento de insumos, incrementa los requerimientos de inversión por unidad de ingreso,
lo cual se expresa en la reducción del “Retorno Marginal”.
destacar que la dependencia de los agroquímicos a la que son arrastrados los sistemas
familiares al adoptar las prácticas modernas, corresponde a un síndrome que afecta al
sistema en su conjunto. Esta dependencia se inicia al abandonar prácticas culturales
adecuadas, creadas y adaptadas para las condiciones locales, y al reemplazarlas por un
conjunto de prácticas genéricas basadas en insumos externos que deben ser adquiri-
dos en el mercado.
En los casos en los cuales, gracias al adecuado apoyo de programas de transferencia
y financiamiento (subsidio o crédito), los agricultores han adoptado todo el paquete
tecnológico y han sido “capacitados” para su utilización, los procesos descritos ante-
113
riormente se aceleran y radicalizan, produciéndose una dependencia acelerada de los
insumos y una consecuente adquisición de deudas incesantes. Este tipo de adopciones,
sin embargo, poseen la ventaja antes mencionada de presentar un período inicial de
bonanzas en el cual el aumento de los rendimientos, permite obtener excedentes que
pueden ser comercializados y generar ingresos que mejoran el nivel de vida de los agri-
cultores y sus familias. De esta forma los casos más “exitosos” pueden, y deben, hacer
una completa reestructuración de sus objetivos productivos, debiendo estos orientarse
a la obtención de altas producciones para el mercado. Es precisamente en esta etapa
de “bonanza” cuando estos agricultores “exitosos” son utilizados como ejemplo a se-
guir por el resto de los “campesinos”.
Lamentablemente, por lo general, al transcurrir algún tiempo ocurren dos proce-
sos que cambian completamente esta situación. Por una parte se comienzan a notar
los efectos de la extrema artificialización de los sistemas y de la degradación que en
su base de recursos produce el empleo de las nuevas prácticas, reflejándose esto en
una progresiva reducción de la producción que para ser recuperada requiere cada vez
mayor utilización de insumos (especialmente fertilizantes y pesticidas). En adición a
esta reducción de la productividad, la menor estabilidad y capacidad de recobrarse
de perturbaciones ambientales que poseen estos sistemas los hace aumentar enor-
memente los riesgos productivos, los cuales sumados a la inestabilidad que presentan
los mercados agropecuarios (en cuanto a oferta y precios) hace que la probabilidad de
obtención de pérdidas en una temporada sean muy altos. En el caso de agricultores
empresariales las pérdidas pueden ser asumidas (dentro de ciertos límites) e intentar
recuperarse en el futuro sin que tenga mayores efectos en la supervivencia del sistema.
Para los agricultores familiares, en cambio, esto puede implicar un colapso total del
sistema, empobrecimiento, endeudamiento e incluso hambre. Esta situación es mucho
más compleja y grave cuando ocurre luego de haber finalizado los programas de trans-
ferencia y de ayuda gubernamental y por tanto nadie asume la responsabilidad técnica
ante los resultados obtenidos. En el contexto estudiado esta situación es lamentable-
mente muy común.
Por otro lado, una de las características fundamentales de la agricultura moderna,
en el marco del sistema capitalista de producción, ha sido atribuida a su tendencia y ne-
cesidad de incorporar continuamente innovaciones tecnológicas al proceso productivo.
Lo anterior se justifica con objeto de reducir los costos de producción y, por consiguien-
te, aumentar los márgenes de rentabilidad económica. Dentro de este proceso de “es-
piral tecnológica”, la utilización de las nuevas tecnologías por innovadores y adoptantes
tempranos suele originar un aumento de la productividad y de la producción agregada
de una determinada mercancía beneficiada por el progreso técnico. No obstante lo an-
terior, el precio de dicha mercancía tiende a declinar desproporcionadamente debido a
la baja elasticidad de la demanda que suele presentar los productos agrícolas. El precio
relativo del producto cae en la medida en que una técnica tras otra es adoptada en las
explotaciones, pero los costos de producción no se reducen (Cochrane, 1964). Para el
caso de los agricultores familiares, con escasos recursos e incapaces de seguir la com-
petencia tecnológica, esto se convierte en una pesadilla que hace disminuir cada vez
más sus ingresos, encontrándose cada vez más presionados y empobrecidos.
114
Estilo, productividad e intensidad actual de sistemas
de trigo en predios mapuche de La Araucanía:
corroborando estrategias de resistencia cultural.
115
Un número minoritario de los agricultores de los predios estudiados utilizan variedades
de cultivos mejoradas. Como resultado del estilo productivo aplicado (extensivo) y las
condiciones productivas de los predios mapuche (marginales), en la mayor parte de
los casos los niveles productivos medios alcanzados se encuentran dentro de rangos
bajos o muy bajos, superando levemente el 30% del máximo alcanzable en condición
de agricultor tecnificado (tabla 2).
Otro dato que llama la atención son los altos y relativamente homogéneos valores
del indicador de intensidad en relación a la máxima observada. Esto indica un nivel
productivo e intensidad homogénea entre los distintos predios ubicados en la misma
área agroecológica y, por tanto, una alta influencia del área agroecológica en los nive-
les productivos obtenidos. Las curvas predictivas, elaboradas mediante el análisis de
regresión (n=476), indican que hay una marcada influencia de las variables abióticas
que definen las Áreas Agroecológicas en la expresión de los niveles de usos de insumos
(fertilizantes) en rendimiento de trigo (receptividad tecnológica). Del mismo modo, las
distintas condiciones abióticas permanentes condicionan el desempeño productivo de
los predios y el éxito de las estrategias económicas empleadas. Utilizando las ecuacio-
nes predictivas obtenidas para cada Área Agroecológica, y luego aplicándola a rangos
medios a bajos de utilización de insumos (rango en la cual curva teórica de respuesta
en producción de trigo a unidades creciente de fertilizantes tienen un comportamien-
to lineal) e ingresando como variable el precio de venta promedio de trigo obtenido
por los agricultores de los predios de estudio, fue posible obtener la relación entre las
curvas de ingresos, costos en insumos y utilidades de la producción de trigo (figura 2).
Mediante la figura 2 es posible observar claramente como la receptividad
tecnológica de los predios influencian el desempeño económico y productivo de los
mismos, así como también las estrategias económicas que resultan apropiadas para
cada condición. De esta forma, bajo las condiciones de los predios de estudio y los
precios de trigo y fertilizantes conseguidos por los agricultores que formaron parte
de la muestra en la temporada 2010 -2011, podemos notar como en la única Área
116
600000 Secano interior 600000 Secano costero
500000 500000
400000 400000
300000 300000
200000 200000
100000 100000
0 0
50000 100000 150000 200000 250000 300000 50000 100000 150000 200000 250000 300000
400000 400000
300000 300000
200000 200000
100000 100000
0 0
50000 100000 150000 200000 250000 300000 50000 100000 150000 200000 250000 300000
117
yectables para todas las condiciones de agricultores de la región. Las particularidades
y procesos históricos vividos por los comuneros mapuche y sus agroecosistemas, han
provocado que estos posean estrategias de adaptación a condiciones de bajos niveles
de gastos e insumos productivos, potenciando la estabilidad por sobre la productivi-
dad. Parte de estas estrategias corresponden a la preferencia y selección variedades
y ecotipos con buen desempeño en condición de bajos insumos, las mismas que no
poseen un buen desempeño en condiciones de altos niveles de estos (tabla 3 y figura
3). Del mismo modo, se considera posible que la buena respuesta productiva obtenida
*Ecotipos cultivados por campesinos mapuche. **Variedad comercial de amplio uso en la zona de estudio.
60,0
d
50,0
d
Rendimiento (q/ha)
40,0 c c
c b
30,0 b bc
a b bc b
20,0
10,0
0,0
0 20 40 60
UN
118
por algunos de estos tipos en el Área Agroecológica denominada “Secano Interior” (ca-
racterizada por un largo período de déficit hídrico), podría indicar que en estos predios
se estuvieran utilizando ecotipos apropiados para condiciones de escases hídrica, sin
embargo esto debe ser corroborado mediante una investigación especifica.
A modo de conclusión
119
de la pobreza, en un mediano plazo esta se incrementa. Adicionalmente, su aplica-
ción involucra la pérdida de recursos prediales (suelo, agua bosque, agrobiodiber-
sidad) y sistemas de conocimiento, los cuales son los que otorgan la adaptación a
condiciones adversas y resiliencia de los sistemas agrícolas tradicionales. De esta
forma, la aplicación masiva de programas de transferencia tecnológica en La Arau-
canía podría incrementar la pobreza de las comunidades mapuche, así como tam-
bién incrementar los niveles de riesgos sociales y ambientales, a la vez de reducir la
resiliencia y capacidad de adaptación de los agroecosistemas a procesos tales como
el cambio climático.
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123
Previniéndose para el cambio climático:
una metodología participativa
Paul Rogé*, Marta Astier†
Introducción
*Department of Environmental Science, Policy, and Management, University of California, Berkeley. Email: proge@
berkeley.edu †Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Morelia, Centro de Investigaciones en Geografía
Ambiental (CIGA), Michoacán, México. Email: mastier@ciga.unam.mx
124
y Astier, 2002; Fernandes y Woodhouse 2008), de pobreza (Cohen 2010) y para la
evaluación de proyectos (Munda y Nardo, 2005), persiste la carencia de indicadores
más accesibles para los usuarios finales: las personas que se beneficiarán de las eva-
luaciones (Blauert y Quintanar, 1999; Fernandes y Woodhouse, 2008).
Los esquemas de autoevaluación son particularmente prometedores para lograr
movilizar a millones de campesinos de todo el mundo hacia la adaptación a la va-
riabilidad climática. La aproximación basada en indicadores permite sistematizar
los procesos que ya han sido utilizados por los agricultores para evaluar sus pro-
pios agroecosistemas. Sin embargo, rara vez estas perspectivas locales son socializa-
das con la finalidad de motivar la adaptación a la variabilidad climática. Han habido
avances en los planteamientos de métodos basados en indicadores que sirvan a los
usuarios finales, tal como la propuesta de Blauert et al., (1999) de un esquema de
autoevaluación incorporando indicadores tanto de aspectos tangibles como intan-
gibles, o conceptuales, para valorar los avances en la consecución de los objetivos
proyectados (Blauert y Quintanar,1999). El Marco para la Evaluación de Sistemas de
Manejo de recursos naturales incorporando Indicadores de Sustentabilidad (MES-
MIS) fue una iniciativa pionera en el intento de integrar a los usuarios finales en
las valoraciones de sustentabilidad de los sistemas de manejo de recursos naturales
(López-Ridaura, Masera, y Astier, 2002). El MESMIS ha tenido amplia aplicación por
parte de investigadores y técnicos que se dedican a la evaluación de la sustentabili-
dad socio-ambiental en proyectos en América Latina (Speelman et al., 2007; Astier
et al., 2011).
Ha habido avances en adaptar los esquemas participativos, interdisciplinarios y
flexibles que caracterizaron al MESMIS con la finalidad específica de evaluar la resilien-
cia a la variabilidad climática. Metodologías simplificadas basadas en MESMIS han sido
propuestas tanto para el manejo de granjas y la evaluación de la biodiversidad (Cam-
maert et al., 2007) como para evaluar el riesgo a la variabilidad climática (Altieri, 2010).
Este tipo de estrategias pueden ayudar a elevar la utilidad del conocimiento local para
la evaluación de la vulnerabilidad de comunidades campesinas a eventos climáticos
extremos; demás de poder desarrollar estrategias regionales apropiadas para su adap-
tación a la variabilidad climática.
En este documento se investiga, a través de tres estudios de caso, cómo se adap-
taban los agroecosistemas de secano campesinos a la variabilidad climática en el
pasado o cómo podían éstos sistemas campesinos mantienen la estabilidad de ren-
dimientos en largos períodos de variabilidad climática. Se desarrolló un marco de
evaluación participativo con campesinos agricultores, quienes describieron sus ex-
periencias de respuesta frente a la variabilidad climática, identificaron un criterio
autóctono de evaluación de sus sistemas productivos y evaluaron el estado actual
de estos. Lo que se espera al investigar agroecosistemas campesinos que enfrentan
continualmente una alta variabilidad climática, es comprender mejor las estrate-
gias que son efectivas para mejorar la resiliencia agroecológica a la incertidumbre
climática.
125
Metodología
Localidades de estudio
Para lograr una mejor comprensión de cómo los agricultores se preparan para enfren-
tar la incertidumbre climática, se realizaron estudios de caso en la Mixteca Alta de
Oaxaca, México, una región subtropical con elevaciones entre 1,000 y 3,000 m s.n.m.
en donde es frecuente la practica de la agricultura de temporal. La precipitación en la
región es de aproximadamente 45-65 cm anuales, presentándose por lo general entre
mayo y octubre (Velásquez, 2002). La distribución de la precipitación es bimodal con
máximos en julio y septiembre, pero varía entre años y dentro de cada año. La mayor
parte de la producción agrícola en la región se destina al consumo familiar. Las condi-
ciones climáticas impredecibles en la Mixteca Alta han contribuido a erosión de suelos
severa, rendimientos bajos y frecuente escasez de alimentos, en consecuencia gene-
rando períodos de inseguridad alimentaria.
La localización de los estudios de caso se determinó mediante consulta con el Cen-
tro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca “Hita Nuni” A.C. (CEDICAM), una
organización civil de campesinos basada en los principios de los movimientos campe-
sinos para campesinos (Holt-Giménez, 2002; López-Ridaura, Masera, y Astier, 2002;
Fernandes y Woodhouse, 2008). El CEDICAM organiza acciones en la región mediante
una red de campesinos dirigidas a la conservación de los recursos naturales, agricultura
sustentable y subsistencia rural (Boege y Carranza, 2009). Mientras que el CEDICAM
hace énfasis en la interacción entre campesinos, en ocasiones colabora con estudian-
tes, investigadores e instituciones. Para la presente investigación, las series de talleres
fueron coordinadas por promotores del CEDICAM de cada una de las comunidades
participantes. Los estudios de caso se localizaron en el sur y norte del territorio del
distrito de Asunción Nochixtlán: la agencia de San José Zaragoza en el municipio de
Santiago Tilantongo, el barrio de El Rosario en el municipio de San Miguel Huautla y en
el municipio de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.
Métodos
Se realizaron tres series de talleres. La primera serie tuvo como objetivo producir ma-
pas de unidades ambientales de producción, narrar las historias en relación a la varia-
bilidad climática y analizar las respuestas y previsiones de los pequeños propietarios
campesinos ante eventos climáticos extremos en cada una de las tres comunidades
participantes. Los objetivos de la segunda serie de talleres fueron identificar indica-
dores de resiliencia a la variabilidad climática de los agroecosistemas y definir esca-
las de categorías para cada indicador identificado. La tercera serie de talleres facilitó
una evaluación basada en indicadores hecha por los campesinos para sus respectivos
agroecosistemas con el objetivo de identificar estrategias apropiadas de adaptación y
mitigación frente a cambios climáticos. El diseño de la metodología obedeció a poten-
cializar las experiencias de los campesinos para lograr estabilizar los rendimientos agrí-
colas en presencia de fenómenos climáticos extremos. Debido a conflictos de agenda,
sólo dos de las tres comunidades – El Rosario y San José Zaragoza – participaron en la
tercera serie de talleres.
126
Se previó que los participantes tendrían conocimiento previo de estrategias para en-
frentar eventos climáticos extremos desde su perspectiva como pequeños agricultores,
organizadores y líderes comunitarios. Las invitaciones a los talleres se hicieron mediante
promotores y facilitadores del CEDICAM. El mismo conjunto de participantes fue invi-
tado a las tres series de talleres, si bien la participación en cada caso varió debido a las
particulares responsabilidades de labores agrícolas, servicio comunitario y empleo de
cada individuo convocado. Un promedio de 6 mujeres y 7 hombres asistió a cada uno de
los talleres (tabla 1), con edades que oscilaron entre 18 y 70 años. Algunos de los asis-
tentes participaban por primera vez en talleres organizados por el CEDICAM, mientras
que otros habían participado durante décadas en actividades de la asociación.
Tabla 1. Número de participantes por género y por comunidad en las tres series de talleres.
ST 1 ST 2 ST 3
Total
F M F M F M
San José Zaragoza 6 5 7 17 4 0 39
El Rosario 7 11 6 13 15 1 51
San Pedro Coxcaltepec Cántaros 4 7 4 6 NA NA 21
Total 17 23 17 36 19 1 111
ST. Serie de talleres. F. Participantes del sexo femenino, M. Participantes del sexo masculino. NA. No aplica.
127
impactos y las estrategias de adaptación practicadas, se estableció una cronología de
referencia con sucesos históricos clave, tales como el año de la fundación de la comu-
nidad, la fecha de construcción de la carretera o la del inicio de la electrificación. Una
vez hecho esto, los participantes elaboraron acerca de cuáles fueron los impactos en
los sistemas productivos de cada uno de los eventos climáticos evocados y de cómo
respondieron a estos. Para finalizar, se pidió a los campesinos que reflexionaran acerca
de cómo y por qué cambiaron sus sistemas productivos a lo largo del tiempo.
128
Tabla 2. Escalas de evaluación empleadas por los participantes para describir
cada indicador de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática.
Serie de talleres 3. La última serie de talleres pretendió evaluar los sistemas producti-
vos empleando los indicadores de resiliencia agroecológica a la variabilidad climática
desarrollados durante la Serie de Talleres 2. Los indicadores de las tres comunidades se
agruparon en un listado común (tabla 3) para generar una herramienta de evaluación
regional incluyendo las perspectivas de un mayor número de campesinos dentro del
distrito de Asunción Nochixtlán. Los organizadores campesinos del CEDICAM fueron
consultados en extenso.
Equipo:
Comunidad:
Sistema productivo:
Categoría Indicador Observaciones
Composición territorial
Rompevientos
Paisaje
Ubicación de parcelas
Conservación de suelo
Rotación de cultivos
Variedades cultivadas
Manejo Policultivo
Fertilidad del suelo
Tipo de labranza
Plantas espontáneas
Productividad del suelo
Calidad
Materia Orgánica en el Suelo
de Suelo
Profundidad de Suelo
Textura del Suelo
129
La Serie de Talleres 3 se nombró “Taller de la Parcela Feliz”, reflejando la iconografía
de la escala de los indicadores: L, K y J, (tabla 2). Se asignaron valores numéricos
para agregar los resultados por comunidad: L = 0, K = 1 y J = 2. Tres equipos
de participantes en cada comunidad evaluaron los sistemas productivos (tabla 3). Las
evaluaciones de cada sistema productivo se hicieron de modo independiente.
Los participantes interpretaron los resultados de las evaluaciones mediante la ela-
boración de gráficas de barras agregando los resultados de los tres equipos para los
cuatro sistemas productivos. Con metodologías de evaluación similares se preguntó a
los participantes, “¿cómo ir de rojo a amarillo?” y “¿cómo ir de amarillo a verde?” (Ca-
mmaert et al., 2007; Altieri, 2010). Se preguntó a los participantes en esta investigación
“¿cómo obtener más J?” y “¿cómo mantener las J obtenidas?” para cada categoría
de los indicadores. Estos cuestionamientos intentaron expresar cómo los agroecosiste-
mas pueden derivar hacia una mayor o menor resiliencia agroecológica a la variabilidad
climática.
Resultados
Serie de talleres 1
Mapas comunitarios. Los dos mapas creados por los participantes de la comunidad
de Zaragoza plasmaron atributos distintivos de sus comunidades. El Mapa 1 de Zara-
goza representa recursos naturales relevantes en la comunidad incluyendo bosques,
afloramientos de roca, tierras arables, tierras degradadas, pozos de agua y viviendas
(figura 1). La escala y detalle de representación del bosque enfatiza la importancia de
las montañas de Monte Negro. El segundo grupo de participantes dibujó el Mapa 2 de
Zaragoza, que con mayor claridad que el anterior expresa los tres tipos predominantes
de suelo arable: tierra roja, tierra blanca y tierra negra cerruda (figura 2).
Los mapas de la comunidad de El Rosario (figuras 3 y 4) resaltan la distribución
espacial de los recursos naturales y de los agroecosistemas campesinos con un límite
territorial bien definido. El municipio de San Miguel Huautla ha sostenido conflictos
acerca de los límites con el territorio de sus vecinos. El conflicto agrario ocurrido entre
los años 1925 y 1937 condujo a la pérdida de casi la mitad del territorio de la comuni-
dad de San Miguel Huautla, extensión que pasó a ser propiedad de las comunidades
vecinas de San Pedro Jocotipac al este, Santiago Apoala al sur y San Juan Bautista Coixt-
Dos sistemas agrícolas prototípicos de la Mixteca Alta son el maíz de cajete y el maíz de temporal. El maíz de cajete –
haciendo referencia tanto al empleo de la raza de maíz de estación larga chalqueño como al sistema de producción en
sí– se considera un sistema eficiente en términos hídricos y tolerante a la sequía (Pérez Jerónimo 1979; Rivas Guevara
2008). Es sembrado entre febrero y abril y cosechado entre septiembre y noviembre, dependiendo en el microclima local.
El maíz de cajete se siembra en parches de suelo reteniendo humedad residual con una herramienta con dos extremos
llamada pico y coa. Maíz de temporal se refiere a una amplia mezcla de razas de maíz –incluyendo bolito, cónico y
chalqueño– con características morfológicas y fisiológicas variables, que es tradicionalmente sembrado en el sistema de
milpa, en policultivo junto con frijol y calabaza. Los campos se preparan empleando tanto tracción animal como tractores
y las semillas se siembran manualmente en surcos una vez que se estabilizan las precipitaciones entre mayo y julio. En
comparación con el maíz de cajete, este sistema requiere menos ayuda mutua entre familias.
130
Figura 1. Mapa 1 de la comunidad de Zaragoza.
131
Figura 3. Mapa 1 de la comunidad de El Rosario.
132
lahuaca al oeste. El desacuerdo entre los municipios de San Miguel Huautla y Santa
María Ixcatlán acerca de la propiedad del territorio ubicado al norte de El Rosario per-
manece en espera de ser resuelto. El Mapa 1 de El Rosario pone énfasis en los límites
espaciales del territorio de San Miguel Huautla, delimitado con mojoneras; este mapa
también representa recursos no agrícolas amenazados por las disputas territoriales,
tales como madera y palma (figura 3). Como en el caso de Zaragoza, el Mapa 2 de El
Rosario refleja la integración espacial de la producción agrícola con las viviendas y los
cauces de agua (figura 4). Los participantes de San Pedro Coxcaltepec Cántaros repre-
sentaron una perspectiva vertical de su comunidad, formato que resalta la pronunciada
topografía del territorio de esta comunidad (figuras 5 y 6). Las viviendas y terrenos
arables se ubican sobre una serie de abruptas terrazas de roca, cuya extensión es re-
presentada de modo evidente en el Mapa 2 de San Pedro Coxcaltepec Cántaros (figura
6). Los participantes etiquetaron los rasgos del territorio con sus nombres en mixteco,
sin embargo, el significado de esta toponimia no fue conservado.
Historia de la comunidad
San José Zaragoza. Los participantes en San José Zaragoza recordaron varios cambios
en los patrones climáticos ocurridos a lo largo de su vida (figura 7). Antes de 1989 –año
en que se inició la electrificación en la comunidad– las lluvias se iniciaban por lo general
entre febrero y marzo y continuaban hasta noviembre. El maíz de temporal1 solía ser
133
Figura 6. Mapa 2 de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros.
1970
1986
1989
1990
1995
1998
1999
2002
2006
2009
Eventos Fertilizantes Abonos Zanjas
Electricidad Escuela
históricos sintéticos verdes trincheras
Eventos Lluvias
Corría agua Excesiva Helada y
climáticos Sequía empezaron
todo el año precipitación granizo
más tarde
No No cosecharon
Agua Erosión
Impacto abundante del suelo
cosecharon no chicharro
frijol ni frijol
Construyeron
Apoyo del
Adaptación bordos y cambiaron
gobierno
las fechas de siembra
134
sembrado en mayo y cosechado en octubre. Hacia la década de 1990 el período anual
de lluvia había iniciado más tarde y concluido antes. Los campesinos respondieron a
este desplazamiento de la estación húmeda sembrando maíz de temporal entre mayo
y junio. Los campesinos de esta comunidad también dijeron que ocurrió una intensifi-
cación de las tormentas que provocó una más extrema erosión de suelos y daños a los
cultivos, en respuesta a lo cual la comunidad construyó bordos de roca a lo largo del
contorno de las parcelas para reducir estos efectos negativos. La construcción de bor-
dos de contorno en San José Zaragoza fue financiada por el Gobierno Federal durante
el año 2009.
Los campesinos recordaron eventos climáticos por los impactos que tuvieron más
que por las respuestas que se generaron ante estos. Antes de la década de 1970, el río
La Labor que atraviesa la comunidad corría todo el año proporcionando abundante
agua para el ganado, pero durante esa década el río se secó afectando a las manadas.
El período entre 1986 y 1987 fue de baja precipitación y el efecto El Niño de 1998 tam-
bién ocasionó escasez de lluvia en Zaragoza. Hubo ocasiones en que los rendimientos
agrícolas fueron malos debido a inclemencias meteorológicas, como en el año 2006 en
el la cosecha estuvo a punto de fallar por completo debido a granizadas ocurridas al
inicio de la temporada de crecimiento y a heladas negras durante el final del período
agrícola. La mayoría de los agricultores recuperaron las semillas para la siguiente esta-
ción y sólo obtuvieron una cosecha quienes sembraron muy al inicio de la estación de
crecimiento. En 1995 se construyó una escuela, y un año antes se inició la aplicación
de fertilizantes sintéticos, con lo cual aumentaron los volúmenes cosechados de maíz.
Sin embargo, algunos suelos fueron impactados negativamente por el uso de los fer-
tilizantes y los rendimientos del grano retrocedieron una vez más. En el año 2002 los
campesinos comenzaron a aplicar abono verde y compostas con la finalidad de reducir
los costos de los fertilizantes sintéticos, y mejorar la calidad de los suelos. Con la nueva
estrategia de manejo de la fertilidad del suelo, se experimentó una reducción inicial
en los rendimientos de cosecha, seguida por un incremento sostenido año con año.
Los sistemas productivos han sido afectados por lluvias de frecuencia errática, como
en 2009 cuando precipitaciones intensas durante junio precedieron una sequía de un
mes durante julio. El maíz sembrado en junio fue severamente afectado por la falta de
lluvia.
Aún cuando los campesinos no siempre responden de modo inmediato a casos
específicos de extremos climáticos, sí ponderan aquéllas estrategias de manejo que
tienen efectos mitigantes de posibles eventos futuros. Así, los participantes recono-
cieron que la construcción de bordos de contorno mejoraron la infiltración recargando
los acuíferos y facilitando el drenaje de las parcelas en años muy húmedos. También,
los participantes notaron que las franjas de vegetación entre las parcelas y las cortinas
rompevientos protegen a las milpas de los efectos del viento y que ciertos factores
hacen a los agroecosistemas más frágiles al clima extremo, tal como la presencia de
suelos negros arcillosos con drenaje escaso.
135
1970
1969
1970
1979
1984
1985
1996
2000
2004
Eventos Materiales de
Fundación Carretera CONASUPO Tractores
históricos construcción
Años de
Eventos Excesiva Lluvias Excesiva
Sequía sequía
climáticos precipitación tardaron precipitación
empezaron
Abandonaron Sembraban
el maíz de cajete el maíz de
Adaptación temporal
entre junio
y julio
136
San Pedro Coxcaltepec Cántaros. La remembranza de cambios climáticos de los par-
ticipantes del taller en San Pedro Coxcaltepec Cántaros comenzaba en la década de
1930, período cuando nació el participante de mayor edad (figura 9). En esa época las
lluvias ocurrían entre abril y octubre, las granizadas en abril al inicio de la estación de
crecimiento, y las heladas en septiembre. Las cosechas no eran seriamente dañadas ni
por la lluvia ni por el granizo y no se recordaron problemas graves de plagas. Se evocó
un período de cambios climáticos en la década de 1970, período que coincide aproxi-
madamente con la electrificación de la comunidad de San Pedro Coxcaltepec Cántaros,
cuando la estación lluviosa comenzaba en mayo y en algunos años terminaba en octu-
bre y noviembre. A partir del año 2000, los participantes notaron un incremento en la
variabilidad climática. Las lluvias han iniciado entre mayo y junio y en ocasiones, han
terminado tan tarde como septiembre.
El manejo agrícola de los campesinos se ha adaptado a los cambios climáticos y
socioculturales. Antes de la década de 1970 la producción de maíz de cajete y maíz de
temporal se repartían casi por partes iguales en las tierras arables de la comunidad,
pero desde esa década la producción de maíz de cajete ha tenido una disminución
drástica. Los participantes citaron que el factor que determinó esa tendencia de cam-
bio en el sistema productivo del maíz fue la falta de humedad en el suelo. Para el año
2009, los campesinos de la comunidad habían casi abandonado el sistema de maíz de
cajete prefiriendo el de maíz de temporal, sólo recordándose el caso de un productor
que continuó sembrando maíz de cajete. En comparación con la comunidad de San Mi-
guel Huautla, el trigo es un cultivo menos popular en San Pedro Coxcaltepec Cántaros
a pesar a pesar de la menor disponibilidad de agua. Es posible que los programas gu-
1364
1936
1970
1990
2000
Eventos Fundación
Nació el participante
Electricidad Fertilizantes
históricos de mayor edad
Lluvias Aumento en
Eventos Llovía entre de mayo - la variabilidad
climáticos abril - octubre septiembre climática
Mazorcas Cultivos
Cultivos afectados por pequeñas, afectados por
Impacto viento, pero no por problemas heladas pero
heladas, ni granizo de plagas no por granizo
Migración,
Sembraban
Sembraban el maíz de menos
el maíz de
Adaptación cajete y de temporal ganadería
temporal
temprano en el año y maíz de
en junio
cajete
137
bernamentales que introdujeron nuevas variedades de trigo tuvieran alguna injerencia
en esta tendencia.
Otra razón importante para el abandono del maíz de cajete en San Pedro Coxcal-
tepec Cántaros es el cambio demográfico en la comunidad debido a una emigración
masiva de jóvenes motivada por una situación de crisis laboral. Conforme disminuyó
la población en San Pedro Coxcaltepec Cántaros, al tiempo que los miembros de las
familias residentes envejecían, fueron abandonándose las actividades agrícolas que re-
querían de trabajo intensivo como el maíz de cajete. Así, las familias fueron adoptando
cosechas que ahorran trabajo como el maíz de temporal. Dado que los jóvenes eran
los encargados del pastoreo de ganado, la emigración también ocasionó una reducción
en las manadas en la comunidad. Pero manadas más pequeñas también resultaron en
cantidades menores de estiércol disponible por lo que se desencadenó una crisis en el
manejo de la fertilidad del suelo. A principios de la década de 1990 se comenzó a sus-
tituir el estiércol por los fertilizantes sintéticos. Para el año 2009, una vez que se inició
la introducción de tractores a la comunidad, la mayoría de las yuntas de bueyes habían
sido vendidas. Los participantes esperaban que estas transformaciones tecnológicas
afectarían el manejo cultural de las larvas de Phyllophaga, que eran tradicionalmente
consumidas por gallinas y guajolotes no confinados durante la labranza con arados
egipcios. Estos acontecimientos ponen en relieve cómo el cambio demográfico y tecno-
lógico plantea retos emergentes que van más allá de la variabilidad climática.
Serie de talleres 2
Los participantes en Zaragoza discutieron cómo mitigar el riesgo de exposición a even-
tos climáticos extremos protegiendo las parcelas con franjas de vegetación en los bor-
des y la plantación de vegetación perenne de uso múltiple, estrategias que pudieran
sostener y regular la productividad en ambientes marginales. Los aspectos de manejo
agrícola y tipos de suelo pueden tener pros y contras durante eventos climáticos extre-
mos. Los cultivos que prosperan en años húmedos pueden tener bajo rendimiento en
años secos y viceversa. En general, los campesinos observaron que las variedades tradi-
cionales de maíz son menos resistentes a la variabilidad climática en comparación con
otros cultivos producidos en la comunidad. Cuando se preguntó si el maíz de cajete era
más resistente que el maíz de temporal, un agricultor respondió que “eso es otro sis-
tema completamente” y ya no se practica en Zaragoza. Los fertilizantes sintéticos sólo
dan resultado en condiciones de precipitación idónea pero en años de baja precipita-
ción son ineficaces y costosos. Las decisiones de manejo de los agricultores campesinos
se basan en consideraciones sociales y económicas: el maíz de cajete involucra aspec-
tos productivos que han sido abandonados y la aplicación de fertilizantes representa
riesgos económicos para los agroecosistemas de temporal. Si bien los suelos de color
claro son fáciles de trabajar en años húmedos, también son los menos productivos, en
cambio, los suelos de color oscuro son considerados los de mayor productividad en
años secos, pero resultan difíciles de trabajar en años muy húmedos.
En El Rosario, los campesinos describieron los retos que han confrontado en condi-
ciones climáticas variables. De hecho, durante la sequía del año 2009 los rendimientos
agrícolas fueron considerados por ellos como aceptables a pesar de haber obtenido
138
menores cosechas en relación a años anteriores. Al discutir las visitas al campo, los par-
ticipantes coincidieron en que las zanjas excavadas a lo largo del pendiente previenen
la erosión del suelo durante las lluvias. La construcción de zanjas con una ligera incli-
nación pudieran evitar rupturas del bordo o inundación de las parcelas durante años
con precipitación excepcionalmente intensa. Se reconocieron diferentes tolerancias de
los cultivos a la variabilidad climática, por ejemplo, el maíz de cajete resiste mejor que
el de temporal los extremos climáticos, en particular respecto a las condiciones de
sequía. También, en general, el maíz es más vulnerable a extremos climáticos que el
trigo. La diversidad de cultivos producidos por los agricultores contribuye a estabilizar
el rendimiento de cosecha en casos de clima impredecible. La profundidad del suelo
es medida en codos, o qué tanto penetra la superficie del suelo el arado de tracción
animal. Algunos suelos retienen mejor la humedad que otros, pero esta característica
no siempre se relaciona con el color del suelo: En el Rosario, los suelos rojos, blancos y
negros son descritos como arcillosos (tierra cerruda) o arenosos (tierra suelta).
Los participantes en Coxcaltepec comentaron la importancia de usar estercolados
de buena calidad y en el conocimiento de las propiedades frío-caliente de ciertos ár-
boles creciendo en los bordes de las parcelas. Por ejemplo, los juníperos y pinos tienen
hojas calientes, mientras que los encinos, manzanitas y madroños tienen hojas frías
que favorecen a los agricultores porque no impactan a los cultivos en años secos. Tam-
bién, identificaron un listado largo de fuentes de fertilización natural que no habían
sido mencionados en los talleres previos.
139
Tabla 4. Agregación de los indicadores de paisaje propuestos por participantes
de San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.
Indicador
El sistema productivo El sistema productivo eva- El sistema productivo eva-
evaluado está sembra- luado está rodeado por luado está rodeado de bos-
do con el mismo cultivootros sistemas productivos ques y de otros sistemas
y durante el mismo ciclo
en barbecho o sembrados productivos en barbecho
Composición agrícola que la mayoría con cultivos diferentes, o sembrados con distintos
territorial. de las parcelas. pero no de bosques. cultivos.
Sin árboles ni cortinasCon árboles grandes que Con vegetación perenne de
rompevientos compiten con los cultivos uso múltiple (leña, madera,
como juníperos, pinos, eu- forraje y fruta.
caliptos o fresno.
En pendiente pronun- En terrenos planos o con En terrenos planos o con
ciada o en riesgo de pendiente intermedia con pendiente intermedia,
Ubicación
inundación frecuente. algún riesgo de inundación.
pendiente abajo de bos-
de parcelas.
ques nativos y sin riesgo de
inundación.
Sin bordos rodeando al Con apilamientos de rocas Con bordos de contorno
sistema productivo. rodeando al sistema pro- construidos con una pen-
Conservación ductivo. diente suave para facilitar
de suelo. el drenaje y colocados a una
distancia apropiada según
la pendiente del terreno.
Indicador
Sin rotación ni períodos Con rotación de cultivos Con rotaciones anuales
Rotación
de barbecho. pero sin incluir cultivos de incluyendo cultivos de le-
de cultivos
leguminosas. guminosas.
Variedades menos preco- Variedades precoces de Variedades precoces de
ces de maíz de temporal; maíz de temporal; varie- trigo (pelón); maíz de ca-
Variedades
con frijoles. dades menos precoces de jete; trébol blanco dulce;
cultivadas
trigo (largo y rocome); ca- chícharos.
labaza; haba.
Policultivo Monocultivo Policultivo inconsistente Policultivo deliberado
Sin aplicación de fertili- Aplicación de fertilizante Aplicación de compostas,
Fertilidad
zantes, compostas ni es- sintético o estercolados abonos verdes y esterco-
del suelo
tiércol. de baja calidad. lados de alta calidad.
Con tractor para maíz de Con tractor para maíz de Discado con tractor segui-
Labranza cajete. temporal. do de aporque con arado
de tracción animal.
140
Tabla 6. Agregación de los indicadores de calidad de suelo propuestos por
participantes de San José Zaragoza, El Rosario y San Pedro Coxcaltepec Cántaros.
Indicador
Pocas plantas espontá- Con un número interme- Con un número excesivo
Plantas
neas dentro de la milpa dio de plantas espontá- de plantas espontáneas
espontáneas
neas dentro de la milpa dentro de la milpa
Suelo pobre que requie- Suelo frágil con bajo ren- Suelo de buena calidad
Productividad
re mejoramiento para dimiento sin requerimientos de
del suelo
producir mejoramiento
Suelo con bajo conteni- Suelo con contenido in- Suelo con alto conteni-
Materia do de materia orgánica, termedio de materia or- do de materia orgánica,
orgánica difícil de labrar, sin re- gánica fácil de labrar, buena
en el Suelo tención de humedad o retención de humedad y
susceptible a inundación poroso
Suelo pedregoso, some- Suelo delgado que el Suelo profundo que el
ro que el arado no pe- arado penetra a una pro- arado penetra a una pro-
Profundidad
netra lo suficiente, con fundidad de casi medio fundidad de un codo (ca.
del suelo
presencia de cárcavas codo (ca. 10 cm), con 25 cm), sin señales de
presencia de regueras erosión
Suelo arcilloso y pegajo- Suelo gravoso que retie- Suelo franco que no se
Textura
so o arenoso que se seca ne la humedad inunda.
del Suelo
rápidamente
Policultivo Rompevientos
Zaragoza El Rosario
141
de rompevientos (figura 10). Los indicadores rotación de cultivos y labranza tuvieron los
valores más altos en San José Zaragoza y El Rosario, respectivamente. El valor promedio
de todos los indicadores en cada comunidad se mantuvo entre K y J (figura 10).
A pesar de el tamaño limitado de la muestra, los participantes identificaron una se-
rie de estrategias apropiadas para elevar la resiliencia a los extremos climáticos de los
sistemas de producción que fueron evaluados. En Zaragoza, se hizo mención de estrate-
gias relativas al control de plantas espontáneas (malezas) y manejo del suelo (tabla 7).
Los participantes valoraron la función ecológica de las malezas en su agroecosistema.
Cortar las malezas en lugar de arrancarlas de raíz y permitir que estas se reproduzcan
por semilla fueron dos estrategias sugeridas por los campesinos para mantener y obte-
ner más J. Así mismo, el plantar árboles frutales y acacia (Leucaena leucocephala) en
los bordes de las parcelas proveería beneficios múltiples incluyendo alimento, forraje
para ramoneo y para corte, estabilización de suelos y amortiguamiento de los extremos
climáticos en sus sistema agroecológico. Los participantes plantearon el incremento de
cultivos de cobertura con abonos verdes como otra estrategia efectiva para el amorti-
guamiento de los extremos climáticos en sus sistema agroecológicos. Los agricultores
de San José Zaragoza emplean el policultivo tradicional de maíz y leguminosas comes-
tibles como cultivos de cobertura.
También en El Rosario los participantes tuvieron una discusión similar a la de los de
San José Zaragoza en relación a algunas oportunidades para modificar la composición
del paisaje para amortiguar los efectos de los extremos climáticos en sus agroecosis-
temas (tabla 8). El municipio ha estado realizado un ambicioso programa con fondos
federales para excavar bordos de contorno, pero los participantes opinaron que piensan
que sería mejor hacerlos de roca para evitar las rupturas que se presentan durante años
de lluvias intensas. Si bien los campesinos desearían poder reforestar el paisaje, muchos
de ellos dependen de los campos en barbecho y los terrenos ubicados entre las parcelas
para el pastoreo comunal de ovejas y cabras. La inversión en vegetación perenne se
dificulta, en particular en lugares alejados de las viviendas, debido al alto número de
personas que pastorean sus manadas en las inmediaciones de la comunidad.
142
Tabla 8. Propuestas de mejoramiento de los sistemas productivos
generadas por los participantes en El Rosario.
Discusión
Mapas comunitarios
Se empleó un amplio espectro de aproximaciones participativas para comprender mejor
la resiliencia agroecológica a la variabilidad ambiental desde una perspectiva biofísica.
La elaboración de contra mapas proyectó perspectivas comunitarias en dimensiones
vertical y horizontal. La perspectiva espacial indígena no necesariamente se adhiere a
las representaciones cartográficas convencionales (Sletto, 2009), por lo que se requiere
mayor flexibilidad en el entendimiento de los recursos naturales y la resiliencia ecoló-
gica territorial. La proyección vertical configura en gran medida el modo en que son
practicadas la agricultura y conservación de suelo en la Mixteca Alta. Los mapas repre-
sentaron las acciones exitosas de los campesinos para estabilizar sus suelos mediante
la construcción de bordos y terrazas en terrenos con laderas pronunciadas. En cambio,
143
grandes porciones del territorio se han perdido por la degradación del suelo severa. El
color y textura del suelo son un elemento importante en la comprensión de los ambien-
tes agrícolas representados en los mapas. Como fue comprobado en actividades partici-
pativas posteriores, la calidad del suelo tiene influencia en la productividad potencial de
los agroecosistemas campesinos en condiciones de variabilidad climática.
En el cao de la Mixteca Alta, El manejo comunitario de bosques y terrenos para el
pastoreo se integra a las actividades agrícolas al aportar madera, leña, forraje y hoja
de palma. En algunas comunidades la palma y la ganadería proporcionan ingresos a
las familias campesinas que ayudan a estabilizar los rendimientos agrícolas impredeci-
bles debido a la variabilidad ambiental. El establecimiento de límites territoriales fijos
mediante mojones emerge como una dimensión importante de la resiliencia agroeco-
lógica a la variabilidad climática ya que la subsistencia es amenazada por las disputas
territoriales entre comunidades indígenas colindantes.
144
nes menores tanto durante la estación seca entre noviembre y abril, como durante la
estación de crecimiento de mayo a octubre.
Indicadores y evaluaciones
Los campesinos identificaron indicadores en el territorio conocido contextualizado por
sus experiencias pasadas y las condiciones sociales y económicas. Desde la perspectiva
biofísica, los indicadores elaborados por los agricultores campesinos demuestran una
serie de prácticas de manejo óptimo para la región de la Mixteca Alta que representan
el profundo conocimiento de sus agroecosistemas. Los indicadores descritos difirieron
entre comunidades sugiriendo que el conocimiento agroecológico es moldeado por las
condiciones ambientales e historias locales.
Los cambios de indicadores a nivel de paisaje requieren tanto de acciones comuni-
tarias como de estrategias regionales. Los factores biofísicos del paisaje actúan como
amortiguadores del estrés, aumentan la capacidad productiva y permiten ajustes en
las economías rurales. Los tipos de vegetación configuran los beneficios directos de
las comunidades agrarias y pueden asistir para maximizar las interacciones positivas,
o sinergias, al tiempo que minimizan las interacciones negativas. Los participantes de
las series de talleres clasificaron a las coberturas calientes como aquellas formada por
árboles que tienen efectos negativos para los cultivos, mientras que la cobertura fría
es benéfica. En todos los talleres los participantes recomendaron el uso de vegeta-
ción multiuso con recomendaciones específicas de especies favorecidas productoras
de forraje, fruta y leña. Las cercas vivas son una estrategia importante para incorporar
vegetación perenne y generar un cúmulo de servicios ecosistémicos y uso múltiple.
Aunado a las pendientes pronunciadas, una estructura simplificad del paisaje do-
minada por sistemas agrícolas puede ser más vulnerable a una falla generalizada en
presencia de eventos climáticos extremos. Las funciones para los sistemas agrícolas de
un paisaje diversificado que fueron mencionadas por los agricultores participantes in-
cluyen la protección de las parcelas, la atracción y retención de lluvia, el suministro de
materia orgánica y el control de insectos. Los pequeños agricultores también obtienen
beneficios sociales y económicos de los servicios ecosistémicos proporcionados por
los paisajes diversificados. Si bien no expresado en esos términos durante los talleres,
se percibe que los agricultores campesinos se benefician con los componentes más
resistentes de los paisajes diversos en términos de subsistencia y de ingresos econó-
micos durante tiempos de estrés. Un paisaje diversificado también estimula a las eco-
nomías y redes sociales locales. Así mismo, la diversidad del paisaje puede permitir a
las economías locales el poder adaptarse a cambios impredecibles. La verificación de la
importancia de la diversificación del paisaje para la resiliencia social y económica a la
variabilidad ambiental requiere de hacer preguntas dirigidas a ello.
La voluntad política comunitaria es necesaria para proteger y restaurar paisajes que
sean benéficos para economías rurales basadas en la tierra. Si bien el paisaje es mode-
lado mediante procesos de largo plazo, la acción comunitaria puede proteger recursos
clave como manantiales, bosques, pastizales y campos de cultivo. En el contexto de la go-
bernanza indígena en la región de la Mixteca Alta, la mayoría de las decisiones acerca de
la gestión de tierras son tomadas por un comité rotativo llamado Comisariado de Bienes
145
Comunales y por autoridades municipales elegidas. Estas instituciones de gobierno junto
con las asociaciones civiles como el CEDICAM juegan un importante papel en la imple-
mentación de políticas de conservación de las características más relevantes del paisaje.
Las estrategias propuestas por los campesinos para mejorar la resiliencia agroeco-
lógica a la variabilidad climática se centran en la conservación del suelo y el manejo
agroecológico. La ganadería es la piedra angular de los agroecosistemas en la región
de la Mixteca Alta. El énfasis en mantener las manadas para la producción de estiércol,
fuerza de trabajo agrícola y utilidades debe ser balanceado con los riesgos de sobrepas-
toreo que compromete la capacidad productiva de los territorios indígenas (García Ba-
rrios, García Barrios, y Álvarez-Buylla, 1991). Mientras que los agricultores campesinos
recomiendan el uso de estercolados y compostas en lugar de fertilizantes sintéticos,
también están conscientes de los retos que representa la ganadería para el desarrollo
de rasgos del paisaje – como los rompevientos – que protegerían a sus agroecosiste-
mas de los eventos climáticos extremos.
Conclusiones
146
valore la sistematización en culturas que pueden tener distintas aproximaciones a la
solución de problemas. Más aún, el enfoque sistémico como producto de las ciencias
ecológicas puede acarrear enunciados preestablecidos que se contraponen a la visión
del mundo indígena, por lo que puede ser más apropiado el empleo de una metodolo-
gía más flexible para comprender cómo interactúan la cultura, la política y el ambiente.
Agradecimientos
Se agradece especialmente a los agricultores campesinos del CEDICAM por hacer po-
sible esta investigación. Gracias al estudiante graduado asociado Andrew Friedman. Se
agradece la guía y colaboración de la investigadora Jutta Blauert y los profesores Mi-
guel Altieri y Nathan Sayre. Este proyecto recibió apoyo financiero de una beca García
Robles-Fulbright y de UC MEXUS CONACYT.
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Resiliencia y agricultura ecológica en España
Juana Labrador*, Víctor Gonzálvez†
Introducción
*†Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE). Camí del Port, s/n. Edif. ECA Pat. Int 1º - (Apdo 397). E-46470
Catarroja (Valencia). Tlf. /Fax: +34 961267122. e-mail: seae@agroecologia.net / web: www.agroecologia.net
149
Los trabajos relacionados con la resiliencia de los sistemas de producción “ecoló-
gicos”, presentados en los congresos de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica
(SEAE), en sus nueve ediciones a lo largo de los últimos veinte años son escasos, aun-
que bastante jugosos. La mayoría de ellos se relacionan directamente con la sostenibi-
lidad o el cambio climático. Algunos comparan el balance energético de los sistemas de
producción ecológica como cuestiones a considerar para conferir resiliencia a los agro-
sistemas. En este trabajo se comentan los resultados y conclusiones de los principales
estudios relacionados con la resiliencia en los agrosistemas de producción ecológica
que se han presentado en los eventos mencionados.
Material y métodos
Resultados
En total se han seleccionado 20 trabajos desarrollados en nuestro país que vinculan los
términos de biodiversidad, cambio climático, resiliencia y sostenibilidad. Los estudios
se pueden agrupar en: a) generales sobre beneficios de la agricultura ecológica en la
mitigación del cambio climático; b) constatación del cambio climático y prácticas de
mitigación; c) Prácticas de manejo del suelo para mitigar el cambio climático e incre-
mentar el C en el suelo, d) pérdida de biodiversidad en la agricultura; e) contaminación
por residuos; f) balances energéticos en diferentes agrosistemas y cultivos. Analizamos
a continuación los resultados y conclusiones de estos estudios agrupados en la manera
mencionada.
Generales
Aguilera et al., (2010), realiza una revisión integrada de la información disponible sobre
emisión directa e indirecta de gases de efecto Invernadero y secuestro de carbono en
los agroecosistemas mediterráneos. Comprueban que el secuestro de C, a través del
estudio de la MOS, ha sido el tema que ha recibido mayor atención, con varias decenas
de artículos publicados. Se ha comprobado que existe una relación lineal entre el apor-
te de C y la tasa de secuestro, y un secuestro de C significativamente mayor bajo mane-
jo ecológico. Sin embargo la mayoría de trabajos revisados estudian la MO por motivos
ajenos a la emisión de GEI. Por otro lado, el N2O ha sido menos estudiado, aunque se
obtiene un factor de emisión significativamente menor para los fertilizantes orgánicos
150
que para los sintéticos. El metano, así como las emisiones asociadas a la producción de
insumos, han recibido muy poca atención, y por el momento no se pueden extraer con-
clusiones sólidas en cuanto a la diferencia entre las emisiones en el manejo ecológico y
en el convencional. Por último, indican que existen ciertas diferencias en varios de los
procesos y factores de emisión clave entre el mundo mediterráneo y otros climas más
estudiados. Concluye que la agricultura ecológica mediterránea podría contribuir a la
mitigación del cambio climático por múltiples vías, ya que prácticamente en todos los
gases y procesos se ha detectado un menor nivel de emisión en ecológico, o asociado a
las técnicas empleadas en la agricultura ecológica. A pesar de ello, la información cien-
tífica actual es insuficiente para concretar estos potenciales de mitigación en cultivos
específicos, o para establecer factores de emisión o tasas de secuestro generalizables
en función de las técnicas usadas.
Aguilera et al., (2010b), realizan un balance de la emisión de Gases de Efecto In-
vernadero en olivar ecológico y convencional, con la aplicación del modelo Planete a
agrosistema mediterráneos comprobando que en sistemas extensivos y con baja pro-
ductividad como los estudiados, el óxido nitroso no supone una fracción significativa
en el balance de emisiones, mientras que sí lo son el metano y el C secuestrado. El
secuestro de carbono ha demostrado ser el factor clave en el balance de GEI en los
agroecosistemas estudiados. Una primera aproximación revela un potencial para com-
pensar completamente las emisiones generadas en el manejo ecológico, de forma que
resultaría en un sistema casi neutro en CO2. Los resultados de este estudio muestran
el enorme potencial de la agricultura ecológica como herramienta de mitigación del
cambio climático, cuya valoración por la sociedad, sin embargo, no es posible sin una
cuantificación precisa de la emisión de GEI.
García et al., (2006), reúne y analiza suficiente información que constata que la
AE puede contribuir de forma significativa a reducir las emisiones de Gases de Efecto
Invernadero y al secuestro de carbono en suelos y biomasa. Afirma que no esta recono-
cida en las discusiones como medida para paliar el cambio climático, ni a nivel nacional,
ni internacional. Además remarca que muchas de las medidas pueden encuadrarse
dentro de las prácticas de manejo recomendadas que podrían ser usadas por cualquier
tipo de agricultura, pero la AE es la única que ofrece una estrategia que integra siste-
máticamente todas ellas en un sistema de producción y se completa con normativas
obligatorias que tienen mayor impacto en la protección del clima.
Otro trabajo (Montero et al., 1995), profundiza en la necesidad de conocer los im-
pactos de las políticas agrarias para impulsar una agricultura de calidad profundizando
el conocimiento de las características climáticas, edáficas, hidrológicas, meteorológicas
y el comportamiento de la cubierta vegetal
151
disponibilidad del fósforo se reduciría alrededor de un 90% mientras que el contenido
de carbonatos totales aumentaría un 60% y la salinidad un 150%. La proporción de la
fracción erosionable del suelo (limo y arcilla no agregados) aumentaría entre un 50 y
un 130% y la capacidad de almacenamiento de agua se reduciría en un 25%. En suelos
de cultivo de secano en terrazas con prácticas convencionales de cultivo la fertilidad
química se reduciría entre un 20 y un 50% respecto del suelo más erosionado de las la-
deras, y el contenido de agua a capacidad de campo disminuiría a la mitad. Si el cultivo
en terrazas al pie de estas laderas semiáridas erosionadas se abandona y se produce
la recolonización de especies de matorral y herbáceas las cualidades químicas, físicas
e hidrológicas del suelo mejoran. Recomienda la utilización de especies herbáceas o
arbustivas para mejorar las condiciones fisicoquímicas del suelo y reducir la erosión.
Dapena et al., (2006) estudia las evolución de las temperaturas medias anuales en
las tres últimas décadas en Asturias y constata un aumento en torno a 0,5 o ºC por
década, mas elevado en los meses de primavera-verano que en los de invierno que
coincide a rasgos generales con los cambios registrados en el conjunto de la Península
Ibérica. Constata también que estos cambios tienen importantes consecuencias en el
cultivo del manzano, al influir en prácticamente todas las tasas de desarrollo de los pro-
cesos fisiológicos. Asimismo detecta tendencias de reducción de las precipitaciones,
sobretodo en los meses de marzo preocupantes, al coincidir con la época de mayor
sensibilidad de los manzanos al agua. Con ello sugiere que puede resultar de interés
replantearse la utilización de portainjertos de mayor vigor con un sistema radicular
mas profundo y por tanto con mayor capacidad de captar agua, en especial en terrenos
de ladera, o bien aplicar irrigación
Según Sanz (2002), las actividades agrícolas responsables del aumento de C («materia
orgánica») en el suelo son las mismas que aplica la agricultura ecológica (disminución
de la intensidad del laboreo mecánico, levantamiento del suelo (“conservation tillage”)
y reducción de la erosión (Sanz, 2002)
Charro et al., (2006) estudió los suelos de barbecho y comprueba que van perdien-
do su contenido en materia orgánica con los años, frente a los que no realizan esta
práctica. Comprobó que en suelos ecológicos, donde hubo aporte de materia Orgánica
(MO), estos ganaron en calidad con los años. Si se incluye un año de barbecho cada 3
años de siembra (rotación), se observa una degradación en los suelos y disminuye el
aumento de la ganancia en MO en los suelos ecológico. Estima que al cabo de un siglo,
los suelos que han estado en barbecho han perdido hasta un 85% de su contenido ini-
cial (0.34 t C/ha). Confirman la degradación de los suelos agrícolas si hay abandono de
los mismos, y el interés que representa implantar cultivos ecológicos para evitar dicha
degradación, y una mayor pérdida de MO debida al CCG.
Molina et al., (2005), sugiere al contenido de materia orgánica del suelo como
indicador de calidad del suelo y sostenibilidad agraria y medioambiental apropia-
do para evaluar si el uso y manejo del suelo y del cultivo permite simultáneamente
152
mantener o mejorar la producción y, a la vez, mantener o aumentar la capacidad del
suelo como filtro medioambiental y sumidero de carbono atmosférico. Deduce que
las enmiendas orgánicas en citricultura ecológica son una de las prácticas que más
pueden contribuir a la sostenibilidad agraria y medioambiental de los suelos bajo
este tipo de cultivo.
Balance de energía
Existen diferentes estudios que han comparado le eficiencia energética entre cultivos
ecológicos y convencionales en cítricos y hortícolas (Roselló et al., 2000), olivar (Alon-
so et al., 2004) y cereales (Lacasta et al., 2000). Todos los estudios indican la mayor
eficiencia energética de la agricultura ecológica y apuntan a la mecanización y el riego
como principal operación de consumo de energía que debe reducirse
Meco et al., (2008), estudiaron la eficiencia energética de la agricultura ecológica
durante 15 años en sistemas agrarios de secanos de climas mediterráneos semiáridos,
independientemente de la rotación considerada, es el que mejor se ajusta a los seca-
nos semiáridos, al ser el que menos energía consume (del orden de 3-3,5 veces menos)
en relación a los sistemas convencionales y de conservación, siendo a su vez el más efi-
ciente energéticamente (mayor producción de cosecha y energía por unidad de energía
invertida). La alternancia de cultivos, sobre todo cuando se incluye una leguminosa en
la rotación, incrementa de forma importante la eficiencia energética.
Guzmán y González (2007), analizando el coste territorial de la sustentabilidad
comparando agricultura tradicional y agricultura ecológica encuentran que esta úl-
tima debe hacer frente a exigencias territoriales mucho más extensas, ser más sus-
tentable, disminuyendo su impacto medioambiental y los gastos de fuera del sector,
que provienen no sólo de los requerimientos directos derivados del cierre de los
ciclos y la utilización de recursos locales (de energía y materiales), sino también del
coste territorial de mantener un nivel óptimo de biodiversidad, dando coherencia al
“todo” y dedicando por ejemplo parte del territorio a usos diversos y alternativos a
la actividad agrícola.
Discusión
153
Los estudios de balance energético se realizaron en la década pasada, donde predo-
minaban tecnologías y maquinaria más consumidora de fuentes fósiles que convendría
actualizar dado que las condiciones han cambiado y probablemente se han mejorado
esos balances.
Conclusiones
En conclusión, a pesar de los escasos estudios realizados en España sobre los facto-
res que aportan resiliencia a los sistemas de producción, se pueden encontrar que en
aquellos publicados la agricultura ecológica puede contribuir decididamente a incre-
mentarla y a reducir los impactos negativos que el cambio climático tiene o tendrá
sobre la producción de alimentos. Sin embargo, este hecho no está reconocido a nivel
de políticas agrarias
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Propuesta de conversión agroecológica para alcanzar
la resiliencia en sistemas ganaderos
Sara María Márquez Girón*
Introducción
La ganadería es la actividad humana que ocupa la mayor superficie terrestre del pla-
neta, abarca el 70% del área dedicada a las actividades agropecuarias y el 30% del
área continental. En razón al crecimiento demográfico y al aumento de ingresos de la
población, se prevé que la producción mundial de carne para el año 2050 debe duplicar
la actual y alcanzar cerca de 450 millones de toneladas y para la producción de leche
se espera para ese mismo año cifras cercanas a las 1.000 toneladas. Los principales
impactos generados por la actividad ganadera en el medio ambiente, fueron evaluados
por la División de Producción y Sanidad Animal de la FAO en unión con muchas otras
instituciones, como resultado encontraron niveles altos de contaminación en suelo,
agua y atmósfera, debidos a los sistemas intensivos de producción, degradación del
suelo originada casi en su totalidad por el sobrepastoreo, deforestación y pérdida de la
biodiversidad por la ampliación de la frontera ganadera y por los monocultivos caracte-
rísticos de los sistemas intensivos (Steinfeld et al., 2006).
La ganadería extensiva en los países tropicales tiene efectos locales como la degra-
dación-compactación de los suelos y la pérdida de productividad del sistema, su impac-
to a escala regional se evidencia en la pérdida de capacidad de regulación hídrica y en
la contaminación de las fuentes de agua. En el contexto global, el mayor impacto se en-
cuentra en la pérdida de biodiversidad reducirse los ecosistemas de bosque del trópico
caracterizados por su alta riqueza de especies de flora y de fauna (Murgueitio, 2003).
La alta demanda de pesticidas en la mayoría de las regiones del mundo es originada
por los sistemas intensivos de producción agropecuaria que se han implementado con
base en el establecimiento de monocultivos, los cuales según Altieri y Nicholls (2007),
han implicado la simplificación de la biodiversidad y han convertido las fincas en eco-
sistemas artificiales altamente dependientes de la intervención humana por medio del
aporte de agroquímicos y de maquinaria, que desequilibran aún más el sistema. Las
plantas cultivadas bajo estos sistemas intensivos no poseen los mecanismos de defensa
ecológica necesarios para tolerar el impacto de las plagas y enfermedades, por lo tanto
se hace necesario el uso excesivo de productos fitosanitarios de naturaleza química,
generando así un espiral negativo que se refuerza a sí mismo (Kaine y Tozer, 2005).
En la actualidad, los sistemas ganaderos se ven enfrentados a dos desafíos con rela-
ción al cambio climático, el primero tiene que ver con lograr la disminución de principal
causa del cambio, la cual se ha adjudicado al incremento de los gases de efecto inver-
nadero (GEI) en la atmósfera, dentro de los cuales el metano y el óxido nitroso son atri-
*Ingeniera Agrícola, Magister en Ingeniería Ambiental, cPhD en Agroecología. Profesora de Agroecología, Facultad de
Ciencias Agrarias de la Universidad de Antioquia. Email: saramariamarquezg@gmail.com
158
buidos en porcentajes muy significativos a las actividades agropecuarias; el segundo
desafío está representado en la adaptación de los sistemas ganaderos para resistir los
impactos de corto y largo plazo que trae consigo el cambio climático, cuyos efectos ya
están comenzando a sentirse en términos de incrementos de la temperatura, una cre-
ciente variabilidad en los regímenes de lluvias y una mayor frecuencia de eventos ex-
tremos, tales como inundaciones y sequías (Ayarza et al., 2009 y Valdés y Vargas, 2011).
Dentro de los GEI, la ganadería se relaciona principalmente con el metano debido
a que la fermentación entérica del ganado bovino genera anualmente el 61% de las
emisiones totales de metano (CH4) en Colombia, pues aproximadamente el 8% de la
energía bruta que consume un bovino se transforma en metano, el cual se caracteriza
por poseer un potencial 21 veces mayor de calentamiento global que el (Ayarza et al.,
2009). El segundo GEI en importancia desde el sector agropecuario, lo constituye el óxi-
do nitroso (N2O) con un potencial de calentamiento global 310 veces mayor que el CO2,
es generado principalmente por la deforestación y por el empleo de fertilizantes quími-
cos, se estima que alrededor del 60% de las emisiones brutas de este gas provienen del
suelo como resultado de las acciones microbianas de nitrificación y de desnitrificación,
especialmente de los procesos de fertilización nitrogenada (Valdés y Vargas, 2011). El
CO2 en el sector agrícola es un GEI que se intercambia entre los ecosistemas terrestres
y la atmósfera por medio de la fotosíntesis, la respiración y la descomposición, por lo
tanto si el sistema de producción es intensivo se generarán aportes de este gas a la
atmósfera debido al desequilibrio en las tasas de estos procesos, pero si corresponde a
un agroecosistema las tasas se compensan.
159
conversión completo, sin dejar la estructura del monocultivo y que por lo tanto no
alcance a estabilizar el sistema.
Rediseño de los agroecosistemas con una infraestructura diversificada y funcional,
esta fase corresponde a la verdadera conversión agroecológica, pues en ella se bus-
ca alcanzar la autosuficiencia con respecto a la demanda de insumos, a través del
establecimiento de un diseño diversificado y racional de arreglos de producción
agrícola y pecuaria, que se complementen y que generen al interior del sistema una
serie de sinergias, servicios y funciones que lo estabilicen con respecto al tiempo,
al entorno, a las expectativas de la comunidad y que adicionalmente, incrementen
su resiliencia o capacidad de respuesta a cambios extremos, como el caso de las
condiciones climáticas, entre otros.
El diseño agroecológico tiene por objeto integrar los componentes de las comunidades
de plantas y animales con el ambiente, buscando aumentar la eficiencia biológica ge-
neral, preservar la biodiversidad y mantener la capacidad productiva y autorregulatoria
del agroecosistema. A través del ensamble de una biodiversidad funcional se pretende
establecer sinergismos que subsidien los procesos del agroecosistema, por medio de
la generación de servicios ecológicos tales como el ciclaje de nutrientes, el incremen-
to de insectos benéficos, entre otros. Teniendo como directriz principal, diseñar un
agroecosistema que imite la estructura y función de los ecosistemas naturales locales,
haciendo el uso óptimo de los recursos naturales como la radiación solar, los nutrientes
del suelo y el agua aportada por las lluvias.
En el proceso del diseño agroecológico se hace énfasis en un enfoque de ingeniería
ecológica, Por medio del cual se ensamblan los componentes de los agroecosistemas:
suelos, vegetación, animales, sanidad, infraestructura, procesos de transformación, co-
munidad, entre otros; de forma que las interrelaciones temporales y espaciales que se
establezcan entre ellos garanticen la potenciación de sinergias dentro de los procesos
naturales que se llevan a cabo en su interior, tales como el ciclaje de nutrientes, la re-
troalimentación de la materia orgánica y el control biológico de plagas y enfermedades,
160
alcanzando niveles de rendimiento suficientes para llevar al sistema a la sustentabili-
dad (León y Altieri, 2010).
Las arquitecturas de los componentes vegetal y animal al interior de un agroecosis-
tema pueden diseñarse con el objeto de crear y estabilizar las comunidades de insectos
que garanticen el control ecológico de plagas, seleccionando las estrategias de manejo
que mejor se adapten a las condiciones ambientales regionales y a las características
socioeconómicas y culturales de la comunidad (Altieri y Nicholls, 2010).
El diseño de sistemas agroecológicos está basado en la aplicación de los siguientes
principios ecológicos (Reijntjes et al., 1992):
161
De igual manera, Reid y Swiderska (2008), señalan: los ecosistemas que poseen
una "diversidad funcional" rica, es decir, especies que llenan un amplio espectro de
funciones ecológicas, son más estables y se adaptan mejor al cambio climático que los
sistemas empobrecidos. Agregan que la biodiversidad y los servicios de ecosistemas
son los cimientos sobre los cuales se construyen muchas estrategias de adaptación,
que también pueden ser útiles al pensar en la mitigación del cambio climático.
Entre las principales ventajas del silvopastoreo se encuentran como principales: El me-
joramiento de las condiciones del suelo, las pasturas, el ganado y el entorno en general.
Como ventajas asociadas al manejo del sistema: La obtención de una mayor producción
de biomasa forrajera, aumento en el ciclaje de nutrientes, la minimización de demandas
de fertilizantes, el mejoramiento del microclima y por ende del bienestar animal, la recu-
peración de gran parte de la micro y macrofauna propia de los ecosistemas de la región.
162
Proceso de conversión de sistemas de ganadería intensiva
Diseño de planes de
Caracterización de los sistemas Relación entre demandas
manejo sustentables
convencional y agroecológico del sistema, la disponibilidad
de los componentes
deseado predial y de la localidad
del agroecosistema
El municipio de San Pedro de Los Milagros, con una extensión de 229 Km2, se locali-
za en la Subregión del Altiplano Norte, a 6° 19´19´´ de latitud norte y a 75° 37´ 40´´
de longitud occidental en el departamento de Antioquia (Colombia), posee una altura
promedio sobre el nivel del mar de 2475 m y una temperatura media de 14° C. Este
163
municipio se ha caracterizado por poseer una amplia trayectoria de producción leche-
ra, constituyéndose en una de las más importantes del departamento, según Hoyos y
otros (2006) el 86.98% de las fincas del municipio poseen como actividad económica la
ganadería bovina y dentro de éstas el 98.37% se dedican a la lechería (figura 2).
En los sistemas de producción lechera del municipio son altamente intensivos, con
el predominio de especies bovinas genéticamente seleccionadas, en los cuales se utili-
zan el pastoreo rotacional o en franjas y la suplementación con alimentos balanceados.
En la reproducción se aplica el sistema de inseminación artificial y la crianza de terneras
es también artificial. Las praderas constituyen un monocultivo de pasto Pennisetum
clandestinum y son manejadas con altas cargas de fertilizantes químicos u orgánicos,
en estos el sistema se integra con explotaciones de porcinas (Balcazar 1989, Gómez
1993 y Vahos, 1997). Adicionalmente, les realiza un control de plagas fundamentado
en la utilización de agroquímicos altamente tóxicos.
En la figura 3 se presenta la esquematización del sistema de ganadería de leche
intensiva convencional, con los subsistemas suelo, cultivo y pecuario o animal, los com-
ponentes plagas, enfermedades y reciclaje, el entorno, las entradas y las salidas. A con-
tinuación se presenta la caracterización de cada uno de ellos.
Entorno
De acuerdo con la biotemperatura y la precipitación media anual, la región del estudio
se encuentra en el Sistema de Páramos y Bosques Altoandinos del norte antioqueño y
164
Entradas Entorno Salidas
Clorpirifos
1,2 µg/h q Leche
1,73 µg/h 0,55 µg/h Micro y
macrofauna
H
i ¥
N
Insumos Suelo
2 µg/h Gramínea Animales
kikuyo D O
Follaje Descartes
1,1 µg/h C
Talento Raíces
H2O 39,4 µg/h
humano Reciclaje
corresponde a la zona de vida bosque muy húmedo Montano Bajo (bmh-MB) o tierra
fría muy húmeda (Gobernación de Antioquia, 2002).
Al analizar la flora de la región, el mayor valor del índice de valor de importancia
lo presenta el roble (Quercus humboldtii) con el 119,69%, seguido en orden de impor-
tancia por el espadero (Myrsine coriacea) con un 9,5%, nigüito (Centronia cf. brachy-
cera) con el 8,8%, sietecueros (Tibouchina lepidota) con el 8,3% y el canelo de páramo
(Drymis granatensis) con el 8,2% destacándose como las especies ecológicamente más
importantes en el bosque montano. El alto índice de valor de importancia exhibido por
el Quercus humboldtii, como resultado de su alta abundancia, frecuencia y dominancia,
indica una vez más que esta especie reviste gran importancia desde el punto de vista
de la composición y estructura del sistema boscoso de la región (CORANTIOQUIA y BID,
1999).
Componentes
Subsistema animal. El 80.78 % de los sistemas de ganadería del leche intensiva del
municipio poseen hatos de la raza Holstein, manejados en lotes de cría, recría, levante,
vacas en producción y vacas horras; alimentados con base en el follaje del pasto kikuyo
y la suplementación con alimento balanceado y sal mineralizada; con un promedio de
producción de leche por vaca día de 14.2 litros. Los sistemas de pastoreo que predo-
minan son el rotacional en el 53% de los hatos y el rotacional por franjas para el 40%
(Hoyos et al., 2006). (Figura 4).
165
para la alimentación del hato ganadero, dentro de éste se encontraron los componentes
suelo, cultivo de gramínea Pennisetum clandestinum, micro y macfrofauna, y reciclaje.
Dentro del análisis de este subsistema se hizo énfasis en el comportamiento del insecti-
cida clorpirifos, utilizado para controlar la Collaria, principal plaga del pasto, por el hecho
de constituir un riesgo ambiental para el ganado y para los seres humanos, con cinéticas
Entradas Salidas
Clorpirifos
1,2 µg/h q
1,73 µg/h 0,55 µg/h Micro y
macrofauna
i ¥
Insumos
Suelo
2 µg/h Gramínea
Follaje de
kikuyo
Follaje kikuyo
1,1 µg/h 0,6 µg/h
Talento Raíces
H2O 39,4 µg/h
humano Reciclaje
Clima
166
de adsorción y de absorción del pesticida para el caso específico del suelo (1.73 µg/h) y
el pasto (0.55 µg/h) de la zona de San Pedro de los Milagros, así como la acumulación del
clorpirifos en el suelo (2 µg/g), la bioacumulación en Pennisetum clandestinum cultivado
hidropónicamente de (39.4 µg/g) para la raíz del y de (1.1 µg/g) para el follaje, bajo las
condiciones normales de campo esta bioacumulación fue menor en el follaje y sólo se
obtuvo 0.6 µg/g, representado un porcentaje de transferencia del plaguicida a la biomasa
del follaje del 50%.
167
Figura 7. Cultivo de pasto kikuyo en San Pedro de los Milagros.
Orden: Hemíptera.
Familia: Miridae.
Género: Collaria.
Especie: scenica.
El ciclo completo de la Collaria scenica varía entre 75.5 a 81.5 días en condiciones
de campo. (Barreto y Martínez, 1996),citado por Cárdenas (1997).
Este insecto posee alta capacidad reproductiva y por ser volador tiene un amplio ra-
dio de acción. Otro factor de sobrevivencia es el gran número de plantas hospederas
(raigrás, kikuyo, avena, falsa poa, carretón, azul orchoro, entre otros) que le permiten
mantener su ciclo reproductivo. Según Luengas (1994), no ataca las leguminosas.
Las hembras realizan las oviposiciones entre la vaina de la primera hoja y la base
del tallo, en los pastos afectados, los huevos van insertados a lado y lado en cama-
das simples. Las ninfas y adultos se alimentan de hojas nuevas o tiernas. Con fre-
cuencia, se encuentra a los adultos en la parte apical de los rebrotes de los pastos,
mientras que las ninfas, (figura 8), se protegen en la parte basal de los tallos. (de
Menezes, 1986).
168
Figura 8. Adulto de Collaria en proceso de alimentación y daños causados
en el follaje del pasto kikuyo. Fuente Barreto TN y Martinez GE, 1997.
El diseño del agroecosistema alternativo para las praderas del sistema de ganadería de
leche en el trópico alto, se fundamentó en el establecimiento de la diversidad funcional
que aloja los enemigos naturales de la collaria, principal plaga del pasto kikuyo y de las
demás gramíneas utilizadas como forraje para el ganado bovino; además, dicha diver-
sidad también rompe el monocultivo por medio de la inclusión de otras especies pa-
latables para el ganado y que se manejan en conjunto con el cultivo de las gramíneas.
Los cambios en la diversidad de un hábitat generan efectos profundos sobre la produc-
ción de biomasa, la retención de nutrientes y sobre otras características del ecosistema
como la estabilidad, entre otras. En general, la conformación de grupos funcionales
tiene efectos más pronunciados que sólo el número de especies como tal.
El proceso de diseño de este subsistema también incluyó el manejo agroecológi-
co del suelo, ya que prácticas como la fertilización afectan la susceptibilidad de las
plantas al ataque de insectos plaga, debido a las alteraciones generadas en los niveles
de nutrientes en los tejidos. Varias investigaciones han demostrado que la incidencia
de plagas y enfermedades está ligada a los recursos que entrega el suelo y que están
representadas en sus propiedades físicas, químicas y en particular a las biológicas (Ni-
cholls y Altieri, 2008).
Finalmente, el diseño del subsistema seleccionó las prácticas culturales que garan-
tizan la sostenibilidad de la condición de modelo agroecológico a lo largo del tiempo,
involucrando técnicas como el pastoreo racional, la fertilización orgánica, la utilización
de individuos reguladores y de herramientas acordes con los sistemas de producción
sostenible, entre otras.
169
El la figura 9 se presenta el proceso seguido para establecer el manejo agroecoló-
gico del insecto plaga Collaria en un sistema de ganadería de leche para el trópico alto
en la región del norte antioqueño.
En la figura 10 se presenta el diagrama del subsistema diseñado para la pradera
agroecológica, en el cual se pueden observar la diversidad funcional del arreglo del com-
ponente vegetal, seleccionado a partir de los componentes del ecosistema natural en el
entorno. Por tal motivo el subsistema pradera diseñado, imitando dicho ecosistema, co-
rresponde a un multiestrato, en contraste con el monocultivo existente de estrato único.
Entradas Salidas
q
Micro y
macrofauna
Insumos Árboles i ¥
orgánicos Suelo
Árbustos
Biomasa
Gramígeas
Talento
H2O
humano Leguminosas Reciclaje
Arvenses
Clima
Estrato alto
Roble andino (Quercus humboldtii) Fagaceae.
Aliso (Alnus acuminata) Betulácea.
Arboloco (Montanoa quadrangularis) Asteraceae.
170
Estrato medio
Arbusto: Botón de oro (Tithonia diversifolia) Asteraceae.
Estrato bajo
Gramínea: Pasto kikuyo (Pennisetum clandestinum) Gramineae.
Leguminosa: Trébol blanco (Trifolium repens) Leguminosae.
Umbelífera: Cilantro (Coriandrum sativum) apiácea (antes llamada umbelífera).
Arvenses: Lengua de vaca (Rumex crispus), Diente de león (Taraxacum officinale),
Coquito (Cyperus rotundus).
Estructura del arreglo del componente vegetal. El arreglo del componente vegetal de
la pradera se fundamentará en la restructuración de los potreros, (figuras 11 y 12),
estableciendo como cerca viva árboles de roble, cada 20 m, en los espacios entre éstos
se sembrará botón de oro y el cilantro para hacer el cerramiento total del potrero y
proveer las flores para los insectos benéficos y ciertos plaga.
Para el establecimiento de la pradera se descompactará y airerará el suelo, con el
propósito de obtener un buen rebrote del pasto Pennisetum clandestinum y permitir la
siembra del trébol blanco al voleo. Las arvenses reaparecerán, pues sus semillas se en-
cuentran latentes en el suelo, pero igualmente se realizará el control manual de éstas
en una etapa temprana, para equilibrar los diferentes tipos de plantas en el potrero.
Adicionalmente, se y de cilantro cada tres metros, a lo largo de todo el potrero.
Al interior del potrero sembrarán franjas árboles de aliso cada 20 m, con árboles de
aboloco intercalados, en los espacios entre éstos se sembrarán arbustos de botón de
oro y el cilantro.
Macrofauna y microfauna
La Collaria posee enemigos naturales y dentro de estos se han encontrado las mariqui-
tas y algunas arañas, además, los hongos entomopatógenos también son importantes
dentro del control biológico de este insecto plaga. Estrada, 2002.
171
Tabla 1. Resumen de la funcionalidad de biodiversidad dentro del arreglo
vegetal de la pradera del sistema de ganadería de leche del trópico alto.
172
100 mts
20 mts
173
lombia). La composición de presas en la dieta de A. variabilis es similar en ambos
lugares, y está constituida principalmente por Hemiptera (scenica), Homoptera (Ci-
cadellidae) y Diptera (Sciaridae y Bibionidae). Se observó que el consumo de presas
está determinado por su abundancia en el ambiente, más que por preferencia hacia
algún tipo de presa.
Sierra, 2011, menciona que entre los enemigos naturales de la collaria se ha ob-
servado el predador Nabis spp, un Hemíptero de la familia Nabidae atacando las ninfas
y los adultos, este insecto es común en la región del norte antioqueño. Para el control
biológico de la collaria plantea la utilización de los hongos Beauveria bassiana, Meta-
rrhizium anizopliae y Paecilomyces spp, fundamentado en estudios de patogenecidad.
Pardo et al., 2008, en un trabajo sobre la artropofauna aérea presente en dos fincas
con ganadería de leche en el departamento de Cundinamarca en praderas de Penni-
setum clandestinum, a partir de los resultados se propuso una red trófica que permite
implementar un manejo agroecológico de la Collaria a partir de las relaciones funcio-
nales del agroecosistema.
Reciclaje
Los principios ecológicos de la agroecología favorecen procesos naturales e interaccio-
nes biológicas que optimizan sinergias de modo tal que la agrobiodiversidad sea capaz
de subsidiar por si misma procesos claves tales como la acumulación de materia orgá-
nica, fertilidad del suelo, mecanismos de regulación biótica de plagas y la productividad
de los cultivos (Gliessman, 1998).
No obstante, el manejo agroecológico debe tratar de optimizar el reciclado de nu-
trientes y de materia orgánica, cerrar los flujos de energía, conservar el agua y el sue-
lo y balancear las poblaciones de plagas y enemigos naturales que resultan de varias
combinaciones de cultivos, árboles y animales, en arreglos espaciales y temporales
diversos (Altieri y Nicholls con Fritz, 2005).
En el sistema planteado debe tenerse en cuenta que: los restos vegetales aportan
la celulosa y lignina necesarias para la formación del humus en el suelo y los restos
animales aportan el N necesario para ajustar la relación C/N, junto con P, S y microele-
mentos (Sierra, 2011).
174
Tabla 2. Resumen del plan de manejo del suelo.
Labor Descripción
Romper y airear el suelo para que se pueda alojar la semilla del trébol en
Labranza mínima o
las praderas establecidas con anteriodad. Puede llevarse a cabo con un
de conservación
arado de cincel movido por tracción animal o mecanizado.
Aplicaciones periódicas de materia orgánica, abonando con fuentes orgá-
nicas de origen animal o vegetal, con una frecuencia de cada dos pasto-
Incremento
reos dando la oportunidad de que los microorganismos descompongan
de la materia
dicha materia y liberen los nutrientes. Las dosis de aplicación deben cal-
orgánica
cularse partiendo de la información obtenida en el análisis de suelos y de
los requerimientos del arreglo vegetal existente.
La biota se incrementará debido a la no aplicación de pesticidas e de ferti-
lizantes químicos a la pradera, los cuales disminuyen significativamente la
Incremento de biota edáfica. Adicionalmente, la aplicación periódica de materia orgáni-
la biota edáfica ca aporta organismos vivos y residuos animales y/o vegetales en diferen-
tes estados de descomposición que representan alimento para la biota
del suelo. Se realizará una inoculación con Beauveria bassiana.
La descomposición de la materia orgánica aplicada provee los organismos
Incremento
y los elementos necesarios para la realización de los ciclos del carbono,
del reciclaje
nitrógenos, azufre y fósforo, entre otros; y en la incorporación del potasio
de nutrientes
y el magnesio para su asimilación por las plantas.
La simbiosis micorrízica aumenta de forma marcada la absorción de nu-
trientes como el nitrógeno, el potasio, el calcio, el zinc, el magnesio y
Micorrización especialmente el fósforo; mejora el transporte y la absorción de agual, así
como la resistencia de la planta huésped a la sequía, Se realiza por medio
del recubrimiento de las semillas de roble y trébol blanco.
leche del trópico alto el control agroecológico de la Collaria, principal plaga de las pra-
deras de Pennisetum clandestinum, se plantea el siguiente plan de manejo. (Tabla 3).
Conclusión
175
Tabla 3. Resumen del manejo agroecológico de plagas.
Labor Descripción
En el Arreglo del componente vegetal se presentó la propuesta de
Incremento, manejo
arreglo vegetal de las pradera, pasando del monocultivo de Pennise-
y conservación de
tum clandestinum a 7 especies más las arvenses propias de la zona, las
la biodiversidad
cuales deberán ser manejadas y conservadas adecuadamente.
Conservación En la Macrofauna y microfauna se planteó que existe en el entorno
y manejo de de las ganaderías del trópico alto los individuos necesarios para esta-
los reguladores blecer una red trófica que controle las principales plagas del sistema,
naturales a partir de las relaciones funcionales del agroecosistema.
Establecimiento Las cercas vivas están planteadas en el arreglo del componente vege-
de cercas vivas tal del subsistema pradera.
Producción local En la región del Norte Antioqueño, la mayoría de las fincas ganaderas
y utilización de poseen establecimientos de producción porcina con biodigestor in-
abonos orgánicos cluido, de allí se obtendrá el abono orgánico.
Seguimiento y registro Realizar evaluaciones de la fauna presente en el sistema.
Agradecimientos
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179
La dimensión ambiental del cambio
climático en la agricultura1
Tomás León Sicard2
Introducción
Cambio climático y variabilidad climática, son dos términos afines, pero diferentes. El
primero designa las fluctuaciones significativas del clima en períodos superiores a 50
años y que generan efectos globales o regionales y el segundo las diferencias locales
de clima que ocurren anual o estacionalmente. Ambos fenómenos, se basan en medi-
ciones regulares de eventos como precipitaciones pluviales, heladas, huracanes, se-
quías, ciclones (cantidad, duración, frecuencia, intensidad, ubicación, desplazamiento)
y condiciones de temperaturas, radiación solar o humedad relativa. Muchas de estas
mediciones se vienen realizando desde varias décadas atrás que se remontan, incluso,
hasta finales del siglo XIX, cuando se inició la toma de datos periódicos y consecutivos
referentes a la temperatura del aire, las precipitaciones, la humedad relativa y a las
concentraciones de moléculas de CO2 en distintas regiones del planeta.
El tema, presente ya en las discusiones sobre ambiente y desarrollo de finales del
siglo XX, parecía, no obstante, un campo de estudio reducido a los círculos de la cien-
cia, con poco calado en la opinión pública. La humanidad tuvo que esperar a observar
los efectos desastrosos del huracán Katrina en el año 2005 que golpeó la costa sur de
los Estados Unidos en el Golfo de México y que dejó pérdidas estimadas entre 75.000
y 81.000 millones de dólares (1836 personas muertas y 1,1 millones desplazadas3)
para colocar su atención en un fenómeno ampliamente debatido entre meteorólogos,
geógrafos, climatólogos y ambientalistas. El punto culminante de este proceso fue, sin
duda alguna, la difusión mundial de documental “Una verdad incómoda” que realizó
sobre el particular el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore y que tuvo acogi-
da inmediata entre los círculos políticos y económicos del mundo entero, ya advertidos
sobre el tema con el huracán Katrina.
Con un acento particularmente sesgado sobre el calentamiento de la atmósfera a
partir de los gases de efecto invernadero y del adelgazamiento de la capa de ozono, el
cambio climático envuelve, no obstante, otros procesos de menor audiencia interna-
cional, más silenciosos, más lentos, pero no por ello menos importantes. Uno de ellos
es el fenómeno de la erosión de suelos ligado profundamente tanto a las condiciones
locales del clima, como a las actuaciones culturales de los grupos humanos que depen-
den del edafón para su subsistencia y desarrollo.
180
Este documento explora, desde el pensamiento ambiental (relaciones ecosistema
cultura), algunas implicaciones del cambio climático o de la variabilidad climática en
algunos fenómenos agrarios y sus explicaciones y consecuencias en el ámbito cultural.
4. El autor prefiere utilizar la palabra “entorno ecosistémico” o “ecosistema” a la de naturaleza, para delimitar la dimensión
o la condición ambiental. Los seres humanos son naturaleza pero no son parte de los ecosistemas. Para profundizar en este
debate, véase la extensa obra de Augusto Angel Maya (1993; 1995;1996).
181
turales que han permitido o no la supervivencia de colectividades y pueblos enteros. El
excelente libro “Colapso” de Jarred Diamond, relata de manera ampliamente documen-
tada, los procesos por los cuales muchas culturas contemporáneas y antiguas, sucumbie-
ron o se trasformaron drásticamente porque, entre otras cosas, no pudieron predecir ni
adaptarse a la variabilidad o al cambio climático, es decir, fracasaron culturalmente.
El asunto no es de poca monta. La historia muestra una larga cadena de cemen-
terios culturales no adaptativos. Culturas antiguas como los indios Anazasi del sur de
los Estados Unidos, que no tenían instrumentos para estimar y anteponerse a las dis-
minuciones de las lluvias y al alargamiento de las temporadas secas, permitieron el
florecimiento de su población que vivía en equilibrio con la oferta de recursos y con las
posibilidades, siempre precarias e inestables, de hacer agricultura en el límite débil de
los climas desprovistos de temporadas de lluvias constantes y abundantes. Una sequía
que durara uno o varios años podría perfectamente hacer tambalear y acaso destruir
toda la estructura material de estos pueblos, construida con esfuerzos de varias gene-
raciones, como en efecto ocurrió (Diamond, 2006).
182
agrarios), la pregunta anterior se responde con un contundente No! Las tecnologías
agrarias no deben supeditarse solamente a los paradigmas de la competitividad o la
productividad, sino que deben incluir otras múltiples funciones de los agroecosistemas
que beneficien a las sociedades rurales y urbanas nacionales.
Lo anterior, porque la sociedad moderna entronizó tales ideas, derivadas de la per-
cepción general del progreso, en una sola cápsula, entregada sin dolor por el presiden-
te Truman, en su “discurso del estado de la nación” ante el congreso de los Estados
Unidos en 1948: la idea del desarrollo, como carrera hacia adelante, como proceso acu-
mulativo, como meta única de los seres humanos. La contraparte de este paradigma,
el “desarrollo sostenible”, canonizado por el informe Brundlant de 1986, no modificó el
dogma central del desarrollo capitalista, pero lo tiñó con ideales verdes, que lo hicieron
aceptable tanto para los optimistas tecnológicos como para los críticos que deseaban
una propuesta diferente. En el fondo, la idea del desarrollo sostenible tampoco se quita
de encima el peso ideológico de la ganancia como motor primordial y objetivo primero
de la sociedad.
De allí que no sea solamente el “desarrollo” y su alter ego universal “el desarrollo
económico”, el único o el último objetivo del acto agrario. Muchos autores cuestionan
profundamente esta estrecha idea de vincular el desarrollo solamente a sus connota-
ciones de acumulación de capital y de ganancias económicas y prefieren hablar mejor
del concepto de la “sostenibilidad ambiental de la sociedad”, como una forma de incluir
aquellos otros referentes de valor que le dan sentido a la acción agraria en su conjunto
(León, 2008).
Este concepto de la sostenibilidad ambiental de la sociedad, plantea nuevos pro-
pósitos del devenir humano, no ya regidos solamente por el trono de la acumulación
de riquezas, sino por la asamblea de otras preocupaciones diferentes y de mayor valor
social. Propósitos altruistas como la equidad en el acceso y distribución de insumos y
excedentes, la calidad de los productos para garantizar la salud de toda la población,
la educación como factor esencial del bienestar, la aparición de valores diferentes al
progreso material, la conservación de recursos naturales como la base sine quanum
de la prosperidad general o la solidaridad para con las generaciones futuras, entran,
de esta manera, al conjunto de objetivos de la sociedad. Por lo tanto, este concepto
amplio le abre la puerta a otras discusiones, entre ellas a los efectos culturales de las
tecnologías agrarias.
Y de allí a discutir los modelos agrarios, solo hay un paso, puesto que, más allá de las
clasificaciones generalistas de los modelos de agricultura que realizan los economistas
(y que hablan de modelos de apertura, neoliberal o de sustitución de importaciones),
la literatura mundial está de acuerdo en señalar que existe un modelo de agricultura
de orden tecnológico, dominado por la visión utilitarista y pragmática de acumulación
capitalista, que se basó en la tríada química-híbridos-mecanización y cuyo único arre-
glo viable de cultivo es, justamente, el monocultivo, con pretensiones últimas de redu-
cirlo aún más a monocultivos transgénicos. El modelo, denominado genéricamente de
“Revolución Verde” (RV), se implantó masivamente en el mundo, gracias a estrategias
combinadas de investigación y transferencia de tecnología, éxitos en la producción,
monopolios de procesos, divulgación publicitaria, políticas públicas favorables, fusión
183
de multinacionales y masificación del consumo. Dado que la agricultura permea por
completo al conjunto de las agrupaciones humadas, este modelo RV, erróneamente
adosado solamente al sector agropecuario, se constituye en sí mismo, en un modelo
ligado no solo a la tecnociencia, sino al comercio, al transporte, al consumo, a la educa-
ción, a la política, en una palabra, al devenir general de la sociedad.
Tal modelo, sin embargo, no cuenta ni internaliza las externalidades que genera.
Tampoco se preocupa por sus efectos en los ecosistemas o en sus compartimientos,
no le interesa la salud de los consumidores ni la preservación de la vida ni tampoco
advierte la polarización de las sociedades ni los desequilibrios sociales y económicos
que deja a su paso. El modelo y sus promotores solamente se interrogan parcialmente
cuando la naturaleza misma le impone límites (lo que el profesor Augusto Angel de-
nominó “la némesis de la naturaleza”) o cuando algunas naciones consideran que sus
efectos rebasan, tanto las normas de la decencia, las exigencias de equidad social, las
demandas sociales de seguridad o soberanía alimentaria, como los límites permisibles
de asimilación de desechos o de contaminación de recursos, fenómenos complejos e
interrelacionados que se expresan, en el plano cultural, bien sea por la pobreza rural, la
exclusión social o la corrupción política y en el plano ecosistémico por la reducción de
la biodiversidad o la emisión de partículas y sustancias químicas venenosas al entorno
biofísico, entre muchos otros efectos.
Y es en este punto en donde se encuentra el modelo RV con sus impactos ambien-
tales, en un círculo del cual difícilmente podrá escapar.
En efecto, entre mayor sea la persistencia de monocultivos, monovariedades o mo-
noeventos transgénicos con los cuales se aspire a reacomodar los balances de poder
mundial sobre la producción agraria, mayores serán los obstáculos que deba enfrentar
el modelo RV y no solamente en el plano ecosistémico. Las resistencias culturales son
cada día más amplias y de mayor peso político. La sociedad comprende cada vez con
mayor claridad y en círculos cada vez mayores, que los efectos ambientales, incluido
el cambio climático, son producto de los circuitos culturales de intereses económicos y
de acceso al poder, de relaciones sociales inequitativas, de las ideologías absolutistas y
de los mecanismos tecnocientíficos imbricados en el entramado comercial, entre otros
factores, que caracterizan este modelo RV y sus expresiones contemporáneas de tipo
transgénico.
Culturas adaptadas
No obstante, la historia, al igual que designa los fracasos culturales que originaron la
desaparición de pueblos enteros, también señala la manera en que muchas culturas
antiguas y contemporáneas manejaron y manejan sus agroecosistemas, de tal manera
que se sobrepusieron a las adversidades climáticas. Ejemplo de los antiguas culturas
con procesos adaptativos exitosos frente a las variaciones climáticas y a las inundacio-
nes fueron los Zenúes en el norte de Colombia y de las actuales, los afrodescendientes
colombianos del Pacífico.
El caso de la cultura Zenú y el manejo de las inundaciones está bien documentado
(Drexler, 2002; Jaramillo y Turbay, 2000; Ministerio de Cultura, 2010; Plazas y Falchetti,
1986; Serpa, 2000): en la costa noroccidental de Colombia, entre los ríos Sinú y San
184
Jorge existen evidencias arqueológicas de poblaciones antiguas, que se dedicaron ini-
cialmente a la cacería, la pesca y la orfebrería y que posteriormente adoptaron la agri-
cultura, a través de un manejo cultural del agua. Posiblemente hacia el año 200 antes
de Cristo y hasta el siglo XII de nuestra era, surgió en la zona una sociedad hidráulica
que construyó un extenso sistema de canales de drenaje, controló las inundaciones y
adecuó zonas para viviendas y cultivos, alcanzando a constituir tres reinos, Pancenú,
Fincenú y Cenofana, que fueron saqueados y aniquilados en el siglo XVI por el conquis-
tador Pedro de Heredia.
Los canales Zenúes ocupaban entre 500.000 y 600.000 hectáreas y se construían en
distancias cortas, de unos 10 metros de separación, que permitían evacuar las aguas
de terrenos esencialmente arcillosos. Los canales fueron construidos a lo largo de los
caños Cerate, San Matías, Rabón y Pansegüita, ejes del sistema de drenaje, siguien-
do patrones recurrentes que se integraban hasta conformar la totalidad del sistema
hidráulico. Existen huellas de canales como camellones cortos, de 30 a 70 metros de
largo, que conformaban un sistema irregular de gran eficacia para controlar el agua
en grandes extensiones. Algunos canales frenaban el agua aumentando el depósito
de sedimento en las zanjas y mantenían reservas de humedad para el verano (Plazas y
Falchetti, op.cit).
El estudio de estas dos antropólogas señala también que los caños principales eran
utilizados como ejes de sistemas mayores de drenaje compuestos por gran número de
canales perpendiculares que iban desde los diques naturales hasta las zonas cenagosas
más bajas. Su longitud podía variar entre 20 metros y 4 a 5 kilómetros, pero predomi-
naban los de un kilometro. Los canales perpendiculares al curso del agua se adaptaban
a la curva interna de los meandros formando una especie de abanico (canales cortos
que también fueron utilizados en las viviendas como huertas domésticas).
Las autoras, en una aproximación tentativa a la densidad poblacional para la época,
estimaron alrededor de 2.400 habitantes en 1.500 has, es decir, una densidad aproxi-
mada de 160 habitantes por kilómetro cuadrado. Para 1986, año de la citada publica-
ción, se observaba una densidad de población en la zona no superior a un habitante
por kilómetro cuadrado.
Por supuesto que planear, construir y mantener esta red de canales exigía procesos
altamente sofisticados de organización y cohesión social, que fueron aniquilados por
el conquistador español. En la actualidad, esta es una de las zonas que más sufren con
las inundaciones periódicas en el país y no existen ni siquiera atisbos de intentos por
reconstruir el legado cultural Zenú.
Por su parte, una cultura contemporánea que maneja muy bien las inundaciones
y el clima húmedo ecuatorial, es la afrodescendiente de la zona sur del Chocó Biogeo-
gráfico colombiano. Los raizales cultivan coco, que se maneja como monocultivo en las
zonas sometidas a inundación constante y que antaño fueron naidizales o campos de
cultivo de arroz. Este es un renglón fundamental para la economía regional, establecido
desde hace más de 50 años y que ha resistido por lo menos tres episodios fuertes de
pérdidas causadas por enfermedades (anillo rojo y amarillamiento letal) en 1980, en
1992 y en el 2002. El coco se instala en monocultivos porque el flujo de las mareas, la
inundación periódica y los suelos salinos al parecer no permiten la instalación de nin-
185
gún otro cultivo o de policultivos (las palmas de coco resisten estas condiciones) y hace
parte de una serie de estrategias de vida que han logrado desarrollar los pobladores
de estas áreas.
En efecto, los habitantes locales, que se declaran ellos mismos como agricul-
tores, han desarrollado varias formas de vivir (livelihoods) a partir de la finca, que
cumple varios roles dentro de la organización local. Puede ser entendida como una
“nevera” o como una “despensa” capaz de satisfacer las necesidades de dinero,
farmacia y de alimentación de las comunidades, en armonía con las necesidades de
conservación del entorno. En algunos sectores los propietarios dedican una hectá-
rea al cacao, otra al coco, posiblemente otra a la palma de aceite y en muchos casos
poseen reservas de tierras para maderables o para cultivos transitorios, incluidas las
hortalizas y plantas medicinales. Las fincas también son manejadas con criterios de
seguridad alimentaria en cultivos diversos. La información obtenida por León (2011)
registra áreas con múltiples cultivos de cacao, aguacate, pepa de pan, achiote, san-
día, tomate, fríjol, plátano, coco o yuca en un mismo predio, sin incluir todavía las
plantas medicinales y la utilización de árboles para distintos fines (construcción de
canoas, madera para viviendas...). De este uso diversificado de la tierra, obtienen
alimentos, productos de diverso uso y conservan los bosques para el futuro de sus
hijos. Esta conformación espacial y temporal de su actividad agraria, la complemen-
tan con otras faenas de pesca o de extracción de recursos del bosque, especialmen-
te aquellos pobladores que se distribuyen en asentamientos dispersos a lo largo de
los ríos.
Tal distribución tiene efectos sociales y culturales definidos, puesto que se trata de
labores diversificadas, que requieren habilidades y destrezas diferentes, tanto para la
producción agraria y su correspondiente relación con el mercado, como para las labo-
res complementarias de pesca y extracción de recursos forestales. Pero lo fundamental
para destacar en estas líneas, es que los afrodescendientes del Pacífico colombiano han
conformado una cultura del agua, que les permite adaptarse y transformar con éxito su
entorno. Los pueblos palafíticos, verdaderos laberintos aéreos sobre el agua, expresan
de manera sorprendente esta adaptación cultural exitosa.
Las inundaciones y su contracara, las sequías, indicadores de la variabilidad climá-
tica, han existido en todas las épocas de la humanidad. En particular, Colombia debe
afrontar períodos de mayores o menores lluvias año tras año, en un proceso que dura
ya varias centurias.
En algunos biomas o ecosistemas regidos por condiciones climáticas generales,
la dupla sequía – inundación es un atributo inherente a su propia naturaleza. Los
Llanos Orientales de Colombia, región conocida como la Orinoquia, posee sabanas
naturales extensas de tipo estacional, condicionadas por un período fuerte de dis-
minución de lluvias que contrasta con una época, en ocasiones prolongada, de ex-
cesos de pluviosidad (condición monomodal). La fauna, la flora y los suelos de esta
región natural, expresan y se adaptan a tales variaciones, que en muchas ocasiones
son drásticas. Lo mismo ocurre con los habitantes nativos de la Orinoquia, que han
desarrollado prácticas de manejo del entorno que les permite sobrevivir a estas
condiciones extremas.
186
Culturas no adaptadas
Pero muchas comunidades andinas campesinas y productores agroempresariales, que
heredaron el bagaje ideológico y las prácticas materiales de la RV, no están adaptadas a
tales circunstancias y generan continuos efectos degradativos sobre coberturas vegeta-
les, suelos y aguas que a la postre propician y aceleran los fenómenos de desequilibrio
hídrico, erosión acelerada, movimientos en masa e inundaciones en las zonas bajas,
receptoras de las acciones antrópicas en las montañas altas.
Parte de esta tragedia, es que Colombia no cuenta con estadísticas adecuadas para
cuantificar estos procesos. Por ejemplo, se estima que la erosión podría afectar el 60
– 70% de los suelos agrícolas, pero los datos suministrados por las agencias estata-
les son cualitativos y difieren mucho entre sí: mientras el Instituto de Meteorología y
Adecuación de Tierras reportaba que en el año 2001 el país tenía cerca del 25% de sus
tierras con procesos erosivos severos o muy severos, el Instituto Geográfico Agustín
Codazzi reportaba para esa misma época solamente alrededor del 4% con estos grados
de erosión (León, 2007).
Es en este contexto complejo del modelo dominante de agricultura (RV) en donde
debería analizarse la degradación de tierras del país y de los fenómenos asociados de
inundaciones y movimientos en masa, para entender que ellos se suscitan igual por
procesos sociales (precariedad en la tenencia de la tierra, bajos niveles de educación,
corrupción administrativa), como por situaciones de orden económico (ingresos, inter-
mediarios), políticos (institucionalidad débil, normativas no adecuadas) o tecnológicos
(maquinaria no adaptada a las zonas ecuatoriales).
El análisis ambiental de la degradación de tierras y de los desequilibrios hídricos
exige entender que estos fenómenos, que se expresan en términos biofísicos o eco-
sistémicos, están mediados en su origen por factores culturales, los cuales, a su vez,
son de distinta índole: los suelos puede erosionarse debido tanto a condiciones de mi-
nifundio como de latifundio, salinizarse como resultado de presiones políticas, perder
su fertilidad a consecuencia de acciones comerciales de diferentes agentes o tornarse
inestables y moverse en masa porque se han sobreexplotado, procesos todos envuel-
tos en el paradigma RV dominante.
La erosión, por su parte, no se relaciona solamente con las pérdidas físicas del re-
curso (que implican, por un lado, pérdidas de biodiversidad edáfica o de nutrientes y
por otro la disminución de capacidades de retención de agua), sino también con las
pérdidas de productividad, de relaciones sociales, del valor de la tierra y de los paisajes
o de los seres humanos que abandonan el terruño. Se produce a veces por ignorancia
(la erosión en suelos planos solamente refleja el descuido de los propietarios en ma-
terias básicas de conocimiento de suelos), por ausencia de instituciones fuertes, pre-
siones demográficas altas y en aumento o por medio de los sistemas productivos que
anteponen la racionalidad económica a cualquier otra consideración.
De otra parte, la percepción misma del fenómeno erosivo es diferencial entre los
miembros de la sociedad, habida cuenta que es un fenómeno esencialmente lento.
Una cosa es la percepción del campesino atento a sus surcos y otra es la percepción
que poseen los productores agropecuarios que gerencias sus fincas a través de geren-
tes intermediarios y aún más diferente y alejada es la conciencia que sobre el fenó-
187
meno erosivo en particular o sobre la degradación de las tierras en general, poseen
los académicos, los decisores políticos o los consumidores urbanos. Por supuesto que
tales diferencias inciden sustancialmente en las propuestas y acciones de educación,
evaluación o monitoreo de la erosión de las tierras.
Evaluar o monitorear la erosión de suelos o cualquiera de los demás procesos de-
gradativos de las tierras y de los desequilibrios hídricos achacados al cambio climático
(inundaciones, sequías), alcanza parte de su significado cuando la sociedad pregunta
sobre el valor de tales fenómenos…¿Cuánto cuesta la erosión de suelos o la pérdida
de fertilidad o la compactación o la salinidad… cuánto dinero público se debe des-
embolsar para enfrentar los estragos de las inundaciones…? son cuestiones diferentes
que requieren procedimientos y metodologías distintas, pero que a la postre tienen,
por lo menos, una característica común: es difícil saberlo. En efecto, muchos de estos
fenómenos son inconmensurables y se estiman o miden por metodologías indirectas
ligadas a la renta del suelo, a su propiedad, a cambios en productividad o a sus costos
de restauración, pero en general se trata de métodos que dejan por fuera el valor eco-
sistémico de la tierra y muchos de sus atributos culturales.
Las breves reflexiones anteriores llevan a preguntarse sobre cómo está preparada
la nación colombiana para afrontar los retos que supone establecer políticas, planes,
programas y proyectos de conservación y uso sostenible del recurso tierra y de los re-
cursos asociados de agua y biodiversidad. No es arriesgado aventurar la hipótesis que
el recurso suelo, el cambio climático o el control de inundaciones no tiene prioridad
alguna en las políticas estatales (por lo menos no hasta los años 2010 – 2011 que gene-
raron las peores épocas de inundaciones y movimientos en masa en el país), cuyos ges-
tores no ven cómo podría producir dividendos electorales de corto plazo la inversión
en programas de largo aliento dirigidos a utilizar adecuadamente estos recursos. Aquí,
el autor llama la atención sobre la necesidad de no fracturar las políticas sectoriales
agropecuarias en leyes para determinados subsectores o parcelas (ley del agua, ley de
suelos, ley forestal), sino de mantener la unidad sobre políticas agrarias que privilegien,
por ejemplo, la agricultura ecológica o las agriculturas alternativas en general.
Otras preguntas en este sentido se dirigen a establecer la capacidad de los grupos
de investigación tanto en la calidad y niveles de producción científica, como en sus co-
nexiones con agricultores y decisores políticos, es decir, su pertinencia social.
No bastaría con realizar excelentes estudios de seguimiento y monitoreo a la ero-
sión, a la degradación de tierras o a los efectos de las inundaciones y las sequías, si ellos
no se enlazan con el quehacer campesino o con la decisión política. El deber ser de los
académicos es el de proponer escuelas de pensamiento que coloquen a los recursos
naturales, dentro de las problemáticas agrarias contemporáneas, como un factor deci-
sivo de la sustentabilidad de las sociedades rurales y, por ende, de la sociedad nacional
en su conjunto. Hay que ir más allá de los mapas temáticos y crear grupos interinstitu-
cionales e interdisciplinarios permanentes que, constituidos en Observatorios Ambien-
tales, le muestren al país qué tan acertado o qué tan equivocado es su camino agrario,
sus modelos de agricultura.
Indudablemente que las soluciones pasan por modificar los sistemas de producción
en las altas montañas andinas y redirigirlas hacia los sistemas de agricultura ecológica,
188
pero el Estado colombiano está pensando más en construir diques y en reforzar talu-
des con obras de ingeniería muy costosas, para enfrentar la próxima ola de intensas
lluvias (que serán recurrentes y cada vez mayores), que en planear a corto, mediano
y largo plazo la reconversión productiva del sector, situación que revela la poca o nula
comprensión política del asunto y la incapacidad de la sociedad para cuestionarse y
reaccionar adecuadamente ante tales fenómenos, lo que se podría considerar como
una baja resiliencia cultural colombiana.
189
de los agroecosistemas o su resiliencia, también incluyen o son direccionadas por
fuerzas culturales.
No se trata, en todo caso, de la misma resiliencia que caracteriza a los ecosistemas
poco intervenidos terrestres o acuáticos y que es estudiada por los especialistas en
términos, justamente, de recuperación ecosistémica, puesto que la resiliencia de los
agroecosistemas está mediada por distintos e importantes factores culturales como la
educación, el poder económico y político o el acceso a determinadas tecnologías. ¿Qué
significa el recuperarse, por ejemplo, de afectaciones en los agroecosistemas produci-
dos por cambios en las tasas de interés o luego de una determinada decisión de política
comercial?
En otros términos, es posible sugerir que el agroecosistema, en su concepción
meramente biofísica o ecosistémica no es únicamente el objeto que se vuelve o no
resiliente. El que hace que la finca o los sistemas de cultivo tornen a sus condiciones
iniciales, luego de un factor tensionante o de un evento extremo, es el productor
agrario, el individuo o la comunidad de propietarios, a través, por ejemplo, de haber
establecido barreras vivas, de instaurar policultivos en lugar de monocultivos, de no
usar plaguicidas que afectan las cadenas de seres útiles, de cubrir permanentemen-
te el suelo, de atrasar o adelantar los calendarios de siembra…en fin. Quizás fuese
mejor hablar de la resiliencia de los agricultores que de los agroecosistemas, puesto
que de ellos depende, en sumo grado, la recuperación biofísica de los agroecosis-
temas.
Esta idea no niega, por supuesto, que el agroecosistema tenga atributos biofísi-
cos (grado, tipo y cualidades de exposición de las pendientes, susceptibilidad natural a
inundaciones o no, afloramientos rocosos, coberturas vegetales permanentes, suelos
superficiales o profundos) que le hagan más o menos resiliente en términos biofísicos.
Lo que se desea destacar, es que muchos de tales fenómenos pueden ser modificados
culturalmente.
Por ejemplo, es posible que una finca ecológica (agroecosistema mayor ecológi-
co) resista mejor un fenómeno de intensas lluvias que uno convencional, porque su
propietario, a la vez que desarrolla policultivos y posee una muy fuerte EAP, tiene una
familia que le ayuda en todas las labores del campo, posee plantas útiles medicinales
y comestibles (soberanía alimentaria) y además hace parte de una red de agriculto-
res que trabaja con una ONG que le ha suministrado información y apoyo en temas
agroecológicos y de prevención de desastres. A su vez, en este caso hipotético, la
finca convencional vecina no es manejada por su dueño, sino que ha sido alquilada
a un negociante, que ha instalado monocultivos transitorios, no vive en la finca y no
hace parte de ninguna red cooperativa o de solidaridad. El peso cultural del uno lo
hace más resiliente que el otro.
En función de las variaciones climáticas locales, pueden presentarse desde largos
períodos de lluvia o sequía de intensidad moderada, alta o extrema hasta fenómenos
cortos, instantáneos e inesperados de heladas, tornados, ciclones o huracanes. Pre-
sencia de plagas o enfermedades nuevas, resurgimiento de vectores desaparecidos o
erradicados anteriormente, pérdida de bancadas, movimientos en masa, erosión acen-
tuada, incremento de arvenses, pérdida de efectividad de controles anteriores o cam-
190
bios en épocas de aparición de determinados insectos, son algunos efectos directos e
indirectos de la variabilidad climática.
Ante tales fenómenos y efectos y teniendo en cuenta la discusión anterior sobre la
complejidad ambiental de los agroecosistemas, deben existir algunos de ellos que res-
pondan de manera diferencial a la variabilidad o al cambio climático y en este sentido
son varios los investigadores que demuestran la superioridad de los sistemas diversifi-
cados sobre aquellos otros de estructura agroecológica más simple.
En algunos casos extremos (avalanchas, derrumbes masivos), es posible que el sis-
tema o el estilo de producción (ecológico, convencional) no genere respuestas signifi-
cativas en su resiliencia, pero en otros muchos casos (incluyendo eventos extremos de
huracanes), ello si es posible.
Tales diferencias posibles reposan en la diversidad agropecuaria (agrobiodiversi-
dad) del sistema y, por supuesto, en quien ha planeado, dirigido e implementado el
sistema, en medio de la constelación de circunstancias culturales que le ha correspon-
dido enfrentar y solucionar.
Ahora bien, las estrategias de los agricultores para enfrentar tales cambios, son
diversas y tienen que ver con el arreglo y manejo de sus agroecosistemas mayores
(estructura agroecológica principal fuertemente desarrollada), incluyendo prácticas
de siembras a lo largo de la pendiente, uso de abonos orgánicos, construcción de
canales y reservorios de agua, policultivos en distintas configuraciones, cortinas rom-
pevientos, conectores internos y externos diversificados, densos y en varios estratos,
riego por goteo, coberturas vivas y muertas, siembras oportunas, colecta de plantas
silvestres y uso de plantas de porte bajo, prácticas que han sido documentadas por
diferentes autores (Machín et al., 2011; Vásquez, 2011; Altieri y Nicholls, 2009; Altieri
et al., 2011).
Con este conjunto de prácticas y otras desarrolladas en distintas condiciones eco-
sistémicas por diferentes grupos culturales, los agricultores tornan resilientes sus
campos de cultivo, logrando resistir cambios inesperados o tornar a condiciones
de producción estables cuando los fenómenos han ocurrido. Como afirman Altieri
y Koohafkan, 2008: “...El hecho de que muchos campesinos comúnmente basen su
producción en los policultivos y/o en sistemas agroforestales, señala la necesidad de
volver a evaluar la tecnología indígena como fuente de información clave acerca de
la capacidad de adaptación, particularmente centrada en su capacidad selectiva, ex-
perimental y de resiliencia frente al cambio climático. Comprender las características
agroecológicas de los agroecosistemas tradicionales, puede ser la base para el diseño
de sistemas agrícolas resilientes…” .
Al párrafo anterior el autor le agregaría que la clave reside también en comprender
las lógicas culturales de adaptación climática, en especial las relaciones sociales de los
agricultores entre ellos y con la institucionalidad, su posición frente al poder político
local, el acceso a distintas tecnologías de conservación, su capacidad económica, las
características del núcleo familiar, la estructura local de la propiedad de la tierra, sus
conocimientos y capacidades sobre agroecología y prevención de desastres, entre mu-
chos otros determinantes culturales.
191
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192
Los intangibles ambientales, el cambio climático
y la agricultura latinoamericana
Walter A. Pengue
Dr .Ing. Agr. GEPAMA, Universidad de Buenos Aires. Área de Ecología, Universidad Nacional de General Sarmiento /
wapengue@ungs.edu.ar
193
Uno de estos recursos de base es el suelo. Pero no el suelo visto como soporte para
la producción. Sino como sustrato y elemento vivo que permite nutrir a las plantas. Y
esta nutrición se realiza merced a la extracción desde ese suelo de los nutrientes del
mismo.
En los sistemas naturales y en aquellos impulsados por los modelos agroecológicos
que siguen estos procesos, se intenta de la mejor manera posible, emular a estos ciclos
de los nutrientes. Evitando “pérdidas” o fugas de estos vitales elementos. Pero cuando
el proceso del gigantismo agrícola mueve millones de toneladas de materiales desde
una parte a la otra del mundo, son otras las escalas que se manejan.
Cuando movemos minerales de una parte del mundo al otro, contabilizamos su
peso, la masa que movemos y tal y esto ya comenzamos a calcularlo y evaluarlo, ¿pero
que sucede en cambio? con los recursos de base que hemos incorporado a esta trans-
formación o que necesitamos para la misma, pero no “están visibles” en las cuentas de
producción. Por ejemplo, los nutrientes involucrados en los granos que exportamos, o
el agua necesaria para producirlos o para transportar a los millones de toneladas de mi-
nerales, o consumida en la producción del papel o de la misma computadora que UD.
ahora mismo está utilizando para la lectura por uno u otro medio. O qué del espacio
vital, en términos de tierra que se utiliza, en uno u otro lugar del mundo. No es suficien-
te ni demasiado valioso, medir solamente la disponibilidad de tierras a escala global. Si
tampoco no tenemos en cuenta justamente, “el lugar del mundo” donde la misma está
ubicada. No es lo mismo una tierra ubicada en el trópico, en el desierto, en un valle o
en un área templada del planeta. Tampoco su contenido de nutrientes.
La Economía Ecológica (Martinez Alier, 1998, Pengue 2008, 2009) se ocupa de es-
tudiar estos flujos no en términos económicos sino físicos y de balances energéticos y
materiales. Se permite estudiar estas relaciones sociedad-naturaleza haciendo su foco
en un enfoque ecosistémico a través de la medición de flujos de energía, materiales y
de muchos bienes y servicios ambientales inconmensurables, que no pueden “medirse
en dinero” y que en muchos casos ameritan el ampliar los enfoques de análisis justa-
mente a través de lo que se ha dado en llamar métodos multircriteriales.
Esto que es tan necesario pero aún no está calculado en las cuentas de producción
y transformación son los “recursos incorporados” (que no se perciben en los cálculos)
en todos los productos que hoy son comercializados y consumidos mundialmente. La
mochila ecológica (Pengue, 2009) es justamente parte de ello, cuando hablamos de
“mochila de materiales” y esto es medido en kilogramos o toneladas. Los Intangibles
ambientales serán cuando estos recursos, “han quedado atrás” y ya no están incorpo-
rados en el producto (como el agua) o si forman parte de los mismos (como los nutrien-
tes, en el caso de los granos, carnes, maderas), sino que han sido utilizados.
La cuestión se hace más interesante aún, cuando estos productos “salen” de sus
sistemas cíclicos y de procesos e intercambio local, para pasar a formar parte del gran
circuito global de intercambio de mercancías. En el primer caso, un reciclado auténtico,
permite el flujo relativamente circular del agua, la energía o los nutrientes. En el segun-
do, en las escalas que se manejan, esto es mucho más distante, además de entrar en el
juego otros procesos no sólo productivos, ecológicos sino económicos, de consumo y
de nuevas formas de renta por apropiación.
194
Estos recursos tienen un valor. Intrínseco y también económico y para la discusión
de los países en vías de desarrollo el tema debería ser relevante. Toda su agricultura,
pecuaria, forestal, pesquera, se basa en el uso “intensivo” de estos recursos. Las eco-
nomías en vías de desarrollo a diferencia de las economías desarrolladas son intensivas
ecológicamente utilizando estos bienes de la naturaleza, mientras que las economías
desarrolladas, lo hacen pero a través de la intensificación de procesos sintéticos. ¿Si
pagan cuando incorporan un fertilizante sintético a sus cultivos?, ¿Porqué no deberían
pagar, incorporándolo a los precios de los alimentos que les exportamos, cuando son
directamente los nutrientes incorporados y extraídos desde el suelo, los que nutren a
las plantas, los animales o los árboles que se producen?.
Nace así el concepto de Intangible Ambiental (Pengue 2012, Pengue, 2012b). Un
nuevo elemento, imprescindible para garantizar la producción y la comprensión por
los límites necesarios a la sustentabilidad de los productos primarios que la econo-
mía global demanda y por los que aún no paga, valora o siquiera reconoce adecua-
damente.
La economía ecológica propone evaluar estos intangibles de manera integral, don-
de la componente crematística (monetaria) es sólo uno más de la multidimensionali-
dad del valor que los recursos utilizados (suelo virtual, agua virtual) implican. Cuando
particularmente luego de Río+20 una de las premisas que se quiere incorporar tiene
relación con la propuesta de la economía verde, que sólo propone poner precio a mu-
chos de los bienes y servicios ambientales de la naturaleza, la cuestión se hace aún más
relevante. La economía ecológica no es economía verde. Existen un sinnúmero de dife-
rencias sustanciales entre ambas propuestas que es muy necesario discernir para evi-
tar confusiones entre ambas propuestas. Por otra parte, particularmente considerando
a la agricultura industrial, que no se hace cargo de la sobreexplotación de los recursos,
está sí necesariamente, debería reconocer en ellos el valor y pagar por los recursos
que sobreexplota. Valores altos de los recursos involucrados, que sólo incorporen en
la realidad el reconocimiento por su uso, pueden contribuir a reordenar parte de los
balances que hoy el gigantismo agrícola pretende no reconocer.
La economía convencional, o economía marrón, ciertamente ha seguido un históri-
co proceso contaminante. Esto está reconocido y básicamente lo que se viene haciendo
es intentar cambiar, revertir o construir nuevos escenarios que mejoren la perfomance
del sistema económico, utilicen de mejor manera los recursos y brinden a su vez un
mayor beneficio económico a quienes lo promuevan de esta forma.
En el último quinquenio, la idea de la economía verde ha dejado el reducto de la
economía ambiental para ser apropiado como una oportunidad de negocios en el dis-
curso político dominante. Hoy en día el concepto ingresa en el vocabulario de los Jefes
de Estado y Ministros de Economía, aparece en las comunicaciones del G20 y se debate
en el contexto de Río+20 y la erradicación de la pobreza (Pengue, 2012).
Por el contrario, la economía ecológica se diferencia y distancia claramente tanto
de la propuesta de la economía ambiental como de la economía verde (que son prácti-
camente lo mismo), superando el actual fetichismo económico para hurgar en un enfo-
que integral, holístico, con una visión de sistema que le aporta claramente la ecología,
bajo el paraguas de una nueva racionalidad ambiental (tabla 1).
195
196
Tabla 1. La economía convencional, la ecología convencional, la economía verde y la economía ecológica. Posiciones frente a diferentes temáticas.
Continúa.
Continuación de la tabla 1.
Economía convencional Ecología convencional Economía Verde Economía ecológica
Relaciones No las tiene. Desconoce
Estudia el entorno aislada- Reconoce el entorno y lo valora econó- Busca y analiza las relaciones entre los sis-
con el entorno las funciones del entor-
mente del medio social. micamente. temas económico y ecológico.
natural no.
Estático. Basado en mé- Enfoque dinámico, “inmortal” y multige-
Análisis del todos mecánicos de Aplica la teoría de análisis de Enfoque dinámico, sobre el sistema estu- neracional (Georgescu-Roegen): maximiza
sistema maximización de la utili- sistemas. diado solamente. la felicidad de la humanidad presente y
dad individual presente. futura.
Los aborda como objeto de
Limitada. Advierte sobre los riesgos de
Sobre la base estudio. No hay compromiso
Ilimitada. Limitada. Pero propone sustituciones. desaparición de ecosistemas y pérdidas
de recursos con su integración al sistema
de servicios ambientales.
humano.
Principal Cálculo de costos y bene-
Cálculo de costos y beneficios, integran- Sistemas multicriteriales de análisis. Teo-
mecanismo ficios según las preferen- Teoría de sistemas.
do las externalidades. ría de sistemas
de análisis cias subjetivas.
Sostenibilidad débil. Ca- Sostenibilidad débil. Conservación. Ca-
Sostenibilidad fuerte. No existe sustitu-
Tipos de pital natural se puede Sostenibilidad fuerte. pital natural se puede transformar en
ción. No es lo mismo. Segundo principio
sostenibilidad transformar a capital he- Conservación. capital hecho por los humanos. Aprove-
de la termodinámica.
cho por los humanos. chamiento económico.
Compromiso entre las tasas de interés
Tasas bajas, similares o iguales a las tasas
y de descuento. Tasas altas, degradan
de reposición o de renovabilidad de la na-
Bajas. Se rigen por los meca- el recurso. Tasas bajas con más “conser-
Tasas de Altas. Maximización del turaleza. Bajo los preceptos de la Ecología
nismos de reproducción de la vacionistas”. Sostenido en la reinversión
descuento interés financiero. Productiva. No extraer más del ecosistema
naturaleza. de capitales financieros especulativos en
de lo que el ecosistema puede dar, sin co-
capitales verdes. Reorientación de las in-
lapsar.
versiones.
Los reconoce, en términos de su valor de
Los reconoce, pero vincula-
mercado. Pretende incorporarlos a siste-
dos al medio naturales y la Reconoce el alto valor de su existencia,
Servicios mas de mercado para su venta. Ej: Bonos
No los reconoce. integración con el ecosistema. tanto a la especie humana como a las
ambientales de carbono. Venta de la biodiversidad.
No aborda los impactos a hu- otras especies.
Pago por servicios ambientales. REDD y
manos.
otros.
Continúa.
197
198
Continuación de la tabla 1.
Continúa.
Continuación de la tabla 1.
199
La economía ecológica, es una economía que reconoce que la racionalidad econó-
mica y la racionalidad ecológica, aisladamente, son totalmente insuficientes para llegar
a decisiones correctas que ayuden a resolver los problemas ecológicos y económicos
del siglo XXI. Y que justamente ayuden a cambiar la mirada y los instrumentos con los
que la economía marrón (convencional) y la verde proponen. De allí la relevancia que
la economía ecológica da a los estudios de flujos de materiales y energía en lugar de la
circulación y valorización meramente monetaria.
A pesar de cruzar algunos puntos comunes con la propuesta de la Economía Verde
o de la Economía Ambiental, la Economía Ecológica pone en duda y en perspectiva el
hecho que, pensando solamente en la recuperación económica o el resarcimiento de
daños y la mejora en la perfomance ambiental en el uso de los recursos, la humanidad
superará inequidades y deficiencias en la justicia ambiental y social que el actual siste-
ma capitalista sigue sosteniendo.
Por otro lado, la Economía Ecológica propone revisar el funcionamiento de los siste-
mas, sean estos ecosistemas, agroecosistemas, neoecosistemas. En el caso especifico
de los sistemas agrícolas y particularmente relacionado con la intensidad en el uso del
recurso suelo, su vinculación a su vez creciente e intensiva demanda económica y la
presión que el mismo proceso de cambio ambiental global y el cambio climático pon-
drán sobre los sistemas agrícolas del mundo, la comprensión del funcionamiento holís-
tico y de los procesos de presión y cambio sobre los agroecosistemas particularmente
se hacen foco e interés de la investigación.
En este sentido, el ayudar a comprender el efecto existente a escala regional y glo-
bal sobre la circulación de los nutrientes y sus efectos, es una propuesta de investiga-
ción que ya está dando sus resultados.
La especie humana utiliza al igual que cualquiera de las otras especies del planeta re-
cursos naturales para su reproducción y supervivencia. En el marco de ese proceso, los
sistemas económicos reconocen el “uso” de ciertos recursos a través de su compra,
intercambio y transformación.
Así se compran semillas, minerales, metales, energía, trabajo o capital por los cua-
les se pagan y reconocen un determinado valor o precio. Incluso hoy día, son muchos
los servicios ambientales, que más allá de las apropiadas y necesarias discusiones, co-
tizan en mercados formales.
Por otro lado existen otros recursos y también servicios que no son incluidos den-
tro de las balanzas de ganancias o pérdidas de las empresas o de los estados. Sin ellos
sería prácticamente imposible producir. Estos son los bienes o recursos “de base”
para esta producción o para garantizar directamente su posibilidad productiva. Es
claro y ha sido histórica la discusión por la “tierra” en términos de su renta, sea por
distancia, sea por calidad.
200
El suelo virtual
201
del mundo, y por ejemplo los más ricos de Sud América como los pampeanos, sino la
necesidad de incorporar conceptos que carguen en el análisis del comercio agrícola
mundial el costo sombra ambiental que la extracción sin el resguardo de su manejo
natural y sostenible tienen estos suelos de altísima calidad.
El suelo y en particular sus nutrientes, deben ser vistos como la Caja de Ahorros y
el dinero que hay en una cuenta ambiental. Si estos “billetes” (nutrientes) en muchos
casos se van, no se recuperan jamás, con la consiguiente degradación ambiental, pro-
ductiva y económica para los países que lo han permitido.
La globalización del sistema mundial de alimentos, está conllevando a una sobre-
explotación importante de recursos y a una aceleración de los ciclos productivos en
términos no sustentables, que genera pasivos ambientales crecientes.
Argentina es un ejemplo. El costo económico de lo que se tendría que haber se
repuesto (o pagado por el sistema económico), en términos de nutrientes extraídos
por cosecha en la Región Pampeana para el período 1970 – 1999 alcanzó un valor de
13.000 millones de pesos (dólares en ese período). El costo de reposición de nitrógeno,
fósforo y potasio fue de 6,26, 3,80 y 3,04 miles de millones de pesos (Flores y Sarandón,
2002). El costo de reposición promedio alcanzaría entonces a 61, 23 y 49 pesos por
hectárea para soja, trigo y maíz respectivamente. Estos valores representan el 21%,
20% y 19% de los márgenes brutos promedios de la década de los noventa, para los
tres cultivos.
La caja negra de los nutrientes del suelo pampeano, aún con fertilización mineral
y bajo el modelo conservacionista de la siembra directa, estaría mostrando que de
tenderse exclusivamente a una agriculturización en la región o a una pampeanización
(Pengue, 2005) en los suelos extrapampeanos, la pérdida de nutrientes estaría llevan-
do a un vaciamiento del recurso natural y por ende a un pasivo ambiental con impli-
cancias importantes en términos de la afectación a la potencialidad y demanda futura
de base productiva.
Hoy en día, la realidad global igualmente ha dejado atrás esta añeja visión de la
provisión de alimentos o como dicen encumbradas empresas transnacionales bajo el
slogan tan fácilmente vendible de “estamos alimentando al mundo”. El nuevo paradig-
ma es el de la conversión de los países en grandes proveedores de biomasa.
Con cualquier destino que igualmente ayude a mantener esta maquinaria de inter-
cambio ecológica y socialmente desigual mundial. A veces proveerán alimentos, otras
energía, otras biomateriales, otras maderas, carnes, o sea todo producto convertible
de la energía solar en biomasa. Porque es eso en lo que están convirtiendo a nuestros
países, en grandes proveedores de biomasa global. Este es el escenario de trabajo y
discusión para la comprensión de los procesos y la construcción de una biopolítica del
territorio, que ya otros países vienen elaborando y pensando sus nuevos escenarios de
cara al mediano plazo.
Este movimiento global de mercancías convertidas en biomasa implica a su vez un
crecimiento del movimiento de los insumos necesarios y por otro lado, un aumento de
la circulación y utilización de elementos básicos antes no considerados en las cuentas
de existencias, como el agua o el suelo.
202
El crecimiento de los niveles de producción y el aparente enriquecimiento de cier-
tos sectores de la economía global, no puede soslayar los impactos que los procesos
de transformación de los recursos tienen o tendrán en la sostenibilidad incluso débil
de todo el sistema.
La pérdida de nutrientes es parte de este costo, la pérdida o mejora de los conteni-
dos de materia orgánica, los problemas de acidez u alcalinidad, la pérdida de estructu-
ra, los problemas de infiltración o arrastre del agua en el suelo, las tasas de erosión y
el riego, son también otros factores que no están incluidos en los costos. Degradación,
pérdida de nutrientes, erosión y desertificación tienen una directa consecuencia am-
biental, escasamente perceptible hasta su materialización en la imposibilidad producti-
va, lo que se manifiesta en algo aún más terrible: el aumento de la pobreza, la devalua-
ción económica de los recursos y el aumento del costo social (Morello y Pengue, 2001).
Se hace interesante, contabilizar en términos físicos la movilidad de los distintos
recursos involucrados en el suelo pampeano, no para su inclusión en los cálculos de
costo beneficio sino para su interpretación en términos del análisis de sustentabilidad,
bajo un paraguas de relevamiento integrado de los recursos, como datos relevantes de
indicadores biofísicos de (in) sustentabilidad.
La extracción de nutrientes puede comprenderse en términos de una aproxima-
ción a la evaluación de acercamiento o alejamiento a una sustentabilidad débil en la
situación del suelo pampeano y como elemento importante a la definición de políticas
ambientales sostenibles hacia el sector del que Argentina depende.
Estudiar estos transportes de materiales en términos de metabolismo social, con
sus flujos de materiales y energía, y en el caso de la producción agropecuaria de los
nutrientes leídos como suelo virtual exportado, es un mecanismo sencillo para com-
prender el funcionamiento y la evolución de las cuentas ambientales de un recurso
vital, que a la luz de su explotación y manejo actual, debe considerarse como agotable.
El agua virtual
203
para la satisfacción de la demanda por biomasa, es uno de los ejes más importantes de
estas discusiones.
Según datos de la FAO (2010), el agua dulce se destina a nivel mundial en un 70%
para agricultura, un 19% para su uso industrial y sólo un 11% para el consumo domés-
tico. En América del Sur, los guarismos cambian un poco, consumiéndose un 68% para
uso agrícola, 13, por ciento en el consumo industrial y un 19% en el consumo domés-
tico.
La agricultura es una de las principales producciones demandantes de agua (suma
alrededor del 70% en el promedio mundial), siendo el riego una de las actividades
que genera preocupación respecto a la disponibilidad e impactos sobre la demanda
de agua potable que puede implicar el incremento de las extracciones a través de este
hacia las décadas venideras (Bruinsma, 2003).
Producir alimentos implica consumir agua. “Todo pasto es agua” decía el padre de
la agricultura conservacionista argentina, el Ing. Molina. Para producir un kilogramo de
granos, se necesitan entre mil a dos mil kilogramos de agua, lo que equivale a alrede-
dor de 1 a 2 m3 de agua. 1 Kg. de queso necesita alrededor de 5.000 a 5.500 Kg. de agua
y uno de carne, demanda unos 16.000 kilogramos de este elemento vital.
El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una gigantesca
transferencia de agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se la en-
cuentra en forma relativamente abundante y a bajo costo, hacia otras donde escasea,
es cara y su uso compite con otras prioridades (Pengue, 2009).
El análisis del uso del agua por el sector agrícola no puede menos que considerar el
hecho que 98% de las tierras cultivadas en América Latina lo son en zonas de secano,
pero que la agricultura industrial de exportación, demanda cada día más agua para
sostener su sistema de producción e incrementar su productividad físico crematística
(como por ejemplo comienza a suceder en la región pampeana argentina).
Ya muchas regiones latinoamericanas vienen sufriendo serios problemas. La dis-
ponibilidad de agua en México ha ido en descenso a raíz de la sobreexplotación de los
mantos freáticos y de la creciente degradación de las partes superiores de las cuencas,
lo que implica mayores costos.
Como son los campesinos quienes han sido relegados a las partes superiores de las
cuencas, y son ellos quienes han sufrido más de las políticas de apertura del comercio
agropecuario y de contención de los precios básicos, tienen menos posibilidades de
seguir sus labores tradicionales de manejo del agua y del suelo (Barkin, 1998).
El caso del uso del agua en la Argentina, especialmente para la producción de cul-
tivos de exportación y acompañada de la mano de un posible ciclo más seco en los
períodos por venir, obliga a una reflexión, sobre el uso consuntivo del recurso, espe-
cialmente frente a las nuevas demandas productivistas tanto en las áreas pampeanas,
como en las regiones extrapampeanas. Es posible que el mayor desafío de los próximos
años consistirá en evitar que, por su excelente rentabilidad en ambientes que para
otras especies resultan desfavorables, la soja mantenga un predominio que muchos
consideran perjudicial en el largo plazo (Sierra, 2006).
En 1993, el investigador John Anthony Allan, del King’s College de Londres, acuñó el
concepto “Agua Virtual” (Allan, 1999), para definir el volumen de agua necesaria para
204
elaborar un producto o para facilitar un servicio. Posteriormente, el año 2002, Arjen
Hoekstra acuñó el término de “huella hídrica” para obtener un indicador que relacio-
nara el agua con el consumo - a todos los niveles - de la población. De esta manera, la
huella hídrica de un país (o industria, o persona) se define como: “el volumen de agua
necesaria para la producción de los productos y servicios consumidos por los habitantes
de dicho país (o industria, o persona).”
Para calcular el agua virtual de los países se toman en cuenta varios factores: el vo-
lumen total del consumo (nivel de riqueza del país), los patrones de consumo de agua
(un país que consuma mucha carne tendrá mayor huella que un país con tendencia a
no comer carne; así como un país que consuma más productos manufacturados indus-
trialmente tendrá una mayor huella hídrica que aquellos que no).
El clima también es relevante, porque en regiones más calurosas (donde el agua se
evapora más rápido) se necesita mayor cantidad de agua para los cultivos. También se
consideran las prácticas agrícolas que ahorren agua y que sean eficientes en su uso.
El valor del agua virtual de un producto alimenticio es el inverso de la productividad
del agua. Podría entenderse como la cantidad de agua por unidad de alimento que
es o que podría ser consumido durante su proceso de producción, es decir utilizada o
contenida en la creación de productos agropecuarios.
La circulación de agua virtual ha aumentado regularmente con las exportaciones de
los países agrícolas durante los últimos cuarenta años.
Se estima que aproximadamente el 15% del agua utilizada en el mundo se destina
a la exportación en forma de agua virtual. El 67% de la circulación de agua virtual esta
relacionado con el comercio internacional de cultivos. En el último quinquenio del siglo
XX el trigo y la soja representaron ambos el 47% del total de estas salidas.
Ni en los cultivos de alto o bajo valor en el comercio internacional, ni las comunida-
des finales que los consumen, reconocen en sus cuentas aun, este importante uso de
recursos (Chapagain y Hoekstra, 2003).
Es evidente que el comercio del agua virtual genera un importante ahorro de
agua en los países importadores y un posible deterioro en los exportadores, que
hacen un uso intensivo o a nivel de la sobreexplotación. Por ejemplo, el transporte
de un kilo de maíz desde Francia (tomado como representativo de los países expor-
tadores de maíz para la productividad de agua) a Egipto transforma una cantidad de
agua de cerca 0,6 m3 en 1,12 m3, lo cual representa globalmente un ahorro de agua
de 0,52 m3 por cada kilo comercializado, situación que como se ve, no contabiliza los
costes o externalidades generados por el uso de esa agua en Francia.
Posiblemente, los ahorros aparentes en el uso del agua, esconden estos costos,
que merced al movimiento mundial de alimentos se triplicaron. El comercio virtual
de agua se incrementó en valor absoluto, desde 450 km3 en 1961 a 1.340 km3 en el
2000, llegando al 26 por ciento del requerimiento total de agua para la producción de
alimentos.
Las externalidades vinculadas a las exportaciones virtuales de agua, deberán con-
siderar también los problemas derivados del incremento en los usos de este recurso:
intrusión salina, salinización, pérdida de estructura del suelo, lavado de nutrientes,
contaminación.
205
En el caso de estos intangibles ambientales, agua y suelo virtual, obviamente la
cuestión reside en especial en las enormes transferencias globales, a través del uso de
estos recursos que se tiene a través del movimiento comercial.
En el caso de los nutrientes, la extracción y el consumo de los productos a distancias
importantes comienza a generar alteraciones en los ciclos no solo de los macronutrien-
tes sino y particularmente en la situación vinculada a los oligo y micronutrientes, tanto
en la base como en el destino, demostrando una clara insustentabilidad ambiental y
una afectación sobre los ciclos naturales.
Estas actividades comerciales intensivas forman parte de un conjunto de discusión
vinculada a la colocación y generación de pasivos ambientales a escala global. Comien-
za a demandarse este reconcomiendo.
Existe consenso global para construir un nuevo foco de demanda por el reconoci-
miento de estos pasivos y usos ambientales. Hay así un reclamo, desde la perspectiva
Sur-Norte que puede definir a la Deuda Ecológica (Martínez Alier y Oliveres, 2003),
como aquella que ha venido siendo acumulada por el Norte, especialmente por los
países más industrializados hacia las naciones del Tercer Mundo a través de la expo-
liación de los recursos naturales por su venta subvaluada, la contaminación ambien-
tal, la utilización gratuita de sus recursos genéticos, la libre ocupación de su espacio
ambiental para el deposito de los gases de efecto invernadero u otros residuos acu-
mulados y eliminados por los países industrializados.
La exportación de nutrientes como suelo virtual, pérdidas de biodiversidad agrí-
cola y utilización de agua virtual forman parte de esta deuda ecológica (Pengue,
2005) y de seguir adelante con estos procesos de extracción de una futura deuda
climática que afectará principal y nuevamente a los campesinos pobres de nuestro
globo.
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