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EL FEMINICIDIO

En los diarios de origen nacional como internacional podemos observar noticias


relacionadas al aumento de la violencia en nuestra sociedad, reportándose casos de
crímenes a mujeres. El feminicidio es uno de los crímenes más comunes en la
sociedad actual. El 21 por ciento de las muertes de mujeres en el mundo se deben a la
violencia de género, que en mucho de sus casos ha sido provocada por el machismo
que existen en los países sub desarrollados.

El feminicidio, es la expresión más brutal en la escala de violencia en contra de la


mujer. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que el 70 por ciento de
las mujeres sufren de violencia al menos una vez en su vida. Esta realidad es aún más
grave si tomamos en cuenta que el 21 por ciento de las muertes de mujeres en el
mundo son por homicidio: 28 por ciento en Europa, 29 por ciento en Asia y 12 por
ciento en América.

Sin embargo, existe mayor incidencia de la violencia en mujeres en edad reproductiva.


Primero, hay que tener en cuenta los antecedentes de violencia física y psicológica
elevan en más de 2 veces el riesgo de ser víctima de feminicidio. Este resultado
sugiere la continuidad y el afianzamiento de los patrones de violencia, y que el
feminicidio no aparece de la nada. Segundo, el riesgo de feminicidio se reduce cuando
la víctima fue en ocasiones anteriores agredida físicamente. Aunque este resultado
parezca contraintuitivo, nos abre a un tema mayor sobre el que poco se ha debatido:
No todos los agresores son iguales, sino que hay tipos (tipologías) de agresores.

Los estudios que han estudiado la existencia de tipologías, han hallado en forma
consistente tres tipos de agresores (Holtzworth-Munroe&Stuart, 1994; Johnson 1995).
Haremos referencia a los extremos de esta clasificación. En un extremo, están los
“agresores limitados al ámbito familiar”. Son los que abundan. Ellos solo agreden a sus
parejas, presentan pocas conductas antisociales, tienen una visión tradicional de los
roles de género y, en general, parecen “normales” en muchos aspectos. No son los
monstruos que esperamos. Tal es así, que diversas investigaciones han hallado pocas
diferencias entre agresores y no agresores.

En el otro extremo de esta tipología, están los “violentos en general”. Para decirlo en
breve, son los “matoncitos”. No solo le pegan a su pareja, sino que son capaces de
agredir a vecinos, amigos y desconocidos en muchas situaciones. Suelen tener
antecedentes penales y además registran antecedentes penales en mayor proporción.
Son los que agreden con mayor severidad y frecuencia, y los que jamás recurren a
ayuda psicológica. En este grupo están los que presentan más psicopatologías y
desórdenes de personalidad, pero ni siquiera son mayoría. En otras palabras, los
agresores no son “locos” (ni los “locos” agresores de mujeres).

En conclusión, la desigualdad, asimetrías de poder y dominación en un contexto


machista generan violencia contra las mujeres. Por ende la comprensión de cómo
actúan e interactúan en lo micro varios de estos aspectos en la historia de la mujer, en
su relación y en la sociedad que condicionan la violencia de los hombres hacia las
mujeres. Todo esto hace de la agresión de mujeres un fenómeno muy distinto del que,
por supuesto, también sufren los hombres (pero en menor proporción, frecuencia y
severidad).

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