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Aproximaciones a la idea de responsabilidad 1

Francisco Merino Amand

Este breve documento presenta algunas reflexiones generales que pretenden ofrecer pistas en nuestra comprensión
de la idea de responsabilidad. En un primer momento mostramos algunos ámbitos en los que la responsabilidad
adquiere sentidos distintos en nuestro entorno personal y social. Luego, desarrollamos un marco general desde el
cual entender las variadas formas en las que se expresa esta idea. Finalmente, presentamos la descripción de
algunos elementos que la componen, para así complejizar nuestra mirada, especialmente al considerar la
responsabilidad moral.

Contextos y ámbitos de la responsabilidad


Tomemos en cuenta las siguientes oraciones: “Han identificado al responsable del robo de joyas”, “tú vas a ser el
responsable de imprimir el trabajo final”, “la ministra es la responsable de dirigir las políticas públicas de su sector”,
“vamos hijo, sé responsable y acompaña a tu mamá al hospital”, “el chofer estaba borracho, para nada ha sido
responsable”, “el funcionario que recibió la coima aceptó finalmente ser responsable”. Es probable que no tengamos
problema en entender lo que se quiere decir cuando se menciona “responsable” en cada una de ellas. Aunque no
conozcamos su contexto, se trata de oraciones con sentido.
Son, de igual modo, ejemplos de cómo la idea de responsabilidad pertenece a nuestra vida cotidiana y que
puede hablarse de responsabilidad en contextos tan disímiles como los de una investigación criminal, en las tareas
que asumimos como estudiantes universitarios, en el ejercicio de un cargo político, en las obligaciones familiares, en
la valoración de un acto que además de ser ilegal puede ser perjudicial para otras personas, en las funciones de
quienes trabajan en el Estado, etcétera. Entre todos los ámbitos en los que la idea de responsabilidad tiene sentido,
queremos especificar tres de ellos. Son los ámbitos de la responsabilidad moral, jurídica y política 2 .
La responsabilidad moral aparece cuando nuestra acción afecta un compromiso asumido respecto a algún
criterio considerado relevante para lo que entendemos una buena vida, cuando nuestra acción -por ejemplo- daña o
perjudica de alguna manera la vida de un ser humano. Esta responsabilidad se manifiesta cuando nos hacemos
cargo de las consecuencias de nuestros actos, cuando se generan sentimientos de remordimiento ante acciones
que han atentado en contra de aquello que valoramos o cuando nuestra conciencia nos llama a reparar alguna
ofensa o daño producido. Así, el espacio fundamental donde opera la responsabilidad moral es nuestra propia
conciencia 3 .
En el ejemplo del hijo al que se le pide que acompañe a su madre al hospital, esta forma de responsabilidad
aparece cuando consideramos que un hijo tiene la obligación de cuidar de sus padres y que, de no hacerlo, no solo
puede recibir la desaprobación de sus familiares sino, principalmente, la desaprobación que él mismo pueda darse.
En el ejemplo del estudiante que se compromete a imprimir el trabajo, la acción de no hacerlo conlleva a que sus
compañeros le atribuyan responsabilidad por su omisión. En el ejemplo del chofer borracho, la atribución de
responsabilidad moral se encuentra en el repudio ante su imprudencia y el potencial daño a la vida e integridad de
sus pasajeros o transeúntes, atribución que frecuentemente se hace efectiva por los afectados y testigos del hecho.

1
Quiero agradecer a Alessandra Dibós, Ramón Ponce, Óscar Sánchez y Odette Vélez, amigos y colegas profesores,
quienes enriquecieron con sus comentarios y valiosas sugerencias la primera versión de este texto.
2
Para esta distinción de tipos de responsabilidad, hemos tomado en cuenta las ideas que al respecto nos ofrecen
Ponce (2010: 37-38) y Del Águila (2005). Haber privilegiado estos ámbitos para efectos de nuestra argumentación
no significa que otros ámbitos dejen de tener importancia. Por ejemplo, pensemos en todo lo que actualmente se
propone en torno a la idea de responsabilidad social.
3
El hecho que una persona se reconozca moralmente responsable en el interior de su conciencia puede considerarse
un acto propio, algo de lo que solo puede dar cuenta quien vive dicha situación (por ejemplo, solo yo sé lo que se
siente cuando me siento mal por haberle hecho daño a alguien). Sin embargo, esta conciencia de saberse responsable
viene acompañada por ciertas emociones y sentimientos que, además de ser experimentados interiormente, se
aprenden a partir de nuestros vínculos con otras personas, sobre todo a partir de nuestra relación con quienes han
sido o son referentes significativos en nuestras vidas (padres, profesores, parejas, amigos). El espacio fundamental
donde opera la responsabilidad moral es la propia conciencia, pero esto no quiere decir que sea un espacio creado
solo por uno mismo ni en el que únicamente escuchemos nuestra voz.

1
En este último ejemplo, mientras el chofer aún no se encuentre en un estado normal de conciencia, quizás niegue su
responsabilidad, pero es probable que reconozca su acción y se acepte responsable una vez recupere la lucidez.
La responsabilidad jurídica, a diferencia de la responsabilidad moral, se centra en la obligación de
responder por una acción que atenta contra bienes protegidos por el sistema jurídico, configurándose una falta o
delito que se castiga a través de una reparación civil, una sanción administrativa o el cumplimiento de una condena
penal. Tras el acopio de pruebas por los encargados de hacer cumplir las leyes, el agente que ha cometido una falta
o un delito ha de responder por sus actos ante quienes lo juzguen a partir de las normas y leyes vigentes. En el
ejemplo del funcionario, este será juzgado por tribunales que evaluarán si incumplió procedimientos administrativos
y si llegó a cometer algún delito de corrupción. En el ejemplo del chofer ebrio, los jueces pueden atribuir
responsabilidad jurídica de tipo penal y hasta sancionarlo con la privación de su libertad.
La responsabilidad política se refiere a las acciones que pueden realizar tanto los gobernantes y
autoridades como los propios ciudadanos con relación a sus derechos y deberes en la vida pública y política. En un
sistema democrático que promueva la responsabilidad política, los gobernantes y autoridades tienen la obligación de
responder por sus actos ante los ciudadanos, no solo en lo referente al cumplimiento de leyes sino también frente a
las promesas efectuadas y las acciones planificadas. Esta responsabilidad política es el origen de las prácticas de
transparencia y rendición de cuentas que los ciudadanos exigen de sus gobernantes y autoridades. En el ejemplo de
la ministra que debe dirigir las políticas públicas de su sector, son representantes de otros poderes del Estado y los
ciudadanos quienes pueden exigir que responda por su gestión.
Si bien, en términos estrictos, se suele atribuir responsabilidad política únicamente a los gobernantes y
autoridades, podríamos entender la responsabilidad política en términos más amplios e incluir a las
responsabilidades de ciudadanos y ciudadanas frente al mantenimiento y realización de un orden democrático. Se
trata de todo el conjunto de responsabilidades cívicas vinculadas al ejercicio de derechos y deberes para el
fortalecimiento de la vida política, lo que incluye la responsabilidad de participar activamente en su comunidad
política, desde ser elector hasta ser un ciudadano vigilante de las acciones de sus gobernantes, con capacidad
crítica para exigir con otros ciudadanos que los gobernantes y funcionarios cumplan con sus obligaciones.
Es importante señalar que estos ámbitos de responsabilidad muchas veces se encuentran superpuestos. Es
común que una misma situación revele la atribución de distintas responsabilidades. Por ejemplo, en el caso de la
ministra, si no ha cumplido con dirigir eficientemente su organización debido a actos de corrupción que tuvieron
como consecuencia que un grupo de ciudadanos no reciban un conjunto de bienes básicos para su subsistencia, se
podría atribuir las tres formas de responsabilidad. El hecho de haber afectado la calidad de vida de los ciudadanos
puede ser evaluado moralmente, el hecho de cometer un delito de corrupción puede ser una acción que signifique la
atribución de responsabilidad jurídica y, a su vez, podría exigírsele responsabilidad política y que renuncie mientras
es investigada.
A pesar de esta frecuente superposición entre las atribuciones de responsabilidad, las formas de
responsabilidad legal y política suelen tener un alcance más restringido respecto a la responsabilidad moral.
Mientras que las dos primeras se circunscriben a los sistemas jurídicos y políticos vigentes en una comunidad
política, la responsabilidad moral puede ser atribuida a cualquier agente, más allá de la comunidad política a la que
pertenece o al sistema jurídico válido para dicha comunidad. Por ejemplo, la acción de un hombre que agrede y
causa lesiones a una mujer puede ser que no suscite ninguna atribución de responsabilidad legal o política en
algunas sociedades, ya que puede tratarse de un acto legalmente permitido bajo determinadas circunstancias. Sin
embargo, cualquier persona (de esa sociedad o de cualquier otra) podría atribuir responsabilidad moral a ese
hombre, ofreciendo razones que condenen (o no) dicha acción más allá de las normas jurídicas y del sistema
político vigentes. Este alcance universal de la atribución de responsabilidad moral hace que su entendimiento nos
sea más familiar y pueda ser accesible desde cualquier experiencia.

Estructura general: quién actúa y ante quién se responde


Tengamos presente los tipos de responsabilidad que acabamos de describir. Podríamos preguntarnos por aquello
que tienen en común, algo así como una estructura general de la idea de responsabilidad. En otras palabras,
podemos pedir una respuesta general a la pregunta ¿qué significa hablar de responsabilidad o que alguien sea
responsable de algo?
Nuestro punto de partida es que en los diversos contextos y ámbitos en los que hemos hablado de
responsabilidad es posible identificar un agente que actúa. La responsabilidad surge de las acciones de un agente

2
de quien decimos que es responsable de dichas acciones así como de las consecuencias que de ellas se derivan.
En nuestros ejemplos iniciales, asignamos responsabilidad al que roba, al que tiene que imprimir el trabajo, a la
ministra, al hijo, al funcionario y al chofer porque los consideramos agentes de sus acciones y de las consecuencias
de ellas derivadas 4 .
En este punto queremos señalar dos cuestiones. La primera es que vamos a asumir que un agente
responsable es necesariamente un agente humano. Puede decirse que un gato ha sido el responsable de la
desaparición de mi loro, pero no estamos queriendo decir que haya sido el agente de dicha acción. Lo mismo
cuando decimos que un rayo ha sido responsable del incendio forestal causado por él. La segunda cuestión que
puede discutirse aquí es el caso de los humanos en crecimiento y en formación. No habría dudas de considerar a un
bebe de un año como no apto para atribuírsele algún tipo de responsabilidad. Son sus padres o apoderados quienes
responden por él. Pero ¿y si es un niño de diez años? ¿Y si es un adolescente de 14 años? Aquí la discusión variará
según el ámbito en el que nos movamos, por ejemplo, si nos referimos al ámbito moral o jurídico. Algunas
responsabilidades morales pueden ser atribuidas a niños o adolescentes, lo que puede evidenciarse en que son
castigados por sus padres (esperemos que responsablemente). Sin embargo, las responsabilidades legales suelen
especificarse según algunas edades y para ciertos efectos. Los legisladores llegan a establecer para qué tipo de
faltas o delitos puede asignarse responsabilidad a personas que no tienen la mayoría de edad legal.
Hasta ahora hemos hablado de agentes que actúan pero cabe preguntarnos ¿qué es ser agente? Ser agente
implica tener la capacidad de elegir un curso de acción y no otro, lo que supone que el agente sabe que está
eligiendo 5 . En otras palabras, se puede atribuir responsabilidad en tanto se ha sido conciente y libre para actuar de
esa manera. Quien robó pudo procurarse ingresos de otro modo, el estudiante puede decidir no imprimir el trabajo,
la ministra puede desentenderse de sus funciones, el hijo puede no acompañar a su madre y el chofer pudo haber
elegido permanecer sobrio. De esta manera, la responsabilidad supone la capacidad de elección y de conciencia
frente a las consecuencias de nuestros actos. En otras palabras, la responsabilidad solo puede ser atribuida a quien
ha elegido libremente, por más circunstancias que hayan condicionado dicha elección.
Si la responsabilidad está ligada inevitablemente a nuestra capacidad de elección libre, solo se puede no ser
responsable cuando no se es libre, es decir, cuando nos encontramos en alguna situación en la no podemos
desarrollar nuestra capacidad de agencia (por ejemplo, perder la capacidad de juicio moral por alguna discapacidad
mental o trastorno psíquico) o cuando actuamos bajo algún tipo de coacción que anula la posibilidad de seguir
eligiendo (por ejemplo, cuando realizamos algo coaccionados por alguien que nos amenaza de muerte). No es
casual que las personas tratemos de evadir una responsabilidad diciendo que uno no fue el agente de la acción (“yo
no fui”) o argumentando que uno fue “esclavo” de ciertas circunstancias. Aquí, las “circunstancias” pueden referirse
a una acción realizada por costumbre (“es que todo el mundo lo hace”) o por seguir alguna orden dada por alguna
autoridad (“es que me lo ordenaron”). En cualquier caso, el hecho de no querer asumir una responsabilidad no
significa que dejemos de ser responsables o que no se nos pueda atribuir responsabilidad 6 .
Hemos hablado del agente que actúa. Sin embargo, si nos fijamos en la etimología del término que nos
ocupa, llegamos al latín responsum / respondere, es decir, a la acción de “responder”. Para hablar de
responsabilidad, así como resulta central identificar un agente que actúa, no es menos importante identificar ante
quién se responde, ante quién se es responsable. El ladrón responderá ante las autoridades judiciales y ante
quienes sufrieron el hurto de sus pertenencias, el estudiante responderá ante el profesor y sus compañeros en caso
no llegue a imprimir el trabajo, la ministra responde ante los responsables del gobierno y ante los ciudadanos, el hijo
ante sus padres, el funcionario ante sus superiores y el chofer ante las autoridades y sus pasajeros. De ahí que la
responsabilidad nos lleva inevitablemente a considerar una respuesta ante otros.
Desde esta perspectiva, podemos comprender la idea de responsabilidad no únicamente desde el ángulo del
sujeto individual que deviene en agente. Se trata de tomar como punto de vista principal el vínculo que une a los
seres humanos como agentes morales que inevitablemente se enfrentan a la convivencia con otros seres humanos

4
En palabras de Ramón Ponce: «Siempre que usamos el concepto de responsabilidad, presuponemos que hay un
agente al cual es factible atribuirle una acción específica y ciertas posibles consecuencias que se desprenden de esta.
Un agente es un ser humano que actúa. La responsabilidad es indesligable de la noción de agencia, y esta, de la
acción y sus posibles consecuencias» (Ponce 2010: 36).
5
El hecho que el agente sepa o tenga la capacidad de saber lo que hace cuando actúa define que su acto sea
considerado intencional (Ponce 2010: 37).
6
Acerca de las costumbres, órdenes y otros “motivos” para la acción humana, cfr. Savater 1991: 49-53.

3
en sociedad o en comunidades políticas. De ahí que podamos hablar de una corresponsabilidad fundamental entre
quienes se consideran personas humanas y agentes morales, una correspondencia entre humanos semejantes que
tienen la capacidad de atribuir responsabilidades como agentes individuales.
Es importante añadir que la respuesta que damos frente a otros implica una justificación de nuestras acciones
y de sus consecuencias. Se trata de ofrecer razones y argumentos que resulten aceptables a quienes nos atribuyen
responsabilidad, o ante quienes hipotéticamente podrían hacerlo. En el caso de la responsabilidad moral, puede ser
que sean otros quienes nos demanden respuestas pero, en última instancia (cuando, por ejemplo, nadie sabe que
he actuado mal), el agente responde ante sí mismo, ante su propia conciencia, en el llamado “fuero interno”. En las
responsabilidades legales y políticas son otros quienes, bajo determinados criterios, nos exigirán respuesta.
Por último, esta respuesta puede incluir la realización de alguna acción que busque compensar o reparar
algún efecto no deseado de nuestras acciones. Según se trate de una responsabilidad moral, legal o política estas
acciones compensatorias pueden cobrar diversas formas: ofrecer una disculpa, pedir perdón, efectuar una
reparación civil, cumplir con una sanción, purgar una condena, etcétera.

Algunos elementos básicos de la responsabilidad


A estas consideraciones que definen una suerte de estructura general acerca de quién es responsable y ante quién
se es responsable, podemos añadir la identificación de ciertos elementos presentes en nuestra comprensión de lo
que llamamos responsabilidad. Para ello, recogeremos la propuesta de Bernard Williams de algunos “elementos
básicos de cualquier concepción de responsabilidad”. Este autor se centra fundamentalmente en la responsabilidad
moral y propone distinguir cuatro elementos 7 :

- Causa: que alguien haya provocado una situación 8


- Intención: que ese alguien haya tenido o no la intención de provocar esa situación
- Estado mental: que estuviera en un estado mental normal cuando provocó la situación
- Respuesta: que sea asunto suyo o no compensar la situación provocada
Williams sostiene que todas las concepciones de responsabilidad se construyen interpretando y valorando de
distinto modo estos elementos. Se trata de “materiales” que no siempre se relacionan de la misma manera y que no
configuran una única manera apropiada de concebir la responsabilidad (2006:175). Según como pueden ser
interpretados por los agentes involucrados, estos elementos pueden combinarse de modo diverso, configurando un
panorama complejo en el que en ocasiones predomina más las incertidumbres que las certezas a la hora de
identificar la atribución de responsabilidades.
A nuestro entender, la propuesta de Williams resulta interesante, entre otras razones, porque permite
complejizar la atribución de responsabilidad e ir más allá de una articulación simple y lineal de los elementos
propuestos. Así, un entendimiento simple de la responsabilidad nos indica que quien causa un hecho es el
responsable y que debe responder por sus actos. Podemos dar un paso más e indicar que quien causa un hecho
con intención manifiesta y en un estado normal, es sujeto atribuible de responsabilidad y, por tanto, podemos
esperar una respuesta en el caso que se requiera. Estos razonamientos pueden ser plausibles y hasta útiles en la
atribución de responsabilidades, sin embargo, siempre podemos complejizar más nuestras evaluaciones
considerando el peso distinto que pueden tener los elementos presentados en situaciones concretas.
Consideremos algunas cuestiones y ejemplos que muestran la necesidad de complejizar nuestro
razonamiento respecto a la atribución de responsabilidad 9 :

- ¿Qué sucede si quien causa un hecho no tuvo la intención de hacerlo? ¿Qué tan responsable es? (Estoy
manejando con cuidado e intempestivamente se atraviesa una persona a quien le ocasiono daños físicos.
¿Soy responsable de cubrir los gastos médicos de su curación?)

7
Cfr. Williams 2006: 174
8
Williams señala que la situación provocada ha de ser una situación mala, sin embargo, creemos que es suficiente
que la identificación de una acción y del agente que la causa sea moralmente relevante, haya o no causado algún tipo
de daño o perjuicio a partir de algún criterio moral. La atribución de responsabilidad puede también efectuarse en
una situación provocada considerada buena.
9
Estas cuestiones toman como referencia algunas de las especificadas por Platts (2002: 29-31).

4
- ¿Cómo determinar si el estado en que me encuentro es “normal”? (Mis amigos me dieron de beber pequeñas
dosis de una sustancia psicoactiva sin que me diera cuenta. Me he sentido desinhibido y agredí
intencionalmente a un “ex” de mi novia.)
- ¿Qué tan responsables somos de una consecuencia remota y no deseada de nuestra acción? (Saqué a
pasear a mi perro y no recogí sus excrementos por no tener con qué hacerlo. Una persona los ha pisado y,
sin darse cuenta, terminó ensuciando el cuarto donde duermen sus hijos pequeños. ¿Soy responsable de los
perjuicios ocasionados a los niños?)
- ¿Qué sucede si se nos atribuye responsabilidad sin haber sido directamente causantes de un hecho? (Mi
contador no presentó mi declaración de impuestos y ahora me han asignado el pago de una fuerte multa por
no pagar mis impuestos. ¿Soy responsable de cancelar esa multa?)
- ¿Qué sucede cuando sin haber sido causante de un hecho y sin que nadie me pida responder por mis
acciones me siento responsable? (Un ludópata ha apostado los ahorros de su familia y los ha perdido.
Aunque ha tratado de ayudarle a superar su problema, una amiga suya no deja de sentirse responsable. ¿Lo
es realmente?)

Más allá de cualquier respuesta que pudiésemos dar a este tipo de preguntas, hemos de reconocer que estas
mismas preguntas forman parte de nuestra comprensión de la idea de responsabilidad. Además, cuestiones como
estas nos muestran la necesidad de considerar los contextos concretos y los distintos elementos que definen la
atribución de responsabilidad.
No son pocas las ocasiones en que en medio de los vaivenes de nuestra vida requerimos determinar
responsabilidades. Por ello, resulta importante considerar sus múltiples dimensiones y matices, para que el acto de
hacerse cargo de la propia acción o el de responsabilizar a alguien por sus actos se lleve a cabo dentro de una
reflexión o diálogo razonados. Los ámbitos que hemos diferenciado, la estructura general planteada, así como los
elementos que constituyen la responsabilidad, son tan solo herramientas analíticas que posibilitan la discusión y el
diálogo en torno a esta capacidad ineludiblemente ligada a nuestro ser con otros en sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

DEL ÁGUILA, Rafael (2005) Responsabilidad. En: Cerezo, P. (ed.) Democracia y virtudes cívicas. Madrid: Biblioteca
Nueva.

PLATTS, Mark (2002) Introducción: responsabilidades. En: Hansberg, O. y Platts, M. (comps.) Responsabilidad y
libertad. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

PONCE, Ramón (2010) Precisando el campo de la ética. En: Millán, A. y Vélez O. (comps.) Ética y ciudadanía. Los
límites de la convivencia. Lima: UPC.

SAVATER, Fernando (1991) Ética para Amador. Barcelona: Ariel.

WILLIAMS, Bernard (2006) El reconocimiento de la responsabilidad. En: Platts, M. (comp.) Conceptos éticos
fundamentales. México D.F.: Instituto de Investigaciones Filosóficas-UNAM.

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