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La Ética

Platón. Ética: El Intelectualismo Moral


FEDRÓN
En primera parte antes de hablar de la ética para Platón debemos tener claro que
es la ética y su importancia en la vida cotidiana, un concepto que describe la ética
es la doctrina sobre la moral, la moralidad; el sistema de normas y reglas de
conducta de los hombres en su relación con la sociedad y entre sí; una de las formas
de la conciencia social.
O también podemos tener el concepto de como Ciencia que trata de la moral, de su
origen y de su desarrollo, de las reglas y de las normas de conducta de los hombres,
de sus deberes hacia la sociedad, la patria, el Estado. A veces se atribuye al término
“ética” el mismo sentido que al término “moral”. Antes de Marx, las doctrinas éticas
se integraban en los sistemas religiosos o filosóficos, y constituían tentativas
idealistas y metafísicas de establecer reglas y normas de conductas inmutables,
independientes del desarrollo histórico, valederas para todas las épocas, y para
todos los pueblos, clases y agrupamientos sociales. Ni los idealistas, ni siquiera los
materialistas premarxistas que tenían una concepción idealista de la historia,
estaban en condiciones de crear una teoría científica de la moral. Engels escribía a
propósito de la ética de Feuerbach: “Donde el verdadero idealismo de Feuerbach
se pone de manifiesto, es en su filosofía de la religión y en su ética” (“Ludwig
Feuerbach y el fin...”, en Marx/Engels, Obras escogidas, t. II, p. 352, Ed. esp., Moscú
1952). El marxismo, que ha efectuado una revolución en la filosofía, fue el primero
en crear una teoría científica de la moral, y demostró que la moral es una forma de
la conciencia social, poniendo en evidencia el carácter de clase de la moral en una
sociedad clasista.

La historia de las doctrinas éticas forma parte integrante de la historia de la


sociedad, de la lucha de clases, de la sucesión de las diversas formaciones sociales.
Los conceptos éticos de los esclavos y de sus amos, de los siervos y de los feudales,
de los obreros y de los capitalistas, revelan un carácter opuesto. En la sociedad
esclavista, las cuestiones relativas a la ética fueron analizadas por materialistas
como Demócrito, Epicuro, en su lucha contra los idealistas Sócrates, Platón, &c.
Oponiéndose a la moral religiosa, Epicuro sostenía que el hombre aspira
naturalmente al placer y que en ello no hay nada reprobable. Pero demostraba
también que los placeres espirituales son superiores a los goces corporales. En
cuanto a Platón, desarrollaba una teoría reaccionaria, aristocrática, por la cual,
vinculaba la moral a un mundo de ideas suprasensibles, y particularmente, a la idea
del “bien”. Afirmaba que la aristocracia posee, de nacimiento, una moral
superior. Aristóteles (ver) concedió, de igual modo, mucha importancia a los
problemas de la ética, especialmente a la virtud cívica. Afirmaba que la virtud
“intelectual” se adquiere por medio de la educación, mientras que la virtud “volitiva”
se obtiene por el hábito. En sus doctrinas éticas, los filósofos antiguos, ya fueran
materialistas o idealistas, justificaban la esclavitud y concebían la moral como
idealistas, como si fuera un conjunto de verdades eternas aplicables en todas las
circunstancias.
Importancia De La Ética:
Desde pequeños que estamos recibiendo en forma constante toda clase
de Estímulos que buscan desarrollar nuestras Facultades Cognitivas de forma
propicia, desde la utilización de Juegos Didácticos hasta la realización
de Actividades Recreativas que nos dejen una enseñanza, recibiendo premios y
aprobaciones en caso de realizar bien esta tarea, mientras que por otro lado
seremos Castigados o Reprendidos si no hacemos las cosas bien.
Es en este momento que empezamos a distinguir El Bien y El Mal, teniendo por un
lado aquello que apunta hacia los cuidados y el bienestar propio y ajeno, mientras
que en contraposición estamos realizando un daño o perjuicio hacia otros como a
nuestra vida, siendo esto siempre elegido y estando al tanto de
nuestras Responsabilidades y Obligaciones en cada uno de los actos que llevemos
a cabo.
Una de las ramas de la Filosofía que se encarga de analizar y reflexionar sobre
estas cuestiones es la Ética, que tiene como objetos de estudio a los Actos
Humanos, en torno a las Obligaciones y el Deber de la vida cotidiana, la búsqueda
de la Felicidad propia y ajena, como también a los distintos Valores Morales que
son inculcados desde pequeño y que pueden ser sugestionados por la Tradición
y Cultura de un entorno determinado, pero apuntando siempre hacia el Bienestar
Propio y General.
Si bien suelen usarse como sinónimos, no es lo mismo que la Moral, siendo esta
última el establecimiento de una Costumbre o Subjetividades propias de una
cultura, del sujeto o un valor que es parte de una cultura determinada, que es
justamente analizada en forma Racional y Deductiva por la Ética, realizándose un
juicio de valor acerca de su contenido como también del establecimiento de
un Sistema Moral dentro de una sociedad específica.
Platón. Ética: El Intelectualismo Moral
Para el filoso griego Platón, las Ideas éticas son patrones morales universales con
los que podemos juzgar los comportamientos humanos. Los valores universales (las
Ideas) son válidos para el individuo y para la colectividad. Definen el ideal de
sociedad humana. Según Platón, existe algo que es “la verdad sobre cómo tenemos
que vivir”, y el intelecto humano la conoce cuando consigue el conocimiento de las
Ideas perfectas, inmutables e inmateriales. Sólo quien logre este conocimiento
tendrá la cualificación adecuada para dirigir la organización política y moral de la
sociedad. Según Platón, el filósofo es el hombre que conoce las ideas y, por tanto,
es el hombre que podrá solucionar los problemas de la convivencia humana. El
Estado ideal será el que esté gobernado por hombres amantes de la sabiduría y, a
la vez, excelentes y felices.
Al igual que ocurre con los otros aspectos de su filosofía la ética no es objeto de un
tratado específico en el que se aborde el tema sistemáticamente. El hecho de que
muchos de los diálogos platónicos comiencen con alguna interrogación acerca de
la virtud en general, o de determinadas virtudes en particular, muestra claramente,
sin embargo, que el interés por el análisis del comportamiento humano no es algo
accidental en Platón. Como hemos visto en su concepción de la ciudad ideal, el
objetivo de la vida del hombre no puede reducirse a la satisfacción de sus
necesidades materiales; más allá de éstas, el hombre debe ser objeto de un
desarrollo completo de su personalidad, de acuerdo con las partes más elevadas
de su alma, la irascible y la racional, con el fin de alcanzar una felicidad identificada
con la armonía de su vida.
Justicia y ética:
Si la justicia en la ciudad reside en que cada clase social haga lo que debe hacer,
la justicia en el hombre residirá también en que cada parte del alma haga lo que
debe. Ello implica que la vida buena para el hombre es una vida en la que se
atiendan las necesidades "materiales" y "espirituales". Como vimos anteriormente
la idea de que el hombre debe dar las espaldas a todo lo que signifique materia o
tenga algo que ver con la corporeidad, defendida en el Fedón, no será mantenida
en los diálogos posteriores, en los que el alma deja de ser considerada como una
entidad simple y enfrentada al cuerpo, y pasa a ser considerada como una entidad
en la que podemos distinguir tres partes diferenciadas que permiten explicar, entre
otras cosas, los conflictos psicológicos de la vida del hombre, las distintas
tendencias que configuran su naturaleza. El conocimiento y la satisfacción de las
necesidades intelectuales deben ir acompañados de salud, moderación en el
disfrute de los bienes materiales, etc., lo que pone de manifiesto hasta qué punto la
idea de que Platón rechaza de un modo absoluto lo corporal es injustificada. En el
Banquete, por ejemplo, podemos observar cómo a través del Eros Platón concibe
el ascenso hacia las Ideas partiendo del amor a la belleza que observamos en las
cosas sensibles, luego a la belleza en el ser humano, hasta alcanzar la
contemplación de la Belleza en sí, que se identifica con el Bien del que nos habla
en la República y que representaría el grado superior de conocimiento.
El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica
de la virtud. Pero ¿qué es la virtud?. Platón acepta fundamentalmente la
identificación socrática entre virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone una
perversión de la naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre busca el
bien para sí, pero si desconoce el bien puede tomar como bueno, erróneamente,
cualquier cosa y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta de virtud es
equivalente, pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien puede actuar
correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos dice Platón en la
República, al terminar la exposición y análisis del mito de la caverna. Cuando
alguien elige una actuación que es manifiestamente mala lo hace, según Platón,
creyendo que el tipo de conducta elegida es buena, ya que nadie opta por el mal a
sabiendas y adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia, la
capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los
medios de que dispone para alcanzarlo. La dependencia con respecto al
intelectualismo socrático es clara en la reflexión ética de Platón.
En la República nos habla Platón de cuatro virtudes principales: la sabiduría, el
coraje o fortaleza de ánimo, la templanza y la justicia. Como hemos visto, establece
una correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas partes del alma
y las clases sociales de la ciudad ideal. La parte más elevada del alma, la parte
racional, posee como virtud propia la sabiduría; pero la justicia, la virtud general que
consiste en que cada parte del alma cumpla su propia la función, estableciendo la
correspondiente armonía en el hombre, impone los límites o la proporción en que
cada una de las virtudes ha de desarrollarse en el hombre. El hecho de que Platón
tenga una concepción absoluta del Bien hace que la función de la parte racional del
alma siga siendo fundamental en la organización de la vida práctica del hombre, de
su vida moral.
Etapa De Juventud (Diálogos Socráticos):

En los diálogos socráticos, Platón investiga sobre la definición de alguna virtud y,


aunque no llegó a una conclusión, sí fue fiel al principio central socrático: la virtud
puede reducirse a sabiduría o conocimiento, con su corolario de que todas las
virtudes son una.
En el Càrmides encontramos en germen la doctrina central de la República: los
males de la comunidad sólo desaparecerán cuando el poder político se combine
con el conocimiento de un criterio moral universal. El gobernante tiene que poseer
“una clase única de saber que tiene por objeto el bien y el mal”. Este conocimiento
le proporcionará criterios universales válidos para "juzgar" las acciones humanas.
En Protágoras, los errores de la conducta humana son tratados como errores de
juicio a la hora de hacer el cálculo hedonista (placeres menos dolores). Todo
malhechor es un ignorante, dice Sócrates. He aquí, el intelectualismo moral.
Etapa de transición (diálogos de transición)
En Gorgias, Platón pretende acabar con la pretensión de que la retórica sea la
técnica para enseñar la virtud; y establece una distinción entre dos usos de la
palabra "persuasión": la que genera conocimiento a quién es persuadido y la que
no lo hace.
Posteriormente, el sofista Calicles sostiene que el bien supremo es el poder para
satisfacer todos los deseos. Para Sócrates, el concepto de Bien está vinculado
necesariamente con la idea de establecer límites. Por eso cualquier bien deseado
se tiene que definir estipulando las reglas que rigen la conducta calificada como
buena o de la cual resulta este bien particular.
En este diálogo, Platón no contesta la pregunta “¿qué es el Bien?” Pero sí enuncia
una condición necesaria para responder a esta cuestión: para definir el Bien hay
que especificar un conjunto de reglas o normas reguladoras del comportamiento
humano. Platón no define el Bien, pero diseña un Estado con el tipo de vida común
necesario para que lo Bueno sea disfrutado por toda la población. Esta tarea la
desarrolla en el diálogo República.
2. Intelectualismo Moral

Según el Intelectualismo moral, la conducta moral sólo es posible si descansa en el


conocimiento del bien y la justicia. La filosofía griega defiende en mayor o menor
medida el intelectualismo moral pero sin duda el representante más destacado de
este punto de vista es Sócrates.
La tesis principal del intelectualismo moral es la siguiente: la experiencia moral se
basa en el conocimiento del bien. Sólo si se conoce qué es el bien y la justicia se
puede realizar el bien y la justicia. Esto lo argumenta Sócrates de la siguiente
manera: cuando uno de vosotros está enfermo no propone una votación entre los
miembros de la familia para establecer qué remedio es adecuado para curar la
enfermedad: ocurre más bien que llama al médico y se somete a su juicio y
recomendaciones; cuando un ejército quiere derrotar al enemigo no se realiza una
consulta popular para establecer el modo de atacar, es el estratega quien decide el
modo de dirigir a los soldados y plantear las batallas; cuando queremos levantar un
edificio no hacemos una votación para decidir el modo de construirlo, dejamos que
sea el arquitecto quien imponga su criterio. Y pregunta a continuación Sócrates:
¿Por qué cuando se trata de lo más importante de todo, que es el bien de la ciudad
y las leyes que son adecuadas para la convivencia entre los ciudadanos, dejamos
que todo el mundo opine y nos sometemos a la mayoría y no llamamos a aquél que
sabe?, Para el intelectualismo moral los asuntos morales y políticos tienen que ser
cosa de expertos. Esta propuesta socrática puede dar lugar a interpretaciones
políticas antidemocráticas y elitistas (como, por cierto, se ve claramente en la
filosofía política de su discípulo Platón).
El punto de vista de Sócrates está viciado por cierta ambigüedad: cuando Sócrates
pide el conocimiento sea la base de la moral y la política ¿a qué conocimiento se
refiere? Podemos distinguir entre el saber hacer algo y el saber en qué consiste ese
algo. Por ejemplo, el artista sabe hacer belleza, pero es muy posible que no sepa
en qué consiste la belleza, ni qué pasos concretos hay que seguir para alcanzarla.
El primer tipo de saber es un saber entendido como destreza (bien sea corporal o
espiritual) para la realización de algo, y el segundo tipo es un saber entendido como
conocimiento explícito y consciente de algo (como ocurre por ejemplo en la ciencia).
Es fácil observar que estas dos formas de saber no tienen que ir necesariamente
unidas, así el historiador y el crítico del arte pueden saber explícitamente muchas
cosas relativas a la belleza, pero es muy posible que no sepan crear arte ni belleza.
Parece ser que Sócrates pedía un conocimiento del segundo tipo como garantía de
las acciones buenas y justas. De ahí la confusión que creaba en sus interlocutores
cuando les preguntaba por una definición de aquello para lo cual se les suponía
expertos.
Nuestras convicciones vulgares parecen contrarias al intelectualismo moral pues
creemos que alguien puede saber que algo está mal y sin embargo realizarlo. Para
el intelectualismo moral la perfección moral es una consecuencia de la perfección
del intelecto o razón; sin embargo otros autores como Aristóteles se acercarán más
al punto de vista corriente al considerar que el conocimiento no es condición
suficiente para la conducta justa y buena. Este autor pondrá como fundamento de
la práctica moral la perfección de la voluntad más que la perfección del intelecto: la
conducta buena no depende tanto del conocimiento como de la disciplina de la
voluntad en la realización de las acciones justas. Así, desde el punto de vista de
Aristóteles y en contra del intelectualismo moral, cabe concluir que seguramente
para ser justo es necesario saber realizar la justicia, pero aquí esta palabra no
designa un conocimiento explícito y teórico de la justicia sino la posesión de una
habilidad o disposición para la realización de acciones justas.

Pero quien era Platón: Nació en Atenas, (o en Egina, según otros, siguiendo a
Favorino), probablemente el año 428 o el 427 a. c. de familia perteneciente a la
aristocracia ateniense, que se reclamaba descendiente de Solón por línea directa.
Su verdadero nombre era Aristocles, aunque al parecer fue llamado Platón por la
anchura de sus espaldas, según recoge Diógenes Laercio en su "Vida de los
filósofos ilustres", anécdota que ha sido puesta en entredicho. Los padres de Platón
fueron Aristón y Perictione, que tuvieron otros dos hijos, Adimanto y Glaucón, que
aparecerán ambos como interlocutores de Sócrates en la República, y una hija,
Potone.

A la muerte de su padre, siendo niño Platón, su madre contrajo nuevas nupcias con
Pirilampo, amigo de Pericles, corriendo la educación de Platón a su cargo, por lo
que se supone que Platón pudo haber recibido una enseñanza propia de las
tradiciones democráticas del régimen de Pericles.
En todo caso, Platón recibió la educación propia de un joven ateniense bien situado,
necesaria para dedicarse de lleno a la vida política, como correspondía a alguien de
su posición. Según Diógenes Laercio llegó a escribir poemas y tragedias, aunque
no podamos asegurarlo. También fue discípulo del heracliteano Cratilo, noticia esta
que tampoco parece posible confirmar. La vocación política de Platón está
constatada por sus propias declaraciones, en la conocida carta VII; pero su
realización se vio frustrada por la participación de dos parientes suyos, Cármides y
Crítias, en la tiranía impuesta por Esparta luego de la guerra del Peloponeso,
conocida como la de los Treinta Tiranos, y que ejerció una represión violenta y
encarnizada contra los líderes de la democracia. Sin embargo, el interés político no
le abandonará nunca, y se verá reflejado en una de sus obras cumbre, la República.
La influencia de Sócrates: En el año 407, a la edad de veinte años, conoce a
Sócrates, quedando admirado por la personalidad y el discurso de Sócrates,
admiración que le acompañará toda la vida y que marcará el devenir filosófico de
Platón. No parece probable que Platón mantuviera una relación muy intensa con el
que consideró su maestro, si entendemos el término relación en su sentido más
personal; sí es cierto que entendida en su sentido más teórico la hubo, y de una
intensidad que raya en la dependencia. Pero también sobre su relación con
Sócrates hay posiciones contradictorias. El que no estuviera presente en la muerte
de Sócrates ha hecho pensar que no pertenecía al círculo íntimo de amigos de
Sócrates; sin embargo, parece que sí se ofreció como aval de la multa que
presumiblemente la Asamblea impondría a Sócrates, antes de que cambiara su
decisión por la condena a muerte.
Primeros viajes
En el año 399, tras la muerte de Sócrates, Platón abandona Atenas y se instala en
Megara, donde residía el filósofo que lo devolvió libre a Atenas.
La Academia: Una vez en Atenas, en el año 388-387, fundó la Academia, nombre
que recibió por hallarse cerca del santuario dedicado al héroe Academos, especie
de "Universidad" en la que se estudiaban todo tipo de ciencias, como las
matemáticas (de la importancia que concedía Platón a los estudios matemáticos da
cuenta la leyenda que rezaba en el frontispicio de la Academia: "que nadie entre
aquí que no sepa matemáticas"), la astronomía, o la física, además de los otros
saberes filosóficos y, al parecer, con una organización similar a la de las escuelas
pitagóricas, lo que pudo comportar un cierto carácter secreto, o mistérico, de
algunas de las doctrinas allí enseñadas. La Academia continuará
ininterrumpidamente su actividad a lo largo de los siglos, pasando por distintas fases
ideológicas, hasta que Justiniano decrete su cierre en el año 529 de nuestra era.
Euclides que había fundado una escuela socrática en dicha ciudad. Posteriormente
parece que realizó viajes por Egipto y estuvo en Cirene, (noticias ambas, aunque
probables, difíciles de contrastar, no habiéndose referido Platón nunca a dichos
viajes, por lo que también es probable que luego de una breve estancia en Megara
regresara a Atenas) yendo posteriormente a Italia en donde encontraría a Arquitas
de Tarento, quien dirigía una sociedad pitagórica, y con quien trabó amistad.
Invitado a la corte de Dionisio I, en Siracusa, se hizo amigo de Dión, que era cuñado
de Dionisio, y con quien concibió la idea de poner en marcha ciertas ideas políticas
sobre el buen gobierno que requerían la colaboración de Dionisio. Al parecer, las
condiciones de la corte no eran las mejores para emprender tales proyectos,
ejerciendo Dionisio como tirano de Siracusa; irritado por la franqueza de Platón,
según la tradición, le retuvo prisionero o lo hizo vender como esclavo en Egina,
entonces enemiga de Atenas, siendo rescatado finalmente por un conciudadano
Últimos viajes: En el año 369 emprende un segundo viaje a Siracusa, invitado por
Dión, esta vez a la corte de Dionisio II, hijo de Dionisio I, con el objetivo de hacerse
cargo de su educación; pero los resultados no fueron mejores que con su padre;
tras algunas dificultades (al parecer estaba en situación de semi-prisión) consigue
abandonar Siracusa y regresar a Atenas. También Dión tuvo que refugiarse en
Atenas habiéndose enemistado con Dionisio I, donde continuará la amistad con
Platón. Unos años después, en el 361, y a petición de Dionisio II, vuelve a realizar
un tercer viaje a Siracusa, fracasando igual que en las ocasiones anteriores, y
regresando a Atenas en el año 360 donde continuó sus actividades en la Academia,
siendo ganado progresivamente por la decepción y el pesimismo, lo que se refleja
en sus últimas obras, hasta su muerte en el año 348-347.

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