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Desencuentros en la lengua española

Lunes 21 Septiembre, 2015 | 10:30 AM

Abelardo Pérez Mejía

Las lenguas no son uniformes. Al expandirse, van presentando en cada comarca alejada, diferentes
manifestaciones de realización. Los hablantes asimilan estos patrones surgidos espontáneamente en su
región y van marcando, en la lengua coloquial y popular, variaciones de diversos tipos tales como el timbre
de entonación, al que popularmente se le conoce como "dejo"; nuevas palabras; e incluso distintas formas
de construir una oración.

En el campo léxico, el dialecto enriquece al idioma a través del vocabulario. Mediante las palabras, cada
zona muestra el brote de su ingenio y su sentir. Esta variación ocasiona, muchas veces, un desencuentro
idiomático que en el español es muy frecuente al cruzar las fronteras. Si uno va para Colombia y le ofrecen
servirle un tinto, tal vez no lo entienda hasta que le explican que se le está ofreciendo una tacita de café; si
viaja a Uruguay y le ofrecen un refuerzo, usted, quizá, se sienta desconcertado porque lo han visto
indefenso, pero si lo acepta, le traerán un sándwich; y en Argentina, si le dicen que la pava está caliente,
usted seguro se antojará porque recordará su "jueves de pavita", pero en realidad le quieren decir que el
agua de la tetera está a punto de hervir.

Un ecuatoriano come guineo; un nicaragüense, banano y un peruano, plátano; el argentino usa remera; el
mexicano se pone playera y el peruano utiliza polo. A la hora de viajar, mientras aquí vamos en una combi o
en un micro, un mexicano irá en un camión o pesero, en tanto un santiagueño chileno viajará en una liebre y
el habanero, en su destartalada guagua. Esta riqueza léxica puede generar conflictos entre los mismos
hablantes; así pues, confesar que uno es piña puede ser la declaración de la mala suerte para un peruano,
pero en oídos de un salvadoreño sería confesar que uno es homosexual.

Para terminar este breve artículo me referiré a un desencuentro idiomático que tuve en mi calidad de
profesor, al atender a un alumno que recién llegaba de Argentina. Después de informarle sobre la exigencia
del curso, le aconsejé diciéndole que si no estudiaba a conciencia, a fin de año iba a salir jalado. Después de
pronunciar esta última palabra, me miró y muy extrañado e incómodo me preguntó por qué le había dicho
eso. Le recalqué la lógica del estudio: Si no estudias, vas a estar jalado, reprobado, desaprobado. Después de
utilizar estos sinónimos respiró aliviado, sonrió y me dijo que estar jalado para un argentino es estar
drogado.

http://blogs.peru21.pe/castellanoactual/2015/09/desencuentros-en-la-lengua-esp.html
Aquí se habla castellano, pero también
español
Martes 24 Abril, 2012 | 10:06 AM

Shirley J. Cortez González

Es frecuente que al preguntar por el


nombre de la lengua de los
hispanohablantes obtengamos dos
respuestas: castellano y español. Haga la
prueba. Por lo general, empleamos
ambos indistintamente; sin embargo, si
atendemos a su origen podemos afirmar
que entre estos dos términos existe alguna diferencia.

Como sabemos, nuestra lengua tiene su origen en el latín vulgar implantado en la península ibérica (actual
España y Portugal) desde el siglo III a. C. y que hacia el siglo VII se irá fragmentando hasta dar lugar a las
llamadas lenguas romances: castellano, catalán, gallego, portugués, ente otras.

El término castellano se relaciona con Castilla, reino de la península ibérica, en donde se originó este
dialecto y del que tenemos los primeros testimonios escritos en el siglo X. No obstante, no será hasta tres
siglos después que el castellano sea reconocido como la lengua oficial del reino de Castilla, lo que
aumentará su prestigio y su uso, tanto en el habla cotidiana, como en el ámbito literario y administrativo.

Hacia el siglo XVI, el castellano es ya una lengua reconocida dentro y fuera de la Península y es precisamente
fuera en donde nuestra lengua empieza a ser llamada con un nuevo nombre: español o lengua española. El
término español, que proviene del provenzal-lengua del sur de Francia-, tuvo acogida entre los hispanos,
pues el castellano ya no pertenecía solo a Castilla, sino a casi toda la Península. Además, por esta época, el
nombre de la lengua identificaba al lugar en que se hablaba; así, el francés aludía a Francia, el italiano, a
Italia, el alemán, a Alemania y, por tanto, el español a la Corona española.

Sin embargo, en España, hay aún quienes no están a favor del término español, pues consideran que excluye
a las demás lenguas que se hablan allí: el gallego, el catalán y el vasco, considerándolas como no españolas;
por lo que prefieren emplear castellano.
En América, en un principio, se prefirió el término castellano por ser la lengua que trajeron los
conquistadores y, además, porque español evocaba el sometimiento a la Corona española, pero,
actualmente, ambos términos alternan en el uso.

Para precisar: en un sentido estricto, podemos emplear castellano, por un lado, si nos referimos al habla
propia de Castilla y de los castellanos, y por otro, si aludimos a la vertiente histórica de la evolución del
idioma; es decir, el dialecto castellano que se originó en el reino de Castilla durante la Edad Media. En un
sentido amplio, castellano, se emplea con el mismo significado que español; esto es, para nombrar la lengua
común de España y de los países hispanohablantes.

Español, no obstante, es el término que ha alcanzado mayor difusión internacional; incluso, en otras lenguas
se traduce como Spanish, espagnol, Spanisch, spagnolo, spanhol, etc. Asimismo, en el campo de la
Lingüística, en la enseñanza a extranjeros y en la informática se prefiere emplear español.

En conclusión, dependerá del hablante la elección de uno u otro nombre, aunque es preciso destacar que
ninguno desdeña el valor del otro; ambos son igual de válidos.

http://blogs.peru21.pe/castellanoactual/2012/04/aqui-se-habla-castellano-pero.html

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