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Los retos de Colombia para conservar sus bosques

A lo lejos cualquier bosque parecería solo monte. Varios trazos de verdes y castaños cuya principal
función, dirían algunos, es servir de hábitat para miles de animales, aves y organismos que se
resguardan bajo sus ramas. Pero además de su función natural, los ecosistemas terrestres son la
base del bienestar humano: de sus árboles se desprenden los frutos para el alimento, de su
madera sale el combustible para la energía de un gran número de hogares y el material genético
que se esconde en ellos es un potencial enorme para el futuro de nuevos medicamentos. Esto sin
contar que producen y capturan carbono, actúan como una barrera de protección contra las
plagas, aumentan las reservas de agua subterránea por infiltración y mejoran la fertilidad de los
suelos.

Detrás de los ecosistemas terrestres no sólo está la vida de la flora y la fauna, sino la de 300
millones de personas que viven en ellos y la de diez millones de personas que trabajan en
proyectos relacionados con su conservación, según el Informe Bosques Vivos de WWF. De acuerdo
con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la madera
de los bosques es la principal fuente de energía para 2 mil millones de personas en países en
desarrollo, y a partir de estimaciones realizadas por WWF, se cree que el material genético que
carga la biodiversidad representa 320 mil millones de dólares para el mercado farmacéutico.

Sin embargo estas cifras muchas veces parecen mínimas frente a las altas tasas de deforestación
que se están viendo a nivel mundial. Los servicios ecosistémicos que le prestan los bosques a la
humanidad, muchas veces pasan a un segundo plano ante la demanda de otros bienes que
requieren derribarlos: la ganadería, la construcción de carreteras, la minería y explotación de
hidrocarburos e, incluso, la misma producción de alimento cuando se hace agricultura a gran
escala.

De hecho, el informe “Bosques Vivos” predice que entre el 2010 y el 2030 sólo en los once nodos
de mayor deforestación a nivel mundial se perderán 170 millones de hectáreas de bosques (ver
infografía), de los que 26,48 millones de hectáreas corresponden a áreas cercanas a Colombia
(23,48 millones en toda la región amazónica y tres millones en la ecorregión Chocó-Darien).

Cifras que resultan tan desalentadoras como las que dio el Ideam en su último reporte, donde se
identificó que entre el año 2014 y el 2013 la deforestación aumentó 16 %. Y aunque la Amazonia
fue la región que más redujo la tala de bosque, sigue liderando la mayor tasa de deforestación.

Arma y escudo contra el cambio climático

Los bosques son conocidos por ser “sumideros de carbono”. Una expresión que en palabras más
simples quiere decir que los árboles, desde sus hojas hasta sus raíces, están compuestos de
carbono, el famoso elemento químico que una vez llega a la atmósfera, en forma de dióxido de
carbono, se convierte en uno de los gases efecto invernadero (GEI) que contribuyen al cambio
climático. Por ende, cuando el bosque se conserva es un escudo contra el cambio climático,
porque captura carbono, mientras que cuando se deforesta es un arma a su favor, porque lo
libera.
Esta es la razón para que Colombia, como uno de sus grandes compromisos internacionales, se
pusiera la meta de deforestación neta cero en la Amazonia para el año 2020. Una iniciativa que
busca dejar de emitir 44 megatoneladas de GEI a la atmósfera y frenar la expansión de la frontera
agropecuaria a través de la reconversión de estas prácticas por unas que sean más productivas y
sostenibles.

“Lograr esta meta debe venir de un ejercicio coordinado. De alianzas entre el Ministerio de
Ambiente, el Ministerio de Agricultura y los actores locales y regionales, como comunidades,
municipios y corporaciones autónomas, para entender dónde están los puntos críticos de
deforestación e impulsar modelos agroambientales, como lo es la ganadería silvopastoril”, explica
Luz Marina Mantilla, directora del Instituto Amazónica de Investigaciones Científicas (Sinchi).

Por esto, bajo el programa de Visión Amazonia, dentro del cual está enmarcada la meta, se han
hecho acuerdos con el Fondo para el financiamiento del sector agropecuario (Finagro), para que
los créditos se monten sobre cadenas productivas y de valor que ayuden a cumplirla. Además, se
han hecho acuerdos sectoriales con los involucrados en construcción de vías, para que estas se
desarrollen bajo indicadores que permitan cumplir la anhelada deforestación cero.

La meta, claro, no es un objetivo suelto. Va de la mano de otros compromisos presentados en la


COP21, como la de reducir el 20 % de las emisiones de GEI para 2030 con base en un escenario
proyectado o aumentar las áreas protegidas en 2,5 millones de hectáreas, y de indicadores
establecidos dentro del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018: disminuir la deforestación anual
de 120.000 hectáreas a 90.000 y pasar de 90.021 hectáreas restauradas a 300.000. Cumplir con
estas metas nos encaminaría al cumplimiento del ODS que busca proteger, restaurar y promover
la utilización sostenible de ecosistemas terrestres.

Pero el reto no es fácil. Sobre todo cuando crecer de manera sostenible incluye pensar en otros
objetivos, como erradicar el hambre y la pobreza. ¿A qué darle prioridad?, se han preguntado
muchos.¿Cómo evitar que políticas como Colombia Siembra –que busca aumentar un 1 millón de
hectáreas sembradas a 2018– amenacen con la conservación de los ecosistemas terrestres?
¿Cómo lograr que las Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social (Zidres) –que deben
estar ubicadas en regiones del país aisladas de centros urbanos y sin infraestructura– no terminen
por convertirse en un nuevo motor de deforestación?

La respuesta, tal vez, se acerca a la coordinación que plantea Mantilla y a una de las bases de los
Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS): entender que todos los elementos están
interconectados. Comprender que la seguridad energética, la garantía de alimento, el agua
potable, la cura contra enfermedades y el desarrollo económico, están en nuestros bosques.
¿Cuál es el verdadero problema? ¿Conservar la amazonia sacrificando bienestar de los locales? Oal
revés ¿generar una carretera incumpliendo compromisos como el del COP 21 de cero impactosen
la amazonia? ¿Existen salidas sostenibles a este debate?la pavimentación, además de los daños
que produce la construcción de la vía como tal, fomentalos asentamientos, la deforestación y, por
ende, abre la puerta a que se arruine el plan deconservar ese importante territorio como reserva
forestal, no sólo por el bien del país, sino delmundo entero. Por ejemplo, según un informe del
IDEAM, en el bioma amazónico, entre los años2000 y 2012, el 50% de las zonas deforestadas se
encontraban a una distancia menor de doskilómetros de un segmento vial y el tamaño de parche
deforestado en las zonas próximas a vías esen promedio de 4,55 hectáreas. Situación muy
preocupante.En la Cumbre de Cambio Climático de París de 2015, Colombia se comprometió a
reducir a cero ladeforestación en el Amazonas. Permitir esta carretera no sólo iría en contra de ese
compromiso,sino que devolvería el país a una política del desarrollo que no entiende que la
sostenibilidad esurgente. Estos son los tipos de problemas en los que tenemos que centrar
los esfuerzos paraconstruir una nueva Colombia.El problema ha crecido en silencio y ha provocado
un enredo político y judicial a todo nivel. Enesta historia están involucrados los alcaldes de los
municipios que toca la carretera, laGobernación de Guaviare, la Corporación del Norte y
Oriente Amazónico, el Ministerio de MedioAmbiente, el Ministerio de Transporte, la Fiscalía y la
Fuerza Pública. Y, por si fuera poco, el frentePrimero de las Farc, que se negó a participar en el
proceso de paz, se declaró en disidencia y sigueoperando en la zona.Un análisis del IDEAM sobre
los corredores viales y la densidad de deforestación demuestran queel aumento de la densidad de
carreteras o la mejora en las condiciones de navegabilidad es eldinamizador más importante
en los procesos de intervención del bosque en Colombia.

Para Rodrigo Botero, director general de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo, “la

llamada trocha Calamar-Miraflores, es un ejemplo de la ausencia de planificación entre


eldesarrollo vial, las consideraciones ambientales, la atención de poblaciones y la frontera

agropecuaria”. Para el experto, es la punta del iceberg de la nueva apertura de la


fronteraagropecuaria en la Amazonia. “Nada más contrario al espíritu de las metas ambientales
del país”.

Después de analizar y leer los comentarios de mis compañeros; y la alternativa que plantea
eldirector del programa Visión Amazonía José Yunis; parece ser que las únicas salidas serían
eltransporte fluvial y aéreo de bajo costo. Entre todos los entes gubernamentales tendrían
queinvertir suficientes recursos que permitieran fortalecer el mecanismo que se venía utilizando
parael transporte de los habitantes de dichos municipios

Camilo andres moreno franco


Título y Pregunta del ForoUna carretera en la selva: ¿Cuál es el problema

con mayor impacto ambiental?

Intervención

Analizando el tema a tratar son muy diversificadas las posiciones y opiniones, pues nos
encontramos con dos problemáticas; la destrucción inicial del pulmón del mundo vs el desarrollo
de la zona. Si colocamos en una balanza estas dos problemáticas pesa más una destrucción de la
reserva tan importante como la que tenemos en nuestro país, pues con la construcción de esta
carretera se está amenazando varias especies de fauna y flora inclusive "nicas, que solo tenemos
en nuestro país y si se permite la construcción de una carretera seguirá más la intervención del
#hombre #hasta el punto de impactar negativamente esta zona.

Los bosques son conocidos por ser “sumideros de carbono”. Una expresión que en palabras
más simples quiere decir que los árboles, desde sus hojas hasta sus raíces, están compuestos
de carbono, el famoso elemento químico que una vez llega a la atmósfera, en forma de
dióxido de carbono, se convierte en uno de los gases efecto invernadero (GEI) que
contribuyen al cambio climático. Por ende, cuando el bosque se conserva es un escudo
contra el cambio climático, porque captura carbono, mientras que cuando se deforesta es un
arma a su favor, porque lo libera.

Esta es la razón para que Colombia, como uno de sus grandes compromisos
internacionales, se pusiera la meta de deforestación neta cero en la Amazonia para el año
2020. Una iniciativa que busca dejar de emitir 44 megatoneladas de GEI a la atmósfera y
frenar la expansión de la frontera agropecuaria a través de la reconversión de estas prácticas
por unas que sean más productivas y sostenibles.

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