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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN E

IMPUNIDAD"

INTEGRANTES:
INGRID BRAVO CHUNGA
NOEMI GARCIA LLACSAHUANGA

ASIGNATURA:
PSICOLOGIA FORENSE

DOCENTE:
OSCA MANUEL VELA MIRANDA

PIURA – 2019
ORIGENES DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

La agresividad es uno de los comportamientos que más afecta a la juventud y a los


adultos en la raza humana. En Origen de la agresividad se explicaron los distintos
indicios que describen la agresividad en los seres humanos. En búsqueda del origen de
este comportamiento, los investigadores comenzaron a estudiar a los niños y sus
características que muestran al relacionarse con los demás. Así hallaron el origen y las
formas en que se suprime con el paso de los años. Además, hablaron de resultados de
investigaciones que se realizaron con animales para apoyar los hallazgos. En fin,
brindaron las necesidades que requieren las posibles soluciones a este problema social.
En el documental (localizado al final del resumen) se comienza a hablar de dos hipótesis
que surgieron en búsqueda de la explicación a la agresividad. La primera mencionada
fue que es una característica natural que está presente en los individuos que son
agresivos. La segunda fue que la agresividad es un tipo de imitación de los
comportamientos observados. Ambas hipótesis se realizaron al estudiar la Curva de la
adolescencia en los jóvenes arrestados. Estudiando esos casos los científicos no podían
encontrar el origen. Por tal razón, comenzaron a estudiar a los niños desde el nacimiento
y esa acción les brindó información pertinente para solucionar problemas con los
delincuentes.

En los niños la agresividad es notable desde el nacimiento y va cambiando su expresión


con la maduración del individuo. En bebés el enojo es una de sus seis emociones y está
relacionada con la agresión. Eso fue lo que les brindó información a los investigadores
que estudiaban infantes. El Dr. Simth notó que a los 10 meses era detectable la agresión
exploratoria, porque los infantes tendían a apretar y tratar de forma agresiva los objetos.
Mientras, a los dos años de edad se presenta la agresión física debido a que los niños
poseen una mejor coordinación motora y pueden atacar mejor. Además, en esa etapa se
presenta el periodo del “no” para expresar su actitud y las “explosiones de ira”. Eso
suele suceder en una de cada cuatro interacciones sociales que realizan. Por otro lado,
Michael Potegal encontró que los abrazos maternos son capaces de corregir esas
actitudes. Por esa razón, los llamó abrazos de madre positivos.

En los tres años de edad los niños siguen mostrando los movimientos agresivos, pero
con mejor habilidad. Mientras, que a los cuatro años se reduce este tipo de agresividad y
surge la agresión indirecta. Esa última mencionada se aprende por situaciones sociales y
en ella los niños agreden por la espalda de la víctima. De esa forma evaden ser
golpeados. Esos hallazgos en niños llevaron a los científicos a decidirse por la
explicación lógica para este comportamiento.

La conclusión fue que la agresión es natural en los humanos y en los primates debido a
la necesidad de supervivencia. De hecho, los genes de cada organismo y el ambiente
que lo rodean ejercen influencia. Aunque, ambas especies poseen mecanismos para
apaciguar su agresión y vivir en grupos. Esos procesos son similares a los del control
del impulso sexual, ocurren en la parte pre frontal del cerebro y son regulados por el
neurotransmisor serotonina. Ese regulador surge desde el amino ácido triptófano que se
encuentra en diversos alimentos. Por otro lado, los asesinos muestran una corteza pre
frontal pobre lo que explica sus problemas de autorregulación, socialización,
aprendizaje y lenguaje. Algunas de las posibles causas son dietas pobres y consumo de
sustancias tóxicas durante el embarazo. Otros estudios indican que partos con
complicaciones aportan a la agresividad. En fin, la parte pre frontal del cerebro será
determinante en el comportamiento del individuo y la lectura es importante para su
desarrollo saludable.
Los mecanismos de apaciguar son activados por los castigos, el dolor, la soledad y la
lucha cuerpo a cuerpo entre niños. Esos ayudan a la interrelación de forma adecuada y
participan en el crecimiento del cerebro. Aunque, golpear a los niños puede reforzar la
agresividad, aun cuando cause dolor en ellos. El dolor que disminuye la agresividad es
el recibido luego de ser agresivo con otro niño en desarrollo. Preferiblemente la
retroalimentación negativa reduce la agresividad mejor que los golpes. Mientras, el
vocabulario contribuye para expresar lo que sienten, solucionar los problemas y reducir
la expresión física. Por tal razón, una forma de reducir la agresividad es aumentando la
capacidad lingüística del individuo.

Todas las investigaciones indicaron que la agresión se puede detectar desde la niñez. Por
tal razón, esa etapa debe ser el momento indicado para corregir ese comportamiento. De
hecho, los investigadores consideraron que corregir a los jóvenes es demasiado tarde.
En fin, la mejor forma de eliminar la criminalidad es tomando acción con las futuras
generaciones.
El origen del comportamiento agresivo es tan primitivo como complejo. Los factores
que lo provocan son tan numerosos y variados, por lo que habría que analizar el
fenómeno en su conjunto para poder comprenderlo.

Según el psicoanálisis, dentro de cada uno de nosotros existe una lucha entre los
impulsos instintivos (Libido y agresión) que requiere su satisfacción inmediata. Esta
necesitad se enfrenta contra las exigencias de la vida real que nos obliga a reprimir los
impulsos y en consecuencia nace la cultura. En resumen…todos nacemos con un
potencial de impulsos instivivos que pueden ser canalizados hacia fines constructivos.
Si en nuestro proceso de aprendizaje, durante la juventud, esto no se consigue,
prevalecerán los impulsos destructivos, incluso hacia nosotros mismos.

Actualmente los expertos coinciden en que el factor que más incide sobre la conducta
agresiva es el de la condición sexual. El fracaso y la frustración son, en gran medida,
sus detonantes.

Es importante destacar, que si bien la agresividad está ligada a la estructura del ser
humano, el comportamiento agresivo también se aprense. Por este motivo es muy
importante los modelos de conducta durante el proceso de aprendizaje en la niñez. Es
aquí donde la figura de los padres desempeña una labor crucial al enseñar a sus hijos
como canalizar sus impulsos.

La agresión es un fenómeno que se ha estudiado desde muchas perspectivas


distintas. Estas suelen girar en torno a una misma pregunta: ¿la agresividad es innata, es
aprendida o es ambas cosas? Y, ante la dificultad de ofrecer una respuesta única y
tajante, las respuestas han estado posicionadas en las mismas tres dimensiones: hay
quienes sugieren que la agresividad es un fenómeno innato, hay quienes defienden que
se trata de un un fenómeno aprendido y hay quienes intentan comprenderlo desde la
convergencia entre la naturaleza y la cultura.
A continuación haremos un recorrido general por algunas de las principales teorías de
la agresión e incorporamos la posibilidad de distinguir entre dos fenómenos que suelen
emparejarse: la agresividad y la violencia.

Teorías de la agresividad

Las teorías que han explicado la agresión han atravesado por distintos elementos. Por
ejemplo, el carácter intencional de la agresión, las consecuencias aversivas o negativas
para los involucrados, la diversidad de expresión del fenómeno, los procesos
individuales que la genera, los procesos sociales implicados, entre muchos otros.
En este texto hacemos una lectura de Doménech e Iñiguez (2002) y Sanmartí (2006),
con la intención de repasar cuatro de las grandes propuestas teóricas que han explicado
la agresividad.
1. El determinismo biológico y teorías instintivas

Esta línea pone énfasis en el carácter distintivo de la agresividad. La explicación


viene principalmente dada por elementos que se entienden como “interiores” y
constitutivos de la persona. Es decir que, la causa de la agresión se explica precisamente
por lo que hay “dentro” de cada quien.
Lo anterior queda generalmente condensado bajo el término de “instinto”, comprendido
como facultad necesaria para la supervivencia de la especie, con lo cual, la agresividad
es definida en términos de proceso adaptativo, desarrollado como consecuencia de la
evolución. Según la lectura que se hace de esto último pueden quedar pocas o nulas
posibilidades de modificar las respuestas agresivas.
Podemos ver que esto último se corresponde con teorías cercanas tanto a la psicológica
como la biología, así como a las teorías evolucionistas, no obstante, el término de
“instinto” ha sido comprendido también de distintas formas según la teoría que lo
utiliza.
En el caso del psicoanálisis freudiano, la agresividad como instinto, o más bien
“pulsión” (que es el equivalente al “instinto” para la psique), ha sido comprendida como
una clave en la constitución de la personalidad. Es decir, que tiene funciones
importantes en la estructuración psíquica de cada sujeto, así como en sostener dicha
estructura de una forma o de otra.

2. Las explicaciones ambientalistas

Esta línea explica la agresividad como resultado del aprendizaje y varios factores
ambientales complejos. Se agrupan aquí una serie de trabajos que explican la
agresividad como consecuencia de un elemento externo que es el principal
desencadenante. Dicho de otra forma, antes de la agresión, hay otra experiencia,
relacionada con un evento ajeno a la persona: la frustración.
Esto último es conocido como la teoría de la frustración-agresión y explica que, tal
como las teorías instintivas lo propusieron, la agresividad es un fenómeno innato. No
obstante, depende en todo momento de si la frustración se genera, o no. A su vez la
frustración es generalmente definida como la consecuencia de no poder llevar a cabo
una acción tal como ha sido anticipada, y en este sentido, la agresividad sirve como
un calmante de los niveles altos de frustración.

3. El aprendizaje social

La base de las teorías que explican la agresividad por aprendizaje social es el


conductismo. En estas, se atribuye la causa de la agresividad a aquello que ha sido
asociado ante la presencia de un estímulo determinado, así como al refuerzo que ha
venido después de la acción que sigue a dicha asociación.
En otras palabras, la agresividad se explica bajo la clásica fórmula del
condicionamiento operante: ante un estímulo hay una respuesta (una conducta), y ante
esta última, hay una consecuencia, que según cómo se presenta puede generar la
repetición de la conducta, o bien, extinguirla. Y en este sentido, es posible tomar en
cuenta qué estímulos y qué refuerzos son los que desencadenan cierto tipo de
comportamiento agresivo.
Quizá la más representativa de las teorías del aprendizaje social ha sido la de Albert
Bandura, quien desarrolló la “teoría del aprendizaje vicario”, donde propone que
aprendemos ciertos comportamientos con base a los refuerzos o castigos que vemos que
reciben las otras personas, después de llevar a cabo ciertos comportamientos.
La agresividad, entonces, podría ser consecuencia de comportamientos aprendidos
por imitación, y por haber asimilado las consecuencias observadas en las conductas
ajenas.
Entre otras cosas, las teorías de Bandura han permitido separar dos procesos: por un
lado, el mecanismo por medio del cual aprendemos un comportamiento agresivo; y por
otro, el proceso por el que somos capaces, o no, de ejecutarlo. Y con esto último se hace
posible comprender por qué, o bajo qué condiciones, puede evitarse su ejecución, más
allá de que ya se ha aprendido la lógica y la función social de la agresividad.
4. Teoría psicosocial
La teoría psicosocial ha permitido poner en relación dos dimensiones de lo humano,
que pueden resultar fundamentales para comprender la agresividad. Estas dimensiones
son, por un lado, los procesos psicológicos individuales, y por el otro, los fenómenos
sociales, que lejos de actuar de manera separada, interactúan estrechamente, y tienen
como consecuencia que ocurra un comportamiento, una actitud, una identidad
específica, etcétera.
En la misma línea, la psicología social, y en especial la de tradición
socioconstruccionista, ha puesto atención a un elemento clave en los estudios sobre la
agresividad: para poder determinar qué comportamiento es agresivo, primero tienen
que existir una serie de normas socioculturales que indiquen qué es lo que se
entiende como “agresión”, y qué no.
Y en este sentido, el comportamiento agresivo es lo que transgrede la norma
sociocultural. Lo que es más: puede entenderse como “agresivo” un comportamiento
cuando viene de una persona en concreto, y puede no entenderse igual cuando viene de
otra.
Lo anterior permite pensar la agresión en un contexto que al ser social, no es neutro,
sino que está sustentado en relaciones de poder y posibilidades de agencia
determinadas.
En otras palabras, y dado que la agresividad no siempre se manifiesta como una
conducta observable, es importante analizar las formas que la representan, la
manifiestan y la experimentan. Esto permite considerar que la agresividad tiene lugar
sólo cuando se establece una relación, con lo cual, difícilmente puede ser explicada en
términos individuales ni con matices homogéneos que apliquen para todas las relaciones
y experiencias.
La psicología social a partir de aquí ha explicado la agresión como una conducta
ubicada en un contexto concreto de relaciones. Así mismo las tradiciones más clásicas la
ha entendido como una conducta que causa daño de manera intencional. Esto último nos
lleva a plantear un siguiente problema, que es el de la posibilidad de establecer
diferencias entre la agresividad y la violencia.
¿Agresividad o violencia?

La agresividad ha sido traducida por muchas teorías como “comportamiento agresivo”,


lo que dicho de otra manera es la acción de agredir. Y en este sentido, se equipara con
frecuencia al concepto de “violencia”. A partir de esto, es común encontrar que la
agresividad y la violencia se presenten y utilicen como sinónimos.
Sanmartí (2006; 2012) nos habla de la necesidad de apuntar algunas diferencias entre
ambos fenómenos. Dicha necesidad nos lleva a distinguir entre la participación de
biología y la intencionalidad de cada proceso, así como de contextualizarlos en el
entramado de las instituciones sociales que participan en su producción y reproducción;
lo que implica reconocer el carácter tanto humano como social. Carácter que la propia
respuesta adaptativa o de defensa (la agresividad) por sí misma no tiene.
Para el mismo autor, la agresividad es una conducta que se presenta de manera
automática ante ciertos estímulos, y por lo mismo, se inhibe ante otros estímulos. Y en
este sentido, la agresividad puede ser comprendida como un proceso adaptativo y
defensivo, común a los seres vivos. Pero que no es lo mismo que la violencia. La
violencia es “agresividad alterada”, es decir, una forma de agresividad que está cargada
con significados socioculturales. Dichos significados hacen que se despliegue ya no de
manera automática, sino intencional y potencialmente dañina.

Intencionalidad, violencia y emociones

Más allá ser la respuesta biológica ante estímulos potencialmente riesgosos para la
sobrevivencia, la violencia pone en acto los significados socioculturales que atribuimos
a ciertos eventos comprendidos en términos de peligrosidad. En este sentido podemos
pensar que la violencia es un comportamiento que solo puede tener lugar entre los seres
humanos, mientras que la agresividad o la conducta agresiva, son respuestas que
pueden tener lugar también en otras especies.
En esta comprensión de la agresividad juegan un papel activo y relevante las emociones,
como el miedo, entendido también en términos innatos como un esquema adaptativo y
un mecanismo de sobrevivencia. Lo que nos lleva a considerar que tanto el miedo como
la agresividad pueden ser pensados más allá de ser “buenos” o “malos”.

Intersecciones de la agresividad y la violencia: ¿hay tipos de agresión?

Si es posible mirar la agresividad desde el punto de vista de los procesos por medio de
los cuales una persona se vuelve competente para la sociedad (la socialización), también
podemos poner atención a los distintos fenómenos y experiencias que son distintas, por
ejemplo, por las diferencias de clase, raza, género, condición socioeconómica,
discapacidad, etc.
En este sentido, la experiencia que provoca frustración y desencadena una conducta
agresiva, que quizá es después violenta, puede no ser desencadenante de la misma
forma en mujeres o en hombres, en niños o en adultos, en alguien de clase alta y alguien
de clase baja, etc.
Es así porque no todas las personas nos hemos socializado en relación con los mismos
recursos para vivir y manifestar tanto la frustración como la agresividad de la misma
manera. Y por la misma razón, el abordaje es también multidimensional y es importante
situarlo en el contexto relacional donde se genera

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