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Cómo sabemos que ha llegado el momento de separarse?

Muchas parejas tienen problemas con frecuencia y se acostumbran a vivir bajo el


conflicto por lo que a veces no distinguen entre una crisis o la verdadera necesidad de
separarse.
Podemos decir que una pareja deja de serlo cuando la relación empieza a convertirse en
amenazante e insatisfactoria, cuando se pierde la intimidad y el respeto por sí mismos;
comienzan a preocuparse por lo que falta en la pareja, centrándose en observar lo
negativo y las necesidades que no están cubiertas.
Cuando la pareja pierde el horizonte y siente que pierde razones para vivir con la otra
persona, se inicia ese proceso de deterioro del amor que para muchos concluye en la
ruptura.

Existen otros aspectos que nos indican que la relación está desgastada y que, en muchas
ocasiones, son la causa de una ruptura de pareja. Indicativos de que la relación de pareja
ya no es tal:

 Cuando los tres elementos de la pareja: el yo, el tú y el nosotros no participan de


una interacción dinámica y equilibrada. Cuando uno de ellos ahoga la
posibilidad del otro.

 Cuando el amor muere por falta de nutrientes. Las parejas se dejan llenar de
obligaciones y no encuentran la manera de alimentar sus expresiones amorosas.

 Una de las primeras manifestaciones del desamor es la pérdida de contactos


corporales. (contacto visual, dejar de mirarse con ternura, con aprobación, con
agrado, las caricias se vuelven mecánicas y obligatorias, los besos dejan de ser
profundos y se traducen en manifestaciones de saludo o despedida, las frases
amorosas pasan al olvido).
 La comunicación se vuelve confusa, agresiva, llena de suposiciones y malos
entendidos. Cada uno adopta una postura que le impide establecer una
expresión comunicacional sincera y abierta.

La mayoría de las parejas que terminan en separación no han logrado cumplir con las
expectativas ni de sí mismo, ni del otro. Es probable que hayan idealizado cómo debe
ser una pareja "perfecta" y han luchado inútilmente por obtenerla. Las parejas perfectas
no existen, existen seres humanos cuya forma de actuar, de sentir, de emocionarse, de
plantear la vida, es agradable para el otro; no tiene que ser igual al otro.

Cuando llega el desamor.

En otros casos, simplemente las parejas se desenamoran y se mantienen atrapados en


una relación insatisfactoria por miedo a cambiar su estilo de vida, perder sus rutinas,
por los hijos, la vivienda o tener que enfrentarse solos a las situaciones cotidianas
perdiendo la seguridad que proporciona una vida organizada, rutinaria y relativamente
estable. Aparece el miedo al cambio, a la soledad y a tomar decisiones.
Pero una vez que dan el paso, muchos descubren que pueden superar los cambios, e
incluso beneficiarse de ellos; que son perfectamente capaces de vivir solos y disfrutar de
la compañía de uno mismo; que la ventaja de tomar sus propias decisiones es que antes
de hacerlo te preguntas qué deseas y empiezas a escuchar tus deseos y necesidades, lo
que te lleva a complacerte en cada gesto del día a día.

Al final, con este tipo de decisiones no solo valoras y practicas tu libertad y autoestima
en esa búsqueda de tu felicidad sino que permites al otro que tenga la oportunidad de
ser feliz y de cubrir las necesidades y deseos que en pareja no veía satisfechos.

Si después de analizarlo mucho, llegáis a la conclusión de que no estáis atravesando la


crisis nº 1254, si sentís que vuestra relación ha llegado a este punto en el que no hay
ilusión por la relación y el solo pensamiento de estar juntos dentro de 10 años os ahoga,
quizá sea el momento de ser sinceros y generosos con vosotros mismos para devolveros
la vida que os estáis quitando.

Una ruptura no es el fin de la vida sino el comienzo de una nueva etapa en la que tenéis
la oportunidad de perseguir vuestras ilusiones.
Cuando la mejor opción es separarse
Escrito por Manuel Fernández Antón

© Depositphotos.com/Wavebreakmedia
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Los psicólogos que nos dedicamos a temas de pareja nos pasamos la vida intentando
que éstas no se rompan; la gente viene precisamente a eso a nuestras consultas.

Da la sensación de que es todo un fracaso personal y profesional que una pareja se


separe, cuando, en realidad, muchas veces es una decisión fantástica que libera a
los cónyuges de la pesada carga emocional que genera una relación tóxica.

Cuando la mejor opción es separarse


Desmitifiquémoslo: separarse no es malo; es de valientes. Ahora bien, quedan
excluidos de este grupo que se atreve a dar el paso aquellos que se pasan la vida
encadenando una relación con otra.

Quienes toman como hábito amoroso las relaciones pasionales que duran sólo unos
meses hacen de la separación su modelo de vida; la desvirtúan y la banalizan como
“especialistas en juntarse y separarse” que son.

No, los que verdaderamente tienen mérito al separarse son las parejas estables:
aquéllas en las que sí hay (o hubo en algún momento) un compromiso duradero; en
definitiva, una relación con mayúsculas.

Separarse está muy bien, sí, pero lo ideal sería que fuese la última opción
Tengamos en cuenta que si tras años de relación acabamos hartos de todo, del día a
día, de la monotonía, de la manera de ser del otro, etc., lo primero que nos va a venir
a la cabeza es mandarlo todo a la basura.

Pues bien, antes de dejarnos llevar por el impulso convendría hacer algunas cosas. Lo
primero es hablar, pero hablar bien. Transmitir al otro lo que nos frustra y animarle
a que haga lo mismo.

Una vez hablado todo (con eso no basta) hay que ponerse en la piel del otro, sentir lo
que ocurre dentro del corazoncito de nuestra pareja.
Este “ponerse en la piel del otro” sirve para que las palabras no se las lleve el viento:
se trata de la comunicación empática. No hay nada que una más a una pareja.

La otra cara de la moneda es que estas conversaciones empáticas han de convertirse


en un proyecto de cambio, en un pacto surgido de la negociación.

Esto puede llegar a ser harto complicado, sobre todo cuando no hay hábito de hacerlo
y la paciencia de los cónyuges está a la altura del betún.

Por eso aquí es cuando la figura del psicólogo de pareja se hace fundamental.
Éste ayuda a desbloquear el proceso, a que fluya entre ambos la capacidad de
hablar, empatiza y acordar.

Y cuando el momento llega…


Actúa. Para mantener una relación hay que tener un mínimo de ilusión; si no la hay, y
ya te digo que aunque sea en cantidad mínima nos sirve, lo mejor es poner distancia
de por medio.

Asimismo, lo ideal es que la separación, si uno no está completamente convencido de


ello, es que sea de carácter temporal. Digamos que nos despedimos con un “hasta
luego”.

Muchas veces esta fase transitoria ayuda a airear los malos humos acumulados con el
tiempo y a ver las cosas desde otro punto de vista.

Ojo: esto no siempre es posible, sobre todo para las parejas que son más del estilo “si
te vas no vuelvas”.

La separación transitoria pretende ayudar a que los cónyuges se den cuenta de si


quedaba algo de ilusión por recuperar la relación, o de si por el contrario se prefiere
poner punto final.

Si se opta por esto último no es el fin del mundo: con la adecuada actitud y el apoyo
psicológico necesario, lo que en apariencia es un fracaso relacional puede tornarse
en la mejor decisión de nuestra vida.

Separarse: una decisión


difícil

¿Por qué cuesta tanto tomar la decisión, decir


basta? Eso es lo que trataremos de develar en
esta nota.
Muchas veces la convivencia en pareja lleva a una situación donde el amor del
comienzo ya no existe. Ni siquiera la comunicación es buena. Sin embargo tomar la
decisión de separarse es lo más difícil para la mayoría de las personas. Muchos
sienten temor a la soledad, a tener que seguir su vida sin pareja, a quedarse solo de
por vida; y prefieren continuar viviendo las angustias cotidianas.

Muchas pueden ser las causas, pero la consecuencia es una sola: la soledad. El temor
a estar solo es el principal factor que incide directamente en el momento de
separarse o no. Todo lo que viene después del divorcio es nuevo para esa persona,
sobre todo si ocurre luego de un matrimonio de muchos años. Es el miedo a lo
desconocido.

Son pocos los momentos de la vida de un individuo que requiera de tantos cambios
como el pasaje de un estado donde uno vive en pareja a otro donde vive solo. Se
trata de pasar del estado de seguridad que brinda el vínculo a la incertidumbre que
trae la separación. La separación implica entrar en un espacio nuevo del que todavía
no conocemos las reglas.

Los miedos
Este lugar nuevo está habitada por miedos y peligros. Las amenazas -reales o
imaginarias- que acechan luego de la separación no siempre están relacionados con
problemas existenciales. A veces los miedos vienen de cosas concretas, cotidianas,
que pueden sentirse más que el miedo al sufrimiento, a la soledad. Algunos miedos
pueden pasar por los objetos materiales: los libros, los muebles, la casa, etc.
¿Qué va a pasar con todo eso luego de la separación?
¿Quién va a realizar las tareas del hogar ahora que ella o él se fue?
Como en todos los casos de la vida humana los miedos también hacen distinción de
sexos. Frente a la posibilidad de una separación, ellos les temen más a las tareas
domésticas, y ellas a cuestiones que tengan que ver más que nada con los
estereotipos de las funciones masculinas, como el manejo del dinero.
El problema de los hombres – según los psicólogos – es que no están preparados para
vivir solos. Siempre necesitan de la parte femenina para llevar adelante un hogar, así
como también la mujer necesita de un marido que aporte contención y sensación de
seguridad.
Lo peor lo sufren aquellas mujeres que estaban acostumbradas a que el marido
mantuviera la casa, mientras que ellas sólo se dedicaban a limpiar la casa, cuidar de
los hijos, hacer las compras, etc. Una vez separadas el cambio es aún más brusco,
por lo que el temor a arreglárselas por su cuenta es mayor.
El miedo económico es una de las mayores causas de repensar una separación. Estar
acostumbrado a una vida donde los gastos son compartidos o aportados por el
hombre, por otra donde todo lo tiene que pagar la mujer es muy complicado y pesa
mucho a la hora de tomar la decisión de separarse.
Luego de la separación existen aspectos de la vida cotidiana que van a cambiar
indefectiblemente, tanto para el hombre como para la mujer. En ambos casos se
tienen que hacer cargo de cosas que antes eran exclusividad del otro.
Otro temor muy grande es volver a amar. Muchas veces este temor también se
transforma en vergüenza. Y aumenta con la edad. Estar acostumbrado a un cuerpo o
a que una sola persona lo vea a uno desnudo, lleva a tener vergüenza de conocer a
otra persona y empezar todo de nuevo.
La reanudación de la experiencia sexual después de haber estado casado o en
pareja durante mucho tiempo es difícil porque al estar con una persona nueva hay
que habituarse a otros tiempos y costumbres, a otros hábitos. Tanto los hombres
como las mujeres tienen estos miedos. Y el tema del físico afecta más a medida que
se va envejeciendo, sobre todo en las mujeres que saben que cuando se separan las
cosas no son iguales que a los 20 años. No son iguales ni física, ni espiritual, ni
psicológicamente.

Siempre se puede volver a empezar

El miedo puede paralizar. Incluso en situaciones de infidelidad, el miedo puede ganar


la pulseada a la hora de tomar una decisión. Muchas personas viven con esa culpa en
su cabeza pero a su vez no quieren dejar a sus parejas sólo por temor a la soledad.
Así como la vida de todo ser humano se da por etapas, los divorcios también. Este
proceso traerá sentimientos de dolor, culpa, tristeza, enojo, bronca y sobre todo una
vivencia de desamparo. Por eso no hay que quemar etapas y aprender a convivir con
todo eso.
Las crisis de pareja son momentos en los cuales quedan en suspenso todos los
proyectos planeados y no existen nuevos tampoco. Es un tiempo donde las personas
entran en shock, extrañamiento, expectación, sorpresa, etc. La palabra crisis en
chino significa dos cosas: amenaza y oportunidad. De eso se trata toda crisis. Es una
amenaza para la pareja en la cual se depositaron tantas expectativas, pero también
es una oportunidad de cambio.
Por eso lo que se debe tratar es transformar esa amenaza en oportunidad. Una
oportunidad de comenzar algo nuevo, más saludable, que le dé esa felicidad que la
persona había perdido con su antigua pareja.
Obviamente que los miedos no se terminan de un día para el otro. Primero se debe
atravesar un camino doloroso, lleno de piedras, soportar los cambios, luchar contra
la fuerza de la costumbre. Cuando se está acostumbrado a un ritmo de vida es muy
difícil cambiar. Supuestamente, uno se separa para estar mejor, pero cuando llega el
momento todo se viene abajo. Hay cosas que se vuelven notorias, como no tener
nadie al lado a la hora de ciertas situaciones, no sentir la piel del otro en la cama, su
respiración, etc. Solo es cuestión de tiempo, de acostumbramiento, pero si
separarse sirve para cortar con algo sin retorno, estos síntomas se tienen que sentir.
Otro de los miedos muy comunes, sobre todo en los hombres, es el perder contacto
diario con los hijos. La gran mayoría de los chicos se quedan viviendo con sus madres,
y el perder la cotidaneidad, sobre todo sin son chiquitos, es muy doloroso para los
padres separados. También si la mujer o el hombre consiguen una pareja nueva y
ésta entra en contacto con los niños, se produce el temor a perderlos y que se
encariñen con esa nueva persona.
Separarse es algo complejo, pero si la situación no daba para más, es la mejor
manera de terminar con una vida de martirio, para tratar de empezar una nueva de
felicidad.
Tres señales que indican
que una pareja no va más
¿Será de un momento para otro? ¿Será un proceso desgastante?
Cómo advertir si se terminó el amor
6 de octubre de 2015
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Shutterstock 162
Cuando dos personas se casan "hasta que la muerte los separe" la
frustración o la culpa por no poder seguir adelante con ese
proyecto puede llevarlos a pasar de amar a soportar. Asimismo
quienes no pasaron por el registro civil o el altar pero deciden formar
una familia raramente se imaginan que tendrá fecha de vencimiento y
pueden "estirar" la agonía de esa relación hasta un punto que jamás
habrían pensado. Con todo el desgaste que eso ocasiona.
Es que eso de que cada pareja es un mundo aplica a todo. Y en
cuestiones de cómo ponerle fin a un vínculo nadie tiene la fórmula
perfecta.

¿Cuántas veces oímos a alguien decir que le "cayó la ficha" o que "se
terminó el amor"? ¿Es tan fácil diferenciar una crisis pasajera del final
de una relación? ¿Y si esa persona era el amor de su vida? En
cuestionamientos de este tipo suelen empantanarse quienes sienten
que algo ya no es como era, pero no se animan a dar el portazo e
insisten entolerar hasta lo intolerable.

Para despejar algunos interrogantes, el licenciado en Psicología


Sebastián Girona (MN 44140) advirtió: "Las señales para darnos
cuenta que una pareja no va más, pueden ser muchas y tener
diversas características pero la principal es la subjetividad: alguien se
podrá dar cuenta porque ya no es como antes y otra persona sentirá
que ya no aguanta más".

Más allá de la subjetividad, hay otros motivos a tener en cuenta, según


el especialista. Y enumeró tres señales claras.

-Pensar en separarse sin estar enojado: muchas veces durante una


pelea o inmediatamente después de ella, se piensa en terminar la
relación y ese pensamiento está dominado por la emoción.
Habitualmente, cuando la persona está tranquila esa idea desaparece.
Ahora, si alguien piensa en separarse aun cuando está tranquilo y
fuera de la situación "pelea", este puede ser un indicador importante.

-Maltratos: las diferentes formas de maltrato son un indicador


inmediato para pensar seriamente en alejarse. Maltrato físico,
psicológico, falta de respeto y agresión verbal, entran dentro de estas
causas.
-Desenganche emocional: cuando lo que le pasa al otro (lo bueno o
lo malo) ya no interesa es un indicador muy fuerte, ya que cuando esto
se da, los lazos afectivos están rotos y si se llega a este punto puede
ser poco lo que queda por hacer.

"¿Aguanto un poco más o lo echamos a suertes?"

Shutterstock
Así dice la canción más famosa del grupo español Ella baila sola y en
ella se pregunta precisamente qué hacer frente a la situación de notar
que el vínculo cambió y ya no es lo que era.

Cuando parece que todo da lo mismo es señal de que, al menos para


uno de los integrantes, la pareja está llegando a su fin.

En el caso de la canción, a la protagonista le cuesta enfrentar el


momento del corte y eso la llevaría a "estirar" la situación. "Lo sano
es poder asumir el problema que está atravesando el vínculo y
poder hacer algo con eso", recomendó Girona, quien agregó que
"para separarse hay tiempo, es decir que intentar casi siempre es una
opción. Habrá que ver cuántos intentos y sobre todo los indicadores
de cambio que se dan y que indican que esas tentativas van
generando algo".

¿Por qué? ¿Cómo? y ¿Para qué? son tres preguntas que cualquier
persona que quiera seguir intentando en una relación, se debería
realizar. Estas tres preguntas -explicó el especialista- tienen que ver
con la dimensión del tiempo. El porqué está en el pasado, el cómo
está en el presente y el para qué en el futuro. ¿Por qué seguir
intentando? Porque hay una historia en común, por todo lo que se
construyó, etc. ¿Cómo hacerlo? O sea, de qué manera se puede
seguir intentando, qué habría que cambiar (porque algún cambio
debería haber con respecto a lo que venía pasando). ¿Y para qué
cambiar? Se encuentra en el futuro porque todavía no se sabe si ese
intento va a servir para bien o para mal.

"Un párrafo aparte lo merecen todas aquellas personas que dicen no


separarse por sus hijos, porque son muy chicos y quieren esperar a
que crezcan. Es difícil estar bien con alguien con quien se está mal,
aunque sea por otros, y aunque esos otros sean los hijos. Y si lo
logran, ¿hasta cuándo lo podrán sostener?", analizó Girona, para
quien "es preferible una separación en paz que una pareja en guerra".

Las consecuencias para los integrantes de una pareja que se lleva mal
y extiende la relación son muchas, entre ellas estrés físico y
emocional, riesgo de enfermarse y mayores riesgos de depresión y
ansiedad. Y los hijos de estas parejas no están a salvo y también
pueden sufrir estrés, rechazo de los compañeros, riesgo de depresión,
problemas de comportamiento y eventualmente fracaso escolar.
Más allá de las consecuencias, es importante que una persona adulta
se haga cargo de sus decisiones y pueda pensar "yo me quedo
porque así lo elijo, porque creo que es lo mejor para mis hijos",
destacó.

El rol de la mujer

Todavía suena conocido, aunque por suerte cada vez menos, la idea
de que la mujer debe soportar todo. "Tolerante eterna sería la figura
para describir esta posición psicológica dentro de una pareja",
mencionó el especialista, quien consideró que "detrás de esto aparece
una mujer inferior al hombre, que debido a su inferioridad y a su
correspondiente dependencia debe 'bancarse todo' de él, aunque se
trate de maltrato, infidelidades, desprecio, desamor, etc".

Empoderarse es una palabra que últimamente suena mucho y siempre


aparece relacionada con la mujer. El motivo de esto es que en los
últimos años la mujer logró reposicionarse en la sociedad y comenzar
a ocupar un lugar diferente y por ende, un lugar menos dependiente.
Aunque todavía falta, la mujer está logrando dejar ese lugar y así
acortar la asimetría y las diferencias dentro de la pareja.

Enfrentar el final
Shutterstock 162
"Si la persona considera que ya probó lo suficiente y de distintas
formas, entonces puede ser el momento de enfrentar el final. Las
separaciones y los divorcios se multiplicaron y se convirtieron en
moneda corriente", señaló Girona.

Y si bien hace unos años divorciarse era mal visto por la sociedad y
hoy en día se organizan festejos de divorcio, los abogados ofrecen
ofertas del tipo "divórciese en una semana" y últimamente hasta se
puso de moda la ¡foto de los recién divorciados! (por supuesto si el
divorcio se hace en buenos términos), eso no quita que sea
un proceso doloroso y en general, muy difícil de transitar.

Aquí es donde entra en juego la capacidad que cada persona tenga


para atravesar mejor el proceso, y el especialista y enumeró algunos
consejos:
-Desarrollar la capacidad de aceptación: aceptar siempre implica un
duelo, en este caso sería un duelo por la pareja que no fue. Esto es un
proceso y, como todo buen proceso, implica tiempo y cambios.
Además, aceptar es una tarea dura que no está exenta de recaídas.

-Dimensionar las consecuencias: es importante tomar conciencia de


los riesgos que puede generar en la pareja y en los demás integrantes
de la familia, especialmente en los niños. Los padres tienen la
obligación de protegerlos y respaldarlos.

-Terapia de pareja: puede funcionar como un recurso para salvar el


vínculo y también puede servir para una separación civilizada.

La separación no es un proceso fácil para ninguna de las partes


implicadas. Tomar esta decisión y dar el paso tiene, normalmente,
como fin que todos estén mejor y encontrar un acuerdo de manera
amistosa. No siempre es posible pero hoy nuestra colaboradora y
abogada María Dolores de Cárdenas ha preparado un post sobre la
separación cuando se tienen buenoshijos. Hay que tener en cuenta,
como ella misma afirma, que “depende de cada familia y sus
circunstancias”. ¡Esperamos que el post os sirva de ayuda!

*Podéis seguirla en @CardenasLegal y en su web.

Cuando tomas la decisión de separarte, teniendo buenoshijos, se te


viene el mundo encima. A las Malasmadres (y a los buenospadres
también) lo que más les preocupa e inquieta es la situación en que
van a quedar los niños tras la ruptura de la convivencia. Por ello, lo
primero será plantearse de manera objetiva cuál es la mejor solución
para ellos. Cada familia es un mundo, y lo que vale para unos no sirve
para otros; nadie mejor que ambos progenitores (y, dependiendo de
su edad, también los buenoshijos) para saber y decidir la manera de
vivir y relacionarse entre sí después de la separación.
Los abogados tenemos la tarea de informar y orientar a las familias
sobre las posibilidades que nos ofrece la ley para regular estas
relaciones futuras. Lo más importante que hay que saber lo vamos a
dejar apuntado aquí, y se resume en lo siguiente:

 Qué tipos de procedimiento judicial existen.

 Qué opciones de custodia se pueden elegir.

 Qué responsabilidades económicas implica una separación de cara a


los menores.

1. Opciones de procedimiento

Los procesos en el juzgado no presentan diferencias importantes


dependiendo de si existe o no matrimonio. La primera pregunta que
nos debemos hacer es si la separación va a ser de mutuo
acuerdo o contenciosa(sabiendo que en ambos casos es necesario
tramitarlo ante el juzgado, con abogado y procurador). Siempre va a
ser preferible la primera opción, es decir, separarse de manera
amistosa, porque ello supondrá que serán los propios padres quienes
acuerden y decidan la custodia de los niños, el derecho de visitas y el
reparto de sus gastos. La vía contenciosa solo debería utilizarse si no
hay forma de llegar a un acuerdo, porque la comunicación sea
imposible o porque haya grandes diferencias de criterio entre los
miembros de la pareja sobre las medidas a adoptar; aquí será un juez
quien determine qué es lo mejor para los menores, oyendo la versión
de cada parte y también, si es preciso, a los buenoshijos.

2. Opciones de custodia

¿Con quién van a convivir los buenoshijos?

Esta es la pregunta clave. Cada vez más frecuente la decisión


(amistosa o judicial) de atribuir a ambos progenitores la custodia de
los menores por períodos de tiempo alternos – que no necesariamente
idénticos en duración -, lo que conocemos como custodia compartida.
Pero todavía son muchos quienes temen que este modelo sea
perjudicial para los niños y se cuestionan la estabilidad de los
buenoshijos si cada semana o cada dos semanas tienen que cambiar
de domicilio.
Sin embargo, por la experiencia que tenemos tras varios años de
recorrido en este tipo de solución, los abogados y quienes trabajamos
en estos procesos de ruptura nos hemos dado cuenta de que, a la
larga, si los progenitores mantienen un trato respetuoso y una
comunicación fluida y fructífera sobre los buenoshijos, esta es la mejor
solución no solo para los niños, sino también para todos los miembros
de la familia, nuclear y extensa: los menores no pierden contacto con
ninguno de sus abuelos, tíos, primos, etc., mantienen el apego por
igual con ambos progenitores y aprenden más fácilmente a respetar
las normas estén con quien estén.

Sin embargo, no siempre es posible ni deseable este tipo de custodia,


por distintas razones, decidiéndose en este caso por atribuirla
en exclusiva a uno de los dos progenitores. Esta solución implica que
los buenoshijos convivirán con su madre o con su padre, teniendo el
otro un derecho de visitas respecto de los menores. Estas visitas
deberán ser lo bastante amplias para garantizar el contacto habitual
con el progenitor no conviviente, y serán los Fiscales quienes, dentro
del proceso judicial garanticen unos mínimos, en atención a las
circunstancias de la familia: no será igual que ambos progenitores
convivan en la misma ciudad a que lo hagan a trescientos kilómetros
de distancia. Pero como regla general, hablaríamos de visitas los fines
de semana alternos, más uno o dos días entre semana (todas las
semanas), aparte de la mitad de todas las vacaciones escolares,
puentes y días festivos.

3. Responsabilidades económicas

Tanto si se opta por la custodia compartida como exclusiva,


necesariamente habrá que determinar qué cantidad aporta cada
progenitor para la manutención de los buenoshijos (la pensión de
alimentos). Pese a que existen en Internet unas tablas, estas tienen
carácter meramente orientador, ya que la cuantía de la pensión
dependerá de muchos factores: el nivel de vida de los menores, los
ingresos de los progenitores, los gastos que estos deban sufragar y
las posibles ayudas económicas de que dispongan.

Por último, en un proceso de ruptura tendremos que acordar quién se


queda con el uso de la vivienda familiar (con independencia de su
derecho de propiedad) y cómo se reparten los gastos
extraordinarios que generen los buenoshijos.
Como veis existen varias soluciones y muy distintas entre sí, de modo
que habrá que analizar bien las circunstancias de la familia para saber
qué es lo mejor en cada caso. Esto pasa, necesariamente, por
plantearse de manera honesta y realista qué conviene más a nuestros
buenoshijos, consultando con ellos y negociando, si es posible, con la
pareja.

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