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Existen otros aspectos que nos indican que la relación está desgastada y que, en muchas
ocasiones, son la causa de una ruptura de pareja. Indicativos de que la relación de pareja
ya no es tal:
Cuando el amor muere por falta de nutrientes. Las parejas se dejan llenar de
obligaciones y no encuentran la manera de alimentar sus expresiones amorosas.
La mayoría de las parejas que terminan en separación no han logrado cumplir con las
expectativas ni de sí mismo, ni del otro. Es probable que hayan idealizado cómo debe
ser una pareja "perfecta" y han luchado inútilmente por obtenerla. Las parejas perfectas
no existen, existen seres humanos cuya forma de actuar, de sentir, de emocionarse, de
plantear la vida, es agradable para el otro; no tiene que ser igual al otro.
Al final, con este tipo de decisiones no solo valoras y practicas tu libertad y autoestima
en esa búsqueda de tu felicidad sino que permites al otro que tenga la oportunidad de
ser feliz y de cubrir las necesidades y deseos que en pareja no veía satisfechos.
Una ruptura no es el fin de la vida sino el comienzo de una nueva etapa en la que tenéis
la oportunidad de perseguir vuestras ilusiones.
Cuando la mejor opción es separarse
Escrito por Manuel Fernández Antón
© Depositphotos.com/Wavebreakmedia
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Los psicólogos que nos dedicamos a temas de pareja nos pasamos la vida intentando
que éstas no se rompan; la gente viene precisamente a eso a nuestras consultas.
Quienes toman como hábito amoroso las relaciones pasionales que duran sólo unos
meses hacen de la separación su modelo de vida; la desvirtúan y la banalizan como
“especialistas en juntarse y separarse” que son.
No, los que verdaderamente tienen mérito al separarse son las parejas estables:
aquéllas en las que sí hay (o hubo en algún momento) un compromiso duradero; en
definitiva, una relación con mayúsculas.
Separarse está muy bien, sí, pero lo ideal sería que fuese la última opción
Tengamos en cuenta que si tras años de relación acabamos hartos de todo, del día a
día, de la monotonía, de la manera de ser del otro, etc., lo primero que nos va a venir
a la cabeza es mandarlo todo a la basura.
Pues bien, antes de dejarnos llevar por el impulso convendría hacer algunas cosas. Lo
primero es hablar, pero hablar bien. Transmitir al otro lo que nos frustra y animarle
a que haga lo mismo.
Una vez hablado todo (con eso no basta) hay que ponerse en la piel del otro, sentir lo
que ocurre dentro del corazoncito de nuestra pareja.
Este “ponerse en la piel del otro” sirve para que las palabras no se las lleve el viento:
se trata de la comunicación empática. No hay nada que una más a una pareja.
Esto puede llegar a ser harto complicado, sobre todo cuando no hay hábito de hacerlo
y la paciencia de los cónyuges está a la altura del betún.
Por eso aquí es cuando la figura del psicólogo de pareja se hace fundamental.
Éste ayuda a desbloquear el proceso, a que fluya entre ambos la capacidad de
hablar, empatiza y acordar.
Muchas veces esta fase transitoria ayuda a airear los malos humos acumulados con el
tiempo y a ver las cosas desde otro punto de vista.
Ojo: esto no siempre es posible, sobre todo para las parejas que son más del estilo “si
te vas no vuelvas”.
Si se opta por esto último no es el fin del mundo: con la adecuada actitud y el apoyo
psicológico necesario, lo que en apariencia es un fracaso relacional puede tornarse
en la mejor decisión de nuestra vida.
Muchas pueden ser las causas, pero la consecuencia es una sola: la soledad. El temor
a estar solo es el principal factor que incide directamente en el momento de
separarse o no. Todo lo que viene después del divorcio es nuevo para esa persona,
sobre todo si ocurre luego de un matrimonio de muchos años. Es el miedo a lo
desconocido.
Son pocos los momentos de la vida de un individuo que requiera de tantos cambios
como el pasaje de un estado donde uno vive en pareja a otro donde vive solo. Se
trata de pasar del estado de seguridad que brinda el vínculo a la incertidumbre que
trae la separación. La separación implica entrar en un espacio nuevo del que todavía
no conocemos las reglas.
Los miedos
Este lugar nuevo está habitada por miedos y peligros. Las amenazas -reales o
imaginarias- que acechan luego de la separación no siempre están relacionados con
problemas existenciales. A veces los miedos vienen de cosas concretas, cotidianas,
que pueden sentirse más que el miedo al sufrimiento, a la soledad. Algunos miedos
pueden pasar por los objetos materiales: los libros, los muebles, la casa, etc.
¿Qué va a pasar con todo eso luego de la separación?
¿Quién va a realizar las tareas del hogar ahora que ella o él se fue?
Como en todos los casos de la vida humana los miedos también hacen distinción de
sexos. Frente a la posibilidad de una separación, ellos les temen más a las tareas
domésticas, y ellas a cuestiones que tengan que ver más que nada con los
estereotipos de las funciones masculinas, como el manejo del dinero.
El problema de los hombres – según los psicólogos – es que no están preparados para
vivir solos. Siempre necesitan de la parte femenina para llevar adelante un hogar, así
como también la mujer necesita de un marido que aporte contención y sensación de
seguridad.
Lo peor lo sufren aquellas mujeres que estaban acostumbradas a que el marido
mantuviera la casa, mientras que ellas sólo se dedicaban a limpiar la casa, cuidar de
los hijos, hacer las compras, etc. Una vez separadas el cambio es aún más brusco,
por lo que el temor a arreglárselas por su cuenta es mayor.
El miedo económico es una de las mayores causas de repensar una separación. Estar
acostumbrado a una vida donde los gastos son compartidos o aportados por el
hombre, por otra donde todo lo tiene que pagar la mujer es muy complicado y pesa
mucho a la hora de tomar la decisión de separarse.
Luego de la separación existen aspectos de la vida cotidiana que van a cambiar
indefectiblemente, tanto para el hombre como para la mujer. En ambos casos se
tienen que hacer cargo de cosas que antes eran exclusividad del otro.
Otro temor muy grande es volver a amar. Muchas veces este temor también se
transforma en vergüenza. Y aumenta con la edad. Estar acostumbrado a un cuerpo o
a que una sola persona lo vea a uno desnudo, lleva a tener vergüenza de conocer a
otra persona y empezar todo de nuevo.
La reanudación de la experiencia sexual después de haber estado casado o en
pareja durante mucho tiempo es difícil porque al estar con una persona nueva hay
que habituarse a otros tiempos y costumbres, a otros hábitos. Tanto los hombres
como las mujeres tienen estos miedos. Y el tema del físico afecta más a medida que
se va envejeciendo, sobre todo en las mujeres que saben que cuando se separan las
cosas no son iguales que a los 20 años. No son iguales ni física, ni espiritual, ni
psicológicamente.
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Cuando dos personas se casan "hasta que la muerte los separe" la
frustración o la culpa por no poder seguir adelante con ese
proyecto puede llevarlos a pasar de amar a soportar. Asimismo
quienes no pasaron por el registro civil o el altar pero deciden formar
una familia raramente se imaginan que tendrá fecha de vencimiento y
pueden "estirar" la agonía de esa relación hasta un punto que jamás
habrían pensado. Con todo el desgaste que eso ocasiona.
Es que eso de que cada pareja es un mundo aplica a todo. Y en
cuestiones de cómo ponerle fin a un vínculo nadie tiene la fórmula
perfecta.
¿Cuántas veces oímos a alguien decir que le "cayó la ficha" o que "se
terminó el amor"? ¿Es tan fácil diferenciar una crisis pasajera del final
de una relación? ¿Y si esa persona era el amor de su vida? En
cuestionamientos de este tipo suelen empantanarse quienes sienten
que algo ya no es como era, pero no se animan a dar el portazo e
insisten entolerar hasta lo intolerable.
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Así dice la canción más famosa del grupo español Ella baila sola y en
ella se pregunta precisamente qué hacer frente a la situación de notar
que el vínculo cambió y ya no es lo que era.
¿Por qué? ¿Cómo? y ¿Para qué? son tres preguntas que cualquier
persona que quiera seguir intentando en una relación, se debería
realizar. Estas tres preguntas -explicó el especialista- tienen que ver
con la dimensión del tiempo. El porqué está en el pasado, el cómo
está en el presente y el para qué en el futuro. ¿Por qué seguir
intentando? Porque hay una historia en común, por todo lo que se
construyó, etc. ¿Cómo hacerlo? O sea, de qué manera se puede
seguir intentando, qué habría que cambiar (porque algún cambio
debería haber con respecto a lo que venía pasando). ¿Y para qué
cambiar? Se encuentra en el futuro porque todavía no se sabe si ese
intento va a servir para bien o para mal.
Las consecuencias para los integrantes de una pareja que se lleva mal
y extiende la relación son muchas, entre ellas estrés físico y
emocional, riesgo de enfermarse y mayores riesgos de depresión y
ansiedad. Y los hijos de estas parejas no están a salvo y también
pueden sufrir estrés, rechazo de los compañeros, riesgo de depresión,
problemas de comportamiento y eventualmente fracaso escolar.
Más allá de las consecuencias, es importante que una persona adulta
se haga cargo de sus decisiones y pueda pensar "yo me quedo
porque así lo elijo, porque creo que es lo mejor para mis hijos",
destacó.
El rol de la mujer
Todavía suena conocido, aunque por suerte cada vez menos, la idea
de que la mujer debe soportar todo. "Tolerante eterna sería la figura
para describir esta posición psicológica dentro de una pareja",
mencionó el especialista, quien consideró que "detrás de esto aparece
una mujer inferior al hombre, que debido a su inferioridad y a su
correspondiente dependencia debe 'bancarse todo' de él, aunque se
trate de maltrato, infidelidades, desprecio, desamor, etc".
Enfrentar el final
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"Si la persona considera que ya probó lo suficiente y de distintas
formas, entonces puede ser el momento de enfrentar el final. Las
separaciones y los divorcios se multiplicaron y se convirtieron en
moneda corriente", señaló Girona.
Y si bien hace unos años divorciarse era mal visto por la sociedad y
hoy en día se organizan festejos de divorcio, los abogados ofrecen
ofertas del tipo "divórciese en una semana" y últimamente hasta se
puso de moda la ¡foto de los recién divorciados! (por supuesto si el
divorcio se hace en buenos términos), eso no quita que sea
un proceso doloroso y en general, muy difícil de transitar.
1. Opciones de procedimiento
2. Opciones de custodia
3. Responsabilidades económicas