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Nota del estudiante para el maestro formador: Pese a que se nos pide la detección y

análisis de las claves teológicas que demuestran la unidad de los Evangelios estudiados, me
ha parecido oportuno seguir sus recomendaciones y lo aprendido de Ud. sobre la necesidad
de ubicarnos, al menos someramente, en el contexto situacional de los escritos a analizar.
Comprendo que, sin conocimiento de la «Posición en la vida» tanto de los textos como de
los autores, nos es imposible poder determinar cualquier clave, hito, perfil o elemento que
se quiera resaltar de allí. Por su oportuna instrucción y paciencia siempre, muy agradecido.
UNIDAD TEOLÓGICA DE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS
Para hacer una prudente lectura de conjunto de la tradición sinóptica, debemos tener claro
que esta tradición encierra un propósito definido: la intención de los tres evangelistas es
llevar sus oyentes que Jesús es el Cristo e Hijo de Dios, digno de nuestra fe. Obviamente
cada autor buscará llevar a cabo esta empresa según el tiempo, cultura, estilo escriturístico
y modos de argumentación necesarios para lograr triunfantes su misión al interior de la
comunidad a la que desean impactar.
Iniciando nuestro análisis por el más antiguo Evangelio de Marcos, quien al parecer era hijo
espiritual del apóstol Pedro y compilador de sus historias con el Señor. Versiones afirman
que era el Juan nacido en Jerusalén de Hechos 12:12, romanizado al punto de tener un
sobrenombre latino. Escribe en Roma, pues allí estaba asentada la comunidad a la que se
refería. Amplio conocedor de la cultura romana, escribe en el estilo literario para ellos. Su
propósito y fin al redactar su tratado, consiste en poder enseñar de modo más organizado en
medio de sus viajes misioneros a las diferentes regiones de Asia y sur de Europa, por lo
tanto, precisaba de un material de evangelismo, que idóneamente sería la historia de Jesús
escrita para que creyeran aquellas personas pertenecientes al Imperio. Y en dicho material,
escrito a manera de catequesis, la intención de san Marcos será mostrar a sus lectores,
puntualmente a su comunidad, cómo Jesús, pese a ser el Hijo de Dios hecho hombre, el
deseado de las naciones, el Heraldo del Padre, Rey de reyes y Señor de señores, a
diferencia de los emperadores, gobernadores, cónsules, magistrados, generales, centuriones
y demás autoridades tanto romanas como judías, viene a la Tierra como siervo, pequeño,
manso, humilde, débil (en apariencia) no a ser servido sino para servir. Y esto era necesario
de aclararse, pues existía una evidente confusión que dominaba en la comunidad a la que
escribe el evangelista, la cual esperaba en Jesús a un mesías guerrero, heroico, tanto en lo
oculto como en constante despliegue de su poderío sobrenatural contra las asechanzas de la
tiranía, pues le habían confesado como Señor, Ungido, Salvador, naturalmente con base en
lo que de Él dicen las profecías veterotestamentarias. (Rodríguez, Evangelio de Marcos,
2009, págs. 10 - 11)
De aquí parten los elementos más importantes para poder delimitar la cristología marcana
que es, a mi criterio, la clave teológica más trascendente, la cuestión más central de los tres
evangelios: Jesús como Heraldo y personificación (Autobasileia) de las buenas nuevas de
salvación que consigo promete la venida del Reino de Dios a los hombres, como ya se
mencionó antes. Es pues el evangelio de san Marcos, como recuerda también el padre
Rodríguez, el que transmite las Buenas Nuevas de una «epifanía oculta», pues es como en
verdad se ha manifestado y está reinando en tiempo presente nuestro Salvador. (Rodríguez,
Evangelio de Marcos, 2009, pág. 15).
Por otro lado, el enfoque y obsesión de Mateo, publicano judío, está mostrar y probar ante
los judíos que Jesús es y era el mesías prometido a la humanidad en la ley y los profetas. Se
refiere a un público que conoce la Sagrada Escritura (el Tanaj), que fueron criados en esta
cultura religiosa, que conocen a perfección los usos y costumbres del judaísmo, así como
las distintas formas de liturgia según las celebraciones solemnes. Mateo evangelista
pretende demostrar a su pueblo y comunidad, que toda esta tradición antes mencionada,
tiene el único propósito y máximo fin de anunciar a quien sería la substancia total, la
perfección de tal Pacto: Jesús de Nazaret. Por tal motivo, el autor describe cómo Jesús, en
su condición de Maestro, hace una pedagogía en la reinterpretación de la ley a la luz de
todos estos acontecimientos de los cuales Él es centro y protagonista, y que nos permiten
ver a todas luces que es Él y nadie más a quien estábamos esperando. En palabras del padre
Rodríguez Carmona:
[…] La Ley de Dios dada a Moisés era comienzo y promesa, que exigía una plenitud. Jesús
le ha dado tal plenitud, y consiguientemente la ha reinterpretado en función de ésta; los
rabinos, en cambio, siguen considerando e interpretando la Ley en su imperfección.
(Rodríguez, Evangelio de Mateo, 2009).

Sin embargo, no conviene olvidar de qué manera sucedía esta función y realidad de Jesús
como Mesías. Es aquí donde Mateo encuentra un importantísimo lugar de coincidencia
teológica con el argumento principal de san Marcos: la sujeción absoluta del Mesías como
siervo de Dios, a total servicio de los intereses de Su Reino, por lo que el escritor resaltará
como rasgo fundamental la condición del Maestro en cuanto Hijo, haciendo especial
hincapié en su relación de esencial unidad con el Padre en la que se destaca una actitud de
plena obediencia a los designios de Quien le envía. Pese a que, en todo caso, mantendrá un
estilo escriturístico demasiado hierático para describir la vida y obras de Jesús a diferencia
de Marcos, Mateo nos guía a la necesidad de ver esta profunda relación de obediencia de
manera tan íntima en la calidez con Dios Padre, a quien llama Papito (Abbá), lo que será
visto como un soberbio atrevimiento ante la gente de su entorno, cultura y época. Será,
pues, tal tipo de estrechez el soporte de su condición como Señor y Maestro, manteniendo
siempre clara, por la intimidad con su Abbá, su condición de Siervo, ejerciendo su
identidad de hijo en aquella debilidad aparente de la que también nos viene a comunicar
Mc.
En Evangelio de Lucas encontramos elementos teológicos muy interesantes, pues de
ninguna manera podemos ignorar las raíces en cuanto hombre de ciencia y conocimiento,
como lo era nuestro Médico amado.
Continuando con la preferencia cristológica, hemos de notar que en Lc. También
encontramos elementos que nos muestran la mesianidad de Jesús, acentuando un poco más
su carácter como salvador, aunque llama la atención el dato que nos da el padre Miguel
Ángel López cuando nos dice sobre la cristología del evangelio en cuestión:
Los títulos que Lucas va atribuyendo a Jesús a lo largo de la narración expresan una
cristología tardía, probablemente postpaulina. Si bien es fiel a la tradición, se nota que está
en pleno desarrollo la comprensión del misterio de Jesús como Cristo. (López, 2014)

Línea que me parece resaltar pues nos da una explicación sobre la imagen de Jesús que
tenía el evangelista, aspecto teológico central de su tratado, y que no debiera de extrañarnos
en cuanto conocemos que Lucas fue entrañable amigo y fiel colaborador de Pablo (Hch.
16:10 – 11; 20:6) y, según estos mismos relatos de los Hechos, podríamos confirmar que
era, aún más, su subalterno pues, al parecer, le encomienda el pastoreo de una comunidad
por él fundada: la Iglesia de Filipos. Y, también, un poco antes de este comentario,
debemos recordar qué intención tenía el autor con la redacción de sus tratados, la cual nos
aclara también el padre Miguel cuando nos dice que:
Lucas, procurando presentar un ideal que sea modelo y ejemplo para su cultura griega,
puntualiza y caracteriza bien los matices de la figura histórica de Jesús. En la presentación
de la figura de Jesús es en donde más se puede apreciar la sensibilidad griega de nuestro
autor. (López, 2014, pág. 78)

Los anteriores prenotandos sobre la construcción cristológica que podemos ver por el autor
del tercer evangelio, nos serán muy valiosos para comprender cuál será el énfasis del
mismo en cuanto que, si bien encontramos en él alusiones a la venida del Reino de Dios y
su importancia en el mensaje de Jesús como en Mt. y Mc., no será un elemento tan
protagónico como la cuestión sobre el carácter salvador del Mesías. No obstante, la
cuestión sobre el Reino sí será central, pero entendida desde la acción escatológica y
soteriológica de Jesús – Señor, pues es este el más diáfano significado de lo que el Reino de
Dios comporta dentro de sí para quienes venimos a Él según Lc. (Aguirre Monasterio, R.;
Rodríguez Carmona, A., 2012, pág. 420). En efecto, será Lucas el único evangelista que
utilizará esta referencia (soter) para definirnos a Jesús.
Por lo anterior y por muchas razones más, encontraremos que no sólo se notará la
sensibilidad griega de Lucas, sino la sensibilidad misma de nuestro Maestro como hombre
compasivo, aunque con cierta restricción al describir sus emociones, y cuya tarea será la de
venir en calidad de encarnación, así como en los anteriores evangelios, como
personificación absoluta del Reino celestial que se ha hecho carne y ha venido a morar
entre nosotros (autobasileia). En esta tarea, un elemento central será la metáfora del
camino, sendero que es trazado por el Padre como plan (economía) de salvación que tendrá
su cumplimiento en Jesucristo, como enviado y ungido de Dios, cuya obra estará
preferentemente dirigida a los más humildes, a los pobres, indefensos, a los marginados
(Lc. 4:18 – 21), dentro de los cuales se encontraban las mujeres para este período de la
historia (la pecadora 7:36 – 50; sus discípulas 8:1 – 3, la hemorroísa 8:43 – 48, etc.).
Hay una cuestión llamativa en este evangelio, y es la de las repetitivas aclaraciones con
respecto a las profecías del Antiguo Testamento que habrían de cumplirse en y con la
venida del Mesías. Los académicos han podido notar el insistente énfasis que hace el autor
en querer aclarar más allá de toda confusión la cuestión sobre de la ley y los profetas, pues
consciente de la ignorancia de Teófilo y los demás lectores gentiles que algún día bebieran
de esta fuente para el conocimiento de Jesús, el llamado Cristo, el autor haría las breves
pero necesarias explicaciones con las conocidas fórmulas de «como está escrito», «es
necesario que…». El evangelista será constante en querer dejarnos claro que Jesús es el
Cristo, el Ungido del Padre, en quien se cumplen todas las promesas del AT. pero no
solamente para la casa de Israel, sino para todo aquél que le reconozca como Mesías, Señor
y Salvador, como cumplimiento perfecto de las disposiciones salvíficas del Padre, desde su
ministerio terreno hasta su glorificación como Señor resucitado.

BIBLIOGRAFÍA

Aguirre Monasterio, R.; Rodríguez Carmona, A. (2012). Evangelios sinópticos y hechos de los
apóstoles. Navarra: Verbo Divino.

López, M. Á. (2014). El Evangelio de Lucas. Buenos Aires: Editorial Claretiana.

Rodríguez, A. (2009). Evangelio de Marcos. Sevilla: Desclée de Brouwer.

Rodríguez, A. (2009). Evangelio de Mateo. Sevilla: Desclée De Brouwer.

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