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Gunter Grass y otra narración producto de una investigación de Welzer, H; Moller S;

Tschuggnall, K en “Mi abuelo no era nazi".


¿Cómo aparece la experiencia del nazismo en estos relatos?
¿Qué aspectos de la Shoa y su transmisión te permiten abordar o cómo las pensarías
en las escenas aúlicas?

Hola a todos:

Con respecto a las preguntas guías para el análisis de los textos propuestos, se pueden marcar
dos posturas bien definidas en cuanto a la relación de la Historia y la memoria.

El fragmento de Gunter Grass nos habla de cómo transmite la historia el profesor Hösle a sus
alumnos relacionando presente y pasado como un “proceso histórico” a través de un “hecho
concreto” como la “Caída del muro”.

Muestra los problemas que surgen en la transmisión del pasado entre las viejas y las nuevas
generaciones y el equilibrio entre el deber de memoria y la necesidad de que los jóvenes
construyan sus relaciones con el pasado desde un presente forzosamente distinto al de los
mayores.

Cuando el profesor Hösle dice: “ningún niño podrá comprender bien el fin de la Época del
Muro si no sabe cuándo y dónde comenzó la injusticia, y qué fue lo que llevó en definitiva a la
partición de Alemania”, apela a la memoria o despliega una política de la memoria donde
estimula que los alumnos no solo recuerden, sino entiendan y comprendan en profundidad las
atrocidades se cometieron en la Shoá.

Con sus relatos (a pesar de la queja de su alumna) logró involucrar a sus alumnos que tuvieron
un aprendizaje significativo en cuanto a una educación hacia la tolerancia, hacia racismo y
discriminación, es decir hacia aspectos universales que conciernen a toda la humanidad. Esto
se refleja al final del texto, cuando la alumna expresa:

“Por eso, cuando hace unas semanas Yasir, un compañero kurdo, iba a ser expulsado a
Turquía con sus padres, tuvimos la idea de escribir una carta de protesta al alcalde. Todos
firmaron. Sin embargo, por consejo del señor Hösle, no dijimos nada en la carta de lo que les
pasó a los niños judíos del orfanato israelita de Wilhelmspflege. Ahora todos esperamos que
Yasir pueda quedarse.”

En cuando al segundo fragmento Welzer, H; Moller S; Tschuggnall, K en “Mi abuelo no era


nazi", se observa la internalización de “una historia” vista o entendida desde la negación de lo
que significó la SHOA. Es una educación postivista pero realizada con intencionalidad por parte
de actores involucrados directamente que no reconocen su culpabilidad. El NEGACIOSNISMO
en la educación en la máxima expresión que no lleva sin dudas a la ”indiferencia”, tal como lo
relata Simone Seidler.

Con respecto a “nuestra Aula” o como pensaría la transmisión de la Shoa, es imperativo


entender que si hay espacios en los que se puede establecer, a veces de manera conflictiva
lazos con el pasado, son las instituciones educativas.
Tenemos que entender y enseñar que la Shoa tiene un carácter
como un punto de inflexión en la historia universal. Único en su especificidad, es una imagen
que nos interpela y un espejo en el cual pensar los procesos sociales también únicos de
distintas partes del mundo. Tiene un carácter de universalidad, que influyó fenómenos y
propuso conceptos como: ideología totalitaria, estado moderno, mecanismos burocráticos de
dominio, sistemas bélicos sofisticados, campos de concentración

la educación -el instrumento democrático por excelencia- no


parece estar en condiciones de cumplir no solamente la tarea
básica de distribuir las habilidades, sino esa función de
continuidad social, cultural e institucional que cumple en
sociedades más o menos organizadas y modernas. Ahí se abre un
interrogante. Todavía no se ha discutido seriamente en el ámbito
educativo cómo tratar los últimos 40 años. Eso tampoco es fácil,
porque aún no hay un juicio histórico unificado sobre esos años.

El presente hoy es experimentado desde el instante y sin aquella carga temporal


que lo ubicaba como punto de pasaje entre el pasado y el futuro. Es precisamente
el andar ligero del presente y su conexión inmediata y a-histórica con el futuro lo
que hace proclamar el derrumbe de la historia.

Si pretendemos enlazarnos con las generaciones venideras y que éstas no nos volteen la cara,
debemos desplegar políticas de la memoria sostenidas sobre el Holocausto/Shoá pero también
sobre el terrorismo de Estado argentino y sobre tantos otros hechos –del pasado y del
presente- que nos interpelan y que, al igual que el poema de Primo Levi, reactualizan los
interrogantes acerca de qué es un hombre, y cuáles son las condiciones para que su vida se
despliegue con dignidad. Enseñar el Holocausto/Shoá es también un modo de llevar a la
escuela estas preguntas fundantes para toda comunidad que aspire a la memoria, la verdad y
la justicia.
En relación con esto, los textos hacen foco en la atención que debe prestarse a las
representaciones del Holocausto, transmisoras de sentidos específicos que tienen una gran
riqueza potencial, pero que requieren de estrategias precisas para materializarse en hechos
educativos.

Entre las certidumbres, se encuentra en primer lugar el hecho de que el Estado tiene un lugar
irrenunciable en el impulso y profundización de estas políticas, apoyando la acción de
organizaciones sociales y civiles e interactuando con ellas. Luego, la íntima relación entre la
memoria plural y diversa –pero con pisos éticos básicos- y la construcción de ciudadanos
respetuosos de los derechos humanos. Por último, el lugar clave que el Holocausto ocupa en
esta tarea, en tanto emblema de la masacre planificada y de las diversas respuestas que se le
pueden oponer; todas ellas analizables desde la perspectiva de la responsabilidad.

Elie Wiesel en cuanto a que nuestro lema debe ser “a pesar de la desesperación, la esperanza
debe existir. A pesar de las diferencias existentes en el mundo. Nuestro peor enemigo, el peor
peligro, es la indiferencia.”

Una de las cuestiones que discutimos mucho es que no hay que aprender la memoria de
memoria. Lo peor que podemos hacer es transmitir en la escuela para que aprendan de
memoria aquellos elementos que tienen que ver con la necesidad de comprensión de las
causas, de entender por qué los seres humanos o por qué ciertas sociedades son capaces de
cometer las atrocidades que, por ejemplo, se cometieron en la Shoá, y no sólo recordando sino
entendiendo, comprendiendo en profundidad, las razones económicas, sociales, y de todo tipo
que hicieron posible que ocurran estas cosas.

La Shoá nos presenta el desafío de la construcción de una memoria colectiva que incluya no
sólo aspectos judíos específicos sino también la educación hacia la tolerancia, la lucha contra
todo racismo y discriminación, es decir aspectos universales que conciernen a toda la
humanidad. La verdadera misión de la transmisión de un tema tan duro de comprender debe
ser la formación de ciudadanos alertas y dispuestos a defender activamente los derechos
humanos.

de un mundo globalizado en el cual se borra el pasado y se desdibujan las raíces de la


identidad colectiva nacional, globalizar implica, desdibujar la identidad étnica y nacional, ese
es el intento de la globalización. Pero las reacciones son muy dispares, muchas veces la
respuesta dialéctica es

es parte de esta instantaneidad de lo que Zygmunt Bauman, el excelente sociólogo polaco


denominó “La modernidad líquida”, un excelente libro publicado también en español hace
unos años. La liquidez de la modernidad implica que es difícil aferrarse a hechos concretos y la
tarea de forjar la memoria colectiva es una tarea sisífica, colosal, más aun piensen cuando
tratamos un tema como la Shoá, que implica la muerte masiva, planes morbosos y sádicos de
exterminio sistemático, la aplicación de nuevas tecnologías y de la modernidad, en el peor
sentido de la palabra, como ya Einstein, el famoso físico lo dijo cuando empezó a descubrir a
qué apuntaría el desarrollo de la bomba atómica, a los aspectos más negativos de la ciencia y
los logros del progreso científico, el nazismo es también esto, es la modernidad tecnológica en
su máxima expresión, pero es la oposición ideológica a la modernidad en sus raíces ideológicas
históricas

Una visión interdisciplinaria implicaría tomar en cuenta no solo la disciplina histórica, sino
también la sociología, la literatura, la psicología social y las demás disciplinas que pueden
aplicarse, no necesariamente hay que abarcar todo, pero por lo menos tratar de abarcar dos
disciplinas, el arte, las representaciones culturales y visuales, esto es mucho más atractivo para
los jóvenes de hoy, esto significa también tomar en cuenta quienes son nuestros educandos y
también esto produce una tarea más amena para nosotros como educadores, esta
diversificación. Es cierto, ello implica, estudiar más, conocer más, formarse más pero créanme
que el desafío vale la pena.

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