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Actividad 1.

Importancia y contextualización de la cultura política/opinión pública

Por el momento no es necesario distinguir entre los términos de cultura política y opinión pública.
De manera que, en esta actividad podemos tratarlos de manera indiferenciada.

1- ¿Cuál es la importancia del estudio de la cultura política y la opinión pública para la formación
de las sociedades?

La respuesta a esta pregunta puede abordarse desde la posición que tengamos sobre la política
misma. Es decir, ¿cuál es la importancia de la política para la formación de las sociedades? En la
medida que todo comportamiento político (participación en un órgano legislativo o ejecutivo,
participación partidista, acción colectiva contenciosa, voto, opinión en un sondeo, etc.), implica una
opinión grupal frente a determinado asunto y, también, una cultura política de fondo, la respuesta
puede abordarse desde la cuestión de la importancia de la política misma. Y dicha importancia
variará de acuerdo a las concepciones de la política que tengamos.

Por ejemplo, en el marco de la polis griega, la cultura política era sumamente importante para el
mantenimiento del cuerpo político, ya que la sociedad misma no podía mantenerse sin la
participación en el ágora: uno es libre en la medida que el cuerpo político lo era (muy diferente a lo
que ocurre en la modernidad en la que uno puede ser libre en la medida que no “interfieran” en la
ámbito privado respectivo). Incluso, podría decirse que la misma participación política explicaba la
polis, en tanto todo lo que estuviera afuera de ella no era considerado humano (bárbaro o animal,
o lo sagrado como el mundo de los dioses). Pocas expresiones son tan significativas como la de
“cultura política”: tanto la cultura (aquello que cultivamos día a día y transmitimos de generación
en generación), como la política (el dialogo racional en el ámbito público), es lo que nos permite
salir, dejar de ser esclavos del mundo natural (el ciclo vida-muerte de una persona, las necesidades
vitales en el ámbito privado, las pasiones, etc.). En estricto sentido, no puede hablarse de
“formación” de la sociedad en la antigüedad, ya que ellas estaban dadas por “naturaleza” (el “zoom
politikon” de Aristóteles como animal político por naturaleza), si no tan solo de “mantenimiento”
en un orden ya dado.

Ya en la Modernidad, la cultura política/opinión pública van a ser muy importantes. Desde una
perspectiva liberal/republicana, es la propia cultura política/opinión publica la que posibilita el
debilitamiento del mundo antiguo (antiguo régimen) en favor de una sociedad moderna basada en
los derechos naturales de las personas, la soberanía del pueblo, la autodeterminación de los
pueblos. De hecho, esta opinión publica no puede ser pensada sin los derechos fundamentales que
por el momento se van reconociendo: “libertad de expresión, opinión y pensamiento”; “libertad de
sufragio”, “libertad de asociación” en organizaciones políticas, “libertad de reunión”. En este
sentido, Habermas argumenta que la “opinión pública” fue fundamental para las modernas
sociedades, y comenzó a darse en “salones de café”, “clubes” y otros ámbitos de la sociedad civil.
Tilly enfatiza de alguna manera en la “acción contenciosa” de tal movimiento: la formación de las
sociedades modernas se debe a la acción colectiva de determinados movimientos tendentes a
generar algún daño sobre las clases privilegiadas (distribución de panfletos, mítines, sátiras de
alguna situación o personaje público, etc.).

Si nos situamos en una perspectiva “crítica”, en el sentido de la tradición marxista, la cp/op es


también sumamente importante, pero ya no de modo directo, sino “indirecto”, por envolverse en
el ámbito “ideológico”. Por ámbito “ideológico” entendemos a todo aquello que “enmascara”,
“ocluye”, “naturaliza” algo que está ocurriendo de forma indeseada. Ese algo se produce en un
terreno material/económico que “determina” la cultura política y la opinión pública de los agentes
sociales. Es decir, aquí el ámbito determinante no sería la cp/op, sino el ámbito de los medios y
relaciones de producción. La cp/op, por ejemplo, la creencia en que uno tiene derechos, la libertad
de contrato, etc., serían ilusiones que legitiman un conflicto más estructural.

Si no ubicamos en una postura como la de Berstein (uno de las lecturas de la actividad), la cultura
política tiene igualmente un rol determinante en la formación de las sociedades, ya que engloba
una serie de registros (pensamientos filosóficos, lecturas sobre el pasado, formas de organización
de las mismas instituciones públicas, una concepción de la sociedad ideal, ritos, gestos y símbolos),
que se generan para afrontar acontecimientos muy importantes (como una revolución, o una
guerra), y que por lo tanto subsisten e incluso se afianzan frente a otros acontecimientos de menor
importancia política. Es decir, son “horizontes de sentido” que se generan para dar respuesta a
algunos acontecimientos traumáticos. Por lo tanto, no dependen únicamente de una
argumentación racional ni son relativamente cambiantes, si no que están insertos en la propia
existencia (posiblemente, a lo largo de la vida, no cambiemos de “cultura política”). El autor prefiere
hablar, aquí, de “lo político”, como algo más profundo que la racionalidad política basada en la
argumentación habermasiana, ya que cala en el cuerpo (vivencias, experiencias). No obstante, este
nivel más profundo no sería el marxista, referido a lo material/económico.
2- ¿Cuáles son los orígenes socio-políticos de estos estudios?

Esta pregunta busca indagar los contextos históricos de los grandes estudios en cp/op. Como se ha
mencionado más arriba, tenemos un “contexto amplio” referido a la modernidad, en el cuál la cp/op
es un importante índice y, al mismo tiempo, factor, de los movimientos de limitación y
cuestionamiento del accionar de las monarquías. De esto ya se ha hablado más arriba.

Más allá de eso, puede sostenerse que los grandes estudios de cp/op se dieron en el siglo XX,
principalmente a mediados de este siglo. Propongo, entonces, analizar estos estudios bajo el
“esquema de las tres D”. Un reconocido politólogo sostiene que el contexto teórico de posguerra
en América Latina y otras latitudes, puede subdividirse en tres grandes contextos, los cuales puede
resumirse en categorías principales. En primer lugar, durante el periodo de posguerra y hasta la
década del ´60, predominaron los estudios de en torno a la noción de “desarrollo”, cuya teoría
subyacente era la gran teoría de la modernización weberiana: las sociedades atraviesan procesos
culturales evolutivos (secularización, urbanización, industrialización, etc.), lo cual supone distintas
culturas políticas de acuerdo a la etapa en el país se encuentre. En segundo lugar, durante las
décadas de los ’60 y ’70 se produce una amplia difusión de los estudios en torno a la noción de
“dependencia”, fuertemente críticos de los enfoques anteriores por no captar que tales procesos
implican regiones cada vez más ricas, al mismo tiempo que otras cada vez más pobres (regiones
centrales, regiones periféricas, etc.). En tercer lugar, y a partir de la década del ’80, estudios
referidos a procesos de “democratización”, que implicaba investigaciones referidas a las culturas
políticas necesarias para favorecer el paso de regímenes dictatoriales, ya regímenes democráticos
(estudios de “transición a la democracia”, estudios sobre sociedad civil y movimientos sociales, etc.).
Hasta allí el esquema propuesto.

Si pudiésemos identificar el último periodo mencionado con una coyuntura de “crítica” de las
dictaduras, los fascismos y las ideologías, podríamos agregar un momento más al esquema, un
contexto “poscrítico”. Es en este contexto donde se ubica, por ejemplo, el estudio de que tenemos
para leer sobre cultura política, de Berstein. Al poner énfasis en “lo político”, se aleja de los estudios
institucionalistas del periodo de “democratización”, enfocados en “la política” como subsistema. Al
hacer hincapié en lo discursivo y las construcciones simbólicas, el autor se aleja del determinismo
marxista. Respecto a los estudios de cultura política del periodo de posguerra, cuyo mayor
representante es el estudio de Almond y Verba, Berstein afirma que estos se han equivocado en dos
puntos: a- postular una continuidad histórica en la que se ponen como los valores más desarrollados
o finales, las experiencias de ciertos países europeos y americanos; b- postular que existe una
cultura política nacional, por país, y que ello permite ubicar a cada país en un grado de desarrollo.
Contra esto, el autor afirma que existe una pluralidad de culturas políticas en cada país.

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