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ABUNDAR EN NUESTRA CUENTA, NUESTRO TESORO.


Filipenses 03
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo
llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;
19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza;
que sólo piensan en lo terrenal.
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al
Señor Jesucristo;
21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas

--Filipenses 04: 17 No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra
cuenta.

1.-TENEMOS UNA CUENTA EN LOS CIELOS

-Cuenta en la que tenemos deuda


-Cuenta en la vamos acumulando tesoros (galardón, premio, recompensa)

--Sólo aquí se desarrolla una adecuación a la ley que domina toda la vida, debido a la cual
«el justo tiene que esperar la recompensa, y el impío el castigo» «Tarde o temprano el
malvado la paga, el linaje de los honrados recibirá su recompensa adecuada»

--Prov 11:18, 21, 30-31


18 El impío hace obra falsa;
Mas el que siembra justicia tendrá galardón firme.
21 Tarde o temprano, el malo será castigado;
Mas la descendencia de los justos será librada.
30 El fruto del justo es árbol de vida;
Y el que gana almas es sabio.
31 Ciertamente el justo será recompensado en la tierra;
¡Cuánto más el impío y el pecador!

---Es notable observar hasta qué punto se diferencia la recompensa divina de nuestros conceptos
humanos de dicha recompensa: Dios es un Señor soberano sobre sus siervos —-comparable
en esto a un rey oriental— el cual recompensa sin verse en modo alguno determinado u obligado
por la labor realizada. Su don es un regalo regio. El sobrepuja con mucho en su valor cualquier
servicio prestado por sus súbditos.

--Se recibe de Dios la recompensa incluso no como pago por el propio mérito, ni como retribución
por una acción que corresponde a la misma en su valor, sino —esto sólo es comprensible
teniendo en cuenta el fondo de las relaciones sociales de la antigüedad— como regalo de la
generosidad real.
2

--2da. de Pedro 02
12 Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales,
nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición,
13 recibiendo el galardón (pago) de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de
deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aún mientras comen con
vosotros, se recrean en sus errores.

--2:12 El versículo es paralelo a Judas versículo 10,( 10 Pero éstos blasfeman de cuantas
cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales
irracionales.) y describe el encuentro de Miguel con Satanás. Tanto en 2da. de Pedro como en
Judas versículo 10 describe cómo los falsos maestros dividieron la autoridad y el poder
angelical:

1. Actuaban como animales irracionales


2. Son criaturas con instintos animales

--Lo que saben -y cómo actúan- los lleva a la destrucción


--2:13 "y recibirán el justo pago por sus injusticias…" que significa "mal trato";
- "…a las pasiones desenfrenadas en pleno día “Hacen ostentación de sus acciones para
que todos las vean. Esta y la última frase del versículo 12 repiten lo mismo.
--El segundo término es un sinónimo. Se usa como una metáfora para "manchas" o "borrones”;
ambos se refieren a falsos maestros inmorales que han atacado sexualmente a los
creyentes en la fiesta cristiana del amor -la comida de la cena del Señor-. La comida referida
era llamada "la fiesta del amor, la eucaristía comunitaria de los creyentes.

2. En Rom 2:5, en donde Pablo dice que los hombres van almacenando castigos para el
día del castigo.

--Romanos 02
1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que
juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.
2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.
3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú
escaparás del juicio de Dios?
4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su
benignidad te guía al arrepentimiento?
5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de
la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a
la injusticia;
9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y
también el griego,
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al
griego;
11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
3

2.-TENIAMOS UNA CUENTA ADVERSA:


Isaías
Capítulo 01
18 Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana.

3.-JESUS PAGÓ NUESTRA CUENTA Y NUESTRA MORADA TIENE COSTO CERO PARA
NOSOTROS.

Colosenses 02
13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio
vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,
14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz.
--CASO DE VIVIENDA COSTO CERO

4.- CONTIENE UN ARCHIVO DE LOS SANTOS

Lucas 10:20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que
vuestros nombres están escritos en los cielos.
“Mas no os gocéis de esto, que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros
nombres están escritos en los cielos” (v. 20).

--Tener sus nombres escritos en el cielo les da mucho más privilegio que el que les da su recién
encontrado poder sobre demonios. Los discípulos han sido ciudadanos de una pequeña nación
ocupada – obligados a pagar tributos a los romanos – obligados a cargar las penas del soldado
romano de milla a milla – requeridos a obedecer al gobernador romano. Ahora son ciudadanos
del reino de Dios. Su poder sobre demonios sí es causa para regocijo, pero su ciudadanía en
el reino es el mayor regalo.

--Versículo 20: “Sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”
Jesús sabía que las emociones humanas son fluctuantes dependiendo de las circunstancias. Es
fácil estar super animado una semana, cuando todo va bien, y muy desanimado la siguiente
cuando sus planes y expectativas se despedazan. Usted necesita una base más segura para su
motivación. Regocíjese de que su nombre está escrito en el cielo. La fuente de su estabilidad
y regocijo constante está en su relación inclaudicable, inamovible y eterna con Cristo, sea cual
fuere el resultado.

5.-NUESTROS NOMBRES ESTAN INSCRITOS EN EL CIELO; EN EL LIBRO DE LA VIDA


(FILIPENSES 4:3) (APOCALIPSIS 22:19; 20:12-13; 21:27; 3:5)
Filipenses 04
3 Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron
juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos,
cuyos nombres están en el libro de la vida.
4

Apocalipsis 20
12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro
libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que
estaban escritas en los libros, según sus obras.
15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Apocalipsis 21
27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente
los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Apocalipsis 03
5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.

6.- TENEMOS UNA MORADA, UN HOGAR CELESTIAL (JUAN 14:1-2; 2 COR 5:1)
Juan 14
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy,
pues, a preparar lugar para vosotros.

2da. a los Corintios 05


1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de
Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

Mt. 6:20 Un lugar seguro para los tesoros


20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no
minan ni hurtan.

Jn 14:2 Lugar para todos los creyentes


2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues,
a preparar lugar para vosotros.

Hch 7:55 el Cristo glorificado entró en él (Hch 7:56


55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a
Jesús que estaba a la diestra de Dios,

2Cor 5:1 construido por la mano de Dios (Heb 11:10)


10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Ap 7:9 los redimidos de todas las naciones reunidos en


9 Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones
y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos
de ropas blancas, y con palmas en las manos;

Ap 22:14 la obediencia, condición para entrar


14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar
por las puertas en la ciudad.
5

7.- CIUDADANIA CELESTIAL (FILIPENSES 3:20; EFESIOS 2:13-14)


Filipenses
Capítulo 03
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al
Señor Jesucristo;

Efesios
Capítulo 02
13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos
cercanos por la sangre de Cristo.
19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y
miembros de la familia de Dios,

8.- ¿COMO AUMENTAMOS NUESTRA CUENTA?

8.1.- DEPOSITAMOS EN OTRO (2 TIMOTEO 1:12)


2da. a Timoteo 01
12 Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído,
y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

8.2.- GUARDANDO EL DEPOSITO (DOCTRINA) 2 TIMOTEO 1:14)


2da. a Timoteo 01
14 Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.

8.3.- SIGUIENDO A JESUS (MATEO 19:21)


Mateo 19
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven y sígueme.

Marcos 10
21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes,
y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

Lucas 18
22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres,
y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

8.4.- TENIENDO DEVOCION (FIDELIDAD) A DIOS; TEMIENDO A JEHOVA (ISAIAS 33:69


Isaías 33
6 Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación; el temor de
Jehová será su tesoro.
--En Is 33,6, al temor de Yahvé se le llama tesoro de Sión y, según Is 45:3(3 y te daré los
tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel,
que te pongo nombre), los «tesoros escondidos» que Dios quiere repartir deben llevar a un
recto conocimiento de Yahvé, el Dios de Israel. El hombre debe buscar el temor del Señor
y el conocimiento de Dios como un tesoro escondido en la tierra
6

Prov 2:4 1 Hijo mío, si recibieres mis palabras,


Y mis mandamientos guardares dentro de ti,
2 Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría;
Si inclinares tu corazón a la prudencia,
3 Si clamares a la inteligencia,
Y a la prudencia dieres tu voz;
4 Si como a la plata la buscares,
Y la escudriñares como a tesoros,
5 Entonces entenderás el temor de Jehová,
Y hallarás el conocimiento de Dios.

8.5.- PARA AUMENTAR NUESTRA CUENTA, ESTAMOS VIVIENDO EL ULTIMO PLAZO


(Tiempos finales: Cristo ya viene)
Pablo desarrolla la concepción positiva de la ganancia en Flp 1, 21 (21 Porque para mí el vivir
es Cristo, y el morir es ganancia). El recuerda sus propios precedentes heredados o
conseguidos con esfuerzo, su circuncisión, su pertenencia al pueblo elegido, su conducta y su
fidelidad a la ley. Los precedentes históricos y morales de ese tipo fueron para él «ganancia»
(kérdos] y por Cristo se le convirtieron en «pérdida» (zémía) porque obedecen a la ley de la gloria
y del trabajo o mérito y no proporcionan «la rectitud que Dios concede» (Flp 3:9 y ser hallado en
él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la
justicia que es de Dios por la fe; ). Por eso Pablo considera las ganancias humanas como
«basura» para ganar a Cristo y ser incorporado a él. La ganancia de Cristo es su última meta; así
el morir es «ganancia» (Flp 1:21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia);
pues él va a terminar la vida con el martirio y a entrar en la vida con Cristo. El llegar a Cristo y
estar con él es ganancia.

c) Es notable observar hasta qué punto se diferencia la recompensa divina de nuestros conceptos
humanos de dicha recompensa: Dios es un Señor soberano sobre sus siervos —-comparable en
esto a un rey oriental— el cual recompensa sin verse en modo alguno determinado u obligado
por la labor realizada. Su don es un regalo regio-majestuoso. El sobrepuja (excede) con mucho
en su valor cualquier servicio prestado por sus súbditos. Se recibe de Dios la recompensa incluso
no como pago por el propio mérito, ni como retribución por una acción que corresponde a la
misma en su valor, sino —esto sólo es comprensible teniendo en cuenta el fondo de las relaciones
sociales de la antigüedad— como regalo de la generosidad real.

8.6.- DIOS RECOMPENSA POR ENCIMA DE TODO MÉRITO


(cf. Lc 19:17-19), sino que la recompensa es, sin más, independiente de lo que realiza el
trabajador. Esa recompensa se funda únicamente en «que yo soy bueno» (Mt 20:15b15 ¿No
me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?).

--Ante la exigencia incondicionada de obediencia debe enmudecer toda pretensión de mérito


(cf. la parábola del criado que trabaja de labrador o de pastor:
Lc 17:7 ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del
campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido;
y después de esto, come y bebe tú?
9 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
7

10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid:
Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.).

8.7.- HASTA EL MÁS PEQUEÑO SERVICIO EN EL REINO DE DIOS RECIBIRÁ SU


RECOMPENSA
(Mt 10:42Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente,
por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.).

8.8.- NUESTRAS OBRAS, EN SÍ MISMAS, O SEA, TOMADAS AISLADAMENTE, NO TIENEN


VALOR «MORAL», NI APARECEN COMO REALIZACIONES QUE SE PESAN
INDIVIDUALMENTE ANTE EL JUICIO, SINO QUE SON PARTES INTEGRANTES DE LA FE Y
DE LA CONFESIÓN DE CRISTO
Como tales, se les otorga la recompensa. Pero tampoco ésta consiste en una valoración desde
un punto de vista cuantitativo, sino que es esencialmente la aprobación plena de Dios como del
juez escatológico respecto a nosotros (Mt 10: 32 A cualquiera, pues, que me confiese delante
de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.).

--Esta lleva consigo la salvación plena, la vida eterna (Mc 8:36 Porque ¿qué aprovechará al
hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?). Dios recompensa «con el ciento por
uno» en este tiempo y en la edad futura con vida eterna (Mc 10:29 Respondió Jesús y dijo: De
cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre,
o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas,
madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. ). Jesús
rompe con las ideas calculadoras del judaismo y sitúa el concepto de recompensa bajo el signo
del reino de Dios que viene.

--El que permanece al servicio de Dios no puede presentar ninguna reivindicación, sino que recibe
como un regalo libre de parte de Dios la vida eterna.

CONCLUSION
--¿Cómo ESTA NUESTRA CUENTA?
--¿Dónde ESTAMOS ACUMULANDO TESOROS?
8

-Filipenses 4:18 Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de
Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.

-Filipenses 4:19 Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en
Cristo Jesús.

TESORO:

CIUDADANIA CELESTIAL:

Los Salmos
Capítulo 43
3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán;
Me conducirán a tu santo monte,
Y a tus moradas.

Ejemplo: crédito hipotecario


¿Qué es el crédito hipotecario?
9

¿Qué es un Crédito Hipotecario? Es un préstamo a mediano o largo plazo que se otorga para la
compra, ampliación, reparación o construcción de una vivienda. ... La propiedad adquirida queda
en garantía o "hipotecada" a favor del Banco para asegurar el cumplimiento del crédito.
Hipoteca
La hipoteca es un derecho real de garantía, que se constituye para asegurar el cumplimiento de
una obligación (normalmente de pago de un crédito o préstamo), que confiere a su titular un
derecho de realización de valor de un bien, (generalmente inmueble) el cual, aunque gravado,
permanece en poder de su propietario, pudiendo el acreedor hipotecario, en caso de que
la deuda garantizada no sea satisfecha en el plazo pactado, promover la venta forzosa del bien
gravado con la hipoteca, cualquiera que sea su titular en ese momento (reipersecutoriedad) para,
con su importe, hacerse pago del crédito debido, hasta donde alcance el importe obtenido con la
venta forzosa promovida para la realización de los bienes hipotecados.
Requisitos para obtener un Crédito Hipotecario
A la hora de solicitar un crédito hipotecario las instituciones financieras cuentan con ciertos
requisitos clave para optar al préstamo.
Un crédito hipotecario es un préstamo de dinero importante, que se extiende durante casi toda tu
vida, motivo por el cual algunos bancos son más exigentes que otros en cuanto a los requisitos.
Por eso es clave revisar en cada banco cuáles son sus condiciones.
Si estás buscando un lugar para comparar los requerimientos de las distintas ofertas de créditos
hipotecarios de los bancos en Chile, te contamos que ya estás en él. En ComparaOnline podrás
revisar toda la información sobre créditos hipotecarios.
En líneas generales los papeles que el banco o la institución financiera te va a pedir como
requisitos mínimos son:
– Documento de identidad.
– Un comprobante de servicio a nombre del solicitante.
– Libreta de matrimonio, la sentencia de divorcio o de separación y el acta de convivencia,
dependiendo del estado civil.
– Certificado de nacimiento de los hijos en común si los hubiere.
– Últimas 3 liquidaciones de sueldo y certificado de empleo con membrete de la empresa
para trabajadores dependientes.
– Última declaración de impuestos y régimen de ganancias notariado para trabajadores
independientes.
Ten en cuenta que el banco realizará una tasación de la propiedad que quieres comprar y que, a
partir de ese momento, puede solicitar documentos extras, referentes a la propiedad o de otra
índole.
Sin embargo, cumpliendo con esa documentación y requisitos base para la solicitud de tu crédito
hipotecario, ya habrás dado un gran paso para cumplir tu sueño de la casa o el departamento
propio.
No todas las personas pueden obtener un Crédito Hipotecario. Si quieres saber si estás entre
el grupo de los afortunados, no te pierdas esta guía.
1- Tener dinero ahorrado
Los bancos ya no prestan el 100% del valor de la propiedad, sino que pueden otorgarte
mayormente hasta el 80% de lo que cuesta la casa. En algunos casos excepcionales hasta el
90%, si es que tienes un sueldo alto. Por lo tanto, si quieres empezar a recorrer el camino de
los créditos hipotecarios, necesitarás primero tener un pie importante.
2- Contar con el 25% de tu sueldo para pagar
Los dividendos en la actualidad son del 25%, por lo tanto, si ganas 1 millón de pesos, deberás
contar con que 250 mil pesos son para pagar las cuotas.
10

3- Mejor tener un sueldo fijo


Si por el contrario, trabajas de manera independiente y tu sueldo es variable, depurarán tus
ganancias mensuales en un 20% o 30% para así obtener un monto asegurado por mes. Al ser
los bancos tan rigurosos con los sueldos variables, se benefician quienes trabajan en relación de
dependencia y tienen ganancias fijas.
4- Tener un sueldo alto
Lamentablemente, los bancos no prestan dinero a quienes ganan poco mes a mes. Hay algunas
entidades financieras que llegan a un tope de 2.000 UF (Unidad de Fomento: es la unidad de
cuenta que se usa en Chile y que se reajusta según la inflación), dejando fuera de carrera a los
que tienen ingresos más bajos.
5- Tener antigüedad laboral igual o mayor a un año
Uno de los requisitos para acceder a tu crédito es que tengas una antigüedad mayor a doce
meses en tu trabajo, de corrido y sin ceses laborales.
6- Tasar correctamente la vivienda
Los bancos son recelosos con este tema y pueden llegar a cuestionar la tasación de la vivienda
en cuestión, pues es la garantía del crédito.
7- No estar en el DICOM
Este es un requisito excluyente, porque si estás en el listado de morosos del DICOM (empresa
privada que se encarga de enlistar a los deudores) no podrás acceder a un crédito.
Si cumples con todos estos requisitos, ya puedes ir comparando tasas de créditos
hipotecarios y empezando los trámites en donde más te convenga.

Comprar una vivienda


Fondo Solidario de Elección de Vivienda
Programa destinado a familias sin vivienda, que viven en situación de vulnerabilidad social.Este
apoyo del Estado permite adquirir una vivienda (casa o departamento) nueva o usada, sin crédito
hipotecario en sectores urbanos o rurales. COSTO CERO

VER: GALARDON, PREMIO, GANANCIA. RIQUEZA


RECOMPENSA: Recompensa
Nuestro término recompensa sólo en parte abarca la multiplicidad de significados de los
conceptos griegos comprendidos bajo este epígrafe, a saber, KépSoQ [kérdos], [ÍKF&ÓQ
[misthós] y óxjjmvwv [opsonion]. Al significado específico del término recompensa corresponde
bastante aproximadamente el griego misthós, palabra ésa originaria del mundo de
los negocios, que ya en la época antigua se empleaba para el pago de los trabajadores,
para el salario o remuneración, y que desde la época helenística se utilizó asimismo en el
campo religioso. En cambio, opsonion, es un término del lenguaje militar, que propiamente
significaba la ración que se daba a los soldados y luego la paga por los servicios
militares, la soldada, y finalmente el sueldo que correspondía a los empleados del Estado.
Mucho más abarca el significado de la palabra kérdos, que se refiere más a las consecuencias
o a los efectos de la ganancia, a saber, la ventaja, el lucro. Y como la ventaja y la
desventaja, la ganancia y la pérdida se corresponden entre sí como términos contrarios,
kérdos y ^r\\áa [zémía] se tratan en un sólo artículo.

Képóoc, [kérdos] ganancia, lucro; KspSaívco [kerdaíno] ganar; í,r\p.m [zémía] daño,
perjuicio, pérdida; i^npióopai [zemióomai] sufrir daño, tener pérdidas I Kérdos: ganancia, ventaja,
lucro; más raramente en el griego profano, golpe de astucia, en plur. intrigas; es un vocablo que
se halla atestiguado ampliamente desde Homero. El verbo kerdaíno, ganar, sacar provecho,
11

ganar algo o a alguien para algo, dado que la eliminación de la pérdida supone ganancia, puede
significar también ahorrar o evitar (así en Hech 27, 21).

Lo contrario de kérdos es zemía con el significado de desventaja, daño, y en ocasiones también


con el de castigo.
A kerdaínd que se encuentra atestiguado sólo en la literatura post-homérica, corresponde
antitéticamente zémióimai, sufrir un daño. Cf. la contraposición de ambas palabras en Mt 16, 26
y Flp 3, 7.

II Aunque kérdos lo mismo que kerdaínd, al que se le pueden seguir las huellas hasta Hesíodo
exclusive, faltan en los LXX, el AT y los LXX parafrasean cuidadosamente el significado de
ganancia. De hecho distinguen:
1. La ganancia que se ha adquirido injustamente o que se ambiciona (besa: robo, botín, ganancia;
basa': despedazar, saquear, sacar ganancia). Los LXX traducen, según el sentido, con ivoftíx
[anomía], áóiKÍai [adikía], á'vo/ia [ánoma] (Prov 1, 19; 28, 16; Is 33, 15; Jer 6, 13: «del primero al
último... se dedican al fraude»).
2. La ganancia como yitrón = privilegio, ventaja, provecho de la vida, como nepiaasíx [perisseía],
-> plenitud, sobreabundancia (LXX). Únicamente Ecl se pregunta sin más por el provecho de la
vida y lo niega críticamente 2, 11: «nada se saca bajo el sol» (cf. Ecl 1, 3; 3, 9; 5, 15).
3. Ganar en la traducción de yá'al en hifil, tener provecho, ganar. Job 35, 3: «¿De qué me ha
servido, qué he ganado...?» cf. Job 21, 15. Los LXX traducen en correspondencia con áxpikua
[ophéleia]: utilidad, ventaja.
III En el NT kérdos se halla sólo en Pablo (3 veces); kerdaínd se encuentra 16 veces; tiene
especial importancia teológica en Mt 16, 26 par; 25, 16 ss; Flp 3, 8; 1 Cor 9, 19 ss.

1. El NT se sitúa en una postura crítica respecto al sentido económico de la ganancia, siempre


que esa ganancia se busque por motivos egoístas. En Tit 1, 11 se arremete enérgicamente contra
los maestros del error cretenses, que difunden doctrinas inconvenientes y sólo pretenden
conseguir provecho. Enseñan y lo hacen « todo para sacar dinero» (cf. los avisos y consejos a
los que presiden las comunidades y a los diáconos en 1 Tim 3, 8; Tit 1, 7; 1 Pe 5, 2). El que sólo
piensa en la ganancia y mira su misión en la vida bajo el punto de vista del provecho, incurre en
una temeraria autoconfianza y con ello en el pecado (Sant 4,13). De un modo semejante, exhorta
Mt 16,26 a asegurar la vida en el camino de la propia conservación. No sirve de nada conseguir
el dominio sobre el mundo y sus fuerzas, si se expone la vida a la muerte.

2. Pablo desarrolla la concepción positiva de la ganancia en Flp 1, 21 (21 Porque para mí


el vivir es Cristo, y el morir es ganancia) y la delimita en Flp 3, 5 ss contra la propia
comprensión del hombre. El recuerda sus propios precedentes heredados o conseguidos
con esfuerzo, su circuncisión, su pertenencia al pueblo elegido, su conducta y su fidelidad
a la ley. Los precedentes históricos y morales de ese tipo fueron para él «ganancia»
(kérdos] y por Cristo se le convirtieron en «pérdida» (zémía) porque obedecen a la ley de
la gloria y del trabajo o mérito y no proporcionan «la rectitud que Dios concede» (Flp 3, 9).
Por eso Pablo considera las ganancias humanas como «basura» para ganar a Cristo y ser
incorporado a él. La ganancia de Cristo es su última meta; así el morir es «ganancia» (Flp
1, 21); pues él va a terminar la vida con el martirio y a entrar en la vida con Cristo. El llegar
a Cristo y estar con él es ganancia.

3. Con esto entronca el que el «ganar» en el lenguaje de misión recibe un significado


determinado. Pablo concibe su tarea misionera como un «ganar». En 1 Cor 9, 19 s dice:
12

«Me he puesto al servicio de todos para ganar a los más posibles». Ganar corresponde a
«salvar» (1 Cor 9, 22); y se refiere al objetivo de la labor misionera.

Mt 18, 15 exhorta a ganar al hermano que ha caído en pecado por medio de los buenos consejos
pastorales. Las mujeres deben ganar a sus maridos, que se muestran rebeldes a la palabra, y
pueden ganarlos sin palabras por su conducta (1 Pe 3, 1).

4. En contraste con el salario (-> fuaSóq [misthós]) que es estipulado y que se merece, que
responde al trabajo realizado o premia la conducta humana, la ganancia 31 (piiaSóg) procede de
la actuación oculta de Cristo. Para ganar «talentos» (Mt 25,16 ss) para Cristo se necesita de sus
dones y de su misión. Sólo a través de él llega la vida a su meta; ella gana la perisseía, que el
predicador ha buscado en vano, la plenitud en la gracia y el don de la justicia (Rom 5, 17).

fim&ÓQ [misthós] recompensa, paga, salario; fiiadóco [misthóó] alquilar, dar en alquiler;
¡xiaBíorÓQ [misthotós] criado tomado a sueldo; nio&anodoaía [misthapodosía] paga,
sueldo; ¡iiadanoóórric, [misthapodótes] pagador, remunerador
I El sustantivo misthós aparece desde Homero en el sentido de salario del trabajo o jornal. Sin
embargo, no sólo los trabajadores sino también el soldado (Tucídides), el orador, el médico o el
actor de teatro (Jenofonte, Platón) reciben su misthós. Pero el uso de la palabra predomina en el
campo de los trabajos manuales o de los negocios. Más raramente se habla, en lenguaje figurado,
de que a un hombre se le puede otorgar la felicidad por su esfuerzo ético (Píndaro, Isócrates,
Platón). En el campo religioso no tuvo aplicación misthós, ya que la religión griega no descansaba
sobre la base del do ut des(‘Do ut des’ cuyo significado literal es ‘Doy para que des’ (o ‘Te doy
para que me des’). También era en general la recompensa la meta del esfuerzo ético, sin la
honra o -• gloria (ríurj [time]). La felicidad (eoSaiuovia [eudaimonia], no en el NT), originariamente
una presencia de los buenos espíritus, no se conseguía por otorgamiento sino que se lograba por
medio de la ápsTrj[arete] (-» virtud), y dentro del conjunto de esfuerzos por la arete, el «esforzarse
por la justicia» era un sector en el que insistió con gran fuerza Sócrates. El fue quien proporcionó
un nuevo cuño al concepto de «bueno» (áyaHóc,
[agathós]): se es «bueno» en cuanto uno se orienta por el bien (áyaSóv [agathón]), y está referido
a la recompensa y al -> castigo que le esperan en la otra vida (el mito en Gorgias).

A partir del helenismo penetra oficialmente la idea de la recompensa en la religión. Lo mismo que
en los misterios órficos y eleusinos la idea de la recompensa o del castigo en el más allá o en los
últimos tiempos desempeña en el helenismo (Serapis-Isis, Mitra) un papel decisivo. Finalmente,
en la religión romana se extiende asimismo a la relación de los hombres para con los dioses la
concepción comercial de la paga o recompensa (cf. El principio romano: do ut des, te doy para
que tú me des): el romano concibe sus obligaciones respecto a los dioses en forma de contrato;
por esto él les paga por su ayuda con la correspondiente ofrenda. La idea de recompensa se
asocia aquí al lenguaje sacrificial (cf. ThWb IV, 709).

Aparte de la palabra misthós, se encuentran asimismo en el griego profano formas como misthóó,
alquiler, uiaScoptoi [místhómoi], pago del alquiler, precio del mismo, misthotós, asalariado (antes
del NT) y UÍGSIOQ [místhios], siervo asalariado (contemporáneo del NT).

II 1. a) En el AT se habla primeramente de la recompensa en el sentido profano. Al israelita se le


invita a una conducta social. Su jornalero debe recibir su paga en el mismo día para que no tenga
que pasar miseria (Jer 22, 13; Dt 24, 14; cf. las disputas por la paga entre Labán y Jacob: Gn 31,
25 ss).
13

b) La idea semítico-israelita se halla determinada ampliamente entre el hacer y el sufrir del


hombre. Así la recompensa o el -• castigo en esta vida pertenecen a las verdades evidentes de
la fe veterotestamentaria. Lía recibe a su hijo Isacar como una recompensa de parte de Dios (Gn
30, 18; cf. Sal 127, 3), mientras que Yahvé castiga las malas acciones de los amalecitas con la
expulsión y la aniquilación (1 Sam 15, 2 s). En la antigüedad se halla en primer plano el aspecto
negativo: el pago del castigo. Espec. en Am 1, 3-2, 16 destaca la dependencia entre el triste
destino de Israel y de los pueblos y el juicio de Dios. Ez resuelve esta retribución colectiva
global por medio de la recompensa individual diferenciada: «sobre el justo recaerá su
justicia, sobre el malvado recaerá su maldad» (18, 20). También por primera vez el Dt
desarrolla la idea positiva de la recompensa en la asociación de la obediencia (-» oír) con la ->
bendición (28, 1-15), la cual se enfrenta a la asociación de la desobediencia y la -» maldición (28,
15-68). Pero la idea teológica de la recompensa recibe su característica propia en la literatura
sapiencial. Sólo aquí se desarrolla una adecuación a la ley que domina toda la vida, debido
a la cual «el justo tiene que esperar la recompensa, y el impío el castigo» (Würthwein, ThWb
IV, 716). «Tarde o temprano el malvado la paga, el linaje de los honrados recibirá su
recompensa adecuada» (Prov 11, 21 LXX; cf. 11, 18.31). Contra esta teoría de la recompensa
del bien y del mal protesta Job con su ataque a la teología de sus amigos (8,4-6), porque no se
adecúa a la realidad del hombre bueno que sufre (27, 5 s) (cf. asimismo la resignación de Ecl 8,
14).

c) Es notable observar hasta qué punto se diferencia la recompensa divina de nuestros


conceptos humanos de dicha recompensa: Dios es un Señor soberano sobre sus siervos
—-comparable en esto a un rey oriental— el cual recompensa sin verse en modo alguno
determinado u obligado por la labor realizada. Su don es un regalo regio. El sobrepuja con
mucho en su valor cualquier servicio prestado por sus subditos. Un ejemplo importante
de esto lo tenemos en Sal 127, 3. Aquí se establece un paralelo entre nahaláh, herencia,
cosa que se posee por regalo y sakár, salario o recompensa, como términos sinónimos.
Se recibe de Dios la recompensa incluso no como pago por el (/iiaSóq) propio mérito, ni
como retribución por una acción que corresponde a la misma en su valor, sino —esto sólo
es comprensible teniendo en cuenta el fondo de las relaciones sociales de la antigüedad—
como regalo de la generosidad real.

Una analogía profana e incluso «anti-judía» la suministra Dn 11, 39, donde el rey impío otorga un
país como recompensa a aquéllos que le reconocen. Los dones salvíficos veterotestamentarios
y asimismo la recompensa de Dios se entienden totalmente de tejas abajo (Dt 28, 3 ss). Cuando
el Dt habla de la «vida», que recibe el que obedece los mandamientos, está muy lejos cualquier
tipo de concepciones transcendentes (Dt 30, 15).

2. Sólo después de que se introdujo en el judaismo tardío la concepción de un juicio final, se


atribuye a la recompensa de Dios un valor que atañe al más allá. Sin embargo, con ello se opera
al mismo tiempo un cambio funesto en el concepto de recompensa. Así como los profetas de
Israel insistían en la desobediencia como causa de la perdición total, se insinuaba también la
conclusión inversa de que por medio de la buena conducta se podía merecer la gracia de Dios
en el juicio. Con ello la buena -> obra se sitúa en una postura de mediación para conseguir la
gracia todavía no recibida y se preordena como condición para la recompensa que se espera.

La ley se convierte, de un vallado o una cerca que contenía a los israelitas en el campo salutífero
de la alianza, en guía o posibilidad para conseguir la salvación que se consideraba como
14

meramente futura. «Dios quiso que Israel consiguiera méritos y por ello le dio a él mucha Tora
(sabiduría) y mucho mandamiento» (Maksch 3, 16; cf. asimismo Pirque Aboth 2,16; 3,16). La ->
alianza de Dios es un punto de partida, no un cumplimiento. Aunque las obras calificadas con
exactitud según su valor se compensaban ahora por la recompensa que les correspondía, sin
embargo nunca podía saberse con certeza si esa cuenta había resultado a favor de uno mismo.
Y el hecho de que de la idea de recompensa se pasase a la de mérito y rendimiento impedía que
la espera escatológica se convirtiese en esperanza cierta.

9.- .III 1. En el NT aparece misthós con sorprendente frecuencia en Mt (10 veces frente
a una vez en Me y 3 veces en Le). En Pablo (5 veces) y en Jn (2 veces) el término retrocede.
En Heb causa extrañeza el uso de formas como misthapodosía, paga, remuneración y
misthapodótes, el pagador, el remunerador (3 veces y una vez respectivamente), que no
aparecen en el resto del NT.
a) Misthós es un constitutivo fijo de la predicación de Jesús sobre el reino de Dios (-> reino) que
viene. Algunos pasajes dan la impresión de que se acepta la impronta judía del concepto de
recompensa. Privándose de la posesión propia, se consigue un tesoro en el cielo (Me 10, 21).
Nuestra piedad no se verá privada de su recompensa ante Dios, cuando se tiene fija la mirada
en él y no en la fama ante los hombres (Mt 6, 1 ss). Y de tal manera sitúa Jesús todo el ser y la
acción del hombre ante el juicio del que viene, que surge apremiantemente la pregunta de si no
quedaba con ello la puerta totalmente abierta a la «justicia de las obras».
Una respuesta a esto nos la da la parábola de los trabajadores de la viña (Mt 20,1-16). Extraña
en primer lugar que el dueño se halle completamente libre y sin compromisos (v. 15),
característica ésta que se expresa con más fuerza, si cabe, en la parábola de los talentos (Mt 25,
24). El hecho de que él, a los trabajadores que habían trabajado sólo una hora, les pague lo
mismo que a los demás, que «habían cargado con el peso del día y el bochorno» (v. 12) tiene su
fundamento no en la alta calidad de su trabajo (así en una parábola judía semejante, que
reproduce JJeremias, Las parábolas de Jesús, 4." ed., 170), ni siquiera en que Dios hace digno
el trabajo por pequeño que sea para recibir el mismo salario (así una interpretación católica citada
en G. Bornkamm, Lohngedanke, 84). Más bien el dueño paga por su libre bondad, excluyéndose
así cualquier equivalencia de valor entre la acción y la recompensa.

9.- Dios recompensa no sólo por encima de todo mérito (cf. Le 19, 17.19),
sino que la recompensa es, sin más, independiente de lo que realiza el trabajador. Esa
recompensa se funda únicamente en «que yo soy bueno» (Mt 20:15 15 ¿No me es lícito
hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?.
Ante la exigencia incondicionada de obediencia debe enmudecer toda pretensión de
mérito (cf. la parábola del criado que trabaja de labrador o de pastor:

Lc 17:7 9 ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que
no.
10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid:
Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.

10.- Sin embargo, hasta el más pequeño servicio en el reino de Dios recibirá su
recompensa (Mt 10, 42).

b) La imagen se redondea cuando se mira más de cerca al servicio que hay que prestar y a su
retribución. Una primera aclaración la ofrece la polémica de Jesús contra la falsa piedad de los
15

fariseos (Mt 6,1 ss). El fariseo que practica su falsa piedad para que le 33 (fiiaSÓQ) vean, busca
su honor y su reconocimiento no en Dios sino en los hombres. Cuando éstos le admiran y
ponderan sus actos, ha cobrado ya su paga (así literalmente en Mt 6, 2.5.16) y ciertamente de
los señores que se ha escogido, o sea, de los hombres. En cambio, el hombre realmente piadoso
lo hace todo por Dios y por eso se le pagará en su juicio. Esta oposición «los hombres-Dios» es
la característica propia de Mt 6, 3.6.18, no la oposición «en oculto-en público». El verdadero
servicio de Dios se realiza por Dios y no por el hombre. Es una confesión por la cual uno se pone
del lado de Dios, cosa que representa un -> sufrimiento por Jesús que no carecerá de
recompensa (Mt 5, 11 s). Además no se confiesa a Dios sólo con la boca, sino también al recibir
a «uno de esos humildes» en su nombre (Mt 10, 42; 25, 35 ss). Al hombre, por tanto, se le hace
participante de la recompensa, porque y en tanto que acepta el lugar que le está preparado en el
reino de Dios. Nuestras obras, en sí mismas, o sea, tomadas aisladamente, no tienen valor
«moral», ni aparecen como realizaciones que se pesan individualmente ante el juicio, sino
que son partes integrantes de la fe y de la confesión de Cristo (cf. -»• retribuir). Como tales,
se les otorga la recompensa. Pero tampoco ésta consiste en una valoración desde un
punto de vista cuantitativo, sino que es esencialmente la aprobación plena del juez
escatológico respecto a nosotros (Mt 10, 32). Esta lleva consigo la salvación plena, la vida
eterna (Me 8, 36; 10, 30). Dios recompensa «con el ciento por uno» en este tiempo y en la
edad futura con vida eterna (Me 10, 30). Jesús rompe con las ideas calculadoras del
judaismo y sitúa el concepto de recompensa bajo el signo del reino de Dios que viene.

2. a) Pablo conoce perfectamente la idea del juicio por las obras (Rom 2, 6; 2 Cor 5, 10). Sin
embargo, en él queda superada radicalmente la idea del judaismo posterior sobre el mérito por
medio de su doctrina de la rehabilitación o justificación. ¿Cómo entender esto? El carácter de
misthós se explica mediante algunos otros conceptos: el hombre recto o justo recibe
«alabanza» (Rom 2, 29), «honor» (Rom 2, 7), el «premio» (Flp 3, 14) que otorga Dios en el
juicio. Lo mismo que en Jesús, también en Pablo, la recompensa es «praemium no pretium, una
recompensa que no se puede someter a cálculo ni se puede representar, no un precio calculable
y que esté a disposición de las exigencias humanas por sus obras» (Bornkamm, loe. cit., 91). Lo
que nosotros hemos merecido es la -> muerte; la -> vida es don gratuito de Dios (Rom 6, 23).
Esa recompensa no nos la debe Dios, él la concede como gracia (Rom 4, 4). Así, pues, la doctrina
de la rehabilitación o justificación influye asimismo en la concepción de la recompensa.

b) Esto no quiere decir que el misthós no tenga nada que ver con la actuación del cristiano. Sigue
siendo el premio que espera el que corre en las carreras (1 Cor 9, 24; Flp 3,14), el reconocimiento
que se reserva al constructor inteligente de la comunidad (1 Cor 3,14). Sin embargo, la
recompensa se otorga únicamente al que sirve voluntariamente. Por eso Pablo, que fue llamado
sin su voluntad y que dice de sí mismo que se le ha confiado un encargo independientemente de
su voluntad (1 Cor 9, 17), renuncia de buena gana a que la comunidad le otorgue el sustento (1
Cor 9, 15). Con ello él contribuye a la libertad en su ministerio, que sólo le aporta recompensa o
reconocimiento (1 Cor 9, 18). La predicación del evangelio no le puede proporcionar el misthós,
porque no se apoya en su libre decisión (1 Cor 9, 17).

c) Así, pues, el misthós es sin duda la respuesta de Dios a la acción del cristiano. Sin embargo,
no guarda con ella una estricta relación de causa a efecto. Pablo aplicó asimismo la doctrina de
la rehabilitación o justificación a la vida cristiana. En este contexto es rico en consecuencias el
hecho de que él, en un caso concreto, distinga entre el «constructor» y su obra, que se quema
como inútil en el fuego del juicio. Sin embargo, el constructor mismo se salva «pero como quien
escapa de un incendio» (1 Cor 3, 15), y la gracia de Dios no permite que se pierda. La base más
16

profunda para la validez absoluta {Ó\¡JÚ>VIOV) de la gracia en nuestra declaración como justos
en el juicio radica en que no sólo nuestra fe cristiana, sino también nuestras buenas obras, son
regalo de Dios (Ef 2, 10). La actuación de Dios fundamenta en la fuerza del espíritu nuestra
actuación. Pues Dios es el que activa en nosotros el «querer y el actuar» (Flp 2, 13). Así, pues,
queda excluida toda autosuficiencia y toda glorificación propia.

3. La carta a los Hebreos, con las palabras que selecciona (cf. supra), muestra claramente que
de recompensa sólo se puede hablar como del acto soberano de Dios.
Según Heb 10, 35 s, la «recompensa» divina nos trae la «promesa» (místhapodosía, y
Ena.yyeA.ia. [epangelía] están en paralelismo). Así, pues, no se trata tanto de una recompensa
de cada una de las obras, sino que con la místhapodosía se menciona la concesión de la vida
eterna, que es sin más el resumen de la esperanza cristiana (cf. Heb 11, 26). Y en modo
alguno corresponde a ella una obra humana como valor equivalente. Más bien es a la nappt]oía
[parresia], a la valentía de la fe, a la búsqueda de Dios, a lo que corresponde ese don (10, 35;
11, 6). Se trata indudablemente de la fe junto con la constancia (10, 35) y con la presencia
en la asamblea (10, 25); pero no se habla de algo que merezca la salvación. Según eso, la
perspectiva del juicio no significa una contabilidad estrecha y raquítica centrada en el valor de las
aportaciones humanas, sino que implica la apertura a una esperanza gozosa (10, 35; 11, 26).

4. Puesto que, según Juan, la «cosecha», o sea, el tiempo escatológico de la salvación, ya


ha empezado, el «segador», recibe ya su recompensa (Jn 4, 36). La idea de mérito falta
totalmente. La «obra de Dios» que tiene como consecuencia la vida eterna es la -*• fe (Jn
6,29). En este sentido se habla en 2 Jn 8 del misthós de la fe («no echéis a perder lo
trabajado»).

5. Según el testimonio del A y NT, la plenitud de sentido de nuestra vida no se halla inmanente a
nuestro ser y actuar, sino que es don de otro. Dios nos lo da, tanto al rehabitarnos como al
juzgarnos: radicalmente todo es gracia suya. Y la recompensa está de tal manera del lado de
Dios que a nosotros mismos se nos impide la aceptación de un mérito por nuestra parte que fuera
algo así como equivalente.
Y, sin embargo, existe una relación entre la recompensa esperada y nuestra conducta.
Esa relación no es ciertamente nunca de causa y efecto, producido por la propia fuerza de
aquélla. Más bien se trata de un reconocimiento generoso de aquello que Dios ha hecho de bueno
en nosotros: es el «sí» de la gracia de Dios a nuestro actuar «agraciado». Así las afirmaciones
neotestamentarias sobre la recompensa están contra la opinión errónea de que la conducta del
hombre se convierte en indiferente mediante la rehabilitación por la gracia.

óij/cóviov [opsonion] paga, soldada I/II Opsonion es la forma compuesta (a partir de Menandro)
de oij/ov [ópson] (toda clase de alimento que se prepara al fuego, en oposición al -> pan y a otros
complementos, p. ej. vino) y ávéo/ioa [onéomai] (comprar).
Designa propiamente el dinero que se necesita para comprar alimento (así 1 Esd 4, 56); luego
(en plural; así también en los LXX) espec. El dinero para el mantenimiento de los soldados, que
éstos reciben fuera de las entregas en especie (trigo, aceite), y finalmente, en general, la soldada
(así en 1 Mac 3, 28; 14, 32), en algunas ocasiones también los honorarios de un empleado del
Estado. Así representa el opsonion como una paga regular asociada a un plazo, que se le da a
uno diaria o mensualmente etc., y que eventualmente se puede reclamar, y por tanto más bien
un mínimum para la existencia que un salario que corresponda a la ejecución de un trabajo (->
\na§óq [misthós], cf. El latín stipendium).
35 (óij/cóviov)
17

III En el NT opsonion aparece 4 veces: fuera del consejo del Bautista a los soldados para que se
contenten con su soldada (Le 3, 14), opsonion se encuentra solamente en Pablo (1 Cor 9, 7; 2
Cor 11, 8; Rom 6, 23).

1. En 1 Cor 9, 7 bajo la designación de ó\¡/(bvia [opsonia] (en plural) entiende Pablo los gastos
de una actividad profesional —la de militar—, que es comparada con su propia actividad como
misionero («Cuándo se ha visto que un militar corra con sus gastos?»; cf. 2 Cor 11, 8). El término
no sólo alude a la comparación de la actividad misionera con el servicio militar en la guerra (como
militia Christi), sino que expresa con toda claridad un derecho del apóstol frente a las
comunidades. La renuncia de Pablo a su opsonion subraya la donación libre de la gracia por parte
de Dios, tal como se ofrece incondicionalmente a todos los hombres en la predicación apostólica.

11.- 2. En Rom 6, 23 no se hace afirmación alguna sobre lo que es la muerte, sino que se
dice que el pecado paga con ella (tiávaroc; [thánatos] es predicado no sujeto de la frase).
Aquí se contraponen la soldada o paga del pecado con el don de Dios. La frase es paradójica: xá
óij/ávia [tá opsónia] es el mantenimiento de la vida, que el pecado paga a aquéllos que cumplen
el servicio militar en la guerra en favor del mismo, y ese mantenimiento de la vida consiste en la
muerte. Así, pues, el pecado promete la vida y da la muerte. Pero esta muerte no aparece al final
de nuestra vida temporal, sino que es el pago corriente que nosotros recibimos ya. Ella es el único
«derecho» que puede pretender el pecador (v. 23a). Frente a este derecho se halla la donación
de gracia por parte de Dios (-> gracia, art. -/apiada [chárisma]), que nosotros recibimos en su
servicio (v. 23b). Aquí no existe ninguna relación de derecho sino de gracia. El que permanece
al servicio de Dios no puede presentar ninguna reivindicación, sino que recibe como un
regalo libre de parte de Dios la vida eterna.

Hebreos
Capítulo 11
6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea
que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Mt 6, 19-21 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde


ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan.
21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Lc 12, 21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.

Mateo
Capítulo 19
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven y sígueme.

Riqueza
El hombre necesita bienes materiales para vivir. El puede procurárselos mediante el trabajo o
bien puede disponer de los bienes adquiridos o que le han tocado en suerte. Asi, la propiedad
adquirida —que es designada por los vocablos XPWa [chréma], Kxr¡pa [ktéma] e iínap^ií;
18

[hyparxis], sin ningún matiz peyorativo— hace posible la vida. De éstos hay que distinguir, al
menos en el NT, el término nepmoir¡av; [peripoíesis], propiedad, ya que no se utiliza en un
contexto material. La propiedad acumulada es TÍÁOÜTOQ [ploütos], riqueza, o también
Qno&vpóc, [thesaurós], tesoro. Pero los bienes terrenos pueden convertirse también en potencias
demoníacas, en Mammón (papcovag [mamonas]). Cf. también -> avaricia; -> pobre; —•
misericordia. BrjaavpÓQ [thesaurós] tesoro; 9naavpíí,iú [thesaurizó] atesorar

I El vocablo thesauros (su etimología es incierta, probablemente se trata de un término técnico


procedente de otro idioma), que aparece desde Hesíodo, significa: a) cámara del tesoro,
depósito, almacén, estuche, y b) tesoro. Ya desde una época anterior encontramos la instalación
de cámaras del tesoro (p. ej. en l os templos), en las que se guardan las ofrendas en dinero y en
especies. También eran conocidos los cepillos (cf. 2 Re 12, 10). Un significado
análogo tiene el verbo thesaurizo, atesorar, acumular riquezas.

En la gnosis helenística nos encontramos con la idea del tesoro de la luz, de donde procede el
alma y a donde ha de retornar una vez redimida.

II 1. El término equivalente en el AT es 'osar. En Jos 6, 19.24 es mencionado el «tesoro del Señor»


en conexión con la guerra santa y el entredicho (cf. 1 Re 7, 51; 14, 26) y en 1 Re 14, 26; 15, 18
el «tesoro de la casa del rey». En época posterior encontramos, además de la acepción genérica
del vocablo (Prov 10, 2), la representación de las cámaras de los tesoros celestiales (Jer 50,25;
51,16; Job 38, 22), que albergan las armas de la ira de Dios, pero también el viento, la nieve y el
granizo. En Is 33,6, al temor de Yahvé se le llama tesoro de Sión y, según Is 45, 3, los
«tesoros escondidos» que Dios quiere repartir deben llevar a un recto conocimiento de
Yahvé, el Dios de Israel. El hombre debe buscar el temor del Señor y el conocimiento de
Dios como un tesoro escondido en la tierra (Prov 2, 4 ss).

2. En el judaismo tardío, las buenas obras, tales como las limosnas, son un tesoro que se reúne
en el cielo, pero que produce ya sus intereses aquí en la tierra. También habla el judaismo tardío
del tesoro que distribuye el doctor de la ley y, finalmente, de la casa del tesoro de la vida eterna,
que es el lugar en donde se custodian las almas de los que han muerto (cf. 1 Sam 25,29: «Y
aunque alguno se ponga a perseguirte a muerte, la vida de mi Señor está bien
atada en el zurrón de la vida, al cuidado del Señor, tu Dios...»).

III 1. El NT recoge todas estas acepciones veterotestamentarias y judeo-tardías juntamente


con el significado literal originario de la palabra. Thesauros se encuentra 2 veces en Pablo
(2 Cor 4, 7; Col 2, 3), una vez en Heb (11, 26) y 16 veces en los sinópticos, casi siempre en
boca de Jesús, a) Siempre que los sinópticos no hablan simplemente (como Mt 2, 11) de
los cofres o recogen la vida veterotestamentaria y judeo-tardía del tesoro entendido como
almacén o depósito, cuyo contenido distribuyen p. ej. los doctores de la ley (Mt 12, 35 par;
13, 52), se hace mención del tesoro celestial contraponiéndolo claramente a los tesoros de
la tierra. «Dejaos de amontonar riquezas en la tierra amontonaos riquezas en el cielo», dice
Jesús a sus discípulos en Mt 6, 19-21, y del rico insensato dice en Le 12, 21: «Eso le pasa
al que amontona riquezas para sí y para Dios no es rico» (cf. Sant 5, 3).

a) Esta idea del tesoro celestial aparece, tanto en el judaismo tardío como en Jesús, en conexión
con la época escatológica. Pero en el NT y según las propias declaraciones de
Jesús, el fin escatológico es él mismo, «Dios será tu riqueza» (Mt 19, 21 par cf. Jn 6, 34 ss;
11, 25 s), que trae la salvación. Por eso toda idea de mérito está aquí ausente. Los tesoros
19

que deben reunir los discípulos no han de ser adquiridos merced a sus buenas obras, sino
por la fe y el amor que proceden del perdón de Jesús (cf. la pecadora de Le 7, 36 ss). Así,
en Mt 13,44 el evangelio es comparado con un tesoro escondido en el campo; el hombre
que lo encuentra se llena de alegría y vende todo lo que tiene para comprarlo, pues ningún
precio le parece demasiado elevado. «La buena nueva subyuga, otorga la gran alegría,
hace que toda la vida se oriente hacia la consumación de la unión con Dios, provoca una
entrega apasionada» (JJeremias).

b) También en Pablo encontramos la comparación tesoro = mensaje de Cristo: en Cristo —y en


ninguna otra parte— están escondidos todos los tesoros del saber y del conocer (Col 2, 3). En él
se revelan los tesoros ocultos del saber y del conocer de Dios que barruntaba el justo
veterotestamentario (Prov 2, 3 s). Aunque aquí en la tierra llevamos este tesoro en «vasijas de
barro» (2 Cor 4, 7) y lo hemos ocultado bajo el «oprobio del ungido», esta riqueza es mucho
mayor que «los tesoros de Egipto» (Heb 11, 26) y ha sido dada ya desde ahora al creyente a
través de la «palabra». Por eso el tesoro es Jesús mismo. Sólo a partir de la fe en él fluye el
obrar a que nos exhorta el NT.

2. En cambio, el vocablo thésaurízo, que aparece en el NT en 8 ocasiones, lo encontramos


en Pablo con un significado más atenuado, el de ahorrar (1 Cor 16, 2; 2 Cor 12,14). En Rom
2, 5, en donde Pablo dice que los hombres van almacenando castigos para el día del
castigo, se insinúa también la acepción judeo-tardía del vocablo. Según 2 Pe 3, 7, el cielo
y la tierra están reservados para el día del juicio.

¡iai.H(üva.Q [mamonas] dinero


I/II El vocablo griego mamonas sólo aparece en el NT. El origen de la palabra es incierto, dado
que ni en el lenguaje griego profano, ni en el hebreo o el arameo de la época bíblica existe un
equivalente del que pueda derivarse. Pero el Targum, el Talmud y la Misná (ninguno de los cuales
se remonta más allá de esta época) emplean el arameo mamona', que se deriva probablemente
del hebreo 'aman (-» amén), en un sentido abstracto: lo estable, lo sólido, la seguridad, la
propiedad. Por consiguiente, la palabra tiene en sí misma un valor neutro, pero casi siempre
aparece en un contexto negativo y tiene el sentido de una propiedad injustamente adquirida o
enajenada (soborno).

III Para estudiar el significado del término neotestamentario manónos podemos limitarnos a Lc
16, 1-13, ya que el otro pasaje en que aparece (Mt 6, 24) es idéntico a Le 16,13. Lc 16, 1-13 nos
muestra precisamente una oposición radical entre el dinero y Dios que, sin embargo, ha de ser
explicada a partir del contexto: si el administrador infiel de la parábola (w. 1-7) es alabado porque
se ha hecho amigos con el dinero injustamente adquirido esto nos muestra que la valoración
negativa del dinero no puede llevar consigo un abstenerse de toda propiedad, una renuncia total
a los bienes terrenos (así se ha distorsionado en la vida monástica), sino un recto uso de la
propiedad. Esta no debe ser un fin en sí misma, ya que de lo contrario se convertiría para el
hombre en un poder enemigo de Dios, en un demonio, sino que el hombre, en una actitud de
obediencia frente a Dios y en una independencia total del dinero, ha de practicar con él el bien.
Pues «si habéis sido de fiar con el injusto dinero», si lo empleáis de un modo sensato y hacéis el
bien con él, «Dios os confiará lo que vale de veras»: éste sería el sentido positivo de Le 16,11.
De esta manera, Dios, que quiere otorgar al hombre los bienes eternos, le pone antes a
prueba y exige de él un uso responsable de las riquezas injustas. Y Dios conferirá al
hombre estos bienes cuando él, con sus riquezas, no sirva al dinero, sino a Dios (Le 16,
13).
20

F. Setter
mpinoiéoiiai [peripoiéomai] adquirir, conseguirse; Ttepmoít]aig [peripoiesis] obtención,
adquisición, propiedad; nepiovaioc [perioúsios] propio, en propiedad; m i3ia [tá idia]
propiedad I Peripoiéomai, forma media de nspmoiito [peripoieó] (que se utiliza con menos
frecuencia), hacer que algo quede de sobra (desde Herodoto) y el sustantivo correspondiente
peripoiesis designan una acción orientada a un fin ( = Tioú(o [poiéó], hacer), en un doble sentido:
a) la acción misma de conservar: guardar para sí, poner a salvo; conservación, salvación; b) la
acción de adquirir: ganar, adquirir; ganancia, adquisición; a partir de aquí el sustantivo puede
designar también el resultado de esta acción; c) lo adquirido, la ganancia, la propiedad.

II En los pocos pasajes de los LXX en los que aparece el término propiedad y que tienen cierta
relevancia teológica (entre todos los pueblos «seréis mi propiedad» [ = el pueblo elegido]), el
término hebreo s'gulldh, a excepción de Mal 3, 17, no se traduce por peripoiesis, sino por
perioúsios (5 veces: Ex 19, 5; Dt 7, 6; 14, 2; 26, 18; en {n).oñxoQ) 110 Ex 23, 22 se trata de una
versión libre) o nepiouaioiapÓQ [periousiasmós] (Sal 123, 4). Aquí se traduce «pueblo en
propiedad», que, de acuerdo con el significado hebreo de sayal, acumular, significa propiamente
«pueblo que constituye el tesoro de Dios» (Debrunner).

III 1. No obstante, el NT utiliza preferentemente peripoiéomai (3 veces) y peripoíésis


(5 veces) en lugar de perioúsios y con los significados siguientes: a) Le 17. 33: salvar la vida,
recobrarla; Heb 10, 39: hombres fieles que conservan la vida; b) 1 Tim 3, 13: alcanzar gran
confianza en la fe que tenemos en Jesucristo; 1 Tes 5, 9: destinados a obtener la salvación; 2
Tes 2, 14: para alcanzar la gloria; c) Hech 20, 28: (la iglesia) que él adquirió con la sangre de su
Hijo; 1 Pe 2, 9: pueblo adquirido por Dios y Ef 1,14: (el Espíritu santo prometido) garantía de
nuestra herencia.

2. En cambio, perioúsios sólo aparece en Tit 2, 14 como cita de los LXX (cf. Ex 19, 5;
Dt 14, 2) y traduce al hebreo 'am segullah, pueblo elegido o «pueblo que constituye el tesoro de
Dios» (cf. supra). La adición «entregado a hacer el bien» muestra que la alta dignidad del pueblo
de Dios se actualiza en una vida conforme a la voluntad de Dios.
3. Junto a esto aparece, sobre todo en Jn, la expresión tá ídia (Xóioc, [ídios], originariamente
situado aparte; relacionado con el sánscrito vi: separadamente), que designa también la
propiedad y tiene gran relevancia desde el punto de vista teológico, espec. en Jn 1, 11 a: vino a
su propiedad.

Tá ídia designa originariamente la esfera privada en contraposición al bien común (así, p. ej. la
casa, el hogar: Jn 16, 32; 19, 27; Hech 21, 6). Pero en Jn 1, l ia se podría traducir mejor por
propiedad, derecho de propiedad. Pues aquí no se proclama una propiedad adquirida por la
pasión y la muerte de Cristo, ni un hogar individual meramente privado, sino su derecho de
propiedad sobre la totalidad del cosmos, derecho que él posee desde el principio.

4. Así, en el NT, a través de la incorporación de tres conceptos diferentes de «propiedad»


(dejando aparte la propiedad en un sentido concreto), se refleja toda la riqueza de aquello
que se ha manifestado a través de la acción redentora de Jesús. El viene a aquello que
desde el principio era suyo (tá ídia). El ha adquirido el derecho de propiedad sobre su
pueblo a través de su pasión y de su muerte y este pueblo es propiedad suya para que,
hasta su parusía, le sirva y dé testimonio de él con una entrega total.
E. Beyreuther
nkovxoq [ploütos] riqueza; nloéaioq [ploúsios] rico, el rico; nXovxém [ploutéo] ser rico;
21

KAOÜTÍCO) [ploutízó] enriquecer

I 1. El grupo de palabras relacionadas con ploütos, que guarda afinidad con jtoÁiig [polys], mucho,
designa en primer lugar la abundancia en bienes de cualquier clase. Más tarde el significado se
concreta en el de una riqueza técnica, material y genérica, que casi siempre viene determinada
por un genitivo: se habla entonces de la riqueza, de la sabiduría, de la gloria, de la gracia, etc.
Este doble significado se encuentra en todos los vocablos del grupo.
Ploutéo, ser rico, hacerse rico; ploutízó, enriquecer; ploütos, posesión de muchos bienes,
sobreabundancia en cualquier cosa, riqueza; ploúsios, empleado como adjetivo, acaudalado, rico;
como sustantivo (con o sin artículo), el rico, el pudiente.

2. En Homero aún no se establece una separación entre la riqueza externa y la virtud. La riqueza
es la expresión global de una vida feliz y bendecida por los dioses. Sócrates subraya que la
«verdadera riqueza» ha de llevar consigo la instrucción y la virtud. Platón y Aristóteles, sobre
todo, juzgan la riqueza de acuerdo con la función que desempeña en la sociedad. Si no sirve a la
polis es reprobable. Los cínicos desprecian de un modo acérrimo toda riqueza exterior, ya que
lleva consigo preocupaciones y ataduras. Para los estoicos, el peligro de la riqueza consiste en
que puede crear una falsa seguridad, pero también ven sus ventajas en relación con las
posibilidades de desarrollo de la personalidad. En principio, la riqueza no es reprobable en sí
misma. Pues a) en el ámbito griego, la riqueza no crea las mismas diferencias sociales que en
otras culturas, b) de aquí que nunca surja la idea de que los ricos han de ser rechazados en favor
de los pobres.

II 1. En los fragmentos más antiguos del AT existe un criterio positivo sobre la riqueza. La riqueza
consiste sobre todo en la posesión de rebaños, descendencia y siervos (Gn 13, 2; 30,43) y es un
don de Dios. En la época de la vida nómada y seminómada la riqueza no constituía ningún
problema, ya que no existían grandes diferencias entre los ricos y los pobres. Al tomar posesión
de la tierra, Dios da a cada uno su parte. La tierra es propiedad de Dios y por eso la propiedad
del individuo también bajo su protección (en el código de la alianza [Ex 20, 22-23,19] aparecen
disposiciones para la protección de la propiedad que más tarde son ampliadas en Dt).
La época de los reyes, con el nacimiento de ciudades residenciales y de la vida cortesana, y con
el auge de la economía y del comercio, trae consigo grandes diferencias sociales. Se forma una
reducida clase de ricos y hombres influyentes, que —como nos lo muestran los profetas—
arruinan al pueblo de Dios por la injusticia y la violencia (Am 2, 6 ss; 5, 10 ss; Is 5, 8; Mi 2, 1 ss;
Jer 5, 26 s; 34, 8 ss) y con ello da ocasión al juicio de Dios sobre todo el pueblo.

La literatura sapiencial, en la que este grupo de vocablos aparece con la máxima frecuencia,
habla casi siempre de la riqueza de un modo sereno y despreocupado (p. ej. Prov 10, 4.15), pero
también conoce su fugacidad (Sal 49,17; Prov 22, 1) y su poder de seducción (Sal 49, 7; 52, 9).
Simultáneamente en Job y en los salmos se plantea el problema de la teodicea (espec. en Job
21; Sal 37; 49; 73).

2. En el judaísmo tardío aparecen nuevamente todas estas ideas. Los miembros de la comunidad
de Qumrán llevan el título honorífico de «pobres». Renunciando a la propiedad privada, viven
entre ellos la comunidad de bienes. Pero, en todo caso, el eschaton traerá consigo una
transformación de todas las circunstancias basadas en la propiedad y en la felicidad terrestres
(Henoc). Cuando los escritos de Qumrán hablan de la gracia o de la misericordia de Dios añaden
fácilmente en las expresiones hímnicas el sustantivo «multitud, riqueza» (rób y hamon). Para los
fariseos sólo tiene verdadera importancia la justicia de la ley, pero la riqueza puede darnos
22

oportunidad de hacer buenas obras. En cambio, se da un gran valor a la riqueza en todos aquellos
círculos cuyas esperanzas escatológicas son de índole terrena o nacionalista.

III 1. En el NT el grupo está ausente en Jn, Hech, 1 y 2 Tes, Flm, 1-3, Jn y Jds.
Dentro de los evangelios sinópticos, el sustantivo ploütos sólo aparece en Me 4,19 par
y designa, al igual que en 1 Tim 6, 17; Sant 5, 2; Ap 18, 17, la riqueza en bienes terrenos.
Cuando va seguido de un genitivo, el término «riqueza» es referido a Dios, a Cristo y a la
comunidad (Rom 9, 23; Ef 3, 8; 2 Cor 8, 2).
Ploúsios, empleado en sentido adjetivado o sustantivado, tanto en singular como en
plural, designa al hombre rico en bienes terrenos y se encuentra con especial frecuencia en
Le y Sant. Construido con dativo, expresa la riqueza de Dios («rico en misericodia», Ef 2,
4) o del cristiano («rico en fe», Sant 2, 5). En 2 Cor 8, 9 y Ap 2, 9 se refiere al rico en bienes
espirituales.

El verbo ploutéo es utilizado en sentido absoluto en relación con los bienes terrenos en Le
1, 53; 1 Tim 6, 9; Ap 18, 15 y en 1 Cor 4,8; 2 Cor 8, 9; Ap 3, 17 s, en relación con los bienes
espirituales.' En Lc 2, 21 (rico ante Dios), al igual que en 1 Tim 6, 18 (rico en buenas obras),
se trata de las que cuentan a los ojos de Dios. Rom 10, 12: la riqueza de Dios es para todos
los hombres (rico para todos). Ploutizó = hacer rico, enriquecer: Dios enriquece a su iglesia
en todo (1 Cor 1, 5); el cristiano da a su vez esta riqueza que le ha sido otorgada por Dios
para así enriquecer a los otros (2 Cor 6, 10; 9, 11).

2. Significado teológico: Mt enjuicia la riqueza por completo en lo que tiene de peligroso, es decir,
en cuanto que constituye un obstáculo para el reino de Dios; pero en principio no la considera
como algo «diabólico» (cf. a este respecto Mt 27, 57) y, por consiguiente, no muestra ninguna
actitud ascética ante la propiedad y la riqueza. Cuando Jesús ataca tan duramente los bienes
terrenos (Mt 13, 22; 19, 23.24), esto vale, tanto para la riqueza como para cualquier otra seguridad
o grandeza humana que nos encubra el reino de Dios. La semilla es ahogada por los cuidados
del siglo y la «seducción de la riqueza» (Mt 13, 22, cf. Me 4, 19; Le 8, 14) (cf. Lohmeyer, ad
locum). Al igual que los cuidados son algo característico de este eón (cf. Mt 6, 25-32), toda clase
de riqueza es en sí misma seducción, engaño, cuando ocupa al hombre de tal manera que le
impide oír el mensaje del reino de Dios. Lo contrario es la pobreza de las bienaventuranzas, que
es un estar-abierto al reino de Dios. Lo mismo se dice en 19, 23 s; la expresión «con dificultad»
se explica más adelante en la respuesta de Jesús (v. 26). La reacción de los discípulos (v. 25)
muestra con claridad que el término «riqueza» significa aquí algo más que la riqueza en sentido
material; pues, en realidad, ellos mismos son ricos. La riqueza se convierte aquí en el signo
característico del hombre de este mundo. Por eso la dureza que aparece en la comparación del
ojo de la aguja (19, 24) no ha de considerarse exagerada.

En toda su predicación, Jesús no ve para el hombre la menor posibilidad de alcanzar el


reino de Dios, es decir, la vida. La nueva justicia que esta vida entraña en sí misma procede
únicamente del poder maravilloso de Dios. Lo único que el hombre puede hacer es abrirse
a ella. Así pues, la actitud de Jesús ante la riqueza va indisolublemente ligada a la hora de
la decisión definitiva que, a través de su persona, ha sonado para el pueblo de Israel.

En Marcos, la dureza de este juicio queda quizá algo mitigada. A través del concepto
del «despertar de la concupiscencia», el peligro es situado en un terreno subjetivo
(Lohmeyer, Matthaus, 210). La riqueza lleva a confiar en las propias fuerzas y, con ello, constituye
un gran obstáculo en el camino hacia el reino de Dios (Me 10, 23 ss).
23

A excepción del pasaje de Le 8,14, Lucas no habla de la riqueza, sino de los ricos y del ser-rico.
El rico hacendado es el prototipo del rico que ya no reconoce a Dios como dador de todo bien y
pone su confianza en sus propiedades (12, 16 ss) o se entrega despreocupadamente a su goce
y, con ello, yerra su misión (16, 19-31). Los fariseos se burlan de las advertencias de Jesús contra
las riquezas, pues son avaros (cpú.ápyvpoi [philárgyroi] 16,14; cf. 1 Tim 6,10; 2 Tim 3, 2). Este
juicio global, así como los contextos de aquellos fragmentos en los que Lucas polemiza contra
los ricos, insinúan la idea de que, al hablar de los ricos, se habla en realidad de los enemigos de
Jesús y de que éstos son designados colectivamente con el término de «ricos». Con ello se
reprueba de un modo global a los ricos. El reino de Dios traerá consigo una transformación de
todas las circunstancias terrenas (1, 53; 16, 25; 6, 24 ss). Los hombres que rechazan a Jesús y
a su mensaje porque son esclavos del presente y de sus engañosas riquezas, hacen que sus
pensamientos y su mente se rijan totalmente por las apariencias presentes que, defendiendo el
presente, hacen perder el futuro. El dejarse llevar por el poder seductor de la riqueza conduce a
la perdición. Sólo pueden ser salvos aquéllos que se dejan liberar por el mensaje y saben que su
riqueza está en el futuro que ya ha hecho irrupción. La inversión de todos los valores terrenos,
que se manifestará al fin de los tiempos, confirmará que sólo la riqueza que se apoya en Dios
tiene un valor permanente y procura al hombre la salvación (16, 9). Ejemplo de esto es el
comportamiento de Zaqueo (19, 8) y la indicación de 14, 12-14.

En la carta de Santiago el rico es objeto de una reprobación total. Al igual que en las profecías
veterotestamentarias, el rico obra injustamente (2, 6; 5, 1 ss) y sólo puede esperar la desgracia
en la inminente transformación del mundo (5, 1 ss; 1, 10 s; cf. Is 40, 6 ss). En cambio, los «pobres»
son objeto de la elección de Dios, pues son ricos en la fe (2, 5).

A Pablo no le interesa el concepto puramente material de riqueza, sino que, al aplicarlo a


Dios, a Cristo y a la comunidad, lo llena de un contenido nuevo. Característica de Dios es
la abundancia, la plenitud, la riqueza, p. ej. en gloria (Rom 9, 23; Ef 3, 16) y gracia (Ef 2, 7;
1,7). La comunidad participa de esta riqueza (1 Cor 1, 5; Ef 1, 7.18).

El ser (xpfjpa) Riqueza rico es un don escatológico y no guarda la menor dependencia con
respecto a las riquezas terrenas. A pesar de ser pobre, el apóstol enriquece a muchos a través
de la predicación (2 Cor 6, 10). De la misma manera que Cristo sólo pudo enriquecernos por el
camino del autoanonadamiento (2 Cor 8, 9; cf. Flp 2, 5-10), la vía del cristiano lleva consigo la
renuncia y la ayuda a los hermanos (2 Cor 8, 2; 9, 10 s). El rechazo de Cristo por Israel se
convierte en riqueza para el mundo pagano, en la medida en que el mensaje de salvación es
anunciado ahora a los gentiles (Rom 11, 12). Pero hacer de la riqueza un motivo de vanagloria y
de seguridad (por parte de la comunidad) equivaldría a desconocer su carácter escatológico (1
Cor 4, 8).

En 1 Tim no se reprueban las riquezas terrenas, pero se advierte a los ricos que no se dejen
llevar por lo que es perecedero y se les exhorta a enriquecerse de buenas obras (1 Tim 6,17 ss).
Heb 11, 26 tiene un matiz paulino: para Moisés, que tenía los ojos puestos en la remuneración
futura, las afrentas de este mundo se convirtieron en riqueza; por eso sus sufrimientos por el
pueblo son una anticipación simbólica de la pasión de Cristo. En Ap encontramos una doble
afirmación: a) los ricos no pueden soportar la visión del cordero (6,15), y los que se han
enriquecido en Babilonia van a la ruina juntamente con la ciudad 18,3.15.17.19); b) la comunidad
de Esmirna posee la verdadera riqueza a pesar de o precisamente porque sufre persecución a
causa de su fe (Ap 2, 9). En cambio, la de Laodicea es pobre, porque se considera a sí misma
24

espiritualmente rica. Es invitada a enriquecerse a través de una conversión al Señor (Ap 3,17 s).
En 5,12, en la adoración del cordero, uno de los atributos que se le aplican es la riqueza.

3. En el relato del joven (Mt 19, 16-27 par) ploúsios y XPWa [chréma] o KTtjfia
[ktéma] son conceptos intercambiables. -> ypf¡¡xa. [chréma], Krfjpa [ktéma] e map^iQ
[hyparxis] designan solamente el dinero o los bienes de fortuna que hay que transformar en
dinero.

Una estrecha relación existe entre papcovág xr\q AóiKÍaq [mamonas tés adikías], el
injusto dinero (Le 16, 9.11) y rj ánáxt] xov nXovzov [he apáté toú ploútou] la seducción de la
riqueza (Mt 13, 22; Me 4, 19), pero -» papcov&Q [mamonas] sólo significa aquí dinero, de
cuyo poder seductor hay que guardarse.

Los vocablos nÁEOveKTéco [pleonektéó], nXe,o\ÍKxr]c, [pleonéktés] y nÁBOve^íoi [pleonexía]


expresan la codicia, el afán de lucro a costa de los demás. El sentido de ploutéó y
(púapyvpía [philargyría], amor al dinero) en 1 Tim 6, 9 s nos recuerda el de pleonexía en
los catálogos de vicios (-> avaricia).

xpíjpot- [chréma] dinero, propiedad; Kxfjpa [ktéma] hacienda, solar; i>wxp£,ic, [hyparxis]
fortuna, caudal, bienes; m óizápxovza [tá hypárchonta] patrimonio, bienes, fortuna
I Chréma (de xp'l [chré], es necesario; designa lo necesario, el asunto, el acontecimiento, y de
ahí bienes de fortuna, riqueza; se utiliza desde Homero, la mayoría de las veces en plural; en
singular se usa con menos frecuencia y casi siempre significa multitud de; también, dinero. Ktéma
(de Kráo^ai [ktáomai]), lo adquirido, utilizado asimismo desde Homero, es la propiedad, de
cualquier clase que sea, pero, desde el s. IV a. C, adquiere un significado más restringido y
designa únicamente la propiedad inmueble, la finca, el solar. Hyparxis se encuentra ya en
Aristóteles y significa existencia, ser, y en general, propiedad, caudal, fortuna.
II En los LXX los vocablos de este grupo traducen términos hebreos muy diferentes. En Job 27,
17; 2 Cr 1, 11 s (en 2 Cr 1, 11 s junto a ploütos) chréma significa dinero. En Dn 11, 24.28 designa
el rico botin de guerra, en 11, 13 la impedimenta, los aprestos del ejército. En Job 20, 29, ktéma
tiene el significado genérico de propiedad, bienes, hacienda (NB: herencia), en Prov 8, 18; 12, 27
es la riqueza como recompensa de la sabiduría y de la diligencia, tá. (xpfjfnx) 114
ÓTtápxovxx [tá hypárchonta] es lo que uno tiene, la fortuna, el patrimonio, la propiedad (Prov 6,
31; Gn 13, 6; 31, 18; 36, 6.7; 45, 18; 47, 18; Ecl 5, 18; 6, 2). Ambos términos se intercambian con
bastante frecuencia con ploütos o apyüpoQ [árgyros].

En general, las riquezas citadas son consideradas con naturalidad en un sentido positivo,
en cuanto que son un don de Dios (bendición; Prov 8, 21; Ecl 5, 18; 6, 2; 2 Cr 1, 12). No
obstante, el término hyparxis, espec. en Prov (en donde ocurre también algo parecido con
ploütos), lleva consigo un enjuiciamiento crítico de la riqueza y de los peligros que ésta supone
(cf. a este respecto el libro de Job). La riqueza no es el bien más elevado, sino que, comparada
con el honor (Prov 6, 31), resulta insignificante; pero induce a buscar en ella la protección y la
seguridad (18, 10 s). Prov 28, 6; Eclo 31, 3.5 s; Prov 18, 10 ss; 11, 28; 28, 11; Eclo 11. 19; Eclo
27, 1 ss.

III 1. Mirada de conjunto: en el NT el vocablo chréma, a excepción de Me 10, 23; Le 18, 24 (en
Mt 19, 22 ploúsios), sólo se encuentra en Hech (8, 18.20; 24, 26) y hay que traducirlo por dinero.
El singular sólo aparece en Heb 4, 37. Ktéma sólo aparece en singular en Hech 5, 1,
intercambiándose con ycopíov [chóríon] (vv. 3.8) y con el significado de campo, propiedad;
25

Kxr\¡x(x.xa [ktémata] quiere decir las fincas, la hacienda (Me 10, 22 = Mt 19, 22; Le 18, 23,
ploúsios), de las cuales Hech 2, 45 distingue todas las demás posesiones (ünáp&tQ [hypárxeis]).
También en el NT el participio hypárchonta es más frecuente que el sustantivo hyparxis (que sólo
aparece en Hech 2,45; Heb 10, 34, aquí intercambiándose con hypárchonta). A excepción de Mt
19, 21; 1 Cor 13, 3; Heb 10, 34, sólo se encuentra en Lucas (Le 8, 3; 11, 21; 12,15.33.44; 14, 33;
16, 1; 19, 8, y Hech 4, 32) y designa la propiedad en general.

2. Significación teológica: Jesús exige al joven rico que se aparte radicalmente de sus riquezas
por el reino de Dios (cf. nXovxoq [ploütos]), «vende cuanto tienes» (Mt 19, 21 par). Pero sus
riquezas (excov Kxijpaxa nolká [echón ktémata polla] —«tenía muchas posesiones», Me 10, 22;
en Mt y Le: ploúsios) le impiden seguir el llamamiento de Jesús.
Tan fuertes son las ataduras de las riquezas (cf. peepcovoig [mamonas]), que un rico (xá
Xpijpoixa EXOVXEQ [tá chremata ¿chontes], Me 10, 23 = Le 18,24; ploúsios, Mt 19, 23) «con
dificultad» podrá alcanzar el reino de Dios. Sin embargo, si se los usa rectamente, los bienes de
fortuna pueden servir para hacer buenas obras. Ejemplo de esto son las mujeres que asisten a
Jesús y a sus discípulos (Le 8, 3), y Zaqueo (Le 19, 8; cf. también Le 12, 33).

La actitud tremendamente crítica de Lucas ante toda riqueza se muestra en que él es el único
evangelista que relata la parábola del rico avaro (Le 12, 16-21). La codicia (12, 15), que intenta
buscar una seguridad absoluta en los bienes materiales y, con ello, lleva a la perdición (n/iBovs^ía
[pleonexía], -» avaricia), es, según el criterio neotestamentario, un vicio fundamental del hombre
desligado de Dios.

Basándose en parte sobre la exigencia radical de Jesús (Le 12, 33), pero sobre todo en la espera
de una parusía inminente, algunos miembros de la comunidad primitiva de Jerusalén renunciaban
a sus posesiones (Hech 4, 32 hypárchonta; 2, 45 Kxr¡paxtx tcai vnAp^siq [ktémata kaí hypárxeis]),
las vendían, cuando la necesidad apremiaba (2, 45), y entregaban el dinero a los apóstoles para
que lo distribuyesen (así, p. ej en 4, 36 s Bernabé y en 5, 1 Ananías).
La idea de Simón Mago de comprar con dinero el poder milagroso del Espíritu Santo es
reprobable (Hech 8, 18.20) y lleva a la perdición.

En 1 Cor 13, 3 Pablo valora, entre otras cosas, las buenas obras practicadas con la riqueza
con el único criterio válido: el amor. Si la disposición a dar a los pobres lo que se posee
no va unida al amor, la obra no sirve de nada.

En Heb 10, 34 se contrapone el «patrimonio mejor y estable», la salvación, a los bienes


perecederos, de los que los cristianos se han despojado gustosamente para alcanzar la
promesa (p. ej. Le 12, 33).

PARA LA PRAXIS PASTORAL


El mundo, con todo lo que él encierra y lleva consigo, ha sido puesto por Dios a disposición del
hombre. Lo necesita para su vida en un doble sentimiento: vive para su cultivo y vive también de
sus productos. Pero si se considera a sí mismo no ya como un administrador de los bienes que
se le han confiado, sino como su dueño, entonces desliga el don del donante. Así incurre en la
doble ilusión de poder apoyarse en la riqueza y de poder disponer libremente de ella. En realidad,
este apoyo es extraordinariamente fluctuante y la libertad de disponer de los bienes puede
perderse fácilmente cuando el -> deseo de éstos (sean reales o sólo ansiados) encadena al
hombre y le hace depender de ellos. Estos bienes, al ser valorados falsamente como el
fundamento de la vida, adquieren un poder cuyo remolino arrastra al hombre a la codicia y a la
26

falta de libertad. Y esto no depende de que se posea mucho o poco, pues la relación con los
bienes que se poseen no es, en último extremo, más que una expresión de la actitud para con el
prójimo y de la confianza que el hombre tiene en las promesas de Dios.

El problema se agudiza por el hecho de que la tierra alberga entretanto a miles de millones de
hombres, pero sólo un grupo relativamente pequeño dentro de la humanidad se ha apropiado en
primer lugar durante generaciones y milenios de la mayor parte de la tierra y de los bienes y, acto
seguido, ha defendido y reivindicado su sagrado derecho a ello frente a toda demanda de los
demás hombres y a menudo incluso por encima de las acusaciones de la propia conciencia. ¿Se
ha de seguir de aquí que los demás hombres, que no dispusieron de tan gran cantidad de bienes
o cuyo desarrollo técnico comenzó más tarde, han de conformarse con tal situación?

También las concepciones del derecho de propiedad y de disposición de los bienes (basados, en
parte, en razones de tipo religioso o filosófico) varían según los diversos pueblos y grupos
humanos. Así, lo que para una de estas concepciones constituye una violación del derecho no lo
es a menudo para otras. Pues en nuestras latitudes los conceptos de «propiedad» y de «derecho
de propiedad» tienen un contenido histórico y jurídico bien determinado. Quien utilice estos
conceptos ha de permanecer consciente, por ejemplo, de los prejuicios existentes al respecto.

El dogma (hasta ahora admitido como genuinamente cristiano) de la inviolabilidad sagrada de la


propiedad privada puede apelar tan poco a la Biblia como el de la reivindicación exclusiva del
derecho de propiedad (casi siempre defendido también por personas concretas) por parte de la
sociedad. La Biblia nos presenta sin duda un derecho social israelítico, así como un derecho que
regula la posesión de la tierra (Dt), pero en el NT no aparece ninguna disposición o programa de
carácter obligatorio. Sólo se establecen líneas de orientación y se marcan hitos; si éstos no son
respetados, el individuo y la colectividad están en peligro. Si en el AT la tierra continúa siendo
propiedad de Yahvé y no es confiada ni siquiera al individuo, sino a un grupo de familias en
propiedad vitalicia, ello no sólo expresa la provisionalidad y la vinculación social de toda propiedad
(cf. Las disposiciones del año jubilar en Lv 25); sino que debería también aplicarse, si bien de un
modo distinto en cuanto a sus consecuencias prácticas, a la sociedad industrial. Y el NT advierte
también de un modo especial contra todo atentado a la propiedad ajena, pero exhorta al mismo
tiempo a los propietarios a no apegarse demasiado a aquello que poseen (piénsese en el
problema de los esclavos: carta a Filemón; también en 1 Cor 7, 29ss y en Hech 2, 44). La
propiedad sólo puede fomentar la libertad del hombre cuando es administrada sin apegarse a
ella, y se está dispuesto a hacer que los demás participen de ella (cf.-•misericordia; -y libertad; -
» participar). El peligro surge cuando el afán de poseer —que en sí mismo no es en absoluto
condenable— de una persona constituye una amenaza para la existencia de los otros y
cuando se desconoce de un modo egoísta el hecho de que el hombre sólo es administrador
de los bienes que se le han confiado y no su dueño. Pero aparece también cuando la
posibilidad del individuo de poder disponer de su propiedad de un modo responsable es limitada
en favor de una sociedad que se atribuye a sí misma el papel de benefactor y tutor. Ni puede
postularse una equiparación de todos los hombres sin tener en cuenta sus talentos y
capacidades, ni puede dejarse libre curso al juego de las fuerzas en presencia, pues siempre
resultará atropellado el más débil. Hay que seguir una vía media. El que quiera encontrarla habrá
de orientarse, tanto en la ética personal como en la social, así como en la legislación, a partir de
dos hitos fundamentales: por una parte, Dios ha entregado a la humanidad en cuanto colectividad
la soberanía (y, por tanto, el derecho de propiedad) sobre los bienes de este mundo; el individuo,
en cuanto miembro de esta colectividad, también participa de ello. Por otro lado, esta colectividad
27

sólo puede existir cuando deja a salvo la peculiaridad concreta —incluso la económica o
material— de cada uno de sus miembros.

La clave para formar un criterio sobre todas estas cuestiones sólo puede ser el conocimiento de
que Dios mismo ha adquirido el derecho de propiedad sobre su pueblo y —a partir de la nueva
alianza— sobre la humanidad entera. Por eso hemos de considerar al hombre que está a nuestro
lado como alguien que pertenece a Dios. Y, por eso, nada puede ser adquirido o poseído —por
mí o por otros— en esta tierra o en este universo, que no sea creación de Dios y, por consiguiente,
propiedad suya. Al confiar esto al hombre, él quiere al mismo tiempo gratificar al individuo,
moverlo a gratitud y capacitarlo para un servicio responsable al prójimo y a la colectividad.

Mateo
Capítulo 05
1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos.
11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de
mal contra vosotros, mintiendo.
12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Lc 6: 22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí,


y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos;
porque así hacían sus padres con los profetas.
24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.

Hebreos 10: 26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el


conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,
27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios.
28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere
irremisiblemente.
29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra
vez: El Señor juzgará a su pueblo.
31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados,
sostuvisteis gran combate de padecimientos;
33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por
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otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.
34 Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis
con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.
35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios,
obtengáis la promesa.

Hebreos 11: 24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales
del pecado,
26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque
tenía puesta la mirada en el galardón.

2da. de Juan
Capítulo 01
8 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis
galardón completo.

Apocalipsis
Capítulo 22
12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea
su obra.
1ra. a los Corintios
Capítulo 09
24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva
el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
25 Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

Filipenses 03
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo
llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;
19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza;
que sólo piensan en lo terrenal.
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al
Señor Jesucristo;
21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas

Colosenses 02
18 Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles,
entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,

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“fruto que abunde en vuestra cuenta”


29

Filipenses 4:10-20

Cuando está ofrendando, ¿en qué piensa usted? ¿Qué viene a su mente cuando el hermano
dice, “ha llegado el momento de ofrendar”? ¿En qué, o en quién está usted pensando? ¿Alguna
vez pensó que al participar en la ofrenda, usted está invirtiendo su dinero? Desde luego, tal vez
esta pregunta le parezca descabellada, pues siempre hemos tenido la idea de que en la iglesia
se da sin esperar nada a cambio. Pero, ¿dónde dice eso la Biblia? ¿En qué parte leyó usted, que
el cristiano “no debe esperar nada por el bien que hace”? Tal vez usted leyó Mateo 5:40 en
adelante, y concluyó, equivocadamente, que allí se enseña eso de “dar sin esperar nada” pero,
tal idea no la enseña el texto bíblico. Si leemos detenidamente todo el párrafo, nos damos cuenta
que está hablando de dar a quien lo necesite. Pero no dice que demos “sin esperar nada”. De
hecho, el verso 46, dice, “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?”.
Contrario a lo que alguien pudiera pensar, el bien que el texto nos exhorta a realizar, es uno en
el que haya “recompensa”. Si solamente amamos a los que nos aman, ¡no hay recompensa! Pero
si amamos incluso a nuestros enemigos, ¡entonces hay recompensa! Esa idea de “dar sin esperar
nada” no es una que el texto incluya.
Las palabras de Pablo son claras: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde
en vuestra cuenta.” (Filipenses 4:17). Pablo dijo, “no busco esto, sino esto”. Hay algo que Pablo
buscaba al recibir el apoyo financiero que los hermanos en Filipos le estaban enviando. Sí, Pablo
recibía, y recibía para suplir sus necesidades, aunque en el proceso estaba buscando algo, y es
también lo que nosotros debemos buscar. ¿Por qué sería pecado que nosotros busquemos
aquello que Pablo buscaba? Si Pablo no pecó por estar buscando esto, entonces nosotros
tampoco pecamos por estar buscando lo mismo. ¿Qué buscaba Pablo? Él escribió, “busco fruto
que abunde en vuestra cuenta” (v. 17).
La aclaración de Pablo sobre el asunto, de no buscar “dádivas”, sino “fruto” a favor de ellos, no
desanimó en ninguna manera a los hermanos. Por el contrario, las palabras de Pablo representan
un estímulo que sin duda alguna, implantó en la mente de los filipenses el deseo de seguir dando
para la obra de Dios. Las palabras de Pablo animaron a los hermanos en esta buena obra que
estaban llevando a cabo, y deben animarnos a nosotros también. Usted participa en la colecta,
pero nunca pierde. Nunca se queda sin nada. Nunca dejará sus bolsillos vacíos. Sino que estará
recibiendo “fruto que abunde en su cuenta”. Gran incentivo para los que ofrendamos alegremente
para la obra de Dios. Es un incentivo bíblico. Es un incentivo espiritual. Es un incentivo inspirado
por Dios. Nadie debe sentirse mal por tener en cuenta estas palabras de Pablo. Por el contrario,
están escritas para quienes son generosos en la obra de Dios. Si tienen otro propósito, no lo veo.
Pablo aclara que está buscando ese fruto a favor de ellos. No busca dádivas, sino beneficiar a
los que dan.
La palabra “fruto” en el contexto de Pablo, es un término contable, que hace referencia al interés
que gana una inversión. La Sagrada Biblia Bover Cantera, de 1957, dice: “lo que busco es que el
interés vaya multiplicándose a cuenta vuestra”. La versión Corona de Jerusalén, dice, “sino que
busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta”. Luego, el beneficio es inevitable. El efecto
de nuestra generosidad redunda en nuestro favor. Sin embargo, tal beneficio es condicional.
¿Qué hay que hacer para que ese fruto abunde en nuestra cuenta?
PARA QUE EXISTA ESE FRUTO QUE ABUNDE EN NUESTRA CUENTA, PRIMERO
DEBEMOS DAR. Los hermanos en Filipos primero dieron, y el fruto vino a ser el resultado de su
generosidad e interés por la obra de Dios. Pablo dio testimonio de ello diciendo, “En 3
30

gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo
cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.” (v. 10). Como vemos, los
hermanos en Filipos estaban al tanto del bien estar de Pablo. Por medio de sus colectas, ellos
habían estado cuidando de Pablo, y ahora lo estaban haciendo otra vez. No había en ellos
indiferencia para con Pablo y sus necesidades. Estaban sumamente interesados y listos para
contribuir y participar con él.
Mis amados hermanos, las necesidades que un predicador del evangelio tiene, representan el
momento indicado para sembrar este fruto a favor de las iglesias. Las necesidades que un
predicador del evangelio tiene, representan el momento oportuno para que las iglesias sean
bendecidas. Son el tiempo para que las iglesias sean bienaventuradas. Las iglesias deben estar
atentas y dispuestas, listas, solícitas en cuidar de un predicador del evangelio, y gozar de la
providencia de Dios que resulta de tan noble obra. Los santos que componen las iglesias deben
estar atentos a las oportunidades que la congregación tiene al poder contribuir con aquellos que
predican la Palabra de Dios. Es el momento de sembrar. Es el momento de invertir. Es el
momento de gozar y esperar en la fidelidad de Dios y su Palabra, para gozar de ese fruto que
abunde en vuestra cuenta.
Muchos hermanos, lamentablemente, quieren gozar de ese fruto sin dar. Conscientes, o
inconscientemente, quieren engañar a Dios. Esperan en Dios, de que el supla “todo lo que os
falta” (v. 19), y hacen largas oraciones esperando que Dios no los desampare. Esperando que
Dios les bendiga en sus empleos. Esperando que Dios les libre de las enfermedades. Esperando
que Dios cuide de sus vidas, de sus hogares, de sus hijos, de sus seres amados… de sus almas.
Pero, si usted busca recibir de Dios sin dar, usted no ha comprendido que la bienaventuranza
resulta del dar, y no del recibir. Son los que dan, los bienaventurados, los dichosos, los
bendecidos. No son los que reciben, sino los que dan.
¿Es usted de los que tienen esa idea equivocada de “recibir sin dar”? ¿Acaso se pueden recibir
intereses del banco, sin antes invertir en 4
31

él? La Biblia dice en Mateo 25:27, “Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al
venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses”. Como vemos, no se pueden recibir
intereses sin invertir primero. ¿Acaso el campesino puede recibir fruto de la tierra, sin sembrar
primero? La Biblia dice que “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.
¿Leyó con atención? El labrador debe trabajar primero, es decir, debe sembrar la tierra primero,
y entonces poder recibir fruto de ella. No se puede comer del fruto de la viña, sin plantar primero
la viña. El rebaño debe ser apacentado para tomar de su leche. Y para recibir de este fruto que
abunde en nuestra cuenta, debemos primero dar, exactamente como hicieron los hermanos en
Filipos.
En el Antiguo Testamento tenemos numerosos ejemplos de este principio bíblico. Para recibir
hay que dar. Dios dijo a los judíos en días del profeta Malaquías, “Traed” (3:10), vocablo que
evidentemente indica la condición que ellos debían cumplir para que Dios los bendijera. No se
pronunció primero la bendición, sino primero la dádiva de ellos. El texto completo dice, “Traed
todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová
de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde”. Dios pide deliberadamente a los judíos que lo prueben. La fidelidad de
Dios a su palabra puede ser probada y aprobada por medio de su cumplimiento. ¿Quién puede
dudar de la Palabra de Dios? “probadme”, les dice Dios. Las lluvias para su tierra serían la
evidencia visible de que la Palabra de Dios se cumple. En el verso 11 les añadió dos promesas
más. “Reprenderé… al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
será estéril, dice Jehová de los ejércitos”. ¿Quién lo dice? ¿Quién promete detener las plagas y
dar fuerza a la vid? “Jehová de los ejércitos”. La buena cosecha está garantizada, pues es
“Jehová” quien así lo garantiza. Sin embargo, estas bendiciones están condicionadas a la
fidelidad de los judíos. En tanto que ellos traigan los diezmos y las ofrendas, estas bendiciones
están garantizadas. En tanto que usted participe en la colecta, ese “fruto que abunde en vuestra
cuenta” será una realidad. La buena cosecha está condicionada a traer los diezmos, y el fruto
que abunde en vuestra cuenta está condicionado a nuestra participación en la predicación del
evangelio. Ni Dios, ni Pablo buscan “dádivas”, sino que buscan la bendición del pueblo de Dios.
Participe en la colecta, para que la iglesia participe en la predicación del evangelio, y entonces el
fruto que abunde en vuestra cuenta está garantizado por la fidelidad de Dios.
PARA QUE EXISTA ESE FRUTO QUE ABUNDA EN VUESTRA CUENTA, ES NECESARIO
SER GENEROSOS. Los hermanos en Filipos son conocidos por su generosidad. Cuando se
presentó la necesidad de los santos en Jerusalén, ellos fueron generosos. “Asimismo, hermanos,
os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia (los
tesalonicenses, los de Berea y los filipenses); que en grande prueba de tribulación, la
abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad.
Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus
fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en
este servicio para los santos” (2 Corintios 8:1-4). Ellos no esperaron a que la petición se hiciera
presente, sino que cuando se enteraron de la necesidad que estaban sufriendo los hermanos en
Jerusalén, pidieron que se les concediese el privilegio de participar en ese servicio. Ellos
entendían que su participación representaba un “privilegio”. Cuando el cristiano ve a la colecta
como un “privilegio”, aun teniendo poco, quiere participar, y ruega por ello. Esto era evidencia de
la generosidad de nuestros hermanos en Filipos.
La hermana Lidia y su familia, fueron generosos desde el primer día que obedecieron el
evangelio. La Biblia dice, “Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis
juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.”
(Hechos 16:15). Pablo y los otros se sintieron obligados a recibir de Lidia y su familia. Nuestros
hermanos estaban solícitos por servir a Pablo y a los que con él estaban. Esta solicitud sería un
32

distintivo de la iglesia en Filipos para ayudar a Pablo y participar así en la predicación del
evangelio. Pero Lidia y su familia no fueron los únicos.
El famoso “carcelero de Filipos”, también mostró la misma fe que Lidia y su familia. En el verso
34, leemos: “Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber
creído a Dios.” ¿Leyó con atención? Quien los custodiaba en la cárcel, ahora es un hospedador
generoso. La felicidad se respira en su casa. ¿Era gran cosa compartir de lo suyo con aquellos
que le habían compartido la Palabra de Dios? Un corazón lleno de gozo y alegría por la salvación
de su alma, no reparará en compartir de lo suyo con aquellos que le hablaron del Salvador.
¿Y qué se puede decir de los hermanos en Filipos, ahora que han pasado los años? Pablo
escribió, “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno” (Filipenses 4:18). La
generosidad de nuestros hermanos no se agotó, ni se cansó, sino que estaba lista para ser
bendición, no solo a Pablo sino a ellos mismos.
Si uno es generoso con la obra de Dios, entonces Dios será generoso con nosotros. Pablo
escribió, “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que
siembra generosamente, generosamente también segará.” (2 Corintios 9:6). ¿Lo ve? Aquí está
la base bíblica. Solo hay dos maneras de ofrendar: “escasa” o “generosamente”. Lo que es
“escaso” es contrario de lo que es “generoso”. El cristiano que “escatima”, o que se reserva la
generosidad, no puede esperar recibir este “fruto que abunde en vuestra cuenta”. ¿Acaso
pretendemos engañar a Dios? Quizás podamos engañar a los hermanos, o incluso a nosotros
mismos. Pero si usted escatima en su ofrenda, entonces no espere grandes bendiciones.
Los que dan “escasamente” no pueden pretender ser vistos por Dios con buenos ojos, como ve
a quienes son “generosos”. La “generosidad” y la “mezquindad” son acciones contrarias entre sí,
y Dios ama una y aborrece la otra. La generosidad está dentro de la justicia de Dios, mientras
que la “mezquindad” está fuera de sus caminos. ¿No fue Dios “generoso” con nosotros? La Biblia
dice, “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo
pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.”. Este no es un
argumento sicológico, pues el contexto del pasaje tiene que ver precisamente con las ofrendas.

La generosidad fue practicada por nuestro Salvador. Él, “siendo rico”, estuvo dispuesto a ser
“pobre”, ¿para qué? ¡Para enriquecernos! No tenemos otro ejemplo de su parte en “razón de dar
y recibir”, sino la generosidad suya. Dios “no escatimó ni a su propio Hijo” (Romanos 8:32), dijo
Pablo. Ni Cristo, ni el Padre fueron mezquinos. Tal posición negativa ante la necesidad es
contraria a Dios y su voluntad. Es contraria a su naturaleza. Y nosotros, por ser sus hijos,
debemos mostrar la misma generosidad. ¡Fuera la mezquindad! No es propia, ni debe tener parte,
ni suerte en el corazón del Pueblo de Dios.

Dios advirtió a los judíos, diciendo, “Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando
le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que
emprendas.” (Deuteronomio 15:10). Como vemos, Dios aborrece la mezquindad y favorece la
generosidad. Estas cosas no son propias de un pacto para estar ausentes o presentes en otro.
La mezquindad es aborrecida por Dios en ambos testamentos, como es alabada y favorecida la
generosidad. Para gozar de ese “fruto que abunde en nuestra cuenta”, necesitamos ser
generosos, pues el que “siembra generosamente, generosamente también segará”.

PARA QUE EXISTA ESE FRUTO QUE ABUNDA EN VUESTRA CUENTA, ES NECESARIO
QUE DEMOS CON FE. Los hermanos en Filipos estaban “ofrendando”. Y aquí estoy usando la
palabra “ofrenda” a propósito. Es verdad que el término “ofrenda” no está redactado en las
palabras del apóstol, pero también es verdad que el concepto que dicho término representa, sí
está presente.
33

Cuando Pablo habla de lo que enviaron los hermanos en Filipos, él dice que aquello era “olor
fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios” (Filipenses 4:18). Esta descripción que hace Pablo,
es lenguaje veterotestamentario, es decir, términos propios del Antiguo Testamento que tienen
que ver con las “ofrendas”. En Éxodo 29:18, dice, “Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es
holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová”. Cuando Noé salió del
arca, la Biblia dice, “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave
limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato.” (Génesis 8:20, 21). Es
evidente que, lo que aquellos hermanos en Filipos habían enviado a Pablo, representaba una
ofrenda, la cual, es claramente identificada por Pablo como tal. Mientras los filipenses están
ayudando a Pablo, también están ofreciendo a Dios sacrificios agradables a él. En el mismo acto.
En la misma acción. Ellos están ofrendando a Dios.

No obstante, ¿por qué esta ofrenda de los hermanos, es calificada como un sacrificio aceptable?
Precisamente por la fe. Una ofrenda no es aceptada si no es ofrecida con fe. En Hebreos 11:4,
leemos, “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio”. El sacrificio de Abel llegó a
ser “excelente” delante de Dios, precisamente “por la fe” que le acompañó. No, el sacrificio de
Abel no era mezquino. Ni produjo tristeza o duda en su corazón. Fue “excelente”, generoso y
dado con alegría. En Génesis 4:4 se nos exhibe la fe de Abel. El texto dice, “Y Abel trajo también
de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y
a su ofrenda”. La ofrenda de Abel fue “de los primogénitos”, y de lo “más gordo” que tenía. Su
ofrenda era generosa. Su ofrenda fue dada con alegría. Y estos hechos o elementos visibles son
evidencia de la fe que hay en el corazón de Abel. ¿Ofrenda usted con fe?
Si usted participa de la colecta siendo mezquino, o con duda, o con malicia, entonces usted no
gozará de ese “fruto que abunda en vuestra cuenta”. ¿No ha leído que Dios “ama al dador
alegre”? Pablo escribió, “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Uno debe participar con alegría,
con un corazón generoso para la obra de Dios. Si usted quiere gozar de ese “fruto que abunda
en vuestra cuenta”, es necesario que tenga fe, es decir, que confíe en Dios, dando alegre y
generosamente. Recuerde que, “poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda
gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda
buena obra” (2 Corintios 9:8). ¿Cree usted que es imposible? ¿Acaso cree que para Dios es
imposible alimentar a cinco mil personas con cinco panes y dos peses? Entonces no dude más,
y sea generoso. Ofrende a Dios con alegría. Participe la iglesia en la predicación del evangelio
dando para las necesidades de aquellos que viven de él. Ha llegado el momento de poner por
obra la palabra de Dios y de ejercitar nuestra fe. ¿Lo hará?

TÓPICO ESPECIAL: "LOS NIVELES DE RECOMPENSA Y CASTIGO"

A. La respuesta apropiada o inapropiada a Dios se basa en el conocimiento. Mientras menor


conocimiento se tenga, menor responsabilidad personal; y lo contrario también se cumple.
B. El conocimiento de Dios llega básicamente de dos maneras:
1. la Creación (cf. Salmos 19; romanos 1-2)
2. las Escrituras (cf. Salmos 19:119; el Evangelio)
C. La evidencia del Antiguo Testamento

1. LAS RECOMPENSAS
Génesis 15:1 -por lo general asociado a recompensas terrenales, la tierra y los
hijos- Deuteronomio 27-28 -la obediencia la Pacto trae bendiciones-. Daniel 12:3
2. El castigo
34

a. Deuteronomio 27-28 -la desobediencia la Pacto trae maldición-


3. El pecado humano modifica el modelo veterotestamentario de recompensa
personal y justicia del Pacto. Tal variación aparece en Job y en Salmos 73. El Nuevo
Testamento cambia el enfoque de este mundo al otro (cf. El Sermón de la Montaña,
Mateo 5-7).
D. La evidencia del Nuevo Testamento

1. Las recompensas -más allá de la salvación-

a. Marcos 9:41 41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre,


porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
b. Mateo 5:12, 12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en
los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de
vosotros. 46; 6:1-4, 5-6, 6-18; 18 para no mostrar a los hombres que ayunas,
sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público.
c. 10:41-42; 41 El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa
de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo,
recompensa de justo recibirá.
42 Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría
solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa.
d. 16:27; 27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con
sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
e. 25:14-2314 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose
lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme
a su capacidad; y luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó
otros cinco talentos
17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el
dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló
cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel,
sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos
talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre
ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
f. Lucas 6:23, 35;
g. 19:11-19, 11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una
parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el
reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
35

12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un


reino y volver.
13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad
entre tanto que vengo.
14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada,
diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante
él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que
había negociado cada uno.
16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel,
tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
h. 25-26 25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará.
2. El castigo

a. Marcos 12:38-40 38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas,


que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las
plazas,
39 y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las
cenas;
40 que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas
oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
b. Lucas 10:12; 12 Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo
para Sodoma, que para aquella ciudad.
c. 12:47-48; 47 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se
preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco;
porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará;
y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.
d. 19:20-24; 20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
¿Qué más me falta?
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a
los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.
22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones.
23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
e. 20:47
f. Mateo 5:22, 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su
hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano,
será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará
expuesto al infierno de fuego.
g. 29-30; 29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y
échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que
todo tu cuerpo sea echado al infierno.
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30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues


mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo
sea echado al infierno.
h. 7:19; 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.
i. 10:15, 28; 15 De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el
castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad.
j. 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar;
temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el
infierno.
k. 11:22-24; 22 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el
castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.
23 Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades
serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que
han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.
24 Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo
para la tierra de Sodoma, que para ti.
l. 13:49-50; 49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los
malos de entre los justos,
50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
m. 18:6; 6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que
creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino
de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.
n. 25:14-3014 Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose
lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
15 A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme
a su capacidad; y luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó
otros cinco talentos
17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el
dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló
cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel,
sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos
talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre
ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te
conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges
donde no esparciste;
25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes
lo que es tuyo.
26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que
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siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.


27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo,
hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo
que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el
crujir de dientes.
o. Santiago 3:11 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,
sabiendo que recibiremos mayor condenación.

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