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El consumo no es la compra
El consumo no empieza tras la segunda guerra mundial
El consumo no es maximización de coste / beneficios
El consumo no es una práctica parcial
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(a) las prácticas es decir lo que solemos hacer cuando nos
relacionamos con los objetos, bienes y servicios.
(b) los hábitos que reúnen un conjunto de pautas éticas y
estéticas, que forman nuestras costumbres, lo que hacemos
muchas veces sin reflexionar y otras dándonos razones.
(c) los estilos de vida que son las repercusiones que el
consumir (con unas prácticas u otras y los hábitos con unas
pautas y otras) deja en nuestra identidad social y persona
hasta el punto de configurarla de un modo determinado.
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valoraciones cotidianas del consumidor. Pero también nos interesa
detectar qué relación hay entre hechos, valores y normas por cuanto
que todos ellos configuran el universo del consumo y prescindir de
uno de ellos nos condena a una visión parcial del mismo.
De esta manera vemos que la perspectiva sociológica sobre los
fenómenos del consumo se dirige principalmente a esclarecer el que
llamamos componente fáctico, pero sin dejar de apuntar la relación
que este tiene con el componente normativo. Adelantamos que no
entraremos en el detalle de la legislación (por las razones
antedichas) , pero sí trazaremos los entramados de
representaciones, valores y apreciaciones que en los distintos
momentos forman la base del consumo contemporáneo.
La sociología se atiene, por pretensión fundacional, a la
descripción y comprensión de los hechos. Pero este programa no
debe entenderse en plan “fisicalista”: del consumo no nos interesa
sólo qué hace la gente, descrito ese quehacer como quien asiste a
un fenómeno de la naturaleza. Los hechos sociales (decía Max
Weber) no están hecho sólo de comportamientos observables. Y, si
como decía Émile Durkheim en Las reglas de método sociológico,
hay que tratar los hechos sociales “como si fueran cosas “, eso
quiere decir, en primer lugar, que hay que quitarse muchas
fantasías de la cabeza y tratar de describir los fenómenos sociales
del consumo con la misma parsimonia y cuidado que les solemos
atribuir a los científicos naturales (de quienes pensamos que no
ponen sus fantasías por encima de lo que ven). Pero los hechos del
consumo no son cosas mondas y lirondas. Como hechos sociales
que son están compuestos de dos ingredientes: “lo que se hace” +
“lo que se dice que se hace”. O, dicho de otro modo, de prácticas y
justificaciones de dichas prácticas.
Por esto nos interesa considerar no sólo el ingrediente acción
sino también la razones de tal acción. La acción la detectamos y
tratamos de comprenderla a través de la observación y otros
procedimientos. Las razones se dan y circulan en el discurso social:
este lo forman las formas de hablar, argumentar, representar,
simbolizar, razonar de las que participamos todos los días.
Si el discurso del consumo nos resulta imprescindible es
porque si nos limitamos a la observación naturalista de lo que
hacemos al consumir muchas veces no sabemos comprender
objetivamente los hechos. A veces para hechos similares hay
razones contrapuestas. A veces una práctica de consumo responde
a razones de cálculo (costes/beneficios) y otras a razones de
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representar nuestro estatus o nuestros gustos. Y, otras veces,
estando más o menos claro que hay razones esas no se nos
presentan con claridad. En plata: que sabemos del todo por qué
hacemos las cosas en materia de consumo, de gasto, de compra.
Veamos un ejemplo.
Una prenda de vestir puede obedecer a la proximidad de las
rebajas: la compramos porque nos parece “buena, bonita y barata”.
La misma prenda puede obedecer a la conveniencia de figurar o
mostrar nuestro rango y no reparamos en esa ocasión en que “está
bien de precio”, sino en que “nos va bien para tal ocasión”. Otras
veces la razón de llevar la prenda de marras no es ni el precio ni el
estatus, sino mostrar que compartimos valores morales y estéticos:
llevamos lo mismo (tal prenda) que otros a quienes reconocemos un
estilo que nos agrada, una posición ideológica cercana a nosotros o
que nos parece interesante. Y a veces el uso de tal prenda obedece
a una mezcla de las tres motivaciones anteriores…o de ninguna de
ellas. A veces se da el hecho de capricho o de la elección sin
razonar de manera clara y completa. Este tipo de motivación no es
tan infrecuente en los fenómenos del consumo. Pero no por ello
decimos que es “irracional”. Como tendremos ocasión de ver, el que
no hay en un momento razones claras, aparentes, no quiere decir
que no las haya: pueden ser de orden íntimo – y por tanto más
difíciles de explicitar - , pueden ser de orden no consciente y , por lo
tanto, habrá que buscarlas en la curiosa lógica de nuestro deseo,
que tiene sus razones no evidentes, pero reales.
La publicidad – componente principal de la comunicación e
intercambio que es el consumo – se encarga, como sabemos , de
suscitar nuestro deseo , a veces sin más razón de que tal producto
“nos conviene” , sin más, o de que “es muy de nuestro estilo”, o que
“nos distingue y nos da distinción”…Formulaciones en apariencia
borrosas pero enormemente eficaces en la organización de las
pautas cotidianas del consumo.
El mundo del consumo nos proporciona numerosas razones,
argumentos de venta y de compra, y nos hace participar de criterios
de buen gusto que son generales y cambiantes, pero que pasan por
se nuestros en exclusiva y tan duraderos como nuestra misma
identidad. Es decir que, al presentar el universo del consumo nos
interesa conocer los hechos y también los razonamientos,
representaciones, fantasías: todo el componente mental y afectivo
que configura la identidad de los consumidores, y no sólo la
orientación de tal o cual hecho aislado.
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Por eso hablamos de “universo del consumo”. Porque
entendemos – como la perspectiva sociológica nos enseña – que no
podemos conocer un hecho social si lo tratamos de manera aislada.
Los hechos sociales - de nuevo Durkheim – “se explican por otros
hechos sociales”. Y nos interesa sobremanera comprender la
relación que hoy, en el que Galbraith llamó consumo opulento,
mantienen entre sí las formas de consumir, las manera de pensar, la
visión de mundo que se va formando en la sociedad que piensa que
siempre hay algo que nos viene bien personalmente (algo que
responde a mi necesidad o a mi deseo ) y que siempre habrá algo
nuevo. Dos mitos tan arraigados entre nosotros que los
consideramos como cosas obvias, indiscutibles.
Analicemos ahora las definiciones negativas (lo que el
consumo no es) y las definiciones positivas de lo que es el
consumo.
En estas caracterizaciones hay, como bien puede suponerse,
un punto de vista que se caracteriza por dar una idea lo más
abarcadora (y no reductiva) de los hechos del consumo. No
considera, por ejemplo, explicación bastante decir que el consumo
sea reduce a la decisión del usuario de un televisor para que, como
se dice con un cierto cinismo, “si no le gusta la programación pues
apaga y listo”. La perspectiva que presentamos se pregunta más
allá del individualismo metodológico y político: porqué hay la
programación que hay, qué relación tiene esta con las formas de
consumir, y qué alcance tiene el consumo televisivo y el consumo
de los productos que la tele anuncia (con tenacidad y extensión in
paragón hace pocos años) en la configuración de las mentalidad, en
las formas de organización de la polis.
Partimos del hecho de que no son dos “negociados” separados
lo económico del consumo y la organización cívica de nuestras
formas de vida. Pero no adelantemos acontecimientos.
Lo que no es el consumo
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o, mejor, de nuestros lugares comunes, de nuestros tópicos sobre el
consumo.
El consumo no es la compra
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humanidad). Es que entre los grupos adultos, entre los países, hayh
prácticas de consumo que no están regidas por la lógica de la
compra y del mercado.
Las celebraciones, fiestas, rituales, manifestaciones identitarias
o de apertura de las identidades al contacto con los diferentes,
suponen un variadísimo modo de consumo en el que no es el
ahorro, el mercado y la optimización del gasto lo más importante. No
afirmamos que no lo sea, decimos que no es lo único ni lo más
importante.
El consumo es también el regalo entre particulares, grupos o
entidades de mayor complejidad. Y el regalo no está regido porque
sea “·baratito y apañado”, tiene que ser como sea pero lo que es
claro es que tiene que manifestar la vinculación que queremos tener
o mantener en ese grupo.
Igualmente el consumo no se rige por la estricta aplicación del
cálculo de costes / beneficios (no decimos que prescinda siempre
de este criterio, sino que hay prácticas de consumo en las que no
lleva la voz cantante) en dos casos muy relevantes y que todos y
todas tenemos experiencia de ellos.
El primero es la expresión de nuestro estatus, de nuestro
poder, de nuestra influencia social. El segundo es la expresión de
nuestra pertenencia o afinidad con una comunidad o grupo en el
que nos sentimos pertenecientes y esa pertenencia nos llena de
sentido y de satisfacción.
En la vida cotidiana escuchamos muchas veces (a incluso
decimos) la expresión “eso no es apropiado para la ocasión”,
“¿cómo vas así vestida o cómo llevas eso?: la respuesta es porque
debo hacerlo por mi trabajo, o porque la ocasión lo exige y no
reparo demasiado en que haya otras cosas más baratas o mejores
desde el punto de la tan manida “relación calidad / precio”
El consumo no es la compra en este contexto, porque
evidentemente compramos cosas que tienen y precio determinado y
una calidad concreta. Estamos hablando del valor que una prenda,
o una comida, o un espacio o un tiempo (en la medida en que son
bienes consumibles). Y ese valor no equivale al precio: como decía
el refrán que se remonta al siglo de oro, “sólo el necio confunde
valor y precio”. Lo que aquí se encierra es una verdad que conviene
mostrar en esta primera caracterización del consumo, porque es
muy importante y habremos de volver para mostrar todo su peso en
temas posteriores. Esa verdad se enuncia sencillamente : los
objetos, los signos del consumo no tienen un valor prima facie
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monetario, mercantil, sino que tienen ante todo un valor social. La
comunidad se pone de acuerdo - no uniformemente, claro está – en
dar valor a determinadas modas, estilos, ritos de consumo en la
medida en que estos representan las diferencias, la especialización
de los grupos que componen las jerarquías sociales, institucionales.
Y esto tan radical que podemos avanzar que estos “signos externos”
que expresan jerarquía, rango o poder, no son meras apariencias o
vehículos de tal o cual rango, condición socioeconómica o profesión.
ESos signos que los objetos del consumo ponen a nuestra
disposición para expresar las diferencias del sistema social son ellos
mismos los que configuran tales diferencias.
No es como decir que un juez lo es aun cuando no lleve la
toga, o una marquesa lo seguirá siendo aun cuando vista de trapillo,
con pantalones y blusas cómodas…Nos referimos a que los signos
del consumo configuran, establecen, hacen consistentes y
explicables los diferentes rangos y jerarquías. De tal manera que si
nos hubiese tales signos visibles, las jerarquías, la diferencia de
estatus, de poder, de rango no sería inteligible, no existiría. Porque
los hechos sociales necesitan externalizarse, manifestarse a través
de sus signos para que los demás y nosotros mismos podamos
internalizarlos, hacerlos nuestros , hacernos con ellos.
Por eso no conviene considerar que frivolidad la relación entre
objetos de consumo y rangos sociales, porque en ellos, como decía
Thorstein Veblen en su aleccionador libro Teoría de la clase ociosa,
una clase se da como espectáculo ante las demás y, sobre todo,
ante sí misma. Una mujer emperifollada, de finales de XIX, tal como
nos la representa Martin Scorsese en La edad de la inocencia
(versión en cine de la novela de igual título de Barton, coetánea de
Veblen), con sus modos de consumo no está diciendo que
pertenece a quienes han acumulado mucho dinero, sino
precisamente lo contrario: que forma parte de lo que tienen más
poder porque poderoso es no quien tiene sino quien puede
derrochar, regirse por otra lógica distinta de la que parecía
indispensable para el progreso y la prosperidad de los pueblos: el
trabajo y el ahorro.
La mujer de la burguesía industrial ascendente que forma la
élite norteamérica del comienzo de siglo XX, con su imitación de la
nobleza europea – que es la clase ociosa en la que se mira como en
un espejo – está mostrando, con el vestido mismo, abigarrado,
incómodo, pesado, que no trabaja, que no necesita trabajar. Porque
es un sujeto que practica un consumo vicario ( no lo hace por ella ni
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para ella): es la muestra viviente de que pertenece al ámbito de
quien sí tiene recursos en abundancia , para el dispilfarro, el ocio.
Es lo que se llama el consumo ostentatorio (conspicuous
consumption) , y “conspicuo” quiere decir para que lo vean (spicere)
y a partir del modo de tales objetos puedan todos colegir el nivel y
el poder de quien lo lleva.
La otra situación en la que la compra no es el primer criterio la
marca todo el repertorio de formas de consumo que están selladas
por la afinidad. Reparemos en que hay multitud de formas de
consumo cotidiano en las que es sujeto consumidor no se rige por
el criterio de la maximización (lo bueno-bonito-barato), sino en que
tales signos del consumo expresan no su rango o su poder, sino con
quién quiere juntarse socialmente hablado (moral y estéticamente),
es decir con quién comparte sus gustos, su estilo
No se trata del consumo de objetos, marcas, como expresión de
rango social, sino como expresión y consolidación de las afinidades.
Quien consume hace elecciones que no tienen que ver sólo ni
principalmente con las cosas sino con su propio estilo, con su propia
identidad.
Así, observamos que hay consumidores que van de buena
gana a determinado establecimientos, o que siguen más bien unos
medios de comunicación social, por el simple criterio de que “es su
estilo”, “va con su manera de ver las cosas”, “es cuestión de
gustos”.
El grupo de pertenencia – que suele ser sujeto del consumo, del
gasto y a veces de la compra – es importante porque, como
sabemos y detallaremos en su momento es el verdadero
consumidor, más que el sujeto individual, incluso. Pero es el grupo
de referencia el que nos interesa, porque este lo forman los afines,
no los que están en presencia, físicamente junto, sino los que
comparten criterios semejantes o parecidos a la hora de enfrentarse
con la oferta especializada o general.
La importancia de esos contextos en los que el consumo
engloba y supera los criterios de la mera compra, como estamos
viendo, es el primer elemento negativo, en el sentido crítico, de
sacudir nuestros lugares comunes. El primero precisamente que el
consumo es lo mismo que la compra: Vemos que no.
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El consumo no empieza tras la segunda guerra mundial
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especializado, dirigido a las masas y a los individuos que las
componen.
Estos rasgos, que nos pedirán más detalle, son los que forman
la pauta de consumo de masas. Pero el consumo tal como lo
conocemos tiene un punto de arranque que es anterior a lo que
convencionalmente llamamos nacimiento del consumo de masas.
El universo de las mercancías, de las fantasmagorías que
acompañan el mercado, de los fetiches (que son las mercancías a
las que otorgamos un valor que va más allá de su venalidad o de
su utilidad) , de los simulacros (que se presentan como más reales
que la realidad, siendo como son artefactos, artificiales) todo ello
es más antiguo que la pauta de consumo que empezó en la
segunda posguerra.
¿Cuándo comienza la cultura de consumo? Evidentemente, la
función consumo como parte de la reproducción social es tan
antigua como las más antiguas formas de producción. Se puede
decir que no hay sociedad sin consumo. Y en ese sentido sería
una generalización indebida proceder disolviendo lo específico de
las formas sociales contemporáneas de consumo en un borroso
enunciado que lo haga “tan antiguo como la tierra” o que se da
“desde que el mundo es mundo”.
Lo propio de la sociedad de consumo es que el mundo entero
se convierte en mercado. Las exposiciones universales comienzan
con la de Londres, Hyde Park, 1851. Y en ellas se exponen las
novedades con carácter internacional, destinadas a los
consumidores potenciales, a los que les llega la visión de los
objetos, (porque forman en las largas filas de visitantes
alborozados, o llenos de temor como los sindicalistas que temer
perder su empleo por la tecnología que se exhibe en la feria) o las
noticias de feria y que no coinciden con los consumidores
británicos de dentro y fuera de Londres.
Las pautas dejan progresivamente de ser locales, peculiares o
nacionales y, por encima de las tradiciones, comienzan a
difundirse costumbres de cuyo origen exacto no se sabe nada y no
importa que sean de un sitio y otro (del primer mundo, claro está)
con tal de que sean “modernas”, “vanguardistas”, “de futuro”. Es
decir que hagan olvidar a los contemporáneos todo lo que el
pasado y la tradición representaban.
Ese proceso comienza, como vemos, a mediados del XIX y se
constituye en lo que, técnicamente, llamamos pauta del consumo
elitista, o pauta del consumo de lujo. Como veremos, y ya
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conocemos en sus líneas fundamentales, el consumo del XIX no
es consumo para todos. No todos tienen acceso a lo nuevo, a lo
moderno, no todos tienen la posibilidad de frecuentar los nuevos
establecimientos…pero pueden ver los escaparates, las vitrinas en
las que las mercancías se hacen visibles.
Se puede decir que el hecho, aparentemente, tan actual de que
las mercancías se conviertan en espectáculo, que las ciudades se
transforman en mercados, que los establecimientos que albergan
la presencia de la nueva oferta (pasajes comerciales, grandes
almacenes) data de hace un siglo y medio . Sorprendente noticia
que nos ayuda a levantar el tópico de que consumo y consumo de
masas de posguerra son sinónimos.
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trabajo y espera ascender en la escala social, no quedarse en lo
que su linaje le manda, sino en lo que su esfuerzo pueda lograr).
Esta lógica económica, que se extiende más allá de la vida del
mercado, comienza a disciplinar los movimientos aparentemente
más espontáneos de la vida de la gente. Todo se pone al servicio
de la racionalidad económica, todo se ve desde su utilidad, si es
2algo que compensa o no”, si contribuye al sostenimiento del
nuevo orden jerárquico económico y social.
Pero junto a ese esfuerzo disciplinante, en la sociedad
industrial surgen nuevos procesos sociales y psíquicos que
afectan a los sujetos de la producción y del consumo, en sentido
actual, incipiente.
Nos estamos refiriendo a las nuevas formas de manifestar el
deseo, el reconocimiento, la pertenencia, la identidad (no sólo de
clase sino de género) que no encuentran cauce en las nuevas
maneras de la sociedad industrial. Este fenómeno que la filosofía y
la sociología política llaman la crisis del sujeto liberal. En términos
de Carl Schorske (La Viena fin-de-siècle) la lucha entre lo estricto
del cerco de la razón maximizadora y lo caótico y abierto de los
deseos y crisis de identidades que surgen a lo largo de la segunda
mitad de XIX, hace que el mundo del consumo canalice otras
dimensiones más amplias que la estricta razón que calcula.
Que el sujeto sea capaz de elaborar estrategias según sus
intereses y que se mantenga la idea de que el sujeto de la
actividad económica, de la ética utilitaria, es el sujeto racional,
individual, autónomo, es una idea que choca abiertamente con las
nuevas realidades sociales y personales. Junto a esos modos, en
cierta manera contra ellos, o para paliar sus contradicciones,
surgen modos de vida, costumbres que no están regidos sino por
la improductividad, no por la ética del esfuerzo y del ahorro sino
por la del placer y el disfrute. El sujeto se descubre susceptible de
esfuerzo y mejora por la laboriosidad, pero también sujeto de
deseos, de disfrute, incluso de derroche y despilfarro.
Ese doble mandato ser rentable / disfrutar es una tensión
íntima y pública que tiene un efecto más radical de lo previsto.
Pues desplaza el canon productivista, en la esfera privada: no hay
relación sexual sino orientada a la procreación, se transforma en
los escandalosos enunciados “las relaciones sexuales tienen un fin
en si mismas” y “ la mujer – y no sólo el varón - es sujeto de
deseos” ; y en la esfera pública: el peso de consumo productivo,
ligado a la rentabilidad, convive y se ve progresivamente superado
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por el peso del consumo improductivo (Georges Bataille): se
consume no para estar en mejores para trabajar y producir.
Consumir es algo que tiene sentido en sí mismo, es como un ritual
antiguo, es una celebración, es, además de la técnica un
ceremonial (Thorstein Veblen) en el que todo el mundo participa.
Estos últimos rasgos nos dejan planteada la posibilidad de que
en los hechos del consumo anida una racionalidad que no es la
meramente utilitaria. En nombre de la moda se puede querer,
como bueno, lo que realmente nos daña.
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apropiación de los beneficios ha venido siendo desigual, que la
participación en el mundo del consumo es segmentada, está
hecha de la integración pero también de otro proceso social que
no suele nombrarse : la exclusión .
Del universo de los bienes que se renuevan, del mundo
maravilloso de las innovaciones continuas hay muchos millones
que están excluidos. Como decía el economista liberal
norteamericano en su obra Progress and Poverty , el problema
que se plantea a escala mundial (habla en 1897) es que el
progreso no acaba con la pobreza, como el optimismo del
protocapitalismo había ensoñado. El problema, el nuevo enigma
de la esfinge, que hay solucionar porque de lo contrario nos
arrollará, es cómo es posible que el progreso haya creado más
pobreza, nuevas formas de pobreza.
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El consumo como hoy lo vivimos, data de mediados del XIX
Más allá del valor material, venal o, incluso, utilitario de los bienes,
los apuntes anteriores nos colocan ante una realidad interesante:
los productos del consumo no son cosas, son símbolos.
En efecto: cualquier utensilio nos interesa y vale no sólo porque
colma una carencia o satisface una necesidad, sino porque
representa a quien lo usa.
El producto o la marca representa el estatus, el poder o bien el
gusto, las afinidades de quienes lo comparten. Usar un
determinado automóvil o una prenda de una marca y no de otra
tiene, más allá de transportarnos o de abrigarnos, el valor de
decirnos algo de la identidad del usuario.
Los objetos del consumo son objetos-signos. Representan y
reproducen las diferencias sociales y culturales.
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El consumo es un hecho social total
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El consumo como proceso de comunicación:
cultura de la demanda - cultura de la oferta
distinción
pertenencia
demanda oferta
selección
integración
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hacer sus comportamientos socialmente inteligibles, aceptables.
Pero al mismo tiempo la cultura de la oferta practica un implacable
proceso de selección: nos convence que lo cada uno puede querer
o necesitar no tiene que ver con lo que prefiere el otro. La
selección es segmentación. Es la construcción de la cultura
diferenciada de los consumidores.
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de estilo de una marca, cambios de producto) nos proporciona un
material inestimable con el que realizamos un análisis semiológico
Es decir, un análisis de la estructura de los mensajes que
acompañan la las mercancías.
La cultura de la oferta la construimos los consumidores y está
hecha de las habla de la vida cotidiana, de los discursos de grupo
y de los discursos biográficos. Tales discursos son el objetivo de
nuestros estudios sobre el consumo.
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2. Los planos de la cultura del consumo
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Quien entra en un supermercado o en una gran superficie,
quien se pone a “chatear”, quien escribe un SMS, quien tatúa su
cuerpo o lo modifica con medicina o cirugía, es porque tiene una
cultura concreta que no posee quien vive en el altiplano andino, o
en la periferia de El Cairo, o en cualquiera de las formas de la
llamada “cultura de la pobreza” (Oscar Lewis, Los hijos de
Sánchez).
Explorar estos planos nos da una capacidad de mirar y analizar
que nos viene bien para hacer teoría de nuestra sociedad y para
observar los pequeños procesos de cambio (más o menos
espectaculares, más o menos regresivos) que se dan en nuestro
mundo.
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paulatina, entreverando instituciones y maneras de pensar del
estadio anterior con los procesos que emergen en el modo nuevo.
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no se trata sólo de lo que se transmite ( en los libros, los
documentos, las costumbres) sino de lo que hay que cultivar .
Ese sentido etimológico nos hace de puerta para los que vamos a
ver a continuación. y nos prepara para entender que no podemos
suponer que conocemos la cultura del consumo estudiando sólo
las tradiciones y rituales: nos interesa también – en nombre de la
visión completa a la que apuntamos – detectar por dónde van las
cosas, qué tendencias salen a relucir, qué formas tienen las y los
consumidores para percibir y nombrar aquellos fenómenos que,
por su novedad, no tienen aún una teoría claramente formulada.
Atendemos, pues, a lo que se transmite y procuramos no
desatender lo que emerge. En supuesto de que es la combinación
de ambos fenómenos la que mejor nos da el retrato de sociedad
de consumo que es la nuestra.
Esta manera de pensar los planos de la cultura como otros
tantos espacios de actividad, nos permite entender que, aunque
son estratos – vistos analíticamente – son en realidad procesos
que se implican mutuamente.
Como dicen los sociólogos Peter Berger y Thomas Luckmann
(La construcción social de la realidad) la cultura y la sociedad se
establecen cuando hay modos relativamente duraderos para
solucionar las cosas. En la vida del consumo, como en cualquier
práctica social, el probar hacer las cosas de una determinada
manera (por ejemplo cocinar, equipar la casa, cuidar de sí,
procurar la salud) supone un cuidadoso y a veces contradictorio
procedimiento que consiste, básicamente, en tres fases: (a)
delimitar el modo de hacer las cosas (la función, el para qué y el
cómo) (b) delimitar qué hace falta saber para cumplir esa función
(el papel, con sus saberes y obligaciones) y (c) atribuir
recíprocamente para una función concreta un tipo de papel y no
otro.
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El resultado de estos procesos es la internalización: la cultura se
hace asequible a nosotros mismos, la internalizamos y sabemos,
no sólo interpretar los signos que nos intercambiamos, sino
también inventar signos y reglas nuevas para la vida que viene.
Como decía Jean Piaget (El criterio moral en el niño) la
autonomía no moral o social no se demuestra sólo por la correcta
interpretación de las reglas de juego en las que uno vive, sino por
al capacidad de inventar nuevas cuando la ocasión lo requiere.
planos de la cultura
1. SA B E R H A C E R
P autas
C ódigos im plícitos
E tnom étodos
C ategorías, estereotipos, estigm as
2. SIST E M A D E R E PR E SE N T A C IO N E S
Im ágenes, signos y sím bolos
Legitim ación: justificación y explicación
M itos
Id eología – C osm ovisión
3. SO C IA L IZ A C IÓ N E ID E N T ID A D
Form as de aprendizaje
Internalización
R itos de paso
Identificación
N egociación de la identidad
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(1) El primer plano y el más pegado a la realidad de la vida
cotidiana es que llamamos genéricamente del saber hacer.
Pautas
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* Quién hace (TIPOS DE ACTORES)
Códigos implicitos
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De nada vale que quien ha preguntado muestra extrañeza y diga “
por más que me pongo a escuchar la cazuela a mí no me pide
nada” . “La que te pida”, “lo que tú veas”, “lo normal” son
expresiones que remiten a códigos implícitos que quien conoce no
necesita aclarar, pero quien no conoce sí.
De igual manera, en la cultura del consumo hay innumerables
códigos implícitos referidos a los sujetos (quién puede comprar o
usar tal producto), a las acciones (cómo puede hacerlo) , a las
atribuciones (qué significa que lo haga), a los tiempos y espacios
(dónde y cuándo compra, donde regala, donde usa), a los objetos
significantes, a la cooperación o al conflicto.
Cuando los códigos son propios de un colectivo hablamos de
Etnométodos
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Categorías, estereotipos, estigmas son maneras estables de
percibirse mutuamente los sujetos y de percibir los objetos del
consumo y sus circunstancias.
Categorías son términos que clasifican para orientar a los
sujetos. Que alguien vista de manera no adecuada a su edad
revela una categoría de lo propio que, aunque sea flexible, nos
llama la atención. Que alguien vista de manera no esperable
según su género, extraña hasta cierto punto, pues transgrede un
sistema de la moda (que no es el repertorio de vestimentas, sino
un sistema que regula la presentación de las identidades). Que un
producto sea propio de una clase social (tener tresillo de sky, o
tener unos butacones de IKEA, o no tener nada en el salón) es
una categoría para clasificar y comprender los comportamientos
de los consumidores.
Estereotipos son categorías que aparecen como inmutables,
fijas y que conllevan un juicio implícito sobre la manera de ser.
Que a las rubias se les atribuya una manera de ser (se decía “una
rubia peligrosa” en los estereotipos del siglo pasado) o que a los
que llevan gafas se les sitúe en un tipo de estilo. Que los que usan
LACOSTE sean más convencionales que los que usan otras
marcas o ropa con otros logotipos distintos del cocodrilo en
cuestión. Que los que llevan telas BURBERRY piensen de sí
mismos que tienen un gusto refinado frente al carácter plebeyo de
los demás…todos ellos son estereotipos con los que nos
movemos para resolver nuestras percepciones, elecciones y
valoraciones como consumidores.
Los estigmas son estereotipos cuya valoración negativa se
extrema. El estigma es algo visible que se considera amenzador.
No olvidemos que el estigma era una marca en la piel que el amo
romano hacía al esclavo que huía y era capturado.
Ervin Goffman (en su obra Estigma) nos enseña a percibir los
procesos de estigmatización en la vida cotidiana. Un personaje
que es distinto y no puede ser fácilmente esterotipado recibe un
estigma que lo convierte en amenazador. Por ejemplo, los
consumidores de ciertas sustancias psicotrópicas en las culturas
populares americanas son interpretados desde las categorías de
“lo propio de la cultura andina”. Los consumidores de las mismas
sustancias pueden ser considerados amenazadores, pese a su
aura “vanguardista” o “libertaria” cuando este consumo se hace en
el contexto urbano europeo.
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(2) El segundo gran componente de cultura del consumo lo forma
el que llamamos el sistema de representaciones.
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sino es también un guión de un relato. Lo que la publicidad nos
proporciona, para que nos integremos en ella, para que
aceptemos los mandatos y normas de los diferentes estilos de
vida, son argumentos, relatos, historias.
Algunos atraviesan, con notable éxito, varias generaciones.
Y tienen la contundencia del anuncio de COLACAO.
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Los mitos de la cultura del consumo fueron estudiados, como
pionero, por Roland Barthes (Mithologies) , libro en el que de
forma amena, fue desgranando los modos en los que la cultura
industrial avanzada se da a sí misma mitos y los consume con
total complacencia.
Su método de investigación tenía que ver con la antropología
(su mentor es Claude Lévi-Strauss y su estudio de los mitos de las
comunidades preindustriales o “primitivas” contemporáneas:
Mitológicas es su abundante recopilación y estudio de ellos) y
también con la semiología (desarrollando el proyecto de Ferdinand
de Saussure, Curso de Lingüística General ) . Se trata, suma de
sistemas de lenguaje, de imágenes, que generan mensajes
incesantes en los que el significado no viene por lo que los
elementos dicen al pie de la letra, sino por su sentido connotado.
Para hacernos una idea, este es el esquema de la connotación .
Modelo de connotación
Forma Forma
connotadores ideología
sustancia
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En las expresiones:
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válidos desde el punto de vista de su utilidad se pueden considerar
moralmente obsoletos, muertos.
La creencia en la innovación, que va a la par de los cambios en la
tecnología, que son reales, introduce un mito poderosísimo, tanto
que no podemos pensar sin él: el mito de lo nuevo. No hay objeto
o marca o imagen corporativa que no se vea compulsivamente
volcada a la renovación (re-styling), porque permanecer “como
toda la vida” puede tener valor sólo en algunos casos: cuando se
vende otro mito igualmente fuerte: el mito de lo natural (“pan como
el de toda la vida”, “me gusta la mujer-mujer” etc.) que da
resultados tautológicos muy entretenidos.
“Renovarse o morir” es un eslogan que vale para cuando hay que
cambiar un escaparate de una tienda, comprar un coche nuevo (el
gobierno impulso un plan RENOVE, para modernizar la flota de
automóviles), o cambiar, como se suele decir con estupor, de look
(podemos traducirlo como “cambiar de pinta” : como decía una
broma sobre el consumo moderno, “hay sueldos que no da para
look, solo para pinta”).
34
La “atención personalizada”, la extraña comunicación que se
produce en la atención telefónica en que alguien te da nombres y
apellidos ( Hola , soy Sonia García ¿en qué puede ayudarle?)
mientras que el cliente permanece en el anonimato, porque en
cuanto dice su nombre completo es sistemáticamente
“personalizado” con un reiterativo “Sr. Menéndez”, “ Le comento,
Sr. Menéndez”, “Como le decia, Sr. Menéndez”…Escenas que no
es necesario detallar más porque forman parte de la difusión del
mito de la supuesta atención personalizada en tiempos de la real
masificación.
Es tan poderoso el alcance de este mito: la creencia en que el
mercado tiene algo en exclusiva para mí, que no hay promoción
en la que no aparezca – en productos que son claramente para el
gran público – la retahíla de la “exclusividad”, lo limitado de la
tirada, de la serie. Dos ejemplos para mostrar sus detalles:
Uno es de pantalones LEVI’S (pronúnciese LIVAIS, porque si
no queda uno como un parvenu), en su campaña de hace algo
más de una década. La imagen mostraba un grupo de jóvenes en
contexto de intensa y autocomplacida haraganería (pronúnciese
autocuidado, metrosexualidad, etc.) en el que todos y cada uno
llevaban los mismos pantalones (pronúnciese DENIM). El eslogan
que acompañaba tan simpática escena decía nada menos que:
- Especialistas en ti.
35
que puede agradarme o no, pero la distancia enunciativa se borra
de entrada). Pero hay más: no sólo hay de todo y para mi, sino
que lo tienen porque me conocen , son especialistas en lo que yo
quiero. Más aún: cualquier cosa que, aunque yo no sé todavía qué
pueda ser, porque – sintiéndolo mucho - no soy capaz de prever
con tanta exactitud, cualquier cosa que yo pudiera desear,
necesitar, apetecer, eso, por raro que sea también lo van a tener.
Porque son “especialistas en mí” (y en ti, querido lector, no te
escondas).
El proceso de individualización nos da como resultado un
sujeto consumidor individual y abstracto (cualquiera puede estar
en ese lugar del “tú”. Los productos, las marcas no van dirigidas a
un sector que se nombra por ejemplo “para la mujer de hoy”
(1930), o “para el ama de casa moderna” (1950), o “para gente
encantadora” (CITROËN,1970) , o incluso para grupos de
referencia ( El café de los muy cafeteros, SAIMAZA, 1990) sino
destinadas al universal y abstracto “tú”. “Muy LOEWE, muy tuyo”
(1990).
La perla – que hemos trabajado en varias ocasiones con
notable fortuna – es un anuncio de finales de los ochenta. Viene
de un peluquero que trabaja en Barcelona, de nombre Antonio
Iranzo. Y; además de un aura especial (el rey es su cliente, se
decía) se presentaba no como peluquero, sino como “especialista
en imagen humana”, que es muy otra cosa.
El eslogan, que es toda una lección del mito que estamos
comentando, decía:
36
(3) El tercer plano lo constituye la cultura del consumo dentro de
nosotros: los procesos de socialización y la construcción de la
identidad.
37
sano que llevan a prácticas , digamos que eugenésicas, de modo
que la criatura sea lo que los padres desean (elección de sexo).
38
El primer yogur, la primera COCACOLA, el primer sujetador, el
primer cubata, el primer preservativo, la primera moto…
Cada uno de esos objetos marca transiciones en la vida, en las
que como en un verdadero rito de paso antropológico uno entra de
una manera y sale transformado.
Las edades las marca no tanto la edad declara en el juzgado,
ni la propia biología de nuestro organismo. Como ocurre en la
meteorología que depende de los grandes almacenes (“Ya es
primavera en el Corte Inglés”) así, la vida de los sujetos, los
estadios que atraviesan tienen que ver con el mundo de las
ofertas, de las marcas, de las imágenes corporativas.
Un ejemplo: la constitución de los mayores como sujeto cívico,
político, ha dado un giro espectacular por cuanto los ancianos y
las ancianas han cambiado radicalmente sus modos de vida, su
forma de pensar y de pensarse. Sin modelos previos (sus padres
vivían vida de viejos) han iniciado la construcción de una identidad
personal en la que se consideran cosas normales viajar, tener
novio o novia, tener relaciones sexuales, arreglarse, disfrutar,
actividades todas ellas que eran de jóvenes no hace más de tres
décadas.
Se dan, como sabemos, procesos de identificación ( con una
marca que nos parece muy “nuestra”, con uso de tiempos y
espacios, de marcas que nos aportan algo especial a nosotros
solos, o principalmente). Hay , con todo ello , un continuo y
cambiante proceso de reconocimiento, de negociación de la
identidad.
39
Cuando sea mayor
muy contenta estaré
y así podré jugar
con BARBIE Superestar
40
3. Circuitos y fases
41
de convivencia con fenómenos preexistentes a los que barre del
mapa o con los que se integra.
42
Veamos, pues, los componentes de los tres circuitos, que son
otras tantas formas de de vivir el consumo.
INTEGRACIÓN
DESEO
NECESIDAD
1
UTILIDAD 2
RECONOCIMIENTO 3
1 COMPRA
REPRODUCCIÓN DEL SISTEMA 2 GASTO
3 CONSUMO
43
estrecha racionalidad de la compra (entendida de modo
conductista) sino por la ley social de la cohesión y la
representación de la propia identidad. A su vez estos dos
engloban la compra que, pese a ser un acto a veces individual
(uno compra y uno paga) no se entiende cabalmente sin los otros
dos circuitos.
1. Circuito de la compra
44
bienes por bienes (en el trueque) o bienes por dinero (en la
compra propiamente tal).
Este segundo circuito, que llamamos del gasto, surge del intento
de explicar y conceptualizar fenómenos cotidianos del consumo
que no se dejan reducir en el modelo restrictivo de la compra.
Si las premisas reductivas de 1 explicasen todo, ¿cómo podría
entenderse la compra de algo que no se va a usar, de algo que
nos puede hacer daño, de algo que excede nuestra capacidad
monetaria, de algo que destinamos a los demás y no a nosotros
mismos, de algo que se basa en el derroche y no en el ahorro?
45
Si observamos el gráfico, en el lado del sujeto aparece el término
grupo.
Se trata de mostrar que en nuestras prácticas cotidianas de
consumo, no procedemos de manera individual, aislada. En
realidad, aunque cuando compramos uno sea “el pagano” (quien
desembolsa la cantidad indicada en el precio) nunca consumimos
solos: el sujeto del consumo es un sujeto grupal.
Puede ser un sujeto de pertenencia (un grupo que consume,
compra, regala, disfruta o derrocha, estando juntos) o un grupo de
referencia (aunque no estemos en presencia yo elijo lo mismo que
los demás partidarios de determinado músico, o determinado
diseñador).
46
algo que me va a mí personalmente, que me representa, que me
llena…)
47
decirnos : “No busques más: yo soy lo que apaciguará tu deseo, tu
inquietud”.
Pero el deseo (dicen antropólogos y psicólogos) tiene la cualidad
de no satisfacerse plenamente. Porque el deseo no son las
“ganas”. El deseo es el impulso vital propio, global, el apego vital.
Que hace que ante un signo del mercado digamos
inmediatamente “me va”, “es muy tuyo”, “me llena”, etc…Para lo
mismo repetir mañana ante otra nueva oferta.
Esto explicaría la sucesión de anuncios, la renovación de
señuelos, para estar continuamente no satisfaciendo una
necesidad, sino dando aliciente al deseo (que se calma
temporalmente, pero no se sacia).
¿O nos creemos que la renovación acelerada de modelos de móvil
es porque es nos ha estropeado el que tenemos?
Ante la lógica del deseo de los sujetos se entiende que lo que los
objetos signo, las marcas, nos ofrecen algo más que su utilidad:
nos ofrecen el reconocimiento. Ante el grupo de pertenencia o de
referencia se pone de manifiesto lo que buscamos, la íntimidad de
nuestro querer, lo que somos. Y eso nos da una cierta
consistencia.
No hace falta ser “pijo” para verse envuelto (cada quien en su
medida) en una inevitable secuencia de elecciones de marcas,
objetos, productos (incluso las marcas blancas son marcas) a
través de las cuales vamos tanteando lo que nos gusta de veras,
lo que nos identifica ante los demás y ante nosotros.
48
3. El tercer circuito es el del consumo
49
El segmento representa la formación de un sector de
consumidores en virtud del producto o marca que se consume,
DOVE, sustenta la máxima de que “las verdaderas mujeres tienen
curvas”, y ese supuesto orienta la última campaña
50
En este el gran ejecutivo productivista se enseñorea (casi como
KING KONG) de los edificios de la gran ciudad. Es el imperio de la
máquina y la conquista física del territorio por un sujeto que no
tiene tiempo que perder.
51
Mientras que este representa un estilo que consagra el presente
como el principal valor, lo privado, el encuentro, lo improductivo, el
cuidado (descuidado) de sí.
52
Ahora podemos ver el alcance del enunciado del primer tema:
El consumo es más que la compra
53
Las tres fases de la cultura del consumo
Antiguo régimen Capitalismo de producción
linaje
ocupación
adscripción
logro
consumo
afinidad
Capitalismo de consumo
A. Linaje
54
categoría (edad, sexo, estamento, hábitat, etnia) que se
considera inmutable, de siempre, “natural”.
B. Trabajo
55
que convierte las mercancías en un espectáculo para todo el
mundo, y consagra el nuevo estilo de producción industrial.
C. Consumo
56
occidente europeo y (b) el período de la segunda posguerra
mundial con el nacimiento de la llamada pauta del consumo de
masas.
La sociedad experimenta un fuerte cambio en la composición
de la población ocupada: el sector terciario (servicios) se
incrementa respecto del secundario (industria) y primario
(agricultura y pesca). La oferta cada vez mayor, genérica y
especializada, de productos y marcas crea un clima en el que
progresivamente las identidades sociales se modifican a fondo.
57
Como sostener el conflicto que la pluralidad de
dimensiones de nuestra identidad nos causa, los agentes
políticos ideológicos y el mercado ofrecen la posibilidad
Imaginaria, de volver al momento previo a la industrialización
( donde el agua era agua, el pan-pan, el vino-vino, la “mujer-
mujer” – que era lo que gustaba a cierto dignatario tan locuaz
como ignaro - , el hombre-hombre, y demás fórmulas
tautológicas que no suelen decir nada preciso sino esto: no
pienses más, adopta esta forma de vida y te salvarás, no
tengas dudas: nosotros pensamos por ti).
58
4. Saber hacer, representaciones, identidades del consumo
59
Así, la pasión escópica (el deseo de consumirlo todo con los
ojos) como otras tantas nuevas formas que afloran – la nueva
agorafobia, el temor a las multitudes, etc.- campea como motor
principal de un modo de vida que tiene su sustento en el espacio
de la calle horadada por el pasaje comercial, o en el nuevo gran
almacén que alberga más cosas y más formas de las que uno
pudiera haber imaginado o, con más densidad frenética, en el gran
ritual de la Exposición Universal.
La mercancía se dota de una nueva aura, al mismo tiempo
que la obra de arte – como Benjamin muestra - la va perdiendo,
precisamente por su reproductibilidad técnica. El aura de la
mercancía es su ambivalencia como tal objeto: la escasez que
conceptualmente define su precio y la abundancia con que
comienza a exhibirse. Pero también lo es la otra ambivalencia que
en sí condensa en cuanto al destinatario: la inmediatez y la
distancia; es algo cotidiano, próximo y a la vez es ajeno y no sólo
por su precio; es un utensilio y al tiempo, como dirá Marx, algo
demoníaco, cargado de poderes insospechados. Estas cualidades
contradictorias y simultáneas le vienen de presentarse en calidad
de fetiche, es decir de ser un elemento cuya posesión otorga un
poder no previsto, no incluido en el precio. El poder de representar
a quien la frecuenta: algo que supera la mera utilidad, la
satisfacción de una carencia material.
Esta doble tensión es la que permite representarnos la
agitación en la que entran los ciudadanos y ciudadanas que
conviven con las primeras exposiciones universales. Y, aunque
más adelante exploraremos con detalle los nuevos espacios y
tiempos del consumo, veamos ahora la primera gran
transformación que se detecta en los antecedentes: la nueva
organización del tiempo de las mercancías.
Las mercancías se exponen por primera vez y con carácter
universal, omniabarcante en la Primera Exposición Universal de
Londres en 1851. La llamada the Great Exhibition ( la primera
Guerra Mundial es la Gran Guerra) ocupa por primera vez un
espacio ingente – Hyde Park3 – y un tiempo dilatado para
3
El espectáculo mayor, además de las mercancías y obras de arte, fueron sin
duda las propias masas. Entre el 1 de mayo y el 11 de octubre pasaban en
torno a 50.000 personas diarias por el recinto, on picos de más de 100.000
(concretamente 109.915 el martes 7 de octubre) a partir del verano. Este
espacio, cerrado luego y destruido el palacio, dio origen a una réplica en
Sydenham, en el sur de Londres, con un recinto mayor y un gigantesco palacio
60
convertirse en la primera feria del mundo. Promovida por una
comisión real, da lugar a una gran innovación, el Palacio de
Cristal, y luego a la concentración de los productos más nuevos,
más exóticos y más técnicos, cualidades tres que forman el color
peculiar del bazar occidental. Pero no es sólo presentación de lo
producido, es también inicio inconsciente y pausado de la cultura
del simulacro: la Exposición reúne una enorme cantidad de
reproducciones de los principales monumentos: fachadas,
estatuas, frisos, que permiten al visitante apropiarse, in efigie, del
panorama universal del arte.
Algo más que la utilidad hay en este escenario que será
visitado por los británicos, incluidos los provincianos, y también por
los representantes de los cuatro puntos cardinales de la tierra. A
ella confluyen nobles en fase de reciclaje industrial y asociaciones
de trabajadores que celebran en su recinto las primeras reuniones
internacionales4.
El modelo traspasa a todas las ciudades principales y,
sobre todo viene a instalarse en la imaginación del nuevo
consumidor de espectáculos, o de mercancías como espectáculos.
“Así como el mercado de Bagdad tiene su Bazar, tiene Berlín su
ferial para colmar todos los anhelos posibles”, dice Frank Hessel
en su Spazieren in Berlin5 . Londres cuenta con dos exposiciones,
1851 y 1862 que inauguran el estilo grandioso que emularán las
grandes ferias mundiales de París de 1855 - en la que por vez
primera las mercancías aparecen con su precio - y 1867 – en la
que Víctor Hugo redacta un manifiesto a los pueblos de Europa6.
Viena (1873) y Berlín (1875) toman los relevos más importantes,
hasta llegar a las del siglo XX, encabezada por la de 1900 en
París que se consolida como primer templo de la moda: uno de
61
sus pabellones principales lleva el lema Fils, Tissus, Vêtements.
La rivalidad entre ciudades, además de canalizar una forma de
nacionalismo industrializado, intenta cumplir un ideal el que se
suman arte y técnica – uno de los temas que Benjamin explora
con mayor detalle – llegando, incluso, a reformar el espacio de
exposiciones, de todo tipo, en el futuro7.
Estos eventos fundantes tienen sus antecedentes en la
peculiar transformación del universo urbano entre la aparición de
los nuevos espacios de ocio, conspiración, y protoconsumo
público (las arcadas, los cafés8 del entorno del Palais-Royal
parisino) y el disciplinamiento de los espacios de la producción ( la
fábrica y los nuevos canales de distribución)9. La gran
transformación se visualiza en la radicalmente nueva manera de
presentación de las mercancías en los espacios de venta y,
consiguientemente, en el nuevo modo de interacción entre los
sujetos del mercado10. Quien vende puede promover mercancías
que no ha producido y que son de factura lejana en todos los
sentidos del término. Esta distancia y disponibilidad incrementa el
aura, el carácter en cierto modo mágico de las más exóticas pero
también de las más banales.
Las consecuencias de este fenómeno, en lo que hace a la
fundación del mito del bazar, son varias, pero señalo dos
especialmente relevantes. Por un lado, la representación
integradora de las clases sociales en conflicto. Por otro la
domesticación del nuevo sujeto social en un escenario marcado
por la publicidad que resalta lo fruitivo más que lo útil.
7
“Las exposiciones de industria como esquema secreto de construcción de los
museos. El arte: productos de la industria proyectados en el pasado” : W.
Benjamin, Das Passagen Werk, [G2 a, 6].
8
La institución del café como escenario de la nueva sociedad requeriría un
tratamiento monográfico. Una buena caracterización es la obra clásica de
Robert Burnand, La vie quotidienne en France en 1830, Hachette, París, 1943.
Enumera los del Palais-Royal, el Café des Quatre Colonnes, el de la
Rénaissance, en la plaza de la Bolsa por el que desfila el todo París, El Café
des Ambassadeurs en los Champs Elisées. A esto añade un análisis temprano
de los cambios en la moda, pp. 135 y ss. y el capítulo V “Couturières et
tailleurs”.
9
Hetherington,K., The Badlands of Modernity. Heterotopia and Social Order,
Routledge, Londres, 1997, pp. 20 y 1º9.
10
C. Baudelot, R. Establet, J. Malemort en La petite bourgoisie en France,
París, Maspéro, 1981, pp. 25 y 26, centran en el paso del taller a la tienda
moderna la mutación originaria del protoconsumo y la consiguiente génesis de
la pequeña burguesía contemporánea.
62
Las exposiciones dice Gideon, en su trabajo del año 1929,
Bauen in Frankreich, hacen presentes
11
Schroeder-Gudehus, B. y Rasmussen, A, Les fastes du progrès : le guide
des expositions universelles,1851-1992, Flammarion, Paris 1992.
12
C. Matthew, The Nineteenth Century, Oxford University Press, 2000;
especialmente el capítulo titulado “Consumption and Recreation” , pp.
56 y ss.
63
Antiguo Régimen. Así lo muestra – por elegir uno de los más
brillantes documentos de época – el sermón del reverendo J F
Shaw13. En él se expresa bien lo que estamos llamando pasión
escópica y también se establecen lo que serán los topoi, los
lugares comunes del protoconsumismo.
13
J F Shaw, “The World’s Great Assembly” en English Monthly Tract
Society, London: J F Shaw [1851]. La traducción de los fragmentos es mía.
Hay abundante bibliografía en la obra de J. Auerbach antes mencionada
The Great Exhibition. A Nation on Display, así como documentos de época
– accesibles en Internet - de la tesis doctoral de Charlotte Crack Green Ohio
State University, "The Great Exhibition of 1851 and the Mid-Century Works
of Dickens, Kingsley, and Carlyle" 1978.
64
El político, pronto a escudriñar el secreto de su estabilidad; el
comerciante, ávido de encontrar fuera el reverdecer de su peculio;
el patriota, movido por la ambición de importar su libertad; el
libertino, resuelto a comprobar si la afamada virtud de sus hogares
es sólo una máscara perfecta; el musulmán, que nunca antes vio
la Cristiandad, salvo en su conexión con el culto a las imágenes; el
Papista (Romanist), curioso por descubrir el aspecto real del
Protestantismo: en resumen, todos aquellos que pondrán sus ojos
sobre Inglaterra y sin duda analizarán y someterán a escrutinio los
retoños de su existencia moral y nacional. El Palacio de Cristal
será mucho; las maravillas que contiene serán mucho; pero estén
seguros de una cosa, que, ocurra lo que ocurra con nuestros
propios compatriotas, para todos los forasteros Inglaterra y lo
Inglés serán la gran exposición de 1851.
65
juego en la cultura del momento. En la transición y la crisis, de
crecimiento y de conflictos no previstos, del capitalismo de
producción incipiente, la apertura del escenario del bazar mundial
va a ir instaurando un nuevo espacio-tiempo, un nuevo ritmo,
exterior y, lo que es más importante, interior. El surgimiento del
presentismo y de la aproximación fruitiva, estetizante a las cosas
comienza a instaurarse en ese primer momento de la publicidad –
en el sentido de la Öffentlichkeit de Habermas14 - que Benjamin
caracteriza con precisión: El desarrollo de la técnica en todas la
producciones artesanales - dice en [G1,1] - ha sido mucho más
lento que el del arte.
14
J. Habermas, Estructura y crisis de la opinión pública, Paidós, 1985. Este
título no querido por el traductor, Antoni Domènech, no hace justicia al original
Strukturwandel der Öffentlichkeit, en el que se analiza como en pocos lugares el
nacimiento de lo público moderno.
15
J. Baudrillard en su trabajo Sobre la seducción, Madrid, Cátedra, 1988
sugiere – creo yo que siguiendo al Freud del fetichismo - que el mecanismo de
66
Este el oficio de la publicidad y de la mercancía presentada y
publicitada en los primeros grandes almacenes.
67
La industria de la distracción afina y multiplica las variedades de
comportamiento reactivo de las masas. Ella misma les prepara de
este modo para el trabajo de la publicidad. El vínculo entre esta
industria y las exposiciones universales está bien fundamentado
Das Passagen Werk, [G 16. 7]
68
periodificación indicada más arriba. La representación del tiempo,
que está implicada en la propia construcción de las grandes
alegorías y metáforas, puede figurarse como sigue
18
Atget’s Paris, Thames and Hudson, Londres , 1993.
69
el Passagen Werk - como la parte oculta a la que pronto
conquistará, como en Londres, como en Madrid, el símbolo de la
pujanza maquínica: el tren subterráneo.
En este discurso del Antiguo Régimen que se abre a la
industrialización, la metáfora básica es, pues, la máquina pero se
inserta en una alegoría que supera el alcance de aquella: la
sociedad es como un organismo vivo. Más allá de la mera
repetición de las alegorías clásicas de las edades, las que
acompañaron el primer artefacto en el sentido analizado, parece
haber sobrevenido un nuevo cuerpo alegórico. Se trata de un
cuerpo dotado de un suplemento que lo modifica en su interior: es
el cuerpo de la máquina. La sociedad como máquina, parte de las
metáforas de los autómatas y de los animales como máquinas que
los ilustrados pusieron en funcionamiento. En el umbral de la
industrialización la máquina, metáfora principal, se incrusta en la
alegoría mayor que aporta el organicismo y el biologicismo
primeros. El cuerpo social es un cuerpo vivo con regularidades
como la máquina y como el organismo vivo. Es regular pero
incluye lo anómalo, es funcional pero también se desborda.
En esta fase anterior, los aspectos metafóricos de la máquina
completan y ajustan la alegoría de la sociedad como organismo
vivo que, mediante la técnica, progresa y llega a una edad de
mejora moral y material. Más perfecta que el antiguo artefacto,
dotada de una “vida propia”, hasta el punto que se llama a los
animales “máquinas vivientes”, esta metáfora se generaliza
invadiendo todo territorio. El hombre-máquina es una metáfora
anticipatoria de lo que progresivamente resultaría ser la
maquinización de lo humano, la identificación de quien trabaja –
mujer o varón – y que es pertinente en función de su ajuste con las
propiedades teleológicas de la máquina.
Pensar las edades de la sociedad como abocadas a una adultez
euforizante – “cuando Marx hace la crítica del capitalismo, dice
Benjamin, este se halla en su infancia” - supone adoptar esta
fusión que indico de la alegoría y la metáfora en las que el orden
(adulto) es lo mismo que progreso (capacidad de invención, ajuste,
perfeccionamiento de la maquinaria productiva y de la maquinaria
social que aquella acaba de engendrar). Que nos pensemos en
términos de regularidades, de ajuste (fitness) es fruto de esta
doble figura: máquina + edad viril.
La pujanza del nuevo orden la recoge Benjamin en diversos
fragmentos del libro de los Pasajes. La imagen inicial sale de un
70
comentario en el que Hoffmannsthal designa el París industrial
como “un paisaje compuesto de vida pura”. ES, apostilla Benjamin,
“en el orden social lo que el Vesubio es en el orden geográfico” [C
1, 6]. Esta exhuberancia está potenciada por el despliegue de una
mecanización que tiene en la mecanización preindustrial su
laboratorio de pruebas. Como Marx recuerda en su
correspondencia con Engels19, el reloj es el primer autómata
empleado con un fin práctico: toda la teoría de la producción de
movimientos uniformes se ha desarrollado sobre esta base. El
reloj y el otro artesano erudito, el molino o azeña, trazan el primer
analogado de la mecanización de la vida.
La secuela, es decir, la producción de conceptos a partir de estas
matrices alegóricas y metafóricas, es bien conocida. De la alegoría
de las edades se pasa a un híbrido analogía-concepto, o mejor
homología-concepto: el organismo. Spencer en su Hipótesis del
Desarrollo20 establece una potente superación del modelo cuya
base metafórica es la discontinuidad de las edades y la
articulación maquínica.
La lectura de la herencia de este trabajo fundador tiene mucho que
ver con la implantación económica, el contexto económico en el
que las imágenes de las ciencias circulan. Para pasar del
organismo a la sociedad, Spencer construye el concepto de
agregado, que permite explicar la continuidad entre órdenes o
fases: todo elemento que se va formando en el proceso del
desarrollo que va de lo inorgánico a lo supraorgánico, pasando por
lo orgánico, presenta los rasgos propios de su pertenencia, su
cualidad de ser definido por posición y función en un conjunto.
Spencer practica el autoanálisis del recorrido de la metáfora
sometiéndola a la prueba de la analogía: entre organismo y
sociedad: hay correlaciones homológicas, pero no analogías. El
punto común, la homología, está en la idea de totalidad: la
representación de la sociedad como un todo ( de la humanidad
como un territorio cuyo recorrido, mejora y representación la
técnica facilita). Es un todo que se renueva y a la vez no
alcanzamos a ver sus límites y posibilidades. Esta tensión
conceptual tiene su correlato en el mundo de la alegoría.
El proceso tiene antecedentes destacables en el que será el
universo de los pasajes. Ya hemos señalado, de la mano de
19
Citado en [Z,2]
20
H. Spencer, Primeros Ensayos, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1978.
71
Heterington y de Benjamin, los primeros. Benjamin recoge la
importante presencia de la alegoría que recorremos en el
imaginario industrial de la época de la Revolución Francesa.
21
Da lugar al preparado químico popularizado como eau de Javel.
22
Benjamin recoge esta cita de Dubech-D’Espezel, Histoire de Paris, de 1925.
Es interesante notar el proceso de preparativos de las exposiciones universales
en las ferias industriales de las ciudades, Londres y París en especial. Hay un
gran elenco de citas en el capítulo G del Passagen Werk.
72
barrio más tranquilo, el apartado distrito catorce...Incluye todos los
edificios de la miseria pública, de la decadencia proletaria,
situados unos a otros sin solución de continuidad: la maternidad, el
hospicio, el hospital, la famosa Santé, la gran cárcel parisina con
el cadalso. De noche, se ve a los hombres que duermen tirados en
los estrechos bancos, discretos, incluso en los bancos
confortables de las plazas, como es la sala de espera de una
estación dispuesta para este terrible viaje [C2,3]
23
E. Durhkeim, Las reglas de método sociológico, Alianza Editorial, Madrid, Ed.
de Santiago Noriega, 1985.
73
taponamiento de querencias e intereses, desencadena los
conflictos (desde la Comuna y sus líderes, motivo de las primeras
fotografías populares, hasta las guerras europeas – a la vez en
España y en Austria). El momento maníaco de la imparable
técnica que nos ha convertido en adultos se ve seguido de la
melancolía que ya en esta fase anida al pie de la maquinaria más
poderosa. Así lo sentencia Benjamin.
74
Nuevas metáforas y, sobre todo, una nueva alegoría, se ponen en
marcha para explicar esto en el capitalismo de producción. Una
vía es la del utopismo, la del transplante de nuevas unidades de
producción y de vida a otro medio. Sus variantes nos interesan
porque van calando en la alegoría del consumo moderno, en el
sueño publicitario que enmascara los desperfectos que causa, en
personas y cosas, la industria. En el momento que analizamos las
variantes principales son, como dice Thibaudet, dos: la empresa
gran-burguesa del sansimonismo, que es de producción y de
acción y la empresa pequeñoburguesa del falansterio fourierista
que es de consumición y de gozar24 [U1,6]. Pero la utopía, como
Barthes nos enseña, es también y ante todo un discurso que se
puede domesticar.
24
Benjamin cita este comentario del libro de A. Thibaudet, Les idees politiques
de la France, París, 1932, pp. 61.62.
75
permiten discriminar los espacios, tiempos y sujetos de cada uno
de las ciudades.
La hipótesis implícita de lectura es que no existe una
compartimentación, un hiato entre una forma y la que le sigue en
el tiempo. Como veremos y los autores comentados abonan, son
muchos los rasgos que de una quedan en la siguiente como
“restos” no inactivos, como posibilidades que pueden activarse
aunque sea en otro contexto estructural e ideológico. Igualmente
podemos indicar que se trata de las principales figuras que en
cada una de las ciudades organizan las dimensiones de la ciudad
y del consumo. Cuando hablamos de espacio urbano estamos
refiriéndonos – con Marx, Simmel y Weber – tanto a los hábitos de
relación instrumental con los espacios como a su uso público-
representacional. El rótulo “mercado” hace referencia al tipo de
consumo dominante en cada ciudad: al modo estamental del
barroco, que anuncia el consumo conspicuo, le sigue una pauta
dominante de consumo orientado a la producción ( llamado
consumo productivo) en la ciudad de la industrialización en la que
el trabajo ( ocupación,
Beruf) es el eje de la identidades sociales, y un “consumo
improductivo”, es decir autorreferido y creador de estilos y nuevas
categorías sociales de la ciudad del consumo. Espacio, Tiempo y
Retórica presentan las nociones principales de cada ciudad en su
concepción y vivencia del lugar, de la historia y del discurso,
respectivamente.
76
Esta forma primera de ciudad la consideramos aquí no tanto
por lo que fue sino por lo que ha dejado como resto. El
encabalgamiento de los tres tipos de ciudad se manifiesta en lo
que podemos llamar lo inaugural de cada una de ellas. La ciudad
barroca trae una espectacularización de la vida política, entendida
como la vida pública en la que los límites de la ciudad y del estado
coinciden. Y trae también una primera forma de masificación – en
las escalas demográficas abarcables de la época – que se da
como surgimiento de las figuras emblemáticas del envés del
progreso25.
La ciudad barroca , en sus elementos básicos, inicia un modo
de interacción en el que la voluntad de unificar y subordinar –
tanto por la norma como por la seducción alegórica – a los
habitantes es primer objetivo. Sobre el carácter de prefiguración
que el renacimiento otorgó a los hacedores de los espacios
urbanos (el plan precede a la ejecución, el trazado, del tipo del
humanista Alberti, a la edificación), el barroco añade y reestructura
espacios, tiempos e identidades con la voluntad de concentración
y disciplinamiento. Así lo caracteriza un estudioso de las ciudades
del barroco español:
25
Es brillante y tremendo el paisaje humano de los versos de Quevedo:
“Bermejazo platero de las cumbres/ a cuya luz se espulga la canalla”.
26
José Luis Orozco Pardo, Christianópolis. Urbanismo y Contrarreforma en la
Granada del Seiscientos. Diputación Provincial de Granada, 1985, p. 46. Los
subrayados son del autor.
77
(el estado, la religión) y entregado a los súbditos como edificación,
consumo y ornato. En los diversos órdenes de la vida esta
voluntad de atar en un sentido emblemático resulta clave. “La
solidez de la arquitectura – dice Gracián en el Arte de ingenio 27 de
1642 – sería poca cosa si no apuntara al ornato. ¿Existe simetría
arquitectónica griega o romana que halague tanto la vista como un
delicado artificio seduce la inteligencia?”. El espacio barroco es,
como dice Pelegrín, una arquitectura más un architexto. Esto
podemos entenderlo como un sistema que difunde emblemas,
comunica alegorías que al tiempo ilustran y disciplinan.
La ciudad barroca se da al habitante añadiendo al orden
clásico, superándolo, un emblema cifrado que tiene que habituarse
a descifrar. En ese juego está la socialización o mejor la
subordinación a un orden de signos que trata de abarcar y unificar
– horror vacui - la totalidad de la vida. Esta implicación entre
modos urbanos, soluciones técnicas e imágenes mentales es
característica de un modo peculiar de la modernización europea.
Los emblemas, las figuras que son ornato urbano, aparecen como
la clave de un sentido que el espectador se acostumbra a
entender como modo de identificación con su lugar, su ciudad. El
mismo Gracián enseña a mirar las ciudades28 como espacios que,
en cada caso a su modo, construyen una cifra que las identificará
así como a sus habitantes: Huesca victoriosa – en su blasón
aparece -, Madrid “madre, madrastra”, Viena y Ratisbona sedes
del imperio, Sevilla engañadora...
Lo que a través de estos modos concretos está presente es lo
que José Mª González ha tematizado como la teatralización del
espacio político29. Las metáforas de lo político no son añadidos
que embellecen, sino sistemas de interpretación que conforman la
lectura de los acontecimientos, fundamentalmente del poder. En
las ciudades preindustriales se va formando una identidad
ciudadana en la que – según mostró Habermas en su celebérrimo
Teoría y crítica de la Opinión pública ( Strukturwandel des
Öffentlichkeit ) el sujeto del mercado y de la política se anudan en
27
Citado en Benito Pelegrín, Éthique et esthétique du baroque. L’espace
jésuitique de Baltasar Gracián, Actes Sud, 1985, p. 41.
28
B. Pelegrín, o.c., pp. 73 y ss.
29
J.Mª González García, Metáforas del poder, alianza, 1999. Analiza desde la
estructuración significativa de lo social en el Theatrum Mundi a las formas de
encarnación de la Fortuna y su constelación de imágenes en lo político
premoderno.
78
un sujeto burgués que necesita “publicitarse” como lo hace el
espacio de representación e interpretación que es la plaza, la
ciudad, el estado. Lo que llegará a ser espacio de intercambio
entre individuos comienza empero siendo una cierta horma que
rige la presentación de las mercancías ( las señales del ciudadano
) y del súbdito. Así, Orozco sostiene que, frente al orden de la polis
manifestado en la participación de los ciudadanos , los teóricos de
la ciudad ideal sacrifican aquella sustancia política formada en el
diálogo por el criterio de un ordo bien fundado que no da la libertad
a los ciudadanos sino la tranquilidad y la paz30.
Las formas de consumo y de mercado tienen un carácter
estamental. Lo cual quiere decir, si nos atenemos a lo más central
de proceso, que el intercambio, vigente en este período
preindustrial, que abre aún más y afirma los mercados
americanos y asiáticos, está dirigido a la consolidación de la
nueva burguesía rentista y fisiocrática. Las mercancías son
señales de la capacidad de intercambio, que se revela ilimitada,
como el espacio civilizado en esta era de plenitud, según los
cierres de la Contrarreforma. Por ello aparecen, en la misma
óptica del exceso orientado al cierre de los signos para el dominio
de súbditos y consumidores, formas de lo que más tarde se
llamará el “consumo conspicuo”31 Y tal vez la más sintomática de
ellas sea la de los objetos que representan el acceso a la fuente
de poder y de valor: las reliquias32.
El consumo de espectáculos unifica en apariencia la férrea
segregación estamental33. Mas sólo en apariencia por cuanto se
liquida en ella la “ciudad de la participación y la belleza” en la que
lo público queda marcado por los emblemas del estado o de la
iglesia. Se elimina lo civil en nombre de una ritualización de orden
superior: en ella la nobleza participa secundando al rey, pero la
“gente mediana “ y la burocracia sólo adquieren sentido si se
mantienen en su lugar estamental.
Estos procesos que dan lugar a numerosas reflexiones de detalle
nos ilustran sobre la importancia que en la formación de la cultura
30
J.L. Orozco Pardo, o.c. p. 47.
31
T. Veblen, Teoría de la clase ociosa, Fondo de Cultura Económica, 1980.
32
Véase el sugerente trabajo de José Castillo Castillo, “Funciones sociales del
consumo: un caso extremo”, REIS, nº 67, Julio-Setiembre 1994. pp. 65-85. En
él expone el valor de construcción social de prestigio que la circulación de las
reliquias tiene en la transición al Renacimiento y al Barroco.
33
J.L. Orozco Pardo, o.c., p. 139.
79
del protoconsumo tiene la ciudad. Al drama barroco, las
representaciones religiosas, la vigencia de las plazas y las
codificaciones de los rituales llamadas “políticas ceremonias”, se
suman las reliquias como forma de circulación de un valor que
vincula castas y ciudades. Estos elementos que representan y
confieren el poder religioso y político tienen en la ciudad barroca
un realce y una exhibición que las convierte de objetos de
posesión - variante medieval y renacentista – en objetos de
exhibición y culto, es decir en instrumento de la política de masas.
Del mismo modo que la pertenencia a la ciudad pasa por la
presencia en ceremonias, justas taurinas y ordalías, pasa también
por la adhesión cifrada y sensitiva a los santos despojos que
reciben el mejor tratamiento arquitectónico hasta entonces: la
abundancia procesional y la presencia de las capillas-relicario son
señal clara de ello.
La ritualización de la vida de la ciudad es, pues, el filtro de
aproximación a las mercancías. Ya sean objetos, ya lugares, ya
momentos, en la ciudad preindustrial se va a consolidar una
escisión entre el tiempo del trabajo y del ocio, entendido este
como el tiempo fuerte porque esta marcado por el carácter
sagrado del poder.
Ese poder que, salvo el enfrentamiento sin rebozo y las guerras de
religión que destruyen las ciudades - destrucción de cuyas ruinas
pretende hacer discurso un Montaigne etnólogo urbano avant la
lettre 34- gusta de velarse en los emblemas. De su desciframiento
en el contexto alemán, precisamente de la importancia de lo teatral
en la formación del espíritu cívico y político, da testimonio el
celebérrimo trabajo de Walter Benjamin El origen del drama
barroco alemán. Interesante en este recorrido no sólo porque en
él, como veremos, hace sus primeros ejercicios conceptuales y
metodológicos previos al análisis de las ciudades del consumo –
en él afina la noción de alegoría – sino porque muestra la potencia
de una cultura que habla y se fija en las imágenes y las cosas. Los
humanistas , dice Giehlow citado por Benjamin35
80
los demás concebibles objetos artísticos del Renacimiento se
llenaron de tales inscripciones enigmáticas
81
La ciudad del trabajo y el espejo de la producción
36
José Lezama Lima, Imagen y posibilidad, La Habana, 1996.
82
todas partes...En los tejados, la situación era muy confusa: altillos
y chamizos se arracimaban junto a chimeneas demasiado
pegadas unas a otras”. Stahl – comenta Benjamin – ve en la
libertad concedida en cuanto a los tejados, libertad a favor de la
cual los arquitectos modernos siguen estando hoy en día, “un
elemento fantástico y completamente gótico” Passagenwerk, [E
13ª, 2].
37
K. Marx, El Capital, cap. I . En su célebre texto sobre La forma mercancía,
nombra los hechos sociales regidos por la lógica del mercado, como
“fantasmagoría” y como “jeroglífico social”, inaugurando así un modo de análisis
que considera el fetichismo como metonimia vigente en toda relación social del
capitalismo de producción.
38
G. Sjoberg, “El origen y la formación de las ciudades”, en La ciudad: su
origen, crecimiento e impacto en el hombre, ED. Blumme, Madrid, 1976, pp. 18
y 27.
39
W. Cooke Taylor, Notes on a tour in the Manufacturing Districts of Lancashire,
pp. 4-6. Citado en E. P. Thompson, The making of the English working class,
Vintage, 1966, p. 191.
83
que no podemos conceptuar si no es como algo portentoso ...La
población de las fábricas no sólo es nueva en su constitución : es
nueva en sus hábitos de pensamiento y de acción, que han sido
formados por las circunstancias de su condición, con poca
instrucción, y menos ayuda, de apoyos externos”.
Esta radical novedad viene dada por dos ejes del
desplazamiento de la vida: la fábrica y los transportes. Es decir el
cambio de ámbito vital y el cambio del sentido del tiempo urbano.
Es el disciplinamiento productivo el que forma nuevos sujetos
sociales. Como E. P. Thompson señala: los individuos, en la
medida en que están implicados en el sistema de relaciones de
mercado, se pliegan a las reglas capitalistas de acción – tesis de
Weber – pero tales reglas son vistas como no naturales y
constrictivas:, en ellas va a intervenir de manera decisiva la
redefinición del espacio y el tiempo en función del trabajo:
El campesino, el trabajador rural en un pueblo aislado, incluso el
artesano o el aprendiz urbanos , no miden la vuelta al trabajo en
términos exclusivamente de ganar dinero, y se rebelan contra la
noción de una semana tras otra de trabajo disciplinado40
40
E, P. Thompson, o.c. p. 357.
41
E.P. Thompson, o.c. 315. Al hablar de los nuevos estándares de vida y de
consumo subraya tanto la importancia de la patata en la alimentación - para el
período de formación de la clase trabajadora y sus entornos entre 1790 y 1840
- como en la lenta conquista de hábitos higiénicos.
84
En el caso de París estos fenómenos se cifran en un nombre
que es una alegoría de la nueva disposición de los poderes: la
haussmanización. Haussman42 diseña una nueva ciudad abriendo
las nuevas avenidas– en un proceso ampliamente analizado en la
obra de Benjamin: desde las trampas financieras hasta los
episodios de la lucha de clases, de la Comuna, que sirven de
pretexto a toda la operación urbanística. En el caso de Viena , se
trata de una ruptura en círculo ( la formación del Ring ) en la forma
de un paseo que no cierra sino que abre sobre el antiguo alfoz. La
formación de los barrios obreros en el extrarradio tiene que ver en
estas ciudades modelo con un doble fenómeno – las posibilidades
del salario en función de la vivienda y la evitación de las tasas de
transporte43- que Günter Düriegl explica así:
85
La interimplicación producción-consumo-espacio urbano se
traba de manera más intensa que en período alguno anterior. Y
ello porque la especialización funcional no es mera diferencia
instrumental: crea las condiciones objetivas y suscita la producción
de nuevos relatos morales que soportan la mentalidad de cada
una de las clases.
De ahí la insistencia de sociólogos como Weber con su
monográfico sobre La ciudad45 y sobre todo como Simmel 46 en la
creación de una nueva cultura que filtra y elabora todos estos
escenarios de tremendo conflicto. El desarraigo, subraya Simmel,
es el primer efecto y la primera condición fundante del urbanita. La
ciudad ofrece posibilidades técnicas, cambia la noche y el día, y
acabará haciendo mujeres y hombres de mentira que parezcan
más verdaderos que los anteriores. Por eso la ciudad permite
acceder a una condición de imaginar, de metaforizar , con la que
el ciudadano industrial pueda intentar defenderse del conflicto
externo. Una de las formas de racionalización es precisamente la
gobernada por la metáfora del espejo de la producción. La
racionalidad instrumental como un gran espejo en el que se miran
todas la facetas de la vida – cada vez más y más anómicamente
yuxtapuestas .
La ciudad del capitalismo de producción surte de materiales
para generar - sigo comentando a Simmel - una capacidad de
cuantificar el espejo: la lógica del valor que nivela todo valor de
uso por el valor de cambio. Pero también segrega ámbitos en los
que la prestación y la contraprestación ( esfera de lo público
mercantil ) se ven compensados por la cercanía y la individualidad
a resguardo de la esfera de lo privado.
Este anonimato de la esfera de la producción para el mercado
sustituye otros mecanismos de control de la ciudad del Antiguo
Régimen y de la ciudad barroca. Dice Simmel:
La moderna gran ciudad se nutre casi por completo de la
producción para el mercado, esto es para consumidores
completamente desconocidos que nunca entran en la esfera del
auténtico productor47
45
M. Weber, La ciudad, Ed. De la Piqueta, 1987.
46
G. Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, en El individuo y la
libertad, Península, 1988, pp. 247 y ss. Un comentario de este texto lo incluí en
mi “Sujeto, identidad y medio ambiente” ( 1989), Ver más arriba: nota 5.
47
G. Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, o.c., p. 249.
86
La ciudad que disciplina desde el espejo de la producción y que
instila la lógica del fetichismo de la mercancía ofrece, concederá
Simmel – y Benjamin le recoge in extenso en los pasajes – una
variedad de situaciones en las que las formas de identidad se
hacen contradictorias y permeables. Por sobre las categorías de
las clases sociales, junto a ellas, para enmascararlas como
simulacros, surgen nuevas figuras urbanas, nuevos estilos que no
responden sólo a la trama de la producción sino a un consumo
que se da como espectáculo. Y consolida los segmentos sociales
y la desigualdad.
Junto al cambio de la ideología, las imágenes y las
mentalidades concretas hay un gran escenario socializador que
modifica identidades y ciudades y que no es posible pasar por alto:
la fábrica. Además de su valor de disciplinador de la fuerza de
trabajo y, consiguientemente de todas las esferas de la vida, tal
como antes apuntamos. La experiencia del trabajo modifica los
ritmos de la ciudad hasta el punto en que no hay ámbito público ni
privado que no esté coordinado en función del ritmo imparable de
la factoría. La cultura del trabajo, las formas de solidaridad y
asociación se superponen activamente al mero reparto funcional
de la ciudad-fábrica. En la Viena de los 30 , el episodio de la
alcaldía socialista que construye barrios que prefiguran nuevas
formas de vida comunitaria, parten de esa experiencia de la
consolidación de la identidad en el tiempo y espacio fabriles.
Como dice Hetherington48 al exponer el carácter de la fábrica
como heterotopía – es decir como espacio generador de nuevas
prácticas y sentidos que rompen el espacio homogéneo social de
partida :
48
Kevin Hetherington, The Badlands of Modernity. Heterotopia and Social
Ordering, Roudlege, 1997, pp. 117 y ss.
87
debida a la obtención de plusvalía, es expresada en la tecnología
de la fábrica.
49
Muy parecida al “Acheronta movebo” de Freud, Benjamin inserta en su
“Exposición de 1935” la cita de la Eneida VI, 126: “Facilis descensus Averno”. A
esta facilidad de descender a los infiernos consagra los miles de flashes sobre
el consumo de fin de siglo.
50
Jean-François Lyotard, “Zona”, en AAVV, Otra mirada sobre la época,
Colección de Arquitectura, 29, Murcia, 1994, p. 223.
51
Hugo von Hofmannstahl, ,“Jardines” en Instantes griegos y otros sueños,
Cuatro-Ediciones, Valladolid, 1998, pp. 61-62. Se percibe bien en estos ensayos
cómo hay una transición entre el momento “naturalista” y la voluntad decidida
de crear espacios verdes por razones de higiene: “La gran ciudad no cumple a
regañadientes y por imperativo legal el deber higiénico de aceptar pequeñas
manchas verdes en su panorama gris amarillento global, sino que transforma
88
directamente con el espacio del mercado. Con la lógica de la
mercancía que ha ido pasando del fetiche al simulacro. La relación
que mantenemos con los objetos y entre los sujetos sociales ha
experimentado un cambio en la agudización de la externalidad, de
la en-ajenación: no estamos sólo mediados por el fetiche que es la
mercancía, metonimia y promesa de la posesión del poder (del
que Mauss llamaba el mana: tener prestigio y capacidad para
corresponder ) sino por el simulacro que es la producción
metafórica de lo que es más real que la realidad. Artefactos,
espacios, tiempos, cuerpos, géneros, clases todo parece estar
sometido a esta nueva lógica que es la de la simulación según
mercado.
Este paso que ocurre a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX
y cristaliza en el período de entreguerras, este atormentado y
brillante cortejo de invenciones, vanguardias y transformaciones
de la intimidad y de lo público supone un cambio de lógica: es
decir de la lógica de la producción a la lógica del consumo. O, en
congruencia con la cultura urbana que examinamos, el paso de la
relación con el espacio como una forma de consumo productivo –
obtención de beneficio contable, rehabilitación de la fuerza de
trabajo – a las múltiples formas de consumo improductivo – la
girovagancia, el “barriotismo” ( es palabra cortazariana ) como
forma de vinculación imaginaria de la comunidad imposible en la
gran ciudad, los flujos espaciales y temporales del ocio 52 que
parecen indispensables, desde el cabo de siglo examinado por los
primeros sociólogos del consumo, para la reproducción de las
ciudades y del sistema.
El elemento principal de la mutación profunda se da, pues, en el
orden del consumo - que se amplía tanto que acabará (en los
cincuenta de este siglo ) por nombrar todo el sistema de vida:
sociedad de consumo- y este toma la ciudad y la transforma, así
como hace con sus habitantes y las clases en las que la
producción los había encuadrado. Las mercancías ocupan la
89
ciudad, se hacen visibles en ella, hasta el punto en que las calles y
las plazas no son vías hacia el mercado ( mayorista o minorista :
las halles, o las plazuelas de los distritos del centro ). Las calles
son comercios: son pasajes comerciales. Las grandes avenidas
que facilitan el macrocomercio y el control desde el poder burgués
se ven transversalmente recorridas por la tela de araña de los
pasajes comerciales que inauguran una nueva experiencia social y
urbana. La espectacularización del consumo.
En este contexto, los modos de vida, los estilos urbanos mudan
los perfiles de las clases de la industrialización que comienza a
mostrar sus costes y sus interpretantes no queridos. El flâneur, el
coleccionista, la mujer que se vende, los migrantes, los diferentes
pasan de ser márgenes de la fuerza de trabajo a recibir la etiqueta
de la representación. Son elementos del nuevo decorado de lo
público que los exhibe o los esconde según conviene. Pero todos
ellos, como todos los demás tipos urbanos muestran la profunda
vinculación con un consumo regido, como dice Bataille, por la
noción de gasto, de despilfarro, antes que por la de rentabilidad.
Las mercancías se publicitan y con ello, como dirá Benjamin, el
sueño triunfará astutamente sobre la técnica53. Pero, más aún, las
ciudades se abren como gigantescos mercados en las
exposiciones llamadas universales. Por primera vez las
mercancías configuran la ciudad que, mediante la industrialización
ha roto sus lindes, y ahora se levanta como simulacro del mundo
feliz como faro que ilumina a la humanidad.
Lo que de fondo ocurre en el espacio y tiempo de la ciudad, como
vimos antes anunciar a Simmel, es que todo esto cambia las
cabezas y los sentidos. Y el primer elemento que se resentirá, en
una cultura que se acostumbra al instante renovado que es la
moda, es precisamente el tiempo de la historia. El progreso , dice
Benjamin con enorme lucidez, “que es una creencia infinitamente
perfectible – una tarea infinita de la moral – y la representación del
eterno retorno son complementarias”54. No habla principalmente
de Nietzsche, sino del nuevo tiempo de la ciudad: hay otros
mundos, otros tiempos, pero están en este. El tiempo de la moda (
se renueva y muere continuamente) instala ideológicamente a la
ciudad del consumo en un presentismo, en la consagración del
instante.
53
W.Benjamin, Passagenwerk, [G 1, 1].
54
W.Benjamin, Passagenwerk, [D 10a,5].
90
Con el ejemplo de los Passagenwerk, detallaremos algunas de las
principales dimensiones de la ciudad del consumo. Precisamente
en el momento en el que esta se constituye. Momento que
Benjamin califica diciendo: “cuando Marx realiza la crítica del
capitalismo este se hallaba en su infancia”55. La mirada sobre el
consumo implica una nueva metódica – una racionalidad que se
atreve a trabajar con la alegoría – e implica la construcción de
nuevas figuras urbanas.
55
W. Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, en
Discursos interrumpidos I, Taurus, 1973, p. 17.
91
5. El lujo como analizador : el consumo en los clásicos
A. El consumo conspicuo
92
tienden a imitar. Esta emulación, en principio visual (quien no
posee admira y “consume” la imagen de quien son “árbitros de la
elegancia”) desarrolla fuertemente la pulsión consumidora en el
sentido más pleno y propio.
93
bien nos invita a explorar los procesos sociales en los que nos
dirigimos a las cosas en un contexto de dominio, jerarquía,
ostentación en el que les pedimos a aquellas que sobre todo nos
representen. Este deseo de representación - que, si puedo glosar
a Lacan, no es separable en la realidad de la representación del
deseo – abre a toda una manera de mirar los signos del consumo.
Veblen, nacido en 1857, hijo de inmigrantes noruegos que se
establecen en el Midwest58, no procede al modo neoclásico, sino
que incorpora la historia y la evolución como parámetros de la
economía. Su principal herramienta analítica - al decir de Simich y
Tilman59- era la distinción entre intereses de los negocios e
intereses industriales o la dicotomía entre lo ceremonial y lo
tecnológico. Dimensiones esta que nos resultan de sumo interés
porque marcan un aspecto indispensable para entender el mundo
del consumo incipiente: el ritual. El consumo es ante todo
ostentatorio o conspicuo, pues tiene como función reproducir el
orden y la jerarquía de las clases mediante su representación en
signos visibles. Incluso hay sujetos cuyo sentido es el consumo
vicario: la esposa, los criados representan, con sus atuendos
imposibles y sus prácticas codificadas, el poder adquisitivo del
“señor”. Quien está más alto en la pirámide no es quien más
atesora sino quien más puede derrochar. Esta es la paradoja con
la que Veblen se enfrenta y que le lleva a articular el análisis del
desarrollo de la técnica con los ceremoniales complejos e
indispensables de consumo incipiente.
Estos conceptos se forjan en su temprana creencia en el poder
liberador de la tecnología para erradicar las distancias de los
efectos de los residuos de barbarie que tanto contaminaron el
pasado. La cultura depredadora del orden capitalista puede dar
paso a una sociedad que incorpore los rasgos que Veblen postuló:
el trabajo eficiente (instinct of workmanship) , el altruismo ( the
58
Veblen fue editor del Journal of Political Economy y comenzó a publicar en el
campo de la economía. En 1899 su libro más famoso La teoría de la clase ociosa ,
apareció y adquirió notoriedad por sí mismo...La primera Guerra Mundial le llevó a
Washington como empleado de la Food Administration. Tras la guerra fue editor
de Dial, un diario de literatura y opinión política, y profesor en la New York School
for Social Research.. Veblen se retiró y se fue a California, cerca de Stanford,
donde vivió una existencia aislada en una vieja casa en las montañas. Falleció en
agosto de 1929, poco antes de la Gran Depresión.
59
Simich, J.L. y Tilman R., Thorstein Veblen. A reference guide , G.K. Hall and
Co. Boston Mass, 1985.
94
parental bent) y la indagación científica ( la curiosidad ociosa). El
sistema existente de despilfarro, explotación y depredación puede
ser removido en aras de una sociedad igualitaria basada en la
fraternidad del nuevo hombre que surge.
De Veblen hay que anotar, como cita liminar del recorrido por
nuestros autores, un pasaje en el que nombra el carácter originario
del consumo en la estructuración social:
El comienzo de una diferenciación en el consumo antecede
incluso a la aparición de todo lo que pueda ser denominado
propiamente fortaleza pecuniaria. Se encuentra ya en la fase
inicial de la cultura depredadora, y hasta hay indicios de que se
encuentra en una incipiente diferenciación en este sentido antes
de los comienzos de la vida depredadora. La diferencia más
primitiva en el consumo de bienes se parece a la diferencia
posterior que nos es familiar en que es en gran parte de carácter
ceremonial, pero, al revés que la última, no descansa en una
diferencia de riqueza acumulada. La utilidad del consumo como
demostración de riqueza ha de clasificarse como proceso
derivado. Es una adaptación a un nuevo fin, por un proceso
selectivo, de una distinción ya existente y bien cimentada en los
hábitos mentales humanos[...]60
60
Teoría de la clase ociosa, p.75 y 93-94
95
de esta línea publicitaria y su eficacia transitoria. Por tanto, se
recurre con más facilidad a este método y en la lucha para
superarse unos a otros la población urbana lleva su patrón normal
de consumo ostensible a un punto más elevado, con el resultado
de que se requiere un gasto relativamente mayor en esta dirección
para indicar un grado determinado de decoro pecuniario en la vida
urbana. La exigencia de conformidad a este patrón convencional
superior se convierte en imperativa. La pauta del decoro es más
elevada, clase por clase, y hay que hacer frente a esta exigencia
de una apariencia decorosa so pena de perder casta61.
61
Teoría de la clase ociosa, o.c., pp. 93-94.
96
Fundamentalmente vamos a ejemplificar estos ocho conceptos
que nos ayudan a ver bien las bases de transición al universo del
consumo tal como hoy lo entendemos.
Y también completan la visión de que el consumo es un hecho
social total que afecta a la totalidad de sujetos, objetos y espacios-
tiempos.
El concepto que vincula estas dimensiones es el de ethos, que
significa modo de vida, sistema de valores.
fetiche jeroglífico
instante simulacro
adorno deseo
don despilfarro
97
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo: fetiche
La forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo
en que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con
la naturaleza física de los mismos ni con las relaciones propias de cosas, que
se derivan de tal naturaleza. De ahí que para hallar una analogía pertinente
debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En
éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de
vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre
en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto
llamo el fetichismo que se adhiere a los productos de trabajo no bien se los
produce como mercancías, y que es inseparable de la producción
mercantil…( K. Marx, La forma fetiche de la mercancía)
El sustitutivo del objeto sexual es, en general, una parte del cuerpo muy poco
apropiada para fines sexuales (los pies o el cabello) o un objeto inanimado
que está en visible relación con la persona sexual, y especialmente con la
sexualidad de la misma (prendas de vestir, ropa blanca). Este sustitutivo se
compara, no sin razón, con el fetiche en el que el salvaje encarna a su dios.
( S. Freud Tres ensayos para una teoría sexual )
comentario:
98
El valor de las marcas, de los estilos, de las imágenes que rodean
a los objetos de consumo, sin que podamos separarlos de ellos,
arrancan de esta concepción.
99
100
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo:
jeroglífico
El valor, en consecuencia, no lleva escrito en la frente lo que es. Por el
contrario, transforma a todo producto del trabajo en un jeroglífico social. Más
adelante los hombres procuran descifrar el sentido del jeroglífico, desentrañar
el misterio de su propio producto social, ya que la determinación de los
objetos para el uso como valores es producto social suyo a igual título que el
lenguaje (K. Marx)
comentario:
101
de Aladino, como Ajax Pino, que tiene el aspecto de un ayudante
brujo del cuento de la Cenicienta.
Eso ocurre – nos dice Freud- en el sueño. Podemos tomarlo como
una sarta de sandeces, pero eso no nos deja tranquilos. Si
detallamos las conexiones entre los elementos del sueño (metáfora /
metonimia, o sea condensación y desplazamiento) vemos que
arrojan un sentido que no es lineal.
Como en los jeroglíficos de la prensa y de la publicidad.
No sabemos interpretar este antiguo jeroglífico, ni sus partes, ni el
mundo en que se produjo y circuló. Aunque es seguro que vemos
algunos elementos regulares, que se repiten, a los que podemos
atribuir sentido.
102
dimensiones del contexto:
instante
Es específico de la vida moderna un tempo impaciente, el cual indica, no sólo el
ansia de rápida mutación en los contenidos cualitativos de la vida, sino el vigor
cobrado por el atractivo formal de cuanto es límite, del comienzo y del fin , de
llegar y del irse. El caso más compendioso de este linaje es la moda, que, por su
juego entre la tendencia a una expansión total y el aniquilamiento de su propio
sentido que esta expansión acarrea, adquiere el atractivo peculiar de los límites y
extremos, el atractivo de un comienzo y un fin simultáneos, de la novedad y, al
mismo tiempo, de la caducidad.
Su cuestión no es "ser o no ser", sino que es ella a un tiempo ser y no ser, está
siempre en la divisoria de las aguas que van a lo pasado y a lo futuro, y, merced a
ello, nos proporciona durante su vigencia una sensación de actualidad más fuerte
que casi todas las demás cosas (G.Simmel)
comentario:
103
Este fragmento pertenece a un brillante ensayo del sociólogo y
filósofo berlinés de principios del XX, Georg Simmel, titulado
“Filosofía de la Moda” (en su libro Cultura femenina y otros
ensayos)
En él se describe de manera un poco emboscada lo que es la
moda, no sólo en el sentido vestimentario, sino el peso que “estar
de moda” tiene en todas nuestras cosas y costumbres.
La moda es una institución social que es paradójica y trágica: en
cuanto algo se pone de moda, en ese instante comienza a dejar
de estar de moda. En cuanto triunfa y conquista, comienza su
derrota.
Lo cual nos muestra que debajo del consumo de cosas y de
formas de vida, lo que pretendemos consumir es el tiempo: estar
al día, no pasar de moda, porque si “estamos” somos (nos parece
tener una identidad, una consistencia, un reconocimiento) y si no
no.
Ese valor del instante es muy importante, es central en la cultura
del consumo.
En la etapa de los comienzos del consumismo, hay indicios que
nos prueban el peso de este concepto.
El primero es la transformación de las artes plásticas: el
impresionismo pone al artista y al público delante del instante, de
la impresión instantánea.
El segundo es el auge que tuvieron desde el comienzo del XX los
productos no duraderos, la renovación de los productos cotidianos,
el “usar y tirar”.
El tercero, es la propia técnica de producción de imágenes. La
cámara instantánea que “captura la vida como es “, revolución
completamente nuestra manera de mirar, ya trabajada, en secreto,
por nuestra relación con la moda, pasajera, brillante, fugaz.
104
Detener el instante, construir el presente, son dimensiones de
fondo en la cultura del consumo que hoy tenemos ya incorporadas
sin reflexionar en ellas. De ahí el peso de la moda que – desde la
vestimenta a las formas de vida – constituye un reto continuo. El
estilo de vida de los “habitantes del consumo”.
105
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo:
simulacro
Todos estos bienes del hombre puede considerarlos como conquistas de la
cultura. Desde hace mucho tiempo se había forjado un ideal de omnipotencia
y omnisciencia que encarnó en sus dioses, atribuyéndoles cuanto parecía
inaccesible a sus deseos o le estaba vedado, de modo que bien podemos
considerar a estos dioses como ideales de la cultura. Ahora que se encuentra
muy cerca de alcanzar ese ideal, casi ha llegado a convertirse él mismo en un
dios...El hombre ha llegado a ser, por así decirlo un dios con prótesis: bastante
magnífico cuando se coloca todos sus artefactos, pero estos no crecen de su
cuerpo y a veces aún le procuran muchos sinsabores ( S. Freud)
comentario:
106
mercancías y , especialmente, sus condiciones duras, desiguales,
de de las relaciones entre quienes están en ese proceso. Por eso
la mercancía es como un jeroglífico – no se entienden sus
sentidos a pesar que la consumamos –
Pues bien, el simulacro representa un paso más: el fetiche es la
parte por el todo, el simulacro es una metáfora que sustituye al
objeto original.
Esta es la fórmula del simulacro:
107
108
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo:
adorno
El adorno intensifica o amplia la impresión de la personalidad operando una especie
de irradiación que emana de ella. Por esta razón, sus materiales siempre han sido
metales brillantes y piedras preciosas. Son "adorno" en un sentido más estricto que
la ropa y el peinado, aunque estos también "adornan". Se puede hablar de
radioactividad humana en el sentido de que cada individuo está rodeado por una
mayor o menor esfera de significancia que de él irradia; y cualquiera que entra en
contacto con él, está inmerso en esta esfera. Es una mixtura inseparable de
elementos fisiológicos y psíquicos: las influencias sensorialmente observables que
salen de un individuo hacia su entorno son también, en algún modo, los vehículos
de una fulguración espiritual. Operan como símbolos de tal fulguración incluso,
como hoy ocurre, cuando son sólo externos, y no hay poder sugestivo o
significación de la personalidad que fluya a través de ellos. Las irradiaciones del
adorno, la atención sensual que provoca, complementan la personalidad con una
ampliación o intensificación de su esfera: la personalidad, por decirlo así, es más
cuando está adornada (G.Simmel)
comentario:
109
110
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo:
deseo
El lujo personal nace, en primer término, del puro recreo y goce de los sentidos.
Las gentes hacen aplicación y objetivación cada vez más perfecta de todo aquello
que sirve para excitar la vista, el oído, el olfato, el gusto, etc. Esas cosas son las
que constituyen el gasto de lujo. Mas todo deseo de refinamiento y aumento de
medios adecuados para alegar los sentidos tiene su última base en nuestra vida
sexual: el deleite de los sentidos y el erotismo son, en el fondo, una misma cosa.
El sentimiento del amor es, por lo general, el que más o menos conscientemente
impulsa y fomenta el lujo (Sombart)
comentario:
Estos dos fragmentos de los años veinte, reflejan una entrada muy
importante para entender el mundo del consumo. Introducen la
dinámica del deseo (de la que venimos hablando desde el tema 2)
Su precisión y expresividad no precisa mayor análisis.
Tan sólo subrayar que la necesidad – que es el término ideológico
con el que evaluamos superficialmente el consumo – se
complementa con su fundamento: la dinámica del deseo.
111
-
112
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo: don
Este tipo de relación entre individuos o grupos no puede dejar de evocar la noción de
potlatch, tan bien descrita e interpretada por Marcel Mauss(...) Este sistema conocido
en las poblaciones indias del Noroeste de América consiste en una serie de dones y
contradones, un don que crea siempre al partenaire la obligación de un don
superior, en virtud de una fuerza que obliga. Es a la vez una fiesta, ligada a fechas y
cultos; un fenómeno económico en tanto que circulación de riquezas; un vínculo entre
las familiar, las tribus en incluso sus descendientes (E. Benveniste)
comentario:
113
El don implica:
114
8 dimensiones del ethos del consumo conspicuo:
despilfarro
De esta manera no basta con que una joya sea deslumbrante, lo que haría
aceptable el uso de la bisutería: se necesita el sacrificio de una fortuna ante
la que se ha preferido una sarta de diamantes para la constitución del
carácter fascinante de esos diamantes. Cuando se trata de elementos ya no
sólo fascinantes sino sagrados, el principio de la pérdida se impone con
exigencias aún más absurdas: los cultos exigen un gasto sangriento de
hombres y de animales y el éxito del cristianismo debe ser explicado por el
valor del tema de la crucifixión infamante del hijo de Dios quien lleva la
angustia humana a una representación de la pérdida y del decaimiento sin
límites. En los diversos juegos de competición se trata sólo de energía o
incluso de habilidad "gastadas como pura pérdida", las más de las veces para
desencadenar las pasiones convulsivas de la muchedumbre. La pérdida
aparece, finalmente, en la mayoría de las formas de arte como representación
simbólica que choca, liberando una angustia trágica o provocando
reacciones cómicas vulgares: en los casos más significativos esta función de
representación compromete la vida misma de quien la asume (G. Bataille)
comentario:
115
extendidas de las sociedades y de los sujetos. Y que hoy en día
abarcan muchas prácticas mundiales.
116
6. Capitalismo de producción : infraestructura, cultura, identidad
117
Las distancias se acortan, los ritmos de vigilia y sueño sufren
una modificación definitiva. La noche y el día ya no son lo que
eran gracias a la luz artificial. El trabajo es por turnos en una
nueva institución: la fábrica.
A. La infraestructura económica
118
cadena de la producción: producir en serie, y producir por partes
son los dos rasgos que constituyen la producción fabril (ya no
artesanal)
Con lo cual se consagran dos valores ligados a los objetos: lo
técnico (no natural) y lo nuevo (no clásico).
Producir en serie, en cadena, permite abaratar costes y llegar
adonde no había llegado nadie.
El mercado depende cada vez más de las innovaciones
tecnológicas, se subordina a ellas. Y los lugares de las
mercancías se convierten en exhibición de lo bueno que se ha
producido.
Expresiones como “acero alemán”, “hecho con tecnología
británica” comienzan a circular para dar al paisaje cotidiano el
perfil de un mercado que espera las novedosas salidas de la
fábrica.
119
La ley de bronce de los salarios implica que el capital entiende
que solo debe pagar las horas trabajadas sin tener en cuenta al
trabajador en su conjunto, sus expectativas, sus necesidades, el
grupo familiar o humano en el que está integrado. Los
diccionarios de economía suelen definir así:
120
mantelería, o ante una pieza de marquetería: “la de tiempo que
lleva eso”) (b) la utilidad que nos aporta, el uso que le podemos
dar. Hay cosas útiles e inútiles espontáneamente consideradas
según nuestra cultura y nuestra forma de vivir.
Pero hay un valor de cambio, que es el que recibe un bien, una
mercancía en cuanto entra en el circuito del mercado. Lo
entendemos fácilmente si pensamos que lo que otorga valor a
una cosa en el mercado es “por qué puede ser cambiada” (en
términos cuantitativos – otra mercancía cuantificable, dinero – o
en términos cualitativos – prestigio, glamour, modernidad…-)
121
● Redefinición de los agentes productivos en sus condiciones
técnicas y de vida
Toda gran ciudad tiene uno o más barrios feos en los cuales se
amontona la clase trabajadora. A menudo, a decir verdad, la
miseria habita en callejuelas escondidas, junto a la los palacios de
los ricos; pero, en general, tiene su barrio aparte, donde,
desterrada de los ojos de la gente feliz, tiene que arreglárselas
como pueda. En Inglaterra estos barrios feos están más o menos
dispuestos del mismo modo en todas las ciudades; las casas
peores están en la peor localidad del lugar; por lo general, son de
uno o dos pisos, en largas filas, posiblemente con los sótanos
habitados, e instalados irregularmente por doquier. Estas casitas,
de tres o cuatro piezas y una cocina, llamadas cottages, son en
Inglaterra, y con excepción de una parte de Londres, la forma
general de la habitación de toda la clase obrera. En general, las
calles están sin empedrar, son desiguales, sucias, llenas de restos
de animales y vegetales sin canales de desagüe y, por eso,
siempre llenas de fétidos cenagales. Además, la ventilación se
hace difícil por el defectuoso y embrollado plan de construcción, y
dado que muchos individuos viven en un pequeño espacio, puede
fácilmente imaginarse qué atmósfera envuelve a estos barrios
obreros. Por último, cuando hace buen tiempo, se extiende la ropa
122
a secar sobre cuerdas tendidas de una casa a otra,
perpendicularmente a la calle. Examinemos algunos de estos
barrios. Primero hablemos de Londres y del célebre barrio
Ravenrookery (o sea, lugar habitado por cornejas), St. Giles, que
por fin ahora está dividido por dos anchas calles, y que debe ser
destruido. Este barrio está situado en medio de las partes más
pobladas de la ciudad, circundado por calles anchas y espléndidas,
en las cuales pasea el gran mundo de Londres; muy cercano a
Oxford Street y Regent Street, Trafalgar Street y el Strand. Es un
amontonamiento desordenado de casas altas, de tres o cuatro
pisos, con calles estrechas y sucias, curvas, en las cuales el
movimiento es tan grande como en las principales calles de la
ciudad, con la única diferencia que en St. Giles se ven sólo
personas de la clase obrera. En las calles está el mercado; cestos
de verdura y fruta, naturalmente todas de mala calidad, apenas
aprovechables, restringen aún más el paso, y de ellas, como de los
puestos de los vendedores de carne, emana un olor horrible. Las
casas están habitadas desde el sótano hasta el desván, sucias por
fuera y por dentro, hasta el punto de que por su aspecto parecería
imposible que los hombres pudieran habitarlas. Y todavía esto no
es nada, frente a las habitaciones que se ven en los patios
estrechos, y en las callejuelas dentro de las calles, a las que se
llega por pasajes cubiertos, entre las casas, y en las que la
suciedad y el estado ruinoso de las fábricas supera toda
descripción; no se ve casi ningún vidrio en las ventanas, las
paredes están rotas, las puertas y las vidrieras destrozadas y
arrancadas, las puertas exteriores sostenidas por viejos herrajes o
faltan del todo; aquí, en este barrio de ladrones, las puertas no son
de ningún modo necesarias, al no haber nada para robar.
Montones de suciedad y de ceniza se encuentran a cada paso, y
todos los desechos líquidos echados en las puertas se acumulan
en las fétidas cloacas. Aquí habitan los pobres entre los pobres; los
trabajadores peor pagados, con los ladrones; los explotadores y las
víctimas de la prostitución, ligados entre sí/…/
123
flotante, que no puede trabajar ni consumir, está a expensas de
“buscarse la vida”.
124
menos, por llevar unas cosas u otras. Pero en la identificación
primera, en el juego de los contactos sociales, que determinan la
identificación personal tener o no tener (infancia sin tren
eléctrico, o sin videoconsola) marca la referencia inmediata del
sujeto ante sí y ante quienes se relacionan con él o ella.
Este es un botón de muestra de un fenómeno más global que
designamos como estilo: y ahora vemos que no es sólo una
cuestión de gusto o de estética. Es un factor de identificación y
de identidad ética de los distintos sujetos.
Si contemplamos los siguientes ejemplos de marcas de
perfumes para hombre, se puede pensar ¿qué lleva a alguien a
elegir la primera y no las otras dos marcas?, ¿qué cree que le
aporta una y no otra? ¿qué tiene que ver con su identidad?
125
Si la obsesión es un pecado soy culpable. Su fragancia permanece y no
puedo evitar sentir lo que siento.Su rastro me consume. SUPERACIÓN.
(a) Las necesidades tienen que ver con el tipo de vida que se
lleva. Quienes han dejado el campo y entran las fábricas y en
las primeras empresas de servicios de las metrópolis
necesitan en materia de la casa, de la ropa, del alimento, de
la crianza de la prole, otras cosas distintas que en el antiguo
régimen. Sobre todo porque en el discurso social se formula
un ideal de lo que tiene que hacer el trabajador o la
trabajadora, lo que es necesario o superfluo sufre una
mutación respecto de los cánones tradicionales. Ese va a ser
un principio de la diversificación de los segmentos de
consumidores.
126
Aquí arraiga la nueva formulación de la alineación: que
consiste en que uno no está en su ser sino que está “en-
ajenado”. Le dicen en qué tiene que trabajar, cómo, con qué
condiciones, con qué salario, con qué periodicidad.
Y le acaban diciendo lo que es decoroso o impropio que
apetezca o que necesite.
127
extraña, divina o diabólica, así también la actividad del
trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la
pérdida de sí mismo.
De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente
libre en sus funciones animales, en el comer, beber,
engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación
y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente
como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo
humano en lo animal.
(Manuscritos de Economía y Filosofía).
128
El aceite de ricino
ya no es malo de tomar.
Se administra en pildoritas
y el efecto es siempre igual.
Hoy las ciencias adelantan
que es una barbaridad
!Es una brutalidad!
!Es una bestialidad!
129
Las transformaciones en el plano económico y de la vida
cotidiana van acompañadas de cambios decisivos en la
estructura de los estados, en los poderes públicos y en el nuevo
orden jurídico, así como en las justificaciones que estas
instituciones llevan consigo (nuevas ideas) para ser entendidas y
aceptadas por los actores sociales.
130
en el Estado Absoluto no hay separación de poderes (se
acumulan el legislativo, el ejecutivo y el ser árbitro judicial en la
figura del monarca).
La gran transformación que aquí se produce es que los
sujetos de la producción (burgueses, sobre todo, y proletarios
en menor medida) se constituyen como nuevo sujeto social –
sociedad civil – frente a los aparatos de estado – sociedad
política – mostrando que es posible una vida social sin la tutela
despótica del estado y del monarca.
De aquí surge la tarea abierta de cómo armonizar una instancia
política que represente a todos (instituciones administrativas)
sin ocupar la iniciativa de los ciudadanos frente a un tendencia
liberal a promover la desaparición del estado y postular la
autorregulación de la sociedad desde la pura lógica del
mercado (teoría de la mano invisible: el mercado, la iniciativa
propia podría lograr el mejor desarrollo común buscando cada
cual su interés).
Esta tensión entre liberalismo / socialdemocracia acompaña el
desarrollo de la primera forma de producción capitalista.
131
Una corporación puede hacer frente a un estado nación
(tensión jurídica y política). Una corporación productiva puede
cambiar los hábitos de consumo de poblaciones que no
conocían tales productos. Veamos los ejemplos del té, del café,
de la seda, la incorporación del arroz, la pasta, a la dieta
europea o americana, etc.
132
● Lo público como espacio de racionalidad: conjunción de
economía y política
133
This association of poverty with progress is the great enigma of
our times. It is the central fact from which spring industrial, social,
and political difficulties that perplex the world, and with which
statesmanship and philanthropy and education grapple in vain.
From it come the clouds that overhang the future of the most
progressive and self-reliant nations. It is the riddle that the Sphinx
of Fate puts to our civilization, which not to answer is to be
destroyed. So long as all the increased wealth which modern
progress brings goes but to build up great fortunes, to increase
luxury and make sharper the contrast between the House of Have
and the House of Want, progress is not real and cannot be
permanent
(Progress and Poverty ,1879 [www.henrygeorge.org/pplink.htm] )
134
( la evolución de estas huellas ideológicas la podemos recorrer
en los trabajos de José Mª González García, especialmente
Metáforas del Poder).
C. La construcción de la identidad
135
● Lo central del papel profesional acompañado de la racionalidad
económica (maximización) y burocrática (división funcional) como
ejes de la identidad
136
● La hegemonía ideológica y la representatividad democrática
como polos de la dominación política
137
comunicación. La lucha de las ideas es primordial para configurar
ideologías, estilos, expectativas.
138
Se trata de salir de una mentalidad, y de unas estructuras,
basadas en la fusión de dos formas de poder y dominación: el
patriarcal y el estatal. El punto de llegada, lento, aún no concluido
(y hablamos de algo que comenzó hace un siglo y medio) es una
sociedad más basada en las relaciones horizontales
despegándose ( no sin sorprendentes regresiones y violentos
rechazos) de la figura del padre-patrón.
139
● La inscripción en la lógica de la producción como exponente
material del progreso social
140
● La secularización como redefinición de los espacios sagrado /
profano
141
La sociedad industrial, el sistema capitalista de producción da
paso a una sociedad en la que la teocracia pierde sentido puesto
que un bien superior emerge: los derechos del hombre y del
ciudadano, convierten el plano de las creencias en problema
personal, sometido a la racionalidad, al debate, a la tolerancia, a la
regulación jurídica.
142
143
7. Capitalismo de consumo: infraestructura, cultura, identidad
144
Lo que ocurre en la cultura, la formación del sujeto social.
A. La infraestructura económica
145
(utilitarios) que poco a poco van suscitando el interés de las capas
medias y trabajadoras.
146
Esta tecnología de producción necesaria para fabricar las
innovaciones mencionadas implica una nueva tecnología de
servicios, lo que constituye el núcleo o la base la sociedad de
consumo:
147
( la imagen de los criadores de pollos que los controlan
por un mando a distancia es real y revolucionario en el
campo español)
148
Por eso la necesidad de contar con prospecciones que no sean
parciales ayuda aunque el mercado al que nos dirigimos sea de
productos concretos.
149
producción distribución consumo
promoción
150
La publicidad se diseña, las campañas de hacen pensando en
configurar un nuevo consumidor, al que se presenta como
“exclusivo”. Segmentos que van cambiando
Del mismo modo que cambia la imagen de marca, los envases,
los colores corporativos…
prefiguración consumidores
diseño
distribución
producción
investigación
comunicación
Hay una nueva relación con el trabajo. Sobre todo porque este
ha cambiado y se ha hecho más frágil, menos estable
151
la “asiatización” de la producción: se levantan plantas de
fabricación y se llevan al oriente, donde son más baratas, como
la mano de obra, la explotación de fuerza de trabajo a base de
menos, personas no sindicadas, etc)
La tercera es la generalización del simulacro, del sucedáneo, de
lo vertiginosamente cambiante. El prototipo del “todo a cien: todo
a un euro” marca un clima de trabajo desazonante.
¿Cómo especializarse, cómo solidarizarse y formar cultura de
trabajo, en la eventualidad, los llamados “contratos basura”, la
precariedad y las grandes migraciones mundialmente extendidas
por razón de supervivencia?.
Creación de valor
Gestionar (todo: de la oficina hasta hacer las paces, o salir por
ahí))
Se competitivos
Liderazgo compartido
Visión
Nicho de mercado…
152
● Diversificación de los planos de la oferta
El objeto
El producto
La marca
La metamarca
La imagen corporativa
El estilo de vida
153
A su vez las metamarcas son conjuntos de marcas que relacionan
entre sí cosas del mismo formato, con la misma imagen
154
Hasta que nos acostumbramos y llamamos a las cosas con el
nombre de la marca más notoria del sector
Con todo ello, los objetos no son simples cosas, sino que son
mundos enteros de signos, expectativas, comportamientos
prestigiados o marginados,
155
B. Las instituciones y la ideología
156
un problema con una institución o una corporación está en
presencia de un nuevo fenómeno de la cultura y la ideología del
consumo.
LO TENEMOS YA
157
Ya no se controla y evalúa respecto de un consumidor local
sino de los segmentos de consumidores
Por ello el peso específico de las transnacionales parece
imponerse a los poderes públicos elegidos democráticamente.
158
Lo preocupante es que tal discurso cunde y se hace circular
con pocos argumentos: repitiendo.
159
Como Baudrillard muestra (La sociedad de consumo) , hablar
de necesidades es un discurso ideológico – interesado – si no
se reflexiona en serio sobre lo que el mercado mismo suscita
en nosotros con el nombra y la realidad del deseo.
160
(desde el movimiento de los países no alineados de los
sesenta a los anti-sistema de hoy)
La aparición de las organizaciones no gubernamentales y
antes de los movimientos feministas, juveniles, de tercera
edad, etc.
(incluyendo el movimiento asociativo de consumidores)
presenta un acicate a la renovación de las formas de llevar a
cabo los asuntos comunes.
C. La construcción de la identidad
161
que se vuelve contra nosotros y nos domina (y no hablamos de las
dificultades para la vivienda o para un crédito: cualquier objeto
puede crear algún tipo de adicción, de proyección de uno más allá
de lo razonable.
162
● Redefinición de las formas de adscripción y de logro: de la
adscripción patriarcal a la fratría / de la clase a la subcultura
(afinidad)
163
El árbitro de los criterios del consumo no es el padre o la madre,
es el igual, el colega.
164
La imagen se impone, seduce, fascina, y el cuidado de la misma –
como hemos visto en los clásicos – es propio, necesario, en la
sociedad de la masificación.
165
Poco que ver con la versión consumista de “lo posmo”, que sirvió
para sacar a relucir algunos talentos y no pocos signos del
mercado, en sentido más monetario.
166
La búsqueda se emprende en varias direcciones. La oferta del
mercado opta por las más simples, las que no plantean dudas
(aunque no se parezcan a lo que en realidad ha sucedido, que
suele ser siempre más complejo, más matizado). Por ello el
rebrote de los fundamentalismos – no sólo religiosos – que
pretenden solucionar las contradicciones y paradojas de la vida
contemporánea, eliminándolas o reduciéndolas a blanco o negro.
167
la publicidad es la astucia
por la que el sueño
se superpone a la industria
(Walter Benjamin)
168
Bibliografía de sociología del consumo
JM Marinas
169
170
171