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LA GRAN CONSPIRACIÓN

Karl Marx: de conspiradores ocasionales y profesionales


Karl Marx escribió en 1850 una reseña de "Les Conspirateurs" de A. Chenu. Se publicó en alemán y solo está on line en francés.

Walter Benjamin en el “Libro de los pasajes” cita una larga reflexión de Karl Marx sobre la naturaleza de la conspiración en los
procesos revolucionarios de 1848 en Francia. Es un texto raro en el que Marx explica la diferencia entre los conspiradores de ocasión
y los profesionales.

El texto es una reseña a la obra de A. Chenu cuya descripción en la Biblioteca Gálica es “participó en todas las insurrecciones desde
1832 y era bien conocido por la policía. En 1844 evitó por poco la corte marcial por deserción. En 1847 estuvo involucrado en la
conspiración de la bomba incendiaria; logró no ser arrestado, pero fue sentenciado en rebeldía. Sus coacusados lo tacharon de estar
en connivencia con la policía, huyó a Holanda hasta 1848”.

Es un libro de memorias de las barricadas, de la lucha, del conflicto permanente de Francia hasta la Comuna de París.

Dice Karl Marx que la diferencia entre los conspiradores profesionales y los ocasionales es su actitud ante la vida: “Con la
organización de las conspiraciones proletarias, se planteó la necesidad de dividir el trabajo: sus miembros se dividieron en dos
grupos, conspiradores ocasionales, esto es, trabajadores que sólo colaboraban en la conspiración junto a sus demás ocupaciones,
acudiendo únicamente a las reuniones, y estando preparados para juntarse, a una orden del jefe, en la plaza designada, y
conspiradores de profesión, que le dedicaba toda su actividad y vivían de ella [...]”.

Sigue Marx “los conspiradores profesionales están marcados por la bohemia, sargentos reclutadores de la conspiración, van de
taberna en taberna tomando el pulso a los trabajadores, escogen su gente, la enredan en la conspiración [...] el conspirador es
naturalmente muy alegre, y se convierte pronto en el ambiente tabernario [...] este humor tabernario se acrecienta aún más por los
continuos peligros al que está expuesto, en todo momento le pueden llamar a la barricada y allí puede caer, a cada paso la policía le
pone trampas que le pueden llevar a la prisión o a galeras [...] al mismo tiempo, la costumbre del peligro le vuelve indiferente en
grado sumo a la vida y a la libertad. En la cárcel está como en su casa, como el local del tabernero.”

En dicho texto, de 1850, publicado en la Nueva Gaceta Renana, Marx sugiere que el conspirador profesional en la fase proletaria
de la historia está marcado por la precariedad, su labor en medio de la crisis económica le impiden tener medios ciertos: reina la
incertidumbre de su existencia. A menudo tiene problemas con la policía, en ocasiones tienen vidas normales pero la regla es la
irregularidad. Su origen social proletario y su deseo de la conspiración les impide vivir en la tranquilidad pues pueden ser llamados
a la barricada de un día para el otro. De ahí que los conspiradores profesionales aprecien cada minuto de vida: pues podrían perderla
en algún momento. Por eso disfruta el placer de la vida en el momento y son a menudo alegres.

Dentro de todo existe la dignidad. Son inocentes para la historia pero en el problema de su centro social hay una línea delgada en
cuanto a su efectividad. Sigue Karl Marx “Saltan a los inventos que se supone hacen milagros revolucionarios: bombas incendiarias,
dispositivos destructivos de efecto mágico, revueltas que se espera que sean más milagrosas y sorprendentes en efecto, ya que su
base es menos racional.”

¿Cómo imaginar la sociedad postcapitalista antes de la Comuna de París? El mérito de los conspiradores profesionales es intentarlo.
Sólo el movimiento real de los trabajadores, la Comuna, liquidó una época: el de la conspiración profesional y sentó las bases para
la concepción comunista del Estado en Karl Marx.

Es pues la conspiración profesional de una época previa a la Comuna de París, pero su mérito es intentar cambiar el mundo aunque
estaban equivocados en la estrategia. Como en el caso de Blanqui, Marx pensaba que estaba equivocado pero le reconocía que era
"esencialmente un revolucionario político", inocente ante la historia.

Marx en el Mensaje a la Liga de los Comunistas escribe con claridad. El Manifiesto Comunista, la intervención de los miembros de
la Liga en las revoluciones de 1848 y 1849 declaró el final de los conspiradores ocasionales y el nacimiento de la Liga de los
Comunistas: los hombres decididos con un programa revolucionario, interviniendo en la lucha de clases y con la claridad de las
tareas del proletariado para dar final a una época de organización del movimiento obrero.

Dice Marx: los comunistas deben superar la organización ocasional y construir el partido de la revolución: superar a la
pequeñoburguesía democrática y organizarse con el movimiento real del proletariado.

“Los obreros deberán llevar al extremo las propuestas de los demócratas, que, como es natural, no actuarán como revolucionarios,
sino como simples reformistas. Estas propuestas deberán ser convertidas en ataques directos contra la propiedad privada. Así, por
ejemplo, si los pequeños burgueses proponen el rescate de los ferrocarriles y de las fábricas, los obreros deben exigir que, como
propiedad de los reaccionarios, estos ferrocarriles y estas fábricas sean simplemente confiscados por el Estado sin ninguna
indemnización. Si los demócratas proponen impuestos proporcionales, los obreros deben exigir impuestos progresivos. Si los
propios demócratas proponen impuestos progresivos moderados, los obreros deben insistir en un impuesto cuya tarifa crezca en
tales proporciones que provoque la ruina del gran capital; si los demócratas piden la regularización de la deuda pública, los obreros
deben exigir la bancarrota del Estado. Así pues, las reivindicaciones de los obreros deben regirse en todas partes por las concesiones
y medidas de los demócratas.”

Así, luego de revelar la estrategia impotente de las corrientes demócratas Marx propone:

Pero la máxima aportación a la victoria final la harán los propios obreros alemanes cobrando conciencia de sus intereses de clase,
ocupando cuanto antes una posición independiente de partido e impidiendo que las frases hipócritas de los demócratas
pequeñoburgueses les aparten un solo momento de la tarea de organizar con toda independencia el partido del proletariado. Su grito
de guerra ha de ser: la revolución permanente.

LOS LITERALES

El objetivo de los marxistas es luchar por la transformación socialista de la sociedad. Creemos que el sistema capitalista hace tiempo
superó su utilidad histórica y se ha convertido en un sistema monstruosamente opresivo, injusto e inhumano. El final de la
explotación y la creación de un orden mundial socialista armonioso, basado en un plan de producción racional y democrático, será
el primer paso para la creación de una nueva forma social más elevada en la que hombres y mujeres se relacionarán como seres
humanos.

Creemos que el deber de cualquier persona es apoyar la lucha contra un sistema que implica miseria, enfermedad, opresión y la
muerte de millones de personas en todo el mundo. Damos la bienvenida a la participación en la lucha de toda persona progresista,
independientemente de su nacionalidad, color de piel o creencias religiosas, y aprovechamos esta oportunidad para iniciar un dialogo
entre los marxistas y los cristianos, musulmanes y otros grupos religiosos.
Sin embargo, para luchar por transformar la sociedad de una manera eficaz es necesario elaborar un programa, una política y
perspectiva serias que puedan garantizar el éxito. Creemos que sólo el marxismo (el socialismo científico) es capaz de proporcionar
esta perspectiva.

La cuestión de la religión es compleja y se puede abordar desde diferentes puntos de vista: histórico, filosófico, político, etc., El
marxismo empezó como una filosofía: el materialismo dialéctico. Un buen ejemplo de esta filosofía se puede encontrar en las obras
de Engels: Anti Dühring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, y también en Razón y revolución que
proporciona una visión moderna de las mismas ideas. Estos textos constituyen un buen punto de partida para clarificar la posición
filosófica del marxismo con relación a la religión.

El materialismo filosófico y la ciencia

Los marxistas se basan en el materialismo filosófico que niega la existencia de cualquier ente sobrenatural o de algo externo a la
naturaleza. Hoy la propia naturaleza nos proporciona sus propias explicaciones sobre el origen de la vida y el universo.

La ciencia ha demostrado que la humanidad ha evolucionado ―como el resto de las especies― a lo largo de millones de años y que
la propia vida evolucionó a partir de la materia inorgánica. No puede existir el cerebro sin un sistema nervioso central, y no puede
existir un sistema nervioso central sin un cuerpo material, sangre, huesos, músculos, etc., Al mismo tiempo, hay que mantener el
cuerpo con comida que también procede de un entorno material. Los últimos descubrimientos genéticos conseguidos por el proyecto
genoma humano han aportado la prueba indiscutible de la visión materialista.

La revelación de la larga y compleja historia del genoma, durante tanto tiempo oculta, ha provocado discusiones sobre la naturaleza
de la humanidad y el proceso de creación. Resulta increíble que en los inicios del siglo XXI las ideas de Darwin todavía sean
desafiadas por el llamado movimiento creacionista en EEUU el cual pretende que los escolares estadounidenses piensen que Dios
creó el mundo en seis días, al hombre del polvo y a la primera mujer a partir de una de sus costillas.

Los últimos descubrimientos finalmente han demostrado lo absurdo que es el creacionismo. Han terminado con la idea de que las
especies fueron creadas por separado y el hombre, con su alma eterna, fue creado especialmente para cantar alabanzas al Señor.
Ahora es evidente que los humanos no son creaciones únicas. Los resultados del proyecto genoma humano demuestran de una forma
concluyente que compartimos los genes con otras especies y estos genes tan antiguos son los que nos han ayudado a ser lo que
somos. Los humanos compartimos genes con otras especies que se remontan a las nebulosas del tiempo. En realidad, una pequeña
parte de esta herencia genética común se puede remontar a organismos tan primitivos como la bacteria. En muchos casos, los
humanos tienen exactamente los mismo genes que las ratas, ratones, gatos, perros e incluso la mosca del vinagre. Los científicos
han encontrado que los humanos compartimos aproximadamente 200 genes con la bacteria. De esta forma se ha llegado a la prueba
final de la evolución. Y sin la necesidad de intervención divina.

¿Vida después de la muerte?

A pesar de todo el avance científico ¿por qué la religión todavía se encuentra tan arraigada en la mente de millones de personas? La
religión ofrece a los hombres y mujeres el consuelo de una vida después de la muerte. El materialismo filosófico niega esta
posibilidad. La mente, las ideas y el alma son el producto de la materia organizada de una forma concreta. La vida orgánica surge
en determinado momento de la vida inorgánica, e igualmente, las formas simples de vida ―bacteria, organismos unicelulares,
etc.,― evolucionan hacia formas más complejas con una columna vertebral, un sistema nervioso central y un cerebro.

La religión y la crisis del capitalismo

La religión es lo que los marxistas llamarían falsa conciencia, por que dirige nuestro entendimiento fuera del mundo real, sobre el
que no podemos saber nada y del que es inútil incluso hacer preguntas. Toda la historia de la ciencia parte de dos presunciones
fundamentales: a) el mundo existe fuera de mí mismo y b) puedo comprender este mundo, e incluso aunque hay cosas que en la
actualidad no puedo saber, al menos seré capaz de conocerlas en el futuro. Para establecer un límite más allá del conocimiento
humano necesita traspasar y abrir la puerta a todo el misticismo y la religión. Durante más de 2.000 años, la humanidad ha estado
luchando para adquirir conocimiento de nosotros mismos y del mundo en que vivimos. Durante todo ese tiempo, la religión ha sido
la enemiga del progreso científico, y no es una casualidad. En la medida que el pensamiento científico nos ha permitido comprender
cosas que en el pasado parecían “misterios”, la religión ha sido empujada para atrás y ahora se encuentra en la parte trasera intentando
salvarse a sí misma.

En la lucha de la ciencia contra la religión, es decir, la lucha del pensamiento racional contra la irracionalidad, el marxismo se ha
puesto con entusiasmo del lado de la ciencia. Pero hay más. El objetivo al adquirir un pensamiento racional del mundo es cambiarlo.
El significado de toda la historia humana de los últimos 100.000 años ―y más― es la lucha sin fin de la humanidad por ganar la
batalla a la naturaleza, controlar su propio destino y así convertirse en seres libres. Las raíces de la religión están en el pasado lejano,
cuando los humanos luchaban para librarse del mundo animal de donde procedemos. Para encontrar sentido a los fenómenos
naturales que están más allá de nuestro control, los humanos tenían que recurrir a la magia y el animismo―las primeras formas de
religión―. En su día, esto representó un paso adelante en la conciencia humana. Este estadio infantil de la conciencia debería haber
desaparecido hace tiempo, pero la mente humana es infinitamente conservadora y guarda conceptos y prejuicios que hace tiempo
han perdido su razón de ser.

En la sociedad de clases, el concepto de “amor al prójimo” es una vacua declaración. La economía de mercado, con su moralidad
servil hace de esta aspiración una proposición imposible. Para cambiar la conducta y la psicología de hombres y mujeres es
necesario, en primer lugar, cambiar la forma en que viven. En palabras de Marx, “el ser social determina la conciencia”. Todo el
mundo está dominado por un puñado de gigantescos monopolios que saquean el planeta, lo deterioran, destruyen el medio ambiente
y condenan a millones de personas a una vida de miseria y sufrimiento.

Las damas y caballeros que se sientan en los consejos de dirección de estas multinacionales en su mayoría son cristianos practicantes,
en un número menor judíos, musulmanes, hindús u otros credos. Sin embargo, la verdadera religión del capitalismo no es ninguna
de estas. Es el culto a Mammon, el dios de la riqueza. El capitalismo da la vuelta a las relaciones humanas. De una forma retorcida
y distorsionada convierten al hombre en un ser que “vale un millón de dólares”, como si habáramos de una mercancía. La televisión
habla de la bolsa, el mercado, el dólar y la libra como si fueran seres vivientes (“la libra está hoy un poco mejor”). Esto es la
alienación: cosas muertas (Capital) que parecen vivas y cosas vivas (personas, trabajo) que parecen muertes, triviales y sin sentido.

El desarrollo humano ha tomado una línea descendente. La capa de la cultura moderna y la civilización fabricada durante miles de
años todavía es muy delgada. Más abajo reside todos los elementos del barbarismo. Si alguien tiene dudas, estudiemos la historia
de la Alemania nazi, o los recientes acontecimientos en los Balcanes. En su período ascendente, la burguesía abrazó el racionalismo,
incluso el ateísmo. Ahora, en el período de decadencia capitalista, aparecen por todas partes tendencias a la irracionalidad ―incluso
en los estados “cultos” más avanzados―. Si la clase obrera no consigue cambiar la sociedad, todas las conquistas del pasado estarán
amenazadas, y el futuro de la civilización humana no estará garantizado.

La devastación infringida por el capitalismo en todo el mundo ha producido numerosas monstruosidades. En su período de declive
senil, también hemos visto el ascenso de tendencias místicas y religiosas retrógradas. El papel reaccionario de la religión se puede
ver hoy en todo el mundo, desde Afganistán a Irlanda del Norte. En todas las partes vemos el monstruo del fundamentalismo: no
sólo el fundamentalismo islámico, también el cristiano, judío e hindú. El mensaje de amor fraternal y esperanza se ha convertido en
desesperación, odio y matanza. Por este camino, nada es posible excepto el barbarismo y la extinción de la cultura y civilización
humanas.

La causa de estos horrores no es la religión por sí misma, como podía intentar defender un observador superficial, sino los crímenes
del capitalismo y el imperialismo, que devasta países enteros y comunidades y destruye el tejido social y la familia sin poner nada
en su lugar. Ante el temor al futuro y la desesperación por el presente, la gente busca consuelo en las llamadas “verdades eternas”
de un pasado no existente. El ascenso del llamado fundamentalismo religioso es sólo una expresión concreta del callejón sin salida
de la sociedad, que lleva a las personas a la desesperación y la locura. Pero, como vemos en Irán y Afganistán, las promesas de un
cielo religioso sobre la tierra es un sueño vacío que sólo lleva a una pesadilla.

La religión no puede explicar nada de lo que está ocurriendo hoy en el mundo. Su papel no es explicar, sino consolar a las masas
con sueños y untarles con el bálsamo de una falsa promesa. Pero uno siempre se despierta del sueño, y los efectos del bálsamo, más
dulce, pronto desaparecen. La condición previa para ganar nuestra libertad como seres humanos es la ruptura radical con los sueños,
y ver el mundo y a nosotros mismos tal como somos: mortales, luchando por una existencia de seres humanos sobre esta tierra.

La humanidad alienada de si misma

Desde tiempos inmemoriales, los hombres (y también muchas mujeres) han sido educados en un espíritu de servilismo. Incluso
hemos llegado a pensar que somos débiles, impotentes, que no importa lo que hagamos, no hay diferencia, pues el “hombre propone
y Dios dispone”. La idea dominante es el fatalismo. Uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos, es que nada se puede
hacer. Este sentido de aceptar de una forma fatalista, de adorar servilmente todo lo establecido, están inmersa en todas las religiones.
Al cristiano se le aconseja que si alguien le golpea, debería poner la otra mejilla. La palabra islam es “sumisión”, y los profetas del
Antiguo Testamento nos aseguran que “todo es vanidad”. Aparte de este sentido de impotencia está la necesidad de un ser superior
que es todo lo que nosotros no somos. El hombre es mortal; Dios es inmortal. El hombre es débil; Dios es fuerte. El hombre es
ignorante ante los misterios del universo; Dios lo sabe todo. La fe de los seres humanos debe buscar en los cielos la salvación y así
surge la creencia en milagros.

Pero esto no sólo se limita a las clases menos cultas. Se encuentran supersticiones similares en la mente de analistas económicos y
corredores de bolsa, que simplemente se sitúan a un nivel más elevado de la mentalidad del jugador que lleva un rabo de conejo en
una mano y con la otra lanza los dados. En la Biblia, el hambriento comía, el ciego veía, el mudo hablaba... todo con la intervención
de milagros divinos. Hoy en día, no se requiere la intervención de elementos sobrenaturales para conseguir estos milagros. Las
conquistas de la ciencia moderna y la tecnología ya nos permite hacer todas estas cosas. Son sólo las restricciones artificiales
impuestas por la propiedad privada de los medios de producción y la lucha por el máximo beneficio lo que impide la extensión de
estas ventajas a todos los hombres, mujeres y niños sobre el planeta.

Cuando hombres y mujeres sean capaces de controlar su vida y desarrollarse como seres humanos libres, los marxistas creen que el
interés de la religión ―la búsqueda de consuelo en otra vida― caerá por sí mismo. Mientras tanto, los desacuerdos en estas
cuestiones no deben impedir a todos los cristianos, hindús, judíos o musulmanes honestos que deseen participar en la lucha contra
la injusticia unan sus manos a las de los marxistas en la lucha por un mundo nuevo y mejor.

CIENCIA TECNOLOGIA Y REVOLUCIONES INDUSTRIALLES

Marx y la Cuarta Revolución Industrial

Los cambios tecnológicos tienen un indudable impacto sobre las estructuras macroeconómicas. Durante las últimas dos décadas, el
progreso tecnológico se ha acelerado de manera exponencial. Las grandes innovaciones han dado lugar a cambios en los procesos
productivos que llevan, coloquialmente, el nombre de “revoluciones industriales”.

En Enero del 2016 la fundación World Economic Forum publicó un informe en el cual se afirma que se está transitando la Cuarta
Revolución Industrial. Hace más de un siglo Karl Marx (1867) desarrolló su teoría precisamente a través de la observación de un
proceso de transformación en las estructuras productivas de similares características. De manera semejante a la actualidad, el siglo
XIX se encuadra en un contexto económico de expansión de la producción, nuevos inventos y métodos productivos.

En el prefacio del informe The Future of Jobs: Employment, Skills and Workforce Strategy for the Fourth Industrial Revolution,
Schwab y Samas (2016) definen que se entiende por Cuarta Revolución Industrial: ”Hoy, estamos al principio de la Cuarta
Revolución Industrial. Los avances en genética, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, impresión de 3D y biotecnología,
(solo para nombrar unos cuantos,) se completarán y se amplificarán entre ellos. Este proceso colocará en funcionamiento la
revolución más penetrante y abarcadora que no hemos visto nunca”. (Schwab K., Samas M.A., 2016, p.5) (Schwab K., Samas M.A.,
2016, p.5)

Por tanto, se puede afirmar que los avances tecnológicos en robótica, impresiones 3D y otras innovaciones, tendrán un impacto
significativo en el futuro del empleo a nivel mundial. Según Frey y Osborne (2013) la sistematización y computarización de las
tareas pone en riesgo el trabajo de millones de estadounidenses: “ De acuerdo a nuestras estimaciones alrededor del 47 por ciento
de los empleos está en riesgo” (Frey C.B., Osborne M.A., 2013, p.1).
Por su parte , el informe World Economic Forum reconoce esta nueva realidad y propone: “La pregunta, entonces, es cómo los
negocios, el gobierno y los individuos reaccionarán a estos desarrollos. La re-educación y el perfeccionamiento de los trabajadores
será imprescindible para evitar el peor de los escenarios : un cambio tecnológico acompañado de la escasez de talentos, desempleo
masivo y una creciente desigualdad, “(Schwab K. & Samas M.A., 2016)

Este proceso no es una asunto nuevo, lo describió Karl Marx en el siglo XIX . Para Schumpeter lo hacia a partir de “de frases
encendidas” (J., 1942, p.29), Marx explicaba de esta manera el efecto de la introducción de nuevas maquinarias sobre los obreros:
“En la manufactura y en la industria manual, el obrero se sirven de las herramientas: en la fábrica el obrero sirve a la máquina.
En la artesanía los instrumentos de trabajo son parten de él; en la fabrica, es él quien tiene que seguir a las herramientas. En la
manufactura, los obreros son miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica, existe por encima de ellos un mecanismo muerto, al
que los obreros se incorporan como apéndices vivos”. (Marx, K., 1863, p. 349) El obrero se vuelve esclavo de la maquinaria, queda
atado a su puesto de trabajo y sus intereses se oponen a los de la comunidad. El resultado de dicho proceso: el trabajo se vuelve
ajeno al individuo y se impone sobre él.

Para Marx el valor del trabajo tiene dos componentes; en primer lugar, aquel necesario para la subsistencia del obrero y, en segundo
lugar, una cantidad por encima que es apropiada por el capitalista –la plusvalía -.

La sustitución de trabajo por el capital tendería a reducir el primero de sus dos componentes, que Marx denominó trabajo socialmente
necesario. La teoría sugiere entonces que, en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, la introducción de la robótica en la
producción disminuirá la proporción del trabajo que el obrero necesita para sobrevivir.

La Cuarta Revolución Industrial tendrá como efecto directo el aumento del desempleo. Este punto es reconocido a lo largo del
informe del World Economic Forum, cuando se refiere al trabajo en el hogar: ” El trabajo en casa podría ser automatizado,
relevando la carga dual y permitiendo a las mujeres orientar sus capacidades a la economía formal ” (Leopold, T.A. y Ratcheva,
V. y Zahidi, S., 2016, p.37).

En El Capital, Marx afirma que, como consecuencia de este proceso de sustitución de una fuerza productiva por otra, el obrero no
será capaz de vender su fuerza de trabajo en el mercado. De esta manera, se gestará un proceso de “ superpoblación de un ejército
industrial de reserva” (Marx, K., 1863, p. 420).

Según Marx, la introducción de abundante maquinaria en los procesos productivos trae consigo una reducción de la tasa media de
ganancia. El capitalista intentará compensar dicha tasa decreciente a partir de métodos crueles como la contratación de mujeres y
niños y la reducción salarial.

La maquinaria, al hacer inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin una gran fuerza física, que
posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del niño fue, por tanto, es el primera periodo de
la utilización de la maquinaria en el capitalismo del siglos XIX capitalista . (Marx K., 1863, p. 323).

Solo hay un de estos fenómenos que no está certificado hoy en día . Las tasas de trabajo infantil que publica la Organización
Internacional del Trabajo (2015) evidencian una tendencia descendente. El informe del 2015 muestra que 168 millones de niños son
víctimas de trabajo infantil, mientras que el 2000 la cifra superaba los 246 millones: “168 millones de niños en todo el mundo siguen
siendo víctimas del trabajo infantil, una cifra que ronda el 11 por ciento del total de la población infantil.” (Programa Internacional
para la Erradicación del Trabajo Infantil, 2015, p. 15)

Para Marx este proceso tiene desenlace, el fin del capitalismo. Ante la creciente miseria del proletariado y una nueva crisis del
sistema capitalista, deberá emerger una fuerza de resistencia compuesta por la clase trabajadora que mediante una revolución
alcanzaría una nueva sociedad “el comunismo”.

En síntesis , releyendo a Marx, la Cuarta Revolución Industrial tendrá un impacto inicial significativamente devastador sobre la
población. En primera instancia, provocará una reducción del trabajo socialmente necesario generando mayor plusvalía. En segundo
lugar, como todos los capitalistas introducirán estas nuevas maquinarias, se generará una reducción en las tasas de ganancia. En
tercer lugar, habrá un crecimiento del ejército de reserva producto del desempleo tecnológico. De manera consecutiva, aumentará
la miseria de la clase proletaria.

Después de varias revoluciones industriales podría afirmarse, siguiendo a Marx, que la Cuarta Revolución Industrial tendrá un fin
que se puede predecir. La conjunción de todos los factores mencionados revela que la acumulación del capital es contradictoria en
si misma y, que en última instancia, conduce al capitalismo a su propia destrucción.

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