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9. No estamos bajo ayo.

Gálatas 3: 25
Yo creo que no es necesario guardar el sábado porque en
Calatas 3: 25 dice que "venida la fe, ya no estamos bajo ayo";
¿qué opina usted?

Admitamos por un momento que al estar en la fe ya no tenemos nada que ver con la ley,
y que por esa razón podemos desobedecer el mandamiento del sábado. Sería razonable
preguntarse: ¿por qué no podríamos desobedecer los otros nueve por la misma razón?
¿Por qué no podríamos matar, robar, adorar dioses ajenos, ser idólatras, en fín,
desobedecer cualquiera de los Diez Mandamientos y no solamente el del sábado? Nadie
admitiría eso, porque todos consideramos que el ladrón, o el adúltero, o el idólatra es un
mal para la sociedad. Los que hacen tales cosas no están en la fe. Así pues, si el análisis
del argumento lo refuta, algo debe estar equivocado en él. Veamos, entonces, dónde está
la equivocación.

Las Escrituras dicen: "Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante
de él: porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Rom. 3: 20). Aquí
descubrimos la razón del error, o sea: afirmar que la ley podría justificar, cuando su
única misión es enseñar qué es el pecado. La ilustración del apóstol es magnífica al
decir que "la ley ha sido nuestro ayo -conductor-, para llevarnos a Cristo, a fin de que
fuésemos justificados por la fe" (Gal. 3: 24).

Un "ayo" es la persona encargada de criar y educar a niños y a jóvenes. Del mismo


modo, la ley de Dios cumple su única y verdadera misión cuando nos enseña la voluntad
de Dios. "Y conoces su volunta4 (la de Dios), e instruido por la ley apruebas lo mejor"
(Rom. 2: 18). Cuando la ley ha cumplido su definido y único cometido, o sea,
enseñarnos la voluntad de Dios, entonces, nos lleva a Cristo, el único que puede
perdonar todos nuestros pecados o desobediencias a la ley de Dios (1 Juan 3: 4).

"Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús" (Gal. 3: 25, 26). Al no estar bajo ayo, ¿significaría que ahora podemos
desobedecer la ley de Dios? De ninguna manera, porque la fe no invalida la ley, sino la
confirma (Rom. 3: 31; 1 Juan 3: 24; 5: 3).

Para hacerlo mas claro, ejemplifiquemos la ilustración del apóstol. Tomemos a los
jóvenes que asisten a una universidad con el fin de ser médicos. Se encuentran bajo
ayos, sus profesores, quienes les enseñarán todo lo necesario para cumplir
correctamente con esa profesión. Cuando los "ayos" comprueban, a través de años de
rígidos exámenes y muchas prácticas, que el alumno aprendió medicina, lo gradúan.
Este abandona aulas y ayos, porque ahora es doctor. Ya sabe lo que debe hacer y no
necesita de sus ayos. ¿Significa eso que ahora podrá hacer lo que se le ocurra en
medicina? Algunos lo han hecho y por ello perdieron su derecho a ejercer la profesión.
No son más doctores. La rebeldía a la enseñanza de sus ayos, les costó su título.

Algo semejante sucede en relación con la ley de Dios. En calidad de "ayo" nos enseñó
qué debíamos hacer para ser hijos de Dios pues no lo éramos. Para que podamos serlo,
nos llevó a Cristo y "venida la fe, no estamos más bajo ayo". ¿Olvidaremos lo que nos
enseñó el "ayo" por estar con Cristo? Porque recibimos el perdón de todos nuestros
pecados. ¿nos sentiremos autorizados a desoír todo lo que nos enseñó el "ayo"? De
ninguna manera, porque si estamos con Cristo somos nuevas criaturas, las cosas viejas,
nuestra vida de pecados, o desobediencias pasaron y todas las cosas son hechas nuevas
(2 Cor. 5: 17). Se realizó el milagro del nuevo nacimiento: pasamos de desobedientes a
obedientes. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4: 13). El poder de Cristo
en nosotros hace posible esa maravillosa realidad.

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