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27 de septiembre de 2018
Una lectura desde el psicoanálisis de las frases que caracterizan la era macrista
Si no es ahora, ¿cuándo?
Desde el filomacrista “hay que darle tiempo” de los inicios del gobierno de Mauricio
Macri hasta la actual indignación opositora de “hasta dónde quieren llegar”, el autor
advierte que no sólo se trata de distinguir entre el sentido manifiesto de una frase y su
significación inconsciente sino que también la conciencia puede condensar referencias
diversas, aunque no siempre advertidas a tiempo.
Por Sebastián Plut
Imagen: Joaquín Salguero
1 Ninguna frase tiene un único sentido. Los psicoanalistas lo sabemos bien, y los
políticos también. Siempre hay lecturas múltiples, porque todo discurso requiere ser
pensado en función del relator, de su hora, de quiénes lo reproducen y de los numerosos
destinatarios a quienes se dirige. Y agreguemos que no se trata solo de distinguir entre el
llamado sentido manifiesto y su significación inconsciente. También la conciencia
puede condensar referencias diversas, aunque, desde ya, no siempre advertidas a
tiempo. En algunos casos nuestro objeto de análisis podrá ser algo dicho como al pasar
o bien que no concitó mayor atención; en otras ocasiones, podrá ser una frase que sí se
instaló con fuerza, aunque pareció coagular una razón fija y solo tardíamente nos dimos
cuenta de lo que ya se anunciaba previamente.
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Esta respuesta podría parecer, a primera vista, sumamente razonable, salvo que le
prestemos atención. En efecto, a nadie se le ocurriría pensar que un problema
(económico, social, etc.) podría resolverse de inmediato, así como no podemos esperar
que una fuerte gripe se nos pase con la toma del primer antibiótico. Sin embargo, esa
naturalidad que parecía tener la respuesta de quienes apoyan al Gobierno, pierde su
valor cuando reparamos en que la crítica no estaba dirigida a la demora sino a la
pretendida solución. Para decirlo según el ejemplo anterior, el problema no es cuánto
tarda el antibiótico en hacer efecto, sino en subrayar que el antibiótico no es una
solución pues no era gripe el problema.
Un segundo elemento no carece de importancia: aquella frase (“hay que darle tiempo”),
para decirlo en lenguaje aggiornado, se viralizó con una llamativa velocidad. Cuando tal
cosa ocurre, cuando una misma expresión se repite aquí y allá cual si fuera un mantra
automatizado, es posible conjeturar que estamos más ante una “opinión pública”
instalada que ante una reflexión sobre un problema concreto.
Entonces nos preguntamos: ¿por qué se incrustó de forma generalizada esa respuesta y
cuáles serían los propósitos de ese tiempo requerido? Ensayaremos una hipótesis: si ante
cada objeción planteada se nos respondió “hay que darle tiempo”, no se trataba sino de
una falsa razonabilidad que solo buscaba imponer un ominoso silencio y neutralizar
toda señal de alerta.
Como sea, aquí se impone la siguiente pregunta: ¿por qué si Menem y De la Rúa
tuvieron el mismo horizonte económico, no se dijo de ellos que eran la dictadura?
Además de las gravedades diferenciales de cada hecho histórico, estos son siempre
singulares y, por lo tanto, difíciles de agrupar unos con otros. No obstante, que no se
justifique –en términos de identidades absolutas– decir que Macri es igual a Videla,
nada impide reflexionar sobre el por qué de la irrupción de la frase citada al comienzo
de este párrafo.
Un problema similar se planteó Agamben cuando al reflexionar sobre los Lager sostuvo
que la verdad de lo que sucedió es “irreductible a los elementos reales que la
constituyen [...] La aporía de Auschwitz es, en rigor, la misma aporía del conocimiento
histórico: la no coincidencia entre hechos y verdad, entre comprobación y
comprensión”2.
Reunamos una serie de sucesos: a) basta con poner la letra K para que un hecho o sujeto
queden de inmediato descalificados; b) el principal asesor del Gobierno afirmó que
Hitler era un tipo espectacular; c) una de las primeras hipótesis oficiales sobre la
desaparición de Santiago Maldonado fue que lo habría golpeado “un gendarme suelto”;
d) hubo un intento de implementar el 2x1 para los delitos de lesa humanidad; e)
asesinato de Rafael Nahuel; f) persecución judicial a líderes de la oposición; g) prisión
ilegal de Milagro Sala; h) María Eugenia Vidal, al ganar las elecciones, afirmó
“cambiamos futuro por pasado”; i) El Presidente y otros funcionarios elogiaron y
defendieron el crimen cometido por el policía Chocobar; j) se reprimen numerosas
manifestaciones; k) se persigue a los senegaleses por ser vendedores ambulantes; l) las
expresiones verbales de comunicadores como Baby Etchecopar evidencian un
progresivo aumento de la violencia y la discriminación; m) se secuestra a una docente
que organizaba una olla popular; n) las expresiones negacionistas así como la llamada
teoría de los dos demonios tuvieron un resurgimiento.
La lista podría continuar, pero basten estos ejemplos para subrayar cuál es el
interrogante que nos orienta. En efecto, no deseamos ahora subrayar solo la gravedad
social e institucional de los hechos enumerados, sino más bien preguntarnos si en su
conjunto prefiguran un norte de violencia cada vez mayor y ante el cual podríamos tener
anestesiadas nuestras señales de alerta.
5 Si bien se dice que quien se quemó con leche ve una vaca y llora, también sabemos
que los seres humanos somos los únicos que tropezamos dos veces con la misma piedra.
Primo Levi cuenta sobre las preguntas que solían hacerle cuando describía los campos
de concentración: “¿Por qué no habéis huido? ¿Por qué no os habéis rebelado?”. Luego
agrega: “... las deducciones inquietantes tienen una vida difícil: ni siquiera las
incursiones de los sectarios nazis de casa en casa, fueron reconocidas como señales, se
encontró la manera de ignorar el peligro”. Por último, recupera un poema alemán en el
que un sujeto supone haber soñado una tragedia que vivió porque “no pueden existir las
cosas cuya existencia no es legal”3.
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Cabe insistir en un punto: estudiar o traer los más terribles acontecimientos de nuestra
historia no es para afirmar que lo que pasa hoy acá es igual a lo que sucedió ayer en otro
lado. No, no es esa la función. El propósito es aprender las lecciones de la historia para
saber cómo leer la realidad, cómo anticipar lo que es verosímil suponer que pueda pasar,
cómo hacer para aprender y no tropezar una vez más con la misma piedra.
6 Hay algo que reiteradamente escucho entre los opositores al Gobierno. Cada vez que
nos anoticiamos de un hecho grave (como los mencionados en el punto 4) hay alguien
que, en su indignación, señala: “¿hasta dónde quieren llegar?”. Este interrogante se
entiende por la angustia que provocan los sucesos que vivimos, aunque también me
pregunto si no es expresión de cierta anestesia o naturalización. En efecto, ante
cualquiera de los hechos anotados, hace unos tres años habríamos pensado o dicho que
eran el límite, “qué quilombo se va a armar”. No habríamos imaginado que cualquiera
de esos sucesos sería posible sin un enérgico y eficaz repudio. Es cierto que los hubo,
que hubo y hay manifestaciones de rechazo de todo tipo, pero aun así persiste, y creo
que resulta inquietante, la tendencia a preguntarnos hasta dónde quieren llegar. O en
todo caso, ¿qué sentido darle a esa otra frase –dicha tanto por Macri como por Vidal–
que dice “esta vez va en serio”?
7¿Es necesario reiterar que la Argentina de Macri no es Alemania en las décadas del 30-
40 ni la Argentina de 1976-1983? Ciertamente, es de perogrullo repetirlo, pero vale
hacerlo para destacar la preocupación que nos anima: alertar sobre los niveles crecientes
de violencia social y política enlazados con una cada vez mayor estigmatización.
Nuevamente, busquemos enseñanzas del pasado, esta vez en una carta que Freud le
escribió a Arnold Zweig hacia fines de la década del 30: “Ahora está todo tranquilo, la
calma de la tensión, dicen, es como estar esperando en la cama de un hotel que arrojen
el segundo zapato contra la pared. Así no se puede seguir, algo debe suceder”4.