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El pH del suelo mide la variación entre la acidez y la alcalinidad del mismo; para medirlo
se utiliza una escala que va del 1 al 14, donde el 7 significa un estado neutro, es decir, ni
ácido ni alcalino. La mayoría de los suelos en el mundo, al provenir de deslaves y erosión
de montañas, o se originaron de rocas volcánicas, tienden a tener un pH entre 5.5 y 6.5,
es decir, ligeramente ácidos. Y casualmente, la mayoría de los cultivos agrícolas
existentes en el planeta se desarrollan mejor en los suelos ligeramente ácidos, entre 6 y
6.5; son pocos los cultivos que prosperan en suelos con pH neutro (valor 7) o ligeramente
alcalinos (7.5). La alteración del pH en el suelo no solo dificultaría el crecimiento de
cultivos, sino de cualquier planta e incluso de la fauna microscópica que habita en su
interior. Así mismo, los cambios en el pH alteran las dinámicas de intercambio de gases
(oxígeno, nitrógeno, CO2, etc.) entre el suelo y el aire, así como alteran los cuerpos de
agua subterráneos. Lamentablemente las prácticas como la deforestación, la ganadería y
la agricultura con uso excesivo de agroquímicos, provocan la alteración del pH del suelo y
en ocasiones se vuelve muy difícil restaurar su equilibrio natural. (melemonca, 2006)
Los valores idóneos entre los que se debiera encontrar el suelo de cualquier jardín es
entre el "6" y el "7", de tal manera que hubiera una cierta acidez en el terreno, pero que
estuviera más cerca de unos niveles neutros. Sin embargo, lo más habitual es la
existencia de jardines que abarcan una horquilla del "4,5" al "8" de pH, lo que en función
de lo que se desee plantar puede ser necesario corregir, aplicándole ciertos
complementos minerales. (EROSKI, 2010)
En este sentido, un deportista entrenado tiene mayor tolerancia ante la acidificación que el
no entrenado, es decir, su pH necesita descender más para sentirse fatigado. El proceso
de acidosis metabólica prolongado durante el tiempo tiene una serie de consecuencias
negativas en el organismo que van a repercutir en la búsqueda del desempeño atlético y
el aumento de masa muscular:
Podría favorecer una ralentización del metabolismo basal del individuo a través de un
ligero hipotiroidismo. (Muñoz, 2013)
Uno de los factores que afectan de modo directo al rendimiento deportivo y que
demasiadas veces dejamos de lado es el grado de acidez del organismo o dicho de otro
modo, al PH. La sangre de nuestro organismo mantiene un nivel de acidez para que las
reacciones químicas que ocurren en él, sean lo más provechosas posibles, y cada vez
que ese nivel de acidez cambia nuestro rendimiento, recuperación, etc. se ve alterado.
Razón de más para que nos preocupemos especialmente de este tema tanto para la parte
deportiva que nos afecta como la de la salud (xisco, 2014)