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SABERES DE PUPUÑA

Pupunha, chontaduro, pixbae, cachipay... (Fernando Urbina)

SABERES DE PUPUÑA. EL CHONTADURO EN LA AMAZONÍA


En el 2014, después de varios años de trabajo, se inauguraba finalmente la
exposición “Saberes de pupuña, el chontaduro en la Amazonia” en el Claustro de San
Agustín, sede del Sistema de Patrimonio y Museos (SPM) de la Universidad Nacional de
Colombia.

La pupuña, algo más que un fruto


"Pupuña" o "pupunha" es uno de los cientos de nombres indígenas que ha recibido el Bactris
gasipaes Kunth, conocido también como chontaduro, planta aprovechable en su totalidad,
cuyo fruto es una valiosa fuente de proteína vegetal imprescindible en la dieta alimenticia de
diversas poblaciones.
La incorporación de esta especie en los cuerpos mitológicos y rituales de sociedades yukuna,
matapi, tamikuna, lituana, makuna, mirañas, boras y uitotos, revela el amplio conocimiento
de su entorno, las sofisticadas tecnologías de producción y aprovechamiento de la diversidad
biológica desarrollado por los pueblos amazónicos, saberes que constituyen hoy, un gran
potencial para el futuro.
“[La exposición] es un grito al unísono de cultura, conocimiento y alimento. Estas
exposiciones con recursos multimediales convierten este fenómeno en una experiencia viva
que toca a las personas. Es algo vital para entender los ecosistemas amazónicos”, afirmaba
Ernesto Agudelo
Se trataba de una iniciativa expositiva que había iniciado la Corporación Tapioca y que, con
el apoyo del Sistema de Patrimonio Cultural y Museos (SPM) de la Universidad Nacional de
Colombia, buscaba visibilizar y rescatar los diferentes saberes tradicionales que giran en
torno a la pupuña con la firme intención de resguardarlos para el provecho de próximas
generaciones. Sin duda, este propósito se alcanzó a pesar de las dificultades con la
realización del proyecto museográfico, pero, desafortunadamente, no tuvo continuidad
institucional.

La palma del chontaduro (Mario Murcia)

Saberes de Pupuña
La pupuña y los saberes ancestrales

Una gran diversidad de pueblos Amazónicos incorporan a la pupuña en sus mitologías. En


estas sociedades la pupuña, al igual que otras plantas, son consideradas gente o ancestros
míticos. La pupuña o chontaduro está presente en la cosmovisión y rituales a través de los
cuales se representa la dinámica entre la vida y la muerte. Se trata de una ritual que identifica
a los grupos de la zona del nor-oeste Amazónico (que comprende territorios de Colombia,
Perú y Brasi), en donde habitan los miraña bora, huitoto, andoques, yukuna, matapi (Arawak)
taminuka, lituana y makuna (Tukanio oriental).
La fiesta del chontaduro o baile del muñeco es un ritual de intercambio entre malocas que
reafirma los vínculos con el mundo del agua que se realiza en los meses de diciembre y
febrero. En él participan los personajes de los “abuelos” o ancestros de y los “dueños” de los
animales, quienes son invitados a compartir los frutos de su trabajo: la caza, la pesca, el
cultivo y la yuca y en especial la chicha de chontaduro. Los bailadores representan a los
animales con cantos y máscaras, de acuerdo con el relato mitológico sobre el origen de los
seres acuáticos y se acompañan con la chicha, la coca y el tabaco ritual que se ofrece a los
invitados en el interior de la maloca.
“El chontaduro entró a formar parte de los ciclos, digamos religiosos o los ciclos rituales,
garantizando la importancia que tenían. Las cosas que son importantes se sacralizan, la
comida se sacraliza”, afirmaba Fernando Urbina
A través del mito del chontaduro, "las comunidades buscan la armonía cósmica, social y
personal en la que transcurre la vida", destacaba en la inauguración de la exposición Fernando
Urbina, uno de los profesores de la Universidad Nacional de Colombia que más ha
investigado los mitos originados en torno a este fruto.
El baile del muñeco (Mario Murcia)

Según el profesor Urbina, en las poblaciones indígenas la Bactris Gasipaes Kunth- nombre
científico de la pupuña o chontaduro, como la conocemos- hace parte de una serie de rituales
y tradiciones muy arraigadas. “El chontaduro entró a formar parte de los ciclos, digamos
religiosos o los ciclos rituales, garantizando la importancia que tenían. Las cosas que son
importantes se sacralizan, la comida se sacraliza”, declaró al respecto.
Y agregó: “hay grupos indígenas, unos más, otros menos, que alrededor de la utilización del
chontaduro han hecho rituales más o menos complejos”.
Eso es precisamente lo que ha sucedido con este fruto, una palma cuyo fruto -fuente de
nutrientes de alto valor alimenticio- es utilizable en su totalidad y del cual se desprende toda
una cultura que ha sido construida a partir de sus propiedades y de ser considerada gente; de
ahí también que la pupuña haya sido bautizada con cientos de nombres y sea núcleo de sus
bailes y ceremonias.

El proyecto museográfico
La Corporación Tapioca, a partir de un trabajo realizado con comunidades indígenas del
departamento del Vaupés, había iniciado un proyecto sobre el chontaduro en un intento por
divulgar los saberes ancestrales que se relacionan con este fruto. Poco después, en el año
2011, la iniciativa llegaba a la Dirección de Museos y Patrimonio Cultural de la Universidad
Nacional de Colombia para tratar de traducir esa investigación en fuentes orales en una
exposición.
El baile del muñeco (Mario Murcia)

El proyecto museográfico fue creciendo tanto en contenidos como en su horizonte


museológico, lo que motivó a la antropóloga peruana María Eugenia Yllia a integrarse al
equipo de trabajo.
La antropóloga Yllia, quien incorporó al guión los conocimientos ancestrales de los indígenas
boras de la Amazonia peruana, trajo a Colombia la pieza pictórica del también bora Víctor
Churay, en la que este pintor ilustra un ritual denominado “Fiesta del pijuayo” que gira en
torno a la cosecha de la pupuña, chontaduro o pijuayo, tres de los cientos de nombres con los
que las comunidades indígenas han bautizado a este fruto. Posteriormente, el filósofo y
mitólogo Fernando Urbina, quien también se vinculó al proyecto museográfico, desarrolló la
importancia mitológica que la “fiesta del pijuayo” o “Baile del muñeco”.

Por un diálogo de saberes


El conocimiento de la diversidad y los comportamientos de las especies vegetales, animales
y el manejo equilibrado del medio ambiente es el mayor aporte del hombre amazónico al
mundo. Estos saberes se reflejan en el desarrollo de tecnologías para el aprovechamiento de
recursos y la domesticación de la naturaleza, lo que se conoce en la actualidad como
etnociencia. A través de los mitos, los rituales que se hacen a partir de la cosecha de la
pupuña, se visibilizan estas destrezas y la ética que subyace en las relaciones del hombre
amazónico con su medio.
La exposición "Saberes de pupuña", desde una mirada interdisciplinaria que combinó pintura,
fotografía y otros recursos audiovisuales, resaltó el conocimiento milenario que encierra el
cultivo y la domesticación de la pupuña, una palma de vital trascendencia en la vida de los
pueblos indígenas de la cuenca Amazónica y de otras geografías del continente americano
para impulsar un diálogo de saberes desde la museografía.

La fiesta del pijuayo


El profesor y mitólogo Fernando Urbina contaba que ya en 1637 Fray Adrián de Santo Tomás
describe la fiesta de cosecha del pijiayo balseada que hacían los indios guaimíes del istmo
panameño. Según algunos investigadores esta fiesta fue creada por los tanimucas y
sociedades ubicadas entre el Apaporis y el Miriti Paraná (Colombia); desde allí se traspasó a
los mirañas y a los boras, uitotos y andoques.

Se trata de una ritual que identifica a los grupos de la zona del nor-oeste Amazónico (que
comprende territorios de Colombia, Perú y Brasi), en donde habitan los miraña bora, huitoto,
andoques, yukuna, matapi (Arawak) taminuka, lituana y makuna (Tukanio oriental). La
pupuña o chontaduro está presente en la cosmovisión y rituales a través de los cuales se
representa la dinámica entre la vida y la muerte.

El ritual recibe diversos nombres, el baile del muñeco, el baile de los pescados, el baile de
los espíritus, danza del el espíritu del origen de la pupuña, fiesta del pijuayo, el baile del
chontaduro, entre otros.

La fiesta del chontaduro o baile del muñeco es el ritual de intercambio entre malocas que
reafirma los vínculos con el mundo del agua. Se realiza en pleno verano, en tiempo de
cosecha del chontaduro, representado por los personajes de los “Abuelos”, los ancestros de
los grupos indígenas y los “Dueños” de los animales, quienes son invitados a compartir los
frutos de su trabajo: la caza, la pesca, el cultivo y la yuca, pero especialmente la bebida
fermentada o chicha de chontaduro. Los bailadores representan a los animales con cantos y
máscaras, de acuerdo con el relato mitológico sobre el origen de los seres acuáticos y se
acompañan con la chicha, la coca y el tabaco ritual.
Antiguamente el juego de pelota era parte integrante de dicha fiesta, pero en la actualidad
éste ha caído en desuso. Entre los boras, los jugadores de pelota se presentaban con las manos
cargadas de frutos que entregaban al organizador de la fiesta, reviviendo así el mito del
hombre pucunero que fue el primero en obtener la semilla del pijuayo mediante un tiro de
pelota al árbol del Dóóránie Bóóa.
En la fiesta, el rol principal está personificado en Memey (padre de la palmera) que se
desdobla a la vez en pez mítico, primer cultivador y propagador de la sagrada palmera. Otros
danzantes llevan máscaras zoomorfas hechas con madera de topa de las aves, insectos,
reptiles y peces que se alimentan con las semillas y afrecho del pijuayo.

Memeba

Memeba. La fiesta del pijuayo (detalle). Victor Churay

La antropóloga y curadora María Eugenia Ylya explicaba que la pintura del artista bora
Víctor Churay Roque presenta una narración visual de la Fiesta del pijuayo, un ritual de
intercambio entre malocas que reafirma los vínculos con el mundo del agua que se realiza en
los meses de diciembre y febrero.
En este ritual participan los personajes de los “abuelos” o ancestros de y los “dueños” de los
animales, quienes son invitados a compartir los frutos de su trabajo: la caza, la pesca, el
cultivo y la yuca y en especial la chicha de chontaduro.

Los bailadores representan a los animales con cantos y máscaras, de acuerdo con el relato
mitológico sobre el origen de los seres acuáticos y se acompañan con la chicha, la coca y el
tabaco ritual que se ofrece a los invitados en el interior de la maloca.

La fiesta es organizada por el curaca bora que tiene en sus purmas buena producción de
pijuayo y representa una acción de gracias por la cosecha obtenida y a la vez es un rito
petitorio de nuevos alimentos y frutos. El curaca convoca a su gente para que le ayuden a
cosechar, ordenando luego a sus mujeres que preparen abundante chicha de pijuayo para los
invitados. Primero se dirige con su ambil o tabaco a hacer la invitación a los curacas de otros
clanes a que participen en la gran fiesta del pijuayo.
Cuando estos curacas aceptan se comprometen, unos a fabricar las máscaras de los animales
míticos que participan en la fiesta, y otros a proporcionar abundante comida.
Antiguamente el juego de pelota era parte integrante de dicha fiesta, pero en la actualidad
éste ha caído en desuso. Entre los boras, los jugadores de pelota se presentaban con las manos
cargadas de frutos que entregaban al organizador de la fiesta, reviviendo así el mito del
hombre pucunero que fue el primero en obtener la semilla del pijuayo mediante un tiro de
pelota al árbol del Dóóránie Bóóa. En la fiesta, el rol principal está personificado en Memey
(padre de la palmera) que se desdobla a la vez en pez mítico, primer cultivador y propagador
de la sagrada palmera. Otros danzantes llevan máscaras zoomorfas hechas con madera de
topa de las aves, insectos, reptiles y peces que se alimentan con las semillas y afrecho del
pijuayo. (en desarrollo...)

En este enlace Web puedes descargar la máscara de sábalo de la pieza de comunicación de


la exposición "Saberes de Pupunha".
El pez chonraduro (Carlos Rojas)

La dirección del montaje museográfico y escenografía de la exposición 'Saberes de pupuña'


en el Claustro de S. Agustín estuvo a cargo de Edmon Castell, geógrafo y museólogo, docente
de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.
Año de realización del montaje: 2014
Diseño museográfico: Carlos Rojas

“Saberes de Pupuña” fue una exposición de la Corporación Tapioca y la Dirección de


Museos de Patrimonio Cultural (Sistema de Patrimonio y Museos, SPM) de la Universidad
Nacional de Colombia, Sede Bogotá.
Dirección: Edmon Castell Ginovart
Asesor Científico: Fernando Urbina Rangel
Curaduría: María Eugenia Yllia Miranda
Textos: César Agudelo, Jair Montaño, María Eugenia Yllia, Fernando Urbina, Carlos Rojas
Coordinación Museográfica: Kelly Carpio y Carlos Díazgranados
Fotografías: Fernando Urbina, Mario Murcia, Corporación Tapioca, Tropenbos
Internacional
Conservación Preventiva: Elsa Bedregal
Diseño Museográfico: Carlos Rojas
Diseño Multimedia: William Medina y Alexander Portilla
Diseño Web: Alexander Portilla y Diana Banquez
Corrección de Estilo: Diana González
Actividades Paralelas: María Bernarda Lorduy y Alberto Fernández
Montaje: Equipo SPM

Agradecimientos: Tropenbos Internacional, Centro Antropológico de Antropología y


Aplicación Práctica, Nancy Ochoa Siguas, Luisa Eusebio Roque de Mendoza, Manuel
Cornejo Chaparro, Mario Murcia.

- "Saberes de Pupuña, el chontaduro en la Amazonía


Audio de Museos en Vivo. Unradio [Bogotá 98.5]., 14 de mayo de 2014
La Dirección de Museos y Patrimonio Cultural de la UN junto con la Corporación
Tapioca y Tropenbos Internacional Colombia instalan en Bogotá esta exposición
temporal. El proyecto Saberes de Pupuña nace de la preocupación que tiene la
Corporación TAPIOCA por inventariar los conocimientos ancestrales que poseen las
etnias del territorio Gran Resguardo de Vaupés con respecto al fruto de la “pupuña”:
rituales alrededor de la época de la cosecha, leyendas y mitos, productos comestibles
a base de ella. La exposición muestra la apropiación que ha hecho el colono desde el
consumo y la comercialización hacia el interior del país. Así mismo, recoger historias,
costumbres y prácticas rituales y económicas de este exótico, rojizo y anaranjado
fruto tropical conocido en otras regiones como chontaduro. Invitados: César Ernesto
Delgado, integrante de la Corporación Tapioca y Fernando Urbina Rangel, filósofo y
estudioso de la etnografía del Amazonas.
- "El chontaduro, fruto del conocimiento ancestral y cultural". Agencia de noticias UN.
Bogotá, 21 de Mayo de 2014. La figura de la pupuña o chontaduro se asocia con un
alimento para los habitantes del continente americano y las comunidades de la
Amazonia, así como con un saber ancestral, cultural y científico. También llamado
pijuayo en el Perú, cachipay en el Eje Cafetero y pupunha en Brasil, entre otros
nombres, el fruto de la Bactris Kunth es el protagonista de la nueva exposición
Saberes de pupuña: el chontaduro en la Amazonia, que está a disposición del público
en el Claustro de San Agustín. Con esta instalación que combina audio, video,
plástica, fotografía, vestuario e historia, la Dirección de Museos y Patrimonio
Cultural (DMPC) de la UN, en conjunto con la Corporación Tapioca, tienen como
meta visibilizar y rescatar los saberes tradicionales que giran alrededor del
chontaduro. “Definimos la exposición en una frase: no es posible la innovación y el
desarrollo sin memoria. El excedente museográfico se amplía con este juego de
saberes y desde acá se fermentarán nuevas ideas y experiencias con sentido para los
visitantes”, cuenta el director de la DMPC, Edmon Castell. El académico añade que
quienes acudan a la exhibición se darán cuenta del universo que hay detrás de este
fruto, de toda la cosmogonía existente alrededor de diversos pueblos de la Amazonia.
Según Fernando Urbina, asesor científico de la exposición y exprofesor de la U.N.,
el fruto de la pupuña se utiliza desde hace 2.200 años. La base de este trabajo es un
proyecto que la ONG Corporación Tapioca arrancó en 2011 –que lleva el mismo
nombre de la muestra–, el cual se enfocó en los estudios y actividades desarrollados
con comunidades del Vaupés, específicamente en Mitú y en los alrededores del casco
urbano. Para el representante de esta organización, César Ernesto Agudelo, la labor
se ha enfocado en el patrimonio material de estos pueblos, incluyendo danzas, recetas
y rituales. “Es un grito al unísono de cultura, conocimiento y alimento. Estas
exposiciones con recursos multimediales convierten este fenómeno en una
experiencia viva que toca a las personas. Es algo vital para entender los ecosistemas
amazónicos”, sostiene Agudelo. Durante el proyecto y el registro se trabajó con
comunidades como los cubeos, makuna, barsanos y desanos. A pesar del enfoque
centrado en el Vaupés, se sabe que el chontaduro es un elemento ancestral para
pueblos del Putumayo, Caquetá y el departamento de Amazonas. Inicialmente, los
espectadores conocerán el contexto del chontaduro como fruta y su conexión con la
Amazonia para luego llegar a sentirse en una maloca (casa comunitaria ancestral).
Esto, a la par con la muestra de máscaras, los videos de rituales y bailes, y las
imágenes dan evidencia de ese saber arraigado desde hace cientos de años. Los
visitantes tendrán un encuentro con la mitología alrededor de la puñuña, así como con
la tecnología usada para recolectar y almacenar el fruto, al igual que para preparar la
chicha. Chontaduros y peces. Ese vínculo entre la pupuña y el arte, según cuenta el
profesor Urbina, tiene que ver con sus raíces en la mitología y con el baile que genera
una integración entre las tribus. Cuando uno examina las mitologías de las diferentes
comunidades relacionadas con el chontaduro encuentra elementos comunes y
diversos, pero hay un patrón común en la relación entre el chontaduro y los peces.
“La cultura capta al fruto en el mundo mítico de los peces, que eran sus primeros
dueños. Eso resulta especial porque seguramente lo que hay es una metáfora de
contactos muy bien elaborada entre los peces y la gente como personajes de esas
historias”, relata. Este concepto, según el investigador, tiene mucho que ver con el
mito en la región del robo del chontaduro a los peces por parte del hombre guacamayo
rojo. Saberes de pupuña: el chontaduro en la Amazonia estará abierta al público
durante cuatro meses (...) en Bogotá y, de acuerdo con el profesor Castell, ya hay
gestiones para llevar la instalación al Perú.
- "Desde la Gran Guerra hasta el chontaduro, en el Claustro de San Agustín". Agencia
de Noticias UN. 30 de diciembre de 2014. A visitantes y residentes de la capital, la
UN les ofrece por esta temporada (...) varias exposiciones de su quehacer académico
(...). Los museos de la UN, que preservan el patrimonio cultural del país, siguen
abiertos al público como espacios de conocimiento, entretenimiento y aprendizaje.
Uno de ellos es el Claustro de San Agustín, sede del SPM, que actualmente cuenta
con 5 exposiciones gratuitas. Las exposiciones que podrán apreciar los visitantes son:
“Colombia en los tiempos de la Gran Guerra” / Esta exposición temporal, organizada
por el Departamento de Historia y el SPM, visibiliza en imágenes, objetos,
gigantografías y textos, el momento histórico que vivió Colombia en la década de
1910, así como los fuertes efectos que sobrevinieron tras el nuevo cuadro de
relaciones internacionales durante y después de la Primera Guerra Mundial. El
visitante a la exhibición podrá conocer los cambios más importantes que vivió nuestro
país, como el crecimiento de la industria, especialmente la reactivación minera y
textil; la extensión del telégrafo y del ferrocarril; el aumento de infraestructura en vías
y comunicaciones; el desarrollo integral de la República con las nuevas políticas de
higiene y salubridad, entre otros. / “Retractus, narrativas visuales en el trabajo
antropológico colombiano”. La exposición, organizada por el Grupo de Estudios en
Antropología Audiovisual Obtura, el Departamento de Antropología y el SPM, está
compuesta por 50 retratos tomados en territorio colombiano por un grupo
interdisciplinario que participó en mayo pasado en la convocatoria Retractus, una
iniciativa en la que fue seleccionado el trabajo fotográfico de 24 profesionales de
distintas carreras para hacer parte de la muestra. / “Cien años del Instituto de Medicina
Legal y Ciencias Forenses”. Rememoración del proceso evolutivo que ha
experimentado el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el cual ha tenido
importantes transformaciones, avances e invaluables aportes a la sociedad
colombiana. Está compuesta por objetos, documentos, gigantografías y textos. El
Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses y el SPM, organizadores de la
misma, buscan dar a conocer la importancia de esta entidad, sus etapas de evolución,
desarrollos científicos, personajes que contribuyeron a caracterizarla y aportes
realizados al sistema judicial colombiano para la correcta administración de la
jurisprudencia en el país. / “Once mil metros por segundo”. Este un proyecto
museográfico de la Dirección Nacional de Bibliotecas y el SPM con el que se busca
promover la lectura entre niños, adolescentes y adultos, a través del acercamiento a
la ciencia ficción. Los espectadores podrán conocer los subgéneros, algunos de los
principales autores, obras imprescindibles y los personajes más emblemáticos de la
ciencia ficción. También podrán conocer qué obras literarias han sido adaptadas al
cine, la televisión y otros medios, además de explorar cómo estos relatos han
impulsado el desarrollo científico. / “Saberes de Pupuña, el chontaduro en la
Amazonia”. Esta exposición ha sido organizada entre la Corporación Tapioca y el
SPM, con el apoyo de entidades como Tropenbos Internacional y la Maestría en
Museología de la UN. El objetivo principal de esta exhibición, compuesta por más de
150 objetos, fotografías, videos y dibujos, es rescatar, preservar y difundir las
historias, costumbres y prácticas rituales alrededor del fruto de la palma de
chontaduro (Bactris Gasipaes Kunth). Los espectadores conocerán el contexto del
chontaduro como fruta y su conexión con la Amazonia para luego llegar a sentirse en
una maloca (casa comunitaria ancestral). Además, podrán acceder a la muestra de
máscaras, vídeos de rituales y bailes, así como imágenes que dan evidencia de ese
saber arraigado desde hace cientos de años (...).
- "El mapa de Colombia que dibujan las exposiciones". Bogotá DC, 5 de septiembre
de 2014. Agencia de Noticias UN. El equipo de trabajo de la Dirección de Museos y
Patrimonio Cultural de la UN gestiona y despliega diversos proyectos museográficos
en tres ámbitos de influencia: el campus, la ciudad y las regiones. Se trata de
museólogos con un amplio sentido de la geografía. Como en la época en que
descubridores y conquistadores se adentraban en la inhóspita y virgen tierra
americana, ellos van hasta el rincón más alejado del país llevando cultura a esas
comunidades olvidadas, muchas veces perdidas en el mapa. Es su forma de hacer
patria. Su campo de acción natural es la Ciudad Universitaria de la Sede Bogotá, el
campus capitalino de la UN. Allí desarrollan toda suerte de acciones encaminadas a
la puesta en valor y la apropiación social del variado y complejo patrimonio cultural
que poseen: desde los 17 edificios declarados Bien de Interés Cultural (BIC), pasando
por sus museos y colecciones, hasta el legado académico de los científicos e
intelectuales que pasaron por sus aulas [...] En 2006, el Gobierno cedió el Claustro de
San Agustín a la UN y casi desde entonces funciona como espacio expositivo y sede
del Sistema de Patrimonio Cultural y Museos, antecedente directo de la DMPC.
Según Carlos Diazgranados, coordinador del área de museografía, los proyectos que
allí se desarrollan tienen como objetivo proyectar el patrimonio y el conocimiento
generado por la comunidad universitaria a públicos más amplios. Muestra de ello son
las exposiciones “Colombia en tiempos de la Gran Guerra” y “Saberes de pupuña. El
chontaduro en la Amazonia”. La primera presenta el análisis de la Primera Guerra
Mundial desde el Departamento de Historia de la UN, pues lo consideran un período
de suma importancia para este país, inmerso en un proceso de paz. La segunda abre
un nuevo ciclo museográfico que busca recuperar saberes ancestrales, pues, según el
profesor Edmon Castell, director de Museos y Patrimonio Cultural, “sin memoria no
hay innovación”. Así, desde este edificio del siglo XVIII, ubicado en el centro
histórico y corazón cultural de Bogotá, se puede decir que la ciudad es el segundo
ámbito de acción. Así lo confirman las 38.849 personas que los visitaron durante el
años pasado. En 2009, nació el programa Ida y Vuelta [...]. “El propósito era divulgar
el patrimonio de la universidad y consolidar un mapa de espacios museográficos”,
asegura William Medina, profesional a cargo de la iniciativa. Son proyectos de bajo
presupuesto, prácticos y adaptables, que abordan las diferentes condiciones de la
geografía. Sobresale la exposición “Mariposas de la Orinoquia”, que en el 2012 se
instaló en Quibdó, Buenaventura, Guapi y Tumaco, llevando una muestra de la
riqueza biológica del oriente colombiano a la región pacífica. Algo así como conectar
al país de extremo a extremo por medio de su diversidad. Ese mismo año comenzó la
travesía de “Once mil metros por segundo” por bibliotecas pública en zonas de
frontera como Leticia, Arauca, Tumaco, San Andrés y Valledupar [...] Se trata de un
programa de promoción de la lectura a través del acercamiento a la ciencia ficción.
El profesor Edmon Castell resalta que programas como este son el primer contacto
con la Universidad para algunos grupos o comunidades locales en Colombia. “El
primer contacto y, posiblemente, el último o el único. En este sentido, la interacción
social y transferencia territorial de conocimiento que se logra a través de esta gestión
museográfica es, de alguna forma, la materialización de la extensión, la tercera
misión, al 100 %”. “Con Ida y Vuelta buscamos una verdadera presencia nacional,
que la universidad llegue a los rincones más alejados del país, donde no hay museos
y nunca antes había montado una exposición”, concluye Diazgranados. Es una deuda
histórica con las regiones, que estos museólogos tratan de resarcir desplegando su
creatividad, dibujando el mapa de Colombia con sus exposiciones.
- “[La exposición] es un grito al unísono de cultura, conocimiento y alimento. Estas
exposiciones con recursos multimediales convierten este fenómeno en una
experiencia viva que toca a las personas. Es algo vital para entender los ecosistemas
amazónicos”, sostiene Ernesto Agudelo de la Corporación Tapioca.

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