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LA PUNTUALIDAD.

La palabra puntualidad denota el estado o la cualidad de “puntual”. Deriva del


término latín “puntualis”, y hacer referencia al punto. Sin embargo, los eventos y
el tiempo cronológico, por extensión, también pueden verse que suceden o
comienzan a suceder en un “punto” determinado. Inclusive podemos hallar
expresiones como “Lo espero a las 2pm en punto”. Es decir, cada hora, minuto y
hasta segundo, pueden tomarse como un “punto” (a partir del cual…). Salirse de
ese punto es impuntualidad.

La puntualidad es una actitud que se adquiere desde los primeros años de vida
mediante la formación de hábitos en la familia, donde las normas y costumbres
establecen horarios para cada una de nuestras actividades.

También es un reflejo de respeto al tiempo de los demás, ya que en cualquier ámbito


de la vida social, llegar a tiempo es un signo de buena educación. Al ser puntual se
desarrollan todas las actividades de acuerdo a un horario establecido.
En los reglamentos internos, los horarios permiten tener un orden, además que
ayudan a la coordinación de las actividades; todo esto consolida la actitud aprendida
en el hogar. Sin embargo, en algunos casos hay personas que constantemente
llegan tarde y, generalmente presentan excusas, y esto ocasiona un retraso para
todos o distracciones que rompen con el orden de las actividades. La puntualidad
en general, es una regla que exige de la persona ejecutar determinada acción en
un tiempo determinado, ya que aunque la acción sea realizada satisfactoriamente,
desequilibra el balance de tiempo de todas las demás.

Ya sea en el trabajo, en la escuela, en una cita o en cualquier tipo de grupo


social al cual se asiste. La puntualidad es algo que debemos cumplir, pues
todas las personas merecen respeto.

Si ve que no puede llegar a tiempo, es correcto avisar, por el medio que sea
más rápido, para evitar que otras personas se vean perjudicadas.

¿Para qué sirve la puntualidad?


Básicamente sirve para no quedar mal, para cumplir con algo a lo que nos hemos
comprometido o a lo que hemos sido convocados. Por extensión, una persona
puntual generará más confianza, de modo que también tiene un servicio práctico en
el ámbito laboral y académico (no que la puntualidad no sea valorada también en
otras instancias).
Hay a menudo una convención de que una pequeña cantidad de retraso es
aceptable en circunstancias normales; por lo general, diez o quince minutos en las
culturas occidentales En otras culturas, tales como la sociedad japonesa o en el
ejército no existe básicamente ninguna permisividad. No obstante, la puntualidad se
considera un signo de consideración hacia las personas que están esperando
Algunas culturas tienen sobreentendido que los plazos reales son diferentes de
plazos indicados. Por ejemplo, en una cultura particular puede ser entendido que la
gente llegará una hora de más tarde de lo anunciado. En este caso, puesto que
cada uno entiende que una reunión a las 9 am comenzará realmente alrededor de
las 10 am, nadie se incomodará cuando todo el mundo aparezca a las 10 am.

En las culturas que valoran puntualidad, retrasarse es equivalente a demostrar


desprecio por tiempo de otra persona y se puede considerar un insulto. En tales
casos, la puntualidad se puede hacer cumplir por penas sociales, por ejemplo
excluyendo enteramente a los que llegan más tarde de las reuniones.

El valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de


carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en
condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser
merecedores de confianza. La falta de puntualidad habla por sí misma, de ahí se
deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro tiempo, de planeación
en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda. En otras palabras debemos
respetar nuestro tiempo y el de los demás.

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