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Consejos de un pastor

Una carta pastoral para una joven cristiana que


piensa casarse con un no-creyente

Querida Juanita,

Lo que voy a escribir sale de un corazón lleno de amor, amistad y preocupación.


Obviamente, usted está enamorada y considera que sus acciones son razonables en este
momento. Esto es natural debido a las emociones y sentimientos que está experimentando.
Sin embargo, quiero que me permita hablarle de su futuro.
Le aseguro que estos sentimientos no seguirán en la misma manera que siente ahorita.
Con los años y las responsabilidades del matrimonio, habrá momentos que usted se
preguntará, ¿por qué me casé con él? Esto, en sí, no significa una mala decisión, sino que
destaca la verdad de que los sentimientos que está experimentado ahorita cambiarán por
sentimientos más maduros luego. Quiero que usted me permita describir unas situaciones
venideras que usted posiblemente enfrentará.
Debido a su crianza cristiana, usted obviamente tiene ciertas convicciones respecto al
evangelio, la Biblia, su testimonio, su relación con su familia, y la iglesia que es la esposa de
Cristo. Estas cosas no son de mayor importancia en este momento, pero para todo cristiano
verdadero estas convicciones con el tiempo serán más y más importantes.
Los niños vendrán, y usted, habiendo entendido el valor del alma de su bebe, tendrá el
deseo de darle lo mejor de si misma. Le instruirá en los caminos de Dios y probablemente lo
llevará a una iglesia. El momento vendrá en que le pregunta su hijo: «¿por qué no viene papá
a la iglesia?» Será un momento difícil para usted, pero tendrá que responderle que papá no
ama a Jesús como debe y necesitamos orar por él. Por supuesto, su hijo oirá de su padre
acerca de los problemas de la iglesia. Vendrán días que su hijo dirá que no quiere ir a la
iglesia, que no le gusta, que es aburrida, y otras cosas. Es posible que su marido, que pasa los
domingos a solas, le diga que si él no quiere ir, que no vaya. En este momento difícil, usted
verá que esa decisión de su marido amenaza el alma de su hijo y llorará amargamente.
Usted también deseará que su marido le acompañe a la iglesia. Se sentará al lado de sus
padres, pero anhelará la presencia de su marido. Usted anhelará sobre todo que ustedes sean
una familia también en las cosas de Dios. Verá a otras familias enteras sentadas juntas,
oyendo la Palabra de Dios. Usted se preocupará por el alma de su marido. Es posible que por
medio de su conducta él llegue a los pies de Jesús, pero es posible que no. La carga será
difícil, triste, y pesada por la condición espiritual de su marido y debido a su desobediencia a
la Palabra de Dios.
Es posible que usted enfrente palabras feas al consagrarse enteramente al Señor. Su
marido puede llegar a llamarle «pandereta, tonta, profetiza, e hipócrita». El criticará su iglesia
cuando usted la critique, pero usted perdonará los errores de los cristianos, sabiendo que
todos son débiles; pero él nunca olvidará esas cosas y resentirá tu asistencia a sus cultos. El
dirá, «No me pidas que vaya a esa iglesia; nunca iré». Posible mente usted, por amor a él, irá a
otra iglesia para que le acompañe, pero tampoco estará feliz allí. Usted, además, no podrá
compartir lo que Dios le ha enseñado. El no entenderá sus lagrimas de contrición espiritual
ante la Palabra de Dios. No entenderá su compromiso a la iglesia. Habrá pleitos, peleas, y
discusiones.
Además, y más serio, es la posibilidad que usted pierda su amor por las cosas de Dios. Si
esto pasa, Jesucristo ya no será alguien personal para usted. Usted dejará de orar. Disfrutará
de la vida con su marido y usted llegará a pensar como él. Su alma estará en peligro porque
está demostrando posiblemente que nunca fue una cristiana verdadera. Es posible que un día
usted se arrepienta y es posible que no.
Sobre todo, lo más triste de la decisión que está al punto de tomar tiene que ver con lo que
ha hecho con Jesucristo, Jesucristo, el precioso Salvador que nunca le trató mal. Más bien,
este Salvador solamente ha hecho lo mejor para usted, más allá de lo que merece. Usted lo
habría dejado y ahora usted ama a una persona que no ama a Jesús. Usted habrá sido
desobediente a los buenos mandamientos de Dios. Usted habría menospreciado la sangre, la
cruz, y la muerte de Cristo que siempre ha sido tan bueno y misericordioso con usted.
No piense que considero que su novio es una mala persona. Es trabajador y responsable.
Tampoco, le considero a usted como una mala persona. Al contrario, por mi conocimiento de
usted, deseo solamente lo mejor para usted. Sin embargo, su conducta demuestra que
espiritualmente no está bien. Casi no asiste a la iglesia. Los mensajes, tal vez, no le tocan
como antes.
¿Cómo es su relación con Cristo? ¿Está mejor o peor? ¿Es posible que este deterioro
coincide con su relación con su novio?
Admito la posibilidad de un cambio espiritual en la vida de su novio, pero la experiencia
me dice que no es probable. La Biblia dice que los que han conocido de Dios y lo abandonan
están en gran peligro (Hebreos 6:4-6). Tal ha sido el comportamiento y la actitud de él. Esta
actitud es lo que me preocupa de usted. La actitud determina la conducta. En otras palabras,
una actitud mala producirá una conducta mala. ¿Cómo es la actitud de él ante las cosas de
Dios, las cosas que verdaderamente tienen valor?
Dios me ha dado el privilegio de ser su pastor. No es importante si le caigo bien en este
momento o no. Lo importante es que soy un instrumento para que usted considere la Palabra
de Dios, su relación con Cristo, y su obediencia a las autoridades que Dios ha puesto en su
vida.
Oro por usted en este momento, pero entienda que si usted no sigue el consejo dado aquí
y se casa con su novio, en el día de su boda, voy a empezar a orar por el éxito de su
matrimonio. Si un día usted me busca porque las cosas no resultaron como pensaba, el
divorcio no será una opción que ud. oye de mis labios. Esta decisión es para toda la vida.
¡Que la tome sobriamente!

Con oración y respeto,

su pastor

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